Raíles [Relato Corto - Alternativo]

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Raíles [Relato Corto - Alternativo]

Notapor GuinCoome » Sab Jul 30, 2011 5:42 pm

Hoy me he dicho "vamos a escribir algo". Y así fue como empezó todo esto.
Sin más, es un relato corto pero intenso. Se mete e un estilo un poco embarazoso, tengo que reconocerlo, lleno de espontaneidad, palabras soeces e inesperadas incoherencias. Aún así, me convence. Y entiendo que a otro cualquiera NO le convenza. Espero opiniones, críticas, alabanzas e insultos, para ver si este estilo merece la pena o sencillamente es mejor descartarlo de primeras.
Canción: Burn My Shadow [Unkle] http://www.youtube.com/watch?v=D-0aAxaQ2wo


RAÍLES


“Te dije que nunca creería en este lugar.”

Al otro lado de la pantalla, un hombre, un tipo cualquiera, observaba solemnemente a una multitud que se había agrupado en la Plaza Mayor para presenciar un acto conmemorativo a las víctimas de cierto atentado. Sin embargo, nada de eso había pasado. No había habido ni una mención a las víctimas del susodicho, ni se había rogado ningún minuto de silencio en su memoria, ni se había pronunciado una sola palabra, en realidad. El mundo estaba allí para presenciar otra cosa.
El hombre, el tipo cualquiera, que se encontraba visiblemente tenso -el tembleque se podía apreciar incluso desde cualquier casa que tuviera el televisor encendido y estuviera sintonizando el acto- alzó la mano abierta hasta la altura de su sien, a modo de saludo a la multitud que recorría la plaza y las calles, y su saludo llegó a todas las personas que pudieron verlo. Acto seguido, el hombre pronunció unas palabras, que salieron de su garganta claras, temblorosas, apagadas, fuertes y potentes.

-Hola. Me llamo Marcus Potter. Soy alcohólico, fumador y me gustan los perros. Me dedico a desatascar váteres y, en mi tiempo libre, me gusta beber, fumar y estar con los perros. A veces leo revistas. También me gusta de vez en cuando ser comprador compulsivo.

Las personas que habían acudido a la plaza, esperando ver el acto conmemorativo, se miraron unas a otras, cuchichearon, murmuraron, blasfemaron, toleraron, aplaudieron, silbaron, canturrearon canciones neofascistas y alguna se lanzó encima de otra y se lió a guantazos, pues había visto a su pareja de la mano con otro, o a su hermana encima del caballo equivocado.

En casa, las familias estaban atónitas. No podían concebir lo que estaba sucediendo en la caja inteligente. Las imágenes que plasmaba eran algo nunca antes visto. Querían permanecer a la escucha, estar pendientes en todo momento por si sucedía algo todavía más extraordinario. Como en las películas.

Marcus Potter se sacudió la corbata, que tenía llena de alguna sustancia extraña que probablemente se adhirió a la seda mientras desatascaba los váteres del Ministerio de Logística y Movimiento por la mañana. Luego se olisqueó la mano. El olor no era peor que el que podía encontrarse en los váteres públicos. Se limpió el sucio en el traje de cachemira que su madre le había regalado el año anterior por Navidad.
Su madre sí la quería, pensó él.

-He venido aquí a decir adiós. Mi vida ha sido una mierda, de hecho esta mañana he tenido que limpiar los W.C. del restaurante de chile y comida picante de la quinta con Madison y me he sentido en la gloria. Podéis haceros una idea de lo horrible que es mi vida fuera de los váteres.- su voz se tensó un poco, tragó saliva. Todo el mundo le miraba, empezaba a sentirse un poco nervioso.

La gente ya comenzaba a sentirse incómoda ante aquella escena. En la plaza, las peleas se habían detenido, bien por defunción, bien por haber hecho las paces, o bien por arresto policial. Sin embargo, la gente empezaba a removerse, exterior e interiormente, creando una peculiar escena apreciable desde lo alto de la tarima donde se encontraba Marcus: era como si la multitud, a partir de su continua agitación, estuviera haciendo olas, produciendo un efecto visual de movimiento muy curioso. Los murmullos pasaron a ser conversaciones en un descarado tono de voz, los susurros se convirtieron en gritos de terror, a alguno le comenzó a recorrer la espalda un sudor frío.

Marcus sonrió ante el espectáculo. Desde su posición, todos parecían escarabajos intentando removerse, como si fuera a darse el Apocalipsis de un momento a otro, y la gente no supiera si esperar refugiada dentro de un iceberg o bajo una sombrilla. Marcus se aclaró la garganta. La graciosa escena le había dado fuerzas para seguir con su discurso.

-He venido aquí para anunciar a toda esa gente que nunca quiso entrar en mi vida, que me dejó apartada, que me olvidó y me dejó estancado en la basura como quien se encuentra una moneda de un centavo en la cartera y la tira al suelo, que hoy mi vida va a cambiar. Hoy, empezaré a seguir un recorrido. Hoy, voy a empezar un viaje.

En la plaza, la multitud ya no podía soportar la tensión. Los policías sacaron sus porras y comenzaron a apalear a los perros, fueran varones o hembras, llevaran o no llevaran bozal. Los ancianos comenzaron a atragantar a las palomas con el alpiste de por la mañana, y los ejecutivos comenzaron a reducir a las amas de casa, a los niños en monopatín y a las señoras mayores con bigote. Las palomas se cagaron en quien pudieron.

En las casas, las cosas pintaban incluso peor. Los Hamilton sufrieron tres bajas médicas y un alta policial; los Hemingway se encontraron el cadáver de la abuela en el tercer sillón a la derecha según entras a la casa, donde suele ponerse Ronquidos, el gato; los Tempton tuvieron que llamar a una ambulancia después de que el hijo mayor, Louise, saltara por la ventana con el mando de la tele y la caja de cereales todavía en la mano; los Benetton fueron a casa de los Brando, pues se les fue la luz, y allí se encontraron con que al periquito le había dado un infarto.

Marcus estaba conmovido. Toda esa gente movilizándose por él, por sus palabras, que ni siquiera eran verso.. Por él, a quien nadie había querido más de lo que se puede querer al tío que desatasca el váter de tu casa cuando tienes problemas de olor… Todo era increíble, magnífico, maravilloso. Le gustaba ser el centro de atención. Ahora sabía que había hecho lo correcto al tomar esa decisión.

-Soy Marcus Potter… - era una voz demasiado insegura, un tanto ahogada, provocada por la emoción del momento. Carraspeó y volvió a pronunciar las palabras- ¡Soy Marcus Potter! -la gente le miró, en todas partes, con los ojos bien abiertos. En la plaza, la gente se agolpaba, algunos intentaban alcanzar la superficie de la tarima, algún otro se subía encima de otro más, incluso había quien empezaba a romper los soportes de la plataforma sobre la que se encontraba Marcus. En la ciudad, podían verse televisores por los suelos de las calles, mientras que, alzando la cabeza, se podía admirar el salto de los mismos, desde las ventanas de las distintas casas, hasta deshacerse en pedazos contra el suelo. Las familias ya no querían ver lo que estaba sucediendo en la Plaza Mayor. Ni tampoco los solteros, ni las parejas semi-formales, ni los rollos de una noche.

Marcus Potter estaba al borde del éxtasis. A punto de estallar de gozo. Todo el mundo, bajo sus pies, le hacía caso, todo el mundo le miraba, todo el mundo estaba movilizándose por él, y nada más que por él, por su entrada en escena, por haber aparecido de la nada en sus vidas. Sonrió, más que complacido. Todo estaba saliendo mucho mejor de lo que él podía haber acertado a imaginar.
Se relamió, orgulloso de su trabajo. De nuevo, abrió la boca para pronunciar unas palabras más.

-He venido aquí para anunciar mi marcha. Tomaré el próximo tren a ninguna parte que pase por la ciudad. Y, cuando llegue a mi objetivo, me acordaré de todos vosotros.. Todos esos que podíais haber formado parte de mi vida pero que sin embargo sencillamente sois sombras sin nombre ni identificación alguna. Para vosotros no soy nadie, para mí sois oportunidades que he dejado pasar a mi lado, mientras estaba ocupado desatascando vuestra mierda, uno por uno, casa por casa...

Los índices de audiencia, pese a la considerable cantidad de gente que había dejado de ver la tele, o que incluso la había arrojado por la ventana, subían como nunca lo habían hecho antes, llegando a sobrepasar los límites de lo que podía imaginarse llegaría a tener lo que en un principio iba a ser un acto conmemorativo por el atentado del tren bomba. Medio país estaba agitado, frente al televisor, mientras que el otro medio estaba en la plaza y recorriendo las calles, presenciando en primera persona aquel insólito acontecimiento.
Un millón de personas sintonizando, contemplando frente a sí la extraña escena, sin poder hacer más que mirar, observar, rezar.. Y esperar un milagro.

La gente comenzaba a alcanzar el entarimado sobre el que se encontraba Marcus. Alguno, subido a la cara de otro, había conseguido estar a la altura en cierto momento, pero la nariz del de debajo le impidió mantenerse en pie, y se había desnucado contra el asfalto.

-Es el momento de sacar toda la mierda que lleváis encima. Mi madre me enseñó a hacerlo. Todos los viernes, el cura de la parroquia me quitaba la mierda que llevaba arrastrando toda la semana. Y yo me sentía limpio, nuevo.. Distinto. Exactamente como ahora. Todos vosotros, aquí, y en vuestras casas, me hacéis sentir limpio. Hacéis que me sienta como si toda la mierda que he tenido que limpiaros a vosotros y que se ha ido pegando a mí haya desaparecido en un instante… Sois increíbles. Pero seguís teniendo mucha mierda encima. Os sugiero que os la sacudáis, que os la quitéis de encima como podáis. Porque hoy es el último día en el que tendréis la oportunidad de conocer a un desatascador de mierda en primera persona.

El mundo se paró. Todo, absolutamente todo, desde la plaza hasta cada esquina de cada habitación de cada calle de cada barrio, se detuvo en el tiempo. El país se precipitó en un silencio blanco, puro, uniforme. No se escuchaba ni el respirar de los peces bajo el agua, ni el desprender de las hojas de los árboles. En las casas, los gatos dejaron de menearse con sutileza y elegancia, los perros acallaron sus ladridos, los pájaros cerraron el pico, los muelles de los sofás dejaron de chirriar bajo el peso de la gente.

Marcus Potter observó a la multitud, agrupada en el sometido silencio en el que el país se había visto enterrado. Él, sobre todos ellos, podía contemplar cómo iban rogando por deshacerse de sus males internos, de sus más profundos tormentos, de sus más enquistados pecados. Se sentía satisfecho con su obra. El mundo se estremecía en la agonía y el arrepentimiento. Pasaron unos segundos, seguidos de unos minutos, mientras Marcus iba cruzando miradas con la gente y con el reloj en su muñeca, hasta que el silencio en el que se había visto envuelto se hubo prolongado lo suficiente. Entonces, bajó levemente la cabeza, dirigiendo la vista hacia el entarimado, a donde nadie había conseguido llegar.

-¿Lo oís?- el país entero alzó la cabeza hasta mirarle directamente a él, poniendo toda su atención en él, queriéndole, deseando que hablara, que terminara de una vez con su discurso - Ahí viene mi tren. ¿Venís conmigo?

Las tapas de las alcantarillas saltaron por los aires, atravesando cuantas ventanas, vehículos, fruterías, puestos de perritos calientes, enanitos de jardín y paradas de bus encontraron; las fuentes se desfiguraron, quedando reducidas a pedazos que cruzaron las calles a tres metros sobre el suelo; los coches estallaron en un carnaval de llamas que abrazaban todo lo que encontraban a su alrededor, sumiendo las calles en un horno infernal; las porterías de cada edificio se vieron empapadas en pólvora, humareda y veneno; los ayuntamientos, edificios de vivienda, chalets, restaurantes, tiendas, centros comerciales, boleras, pizzerías, hoteles, clínicas dentales, zapaterías, edificios de oficinas, centrales de correo, bancos y casas de verano en primera línea de playa con piscina, garaje y paddle de presidentes del país se desmoronaron hasta quedar reducidos a piedra, tela rasgada, sangre y carne desmembrada; a los turistas les reventó la cámara de fotos, a los peluqueros les deshicieron la cara en jirones los cristales de sus espejos al estallar, a los agentes de policía les explotaron las cajas de donuts, los cantantes se atragantaron con sus micrófonos, a los piratas se les atravesó el mástil del barco, a los joyeros les quemaron la piel todos los anillos de compromiso que tenían reservados esa semana, a los boxeadores se les desinflaron los guantes dentro del estómago, los cocineros se mancharon sus camisas de los domingos con salsa marinera proveniente de Wellington o de San Petersburgo; el país se sumió en el caos más absoluto en el que nunca pudo haberse visto. Una sombra cubrió el país mientras éste se teñía en llamas, que palpitaban en cada rincón del mismo.

Marcus alzó la cabeza para poder contemplar el mundo en el que siempre había vivido ahora que todo estaba cambiando, mientras se sumía en la oscuridad más eterna y absoluta.

-Buen viaje.

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Espero que guste en general ^^. Y no, no tengo ningún trauma xD
Última edición por GuinCoome el Lun Ago 01, 2011 1:21 am, editado 3 veces en total
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Re: Raíles

Notapor Sombra » Sab Jul 30, 2011 10:13 pm

Seguro que no tienes ningún trauma? En general me pareció muy interesante, quizás el principio no me enganchaba mucho pero después con tu narrativa lograstes cautivarme hasta el final. Un saludo ;)
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Re: Raíles

Notapor GuinCoome » Dom Jul 31, 2011 3:00 am

No es por trauma (que yo sepa), en realidad es una mezcla de ganas de escribir algo con interés por probar este nuevo estilo tan curioso... Y también provocado por la canción que estaba escuchando, la que cito al principio del post.
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