Tan cerca, tan lejos
Después de un rato, el anciano y el otro enano volvieron con la mochila, cargada de alimentos.
– Aquí tenéis lo que necesitáis. – Anunció el anciano, Trombi tiró la mochila al suelo.
– ¡Oye enano, no hace falta que la tires así! – Stella cogió la bolsa, malhumorada. El anciano la miró con desprecio.
–Sólo tenéis los alimentos básicos para sobrevivir, no os esperéis un manjar delicioso –Dijo malhumorado el sabio, cruzándose de brazos. Por una pequeña puerta se asomó una enana algo vieja, vestida con un delantal y falda y observando la escena con una sonrisa, seguramente sería la persona que había cocinado para ellos. Los cinco chicos asintieron levemente y se hizo el silencio en la sala.
– V-vamos, ¡¿a q-q-qué estáis esperando?! - Gritó Trombi, rápidamente empezó a empujarlos hacia afuera, echándoles de la casa, mientras los chicos se quejaban de él. Al estar todos fuera, Trombi cerró la puerta-
– ¿De qué va ese enano? –Se quejó rápidamente Tyler. Todos estaban algo enfadados con sus palabras y su modo de actuar.
–Vamos, tranquilos –Dijo Arthur, intentando calmarlos a todos –Lo mejor será que nos pongamos en marcha cuanto antes.
–Estoy de acuerdo con él –Sentenció Alexia –No quiero morir tan pronto.
Todos asintieron rápidamente, así que, sin más, Alexia se puso a andar encabezando el grupo.
Estuvieron un buen rato andando por el pueblo: observaron la belleza de aquel territorio, tan distinto a Marlenia. Varios enanos andaban por las calles, charlando animadamente, seres de todas las edades pasaban por ahí, algunos observándolos con curiosidad, otros maldiciéndolos y gruñendo al pasar y unos últimos que simplemente huían de ellos, escondiéndose en la casa más próxima.
–Curiosos los enanos, ¿no creéis? –Observó Arthur, con una sonrisa.
–Simplemente son seres distintos a nosotros –Contestó Stella.
–Són… gruñones… –Añadió Sho con menosprecio. Notó como alguien, de repente, tiraba de su pierna. Al ser el último del grupo, se giró y se paró, buscando quién era.
–¡Eh! ¡Aquí! –Le llamó una voz. Arthur, al darse cuenta de que no le seguía, hizo parar al grupo y se acercó al rubio, preguntando qué pasaba. La enana que se había asomado antes por la puerta miraba a los dos chicos con una sonrisa, pero con las mejillas rosas y sudando un poco, por culpa del esfuerzo que había hecho para alcanzarles.
-¡Qué difícil es llamar la atención a unos humanos! –Se quejó con una sonrisa. Los demás chicos se fueron acercando a ella, preguntándose qué pasaba.
– ¡Ah! ¡Tu eres la enana de antes! –Exclamó Tyler, recordando la escena de la entrega de la mochila.
– Soy la cocinera, encantada –La enana se cogió la falda e hizo una leve reverencia –Vengo a ayudaros.
– ¿A ayudarnos? –Exclamó Sho sorprendido –¿Por qué una enana como tú querría ayudarnos? –Preguntó desconfiado. La vieja no pudo evitar reír un poco.
–Querido, quiero que tengáis un buen viaje, me sabría mal que no lo disfrutarais.
–Oh, qué divertido es cumplir una misión para no morir envenenados –Dijo Stella con sarcasmo, pero Tyler rápidamente le dio un codazo para que se callara. La mujer siguió sonriendo y los miró atentamente.
– ¡Qué curiosos sois los humanos! –Dijo riendo. Con cuidado, jaló un poco de la manga de Arthur – ¿Me permitirías subirme a tu hombro? Me siento cansada y, como entenderás, no soy tan atlética como vosotros.
Arthur, sorprendido, rápidamente asintió y se la puso a sus hombros, haciendo que la cabeza de la mayor sobresaliera por la del chico. Gracias a su pequeña estatura, cupo sin problemas, además de que aquel ser era ligero, así que se pusieron otra vez en marcha.
–Muchas gracias muchacho, es usted muy caballeroso –Le halagó con una sonrisa, él simplemente asintió.
–¡Por favor, qué manera tan cutre de tirarle los tejos! –Dijo Sho en un susurro a sus compañeros, malhumorado, a Stella se le escapó una leve sonrisa, pero rápidamente volvió a su aspecto serio.
–No le está tirando los tejos, sólo está siendo amable con nosotros. –Le aclaró Alexia, recalcando la obviedad de la situación. Rodó los ojos y soltó un pequeño susurro, quizás algún adjetivo descalificativo para su compañero.
Pasaron un rato conversando con la anciana, ella les contaba pequeñas historias sobre el pueblo y sus habitantes, relató pequeñas batallitas y explicaba orgullosa cómo había ido creciendo la población. Al cabo de un rato, llegaron hasta los límites del pueblo, un gran árbol, más grande que los de alrededor se alzaba hasta el infinito, rodeado por un camino que estaba pegado a él. Los chicos lo observaron curiosos y la anciana pidió que la bajaran, así que Arthur la cogió con delicadeza y la dejó al suelo. La anciana les pidió que esperaran un momento y se alejó de ellos, entrando en una de las últimas casas del pueblo. Intrigados, la esperaron, hasta que al cabo de un rato, la enana volvió con otra bolsa, más pequeña que la que tenían antes.
–Tomad, aquí tenéis más alimentos –Les entregó con una sonrisa. Tyler cogió rápidamente la bolsa, sorprendido.
– ¿Por qué nos da más? –Preguntó este último, intrigado.
–El anciano y Trombi me obligaron a daros lo mínimo, pero creo que fueron demasiado estrictos, sobretodo porque os dieron la ración mínima de un enano –Dijo apenada –Pero no os preocupéis, aquí tenéis lo que falta para que no paséis hambre –Acabó esbozando una sonrisa tierna.
–Muchas gracias ehm… esto… –Intentó agradecer a la anciana, pero no sabía su nombre.
–Aneth –Le ayudó.
–Muchas gracias, Aneth –Acabó con una pequeña sonrisa. Se acercó a Stella y abrió la bolsa, puso la pequeña dentro y cerró, para así no ir cargadas dos personas. Aneth, mientras, los miraba con una sonrisa.
–En fin, aquí nuestros caminos se separan –Dijo Aneth con tristeza. –Subid por este árbol y llegaréis al pantano, seguid andando y llegaréis hasta el faro.
–Muchas gracias por su generosidad –Agradeció Arthur. Aneth sonrió.
–Que los dioses os protegan. –Les dijo tiernamente.
Mientras, en el centro del pueblo, Trombi y el anciano seguían hablando sobre los chicos.
– ¡M-m-malditos humanos, mi-i-ra q-qué guarros són, n-no han limp-p-piado sus co-co-sas! –Maldijo Trombi, recogiendo las tazas y los platos –Y enci-ci-ma Ane-eth no está a-a-aquí para ayud-d-darnos! En c-cuant-to vuelva, le d-daré u-una buena charla so-so-bre sus horari-ri-rios de traba-bajo…
–Vamos querido Trombi, no te quejes de estos pequeños detalles, pronto lograremos lo que queremos. –Dijo el anciano, sentándose en una silla con esfuerzo. Tranquilamente le dio una larga calada a su pipa.
–Sí sí, lo q-que usted di-diga, pero el traba-ba-jo sigue a-ahí….
El anciano no pudo evitar reírse y Trombi se enfurruñó más.
–Qué estúpidos són estos humanos, mira que creerse lo del veneno… -Dijo el anciano, cambiando de tema.
–H-ha sido un-n-na est-t-tupenda ide-e-a! –Exclamó el menor, feliz.
–Por supuesto que ha sido una estupenda idea –Recalcó su victoria feliz, dio otra calada a su pipa y soltó el aire feliz, dejándolo flotar suavemente por la estancia.
–P-p-pero ahora q-qué p-p-pasará? –Preguntó el tartamudo.
–Fácil, sólo tenemos que ir nosotros a por… -De repente, alguien le dio un golpe en la nuca, dejándolo inconsciente.
–S-sabio! –Gritó rápidamente. Observó que una figura se acercaba a él y, en pánico, empezó a gritar –A-ayuda, ayuda!
Mientras tanto, los cinco chicos ya estaban en el pantano, andando hasta el faro. El lugar era más deprimente, tenían el agua a su izquierda, era de color morado, invitándoles a alejarse rápidamente de ahí. La hierba era ligeramente amarilla, no estaba tan cuidada como la del pueblo y, a metros de la costa del agua, estaban los árboles, levantándose hasta el más allá como siempre.
– ¡Mirad! –Exclamó Tyler –Se puede ver des de aquí. –Señaló hasta la lejanía, donde se podía ver el faro.
– No sé si es que debe ser muy alto y estamos muy lejos o si es pequeño y estamos realmente cerca… – Pensó Sho en voz alta.
– Por supuesto, debe ser un edificio alto, los faros destacan por eso, son grandes para guiar a los extranjeros –Deduzco Stella. Sho la miró con una sonrisa.
– Vaya vaya, chica lista –Le alagó el rubio, acercándose a ella. Stella lo miró largamente, pero al cabo de pocos segundos desvió la mirada, frunciendo el ceño y siguió andando. Arthur bostezó un poco.
– Creéis que estaremos mucho rato andando? –Preguntó aburrido.
– Seguramente, el faro debe estar lejos ya que se ve pequeño –Pensó Alexia a partir del razonamiento de la otra chica. Arthur asintió otra vez y se avanzó un poco al grupo. Cogió algo de carrerilla y dio una voltereta en el aire, luego apoyó una mano en el suelo e hizo la rueda, dando otra vuelta. Cayó con los dos pies juntos y en perfecto equilibrio.
– ¡Fantástico! –Exclamó Tyler rápidamente
– Disculpa, pero… ¿estás intentando impresionarnos? –Preguntó Alexia levantando una ceja, mirándole de hito en hito.
– Por supuesto que no, simplemente me aburría y quería estirar mis extremidades un poco, ya sabes, por si acaso algo nos ataca –Respondió Arthur con una sonrisa –Aunque, si os ha gustado, me alegraría saberlo.
Alexia simplemente ignoró aquel último comentario.
– Fanfarrón… – Susurró enfadado Sho, poniendo de manifiesto aquello que Alexia pensaba del acróbata en ese instante. Por suerte, no lo escuchó Arthur, así que siguieron el camino en calma.
– Uhm… me pregunto qué llevará esta agua… – Preguntó Tyler observándola. Salían pequeñas burbujas bastante sospechosas.
-No quieras saberlo –Dijo rápidamente Stella– A saber qué oscuras cosas hay escondidas ahí dentro….
Los cinco, ante el comentario del moreno, se acercaron más, observando el agua.
– Ugh… Apesta… – Sho rápidamente se tapó la nariz y se alejó de ahí.
– Tsk… qué tiquismiquis… – Dejó Alexia en el aire, Sho la miró ofendido, pero no replicó.
Al ver que el agua simplemente se movía por el pantano, poco a poco se fueron alejando de ella, volviendo al pequeño sendero. Caminaban a buen ritmo, querían llegar lo antes posible para sacarse de encima el veneno.
– Stella, ¿quieres que te ayudemos? –Preguntó Arthur, refiriéndose a la mochila –Quizás deberíamos turnarn-…
– ¡Oh, querida Stella, no te preocupes! –Exclamó Sho rápidamente, interrumpiendo a Arthur –Con mucho gusto yo llevaré la bolsa para ti, no quiero que tu hermosa espalda resulte dañada por tal bolsa tan horrenda –Teatralizó un poco, hizo una leve reverencia a la chica, alargando la mano para que se la diese. Stella lo miró frunciendo el ceño, pero le hizo caso.
– Como quieras –Levantó sus hombros y le cedió la mochila, entregándosela. Sho se extrañó que pesara tanto, pero sin rechistar se la puso en los hombros, cargándola.
– Oh dios, ¿cuándo parará con esto? –Imploró Alexia en un susurro, informando a los otros dos chicos. Arthur no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa.
– Pues espera, que lo mejor aún no ha llegado… – Informó Tyler, observando al moreno de piel y anticipándose a sus acciones. En efecto, Sho puso sus manos en los hombros de la chica, empezando a masajearla.
– Déjame que te cuide, oh hermosa dama… – Siguió con su discurso. Rápidamente Stella se apartó y le asesinó con la mirada.
– No te atrevas a tocarme –Le amenazó rápidamente. Sho se quedó parado y, rápidamente se alejó de ella, con una sonrisa nerviosa.
– L-lo que usted diga!.
A Tyler se le escapó una risa, era demasiado cómica la situación.
– Por favor, ¡¿no se da cuenta de que está haciendo el ridículo?! –Dijo incrédula Alexia.
– Por lo que se ve, no –Observó Arthur. – ¿Acaso tú podrías aclararle las ideas? –Le retó el rubio.
– Sólo estoy aquí para aclarar el misterio y encontrar el antídoto, no tengo intención de socializarme con ninguno de vosotros, gracias. –Aclaró rápidamente la chica.
– Sí, ya, claro… -Contestó Arthur sin creérselo.
– Muy bien, piensa lo que desees… – No tenía ganas de discutir con el rubio. A Tyler se le escapó otra risa, pero la ahogó rápidamente con su mano, ganándose una mirada de desprecio por parte de Alexia.
– ¿Eh, qué está pasando por ahí detrás? –Llamó Stella, mirándoles interrogativamente.
–¡Nada! –Dijeron rápidamente los tres. Stella les miró intrigado, pero se giró, dándose por vencida.
Los chicos siguieron andando un buen rato, podía verse el sol, que iba avanzando por el cielo lentamente, los árboles iban haciendo cada vez una sombra más pronunciada y poco a poco, iba anocheciendo.
– ¡Eh! ¡Mirad! –Tyler llamó la atención a los demás, rápidamente se puso a correr hacia adelante. Los demás, intrigados, le siguieron corriendo.
– ¿Qué pasa? –Preguntó Stella, intrigada. Tyler se arrodilló al suelo, observando algo.
– ¿No lo veis? ¡Es un enano! –Informó el del pelo largo –Y parece ser que está muerto…
Todos observaron con claridad el cadáver del pequeño: estaba blanco, con los ojos abiertos y con una expresión bastante extraña en la cara, sus ropas estaban rotas y estaba en una posición muy extraña.
– ¿Qué debe haber pasado? –Preguntó Alexia.
– Quién sabe, pero lo mejor será que andemos con cuidado por aquí…. –Advirtió Arthur con un semblante serio.
Nadie se opuso, así que siguieron andando hacia adelante, observando el faro que cada vez se hacía más y más visible. Poco a poco, fueron divisando más y más cuerpos de enanos muertos, la escena era realmente aterradora si además se le añadía el paisaje lúgubre que les rodeaba. Sin darse cuenta, poco a poco iban andando más y más juntos, sin decir palabra. Cada uno fue sacando sus armas y preparándose en silencio, por si acaso aparecía algún peligro inesperado.
Al cabo de poco rato, al fin llegaron al faro. Era una construcción muy alta, pero no era comparable a los árboles de Sunaly. Era de color marrón oscuro, destacaba entre aquel paisaje medio muerto. Alzaron la cabeza, intentando calcular cuantos metros debería medir aquel faro, pero nadie supo hacer los cálculos. Cansados, todos se sentaron al suelo y dejaron la bolsa, intentando recuperar energías de la dura caminata de aquel día.
– Será cansado subir hasta ahí arriba… – Observó Tyler.
– Vamos, eso no es nada difícil, sólo son unas cuantas escaleras de nada –Dijo Sho intentando quitarle hierro al asunto.
– Mejor será que lo dejemos para mañana, está oscureciendo y estamos cansados… – Anunció Alexia.
– Alexia tiene razón –Apoyó Arthur – No creo que sea tan fácil subir-… – Inesperadamente, aparecieron unos pequeños seres, caídos del cielo como por arte de magia. Rápidamente todos se pusieron en pie, alarmados.
– Creo que estos pequeños tienen ganas de molestarnos un poco… – Dijo Sho malhumorado, sacando su espada de nuevo.
Eran unos monstruos realmente extraños, tenían un cuerpo negro y bastantes tentáculos amenazadores, por arriba, sobresalían dos cuernos oscuros que les daban un aspecto de peligro. Eran más o menos de su altura, de mida humana, pero su boca, que estaba justo en medio de los cuernos, era más grande que la de un ser humano, mostraba unos dientes más que amenazadores y afilados.
– Cinco, uno para cada uno –Contó Tyler, desenfundando su katana.
– Pongámonos en círculo, así tendremos cubiertas nuestras espaldas… – Ordenó Alexia. Los cuatro la obedecieron y así hicieron, cada uno desenfundó su arma y dejaron que los animales les rodearan, para así no separarse. Alexia gritó y, todos a la vez, se lanzaron a por un monstruo.
Los seres se movían rápidamente, al ser atacados, bajaban y se deslizaban hacia un lado. Sus tentáculos eran fuertes y, al ser muchos, podía pegar varias veces en el mismo tiempo.
Sho, con un movimiento rápido y sin dudar, partió el monstruo en dos, haciendo un corte vertical. –Vaya, tan corto ha sido? Me esperaba algo más…. -Miró al monstruo apenado.
Alexia observó cómo Sho se lo había cargado, tomó nota mental, pero eso le proporcionó un fuerte golpe por parte del monstruo, que la tiró al suelo. Se tocó el pecho, que era la zona afectada, pero no tenía ninguna herida grave, así que se levantó rápidamente. Imitó al de ojos azules y, rápidamente, se deshizo de él.
Tyler no observó a ninguno de los dos, así que optó por otra estrategia. Estuvo observando a aquel ser con cuidado y, cuando lo tuvo claro, se agachó e hizo un corte de 180 grados, dejando al animal sin tentáculos. Se levantó y le observó curioso, fijándose en cómo intentaba sobrevivir sin sus patas.
Stella sacó su látigo y picó al suelo varias veces, intentando infundir miedo al animal. Se acercó con cuidado a él y, en cuanto menos se lo esperó, agarró sus tentáculos que le sujetaban por los pies y con un rápido movimiento lo tiró al aire, haciendo que bajase al revés y se clavasen sus cuernos al suelo, dejándolo boca abajo. Los tentáculos no eran lo suficientemente largos como para alcanzar el suelo, así que simplemente se movían por el aire, intentando buscar la manera de volver a su posición inicial.
Por último, Arthur observó al animal, buscando por dónde atacarle. Al tenerlo claro, saltó por encima de él, cayendo rápidamente al otro lado y le dio un gran puñetazo en su cuerpo negro, tirándolo al suelo. Antes de que se recuperara, siguió dándole puñetazos, alternando con alguna patada, hasta que dejó de moverse.
– Bueno, creo que hemos acabado con ellos… – Sentenció Arthur, estirando los brazos y observando la escena. Él, que era el que había hecho más ejercicio de los cinco, fue a sentarse rápidamente donde estaban antes, seguido por los demás que le imitaron.
– Sí… al fin podremos descansar… – Dijo Stella, dejándose caer al suelo. Tyler cogió la bolsa y empezó a buscar comida.
– Será mejor que comamos algo, así recuperaremos… – No tuvo tiempo a acabar la frase, como la última vez, un monstruo cayó del cielo. Era igual que los cinco últimos; era oscuro, de cuerpo redondo y grandes tentáculos, tenía dos cuernos que sobresalían y una boca sobrehumana, pero la única diferencia era su dimensión, era muchísimo más grande que los demás, sus tentáculos eran tan grandes como ellos.
– Oh oh… creo que alguien no quiere dejarnos descansar esta noche… – Comentó Sho. Stella lo miró y sacó su látigo otra vez.
– Entonces no hay otra solución, ¡a por él!