El ocaso del alba

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El ocaso del alba

Notapor Mickael » Dom Jul 03, 2011 6:42 pm

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De la perturbada y malsana mente de un idiota al cuál se le ocurrió un día coger un boli y un papel y ponerse a escribir una desquiciada historia, llega: "El ocaso del alba", la primera historia original de King Mickey, Mickael para los colegas. Una historia de luz y oscuridad, de esperanza y dolor, en la cuál el bien y el mal se confunden y nublan la vida de un joven para el cuál los muros que rigen su mundo comienzan a derrumbarse poco a poco, confiriéndole la responsabilidad de terminar con una guerra que se lleva gestando desde que el tiempo es tiempo y el mundo es mundo.

Calendario de publicación
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ALBA
3/7/2011 ------> Prólogo - Monstruo
10/7/2011 ----> Capítulo 1 - Los seres alados
18/7/2011 ----> Capítulo 2 - Viejos amigos
24/7/2011 ----> Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara - Parte 1
31/7/2011 ----> Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara - Parte 2
14/8/2011 -----> Capítulo 4 - Entrenamiento - Parte 1
28/8/2011 -----> Capítulo 4 - Entrenamiento - Parte 2
18/9/2011 -----> Capítulo 5 - ¿Por quién doblan las campanas?
25/9/2011 -----> Capítulo 6 - Sin razón de ser - Parte 1
2/10/2011 -----> Capítulo 6 - Sin razón de ser - Parte 2
9/10/2011 -----> Capítulo 7 - Lo que fuimos - Parte 1
16/10/2011 ----> Capítulo 7 - Lo que fuimos - Parte 2
23/10/2011 ----> Capítulo 8 - Lo que somos
30/10/2011 ----> Capítulo 9 - El encanto de la lluvia - Parte 1
6/11/2011 ------> Capítulo 9 - El encanto de la lluvia - parte 2
13/11/2011 -----> Capítulo 10 - Algo por lo que luchar - Parte 1
20/11/2011 -----> Capítulo 10 - Algo por lo que luchar - Parte 2
27/11/2011 -----> Epílogo - El sueño de Caín

OCASO
25/12/2011 -----> Prólogo


Sinopsis
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Los Butzinas, la tribu de la luz, y los Kardinutas, la tribu de la oscuridad, son dos razas que llevan librando, desde hace milenios, una ardua guerra por el control del universo.

Tras que el planeta natal de los Butzinas, Edén, fuera destruido por la bestia de oscuridad Rashá; Alem, el Supremo Sanador de la tribu de la luz, sella, mediante el sacrificio del Señor Supremo de los Kardinutas, Adán, y de la Señora Suprema de los Butzinas, Eva, al monstruo en el interior de su hijo, un híbrido de ambas razas.

Pasados 15 años de tal evento, Abraham es un joven habitante de una pequeña ciudad en La Tierra, que, a pesar de no considerarse feliz, vive una vida normal con su abuelo y sus amigos. El imprevisto despertar de la bestia que en su interior habita propiciará el descubrimiento de una verdad que convertirá a Abraham en la pieza clave para decidir el futuro del universo.


Capítulos
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Prólogo - Monstruo

Abrió los ojos lentamente, le costó acostumbrarse a la tenue luz que iluminaba aquel pequeño callejón y que se fundía con las sombras confundiendo ambas entidades, luz y oscuridad, en aquel lugar en el que acaba de despertar. Oscuridad, eso era lo único que recordaba en esos instantes… ¿Quién era? o ¿Cómo llegara allí? eran preguntas sin respuesta en ese momento, sólo recordaba oscuridad, oscuridad y dolor, sin saber por qué, eso era lo único que recordaba.

Todavía atontado ante la situación en la que se encontraba se llevó la mano derecha a la cabeza en un inútil intento de apaciguar el dolor que emanaba de esta. Fue en ese instante cuando lo notó, el rojo líquido que manchaba su mano fluía ahora por sus mejillas, resbalaba por su nariz y mojaba sus labios. Como si de un auto reflejo se tratase, aparto rápidamente la mano de su frente con el objetivo de comprobar lo que temía; sangre, sangre decoraba sus falanges, sangre decoraba su mano derecha y resbalaba cuál agua que baja por la montaña por el resto de la extremidad. Levantó su mano izquierda y volvió a encontrar lo mismo. El rojo color que captaban sus retinas le hizo despertar instantáneamente, como intentando buscar de dónde procedía esa sangre, se examinó todo el cuerpo en busca de alguna herida de la cuál emanara. Sólo encontró algún rasguño del cuál era imposible que brotara tal cantidad como para embadurnar sus manos. Asustado, no le quedó más remedio que deducir que procedía de otra persona, imaginándose lo peor. Aún sabiendo que las tenía ensangrentadas, se llevó sus manos a la cara y comenzó a sollozar, las lágrimas pronto comenzaron a brotar de sus ojos mezclándose con la sangre, confundiéndose con ella, resbalando entre sus manos y deslizándose por su rostro.

Repentinamente, como un flash, desde lo más recóndito y oculto de su alma emergieron los recuerdos perdidos de hacía 10 años, los recuerdos de la muerte de sus padres. La situación era idéntica, 10 años después volvía a despertarse desorientado y sin recuerdos, ensangrentado, volvía a hacerse un ovillo en un rincón y nuevamente lloraba. La última vez que esa situación se produjera, a sus padres se les había arrebatado la vida. Otra vez ese horrible sentimiento de culpabilidad inundaba su ser.

En esa posición, acurrucado en el rincón en el cual había despertado, permaneció llorando un buen rato. No se paró a pensar que hacía allí, su conciencia no se lo permitía, la idea de haber segado la vida de alguien concordaba con la falta de recuerdos del resto del día. Por lo menos recordaba quién era, pero no importaba, en ese momento no importaba, sólo importaba el saber de dónde procedía esa sangre, esa sangre que no era suya, que manchaba sus manos y faz como una irrefutable prueba que le acusaba de haber hecho algo horrible.

De pronto se percató, como si de un sexto sentido se tratase levantó su triste mirada hacia el callejón y allí la vió. No se sorprendió, de alguna manera se lo esperaba, aunque no había escuchado pasos ni había percibido nada que connotara la presencia de otra persona en el callejón, algo le dijo que allí había otra persona. Se limpió con la manga de la camisa los ojos para tener una visión más nítida de la situación. De pié, bajo la escasa luz que iluminaba el callejón, una mujer blanca como la nieve y de rubio pelo largo que le caía sobre los hombros, de azules y penetrantes ojos, con una indumentaria juvenil que rejuvenecía su aspecto de treinteañera le observaba. Parecía salida de la nada. Con las pocas fuerzas que le quedaban, el chico se levantó apoyándose en el muro contra el que estaba recostado y se quedó observándola sin saber qué decir. Tras unos infinitos segundos de silencio, la mujer abrió la boca para sumirle aún más en el desconcierto:

- Por fin te encontramos… ¡MONSTRUO! – Gritó mientras dos álas de plumas blancas brotaban de su espalda rompiendo su chaqueta.


Capítulo 1 - Los seres alados
Capítulo 2 - Viejos amigos
Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara Parte 1 Parte 2
Capítulo 4 - Entrenamiento Parte 1 Parte 2
Capítulo 5 - ¿Por quién doblan las campanas?
Capítulo 6 - Sin razón de ser Parte 1 Parte 2
Capítulo 7 - Lo que fuimos Parte 1 Parte 2
Capítulo 8 - Lo que somos
Capítulo 9 - El encanto de la lluvia Parte 1 Parte 2
Capítulo 10 - Algo por lo que luchar Parte 1 Parte 2
Epílogo - El sueño de Caín


Online & Descarga
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Capítulo 10 + Epílogo


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Por supuesto, espero sus críticas ardúas, tenaces, impasibles, devoradoras y sobre todo constructivas, pues no hay mejor maestro que el error. Disfruten de los desquicios de mi mente vertidos sobre la pantalla de su computadora.

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Re: El ocaso del alba

Notapor melodia » Dom Jul 03, 2011 6:57 pm

Hola micki ya sabes yo ya te di mi sinceridad de esto :3
así que por mi sigue así que es mucho mejor que mi fic x3
que me encanta mucho esta historia
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Re: El ocaso del alba

Notapor Roxas!! » Dom Jul 03, 2011 7:01 pm

Como yo no soy escritor, ni sé escribir, sólo te puedo decir que escribes fenomenal y que me ha encantado. Ya me gustaría a mí escribir así de bien. Sobretodo me gusta la manera en que describes en todo un párrafo que el chico estaba manchando sangre. Este puede ser el inicio de una muy buena historia. Espero con ganas el primer capítulo ^^


PD: ¿Me permites robarte la idea para hacer un fic? (?) xD

PD2: Yo he sido el primero en leerlo >O
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Re: El ocaso del alba

Notapor TERRBOX » Dom Jul 03, 2011 7:08 pm

Bueno bueno, aquí te tengo... Vayamos a la acción:

-Lo primero es que el texto es bastante corto, a decir verdad, poco se puede sacar de aquí. Creo que deberías haber seguido un poco más, comenzar desde antes o, simplemente, relatar otro hecho de este universo pero que aparentemente no tenga mucho que ver con la historia del personaje.

-No puedo resaltarte ninguna falta de ortografía grave, así que eso está muy bien.

-Sobre la narrativa, es muy correcta. Aunque creo que deberías haber describido a fondo el lugar y así de paso también aumentarías su longitud.

-Y, finalmente, sobre la trama. No te voy a engañar, no parece ser gran cosa, un joven que se despierta sin memoria y con indicios de haber matado a alguien; demasiado típico. Lo único que me ha sorprendido es el final. Aunque, como ya te he dicho antes, por culpa de su longitud no puedo opinar en profundidad sobre este aspecto.

Bueno, espero con ansía el primer capítulo.
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Re: El ocaso del alba

Notapor Habimaru » Lun Jul 04, 2011 11:11 am

Llegó el Pikachu Supersaiyan. Agárrese los machos (en caso de carecer de ellos agarre los de su pareja, hermano o progenitor masculino), y, si le disgustan las críticas realistas alejadas de "KE VUENO HEXPERO MAX CON INPASIENSIA" ignore el contenido de este post.

Empecemos por algo que me ha llamado la atención: el vocabulario no es malo. De hecho, es rico, aunque innecesariamente cargado de palabrejas que parecen sacadas de diccionarios de sinónimos por el hecho de aparentar. No es excesivamente malo, pero has de conocer el target de tu relato. Es como si, yo qué sé, Tolkien escribiese "chupiguay" en boca de Frodo. Desentona un poquitín. A veces. Tampoco es que el ejemplo sea extenso.

Lo que me lleva al segundo punto: extensión. Uno de los fallos más graves en autores noveles suele ser ése: fragmentar en exceso las novelas episódicas. Mi recomendación para un mínimo no sería nunca inferior a las cuatro páginas en procesador de texto, entrelineado doble. Y aún así, ya lo considero corto. Voto por unas seis. Mínimo.

A otro punto: falta de tildes (especialmente en pretéritos de verbos) y fallos GRAVES de puntuación. Te aconsejo que sigas algún manual de uso de puntos, comas, dos puntos y signos de exclamación/interrogación. Por lo general, has empleado bien esas cosillas, pero se te escapan ciertos errores evidentes.

Pasemos ahora a los diálogos. Si bien no hay más que uno, contiene casi todos los errores que se pueden remarcar en uno de estos.
- Por fin te encontramos… ¡MONSTRUO! – Gritó mientras dos álas de plumas blancas brotaban de su espalda rompiendo su chaqueta.

Ignorando la más que evidente falta de ortografía (¿álas?), ciertas puntualizaciones.

1. A las líneas de diálogo y acotaciones les precede el guión largo (—) y no el corto (-).
2. Tras el guión, no debe escribirse un espacio.
3. Al inicio de una acotación de usa siempre minúscula (exceptuando el caso de un nombre propio).

Normalmente hay cierta confusión con esto, y, aunque no has cometido ese error (no has tenido oportunidad a ello) te lo voy a aclarar.
Supongamos que el personaje sigue hablando después de la acotación:
—Por fin te encontramos…—gritó mientras dos álas de plumas blancas brotaban de su espalda rompiendo su chaqueta—. ¡Monstruo!

Se cierra la acotación con guión largo y punto (si no se sigue hablando, sólo con punto) y se escribe el resto.

Como puedes ver, he cambiado a minúsculas: las mayúsculas sólo han de ser usadas en casos extremos. Para gritar de por sí, ya están los signos de exclamación.

Prosigamos pues con otra sarta de consejos.

1) Si vas a tener ritmo semanal, que eso sea: semanal. Si alguna semana tienes la suerte de escribir dos episodios, guárdate el que sobre para una semana que no seas capaz de hacerlo. Un buen calendario es importante para un escritor.

2) De nuevo, hago hincapié en la extensión. Nadie va a querer leer a ritmo de página a la semana. Es, simplemente, de locos.

Y concluyamos. Creo que ya debo estar cansando.

Me ha sorprendido gratamente, aunque por motivos más que evidentes el relato aún tiene tufillo a novato. Pero eso no es nada que no se pueda limar con práctica y tiempo. Revisa todos los puntos de los que te he hablado y puede que tengas futuro en el mundillo.

Ah, y como verás, no he opinado un ápice sobre la historia. Ha sido intencionado. Como comprenderás, con tan poca información es prácticamente imposible tener una opinión sobre ella.

Un saludo
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Re: El ocaso del alba

Notapor Xion13th » Sab Jul 09, 2011 8:59 pm

:o
Vaya si que has recibido una buena crítica constructiva!
Jajaja
Está bieen
A mi nadie me hizo tantas sugerencias con mi fan fic :P
No te preocupes
Tu historia está muuy bien
Sigue los consejos y se verá mas profesional por supuesto
Pero el argumento me basta y convence
Sigue así!
:wink:
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"All worlds begin in darkness, and all so end. The heart is no different. Darkness sprouts within it, grows, consumes it. Such is its nature. In the end, every heart returns to the darkness whence it came. Darkness is the heart's true essence."
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Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Dom Jul 10, 2011 8:21 pm

Respuestas a mis queridos lectores:
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Bien, esta es una sección que realizaré cada vez que publique un nuevo capítulo, respondiendo a los comentarios de mis queridos lectores:

- melodia (aunque no estés en el foro, sé que me estás leyendo e.e), Roxas!! y Xion13th:

Por supuesto que me agradan y me gustan los halagos (¿A quién no?) , pero entendereis que valore mucho más los comentarios de Terrbox y Habimaru, principalmente por que me aportan mucho más. Independientemente de ello, creo que exagerais XD!

Ah, y Xion13th, no sé como puedes estar contenta con el argumento cuando, como bien apuntaron Terr y Habi, de momento no se conoce, yo no recuerdo haberte contado mis planes de futuro (¿o si? D:).

- Terrbox (y la primera parte también para Habi):

Tú y Habi habeis criticado la extensión, explicaré el por qué es tan corto el prólogo: básica y sencillamente, porque mi visión de un prólogo es la de un texto corto que dé entrada, en ocasiones de forma misteriosa como era mi intención, a la historia. Al ver vuestras críticas doy por hecho que vuestra concepción de prólogo es similar a la de un capítulo, en ese caso, es simplemente choque de ideas, no hay que hacerle u.u Aunque eso si, reconozco que como carta de presentación es más bien poco extensa, quizás debiera haberme esperado y publicarlo junto con el primer capítulo. De todas formas, espero que no tengais quejas de extensión con el primer capítulo.

Siguiendo con Terr... bueno, sólo has criticado la extensión y... ah, si, la trama, en fin, como tu dices era muy pronto para opinar, espero que te convenza y cautive en los próximos capítulos ;)

- Habimaru:

Primero, pensé que ni tú, ni Zero ni Narrador se pasarían por aquí, así que he de decir que el hecho de que comentaras me sorprendió gratamente.

En cuanto al vocabulario, lo creas o no, es algo que me sale espontáneamente, seguramente fruto de que mis primeras inmersiones en la literaura fueron en la poesía y tarde tiempo en hacer narraciones. De todas formas, si resulta un estorbo para la lectura de la obra o la hace parecer pedante, intentaré rebajar el nivel del léxico en próximos capítulos.

El punto de la extensión ya se lo comenté a Terrbox, y, si tal y cómo dices, para ti el mínimo son 6 páginas en Word, en este caso escribí casi 8, así que espero que no tengas queja xD

En cuanto a la puntuación, si es cierto que tengo problemas con ella (en cambio sé distinguir perfectamente un atributo de un complemento directo, maldita programación de lengua castellana >.<), así que revisé mis antiguos libros de lengua y eché un ojo a wikilengua, así que espero en este capítulo haber mejorado algo en cuanto a ello, pero me temo que será mi asignatura pendiente durante toda la obra u.u

He de agradecerte las correciones en los diálogos, puesto que en los próximos capítulos tendrán una importante participación, espero que en este encuentres menos fallos en ellos (como curiosidad diré que la falta de acentuación en alas puede deberse a que en gallego se escribe "ás", es posible que eso fuera lo que me indujera a ese error ortográfico ya corregido en el presente capítulo).

He decidio seguir tu consejo y al menos durante Julio, que sé que no tendré problemas para poder conectarme a internet, publicaré semanalmente todos los domingos (de hecho, ya he colgado el calendario de publicación de este mes), así, aunque tenga dos capítulos escritos en una semana, podré aplicar las críticas hechas en uno al otro.

Ah, y me han gustado tus líneas finales, creo que una buena crítica constructiva ha de resaltar los aspectos negativos, pero también los positivos, muchas gracias.

Y hasta aquí la sección de hoy, más y mejor en la siguiente publicación e.e


-----------------------------------

Bien, bien, ha sido una dura semana de nervios y morderse las uñas para ustedes, lo sé, lo sé, pero tranquilos, porque ha llegado el día que tanto han ansiado, el día de la publicación del primer capítulo de la obra magnánima de un servidor: "El ocaso del alba". Un capítulo que da resolución al misterio al que nos introducía el prólogo, y que, aunque no aclara todavía el argumento de la historia, si nos orienta hacía él. No les quiero entretener más, simplemente, disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 1 – Los seres alados
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“Monstruo”. Esa dura palabra resonó en la cabeza del joven, que se quedara totalmente quieto, paralizado, ante la situación que estaba viviendo. No hacía mucho que se despertara en aquel tétrico callejón sin salida, uno cualquiera de los cientos que hay en la ciudad, con el suelo encharcado por las lluvias de los últimos días, y apenas iluminado por la tenue luz del Sol que penetraba entre los altos edificios, apuntando a aquella misteriosa mujer que se presentara cual fantasma delante de él. Aquella mujer que, sin molestarse si quiera en saludar, había lanzado aquella terrible acusación: “Monstruo”. Pero no era aquello lo que más desconcertaba al joven, sino las dos alas que de la espalda de la mujer surgieran, alzándose majestuosas y bellas, decoradas por un blanco plumaje celestial. Eso, unido a la blanca piel de la joven y a su rubio cabello, le daba la apariencia de un ángel. “¿Un ángel?” Se preguntó el joven. ¿Un ángel venía a castigarlo?, ¿acaso existían los ángeles? Siempre pensó que eran parte de los cuentos que soltaban los curas en la misa matutina de los domingos. Pero, en ese momento, la única explicación más o menos racional que le encontraba al ser que ante él se erguía, era la de que fuese un ángel, un ángel enviado a castigarle. ¿Tendría algo que ver su castigo con la sangre que lo atormentara minutos antes?

Pero algo no cuadraba, a pesar de que le era imposible moverse, debido a la fuerte impresión que le producía la situación, tenía la certeza de que, a su vera, entre las sombras en las cuáles se encontraba, había alguien más. No podía verle, ni oírle, pero de alguna manera, tenía la seguridad de que allí había alguien más, de la misma forma que pudo percibir antes al ángel.
—Ahora, toda la ira y venganza de aquellos que lo perdieron todo por culpa de un monstruo como tú caerá sobre ti. Tu existencia es el mayor error de este universo, y a mi se me ha concedido en este instante la posibilidad de enmendarlo —murmuró mientras elevaba su brazo derecho hacia delante, abriendo la palma de su mano. En ella, comenzó a formarse una esfera de luz radiante que cegó momentáneamente al muchacho.

“¿Qué es esto?” Pensó mientras, una vez recuperado de la parálisis, cubría sus ojos para evitar que la ceguera fuese mayor. “¿Un sueño?, ¿el castigo divino?, ¿el final de mi existencia?, ¿tan corta será mi existencia? Hay tantas cosas que me hubiera gustado hacer…”

—¡Muere, monstruo! —gritó la mujer, a la vez que agarraba la esfera de luz recién formada y la lanzaba con ira contra el muchacho.

“El fin…” Presentía alicaído. “Esto es el fin…” Lágrimas de nuevo volvieron a brotar de sus ojos. Era lo que había estado haciendo toda su vida: llorar, no iba a ser menos en el momento de su muerte.

Escuchó un leve ruido, súbitamente, la luz se extinguió. Abrió los ojos con la idea de encontrarse muerto en algún lugar de ultratumba, pero lo que vio le sobrecogió aún más de lo que ya estaba. Frente a él, dos grandes alas de negro plumaje cual azabache, emergían de la fornida espalda de un hombre de piel morena, con una oscura y corta cabellera. Dedujo inmediatamente que se debía tratar de la persona que había percibido anteriormente, aquella que se encontraba oculta entre las sombras. Pero ahora si que las cosas no le cuadraban: visto lo visto, se hubiera podido imaginar a un extraño ser deforme, de cornamenta y patas de cabra, con cola terminada en una flecha; a un demonio tal y como lo describía la cultura popular. Pero aquel ser no parecía un demonio, sino un ángel, sólo que un ángel de alas negras. “¿Acaso es un ángel caído? Quizás los demonios no tienen por qué ser tal y como se los imaginan los humanos.” Eso fue lo máximo que llegó a razonar en aquel momento. Pero, incluso en ese caso, se sintió tremendamente confuso: ¿por qué un demonio le había salvado la vida?, ¿qué sentido tenía todo eso?

El ser volteó la cara hacía atrás, mostrando sus marrones ojos, y, con una sonrisa burlona, musitó:

—Por poco no lo cuentas, ¿eh, aberración?

¡¿Aberración?! Ahora si que estaba sumido en el más grande de los desconciertos: el ser que acababa de salvarle la vida le denominaba como aberración, ¿qué demonios estaba pasando?

—Si te aferras por salvar al monstruo, morirás tu también, hijo de la oscuridad —afirmó el ángel blanco.

—Menos lobos, lucecita, no puedo permitir que mates a la aberración. Sabes lo importante que es para nosotros; si necesito mancharme las manos para cumplir con tal misión, no dudaré en hacerlo –respondió el ángel de alas negras.

Hecho el intercambio de amenazas, ambos seres extendieron sus brazos hacia delante, lanzando sendos rayos de luz y oscuridad, respectivamente, que chocaron neutralizándose. Acto seguido, el ángel negro avanzó hacía el blanco, levantando su puño, ahora rodeado de un aura de oscuridad, con intención de asestarle un puñetazo al ser de luz.

—Te vuelves muy lento en la luz —dijo la hija de la luz, al observar que el hijo de la oscuridad se internara en su territorio. En ese mismo instante desapareció para reaparecer poco después detrás del ángel de alas negras.

—Y tú muy lenta en la oscuridad —rebatió el hijo de la oscuridad, señalando el lugar en el que reapareciera el ángel, entre las sombras del callejón. Antes de que esta pudiera reaccionar, lanzó su puño contra su cara, mandándola contra el muro que se encontraba al fondo del callejón—. Veamos cómo gimen los seres de luz cuando se les arranca un ala —mencionó con simiesca sonrisa el ángel de alas oscuras, al mismo tiempo que agarraba el ala izquierda del ángel de alas blancas y lo arrancaba al aplicarle una especie de corriente de oscuridad que se propagó por el ala cuál electricidad que se propaga por el agua.

La mujer gritó dolorida, fue un grito agudo y escalofriante que perfectamente se pudo haber oído en toda la ciudad. Ese mismo grito hizo despertar al muchacho, que se encontraba totalmente petrificado de nuevo, observando la batalla entre los seres alados. Instantáneamente se levantó y corrió hacia afuera del callejón.
—¿A dónde vas? —le reprochó el ser oscuro preocupado. Tiró a un lado el ala blanca que sostenía entre sus manos, y se dispuso a perseguir y dar caza al muchacho.

—¡Hijo de puta! —le cortó furiosa el ángel blanco, ahora uni-alado, que se levantara dolorida, tapándose la herida que su contrincante le había provocado.

El ángel de alas negras se giró inmediatamente con la intención de responder a tal insulto. Mas no pudo, no tuvo tiempo para hacerlo, se había desplazado lo suficiente como para caer en el territorio de los seres de la luz, como para estar bajo esta, y en ese ambiente el ángel de alas blancas resultó ser mucho más rápida, penetrando el corazón del ser de la oscuridad con un fulgurante rayo de luz. El ser cayó de rodillas, escupiendo sangre por la boca, realizó sus últimas exhalaciones, y se desplomó, inerte, ante la maléfica sonrisa de su verdugo.



El muchacho había corrido lo suficientemente lejos como para sentirse seguro y protegido de aquellos extraordinarios seres. Todavía se sentía muy confuso. Se encontraba en una avenida poco transitada, de hecho, en esos instantes, él era el único peatón. Se sentó en el primer banco que encontró e intento tranquilizarse un poco, todavía tenía sus dudas acerca de la realidad de todo lo que acababa de vivir, por lo que cerró los ojos con la esperanza de que al abrirlos se encontrara somnoliento en su cama, con la certeza de que todo estaba como siempre. Nada ocurrió, abrió los ojos y vio de nuevo aquella avenida que se encontraba a unas cuántas manzanas de aquel callejón en el que despertara. Pero el recuerdo de su habitación le hizo ver que en ese instante lo mejor que podía hacer era volver a su casa.

Anduvo a paso ligero por calles poco transitadas procurando no tener que encontrarse con nadie, la soledad era la única compañera que necesitaba en esos instantes. Pudo haber usado el canal de callejones que conectaban todo el centro de la ciudad, pero había desarrollado un auténtico pavor por esos sitios, realmente creía que jamás podría volver a pisar uno. A pesar de encontrarse desorientado en cuanto a la concepción del tiempo, el Sol resplandeciente en lo alto del cielo indicaba que debía ser mediodía. Las calles, más vacías de lo habitual, incluso las grandes avenidas a las cuáles se asomó por curiosidad, confirmaban este hecho A pesar de no ser una ciudad grande, era una ciudad muy severa y rígida en cuanto a los horarios, ya que prácticamente todos sus habitantes trabajaban en la gran central nuclear de las afueras. Estos podían volver al mediodía a sus casas para comer, antes de comenzar el turno de tarde; teniendo en cuenta que los centros escolares e institutos de la zona tenían, prácticamente en su totalidad, únicamente horario de mañana, era entendible el vacío de las calles.

No tardó demasiado en llegar a su casa, situada cerca del centro de la ciudad, en una urbanización de adosados. Tuvo la suerte de no encontrarse con ningún vecino, pero cuando se disponía a abrir la puerta recordó que quizás su abuelo se encontrara en casa, esperándolo para comer. Dudo durante unos instantes en si entrar o no, pero finalmente se dio cuenta de que no tenía otro lugar al que ir. Entró con sigilo y llamó a su abuelo alzando la voz. Nadie contesto, esto produjo en él una mezcla de alivio y preocupación: era extraño que su abuelo no estuviera en casa a la hora de comer. Colgado en el salón que hacía también de vestíbulo, se encontraba aquel reloj de pared de colores tan llamativos: las 16:00 marcaba. Imaginó que posiblemente su abuelo estuviera en algún recoveco de la ciudad buscándolo preocupado al ver su tardanza, pues él siempre llegaba a casa sobre las 14:00.

Finalmente, una vez aclarado aquel pequeño misterio, se dispuso a cerrar la puerta, y, tras hacerlo, el pomo de la puerta adquirió un rojizo color. Asustado, volvió a observar las palmas de sus manos; esto le hizo recordar los sentimientos tormentosos que pulularon por su mente durante los momentos anteriores a la aparición de los seres alados.

—Tranquilízate, tranquilízate —se dijo a si mismo en un intento de conservar la calma—. Hay mil razones que pueden explicar esto, por el momento, sólo olvídalo.

Se dirigió al baño y lavó cuidadosamente manos y cara hasta que desapareció el último rastro de sangre. Como su ropa también estaba manchada por distintos lugares, la echó a lavar y puso la lavadora con presteza, confiaba en que pudiera eliminar aquellas manchas antes de que su abuelo regresara. Aprovechando la situación, decidió darse una ducha con el fin de despejarse definitivamente. Continuando con su aseo personal, se dispuso frente al espejo para secar y peinar, en la medida de lo que podía, sus rebeldes, aunque cortos, rizos pelirrojos. Odiaba aquel color de pelo, era un odio provocado por las constantes burlas hacia él con motivo de su inusual cabellera. Por aquel lugar era muy extraño encontrarse con una persona pelirroja, en esa ciudad tan sólo él y su amiga Sandra portaban tal color, quizás por eso eran amigos. Los pelirrojos eran más abundantes en el norte, de hecho, él mismo había nacido en el norte. Ahora que lo pensaba, nunca le preguntara a su amiga de dónde procedía, quizás también fuera una compatriota. Mirándose al espejo, percibió sus desanimados ojos verdes. “Siempre andas con la mirada triste.” Le decían sus amigos Sandra y Carlos, los únicos que tenía. Él los envidiaba, porque a pesar de no tener unas vidas ni mucho menos más felices que la suya (Sandra vivía con un padre alcohólico y Carlos no tenía ningún familiar vivo), siempre se les veía con una sonrisa en la cara y con los ojos llenos de vida. Los suyos en cambio no parecían reflejar el mínimo resto de esta, cualquiera que mirara a sus ojos dudaría de que él estuviera realmente vivo. “Soy un chico triste sin esperanza ni determinación.” Pensó alicaído mientras observaba aquellos tristes ojos. Salió del baño con la toalla atada a la cintura, subió las escaleras del dúplex y entró a su desordenada habitación. Allí, se puso una ropa más cómoda para estar en casa y se recostó un rato sobre su cama. Inmediatamente un nubarrón de preguntas inundó su cabeza: ¿qué eran aquellos seres?, ¿qué querían de él?, ¿por qué uno intentó matarlo y el otro protegerlo?, ¿qué sentido tenía todo aquello?

Intentando evadirse de los acontecimientos ocurridos durante el día, bajó al salón y encendió la tele, esperando que algún gracioso monigote animado le alegrara la tarde. Falsas esperanzas las suyas: la misma basura de siempre, monigotes, si, de eso no había duda, había monigotes en la tele; pero eran monigotes que daban espectaculares clases de civismo discutiendo entre ellos sobre apasionantes temas como con quién se había casado menganita, o si fulanito le puso los cuernos a fulanita. Viendo que la situación se repetía en todos los canales, apagó la televisión, frustrado. Entonces la recordó, la gran biblioteca que su abuelo tenía en el ático. Sin pensárselo dos veces, subió la escalera de caracol que conducía al lugar; allí se encontró con la gran variedad de libros que en sus estanterías guardaba aquella espléndida estancia, la cual anhelaría poseer cualquier buen amante del conocimiento y la literatura. Él raramente pisaba aquel lugar, única y exclusivamente buscando información para trabajos del instituto, o para paliar el aburrimiento con algún buen libro de fantasía y aventuras. Su abuelo, en cambio, podía tirarse horas y horas en aquel lugar. Sentado en el amable sillón, dispuesto estratégicamente al lado de la chimenea, que se encontraba al fondo de la sala, le había visto devorar y devorar libros, enciclopedias y todo aquel material de lectura que se encontrara en la estancia. Como si de un buen bibliotecario entregado con pasión a su trabajo se tratase, había ordenado y clasificado meticulosamente cada uno de los libros que en la estancia se encontraban, ordenándolos por temática principalmente. El muchacho se dirigió sin vacilar a la estantería adornada con un cartel que indicaba que en ella se encontraban libros acerca de la religión. Allí había libros y libros sobre distintas religiones de todas las partes del mundo, la Biblia o el Corán entre ellos. Debido a lo bien ordenados que se encontraban, le fue fácil hallar rápidamente lo que buscaba: libros sobre demonología y angelología. Cargado con ellos, rechazó la invitación del amable sillón, y bajó al salón, lugar en el que se sentía mucho más cómodo para buscar respuestas a sus preguntas.

Tumbado en el cómodo sofá, aprovisionado de patatas fritas y bollería industrial para saciar el hambre, pasó la práctica totalidad de la tarde leyendo aquellos libros, buscando en ellos alguna pista que le ayudara a comprender mejor la naturaleza de aquellos seres alados que le sorprendieran en aquel amargo despertar, al igual que a conocer sus objetivos. Su investigación dio pocos frutos, aunque el primer ser en aparecer tenía el aspecto de un ángel, sus rasgos femeninos hacían dudar al muchacho, pues a pesar de la constante contradicción entre unos libros y otros, la opinión general era que los ángeles eran seres sin sexo definido. Sobre seres de alas negras no encontró prácticamente nada, los demonios eran descritos como seres mitad animal, mitad hombre, y en caso de poseer alas, estas se asemejaban a las de un murciélago. Lo único parecido al ser de alas negras era el antiguo ángel Luzbel, que posteriormente se alejaría de Dios para convertirse en Satán, es decir, un ángel caído. Sobre los posibles objetivos de aquellos seres, descubrió que una de las misiones de los ángeles era ejecutar el juicio de Dios. “¡¿El juicio de Dios?!” Se preguntó sobresaltado. ¿Qué atentado hiciera él contra Dios como para que uno de sus supuestos ángeles hubiera intentado matarle? De nuevo la sangre con la que se encontrara al despertar volvió a fluirle por el río de sus pensamientos, a hacerle caer de nuevo en aquellas imaginaciones de las que sólo tenía como prueba aquella sangre que quitara de su piel y ropa unas horas antes.

—¡Otra vez no! —se dijo a si mismo—. ¡Tranquilízate joder!

Decidió encender de nuevo la televisión en busca de una distracción. Confiaba en que los monigotes con los que se encontrara anteriormente ya hubieran terminado con su bochornoso espectáculo. Eran las 21:00, así que lo lógico era que estuvieran echando el informativo local. Rápidamente se arrepintió por completo de haber encendido aquel aparato.

—Una tragedia se cierne hoy sobre nuestra ciudad —narraba con voz melancólica la presentadora— los cuerpos de tres jóvenes han sido encontrados mutilados y con los órganos internos desgarrados, en lo que parece haber sido una matanza sin sentido, realizada por algún tipo de psicópata. La identificación de los cuerpos ya ha sido realizada por la policía científica, y las familias de los jóvenes ya han recibido las condolencias del alcalde, quien ha abandonado su campaña electoral para pedir a todos los ciudadanos que vigilen a sus hijos, y prometerles que el autor de tan espantoso crimen será capturado lo más pronto posible. El entierro de los tres jóvenes se realizará en el cementerio de la ciudad pasado mañana.

El muchacho no se lo podía creer, mientras la presentadora hablaba, las fotos de los tres chicos eran mostradas, y los ojos de cada uno de ellos se le clavaban en el cerebro, de tal forma que pensó que la cabeza le iba a estallar. Reconocía perfectamente aquellos rostros, eran chicos de su instituto, precisamente los principales responsables de su baja autoestima y de su miedo diario a pisar la escuela. Ellos le habían maltratado física y psíquicamente desde hacía años. Desde que conoció a Carlos los abusos habían decrecido, y sólo se producían cuando le encontraban sólo, pero eran mucho más brutales que antes. Les odiaba, era cierto que les odiaba, pero, ¿acaso les odiaba tanto como para desear su muerte?, ¿acaso su odio era tan fuerte como para haberles matado? Repentinamente, desde lo profundo de sus recuerdos, las memorias perdidas del día se presentaron como un flash-back ante sus ojos.

Como cualquier otro día de clase, se levantara temprano, desayunara su tazón de leche habitual con su bollería de chocolate, cogiera sus cosas, se despidiera de su abuelo y emprendiera su paseo matinal hacia el instituto. Se reuniría con Carlos y Sandra en la esquina en frente a la estación de autobuses, por ser un punto intermedio para los tres, antes de continuar con su trayecto. Pero antes de llegar a aquella esquina, una mano le agarrara de la capucha de la sudadera violeta que llevaba puesta aquel día, arrastrándole violentamente al interior de un callejón, y tirándolo al suelo con poca delicadeza.

—¿A dónde cree que vas, zanahoria? —preguntara burlonamente el cabecilla del grupo que le atormentaba casi siempre, un gordo chico rapado de maldad equivalente a su gran peso.

—Tu amiguito te salvó el otro día y nos dio una buena tunda, dejándonos quedar muy mal —comentara a su derecha otro chaval, de pelo pincho y pendiente de oro en la oreja izquierda.

—Por lo tanto, tú las pagarás hoy todas juntas —dijera con una maquiavélica sonrisa el que se encontraba a la izquierda del cabecilla, un tipo de abundante melena, que tapaba hasta sus ojos, y vestimenta metalera.

—¿Algo que objetar, zanahoria? —Preguntara irónicamente el líder.

Entonces, recordaba haberse levantado del suelo con lágrimas en los ojos y furia en el corazón, harto de ser siempre víctima de aquellos payasos.

—¡Estoy harto! ¡Os odio! Os odio con toda mi alma, con todo mi corazón. En verdad… ¡En verdad que os odio! Ojala… Ojala estuvierais los tres muertos, ojala sufrierais la peor de las muertes posibles, que todo mi dolor se vertiera sobre vosotros. Y ni aún así creo que pudierais compensarme.

Después, lo último que recordaba era al líder agarrándolo por la sudadera y elevando su puño contra él, airado. Luego, todo era oscuridad, una inmensa y profunda oscuridad parecía haberle tragado desde aquel momento hasta cuando despertó ensangrentado, tiempo después, en un callejón distinto a aquel donde le amenazaran.

Su mente no lo soportó más, aquella noticia y los recuerdos que acababa de recuperar le confirmaron las horribles sospechas de cuando despertara: en efecto él había matado a alguien, él había segado la vida de esos tres muchachos. De nuevo, los acontecimientos de aquella noche trágica de hacía diez años se unieron al desbordante remolino de perturbación y al creciente sentimiento de culpabilidad. Quizás él también hubiera matado a sus padres, no sabía cómo ni por qué, pero la situación era idéntica: en ambas ocasiones despertara amnésico y cubierto de sangre, y en ambas situaciones alguien acabara muerto. Ahora que tenía la certeza de que él matara a esos chicos, también tuvo la certeza de que él matara a sus padres. No siendo quién de resistir el constante embestir de su conciencia, culpándolo y acusándolo de tales crímenes, se dirigió al gimnasio de su abuelo, situado en el sótano de la casa. Bajó las viejas escaleras, más bien movido por algún tipo de fuerza externa a si mismo que por su propia voluntad, y observó con mueca siniestra la colección de espadas de artes marciales que allí se encontraba.

*****


Caminaba de forma altiva, denotando su alto rango, aunque él nunca presumiera de su posición, mostrando elevadas con orgullo sus blancas alas, dejando su huella de luz sobre la árida superficie. Dirigía sus azules pupilas a diestra y a siniestra; el árido paisaje le deprimía, le había estado deprimiendo desde que llegaran a aquel solitario lugar. Inconscientemente, recordó su lugar de nacimiento, recordó el viento que anteriormente azotara su larga melena rubia (hoy recogida en una extensa coleta), recordó las verdes praderas y altas montañas que lo vieran crecer, aquellos lugares en los cuales se entrenara para convertirse en lo que hoy era. La nostalgia le invadió momentáneamente, hasta que recordó la razón por la que estaba allí. Saludó a los guardias que custodiaban a su superior y se dirigió al interior de la estancia iluminada con el objetivo de informarle:

—Mi Supremo Señor…

—¿Cuántas veces he de decirte que no me llames así?¿Acaso ya no somos hermanos, Rafael? —le cortó súbitamente el fornido hombre que ante él se encontraba, sentado en un radiante trono.

—Tienes razón hermano, discúlpame, ya conoces mi gusto por las formalidades —respondió Rafael.

—Desde que éramos niños… Pero no nos entretengamos con banalidades, dime, ¿Qué noticias me traes?

—Pahaliah se ha puesto en contacto con nosotros, afirma haber encontrado al sujeto α —informó Rafael a su superior.

—¿Ha encontrado al sujeto α y no lo ha destruido? —Preguntó airado el Señor Supremo.

—Afirma haberlo intentado, pero me temo que nosotros no somos los únicos que hemos localizado al monstruo. —le hizo saber Rafael.

—¿Te refieres a qué ellos también…? —quiso saber, preocupado, su hermano.

—Si. De hecho Pahaliah afirma haber tenido que quitarle la vida a uno de ellos para evitar comprometer la misión —le afirmó Rafael.

—¿Eres consciente de lo que esto significa, no? —preguntó el Señor Supremo con un tono de pesadumbre, aún sabiendo cual sería la respuesta.

Rafael cerró los ojos, rememorando internamente el pasado. Claro que era consciente de lo qué significaba: la muerte y el dolor caerían de nuevo sobre su raza, pero era algo contra lo que no podía luchar, era el destino.

—Si, lo soy —pronunció alicaído Rafael.

—Entonces lleva las siguientes órdenes a todos los soldados encomendados a esta misión: “Procuren moverse sólo durante las horas diurnas, eviten las sombras lo máximo posible y… —el Señor Supremo hizo una pequeña pausa antes de proseguir, como si estuviera masticando adecuadamente las palabras antes de escupirlas—, si se encuentran con algún hijo de la oscuridad; tienen permiso para matarlo."

—Comprendo —asintió desanimado Rafael. De pronto, recordó la petición de Pahaliah—. Hermano, casi lo olvido, Pahaliah afirma haber perdido un ala y pide la asistencia de algún sanador que pueda reponérsela.

—¡Oh! Por supuesto, ordénale que no se mueva del lugar en el que se encuentra, yo y Mahasiah nos dirigiremos hacia sus coordenadas —respondió el Señor Supremo.

—¿Tú, hermano?¿Tú mismo te dirigirás al campo de batalla? —preguntó Rafael preocupado.

—Es necesario que evalúe por mi propia cuenta la situación —dicho esto, se levantó del trono en el que se aposentaba y, tras despedirse de Rafael, se dirigió hacia la salida de la estancia, allí se paró y giró la cabeza—. Además —dijo—, hay un viejo amigo al que deseo saludar.


¿Qué? ¿Te sabe a poco? ¿Quieres saber más sobre esta intrépida historia? Entonces sé un buen chico y portate bien hasta la publicación de: "El ocaso del alba": Capítulo 2 - Viejos amigos

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Por último informarles de que he colgado el calendario de publicación del presente mes de Julio, y que prometo que este se cumplirá a rajatabla. También se está trabajando en ir colgando, durante los próximos capítulos, en el post principal, la descripción de los principales personajes según estos vayan apareciendo, y posiblemente vengan acompañados de dibujos originales echos por una amable artista que, siendo apuntada con una pistola en la frente, se ofreció a realizarlos.

Además, si se subscriben a la historia recibirán en su e-mail, el mismo día de la publicación, el capítulo correspondiente junto con un pin con el logo de la historia (?) (Logo que por cierto si algún amable user que entienda de grafix se anima a hacer será agradecido con platines).

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

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Re: El ocaso del alba

Notapor Riku-Heartless » Dom Jul 10, 2011 11:54 pm

OMG! o_O
ni yo supero tu imaginacion...ni tu escritura....en fin, conforme a mi opinion, me habian recomendado este fic ( de todos modos, si no pues ya lo lei xD) y pues me he quedado con una gran impresion, quiero mas xD
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...Go with me...

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....eh grax Mel por la firma~....
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otra firma... =O
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Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Mar Jul 19, 2011 12:16 am

Antes de nada, mis disculpas por el retraso en la publicación, podría dar la disculpa de que estuve todo el fin de semana fuera por un imprevisto, pero lo cierto es que aún terminé hoy de revisar el capítulo, así que no valen excusas, mis disculpas.

Respuestas a mis queridos lectores:
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Vaya bajón, de 5 lectores a 2 ._. enfin, espero que el hecho de publicar en otros lugares lo compense.

- Riku-Heartless: Ya lo he dicho, me gustan los halagos, pero no me aportan gran cosa. Así que simplemente te daré las gracias y espero que disfrutes del capítulo de hoy ^^

- Habimaru: Si, vale, no hay ningún comentario de él en el tema, pero eso es porque yo practicamente le obligo personalmente a que me haga las críticas por e-mail. Muchas gracias por los fallos señalados en el anterior capítulo, espero haberlos solventado en este. De nuevo gracias por darme aquella oportunidad en la revista.

Por hoy nada más, espero que la siguiente sección no sea sólo para agradecer a Habi sus críticas e.e


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Tú que estás al otro lado de la pantalla (¿Hay alguien, no?), que has estado esperando como agua de Mayo el capítulo de hoy, que has sido quien de perdonarme mi retraso. A ti te doy las gracias por ello y te presento el capítulo de hoy. Un capítulo que nos sumerge más en el argumento de la historia, ya casi a punto de resolverse totalmente, y que también apunta hacia los eventos que sucederán en el futuro. No les quiero entretener más, simplemente, disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 2 - Viejos amigos
Spoiler: Mostrar
A paso lento, agarrándose con la mano derecha el vientre todavía dolorido, dejaba a merced de algún vaivén provocado por el viento su larga barba blanca, que, junto con aquella despeinada cabellera digna de un genio, sus antiguos anteojos, su peculiar sombrero y su característico traje, ahora rasgado por la zona dolorida y la espalda, le daban un extravagante aspecto, muy comentado por su vecindad.

Aunque era un hombre ya mayor, muchos le señalaban una cualidad física impropia para su edad. Pero quien lo observara en aquellos momentos dudaría de que fuese el mismo hombre alegre y divertido que saludaba todas las mañanas al vecindario entero con una sonrisa. No, el hombre que prácticamente se arrastraba por aquella vacía avenida mostraba en su rostro una aterradora seriedad, consciente de lo que estaba por venir.

Repentinamente, sintió una presencia a sus espaldas, y se giró a tiempo para parar, con la mano que tenía libre, el puñetazo dirigido directamente a su cara, agarrando el puño de su agresor. El ser que le atacó le observó fijamente, desafiándolo; el anciano respondió con otra mirada igual de desafiante. Ambos contrincantes saltaron con sorprendente rapidez y agilidad hacia lados opuestos. Bajo la luz del ocaso, volvieron a dirigirse miradas furtivas. El anciano musitó:

—Alas blancas, complexión fuerte, rubia barba descuidada, una corta melena recogida en una pequeña cola de caballo, los blancos ropajes reales y la mirada altiva de un soberano. Pero en tu rostro se observa el paso del tiempo. Así que finalmente me has encontrado, Miguel —pronunció con excesiva tranquilidad el anciano. Justo después, de su espalda, por las roturas del traje, emergieron dos majestuosas alas de plumaje blanco, aunque desgastado por el tiempo.

Miguel no respondió a las deducciones de su interlocutor, solamente mostró una sonrisa burlona y se abalanzó sobre su rival. Rápidamente fue quien de ponerse frente a frente con él y se dedicó a lanzar sus puños, cargados de un aura de luz, contra su contrincante a una velocidad inverosímil. El anciano no se quedó atrás, y supo detener con igual rapidez cada uno de los golpes lanzados por su adversario, siendo capaz de pararlos sólo con una mano, mientras que con la otra se sujetaba su aún dolorido vientre.

Miguel enfureció al ser incapaz de quebrar la perfecta defensa del anciano. Echándose hacia atrás, desenvaino la espada que portaba en su cintura, una espada distinta a cualquiera que usaran los humanos. Únicamente era similar a estas en el pomo, pues no se podría distinguir el material del que estaba hecho su filo, ya que este irradiaba una deslumbrante luz. Así pues, dirigió la espada hacia su contrario en un desesperado intento por lograr la victoria.

Pero ni por esas el anciano flaqueó, siendo capaz de agarrar el filo de la espada y detener la trayectoria de esta. Con un rápido giro de muñeca desarmó a su rival, y con otro veloz giro de cintura lo envió al suelo al propinarle una acertada patada en el rostro. Agarrando la espada por su pomo, se acercó a su contrincante y le colocó la punta de esta en el pecho.

—Quince años después sigues sin ser quién de derrotarme Miguel. ¿Dónde está tu orgullo de Señor Supremo? —le achacó el anciano.

Miguel se quedó unos segundos en silencio, ofendido por su derrota. Finalmente en su cara se pintó una sonrisa que precedió a una soberana carcajada.

—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Realmente increíble, verdaderamente asombroso! Aún herido, eres capaz de ser tan ágil y diestro en la lucha. Ni siquiera todo mi entrenamiento de estos últimos años ha servido para vencerte. Nunca dejarás de sorprenderme Alem. Supongo que por algo fuiste mi maestro.

—De verdad que me encantaría recordar viejos tiempos Miguel —dijo con pesadez el anciano—. Pero me temo que el hecho de que estés aquí no son buenas noticias para mí.

—Te lo prometí, maestro —afirmó sonriente Miguel—. Hace 10 años te prometí que volvería. Han sido duros años de búsqueda, fuiste muy inteligente al cambiar tus coordenadas y sellar tu aura para dificultarnos la labor. Pero tu vientre dolorido es prueba de que la bestia ha despertado. Lo que una vez comenzó, debe terminar.

Alem le observó con profundo desprecio.

—Debería matarte aquí mismo —susurró, acercando peligrosamente la espada al pecho de Miguel.

—Sabes perfectamente que no puedes —le informó con tono burlesco el Señor Supremo.

—Quizás no pueda matarte, pero si que puedo detenerte —le corrigió, borrándole su burlona sonrisa.

—¡¿Qué te creías?! —estalló Miguel enfurecido—. ¿Que podrías ocultarlo por siempre de nosotros y de ellos? ¿Que podrías criar y cuidar de ese monstruo por siempre? ¿Darle una vida normal? Despierta Alem, sabes la importancia que tiene en este conflicto, tarde o temprano esto acabaría sucediendo. Estos son los riesgos a los que te has expuesto por empeñarte en salvar a tal engendro.

—¡No hables así de tu sobrino! —le respondió Alem airado. A la vez, hundía la espada de luz en el pecho de Miguel, pero este parecía no sentirlo.

—Tal aberración nunca será de mi misma sangre —contestó rotundamente este—. Toda su familia o está muerta o ya ha renegado de él, ¿porque tú te empeñas en salvarlo? Sabes que es lo que habita en su interior, sabes que ha despertado, sabes porque perdimos nuestro hogar, porque Edén fue destruido, la tremenda suerte que tenemos de que nuestra raza no esté extinguida, el peligro que corremos con esa bestia suelta.

>>Sabes todo eso, ¿y aún así sigues queriendo protegerle? —Miguel esperó a que la impasible mirada de Alem mostrara algún signo de debilidad, de sumisión, pero no fue así, el anciano no cedió—. ¿Acaso ya has olvidado a Lamec?

Los ojos del anciano se abrieron exageradamente cuando Miguel nombró al único hijo que tuvo, y luego se cerraron rememorando como lo perdió. Quiso echarse a llorar, darle la razón a su antiguo pupilo, pero no podía hacerlo, aún le quedaba una misión por cumplir en la vida. “El pasado debe enterrarse para no causar más dolor del necesario”. Reflexionó.

—Les hice una promesa a sus padres, una promesa que cumpliré hasta que exhale el último de mis alientos —le hizo saber a su antiguo alumno, clavando su mirada en sus ojos de la misma manera que clavaba la espada en su pecho.

—¿De que sirve mantenerle una promesa a dos muertos? —replicó Miguel. Después, aprovechando un descuido de Alem, logró rápidamente levantarse y alejarse unos metros de él, con la espada todavía clavada en su pecho—. ¡Por mantener una promesa a dos muertos condenarás a toda tu raza! —exclamó mientras se extraía la espada y la volvía a envainar. Misteriosamente, tras la extracción de la espada, en su pecho no pareció quedar cicatriz ni herida alguna—. Lo sabes, ¿no, maestro? Eres considerado un traidor entre los nuestros.

>> Igual que a ti aún te duele esa herida, yo aún tengo una espina clavada por esta —señaló su ala derecha, la cual estaba cortada por la mitad—. Te dejé escapar hace diez años porque me salvaste la vida, pero eso no significa que te haya perdonado tu traición. —dijo amenazante antes de desaparecer instantáneamente de la escena, como si su cuerpo no fuera material, como si viajara a una velocidad anormal, confundido entre los rayos anaranjados del ocaso.

Alem se quedó un rato parado, quieto en el lugar en el cuál terminara de charlar con Miguel. Después de un rato pensativo, volvió en si, replegó sus alas, que se ocultaron en el interior de su espalda, y siguió con su lento avance hacia su hogar, sin dejar de sujetarse la zona dolorida. “Tal como hace diez años.” Pensó. “La historia tiende a repetirse.” En su cabeza renacieron viejas memorias.

La situación era idéntica, sin ninguna duda, el recuerdo de verse frente a frente con aquel ser sin forma definida, con aquella aglutinación de energía oscura del tamaño de un edificio, se le quedó grabado para el resto de la eternidad. Hoy de nuevo tuviera que medirse a esa bestia, y de nuevo sintiera esa sensación de poderío, de miedo, de estarse enfrentando a un dios.

Milagrosamente, en ambas ocasiones saliera vivo. Pero de nuevo no pudo salvar otras vidas, si en el pasado fueron las decenas de personas que sufrieron la mala suerte de encontrarse con la bestia, en esta ocasión fueran aquellos tres chicos. De nuevo llegara tarde, de nuevo se hizo evidente que la naturaleza de ese ser le instaba a destruir.
Aquella vez se quedara paralizado, hoy, a pesar de estar preparado, no pudo evitar sentir un cierto temblor en sus piernas al principio del enfrentamiento. Esta vez tuviera que hacerlo él sólo, aquella vez tuviera ayuda…

—Así que lo encontraste maestro —le sorprendiera en aquella ocasión la voz de un joven Miguel a sus espaldas, sacándolo de su parálisis.

—¿Qué… qué haces aquí? —tartamudeara el anciano ante su sorpresa.

—Hace tiempo que te seguimos Alem, teniendo cuidado de no expandir demasiado nuestras auras para que no fueras consciente de nuestra presencia —le respondió—. Y veo que hicimos lo correcto. Realmente luce terrorífico, ¿no te parece? —comentó impasible Miguel al observar los penetrantes ojos rojos de la bestia—. Mira todo el caos que ha creado, todas las vidas que ha segado —dijo al ver las decenas de cuerpos desfigurados y mutilados que decoraban el entorno—. ¿Sabes cómo derrotarlo? —quiso saber.

—Si, pero necesitaré vuestra ayuda. Sé que es una tarea complicada, pero si sois quiénes de detenerlo el tiempo suficiente, podremos vencerle —respondió Alem esperanzado.

—Mis hombres fueron entrenados para esta misión, se dejarán la vida en ella si es necesario —alardeó orgulloso Miguel. Levantando una mano, hizo una señal a los cuatro hombres que a sus espaldas esperaban expectantes sus órdenes. Tras recibirlas, desenvainaron sus espadas de luz y agitaron sus alas, emprendiendo el vuelo para detener a la bestia.

Alem juntó sus manos y luego las separó dejando unos centímetros de separación entre ambas. Una bola de luz se empezó a formar en el espacio que ambas delimitaban. En el aire, los guerreros se esmeraban en ganar tiempo, cortando los tentáculos de oscuridad que del monstruo emergían, lanzando rayos y esferas de luz contra él.

Sin embargo, daba la impresión de que, a pesar de todo su esfuerzo, no obtenían resultados, los ataques de luz apenas parecían hacerle daño y los tentáculos seguían emergiendo, como si aquella bestia fuera una fuente inagotable de energía oscura. Aquellos soldados se podían considerar la élite dentro de su raza, pero incluso la élite tiene sus limitaciones. Pronto el cansancio empezó a hacer mella y los ataques de la bestia se volvieron más agresivos. No desistieron, aunque con menor energía que al comienzo, siguieron impasibles, en su afán de entretener al monstruo.

No obstante, el curso del combate cambió cuando el más joven e inexperto de ellos se atrevió a mirar fijamente a aquellos dos focos rojos, a mirarle a los ojos a la destrucción misma, y él, que era un soldado de élite, experimentó la misma parálisis que Alem cuando se encontró con la bestia. Esta no desaprovechó la ocasión, y lo atravesó por el vientre con uno de sus tentáculos.

El soldado profirió un agudo grito, el dolor que sentía era similar al que sufriría si sus órganos internos fueran quemados por las mismas llamas del Sol. El ser de ojos rojos se dedicó entonces con sádica devoción a arrancarle las alas, como un niño que acaba de atrapar a una mosca entre sus manos y se divierte a costa de su sufrimiento.

Alem observó la macabra escena con los ojos desorbitados. Miguel, impasible, le dirigió una severa mirada para que siguiera con su trabajo, y el anciano decidió no dejar que el sacrificio del soldado fuera en vano. Distinta a la reacción de su Señor Supremo, el resto de soldados enfureció al observar la horrible muerte de su compañero, y, guiados por el odio, se abalanzaron, espadas en alto y grito en la garganta, contra el monstruo.

Su destino no fue demasiado diferente: la élite del ejército de Miguel acabó transformándose en unos inertes cuerpos desmembrados, mutilados, desgarrados… Uno a uno los guerreros fueron convirtiéndose en juguetes a merced del sádico ser, que parecía divertirse con tal ocupación. Muertos todos sus guerreros, el Señor Supremo descruzó los brazos, desenvainando su espada de luz.

—¿Te queda mucho? —le preguntó a Alem sin quitar la mirada de la bestia.

—Sólo un poco más —respondió el anciano, que se esforzaba en hacer cada vez más grande la esfera de luz que se formaba entre sus manos, ahora separadas prácticamente por metros.

Miguel asintió y, blandiendo su espada, elevó el vuelo con la misión de evitar que las muertes de sus subordinados no fueran en vano.

—Realmente luces de forma aterradora —le dijo a la bestia alzando la voz—. Pero mi nombre es Miguel, Señor Supremo de los Butzinas. Es mi deber como soberano tomar las decisiones adecuadas para el bienestar de mi raza. Tú representas la mayor amenaza en años para nuestra supervivencia, por lo tanto, la decisión que he tomado es que debes desaparecer de la faz de este universo —afirmó desafiante.

Como si hubiera entendido las palabras amenazadoras de Miguel, la bestia entornó sus ojos rojos y lanzó sus tentáculos con furia contra él. Al no contar con ayuda, el Ser Supremo de los Butzinas se las ingenió para poder ganar tiempo. Viendo que, por más que cortara tentáculos, estos seguían emergiendo y ello sólo contribuía a acelerar su cansancio físico, levantó una barrera esférica de luz a su alrededor, que resistió los constantes ataques del monstruo. Sin embargo, era tal el poder de la bestia, que tras unos cuantos golpes, logró derribar el escudo de luz, partiendo el ala derecha de Miguel, que, desestabilizado, se precipitó contra el suelo.

A pesar del dolor, se levantó rápidamente con intención de reemprender el vuelo y devolverle el golpe. Mas no pudo, se quedó congelado ante la visión que tenía delante: los tentáculos de oscuridad se arremolinaban unos con otros, pareciendo formar una gigantesca garra, una garra que se dirigía hacia él. “No puedo morir aquí.” Pensó. “No pienso morir aquí.” Esgrimiendo su espada, hizo señales a la bestia de que estaba preparado para proseguir con el combate. Esta, aceptando su desafío, alzó la garra de oscuridad con el propósito de aplastar a Miguel.

—¡Listo! —Se oyó gritar a Alem.

El monstruo puso sus enormes ojos rojos entonces en la enorme esfera de luz que el anciano creara, e, intentando detenerle, lanzó su enorme garra hacía él. Alem profirió un grito de dolor cuando la bestia desgarro con excesiva facilidad su vientre, dejando al descubierto sus órganos internos, pero ya era tarde, la bola de luz había sido lanzada contra ella y nada pudo evitar la colisión. La garra de oscuridad fue deshecha por la luz, y la energía oscura que formaba su cuerpo fue apagándose poco a poco. Todo fue iluminado por el gran brillo que despedía aquella esfera. Cuando este se apagó, la bestia se había esfumado del lugar.

No obstante, Miguel observó una pequeña sombra en la lejanía, y rápidamente la siguió. A unas manzanas de allí, encontró, tirado en la acera, a un pequeño niño pelirrojo de no más de 5 o 6 años, ensangrentado y profundamente dormido, más bien inconsciente. Sin pensárselo dos veces, agarró su espada dispuesto a clavársela en el pecho al pequeño.

—¡Detente! —gritó una voz a sus espaldas. A pesar de su lamentable estado, Alem lograra seguirlo hasta allí, agarrándose la zona dañada, de la que emergía sangre a borbotones—. No mates a ese niño, ¡te lo ruego!

—¿Por qué no debería matarlo? Ya has visto al monstruo de su interior, ya has visto de lo que es capaz. Me niego a dejar que mis soldados hayan muerto para nada —explicó molesto el Señor Supremo de los Butzinas—. Lo que me sorprende es que lo dejaras vivo, se suponía que debías matarlo, para eso murieron mis hombres —le acusó.

—Nunca pensé en matarlo —contestó Alem—. Sólo reforcé el sello de luz que le coloqué hace cinco años, para evitar que la bestia lo rompiese totalmente —hizo una breve pausa, haciendo notar lo que le costaba gastar energía para hablar en aquellas condiciones—. Perdónale la vida, por favor. Hazlo por todo lo que te enseñé cuando eras pequeño, hazlo por tu hermana, porque era su deseo… o hazlo porque te acabo de salvar la vida, pero, por favor, hazlo —le suplicó.

Miguel observó la gran herida del vientre del anciano, que dejaba al descubierto su interior, por la cual la sangre no cesaba de fluir. Recordó el código de honor que aprendiera durante su formación como soldado: “La vida es lo más preciado para un guerrero Butzina, sin importar las condiciones de la batalla, todo guerrero debe velar por la seguridad del resto, y todos han de saber agradecer que se les proteja.” Bajando la cabeza, Miguel terminó cediendo a las peticiones del anciano.

—De acuerdo —dijo a regañadientes—, lo dejaré con vida… por ahora —Miguel observó al pequeño ser, que, inconscientemente, era un total desconocedor de los eventos ocurridos en aquel día—. Dime Alem, ¿serás quién de cerrar esa herida? —le preguntó preocupado, observando que la hemorragia no se detenía.

—Por supuesto, ¿quién te crees que soy?—respondió confiado el anciano.

—¿Y que harás con todos los seres de este planeta que han presenciado los eventos de hoy? —quiso saber.

—Les borraré los recuerdos pertinentes. No debería ser complicado, al fin y al cabo sus mentes están mucho menos evolucionadas que las nuestras, deberían ser fáciles de manipular.

—Supongo que por alguna razón fuiste el Supremo Sanador de Edén. De acuerdo, en ese caso yo… —dijo el Señor Supremo mientras se retiraba del lugar, pero antes de terminar la frase dirigió una fulgurante mirada a Alem—. Debes de saber, que lo que hoy se te ha concedido no es más que un aplazamiento de lo que debe suceder. Escúchame bien, me da igual a dónde vayas, dónde te escondas, en este planeta o en otros, no me importa, porque te encontraré Alem, te lo prometo, y sabes que yo jamás falto a una promesa —tras pronunciar aquellas desafiantes palabras, desapareció, confundido entre los rayos del astro rey.

Durante las horas siguientes, Alem se esforzó en parar la hemorragia y cerrar la grave herida, además de tomarse la molestia de modificar cualquier recuerdo que los seres de ese planeta hubieran tenido en cuanto a lo que respectaba a la aparición de la bestia y a la posterior lucha. Al llegar la noche, finalmente, el niño despertó. Asustado al verse lleno de sangre, rápidamente se hizo un ovillo y se puso a llorar. El anciano no supo como actuar, intentó acercarse a aquel pequeño, que en poco se parecía ya a aquel bebé al que en el pasado ayudara a nacer.

“Abraham, mi hijo y nuestro salvador, se llamará Abraham” dijera en aquella ocasión su madre al sostenerlo entre sus brazos. No hizo falta que el anciano dijese o hiciese nada, Abraham alzó la mirada llorosa hacía él, y, como si fuera un conocido de toda la vida, se abrazó a él, aún llorando de forma desconsolada.

—No te preocupes más pequeño, yo cuidaré de ti —susurró Alem—, Abraham, hijo de Adán y Eva.

Sumido aún en sus recuerdos, Alem se encontró de repente en frente a la puerta de su casa.

Al entrar, observó las luces encendidas, por lo que dio por hecho que su nieto estaba allí. La televisión estaba encendida, en el telediario local hablaban sobre el terrible asesinato de tres jóvenes. Alem en seguida lo relacionó con los sucesos vividos en esa misma jornada. De repente, escuchó el sonido del metal siendo desenvainado en el sótano, y en su mente todo se fue relacionando dando lugar a una descabellada teoría.

***


Sumida entre las sombras, oculta en la oscuridad, en su hábitat natural, Lilith meditaba con gesto serio. Su negra piel se erizó y sus marrones pupilas se dilataron cuando la calma de su soledad fue interrumpida por una inesperada visita. Con una fulgurante sonrisa, se levantó del trono en el que se aposentaba, y, apartándose de los ojos el flequillo de su largo, ondulado y hermoso pelo negro que desembocaba en sus caderas, se acercó a recibir a su visitante.

—Mi Supremo Caballero Eblis —dijo sonriente mientras se agarraba a su cuello para posteriormente besarle con pasión—. Os he dicho que no me visitéis de forma tan poco cuidadosa —le recriminó—. ¿Qué pensarían el resto de mis soldados si supieran de nuestros encuentros?

Eblis la observó sin mostrar ninguna reacción en su rostro. ¿Porque se molestaba tanto en guardar las apariencias? Entre todos los Kardinutas era conocida la lujuriosa personalidad de su Suprema Señora Lilith, y sus coqueteos con sus soldados de élite, en especial con él. Todos sabían de las pasiones que suscitaba en ella aquel joven de negra piel con músculos bien definidos, dotado de una larga, lisa y hermosa cabellera negra, que caía sobre su rostro tapando su ojo derecho.

—Mi Señora Suprema —pronunció al recordar la razón de su visita—, me temo que no vengo por lo que creéis.

Lilith pareció mostrar en su cara una mueca de desilusión. Apartándose de Eblis, se acomodó nuevamente en su trono y refunfuñó:

—Entonces, ¿a que habéis venido?

—Recolectando información para nuestros informes, no hemos podido realizar ningún tipo de contacto con Adirael —le hizo saber.

—¿Es con el único con el que ha habido problemas? —preguntó contrariada Lilith.

—Así es —afirmó Eblis—. Creemos que posiblemente haya sido asesinado por los Butzinas.

—¿Acaso se han atrevido a romper el Pacto de paz universal? —quiso saber airada la Señora Suprema—. ¿Cuál podría ser la causa?—preguntó confusa.

Eblis se quedó en silencio, observando fríamente a Lilith. Esta pareció entenderlo todo al instante. Una demoníaca sonrisa se dibujó en su bello rostro.

—Parece que realmente el Boré si está con nosotros —musitó—. Eblis, mi Supremo Caballero, no podemos quedarnos quietos, es el momento que hemos estado esperando durante todo este tiempo. Antes de nada, quiero confirmar estas suposiciones: envía a varios guerreros de élite a las coordenadas en las cuáles se encontraba Adirael. Ordénales que investiguen a fondo el lugar y comuniquen cualquier hallazgo.

—Si, mi Suprema Señora —y tras realizar una reverencia, se retiró de la oscura estancia en la cual Lilith se aposentaba.

—El Rashá… ¡Por fin será nuestro! —susurró sonriente la bella Señora Suprema de los Kardinutas.

***


Cogió una de las katanas que colgaban de las paredes de la estancia, formando junto al resto de armas una gran colección. Desenvainó con cautela el arma y la sujeto orientada hacia él, con el filo apuntando a su vientre, dispuesto a suicidarse, de rodillas, como lo hacían los gloriosos guerreros de un país lejano al que tenía cierto aprecio. “Si yo he cometido esos asesinatos, nunca seré capaz de perdonarme.” Se dijo a si mismo. “Lo siento abuelo. Lo siento Carlos. Lo siento Sandra. Pero ni siquiera vosotros estáis seguros conmigo.” Cerró los ojos y se dispuso a hundir el arma.

Súbitamente, la katana desapareció de sus manos. Al abrir los ojos se encontró con su abuelo frente a frente, que sujetaba el arma con cara de pocos amigos.

—¡Idiota! —gritó enfadado—. ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Qué sería de mí o de tus amigos si tú desaparecieses de la faz de este planeta? ¿Qué tipo de pensamiento egoísta te ha llevado a siquiera plantearte semejante locura?

El muchacho bajo la cabeza para evitar la furtiva mirada de su abuelo, y se mantuvo por unos segundos en silencio.

—Abuelo… —pronunció con dificultad—. Dime la verdad… ¿Yo maté a mis padres? —preguntó mientras elevaba lentamente la cabeza.

Los llorosos ojos del muchacho entraron por la retina del anciano y alcanzaron su corazón. Poniéndose de rodillas, a su altura, y sujetándole por los hombros, le dijo:

—Abraham… Ha llegado el momento de que conozcas la verdad.


¿Qué? ¿No puedes aguantar más? ¿Necesitas saber que es lo que se esconde tras la máscara de esta realidad? Pues me temo que de momento no te lo puedo decir... Pero si te portas bien y aguantas otra semanita te regalaré pan con chocolate y "El ocaso del alba": Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara

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Nuevas noticias frescas y refrescantes:

- Para empezar, ¡ya tenemos logo!, le doy las gracias a mi ilustradora personal e.e Próximamente también tendremos wallpapers, pins y camisetas (?)

- Actualmente estoy trabajando en un blog en el cuál colgaré toda mi obra, esta y otras muchas historias os aguardarán en él. Próximamente tendréis la dirección en mi firma.

- Y la noticia jugosa de la semana: ya podéis leer "El ocaso del alba" de Mickael Vavrinec (un servidor) en la revista semanal online ¡No lo leas! (pondría el enlace, pero como es spam, lo buscáis en google).

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

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Re: El ocaso del alba

Notapor Naxid » Mar Jul 19, 2011 3:08 pm

Me está gustando mucho la historia Mickael. Y enhorabuena por salir en la revista No lo leas.
Felicidades Mickey, seguiré leyendo esta historia.
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Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Lun Jul 25, 2011 5:32 am

Respuestas a mis queridos lectores
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Esta semana sólo tenemos a un lector que dé la cara, ni siquiera tenemos las críticas de Habi, bueno, no le puedo achacar nada porque sus razones tendrá, aún así agradecería alguna crítica de alguien, sino no habrá mejoras notables entre capítulo y capítulo 8[

Naxid: Me alegra haberme ganado a un lector tan fiel como tú ^^
pero si puedes... critícame un poco :_ ]

Nada más por hoy, pero a este ritmo no habrá sección la semana que viene .-.


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Ahora dirigiéndome a los valientes y aguerridos lectores que me siguen, he de darles algunas noticias, malas o buenas según se miren. Lo primero de todo, referente al capítulo de hoy, es que el capítulo me ha quedado algo larguillo, así que esta semana publicaré la primera parte, y dejo la segunda para la siguiente. De hecho, a partir de ahora, publicaré partes de capítulos semanalmente en vez de capítulos enteros, así la lectura será más amena para el lector. Es algo que ya tenía previsto hacer más adelante con el objetivo de igualar la publicación entre la revista, el blog y el foro. Si empiezo ahora os evito un mes de espera en el que iba a estar fuera sin poder escribir, y lo reduzco a tan sólo una semana antes de encauzar las tres vías de publicación.

En cuánto a lo que acomete a hoy, el capítulo se puede resumir en un monólogo de Alem en el que se nos aclara por fin el trasfondo de la historia. No les quiero entretener más, simplemente disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara – Parte 1
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La luz de la luna penetraba a través de la ventana iluminando la pequeña cocina. Pequeña en proporción al resto de habitaciones del hogar, pero suficientemente grande para ellos dos. Abraham se sentía algo mejor estando su abuelo en casa, no obstante, desconocía por completo que era lo que le iba a contar. Había vivido demasiadas cosas en un mismo día. Nervioso, se entretenía removiendo con una cuchara el chocolate en polvo que vertiera sobre su taza de leche.

Alem se preparara un café teniendo en cuenta que, sin lugar a dudas, la charla sería larga. Desde que se comprometió a cuidar del chico fue consciente de que aquel día llegaría, pero le hubiera gustado disfrutar un poco más de la tranquila vida que llevara en los últimos años.

—Tú no mataste a tus padres —dijo el anciano, rompiendo el silencio, antes de darle un sorbo a su café—. Eso es lo primero que debes saber.

El chico se le quedó mirando, parecía predispuesto a dudar de cualquier cosa que le fuera a decir. Iba a abrir la boca para hacer otra pregunta, pero Alem se le adelantó.

—Tampoco mataste a esos chicos —le respondió.

—Pero… Las dos veces… Me desperté ensangrentado, amnésico, confuso… En ambas ocasiones… Alguien murió… No sé si es que tengo una doble personalidad psicópata o qué… Pero me es inevitable pensar que soy un asesino —le rebatió Abraham—. Además, están esos tipos con alas de hoy. Uno de ellos quería matarme por algo que había hecho —añadió.

—¿Tipos con alas? —preguntó con curiosidad Alem.

—Si, ya sé que es difícil de creer. Pero eran un hombre y una mujer con alas, como si fueran ángeles. Yo los ví, me cuesta creer que fueran reales, pero la cuestión es que lo parecían —explicó el chico—. Debes pensar que estoy delirando… —añadió al observar la cara del anciano.

—Así que te encontraste con ellos… —mencionó, provocando una mueca de sorpresa en la cara del muchacho —. Y conseguiste salir vivo… —susurró.

—¡¿Tú también los viste, abuelo?! —preguntó sorprendido.

El anciano sonrió brevemente.

—Bueno, lo cierto es que yo no soy tu abuelo verdadero —Abraham no pareció sorprenderse por esta afirmación. Tampoco la ausencia de una reacción por parte de su nieto adoptivo descolocó a Alem. Era algo acerca de lo cual el muchacho sospechaba desde hacía mucho tiempo.

El antiguo Supremo Sanador de los Butzinas se levantó de la mesa en la que ambos se encontraban y se dirigió hacia la ventana, mirando fríamente a la luna.

—Te voy a contar una leyenda —le informó a Abraham—. Una leyenda que, como cualquier otra leyenda, tiene algo de realidad, y algo de fantasía:

>>Hace muchos miles de millones de años se creó el universo, y las galaxias se fueron formando. En el centro de este, se formó la más bella de las galaxias, la galaxia Maljut de Ein Sof. Esta galaxia estaba presidida por el más precioso de los astros que han habitado el universo, la más bella de las estrellas que lo han iluminado: Shémesh.

>>Dicen que esta estrella dotaba de tal belleza a dicha galaxia, que el ser divino conocido como Boré, de quién se cuenta poseía seis alas: tres blancas y tres negras, se quedo prendado de ella. Entonces el Boré decidió que en aquella galaxia deberían existir las especies más poderosas y evolucionadas del universo, y arrancándose un ala de cada color, plantó dos semillas de vida en los dos planetas que mejor acondicionados estaban para esta.

>>El planeta llamado Edén, recibió el ala blanca, y se convirtió en un hermoso vergel en el cuál los seres de luz crecieron y evolucionaron hasta dar paso a los Butzinas, los seres de alas blancas. El planeta llamado Gehena, por otra parte, recibió el ala negra, y se convirtió en un cavernario lugar en el cuál los seres de oscuridad crecieron y evolucionaron hasta dar paso a los Kardinutas, los seres de alas negras.

El anciano hizo una breve pausa para observar al muchacho, quién le escuchaba atentamente, sumido totalmente en la historia que este le contaba.

—Los Butzinas y los Kardinutas —prosiguió—, llegaron eventualmente a entablar contacto. Y, donde lo más lógico hubiera sido llegar a un mutuo acuerdo y entendimiento por el bien del universo, nacieron el odio y el rencor. Ambas especies se observaron mutuamente con ojos de desprecio, considerando a la otra una amenaza para si mismas e incluso para el universo, proclamándose cada una como la especie que debería regir este. Así fue como nacieron las guerras.

>>Las guerras entre Kardinutas y Butzinas, entre seres de oscuridad y de luz, se prolongaron durante milenios. Fueron largos siglos de dolor y sufrimiento para ambas razas, pero ninguna dio nunca su brazo a torcer, ninguna renegó de su orgullo. Grandes héroes y villanos las aprovecharon para escribir sus nombres en la historia. Padres perdieron hijos e hijos perdieron padres. Hubo ocasiones en las que ambas razas llegaron al límite de la extinción. También se dieron breves períodos de calma, que sólo precedieron a nuevas guerras. Desde que ambas especies se conocieron, sólo supieron darse dolor y sufrimiento la una a la otra.

>>Pareciera que el ciclo sería interminable, que no terminaría la guerra hasta que una de las dos eliminara por completo a la otra, y dado que las fuerzas de ambas eran muy similares, era común el pensamiento de que ese dolor sería eterno. Pero no fue así, en la última de las guerras entre seres de oscuridad y luz, hubo una serie de sucesos que cambiaron por completo el curso de la batalla.

El anciano se volvió a sentar en la mesa para darle un trago a su café, con el fin de humedecer su seca y vieja garganta.

—¿Qué pasó abuelo? —preguntó curioso Abraham—. Por favor, continua.

Alem se limitó a sonreír ante la impaciencia del muchacho. No era de extrañar que esta historia le fascinara dada su afición por todo aquello relacionado con la fantasía.

—Coincidiendo con los recientes cambios de líderes en ambas tribus —siguió el anciano con la historia—, tras la muerte de los antiguos en un duelo personal, se produjo un genocidio Kardinuta. En toda la mitad sur del planeta fue extinguida la vida: plantas, animales, seres de oscuridad en general fueron borrados de la faz de Gehena. El hecho fue rápidamente atribuido a los Butzinas, y, dado que el evento se había producido en un corto período de tiempo y sin que las fuerzas del ejército Kardinuta pudieran reaccionar, se infundió en todo el planeta el temor de que la tribu de la luz poseyera algún tipo de arma capaz de realizar tal masacre de forma tan fácil y veloz.

>>El Señor Supremo de los seres oscuros, Adán, hizo llamar inmediatamente al Supremo Sanador Matus.

—¿Supremo sanador? —interrumpió el muchacho con su curiosidad—. ¿Qué cargo era ese?

No era una pregunta de difícil respuesta para Alem, quien conocía perfectamente el puesto.

—Podría decirse que es como el chamán de una tribu, aquel que tiene los mayores conocimientos acerca de la… “magia”, digamos —respondió el anciano.

—Entiendo —afirmó el chico, e hizo una señal para que siguiera con la historia.

—Anteriormente, Matus le había propuesto al Señor Supremo usar un arma capaz de eliminar a todos los Butzinas de un sólo golpe de forma sencilla, pero Adán, quien había ascendido al trono predispuesto a lograr la paz, se había negado rotundamente. Sin embargo, ahora se encontraba dominado por la ira y el miedo, y, viendo que, si no reaccionaba rápido su raza podría extinguirse, le dio permiso al Sanador Supremo para utilizar aquella arma a la que se le atribuía tales capacidades de destrucción.

>>El resultado fue terrible: la más larga y horrible de las pesadillas se inició aquel día —Alem fijo sus ojos en el muchacho queriéndole transmitir lo espantoso de la historia—. El Rashá fue liberado. Imagínate a la más profunda y tétrica de las oscuridades tomando forma. Aquella bestia era oscuridad pura, una gran masa de oscuridad destructiva. Sus penetrantes ojos rojos, sus grandes garras, sus afilados colmillos, sus gigantescas alas negras, su tamaño planetario.

>>Todo en él producía temor. Imagínate vivir en Edén, ser un Butzina, en un día como otro cualquiera de tu vida, y, de repente, observar a aquel gigantesco monstruo avanzar hacia ti. Lógicamente, el pánico cundió en aquel bello vergel. El ejército salió raudamente a combatirlo, pero sus esfuerzos fueron en vano. Era imposible contener a aquella bestia. Se inició la evacuación de todo el planeta, pero realmente muy pocos se salvaron: los habitantes del palacio real, soldados de élite y algunos civiles.

>>Eva, la Suprema Señora de los Butzinas, tuvo que observar desde otro astro, con estupefacción y espanto, como aquella oscuridad, como la destrucción misma, se agarraba al planeta en el que había habitado su raza desde el comienzo de los tiempos, y en unos segundos, con sorprendente facilidad, lo hacía volar en mil pedazos. Los pocos seres de luz que sobrevivieron lo perdieron prácticamente todo en ese instante. La desesperación y la tristeza inundaron el universo.

>>En medio de todo el caos, aquella bestia parecía estar feliz, disfrutando con lo que acababa de hacer, y la galaxia entera enmudeció cuando de aquel monstruo emergió la más oscura y cruenta risa imaginable, capaz de helar a todo ser que la estuviera escuchando. El mismo Adán, quien había ordenado aquello, sintió terror ante la visión que contempló y miedo de si mismo por haber liberado a aquel monstruo. Por lo que ordenó a Matus, quién pareciera estar feliz por los resultados del experimento, que encerrara para siempre a aquel ser.

>>Durante los siguientes meses, Adán prohibió terminantemente cualquier ataque hacia los Butzinas restantes, aún siendo consciente de que si los dejaba vivos acabarían vengándose. El odio y el rencor entre las razas crecieron más que nunca, y el breve periodo de paz se llenó de una inaguantable tensión. Aprovechando la paz, Gabriel, hermano de Adán, preocupado por el estado de locura en el que cayera este, incluso llegando a intentar suicidarse en varias ocasiones, investigó más a fondo acerca del Rashá… y llegó a un terrible descubrimiento.

>>Aquel genocidio atribuido a los Butzinas, no tuvo nada que ver con estos, pero si con cierto Supremo Sanador y sus macabros experimentos. Gabriel reveló que Matus había usado a la mitad de la población del planeta Gehena como sacrificio para crear a aquel ser. El Rashá fue concebido a partir de la energía obtenida de media población Kardinuta. Aquella masa de oscuridad destructora era en realidad una aglomeración de seres de la oscuridad.

>>Tan terrible noticia aterrorizó al Señor Supremo, quien rápidamente pidió explicaciones a Matus. Este se limitó a contestar que tales sacrificios eran necesarios por el bien de la raza. Airado, Adán ordenó el destierro de este, advirtiéndole de que si volvía a pisar Gehena, sería inmediatamente asesinado sin dudar.

>>Pero la semilla de odio plantada por el antiguo Supremo Sanador Kardinuta crecía incontrolablemente. La peor de las guerras se avecinaba, y el Supremo Señor entristecía al verse impotente. Gabriel, también preocupado por la situación, consiguió concertar una reunión clandestina entre Adán y Eva, en la cuál le explicarían a la Suprema Señora del ahora inexistente Edén sus descubrimientos e intentarían llegar a un acuerdo de paz.

>>Muy superior a las expectativas de los dos hermanos, Eva, cansada de ver sufrir a su gente, se mostró predispuesta a lograr la paz entre ambas razas. Una vez conocidos todos los detalles que les llevaron a la situación actual, el objetivo primordial de ambos Señores Supremos fue el de encontrar una manera de evitar que la bestia pudiera volver a ser usada. Para esta labor dispusieron de la ayuda del Supremo Sanador Butzina, Alem. Este llegó a la conclusión de que, no habiendo posibilidades en ese momento de destruir al monstruo, lo más sensato sería encerrarlo en un receptáculo del cuál le fuera complicado escapar.

>>Se pensó en usar algún objeto, pero por muy oculto que estuviera, siempre cabía la posibilidad de que alguien lo encontrara y lo usara con perversos fines. Se llegó a la conclusión de que la mejor opción era la de utilizar a un ser vivo, pero no podía ser un ser de luz, pues sería destruído por el Rashá. Por otra parte, debía ser alguien con gran fuerza de voluntad e ideales pacifistas, llegando a ser capaz de poder controlar a la bestia, pero sin usarla. Ante la sorpresa de todos, Gabriel se presentó voluntario.

>>Adán se negó instantáneamente a que su hermano albergara a la bestia, pero Gabriel ya había tomado una firme decisión: el portaría al Rashá. Alem se encargaría personalmente de realizar el sello que encerraría al monstruo en su interior. Todo fue predispuesto y preparado para el confinamiento de la bestia. En el día elegido, Adán, Eva, Alem y Gabriel bajaron a las cavernas más oscuras y profundas de Gehena, en las que se hallaba la bestia encarcelada.

>>Una vez todo estuvo preparado y dispuesto, el Rashá fue liberado. Alem atrapó al monstruo en una esfera de luz, y logró introducirlo en el cuerpo de Gabriel, sellándolo en él. En un primer momento, todo pareció salir perfecto. Pero poco después de ser encerrada la bestia, el hermano de Adán empezó a sufrir espasmos y convulsiones. Intentaron auxiliarle, más no se pudo hacer nada, su cuerpo pronto adquirió una oscura forma que poco a poco se fue haciendo más grande. El Rashá había consumido a Gabriel.

>>La bestia fue encarcelada en su mazmorra terrenal de nuevo. La desgracia y la desolación también volvieron a abatir a Adán ante la perdida de su hermano. Si no hubiera tenido a Eva a su lado, nadie sabe que hubiera sido de él. Aún siendo de razas distintas y contrarias, Eva y Adán habían entablado una afectiva relación durante el período de paz, se podría decir que habían llegado a enamorarse el uno del otro.

>>Alem se dio cuenta de esto y les propuso un plan para encerrar definitivamente a la bestia: si ningún ser de luz ni ningún ser de oscuridad era quien de poder albergarla en su interior, la única solución era confinarla en un ser de luz y oscuridad a la vez, en un híbrido. Adán y Eva debían tener un hijo con el fin de que este sirviera de receptáculo. Aunque ninguno de los dos hubiese mostrado sus sentimientos todavía, estaba claro que ambos se amaban, así que finalmente accedieron. Un año después de que Gabriel fuera consumido por el Rashá, nació el hijo de los Señores Supremos… ¡Abraham! —el anciano se levantó de su asiento, y, de su espalda, emergieron sus dos viejas alas blancas que, desplegadas, ocuparon longitudinalmente la práctica totalidad de la estancia.


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Seguimos con veraniegas noticias:

- El blog ya está en funcionamiento, tenéis la dirección en mi perfil y en mi firma. Allí publico con algo de retraso "El ocaso del alba" (versión corregida) y otras cosas que os pueden interesar. Visitadlo y no os olvidéis de comentar. Tenemos que superar al de Zero (?)

- Por fin tenemos la sipnosis de la historia en este post colgada (ya era hora).

- Y también la versión PDF, para una mejor y más cómoda lectura ~

- Tengo en mi poder los primeros fanarts de "El ocaso del alba", pronto estarán subidos al blog.

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

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Re: El ocaso del alba

Notapor Drako » Dom Jul 31, 2011 12:46 am

Bueno Mickael... Realmente no me he leído demasiado de tu historia, solo he leído el prologo y sinceramente esta genial. Escribes muy bien y tal, pero no podría hacerte una gran critica por solo leer un pequeño prologo. A ver si me gustan los siguientes capítulos, sigue escribiendo así de bien ;D

PD: La crítica seguramente será buena, no veo ningún punto que me disguste, al menos de momento e.e
No veo camino mejor que el que he elegido...

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Muchas gracias por el pin, melodia ;D

¿Quieres conocer mi fic? ¡Pues abre el spoiler y entra a ver que te parece!
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Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Dom Jul 31, 2011 4:19 am

Respuestas a mis queridos lectores
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La soledad se cierne sobre... Ah, no! que tenemos un comentario 8]

Drako: Gracias por leer y comentar. Me alegro de que te guste el prólogo, aunque has de saber que hasta la fecha ha sido la parte en la que más caña me han dado XD Espero que sigas leyendo, te siga gustando y coloques aquí tus críticas constructivas ^^

Y por hoy nada más, comentario a comentario va sobreviviendo esta sección e.e


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Bien, hablemos un poco acerca de la obra, tengo que avisaros de que a partir de este momento comienza el plan de confluencia de las tres vertientes de publicación. Por lo tanto, a partir de ahora, además de ser episodios fragmentados, serán publicados cada dos semanas en vez de cada una (por eso y porque no estaré durante Agosto y será díficil que me pueda conectar). De todas maneras teneis colocado en el calendario de publicación todas las fechas hasta comienzos de septiembre que es cuando termina el plan y se vuelve a la publicación semanal.

Hablando del capi de hoy, es la terminación del de la semana pasada: tenemos la reacción de Abraham al enterarse sobre su pasado, la parte que falta por contar de este, y a los malos malosos moviendo fichas. Disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara – Parte 2
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El muchacho reaccionó asustado ante esta visión. Se echó hacia atrás, con tan mala suerte que la silla volcó, haciéndole caer al suelo. Allí se arrastró temeroso hacia la pared, apoyándose contra ella.

—¿Tú… eres uno de ellos? —preguntó con miedo.

—Si —respondió con frialdad el anciano—, pero a diferencia de ellos, yo ni te odio ni quiero matarte, yo quiero protegerte, porque se lo prometí a tus padres.

—¿Como esos tipos de alas negras… los que aparecían en tu historia… los Kardinutas?

—Es un error pensar que ellos quieren protegerte, créeme.

—Entonces… yo soy el Abraham de tu historia, y ella en si misma es realidad… pero parece tan irreal a la vez —reflexionó el joven.

—Te has encontrado con ellos hoy, y además tienes a uno delante tuya, ¿cómo puedes juzgar la realidad de estos acontecimientos? —le hizo ver Alem.

—De la misma manera que dudo de la realidad que observo cuando sueño —rebatió Abraham.
El anciano le miró extrañado, pero se percató de que el muchacho tenía razón.

—En ese caso… —dijo—, al menos escucha todo lo que tengo que contarte, y mañana por la mañana cuando despiertes podrás comprobar si esto es realidad o sueño —el muchacho se mostró conforme y el anciano continuó con la historia—. Mi nombre es Alem, antiguo Supremo Sanador de Edén, y parte de lo que hoy he contado son mis memorias personales.

>>Yo fui quien ayudó a Eva a darte a luz, en cierto modo, yo soy tu comadrona, yo te tuve entre mis brazos el día en que naciste, y predispuse que tú fueras nuestro salvador. Se programó tu futuro, se pensó en darte una educación clandestina y completa. Clandestina, porque la mezcla de sangre entre especies se consideraba una aberración, y completa, para que te convirtieras en un perfecto receptáculo para el Rashá. Pero alguien no nos quiso dar tiempo.

>>Al año de que nacieras, la bestia fue liberada. ¿Quién? o ¿cómo? nunca lo supimos, pero el monstruo emergió de las profundidades de Gehena. Temimos que pudiera terminar con el resto de la población Butzina alojada en los planetas colindantes a donde se encontraba Edén. Tomamos una decisión precipitada, pero era una decisión necesaria para salvaguardar la especie: a pesar de tu corta edad, sellaríamos al Rashá en tu interior.

>>Mas el problema principal era contener a la bestia para que yo pudiera realizar el sello. Adán y Eva, literalmente, se sacrificaron para lograr este objetivo. Tus padres se enfrentaron a la bestia y perecieron en el combate, pero me dieron el tiempo suficiente para poder introducirla en tu interior y sellarla. Las últimas palabras de tu madre fueron muy conmovedoras: “Por favor, prométeme que lo protegerás y cuidarás de él.” ¿Como negarme? Después de todo, yo estaba implicado en todo ese asunto hasta el cuello.

—Pero si mis padres murieron en aquella ocasión, entonces… —reflexionó el chico.

—Los que murieron hace 10 años no eran los verdaderos —le interrumpió el antiguo Supremo Sanador ante su sorpresa—, sólo fueron tus padres adoptivos durante tu estancia en La Tierra.

>>Una vez se produjo el confinamiento del Rashá, supe inmediatamente que me sería imposible protegerte de Kardinutas y de Butzinas: unos querrían utilizarte, otros destruirte. Sellé tu aura y te envié a la región más alejada del universo que estuviera habitada, con la esperanza de que allí estuvieras seguro. En cuánto a mi, vagué durante años por el universo, escapando de ambas razas, sabiendo que yo tenía información valiosa para ellas.

>>Perdido en los confines del cosmos, cuándo me encontraba atravesando la Vía Láctea, presentí una gran cantidad de energía en La Tierra. Curioso, me dirigí hacia el lugar del que procedía. Allí me volví a ver frente a frente con la gran bestia de oscuridad, con el Rashá. Temí que te hubiera consumido, así que luché contra ella y logré reforzar el sello de luz. Poco después me encontré con un pequeñazo pelirrojo llorando, y el resto de la historia ya la conoces.

—Es cierto —comentó el muchacho—. Yo nunca te había visto antes de aquel día, aunque mis memorias anteriores son muy borrosas y confusas, nunca te viera antes. Pero en aquel momento necesitaba a alguien, y tú estabas allí, y me dijiste que eras mi abuelo y cuidarías de mí —recordaba—. De hecho, yo antes tenía otro nombre ahora que lo pienso, pero tú siempre me llamaste Abraham, y yo acepté esa denominación.

—Es sorprendente lo rápido que estás asimilando toda esta información —observó el anciano.

—No te equivoques Alem, aún dudo de que esto no sea un sueño —respondió el chico—. Pero si esto es real y tengo en mi interior a esa bestia, entonces lo que sucedió hoy…

—Fue lo mismo que sucedió hace diez años —terminó la frase Alem—. Con la diferencia de que hace diez años era entendible: el sello estaba muy debilitado, fue lógico que a la mínima oportunidad la bestia intentara dominarte. En cambio, desde que empecé a cuidar de ti, he estado reforzando el sello periódicamente. La única razón que explica lo de hoy es que te vieras sometido a algún tipo de desequilibrio emocional.

—Así fue —le confirmó Abraham.

—Entiendo. Por suerte, aunque no llegué a tiempo de salvarles la vida a esos chicos, pude evitar que los daños fueran mayores. He de decir que esta vez fue más sencillo que en la anterior. En la otra ocasión tuve que enfrentarme a un ser informe de proporciones gigantescas. En este caso, supongo que debido a la fuerza del sello, era tan alto como un humano adulto y poseía forma humanoide.

>>Aunque fue quien de volver a herirme —dijo mientras se agarraba su aún dolorido vientre—. Concluyendo, y respondiendo a tu pregunta: tú no mataste a tus “padres” ni a aquellos chicos, el Rashá lo hizo.
Abraham se levantó del suelo, y observó aún con cierto aire de incredulidad a Alem.

—Si todo eso que dices es verdad, y yo soy un príncipe híbrido… ¿Por qué no tengo alas?

El anciano sonrió.

—Te lo he dicho antes —contestó—. Sellé tu aura para que no pudieras usar tus poderes y no pudieran encontrarte. Pero ya que me pides pruebas… —añadió mientras le miraba fijamente a los ojos.

El chico sintió que algo en su mente se liberaba, e inmediatamente, junto a un gran dolor, tan grande que le hacía dudar de su ensoñación, de su espalda emergieron, rompiendo su ropa, cuatro alas de bellas y majestuosas plumas: dos negras superiores y dos blancas inferiores. El híbrido se quedó petrificado ante tal experiencia.

—¿Qué me dices ahora? —le preguntó Alem.

—Increíble, a la vez que aterrador —contestó estupefacto el muchacho—. Dices que con esto tengo poderes, ¿qué clase de poderes?

—Ha sido un día muy largo, será mejor que descanses y mañana nos pongamos con eso.

—Está bien, pero no voy a poder dormir con estas cosas en mi espalda —mencionó burlonamente Abraham.

—Oh, sólo tienes que guardarlas dentro de ella, piensa en ello y lo conseguirás —respondió el anciano—. ¿Acaso esto no es un sueño? Deberías intentarlo al menos —añadió al ver la expresión desconcertada del chico.

Efectivamente, con tan sólo pensarlo, las alas se replegaron y escondieron en el interior de la espalda del híbrido para su sorpresa, causándole dolor nuevamente.

—Tranquilo por el dolor, acabarás acostumbrándote —comentó sarcástico Alem ante la mueca sufrida del muchacho.

—Bueno, Alem —dijo Abraham—. Ha sido una pesadilla al principio y una fantasía al final, pero me temo que este sueño debe terminar para que pueda proseguir con mi triste y desencantada vida.

—Está bien —contestó el antiguo Supremo Sanador—. Pero si esto no es un sueño, mañana tocará una dura jornada de entrenamiento, sé consciente de ello.

—Si, lo soy. ¡Buenas noches! —se despidió alegre el chico.

—¡Buenas noches! —le respondió sonriente el anciano.

***


—El mismísimo Supremo Sanador en persona ha acudido a curarme, que halagada me siento.

—No sé de que te sorprendes, según Rafael tienes información muy importante para nosotros.

—Es cierto… lo he encontrado.

Bajo la escasa e intermitente luz de algún que otro débil foco que iluminaba aquel callejón, Mahasiah se esforzaba por reimplantarle a Pahaliah su ala izquierda.

—Así que lo mataste… —comentó—. ¿Al menos te deshiciste del cuerpo?

La Butzina asintió con la cabeza a la par que enseñaba las dos alas negras que portaba en su mano derecha, claras pruebas de su delito.

—El muy cabrón me arrancó una de mis Knafáims —recordó airada—, pero yo me quedé las suyas como trofeo.

—¿Qué fue del sujeto α? —quiso saber el Supremo Sanador.

—Escapó mientras me encontraba luchando con el Kardinuta. No pude seguirlo, pues su aura se mantiene sellada, si lo encontré antes fue gracias a un error de Alem.

“Alem.” Recordó Mahasiah. “Supongo que Miguel ya se habrá encontrado con él.”

—La Knafáim ya ha sido reimplantada, ¿puedes probar a mover…? —el Supremo Sanador Butzina cayó repentinamente al suelo al ser su pecho atravesado por un rayo de oscuridad.

Los focos que iluminaban débilmente el callejón fueron destruidos. Una abrumadora oscuridad asoló el lugar. Pahaliah se colocó rápidamente de pie, en guardia.

—Responde ser de luz —se alzó una profunda voz en la oscuridad—. ¿Mataste a Adirael?

La Butzina no respondió, se mantuvo inmóvil, preparada para el combate, a pesar de no estar todavía recuperada.

—Lo repetiré sólo una vez más —volvió a resonar la voz con más fuerza—. ¿Mataste a nuestro querido compañero Adirael?

De nuevo la respuesta fue el silencio. El ser de alas negras a quien pertenecía la voz sonrió levemente y alzó su brazo hacía Pahaliah, dispuesto a hacerle correr la misma suerte que a Mahasiah.

—Un silencio es una afirmación —dijo burlonamente, y después lanzó su rayo de oscuridad hacia la guerrera.

Pero el rayo se estrelló contra el muro del fondo, destruyéndolo parcialmente. Los ojos del Kardinuta, que podían ver perfectamente en la oscuridad, se llenaron de rabia al observar la repentina desaparición de la Butzina.

—¡Imposible! —masculló.

—Padre, creo que está claro que hay un traidor entre los nuestros —comentó otra voz a su derecha—. Un Butzina no puede alcanzar tales velocidades en la oscuridad.

—Lo que si que está claro, hermano —irrumpió una tercera voz—, es que esa Butzina ha encontrado al Rashá, y nuestro compañero Adirael seguramente, al intentar protegerlo, ha sido asesinado por ella. Deberíamos informar a Eblis de esto —dedujo.

—No será necesario —les interrumpió la voz inicial—. Imaginaos si fuéramos capaces de capturar al Rashá por nuestros propios medios, hijos. Nefilin, Olivier, acaso no os gustaría convertiros en soldados de élite, o que vuestro padre se convirtiera en Supremo Caballero, o… —se quedó unos instantes pensativo, en su rostro se reflejó una mueca avariciosa—, que vuestro propio padre se convirtiera en Supremo Señor Kardinuta. Imaginaos tener el control de todo el universo, ¿no os gustaría, hijos?

—Si, padre —respondieron al unísono.

—Supremo Señor Kasbeel… —susurró mientras sonreía a su progenie. Después dirigió su vista hacia el cuerpo inerte de Mahasiah—. Olivier, arranca y destruye sus alas —le ordenó a su hijo—. No deben quedar pruebas.

—¿Qué se supone que debemos hacer ahora, padre? —quiso saber Nefilin.

—Nos quedaremos unos días por esta zona, hemos de averiguar todo lo que podamos acerca de lo sucedido —respondió—. Pronto nuestros sueños se harán realidad.


Adelanto capi 4
Spoiler: Mostrar
El muchacho deberá aprender a controlar sus nuevos poderes. El duro entrenamiento al que será sometido le ayudará a lograr tal tarea.

En el próximo capítulo de "El ocaso del alba":

Capítulo 4 - Entrenamiento

Él se esforzará al máximo por proteger lo que más quiere.


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Y ahora, el noticiario semanal:

- Próximamente pondré los capítulos en descarga directa, por petición popular, para una lectura más placentera.

- Antes de irme de vacaciones, intentaré colgar las descripciones de los personajes en este topic.

- Hablando de los personajes, no creo que pueda colgar ningún fanart hasta que vuelva de vacaciones, pido disculpas.

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

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Última edición por Mickael el Lun Oct 24, 2011 4:12 am, editado 1 vez en total
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Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Lun Ago 15, 2011 8:30 pm

Respuestas a mis queridos lectores

Spoiler: Mostrar
Si hay alguien que me lea, agradeceria que me comentara, a todo escritor le motiva saber que hay gente leyendole :_D


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Capitulo 4 - Entrenamiento - Parte 1
Spoiler: Mostrar
—¿Por qué me salvaste? —Pahaliah se sorprendió al observar a su salvador—. Responde.

El ser de alas negras sonrió levemente.

—Tú posees algo que necesito —respondió.

—¿Algo que poseo? —preguntó curiosa la Butzina.

El anciano levantó su mano derecha, y con el dedo índice señaló a las alas negras que portaba en su mano la guerrera.

—¿Esto? —reaccionó extrañada—. ¿Para qué?

—Dime Butzina —dijo el ser oscuro haciendo caso omiso a su pregunta—, si te prometiera ser quién de terminar con esta guerra milenaria con un resultado favorable para tu raza, instaurando un orden de luz en el universo, bajo el comando del más poderoso de los reyes, ¿te unirías a mi?

—¿Tú, un ser de la oscuridad trabajando a favor de los seres de la luz? —replicó Pahaliah irónicamente—. ¡No me hagas reír! Por otra parte… ¿Qué se supone que ganaría yo? —preguntó con ojos avariciosos.

—Me gusta tu forma de pensar Butzina —dijo sonriente el anciano—.Que te parecería un alto puesto en la jerarquía del cosmos. Podrías llegar a ser Caballera Suprema del universo.

—Eso ya es otra cosa —comentó la Butzina—, pero… ¿De verdad serías quién de traicionar a tu propia raza? —quiso saber, curiosa.

Los marrones ojos del Kardinuta se iluminaron.

—¡Oh! Si, claro que soy capaz —contestó con aviesa sonrisa—. De hecho, disfrutaré haciéndolo.

***

La luz del sol se colaba entre las rendijas de las persianas, iluminando la habitación del muchacho. Abraham se revolvía entre las sábanas, negándose a obedecer al despertador de la naturaleza. Dándose por vencido, se irguió somnoliento.

—¡Qué sueño más extraño he tenido esta noche! —comentó mientras se frotaba los ojos.

Giró la muñeca para comprobar la hora en su reloj y con estupor observó que llegaba tarde a clase. Sin dar demasiados preámbulos, se levantó con rapidez de la cama y prácticamente se vistió a la vez que bajaba velozmente las escaleras en dirección a la pequeña cocina de la casa. Allí se encontró con su abuelo preparándose su café matinal. La tranquilidad que observó en él le desconcertó.

—Abuelo, ¡¿sabes qué hora es?! ¡¿Por qué no me has despertado?! —le recriminó enervado—. ¡Llegaré tarde a clase! Mejor será que no desayune y coja algo en la cafetería. ¡Adiós abuelo! —le informó mientras se disponía a marchar.

—¿A dónde crees que vas? —sonó desde el interior de la cocina la voz del anciano.

—A clase… —al chico le sorprendió la pregunta—. Acabo de decírtelo…

—Pero… —Alem salió de la cocina—, hoy no tienes clase —apuntó sonriente.

Abraham le dirigió una mirada de desconcierto.

—¿No lo recuerdas? —preguntó el Butzina extrañado—. Ayer murieron tres chicos de tu escuela. El instituto cerró por luto hasta el lunes.

Al chico se le desorbitaron los ojos y se le palideció la cara. “¡No puede ser!” Pensó. “Era un sueño, ¿no? Acaso no lo era. Tenía que serlo. ¿Acaso aún estoy soñando? ¡No puede ser!”

—¿Te encuentras bien? —preguntó el anciano preocupado—. Ven, te prepararé un energético desayuno —mencionó alegremente—. Lo necesitarás.

El chico, aún pálido, se dirigió hacia la pequeña estancia. Mas su mente deambulaba aún por los recuerdos que él había juzgado por falsos y que ahora se presentaban como verdaderos.

El almuerzo transcurrió envuelto por un incómodo silencio. Nieto y abuelo, ambos, no dirigieron palabra el uno al otro. No obstante, mientras la cara de Abraham seguía haciéndole parecer un zombie, en la de Alem habitaba una sonrisa imborrable.

—Acompáñame —le dijo al muchacho tras terminar el desayuno, haciéndole señas.

El chico, aún inmerso en su mundo, le acompañó hasta el sótano de la casa, hasta aquel gimnasio en el que el anciano se mantenía a tono mediante la práctica de artes marciales orientales. Una vez los dos se encontraron en el interior de la estancia, Alem se giró, y, poniéndose frente a él, mientras se colocaba en guardia, le dijo:

—Bien, Abraham, ¡Es hora de entrenar!

El muchacho mostró extrañeza en su rostro.

—¿Entrenar? ¡¿Qué?! —respondió confundido.

—Te lo dije ayer… —Alem miró al chico y suspiró exasperado—. ¿Aún sigues con la tontería de que esto es un sueño?

El chico se mantuvo en silencio.

—Bien Abraham —dijo el anciano mientras se quitaba la chaqueta y la camisa de su traje—. ¡Dime si soy un sueño o soy real! —de su espalda emergieron sus viejas alas blancas.

—¡No puede ser! —Abraham cayó de rodillas al suelo, llorando—. Es un sueño, si, aún estoy soñando, aún no he despertado, eso es.

Alem se mostró airado ante la cobarde reacción de su nieto.

—¡Está bien Abraham! —mencionó furioso—. ¡Puedes quedarte ahí lloriqueando esperando a que despiertes y probablemente antes de que eso pase estarás muerto o serás usado cuál marioneta! ¡O puedes levantarte del suelo y enfrentar tu destino! Dime, Abraham, hijo de Adán y Eva, ¿Qué es lo que harás? ¿Qué es lo que quieres? —le preguntó colérico.

—Yo… Yo… —balbuceó el híbrido—. Yo sólo quiero no tener que saber nada de seres alados ni de monstruos sellados… Yo sólo quiero seguir viviendo cómo lo he hecho hasta ahora.

>>Es cierto… siempre me he estado quejando de mi vida y de lo triste que era. Pero… la verdad es que me gustaba… Me daba igual que mis padres estuvieran muertos, me daba igual que me acosaran en la escuela, me daba igual todo lo malo. Porque te tenía a ti, y tenía a mis amigos, y con eso me bastaba.

>>Pero ahora llegan esos seres alados y tú dices que tengo en mi interior un poder capaz de destruir el universo, y de repente todos los muros que decoraban la habitación de mi vida se caen a trozos. No sé cómo he de sentirme, pero lo único que quiero es volver todo a como estaba antes —concluyó el chico alicaído.

Las palabras del joven conmovieron el corazón del anciano, quién se aproximó hacia él.

—Ya nada será como antes Abraham, pero podemos luchar por intentar devolver las cosas a como estaban —le consoló mientras le tendía la mano—. ¿Qué me dices?

El muchacho se limpió los ojos con la manga de la camisa.

—¿Acaso tengo otra opción? —preguntó alicaído.

El anciano le dirigió una mueca de empatía.

—Me temo que no —comentó mientras le ayudaba a levantarse.

Alem le pidió que se quitara la camiseta, alegando que no era necesario romper más ropa, y que intentara sacar sus cuatro alas, simplemente pensando en ello. De nuevo, aquel extraño dolor recorrió la espalda del muchacho a la vez que los dos pares de alas emergían. Fue sumamente sencillo: sólo tuvo que imaginar que las tenía y hacerlas salir. Se sorprendió de la facilidad con la que se realizaba tal acción.

—Eso que tienes en tu espalda son tus Knafáims —explicó el antiguo Supremo Sanador—. Ellas son las encargadas de canalizar toda nuestra Atzmut; nuestro poder. Los Butzinas poseemos dos blancas que canalizan nuestra Atzmut lumínica; los Kardinutas poseen un par negro, que canaliza su Atzmut oscura. Tú, al ser un híbrido, puedes usarlas para canalizar ambas. La aplicación de esta energía con fines bélicos te la explicaré después.

—Entonces, ¿qué me enseñarás primero? —quiso saber el chico.

—A matar —respondió fríamente Alem.

—¡¿Matar!? —reaccionó sobresaltado Abraham—. ¡Yo no quiero matar a nadie!

El anciano le dirigió una severa mirada. Mediante rápidos movimientos desenvainó una de las espadas de su colección y atacó a su nieto. Este, aunque asustado, consiguió esquivar cada uno de los golpes lanzados por su abuelo fácilmente. Había ganado una agilidad inusitada que le sorprendió. Finalmente el chico acabó cayendo al suelo, y Alem le colocó la espada en el cuello.

—¡Escúchame bien Abraham! —le gritó—. A partir de ahora es la ley de la selva: o matas o mueres, y en el mejor de los casos serás capturado y utilizado, lo cuál no es un destino muy agradable. ¿Entiendes?

El chico, aún con el miedo en el cuerpo, asintió. El antiguo Supremo Sanador tiro el arma y ayudó al chico a levantarse.

—Butzinas y Kardinutas —continuó con su explicación—, tan distintos y tan similares al mismo tiempo. Ambos mueren de dos formas: mediante un ataque directo al corazón, o arrancándoles sus Knafáims. Cualquier otra herida, por muy grave que sea, difícilmente les provocará la muerte debido a que prácticamente todos tienen conocimientos acerca de medicina.

>>En otras palabras, saben curar esas heridas —Alem hizo una pausa para comprobar que su pupilo atendía a sus explicaciones—. Sin duda alguna, la más tortuosa de ambas opciones es la de perder nuestras Knafáims. Como te he dicho, estas son las encargadas de canalizar nuestra Atzmut. Nosotros somos seres de energía, a diferencia de los seres humanos, que son seres de materia.

>>La razón de nuestra forma física es que parte de nuestra energía se manifiesta en forma de materia, dándonos este aspecto. Pero si le arrancas las alas a alguno de nosotros, nuestra materia volverá a convertirse en energía, desapareceremos, perderemos nuestra esencia, nuestra alma por decirlo de alguna manera. Volveremos a formar parte del universo. Esa vuelta a nuestra forma más primitiva es una insoportable agonía.

Abraham agarró asustado sus alas, temiendo tener que sufrir algún día aquel horrible destino.

—No temas, no permitiré que tal cosa te pase —le tranquilizó Alem—. Te enseñaré a usar tu Atzmunt mixta. Como has podido observar, has ganado agilidad y velocidad, esa es una de las aplicaciones de tu poder. Los seres de la luz pueden llegar a viajar en ocasiones a la misma velocidad que esta, convertirse en energía lumínica durante un tiempo limitado sin perder su esencia propia.

>>Lo mismo ocurre con los seres de la oscuridad en lo referente a su medio. Si, a pesar de lo que digan tus libros de física —comentó al ver la cara extrañada del chico—, la oscuridad, al igual que la luz también se propaga, y tiene una velocidad imposible de alcanzar para cualquier ser humano, pero no para un Kardinuta. Has de saber que tú al ser un híbrido eres capaz de moverte a ambas velocidades, la de la luz y la de la oscuridad, bajo sus respectivos medios, pero que no debes abusar de ello, o esta ventaja se volverá en tu contra. Debes siempre usar la velocidad adecuada sin ponerte en riesgo.

>>Hablando de ventajas, también convendría nombrar la percepción del aura de ambas especies. El aura sería la energía que libera cada ser de luz u oscuridad por el simple hecho de estar vivo, y que se incrementa según como utilice su Atzmunt.

—Hoy, cuando desperté —le interrumpió el híbrido—, noté la presencia de una Butzina y un Kardinuta antes de verles u oírlos, ¿te refieres a eso?

—Efectivamente —le confirmó—. Al poseer rasgos de ambas especies, eres capaz de detectar ambas auras. Incluso, si eres quién de mantener ambas Atzmunt en equilibrio, tu aura será neutra y serán incapaces de localizarte. Mas si está en desequilibrio con mayor peso de luz, los seres que habitan en esta te detectarán, lo mismo pasará con respecto a los seres de oscuridad en lo referente a un desequilibrio a favor de su Atzmunt. Los seres de una raza sólo son capaces de detectar las auras de los de su misma especie. Juega con esto cuando tengas que combatirlos.

—¿Y también pueden detectar a esa bestia que porto, al Rashá?

—El Rashá es una gran concentración de Atzmunt oscura, por lo tanto, si se libera su aura, ellos te localizarán. Por eso, debes aprender a controlar tus poderes de híbrido, de esa manera te será más fácil controlar a la bestia y evitar que te posea.

—¿Los seres de luz también pueden detectarlo?

—Al ser una bestia de oscuridad no… —el anciano entendió de repente el por qué de la pregunta del chico—. Si te refieres al por qué algún ser de luz te detectó ayer, eso fue culpa mía. Durante mi enfrentamiento contra la bestia, tuve que usar parte de mi Atzmunt para reforzar tu sello. Lo más probable es que te localizaran siguiendo el rastro de esta.

>> Lo cierto es que, por el simple hecho de estar ahora aquí hablando con nuestras Atzmunts activadas, nos estamos poniendo en peligro, por eso me gustaría gastar la mínima energía necesaria, con el fin de evitar ser descubiertos.

—De acuerdo abuelo, ¿qué es lo siguiente que debo saber?

—Debes aprender a emplear tu Atzmunt de cara al combate —afirmó—. Las Knafáims lo canalizan y te permiten usarlo de distintos modos. Por ejemplo, puedes juntar una cierta cantidad de Atzmunt en la palma de tu mano y convertirla en una esfera de energía, tal que así —el anciano extendió su palma y en ella empezó a tomar forma una pequeña esfera lumínica. Abraham no pudo evitar recordar a la Butzina del día anterior cuándo esta intentó matarle—. Prueba a hacerlo tú.

—Pero… ¿Cómo? —le replicó el chico.

—De la misma forma que has hecho salir tus Knafáims, pensando en ello. Acaso cuándo piensas en mover tu brazo y se lo ordenas, ¿este no se mueve? Del mismo modo concentra la Atzmunt que recorre todo tu cuerpo en la palma de tu mano y dótala de forma esférica. Vamos, tan sólo inténtalo por lo menos.

Abraham le hizo caso y extendió la palma de su mano, esforzándose en visualizar una esfera en ella. Para su sorpresa pronto se empezaron a arremolinar dos, una de luz y otra de oscuridad.

—Bien, ahora arrójamelas —le ordenó Alem.

—Pero… Alem…

—No titubees, simplemente arrójamelas.

El muchacho terminó por obedecerle: lanzó las dos esferas hacía él. El anciano envió la que formara antes a chocar con la oscura, neutralizándola, y se dejó impactar por la lumínica. El muchacho puso por un momento cara de horror al pensar que le había herido, pero el anciano permaneció intacto tras que la esfera colisionara con él.

—Otra cosa que debes saber, es que los ataques de luz no hieren a los seres de luz, sólo a los de oscuridad y viceversa. Por eso sería importante e interesante que supieras dominar ambas

Atzmunts para poder utilizar la adecuada en cada momento.

>>Siguiendo con el dominio de esta en combate, otra forma de canalizarla es mediante rayos de energía. Para ello puedes lanzarlos pequeños y precisos desde la yema del dedo, o bien potentes y grandes desde la palma de tu mano. Otra vez de nuevo, sólo tienes que concentrarte y, debido a las grandes capacidades que estoy observando en ti, serás quien de hacerlo.

Abraham volvió a confiar nuevamente en su abuelo y extendió el brazo hacia él, tratando de concentrar esa gran cantidad de energía que empezaba a sentir por todo su cuerpo para que formara un rayo que emergiera de la palma de su mano.

Nuevamente volvió a lograrlo, pero nuevamente no supo controlar su poder: hacia Alem fue enviado un potente rayo de oscuridad pura que hizo temblar al muchacho. El anciano no se movió de su lugar. Antes de colisionar con él, el rayo fue detenido por una barrera de luz. Abraham se quedó muy sorprendido al observar esa habilidad.

—Esto es otra forma de canalizar la Atzmunt, una forma muy avanzada que permite tener una buena defensa en combate. Esta barrera puede disponerse alrededor de tu cuerpo de cualquier forma y sentido, y protegerte de cualquier ataque, resulta muy útil, así que intentaré enseñarte a usarla más adelante.

Durante el resto de la mañana, Alem se esforzó en enseñarle a controlar a su nieto sus nuevos poderes de híbrido, siendo consciente de que debía intentar instruirle lo máximo posible en poco tiempo para que este pudiera valerse por si mismo.


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Noticias:

La noticia es que no hay noticias xD Actualmente estoy disfrutando de unas vacaciones de "estudio" en Canada, y todos los dias hago algo o voy a tal sitio, y a la noche siempre estoy charlando con los de mi casa, acabo el dia muy cansado, twitteo un poco y me acuesto a dormir.

Por lo tanto, no tengo tiempo ni para escribir ni leer, ni para nada de lo que estaba haciendo el resto del verano.

Apenas para conectarme a actualizar el blog y publicar el relato en el foro.

Asi que nada mas por mi parte, saludos de esta rata desde cloacas canadienses y enjoy it!

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Re: El ocaso del alba

Notapor melodia » Mar Ago 16, 2011 4:46 am

pues .....
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SABES QUE ESTOY ESPERANDO ESTO HACE MAS DE 3 SEMANAS MICKAEL D<
( sopórtalo tu eres el que creo este monstruo e.e)

sabes que no se criticar u.u ,pero tratare de hacer un pequeño esfuerzo para ayudarte a mejorar n.n
Spoiler: Mostrar
esta bien no me sale TwT soy muy mala en esto lo siento, pero prometí que te haría una critica pero no me sale x3


pues, lo único que puedo decirte es que este capitulo ( para mi cabeza felina e.e) es un poco menos emocionante que los otros , pero tiene lo suyo (no te preocupes si me gusto x3) al principio creo que ya saque quien era el ser de las alas negras ( estoy segura de eso -w-) el resto del capitulo estuvo bastante interesante

Spoiler: Mostrar
como verán esto se llama una critica de pobres u.u porqué no critique nada (soy muy mala en esto de criticar u.u)


solo lo que queda por decir es que espero con gran alegría la segunda parte del capitulo 4 ,señor mickael :wink:
nos veremos saludos cordialmente desde tu mente
melodia =3ñya
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Gracias drako =3
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