[La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Prólogo de Bavol Trené

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Jue Sep 05, 2013 4:49 pm

La Cité des Cloches

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Había comenzado el crepúsculo: por el cielo rojizo volaban las últimas bandadas de pájaros que, en su despedida ritual al sol, sobrepasaron París, la perla de Francia. La ciudad más importante del país relucía con los últimos rayos del sol, atravesada por el resplandeciente río Sena y con la hermosa y orgullosa catedral de Notre Dame elevada sobre el resto de edificios. Sus calles se empezaban a vaciar poco a poco, invadidas por el olor a miles de cenas que se preparaban en los hogares, los trabajadores terminaban su jornada y se despedían los unos de los otros, los puestos cerraban uno tras otro, los niños correteaban por las calles apurando sus últimos momentos de libertad mientras sus madres les exigían desde las ventanas que fueran a cenar.

Pero no todo el mundo se preparaba para descansar. París es una ciudad grande, una ciudad nocturna.

Y los peligros acechaban en sus avenidas.

Bavol estaba arrinconado en el fondo de un callejón, sudoroso después de intentar escapar de sus perseguidores, sin éxito. Eran cuatro, todos rondando los catorce años, mucho más altos, mucho más fuertes que él. Y, como si aquello no fuera suficiente, estaban armados con palos y piedras. Bavol en cambio no tenía nada con lo que defenderse. Ninguna piedrecilla, ninguna teja caída de alguno de los tejados, ni siquiera restos de comida que los vecinos hubieran tirado desde las ventanas. Si miraba hacia arriba encontraría que los muros eran altos y prácticamente lisos, por lo que no tenía nada a lo que aferrarse para trepar; podía intentar gritar, pero antes ya se había asomado un vecino y al ver que era un gitano el que iba a recibir una paliza, cerró la ventana e hizo caso omiso.

No obtendría muchos más resultados por más que rogara, aunque siempre quedaba la esperanza.

Uno de los chicos sonreía macabramente, lanzando su piedra arriba y atrapándola en pleno vuelo. Si Bavol se fijaba comprobaría que tenía aristas muy afiladas: si le acertaba en la cabeza le haría una buena brecha. Pero lo más preocupante eran los palos de sus compañeros.

¿A dónde vas a ir ahora, rata de cloaca? No tienes ningún sitio más por el que escabullirte.

Si te estás quieto, gitano, será mucho más rápido.

Ladrón—le acusó otro, al que se le escapaba algún que otro gallo por culpa de la pubertad—. Te he visto robar en el mercado. Vas a pagarlo.

Bavol podía intentar defenderse diciendo que era mentira, que no había robado nada, pero estaba claro que a esos chicos no les importaba la verdad. Sólo querían golpearle. Porque eran un sucio gitano y ellos unos franceses de pura cepa, buenos cristianos, y no soportaban ni a los mendigos ni a los gitanos.
Uno de ellos avanzó; el más alto, el más grande, el que tenía la nariz torcida y los ojos pequeños como un cerdito. Resplandecían de puro desprecio. Le iba a hacer daño. Oh, sí. Mucho daño. Levantó el palo.

Si pones el trasero, a lo mejor y todo no te doy en la cabeza. ¿Qué te parece?

Uno de sus amigos, robusto, casi gordo, le rió la gracia con voz chillona.

¡Mira si tiene alguna moneda, Pierre! —exigió el de los gallos a su jefe—.¡Siempre tienen algo!

¿Tienes algo, eh, enano? Si nos das todo tu dinero te perdonamos, ¿te parece? O a lo mejor no —y Pierre empezó a reírse desagradablemente.

Esta vez avanzó a buen paso y Bavol tuvo la seguridad de que el palo le iba a golpear, le iba a…

Algo estalló contra la nuca de Pierre. Algo pegajoso que le resbaló hasta el cuello de la camisa: clara de huevo.

Todos se dieron la vuelta y en la boca del callejón vieron a una niña pequeña, de no más de ocho años, que sostenía otro huevo y se disponía a lanzarlo.

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¡Dejadlo en paz! —exigió.

¡Vete a tu casa a fregar, niñata! —respondió Pierre con desprecio e hizo amago de correr hacia ella, amenazándola con el palo.

La niña pegó un respingo y echó a correr hacia la izquierda.

Se había dado la vuelta y no prestaba atención a Bavol. ¡Nadie prestaba atención a Bavol! Además, habían abierto filas, ¡Pierre ya no le cerraba el paso!

Era el momento de correr, a menos que quisiera recibir una buena paliza.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Jue Sep 05, 2013 6:30 pm

La persecución nunca termina en París. Nunca. No hacen distinción entre hombres o mujeres, niños o ancianos, culpables o inocentes. En París no hay futuro posible para un gitano.

Con la llegada del atardecer los ciudadanos se preparaban para la noche, pero él no, Bavol continuaba huyendo.

Aquel día había decidido hacer una incursión a la ciudad. Como ya sabía Bavol no podía dejarse ver, de forma que transcurría por las calles más estrechas y oscuras tapado con la capucha de su capa. Pero cometió un error…

Bavol había visto a niños jugando risueñamente por las calles y no pudo evitar quedarse mirándolos embobados. Ningún niño gitano reía como ellos, ninguno podía jugar tranquilamente sintiendo el aire fresco en su piel, ninguno era tan libre como ellos. Bavol los envidiaba tanto. Se quitó la capucha y se apartó el flequillo para observar mejor aquella ensoñación mientras imaginaba que era uno de ellos. De entre todos, había cuatro jóvenes bastante más mayores que el resto portando piedras afiladas y palos protestando por algún motivo que Bavol no llegó a escuchar, tampoco hizo falta. Uno de ellos se dio cuenta de su presencia y con un grito ordenó a todos los demás que le siguieran. Bavol comenzó a correr con todas sus fuerzas.

No había motivo para que lo persiguieran, no había hecho nada y sin embargo allí estaban detrás de él empuñando sus improvisadas armas. Que rápido se había acabado su sueño, se frotó el ojo limpiándose una lágrima, creía que ya había aprendido la lección. No hay lugar para los gitanos en París.

Mientras corría, se fijó en una estrecha callejuela y decidió internarse por ella. No fue muy buena idea, desembocaba en un callejón. Había un hombre asomado a una ventana, Bavol alzó la cabeza desesperadamente.

Señor, yo… — no le dio tiempo a decir nada más, el hombre con una mueca de asco cerró la ventana.

Bavol comenzó a acariciar las paredes, demasiado lisas, además aunque encontrara algo en donde agarrarse para trepar los muros eran demasiados altos y sus perseguidores tendrían tiempo de tirarle todas sus armas arrojadizas mientras escalaba. Buscó algo con lo que defenderse, no le gustaba tener que luchar, pero no había salida. No encontró nada. ¿Tenían que haber limpiado precisamente ese día?

Los cuatro adolescentes le alcanzaron finalmente. Estaba sudando, contenía sus lágrimas a duras penas y no paraba de soltar gemidos de cansancio y desesperación; sin embargo, no había rastro de piedad en sus perseguidores. Uno de ellos (aparentemente el líder) se adelantó chulescamente jugando con una afilada piedra.

¿A dónde vas a ir ahora, rata de cloaca? No tienes ningún sitio más por el que escabullirte.

Si te estás quieto, gitano, será mucho más rápido.

No, por favor… — suplicó Bavol. No tendrían piedad con él, en ocasiones los niños podían llegar a ser mucho más crueles que los soldados.

Ladrón — le acusó otro, al que se le escapaba algún que otro gallo por culpa de la pubertad—.Te he visto robar en el mercado. Vas a pagarlo.

No era cierto. Nunca robaría en el mercado, una vez tuvo a un viejo amigo con una tienda, sabía lo mucho que les costaba obtener su mercancía y cuánto trabajan para vivir. Eran prejuicios, Bavol era otro de esos asquerosos gitanos para ellos, si no había robado, seguro que había hecho algo peor. Quizás de verdad le creían culpable o a lo mejor simplemente querían liberar su sadismo contra quienes se les habían enseñado que era malvados.

El más grande de ellos también se acercó alzando el palo y le dijo con sorna:

Si pones el trasero, a lo mejor y todo no te doy en la cabeza. ¿Qué te parece?

Otro le rió la gracia ¿Cómo podían ser tan crueles? ¿Cómo podía divertirles tanto el sufrimiento humano?

¡Mira si tiene alguna moneda, Pierre! — exigió el de los gallos a su jefe—.¡Siempre tienen algo!

¿Tienes algo, eh, enano? Si nos das todo tu dinero te perdonamos, ¿te parece? O a lo mejor no —y Pierre empezó a reírse desagradablemente.

Bavol cerró los ojos y apretó los dientes preparado para recibir el primer golpe, pero de pronto escuchó un fuerte sonido. Entreabrió los ojos y contempló como Pierre se limpiaba asqueado el cuello de clara de huevo.

Sus perseguidores se dieron la vuelta y en la boca del callejón vieron a una niña pequeña de unos ocho años, que sostenía otro huevo dispuesta a lanzarlo.

¡Dejadlo en paz! —exigió.

“¿Pero qué estás haciendo, niña? Te van a hacer daño”, pensó Bavol. Se sintió inmensamente conmovido por el valiente gesto de la niña, pero estaba aún más preocupado por lo que le pusiera pasar a ella.

¡Vete a tu casa a fregar, niñata! — respondió Pierre con desprecio e hizo amago de correr hacia ella, amenazándola con el palo.

¡Corre rápido, niña!

La niña pegó un respingo y echó a correr hacia la izquierda. Todos se habían dado la vuelta como si se hubiesen olvidado de él.

Bavol no lo dudó, intentó aprovechar el hueco que habían dejado entre ellos para intentar escapar. En caso de que lo consiguiese, iría a la izquierda en busca de la niña. Si aquellos matones la encontraban, no tendrían piedad. Tenía que protegerla como ella le había salvado a él, aún a riesgo de volver a ponerse en peligro. A lo mejor todavía había buena gente entre los parisinos…
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Sab Sep 07, 2013 3:11 am

La reacción de Bavol fue lo suficientemente rápida para permitirle escapar. Se escurrió entre los matones y se lanzó tras la niña antes de que estos pudieran ni parpadear. Pero apenas había dejado atrás el callejón cuando les escuchó gritar de rabia y a los pocos segundos echaron a correr tras ellos.

A Bavol no le costó alcanzar a la pequeña, que no debía estar muy acostumbrada a correr: resollaba y tenía las mejillas arreboladas por el esfuerzo y el miedo. Le miró con los ojos desorbitados por el susto y soltó un gemido cuando escucharon a su espalda:

¡Os voy a rebanar el pescuezo!

La niña se iba quedando poco a poco rezagada, cargando con la pequeña cestita de la que había sacado los huevos y que apretaba contra su pecho como si fuera lo más valioso que tuviera.

Entonces voló una piedra y acertó a Bavol en la oreja derecha. La niña se echó a llorar cuando otra le alcanzó a ella en la espalda.

Si miraban hacia atrás verían que estaban consiguiendo alejarse de todos ellos, excepto de Pierre que, por el contrario, estaba casi encima de ellos. Sus zancadas eran demasiado largas en comparación con las de dos niños pequeños, los iba a alcanzar, los iba a…

Cogió a la niña por la cofia.

¡Te tengo! —exclamó con una sonrisa que no auguraba nada bueno y la sacudió.

¡No! —sollozó ella, intentando cubrir con su cuerpo la cesta para que no saliera volando con los empujones.

Los otros niños todavía estaban muy atrás, y Pierre estaba entretenido con ella, tanto que había bajado un poco el palo y no parecía que fuera a usarlo.

Bavol podía intentar ayudarla, si tenía fuerzas. O dejarla atrás, para que los matones se entretuvieran con ella. Sólo era una niña, seguramente no le darían más que un bofetón. A él, en cambio…

Era su decisión.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Sab Sep 07, 2013 6:54 pm

Bavol tras conseguir salir del callejón y seguir la dirección de la niña, no tardó en alcanzarla. Ella le miró con un gesto de terror dibujado en su rostro, su cara estaba totalmente enrojecida y parecía que se asfixiaba.

Él sabía lo que estaba sintiendo, era la misma cara que la de todos los niños gitanos cuando eran sometidos a sus primeras persecuciones. La niña le recordó a él en aquella terrible persecución cuando tenía tan sólo cinco años, en el miedo que experimentó, en cómo recibió ayuda por primera vez de un parisino. De pronto, escucharon un grito tras sus espaldas.

¡Os voy a rebanar el pescuezo!

Era la voz de ese tal Pierre, aquellos jóvenes comenzaban de nuevo a correr tras ello. Bavol comenzó a acelerar, pero se dio cuenta de que la pequeña se estaba quedando atrás. Volvió la cara para indicarle que debía ir más rápido y entonces se dio cuenta de que el motivo por el que iba más retrasada era aquella cesta en la que llevaba los huevos, la apretaba contra su pecho negándose a soltarla.

¡Pequeña, suelta la cesta o te alcanzarán!

Entonces una piedra impactó contra la oreja derecha de Bavol. Se llevó la mano a la oreja y se percató de que estaba sangrando. La lluvia de piedras no había terminado, otra dio de lleno contra la espalda de la chiquilla provocando que comenzara a llorar. ¿Cómo podían atacar tan cruelmente a una niña? El odio les había desprovisto de su humanidad, se habían convertido en auténticas bestias.

Afortunadamente, pese a los golpes, no dejaron de correr y fueron dejando atrás a todos ellos, a todos menos a Pierre, el líder consumido por la rabia de aquella manada de bestias. Pierre era lo suficientemente grande y rápido para acercarse cada vez más a ellos, le bastó con alargar la mano para agarrar a la niña por la cofia.

¡Te tengo! — exclamó esbozando una cruel sonrisa mostrando sus dientes.

¡No! —sollozó ella, aún empeñada en proteger la cesta, aunque hubiera sido atrapa por el matón.

Bavol se detuvo contemplando la escena. ¿Qué debía hacer? Estaba temblando, seguía temiendo a su perseguidor, más mayor, más grande, más fuerte, más temible. No podía olvidar todo el terror que acababa de experimentar hace un rato.

Pero…había alguien en peligro, no sólo eso, era la persona le había ayudado a él cuando más lo necesitaba. Había aprendido de cómo los gitanos se ayudaban unos a los otros para sobrevivir, incluso poniendo a riesgo su propio pellejo. Siempre había admirado esa actitud desde muy pequeño en un mundo en el que estaban en constante peligro. No podía abandonarla, por los gitanos, por aquel anciano parisino que de tantos líos le había sacado y sobre todo por ella que también se había puesto en peligro por él.

Bavol cogió una de las afiladas piedras que le habían lanzado.

Dios nos ayude… o nadie lo hará — rogó Bavol esperando que su plan saliese bien, ya que de lo contrario las consecuencias serían terribles.

Tiró la piedra a Pierre a la cara esperando acertar, luego se acercó rápidamente a él y le intentó arrebatar el palo que Pierre había bajado como si se hubiera olvidado de él. Le atizaría con todas sus fuerzas en el costado y después le daría una fuerte patada en la entrepierna. No quería derrotarlo, bastaría simplemente con aturdirlo lo suficiente para que la niña se zafara de su agarre y poder escapar juntos. No las tenía todas consigo, pero por lo menos debía conseguir salvar a la niña.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Dom Sep 08, 2013 2:36 pm

Para recoger una de las piedras que les habían arrojado, Bavol tuvo que retroceder sobre sus pasos pero, por suerte para él, Pierre parecía lo suficientemente entretenido en forcejear con la niña para fijarse en el muchacho:

¡Dame eso, no vas a volver a tirarle huevos a nadie, niñata de mierda! ¡Y mucho menos vas a defender a un maldito gitano!

Ella chillaba y se retorcía. Pierre levantó la mano y le cruzó la cara, con tanta fuerza que el restallido del golpe dolió a cualquiera que lo escuchase.

Bavol consiguió agarrar una piedra y arrojarla, pero había tardado demasiado y Pierre, que le estaba buscando con la mirada, abrió mucho los ojos y consiguió apartar la cabeza a tiempo, de modo que sólo le rozó en la frente.

¡Serás…!

Bavol se abalanzó sobre él y le arrancó el palo de las manos, recibiendo a cambio un revés en la cara mientras Pierre soltaba a la niña y se centraba en el gitano. El niño intentó golpear a su enemigo. A pesar de que era rápido, no lo consiguió: Pierre le arrebató el palo de un fuerte tirón. En un acto reflejo, Bavol le atacó a la entrepierna y Pierre se dobló por la mitad, con el rostro contraído por el dolor y sin aliento.

Con todo, aquel chico estaba acostumbrado a que lo aporrearan y tuvo la fuerza suficiente para dar un golpe con el palo y alcanzar a Bavol en la sien izquierda.

El muchacho cayó de bruces, mareado y viendo todo borroso. Escucharía a Pierre resoplar entre dientes y soltar una retahíla de insultos, lo suficiente débiles para deducir que todavía no se había recuperado.
Sin embargo, no todo había terminado: Bavol parecía haber olvidado a los compañeros de Pierre, que estaban a punto de darles alcance.

En el momento que Bavol escuchaba sus pisadas casi sobre él, intervino una voz más grave:

¡Pero bueno, meterse así con niños! ¡Os tendría que dar vergüenza! Aparta, princesita, no te vayan a hacer más daño…

La vista de Bavol por fin se aclaró y alcanzó a ver a un hombre alto, cubierto por una capa gris y vieja, y con un parche en el ojo. Levantaba en vilo a Pierre por el cuello, que sacudía las piernas y trataba de introducir las uñas bajo los potentes dedos de aquel hombre, que se le hundían en la carne sin piedad.

A matones como vosotros me los como—y soltó una potente carcajada antes de mandar a Pierre volando por encima de Bavol contra sus compañeros, como si pesase menos que una pluma. El hombre fijó su único ojo en el muchacho y exclamó:—.¡Arriba, chavalote! ¡Lleva a la princesita a casa!

Y pasó por delante del niño para plantarse de brazos cruzados delante de los sus perseguidores:

A ver quién se atreve a enfrentarse a alguien de mi tamaño. ¿Eh, valientes?

La niña se acercó a Bavol, con la mejilla roja por culpa de la bofetada, y todavía aferrando la maltrecha cestita. Le tendió una pequeña mano y susurró, mirando de reojo hacia el desconocido:

¡Vámonos! —luego elevó la voz—.¡Gracias, señor!

El hombre se volvió y sonrió ampliamente:

¡De nada, princesita!

****


Los niños se alejaron tan rápido como les permitieron las piernas, culebreando por distintos callejones hasta que llegaron a una zona más tranquila, apenas iluminada por las luces de las ventanas, pues el cielo comenzaba a tornarse azul oscuro, y se sentaron en un bordillo entre resoplidos de esfuerzo.

Habían corrido mucho.

¿Estás bien? —le preguntó ella, mirando con preocupación las heridas de Bavol. Sacó un pañuelo y se lo tendió—.¿Te han hecho mucho daño?

Cuando Bavol respondió, la niña se llevó la mano a la cara con una sonrisa triste.

A mí casi no me duele… —eso dijo, pero ahora que por fin ya no temían que los fueran a apalear, se le llenaron los ojos de lágrimas y se los secó apresuradamente con el borde de su delantal—.Me llamo Chloé. ¿Y tú?

Luego, con un suspiro, retiró la telita que cubría su cesta y comprobó que los huevos que llevaba dentro se habían roto. Sacó un trozo de pan, envuelto en papel, y un poco de queso y se los ofreció a Bavol:

¿Quieres? Está un poco pringoso, pero esto ya no se lo puedo llevar a mi madre —dijo con tristeza, aunque luego se obligó a sonreír y se lo puso al niño en las manos.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Dom Sep 08, 2013 4:28 pm

¡Dame eso, no vas a volver a tirarle huevos a nadie, niñata de mierda! ¡Y mucho menos vas a defender a un maldito gitano! — gritó Pierre mientras Bavol recogía la piedra.

La niña resistía como buenamente podía, pero aquella bestia no tenía más paciencia y liberó su furia con una sonora bofetada en la mejilla de la pequeña. La sangre le hervía de furia a Bavol y le arrojó con todas sus fuerzas la piedra, pero Pierre, que tras golpear a su primera víctima buscaba de nuevo al objeto de su odio, pudo apartar la cabeza, evitando un golpe más doloroso. Al menos, consiguió que la piedra le rozara la frente.

¡Serás…! — rugió Pierre.

La primera parte de su plan no había ido como quisiera, pero Bavol continuó con él y le intentó arrebatar el palo a Pierre. Lo consiguió, pero nunca tuvo en cuenta que su adversario no se quedaría quieto mientras tanto y recibió un fuerte golpe en la cara, que al menos sirvió para que aquel matón soltara a la niña. Cuando se disponía a golpearle, Pierre pudo agarrar el palo y arrancárselo de entre las manos. Nada estaba saliendo bien, se estaba haciendo evidente porque siempre evitaba la batalla. Desesperado, Bavol le propinó una fuerte patada en la entrepierna que consiguió que Pierre se doblara por la mitad dolorido.

¡Vayámonos, ahora! — gritó Bavol antes de que su enemigo se recuperase.

Sin embargo, antes de que pudieran reiniciar la huida, Pierre le volvió a atizar en la cabeza con el palo. Fue un golpe lo suficientemente potente como para tumbar a Bavol. Después de eso, Pierre no le volvió a atacar, debía de estar recuperándose todavía de aquella patada, pero ese último golpe le había arrebatado las fuerzas que le quedaban. Tirado en el suelo contraído por el dolor y el miedo, observó como los compinches de Pierre estaban a punto de llegar al lugar. Él estaba perdido, el dolor que sentía no era nada comparado con la paliza que recibiría por parte de todos esos jóvenes; no obstante, la chiquilla aún podía escapar.

¡Huye, pequeña! Si escapas a tiempo, no te seguirán — le pidió Bavol intentando levantarse con las manos, pero enseguida volvió a caer.

Esperaba que la niña no fuera tan insensata como para no hacerle caso y cuando totalmente resignado a su destino se preparó para la llegada de los demás miembros de aquella manada, una voz resonó:

¡Pero bueno, meterse así con niños! ¡Os tendría que dar vergüenza! Aparta, princesita, no te vayan a hacer más daño…

¿Eres…tú…Dios?

Buscó con la vista de quien provenía aquella voz y observó a un hombre alto con un… ¿parche en el ojo? ¿Un pirata? ¿Dios tenía aspecto de pirata? Y al parecer aquel señor no sólo tenía un curioso aspecto, sino que era poseedor de una gran fuerza, puesto que estaba levantando con facilidad a Pierre por el cuello.

A matones como vosotros me los como— soltó una potente carcajada antes de mandar a Pierre volando por encima de Bavol contra sus compañeros, como si pesase menos que una pluma.

Entonces, el pirata fijó su único ojo en Bavol.

¡Arriba, chavalote! ¡Lleva a la princesita a casa!

Enseguida…gracias, señor — respondió Bavol intentando levantarse de nuevo agradecido por aquel extraño milagro.

A ver quién se atreve a enfrentarse a alguien de mi tamaño. ¿Eh, valientes? — amenazó el pirata a sus perseguidores.

La pequeña le tendió la mano a Bavol. Él esbozó una débil sonrisa y agarrando su mano se puso de pie.

¡Vámonos! — susurró la chica y luego dirigiéndose al pirata gritó—.¡Gracias, señor!

El hombre se volvió y sonrió ampliamente:

¡De nada, princesita!

****


Bavol guió a la niña por los intricados callejones de París intentando alejarse lo máximo posible de quienes les había perseguido. Tras comprobar que estaban seguros, se detuvieron para retomar fuerzas. Aquel día había sido demasiado duro para unos niños.

¿Estás bien? —le preguntó ella, mirando con preocupación las heridas de Bavol. Sacó un pañuelo y se lo tendió—.¿Te han hecho mucho daño?

Bavol comprobó que tenía varias heridas sangrantes en la cabeza resultado de su pelea contra Pierre. Cogió el pañuelo que tan amablemente le ofrecía la chiquilla y comenzó a limpiarse la cara de sangre.

Tranquila, pequeña. Me pondré bien, los gitanos han aprendido cómo tratar estas clases de heridas — explicó Bavol y se percató de la mejilla enrojecida de la chiquilla por la bofetada —. Has sido muy valiente, pero también muy insensata. La pregunta en realidad es: “¿Te han hecho daño a ti?”

La niña se llevó la mano a la cara con una sonrisa triste ante la preocupada mirada de Bavol.

A mí casi no me duele… — al menos eso decía, pero se secó rápidamente las lágrimas con el borde de su delantal. Bavol sabía que vivir una persecución cuando eras tan joven no era una experiencia fácil —.Me llamo Chloé. ¿Y tú?

Bavol. Me llamo Bavol Trené. Es un placer para mí conocerte, Chloé. Un verdadero placer y lo digo en serio. Es raro encontrar personas que ayuden a gitanos en peligro. Te admiro, Chloé, pero debes tener cuidado, no siempre aparecen poderosos piratas para salvarte.

Chloé suspiró melancólicamente y retiró la telita que cubría la cesta que tanto se había empeñado en proteger. Lamentablemente, todos los huevos estaban rotos y habían ensuciado el resto de alimentos. Sacó un trozo de pan, envuelto en papel, y un poco de queso y se los entregó a Bavol:

¿Quieres? Está un poco pringoso, pero esto ya no se lo puedo llevar a mi madre — Chloé se esforzaba en realidad, pero Bavol pudo captar su tristeza tras sus palabras.

Ella era un encanto, demasiado buena, demasiado generosa, el corazón del gitano estaba enternecido por la bondad y la dulzura de Chloé. Le pegó un buen mordisco al pan, estaba muerto de hambre después de tantas carreras, pero también le ofreció parte a la pequeña que debía estar mucho más cansada que él, ya que al fin y al cabo estaba acostumbrado a correr. Bavol se acercó a la chica y la rodeó con los brazos:

Chloé, ha sido un día duro. Si quieres llorar, llora, estás en todo tu derecho. A mí por lo menos ya me has demostrado que eres una heroína y te debo una. Así que dime, pequeña ¿Qué es lo que quieres hacer ahora?
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Lun Sep 09, 2013 3:47 pm

Chloé, ha sido un día duro. Si quieres llorar, llora, estás en todo tu derecho. A mí por lo menos ya me has demostrado que eres una heroína y te debo una. Así que dime, pequeña ¿Qué es lo que quieres hacer ahora?

Chloé miró a Bavol con los ojos muy abiertos y dio un pequeño mordisco a su pan y al queso. Luego rompió a llorar silenciosamente y se sorbió los mocos.

He pasado mucho miedo—admitió con un hipido. Dio otro pequeño mordisco y le devolvió la comida a Bavol para que pudiera terminarla mientras se volvía a secar con el delantal. Entonces le miró y consiguió sonreír de verdad—. Nunca nadie me ha dicho que sea una heroína…

Su sonrisa se ensanchó y pareció que, por fin, se había calmado. Sí, lo suficiente para responder a la pregunta de Bavol con más tranquilidad:

Tengo que volver a casa, mi madre estará preocupada. Pero…—miró a su alrededor con mal disimulada angustia—. Desde aquí no sé llegar. Tendríamos que volver a la calle grande…

»¿Me acompañas? ¿Por favor?

Cuando se pusieron en pie, Chloé vació su cesta con un suspiro de tristeza.

Mamá se va a quedar muy triste. Está enferma, ¿sabes? Por eso he tenido que hacer yo la compra. Y luego… —frunció el ceño—. ¿Por qué te estaban pegando?

»¿Por qué la gente odia tanto a los gitanos? Mi tía siempre me dice que me aparte, que nos robarán. Pero a mí me gusta cuando bailan o hacen obras con los muñecos…

Se quedó mirando a Bavol con sus grandes ojos, plantada en su sitio como si hubiera echado raíces, esperando una respuesta.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Lun Sep 09, 2013 5:01 pm

Chloé miró a Bavol con los ojos muy abiertos. Su mirada rebosaba melancolía, Bavol sentía la necesidad de protegerla, de acunarla entre sus brazos y de decirle que todo iba a salir bien. Le dio un pequeño mordisco a su pan y al queso, pero luego rompió a llorar silenciosamente y se sorbió los mocos. A Bavol se le rompió el corazón.

He pasado mucho miedo—admitió con un hipido. Dio otro pequeño mordisco y le devolvió la comida a Bavol, pero a él se le había quitado el hambre al contemplar a la pequeña. Entonces le miró y consiguió sonreír de verdad—. Nunca nadie me ha dicho que sea una heroína…

Bavol le devolvió la sonrisa. Pese a todo, había conseguido alegrar a aquella chiquilla, después de todo el terror vivido Chloé tenía derecho a sentirse una heroína, a reconocer lo que realmente había hecho.

Oh, mi heroína ¿Qué sería de mí si no fuera por tu valor? — dijo Bavol haciendo una cómica reverencia para intentar hacerla reír —. Decidme qué puedo hacer para devolverte semejante favor — y le cogió a Chloé la mano besándola.

Su sonrisa se ensanchó, la tristeza había desaparecido por fin del todo de su rostro. Bavol también le sonrió, debía admitir que estaba empezando a cogerle cariño a Chloé. No obstante, sabía que no podría verla a menudo, ya que la estaría poniendo en peligro constantemente. Apartó ese pensamiento de su mente, no quería preocuparla, ahora lo importante era lo que quería hacer ella.

Tengo que volver a casa, mi madre estará preocupada. Pero…—miró a su alrededor con mal disimulada angustia—. Desde aquí no sé llegar. Tendríamos que volver a la calle grande…

»¿Me acompañas? ¿Por favor?

Por supuesto, Chloé — Bavol se echó la capucha para evitar que le reconocieran por la calle —. Espero que ese pirata se haya llevado en su barco a esos malditos matones.

Cuando se pusieron en pie, Chloé vació su cesta con un suspiro de tristeza.

Te prometo que algún día te recompensaré por lo de tu cesta. Espero que no te traiga muchos problemas…

Mamá se va a quedar muy triste. Está enferma, ¿sabes? Por eso he tenido que hacer yo la compra. Y luego… —frunció el ceño, Bavol cada vez se estaba sintiendo peor—. ¿Por qué te estaban pegando?

»¿Por qué la gente odia tanto a los gitanos? Mi tía siempre me dice que me aparte, que nos robarán. Pero a mí me gusta cuando bailan o hacen obras con los muñecos…

Los ojos de Chloé se quedaron clavados en los de Bavol repletos de curiosidad y esperando la respuesta, pero Bavol no sabía cómo podía explicárselo, en realidad ni siquiera él lo llegaba a entender.

Porque…eh…somos…diferentes — comenzó a explicar Bavol dubitativo y recordó las explicaciones de los más ancianos —. Ven nuestra piel, nuestras costumbres y dicen: “Eh, mira, esos no son como nosotros.”

» Tienen miedo a lo desconocido y los poderosos aprovechan eso para poder acusarnos de todo: “No hay cosecha, habrá sido una maldición gitana. Han robado en el mercado, serán los gitanos. Nos peleamos entre nosotros, debe ser un plan de los gitanos”. Es más fácil creer eso que dudar y pensar por ti mismo. Enseñan eso a los ciudadanos, luego ellos se lo enseñarán a sus hijos y estos lo harán también con sus hijos. Con el paso de los años, el odio se instala para siempre y a nosotros nos condenan a condiciones cada vez peores…

» ¿Pero al final no somos iguales, Chloé? Nosotros también tenemos miedo, lloramos, amamos, sangramos si no hacen daño, nacemos y morimos e incluso tomamos pan y queso pringoso de clara de huevo… ¿Realmente somos tan distintos? Yo sólo quiero vivir tranquilo sin tener estar huyendo siempre, quiero un lugar en este puñetero universo para nosotros.

Bavol se mantuvo en silencio durante unos segundos. Se sentía indignado, impotente, le entraban ganas de llorar, todo aquello era tan injusto, pero aquello no era culpa de Chloé. Se frotó un ojo para evitar llorar y esbozando una triste sonrisa le dijo:

Admiro a la gente que sabe mirar más allá, a los que son capaces de ponerse en peligro por alguien que lo necesita, aunque todos estén en tu contra… Te admiro, Chloé. Yo siempre te… — prefirió callarse, no quería complicar aún más la vida de la pequeña —. Anda, dime dónde está tu casa y te llevo enseguida.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Mar Sep 10, 2013 2:46 am

Chloé escuchó las palabras de Bavol con los ojos redondos como platos y la boca entre abierta. A ella nunca le habían explicado las cosas así. En realidad, nunca le habían explicado nada. Las cosas “son como son”, como solía decir su tía.

Pero ahora… Ahora creía entender más cosas. Y se entristeció.

No es justo que os odien porque tengáis la piel diferente o porque seáis menos ricos si no habéis hecho nada malo. Eso es de gente mala, de gente cruel. Como esos chicos —dijo con enfado.

¿Pero al final no somos iguales, Chloé?

¿Eh?—miró a Bavol con curiosidad.

¿Nosotros también tenemos miedo, lloramos, amamos, sangramos si nos hacen daño, nacemos y morimos e incluso tomamos pan y queso pringoso de clara de huevo... —Chloé sonrió y soltó una risilla—. ¿Realmente somos tan distintos? Yo sólo quiero vivir tranquilo sin tener estar huyendo siempre, quiero un lugar en este puñetero universo para nosotros.

Mientras Bavol callaba, sumido en su frustración e impotencia, Chloé agachó la cabeza y pensó en lo que le había dicho. Para ella era muy sencillo.

Claro que sí. Somos iguales—dijo a su compañero, muy seria. Le vio restregarse los ojos y pensó en preguntarle si estaba bien, pero, al fin y al cabo, era un chico. A los chicos no les gustaba que los vieran llorar. Así que se calló.

Admiro a la gente que sabe mirar más allá, a los que son capaces de ponerse en peligro por alguien que lo necesita, aunque todos estén en tu contra… Te admiro, Chloé —la niña sonrió y, en medio de la noche, Bavol no llegó a ver que se ruborizaba de pura felicidad—. Yo siempre te… — Chloé esperó a que terminara, pero entonces Bavol cambió de tema repentinamente—. Anda, dime dónde está tu casa y te llevo enseguida.

Ah… —se le escapó un breve suspiro de decepción porque el chico no continuara, pero luego sonrió—. Sí, vamos a la calle grande.

Y echaron a caminar, no muy deprisa porque seguían cansados. Chloé, en realidad, estaba extenuada. Pero después de que le dijeran que la admiraban y que era una heroína, no se permitió darle a entender a Bavol lo agotada que se encontraba.

Mientras andaban, la niña se acarició la mano donde Bavol la había besado y sonrió de nuevo. Era como un caballero.

Sabes, Bavol, tú eres mil veces más caballero que cualquiera de esos chicos. Mil veces más. —repitió casi para sí misma.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Mar Sep 10, 2013 1:53 pm

Chloé había estado escuchando con total atención la explicación de Bavol. El gitano debía reconocer que, pese a la tristeza y la frustración que sentía en aquel momento, estaba emocionado por tener delante a alguien tan deseoso de escuchar, de aprender, de ser capaz de ver más allá… Ella era increíble.

Claro que sí. Somos iguales— afirmó ella muy seria mientras él se limpiaba los ojos procurando no llorar.

Era la primera vez que escuchaba aquellas palabras saliendo de la boca de un parisino. Aquel anciano con el que tuvo amistad una vez siempre le trató de igual a igual, pero nunca dijo aquellas palabras, quizás porque nunca las vio necesarias. Sin embargo, para Bavol era una alegría inmensa poder oír decir eso a alguien, hacía que aquellas ensoñaciones cuando veía a los niños jugar se hicieran realidad por unos instantes. Se olvidó completamente del dolor de sus heridas, le pareció que no le importaba lo que le había ocurrido hoy, no le importaba porque había conocido a Chloé.

Admiro a la gente que sabe mirar más allá, a los que son capaces de ponerse en peligro por alguien que lo necesita, aunque todos estén en tu contra… Te admiro, Chloé. Yo siempre te… — prefirió callarse, no quería complicar aún más la vida de la pequeña—. Anda, dime dónde está tu casa y te llevo enseguida.

Ah… — escuchó cómo ella soltó un suspiro.

¿Se había sobrepasado? ¿La había incomodado con todo aquello? Puede que no fuese lo más correcto, pero Bavol había sentido la necesidad de soltar toda aquella cascada de sentimientos y se había contenido en decir aquellas palabras que un fuerte impulso en su corazón no paraba de pedir que pronunciara. Enseguida apartó de su mente todas aquellas preocupaciones cuando Chloé le volvió a sonreír.

Sí, vamos a la calle grande.

Ambos regresaron sobre sus pasos y se dirigieron a la calle grande. Ya era de noche y Bavol estaba oculto tras su capucha, de forma que no tenían la necesidad de correr más, así que pudieron ir a un ritmo más tranquilo. El gitano le echó un vistazo a Chloé sin que ella se diera cuenta, caminaba a su misma velocidad sin rechistar en ningún momento, aunque sospechaba que en el fondo debía de estar muy cansada. Aquel día habría sido agotador para cualquiera y más para alguien que no estaba acostumbrada a tantas emociones. También se percató de que acariciaba la mano en la que le había besado, justo en ese momento ella le miró y le sonrió tímidamente.

Sabes, Bavol, tú eres mil veces más caballero que cualquiera de esos chicos. Mil veces más. — le dijo Chloé y Bavol no pudo evitar ruborizarse, menos mal que aquella capucha le ocultaba el rostro.

Empezó a temblar, también sintió como el corazón se le empezó a acelerar y le apareció una extraña sensación en el estómago ¿Era por el cansancio? No, hace apenas unos segundos no estaba así ¿Miedo? Puede, pero no había aparecido por el momento ningún peligro. ¿Y si era…? ¿Eso era posible? Pero si él nunca se había…

Todavía temblando se acercó aún más a Chloé, alargó la mano y nerviosamente agarró la mano de Chloé. La soltó enseguida, estaba muerto de vergüenza y a lo mejor había molestado a Chloé; aunque debía admitir que le gustó su tacto. ¿Pero qué estaba haciendo? No era prudente, no lo sería para él y mucho menos para ella.

Chloé, quiero decirte algo — se detuvo, se colocó frente a ella y le intentó mirar a los ojos —. Te acompañaré a casa como te prometí, pero quizás esa la última vez que nos debamos ver. Yo… soy un gitano y si te vieran conmigo, te estaría poniendo en peligro y no puedo permitir eso. Eres increíble y por favor, no cambies nunca. Yo te…bueno, yo te, te…

De nuevo se tuvo que contener. En poco tiempo había estrechado un buen lazo con ella y ahora le estaba diciendo que lo mejor es que nunca se viesen, si le decía eso estaría siendo demasiado cruel con ella y su vida ya era lo suficientemente complicada.

¿Entiendes que no nos podemos volver a ver? — preguntó Bavol conteniendo un pequeño llanto.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Mar Sep 10, 2013 11:58 pm

Bavol le cogió por unos instantes la mano, pero la retiró tan rápido que Chloé se quedó tan sonrojada como aturdida.

Chloé, quiero decirte algo —dijo el chico de repente, deteniéndose.

Chloé sintió una extraño cosquilleo y de repente, no entendió bien por qué, le ponía nerviosa que los grandes ojos del muchacho, que apenas se atisbaban a través de la capucha, estuvieran clavados en ella.

Dime, Bavol —farfulló, mirándose los pies y barriendo una piedrecita con la punta del zapato.

A lo mejor el Bavol, a lo mejor él...

Te acompañaré a casa como te prometí, pero quizás esa la última vez que nos debamos ver —Chloé se quedó congelada y luego levantó la vista poco a poco, preguntándose si había escuchado mal. Pero no, Bavol parecía estar siendo muy serio.

¿Por qué dices eso? —preguntó, dolida.

Yo… soy un gitano y si te vieran conmigo, te estaría poniendo en peligro y no puedo permitir eso. Eres increíble y por favor, no cambies nunca. Yo te…bueno, yo te, te…

Chloé le miró, apretando los puños casi sin darse cuenta, rezando porque terminara la frase, porque sabía, intuía, que era importante, muy importante. Sin embargo, Bavol volvió a atragantarse con las palabras y terminó por morderse la lengua, para su inmensa decepción.

¿Entiendes que no nos podemos volver a ver? —inquirió al final.

Si no hubiera sido de noche y no hubiera dependido tanto de su oído, Chloé tal vez no habría escuchado ese tono desgarrado en la voz del chiquillo.

¿Es por lo que me has dicho antes? —susurró Chloé, sintiendo algo hervir su interior. Estaba demasiado concentrada en Bavol para darse cuenta, pero era indignación. Indignación por una situación tan injusta, tan cruel—. ¿Porque eres un gitano? —insistió, esta vez más alto.

Chloé dio una patada al suelo, enfadada con todos los que pensaban mal de los gitanos y de la gente diferente, con Bavol, con el mundo.

¿No somos amigos? —y le cogió de las manos—.¡A mí no me importa lo que digan! ¡Si tienes miedo volveré… volveré a lanzar huevos a la gente que te quiera hacer daño! —insistió, a punto de romper a llorar. Parecía estar haciendo un inmenso esfuerzo por hacer salir sus caóticos sentimientos, por expresarse con palabras. Y empezó a hablar atropelladamente—. ¡Somos iguales! ¿No lo hemos dicho?

»Mi madre siempre dice que si quieres convencer a alguien tienes que… que… pre…pre… Ay, no sé cómo lo dice. Pero dice que tienes que hacerlo tú primero. ¡Si decimos que somos iguales pero luego no nos podemos ver les… les… les estamos dando la razón a ellos!


No parecía dispuesta a aceptar las excusas de Bavol. Su mirada era decidida, firme, a pesar de su corta edad. Creía completamente en lo que decía.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Mié Sep 11, 2013 1:30 pm

¿Es por lo que me has dicho antes? ¿Porque eres un gitano? — preguntó Chloé cada vez más alto y evidentemente indignada.

Chloé dio una patada al suelo enfadada, Bavol sabía perfectamente lo que estaba sintiendo la pequeña, el mismo había tenido que soportar esa sensación de furia e impotencia en muchas ocasiones. Puede que le doliera, pero le había dicho que no se podían ver por su bien.

Chloé…

¿No somos amigos? — y le cogió de las manos, Bavol se sonrojó, iba a retirarlas por el miedo a aquellas sensaciones, pero finalmente decidió dejarlas mientras intentaba hacer entrar en razón a Chloé.

Claro que lo somos, pero el mundo no es tan sencillo…

¡A mí no me importa lo que digan! ¡Si tienes miedo volveré… volveré a lanzar huevos a la gente que te quiera hacer daño! —insistió, a punto de romper a llorar.

Y supongo que también le tirarías huevos a los jueces, a los párrocos y a los nobles… En realidad, es que te veo capaz de hacerlo y no quiero que tengas problemas. — sollozó Bavol tratando de hacerla entrar en razón.

Chloé no parecía convencida por lo que le estaba explicando, parecía furiosa, no estaba dispuesta a aceptar una respuesta sencilla.

¡Somos iguales! ¿No lo hemos dicho?

Bavol no supo cómo responder a eso. Era cierto, él mismo se lo había explicado. ¿Estaría siendo un hipócrita? ¿Un cobarde? Nunca creyó en las revoluciones (y seguía sin creer en ellas), pero por primera vez se preguntó si la pasividad de los gitanos no habría ayudado a los planes de quiénes les perseguían.

¡Mi madre siempre dice que si quieres convencer a alguien tienes que… que… pre…pre… Ay, no sé cómo lo dice. Pero dice que tienes que hacerlo tú primero. ¡Si decimos que somos iguales pero luego no nos podemos ver les… les… les estamos dando la razón a ellos! — exclamó Chloé hablando atropelladamente, pero sin quitar fuerza a sus palabras.

Chloé le miraba con decisión, lo que había dicho no era una solamente una rabieta o un capricho, realmente creía lo que decía. No le había hablado como una niña, Bavol estaba cansando de que los mayores les restarán valor a sus palabras por su edad, muchas veces los más jóvenes demostraban ser más lúcidos que ellos. Sintió vergüenza por estar llorando como un niño pequeño delante de Chloé, que pese a ser más joven tenía las ideas bastante claras. No podía negar que deseaba creer en lo que Chloé decía, pero ella tenía que saber todo lo que conllevaba sus palabras antes de tomar una decisión. Se merecía que le hablaran con claridad y sinceridad.

Tienes razón, Chloé. Quizás con el tiempo yo me haya vuelto un cobarde… — comenzó Bavol intentando serenarse, esta vez iba a decirlo todo —. Si quieres que nos sigamos viéndonos, lo haremos. No sería la primera vez que hago incursiones por París para ver a alguien a quien aprecio… ¿Pero estás segura de que eso es lo que tú quieres realmente?

» Hay gente que no entiende lo que tú dices y si nos ven juntos nos perseguirán. ¿Estás dispuesta a poner en riesgo tu vida? ¿A vivir huyendo, teniendo miedo o a vivir más apartada de los demás niños por tener que verme a mí a escondidas? Y no sólo eso, sino a la gente que también ponemos en peligro ¿Y si por estar conmigo le ocurre algo a tu madre? Piénsalo bien ¿Estás dispuesta a vivir así?

» Chloé, yo…yo te, te… quiero. Me gustas… La verdad es que no sé cuáles son las palabras que hay que usar en estos casos, no me ha pasado algo así nunca… Lo que sí sé es que siento algo muy fuerte por ti y por eso no puedo permitir que te ocurra nada malo.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Jue Sep 12, 2013 2:58 am

Tienes razón, Chloé. Quizás con el tiempo yo me haya vuelto un cobarde… —la niña soltó un suspiro de alivio al ver que su amigo entraba en razón—. Si quieres que nos sigamos viéndonos, lo haremos. No sería la primera vez que hago incursiones por París para ver a alguien a quien aprecio… ¿Pero estás segura de que eso es lo que tú quieres realmente?

¡Claro que sí! —respondió ella sin titubear.

Pero Bavol continuó hablando:

Hay gente que no entiende lo que tú dices y si nos ven juntos nos perseguirán. ¿Estás dispuesta a poner en riesgo tu vida? ¿A vivir huyendo, teniendo miedo o a vivir más apartada de los demás niños por tener que verme a mí a escondidas? Y no sólo eso, sino a la gente que también ponemos en peligro ¿Y si por estar conmigo le ocurre algo a tu madre? Piénsalo bien ¿Estás dispuesta a vivir así?

Chloé frunció el ceño. Entendía lo que decía Bavol, claro que sí. No habían estado huyendo de esos matones como si les persiguiera el mismísimo diablo por nada. Pero tenía la impresión de que estaba exagerando.

Mis amigas no se van a enterar —respondió con resolución— y mi familia tampoco. Mi tía me pegaría seguro, pero… Mi madre no. Mi madre seguro que no. Seguro que piensa lo mismo que yo —en el fondo le preocupó la idea de que pudieran decirle algo a su madre, pero desechó el pensamiento con facilidad—. Además, somos niños —Chloé podía ser inocente, pero sí se había dado cuenta de que se trataba de forma muy diferente a un niño que a un adulto—. Si fuéramos mayores tendríamos problemas, pero he visto a niños ricos jugar con niños pobres cuando los padres no les miran —sonrió para darle ánimos—. ¡Seguro que no pasa nada! Y no tenemos que vernos todos los días. ¿No? Todo está bien…

Se quedó mirando a Bavol, a la espera de una respuesta. Y entonces el muchachito balbució:

Chloé, yo…yo te, te… quiero. Me gustas… La verdad es que no sé cuáles son las palabras que hay que usar en estos casos, no me ha pasado algo así nunca… Lo que sí sé es que siento algo muy fuerte por ti y por eso no puedo permitir que te ocurra nada malo.

Chloé parpadeó varias veces, sin dejar de sonreír, asimilando lo que Bavol le acababa de decir. Y se dio cuenta de que era algo especial aunque no comprendía por qué. Además, ningún chico le había dicho nunca que la quería. Tampoco le había dicho nadie que era su heroína, ni le habían besado la mano. Pero aquello la puso tan nerviosa que no pudo evitar una risilla. Apretó las manos de Bavol.

¡A mí también me gustas! Y tampoco quiero que te ocurra nada malo a ti… Oye, hablas de… De… ¿De ser novios? —volvió a reírse sin poder evitarlo, emocionada.

Sus amigas a veces hablaban de ello. Los novios iban de la mano, reían entre ellos, se besaban a escondidas. Su madre le contaba cosas de cuando su padre vivía. En el fondo Chloé era demasiado pequeña para distinguir el amor del que probablemente hablaba Bavol, que vivía en un mundo mucho más maduro y rudo, del que podía considerarse amor fraternal o amistad.

Pero sus palabras no fueron malintencionadas, sino que estaban cargadas de ilusión e inocencia:

¡A mí me parece bien! ¡Podemos ser novios!

Y, sonriente, le dio un beso en los labios, como había visto hacer a los mayores. Un beso fugaz y rápido. Luego Chloé, estremecida por la risa y la vergüenza, continuó andando.

Cuando se hubo alejado unos cuantos pasos preguntó:

¿Vienes, Bavol?

****


Estaban a punto de llegar a la calle grande, no les faltaba demasiado. Bajaban por una calle recta que se cruzaba con otra, formando en la intersección una cruz. El camino mal adoquinado era irregular, estaba muy oscuro y sólo tenían la luz de las estrellas para iluminarse: era realmente tarde. La madre de Chloé debía de estar muy preocupada.

Bavol, ¿vas a volver solo a casa? —preguntó la niña, un poco angustiada—. No tienes que acompañarme, tus padres estarán muy preocupados…

En cuanto Bavol terminó de responder escucharon unos pasos y, de entre las sombras, para su horror, emergieron Pierre y un compañero por las calles de la derecha y la izquierda respectivamente.

Sí, deben estar muy preocupados por si a su mierda de hijo le han hecho daño. ¿Eh? ¿Vas a ir llamar a tu mami, gitanito? —su voz se volvió grave, amenazadora:—. Pues que sepas que ni ella ni nadie te va a poder salvar de la paliza que te voy a dar.

Chloé gimió y se aferró a la mano de Bavol. A su espalda escucharon más pisadas: los otros dos matones les cortaban la retirada.

Sólo les quedaba un camino. Pero antes tendrían que sortear a Pierre y su amigo.

Bavol… ¿Qué hacemos? —gimió.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Tidus Cloud » Jue Sep 12, 2013 1:45 pm

Chloé, yo…yo te, te… quiero. Me gustas… La verdad es que no sé cuáles son las palabras que hay que usar en estos casos, no me ha pasado algo así nunca… Lo que sí sé es que siento algo muy fuerte por ti y por eso no puedo permitir que te ocurra nada malo.

Le había explicado con claridad los peligros que podrían correr si se veían y Chloé aún así parecía dispuesta a continuar con aquella relación. Aunque también temía a lo que le pudiera responder a aquella declaración de sentimientos… Chloé se había quedado en silencio durante unos segundos, pero no paraba de sonreírle y finalmente ella acabó soltando una risilla. Todavía no sabía cómo interpretarlo. Seguramente debía de ser la primera vez que escuchaba aquellas palabras, aunque también era la primera vez que Bavol las decía y si lo había dicho era porque realmente creía sentir algo especial por ella, fuese lo que fuese. Chloé apretó las manos de Bavol.

¡A mí también me gustas! Y tampoco quiero que te ocurra nada malo a ti… Oye, hablas de… De… ¿De ser novios? —y Chloé volvió a reírse, pero Bavol notó que debían ser por aquellas emociones nuevas que estaba experimentando.

Pues…no sé qué se hace…bueno, si tú, tú…sientes…lo mismo ¿no? — balbuceó Bavol nerviosamente

¡A mí me parece bien! ¡Podemos ser novios! — exclamó Chloé ilusionada.

Bavol no sabía si en realidad los dos estaban hablando de lo mismo. ¿Cuál era la diferencia entre el amor y el cariño de una amistad? El gitano no sabía la respuesta, él sólo se había guiado por lo que sentía. Finalmente, decidió que no le importaba lo que fuese aquello, había estrechado un lazo con ella, con el tiempo ya descubrirían qué era exactamente aquello. Además él también estaba ilusionado por aquello de ser novios, nunca había tenido una y esperaba que él supusiese hacer bien su papel.

De pronto, Chloé, sonriente, le besó en los labios. Fue muy rápido, pero fue suficiente para él. Su primer beso. Había sido bonito, no le importaría volver a recibir aquellos cortos besos de Chloé. Comprobó que mientras pensaba en todo aquello no podía evitar sonreír y sentía como su cara desprendía calor. Chloé estaba igual que él, sonriente y ruborizada, pero ella continuó andando hasta darse la vuelta para preguntarle:

¿Vienes, Bavol?

****


Ya no les debía faltar demasiado para llegar a la casa de Chloé. Bajaron por una calle recta que se cruzaba con otra, formando en la intersección una cruz. Bavol estaba acostumbrado a tener que andar bajo la oscuridad de la noche, pero se dio cuenta de que ya era demasiado tarde. Tenía que llevar a Chloé rápidamente a su casa para que la chica no se ganara demasiados problemas por su culpa y él por su parte también tendría que regresar a la Corte de los Milagros.

Bavol, ¿vas a volver solo a casa? — preguntó la niña y notó que se encontraba intranquila, lo cual era comprensible teniendo en cuenta lo tarde que era—. No tienes que acompañarme, tus padres estarán muy preocupados…

Y seguramente su madre lo estaría, pero ya le explicaría lo que habría ocurrido (omitiendo toda la parte de la declaración, lo de ser novios y el beso) y esperaría que ella fuera indulgente con él.

Tranquila, te dije que te acompañaría y yo siempre cumplo mis promesas… además es lo que haría un novio — dijo Bavol casi murmurando sus últimas palabras.

Entonces, Bavol escuchó unos pasos y se puso alerta ante el peligro. Como si hubieran surgido del mismo infierno, aparecieron Pierre y un compañero por las calles de la derecha y la izquierda respectivamente. ¿Qué hacían aquí? ¿No se había encargado el pirata de ellos?

Sí, deben estar muy preocupados por si a su mierda de hijo le han hecho daño. ¿Eh? ¿Vas a ir llamar a tu mami, gitanito? — se burló Pierre mostrándose amenazante en todo momento, debía estar resentido por lo ocurrido aquella tarde—. Pues que sepas que ni ella ni nadie te va a poder salvar de la paliza que te voy a dar.

Escuchó el gemido de la pequeña y notó cómo se aferraba con fuerza a su mano. Bavol se disponía a volver tras sus pasos junto con la niña, pero entonces escuchó las pisadas de quienes serían los otros dos compañeros de Pierre impidiendo que pudieran retroceder.

Aún les quedaba un camino libre, pero por muy rápido que fuesen los dos no podrían huir sin que antes alguno de los dos matones les cortara el paso.

Bavol… ¿Qué hacemos? —gimió Chloé y Bavol sintió el miedo en sus palabras.

Bavol suspiró, tanta huida al final había resultado en vano. En aquella situación no podría evitar recibir una paliza (como poco) de Pierre y sus amigos, pero Chloé aún podría escapar y él serviría de distracción para permitírselo.

Escucha, Chloé y por lo que más quieras no discutas esta vez, corremos un gran peligro — comenzó a susurrarle Bavol todo lo rápido que podía —. Yo me quedaré distrayéndoles y tú huirás por el camino… Si lo consigues, todo depende de ti. Busca ayuda de quien sea, di que un amigo tuyo está en peligro… Si no consigues ayuda, vuelve a casa, yo conseguiré salir de esta, te lo prometo.

Bavol se adelantó unos pasos hacia Pierre y su compañero, ya había explicado a Chloé todo lo que tenía que hacer y no iba a admitir réplica. No quería luchar, él siempre había huido, pero tenía que hacerlo para ayudar a escapar a Chloé. Habría ayudado a cualquiera que corriera peligro, con más razón defendería a un ser querido. Le superaban en número, no esperaba para nada ganar, sólo resistir y si con suerte Chloé encontraba a alguien quizás tuviera de nuevo una oportunidad para salvarse. Se tragó el terror que sentía y cogió fuerzas del amor por Chloé.

¿No queríais a este gitano? ¡Pues vamos! — gritó dispuesto a luchar con sus últimas fuerzas para conseguir que Chloé escapara.
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Re: [La Cité des Cloches] (No) Somos iguales

Notapor Suzume Mizuno » Vie Sep 13, 2013 4:27 pm

Bavol se adelantó y, tal y como esperaba, la atención se centró en él de inmediato.

¿No queríais a este gitano? ¡Pues vamos!

Vaya, el gitano tiene pelotas —sonrió Pierre, avanzando. Esta vez no llevaba un simple palo, sino una maza bien larga que, sin duda, haría estremecerse al niño—. Venga, niñata, lárgate de aquí antes de que te destroce a ti también la cara.

Entre gemidos e hipidos de terror, Chloé dejó de extender la mano hacia Bavol y la cerró sobre su cestita vacía, que apretó contra su pecho. Miró en derredor, con los ojos muy abiertos, y negó con la cabeza. Pierre soltó un insulto.

¡Muévete ya, joder!

Chloé pegó un brinco y rompió a llorar silenciosamente, pero obedeció lentamente. En cuanto Pierre le dio otro grito, apretó el paso y se pegó a una pared, todo alejada que pudo de Pierre, que la seguía con la mirada y una sonrisa cruel, mal dibujada en la oscuridad.

Bavol y Chloé aguantarían el aliento, preguntándose si Pierre no habría mentido y se limitaría a golpear a la niña con la maza en cuanto lo sobrepasara. Pero no. La dejó marchar, tal y como había dicho: a él sólo le interesaba Bavol.

Los pasos de la pequeña se perdieron en la oscuridad.

Bien, ya estamos solos —rió Pierre—. Vamos a acabar con esto de una vez.

A una señal de su jefe, los cuatro muchachos comenzaron a acercarse a Bavol, reduciendo cada vez más la distancia y los huecos para escapar. Ya ninguno llevaba piedras: se habían hecho con dos palos, una barra de amasar y la maza de Pierre. No tenía ninguna posibilidad.

Si intentó escabullirse, no lo consiguió. El que cada vez que hablaba sufría un gallo le asestó un golpe en el costado y los otros dos se abalanzaron sobre él para tirarlo al suelo y sujetarle los brazos.

A los de tu calaña —sonrió Pierre, casi encima de él, con desprecio—, hay que hacerles entender que no deberían estar a nuestro lado. Jodidos monstruos, estaríais mejor en el infierno —le dio una patada en la pierna—. ¿Y qué se supone que haces con una niña normal y corriente? ¿Es que quieres contagiarle algo, o robarla? He oído que a los gitanos os gusta llevaros niñas para vuestras cosas de magia —dijo con profundo asco—. ¡Deberíamos matarte en nombre de sus padres! Y seguro que seríamos mucho más suaves que ellos —le escupió a la cara y alzó la maza.

En ese momento, escucharon un chillido agudo, penetrante, de niña pequeña.

¡Nooooo!

Los cinco giraron la cabeza para poder mirar en dirección a donde había desaparecido Chloé. Se escucharon unas pisadas que resonaron en la silenciosa calle con fuerza. Una figura se movió en medio de la oscuridad y al cabo de unos instantes descubrieron a Chloé, corriendo hacia ellos.

Antes de que ninguno pudiera reaccionar, una sombra apareció tras ella y la derribó.

¡Socorro!

Era grande y parecía una persona, pues tenía brazos y piernas, pero había algo en su forma de moverse, encorvada, en sus movimientos regulares y bamboleantes, que les puso los pelos de punta porque les recordó a un animal. A un animal en busca de su presa.

Parecía interesado en Chloé, que había girado hasta ponerse boca arriba y se arrastraba hacia atrás. Sin embargo, de pronto sufrió un leve estremecimiento, y levantó la vista… Hacia los chicos. En ese momento contemplaron una visión de otro mundo.

Dos ojos inmensos, completamente redondos, amarillos, si pupila, brillaban en medio de un rostro completamente negro, sin ningún tipo de facción humana que la luna pudiera resaltar.

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Los cuatro muchachos se quedaron inmóviles, paralizados por la impresión. O, quizá, llevados por el instinto de supervivencia. Un instinto antiguo, inherente a cualquier ser vivo, que le hacía reconocer de inmediato a un cazador más fuerte que él. De alguna manera sabían que, si se movían, eso se fijaría en ellos. Y ninguno se atrevía hacerlo. Estaban muertos de miedo.

Tanto que aflojaron el su firme agarre sobre Bavol.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Suzume Mizuno
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