Una playa paradisíaca. Un espléndido día de verano. Y ella. La mujer más hermosa y perfecta del mundo. Alta, con una preciosa melena rubia que le llegaba hasta el culo más provocador que había visto jamás. Su piel era perfecta, y su cara propia de los ángeles. Y lo más importante: tenía dos tetas bien enormes que botaban como dos balones de playa. Era perfecta.
Estábamos sentados en una toalla sobre la arena, después de haber estado nadando y tonteando en el agua. Ella se reía de mis ingeniosos chistes mientras poco a poco nuestros cuerpos se iban acercando cada vez más. Y llegó el momento. Nuestros labios estaban a punto de juntarse e iban a convertir este día en el mejor día de toda mi vida (al menos que recordase). Pero en el último segundo, cuando ya casi podía rozarlos... un cubo de agua cayó sobre mi cabeza.
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¡¡AAAAHHHH!!Me incorporé sobresaltado y empapado. Estaba en mi cama, en mi casa-cueva tras una de las cataratas de la isla. Encima de mi, una pequeña hada rosa me observaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Rose. A su lado, flotaba un cubo de madera donde antes debía de haber estado el agua que me había caído encima. Desgraciadamente, la playa y la tía buena habían sido un sueño.
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¡E-estaba teniendo el mejor sueño de mi vida! Creo...Rose protestó con sus grititos, recordándome que habíamos acordado que hoy me despertaría temprano para aprovechar más el día. En su momento me había parecido una buena idea, pero ahora...
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¿Y no tenías otra manera de despertarme? ¡Ya me duché la semana pasada!Al parecer, la hada había intentado despertarme de todas las maneras posibles. Pellizcándome, gritándome, dándome patadas en la nariz, pero no había manera. Según ella, había estado a punto de hacer que mi cara flotase hasta la catarata y tirarme pendiente abajo, pero el cubo "le pareció mejor".
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Estaba a punto de morrearme con ese bellezón... ¡Ya verás cuando te coja, pequeñaja!Salté sobre la cama para atraparla, pero ella era más rápida y lo vio venir. Me esquivó y voló a esconderse a la casa de muñecas donde dormía. Teníamos un pacto de que yo no podía ni acercarme a la casita, así que de momento estaba a salvo.
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Ya te cogeré, ya...Resoplé, resignado, y eché a andar hacia la catarata. Me lavé (esta vez voluntariamente) la cara y aproveché para echar un vistazo al despertar de Nunca Jamás. El sol aún estaba saliendo por el horizonte, pero uno ya podía deducir que sería un día caluroso. ¿Cómo hacía Rose para despertarse tan temprano? Con lo calentito que se está en la cama...
Volví a entrar en la cueva para prepararme. Cueva que, por cierto, era más espaciosa y acogedora de lo que podrías imaginar. Por la mañana el sol entraba a través de la catarata y la iluminaba sin problemas, y por la noche unos cristales incrustados en el techo brillaban levemente y permitían poder ver sin problemas (aunque yo estaba convencido de que algún día se me caería uno en la cabeza). Para ser una persona a la que no le gustaban los lugares cerrados, no tenía ningún problema en llamar a ese lugar "mi hogar".
Me comí una naranja deprisa y corriendo mientras me cambiaba de ropa. Rose, sabiendo que el cabreo ya se me había pasado, salió de la casita y se posó en mi cama mientras me esperaba. Le di el último bocado a la naranja, me ajusté la corbata, enfundé la daga en el cinto y me puse las botas.
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Listo.Día nuevo, aventura nueva. Aquí, en Nunca Jamás, podías hacer y vivir cualquier cosa que imaginases. Y tener una hada como compañera que te permitía volar también era una gran ayuda. ¿Qué haría hoy? ¿A dónde iría? ¡Las posibilidades eran infinitas!
Con Rose en el hombro, caminé hasta la catarata con tranquilidad y una sonrisa pícara en los labios.
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Señorita, si es tan amable de espolvorearme un poco ♪Siguiéndome el juego, Rose me hizo una reverencia y echó a volar sobre mi cabeza mientras empezaba a liberar su magia: polvo de hada. Maravilloso y mágico polvo de hada. Si te echabas un poco encima, conseguías la increíble habilidad de volar. Y yo adoraba volar con toda mi alma. ¡Era lo más maravilloso del mundo!
Cargado con el polvo, no lo dudé ni un segundo: eché a volar gritando a pleno pulmón atravesando el agua de la catarata, seguido de cerca por Rose. Y allí, en el aire, contemplando la isla, se abrieron ante mí multitud de posibilidades.
Volé, volé sin más. Sin ningún plan en mente, observaba con curiosidad todo a mi alrededor buscando cualquier cosa que me llamase la atención. ¿Qué acabaría haciendo hoy? Quién sabe.
Estaba en Nunca Jamás.