Bajo el oscuro cielo, las estrellas brillan.
Sentado en lo alto de la torre de la Frauenkirche, contempla la inmensidad de la ciudad que se extiende ante sus pies.
Con la mirada perdida, la busca entre la multitud que, diminuta, se pierde entre el amasijo de calles y casas. Sus ojos escrutan cada centímetro de cemento, desesperados por verla, por volver a cruzar sus pupilas con las verdes de ella. Pero no está. Ella se ha ido... y no volverá. Y la luna palidece y llora, mojando el suelo y llenando las avenidas con el dulce aroma de la humedad tardía, mezclada con las hojas caídas que, levemente, flotan en el aire, buscando un lugar donde morir.
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Sabía que debía hacerlo, era su última oportunidad para poder volver a existir. Revivir su fantasía, hacerla real, regresar junto a ella... Ya no tendría que luchar más; ninguno de ellos, nunca más. Pero... no era capaz. Su dulce imagen aparecía ante sus ojos, fugaz y plateada, bailando bajo el claro de luna, con su sonrisa amable, su cuerpo de mariposa revoloteando, feliz y alegre, a su alrededor, con sus ojos fijos verdes mirándolo...Y todos sus recuerdos y ensoñaciones se mostraban ante él, crueles e irreales, dolorosas, confundiéndole y asfixiándole, matándolo dulcemente, haciendo que vagase, concientemente sonámbulo, en su realidad fingida que nunca iba a ser verdad.
Su mente luchaba contra su corazón extraviado, perdido entre los recuerdos de su amor. Enloquecía, furioso, delirante. Y no podía hacerlo... No, no iba a ser capaz. Pero... ¿Los demás?, pero... ¿volvería a dejarla ir? ¿lo haría? No, no podría soportarlo, no otra vez. La simple idea le hacía estremecerse, abrasaba su alma como hielo ardiante, desgarraba sus entrañas cual cuchillas que envenenaban su cuerpo, haciéndolo retorcerse de locura y dolor. Y no había nada que pudiese hacer, salvo vagar bajo la luna plateada, buscando sus ojos, una vez más, mientras su vida pasada le capturaba en una maraña de sueños confusos, falsa realidad, retales de memoria deshilada y loca.
Y siempre la encontraba.
Sentada frente a su piano, con el cabello recogido en un moño, tocaba. Sus ojos entrecerrados, la mirada perdida en el infinito y sus manos deslizándose, rápidas, seguras, por el teclado. Elegante y exquisita, como si el tiempo no pasase. Y las notas fluían en el aire y sonaban claras bajo la luna; una sonata.
Y viéndola allí, frente al piano, tenuemente plateada, bañada por los rayos de aquella noche serena. Tan perfecta, tan majestuosa... No podía ser real. Pero sus ojos verdes, hipnóticos, brillaban en la oscura habitación, tan iguales, tan simétricos... ¿Era un recuerdo o sucedía de verdad?
Y entonces ella volteó la cabeza y sus ojos, finalmente, se encontraron.
- ¿Quién eres?
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Para los
¡Muchas gracias por leer esta historia! Espero que sea de su agrado.
Les agradezco a todos que dediquen su valioso tiempo leyendo ésto, y mucho más a los que se animan a comentar. ¡Muchísimas gracias a todos!
Y siento el retraso que sufre el relato. Dije que intentaría actualizar cada semana, pero veo que por ahora ha sido imposible, pero espero poder solventar eso en breves.
¡Muchas gracias por leer y espero que hayan disfrutado del capítulo de hoy!