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¡Ya es hora de las votaciones del Concurso de Relatos! Me habéis estado molestando toda la tarde para que los subiera ya. Y en realidad debería haberlos subido antes, pero es que se me complicaron las cosas xDDD En fin, que aquí los tenéis, so pesados. Más vale que os gusten mucho todos.
Estoy contenta con el hecho de que de nueve que nos presentamos, he recibido siete relatos. Es el primer concurso que organizo y me sentí súper feliz cada vez que alguien me enviaba su escrito, de verdad. Ya comenté hace tiempo que no pensaba que se apuntaría tanta gente y menos que se comprometerían a enviarlos.
Siento de nuevo no haberos podido dejar más tiempo, pero en el fondo es mejor así, porque sé que pronto empezáis las clases (si no lo habéis hecho ya, como yo) y luego no disponéis de tanto tiempo.
Y eso es todo. Agradeceros de nuevo vuestra participación, de corazón, sois geniales. ¡Muchísima suerte a todos!
PARA VOTAR
Debéis enviarme un Mensaje Privado otorgando los siguientes puntos a tres relatos.
3 puntos: RELATO x
2 puntos: RELATO y
1 punto: RELATO z
No os entretengo más. ¡Aquí están los relatos de este año!
RELATO A
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Cálido deseo Nicoxa x Bolsa Térmica
Habían transcurrido varias semanas desde que la guerra había terminado. Todos los aprendices y maestros vivían pacíficamente en Bastión Hueco, donde rendían pleitesía y adoración a su nueva líder indiscutible: Nicoxa.
Todo empezó cuando los dos bandos quedaron para realizar una lucha final. Nicoxa, que era aprendiz de uno de ellos, corrió sin avisar a nadie hacia el centro del campo de combate. Todas las personas ahí presentes quedaron embobadas y embelesadas por su belleza extrema, y, tras un largo debate, decidieron que dejarían de luchar para aliarse en un nuevo fin común: cumplir todos los deseos de la hermosa peliazul.
Desde entonces Nico vivía en la torre más alta del castillo, y cada vez que bajaba a desayunar tenía que quitarse de encima a los numerosos fans que la acechaban o miraban lascivamente. Se había acostumbrado fácilmente a su nueva vida. Le encantaba ser el centro de todo y sólo podía gozar ante la nueva vida que se le presentaba.
Aquella mañana cuando Nico bajó uno de los aprendices que pertenecieron a Tierra de Partida, Light, se acercó hacia ella corriendo nerviosamente. Hizo una reverencia en el suelo y se quedó ahí parado.
—¡Oh Diosa Nicoxa! ¡¡P-por favor permíteme acariciarte el pie!! —empezó a mover las manos de una forma siniestra hacia ella.
Ella se llevó una mano a la boca y empezó a reír cruelmente. Extendió su pie y le permitió que se lo tocara.
—Deseo concedido —y Light empezó a masajearle los dedos mientras babeaba de forma agresiva. Ella enarcó una ceja: eso le parecía un poco extraño ya, hasta entonces la gente no se había vuelto tan loca. Así que con un gesto brusco quitó rápidamente el pie de sus manos y se alejó de allí, tenía que darle esquinazo.
Sin embargo nada más cruzar la esquina una avalancha de seguidores babosos la esperaba, todos haciendo movimientos raros con sus manos mientras sacaban la lengua y la miraban con unos ojos que casi parecía que iban a salirse de sus órbitas ¡¿Qué estaba pasando ahí?!
—¡Dejadme en paz! ¡SALIDOS!
Dio media vuelta para ir de nuevo hacia su habitación. Saltó grácilmente sobre el cuerpo de Light, que aún estaba en shock por haber podido cumplir su sueño, y finalmente tras correr lo más rápido que había hecho en su vida logró llegar hasta allí.
Puso su armario frente a la puerta para evitar que sus desquiciados seguidores entraran y se llevó una mano a la cabeza, sudando y aturdida. No sabía qué hacer...
Se levantó y fue hasta su espejo, necesitaba alegrarse la vista. Observó su reflejo y parecía que algo extraño estaba ocurriendo, puesto que no imitaba del todo bien sus movimientos y hasta llevaba ropa distinta a la suya... ¿Qué significaba eso...?
Acercó su cara lentamente hacia el cristal, poco a poco... ¡y recibió un cabezazo! ¡No era su reflejo, era Aru!
—¡Auch! ¡¿Qué demonios haces aquí?!
Pero ella no respondió, en su lugar dio un empujón a Nico y ambas cayeron sobre la cama.
—Escúchame, Nicoxa. Yo... —una lágrima caía por el rostro de la chica— Quiero ser como tú... Igual de linda y simpática. He intentado muchas cosas para parecerme a ti pero aun así no logro que los hombres me presten esa atención que tienen hacia ti...
Así que era eso... pobrecilla. Nicoxa se separó de ella, aprovechando que estaba pasando por un momento de debilidad y decidió confesarle su secreto.
—Si quieres ser tan bella sólo... tienes que hacerte distribuidora Avon —empezó a sacar cosméticos del cajón de su escritorio, uno tras otro. Sin embargo y por cosas del destino de repente salió una especie de rata repugnante con una careta de anciana y mordió la mano de la hermosa joven.* * *
—¡AAAH! —abrió los ojos al instante, desorientada. Estaba en su cama, ¿había sido todo un sueño?
Por alguna razón se notaba como enferma: una candencia extrema rebosaba su cuerpo, todo su ser sudaba y cuando se tocó la frente descubrió que parecía estar febril.
Levantó sus sábanas y descubrió al culpable de que Nico estuviera tan caliente: la bolsa térmica que apareció en su mesilla por generación espontánea. La cogió y la puso a su altura.
Estuvo mirándola un buen rato, era tan cálida, callada y mística... Nicoxa le había dibujado una cara con rotulador permanente tiempo atrás y gracias a eso parecía mucho más amigable. La abrazó y algo inesperado ocurrió: un rayo se coló en su habitación e impactó sobre ambos.
Por la fuerza del impacto Nico se vio obligada a soltarla al salir despedida contra la pared. La bolsa térmica sin embargo... brillaba, emitía una luz pura y hermosa. La chica se acercó a la bolsa, y cuando iba a tocarla...
—Nicoxa, gracias por haberme tratado tan bien —del susto pegó tal salto que casi se estampa de nuevo contra la pared— ¡No te asustes! El rayo... me ha debido de dar vida. Todo te lo debo a ti, cualquier otro aprendiz me habría usado ya o no me habría permitido dormir con ellos pero tú has sido muy buena.
Aunque estaba resultando especialmente extraño Nicoxa no pudo evitar llorar ante las enternecedoras palabras de su cálida amiga.
—De nada, tú también me has cuidado en los duros momentos donde pensaba que el frío iba a consumirme. Gracias a ti también.
Se hizo el silencio y ambas se miraban. Sabían qué había ocurrido y lo que iba a pasar a continuación.
No hicieron falta palabras: Chica y bolsa se fundieron en un épico abrazo que no pudo ser separado ni por la eternidad del universo.
RELATO B
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Solo amigos Enok x Freya x Simbad
Hacia unos meses de aquella carta de San Valentín aunque se sentían como años o décadas. El tiempo de los sentimientos carecía de medida pudiendo alcanzar la eternidad o simplemente la fugacidad más insignificante. Y en el fondo tampoco desaparecían con el tiempo, no eran tiempo y ni siquiera espacio. Quizás la memoria los desvanecía o los ocultaba, pero realmente siempre estarían ahí, en el preciso lugar que siempre habían ocupado, en el exacto momento de su origen.
Solo amigos era el final de su carta. Palabras que incluso mientras se componían le dolían en lo más profundo de su corazón. Aunque era una forma de acercarse a él, de mirarle sin temor, de recordar antiguos momentos o de volver a sentir sus labios. Aquel día, en el antiguo local de Yao, estaban helados, con un cierto temor, con la teatralidad propia de un aprendiz de actor, un alma viva y pura.
Levantó la mirada de las líneas del pequeño libro que sostenía y alivió con la punta de sus dedos un leve escozor en su espalda. Mientras suspiraba, el cielo había oscurecido dejando atrás la actividad del día. Cerró las tapas envejecidas del libro y lo depositó sobre el suelo en el que se encontraba. La historia ya había terminado.
—Solo amigos... —murmuró entre dientes.
Sonrió con tristeza. En unos días se marcharía de aquel lugar, renunciaría a los años de Aprendiz, olvidaría todos sus recuerdos, toda su historia, todo su mundo. No era más que una muerte en vida. Renacería pero no sería el mismo. Ellos se perderían. Simbad, Freya, todas y cada una de las vidas que se habían cruzado a su paso. Y aquel beso, aquel estúpido y malogrado beso.
—Enok —susurró una voz cercana, femenina y suave, cálida aunque con una mueca de soledad, de abatimiento.
El chico volvió la mirada con lentitud. Su cabello rosado resplandecía bajo la luna y su oculta sonrisa se desvanecía entre los retazos de los recuerdos. No iba sola, alguien le acompañaba, el objeto de sus llantos y deseos en silencio. A paso medido se fueron acomodando junto al chico. Era una despedida, el epílogo de las páginas que reposaban sobre el frío suelo.
En silencio los tres respiraron el mismo aire, Oscuridad y Viento. Sobraban las palabras, todo había sido dicho, explicado y sufrido. El día del Destino, el día del Juicio, el día de la Pasaron los minutos bajo el cielo del Bastión, pasaron los aires de la noche, pasaron las hojas mecidas por la noche, pasaron las estrellas de los mundos sobre la bóveda, pasaron sin dejar su eco en ninguno de ellos.
Y finalmente el cuerpo de la chica se meció por el sueño a los hombros de su compañero.
—S-Será mejor que la lleve a su cuarto —dijo en un hilo de voz el rubio muchacho.
Su amigo asintió suavemente mientras el pequeño cuerpo de la pelirrosa se elevaba sobre los brazos de Enok. El peso de los recuerdos casi provocaron su caída pero al fin y al cabo ya estaba acostumbrado a cargar con todo aquello. Lo haría una vez más, la última vez. Paso a paso el chico se perdió entre los pasillos del castillo derruido, dejándolo detrás, sentado sobre el vacío, mirando la luna. Piel oscura, cabellos salvajes, una sonrisa en sus labios, porte jovial y unos ropajes poco cuidados. El exterior es el reflejo de nuestro interior.
Al mismo tiempo la figura de Freya descendía suavemente sobre el colchón de su cama. Medio dormida tomó un cojín y lo arrastró hasta su pecho, abrazándolo mientras dejaba correr las lágrimas sobre sus mejillas.
—Nos volveremos a ver —meditó en un hilo de voz.—Estoy seguro de ello... Cuando vuelvas al Crepúsculo, al eterno Crepúsculo...
Tras el marco de la puerta unos ojos le observaban. Enok le miró durante unos largos segundos. A partir de ese momento no se apiadaría de nadie más en la vida, no sentiría lástima. Todo debía seguir su curso y nada podía detenerlo. Acarició suavemente las mejillas de su antigua amiga y se marchó hacia la figura del pasillo, emprendiendo junto a esta un pequeño paseo por los ventanales y pasillos raídos.
—Toma, esto te pertenece, Enok —murmuró al cabo del tiempo ofreciéndole al chico un sobre cerrado, una carta—. Tardé mucho tiempo en descifrar que era tuya. Quizás porque te conocía poco. Solo nos habíamos visto en aquella misión.
Cogió la carta y tras juguetear con el papel unos instantes la sostuvo con decisión, destrozándola en varias partes. Sin mirar a su compañero se acercó al vacío y lanzó todos y cada uno de los pedazos que terminaron por desaparecer entre las corrientes de aire.
—N-No importa... E-Eres mi amigo, lo recordarás.
Simbad le miró en silencio.
—¿Solo amigos?
Enok se volvió en silencio.
—Solo amigos.
RELATO C
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Flechazo eterno Light x Nicoxa
Estaba bastante aburrida de la vida. Bastión Hueco era un muermo de lugar, no era nada divino, no tenía ese resplandor mágico, todo era ruinoso y oscuridad.
Como otro día cualquiera, desperté a mi única y mejor amiga: Coli.
Era una chica muy especial, como yo, pero no tanto porque yo era la más especial de todos los mundos a decir verdad, lo entenderéis si me conocierais en persona, dado que ninguna foto podría plasmar completamente mi belleza, pero no nos vayamos por las ramas.
—Buenos días, Coli, amiga… —dije con una falsa sonrisa acabada por un suspiro.
Mi amiga se quedó boquiabierta, y con cara de impactada… Había notado que hoy en especial, no me sentía del todo bien…
—¡Tía, pero qué te pasa! ¿Tienes hambre, diarrea…? —Me preguntó Coli mientras posaba su dulce mano en mi suave hombro.
Yo negué con la cabeza, y di un resoplido, la verdad es que se ponía en lo peor siempre, además que yo soy como un reloj, siempre iba a la misma hora al baño.
Coli me dió un abrazo reconfortante, quizás ella no supiera solucionar mi problema, pero ayudaba bastante, era muy buena amiga.
—No te preocupes encanto, ¿que te parece si damos un paseo por las afueras de este sombrío, aburrido y nada fabuloso lugar? —dije intentando desviar el tema de conversación.
Ella accedió bastante alegre, realmente, era mi Coli, mi mejor amiga.
***
Ya en las afueras de Bastión, algo llamó la atención de mi amiga Coli, que comenzó a babear como una perturbada (que lo era, pero bueno).
—¡¡Dios, tía, tía, mira eso!! —dijo mientras daba botes muy emocionaba y movía su mano izquierda señalando algo.
Achiné la vista de los ojos para ver cual era la causa de su ruidosa emoción, sabiendo como era ella, seguro que también me iba a causar impresión.
De pronto, lo divisé, un sujeto magnífico, hermoso, alto, fortachón, que iba con un glider luminoso.
—¿Quién eres? —pensé para mi bastante sonrojada y con los ojos abiertos como platos.
Coli casi la lía parda, ya iba disparada como un león a su presa, pero la agarré justo a tiempo. Luego tiré de la tira de su sujetador haciendo que este rebotase en su morena piel causándole un poco de daño.
—Quieta parada, mona, ¿qué crees que estás haciendo? —dije poniendo las manos en jarra y agachandome muy cerca de su cara bastante molesta. —No puedes acercarte así a un chico, ¿eres tonta? Además… Yo…
Entonces, giré la cabeza al ver como el chico caía de su glider tras el ataque de un sincorazon. ¡Dios mio, no! ¡Mi futuro marido!
Yo en ese instante abandoné a Coli, y conjuré mi glider y bella armadura, y fuí al rescate de este.
—¿¡Estás bien!? —dije gritando y agarrando su fornido cuerpo.
—¡Nicoxa, estás como una cabra, tía! —respondió Coli, corriendo también hacia nosotros.
El muchacho parecía estar malherido, así que no me quedó otra opción que cargarlo y infiltrarlo al castillo, para ser precisos, mi cuarto, ¿qué lugar más seguro que ese?
Acosté su perfecta cabeza en mi bella almohada, y observé su brillante rostro, como si de una luz se tratase. El era una divinidad caída, como yo, por eso deberíamos estar juntos… O eso pensé momentáneamente.
El joven empezó a abrir sus ojos, cosa que me asustó bastante… ¿Y si estaba fea? ¡Dios mio! ¿Mi pelo estará correctamente seductor?
—D-dónde estoy… —preguntó el muchacho bastante desorientado.
Madre mía, su voz era igual de apuesta que él, no podía sentirme tan excitada.
—En el cuarto de Nicoxa, y yo soy Nicoxa… Te has caído malherido de tu glider… —dije con voz seductora y coqueta. —¿Cómo te llamas? No eres de Bastión Hueco, ¿verdad? Me acordaría de tu cara.
—Me llamo Light… ¡¿ESTOY EN BASTIÓN HUECO?! —dijo bastante alarmado repentinamente.
Ese fué el comienzo de nuestra historia de amor. Él y yo, posiblemente perfectos el uno para el otro… Claro, el aun no lo sabía, pero yo ya le había entregado mi corazón desde que sus carnosos labios pronunciaron su nombre.
—Sí, ¿eres de Tierra de Partida? No te preocupes, te protegeré ante esos bebes malos —dije refiriéndome a los maestros de BH mientras rozaba mis dedos con sus labios.
El muchacho tuvo un escalofrío, bueno, claramente era el efecto que solía tener en los hombres. Pero el era diferente, cualquier hombre en ese mismo instante me habría hecho suya, pero él no… Por eso supe, que Light era el indicado.
—Lo siento pero… Yo no… —dijo el muchacho bastante cortado y tartamudeando.
Entonces, se levantó mientras en el proceso se quejaba de sus heridas de guerra.
—¡No! ¡Aún estás herido! —grité como una fiera y le empuje a la cama nuevamente.
—¿Llevo mucho inconsciente… Señorita Nicoxa?
Me puse a pensar, en realidad que acababa de traer ahí, pero sería gracioso mentirle… Pero no era el momento, pobrecillo.
—Acabo de traerte, realmente, Light —dije sonriendo intentando conquistar el al parecer, duro corazón del chico.
Pero nada, él evitaba cualquiera de mis bellos trucos de seducción… ¿Era de esos que no le gustaban las mujeres? ¿O quizás simplemente se sentía incómodo?
—Creo que será mejor que te cure esos arañazos feos, no queremos que dejen marcas, ¿verdad?
Cogí en ese momento una toalla fría que me había dejado Coli con un cubo de agua y vendajes. ¿Qué a dónde se había ido esta otra? Pues a comer, ya era hora de almorzar, pero yo preferí quedarme ahí, con Light.
El al principio, cuando le rozaba con la fría tela, ponía gestos de dolor, como si le escardase, pero poco a poco, fue mejorando su rostro, hasta mirarme fijamente a los ojos.
—Gracias por cuidarme, pero no creo que tus Maestros se alegren de saber que… —entonces, puse un dedo clausurando los labios de mi amado y continué su frase —. Ellos no tienen porqué enterarse, ¿cierto?
En ese momento su cara fue bastante seria aunque pude ver un rojizo color a parecer de sus mejillas, ¿le había gustado lo que le dije? Soy sin duda, una afrodita.
—Tus ojos son muy bonitos, Nicoxa…
Escuché susurrar aquel primer y hermoso halago del muchacho serio, me sentí bastante contenta, tanto que me llevé las manos a la cara y di un leve chillido de alegría.
—¡Los tuyos son más bellos, Light! —grité acercando mi rostro con el suyo, cosa que hizo que este se apartara un poco.
***
Pasaron varios días después de aquella conversación, yo dejaba a Light descansar en mi cuarto, mientras que yo me montaba las pijamas party con Coli, aunque la primera vez intenté dormir con él, este rechazó por completo la oferta… Era bastante tímido
Ya era de día, y como solía hacer desde entonces, iba a por un poco de comida para dársela como desayuno a mi amado y futuro esposo.
—¡Buenos días dormi… —Pero entonces alguien más me sorprendió…
No solamente estaba Light amarrado con una cuerda y con la boca tapada. Sino que además estaba ahí uno de los maestros, que estaban dispuestos de hacer a Light su prisionero para usarlo como rehén como trampa para atraer a Ronin.
—Bien hecho, Nicoxa —me alago el maestro bastante contento. —Has atrapado a uno de los mayores problemas de Tierra de Partida, cómo te pedimos.
En ese instante Light abrió los ojos como platos, seguramente se creería las mentirosas palabras de mi maestro, pero no había nada más lejos de la realidad que esas eran mis intensiones. Agachó la cabeza bastante decepcionado y enojado.
—P-pero de que estas hablando, no me has mandado tal cosa… ¡Desata a Light ahora mismo, señor! —pedí bastante nerviosa y conjurando mi llave espada.
Es cierto que estaba desafiando con la mirada y mi arma a mi maestro, pero tenían a algo que me pertenecía y estaba metiendo mentiras en su cabeza y eso no lo iba a consentir.
Entonces el maestro conjuró un hechizo que me hizo colisionar contra la pared de mi cuarto, haciendome bastante daño.
—Mocosa insolente…
Coli entró en escena con un portazo y bastante cabreada, había escuchado todo detrás de la puerta, como la maruja que era.
—¡QUE LE HAS HECHO A MI AMIGA, FEO! ¡Sufriras inmediatamente la cólera de Coli! —dijo poniendo el culo en pompa.
Oh no… Iba a hacerlo… A nuestro maestro…
—¡POR EL PODER DEL AMOR Y LA AMISTAD!
Antes de atacar, me dió una mirada, que me afirmaba que aprovechase ese momento para agarrar a Light y llevarlo lejos de ahí, pero no quería dejarla sola… Pero claro, como para llevarle la contraria a esta loca.
Y ocurrió, Coli se tiró uno de sus mayores pedos, apestosos, tóxicos, era un ataque especial de ella. Pero seguía tan divina como siempre.
Ese gas hizo que el maestro se desmayara, entonces, los tres corrimos lejos del lugar.
Ya en un lugar seguro, desamarré a Light y miré a Coli y le dí un abrazo. Era de las personas más valientes que conocía, estaba agradecida de ser su amiga.
—¡Madre mía tía, qué fuerte! —dije dando un gran salto.
Entonces miré a Light, estaba bastante serio… Como siempre. Agaché mi cabeza… ¿Se había creído lo que el maestro dijo en mi cuarto?
—Light… Yo… Lo siento… No creas todo lo que ese payaso dijo, yo nunca…
Y ocurrió, él me abrazó bastante agradecido, le había salvado el pellejo, por segunda vez.
Acarició mi cabeza, me sentí genial… ¿Recordáis esas mariposillas que te dicen que sientes en la tripita cuando estás… Enamorada? Pues habían aparecido.
—Gracias.
Esa única palabra de agradecimiento… Hizo que todo valiera la pena. Yo cerré los ojos y dejé caer una lágrima, me sentí satisfecha.
Light cogió con su dedo mi lágrima, y la besó, fue lo más hermoso que habían hecho por mi.
—¡Oh por favor que cuquis os veis juntos! —gritó Coli, que había roto la magia en ese instante.
Yo miré a Light… ¿Podría robarle un beso en este encuentro? ¿Podría?
—Debo marcharme, creo que os he causado suficientes problemas…
Yo negué con la cabeza, para nada quería que este se fuera de mi lado, ahora que había avanzado la cosa.
Pero esto no finalizó ahí…
—Nicoxa, me gustaría volver a verte…
Dijo mientras lentamente pulsaba el botón de su armadura.
—¡Sí, tengamos una cita romántica! —grité emocionada y ya metiendome en mi mundo.
El sonrió, y mientras se despedía con la mano, se perdió en la oscuridad del cielo, junto a las estrellas.
Yo deje caer más lágrimas, pero no de tristeza, sino de felicidad… Había encontrado a mi razón para hacerme más fuerte y poder ir a reclamar su corazón. Ya no habrían días desmotivantes y aburridos, ahora tenía un motivo para sonreír cada mañana.
Cupido me había flechado eternamente, mientras la sangre que caía de la herida de la flecha, escribía a fuego su nombre en mi corazón: Light.
RELATO D
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Un amor adolescente Maya x Akio Cuando llega el calor, los chicos se enamoran. Es la brisa y el sol~
En efecto, era verano y la brisa veraniega acariciaba el rostro de los dos protagonistas de esta bonita historia. Tirados sobre el refrescante césped, Akio y Maya descansaban de sus ardientes «entrenamientos», cogidos de la mano, inseparables. En el pasado no llegaron a congeniar del todo, especialmente por la culpa de cierta guerra de pintura, pero ahora todo era diferente.
—Te quiero —confesó Akio en primer lugar, juguetón.
—Yo te quiero más —respondió Maya, y soltó una pequeña risilla.
—No, yo te quiero mucho más.
—Pero yo te quiero infinitamente más.
Habían dejado de ser simples críos y las hormonas les tenían revolucionados. La brujita especialmente había cambiado. Ya no tenía nada que ver con aquella adorable niña inocente que encandilaba a todos los adultos: ahora era una bruja malvada de quince años.
Maya, excesivamente seria, observaba el cielo sin pestañear. Parecía… ¿estar conteniendo algo? ¿Alguna especial revelación por un casual? Akio no dudó en preguntarla:
—¿En qué piensas? —Akio apretó con más fuerza su mano.
—Tengo gases —confesó Maya sin pensárselo dos veces antes de tirarse un sonoro pedo.
—Eres una guarra. —Akio abrió lentamente los ojos y miró para otro lado, atónito.
Lo que sucedió a continuación les pilló a los dos Maestros —Maya había ascendido sobornando a sus superiores— por sorpresa. La serpiente marina conocida como Leviatán liberó un sonoro rugido y acto seguido surgió salvajemente de las aguas del lago, con tal fuerza que una ola de agua empapó a los novios.
—Qué bien.
—Dios, puta serpiente de mierda. Algún día me haré una bufanda con ella.
—De ninguna manera, venderemos su cadáver y nos haremos ricos. Esa estúpida de Rebecca nos lo comprará o le daremos una paliza.
Leviatán parecía haber comprendido sus crueles palabras. Con la mirada clavada en ambos jóvenes, abrió la boca y disparó de ésta un tremendo chorro de agua que iba directo hacia la bruja.
—¡No!
Akio, que se había interpuesto tras su clamor, recibió el ataque en su lugar. El muchacho, que salió despedido y se derrumbó sobre el suelo, comenzó a emitir quejidos. ¡Cuánto daño le había tenido que ocasionar aquella odiosa serpiente! La criatura desapareció de su vista: se ocultó en el lago después de realizar su venganza, satisfecha.
—¡Cariño! —Maya corrió como una loca hasta alcanzar a su amor. Se agachó a su lado y le cogió de la mano—. ¡Aguanta!
—Por favor, cúrame, estoy muy débil…
—Diez mil platines. —Maya se levantó del suelo a una velocidad pasmosa y extendió el brazo con la palma abierta.
—¿Qué? No… ¿Realmente vas a pedirle dinero a tu novio después de lo que ha hecho por ti?
—Veinte mil. Es lo que hay, o lo tomas o lo dejas —señaló, muy seria. Tenía un tic en el ojo y le temblaba la boca. Parecía… enferma.
—Lo dejo. Lo dejamos tú y yo. Este es el fin de nuestra relación entonces. —Akio ni más ni menos comenzó a llorar desconsoladamente, habrase visto.
—No podrás huir de mí. —Sonaba muy diferente... ¿estaba poseída?
El Maestro llorica se levantó con dificultades y marchó corriendo hacia el castillo, gritando el nombre de Lyn, como si buscara su consuelo. Maya, por su parte, se sentó en el húmedo suelo y comenzó a acariciar con la cara su pequeño y adorable cactus mientras contemplaba la huida de su chico. Le dio un ataque de risa en aquel momento, parecía estar disfrutando (qué loca).
—El amor es como un cactus. A veces duele.
No necesitaba ningún novio. Mientras tuviera su cactus favorito, nunca se sentiría sola… esta planta le daba todo el placer que necesitaba.
Entonces, susurró algo que nos dejaría aturdido a cualquiera de nosotros:
—Despair's Cactus.
Y la chica se convirtió en un elegante cactus con una bonita flor rosa.
RELATO E
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The Party Never Ends (Una historia de Cliché Tarantino) Chihiro X Kazuki
La Ley de Murphy dicta que si algo tiene probabilidades de salir mal, es que va a salir mal.
En eso pensaba Kazuki mientras aferraba con desesperación los mandos de su glider, pitando como un poseso, cagándose en el monumental atasco que le había pillado en mitad del espacio sideral, en su jaqueca y en las malditas naves de Sincorazón que se habían metido en su camino, por no hablar de un accidente que habían provocado tres imbéciles con una Nave Gumi.
Se recostó sobre el asiento, dándolo todo por perdido. Chihiro le iba a matar. Le iba a destripar con su mosquete para luego enterrarle, revivirle y matarle otra vez. Miró con ansiedad la hora: quedaba un minuto para la boda.
—¡Joder con Murphy! —gritó, dando un golpe de frustración.
Sí. Llegaba tarde a su propia boda. Pero eso no fue culpa suya, oh, claro que no. Él ya lo tenía todo preparado, desde el traje para la boda -que en ese momento estaba algo desarreglado-, hasta los anillos. La culpa la tenían los cabrones de…
—Documentación por favor —exigió una voz a su lado. Un guardia de la Federación, vestido con el típico uniforme verde reflectante y con tricornio apareció de la nada. Estrelló la cabeza contra el volante. Ahora sí que no llegaba.
*El día anterior, 22:08*
—¡Salud!
Las risas inundaban la taberna de Port Royal, atiborrada de tanto Maestros como Aprendices de ambos bandos. La guerra había sido dura, pero un brillo de esperanza se cernió sobre el futuro incierto, y tras los eventos que acontecieron en el Castillo del Olvido, se pactó una tregua que seguramente duraría por los siglos de los siglos.
—¡Más Bloody Ryota, tabernero! —pidió a gritos Ronin, con una botella en la mano y sonrojado por el alcohol. A su lado, se encontraba Ryota, aplastado por el tuerto con el brazo que tenía libre en lo que sería un abrazo de oso. Se notaba a leguas de distancia de que estaba muerto de vergüenza.
Así filas y filas de gente, algunos charlando animadamente, como el caso de Yami y Nanashi u otros compitiendo por el aguante máximo en la bebida, como era el caso de Ragun y Hiro. Por otro lado estaban los que celebraban la despedida de soltero y felicitaban a Kazuki por su decisión. Serpentinas, confeti, gritos, música… Una velada perfecta.
El novio no podía estar más contento. Había invitado a todos los que hubieran querido asistir, derrochando platines en el proceso. El amor era caro, pero valía la pena. Y no podía haber elegido mejor mundo; estaba lleno de sitios para para divertirse, aunque cierto era que al principio había elegido Ciudad Disney, pero no quería arriesgarse a encontrarse a Chihiro, que también lo estaría celebrando a lo grande… En principio.
Sea como fuere, la noche transcurrió sin mayores problemas que unas cuantas peleas de borrachines con sus evidentes consecuencias. Menos mal que la posada tenía seguro contra incendios, inundaciones, electrocutaciones, resbalones, pérdidas de paredes, viajes en el tiempo y pérdidas de miembros -reservada por el propio Kazuki-. Pero entonces…
—¿Te has enterado Kazuki? —preguntó Higashizawa en un punto de la noche—. Por ahí dicen que la Federación ha encontrado un mundo nuevo, allí —señaló una congregación de Aprendices— están deseosos de ir.
—¿Un mundo nuevo? —Pensó que era una tontería, pero poco a poco, los murmullos de ese nuevo mundo se fueron intesificando. Por lo visto era sinónimo de juerga y aventuras. Sonrió al ocurrírsele una de las mayores locuras posibles. Se levantó y pidió silencio.
—¡Nos vamos al nuevo mundo! —gritó hacia la multitud. Un coro de voces entusiasmadas se elevó en el ambiente. Suspiró satisfecho, había sido una gran idea.
—¡¿Y cómo se llama?! —preguntó alguien en la muchedumbre.
—Las Vergas o algo así.
*00:01*
Cientos de gliders se alzaron hacia las estrellas, guiados por aventureros. Muchos otros se quedaron para continuar la fiesta en Port Royal o para darse el lote en el mar, que siempre era sinónimo de diversión. Algunos, a los que no les gustaba especialmente la fiesta, se retiraron para irse a dormir.
Tanto Ronin como Ariasu se unieron a Kazuki a la juerga padre, dada su especialidad para divertirse en cualquier ambiente. Los demás Maestros se habían desperdigado, aunque un buen puñado de aprendices habían optado por acompañarlos también.
Entonces, aterrizaron. Una explosión de luz y color los sorprendió en mitad de la calle. Algunos tuvieron que guiñar los ojos ante la inmensidad de lo que prometía aquel mundo: videojuegos, parques de atracciones, casinos, bares, enormes hoteles… Definitivamente era un buen sitio para liarla parda.
La risa de Ariasu dio comienzo a la fiesta. Los Aprendices ya estaban probando las maravillas de aquel mundo, pero los Maestros se habían quedado embobados.
—Vamos —apremió, caminando hacia un edificio con bombillas de colores—. Hemos venido a divertirnos, ¿o no?
Tanto Kazuki como Ronin se miraron de reojo, con una mueca de complicidad. Sabían que con Ariasu nada podría salir mal. O eso pensaron al principio, claro estaba. La noche iba viento en popa.
Entraron al casino Golden Palace, que les recibió con sus cálidos abrazos de neón. Ronin se fue directamente al bar a pedir una botella, para después irse de cabeza al Black Jack, todos sabían que era adicto a las apuestas. Por otra parte, Ariasu le había cogido del único brazo que tenía y le había arrastrado a la mesa del póker.
Le costó horrores aprender a jugar, a pesar de que Ariasu le enseñaba con insistencia. Prefirió no preguntar de dónde había sacado tal maestría para aquel juego, dado que acabó ganando la primera ronda, y la segunda, y la tercera.
—Juego, set y partida —decía siempre con una sonrisa.
—¿Eso no es para el ajedrez? —preguntó en un momento dado. Ariasu pareció molestarse.
—¡Pues que te corten la cabeza! —rió animadamente. Estaba loca, pensó el Maestro, recogiendo su siguiente baza. Miró al Dealer con el ceño fruncido, pensando en que podría lanzarle un Piro ++... Pero se quedó de piedra.
—An… ¿Andrei Saavedra? —Y es que con el uniforme del casino, con un chaleco gris y un gorro redondo no le había reconocido. Ariasu también se soprendió un tanto, aunque el rostro del mencionado parecía imperturbable.
—Los cargos por la Federación. —Rodó los ojos, aunque con un brillo misterioso—. La banca siempre gana.
El Maestro frunció el ceño, recogiendo el vaso de su bebida y mirando su contenido, seguro de que le habían espolvoreado polvo de la felicidad, aunque no parecía el caso. Ariasu pareció notar su incomodidad, por lo que le animó a marcharse con ella a un espectáculo de magos que se celebraba en la octava planta. La siguió, echando miradas de reojo al Dealer, que seguía como si nada.
—Deja de preocuparte tanto. —Le golpeó, exasperada—. Cómo sois los hombres.
Subieron al ascensor, donde un botones pidió amablemente la planta de destino. Les repartió folletos con las actividades a realizar en la noche.
—Hay una en especial —aununció mientras el ascensor subía—, que está por estrenar: el Reaper´s Game, pero no se preocupen —añadió rápidamente—, las normas se han modificado; ya no muere nadie.
—Pues vaya —mustió desencantada, Ariasu, para el desconcierto del botones. Kazuki prefirió no decir ningún comentario. Salieron de la cabina y se toparon con un anfiteatro donde el mago iba a realizar sus trucos.
—¡Démosle la bienvenida a nuestro mejor mago! —Sonó la voz por el interfono—. ¡Akio el ilusionista!
Kazuki escupió la bebida, tras toser durante repetidas veces. Algo no estaba bien. Algo tenía que estar muy mal. Miró a Ariasu, pero ésta parecía totalmente impasible, como si ver a Akio en un casino fuera lo más normal.
Pronto comenzó el espectáculo. Fuego, hielo, y numerosos hechizos se mostraron por parte de Akio, que parecía disfrutar como un niño pequeño en navidad. Era bastante grave que utilizara los poderes en un mundo que parecía no saber nada sobre magia, pero aún estaba flipando. En un momento de la función, se pidió un voluntario. Al instante, Ariasu había salido elegida.
—Vaya, vaya —comenzó el joven mago—. ¡Tenemos una abuela elegida! Tranquila, tú sólo siéntate en esta silla.
Ariasu pareció querer replicar ante el insulto, pero no pudo, pues Akio le había empujado hacia lo que parecía ser una silla eléctrica, para mayor ansiedad de Kazuki. El joven se jactó de que podría rejuvenecerla en cuanto enchufara la silla… pero no pasó eso sino…
El casino estalló en un millón de pedazos.
*03:30*
Los tres Maestros despertaron en un hospital desconocido, junto a un montón de gente. Era una suerte que los Curas de algunos de sus alumnos que se habían enterado hubieran podido resucitarles y curar sus quemaduras en apenas un par de horas.
—¡Qué divertido! —dijo Ariasu. Kazuki no lo encontró tan divertido, pero dio gracias por haber salido impune. Ronin parecía tan entusiasmado como Ariasu, al que pareció habérsele pasado de golpe la borrachera.
Su siguiente parada fue el parque de atracciones. Evidentemente antes de ir, bebieron con tesón en un bar de por allí cerca, y cuando vieron que estaban lo suficientemente ebrios como para subirse a la montaña rusa más espeluznante que ser humano podría haber pisado, se dirigieron tambaleantes hacia ella.
—¡Me pido delante! —sentenció Ronin, más borracho que una cuba. Los otros dos le siguieron.
Puede que fuera por el mareo de las atracciones, por el atracón de alcohol y algodón de azúcar, que acabaron semidesnudos encima de un escenario cantando Paquito el Chocolatero, hasta que los de seguridad los acabaron por echar del escenario.
Los tres estaban eufóricos, cada cosa que encontraban parecía ser motivo de diversión para morirse de la risa mientras seguían bebiendo, o en caso de Ariasu y Kazuki, vomitando encima de cualquiera que les pasara por delante.
Acabaron en un campo de tiro.
Puede que en cualquier otro sitio no les hubieran dejado entrar, pero aquello era una ciudad sin ley, y como tal, tenían derecho a hacer todo lo que les viniese en gana.
*8:37*
Los efectos del alcohol menguaron un poco, aunque la jaqueca era insoportable.
Kazuki se despertó por segunda vez en un sitio desconocido. Era un cuarto de hotel, bastante lujoso al parecer. Se tiró de la cama, puesto que no tenía ganas de levantarse. Al estrellarse con el suelo, se incorporó medianamente, le dolía horrores la cabeza.
No recordaba nada.
Ariasu estaba repantigada sobre la cama, vestida con un traje de maid y roncando tranquilamente entre un montón de jazmines. Por otro lado, Ronin llevaba un brazo vendado, cuya sangre estaba comenzando a resecar sobre las vendas, semidesnudo en el suelo de la habitación, con una botella en la mano y expresión de felicidad. Debo añadir además, que su cara estaba pintarrajeada con montones de miembros viriles.
La habitación del hotel parecía haber sobrevivido a una estampida, a una fiesta salvaje y a una reunión de Villanos Finales cabreados. La lámpara de araña estaba en el suelo destrozada, por todas partes habían restos de vasos de plástico, botellas, un Aprendiz en coma etílico debajo de la cama, otro en la bañera y otro metido en el armario junto con un oso de peluche gigante, al que parecía haberle demostrado todo su amor.
<<Esto parece la típica película americana donde el tío se le olvida su propia boda tras el resacón de la despedida de soltero…>> Pensó Kazuki.
Tardó un buen minuto hasta que se dio cuenta.
****
Y allí estaba, con la cabeza sobre el volante y pensando en lo ridículo de la situación.
—¿Señor, se encuentra usted bien? —preguntó el guardia. Kazuki levantó la cabeza, con una nueva determinación en los ojos.
—A la mierda todo —soltó de repente. Pisó el acelerador y puso la primera marcha.
Atravesó como una flecha el universo, con una escolta de policías tras él. Esquivó naves, aceleró de nuevo, dio una vuelta, se metió en un campo de asteroides… Y al final encontró el mundo. Dio gracias a todos los dioses cuando vislumbró por fin Ciudad Disney. Alzó su único puño disponible en pos de victoria… Y perdió el control de la nave.
Aterrizó forzosamente junto al altar, para su buena suerte. Y aunque estuviera cubierto de polvo, con el traje desgarrado y con un esguince de tobillo, alzó la mano hacia el cielo, en pos de llamar la atención.
—¡Esperadme! —gritaba—. ¡Que ya estoy aquí!
Chihiro se hallaba sobre el altar, con un ramo de flores, vestida de novia e igual de alucinada que el cura. Los bancos, llenos de invitados, no eran otros que los mismos que habían participado en la despedida. Atajo de traidores.
—Ya estoy, aquí, ya estoy —jadeaba tras subir al altar, sudando como un poseso—. Perdona la tardanza, Chihi, es que había un gran casino, sí, y Andrei y...
Pero no pudo continuar, porque un bofetón le cruzó la cara, para callarle más que para otra cosa.
—No hace falta que me expliques nada —replicó la novia—. Eres bastante tonto, ¿lo sabes, no?
Kazuki miró alternativamente a Chihiro, al cura y a la gente, que estaban intentando no reírse como posesos. Su cara variaba entre la confusión y el cabreo.
—Pero…
—Si ibas a llegar tarde, haberme avisado. —Colocó sus manos en las caderas—. Controlo el tiempo y lo sabes.
El mundo se derrumbó alrededor de Kazuki. Puede que porque la Federación le estaba pisando los talones, por su jaqueca, puede que porque había quedado como el hazmereír…
—¿Has traído los anillos, al menos? —preguntó el cura. El novio asintió, palpando su esmoquin... Y no los encontró. Abrió los ojos como platos mientras sudaba frío, pero....
—¡Detengan la boda!
Ariasu, aún vestida de maid irrumpió en la boda, corriendo hacia el altar. Paró un momento a recuperar el aliento, pero a nadie le dio tiempo a preguntar qué demonios estaba haciendo cuando alzó una pequeña cajita negra… El novio sonrió, al parecer no le iban a matar por haberlos perdido.
—Toma. —Le entregó la caja—. Me desperté y estaba en la cama, casi los pierdes.
Silencio. Las esperanzas de Kazuki volvieron a reducirse a menos cinco. Con pánico en la mirada, dirigió la vista hacia Chihiro, a la que se le habían puesto los ojos rojísimos… Ni siquiera pudo explicarlo, la Federación ya había irrumpido a esposarle -cosa difícil al ser manco- por saltarse el límite de velocidad.
Había llegado por los pelos y le habían dado los anillos perdidos. Podría haber salido bien.
Pero Murphy es demasiado troll.
Epílogo
Entre rejas, Kazuki miraba hacia el infinito. Alguien tocaba una melodía con una armónica. Pasos resonaron en la cárcel, Chihiro había venido a visitarle. No podía mirarle a la cara.
—No hace falta que me expliques nada, Ariasu lo ha hecho por ti. —Levantó la vista, topándose con su mirada—. Serás un tontín despistado de cuidado, pero eres mi despistado.
—Chihiro....
Ella sonrió y le puso un dedo en los labios para indicar que callara.
—Olvídalo —dijo simplemente, y le besó. El beso le teletransportó a cuando eran niños, a cuando jugaban en los jardines del Ciudad Disney. Eran buenos tiempos. Eran tiempos que todavía no había olvidado—. Y la próxima vez que quieras bailar en un escenario con Ariasu y Ronin medio desnudos y borrachos, intenta que yo no esté delante.
RELATO F
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La magia del musical Colibritany x Nicoxa
¡Por fin había llegado el invierno!
La época del año que la mayoría de personas odiaban, en especial Nicoxa, porque tenía que abrigarse más y eso no le permitía mostrar sus curvas y su belleza. ¡Pero el invierno no tenía nada de malo! Siempre podías sentarte cerca de la hoguera y quemar nubes con tus compañeros de bando, rajando sobre todo dios de Tierra de Partida.
—Tengo entendido que la tal Maya esa…
—¿La niña bruja?
—Esa, esa. Se ha liado con la mitad de Tierra de Partida —se metió una nube en la boca, pero tuvo que escupirla porque quemaba demasiado—. ¡Uf, uf! ¡Sopla, sopla!
—Qué guarra, madre mía…
—También hay un xaval llamado Light que oculta un misterio muy grande —intentó seguir hablando, pero ahora que su lengua estaba quemada, alguna de las palabras sonaba rara—. Dicen que no lleva calz…
—¡Eh, chicos!
Todos los que estaban allí presentes se giraron de golpe para encontrarse con la pelirrosa del grupo. Freya venía cargada con una serie de papeles que dejó encima de la mesa, apartando las nubes. Colibritany las recogió mientras nadie miraba.
—¿Qué haces?
—Traer la mejor idea que se ha hecho hasta ahora —Cogió unos cuantos papeles y se los mostró a todos, orgullosa—. Este año Tierra de Partida y Bastión Hueco lucharán como nunca antes.
—¿Les tiraremos piedras?
—¿Nos llevaremos sus cortinas?
—¿Encerraremos a Maya en una torre para que no se repr…? —Colibritany le dio con la bolsa de nubes en la cara para evitar que siguiese hablando.
Freya negó con la cabeza.
—Mucho mejor. ¡Un duelo de musicales!
A todos se les quedó la tez blanca. ¿Duelo de musicales? La chica había enloquecido con tanto videojuego. Sin embargo, no estaba dispuesta a aceptar un no como respuesta, y empezó a repartir guiones a todos los presentes. Obviamente no todos actuarían; no había personajes para todos. Pero tendrían que colaborar de alguna manera.
—Bien, veamos, el guión está escrito por Enok. ¡Y yo seré vuestra directora! —Se señaló, por si a alguien no le había quedado claro—. Simbad, tú te encargarás de la música. Saeko, Nikolai, ¿podríais encargaros de los decorados? Ah, y Alec, necesitaremos ayuda con la iluminación.
»¡Manos a la obra! Tenemos poco tiempo.**
Los primeros días de ensayo no fueron tan bien como la pelirrosa pensó en un principio. Para ser exactos, fueron un caos.
La historia era simple; Enok se había basado en el clásico Romeo y Julieta para casi toda la obra, y había añadido algunos números musicales aparentemente sencillos. Nada del otro mundo, pero combinado con unos decorados bonitos y un esfuerzo por parte de todos, aquello les garantizaría la victoria.
Con ayuda de Enok, Freya repartió los papeles protagonistas. A Saito se le adjudicó el papel de Bartolomeo, el hijo de los Caspuleto, enamorado locamente de Juliana, hija de los Montañeros e interpretada por Nicoxa. El amigo de Bartolomeo sería Mercurio, interpretado por Watson. Ryota y Nanashi se encargarían de interpretar a los padres de Juliana. Y Ariasu se ofreció a ser su doncella más cercana.
—Freya, ¿y yo qué hago?
—Coli, cielo, tú ve limpiando. Y que no te pisen lo fregao, ¿eh?
Una tarea bastante sencilla, pensó Coli. Pero muy importante para que todo brillase. Ella se quedaría por allí cerca, todos los días, observando a su único amor. Un amor que aún no había confesado, porque no sabía si era mútuo. Pero se conformaba con seguir a su lado.
El primer día, Colibritany fregó todo el escenario sin avisar, y cuando Daichi se dispuso a enseñar los pasos del primer baile, todos los allí presentes resbalaron y cayeron de culo. Al siguiente día, cuando Saeko y Nikolai fueron a continuar con la creación de decorados, se encontraron que Colibritany se había tomado la molestia de limpiar los trozos de cartón con limpiacristales. Al siguiente, arrancó el telón porque necesitaba meterlo en la lavadora.
Y así día tras día.
—No puedo más —Apoyó la cabeza en el hombro de Enok, soltando un gran suspiro—. Nos van a ganar. Jeanne me va a ganar, ¿sabes qué significa eso? Me lo va a estar restregando un año entero.
—N-No te estreses, p-por favor —Acarició el cabello de su compañera, intentando calmarla—. A-Avanzaremos rápido, aún t-tenemos tiempo.
—Si con tiempo te refieres a que mañana es la función… ¡Y apenas hemos avanzado nada por culpa de la limpieza de Coli!
—C-Confía en mí, F-Freya. Tengo un plan.**
¡El día del duelo llegó!
Se celebró en un punto neutro para ambos bandos, para evitar más discusiones. Los primeros en salir fueron los de Tierra de Partida, así que todos los de Bastión Hueco pudieron acomodarse en el teatro a disfrutar de la actuación; o a reírse no muy alto.
Aquella obra dirigida por Jeanne. Se basaba en una obra de fantasía donde las hadas perdían la magia, y una joven que se escapaba de su casa y descubría aquello por casualidad, sería la escogida para devolvérsela.
Conmovedor.
Al menos pudieron observar las actuaciones de Maya, la cual se cayó de cara al suelo porque Light le metió una zancadilla sin querer, la de Aru bailando con Keiko en un momento que no tocaba o la de Jeanne, que se dedicaba a chillar como un demonio poseído en el backstage.
—Oh, Antonio, vuela conmigo.
—Por supuesto, Ambrosia, volemos…
—Juntos… Hacia un bosque donde los cactus también estén entre nosotros…
Light cogió a la pequeña bruja —ahora convertida en hada— de la cintura y la impulsó hacia arriba con tanta fuerza que salió disparada. Jeanne obligó a cerrar el telón en ese preciso instante, muerta de vergüenza. Todos los de Bastión aplaudieron —o abuchearon, según la persona— y se levantaron para empezar a preparar su actuación.
Saeko y Nikolai se encargaron de pegar los decorados, y Freya se dedicó a abrocharle el vestido a Nicoxa, la cual se había hinchado a turrón por los nervios y había cogido algo de peso.
Mientras, Enok tenía otra misión más importante.
En cuanto localizó a Colibritany, que ya estaba empezando a llenar su cubo con agua y lejía, se acercó a la escalera de casualmente había tras ella y la empujó con suavidad. Pero tuvo mala suerte, pues en ese preciso momento Saito pasaba por allí, en dirección al escenario, y la escalera impactó sobre él.
Enok tuvo que huir antes de que todos los demás llegasen. Freya se lanzó hacia el chico que yacía inconsciente en el suelo.
—Fantástico, ¿podría ir esto peor? —Le pegó un par de bofetadas a Saito, intentando que reaccionase, pero no hubo resultado—. Decidme que podéis arreglar esto… Por favor…
—Tengo que salir ya, ¡haz algo Freya!
La chica cerró los ojos y suspiró dramáticamente.
—Solo queda una solución… Solo hay una persona que siempre ha estado presente en todos los ensayos… Nikolai, coge a Saito y salid de aquí.
»Empieza el espectáculo.**
Alec iluminó el escenario de nuevo. El escenario esta vez estaba decorado como si fuera un jardín; el trabajo de Saeko y Nikolai había sido impecable. En la parte derecha del escenario habían montado una especie de balcón donde esperaba Nicoxa, al cual podían acceder subiendo por una escalera —la misma que había herido a Saito minutos antes.
En cuanto Alec dirigió el foco hacia Nicoxa, ésta intentó colocarse bien el vestido que no le abrochaba, y empezó a cantar una canción algo desafinada.Reza el rosario…
—Juliana, Juliana…
—¿Eres tú, Bartolomeo?
En el escenario apareció Colibritany, vestida de una manera parecida a lo que llevaba Saito, pero totalmente improvisado con bolsas de basura de distintos colores. El cabello, recogido en un moño, estaba escondido tras un gorro. Todo aquel vestuario había sido improvisado en escasos minutos, así que el efecto visual que Coli provocaba no era precisamente bonito.
—Coño, sí que has cambiado, Bartolomeo.
—Era la falta de luz, Juliana —Colibritany en aquel momento miró hacia el público y se puso muy nerviosa; demasiado. No recordó comentarle a Freya que tenía un pánico escénico terrible, y a causa de eso, olvidó su guión. Era hora de improvisar—. Ehm… Qué bonito balcón.
—No me has dicho nada de mi vestido.
Colibritany empezó a subir por la escalera que llevaba hasta el balcón para poder llegar hasta Nicoxa. Sin embargo, cuando llegó al final y tuvo que pasar una pierna por encima de la baranda, se quedó atascada allí. Nicoxa la cogió del brazo y la atrajo hacia dentro, consiguiendo así que entrara en el balcón, pero con tan mala suerte que la escalera volcó; ahora ya no tenían manera de bajar de allí.
—Lo tienes desabrochado, ¿te has hinchado a dulces y no has compartido, pedazo de…?
—¡Bartolomeo, por favor, qué descarado!
—¡Descarada tú, que no me has dejao ná!
—Mira, eres un poco insensible, ¿eh? Me dices que me quieres pero bien que me echas en cara que coma dulces… —Le pegó un pequeño empujón hacia detrás—. Eso no es amor, Bartolomeo. No estoy dispuesta a pasar una vida a tu lado en esas condiciones…
Nadie del público se creía que estaba viendo; aquello era una parida total. Aún así, parecía tenerlos a todos cautivados, a la espera de la respuesta de Bartolomeo.
—Nic… Digo, Juliana… Yo sí quiero pasar mi vida a tu lado —La agarró por la cintura y la acercó de manera brusca hacia ella—. Quiero ser la primera cosa que veas por la mañana, con mi cara sin maquillar y mi cabello despelucado. Que pueda oler tus flatulencias nocturnas por haber zampado tanto. Que me tires de la cama porque eres una cerda extrema… Juliana, te amo.
Y la besó. Y no fue un beso corto, para nada. Colibritany decidió recrearse un rato allí encima en el balcón, y Nicoxa no se negó —quizás porque estaba demasiado metida en la obra o quizás porque estaba disfrutando de aquel momento que tanto había anhelado.
Freya, que estaba atónita, tuvo que ordenar a Simbad que volviese a tocar, e hizo una señal a Saeko para que cerrase el telón de manera disimulada; mejor dejarlo ahí que continuar.
Después de unos segundos de silencio, todos los allí presentes aplaudieron, eufóricos. Hubo alguien que lanzó hasta sus bragas; probablemente Light. Algunos lloraban de la emoción, como Aru y Keiko. En fin, todos estaban entusiasmados con aquel final. Había sido una obra preciosa.
Freya se lanzó a los brazos de Enok, el cual nunca llegó a mencionar nada del tema de la escalera, para que la pelirrosa pensase que todo fue un golpe de suerte. Literalmente.
Aquella noche acabó bien, Bastión Hueco ganó y se fueron ambos bandos a celebrarlo amistosamente a Port Royal, donde gracias al alcohol no tardaron en olvidar aquella noche de locos.
Pero faltaba alguien.
—¿Hola? ¿Cómo se baja de este balcón?
RELATO G
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Y no hicieron falta más palabras Lyn x Diana
Un Glider atravesó el cielo nocturno como una flecha. Volaba bajo, casi rozando las olas del mar, que se ondulaba a sus pies hasta fundirse en el horizonte. La luna creciente lo observaba desde las alturas junto a su corte de estrellas, y una suave brisa marina lo acompañaba en su viaje. Un hermoso panorama, que la conductora no se detuvo a contemplar.
La portadora aterrizó en un pequeño islote custodiado por palmeras, cuyas hojas se mecían en armonía. Se apeó del vehículo con un enérgico salto y se dirigió al puente que llevaba a una isla de mayor tamaño; sin detenerse siquiera a observar cómo la nave se perdía en el horizonte, regresando después en forma de una gran llave de madera que cogió al vuelo. Mientras caminaba con decididos pasos, se quitó el casco de su armadura, dejando al descubierto su cabello castaño oscuro, que recibió el suave abrazo del viento; y también unas sin duda curiosas y características orejas, más propias de un canino que de una jovencita.
Otra joven, de cabellos color oro, la esperaba sentada en un muelle de madera, en estado de descomposición debido a la humedad. Ella sí miraba el paisaje, con sus ojos grises perdidos en el estrellato, dos luceros que pese a tener cierto toque pícaro, también escondían años de vivencias. No se movió; ni siquiera cuando escuchó su nombre tras ella, procedente de una áspera voz:
―Diana.
―Lyn. ―respondió, dibujando una sonrisa socarrona en sus labios, aunque con un leve rastro de tristeza.
La mencionada permaneció un momento tras la rubia, vacilante, pero al final se sentó junto a ella, dejando tras de sí el sonido metálico que provocaba su armadura. Observaron juntas las olas durante un tiempo, que Lyn sintió eterno y efímero a la vez, en completo silencio. Una calma que la híbrida rompió, con un carraspeo.
―Quería decirte… gracias. Por salvarme la vida.
Al fin, la semidiosa se movió, girando su hermoso rostro para buscar el de la otra. Se encontró con que la Maestra esquivaba su mirada, con un leve rubor en las mejillas. Dar las gracias no era algo que hiciera muy a menudo, sin duda. Diana volvió la vista al mar, y con esa melódica voz que a tantos hombres hacía suspirar, sentenció:
―No tienes que agradecerme nada. Lo hice por mis propios intereses. Simplemente... saliste beneficiada del proceso. ―Se detuvo un momento, dubitativa, pero finalmente añadió―: Aun así… De nada.
Lyn no respondió enseguida. Pensó en lo que había pasado el día anterior, cómo Diana la había salvado del Dios Caído, perdiendo con él su divinidad; cómo habían huido junto a sus aprendices a Tierra de Partida. Cómo había intentado llevarla al castillo, y cómo su compañero y su Maestro se lo habían impedido. Cómo la rubia se había marchado, con sus heridas sangrando y con toda fe en una posible reconciliación perdida.
―¿Por qué me has llamado? ―preguntó, al fin.
Diana suspiró y observó la Luna, preguntándose si influiría en la híbrida de algún modo. Desconocía su exacta naturaleza, así que no podía asegurarlo. Sacudió la cabeza para apartar aquellos pensamientos de su cabeza.
Cuando ya parecía que no iba a responder, habló. Lyn nunca la había visto tan seria.
―Se avecinan malos tiempos. No puedo asegurarte cuándo empezarán, pero sin duda lo harán. Y quiero que sepas que soy fiel a mi Maestro y a Bastión Hueco. Y que lo que pudieras sentir por mí no va a cambiarlo.
Lyn la miró, atónita. No por su vaticinación (que en cierto modo compartía), sino por sus últimas palabras.
―¿Lo que pudiera sentir por ti? ―soltó una risa sarcástica aunque algo amarga, mientras sus ojos relucían― ¿No vas a ser sincera contigo misma ni en un momento así? La verdad es que me decepcionas, Diana.
Ella cerró sus ojos, apretando los dientes. Después, se encaró a la joven y con lengua mordaz, replicó:
―Yo nunca dije que sintiera algo por ti. Simplemente me divertía experimentando con alguien que no se veía influida por mis poderes. Si pensabas que iba a lanzarme a tus brazos y abandonar a Ryota, te equivocaste de cuento de hadas. Madura, Lyn.
Aquello era el colmo. El rostro de la Maestra se puso rojo de ira. Se levantó de un salto (mostrando una gran agilidad pese a todo el hierro que llevaba encima), y apretando los puños, gritó:
―¡¿Que madure?! ¡Habló la que sólo se preocupa de qué ponerse para la cena y de conseguir que los aprendices cumplan todos sus caprichos! ¡Eres y siempre has sido una niña mimada y una creída! ¡Así que perdóname por no caer ante tus encantos, oh gran Diana!
Diana la atravesó con una mirada furiosa. Nunca, nadie le había hablado así. ¿Cómo osaba levantarle la voz a la hija de Afrodita?
―¡Y tú eres una inconsciente y una insoportable! ¡Perdóname tú, por torcer tus perfectos planes! ¡Yo nunca te pedí que sintieras algo por mí!
Lyn cerró los ojos con fuerza, incapaz de contener su rabia. Quería salir de allí, regresar a Tierra de Partida, no volver a verla en su vida. Pero en el fondo, tenía miedo precisamente a eso. Aunque en aquel momento no era consciente, la furia nublaba su mente.
―¡Nunca, me oyes, nunca, sentí ni sentiré nada por una zorra como tú! ¿De verdad crees que por un momento pensé en llevarte conmigo? ¡Vuélvete a tu nido de ratas a pudrirte hasta que los Sincorazón te arranquen tu bonita cara!
Aquello dejó sin palabras a Diana. Se quedó mirando a la otra joven, herida, con la boca entreabierta. Lyn también perdió la respiración, al percatarse de lo que acababa de decir, de lo mucho que le había dolido a la otra.
―Diana, yo… ―Se dejó caer sobre sus rodillas y extendió el brazo, tratando de tocarla, pero ella se alejó.
―No me toques. ―La semidiosa apartó la mirada, con los ojos vidriosos.
Lyn bajó el brazo, petrificada. Las palabras, que hace unos instantes habían salido tan fácilmente, se le quedaban atascadas en la garganta. Nunca se había sentido tan impotente en su vida.
―Supongo… Supongo que esto es el adiós ―pudo articular, con una profunda pena en sus palabras―. La próxima vez que nos veamos, será como enemigas.
Diana no respondió. Siguió sentada, encogida, sin decir nada. Lyn deseó abrazarla y consolarla, pero sabía que si lo hacía, no podría dejarla atrás. Así que se levantó de nuevo y, tras echarle una última mirada, se alejó lentamente, con algo que sin duda era una cola entre las piernas.
Diana se secó las lágrimas mientras se abrazaba las piernas. Los ojos le ardían de rabia. Odiaba a Lyn. La odiaba con toda su alma. Deseó que ella, y toda Tierra de Partida, se hundiera en la oscuridad para no regresar jamás, que Ryota venciera a Ronin y los matara a todos.
Sin embargo, cuando oyó cómo la Llave Espada de Lyn se elevaba hacia al cielo, se giró de golpe y la llamó, gritando mientras se levantaba:
―¡Lyn! ¡Lyn!
La Maestra la miró, sorprendida, mientras el Glider aterrizaba junto a ella. Diana corrió hacia la joven tan rápido como sus piernas le permitieron, tropezando un par de veces en el camino. Se lanzó a sus brazos y, antes de que la otra pudiese decir nada, la besó. Fue un beso con una pasión desesperada, pero también lleno de tristeza. Lyn acarició la mejilla de la rubia, y las lágrimas de ambas se fundieron.
El beso les pareció a ambas eterno, pero efímero a la vez. Cuando se separaron, se miraron a los ojos, gris sobre gris, con las frentes apoyadas la una en la otra. Y no hicieron falta más palabras.
Tenéis tiempo para enviarme vuestros votos hasta el día 19 de Septiembre a las 23:59. Intentaré colgar los resultados el día siguiente.
Los premios están aún es discusión y serán anunciados junto a los ganadores.
¡A leer, venga!
EDIT: Que se me olvidaba. Si has participado, es obligatorio votar.