[Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Prólogo de Aleyn

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mar Abr 22, 2014 11:00 pm

Valoró la posibilidad de avanzar por aquella callejuela con los ojos cerrados para no tener que seguir contemplando la debacle del reino. Pero se obligó a mirar. Se obligó a mirar al ejército de Maléfica, a los soldados, a los hombres y mujeres de a pie que se habían pertrechado de casi cualquier cosa para intentar defender a sus seres queridos, probablemente refugiados tras las puertas cerradas de las casas que aún no habían sido destruidas.

Sin embargo, lo que más le afectaba era ver a las familias por las calles, paralizados eternamente en una carrera para salvar sus vidas. Veía a Emily en cada niño, y su corazón parecía pesar cada vez más, como si estuviera convirtiéndose en piedra. Aunque si realmente tuviera un corazón de piedra, se decía amargamente, todo aquello no le afectaría ni lo más mínimo.

Los oídos le zumbaban; tal vez por el silencio que el hechizo había provocado o por la magia en sí, que parecía tener su fuente en el castillo. Se preguntó si los padres de Rosa seguirían estando allí, pero creyó poco oportuno dirigirse hacia él. No sabía cómo podría llegar a afectarle el estar aún más cerca del origen de la magia, si ya caminando por las calles la sensación de ahogo era tan fuerte.

No obstante, entre la desolación y la sensación de mareo, creyó percibir algo más: unos ojos, observándole.

Sin creer que aquello pudiera ser posible, se giró para encontrarse con una mirada resplandeciente, similar a la de la criatura del bosque. Aunque lo que le miraba desde un callejón lateral era más corpóreo, con garras de color rojo y un símbolo extraño y desconocido en el pecho. Sin contar con que llevaba una armadura que resonaba cada vez que se movía.

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Si estaba relacionado con el ser que había visto en el bosque y había atacado a Rosa, seguramente sería peligroso, pero de ser así, pensó que el hechizo le habría afectado también, al suponer un riesgo para los habitantes del reino. Así que quizás no sólo poseía un aspecto diferente, sino que albergaba intenciones distintas. Tal vez podía hablar con “ello”, tratar de razonar de alguna forma. Igual que Ygraine no podía contestarle, pero sí entender lo que le decía.

¿Quién eres? —preguntó con voz cautelosa. Había estado a punto de decir “Qué”, pero prefería no molestar a la criatura, si es que tenía sentimientos que ofender— ¿Qué haces en este lugar?

La criatura se acercó, manteniendo un equilibrio no demasiado bueno. Tal vez se encontraba herido o simplemente… no le era sencillo a la oscuridad formar un cuerpo y moverse con él correctamente. Aleyn la observaba con aprensión, cuestionándose si realmente había sido sabio intentar comunicarse…

Estaba valorando cómo retroceder sin darle la espalda cuando el ser se abalanzó sobre él. No le dio tiempo a reaccionar para protegerse o apartarse antes de recibir un zarpazo en el costado. Dejó escapar un grito al sentir cómo aquellas garras rojas atravesaban la ropa y abrían su carne como si de pergamino se tratase.

Se llevó las manos a la zona atacada, tratando de presionar sobre las cuatro heridas que la criatura le había causado, aunque no podía evitar que la sangre se filtrara entre sus nerviosos dedos. No sabía bien cómo actuar ante aquella amenaza, por no haberse enfrentado nunca antes a algo parecido, y porque su mente, que no funcionaba correctamente debido a todo el horror del que había sido testigo, estaba empezando a inundarse por el pánico.

Lo único que podía pensar, mientras sus ojos empezaban a nublarse debido a la pérdida de sangre y al efecto de la magia, era que debía tratar de golpear al ser, o alejarlo de sí lo bastante para poder correr, antes de que su siguiente zarpazo fuera en una parte aún más vulnerable. Aunque aquella atmósfera asfixiante dificultaría y mucho su huída, y tampoco podría ir muy deprisa si mantenía ambas manos taponando su costado en un desesperado intento de no desangrarse.

Por tanto…

Intentó darle una patada, a pesar de que tenía claro que aquello poco efecto podría hacerle. Pero eso era mejor que nada. Porque no pensaba morir sin al menos haber intentando luchar antes.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Jue Abr 24, 2014 11:28 pm

La patada de Aleyn acertó en el rostro de la criatura, que trastabilló torpemente hacia atrás antes de caer sobre sus posaderas, dando al joven un margen inestimable para poner pies en polvorosa.

Porque casi de inmediato, el monstruo se levantó y se abalanzó sobre él. No lo alcanzó por poco pero empezó una implacable persecución tras el joven. El traqueteo de las placas de su armadura resonaba en las vacías calles y hería los oídos de Aleyn. ¿Qué debería sentirse al ser cazado por una criatura extraña, sin armas para defenderse, y sintiendo el peso de aquella potente magia aplastarle los hombros y robarle el aliento?

De pronto un zarpazo le alcanzó un gemelo y lo hizo tropezar, yendo de boca al suelo. Cuando Aleyn se diera la vuelta, vería los brillantes ojos de la bestia prácticamente encima de él, dispuestos a devorarle.

Y, entonces, hubo un estallido. Un relámpago que cruzó la calle y alcanzó a su agresor en plena cabeza, arrancándoselo de encima y lanzándolo por los aires. Antes de que llegase a tocar las losas de la calle, se desvaneció en una nube de oscuridad. Pero eso no fue lo más sorprendente, sino que un corazón rojo, que despedía una luz carmesí que debió dejar desconcertado a Aleyn, ascendió hacia el cielo hasta perderse de vista.

No pensé que encontraría a alguien tan temerario como para venir a este lugar…

Una mujer se acercó marcando un paso firme pero elegante, envuelta en ropas blancas y azules, con el cabello rubio platino largo y sedoso cayendo sobre sus hombros. Su rostro, de facciones finas y hermosas, casi de porcelana, se endurecía en un gesto severo y frío. Bajó una mano, en la que Aleyn acertó a ver los restos de lo que parecía ser electricidad entre sus dedos.

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Se detuvo frente a él y le observó unos instantes antes de volver a mover la mano mientras susurraba:

Cura + —de inmediato, en medio de un fulgor verdoso, las heridas de Aleyn se cerraron de golpe—.¿Quién eres y qué haces aquí?

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Vie Abr 25, 2014 4:29 pm

La fortuna pareció sonreírle, dado que su patada alcanzó al ser en pleno rostro, haciendo que cayera hacia atrás. No creía haberle golpeado con tanta fuerza, o tal vez su suposición de que un cuerpo de oscuridad tenía poco equilibrio era correcta, pero de cualquier forma, se lo había quitado de encima. Mejor aún, le había hecho ganar tiempo. Ahora sí podría tratar de escapar.

La criatura volvió a intentar alcanzarle, pero Aleyn ya estaba en movimiento y esta vez el factor sorpresa no existía, por lo que logró esquivarla. Aquel ataque fallido no hizo desistir a su enemigo, puesto que echó a correr tras él, por aquellas calles vacías. No sabía siquiera en qué dirección estaba corriendo; no le importaba hacia dónde le llevaran sus piernas mientras fuera lejos, lejos de aquel sonido metálico que la carrera del ser producía. La sangre seguía escapándose entre sus dedos, y sus ropas estaban ya oscurecidas alrededor de las heridas, aunque lo peor era sin duda el pinchazo de dolor que le recorría todo el cuerpo a cada paso que daba. No estaba seguro de cuánto más podría aguantar así, desangrándose por el costado, con aquella agobiante atmósfera que hacía aún más trabajosa la respiración. Sin contar con la angustiosa realidad de estar siendo cazado por una criatura que podría ya haberle matado sólo con haber dado su zarpazo más arriba. Lo único que le mantenía en pie era la adrenalina. Se preguntó si así era como se sentían los animales durante las cacerías reales, oyendo a su espalda el resonar de las armas de sus captores. Sabiendo que podían correr, podían intentar huir, pero que eso sólo retrasaría la hora de una muerte inevitable. Sólo haría que el reguero de sangre hasta su cadáver fuera más largo.

No obstante, la Parca no parecía querer esperar mucho más, porque finalmente el ser atacó de nuevo, alcanzando su gemelo. Intentó mantener el equilibrio, pero sólo pudo ver cómo el suelo se acercaba más y más, y sentir más tarde la sangre en su boca cuando finalmente cayó sobre él. Se giró todo lo rápido que pudo, sabiendo que ya no le daría tiempo a levantarse, para encontrarse con aquella terrible mirada. La criatura se estaba abalanzando sobre él, y aquella vez no habría escapatoria posible.

Su último pensamiento estuvo dirigido hacia Rosa.

O el que hubiera sido su último pensamiento puesto que, con un estallido, un relámpago surgido de la nada restalló sobre la cara de su agresor, con tal potencia que se vio lanzado por los aires, ya lejos de él. El ser nunca llegó a golpear el suelo sin embargo; se disolvió como si de una neblina o un mal sueño se tratase antes de tocarlo. Y cuando Aleyn pensaba que sus ojos velados no podían ser testigo de algo más extraordinario que aquello, un corazón rojo, brillante como una gema, se alzó del lugar hacia el cielo, perdiéndose de su vista.

A pesar de que estuviera desangrándose sobre las losas de la calle, con un labio partido a causa de la caída, no pudo evitar preguntarse que qué demonios sería aquello. ¿Qué estaba haciendo una criatura como esa con un corazón? Y… ¿de dónde había salido el relámpago que había salvado su vida?

No pensé que encontraría a alguien tan temerario como para venir a este lugar…

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Dio un respingo al escuchar aquellas palabras, puesto que era la primera voz diferente en cinco años. Y el primer rostro no congelado en el tiempo, que pertenecía a una mujer de más que evidente belleza. En medio de aquel panorama, y del dolor que le nublaba la mente, su cabello rubio platino, sus rasgos delicados aunque de gesto severo y sus ropajes la hacían parecer sacada de un cuento o una leyenda. En su mano creyó ver restos de algo que parecían relámpagos, así que supuso que ella había sido el origen de aquel milagro. Aquella misteriosa mujer le había rescatado de un destino funesto.

Cuando se detuvo frente a él, observándole, se preguntó si se trataba de algún hada. No le veía alas, pero Maléfica tampoco las poseía, y aquel rayo tenía que haber sido producido por la magia. O tal vez era una hechicera, una de un nivel muy superior al suyo. Su cerebro aturdido no perdió detalle cuando ella movió esa mano de nuevo, como si pudiera leer las respuestas a todas sus preguntas allí.

Cura + —el susurro de la mujer estuvo seguido de un fulgor verde que, sin embargo, no procedía de ella, sino de las heridas de Aleyn, que se cerraron al instante. No se sobresaltó demasiado por ello, ya que evidentemente sabía que existían hechizos curativos, aunque jamás los había visto aplicados—.¿Quién eres y qué haces aquí?

Se llevó una mano al costado para asegurarse que la piel pálida que se veía entre los jirones de la ropa estaba cerrada, para encontrarse con que no había quedado ni una sola marca. Y la fatiga debido a la carrera parecía haber disminuido, aunque la sensación de pesadez evidentemente seguía estando. Se levantó de la forma más digna que pudo, tratando de no cruzar su mirada con la de la mujer. No sabía muy bien cómo actuar con ella, y prefería no ofender a la persona que le había salvado la vida y le había curado. Se aclaró la garganta, sintiendo la boca algo pastosa.

Mi nombre es Aleyn, gentil dama —hizo una reverencia, aunque no estaba seguro de si las costumbres habían cambiado en todos aquellos años de retiro—. Y no creo ser capaz de poner en palabras cuánto agradezco vuestra ayuda. De no haber sido por vos, yacería muerto, devorado por esa criatura —trató de contener un escalofrío, casi sin terminar de creerse que hubiera vivido aquella experiencia—. Vine aquí a investigar.

Decidió omitir la presencia de Rosa, no porque no se fiara de aquella mujer, sino porque cuanta menos gente supiera que había ido hasta el castillo, mejor. Así había menos posibilidades de que llegara a oídos de sus tías.

Creí que todo estaría hechizado, pero veo que me equivocaba.

Y con aquel último comentario, de alguna forma se estaba refiriendo tanto a su salvadora como a la criatura de oscuridad. Dos cosas que suponían un gran misterio para él. Un misterio que, de alguna forma, creía que estaba relacionado con la maldición de la que Rosa le había hablado. Estaba deseoso de preguntar más cosas, pero supuso que habría un tiempo y un lugar para ello.

A ser posible, uno en el que no hubiera posibilidades de volver a encontrarse con más seres como el que le había atacado.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Sab Abr 26, 2014 3:39 am

Mi nombre es Aleyn, gentil dama —la mujer siguió su genuflexión con los ojos y sin alterar el gesto—. Y no creo ser capaz de poner en palabras cuánto agradezco vuestra ayuda. De no haber sido por vos, yacería muerto, devorado por esa criatura —asintió y en su rostro se acertó a ver un atisbo de comprensión, a pesar de que su expresión continuaba siendo pétrea—. Vine aquí a investigar.

Investigar—repitió ella con aplomo y enarcando levemente una ceja.


Creí que todo estaría hechizado, pero veo que me equivocaba.


Yo también pensaba que no habría vida en este lugar, a excepción de esas criaturas—su salvadora no pareció dispuesta a continuar la conversación. Hizo un gesto con la mano, indicándole el camino de vuelta a la entrada del castillo—. Más te valdría marcharte. Pueden aparecer más y nada te asegura que la próxima vez vayas a sobrevivir.

Pareció que iba a dejarle ahí para continuar su camino cuando los dos escucharon un grito lejano. Un grito que provenía de la entrada. La mujer clavó los ojos en Aleyn con suspicacia.

No has venido solo, ¿verdad?

Giró sobre sus talones y echó a correr por donde había venido Aleyn. Mientras corría, se volvió hacia él y dijo con severidad:

No te alejes de mí ni hagas ninguna tontería si no quieres perder la vida.

Su salvadora se movía a una velocidad impresionante a pesar de los ropajes, prácticamente parecía que volara, mientras que Aleyn se sentía pesado y torpe. El ambiente lo estaba asfixiando y le costaría un gran esfuerzo ponerse a la altura de la mujer.

Sin embargo, alguien había gritado.

Y, a menos que hubiera más personas en la ciudad, sólo podía tratarse de una persona...

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Dom Abr 27, 2014 10:29 pm

Investigar—la forma en la que la mujer repitió aquello, junto con la frialdad y seriedad con la que se había estado comportando desde que hubiera aparecido ante sus ojos, le hizo pensar que no le creía.

Aunque otra razón no tenía sentido… a menos que pensara que se trataba de un ladrón, tratando de beneficiarse de la desgracia del reino. Sin embargo, su salvadora no parecía estar por la labor de ahondar en aquel tema. Lo más probable, y si se trataba de una poderosa hechicera o alguna clase de hada, era que no le diera demasiada importancia a un idiota al que había tenido que salvar por haberse metido en la boca del lobo. Una molestia que le había dado trabajo de más. Por eso no se habría presentado. Y él, por supuesto, no iba a pedir su nombre, aunque prefiriera saber la identidad de su salvadora.

Yo también pensaba que no habría vida en este lugar, a excepción de esas criaturas—la mujer señaló al camino que se dirigía hacia la puerta de las murallas, la salida de aquel peligroso mundo en el que se había convertido la ciudad encerrada tras ellas—. Más te valdría marcharte. Pueden aparecer más y nada te asegura que la próxima vez vayas a sobrevivir.

<<La única que podría asegurarme si sobreviviría o no sois vos.>> pensó Aleyn, aunque sus labios permanecieron cerrados. Tenía más que claro que, sin el amparo de su misteriosa salvadora, no tenía posibilidad de derrotar a otro de aquellos seres, incluso ahora sabiendo que podían estar merodeando entre las sombras.

Un momento… Ella había dicho que no pensaba encontrar a nadie, excepto a las criaturas… Así que sabía que estaban allí… La curiosidad le incitaba a preguntar, y dejó el recato a un lado. Porque si podía darle alguna pista, no regresaría junto a Rosa con las manos vacías. Y quizás podría ahorrarle a la muchacha la terrible visión que él ya había sufrido.

Dio unos pocos pasos hacia la salida, para que la mujer viera que no pretendía desobedecer sus palabras. Tampoco es que quisiera estar allí más tiempo del necesario.

¿Conocéis a esas criatu-? —empezó a decir pero un grito lejano, rompiendo el sepulcral silencio de la ciudad, le interrumpió.

Su cuerpo se quedó paralizado durante un momento antes de que se le acelerara el corazón y volviera a sentir la adrenalina en sus venas, como un latigazo.

<<¡Rosa!>>

No has venido solo, ¿verdad?

Asintió como respuesta a la pregunta obvia de la mujer. O al menos, creyó hacerlo. Su cabeza estaba en otro lugar en esos momentos. Ella echó a correr en la dirección de la que había provenido el grito; parecía dispuesta a salvar a la otra persona lo bastante idiota como para acercarse al castillo.

No te alejes de mí ni hagas ninguna tontería si no quieres perder la vida.

Aleyn no dijo nada, y realmente tampoco se veía capaz de hacerlo. Se limitó a seguirla, con su corazón golpeteando contra las costillas de forma casi dolorosa. A tratar de seguirla, en realidad, puesto que la mujer, incluso con unos ropajes que dificultaban el movimiento, se movía con tanta gracia y rapidez que no parecía una criatura de aquel mundo. Y mientras se esforzaba por no quedarse demasiado atrás, se dio cuenta de que aquel ambiente cargado de magia no parecía afectar a su salvadora ni lo más mínimo.

Una prueba más del poder que ocultaba aquel rostro hermoso y delicado.

Sólo esperaba que aquel poder fuera bastante para ayudar a Rosa. Al igual que esperaba que aquel grito fuera porque la muchacha se hubiera cansado de aguardarle y, al entrar en el castillo, se hubiera tropezado con la desolación de aquella guerra congelada. Porque en caso contrario, no sabía si llegarían a tiempo para salvarla. Ygraine podía protegerla seguramente mejor de lo que él hubiera sido capaz, pero aquello no tenía por qué ser suficiente contra las criaturas de oscuridad.

Y sus manos entonces volverían a estar manchadas con la sangre de inocentes.

Aquel pensamiento logró hacer que sacara fuerzas de flaqueza y, apretando los dientes, aceleró el paso.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Lun Abr 28, 2014 1:57 am

Atravesaron rápidamente las calles, con la mujer de blanco moviéndose rápidamente y Aleyn poco por detrás. Cuando alcanzaron, por fin, la plaza por la que entraban los ejércitos enemigos, Aleyn pudo localizar casi de inmediato el único sitio donde aquel terrible cuadro, detenido para toda la eternidad, había cambiado:

Acorralada contra una pared, Rosa se defendía con una espada, que debía haber arrebatado a uno de los monstruos de Maléfica, de un gran círculo de criaturas negras y de ojos amarillos. Había de distintas formas, aunque varios parecían soldados, como el que había perseguido a Aleyn y otros simplemente hormigas. En cualquier caso, quedaba claro que la espada pesaba demasiado para las finas muñecas de Rosa. Y más si la blandía con una única mano, porque en la otra sujetaba, protegida contra su pecho, a Ygraine.

El pobre animal tenía un tajo que le atravesaba toda la espalda y sangraba abundantemente, manchando la ropa de Rosa. La muchacha tampoco estaba ilesa; su falda estaba desgarrada y tenía varios arañazos en los brazos. Sacudió torpemente la espada, intentando detener el ataque de uno de aquellos monstruos. Pero el arma salió volando por los aires y Rosa quedó desprotegida. Gritó y se agachó, protegiendo con su cuerpo a Ygraine.

En ese momento, la mujer de blanco extendió las manos y exclamó:

¡Electro +!—y de ambas palmas surgieron dos violentos relámpagos que atravesaron la distancia que les separaba de las criaturas. Cuatro salieron despedidas por los aires y se desvanecieron. Pero aparecieron más entre nubes de oscuridad—. ¡Ve a por ella, yo te cubro!


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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Lun Abr 28, 2014 3:14 pm

Los pulmones de Aleyn ardían cada vez que tomaba aire, y sus pies se le hacían más pesados a cada zancada, pero finalmente, tras haber acortado distancias con la mujer, llegó a la entrada del castillo. Esta vez no había tiempo para detenerse en contemplar cada grotesco detalle; sus ojos batieron rápidamente toda la plaza hasta dar con lo que estaba deseando no encontrar.

¡Rosa! ¡Ygraine! —jadeó.

Su agitado corazón se encogió al ver a la doncella acorralada de aquella manera, rodeada de un grupo de seres de oscuridad, algunos como el que le habían atacado y otros sin armadura, con aspecto similar al de las hormigas. La muchacha no se había quedado quieta mientras las criaturas habían ido a por ella, puesto que trataba de mantener a raya a los enemigos con una espada que habría robado de alguno de los soldados del reino o de los atacantes paralizados. Resultaría extravagante ver a una joven tan delicada como ella con un arma similar, aunque había dicho que procedía de una familia de caballeros. Por mucho que no hubiera llegado a iniciar su adiestramiento, algo debía saber por simple contacto. Pero aquella espada estaba diseñada para alguien con más fuerza que Rosa, que además sólo tenía una mano disponible para blandirla…

El color escarlata sobre el claro pelaje de Ygraine casi le hizo daño a los ojos. Ver a una criatura tan única –por lo que sabía-, reducida a una masa de pelo sangrante que necesitaba de la protección de una muchacha le parecía hasta obsceno. Supuso que el animal se habría interpuesto entre las criaturas y la doncella, tratando de defenderla, o había tratado de atacarlas, y por eso se había ganado aquel tajo. Y ahora Rosa era incapaz hacerle frente a los seres todo lo bien que pudiera por mantener al zorro apretado contra su pecho. Al menos las heridas de la joven no parecían demasiado graves. Aún.

Y como si la fortuna leyera sus pensamientos y quisiera reírse en su cara, al intentar detener un ataque de los seres, la espada se escapó de las manos de Rosa, dejándola indefensa del todo. La muchacha se encogió sobre sí misma, protegiendo a Ygraine con lo único que le quedaba: su propio cuerpo. Aleyn estaba a punto de salir disparado hacia delante, hacia ellos, pero algo parecía haberle paralizado. No el hechizo, puesto que allí su influencia era menor y sentía el cuerpo más ligero que antes, sino el miedo. Todavía recordaba el dolor de su costado como si el zarpazo aún continuara abriendo su piel. ¿Qué podía hacer él, que no había sido capaz de enfrentarse a una sola de aquellas criaturas, contra todas las que les rodeaban, excepto morir con la joven y el animal?

Y quizás ese iba a ser su destino, pensó. Pero se había olvidado de una cosa: no estaba solo.

¡Electro +!—al escuchar la voz se giró a tiempo de contemplar cómo de las dos manos de la mujer salían relámpagos similares a aquel con el que le había salvado antes, y que fueron a parar sobre los enemigos. El ataque acabó con cuatro de ellos, pero no parecía haber tiempo para celebraciones puesto que otros, surgidos de la nada en sus nubes de oscuridad, tomaron su lugar—. ¡Ve a por ella, yo te cubro!

¡Entendido! —exclamó, sorprendiéndose de que pudiera emitir un sonido coherente.

Corrió hacia uno de los siervos de Maléfica para poder arrebatarle la lanza que portaba. No tenía experiencia con aquella clase de armas, y con ninguna otra, en realidad, pero le parecía la mejor opción para enfrentarse a más de una criatura. Además, si la mujer podía ayudarle con su magia de relámpagos…

Detestaba los conflictos, mas aquella vez no tenía otro remedio. Con un grito, se abalanzó sobre las criaturas, tratando de barrerlas de su camino con la lanza para llegar hasta Rosa e Ygraine.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Mar Abr 29, 2014 1:29 am

Cuando Aleyn se lanzó al frente, lanza en mano, consiguió apartar de su camino a un par de las criaturas oscuras. Pero las demás o retrocedieron o se fundieron en el suelo. El joven las vio pasar, como si fueran meras sombras, bajo sus pies y aparecer a sus espaldas. Recibió un zarpazo en el gemelo derecho antes de que un nuevo rayo de la desconocida hiciera desaparecer a una nueva criatura.

Durante unos instantes se dedicó a forcejear contra los monstruos, pero no dejaban de aparecer más y más. Pronto se dio cuenta de que él no suscitaba ningún interés para esas bestias: su objetivo era Rosa y nadie más que Rosa.

¡Sácala de ahí! —ordenó entonces la mujer de blanco, que se acercó a todo correr.

Extendió una mano y Aleyn vio cómo, en medio de un fulgor blanco, aparecía una extraña arma entre sus dedos:

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Y con habilidad, la blandió para hacer desaparecer de un fulminante tajo a dos de los demonios.

Aleyn tuvo entonces vía libre para correr hacia Rosa. La muchacha, al verle, abrió los ojos anegados en lágrimas y exclamó con la voz llena de esperanza:

¡Aleyn!

Le tendió el brazo libre para que la ayudara a levantarse.

¡Corred!—gritó entonces la mujer que, de repente, se había convertido en el centro de atención de los monstruos de oscuridad—. ¡Rápido, los entretendré!

Numerosas sombras se despegaban del suelo y dirigían sus ojos amarillentos hacia Aleyn y Rosa, dispuestos a perseguirlos.

Más valía que se dieran prisa.

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mar Abr 29, 2014 4:39 pm

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Cualquier caballero experimentado seguramente le habría fulminado con la mirada por utilizar la lanza más como una escoba que como tal, pero le daba igual porque logró su objetivo. Al menos de forma parcial, puesto que la mayoría de seres de oscuridad se apartaron de su loca embestida o, para su sorpresa, se fundieron con el suelo, como si fueran meras e inofensivas sombras.

Aunque aquella ilusión no permaneció más de un instante, puesto que por el rabillo del ojo vio cómo se movían, aun sin levantarse del embaldosado, y se dirigieron a su retaguardia. Para cuando quiso reaccionar ante las cada vez más sorprendentes criaturas, su carne había vuelto a probar la salvaje caricia de aquellas zarpas. Se mordió los labios para acallar un quejido. Por suerte, su salvadora acabó con la criatura que le había herido aquella vez antes de que pudiera hacerlo de nuevo en el otro gemelo o algún otro lugar.

Con el sordo dolor del zarpazo maquillado a medias por la adrenalina y por el deseo de ayudar a quienes quería, empuñó la lanza con aún más fuerza, para seguir apartando de su camino a los molestos e insistentes enemigos, cuyo número parecía aumentar a cada momento. Sin embargo, los seres no parecían tan interesados en acabar con el loco que se enfrentaba a ellos desesperadamente como en Rosa. Eso justificaría por qué Aleyn sólo se había cruzado con uno en las calles de la ciudad y la muchacha había sido rodeada por tantos. Igual que la bestia del bosque había intentado matarla.

¡Sácala de ahí! —oyó gritar a la mujer. Seguramente se habría dado cuenta de que sus posibilidades, si permanecían en un mismo lugar, cada vez eran más irrisorias.

La escuchó correr, así que se permitió girarse hacia ella. De sus manos estaba surgiendo –como las criaturas, aunque esta vez procedía de la luz y no de la oscuridad- algo que identificó como un arma, aunque su aspecto le resultaba del todo desconocido. Si no fuera porque le parecería ridículo, hubiera dicho que era ni más ni menos que una llave gigante y extraña.

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En un principio no hubiera afirmado que con tan curioso artilugio pudiera hacer mucho, mas la mujer logró acabar con dos de los enemigos de una sola estocada, así que tuvo que ahorrase cualquier pensamiento al respecto. A fin de cuentas, estaba claro que su salvadora sabía lo que hacía. Conocía los puntos débiles de las criaturas, y con aquel ataque había terminado de despejar el camino hacia Rosa. La joven abrió los ojos, seguramente al escuchar sus pasos acercarse, y su rostro, ensombrecido por las lágrimas que anegaban su mirada, se iluminó al verle como si se tratara de alguna clase de rescatador de los cuentos. Aunque no hubiera podido hacer mucho para salvarla.

¡Aleyn!

Trató de esbozar una sonrisa calmada como toda respuesta, mientras la ayudaba a incorporarse. No era el momento apropiado para diálogos emotivos de reencuentro, como en las historias que leía. Ni siquiera para uno de aquellos tópicos “Todo irá bien”, porque Aleyn no iba a tratar de engañarla, ni de engañarse a sí mismo. Los dos sabían perfectamente que estaban en mitad de una batalla campal.

¡Corred!—les indicó entonces su salvadora, que parecía ahora atraer a los seres más incluso que Rosa. Supuso que sería debido a la extraña arma con forma de llave—. ¡Rápido, los entretendré!

Aleyn se lo agradeció mentalmente, mientras más enemigos surgían de todas partes, fijando aquella mirada amarilla y brillante en ellos. Estaba claro que no iban a permitir que se escaparan así como así. Debían hacer caso a la mujer antes de que fuera demasiado tarde y les cortaran la ruta de escape.

Al ver a Ygraine aún apretado contra el cuerpo de Rosa estuvo a punto de decirle a la muchacha que lo soltara, para que se dirigiera a la salida separado de ellos. Deseaba con todas sus fuerzas echarse el zorro al hombro, puesto que la muchacha tendría ya el brazo agarrotado, y llevárselo consigo, pero eso, igual que le había pasado a Rosa antes, reduciría sus posibilidades de defenderse, así como haría que corriesen más despacio. No pretendía dejar al animal allí, por supuesto, pero si Ygraine huía del lugar –o intentaba hacerlo, puesto que aquella herida en la espalda no le iba a permitir moverse demasiado- sin ir con ellos, las criaturas, divida su atención entre su salvadora y Rosa- no tendrían por qué atacarle y tendría más probabilidades de sobrevivir. Al menos hasta que la mujer misteriosa pudiera curarle.

Sin embargo, y a pesar de su propia estrategia, no dijo nada. Estaría loco, pero era incapaz de dar un paso dándole la espalda a la única alma que le había acompañado prácticamente desde que se exiliara al bosque.

<<Que la fortuna nos guarde.>>

Le dirigió una mirada de ánimo a Rosa y, con la lanza en una mano y agarrando a la joven con la otra, echó a correr hacia las puertas del castillo. Sentía la sangre deslizándose pierna abajo, pero aquella vez no podía dejarse alcanzar. Porque no era su vida la única en peligro.

Se decía que todo estaría bien si lograban salir, si lograban deshacer el camino andado, si lograban, gracias a alguna clase de milagro, llegar a la linde del bosque.

Siempre y cuando… siempre y cuando aquella no fuera una de esas pesadilla sin final.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Jue May 01, 2014 3:39 am

Rosa corrió al lado de Aleyn, mirando hacia atrás y sin poder contener alguna exclamación de horror cuando las monstruosas criaturas les salían al paso. Una derribó a Aleyn y si no fuera porque la joven reaccionó lo suficientemente rápido para apartarlo de un golpe, seguramente él habría acabado con la garganta rebanada.

Costó lágrimas y esfuerzo, pero, por fin, alcanzaron la salida. Dejaron atrás la muralla a todo correr, sin que ninguno de los dos se atreviera a reducir el ritmo, y los ruidos de la batalla fueron quedando poco a poco atrás. Aleyn sintió cómo se le despejaba la cabeza y que el peso que había estado aplastándole en el castillo dormido se evaporaba como por ensalmo.

Aun así, no podría disfrutar mucho del momento, porque tras ellos venían las criaturas: no parecían dispuestas a dejar escapar a Rosa.

La chica le tuvo que pasa finalmente a Ygraine a Aleyn, incapaz de cargar más con él, y desde ese momento fue capaz de moverse con bastante agilidad, a pesar de que se notaba que no estaba acostumbrada a hacer esfuerzos tan prolongados. Pronto comenzaron a jadear, mientras el traqueteo de las armaduras de los monstruos se iba acercando.

¡Pero el bosque estaba todavía tan lejos!

¡Aleyn!—gritó de pronto Rosa.

Si se daba la vuelta, lo haría a tiempo de ver como una de las sombras surgía del suelo a los pies de ambos y trataba atraparlos. Aleyn, que todavía llevaba su lanza, podía usar para defenderse. Pero el retraso hizo que las otras criaturas les dieran alcance.

Todo parecía perdido. Hasta que escucharon un canto. Un canto maravilloso, lleno de esperanza, tan claro como el toque de una campana de cristal.

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Un ave de un blanco puro descendió en picado sobre ellos, batiendo las alas, y abatió a una de las criaturas, aferrándola entre sus patadas y desgarrándola.

Durante un instante, ni Aleyn ni Rosa pudieron reaccionar. Entonces el ave lanzó un gorjeo y miró durante unos segundos a Aleyn. El joven pudo ver inteligencia en los ojos dorados del animal.

Le estaba diciendo que se marchara. Ya.

Y el ave comenzó a pelear contra las criaturas, majestuosa y esquivando con agilidad los ataques. Era el momento. Seguramente, su única oportunidad.


****


Jadeante y cubierta de sudor, Rosa se dejó caer a los pies de un árbol. Habían alcanzado, al fin, el resguardo del bosque. No podían más. Seguramente la chica no hubiera corrido nunca tanto en su vida.

¿Qué… eran… esos… seres?—gimió Rosa, sin aliento. Cuando consiguió recuperar un poco la respiración, miró a Ygraine y apretó los labios—. Lo siento tanto, Aleyn… Salió a defenderme. No debería habérselo permitido, pero no me dio tiempo a nada… Surgieron de la nada y de repente estaban por todas partes…—experimentó un violento estremecimiento y se abrazó a sí misma, ocultando su rostro tras una cortina de pelo rubio—. Ha sido todo culpa mía. No tendría que haber salido. No debería haberlo hecho… Lo siento, lo siento.

Entonces escucharon un chasquido. De entre los árboles del interior del bosque se aproximó una figura que avanzaba con cuidado, casi con miedo.

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¿H-hola? —murmuró la joven, que ocultaba parte de su rostro, cubierto de cicatrices, bajo el pelo—. Perdón, no quería interrumpir pero estoy un poco perdida y…—abrió mucho los ojos al ver el estado en el que se encontraban los tres—. ¿Estáis bien?

Tímida, avanzó hacia ellos y examinó a Ygraine con un gesto de preocupación. Luego miró a Aleyn y musitó:

Puedo curarlo…Si me lo permites


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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mié May 07, 2014 12:25 am

Escapar del castillo no fue una tarea sencilla para ninguno; uno de los seres incluso logró derribarlo, y sólo el que Rosa reaccionara a tiempo y pudiera apartarle, evitó que aquella fuera su última respiración. Pero no había tiempo que perder en agradecimientos, como tampoco podía malgastar el aliento en palabras.

Dejar atrás la muralla, y con ella el hechizo, hizo que sintiera como si le hubiera salido un segundo par de piernas. Lo único que podía hacer detener su paso ahora era sólo el cansancio, y la herida de su pierna, aunque la adrenalina estaba ocupándose de que su cerebro permaneciera ajeno a esas circunstancias. Podía correr sin ser ahogado por el peso invisible de la magia, y aquello era un gran alivio. Aunque no debían permitirse bajar la guardia porque las criaturas no parecían dispuestas a darles tregua. Haber imaginado que no cruzarían las puertas destrozadas del castillo había sido pensar demasiado en positivo.

Rosa le pasó a Ygraine en algún momento de la carrera; su delicado brazo, cansado ya, no podría seguir aguantando su peso. El animal dejó escapar un gruñido al verse movido de forma tan brusca, pero al menos así la muchacha tenía más libertad para moverse y podía correr más rápido. El bosque seguía antojándole un refugio demasiado lejano, aun así, y los dos estaban acusando ya los efectos de tan prolongada huida.

¡Aleyn! —oyó gritar a Rosa, aunque por el rabillo del ojo ya había distinguido cómo de entre sus pies surgía uno de aquellos seres.

Enarboló la lanza con la poca habilidad que el estar cargando con Ygraine le permitía, pero apartar al enemigo no hizo más que ganar tiempo a sus congéneres, que de pronto estaban por todas partes. Y la mujer de la ciudad no estaba allí para ayudarles.

No obstante, tampoco aquella vez estaba solo.

Si las criaturas de oscuridad parecían sacadas de una pesadilla, el ave de níveo plumaje que de pronto descendía sobre ellas era digna del más maravilloso y puro de los sueños. Su canto tampoco parecía de aquel mundo, puesto que una única nota ya era capaz de henchirle el corazón de esperanza e insuflar fuerzas a su ánimo. Sus garras abatieron a uno de sus enemigos como si de un juego de niños se tratase.

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No supo cómo reaccionar, y por lo que parecía, Rosa tampoco, mas el pájaro se volvió hacia él entonces, emitiendo un gorjeo. Y en sus ojos, más propios de una persona que de un animal por la inteligencia que se veía reflejado en ellos, pudo leer lo que el ave le quería decir.

Que aprovecharan y se dieran prisa para escapar. Y mientras aquella hermosa criatura continuaba con el ataque a los seres, Aleyn no dudó en hacerle caso.

****


Gracias a la intervención de aquel extraño ave, lograron alcanzar la linde del bosque sin ser acosados de nuevo por sus perseguidores, aunque Aleyn pensaba que sus extremidades se iban a soltar de su cuerpo debido al esfuerzo que les había exigido. Dejó a Ygraine en el suelo, y le rascó detrás de las orejas, para tranquilizarlo, mientras pensaba qué hierbas serían las mejores para tratar la herida que atravesaba el pelaje del animal… y su propia piel. Utilizó la punta de la lanza para desgarrar del todo la camisa que la criatura ya había roto en parte, consiguiendo así tela para poder vendarse la pierna. La parte inferior de su cicatriz quedó visible entonces, pero no le importaba.

¡¿Qué… eran… esos… seres? —en la voz de Rosa quedaba patente el tremendo esfuerzo que la joven había realizado al correr tanto aquel día.

Puso la lanza junto a Ygraine antes de incorporarse y volverse hacia ella, tratando de elaborar una respuesta con los pocos datos de los que disponía.

Monstruos de oscuridad —la garganta le escocía como si hubiera bebido fuego líquido, pero aun así logró que sus palabras no sonaran temblorosas o cortadas—. Por lo visto… deben de haber poblado el castillo, pero no parece que se vean afectados por el hechizo. La magia de relámpagos es capaz de destruirlos, sin embargo…

<<Y tú pareces atraerlos más que cualquier otra cosa.>>

La respiración de ambos se fue recuperando poco a poco, y Rosa entonces miró a Ygraine, seguramente sintiéndose culpable por el estado del animal, que se acurrucaba sobre sí mismo.

Lo siento tanto, Aleyn… Salió a defenderme. No debería habérselo permitido, pero no me dio tiempo a nada… Surgieron de la nada y de repente estaban por todas partes…—el delicado cuerpo de la joven tembló al recordar, y Aleyn se imaginó el miedo que debía de haber sentido. El mismo miedo que él había experimentado con una intensidad tal que sólo podía equiparar a la vez que aquel conjuro de fuego había salido terriblemente mal—. Ha sido todo culpa mía. No tendría que haber salido. No debería haberlo hecho… Lo siento, lo siento.

Al verla medio encogida sobre sí misma, aparentando casi por primera vez los quince años que tenía, no pudo hacer nada sino abrazarla. Hacía mucho que no abrazaba a nadie, y esperaba no incomodarla, pero no se le ocurría otra cosa para hacer que se sintiera segura.

Ssshhh, no pasa nada. No pasa nada. No es culpa tuya, sino de esas criaturas —le apartó unos cuantos mechones del rostro para poder darle un beso en la frente. Era curioso, pero en un día se había sentido más unido a ella que en un año. Como había escuchado decir a alguien alguna vez, los sucesos traumáticos unían a las personas como pocas cosas—. Ya estamos a salvo, Rosa. No te tortures.

Aún quedaba curar a Ygraine, por supuesto, pero aquella ave sacada de una leyenda parecía haber acabado con sus perseguidores por el momento. Y allí, en la linde del bosque, su hogar, que conocía bien, se sentía seguro por primera vez desde que hubo cruzado las puertas del castillo. El animal, incluso estando medio inconsciente, alzó las orejas, aunque Aleyn no se dio cuenta de que algo se acercaba hasta que un chasquido anunció su presencia de forma más notoria. Se separó de Rosa mientras el corazón le daba un vuelco. ¿Más? ¿Más criaturas? La lanza estaba lejos de su alcance, aunque si se tiraba al suelo quizás pudiera cogerla…

Sin embargo, lo que surgió entre los árboles no era uno de aquellos seres de oscuridad, o una de las tías de Rosa que hubiera ido a buscar a la muchacha, sino una joven desconocida que ocultaba su rostro detrás de sus oscuros cabellos y avanzaba con poca seguridad.

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¿H-hola? —dijo ella, asegurando a Aleyn de que no se trataba de un espejismo o una ilusión. —. Perdón, no quería interrumpir pero estoy un poco perdida y…—¿Perdida? ¿Perdida? ¿Pero de dónde había salido? ¿De dónde venía?—. ¿Estáis bien?

No hacía falta que ninguno contestara, puesto que los ojos, abiertos en par en par, de la desconocida, podían encontrar perfectamente la respuesta. Entre las ropas desgarradas, la respiración agitada y las heridas que mostraban los tres… Ygraine dejó escapar un gemido, y tal vez eso fue lo que ganó la atención de la joven morena, que examinó su estado con preocupación antes de volverse hacia Aleyn, que no terminaba de creer lo que se alzaba ante ellos.

Puedo curarlo…Si me lo permites

Asintió, agachándose para recoger al animal del suelo y poder tendérselo con más facilidad. No la conocía de nada, no sabía qué estaba haciendo allí, pero por sus palabras entendía que poseía alguna clase de habilidad similar a la mujer que le había salvado en el castillo, y aquel método de curación era mucho más rápido y eficiente que sus hierbas y ungüentos. No había tiempo para presentaciones o educadas muestras de respeto, y debía dejar a un lado su inseguridad a la hora de tratar con desconocidos, porque el tiempo del que disponían no era infinito.

Y si pudierais, como una petición añadida, curarla asimismo a ella… —señaló con la cabeza a los brazos de Rosa, surcados de los arañazos de las criaturas— ¿Vos sois también hechic-?

Antes siquiera de poder terminar su pregunta, sintió que todo daba vueltas a su alrededor, sus ojos quedaron cegados momentáneamente y, para cuando quiso darse cuenta, había dado con sus huesos contra el suelo. Un profundo dolor al golpearse la pierna herida sobre el suelo fue lo que le hizo recobrar un poco la lucidez. La venda improvisada estaría ya oscurecida por la sangre, y el efecto de la adrenalina se estaba pasando completamente. Ya no había nada que evitara que su cuerpo sufriera los estragos de lo que había vivido en el interior de las murallas. Y su mente terminó de procesar lo que había descubierto desde que hubo puesto un pie fuera del bosque.

De su boca se escapó una carcajada, aunque estaba lejos de ser una alegre. Era una carcajada histérica, propia de alguien que no comprendía lo que estaba ocurriendo. Debía parecer demente a los ojos de cualquiera que le viera, pero su cerebro estaba demasiado ocupado ordenando tantos y tan turbios pensamientos como para darle importancia a eso.

Había vivido en su cabaña, retirado del mundo, durante lustros. Y en un día… En un día había descubierto que el reino llevaba dormido cinco años, como medida de protección contra el ataque de Maléfica, que había lanzado asimismo una maldición sobre aquellas tierras tiempo atrás. Había contemplado la destrucción que los secuaces del hada estaban –y estarían- perpetrando, todas aquellas muecas de pavor, toda la sangre, congelada en el tiempo para siempre, o hasta que el fatídico destino del reino se cumpliera. Se había topado con criaturas similares a la que había visto en el bosque y había intentado acabar con Rosa en su cuarto, y esta vez no había podido esconderse de ellas. Había estado a punto de morir tres veces en sus garras de oscuridad, y sólo la intervención de una mujer salida de nadie sabía dónde, y de un misterioso pájaro, había evitado que su cadáver adornara en esos momentos el embaldosado del castillo. Había corrido como jamás antes, para poder escapar con vida de aquel infierno junto a Rosa, el centro de atención de los seres surgidos de la nada. ¿Y ahora una segunda joven aparecía en el bosque, que tan bien creía haber conocido hasta hacía poco?

No entendía nada. Se llevó una mano manchada de sangre seca al rostro. Su cabeza daba vueltas. Todos aquellos sucesos le daban vértigo, sin terminarse de creer que le hubiera ocurrido en tan poco tiempo, después de años de tranquilidad… Su estómago se contrajo, pero no llegó a vomitar más que dos palabras que no estaban destinadas a nadie en particular.

¿Por qué…?
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Sab May 10, 2014 5:07 pm

Ssshhh, no pasa nada. No pasa nada. No es culpa tuya, sino de esas criaturas . Ya estamos a salvo, Rosa. No te tortures.

Rosa miró a Aleyn con los ojos anegados en lágrimas, pero alzó las comisuras de los labios en una temblorosa sonrisa de agradecimiento.

De acuerdo… Gracias, Aleyn

Entonces apareció la extraña mujer. Ninguno contestó a su pregunta, pero Aleyn consintió acercarle a Ygraine a pesar de ser una desconocida. Se agachó para examinar la herida y pasó un par de dedos con delicadeza cerca de las mismas, como calculando la gravedad del daño.
Y si pudierais, como una petición añadida, curarla asimismo a ella… —la desconocida siguió la mirada de Aleyn y se fijó en Rosa. La muchacha se había incorporado y observaba con una mezcla de desconfianza y curiosidad a la recién llegada— ¿Vos sois también hechic-?

De pronto, Aleyn colapsó. Rosa se precipitó hacia él soltando una exclamación de horror, mientras la mujer se arrodillaba a su lado, balbuciendo por la sorpresa. Las dos intercambiaron una mirada de preocupación al escuchar la amarga carcajada del joven, que se desangraba por momentos. Entonces se llevó una mano a la cara y gimió:

¿Por qué…?

Unos dedos finos y frescos le rodearon la mano y la apartaron suavemente. Vio entonces a la joven inclinada sobre él, con el cabello cayéndole hacia delante y haciéndole cosquillas en el rostro. Vio entonces con total claridad las cicatrices que le recorrían el lado derecho del rostro, que hasta ese momento había ocultado bajo su pelo.

T-tranquilo. Todo va a salir bien. Todo está bien.

Hurgó en sus ropas y le pasó una mano por la nuca para levantarle la cabeza. De pronto notó algo frío contra los labios y vio que le estaba ofreciendo un pequeño recipiente cristalino lleno de un líquido verdoso.

Bebe, te hará sentir mejor.

Y si obedecía, experimentaría de inmediato una mejora. El mareo se esfumó, así como las heridas empezaron a cerrarse. No desaparecieron del todo y todavía dolían, pero la diferencia resultaba notable.

La joven repartió dos botellitas más entre Rosa e Ygraine, dándosela de beber con sus propias manos a este último. Rosa, que se había quedado mirando con los ojos como platos la cicatriz de Aleyn y luego sus heridas curadas, vaciló un poco antes de aceptar el ofrecimiento.

¿Qué sois, señora? ¿Un hada? Sólo he visto a las hadas realizar unas pociones tan potentes —musitó Rosa. Después dio un traguito tentativo y se bebió el contenido.

La joven pareció aturullada y se sentó de rodillas, sacudiendo la cabeza y evadiendo sus miradas con timidez.

¡No! En absoluto, no soy un… hada. Soy un… Un caballero—nerviosa, les dirigió una ojeada y dijo—: ¿Puedo preguntar qué os ha sucedido?

Nos atacaron unas extrañas criaturas de oscuridad[/b].

La chica se irguió.

¿De oscuridad?

Justo iban a responder cuando escucharon un fuerte aleteo. Si se asomaban un poco entre los árboles, verían que la hermosa ave que les había salvado antes se acercaba sobrevolando la llanura. Pero no venía sola. Cargaba sin aparente esfuerzo con la dama de blanco, aferrándola por un brazo.

Con un gesto de la mujer, el ave la soltó y aterrizó elegantemente sobre la hierba. No parecía tener ni una sola herida. Su arma había desaparecido.

¡Na-Nanashi! —exclamó de pronto la chica morena.

La mujer de blanco, Nanashi, arqueó una ceja al ver salir de entre los árboles a la joven.

¿Rebecca? ¿Qué haces aquí? —después dirigió la mirada hacia los árboles y al localizar a Rosa y a Aleyn, asintió para sí misma—. Parece que están bien. Me alegro. No sabía si llegarían tan lejos—extendió un brazo y el ave se posó graciosamente sobre él para acicalarse un ala con el pico.

Ronin me envió… Estaba preocupado por ti, Nanashi. P-pero antes, ¿te importaría revisarles? Les he dado una poción, pero no sé si necesitan más ayuda.

Nanashi meditó un instante antes de asentir. Y las dos mujeres se encaminaron hacia Rosa y Aleyn. Quizás era el mejor momento para hacer preguntas.

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Dom May 11, 2014 11:59 pm

Las dos jóvenes se acercaron a él al verle derrumbarse de aquella manera, aunque Aleyn no se dio realmente cuenta de ello hasta que alguien le apartó la mano ensangrentada del rostro. Se trataba de la desconocida, cuyos cabellos morenos, ahora que estaba arrodillada a su lado, le hacían cosquillas en la piel descubierta. De aquella manera, el pelo que antes cuidadosamente parecía cubrir parte de su rostro, dejaba ver el motivo de aquel peinado tan poco operativo; ocultar unas cicatrices que, sin duda, en su día habrían sido unas heridas bastante dolorosas.

T-tranquilo. Todo va a salir bien. Todo está bien —decía ella.

Tomó aire. No podía dejarse avasallar por los acontecimientos, debía ser capaz de sobreponerse a las circunstancias. ¿O acaso no había soñado siempre con vivir las mismas aventuras que descubría en sus libros? Los protagonistas de aquellas historias no se dejaban amilanar… aunque aquella no dejaba de ser la vida real, y él nunca había sido un héroe como los que se veían en el papel.

Lo… lo lamento. Es sólo que… ha sido demasiado para mí —giró el rostro para poder dedicarle una débil sonrisa a Rosa. Seguramente estaría preocupada por él, así que quería demostrarle que lo peor ya había pasado. Al menos en lo que se refería al caos en el que se había convertido su mente momentos antes—. Ha sido un día muy largo.

La joven morena, que había estado rebuscando entre sus ropas, le ayudó a alzar la cabeza del todo y puso algo frío junto a sus labios, que le hizo dar un respingo.

Bebe, te hará sentir mejor.

Le había acercado un frasquito que contenía un líquido color verde. Podía tratarse de veneno, pero no veía ningún motivo por el cual la desconocida trataría de emponzoñarle cuando se estaba medio desangrando por las heridas de la pierna. Así que asintió levemente con la cabeza antes de tomar la botellita entre sus manos y beber. Casi al instante siguiente de que aquel líquido bajara por su garganta, notó cómo los zarpazos empezaban a cerrarse. No se trataba de una cura tan rápida y eficaz como la que había hecho aquella mujer en el castillo con su conjuro, pero era infinitamente mejor que nada o sus emplastos de hierbas. Y había logrado que el mareo se esfumara como si nunca hubiera estado nublando su mente.

Aquello terminó de hacerle recobrar su serenidad habitual, así que mientras se terminaba el resto del brebaje verdoso, pudo observar a la joven castaña ofreciendo un frasco similar a Rosa y haciendo tomar a Ygraine un tercero, dado que de otra forma no podría beberlo a causa de su estado tan debilitado.

Ygraine, tranquilo… —dijo con voz calmada, a pesar de que el zorro no diera muestras de resistirse. A fin de cuentas, los animales siempre parecían interpretar mejor las intenciones de los humanos que ellos mismos, y las de su nueva benefactora eran a su favor—. Muchas gracias por vuestra ayuda.

Desvió entonces la atención hacia Rosa, dado que permanecía con la botella en la mano, sin llevársela a los labios. Al principio pensó que era debido únicamente a la desconfianza ante algo que le había ofrecido un extraño, pero después se dio cuenta de que la muchacha mantenía unos ojos abiertos como platos fijos en la cicatriz que la camisa desgarrada dejaba entrever. Aleyn carraspeó ligeramente, algo incómodo, y tironeó de la tela hacia abajo, tratando de ocultarla, aunque ya fuera tarde para guardarla en secreto. No obstante, estaba seguro que por la mente de la doncella rondarían preguntas mucho más importantes que el origen de aquella marca, y cuya respuesta prefería saber primero.

¿Qué sois, señora? ¿Un hada? Sólo he visto a las hadas realizar unas pociones tan potentes —como esperaba, finalmente Rosa acabó musitando otras cuestiones, para su alivio y para el de su curiosidad, que también quería conocer la identidad de la joven morena.

La desconocida pareció azorada ante tal afirmación, como si le resultara impensable que la confundieran con un hada siquiera. La verdad era que su actitud tímida, que había demostrado desde que surgiera de la espesura y que ahora se veía reforzada por cómo se sentaba de rodillas, evitando sus miradas, no sonaba demasiado a hada. Aunque eran criaturas de lo más diverso y extravagante en ocasiones. Aleyn aprovechó entonces para acercarse hasta Ygraine y sentarse con el animal en su regazo, para empezar a acariciarle detrás de las orejas mientras esperaba la respuesta de su benefactora.

¡No! En absoluto, no soy un… hada. Soy un… Un caballero,

¿Un caballero que hace magia? —murmuró, frunciendo el ceño.

Ya le resultaba extraño que aquella joven fuera un caballero, debido a su apariencia, más bien menuda y delicada, del estilo de Rosa, pero que tuviera los conocimientos para elaborar pociones curativas era chocante. A menos que alguien las elaborara por ella y luego se las entregara, pero eso no contestaba a la cuestión de de dónde había salido. Sin embargo, la desconocida formuló una pregunta antes de que él hiciera la suya.

¿Puedo preguntar qué os ha sucedido?

Nos atacaron unas extrañas criaturas de oscuridad.

La respuesta de Rosa pareció accionar algo en el interior de la otra joven, puesto que se incorporó al escucharla.

¿De oscuridad?

Aleyn supuso que tendría que tratar de explicárselo mejor –aunque no tuviera mucha más idea que Rosa-, mas el sonido de unas fuertes alas batiendo en el viento interrumpió su idea. Se giró un poco para poder contemplar a la elegante ave de níveo plumaje que les había salvado antes aproximándose hacia el bosque… mientras cargaba con la dama del castillo. Parecía imposible que pudiera con ella sin aparentar esfuerzo alguno, aunque tenía claro que no se trataba de un pájaro normal, ni mucho menos.

La mujer hizo un gesto entonces para que el ave la soltara, y aterrizó tan elegantemente como si fuera algo que hubiese hecho miles de veces. No portaba ya su arma de tan extraña forma, y dedujo que había acabado con todas las criaturas puesto que no lucía ni una sola herida en su pálida piel de porcelana.

¡Na-Nanashi! —exclamó de pronto la chica morena.

Aquel no parecía un nombre de esas tierras… al menos no uno humano, aunque se alegró de poder conocer el nombre de una de sus dos salvadoras. Tres, si contaba al ave también, claro. Estaba claro que aquellas dos desconocidas se conocían de algo, puesto que Nanashi se giró hacia la voz que la había llamado.

¿Rebecca? ¿Qué haces aquí? —contestó la mujer al ver a la joven morena, antes de desviar un poco su vista para localizarlos, a él y a Rosa, entre los árboles—. Parece que están bien. Me alegro. No sabía si llegarían tan lejos —el ave se posó entonces en el brazo que ella extendió, y supuso que Nanashi la había enviado al no poder seguir protegiéndolos fuera de las murallas. Había pensado en todo, y se trataba sin duda de una gran guerrera.

Ronin me envió… Estaba preocupado por ti, Nanashi. P-pero antes, ¿te importaría revisarles? Les he dado una poción, pero no sé si necesitan más ayuda.

Aleyn sólo podía ser testigo de aquel intercambio de palabras cuyo significado no podía entender del todo, aunque el hecho de que ese tal Ronin hubiera enviado a Rebecca le llamó la atención. Porque eso significaba no sólo que no estaba allí de pura casualidad, sino que tenía que haber venido de otro lugar… Nanashi asintió ante las palabras de la morena, y ambas se dirigieron entonces hacia ellos. No creía necesitar más ayuda en lo referente a curarse, puesto que las heridas ya no eran peligrosas para su salud y podía recuperarse por su cuenta en unos días. Sin embargo, sí que podía requerir su atención para otros asuntos.

Como para responder preguntas.

Ygraine se apartó de su regazo, adivinando sus intenciones de levantarse, y se quedó sentado junto a él cuando se incorporó, tratando de presentar el aspecto más aceptable posible, teniendo en cuenta todos los desgarrones de su ropa y el cabello alborotado que la agitada carrera había provocado. Le dirigió una mirada a Rosa antes de volverse hacia las dos mujeres, a las que dedicó una leve reverencia. Su mente volvía a trabajar de forma normal, así que podía al menos esperar no trabarse con el torrente de palabras que estaba a punto de soltar.

En el día de hoy nos habéis salvado más veces de las que un hombre medianamente orgulloso podría admitir, curando nuestras heridas y acabando con esas criaturas que parecen aún más peligrosas que los siervos de Maléfica. Nunca había visto nada semejante, como nunca había visto un ave como esa —hizo un gesto con la cabeza, aunque era evidente a qué animal se estaba refiriendo—, ni armas como aquella con la que os habéis desentendido de esos seres… Aunque no sólo me pregunto de dónde ha salido semejante… oscuridad… sino también de dónde os han traído vuestros pasos. ¿Evitasteis el hechizo ocultas en algún refugio? ¿Venís acaso de las tierras vecinas? —se mordió el labio, para tratar de ganar la confianza suficiente como para decir unas últimas palabras. No las conocía de nada, y no tenía ningún derecho a pedirles algo semejante, pero por hacer una pregunta más nadie iba a morir: — ¿Podríais, con vuestro poder, romper la maldición de Maléfica y acabar con esas criaturas?
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Mar May 13, 2014 1:12 am

Antes de que Nanashi pudiera atender a Aleyn, este se incorporó e hizo una reverencia.

En el día de hoy nos habéis salvado más veces de las que un hombre medianamente orgulloso podría admitir, curando nuestras heridas y acabando con esas criaturas que parecen aún más peligrosas que los siervos de Maléfica. Nunca había visto nada semejante, como nunca había visto un ave como esa —Nanashi esbozó un asomo de sonrisa y acarició el cuello del ave, que emitió un cristalino gorjeo, como agradeciendo las palabras de Aleyn—, ni armas como aquella con la que os habéis desentendido de esos seres… Aunque no sólo me pregunto de dónde ha salido semejante… oscuridad… sino también de dónde os han traído vuestros pasos. ¿Evitasteis el hechizo ocultas en algún refugio? ¿Venís acaso de las tierras vecinas? —las dos mujeres intercambiaron una larga mirada en la que parecieron sostener una silenciosa conversación—. ¿Podríais, con vuestro poder, romper la maldición de Maléfica y acabar con esas criaturas?

Me temo que no puedo responder a todas tus preguntas, pero Rebecca lo hará en mi lugar—dijo Nanashi, acercándose a Aleyn y examinándolo rápidamente con la mirada para comprobar sus heridas mientras Rebecca balbuceaba una protesta que se extinguió antes de llegar a materializarse—. Respecto a la maldición de la que hablas… Tendríamos que verlo. Pero acabar con esas criaturas es nuestra misión —terminó por usar sobre él de nuevo una magia curativa, para asegurarse de que no quedaban secuelas y se volvió hacia Rosa.

Nanashi… ¿Estás… estás bien?

Sí, lo estoy—curó igualmente a Rosa y se agachó a examinar a Ygraine—. Puedes decirle a Ronin que agradezco su preocupación, pero que no debe apartar a sus Maestros de sus deberes por mí. Ya está. —Nanashi se incorporó tras acariciar la cabeza de Ygraine y se encaró a los tres—. Ahora he de partir. Sólo he venido para asegurarme de que estabais bien. Pero antes me gustaría saber una cosa: ¿es normal que aparezcan tantas de esas criaturas? ¿Habéis visto alguna lejos del castillo?

Rosa se mordió el labio interior. Pero, tras mirar a Aleyn como preguntándole si debería hablar, terminó por decir:

Hace poco una de esas criaturas vino a por mi… Y… vivo en el interior del bosque, bastante lejos. Pero nunca había visto nada igual

Nanashi asintió lentamente, frunciendo el ceño. Después le hizo un gesto a Rebecca y ambas se alejaron hasta poder hablar sin que las escucharan. Las vieron intercambiar un par de palabras. Rebecca pareció intentar convencer a Nanashi de algo, pero esta se negó con un seco gesto.

Cuando parecieron llegar a un acuerdo, se acercaron de nuevo.

Debo marcharme. Si es cierto lo de esas criaturas, ambos debéis manteneros lo más alejados posible del castillo. Son letales y no podéis defenderos eternamente de ellas: les atraen los corazones fuertes, llenos de luz. De modo que es probable que sepan encontraros incluso en medio del bosque.

»Suerte.


Dicho esto la mujer se dio la vuelta, haciendo que el ave aleteara en su brazo. Una vez dejó atrás el linde del bosque la vieron despegar con su extraño fénix y perderse hacia el castillo.

Rebecca la contempló partir con una expresión de preocupación. Pero, después, se volvió hacia ellos y farfulló:

Yo trataré de contestar todas vuestras preguntas. Pero Nanashi tiene razón, deberíamos… alejarnos un poco de este lugar. ¿Conocéis algún claro…?

Rosa se giró hacia Aleyn y le dedicó una sonrisilla: estaba claro a quién le tocaba buscar un lugar donde poder hablar.

****


Sentados en círculo en el claro al que Aleyn les hubiese guiado —o, en caso de que él no recordara ninguno, lo habría hecho Rosa—, Rebecca comenzó a hablar:

Como ha dicho mi compañera… Venimos de tierras muy lejanas, de las que seguramente no hayáis oído hablar. Allí existe una orden de caballeros… L-los que nos unimos a ella aprendemos magia y también a pelear. Nuestra misión es… acabar con esas criaturas que habéis visto. Las denominamos «Sincorazón», porque carecen de él y ansían devorar los de las demás criaturas…—Rebecca, nerviosa, empezó a jugar con los dedos de sus manos, rehuyendo las miradas de ambos—. En realidad yo nací en este lugar. Pero me marché para unirme a la orden y… Aunque desearía romper la maldición, no podemos. Tenemos prohibido inmiscuirnos en asuntos de otros… reinos. Sin embargo, la presencia de Sincorazón puede que cambie todo. Por eso Nanashi ha marchado a investigar de dónde provienen.

»¿Tenéis vosotros alguna idea?
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Jue May 15, 2014 5:23 am

La mirada que habían intercambiado ambas mujeres antes de que terminara siquiera sus preguntas le hizo pensar que tal vez se estaba adentrando en terreno cenagoso. Pero había puesto en peligro su vida y la de Ygraine –y Rosa la suya- para averiguar la verdad, así que no podía pasar página sin al menos hacer un intento por escucharla.

Me temo que no puedo responder a todas tus preguntas, pero Rebecca lo hará en mi lugar—Nanashi pareció preferir dejar aquella tarea en manos de la joven morena, mientras terminaba de acercarse para, tal y como le había pedido Rebecca antes, comprobar si estaba bien del todo—. Respecto a la maldición de la que hablas… Tendríamos que verlo —bueno, tampoco habría esperado que dijeran que aceptaran sin más, aunque se sintió un poco decepcionado de todas formas—. Pero acabar con esas criaturas es nuestra misión.

Aleyn asintió en silencio, al tiempo que ella volvía a emplear el mismo conjuro que en el castillo y todo rastro de agotamiento o debilidad debido a las heridas terminó por abandonar su cuerpo.

Nanashi… ¿Estás… estás bien?

Sí, lo estoy—la mujer aplicó su magia en Rosa antes de dirigirse a Ygraine, que alzó la cabeza para poder olerla—. Puedes decirle a Ronin que agradezco su preocupación, pero que no debe apartar a sus Maestros de sus deberes por mí. Ya está. —Aleyn no podía salir de su asombro, al comprobar cómo Nanashi podía emplear tantos conjuros seguidos, y haber luchado contra aquellas criaturas, sin mostrar agotamiento de ninguna clase. ¿Acaso su magia no tenía un límite?—. Ahora he de partir. Sólo he venido para asegurarme de que estabais bien. Pero antes me gustaría saber una cosa: ¿es normal que aparezcan tantas de esas criaturas? ¿Habéis visto alguna lejos del castillo?

Estuvo a punto de decir algo, pero Rosa se giró entonces hacia él, como si necesitara de su permiso para contestar. Hizo un asentimiento con la cabeza; no veía motivos para ocultarle aquello a quienes les habían salvado.

Hace poco una de esas criaturas vino a por mi… Y… vivo en el interior del bosque, bastante lejos. Pero nunca había visto nada igual

Yo también vi a esa misma criatura en el corazón del bosque —añadió Aleyn—. O al menos me gustaría pensar que era la misma.

Eso había supuesto cuando Rosa le había contado la historia, pero ahora, tras ver a aquellos otros seres en el castillo, no era descabellado creer que podía haber más de una… por mucho que la idea fuera poco agradable. Nanashi no parecía contenta de escuchar aquello–o eso supuso debido a su ceño fruncido-, que sin embargo tanto debió significar, puesto que se retiró junto a Rebecca para poder discutir algo sin ser oídas. De alguna forma, verlas conversando, aunque fuera de forma tan escueta, sin poder oírlas, le frustraba incluso más que aquel intercambio de palabras tan carente de significado para él que antes habían mantenido.

Porque significaba que había algo que las dos mujeres sabían, referente al asunto que les concernía, y que no querían compartir con ellos. Por supuesto, no iba a obligar a nadie a desvelar unos secretos que prefería mantener para sí o para gente que conociera más en profundidad. Pero eso no hizo que su frustración disminuyera mientras contemplaba cómo Rebecca trataba convencer a Nanashi sobre algo que finalmente la mujer rechazó de manera firme.

Sin embargo, poco después de aquello, lograrían alguna clase de acuerdo, puesto que regresaron a su lado.

Debo marcharme. Si es cierto lo de esas criaturas, ambos debéis manteneros lo más alejados posible del castillo. Son letales y no podéis defenderos eternamente de ellas: les atraen los corazones fuertes, llenos de luz. De modo que es probable que sepan encontraros incluso en medio del bosque —<<No podemos defendernos de ellas y punto. No solos.>> Aunque las tías de Rosa habían conseguido hacer huir a una. Algo que recordó de pronto y le resultó curioso, ahora sabiendo de qué eran capaces…—Suerte.

Sin más florituras, Nanashi se dirigió hacia la llanura de nuevo, mientras el ave empezaba a aletear aún posada en su brazo. Aleyn murmuró un último “Gracias” que ella ya no podría oír antes de que el pájaro alzara el vuelo, transportándola como había hecho antes, de regreso al castillo. Se estaba preguntando cuál sería el motivo de aquello, si vivía entre esos muros, cuando la voz de Rebecca se ganó de nuevo su atención.

Yo trataré de contestar todas vuestras preguntas. Pero Nanashi tiene razón, deberíamos… alejarnos un poco de este lugar. ¿Conocéis algún claro…?

Un claro… Ahora sí que estaban en su terreno, por primera vez. Rosa se volvió hacia él, con una sonrisa en los labios. Seguramente confiando en que él pudiera atender a la petición de la joven morena. Asintió con la cabeza.

Será un honor ser vuestro guía.

****


Volver a pasear bajo la bóveda que formaban los árboles había mejorado su ánimo de forma notable. No le había costado demasiado pensar en un claro en el que pudieran sentarse a hablar con tranquilidad; y guiar a las dos jóvenes hasta él hizo que recordara todas aquellas veces en las que había ayudado a algún cazador o caminante extraviado a hallar un sendero entre los arbustos y las raíces. Algo que quedaba en el pasado. Muy en el pasado.

Sentados en círculo casi parecían un grupo de amigos que hubieran decidido pasar una tranquila tarde en el bosque, aunque las palabras que Rebecca empezó a decir rompieron aquella imagen.

Como ha dicho mi compañera… Venimos de tierras muy lejanas, de las que seguramente no hayáis oído hablar. Allí existe una orden de caballeros… L-los que nos unimos a ella aprendemos magia y también a pelear. Nuestra misión es… acabar con esas criaturas que habéis visto. Las denominamos «Sincorazón», porque carecen de él y ansían devorar los de las demás criaturas…—a la mente de Aleyn regresó la imagen de aquel corazón rojo escapando del cuerpo de la criatura cuando Nanashi lo había matado con su magia. Supuso que en eso se habría convertido el suyo propio si la mujer no hubiera aparecido entonces—. En realidad yo nací en este lugar. Pero me marché para unirme a la orden y… Aunque desearía romper la maldición, no podemos. Tenemos prohibido inmiscuirnos en asuntos de otros… reinos.

¿Otros reinos? Aleyn frunció el ceño. Él sólo conocía el del rey Stéfano y el del rey Humberto, además de los territorios de Maléfica, la Emperatriz del Mal. Ciertamente, como Rebecca había dio en un principio, procedían de tierras muy lejanas. Unas tierras que ahora tenía curiosidad por explorar. Si la joven morena había viajado tan lejos, ¿por qué el no? ¿A un reino que albergaba a una orden de caballeros que además fueran instruidos en la magia? Sintió un cosquilleo en los dedos. Hacía mucho, mucho tiempo que no practicaba. Sobre todo porque, en su día, se había dedicado casi en exclusiva a conjuros de fuego, y aquel conocimiento parecía haber quedado enterrado en su interior después del accidente, fuera de su alcance.

Comprendía que no se mezclaran con asuntos propios de otras tierras si pertenecían a una orden de tan lejano origen, a pesar de que así se perdiera la oportunidad de intentar luchar contra la maldición… Porque tenía claro que ni él ni Rosa iban a poder hacer mucho.

Sin embargo, la presencia de Sincorazón puede que cambie todo. Por eso Nanashi ha marchado a investigar de dónde provienen.

»¿Tenéis vosotros alguna idea?
.

Se daba cuenta de lo grave que podía ser la situación si ellas, que supuestamente se dedicaban a acabar con los seres de oscuridad, no sabían de dónde podían haber surgido. Al menos los de aquel reino Aunque las últimas palabras de Rebecca habían hecho prender de nuevo la llama de la esperanza… quizás si podían acabar ayudando al reino si todo terminaba estando relacionado…

Hasta… hace unos días no había visto a ningún… Sincorazón —el nombre le resultaba extraño hasta en su propia boca, como el de alguna criatura fantástica que sólo pudiera encontrar en sus libros. Ojalá aquel fuera el caso—. Y tampoco recuerdo haber oído hablar de ellos en algún relato o leyenda. El único origen que se me ocurre en estos momentos es la Montaña Prohibida. ¿Quizás sean el arma definitiva de Maléfica para acabar con el reino? —terminó aquella pregunta mirando a Rosa, por si ella tuviera algo que añadir a sus palabras.

A fin de cuentas, había sido la muchacha quien había vivido el asalto de las tropas de la Usurpadora cinco años atrás. Volvió a centrar su atención en Rebecca, encogiéndose de hombros, mientras acariciaba el pelaje de Ygraine, tumbado junto a él.

Lamento no poder ser de más ayuda. Aunque… aunque realmente me gustaría serlo. No se puede permitir que esas criaturas sigan amenazando a la gente…
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