Canción de Hielo y Fuego

Relatos

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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Jue Nov 27, 2014 4:59 pm

Estos dos relatos participan en un reto sobre drabbles de las grandes familias de Poniente.
En mi caso, los Tyrell del Dominio y los Baratheon de las Tierras de la Tormenta.

[*]Spoilers: Choque de Reyes. Tormenta de Espadas.
[*]Relevancia: media-baja.
[*]Personajes: Robert B. Renly B. Stannis B [Alloy]. Willas Tyrell [Ignorance]

Alloy


Spoiler: Mostrar
Les había visto crecer y luchar, convertirse en hombres. Le hubiera gustado hacer más por ellos, por sus pobres chiquillos abandonados.

Robert era pura energía, con su maza en alto, correteando sin prestar atención, riendo alto, bebiendo vino hasta el salir del sol. No había nada que no pudiera hacer; y si lo había, lo derribaba a base de fuerza bruta. Cabezón e insensato, vivía para sentirse vivo. Nunca encontraría un lugar en ese mundo que quería construirse, no sería más feliz que en combates y batallas. Se había ido demasiado pronto como para que le pudiera enseñar a gobernar.

Renly era demasiado pequeño, demasiado parecido a su hermano. Cortés y alegre, criado por desconocidos, se había vuelto un hombre vacío, fingiendo alegría, vendiendo su interés. Todos le querían, sabía hacerse amar, pero jamás tuvo el amor que necesitaba, la aprobación de su propia familia. Él también se iría demasiado pronto, pretendiendo asumir un papel que no le correspondía.

Stannis era demasiado serio, demasiado recto para un lugar como aquel. Su vida era triste y miserable, fría, luchando por aquello que era justo, enfrentándose al mundo en soledad. Le había enseñado bien, le había criado como a su propio hijo, pero por mucho que le quería, sentía cómo lo perdía, se alejaba de aquello que defendía. Y dolía saber que había fracasado con ellos, que no había hecho de ellos los hombres que deberían ser.


Ignorance

- is your new best friend -


Spoiler: Mostrar
Se decía que los Tyrell descendían por línea materna del último rey Gardener, pero aquello poco le importaba. ¿A caso no habían demostrado su valía? Esas palabras no eran más que excusas para ennoblecerse.

Pero aún así les miraban con desprecio, haciéndolos sentir pequeños, aunque sus raíces eran fuertes, creían profundas, prestas para florecer, deslumbrarles a todos con su luz. Sus hermanos serían un capítulo dentro de la larga historia de aquel viejo Poniente, rubricarían con su sangre hazañas infinitas, harían valer su apellido más allá de todo honor o deber. Su hermana brillaría más aún que el sol; hermosa e inteligente, la reina más capaz y querida.

Su padre había alcanzado la gloria para su casa; de ser unos meros sirvientes a gobernar desde el recóndito norte hasta el salvaje sur. De oeste a este, todos conocerían sus nombres, sus proezas, todos cantarían sus gestas.

Y ya no importaría que sus orígenes fueran humildes, unos meros mayordomos; sus nombres perdurarían en la memoria, más allá de sus vidas, en la eternidad escritas.
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor 15nuxalxv » Mar Dic 02, 2014 11:01 pm

Me encantan estos relatos, es genial leerlos una vez te has acabado los libros. Incluso me han animado a releerme alguno soy sadomasoquista.

Captas muy bien la esencia de cada personaje, y creas una historia sin llegar a salirte del canon. Te animo a seguir ^^.

PD: Meñique FTW.
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Dom Dic 14, 2014 3:54 am

Los siguientes relatos participan en diferentes retos:

- Reto de lugares:

King for a day


[*]Spoilers: Juego de Tronos. Choque de Reyes.
[*]Relevancia: baja.

Spoiler: Mostrar
Perezosas las flores se abrían, exhalando tras de sí su leve aroma a carmín, a fresas, a melocotón. Los pétalos se mecían al viento, adormilados, oyendo la dulce melodía que, tras los altos muros llevaba la brisa de finales de verano.
Todo el camino, hasta donde sus ojos de mar alcanzaban, se sumergía en una sinfonía de colores que se mezclaban y confundían; rosas que competían en belleza se alzaban hasta rozar su montura, envolviéndolo en su delicado aroma, mil tonalidades que se perdían en un estallido de pintura, extendiéndose hasta el infinito, coloreando el horizonte. Cientos de flores creciendo, alocadas, en los márgenes del camino y, a lo lejos, un castillo se alzaba sobre una loma de arboledas y jardines colgantes, entre una bruma verde y parda, densa, que intentaba proteger sus secretos. El reino de las flores se exhibía ante sus ojos, llenando de vida cada rincón, esparciendo tonos y aromas, tejiendo sobre la hierba un cuadro sin nombre, que crecía y se mecía, hasta contenerlo todo.

Altojardín se abría a sus ojos como pétalos de una flor nocturna, esperando su llegada, su anunciación. Y pronto cada señor le rendiría pleitesía, lucharía a su lado, lo alzarían victorioso, como su nuevo rey y señor. Ahí comenzaría su reinado, desde aquel castillo sinuoso, sólo insinuado tras un basto manto de verdor, más hermoso que el batir de las olas en la orilla, que el color azul del océano de su vida, orgulloso y bello, sobresalía por entre el follaje, de una pureza prístina, brillando contra un horizonte que moría, perdido en un atardecer lejano.

Loras, a su lado, sonreía. Quería enseñarle cada uno de los rincones de aquella tierra, cada paraje de su inocencia, cada planta o cada flor, que cantasen para él su vida. Recorrer de su mano los suntuosos pasillos que dejaban entrar la naturaleza en su interior, que los pájaros revoloteasen sobre sus cabellos oscuros y susurrasen baladas sólo para ellos dos, que cada habitación se impregnase con su presencia, con su recuerdo latiendo en esas paredes que parecían de hiedra y rosas tejidas, que todos los vasallos le juraran lealtad, como él había prometido. Asió su mano y tiró de él; sus manos atadas a su cintura, su cabello aleteando sobre sus mejillas frías se perdieron en senderos que nadie conocía, que cambiaban con el discurrir de los días.

Pronto dejaron atrás la pequeña comitiva para adentrarse en el terreno de los secretos que sólo ellos dos compartían. Besos robados al ocaso, caricias furtivas, sonrisas que decían lo que sus bocas no podían. Bajo los robles, en un cielo estrellado, sus labios se rozaron, devorándose con esa pasión que les encontraba a solas, que se encendía entre sábanas y estrellas a la fuga, en un tiempo robado que no les pertenecía. Y, de rodillas, coronando con sus rizos su regazo, juró entregarle su vida si hiciera falta y, con un beso, él le entregó todo su amor.


- Reto "saliendo del armario":

Now and always

[*]Spoilers: Hasta Danza de Dragones. El final es un posible spoiler de Vientos de Invierno.
[*]Relevancia: baja.

<< [...] Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.>>

[Te Quiero. Luís Cernuda]


Spoiler: Mostrar
Miró a su alrededor; todo lo que alguna vez quiso se disolvía ante sus ojos, moría a su paso, marchitado, llevándoselo al olvido. Pero él aún podía recordar; los lugares donde se amaron guardaban en su piel aquellos lejanos momentos vividos, los sitios a los que iban a esconderse, donde un beso no fuera un delito. Bajo rostros impasibles de ojos de sangre se habían besado, y fue tierno; el tiempo deteniéndose en el momento, grabándolo a fuego. Allí fue donde las palabras brotaron por primera vez; dulces, cargadas de inocencia, del delirio de un amor que nace y crece, se hace fuerte, que va tomando forma y les envuelve. Recordaba lo que habían dicho “Ahora y siempre”. Era algo en lo que creía, por lo que merecía la pena luchar y morir; pero ya sólo era un vacío en el pecho, hielo palpitando, ya muerto. De ellos no quedaba nada, sólo fantasmas que le atormentaban, que llenaban sus tristes noches con el peso de la traición, con el sufrimiento de los errores cometidos, de los pecados que le acechaban el alma, queriendo arrancarle las entrañas.

Los dioses le devolvieron la mirada; le conocían, le desnudaban, dejando sólo al hombre que jamas sería, sospesaban sus crímenes, las atrocidades que en nombre de su apellido había realizado. Había sido desleal, vendiendo su honor a quien no lo merecía, dejando atrás a la persona que más quería. Debería haber muerto a su lado, luchando por él, por los dos, por mantenerse, como siempre habían hecho, juntos, por aquello en lo que creía, por aquello que quería, pero se había perdido a sí mismo; tuvo que regresar al lugar donde se habían conocido para encontrarse, para ver que lo hecho no tenía propósito, ni orgullo ni gloria, tampoco perdón. Y lo poco que le quedaba se difuminaba en el camino, perdiéndose para siempre en la eternidad, en un tiempo que no regresaría jamás. Ya no era más un Greyjoy, tampoco el pupilo de lord Stark, era menos que una persona, sólo un vano recuerdo, una imagen borrándose de quien alguna vez fue. Le habían liberado del peso de los nombres para encadenarlo a una vida de miseria, de remembranzas; allá donde miraba le veía a él, su cara dibujada en sus ojos, sus rizos de cobre, aquellos ojos que contenían el mar, en los que se ahogaba, donde hallaba a los dioses en los que su padre creía; ahí estaban, viviendo en él, enterrados en sus pupilas infinitas.

El bastardo de Fuerte Terror había intentado arrancarle su humanidad, pero nunca podría entender lo que era amar del modo en que él lo hacía, con esa intensidad, una tormenta de sentimientos abatiendo su corazón, desatándose sobre un mar de dudas para convertirle en un náufrago sin tierra, abocado en el océano de la perdición, porque Robb era quien lo mantenía a flote, el lugar al que pertenecía, al único al que quería volver. Su vida caía, precipitándose al abismo, desde que él no estaba y se había cansado de luchar. ¿Qué importaba ya todo? Estaba roto, pedazos que no se podían arreglar, fragmentos de cristal que se retorcían, clavados en su pecho, un muñeco lanzado al viento.

El fuego lo consumía todo, hacía bailar columnas de humo que ennegrecían el mundo, que le rodeaba y le hacía desaparecer. Por encima del crepitar de las llamas los cánticos y rezos le perseguían, ensalzando al Dios Rojo. Los gritos agónicos expiraban en sus labios secos, repitiendo una y otra vez las mismas palabras, y, finalmente, un nombre. Y ya nada más importaba, porque, al fin, regresaba a él.


Sous la neige

[*]Spoiler: Festín de Cuervos.
[*]Relevancia: baja.

Spoiler: Mostrar
Los primeros copos revolotean, perezosos, danzando al viento, perdiéndose sobre su piel de plata, clara y fresca, fundiéndose al calor de su cabello en llamas, besada por el fuego.

La contempla desde lejos, y es una mujer lo que sus ojos de argento observan; fuerte, valiente, el coraje latiendo en su frente, con el arco en la mano las flechas surcan el cielo, dejando una estela que la lleva a ella. Porque está donde mira, y es todo lo que ve. Porque es fiera y también es tierna, porque se arropa entre las mantas, enredándose a su cuerpo y su corazón desfallece, incontrolado, tan indómito como es ella. Y sus pupilas la buscan y, cuando la encuentra se ve en ellos reflejada, oculta en las profundidades de ese azul noche.

Debería secuestrarla, como dictan las antiguas tradiciones, hacerla suya, pero sabe que ella no pertenece a nadie, que es libre, una salvaje.

Cuando el cuervo llega deja que se la arrebate; no hay nada que pueda hacer, es un hombre y la ha conquistado, por la fuerza, en el corazón. Se siente derrotada, perdida, pero la ve feliz, radiante cuando la mira, cuando se cuela en ese amor que nace y crece, donde ella no tiene cabida, sólo una intrusa jugando a espiar, lo sabe, lo ve y lo siente; Ygritte se muestra más intrépida, menos como ella sabe que en verdad es, para impresionarle, para atarlo a ella, pero es un cuervo, así que al final vuela lejos y la deja atrás. Se lo ha dicho el viento, que la ha visto llorar, que le ha llevado a sus oídos los gritos quedos, las maldiciones murmuradas a media voz al caer el día sobre su alma quebrada.

La llaman la “princesa de los salvajes”; no importa. La noche sucede al día y ella simplemente mira, contempla ese extraño mundo gris, que gira y cambia, pero todo a su alrededor permanece, inmutable. Su corazón late sin ella y se siente extraño, vivir en un lugar donde su luz se apaga, donde ella murió en batalla. Le mira y ve sus sentimientos reflejados en las pupilas de Jon. Sabe que él también la ama. Que sufre, que le duele en el alma, porque lo que ella siente es idéntico, igual, simétrico. Y no le pude odiar.

Los hombres la contemplan, oye sus palabras obscenas al pasar, se pierden en la infinitud de sus piernas, en la manera en que se mueve al andar. Sabe que la desean, que harían cualquier cosa por tenerla pero ella jamás los aceptará. Porque es Val, no una princesa sureña. Porque su corazón no le pertenece ya para entregarlo, porque lo tiene donde ella vive, donde ella está; y ahora ya no vive, así que sabe que no volverá a amar. Y sus ojos grises palidecen, lánguidos, esperando un final que la lleve de nuevo a ella, donde ningún cuervo las vuelva a molestar.


- Desafío:

Tell me it's okey
to be happy now,
because I'm happy now.

- Paramore -


Spoiler: Mostrar
El mundo se alzaba frente a ella, sumido en la oscuridad, en una noche perpetua, eterna, envolviéndola cada vez que abría aquellos ojos sin color, pupilas pálidas, incoloras, vacías de toda emoción.

Sentía la lástima de todos clavada en ella, encerrada en su corazón. Todos la trataban con condescendencia, como si fuera una muñeca de cristal, débil y frágil, que con un soplo de viento se podía romper. Y ya no esperaba nada, encerrada en su habitación de la cual no podía salir sin ser ayudada. Sus padres sólo querían protegerla, evitar más dolor que el que la naturaleza ya le procuraba al negarle la visión, pero ellos no lo entendían, cegados por la obstinación de auxiliarla constantemente, de no dejarla avanzar a tientas en esa oscuridad que tan conocida le era. No necesitaba sus ojos, sus manos eran todo lo que necesitaba para recrear formas e imágenes en su cabeza; había trazado cada pasillo y cada escalera del castillo, dibujando los contornos con los dedos, escuchando la melodía que evocaban al pasar, conocía el olor de cada habitación, de cada una de las personas que con ella habitaban, podía reconocerles por la respiración, por la manera de arrastrar los pies, por el siseo de las capas sobre el suelo.

Sólo él podía ver más allá de lo que ella lo hacía, comprender la sensación de ser diferente, de ser tratado de un modo especial. Jon no era más que un bastardo, Sansa una muñeca con ojos de cristal, pero ella contemplaba el mundo a través de él y él vivía por ella, por cada instante que compartían, fugitivos, fugaces, estrellas que caían del cielo, iluminando su miseria, disipando la triste melancolía que les abrazaba por las noches.

Sus manos se perdían en su rostro, enterradas en su cabello de noche, en dibujar su forma, recortada en una oscuridad infinita. Los dedos trazaban su contorno con precisión, con delicadeza recorría su fisonomía para pintar a sus ojos ciegos a Jon. Podía rememorar sobre su piel la primera vez que sus manos le tocaron, un soplo frío sobre sus mejillas, delicadeza aleteando sobre las pestañas, delimitando sus ojos; su tacto era de plata, se extendía, brillante, por sobre todo su ser, mariposas revoloteando, acariciando con dedos expertos sus labios apagados, silenciados por su presencia. Ella conocía sus secretos, cada parte, cosas que ni él mismo sabía. Podía reconocer su respiración, el olor de sus pensamientos, los suspiros que lanzaba al amanecer, deseando volver a verla.

Al atardecer, cuando el sol moría entre púrpura y naranja, ellos se encontraban. Las palabras morían, no eran necesarias; sus manos se enredaban, se perdían entre contornos de piel y huesos, por las partes más íntimas de ellos dos. Se amaban en silencio, manteniendo el secreto que años atrás había comenzado. Los besos caían como brasas, danzando entre las llamas de un amanecer lejano. Y ya no importaba si no podía ver, si podía estar a su lado, tenerle de aquella manera, sentirle suyo, que le pertenecía de una manera que aún no entendía; y las sombras de los temores, la melancolía, la tristeza, todo se disipaba, desapareciendo en el viento que les mecía y les encontraba. No existía nada más real que Jon, nada que pudiera describir con tanta exactitud aún con sus ojos vueltos, cerrados a la realidad que se extendía frente a ellos. A veces él le leía; a veces ella le cantaba. Y eran esos los momentos que más atesoraban, esa normalidad en la que ambos se entendían, sin fingir, sin pesar, construida sólo para ellos dos. Era su felicidad, la única que tenían, aquella que atesoraban en lo más profundo de su corazón, la única capaz de disipar las pesadillas, el dolor que sentían cuando no podían estar a solas, las palabras fingidas, esa cortesía vacua con la que debían tratarse frente a otros, la indiferencia o el desdén que los demás les dispensaban.

El frío se colaba por una ventana rota, agitando su cabello en llamas, haciéndolo danzar a su antojo. Y él lo miraba, hipnótico, acariciando aquellas hebras que se entretejían hasta formar tirabuzones en sus dedos. Su risa era cristalina, llena de esa pureza e inocencia que la hacía brillar, que la hacían ser quien era en verdad. Sentía su cabeza apoyada en su pecho, podía escuchar sus latidos calmos, la música que su corazón producía al estar a su lado. Era feliz, no necesitaba nada más, sólo tenerla entre sus brazos, su barbilla rozando su cabeza, oler su fragancia, atrapar en un beso sus labios despistados, charlar de todo, o de nada; simplemente estar, como entonces, los dos.

Pero la felicidad es caprichosa, tan frágil como voluble, cambiando de lado al leve soplo de alguien. Y ese alguien fue lady Stark, encontrándolos a solas, refugiados entre brazos que no les pertenecían, que no merecían, eternos emigrantes de miradas perdidas, fugaces, hechos de fragmentos de momentos que no deberían existir. Eternos vagabundos sin destino, pues no estando juntos perdían el sentido de vivir.

Su madre le arrebató lo que le era más preciado, lo que extrañaría más, mucho más que la luz del sol que jamás sentiría brillar ante sus pupilas, más que su propia respiración. Porque Jon era todo lo que anhelaba, lo único que quería, lo que siempre buscaría, echándolo en falta, allá donde fuera que el destino, con nombre y apellidos de mujer, le mandara.

Y los momentos se escapaban, ya no había soledad en la que refugiarse, en la que perderse en su ausencia, ahora sólo quedaba esquivarse, rendirse a la indiferencia con la que debían de tratarse, con la que debía sentirle en su corazón, dejarle escapar y perderle para siempre, dejar atrás aquello que llamaba felicidad y esperar el momento de recuperarla, de volver a él o encontrar a otro capaz de hacerle sentir lo que Jon hacía brollar en su interior, alguien a quien entregarse sin reservas, alguien a quien amar de nuevo. O dejar que la vida pasase, pesarosa, dolorosa, hasta arrancarle de sus entrañas ese nombre ponzoñoso que ya no podía decir, que le habían prohibido para siempre y morir con la pena pintada en el rostro y sus manos quebradas de no poder recorrer su rostro.


¡Muchas gracias por leer! Y, como siempre, todo comentario es bien recibido.
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor 15nuxalxv » Dom Dic 14, 2014 7:07 pm

Imagen
^Yo al acabar de leer los relatos


Pues eso, estos relatos románticos me pueden xD. Muy bien escritos (como siempre). Mis favoritos son King For A Day y Sous la Neige.

¡Sigue escribiendo! :3
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Sab Dic 20, 2014 2:58 am

Bueno, ando metida en pleno "regalo colectivo navideño", por lo cual tendré bastantes relatos que postear.
Empiezo con dos, que espero os gusten. ¡Muchas gracias por leer!

Nieve


Spoiler: Mostrar
Leves copos revoloteaban, manchando ese azul pálido de blanco impoluto. Un denso manto cubría el suelo y envolvía todo cuando se podía ver. Un mundo níveo, puro y frío se alzaba frente a ella, cruelmente desgarrador mientras corría por bosques viejos de árboles muertos ya, enterrados bajo la nieve. El viento le traía el gruñido salvaje de los perros, el rasgar de los cascos del caballo, la carrera que devenía tras de ella.

Las peores pesadillas eran ahora su vida. Su piel se había vuelto un entramado de cruces y cicatrices de formas macabras, dibujadas a dolor y sufrimiento. No era más que una muñeca con la que jugar, a la que consumir entre lágrimas y fuego, a la que devorar a besos que rasgaban, a caricias que dejaban marcas, que la señalaban como una propiedad. Pero la persecución era lo peor y también el final; pronto todo sería olvido. No tardaría en llegar.

Su cuerpo yacía arrebujado entre copos que caían y la cubrían, blanco y carmín. Los gritos habían muerto en sus labios partidos. Ya no quedaba nada de ella; lo último que conservaba le había sido arrebatado. Aún sentía la desesperación enterrada entre sus muslos, cómo la había devastado con cada sacudida, con cada nuevo forcejeo. Agonía y placer juntados en rugidos que se confundían al perderse entre ramas que contemplaban, testigos mudos de su tragedia, de actos sin nombres ni perdón.

Una vez saciado de ella, tras vaciar aquellos ojos rebeldes, las perras obtuvieron su recompensa y ella, su paz, entre fuego y hielo, perdida y enterrada bajo el manto protector de la nieve que la cubría y la tapaba.


Trapnest


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Aún, en sus peores sueños, lo recordaba. Aquella voz, oscura, peligrosa, emergiendo entre humo y niebla, que surgía de la nada. Y el dolor. Aquel día le castraron; ya no sería más un hombre. Nunca tendría hijos, ni esposa, nada que amar, nada que le hiciese perdurar en el tiempo.

Se había reconstruido a sí mismo, prometiéndose que, con el tiempo, recuperaría aquello que había perdido. Poco a poco fue tejiendo su trampa, atrayendo a ella a los ingenuos jugadores, aquellos que no creían en él, que le despreciaban por no ser nada. En sus redes, pero, no eran más que pajarillos asustados, atrapados en sus hilos espinosos y envenenados, de secretos, mentiras y engaños. Estaban a su merced, precipitándose al vacío que él les servía, endulzado con palabras bellas y esperanzas que desaparecían al abrir los ojos.

Y ya era hora de revelarse, de mostrarle al mundo su habilidad, aquello que tanto tiempo había tramado; la jugada final que le devolvería aquello que siempre había querido: paz.


Stand by me


Spoiler: Mostrar
Sentada entre las gradas brillaba, la dama más hermosa, su belleza opacaba a la de su esposa, su sonrisa atravesaba la armadura de melancolía que llevaba, haciéndola estallar en miles de fragmentos de cristal. Las profecías parecían cumplirse al verse reflejado en aquellas pupilas salvajes, adquiriendo significados y matices nuevos que antaño no tuvieron. Hielo y fuego, los dos elementos juntándose en un mismo ser.

Lo abandonaría todo, su deber, su honor, su familia, lo dejaría todo atrás sólo por tenerla, sin importarle las consecuencias o las repercusiones; la necesitaba desde el instante en que sus manos la coronaron con rosas invernales, azul sobre negro, ante las miradas desaprobadoras de la multitud, la hostilidad que emanaban unas pupilas grises, la vergüenza en los ojos de Elia.

Era su mejor amiga, la única que podía hacerle reír de verdad, disipar sus miedos y dudas, derretir su corazón helado y hacerlo volver a latir. Los días a su lado eran soleados, llenos de calidez, de una extraña felicidad que lo envolvía, que le hacía sentir de nuevo. Y en aquel rincón que sólo les pertenecía a ellos no había pesar, ni dolor, ni la vergüenza que sus actos cometidos traerían con el devenir de los días, con las malas noticias de revueltas que comienzan y guerras que terminan con sus vidas.


Secrets


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Las rosas le sentaban bien, pensó al verla coronada por aquellas flores que derramaban sobre su cabello su perfume y color. Debería ser parte de su familia, llevar bordado su emblema en el corazón, casarse con ella y hacerla suya para siempre, retener su compañía, salvarse las dos de matrimonios pactados, alianzas de papel que, con un soplo de viento, les arrebatarían lo poco que tenían.

Era hermosa, con su cabello de cobalto arañando destellos al sol, los ojos vueltos hacia el infinito, guardando la tristeza por todo lo que había perdido, sonriendo a medias, lanzando al mar sus secretos más oscuros, confesándole su amistad. No podía apartar sus ojos de avellana de ella, repasar cada contorno, cada parte de su rostro. Cuando Sansa reía sonaban campanas y el mundo se derretía en un océano de plata. A veces soñaba con el roce de sus labios sobre su piel y amanecía colorada y, durante un rato, no la podía ver sin recordar la nitidez de aquel roce inocente, de un beso arrebatado, pero puro y sincero.

Sansa se volteó a verla y sonrió; Margaery estaba sumida en sus pensamientos, en aquellos parajes donde ella se perdía, que no podía comprender. Sus rizos enmarcaban su semblante, acariciando su piel de nácar y porcelana. No sólo era bonita, era inteligente y amable, de una bondad infinita. La invitaba cuando en la corte nadie la miraba ni le prestaba atención; le había introducido en su propio círculo privado, entrgándole su amistad, volviéndose su confidente más cercana, compartiendo cuchicheos al dormir. No podía evitar quererla, desear que aquella amistad que ahora florecía se volviese más grande, más compleja, llegar hasta su corazón como ella había hecho, atravesando su coraza de cortesía vacía para devolverle todo aquello que ya creía perdido, sólo un vago recuerdo de canciones y cuentos de hadas. Y, al volverse las dos, sus labios se encontraron por accidente y, en silencio, se entregaron a ello, a aquella sensación sin nombre que aleteaba muy adentro en sus pechos y se fundía, confundiendo amistad y amor.


¡Muchas gracias por leer!
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Mar Ene 20, 2015 5:02 pm

Siento el doble post, pero traigo nuevos relatos que, espero, sean de su agrado. De lo contrario, lamento las molestias.

Playing God


Spoiler: Mostrar
Lucía tan inocente y dulce que era imposible sospechar de ella. Un rostro apacible y una sonrisa tímida, oculta bajo el peso de la piedad que emanaba de su cuerpo. Bordaba el emblema de su casa con gran talento, dando puntadas firmes, deslizando sus pequeñas manos sobre el telar. El sol arañaba destellos dorados de su cabello, oscurecido bajo un velo que la hacía lucir aún más hermosa. En su cuello aún brillaba la estrella de siete puntas que antaño fuera de su madre.

Su tío a menudo se sorprendía al verla; tan apacible y piadosa, totalmente opuesta a sus otras hermanas. Pero no se dejaba engañar; esas manos que cosían con premura también podían ser fatales; no en vano era también hija de su hermano. Bajo esa fachada construida, latía la dulzura de los venenos que tan bien ella conocía, cuyas fórmulas atesoraba en su mente junto a los versos más devotos.
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Lun Feb 09, 2015 4:24 pm

Dejo un nuevo reto, en este caso trata sobre situaciones. En concreto "un reencuentro frustrado".
Espero que sea de vuestro agrado. ¡Gracias por leer y comentar!

Angel on the moon


Spoiler: Mostrar
La noche brillaba sobre los caballos, haciendo palidecer el mundo, pintándolo de un blanco plateado, por encima de la nieve y los árboles que les escoltaban, que franqueaban su camino. Se sentaba erguido sobre su montura, pero las fuerzas menguantes le hacían temblar, tambaleante, una hoja arrastrada por el soplo cruel del viento.

Antaño les habría podido adelantar a todos ellos, dejar atrás esa farsa de comitiva, escapar, cuando aún tenía un nombre, un lugar al que pertenecer, pero ya no quedaba nada, sólo servirle y rogar por su propia muerte, pues no había nada en ese mundo descarnado para él, nada que mereciera, salvo su propia desaparición. Ahora no era más que un recuerdo casi olvidado, incapaz de avanzar, atrapado en lo más profundo de la desesperación y el sufrimiento, constantemente atormentado por fantasmas sin nombres, sin formas, que susurraban sus crímenes, aquella vil traición que le había convertido en lo que era, en nada.

Iban a buscar a la novia, la prometida de Ramsay, quien sería la futura señora de todo el Norte, tanto por méritos como por apellido; la pequeña Arya Stark. Desde que había conocido la identidad que aquella muchacha se había encontrado con que, a menudo, pensaba en ella. Pensaba que estaría muerta, perdida por el basto territorio, pero habían dado con ella, la habían encontrado y le darían lo que le correspondía, no por linaje o herencia, sino por los azares del destino. El señorío norteño debía ser para su hermano mayor. Y debería ser Sansa quien llevara la gloria y la belleza a Invernalia, pero ese cometido recaía ahora sobre la más pequeña, la indómita y fiera Arya entrelospiés, revoltosa y rebelde, nunca sería una buena mujer. Pero los recuerdos de la niña que fue le perseguían, le prometían imágenes inciertas, que sólo ella podía volver reales. Arya era fuerte, no se dejaría someter al capricho de su señor, se defendería, lucharía por su libertad perdida. Sabía manejar la espada y tirar con el arco, él mismo le había enseñado, sólo para hacerla callar. Ella podría matar a Ramsay Bolton mientras dormía, porque no tenía miedo a nada. Le apuñalaría, retorciendo la hoja al clavársela, rasgando piel y hueso en el camino, hasta penetrar ese corazón oscuro que tenía, arrancando de él toda la vida que latía. Y luego terminaría con él, quien la había entregado a ese funesto destino, quien había traicionado los vínculos más sagrados, quebrando lealtades y promesas. Y se lo agradecería antes de partir. Era un buen sueño, un final digno. Amo y siervo muertos a la vez. Un ángel de la luna descendiendo de los cielos para poner en jaque sus vidas, para impartir la justicia que los hombres negaban y corrompían.

Vestía con los claros colores de la casa Stark, nieve y humo sobre ese manto blanco que le arrullaba, que la mecía entre copos perdidos de nácar. Era alta y bonita, mucho más de lo que recordaba. Sansa era la chica hermosa, Arya, por su parte, era salvaje que corría, indómita, en el viento, la que aullaba junto a los lobos al anochecer y bailaba entre las espadas, cantando con el acero en la mano y la risa aflorando a sus labios. No había nada dulce en ella, nada delicado y sus ojos eran del color de equivocado. Aquella muchachita no era quien decían, sino una simple impostora. Tardó un latido de corazón agitado en reconocer a la niña que había sido en sus recuerdos, la que sonreía tímida, el cabello oscuro y los ojos castaños. Jeyne Poole no Arya Stark. Y le miraba con sus pupilas desbordadas, suplicando en silencio que la rescatara, que la salvase de aquello que estaba por llegar, de las pesadillas que amenazaban en convertirse en su vida sin saber que él no podía hacer nada, tan sólo ver, callar y obedecer, como Ramsay le había enseñado y le obligaba a recordar.
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor 15nuxalxv » Lun Feb 16, 2015 1:13 am

Leídos todos~

Me encantan, tienes una forma de escribir que te hace pasar de una idea a otra elegantemente y sin apenas darte cuenta del cambio. Y te aplaudo por ello.

Sigue escribiendo sobre nuestros queridos personajes de CdHyF, yo (al menos) te lo agradezco <3.
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Lun Feb 16, 2015 2:08 am

Aquí dejo un relato nuevo. Vuelve a participar en un reto, esta vez sobre la casa Tyrell. El relato debía tener una extención exacta de 155 palabras.

Como sea, espero sea de vuestro agrado. ¡Gracias por leer!

[*]Spoilers: Danza de Dragones.

I want my tears back


Spoiler: Mostrar
La habitación estaba oscura; la poca luz se filtraba por una ventana olvidada y por una lejana vela que derramaba su fuego sobre ella, frío y distante, casi muerta. Tenía frío y las lágrimas seguían cayendo, fluyendo de sus ojos asustados, tristemente hermosos y castaños.

No entendía qué hacía ahí detenida, ni de qué se la acusaba. La habían arrancado de entre las sábanas, con palabras que llegaban a ella como torrentes desbordados; traición, confesión, arresto. La habían separado de sus primas, de su único consuelo y le habían hablado con el miedo, relegándola a una celda, a la soledad, a la espera de que todo aquello se aclarase, de que se revelase que no había nada de verdad en todas aquellas sucias acusaciones que habían lanzado sobre todas ellas, sobre su familia. Porque nada de aquello era cierto, sólo calumnias para desprestigiar su apellido, deshonrarles y humillarles, apartar a los Tyrrel de todo poder.


¡Muchas gracias por leer y comentar!
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Mar Abr 07, 2015 11:58 pm

No termina de convencerme, pero las neuronas no me dan para más. Tenía que suceder en Harrenhal y, no es muy original, pero espero que al menos sea de vuestro agrado. De lo contrario, lamento las molestias. ¡Gracias por leer!

Story Time


Spoiler: Mostrar
Una delgada lluvia golpeaba su frente, el legado de una primavera que empezaba, que anunciaba su llegada lentamente, con pereza, pero inminente, igual que las altivas torres que se dibujaban ante sus ojos pardos, tan altas que las nubes parecían engullirlas y hacerlas desaparecer. La fortaleza se alzaba sobre un acantilado, lamido por el devenir de las plácidas aguas que surcaban el lago. A lo lejos podían verse, talladas en la madera, miles de sonrisas inquietas, ojos rojos que observaban, vigilantes, llameando en la oscuridad de una noche que arreciaba, dejando caer sobre un cielo gris los colores de un atardecer. Pero, por encima de todo, extendiéndose hasta el horizonte, el negro de las murallas, que perfilaba y reseguía el castillo, el último bastión de una dinastía antaño derrotada y vencida.

Dejó que sus manos rozaran la fría piedra, más oscura en la oscuridad de la noche, más temible iluminada por el resplandor difuso de las antorchas agitadas por un viento que las volvía volátiles, inciertas. Podía sentir cómo la pared había llorado, lágrimas de fuego cayendo, goteando desde lo alto. Las llamas habían consumido cada rincón de Harrenhal, derruyendo el orgullo de quien una vez fuera rey de los ríos y las costas, hasta donde los ojos alcanzaran a abarcar. Sus torres habían sido calcinadas, huesos negros expuestos a la tempestad de brasas que revoloteaban por el cielo; los gruesos muros no habían podido proteger el inmenso castillo de caer, sometido al poder que manaba de las fauces del dragón, surcando la bastedad con su aliento cálido, derritiendo todo lo que existía a su paso, dejando sólo negrura para el recuerdo, pesadillas para la posteridad.

Las enormes torres seguían vigilando, retorcidas, caídas y desdichadas, pero aún vivas. La habían visto llegar, a ella, a todos. Y seguirían ahí enhiestas, eternas, con el perdurar del tiempo, cada día testigos mudas de los avatares de las pequeñas vidas que acontecían en su interior, que habían jurado proteger. Le gustaría subir, contemplar el infinito desde allí arriba, dejar que la lluvia acariciase su piel, dejarse mecer por la soledad, pero su esposo no lo permitiría.
Aun cuando le había fallado, él la quería. No era un amor desenfrenado y pasional, no, era un amor comedido, pero sincero. Besaba su frente cuando amanecía, rozaba sus labios cuando la veía, tocaba para ella en la intimidad. Nunca le había mentido; ella era la primera a quien exponía sus dudas, sus temores, sus ideas y la escuchaba opinar. Con el tiempo había llegado a amarlo, a vislumbrar debajo de toda esa cortesía que le sustentaba, con la que se armaba, la que le ayudaba a sobrevivir. Con ella era tierno y la melancolía se disipaba, dejando sólo una leve capa que le acompañaba a perpetuidad. Le había visto el corazón y lo protegería, porque él lo merecía.

El dragón tenía tres cabezas, pero ella sólo pudo darle dos; sabía lo que iba a suceder, lo que esa corona de flores significaba, se lo había dicho. Lyanna era valerosa, rebelde y con una fría belleza que no dejaba indiferente. Eran el hielo y el fuego que la canción prometía, juntos deberían poder cumplir la profecía y darle al mundo el príncipe prometido, aquel que gobernaría por encima del resto. Paz y prosperidad después de años de caos controlado que ahora escapaba, amenazando con destruirlo todo. Y si con esa pequeña traición a su amor podía arreglarse el mundo, salvarle de una guerra que ya se intuía, merecía la pena, aunque para ello tuviera que sufrir las miradas indecorosas de sus damas de compañía, los susurros lastimeros, la pena fingida y las palabras hirientes sobre su esposo. Pero ella sabía que lo había hecho por el bien del reino, por el bien de todos.


¡Gracias por leer!
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Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Mié Jul 15, 2015 9:37 pm

Aquí os dejo un relato para un Amigo Invisible, así que agradeceré mucho cualquier crítica o mejora que le pueda hacer.
En esta ocasión no hay ningún spoiler de los libros, pues todo es inventado. Espero que sea de vuestro agrado. ¡Gracias por leer!

SONS OF STARS


Spoiler: Mostrar
En su mano el pergamino cruje, arrugándose en su palma; la carta que el Maestre le acaba de entregar. Y la sonrisa brota en sus labios al reconocer el lacre que aún está por romper, que sostiene en sus pliegues las palabras que le devolverán la alegría perdida, el tiempo que ya no podrá recuperar y que tanto añora, que tanto desea atesorar, al que quiere volver.

Corre por los pasillos entusiasmado. No le importa el decoro o las normas, esta noche no, esta noche es suya y la quiere disfrutar, porque no hay nada que desee más que lo que sostienen sus manos. Las responsabilidades se escurren entre sus dedos que firmemente envuelven el papel, los nombres caen en el olvido, pues se adentra de nuevo en ese mundo que ambos han construido, donde los títulos o las cargas desaparecen, dónde sólo pueden ser niños, donde está prohibido pensar en alto o no reír hasta que duela de verdad y los ojos estallen en lágrimas. Sí, esta noche es suya y quiere perderse en la voz dormida que sus manos retienen, quiere recorrer los recovecos del paisaje que sabe que él pinta, un mundo tan lejano que fascina, aunque si estira el brazo lo puede rozar.

La oscuridad gira sobre el mundo y cae sobre sus espaldas, tiñendo la ventana de un negro al que las estrellas salpican, iluminando su camino, derramando una luz clara que hace palidecer su rostro y que silencia sus pasos, un secreto pactado que ninguno de los dos romperá.

Cuando el sello cae las palabras contenidas se derraman sobre él, su significado hallando un lugar en su corazón, porque desde que él se ha ido el otoño se ha instalado en su vida. Sus sentimientos han estado revoloteando, un crepúsculo arremolinándose a su alrededor que no le deja ser feliz, pero ahora la sonrisa brilla de nuevo en su rostro porque él lo ha prometido; se volverán a ver; y aunque sólo son letras en un papel, sabe que es verdad, que él no le va a fallar. Él es el hermano que nunca ha tenido, el amor que en ningún otro lugar ha hallado. Edric Dayne es la estrella que le guía, que le encuentra; es quien le hace querer seguir adelante, a pesar de saber que no está bien, que lo que sienten debe ser un secreto, porque ambos se van a casar con mujeres decentes a las que tendrán que amar, con las que tendrán que fingir, pero siempre se van a pertenecer el uno al otro, porque ya han entregado su corazón, para toda la eternidad. Y nada podrá separarles, ni el tiempo ni la distancia, no importa cuanto estén sin verse; él vive en su interior, ha hecho su casa en los recovecos y las sombras, hasta adueñarse de cada parte de su ser.

Soñando recuerda el sabor de sus labios trémulos, cómo se encontraron de casualidad entre naranjos y verdor, con el sol en su cúspide, brillando sobre ambos, brindándoles su calor. Eran suaves y tiernos, con la dulzura de la inocencia, cálidos como el verano que empezaba a brillar en sus vidas ahora que se entregaban a un amor sin nombre, algo ingrávido que planaba en su corazón, haciéndolo latir más rápido, tan alto como un tambor, cantando cuánto le quería, cuán dañino sería separarse de él, de sus manos entrelazadas y ocultas, de sus labios finos que sonreían sobre los suyos, su cabello mojado perlando su frente con las gotas que caían al moverse, al reclinarse y entreabrirse a él. Ha pasado un año desde entonces y las cartas son lo único que le queda de él, el recuerdo de un pasado de recuerdos grabados en la piel, de momentos que se muestran ante sus ojos y le hacen sonrojar, pintando sus mejillas de melocotón, de estremecerse al notar su ausencia, que cae a su alma como lluvia en una noche de invierno, rocío que empapa su cuerpo y le hace tiritar y querer tenerle a su lado para que su calor derrita la melancolía que su partida le ha dejado, la soledad que él le ha entregado. Pero en susurros calla, pues sabe que nadie debe saber cómo ellos dos se aman, más allá de la amistad, más profundo que dos hermanos, más puro que el cristal que refulge en el septo donde a veces reza para que él vuelva.
Y sus plegarias han sido escuchadas, porque regresa a casa, a sus brazos que ya le esperan abiertos, a su sonrisa, que volverá a lucir en su rostro cuando le vea, tenue silueta en el horizonte. Los sueños se volverán promesas hechas realidad, volverá el sabor de sus labios a su boca, el color de sus ojos a pintar el mundo cuando le mira, de púrpura crepuscular. Volverá la felicidad a su vida, aunque luego se diluya en un instante al verle partir otra vez, pero esos momentos vividos juntos quedará grabado en su memoria, le acompañará en las noches, cuando haga frío y él no esté para sostenerle, para abrigar su corazón marchito.

Pero él no llega, aunque le espera, oteando el horizonte desde lo alto de la torre, con sus ojos oscuros buscando en el infinito de arena, calor y desesperación. No deja de buscar incluso cuando las noticias de la guerra llegan, cuando ya tiene la certeza de que no regresará. Y las lágrimas caen esa noche, mientras en la cabeza resuenan las palabras de su padre, del compromiso que debe aceptar, del destino que siempre ha sabido que le esperaba, el que, para siempre, le alejará de Edric.

El amor no ha bastado para salvarles, para devolverles a esa pompa de fantasía en la que vivieron, en la que podían tocarse sin reservas, sin temor a hacer nada malo, en la que reían entre besos, en la que se miraban con devoción, en la que las palabras no morían en sus labios, en la que siempre eran ellos dos. La realidad la ha hecho estallar en mil pedazos, rompiendo cualquier esperanza, toda ilusión. Y las lágrimas recorren su rostro, borrando con su trazo el último atisbo de felicidad que alguna vez sintió, porque él se ha ido y sabe que nunca volverá, porque la guerra arrebata a las personas de su lado y Edric ha ido a luchar.
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