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Re: Psique // Capítulo 12 - ¿Comenzamos de nuevo?

Notapor Zee » Lun Jul 04, 2011 7:27 pm

No me gusta hacer doble-post, principalmente porque me deprime. Me hace sentir como el n00b que escribía Miembro XV... excepto que allí sí me comentaban.

En fin, cap 12 después de dos meses:


Capítulo 12 -¿Comenzamos de nuevo?

Spoiler: Mostrar
—¡Buen día, Costa Laguna! A todos aquellos que tienen programada la alarma a las 6:00 am: ¡¡“beep beep beep”!! ¿Alguien más tiene la impresión de que hoy será un ex-ce-len-te día? El pronóstico nos dice que hoy lloverá, ¡pero eso no es razón para negarle un amistoooooso saludo al sol!

Sin levantarse de su cama, sin apartar su cabeza de la suave almohada, y sin deshacerse de las cobijas siquiera, Felix Flynn alargó su brazo intentando alcanzar aquel botón que apagaría el molesto radio despertador que le había apartado de su mundo de sueños.

Probó varias veces, pero, o había presionado repetidas veces el botón equivocado, o algo impedía que el mecanismo se activara. Irritado, tomó su lámpara de noche y la estrelló una y otra vez, como si fuese un martillo, contra el aparato hasta que se detuvo, seguramente roto ya.

A medio camino entre el sueño y la vigilia, se levantó de la cama y se dirigió hasta el baño, donde se mojó el rostro con agua fría para despertarse. Una vez podía mantener los ojos abiertos durante un tiempo decente, volvió a la litera donde había dormido, con la intención de despertar a Mike, su compañero de habitación.

—Mike. —llamó Felix, sacudiendo levemente al chico por el hombro. El joven, de sueño pesado en extremo, no mostró respuesta alguna. Felix siguió insistiendo, ahora con un poco más de fuerza. Mike continuó sin reaccionar, a pesar de los frecuentes intentos de su compañero.

Preparado para lo que venía, Felix movió a Mike lo más fuerte que pudo. La marca en la mano del último comenzó a brillar, dando aviso sobre lo que se avecinaba: como acto reflejo, Mike lanzó fuego por los puños y la boca, e incluso por la nariz y orejas.

Completamente consciente de lo que Mike solía hacer al despertar, Felix ya se había preparado con un largo disco de viento que apartó y apagó las llamas cercanas.

Mike bostezó a la par que se desperezaba, ignorante a lo que acababa de hacer. Mientras tanto, Felix se ocupaba de utilizar su Psique para apagar algunas llamas que habían brotado en la blanca sábana de su compañero.

—...días... —murmuró Mike, con los ojos entrecerrados. Felix se encargó de darle una buena colleja antes de volver a meterse al baño.

—¡Ve planchando la ropa, Mike! —gritó, con la puerta ya cerrada. Sintiendo los párpados un poco pesados una vez más, se apresuró a quitarse la pijama y meterse a la ducha con el agua fría.


Miércoles 6 de octubre de 2010, en la sección A de dormitorios de la Academia de la Laguna del Atlántico, Felix Flynn se preparaba para su primer día de escuela de desde aquel desafortunado día en el que Nebiros le había atacado y le había dejado completamente incapacitado. Por suerte, la herida que le había hecho aquel misterioso encapuchado no había sido muy grave, por lo que Felix no tardó en sanar. Y seguro no tardaría en hacerlo por completo.

Felix se dejó caer en la cama, sin muchas ganas de vestirse. Mike había terminado de planchar la ropa y se había metido a la ducha una vez su amigo ya había acabado. Giró su cabeza para mirar el despertador, cuando recordó que lo había aplastado hasta la muerte con su lámpara. Debido a esto, el chico se levantó, de mala gana, para recoger su teléfono móvil del escritorio.

—6:27 —leyó en voz alta, mientras se volvía a tirar sobre la cama. Le sobraba tiempo todavía. Tal vez podría cerrar los ojos unos minutos. Sí, serían sólo unos minutos...

Un gato de color negro se le subió al pecho.

—Chase... No ahora... —se quejó el chico, intentando quitarse al gato de encima. Éste último bajó por su propia cuenta y comenzó a frotarse contra uno de los brazos del muchacho mientras ronrroneaba.

Molesto por no ser capaz de dormir tan sólo unos minutos, Felix se levantó, dispuesto a vestirse ahora que no tenía remedio. Se puso el pantalón de color azul oscuro, casi negro; la reglamentaria camisa blanca, perfectamente limpia; el saco del mismo color del pantalón, que exhibía el escudo de la academia en el corazón; y la corbata, que tampoco cambiaba de color. Tras ponerse unos calcetines y los zapatos, y tomar su mochila, Felix decidió dejar la habitación.

Caminó por el pasillo, iluminado apenas por la luz matinal, mientras dejaba salir un bostezo. Bajó hasta la recepción, acompañado sólo por el repetitivo eco de sus pasos. Chase se había quedado en la habitación, seguramente muy cómodo sobre la cama del chico, por lo que el joven tenía la falsa impresión de que era el único en el dormitorio. Y por alguna extraña razón, le agradó la tranquilidad y el silencio que envolvían a la sección A.

El sillón individual pareció quejarse cuando el chico se hundió en él. El agradable silencio que tanto le había gustado a Felix fue interrumpido por el zumbido del aire acondicionado. Octubre y aún no llegaba el frío... por lo menos para él, claro. Para sus compañeros, por otro lado, que habían vivido toda su vida en ese clima, la frescura del océano en invierno les parecía un clima digno del Ártico mismo.

—Oh, hola, Felix. —saludó una voz que el chico reconoció como la de Vince. Al igual que él, iba vestido con el uniforme de la academia, sólo que llevaba puesta la misma gorra gris que el día anterior. Ahora que lo pensaba, Vince siempre llevaba puesto algo sobre la cabeza, ya fuese una bandana, una gorra, o algún sombrero casual. Jamás se alcanzaba a ver alguna parte de su cabello color negro que no fueran los mechones que se le escapaban de entre lo que llevara puesto.

—Hey, Vince... —respondió Felix, alzando la mano apenas unos milímetros a manera de saludo. Su compañero se sentó en el sofá de tres plazas y se dejó absorber por los suaves cojines.

—Mmm... —gimió, como quejándose—. Sofá cómodo, lo lamento, pero tengo que irme... no lo hagas tan difícil...

Felix soltó algunas risas, para luego imitar a Vince y recargarse en el mullido sillón.

—No te atrevas, Felix Flynn. —dijo alguien desde las escaleras, después de unos minutos—. Primero me apresuras, y luego te duermes en la recepción. ¡Eso es de lo más hipócrita!

—Oh, cállate, Mike. —cortó Felix, en broma.

—Cállate tú, perra. —respondió, fingiendo enfado. Acto seguido, bajó de un salto los escalones que restaban y se dirigió hacia Felix. Una vez estuvo a su lado, intentó levantarlo de un tirón.

—Aaaah... No quieeeroooo... —se quejó F, exhibiendo lo aprendido en el club de drama al actuar perfectamente un berrinche.

—¿Y a éste que le pasa? —preguntó Ethan, quien iba bajando por las escaleras, seguido por su hermana Samantha y por James.

—Nada, tío, nada. —respondió Felix, levantándose del sillón con una sonrisa.

—Vale, no importa. —cortó el rubio, mientras caminaba en dirección a la puerta.

—Oh, ¿ya te vas? —inquirió Mike, extrañado—. Bicho.

Ethan se colocó una mano en la frente; Felix no supo si lo hizo por la vergüenza ajena a causa de Mike o porque éste último le sacaba de quicio.

—Le gusta llegar temprano, así no tiene que correr. —explicó Samantha, encogiéndose de hombros.

—Ni sudar. —agregó Ethan.

Algo en Mike pareció activarse, pues la cara del chico se iluminó de pronto. Entusiasmado, dijo:

—¡F, vámonos con ellos!

—¿Eh? —balbuceó Felix, incrédulo ante lo que Mike quería hacer.

—Me ha convecido. De ahora en adelante mi vida será guiada por la filosofía de “No sudar” de Ethan.

Todos se quedaron en silencio.

—¿Qué? —se quejó el chico—. Por más guapo que sea, las chicas no se me acercarán si huelo a cebolla.

—Que vivan las explicaciones de Mike. —rió Felix, alzando el puño como quien gana algo importante.

—¡Que vivan! —cantaron todos, para luego echarse a reír.

Por enésima vez desde que se había unido al PP, Felix comenzó a pensar en el futuro. Si se mudaba, se alejaría de ellos... y probablemente para siempre, pues no podían permitir que se llevara su secreto con él.

—Ah... Mejor esperamos a Michelle. —señaló Mike, sacando a Felix de sus pensamientos—. Sería algo maleducado dejarla irse sola.

—¿No os importa si os acompaño? —preguntó Vince, levantándose del sofá. Acto seguido, miró rápidamente su reloj de muñeca y dijo—: Pero considerad que soy capaz de abandonaros si Michelle no se apresura.

—Y deja a sus compañeros en el frente de batalla... —comentó Mike.

—Bueno... Nosotros nos iremos yendo. —intervino James—. Hasta luego.

—Nos vemos.

—Con cuidado.

—No vayáis a morir, ¿eh?

Finalmente, la puerta se cerró tras el trío, dejando así a Felix, Vince y Mike solos en la recepción. Éste último cruzó la puerta de la cocina y comenzó a buscar entre puertas y cajones.

—¿Qué buscas? —preguntó Vince.

—El desayuno... —respondió el otro desde la cocina—. Pan tostado bastará, creo. No creo que tengamos tiempo suficiente para cocinar algo, ¿no?

—Tenemos veinte minutos, no sé cómo lo veas, Felix. Tú eres el que cocina.

—Ay, mariquita. —cantó Mike, arrastrando las letras.

—Cuando vivas solo y tengas que subsistir a base de pizza, comida china y sopas instantáneas, ya veremos si me dices lo mismo. —se defendió Felix, yendo a la cocina.

—Sí, como seeaaa...

—Bueno... Creo que iré a llamar a Michelle. —apuntó Vince, para luego subir por las escaleras.


—Huevos con tocino, huevos con tocino, huevos con tociiino... —cantaba Mike, a la par que golpeaba la mesa con sus cubiertos. Estaba sentado en la barra-desayunador de la cocina, con un plato listo para recibir la comida. De manera infantil, llevaba puesta una servilleta en el cuello.

Vince ya había bajado, acompañado por Michelle. Los dos también estaban sentados en la barra, esperando ansiosos su desayuno.

—Ok, tenemos 10 minutos para comer. ¡Así que a atascarse! —exclamó Felix, sirviéndole su porción a cada uno.

—¿Revueltos...? ¿No hay huevo estrellado? ¿¡Y mi sunny side up!? —reclamó Mike, desilusionado.

—Perdón, pero es que después no me alcanzaba el tiempo. —aclaró Felix, sentándose para comer su plato.


Desayunaron animadamente, conversando de diversos temas. Ya fuese sobre el colegio, sobre el PP o sobre otras cosas, la plática siempre se desenvolvía bien. Además, Felix había mostrado que era en realidad un buen cocinero, y que sus clases optativas habían dado frutos.

—Venga, son sólo huevos con tocino. —le restó importancia al asunto cuando Vince había halagado su platillo.

—Para nada... Tienen un no sé qué que me provoca un... qué sé yo. —continuó el joven.

—Muy cierto, Vince. —concordó Mike—. Los sabores se mezclan perfectamente... Felix no pudo elegir una mejor calidad de carne. Y la consistencia del huevo... ¡Ñam!

—Usé sólo lo que pude encontrar... —apuntó el chico—. No es nada del otro mundo, de verdad.

—¡Ah! —exclamó Michelle de pronto, dejando su tenedor de golpe en la mesa —. ¡Se nos hace tarde!

Mike miró con preocupación su reloj de muñeca. Sus ojos se abrieron como platos, mientras se daba un golpe en la frente con la palma de su mano, como cuestionándose cómo había dejado pasar tal. Vince, por otro lado, se esforzaba por no escupir la comida a la par que dejaba salir una especie de gemidos.

—¡No me he cepillado los dientes! —exclamó Felix. Tras una reclamación por parte de sus compañeros, preguntándole por qué diablos no se los había cepillado antes, el chico subió lo más rápido que pudo hasta su habitación mientras sus tres amigos le esperaban en la puerta.

Entró al baño a toda velocidad. Tomó su cepillo con la mano derecha, mientras que con la izquierda se las arreglaba para abrir el tubo de dentífrico. Con las prisas, sin embargo, la cantidad que puso en el cepillo fue demasiada, y su boca quemó, como si estuviese manteniendo un gran trozo de hielo dentro de ella, mientras se limpiaba.

—Nos vemos, Chase. —se despidió el chico, a la par que le pasaba la mano por el lomo al gato negro, que lo había seguido hasta el baño. Acto seguido, bajó de nuevo a toda prisa hasta la recepción. Tomó su mochila, que descansaba junto al sillón, se metió sus llaves y billetera a los bolsillos, y salió por la puerta del dormitorio.

Apenas le vieron llegar, Michelle, Mike y Vince decidieron cruzar la calle que separaba a la sección A de la academia; o de una manera más precisa, del estacionamiento.

—No te olvides de activar la alarma. —le recordó Vince, sin siquiera girar la cabeza. Felix respondió con un despreocupado “Sí, sí”, mientras le ponía cerrojo con su llave a la puerta. Una vez hizo esto, dirigió su atención al delgado tablero númerico de color negro que descansaba encima de la enorme cerradura.

Apenas introdujo la combinación, Felix cruzó la calle y se apresuró a alcanzar a sus amigos, quienes ya iban caminando a medio estacionamiento.

—Joder... ¿Cuánto tiempo? —preguntó Felix, mientras sincronizaba su caminar con el de los compañeros. Vince miró su reloj de muñeco y, tras apresurar un poco el paso, respondió, con la voz casi en grito:

—¡5 minutos!

—¡Uuuuhmierda! —exclamó Mike—. No pensé que quedara tan poco.

—Aún tengo que ir al casillero... —señaló Michelle, con un tono de voz que expresaba una triste actitud de rendición.

—Será imposible llegar. —apuntó Felix, dándose también por vencido.

Mike refunfuñó. Después de hacer un gesto de desesperación, metió la mano en su mochila. Tras revolver un poco las cosas, su cara se iluminó.

—Tres... Cuatro... —murmuró, mientras continuaba moviendo la mano. Luego soltó una sonora carcajada de victoria—. ¡Eureka! —añadió, mientras sacaba cuatro brazaletes de color negro, aparentemente hechos de metal.

—¿Qué es...? —iba a preguntar Felix, pero se interrumpió al sentir cómo Mike le ponía el extraño aparato (porque eso era, un aparato) en la muñeca como si fuese una de las esposas que utilizaban los oficiales de policía. Con una velocidad inexplicable, hizo lo mismo con Michelle y Vince.

—Mike... Esto me suena de algún lado... —señaló este último.

—Claro... son la versión dos. —respondió Mike.

—¿Pero de qué estáis hablando? —inquirió Michelle, mirando a ambos muchachos con expectación.

—Ya verás... —sonrió Mike. Acto seguido, presionó un botón de color rojo en su brazalete.

Sin previo aviso, algo tiró violentamente del estómago de los chicos. Ciertamente, aquella horrible sensación no podía ser descrita, pero si se le pudiese comparar con algo, podría decirse que era parecido a tener un gancho tirando del ombligo desde adentro. Una mezcla de asco y terror envolvió al grupo.

Tan pronto como vino, la espantosa sensación se fue. Los muchachos respiraron aliviados al darse cuenta que seguían completos, después de haberse tocado por doquier para confirmarlo.

La atmósfera había cambiado. El aire se había enrarecido, viciado, y la gravedad había aumentado levemente, de manera casi imperceptible. La luz también había cambiado por completo, haciendo que el contraste entre los objetos fuese más notable.

—¿No es esta... la zona...? —preguntó Michelle, con las manos en el vientre, a la par que miraba de un lado a otro en un estado de alerta.

—Lo es... —asintió Felix, recordando cómo había experimentado la misma sensación en el estómago cuando él y Mike intentaban rescatar a Michelle de los efectos del Síndrome de la Laguna, justo cuando James les había arrastrado dentro de la zona de nuevo en busca de ayuda.

Con una mueca de enfado en el rostro, Vince se acercó amenazante a Mike, quien parecía, de alguna manera, orgulloso de ser el responsable de la súbita entrada a la zona. Sin dudar de sus acciones, tomó al chico por el cuello de la camisa y le alzó un poco hasta que estuvo a su altura.

—O-oye... T-tranquilo, Vince. —balbuceó Mike, intentando sostenerle la mirada al alto jugador de fútbol americano.

—Robaste tecnología en desarrollo. —soltó Vince, fulminándole con la mirada, casi como si quisiera hacerle dos hoyos en el rostro a Mike con sus pupilas.

—¿¡Tú qué!? —exclamaron Felix y Michelle al unísono, ésta última apenas dándose cuenta que había sido Mike quien les había obligado a entrar al limbro entre la dimensión de los humanos y la de los Corrompidos.

—¡Mentira! —se defendió el chico, mirando a los dos que le habían gritado—. ¡Si estaban en la bodega de armamento era por algo!

—¿Era por algo? —repitió Vince, para después sacudir a Mike violentamente. Éste no pudo hacer nada más sino cerrar los ojos con fuerza e intentar mantener a raya las ganas de vomitar; después de todo, la fuerza de Vince superaba por mucho a la de Mike—. ¡Esa zona del dormitorio está protegida con contraseña también “por algo”!

—¡Vince, relájate, tampoco es para que te comportes así! —intervino Michelle.

Vince respondió con gruñidos ininteligibles. Con una fuerza tremenda, alzó a Mike unos centímetros del suelo.

—¡Vince! —gritó Felix, aterrorizado ante la visión que se le ofrecía. Intentó acercarse para defender a su amigo, pero Michelle le jaló del brazo, obligándole a quedarse con ella. Silenciosamente, señaló uno de los pocos autos que se encontraban en el estacionamiento.

Felix miró justo a tiempo para ver una figura de color blanco desaparecer entre los coches de los profesores.

—De acuerdo, ya está bien. —soltó Felix, liberándose de los brazos de Michelle y acercándose a Vince para apartarlo de su amigo. Como si saliera de un trance, el joven soltó de inmediato a Mike y se frotó la cabeza, desorientado. Éste último, aterrado evidentemente, se alejó varios pasos

—Hay que salir de aquí lo más pronto posible. —señaló Michelle, en un tono de voz extrañamente maternal—. Si vais a usar la zona como... ¿túnel temporal, se dice...? —la chica dudó un segundo, pero luego continuó—: Si la vais a usar como túnel temporal para llegar a clase, hacedlo entonces. Pero que sea rápido. Hay algo distinto en este lugar.

El grupo entero asintió con la cabeza.

—Y no quiero volver a ver este tipo de discusiones. —añadió la chica, dirigiéndoles a todos una mirada autoritaria.

El grupo asintió de nuevo.

Tras un “Bien” por parte de Michelle, los cuatro chicos comenzaron a caminar de nuevo rumbo al edificio escolar, sin dejar la zona. Mike y Vince iban a los extremos, con la mirada baja y en silencio, mientras que Felix y Michelle iban caminando en el centro, impidiendo el contacto entre los otros dos y alternando sus vigilantes miradas entre ambos jóvenes.

Cruzaron la sección deportiva, la cafetería y el centro de computación, el túnel de árboles, la biblioteca, para terminar justo enfrente del edificio escolar... Todo en poco menos de diez minutos de incómodo silencio. Felix hubiese preferido a que los atacara una horda de Corrompidos, lo cual, desgraciadamente, no ocurrió.

En realidad... No los había atacado ni siquiera un sólo Corrompido. No había ninguno a la vista. Como bien solía decirse, “estaba tranquilo... demasiado tranquilo”.

—¿No os parece...? —iba a decir Felix, cuando quiso manifestar sus sospechas a sus compañeros. No obstante, Michelle le calló con la mirada, seguramente pensando que el chico quería entablar una conversación entre el grupo. Vince y Mike se quedaron en silencio. Cambiando de tema súbitamente, Felix añadió con nerviosismo—: ¿...que es tiempo de salir de la zona?

Michelle asintió con la cabeza, sin que la mueca de enfado desapareciera. Levantó un poco su brazo y señaló el brazalete de metal que Mike le había colocado en la muñeca. Vince y Mike movieron la cabeza, aunque Felix no supo si era un “Sí” o un “No”, todavía con la mirada baja.

De pronto, Felix sintió un tirón en el estómago. De inmediato supo que algo le arrastraba fuera de la zona, así que se esforzó para evitar la sensación al hacer fuerza en el estómago. Sin embargo, no había terminado de pensar esto siquiera cuando ya se encontraba en su propia dimensión al lado de sus tres amigos.

De pronto, descubrió para qué servían los brazaletes que Mike les había dado. ¡Por supuesto! ¿Cómo podía haber sido tan ingenuo?

Mike le había hablado, hacía tiempo ya, de un artilugio que usaba el PP en sus misiones. Dicho aparato detectaba cuando había un ligero cambio en el espacio-tiempo; es decir, cuando alguien entraba a la zona.

“Son la versión dos”, había dicho Mike. Era una versión más nueva de aquél aparato, que aún estaba bajo desarrollo. Seguramente tendría funciones nuevas o algo por el estilo. En dicho caso, ¿qué cambios tendría y qué faltaba por añadirse?

—Me iré yendo. —expresó Michelle, sacando de pronto a Felix de sus pensamientos. Acto seguido, se apresuró a entrar por las puertas del edificio sin despedirse de los demás. Vince y Mike la siguieron, aunque tomaron su distancia, sin mediar palabra alguna. Felix se quedó completamente solo.

El chico suspiró antes de acomodarse la mochila y dirigirse a su aula. No obstante, se interrumpió una décima de segundo para contemplar lo que podía ver del campus desde su posición, buscando con la mirada algo sospechoso o anormal.

Felix creyó ver la misma figura de color blanco que había aparecido durante su estadía en la zona ocultarse detrás de un basurero. Tal vez era su imaginación, pero prefirió investigar qué era lo que se había movido cuando había notado la mirada de Felix sobre él.

Con un poco de dificultad, se quitó el brazalete y lo metió en la mochila, aún sin separar la vista del basurero donde, presuntamente, se ocultaba el extraño ser. Rápidamente, entró a la zona de nuevo, para que la figura no pudiese escapar de él.

Tardó pocos segundos en llegar al lugar corriendo. Se preparó con un orbe de viento en la mano, y dio el paso decisivo.

¿Nada? ¿No había nada detrás del basurero? ¿Pero cómo diablos había desaparecido? ¡Si le había visto esconderse allí mismo, con sus propios ojos!

Se dio una palmadita en la cara, como para despertarse. Sí... Tal vez, después de todo, sí se lo había imaginado. Tras estirar sus miembros, decidió guardarse el poco tiempo que le quedaba para permanecer en la zona, aunque eso significara llegar un poco tarde a clases.

Salió de la zona y pasó con rapidez a través de las puertas del edificio, sólo para escuchar el sonido de la campana desvaneciéndose. Como no tenía necesidad de tomar ningún libro de su casillero, corrió directamente al laboratorio.

Se arrepintió de abrir la puerta de un manotazo. Alrededor de 25 pares de ojos se clavaron en él, incluidos los de la Sra. Jones, su profesora de Química. Detrás de ella, estaban de pie dos alumnos que Felix no reconoció, un chico y una chica.

—Llega tarde, Sr. Flynn. —dijo la maestra, expresando un enfado impresionante con la sonrisa más hipócrita que Felix había visto jamás. Por un momento, imaginó que sus dientes eran afilados cómo los de un tiburón, y su sonrisa tan amplia como su cara. Fue aterrador.

—Lo siento mucho, se me hizo tarde. —se disculpó Felix, intentando parecer lo más sincero y sumiso posible. Una actitud retadora no sería la táctica más adecuada. El chico sonrió nerviosamente y junto sus manos, cómo rogando que no le regañara o le quitara puntos de su calificación. La Sra. Jones levantó una ceja—. Iré a sentarme inmediatamente. —añadió el chico, antes de correr a sentarse junto a Vanessa, en la última mesa del aula.

—Así me gusta. —dijo la profesora, casi como burlándose de la actitud de Felix. Acto seguido, se aclaró la garganta y comenzó de nuevo—:Muchachos... Hoy quiero presentaros a dos estudiantes nuevos.

Felix alzó la cabeza con curiosidad. Al frente, a los dos lados de la profesora, se encontraban los alumnos mencionados: el chico y la chica que Felix no había reconocido. Ambos contaban ya con el uniforme de la academia, y sus mochilas aparentaban llevar todos los libros dentro; seguramente aún no tenían un casillero asignado.

Inconscientemente, la mirada de Felix se dirigió primero hacia la chica. Su cabello lacio, que llevaba suelto por completo, era de un color negro profundo, y resaltaba con sus brillantes ojos de color esmeralda. Llevaba puesto un adorable moño de color verde a un lado derecho de la cabeza y . Felix no pudo evitar pensar que tenía un buen cuerpo; o, como diría Mike, “que estaba buenísima”.

Alejando esos pensamientos, se ocupó de contemplar al muchacho. Era pequeño, de manera relativa a los demás estudiantes del grado, tanto que parecía de algún año menor. Tenía un cabello de color negro que llevaba peinado hacia atrás (aunque algunos delgados mechones se negaban a quedarse quietos y le se levantaban varios centímetros), y ojos del mismo color. A Felix le sorprendió y le extrañó que el nuevo estudiante llevara una voluminosa bufanda en el cuello, tanto porque no hacía el frío suficiente para llevarla, como porque era demasiado llamativa para llevarla como accesorio junto al uniforme.

—Esta señorita de aquí —continuó la profesora— es Miranda Jacobs. Seguro muchos la conoceréis por...

Miranda interrumpió al aclararse la garganta. La maestra se detuvo, como cediéndole la palabra, pero la chica hizo como que no había pasado nada y se quedó en silencio.

—Eh...Ah, sí, como os decía... Éste —la profesora señaló al muchacho— es Leo Anderson.

—¿Hey, qué tal todos? —saludó efusivo, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras agitaba la mano con aparente alegría.

—Un dato curioso es que estos dos chicos —la Sra. Green les señaló— nacieron aquí, en Costa Laguna, pero vienen como estudiantes de intercambio desde otros países... Si no me equivoco...

—Alemania. —aclaró Leo, orgulloso.

—Francia... —dijo Miranda, sin siquiera mirar a sus compañeros. Al parecer, la tabla periódica que descansaba sobre la pared era mucho más atractiva o tal vez también tenía interés en saber de dónde venía la chica.

—Con esto ya tenemos siete estudiantes de intercambio... ¡Tres en esta misma aula! —agregó la profesora con entusiasmo.

Felix saludó con la mano a los dos nuevos alumnos, que le habían dirigido la mirada al ver cómo todos los demás estudiantes lo hacían también.

—Este chico de aquí ha sido el modelo para vuestro horario. —aclaró la Sra. Green—. En otras palabras, coincidiréis con él en todas las clases. ¿No es eso genial?

Los tres muchachos se quedaron en silencio. Felix por vergüenza y los otros dos por Dios sabría qué cosa.

—Felix... ¿Por qué no les das la bienvenida? —sugirió la maestra, aunque con su tono de voz y mirada quedaba más que claro que lo que había dicho era una orden.

—Ah, sí, perdón. —se excusó Felix. Acto seguido, se puso de pie, dejando a Vanessa sola en la mesa de laboratorio, y caminó hasta la parte delantera del aula—. Eh... Hola, chicos, yo soy Felix Flynn. Podéis llamarme “F” si queréis, aunque sé que al final me arrepentiré. —Felix dejó salir una risa nerviosa que sólo Leo respondió al sonreír—. Esto... Ah, yo soy estudiante de intercambio como vosotros, y también nací aquí. Y os puedo decir que la Academia de la Laguna del Atlántico no es tan grande como colegios de Francia, Alemania u otros países, pero es... bastante buena, supongo. —Felix ya no sabía qué decir.

—¿Hay clubes? —intervino Leo, casi como para salvarle.

—¡Ah, pero claro! Tenemos bastantes cosas: club de drama, club de ajedrez, club de canto, club de fotografía, club de pintura, club de lectura... Y no sólo culturales. Los deportivos también nos sobran: soccer, baloncesto, tennis, voleyball, atletismo, esgrima, artes marciales, rappel, yoga, y varios tipos de danza... Eh... ¿No me dejo nada, Sra. Green?

—¡Club de laboratorio, Sr. Flynn!

—¡Ah, sí, también tenemos club de laboratorio!

—¡Y el PP! —añadió un alumno desde la parte trasera.

—¿El PP ¿Qué es eso? —preguntó Leo.

Felix sintió las miradas de todos los estudiantes posadas en él, esperando por su respuesta. Por alguna razón, la de Miranda le parecía más fría que las demás, e incluso estudiadora.

—Un club... —respondió el chico, con un hilo de voz.

—¡Noooo! —gritó alguien sarcásticamente desde el fondo del aula. Varios alumnos estallaron en risas.

—... al cual no puedes entrar si no te llaman. —terminó Felix, un poco irritado.

Hubo un incómodo silencio en el aula, apenas roto por la tos de alguien y por el tictac del reloj.

—Creo que eso es todo... —expresó la profesora—. Se nos acaba el tiempo, así que... Felix, tú con Miranda en una de las dos mesas vacías; Leo, tú irás con Vanessa.

—Bienvenidos a la academia. —dijo Felix. Dicho esto, le tendió la mano a Leo, quien respondió efusivo a su gesto. Luego lo repitió con Miranda, que lo hizo con mala gana. Una vez hecho esto, los muchachos fueron a sentarse a sus respectivas mesas.

Felix se metió la mano en el bolsillo de inmediato: su mano estaba brillando. Había tocado a un poseedor.

Y no sabía a quién.


Y para aquellos que creen que una historia sin ArtWork no es historia:
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Re: Psique // Capítulo 12 - ¿Comenzamos de nuevo?

Notapor Sombra » Mar Jul 05, 2011 9:36 am

Hoyga, que yo si que sigo Psique D:
Me gusta el inicio del capítulo. Me recuerda a mi puñetero despertador/radio
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Re: Psique // Capítulo 13 - Consecuencias

Notapor Zee » Vie Jul 29, 2011 7:33 pm

Capítulo 13 - Consecuencias

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Miranda Jacobs movió con cuidado las pertenencias que llevaba dentro de su mochila estilo mensajero y de colores negros y rosados, intentando hacer espacio para que cupiera su libro de Lengua. Una vez logrado, cerró ésta y se la puso en el hombro. Antes de cerrar la puerta de su casillero, se acomodó el cabello y el moño morado que lo adornaba. Luego echó a andar por el pasillo.

La chica hizo todo esto ignorante a que Felix Flynn la observaba detenidamente, escondido detrás de otra fila de casilleros.

Miranda continuó andando, por lo que Felix se vio obligado a dejar su escondite y seguirla por el pasillo. Intentó andar tras ella con toda naturalidad y sin llamar en absoluto su atención. La chica escuchó de inmediato su caminar, así que giró su cabeza y le estudió por completo con una mirada helada... y luego continuó su camino.

Vamos, F, sólo necesitas tocarla y ya. ¿Un descuidado tropiezo, tal vez? ¿O un amigable saludo?[7i]

Felix se aclaró la garganta y aceleró el paso. Aún no lo tenía decidido, pero pensó que lo que debiera hacer saldría naturalmente al final. Podría saludarla y... No, mejor simplemente “chocaría” con ella. Sí, además así se ahorraba la vergüenza por intentar romper el hielo.

—¡Eeeeeeeee...!

—[i]Oh, no... ¿Pero qué demonios?


—¡...eeeeeeeeee...!

—“Qué. Demonios.”

—¡...eeeeeeeeee...!

—¡Mike! ¡Cállate! —cortó Felix, girándose de golpe hacia su amigo, que venía por el ya no tan solitario pasillo. El siempre entusiasmado joven caminaba campante con una sonrisa de oreja a oreja, con una mano sosteniendo su mochila, del mismo estilo que la de Miranda, y con la otra jugueteando con un bolígrafo.

—...ef. —terminó el chico, a la par que llegaba junto a su amigo. Sin dejar de sonreír, inquirió—: ¿Por qué el mal rollo, hermano?

Felix dirigió su mirada hacia Miranda. Mike lo notó rápidamente y le imitó. Ambos muchachos notaron que la chica, curiosa, había girado la cabeza para ver qué era lo que pasaba, sólo para encontrarse de nuevo con su acosador de antes y su amigo friki.

—Ah, perdón, él sólo estaba... —Felix intentaba excusarse, haciendo lo posible para que por lo menos Mike fuera el único en quedar en ridículo. No obstante, Miranda le detuvo con un par de ojos tan gélidos como el mismísimo Ártico.

—Ajá. —cortó la chica. Acto seguido, se giró una vez más (maravillando a los chicos con el movimiento de su cabello, cabe decir) y se perdió tras dar vuelta en otro pasillo.

Sin decir nada o mover su cuerpo un centímetro, Felix le dio un fuerte puñetazo a Mike en el hombro.

—¡Eh! ¿Y eso por qué ha sido? —reclamó, apartándose y frotándose allí donde Felix le había golpeado, intentando amainar el dolor.

—Por ser un perfecto idiota. —respondió su amigo, a la par que comenzaba a caminar en dirección hacia el lugar donde Miranda había dado la vuelta. Mike le siguió de inmediato.

—Ah, ya veo... —rió—. Tienes gustos muy refinados, ¿no?

—¿Mmm? —murmuró el otro chico, dirigiendo su atención hacia su amigo, pero sin dejar de caminar.

—Digo, ¿realmente tenías que fijarte justo en ella? —continuó Mike.

—¿De qué...?

—¡Pero está bien! Claro: Bonita, inteligente, rica... ¿A quién no le gustaría una chica como ella? Toda la escuela la conoce, como si fuera poco.

Felix se detuvo de golpe, a unos pasos para dar la vuelta en el pasillo, y giró la cabeza. Mike le imitó de inmediato.

—¿Pero de qué estás hablando? —preguntó el primero, ignorando lo que Mike quería decir en realidad.

—De que te gusta Miranda, por supuesto —continuó Mike—. ¿Por qué estarías acosándola, entonces?

—¡No la estoy acosando! —se defendió Felix. Mike alzó una ceja, por lo que el chico se corrigió—: Bueno, tal vez sí la estoy acosando, ¡pero no es por eso!

—¿Por qué, pues? —cuestionó el joven, sin creerse ninguna palabra que Felix decía.

—No puedo decirlo —dijo, aunque, después de pensarlo un segundo, añadió—: No hasta la comida, por lo menos. Supongo que comerás aquí hoy, ¿no?

—Es costumbre, sí. ¡Pero vamos! ¿Por qué no me dices? Soy tu mejor amigo, ¿no?

Felix levantó una ceja, imitando el gesto que Mike había hecho hacía unos segundos, y sonrió de manera burlona. Dejando la pregunta en el aire, el chico continuó caminando por el pasillo. Su amigo refunfuñó y caminó tras de él.

—¡Viejo, vamos! ¿Si no soy tu mejor amigo, entonces quién?

—No sé. ¿Ethan? —respondió, encogiéndose de hombro

—Sí, claro —concordó Mike, de manera claramente sarcástica. Felix coincidió con él de nuevo al asentir con la cabeza, sin girarse o detener su caminar. Tras llegar a las escaleras hacia la segunda planta, el par de chicos pudo ver una bolsa de mensajero de tonos rosados desaparecer en una de las aulas: la de Miranda.

—¿Viste eso? —preguntó Mike, señalando la puerta abierta. Felix asintió en silencio con un simple gesto con la mano. Ambos bajaron la escalera intentando hacer el menor ruido posible. Sigilosamente, se colocaron a un lado de la puerta. Después de otro gesto por parte de Felix, el par irrumpió súbitamente en el aula.

No había nadie.

—¿Qué? —soltó Felix, extrañado y alarmado a la vez—. ¡Estaba justo aquí! ¿Cómo es posible?

—¿Por qué la estás acosando, de todos modos? —inquirió Mike, curioso, mientras cerraba la puerta detrás suya. Felix le ignoró y se apresuró a comprobar la segunda entrada del aula, en la parte trasera.

—Cerrada. —señaló, acompañado por el click-click de la perilla bloqueada. Rápidamente corrió hasta donde estaban las tres ventanas, protegidas por persianas, y se sorprendió sobremanera al notar que también estaban cerradas. Recorrió el salón de un lado a otro, siempre observado por el extrañado Mike. Nada, no había nada por ningún lado.

—Pero, sin importar que fuera la niña Jacobs, había alguien aquí... Y eso me preocupa —apuntó Mike, separándose de la puerta—. Déjame sólo...

Mike guardó silencio. Alzó su mano, que comenzó a brillar con la usual tonalidad azul celeste.

—¿Qué haces...? —le cuestionó Felix, viendo cómo examinaba toda la habitación, seguramente con su segundo párpado cerrado.

—Un truco —respondió—. Me lo enseñó James hace unos días. Supuestamente sólo él e Ethan pueden hacerlo.... —Mike continuó alumbrando el aula con su mano, a manera de linterna.

—¿De qué se trata? —inquirió Felix, cerrando su segundo párpado también, aquel tejido transparente que cubría su pupila y le permitía ver otros tipos de luz, incluida la que pasaba por la zona. No hubo ningún cambio en la habitación.

—Rastros —continuó Mike—. Según James, cada olor o mancha que esté en la zona reacciona con tu Psique, siempre y cuando estén compuestos por materia terrestre, y se vuelve visible a tu segundo párpado. Creo que requiere que tu tejido se desarrolle aún más, o algo. Yo no veo nada, por ejemplo.

—Déjame intentarlo. —pidió Felix. Mike cubrió su mano con su saco a manera de respuesta, dándole el “sí” a su compañero.

—Alumbra tu mano. Como si fueras a sacar tu Psique, pero a un nivel más bajo.

Al primer intento, Felix disparó una pequeña ráfaga que movió las persianas. Su marca se iluminó, pero era la tenue luz que aparecía siempre que emergía su Psique o tocaba a un poseedor, por lo que (según Mike) requería de más potencia para hacer reaccionar la materia terrestre.

—Tal vez necesitas más concentración, novato. —se burló Mike, mientras observaba divertido a su amigo. Felix lo intentó de nuevo, pero falló de nuevo; no obstante, la corriente de aire fue mucho más leve, y no movió nada salvo el cabello y saco del muchacho. Por tercera vez, el muchacho lo intentó, concentrándose fuertemente en el nivel justo de energía que era necesario expulsar.

De pronto, la mano de Felix comenzó a brillar con más potencia con la que había brillado jamás. Superaba por mucho a la de Mike, que proporcionaba la misma luz que una bombilla pequeña; la de Felix, por otro lado, iluminaba tanto como uno de las farolas de un auto. Al instante comenzaron a surgir manchas en el piso del aula.

—¡Hecho! —exclamó Felix, victorioso.

—¡Perra! ¿Cómo hiciste eso? —le preguntó Mike, acercándose a él, sin ocultar la envidia que emanaba de él. Felix se encogió de hombros y levantó aún más la mano, iluminando casi la totalidad del aula—. ¡Viejo, apaga eso! —añadió el chico, cubriéndose los ojos para que el brillo no le cegara. Su amigo negó con la cabeza y comenzó a caminar por todo el aula.

Luego de haberle dado la vuelta a la mesa del profesor y haber rondado varias veces entre las filas de bancos, Felix se recargó en la puerta cerrada del aula. Bajó la cabeza y se frotó la frente, como queriendo aclarar sus pensamientos. Mike se sentó en una silla y esperó pacientemente, sin interrumpirle en ningún momento.

—Creo que... —empezó Felix, pero se detuvo casi de inmediato. Tragó saliva y agitó su cabeza mientras gemía, en un intento para despejar su mente y ordenar lo que tenía que decir. Tras dejar escapar un audible suspiro, continuó—: Podemos asumir que Miranda utilizó la zona para escapar. Mira estas nubes de color lila —Felix señaló varios trozos del suelo con su índice—. Perfume.

—Y muy aniñado, por lo que dices. —coincidió Mike, para después dejarle que continuara.

—Estamos prácticamente seguros de que la vimos entrar a esta aula —tras disminuir la potencia de la luz de su marca, Felix comenzó a caminar en círculos mientras se frotaba el mentón—. A los pocos segundos entramos por la única puerta, pero no había nadie. No hay salida alguna. A menos claro, que la chica tenga una llave y haya escapado por aquélla —señaló la segunda salida— y después la haya cerrado por fuera; algo que, además de ridículo, veo poco probable.

Mike se levantó de la silla y se colocó junto a su amigo, que en ningún momento había detenido su andar.

—Así que... —apremió.

—Si decimos por un momento que ella es la poseedora, entonces estoy seguro que escapó usando la zona. —finalizó Felix, quedándose quieto y cruzándose de brazos, esperando alguna respuesta por parte de Mike.

—¿”Si decimos que ella es la poseedora”? —repitió Mike, mirándole extrañado. Felix recordó de pronto que aún no le había contado a su amigo sobre el nuevo poseedor de Psique de la escuela, que bien podría ser Miranda Jacobs, que se les acababa de escapar, o Leo Anderson.

—Lo explicaré después. —contestó Felix, indispuesto a decir una palabra más.

—¿Entramos a la zona, pues? —sugirió su amigo.

—No lo creo —cortó Felix de inmediato—. Además de que ya ha pasado bastante tiempo desde que vimos a Miranda, esta mañana gastamos un buen monto de tiempo. ¿Recuerdas?

Mike se quedó cabizbajo y en silencio al recordar el incidente que había ocasionado horas atrás. Tras haber robado tecnología en desarrollo y haber arrastrado a sus amigos a la zona, había hecho enfadar a Vince y, aunque ésta no lo mencionara, a Michelle.

—Viejo, sabes que... —iba a decir, pero se interrumpió y cambió súbitamente de tema, al igual que de expresión—: De todas formas, ¿cómo eres capaz de ver los rastros? Dices nubes moradas, pero yo sólo veo manchas blancas.

—No sé —respondió simplemente Felix, sacándose una guanteleta negra del bolsillo y colocándosela en la mano derecha, donde su marca aún brillaba de manera tenue. Tras abrir de nuevo la puerta, añadió—: Tal vez necesitas más concentración, novato.

Felix le guiñó un ojo mientras salía al pasillo. Mike, murmurando algo como “suerte de principiante” y “perra” varias veces, se metió la mano, también brillante, en el bolsillo de su saco antes de acompañar a su amigo.

El pasillo estaba tan vacío como un pueblo fantasma, debido a que la campana de fin de clases había sonado hacía ya bastante tiempo. Apenas se escuchaban ecos de ruidos lejanos, como casilleros cerrándose en el último piso o el usual alboroto de los alumnos en los jardines, que era apenas capaz de colarse por las rendijas de puertas y ventanas.

Felix estaba a punto de cambiar su decisión y quitarse la guanteleta para continuar siguiendo el rastro presuntamente dejado atrás por Miranda, cuando escuchó unos pasos acercarse por el pasillo. Rápidamente cerró la puerta del aula que Mike había dejado abierta; por otro lado, éste último se sacó la mano del bolsillo, puesto que la punta de su saco brillaba un poco, y la metió en el del pantalón, donde la luz no era visible en absoluto.

—Pero qué coincidencia... —murmuró Felix, a la par que contemplaba a Leo Anderson acercándose por el pasillo. Aparentemente iba completamente solo, y absorto en sus pensamientos, por lo que podía verse en sus ojos, que bailaban de un lado a otro. Una mano tamborileaba en su pierna, mientras que la otra jugueteaba con su bufanda de color verde.

—¿Uh? —balbuceó el chico, al darse cuenta de que dos alumnos le observaban con interés. Se quedó un momento sosteniéndoles las miradas, para después señalar—: Felix Flynn, ¿no?

Mike miró a su amigo con curiosidad, preguntándose cómo conocería ese chico, que parecía tan perdido como un oso polar en el desierto. Felix le devolvió la mirada y se encogió de hombros; luego se dirigió a Leo.

—Leo, ¿qué tal? No estarás...

—¿Perdido? —interrumpió el chico—. Por desgracia, lo estoy.

—Pero qué pedazo de idiota. —rió Mike por lo bajo, algo que Felix desaprobó con una mirada fulminante. El chico guardó silencio, pero no borró la sonrisa de su cara.

—¿Qué estás buscando? Tal vez podamos ayudarte —dijo Felix—. Ah, por cierto. Éste de aquí es Michael Johnson, aunque prefiere que le llamen Mike.

—Es que así me llamo. —gruñó el mencionado, para después saludar a Leo al agitar la mano.

—Es mi compañero de habitación. —añadió F.

—¡Y su mejor amigo! —apuntó Mike. Felix, apenado, se llevó la palma de la mano a la frente. Leo dejó escapar una risita antes de continuar:

—Sí, bueno, un gusto. Esto... Estaba buscando mi casillero... —Leo llevó su mano al bolsillo de su pantalón. Luego de buscar entre sus contenidos por varios segundos, sacó un trozo de papel de color amarillo. Leyéndolo, Leo continuó—: 440. ¡Pero es que es bastante extraño! ¡Cuando llego al 439...!

—¿Se lo salta? —terminó Felix, sonriente.

—¿Y en su lugar está el 273? —añadió Mike, con una expresión muy parecida a la de su amigo.

—Bueno... Sí.

Felix y Mike dejaron salir un “Aaah” de comprensión al mismo tiempo. Felix le hizo un gesto con la cabeza a su amigo que Leo no llegó a comprender. Mike se encogió de hombros.

—No te preocupes —comenzó Mike—. Es inexplicable por qué les cambiaron las puertas a esos dos casilleros. Pero para el sistema seguirá siendo el 440.

—¿Me quedo con el 273, entonces? —Felix asintió con la cabeza—. ¡Ah! ¡Muchas gracias por vuestra ayuda!

—No fue nada. —contestó F.

—Cuando quieras. —respondió Mike.

—Permitidme compensároslo... mañana —continuó Leo, para después reírse de manera un poco nerviosa—. Sucede que mi presupuesto no está muy flexible hoy. ¿Desayuno el viernes, tal vez?

—Oh, no podríam... —iba a decir Felix, pero un entusiasta Mike, con la voz casi en grito, le interrumpió súbitamente:

—¡Nos encantaría!

Leo soltó una risita antes de continuar:

—Bueno, el viernes entonces —dicho esto, el chico saludó con la mano al par de amigos. Acto seguido, Leo Andersonn se dio media vuelta, se acomodó la bufanda y alzó una mano antes de terminar—: Fue un gusto, Felix y Mike.

Y se alejó por el pasillo.

—Parece buen tío. —señaló Mike.

—Tú, por otro lado... ¿No pudiste ser así de amable cuando nos conocimos? —inquirió Felix, dando media vuelta y comenzando a caminar en dirección a las escaleras hacia la primer planta, que estaban a un lado de las que habían bajado hacía un rato.

—Te estaba evaluando como poseedor, ¿recuerdas? —Mike continuó hablando mientras bajaba las escaleras junto con su amigo—. Al momento que chocamos en la biblioteca, mi marca se iluminó.

—Pues eres muy poco sutil —Felix bajó el resto de los escalones de un salto. Una vez abajo, se quedó allí parado, de brazos cruzados, mientras golpeaba el suelo con la planta del pie, como apremiando a su compañero—. Al momento que me tomaste por la cabeza y casi me rompías el cuello supe que tramabas algo.

—¿Y cómo se suponía que lo hiciera de “manera sutil”? —cuestionó Mike, llegando al lado de Felix, quien respondió quitándose la guanteleta y mostrándole la palma de su mano:

—Justo como lo acabo de hacer —su rostro exhibía una sonrisa de satisfacción—. Leo se despidió de nosotros con la mano, ¿recuerdas?

Algo se iluminó en el rostro de Mike. ¡Era cierto!

—¡Ohmierda! ¿Cómo se me pasó eso por alto? Era estudiante nuevo, ¡era mi deber investigarle!

—Ya no importa más —Felix le mostró ambas manos por los dos lados—. Está en blanco. No marca, no Psique.

—Esto significa que...

—Que si su acto de desaparición no fue suficiente, esto prueba que Miranda Jacobs es el nuevo poseedor de Psique en el colegio.



Era un fresco y nublado día de otoño y Felix Flynn estaba de mal humor.

Y es que cualquiera lo estaría si se encontrara en la situación que él se encontraba: Intentando mantener su perfil como estudiante de décimo grado mientras se esforzaba también por ser un héroe. Sí, un héroe. No había otra forma de llamar a alguien que tiene la capacidad de usar un elemento de la naturaleza como si no fuese más que otra parte de su cuerpo, mientras lucha con criaturas come-almas de otra dimensión para poder salvar a su ciudad.

Sí, intentando mantener su perfil como estudiante de décimo grado mientras se esforzaba por ser un héroe a la par que le acosaba un grupo de alrededor de quince compañeros de algún grado menor, en su mayoría compuesto por mujeres. A él y a su amigo, Mike Johnson, quien aparentemente estaba disfrutando de la situación.

A cualquier persona le gustaría, claro, estar rodeado de semejante atención por un instante. Incluso a Felix, sí. Pero no en ese momento. Era el menos apropiado.

—¿¡De verdad cantas, Mike!? —exclamaba, incrédula, una de las chicas del grupo, quien se portaba demasiado afectiva con el nombrado.

—No es para tanto. —reía Mike a manera de respuesta, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro.

—¡Eso es tan genial! —intervino un joven—. ¿Podrías cantarnos algo?

Era justamente ese tipo de actitud la que le ponía nervioso. Y le molestaba, también. ¿Por qué un grupo de chicos, súbitamente, se convertiría en un grupo de fans de dos desconocidos? Qué hipócritas.

Felix se decidió a acabar con todo aquello cuando sintió cómo una de las muchachas le abrazaba y se frotaba contra su brazo de una manera muy sugerente.

—Mike, suficiente. Es una trampa. —cortó.

—¿Do vrdod? —intentó decir el mencionado, con la boca llena de pastel de chocolate, el cual le era ofrecido por un grupo de estudiantes mujeres.

—Sólo mira a tu alrededor, Mike...

—Mmm, estoy en el paraíso... —expresó Mike después de tragar, mientras se relamía. ¿Cómo podía ignorar a Felix tan fácilmente? ¡Especialmente cuando la farsa estaba frente a sus ojos! ¿¡Cómo podía pasar por alto semejante obviedad!?

—¿No quieres probar un poco, F? —propuso una muchacha, tomando un trozo de pastel y metiéndoselo a la boca. Una vez más, de manera muy sugerente, claro está.

—Es de queso con chocolate, ¿sabes? —apuntó un alumno más.

Felix no pudo evitar bufar. Probablemente fue ese dia cuando F descubrió cuán molesta podía resultarle la hipocresía.

—¿Cuánto os han pagado? —interrogó Felix, liberándose del brazo que lo apresaba. Su tono de voz mostraba seguridad, dejando claro que no preguntaba si les habían pagado, sino que lo afirmaba y sencillamente se cuestionaba la cantidad.

Por un momento, un silencio (bien apreciado por Felix, cabe decir) se apoderó de los presentes. Todos se habían quedado sin palabras, lo cual era una prueba más que contundente de que lo que el chico afirmaba era cierto.

—P-Pero, F... ¿Qué-qué dices... ? —tartamudeó un chico, siendo incapaz de evitar que su nerviosismo se manifestara.

—¿Cuál es mi apellido? —preguntó Felix, cruzándose de brazos y lanzando la más fría mirada que le fue posible. Como era de esperar, nadie pudo responder. Bueno, nadie a excepción de Mike:

—¡Oh, yo sé! ¡Es Flynn, es Flynn!

—Tal y como lo esperaba —espetó Felix—. Vámonos, Mike.

Y sin importar que pareciera el chico más arrogante del mundo, Felix Flynn les dio la espalda a todos y se alejó caminando.


—¿Realmente pasó de esa manera? —inquirió Samantha, con una ceja levantada, después de haber escuchado el relato que Mike acababa de contar (ayudado por su amigo Felix en algunas partes). Felix rió por lo bajo al escuchar la pregunta, cubriéndose la boca como hace uno cuando va a toser.

—¡P-por supuesto! —contestó Mike, haciéndose el ofendido.

—Por supuesto —coincidió Felix, para luego agregar—: Si reduces el número de fans de quince a cinco, te deshaces de las estudiantes mujeres, olvidas el pastel de queso y quitas mi heroica actitud.

—¿Quitarla? ¡Pero si estuviste asombroso! —exclamó su amigo—. ¡Las caras que pusieron no tenían precio!

—Es probable que lo haya estado, pero no a tal grado —continuó Felix, restándole importancia—. Recordemos, además, Mike, que los muchachos no tenían voz de vaquero gay.

—Bah, seguro que no te diste cuenta. Has vivido en tantos lugares que no distingo tu acento.

—¿En qué afecta el acento de Felix con el de otros? —preguntó Michelle.

—En... no reconocer acentos... ¿supongo?

Michelle y Samantha soltaron varias risitas por lo bajo, mientras que Vince, por otro lado, no pudo evitar estallar en carcajadas.

—¿Qué? No he dicho nada gracioso. —dijo Mike, sin poder comprender la situación.

—Es tu rostro —explicó Vince entre risas—. Y dices las estupideces con tanta naturalidad.

—Salen directamente de su alma, no puede evitarlo. —comentó Samantha. Felix se unió a las risas; y estuvo seguro que en el rostro de James se asomó una ligera sonrisa.

El mal humor se había ido. Para Felix, era bueno estar allí, simple y llanamente. Estar rodeado de amigos, riendo de cuando en cuando, sin que el silencio los invadiera ni por un segundo...

Apenas unas horas habían pasado desde que Miranda Jacobs, sospechosa de poseer un Psique, se les había escapado a Felix y a Mike. Bastante abatidos, habían abandonado el edificio escolar y habían emprendido rumbo hacia la cafetería. Una vez allí, Felix envió un mensaje de texto desde su teléfono móvil a cada uno de los miembros del Project Psique, pidiéndoles que se reunieran con él en ese mismo lugar. Poco después, junto a ellos llegó un grupo de estudiantes de un grado menor. Es innecesario explicar qué sucedió después.

Más tarde, Felix y Mike se ocuparon de unir dos mesas en la terraza, para tener suficiente espacio para todos. Se sentaron allí y esperaron pacientemente a que llegaran todos.

Realmente estar con sus amigos era algo bueno, algo hermoso que deseaba jamás terminase. Ese pequeño mundo que habia creado a base de afecto junto con el resto del PP; no deseaba que ese mundo terminara. Pero algún día, cuando el trabajo de su padre le obligara a mudarse, aquel diminuto mundo se vendría abajo.

Felix no pudo evitar suspirar, algo que sin duda pasó desapercibido para los muchachos, pero que las chicas notaron de inmediato. Sin perder tiempo, se levantaron, rodearon la mesa, y se sentaron junto a él: Samantha a su izquierda y Michelle a su derecha (quitando a Mike de su asiento, cabe decir).

—¿Pasa algo? —inquirió Michelle.

—Porque, sabes, puedes confiar en nosotras. —comentó Samantha, guiñándole un ojo.

—No es nada importante... —mintió Felix—. Sólo me preocupaba lo de los fans pagados... ¡Ah, eso me recuerda para qué los cité aquí! —añadió, recordando de pronto lo que quería comunicarles. Ethan se llevó la palma de su mano a la frente, para luego señalar de manera sarcástica:

—¿Ah, entonces no fue para pasar tiempo de calidad? Qué decepción.

—No, pero después podemos jugar a las escondidas si quieres — se defendió Felix, diciéndolo de una manera más fría de la planeada. Samantha rió por lo bajo (y se ganó una mirada fulminante por parte de su hermano, cabe decir), para luego recargarse sobre el hombro de Felix—. Veréis, esta mañana —Mike tosió fuertemente, Vince apartó la mirada y Michelle pareció tensionarse—, una vez llegué a clase, se nos presentó a dos alumnos de nuevo ingreso.

—Mi padre me comentó que los programas de intercambio acababan de comenzar el año pasado, y que este año iban por buen camino. Supongo que ésa es la única razón por la que dejarían a alguien entrar a estas alturas. —comentó James.

—Vamos, el semestre tampoco va tan avanzado —señaló Vince—. Además, yo creo que...

—Pues sí, precisamente es ésa la razón —interrumpió Felix. No había tiempo para rodeos o comentarios al margen—. Dos alumnos de intercambio, un chico y una chica, de Alemania y Francia, respectivamente. No obstante, ambos nacidos aquí. Tras hacer una pequeña investigación, estoy noventa porciento seguro de que la chica posee un Psique.

—¿Nombres? —preguntó James.

— ¿De ambos? —Felix titubeó un poco antes de añadir—: Leo Anderson y Miranda Jacobs.

—¿¡Miranda Jacobs!? —exclamaron Michelle y Samantha al unísono (ésta última, por lo que Felix pudo sentir, incluso dio un pequeño salto en la silla).

—Ah, la hija de la familia Jacobs... —murmuró James, con un asomo de sonrisa.

—¿Qué? ¿Qué tiene? —preguntó Felix.

—¿¡Quieres decir que no has oído de ella!? —soltó Michelle.

—No creo... Mike tampoco la mencionó cuando...

—Tío, ¡claro que la mencioné! Sutilmente, con la parte de “Es rica”. —intervino Mike.

—Asumo que todos en esta mesa saben quién es Miranda Jacobs... salvo yo —dijo Felix, sintiéndose un poco tonto, aunque en el fondo sabía que en realidad no tenía razones para hacerlo.

—Miranda Jacobs es hija de un famoso diseñador de modas y una espectacular modelo francesa —explicó Samantha—. Ella y su hermana han aparecido en revistas varias veces; aunque no son tan importantes como otras celebridades, son bien conocidas en Costa Laguna. Su padre es de aquí, después de todo.

—¿Y entonces qué están haciendo en Costa Laguna? No es que la moda triunfe demasiado en esta ciudad... —comentó Felix.

—Probablemente querían tomar un descanso fuera del alcance de los paparazzis —señaló Ethan—. Aunque es bien sabido que ellos no tienen límites. Seguramente la ciudad estará repleta dentro de nada.

—Parker tiene razón —coincidió James—. Aunque los Jacobs no sean tan importantes como otros, ha habido un cambio en su vida que sí lo es y que llama la atención. Por lo tanto, es probable que la escuela se llene de cámaras en pocos días.

—Esperemos que los guardias no dejen entrar gente sospechosa... —dijo Vince.

—Con los lectores de tarjeta en las entradas es suficiente. Sin embargo, habrán alumnos dispuestos a prestar sus servicios a la farándula, no lo dudo.

—Si lo que dice Felix es cierto y Miranda posee un Psique, es nuestro deber reclutarla.

—Evidentemente, mi primer objetivo será acercarme a ella —continuó Felix—. Haré lo posible por asegurarme de que es una poseedora. Es prioritario, además, saber cuánto conoce sobre el tema.

—Vaya, Felix... Suenas tan profesional. —le halagó Michelle, sin ocultar su sorpresa, para luego soltar una risita. El chico sintió de pronto el rubor en sus mejillas.

—Un poco más de un mes en el PP y ya empiezas a hablar como James. —rió Samantha. El mencionado hizo una mueca que Felix no alcanzó a ver por completo. El chico simplemente dejó salir unas risas.

—Cambiemos de tema —cortó—. La gente comenzará a llenar la terraza dentro de nada. Si continuamos hablando de Miranda de esta manera, la atención se dirigirá al PP, lo cual... no sería bueno.

—Bueno, haciendo caso a lo que ha dicho Felix... —comenzó Michelle, inclinándose hacia adelante—. ¿Conocéis a Julie? ¿Julie Evans?

—No. —respondieron Mike y Felix al mismo tiempo.

—Ash... Bueno... El punto es que se dice que tiene novio. —continuó la chica.

—¿Y...? —volvieron a decir los chicos al mismo tiempo, aunque esta vez Vince se les unió.

—¿Que no os interesa? —intervino Samantha, sorprendida.

Todos los chicos del grupo negaron con la cabeza.

—Ojalá Miranda sí posea un Psique... hace falta otra chica aquí. —suspiró Michelle.


Una vez terminada la comida, el Project Psique regresó al dormitorio. Como era habitual, cada quien regresó a su habitación, a excepción de Michelle y Samantha, quienes decidieron ir juntas al cuarto de ésta última, y de Felix y Mike. Éstos prefirieron permanecer en la recepción, apoderándose de la televisión antes de que lo hiciera alguien más.

—¿Quién soy yo, de nuevo? —preguntó Mike, masacrando los botones de su control inalámbrico con una mueca de concentración. Frente a él, se escuchaban disparos y explosiones, provenientes del videojuego que disfrutaba junto con su amigo.

—Robot mujer. —respondió Felix, sin apartar sus ojos de la pantalla.

—¿No era el robot celeste? —inquirió Mike, haciendo lo imposible para ver a su amigo y al televisor a la vez.

—Ése es el robot mujer. —continuó el otro, con un

—¡Pero el tuyo es color rosa! ¡Rosa es color de niña!

—Es rojo suave, Mike, no rosa. Pero independientemente de eso, mi robot es el robot hombre.

—Robot gay. —gimió Mike, un poco molesto, mientras volvía su atención hacia la pantalla.

—Robot gay. —repitió su amigo como un autómata.

—¡Ah!

Mike dejó caer su control en el sofá mientras la pantalla mostraba “MIKEJ está muerto” con brillantes letras de color rojo. El chico tomó un cojín, lo mordió, y dejó salir un grito que el mullido almohadón se ocupó de ocultar. Felix alzó su puño en señal de victoria, mientras se reía a carcajadas.

—Eso no es justo. No entiendo el radar. —se quejó Mike.

—El punto rojo soy yo. El radar te dice...

—Felix, yo sé lo que hace un radar. ¡Pero siempre que creo que estás delante de mí cuando estás justo detrás!

—Entonces camina hacia atrás o... ¡Yo qué sé!

—¡Ah! —soltó Mike, a la par que se enderezaba de golpe en el sillón—. ¡Hablando de caminar hacia atrás...! ¿Qué harás para acercarte a Miranda?

—Mike... ¿Qué relación tiene acercarse a Miranda con caminar hacia atrás? —cuestionó Felix, alzando una ceja, bastante extrañado. Mike bufó y puso los ojos en blanco, como si su amigo estuviese diciendo ridiculeces.

—¿Eso importa? El punto es... ¿Cómo vas a hacerlo?

—¿Cómo se supone que lo haga? ¡Ella es casi una súper estrella! Si una manada de curiosos no me aparta del camino, ella misma se alejará como lo hizo esta mañana.

—No sé... Podrías... ¡Oh! ¡Invítala a salir! —Mike se levantó súbitamente del sofá, mientras chasqueaba los dedos.

—¿Que haga qué? ¿No me estás escuchando?

—¡Por supuesto que lo estoy! Piensa un poco, F... —el chico comenzó a caminar por la recepción, frotándose el mentón—. Miranda Jacobs, hija de dos famosas celebridades...

—...que no me suenan de nada...

—¡Escucha! Toda su vida ha estado rodeada de lujos... y de cámaras. ¿Tú crees que sus padres la dejarían asistir a una escuela como ésta si aún estuvieran en Francia? ¡Pero por supuesto que no!

—Sigo sin comprender...

—¡Que te calles! —cortó Mike. Felix bufó, aunque luego se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano incitando a su amigo a continuar—. Lo que intento decir es que Miranda Jacobs no ha tenido una vida normal. Seguramente ningún muchacho se le ha acercado... Imagina: “Es demasiado para mí”, “Es famosa”, “Jamás me aceptaría”...

—Al grano.

—¡Apostamos a que jamás ha tenido una cita!

—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Felix, alarmado, levantándose también del sofá.

—¡A esto! —acto seguido, Mike giró sobre sus talones y apuntó a Felix con su dedo índice—. Tú, Felix Flynn, serás la primera cita de Miranda Jacobs.

—¿¡Es que acaso te has vuelto loco!? —vociferó Felix.

—¡¡Sólo piénsalo y...!!

Repentinamente, la discusión de ambos muchachos se vio interrumpida por una voz proveniente de la escalera:

—Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo —dijo James. A Felix se le erizaron los vellos de la nuca con el simple hecho de ver a James. No podía negarse que estaba a punto de estallar del enojo. Incluso se distinguía una niebla oscura a su alrededor, seguramente producto de su Psique.

Luego Felix le vio: Parado detrás de James estaba Vince, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro y un brazalete de metal en la mano.


¿Todo aquél que comente se gana 1.000 platines? Lol, me siento tan solo... xD
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~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: Psique // Capítulo 13 - Consecuencias

Notapor Sombra » Vie Jul 29, 2011 9:06 pm

No hace falta decir que es la segunda vez que me leo este capítulo ¿No? Bueno, así me acuerdo de algunos detalles que se me pasaron por completo :)
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Sombra
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Re: Psique // Capítulo 14 - De mal a peor

Notapor Zee » Dom Sep 04, 2011 7:00 am

Capítulo 14 - De mal a peor

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—Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo.

Esa frase no había abandonado la mente de Felix desde el momento en que la había oído. Ahora, recostado en su cama, viendo nada más sino las tablas que sostenían el colchón de Mike sobre su cabeza, aquella oración seguía resonando en sus oídos.

—Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo.

James iba en serio. Se había notado de inmediato. No era necesario conocer al muchacho para darse cuenta de que estaba furioso. Más que furioso, de hecho, sólo que Felix no encontraba un adjetivo para describirle.

Recordaba cada detalle de la escena, grabada en su mente debido al miedo que le había provocado. Y sí, había tenido miedo. No se avergonzaba en admitirlo (aunque sólo él sabía lo que pensaba, de todos modos). Cualquiera, poseedor de Psique o no, lo hubiese tenido; aunque Felix obviaba que si perteneciera al último de éstos dos seguramente hubiese mojado sus pantalones.

Y es que James realmente había lucido aterrador. El chico no paraba de temblar, pues era casi incapaz de contenerse. Sus nudillos habían tomado una pálida tonalidad debido a la fuerza con la que había mantenido los puños cerrados y sus ojos, que habían cambiado del verde al negro (seguramente debido a su Psique) reflejaban furia en su más puro estado. Además, el hecho de que hubiese estado despidiendo niebla oscura no lo hacía ver más amigable.

Si él había tenido miedo, se preguntaba cómo se sentiría Mike, quien se encontraba a solas con él en la sala de conferencias del tercer piso “discutiendo el asunto”.

Después de ver a Vince sosteniendo el brazalete de metal que esa misma mañana les había arrastrado a la zona, Felix estuvo casi seguro de que James iba a darle una regañina a Mike por haber robado dicha tecnología. Se suponía que debería transportar a la zona a todo individuo que estuviese en contacto con ella, pero aún estaba en desarrollo, aunque a Felix le quedaba más que claro que funcionaban perfectamente.

¿Qué repercusiones tendrían las acciones de Mike? ¿Eran realmente graves? ¿Había desobedecido a sus amigos o también las reglas del colegio? O peor, ¿reglas gubernamentales? ¿James se lo dejaría pasar o le castigaría por ello? ¿Si fuese así, qué castigo tendría en mente? ¿Tareas extras? ¿Duplicarle el tiempo de entrenamiento?

¿...expulsión?

Había demasiadas preguntas para pensar, por lo que Felix suspiró y se levantó de la cama. Acarició la cabeza de Chase, que había estado acurrucado junto a él todo el tiempo, y caminó hasta la puerta. Una vez abierta, el chico se sorprendió al encontrarse con Samantha, quien tenía el puño en alto como si hubiese estado a punto de tocar.

—Sam, ¿qué haces aquí? —inquirió Felix.

—Venía a hablar contigo... sobre lo de Mike. —respondió la chica.

—Ah... Ya te has enterado, entonces... —dijo el muchacho, desviando la mirada y disminuyendo el volumen de su voz sin darse cuenta.

—Todos se han enterado —corrigió Samantha—. Ha metido la pata. Hasta el fondo.

—No necesitas decirlo dos veces. —coincidió Felix, abriendo la puerta por completo y dejando a la rubia pasar.

—Así que así luce la habitación de un chico... —murmuró, después de unos segundos de completo silencio.

—De un chico y de algo que ciertamente no es humano. Y no estoy hablando del gato —rió Felix—. Espera, tú ya habías entrado. —señaló, después de recordar cuando todos habían elegido armas blancas y Chase se había colado al dormitorio.

—Bueno, sí... Pero nunca le había puesto atención.

—Además, tienes un hermano varón. —añadió F.

—Que valora mucho su privacidad —terminó la rubia por él. Tras echarlo una última ojeada al lugar, agregó—: Luce bien...

—Juro que la foto de la chica semidesnuda no es mía. —apuntó Felix con una sonrisa en el rostro, recordando que Mike conservaba un póster con una exuberante pelirroja en bikini al lado de un auto deportivo plateado.

Desde que había llegado al dormitorio, Felix se había esforzado para sentirse cómodo en su habitación. Al principio sobre el escritorio sólo reposaba un ordenador (y unas cuantas envolturas de patatas, caramelos y varias latas de refresco o bebidas energéticas), pero ahora había un gran montón de libros que el muchacho leía por gusto, varias hojas de papel en blanco y una caja llena de bolígrafos, lápices y otras cosas. También había puesto sobre el mini-refrigerador una canasta siempre llena de fruta y una jarra de agua con varios vasos.

Por otro lado, en las paredes que en un principio sólo alojaban el póster de Mike, algunas gorras, un calendario y una diana, Felix había colgado una foto de él su familia en la nieve, un afiche que anunciaba una película de zombies, una pequeña pizarra para organizarse y un cartel de la obra del colegio en la que pronto participaría como protagonista.

Además, recientemente había colocado un canasto con un almohadín al lado de la cama, donde Chase podría dormir si se le antojaba entrar a la habitación.

—“Aquel hombre que ha cometido un error y no lo corrige ha cometido un error mayor”. —recitó Samantha, mientras se sentaba en la cama.

—¿Hmm...?

—Confucio lo dijo. Y creo... que aplica para Mike.

—¿Crees que... es grave? —cuestionó el muchacho, sentándose junto con su compañera. Chase se levantó de inmediato y se acomodó en su regazo.

Samantha asintió con la cabeza.

—Esta organización no la creó el padre de James. De hecho, él perteneció cuando tenía nuestra edad. Esto es obra del gobierno.

—Eso lo sé, pero...

—Entonces debes saber que no son reglas del Project Psique, sino reglas del gobierno de los Estados Unidos.

—Sí, pero...

—Si lo ves desde esa perspectiva, Mike es un delincuente ante la ley. Y considerando que esto es un secreto nacional, el castigo sería grande en caso de que esto saliera del dormitorio.

Felix se quedó en silencio. Samantha tenía razón. En todo. Tal vez si Mike hubiese pedido permiso para tomar los brazaletes, o si los hubiese devuelto tras disculparse...

—“Aquel hombre que ha cometido un error y no lo corrige ha cometido un error mayor” —repitió Felix—. Jodidamente cierto.

Chase ronroneó mientras Samantha le acariciaba el lomo. Realmente era un gato tranquilo. Tal vez estaba consciente de que todo lo que pasaba dentro de ese edificio era demasiado serio y no quería molestar a los chicos con otras preocupaciones.

¿Realmente todo era serio...? ¡Claro que no! Cuántas veces había reído Felix dentro del dormitorio. Cuántos recuerdos llegaban a su mente cada vez que pasaba el rato con Mike; cada vez que pensaba en Michelle, se encontraba con Vince en los pasillos, Samantha le hacía alguna bromilla o James le regañaba por algo... Mierda, incluso cuando la actitud apática y en ocasiones pasota de Ethan le sacaba de sus casillas o cuando recordaba que le esperaba una bonita inyección en la palma de la mano cada miércoles por la tarde.

Tal vez Felix Flynn podría ser el protagonista de una película o videojuego si se lo propusiera... pero también era un estudiante de preparatoria. A cada segundo le rodeaban amigos, amores, abusones, deberes, exámenes, proyectos, reuniones, comidas y salidas...

—Dime... ¿Irías conmigo al centro comercial conmigo alguna vez? —preguntó Felix, casi sin pensarlo. Samantha se sorprendió por el cambio de tema, pero luego sonrió y asintió:

—Por supuesto.

—Quiero decir... es que... nunca he ido.

—¿¡Qué!? —exclamó la chica—. ¡No puede ser posible que no hayas ido siquiera una vez desde que llegaste a la ciudad!

—Tampoco he nadado en la laguna. ¿Hay lagartos?

—No en la sección para turistas. Aunque bueno, si llega a haber un huracán y sube la marea... ¡Pero qué suerte hemos tenido este año! Ni una sola tormenta ha azotado la playa.

—Bueno, si me pongo en plan pesimista, Bonnie tocó la península en verano y Nicole estuvo muy cerca hace unas semanas...*

—Ba-su-ra. —rió Samantha, poniéndose de pie con una sonrisa en el rostro. Felix la imitó, olvidando por un momento que tenía un gato negro felizmente acurrucado sobre sus piernas. Chase, espantado, clavó sus garras en Felix durante unos instantes, para después bajar de un salto. Por miedo a pisar al animal, el chico intentó hacer una pirueta y perdió el equilibrio, por lo que, olvidándose de que tenía una suave cama a sus espaldas, intentó agarrarse de Samantha para no caer.

Felix no pudo evitar ruborizarse al notar que tenía a la rubia sobre él. Y lo peor: en su cama. ¡Incluso parecía que estaban abrazados! Samantha levantó la cabeza y su mirada se encontró con la de su amigo. Sus mejillas se tiñeron al insante. Dios, Felix no quería pensar en qué pasaría si...

—¿¡Qué estáis haciendo!? —chilló Michelle desde la puerta, la cual Felix y Samantha, por desgracia, habían olvidado cerrar.

—Exactamente lo que estaba pensando. ¡Te lo agradezco, Murphy! —pensó el chico, mientras sentía como Samantha se sentaba (aunque no se levantó de él en ningún momento) de inmediato. La chica se apartó el cabello de la cara antes de decir:

—¡Esto no es lo que parece, Michelle!

—¡Eso! —gritó Felix, siendo incapaz de levantarse.

—¡Pero si los dos estáis completamente rojos!

—¡Es porque nos interrumpiste! Oh, eso no está bien...

—¡Felix! —exclamó Samantha, girándose hacia el chico.

—¡Hablo de la conversación! ¡Interrumpiste la conversación! —añadió el chico rápidamente, agitando los brazos—. ¡Sólo estábamos hablando!

—¡Entonces explícame por qué Sammy está montada sobre ti!

—¿Montada...? ¡No jodas!

Sí, Felix y Samantha habían terminado en la peor posición posible. Si hubiese necesidad de llamarla de alguna manera, bien podría ser “de vaquera”. Huelga decir que la rubia se levantó de inmediato, a la par que soltaba un gritito.

—¡¡Todo tiene que pasarme a mí!!

—Ay, Dios... —murmuró Michelle. La chica respiró profundo y luego continuó—: Me parece bien que hagan esto, pero va contra las reglas del dormitorio. No, espera, no debe parecerme bien. ¡Samantha tiene sólo trece, Felix! ¡Y tampoco es como que tú y yo seamos muy mayores para eso!

—¡No es eso! —gritó el chico, intentando bajarse de la cama y ponerse de pie de un salto. Sin embargo, debió invertir el orden en algún momento, porque se dio un fuerte golpe con la cama de Mike y volvió a caer sobre el colchón.

—Es verdad, lo juro. Felix y yo sólo estábamos hablando y terminamos en la cama porque... —las mejillas de Michelle adoptaron el color de un tomate cuando escuchó la frase—. ¡No en ese sentido!

—Michelle, yo... —intentó decir el chico, sentándose en la cama y frotándose la coronilla.

De pronto, Felix se interrumpió al escuchar de pronto una puerta azotar contra algo. Varios pares de pies se apresuraron a bajar por la escaleras, por lo que el chico pudo escuchar. ¿Serían James y Mike? ¿Pero por qué...?

—¡Espera, James!

Felix se levantó rápidamente de la cama (esta vez lo hizo exitosamente) al escuchar a su amigo. Sus sospechas eran ciertas. Finalmente el par había terminado su improvesada reunión, pero por lo que podía entenderse, Mike no estaba de acuerdo con la decisión de James.

—No, Johnson, esta vez no. ¡Ésta ha sido la última vez!

—¡Pero no puedes guardar todo así como así!

—Claro que puedo y eso es lo que haré. Por si lo has olvidado, soy el líder en caso de que mi padre o Robinson se ausenten.

Los tres chicos se miraron entre ellos, como preguntándose el uno al otro si era una buena decisión salir de la habitación o si era más sabio permanecer dentro. Samantha seguramente era consciente de a qué nivel podría llegar el enfado de James, pues era uno de los miembros más antiguos (hasta donde Felix sabía, había entrado al mismo tiempo que su hermano, y la única persona con más tiempo en el PP que Ethan era James). No obstante, era la primera vez que Felix le había visto así. Por otro lado, Michelle, que era la más nueva en el grupo y no le tenía mucha confianza a James...

—¿Deberíamos...? —preguntó Felix, impacientándose al escuchar cómo Mike no paraba de reclamar. ¿En qué consistía el castigo? ¿”No puedes guardar todo así como así”?

—Id vosotros —pidió Samantha—. No creo que James se atreva a gritarle a la estrellita del grupo...

—¿Estrellita...?

—A mí ya me tiene la suficiente confianza para eso —añadió la chica, a la par que se sentaba en la cama de Felix—. Prefiero quedarme aquí hasta que se le pase. Prometo no abrir tu armario y cajones. —Samantha guiñó un ojo y luego soltó una risita.

—Vale pues. Vamos, Michelle. —apremió Felix, dándole un ligero empujoncito a su amiga para que saliera por la puerta. Tras dejar a Samantha sola en la habitación, los dos chicos caminaron hacia el final del pasillo y, tras dudar unos segundos, bajaron la escalera hacia la recepción.

Ambos se sorprendieron al encontrar el lugar completamente solo. Tan vacío y silencioso como solía estarlo cuando Felix bajaba por las mañanas. ¿Pero entonces a dónde habían ido James y Mike? Estaba seguro de que no los había escuchado subir de nuevo. ¿Dónde podrían haberse metido...?

—¿En el gimnasio, tal vez? —teorizó Michelle cuando Felix formuló su pregunta en voz alta—. No parece que estén en la cocina y la puerta principal sigue cerrada. —señaló con la mano los múltiples cerrojos que mantenían seguro al dormitorio.

—“No puedes guardar todo...” —repitió Felix. Golpeó la palma de su mano con el puño, para aclarar que había dado con ello—: ¡La bodega!

—¡Pero claro! —Michelle se apresuró a entrar por el hueco entre las escaleras y la pared, allí donde se encontraba la puertecilla que daba al sótano del dormitorio—. Sí, está abierto.

Felix tragó saliva al recordar la pequeña aventura que había tenido hacía un poco más de un mes allí dentro, donde había conocido lo que Vince se enorgullecía de llamar “Mario”: un sandwich conservado en formol, dentro de un frasco que alguna vez fue de mayonesa.

Un escalofrío recorrió al chico al recordar por un momento el olor y la sensación del formol en su cuerpo.

—No voy a entrar allí.

—¡Oh, vamos, F! —se quejó Michelle—. De todos modos tendrás que entrar alguna vez.

—Sí, lo haré. Será mi primer objetivo para el 2011, de hecho. Pero por ahora paso.

—¡Felix! —sin darle tiempo a rechistar, la chica le tomó de la muñeca y le jaló al interior. Al final el muchacho decidió que sí quería saber qué sucedía allí dentro, por lo que se dejó guiar por Michelle.

Las luces que ya estaban encendidas y una puerta de metal entreabierta al fondo dejaba en evidencia que alguien había pasado ya por allí.

—¿No es esa puerta el refugio nuclear? —preguntó Felix, recordando que el dormitorio contaba con uno en caso de huracán, tsunami y otros desastres naturales. O en el peor de los casos, podría hacer alusión a su nombre y protegerles de un desastre “artificial”.

—El refugio está a tu derecha. Esa puerta da a la bodega de armamento y tecnología, a la que sólo se puede entrar con un código de seis dígitos.

Felix hizo una mueca al darse cuenta de que Michelle sabía más sobre el dormitorio que él. No obstante, muy pronto le restó importancia al asunto al decirse a sí mismo que era sólo porque prefería no entrar al sótano. No podía ser el novato de nuevo, ¿no?

De pronto la puerta se abrió de par en par, mostrando a James y a Mike en el interior. Éste último se apresuró a salir, puesto que una niebla negra había comenzado a llenar la bodega. James, por otro lado, simplemente extendió las manos y la oscuridad se disipó, mostrando a una tercer figura.

—¿Vince? ¿Qué haces aquí? —cuestionó Michelle.

—Me ayudaba a guardar toda la tecnología y armas en posesión de Johnson —explicó James—. Revólveres, comunicadores, detectores de portales... Todo.

—¿Pero por qué? —preguntó Felix.

—Ese será, por lo pronto, su castigo —continuó James. Esperó unos segundos a que Vince saliera, para después cerrar la puerta y activar la alarma—. Hasta que el director decida qué hacer con él, se le prohibirá tocar tecnología o usar su Psique sin permiso

Felix se quedó en silencio. Así que ése era el castigo... Después de todo las acciones de Mike se habían tenido consecuencias, y las seguirían teniendo.

—Pero bueno, habéis llegado en el momento justo. Flynn, Rivers, necesito que “le hagáis compañía” a Johnson mientras da un paseo a la oficina del director —James se metió de pronto la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un sobre pequeño, del tamaño de una tarjeta de crédito, de color amarillo cremoso—. Miller, tú, por otro lado, irás con ellos para entregarle esto a mi padre.

Vince asintió con la cabeza.

—Flynn, tú serás el líder de campo de esta misión. Espero un buen trabajo de vuestra parte. —acto seguido, James abandonó la bodega.

—Disfruta burlarse de mí, ¿no lo crees? —señaló Mike, quien comenzó a caminar por su cuenta. El resto le siguió de inmediato.

—Tiene todo el derbecho —dijo Vince, mientras subían por las escaleras de la bodega, para luego corregirse—: Derecho.

—¿Qué?

—Tú cierra el pico. Lo menos que quiero hacer ahora es escuchar tu voz de perra chismosa.

—¡Mike!

—¡Pero es cierto! —acusó Mike, sin detener su caminar—. ¡Ese imbécil le fue con el cuentito a James y...! —el chico soltó un gruñido ininteligible y se apresuró a buscar su tarjeta para abrir la puerta del dormitorio. Felix vio su mochila abandonada en el sillón y decidió que sería mejor guardar algunos libros, por lo que se la puso al hombro.

—No le culpes. Lo que estabas haciendo fue... —intervino Felix, una vez volvió al lado de Mike, pero su amigo le interrumpió apenas empezó a hablar.

—¡Ah, ahora estás de su bando! —Mike abrió la puerta de un tirón y bajó los escalones de la entrada de un salto.

—No hay bandos, Mike —dijo Michelle—. Todos somos un equipo y...

—¡Si fuéramos un equipo, ése idiota no hubiera ido a soltarle el chisme a...!

—¡Mike! —le detuvo Felix—. Ya basta.

—¡Como sea! —Mike se desvió de su camino y echó a andar por la calle entre el instituto y el dormitorio.

—No intente escapar. Intentes. —expresó Vince.

—¡Es un atajo, idiota! ¡Por si no lo sabes, el insti tiene dos malditos estacionamientos, uno de cada lado!

—¡Deja de insultarle, Mike!

De pronto, Vince tomó a Mike por el cuello de la camisa y le obligó a girarse. Con una fuerza tremenda, le levantó unos centímetros del suelo.

—¡Vince, tú tampoco empieces! —gritó Felix, recordando cómo algo muy similar había sucedido esa misma mañana y había provocado que Michelle se enfadara como nunca.

—Ahora... Vince no se detiene... —murmuró el jugador de fútbol, alzando a Mike, quien no paraba de toser, hasta donde sus brazos se lo permitieron. Felix pensó que algo fallaba, pues aunque Vince perteneciera al equipo, no era precisamente un monstruo deportista, por lo que esa manifestación de fuerza era imposible para él.

—¿Qué está pasando?

—¡Felix! —llamó Michelle, señalando a Mike con la mano.

Entre gemidos, el chico separó sus manos de las de Vince (pues había estado intentando apartarle de su cuello) y se las llevó al estómago. En su rostro se dibujó una extraña mueca que alarmó de inmediato a Michelle:

—¡Va a vomitar!

De pronto, Mike salió despedido por los aires. Cayó al suelo con un golpe sordo y no se levantó. Michelle se cubrió la boca, en una muestra de horror y preocupación. Felix, por otro lado, fulminó con la mirada a Vince. Algo andaba mal, muy muy mal...

Mike no había tenido ganas de vomitar en absoluto. Se había estado cubriendo el estómago en busca de protegerse de un pilar de roca en miniatura que había salido, aparentemente, desde algún lugar bajo el pavimento. Y por otra parte...

—¡Vince, ¿pero qué mosco te ha picado?! —le gritó F, tirando la mochila en el suelo e interponiéndose entre él y el indefenso Mike.

Felix sintió como si algo frío le recorriera la columna. Desde que se unió al Project Psique sabía que estaría en contacto con el miedo mismo en muchas ocasiones... pero jamás se imaginó que lo estaría en una como aquélla.

Las pupilas de Vince se habían tornado amarillas, como las de un Corrupted.

—¿Un Reverted? —murmuró Felix, aún incrédulo. Aparentemente, fue sólo hasta que el chico habló cuando Vince advertió su presencia. Con un movimiento de su brazo, el suelo se sacudió y Felix perdió el equilibrio. Un ademán más, y el mismo trozo de tierra se deslizó, aún con el chico arriba, en dirección a Michelle.

En el último minuto, la chica logró esquivar a Felix dando una perfecta vuelta de carro, algo que sin duda sorprendió incluso a ella. Apenas sus pies tocaron el suelo otra vez, Michelle tuvo que despegar de nuevo con un salto mortal hacia atrás para evitar ser golpeada por una columna que había aparecido de la nada.

—¡Felix, hay que hacer algo! —exclamó la chica, buscando agua con desesperación. Vince, al escuchar su voz, echó a correr en dirección a ella.

—¡Reacciona! —gritó una voz extrañamente conocida dentro de Felix. En el momento no se concentró en reconocerla, sino que prefirió hacer caso a su sugerencia. Con la puntería digna de un arquero, Felix lanzó un disco de viento que golpeó a Vince en el cuello y le hizo desplomarse al suelo. Con una ráfaga de aire, el muchacho se puso de pie. Vacilante, no supo si quedarse donde estaba o ir en dirección al monstruo que había reemplazado a su amigo.

De reojo, Felix pudo ver como Mike intentaba levantarse del suelo. No obstante, las fuerzas le faltaron y se desplomó de nuevo, esforzándose para respirar. Vince escuchó las bocanadas de aire del muchacho y, cual hambrienta bestia, olfateó el aire mientras se ponía de pie una vez más.

Felix se decidió y se impulsó con viento hasta donde estaba Mike. Tuvo dificultades para detenerse donde quería, pero cuando lo logró, abrió los brazos y piernas y se preparó para recibir el ataque de su contrincante.

—¡Michelle, corre a buscar agua! —ordenó con la voz en grito, en parte con la intención de llamar la atención de Vince. La chica asintió y se apresuró a encontrar el cuerpo o recipiente de agua más cercano que pudiese servirle de arma.

—Ven aquí, perra. —dijeron, al unísono, Felix y quienquiera que estuviese hablando desde su interior. Su marca de Psique comenzó a brillar con más intensidad, además de pasar del azul celeste al azul oscuro.

Vince corrió ciegamente hacia el muchacho. Antes de que llegara hasta él y Mike, sin embargo, Felix se deslizó por el suelo, ayudándose de su Psique, y soltó una ráfaga de viento ascendente una vez pasó por entre las piernas de su contrincante. Éste se despegó del pavimento unos centímetros, perdió el equilibrio en el aire, y cayó de bruces una vez más.

Sin darle oportunidad a levantarse, Felix le lanzó varios orbes de viento para aturdirle un poco. Se puso rápidamente de pie y pensó en una estrategia. A falta de revólveres de Psique, era necesario buscar otra arma. Las rocas y trozos de pavimento que Vince había desprendido resultarían útiles, pero eran muy pesadas para una pelea que requería tanto movimiento como aquélla.

Bien. Tendría que usar los puños, como cualquier típico estudiante de dieciséis años.

Usando su Psique de tierra, Vince creó una plataforma que le levantó del suelo instantáneamente. Se giró hacia Felix y dejó escapar un grito que recordaba al de un cavernícola furioso. Una vez más, se lanzó contra el chico.

—¡Detente para que Vince pueda aplastarte! —rugió, lanzándole un puñetazo a Felix en el último minuto, en lugar de embestirle. El chico se arqueó hacia atrás, esquivando el golpe con éxito. Sin embargo, una ligera corriente de aire moviendo su cabello le advirtió que una roca casi le volaba la cabeza. Felix se apartó de su oponente al saltar y girar en el aire como un tornillo. No obstante, perdió el equilibrio durante su salto, por lo que cayó, vulnerable, de espaldas contra el pavimento—. ¡Tú está muerto! —vociferó Vince, mientras intentaba aplastar a Felix con una roca. Éste último giró como un tronco, para después levantarse con ayuda de una corriente de viento.

—¿Tú está muerto? —pensó el chico, deteniéndose unas milésimas de segundo para intentar recuperar el aliento—. Vince sigue allí, en algún lado... pero ahora es sólo una masa con mucho músculo y poco cerebro.

Repentinamente, una bola de fuego cruzó el aire y se estrelló a unos centímetros de Felix. El chico, asustado por el repentino ataque, dio un salto y se dobló el tobillo al aterrizar. Debido al penetrante dolor, Felix cayó al suelo y se golpeó el rostro.

—¿¡Pero qué estás haciendo!? —le gritó Felix a Mike, quien ya se había puesto de pie y exhibía un par de puños cubiertos de llamas.

—La puntería me falló, lo admito. Estoy un poco mareado —se excusó Mike, encogiéndose de hombros—. ¡Ahora deja de lloriquear, ponte de pie y pelea!

—¡Mira quién habla! ¿Me recuerdas la parte en la que yo me quedé en el suelo como una nena por un golpe en el estómago?

—¡Un golpe que me levantó dos metros! —se defendió Mike.

—¡Ay, cállate y no seas puta! —vociferó Felix, mientras se ponía de pie, para luego soltar una carcajada. Por un momento, creyó estar sentado en el sillón de la recepción discutiendo con su amigo por alguna victoria en un videojuego o para ver quién decidía el canal de televisor, en lugar de estar luchando un duelo a muerte con Vince.

—¿...con Vince...? ¿De verdad...?

¿Cómo había llegado a tales extremos...?

No sabía cómo iba a lograrlo, pero estaba más que dispuesto a descubrirlo.

—¡Vamos! —apremió Mike, echando a correr hacia la bestia que había tomado el lugar de Vince, con las manos cubiertas de fuego. Felix no tardó ni un segundo en imitarle, éste llevando un orbe de viento en la mano derecha. Ambos chicos dejaron escapar un grito de guerra, lo cual provocó que Vince dudara hacia dónde atacar y se distrajera.

Felix llegó primero hasta donde se encontraba Vince. Sin dudar un momento, presionó el orbe de viento contra el costado de su amigo. Concentrando todo el Psique que le fue posible, hizo explotar la esfera, provocando que Vince saliera despedido hacia un muro de fuego que Mike había creado hacía apenas unos milisegundos.

—¿¡Pero qué haces!? ¡Herirle no es la idea! —gritó, corriendo en dirección a Vince, con la intención de apagar el fuego que se había encendido en su uniforme con una corriente de viento. No obstante, se detuvo a medio camino. Vince, quien se encontraba tirado en el pavimento, golpeó el suelo con los puños. Mike se cubrió colocando sus brazos cruzados frente a su rostro y Felix dio un salto hacia atrás impulsándose con viento. Sin embargo, no apareció ningún sólido muro de roca, no llovieron piedras, y tampoco hubo algún súbito movimiento sísmico. Todo lo que sucedió fue que un montón de lo que parecía arena salió del suelo y cubrió a Vince por completo.

—El tío es listo, después de todo —señaló Felix.

—Nah —expresó Mike, sacudiendo la cabeza—. Es algo que solía hacer cuando entrenaba conmigo, por lo que supongo que está grabado en su cerebro o algo por el estilo. Como un reflejo contra el fuego.

—Pero recuerda que, ante todo, sigue siendo Vince —dijo Felix, poniéndose en guardia cuando vio cómo el montón de tierra se movía—. Lo más que estoy dispuesto a hacer es dejarle inconsciente.

—Ése es el plan. Iba a apagar el fuego, de todas mane...

—¡Concentrado! —le interrumpió Felix. Vince emergió de pronto su refugio, de pie sobre una columna de roca que no paraba de crecer y crecer. Mike abrió los ojos como platos y, después de musitar “Yo me largo de aquí, viejo”, echó a correr por la calle. Tras notar que el escudo de viento que acaba de crear no podría competir contra piedras del tamaño de su cabeza, Felix decidió imitar a su amigo.

De pronto, una figura femenina apareció desde detrás de una enorme furgoneta de color blanco. Michelle apremió a Felix y a Mike a que se acercaran, haciendo un gesto con la mano, mientras que con la otra arrastraba una gigantesca esfera de agua que no se sostenía de nada. Ambos chicos reconocieron de inmediato que sería una de sus escasas oportunidades para derrotar a Vince, por lo que se apresuraron a llegar hasta donde estaba.

—¿Dónde te habías metido, Michelle? ¡Eres la única que puede competir con ese monstruo! —gritó Mike, ocultándose detrás de la furgoneta, junto con la chica. Felix hizo lo mismo, pero detrás de un deportivo azul del otro lado de la calle, por lo que él y sus compañeros quedaron paralelos.

—No hace falta que lo digas... —coincidió Felix, mientras intentaba ver lo que sucedía por debajo del automóvil. El chico encontró una oportunidad y rodó (ayudado por su Psique, por supuesto) hasta donde estaban sus amigos.

—¿Debemos llamar a los otros, entonces? —sugirió Mike, pero se corrigió de pronto—: No... El retraso entre la zona y la Tierra hará imposible que consigamos ayuda. ¡Diablos! ¡Si hubiéramos conservado los brazaletes!

—¡Yo lo hice! —apuntó Felix, recordando de pronto que el brazalete se encontraba en un bolsillo interno de su mochila.

—¿Y a quién piensas arrastrar? —inquirió Michelle—. Los únicos que teníamos brazaletes éramos nosotros y Vince. Y bueno... No hace falta decir más.

—¡Mierda! ¡El único con una arrastra-cosa es James! —maldijo Mike, recordando que éste lo había usado una vez en él y Félix en busca de ayuda—. ¡Le dije que todos necesitábamos uno de ésos en caso de emergencia!

—Bajad la voz —ordenó Felix, recordando que bestia-Vince se guiaba por el sonido. Y de pronto, recordó algo que había visto en una serie de televisión sobre muertos vivientes—. Esperad un minuto, ya vuelvo.

Sin darle tiempo a sus amigos para oponerse, Felix corrió, siempre agachado, hasta donde creía se encontraba Vince. Una vez allí, se asomó por debajo del coche que le servía como escondite para comprobar su posición. Sí, allí estaba el amigo que intentaba matarle.

Con el mayor sigilo posible, Felix se deslizó hasta quedar a unos centímetros del final del automóvil. Respiró hondo y sacó la cabeza para poder ver a Vince por completo. Por suerte, éste estaba de espaldas a él, olfateando el aire, y no pudo verle.

—Tal vez sea sólo insinto. Si realmente pudiera olfatear, ya me hubiera localizado —especuló Felix—. Bueno... Aquí va.

F tomó una roca del tamaño de su puño que convenientemente se encontraba a su alcance y se la lanzó a Vince a la espalda.

No hubo reacción alguna.

Felix susurró “Como lo esperaba” y se apresuró a regresar junto con Mike y Michelle. Ésta última intentó regañarle en silencio, pero el chico la ignoró y señaló rápidamente:

—No siente dolor. Aparentemente sólo escucha y ve, algo que hemos podido comprobar por su puntería.

—¡Genial! —exclamó Mike sarcásticamente, olvidando por un segundo que tenía que hablar en voz baja. Los chicos se congelaron, esperando que Vince levantara la furgoneta con un pilar de roca; o peor, que la empujara y ésta terminara aplastándoles. Sin embargo, no sucedió nada. Aparentemente, su oponente no les había escuchado. Tras respirar aliviado, Mike continuó, asegurándose de hablar en un susurro esta vez—: ¿Cómo vamos a dejar inconsciente a alguien que no siente dolor?

—Tenemos varias opciones —dijo Felix—. Podemos golpearle en la cabeza, pues hay que recordar es un punto débil, independientemente de si eres un Reverted o no. O podemos... —Felix miró a Michelle antes de continuar—: Podemos cubrir su nariz y boca con agua hasta que pierda el conocimiento.

—¡Felix, eso es muy arriesgado! —intervino Michelle.

—El agua que flota sobre nuestras cabezas es más que suficiente —apuntó Mike, señalando con el índice el líquido que aún se encontraba, ingrávido, a varios centímetros por encima de los chicos—. ¿Dónde la has conseguido?

—Un bebedero. ¿Pero eso importa? ¡Lo que importa es que si calculamos mal Vince podría morir, sea por el golpe en la cabeza o el agua!

—Estoy consciente de ello, pero no tenemos otra opción —rebatió Felix—. Si no siente dolor, las probabilidades de poder dejarlo fuera de combate son casi nulas.

—¡Podemos llamar a Ethan! —sugirió Michelle—. ¡Él podría noquearle con un choque eléctrico y...!

—Estamos en la zona, Michelle. El retraso haría que...

—Esperad... —murmuró Felix. Súbitamente, notó algo que los tres habían pasado por alto desde el principio. Siendo dominado por el terror, se cubrió la boca y abrió los ojos como platos.

—¿F...? ¿Qué sucede?

—¡No estamos en la zona! —gritó Felix. Y de pronto, las expresiones de sus amigos cambiaron también. ¡Era cierto! La luz no había cambiado, no se sentían pesados en absoluto, no había Corrupted's hasta donde alcanzaba la vista...

—¡Mierda! —maldijo Mike.

—¿Nos han visto? —cuestionó Michelle, sacudiendo a Mike.

—¡No, coño, Felix ha gritado!

—¡Tú también estás gritando! —exclamó Felix, a punto de perder el control.

—¡Mierda! —gritó Michelle, dándose cuenta de lo que habían estado haciendo. Al parecer también se aterró sobremanera, pues el agua que había estado flotando sobre ellos cayó de pronto y los empapó por completo.

—¡Corred! —ordenó Felix, dándole un empujón a Mike, quien se apresuró a obedecer. Acto seguido, tomó a Michelle de la mano y siguió a su amigo. Unos segundos después de que dejaran su escondite, éste se volcó, puesto que Vince lo había empujado con una columna de piedra. Si hubiesen tardado un poco más en correr...

Felix intentó no pensar en ello. Su mente debía concentrarse en una única cosa: sobrevivir. Pero el hecho de que quien los estuviese atacando fuese Vince no lo hacía más fácil. Ni tampoco el hecho de que podrían ser vistos por cualquier alumno de los dormitorios que sacara la cabeza por la ventana, por cualquier jardinero que se encontrase trabajando en los jardines, por cualquier persona que habitara en alguna de las casas vecinas al instituto...

—La hemos cagado. Y en grande...


Como siempre, actualización "sorpresa". No es como que nadie lea, así que no importa.
Lo de siempre, podéis seguir el blog para alcanzar el hilo de la historia o seguir la versión corregida y mejorada de la revista ¡No Lo Leas! (ambos links en mi firma)

Además, quisiera dejaros un regalito:
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No es la gran cosa. Hice lineart y coloreé un dibujo que ya tenía hecho a mano, el cual era una versión modificada del dibujo que usé como referencia. Seguro que algunos lo reconoceréis.
Dicho sea de paso, es usado como fondo en la revista.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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