[Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Prólogo de Aleyn

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Lun Mar 10, 2014 5:20 pm

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La luz del mediodía, tamizada por las frondosas copas de los árboles, dibujaba curiosas formas en el suelo y destellaba en un pequeño arroyo que se escurría entre las rocas. Los pajarillos canturreaban y, de vez en cuando, atravesaban la parte inferior del puente de ramas que se tendía sobre la cabeza de Aleyn.

Era un día como cualquier otro, tranquilo, pacífico, en medio del bosque. Las ardillas corrían por las ramas, las orejas de un conejo despistado asomaban por las ramas de un tronco caído y no parecía que hubiera nada fuera de lo normal.

Pero Aleyn sabía que las aperiencias engañaban.

Porque hacía un par de días había visto algo que le debía haber alterado bastante: una criatura negra como la noche se había cruzado en su camino. Por suerte, pudo esconderse, aunque no parecía que aquella criatura de ojos resplandecientes y sin vida. El ser desapareció en medio del bosque y no había vuelto a aparecer desde entonces, pero seguramente Aleyn no había sido capaz de quitárselo de la cabeza desde entonces.

Quizás por eso mismo le agradaría haber recibido una nota de Rosa, aquella chica que vivía en una cabaña con sus tres tías en medio del bosque. La había encontrado el día anterior y en ella le indicaba que le esperaría en el río donde solían quedar alguna vez. Parecía que tenía un favor que pedirle.

Conocía a aquella niña desde hacía cinco años y podía decir que era una persona amable, sorprendentemente empática con los animales, y que había crecido para volverse muy hermosa. Casi nunca pedía nada para sí misma, por eso puede que le intrigara la solicitud.

Cuando llegó al río, la voz profunda, quizás demasiado para alguien de su edad, le advirtió que la muchacha ya le estaba aguardando.

En efecto, Rosa hundía los pequeños pies descalzos en el agua, sosteniendo una cestita llena de comida a su lado sobre sus piernas, y rodeada por un pequeño círculo de animalillos.

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Al verle sonrió y se levantó exclamando:

¡Aleyn! ¡Qué bien que has venido!

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¡Bienvenida a tu prólogo! No habrá fechas límites, a menos que vayamos muy lentas, así que ve tranquila y sin angustias.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mar Mar 11, 2014 8:40 am

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El mediodía podría parecer un momento perfecto para disfrutar del bosque, de la calidez de los rayos del sol o y de la observación de los quehaceres cotidianos de los diversos animales que lo poblaban. Sin embargo, y pese a tratarse de un día no diferente a la mayoría, el rostro de Aleyn no reflejaba la misma serenidad que la de otras veces, puesto que una sombra pesaba en su mente desde que hubiera tenido aquel encuentro con el ser más insólito y perturbador con el que había tenido la desdicha de cruzarse.

Aquella criatura de la que, por suerte, había logrado esconderse, no dejaba de merodear por sus pensamientos; incluso aparecía fugazmente en sus sueños durante aquellas breves horas en las que debía dormir. Dejó escapar un suspiro cansado. Como si no tuviera bastante con las imágenes que poblaban sus pesadillas de manera habitual, ahora debía agregar al extraño ser.

Y extraño ser debía seguir llamándolo porque había repasado una y mil veces sus conocimientos acerca de las criaturas del bosque –incluso repasado los tratados escritos, por si había llegado a olvidar algo-, sin encontrar nada que remotamente se le pareciera. Sabía que era imposible conocer cada ser vivo de aquella zona; Ygraine era la prueba de ello, ya que aún entonces desconocía su origen. Y sin embargo aquellos ojos… aquellos ojos, brillantes pero al mismo tiempo carentes de vida, habían llegado a encoger su corazón como pocas cosas a lo largo de su vida. Su curiosidad por saber qué era y de dónde procedía la criatura se oponía al temor que el mero hecho de recordar su mirada parecía inspirarle.

No obstante, y para su fortuna, otra cosa mucho más agradable que aquel desencuentro había ocurrido aquellos días. Rosa, aquella chicuela que había visto crecer en los últimos cinco años hasta convertirse en la joven que era entonces, le había dejado una nota diciendo que quería reunirse con él. Sus palabras le habían sorprendido. No porque le citara en aquel rinconcito del río donde ya se habían visto más de una vez, sino porque la muchacha parecía pretender pedirle algo. Y eso, viniendo de alguien que no recordaba haber visto nunca preguntando por favores, llamaba la atención.

Ygraine estaría cazando, así que no había esperado por él al ver que se acercaba el momento del encuentro y se dirigió hacia el lugar solo, dejando que sus pensamientos se centrasen en Rosa. Lo cierto era que se trataba de una muchacha agraciada, de carácter amable y que, quizás por vivir en el bosque, siempre parecía estar rodeada de animales, con los que simpatizaba a la perfección. Una doncella como aquella, lo sabía, habría de tener más de un pretendiente si residiera en la civilización. Sin embargo, y que Aleyn supiera, jamás había dejado atrás el bosque. Sentía curiosidad por los motivos que habían llevado a sus tías a criarla en medio de la nada, pero jamás había preguntado. A fin de cuentas, a él no le gustaría que le empezasen a interrogar acerca del porqué de su presencia allí. Y no se sentía aún lo suficientemente cercano como para indagar en asuntos personales sin creer estar siendo descortés.

La voz de Rosa interrumpió entonces sus cavilaciones, indicando que ella ya había llegado al lugar de reunión. Al verla sentada, metiendo sus pies en el agua, se recriminó el no haber aparecido antes porque era evidente que llevaba un tiempo esperando. ¡Y hasta había traído consigo una cesta con comida! No estaba seguro de si sería para él o no, pero el gesto no dejaba de poner en relieve su naturaleza bondadosa y destacaba aún más el que pareciera querer algo de su parte.

¡Aleyn! ¡Qué bien que has venido! —exclamó ella tras darse cuenta de su presencia.

Quizás cualquier otra persona, después de que la joven se hubiera levantado, habría encontrado normal correr hacia ella y darle un beso en cada mejilla, o terminar su saludo con un abrazo, pero el rubio se limitó a asentir con la cabeza y esbozar una sonrisa amistosa.

Hubiera sido sumamente descortés por mi parte el haber faltado —dio un vistazo rápido a los animales que la habían estado rodeando antes de volver a mirarla—. Me alegra ver que estás bien, Rosa. Parece que no existe fuerza capaz de ensombrecer tu sonrisa —sus palabras en ningún momento estaban destinadas al cortejo o la adulación; eran el saludo que pensaba educado para la persona que constituía su único contacto humano—. Normalmente no sueles pedir nada, así que supongo que se trata de algo extraordinario esta vez —el recuerdo de la criatura que había visto cruzó por su mente y arrugó el ceño. No parecía estar tan alterada como uno supondría en caso de que ella la hubiera visto también, pero por preguntar… —. ¿Acaso hay algo que te preocupa?
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Mié Mar 12, 2014 4:53 pm

Hubiera sido sumamente descortés por mi parte el haber faltado. Me alegra ver que estás bien, Rosa. Parece que no existe fuerza capaz de ensombrecer tu sonrisa

Rosa soltó una suave risa y meneó la cabeza.

Normalmente no sueles pedir nada, así que supongo que se trata de algo extraordinario esta vez. ¿Acaso hay algo que te preocupa?

La muchacha miró a su alrededor, como temerosa de que alguna de sus tías anduviese cerca, y luego se inclinó hacia él y susurró:

Necesito que me acompañes a un sitio, Aleyn. No te lo pediría si no fuera necesario pero… No me atrevo a ir sola, aunque así causaría muchos menos problemas —titubeó un momento y luego cogió una mano del joven para añadir en tono suplicante—: Por favor, Aleyn. Sé que puedo confiar en ti, ¿verdad?

Aguardó a la respuesta del joven y luego se mordió el labio inferior. Le costaba confesar cuál era el sitio al que deseaba ir y parecía tremendamente nerviosa. Pero, al final, se obligó a respirar hondo y dijo:

¡Quiero ir al castillo del rey Stéfano! —antes de que Aleyn pudiera decir nada, Rosa apretó su mano y dijo con gravedad—:No nos acercaremos más de lo necesario, te lo prometo. Pero… Pero necesito verlo de cerca. Sé que no es seguro y por eso te lo pido a ti, Aleyn. Mis tías no… —esbozó una incómoda sonrisa—.No me lo permiten y con razón. Sin embargo, necesito ir.

Aleyn tenía muchos motivos para negarse: alejarse del bosque no sólo era una locura, pues los deformes esbirros de Maléfica, la terrible hada que habitaba la ahora denominada Montaña Prohibida, sino que tenía bien claro que las tías de Rosa no le permitían abandonar el bosque. Que él supiera, la muchacha nunca había desobedecido a sus tutoras y tenía la suficiente cabeza para entender que había peligros más allá del lindero del bosque a los que una chica como ella no podía hacer frente.

Sin embargo, Rosa parecía completamente desesperada por ir…

Siempre podía desentenderse del tema, por supuesto, intentar hacerla entrar en razón o…

Acompañarla.

No era difícil imaginar que Rosa iría sola, si era necesario.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mar Mar 18, 2014 6:32 pm

La actitud que la joven adoptó entonces, como si temiera que alguien pudiera escuchar su conversación –“alguien” por no decir sus tías, puesto que aquella no era una zona precisamente concurrida-, si bien parecía confirmar que el encuentro no tenía nada que ver con alguna criatura extraña, le escamó un poco. Aunque apenas si tuvo tiempo para hacerlo antes de que ella respondiera.

Necesito que me acompañes a un sitio, Aleyn. No te lo pediría si no fuera necesario pero… No me atrevo a ir sola, aunque así causaría muchos menos problemas —frunció el ceño, no sólo por aquellas palabras, sino por la forma en la que parecía titubear después de decir aquello. ¿A un sitio? ¿Para ir a qué sitio necesitaría que fuera con ella? Si a esas alturas debía conocerse la mayoría del bosque. Estuvo a punto de decir algo, pero ella le tomó de la mano, haciendo entender que el asunto era más grave de lo que había pensado—. Por favor, Aleyn. Sé que puedo confiar en ti, ¿verdad?

Sí, por supuesto… —intentó esbozar una leve sonrisa que compensara la inseguridad que traslucía su voz. No porque no pudiera confiar en él, sino más bien porque le estaba resultando todo muy repentino— ¿Pero adónde se supone que necesitas que te acompañe? —hizo la pregunta casi como si no quisiera escuchar la respuesta, ya que teniendo en cuenta que Rosa necesitase de su ayuda y hablara en un tono suplicante, tan poco usual en ella…

El hecho de que pareciera tener hasta cierta reticencia en decirlo no terminó de prepararle del todo para cuando por fin la joven fue capaz de contestar.

¡Quiero ir al castillo del rey Stéfano! —… ¿Cómo? No podía ir en serio… Pero la forma en la que le apretaba la mano indicaba que iba muy en serio—No nos acercaremos más de lo necesario, te lo prometo. Pero… Pero necesito verlo de cerca. Sé que no es seguro y por eso te lo pido a ti, Aleyn. Mis tías no… No me lo permiten y con razón — claro que sus tías no se lo permitirían. A fin de cuentas, tendrían sus motivos para mantenerla dentro de las lindes del bosque; y no era asunto suyo—. Sin embargo, necesito ir.

La respuesta más lógica sería una negativa. Aunque comprendía que se lo preguntara a él. Al igual que comprendía, a pesar de todo, la curiosidad de la muchacha por saber más de aquello que sólo veía alzarse entre los árboles en la distancia, sí. Era algo normal. Así que podía intuir que Rosa se había decidido a investigar hasta el punto de que iría sola si finalmente un “No” era lo que salía de sus labios. Apartó la mirada un instante, para no tener que enfrentarse al rostro de la muchacha. Casi le quería parecer que los pájaros habían dejado de cantar, y que la luz del sol era ahora más fría, pero eran sólo imaginaciones suyas, ahora que se enfrentaba a una decisión a la que nunca se habría imaginado encontrarse…

Dejó escapar un sonoro suspiro. En realidad sólo tenía una posibilidad, y lo sabía. Rezaba mentalmente para que aquella no fuera una de esas decisiones de las que debiera arrepentirse durante el resto de su vida, porque le quedaban muchos años por delante y ya tenía suficientes esqueletos en el armario…

De acuerdo, te acompañaré… —era evidente que le hacía ilusión, así que procuró adoptar un tono de voz que pareciera más alegre de lo que en realidad se sentía— Pero seré yo quien decida si nos hemos acercado demasiado o no —no terminaba de fiarse del criterio de Rosa para señalar hasta dónde era necesario aproximarse; a fin de cuentas, la curiosidad siempre te instaba a seguir adelante. A él, por ejemplo, le sería muy difícil saber cuándo detenerse si se tratara de algo que le interesase en gran medida—. Y, si por lo que sea surge alguna clase de incidencia, correrás de vuelta al bosque, o te esconderás donde puedas hasta que logre encargarme de ella. ¿Has comprendido?

Trató de sonar lo suficientemente autoritario sin resultar tiránico para que ella aceptara sus condiciones. Esperaba con aquello acallar la voz de la conciencia que le recriminaba el haber aceptado… ¡pero la otra opción era incluso peor que ayudarle a desobedecer a sus tías! Aparte de que hablaba como si pudiera hacer frente a lo que pudiera aparecer en su camino cuando no todo lo que había ahí fuera era humano siquiera, no dijéramos ya amistoso… Aunque las criaturas de Maléfica no tendrían por qué tener motivos para atacar a una muchacha cualquiera que llevase una vida más que sencilla, ¿cierto?

Comprendo que tengas curiosidad por ver el castillo del rey, ¿pero por qué debe ser ahora? —¿Quizás estarían en medio de alguna clase de celebración? Aunque de ser así, Rosa no habría tenido forma de enterarse, estando igual de aislada del mundo exterior que él, ¿verdad?— ¿Qué es lo que hace que necesites acudir a él? Porque hasta hoy no había parecido que quisieras pedirme que te acompañara…

Tal vez no había un motivo concreto y sólo había estado acumulando valor para preguntárselo…
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Vie Mar 21, 2014 2:47 am

De acuerdo, te acompañaré…

El rostro de Rosa se iluminó, casi literalmente, y apretó con más fuerza las manos de Aleyn.

¿De verdad, Aleyn? ¡Oh, muchísimas gracias…!

Pero seré yo quien decida si nos hemos acercado demasiado o no . Y, si por lo que sea surge alguna clase de incidencia, correrás de vuelta al bosque, o te esconderás donde puedas hasta que logre encargarme de ella. ¿Has comprendido?

Claro —asintió ella con gravedad. Pero luego volvió a sonreír, emocionada—. ¡Oh, Aleyn, no sabes cómo te lo agradezco! Me daba tanto miedo ir sola…

Recogió su cesta, que se colgó de un brazo, y se despidió de los animales que les observaban con un gesto. Luego echó a caminar, guiando a Aleyn, con pasos pequeños pero rápidos. Quizás le llamara la atención cómo alguien tan delicado tenía los pies acostumbrados a moverse por medios tan escarpados como aquel bosque. Se movía sin hacer ruido, como si formara parte de paisaje.

Se volvió al escuchar la pregunta de Aleyn con una pequeña sonrisa que se desvaneció cuando añadió:

¿Qué es lo que hace que necesites acudir a él? Porque hasta hoy no había parecido que quisieras pedirme que te acompañara…

Rosa continuó caminando unos momentos, pensativa, casi ida. Y luego musitó:

Vi una criatura que no había visto nunca antes. Estaba durmiendo, teniendo un sueño, y cuando me desperté la vi en la puerta de mi habitación. Era… Era la cosa más siniestra que he visto en mi vida. Se fundía con la oscuridad y tenía unos ojos amarillos, brillantes —Rosa se estremeció y se detuvo, abrazándose a sí misma—.Si mis tías no hubieran llegado a tiempo, me habría matado.

»Algo está cambiando, Aleyn. Y esa criatura, sea lo que sea, no es algo natural. Y sólo se me ocurre un sitio donde encontrar respuestas
.

Le miró un momento, angustiada, preocupada. Pero luego se recompuso y carraspeó.

Por eso quiero ir. Estoy convencida de que encontraremos alguna explicación a lo que está pasando.

Y continuaron recorriendo el bosque.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mié Abr 02, 2014 12:22 am

Toda suposición de que Rosa quería acercarse al castillo del rey por motivos lúdicos o sin una razón concreta pareció desvanecerse cuando la sonrisa que ella había esbozado desapareció de su rostro. Con eso suponía que se trataba de algo más grave que un simple capricho, pero igualmente, no instó a la joven a responder cuando su mente pareció irse a otro lugar mientras le guiaba por el bosque. Resultaba curioso que, a pesar de ir cargando con la cesta, sus pies no hicieran apenas ruido al caminar entre el follaje ni tuviera problemas para hacerlo. Era lógico hasta cierto punto si se tenía en cuenta que vivir en medio de aquel paraje hacía que te acabaras acostumbrando a él, pero la cosa estaba en que ella, debido a su porte delicado, no parecía encajar del todo en ese lugar.

Vi una criatura que no había visto nunca antes —su corazón dio un vuelco cuando la muchacha finalmente empezó a hablar. No se estaría refiriendo a... —. Estaba durmiendo, teniendo un sueño, y cuando me desperté la vi en la puerta de mi habitación. Era… Era la cosa más siniestra que he visto en mi vida. Se fundía con la oscuridad y tenía unos ojos amarillos, brillantes —escuchar aquella descripción avivó en su mente la imagen del ser, si es que no lo recordaba con bastante nitidez ya, y provocó que un escalofrío recorriera su espalda. Sin embargo, Rosa, que se había abrazado a sí misma y temblaba, de forma más notoria que él, aún no había terminado—Si mis tías no hubieran llegado a tiempo, me habría matado.

¿Cómo? —musitó, horrorizado. No era bastante terrible que hubiera aparecido en la habitación de la joven, sino que además había estado a punto de matarla…

Algo está cambiando, Aleyn. Y esa criatura, sea lo que sea, no es algo natural. Y sólo se me ocurre un sitio donde encontrar respuestas.

Cuando le miró angustiada, se preguntó de qué estaría hecha aquella joven. Porque por su narración, sus gestos y el brillo de sus ojos, unido a que ya sabía lo imponente que podía resultar aquel ser, quedaba más que claro que la experiencia vivida había sido aterradora. No obstante, se había mantenido serena hasta ese momento.

Por eso quiero ir. Estoy convencida de que encontraremos alguna explicación a lo que está pasando.

Asintió, casi de forma automática. ¿Encontrar respuestas? ¿En el castillo del rey? Estuvo a punto de decir que sería más probable hallar lo que buscaba en otros territorios, como la Montaña Prohibida… sin embargo, no le pareció prudente hablar acerca de Maléfica. Quizás Rosa ni siquiera la conocía, pero en cualquier caso, sólo a alguien loco o suicida se le ocurriría adentrarse en los parajes del hada. Y por mucha curiosidad que pudiera tener la muchacha, aquel sí sería un lugar adonde no sólo no la acompañaría, sino al que le impediría ir. Aunque si de verdad la mano de Maléfica estaba detrás de aquello –Aleyn siempre había tenido a la magia que podría conjurar un ser semejante como algo complicado y oscuro, así que era la única opción que se le ocurría-, seguía sin comprender qué iba a estar haciendo en una casa perdida en medio del bosque, en la habitación de Rosa.

La cual había demostrado una vez más aquella amabilidad que siempre la había caracterizado, puesto que ni siquiera entonces, cuando había pedido su ayuda por primera vez, era debido a un capricho o para algo que fuera únicamente para sí misma. La criatura era algo peligroso para todo el mundo. Y era normal querer comprender lo que ocurría cuando la vida de uno había estado pendiendo de un hilo.

¿De verdad crees que en palacio podrán contestarte? Quiero decir, no es como si se tratara de un jabalí especialmente grande y feroz, sino de algo muy diferente. Quizás ni tan siquiera lo han visto.

Sin embargo, siempre podría haberse dado el caso de que se hubiera divisado a la criatura y hubieran proclamado alguna clase de edicto real que prohibiera el paso al bosque o algo similar, lo que justificaría que hacía un tiempo que no tenía que ayudar a nadie que se hubiera perdido. Arrugó la nariz. No, no podía ser; llevaba sin atender a caminantes extraviados mucho más. De hecho no podría asegurar cuándo había sido la última vez. Los días en el bosque solían ser tan tranquilos y llevaba tantos años en él que a veces su percepción se veía trastocada. Suspiró, meditando si contarle o no su experiencia a la joven. Quizás aquello la preocuparía más, pero a fin de cuentas… ¿no estaba desobedeciendo a sus tías para tratar de descubrir la verdad?

Mi camino se cruzó también con el de esa criatura —dijo finalmente, a pesar de que nada le podía asegurar que fueran de verdad la misma; era mejor pensar eso que imaginar que había más de una— hace unos días, mientras paseaba por el bosque… Aunque fui afortunado y logré esconderme de ella. No te equivocas al decir que no es algo natural; no había sido testigo de nada similar antes y tampoco aparece en mis libros. Podría venir de otras tierras, pero eso no justifica que… que tratara de atacarte —intentó hablar con tono suave. Se trataba de un tema delicado y reciente para la joven, así que era mejor tratarlo con cuidado, por mucho que Rosa fuera más fuerte de lo que habría podido imaginar—. Me alegro de que tus tías consiguieran evitar que ocurriera lo peor, ¿pero cómo lo hicieron?

Porque aquello no dejaba de ser curioso, realmente, y estaría bien saber de qué forma podrían combatir a aquel ser si, la fortuna no lo quisiera, apareciese en su camino.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Vie Abr 04, 2014 1:36 am

¿De verdad crees que en palacio podrán contestarte? Quiero decir, no es como si se tratara de un jabalí especialmente grande y feroz, sino de algo muy diferente. Quizás ni tan siquiera lo han visto.

El rostro de Rosa se apagó y abrió la boca para responder pero, al final, no emitió ninguna palabra y le dio la espalda, hundiendo los hombros.

Tengo la sensación de que, aunque no lo hayan… visto… Allí encontraremos las respuestas—dijo al cabo de un rato con un hilillo de voz.

Se mostró sinceramente aliviada cuando Aleyn cambió de tema, incluso si fue para hablar de aquel suceso tan desagradable. Le escuchó atentamente y suspiró aliviada cuando le confesó que la criatura no había llegado a hacerle daño. Con todo, sufrió un escalofrío al recordar aquellos ojos amarillos, resplandeciendo en medio de la oscuridad, y se frotó un brazo, con el vello de punta.

Me alegro de que tus tías consiguieran evitar que ocurriera lo peor, ¿pero cómo lo hicieron?

Oh—Rosa esbozó una sonrisa apurada y miró a su alrededor nerviosamente—. Bueno, la verdad es que todo pasó muy rápido y no lo recuerdo demasiado bien pero… Me parece que lo echaron por la ventana usando una escoba y par de sillas…

Rosa emitió una risilla forzada y apretó el paso, obligando a Aleyn a acelerarlo también. Al cabo de una hora, aproximadamente, se detuvieron y comieron un par de frutas y panecillos del cesto de la muchacha, que parecía un poco apagada y no habló demasiado. Pero cuando volvieron a retomar el camino, pareció ir recobrando energías y en sus ojos se percibió una creciente determinación en llegar al final del bosque.

Aleyn —empezó a decir entonces—. Creo que hay algo que tengo que contarte… Sobre el castillo del rey Stéfano. Y sobre el reino, en realidad.

En ese momento se abrió ante ellos el lindero del bosque. Rosa emitió una exclamación ahogada y arrancó a correr, desapareciendo por un momento entre la suave luz que se colaba a través de la vanguardia de los árboles.

Cuando Aleyn atravesó el umbral del que era su hogar, se encontró con una explanada de desvaído color verde que se perdía en un horizonte nuboso, recortado en la distancia por el estilizado castillo, rodeado por los diminutos puntos que eran los edificios de la ciudad.

Rosa se llevó una mano al pecho, con una expresión compungida, y no pudo evitar que se le anegaran los ojos de lágrimas.

No puedo creer que nada haya cambiado desde entonces—gimió, cubriéndose la boca con una mano mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Se volvió hacia el seguramente desconcertado Aleyn y trató de controlarse, secándose los ojos con un dedo—.Disculpa, es cierto que tú no sabes nada… —parpadeó un par de veces, irguió los hombros y respiró hondo. Su mirada se desplazó casi sin querer hacia el lejano castillo—. Cuando yo tenía diez años… El reino entró en guerra con Maléfica, la Usurpadora. Mis padres hicieron que mis tías y yo huyéramos al bosque cuando las tropas de Maléfica atacaron el castillo y… Y desde entonces, todo cayó bajo un hechizo—agachó la cabeza y susurró—: El hada del reino detuvo su tiempo, o eso me dijeron. Y ya nada ha vuelto a ocurrir. Mis padres, mis amigos, todos... Están ahí, pero es como si estuvieran muertos.

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Fecha límite: martes 8. Evidentemente, puedes postear antes, pero por cada vez que te retrases te afectará a la puntuación.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Lun Abr 07, 2014 3:10 am

Oh. Bueno, la verdad es que todo pasó muy rápido y no lo recuerdo demasiado bien pero… Me parece que lo echaron por la ventana usando una escoba y par de sillas…

Qué suerte —fue lo único que pudo comentar.

Su respuesta no le sonaba muy convincente, y ayudada por la actitud que Rosa había presentado de tanto en cuanto, hacía que le diera la sensación de que estaba ocultando algo. Aunque eso no tenía sentido, por lo que no quiso instituir en el tema, y tampoco dejó escapar queja alguna al verse obligado a acelerar el paso. La muchacha parecía haberse apagado después de su pregunta, y continuó en aquel estado incluso durante la pausa que hicieron para almorzar lo que llevaba en su cesta, dado que la poca conversación que llegaron a tener no pareció animarla. Sólo cuando reanudaron su camino, y a medida que iban acercándose a la linde del bosque, la joven empezó a recuperar su habitual forma de ser.

Aleyn —dijo Rosa cuando ya queda poco camino por recorrer, aunque por un momento creyó habérselo imaginado a causa de todo el rato que habían permanecido en silencio—. Creo que hay algo que tengo que contarte… Sobre el castillo del rey Stéfano. Y sobre el reino, en realidad.

Se giró hacia ella, alzando una ceja, a punto de preguntarle qué se suponía que iba a saber ella que él no supiera, puesto que a fin de cuentas había vivido en el reino antes de su voluntario exilio. Sin embargo, Rosa empezó a correr entonces al ver por fin el límite del bosque, y desapareció entre los árboles, hacia la luz que se veía al otro lado. Se había quedado un poco confuso a causa de las palabras de la muchacha, así que tardó en reaccionar ante su súbita partida. Respiró hondo, y avanzó con más cautela que su compañera. A fin de cuentas, era la primera vez que ponía un pie fuera del bosque en no sabía cuánto tiempo, y no estaba seguro con qué iba a encontrarse.

Aunque nada de lo que hubiera podido imaginar se acercaba ni remotamente a lo que sus ojos, en un principio deslumbrados por una luz que ningún árbol ya tamizaba, se encontraron. No tanto en el paisaje en sí, puesto que el prado seguía estando igual que en sus recuerdos, salpicado al fondo de casas, igual más profusamente que antaño, entre las cuales, se alzaba el castillo del rey. Lo que encontró extraño fue algo que había estado a su lado todo el tiempo. O mejor dicho, alguien.

Rosa tenía los ojos anegados en lágrimas. Y uno podría pensar en un principio que eran causadas por la admiración o alegría al contemplar por primera vez el castillo, algo sin duda increíble para alguien que no hubiera visto otra cosa que árboles y cabañas forestales toda su vida; no obstante, la expresión que lucía su rostro estaba lejos de ser feliz. Algo iba mal.

No puedo creer que nada haya cambiado desde entonces —¿desde entonces? ¿Acaso Rosa había estado allí antes? Pero… ella no había salido del bosque hasta ese momento… ¿verdad? Y aunque sí lo hubiera hecho… eso seguía sin justificar las lágrimas que, ahora sí, rodaban por sus mejillas y ante las cuáles él no sabía actuar porque desconocía a qué eran debidas. ¿Debía abrazarla? Sin embargo, no tuvo que seguir preguntándose qué hacer, puesto que la joven se giró hacia él, tratando de contener sus lloros —. Disculpa, es cierto que tú no sabes nada…

¿Saber qué? —musitó, apenas un hilo de voz. Era otra de aquellas preguntas de las que uno no quería conocer la respuesta pero al mismo tiempo necesitaba hacerlo— ¿Qué ocurre?

Cuando yo tenía diez años… El reino entró en guerra con Maléfica, la Usurpadora. Mis padres hicieron que mis tías y yo huyéramos al bosque cuando las tropas de Maléfica atacaron el castillo y… Y desde entonces, todo cayó bajo un hechizo. El hada del reino detuvo su tiempo, o eso me dijeron. Y ya nada ha vuelto a ocurrir. Mis padres, mis amigos, todos... Están ahí, pero es como si estuvieran muertos —terminó con un susurro.

Sintió que se quedaba sin aire.

Sabía que Maléfica no era un hada especialmente benigna, la demostración de que no todas las de su especie eran joviales, pero de ahí a empezar una guerra… Desde luego aquella era algo que explicaba el no haberse topado con nadie perdido en el bosque. No había nadie que pudiera perderse si todos los habitantes del reino estaban bajo un hechizo. Y él no había estado allí para intentar hacer nada…

No era tan optimista como para creer hacerle frente a Maléfica e impedir que se hubiera alzado contra el rey, pero aislado en el bosque sí que había resultado inútil contra la amenaza. Aunque así… así se había librado del conjuro. Sería muy hipócrita de su parte decir que no se alegraba de estar vivo, a pesar de que ahora tuviera que contemplar aquel panorama que, sin embargo, en ningún momento daba la impresión de estar sumido en tan funesto destino, sintiendo un poso de culpa en su interior. No importaba que su mano hubiera estado bien lejos de ser la causante de aquello.

¿Qué quieres decir con “como si estuvieran muertos”? —repitió, en cuanto su mente hubo asimilado la situación, y fue capaz de decir algo sin que se le trabara la lengua. No estaba mirando a Rosa, sin embargo, sino que mantenía fijos los ojos en las casas del pueblo, esperando que en cualquier momento un aldeano saliera de alguna, y todo aquello fuera una simple broma— ¿Quedaron paralizados en el tiempo sin más? ¿Como si fueran… roca?

Podía estar siendo demasiado duro con la muchacha, haciendo preguntas que le recordarían aún más la desgracia en la que se estaban adentrando, y de las que no tenía por qué saber la respuesta, pero en esos momentos, lo único en lo que podía pensar era en entender lo que había ocurrido. Avanzó unos cuantos pasos hacia delante. Casi había olvidado que él mismo había dicho que tenían que ir con cuidado y no debían acercarse más de lo necesario… pero ahora… ahora necesitaba verlo también. Necesitaba comprobar del todo lo que los actos de Maléfica habían acabado suponiendo para el reino y todos sus habitantes.

No… todos no.

Se giró hacia Rosa. Cada vez estaba más convencido de que se trataba de una joven extraordinaria.

¿Cómo has podido guardarlo tanto tiempo? —la sorpresa teñía su voz, aunque sí… también un poco de reproche, a pesar de que ella no tuviera la culpa de nada— ¿Cómo no me lo dijiste antes? ¿Cómo has podido sonreír todos estos años, habiendo dejado esto a tu espalda, sin derrumbarte?

Porque una cosa era poder encararse a una criatura como la que había intentado matarla, y otra muy diferente, abandonar la vida que conocías y a toda tu familia y amigos con tan sólo diez años. Pero si Rosa había sabido todo ese tiempo que el reino estaba sumido en semejante tragedia –o lo había imaginado, puesto que en cinco años bien podría haberse dado el caso de que el conjuro se rompiera, aunque entonces lo normal hubiera sido que sus padres hubieran ido a buscarla—… ¿qué respuestas podía esperar del castillo? ¿O acaso tenía otro motivo para ir hasta allí?

¿Era casualidad que el ser hubiera ido a por Rosa, la única que, en principio y junto a sus tres tías, había escapado de aquel hechizo?

Aleyn no lo creía.

¿Quién eres? —murmuró, casi más para sí que esperando que ella le escuchara.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Mié Abr 09, 2014 12:26 am

¿Qué quieres decir con “como si estuvieran muertos”? —Rosa volvió a restregarse los ojos, tratando de contener el llanto. Parecía que estaba consiguiendo recuperar el control sobre sí misma— ¿Quedaron paralizados en el tiempo sin más? ¿Como si fueran… roca?

No lo sé exactamente. Sólo tengo claro que se detuvo el tiempo. Y eso es como estar muerto —sentenció con una expresión ausente.

¿Cómo has podido guardarlo tanto tiempo? —dijo sorprendido y también echándole suavemente en cara que no le hubiera contado nada desde que se conocieron— ¿Cómo no me lo dijiste antes? ¿Cómo has podido sonreír todos estos años, habiendo dejado esto a tu espalda, sin derrumbarte?

Al escuchar aquello, las comisuras de los labios de Rosa se elevaron ligeramente y la joven acarició una mano del joven.

He llorado bastante, la verdad, pero mis tías me enseñaron que llorando no se conseguía nada. Sólo me quedaba esperar… Hasta ahora.

No continuó, ya que sus ojos se volvieron a dirigir irremediablemente al lejano castillo, empañados por los recuerdos. Emitió un suspiro de pesar.

¿Quién eres? —murmuró entonces Aleyn.

Rosa se volvió hacia él lentamente, con las bien perfiladas cejas enarcadas y una triste sonrisa en los labios. Se pasó una mano por un bucle rubio y carraspeó ligeramente antes de decir:

Nadie importante, en realidad. Formaba parte de una familia de caballeros que había jurado lealtad a la casa real, pero la guerra llegó muy pronto y no pude empezar mi entrenamiento…

Agachó la cabeza y susurró con la voz tomada:

Siento no haberte dicho nunca nada. Mis tías me lo tenían prohibido. No debíamos ponernos en peligro —Rosa se miró los pies descalzos un momento y luego se frotó un brazo. Pero, cuando volvió a clavar los ojos en el castillo, brillaba en su mirada una férrea determinación—Pero ahora ya da igual. No puedo quedarme esperando sin más… No puedo esperar a que simplemente se cumpla la maldición.

Y echó a andar con decisión hacia el pueblo.

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Sab Abr 12, 2014 5:42 pm

No lo sé exactamente. Sólo tengo claro que se detuvo el tiempo. Y eso es como estar muerto.

Su mente imaginó entonces la escena como si de un lienzo se tratase. Un malabarista cuyas bazas nunca volverían a tocar sus manos, una mujer vertiendo agua en un caldero que jamás se llenaría… Así se conservarían por siempre, o por mucho tiempo al menos, sin envejecer, pero Rosa tenía razón. Eso no era vida. No era nada. Aunque comprendiera que el hada del reino hubiera lanzado aquel hechizo como protección… Por más que no supiera exactamente de qué estaba protegiendo a sus habitantes. Porque si Maléfica pretendía destruir aquellas tierras, podría hacerlo de cualquier forma, estando bajo un hechizo o libre de él, ¿cierto?

Sentir la mano de Rosa acariciando su mano hizo que diera un respingo, y que prestara atención a su siguiente respuesta.

He llorado bastante, la verdad, pero mis tías me enseñaron que llorando no se conseguía nada. Sólo me quedaba esperar… —esperar a que algo cambiara, a que hubiera alguna señal de alguna clase, imaginó. La criatura bien podía haber servido como eso— Hasta ahora.


En eso volvía a tener razón, una triste razón, pero escuchar aquellas palabras en boca de una joven era extraño. Antinatural. Nadie, y menos un niño debía pasar por algo semejante. A Rosa, aquello, de alguna manera, le había robado parte de la infancia… y sin embargo no por eso se había convertido en alguien amargado o desagradable. Era una de las personas más amables que había conocido. Por eso la admiraba.

Porque, incluso ahora, estaba contestando a todas sus preguntas, conteniendo las lágrimas, incluyendo aquella, que ni siquiera había esperado que ella escuchara, acerca de su procedencia.

Nadie importante, en realidad. Formaba parte de una familia de caballeros que había jurado lealtad a la casa real, pero la guerra llegó muy pronto y no pude empezar mi entrenamiento…

Aleyn asintió mientras esbozaba una leve sonrisa al imaginar a aquella delicada doncella vestida con una armadura y luchando para proteger a los débiles. No estaba seguro si se refería a aquella clase de entrenamiento, puesto que lo normal era que las mujeres se dedicaran a otro tipo de tareas, pero para él a la hora de luchar había cosas más importantes que la pura fuerza bruta. Como la tenacidad y poseer un corazón templado. Y Rosa cumplía con esas condiciones.

Se dio por satisfecho con aquella explicación, aunque la joven de mirada triste no había terminado aún de hablar, sino que continuó con voz tomada, agachando la cabeza.

Siento no haberte dicho nunca nada. Mis tías me lo tenían prohibido. No debíamos ponernos en peligro.

No importa. Lo comprendo —murmuró con toda la serenidad que podía mantener dadas las circunstancias cuando ella se detuvo un instante, mirándose los pies. No quería parecer excesivamente enfadado con Rosa, puesto que no le había ocultado la verdad con mala intención. Y era probable que todo hubiese sido más duro para la joven si con él había tenido que fingir que las cosas iban bien —. Únicamente… me apena haber estado lejos cuando todo ocurrió, haber estado ciego todo este tiempo…

Para Aleyn normalmente la verdad tenía más importancia que la seguridad, pero sólo si se trataba de la suya propia. Y en aquel caso, no había sido así.

Pero ahora ya da igual. No puedo quedarme esperando sin más… —su mirada era ahora firme, quizás hasta sus ojos brillaban con más determinación de la que le había visto hasta ahora—. No puedo esperar a que simplemente se cumpla la maldición.

¿La maldición?

¿Acaso no había sólo un hechizo pesando sobre el reino, sino una maldición además? Supuso que, de ser así, el primero estaría relacionado con el segundo, y éste era lo que le intrigaba ahora. Sentía que había tantas cosas de aquellas tierras que ignoraba, a pesar de que en su día hubiera podido jactarse de conocer casi cada mínimo recoveco. Aunque debía tener en cuenta también que en su día había sido mucho más arrogante que ahora, y más de una vez se había vanagloriado de habilidades y conocimientos que en realidad no poseía…

Se llevó una mano a la altura del pecho y estrujó la tela de la camisa entre sus dedos. Entonces notó algo frío en la otra mano y respiró hondo mientras trataba de hacer regresar sus pensamientos al presente, donde eran realmente necesarios. Al mirar hacia abajo descubrió que Ygraine estaba ahí, dirigiéndole una mirada que casi parecía curiosa. Probablemente había terminado de cazar y había ido tras él, para alcanzarle fuera del bosque. Le pareció extraño que Rosa no hubiera dicho nada al respecto; sin embargo, en aquel lapso de tiempo en el que había estado perdido en lamentaciones del pasado, ella había desaparecido de su lado. Por un momento se sobresaltó, sin comprender qué había ocurrido, pero en cuanto dio un vistazo a su alrededor se dio cuenta de que estaba dirigiéndose hacia el pueblo con paso firme. Seguramente había empezado a andar después de las últimas palabras que le había dirigido, aunque él hubiera estado tan ensimismado que no se había percatado.

¡Rosa, espera! —echó a correr tras ella, puesto que su caminar decidido había hecho que ya le llevara bastante ventaja— ¿La maldición? ¿Qué maldición? ¿Fue algo provocado por Maléfica?
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Sab Abr 12, 2014 11:58 pm

¡Rosa, espera!

La joven se detuvo y sonrió al ver que Ygraine corría al lado de su maestro. Esperó a que llegaran a su lado y extendió la mano hacia el hermoso animal, mostrándole la palma, pidiéndole permiso antes de acariciar su pelaje.

¿La maldición? ¿Qué maldición? ¿Fue algo provocado por Maléfica?

Oh, sí —asintió Rosa, incorporándose y volviendo a caminar—. Hace ya quince años, se invitó a las hadas de los diferentes reinos y a las del bosque para bendecir el nacimiento de la princesa Aurora… Pero Maléfica no fue invitada. Aun así, el hada se presentó durante una ceremonia en la cual se estaban otorgando a la princesa con diferentes dones mágicos, con la esperanza de que se convirtiera en una gran gobernante.

»Fue entonces cuando condenó al reino a la destrucción. Profetizó que, cuando la princesa cumpliese dieciséis años, el reino de Stéfano perecería. La princesa y yo tenemos la misma edad, de modo que queda alrededor de un año para que la maldición se cumpla
—Rosa aligeró el paso, descendiendo por una suave colina—. No sé cómo se puede anular la maldición, pero estoy convencida de que el hada del reino hizo aquel hechizo para retrasar la caída… Y ahora se está acabando el tiempo. No puedo, simplemente, permanecer sentada y esperar a ver cómo se destruye mi mundo.

Rosa miró a Aleyn y dijo con voz temblorosa:

Además, Maléfica ya ha destruido un reino. Si cae el del rey Stéfano, su siguiente objetivo sería el del rey Huberto. Y si ni combinando las fuerzas de ambos reyes pudieron contra Maléfica… —dejó la frase en el aire.

El resto del camino lo hicieron en un ominoso silencio.

****


Las altas murallas del castillo se elevaban sobre Aleyn, Rosa e Ygraine como titanes de piedra. Antiguamente había habido un próspero pueblo en torno a las mismas, pero ahora sólo restaban esqueletos de casas, así como hogares mal conservados por el paso del tiempo, todos completamente abandonados.

Rosa susurró que, cuando el ejército de Maléfica se abatió sobre la capital del reino, toda la población de los alrededores se refugió detrás de los muros. Por eso no había nadie.

De modo que tendrían que acercarse a las puertas para intentar introducirse en el castillo. Lo cual, quizás, no fuera tan buena idea.

Al fin y al cabo, el tiempo estaba detenido, ¿no?

¿Y si no podían escapar una vez entraran en el perímetro hechizado?

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Mar Abr 15, 2014 6:21 pm

Por suerte para él, Rosa le escuchó y se detuvo para esperarles, por lo que su carrera no se alargó mucho más. La muchacha se inclinó para acariciar a Ygraine, que aceptó su gesto y se dejó tocar, aunque no dejara de intentar olfatear sus manos. Aleyn se alegró de que el animal hubiera venido a buscarles. No sólo le aportaba un poco más de seguridad, sino que parecía alegrar un poco a la joven y teniendo en cuenta en qué se estaban metiendo, ella lo necesitaba.

Oh, sí —contestó Rosa al fin, tras haber estado con Ygraine, levantándose para poder reanudar el camino hacia el castillo—. Hace ya quince años, se invitó a las hadas de los diferentes reinos y a las del bosque para bendecir el nacimiento de la princesa Aurora… Pero Maléfica no fue invitada.

<<Un terrible error >> pensó, aunque sus labios permanecieran sellados, bebiendo de la historia que la muchacha contaba. No sabía mucho de protocolo, pero sí comprendía que aquel había sido un gesto muy grosero por parte de los reyes, por más que Maléfica no fuera una compañía muy adecuada, y menos para la joven princesa.

Aun así, el hada se presentó durante una ceremonia en la cual se estaban otorgando a la princesa con diferentes dones mágicos, con la esperanza de que se convirtiera en una gran gobernante.

»Fue entonces cuando condenó al reino a la destrucción. Profetizó que, cuando la princesa cumpliese dieciséis años, el reino de Stéfano perecería. La princesa y yo tenemos la misma edad, de modo que queda alrededor de un año para que la maldición se cumpla
—aceleró para no quedarse atrás, mientras pensaba que la reacción de Maléfica había sido exagerada cuanto menos, aunque se hubiera sentido insultada. Quizás sólo había estado esperando la excusa perfecta para poder acabar con el reino—. No sé cómo se puede anular la maldición, pero estoy convencida de que el hada del reino hizo aquel hechizo para retrasar la caída… Y ahora se está acabando el tiempo. No puedo, simplemente, permanecer sentada y esperar a ver cómo se destruye mi mundo.

La responsabilidad de salvarlo no tiene por qué recaer en ti… —susurró, mirándola con tristeza, antes de que ella se volviera hacia él.

Tampoco es que hubiera mucha más gente para realizar aquella tarea, pero que semejante carga pesara sobre unos hombros en apariencia tan frágiles…

Además, Maléfica ya ha destruido un reino. Si cae el del rey Stéfano, su siguiente objetivo sería el del rey Huberto. Y si ni combinando las fuerzas de ambos reyes pudieron contra Maléfica…

La muchacha no continuó, pero no hacían falta más palabras para entender lo que quería decir. Actualmente no existía nada que pudiera alzarse contra el hada y conseguir derrotarla. Y ese mero pensamiento era lo bastante espantoso como para que sus ganas de seguir hablando se esfumaran.

****


Aleyn observaba los muros del castillo con ligera aprensión. Aquellas piedras no eran atemorizantes en sí, pero el silencio que pesaba tras ellas, tan artificial, hacía que el vello se le erizara. Ni siquiera sentir la presencia de Ygraine a su lado lograba tranquilizarlo. El camino que habían hecho, a través de casas en diversos estados de derrumbamiento y abandono. El tiempo no parecía haber sido indulgente con lo que en el pasado fuera un gran reino, aunque sólo hubieran transcurrido cinco años desde que aquella situación empezara.

Era obvio que debían entrar al castillo para encontrar las respuestas que Rosa estaba buscando, pero por otra parte… ¿qué les podía asegurar que si ponían un solo pie dentro de las murallas no se verían afectados también por el hechizo? A fin de cuentas, estaba ahí como salvaguarda para proteger a los habitantes del reino, y tenía que implicar algo más que haber paralizado su tiempo, de lo contrario cualquiera podría aprovechar que no podían defenderse y estaban en un mismo lugar, tal y como la muchacha había explicado, para acabar con todos ellos.

Pensó rápidamente en cómo actuar, aunque no estaba seguro de que Rosa estuviera de acuerdo con sus planes.

Rosa, quizás sea mejor que aguardes junto a las puertas mientras yo investigo un poco —y antes de que ella pudiera protestar, añadió: —. No me parece seguro dejarte aquí fuera, ciertamente, pero nada nos garantiza que dentro no aguarde algún peligro también. Puedo entrar, cerciorarme de que estaremos a salvo, y volver por ti. Y si no vuelvo… —tragó saliva— … será mejor que regreses con tus tías al bosque. Ygraine puede quedarse aquí contigo mientras tanto, ¿te parece?
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Mar Abr 15, 2014 11:48 pm

Rosa, quizás sea mejor que aguardes junto a las puertas mientras yo investigo un poco —tal y como había imaginado, la joven le miró con una ceja arqueada y abrió la boca para protestar. Pero Aleyn se le adelantó—:. No me parece seguro dejarte aquí fuera, ciertamente, pero nada nos garantiza que dentro no aguarde algún peligro también. Puedo entrar, cerciorarme de que estaremos a salvo, y volver por ti. Y si no vuelvo… será mejor que regreses con tus tías al bosque. Ygraine puede quedarse aquí contigo mientras tanto, ¿te parece?

Rosa se cruzó de brazos y sacudió la cabeza.

No, no te he hecho venir para que salgas malherido —miró a Aleyn, respiró hondo y añadió con un tono que no admitía réplica—:Esperaré. Pero si no vuelves en un rato, iré detrás. Así que ni se te ocurra arriesgarte.

Dicho esto se sentó en un banco de piedra derribado y le dirigió una mirada de advertencia.

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Aleyn podía recorrer el escaso camino que quedaba hasta las puertas de la muralla. Allí percibiría un cosquilleo y la presencia de una inmensa magia que lo dejó sin aliento. A medida que avanzaba, el peso de la energía volvía más densa la atmósfera y le daba la impresión de que se le hundían los hombros, de que le pesaban las piernas…
Pero no era que le estuviera afectando un hechizo.

Sino que la magia que había en aquel lugar estaba tan concentrada y era tan fuerte que resultaba difícil hacerle frente.

Las puertas estaban abiertas de par en par, destrozadazas y astilladas —parecía que las hubieran golpeado con un ariete— y, justo en su vano, varias figuras alzaban porras y mazas, en dirección al interior del castillo.

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Los esbirros de Maléfica estaban paralizados en plena carrera.

Llevaban cinco años así.

Si Aleyn se arriesgaba a entrar comprobaría que no le ocurría nada. Que no se quedaba dormido. Lo único era la agobiante sensación de magia.

Frente a él los esbirros del hada se extendían, metiéndose por todas las calles, enfrentándose a soldados que trataban de detener su avance. Sangre salpicaba el aire sin terminar su trayectoria. Vio casas aplastadas por lo que parecían ser las típicas rocas que arrojarían unas catapultas y alguna que otra roca suspendida en el aire, trazando un arco y marcando con su sombra su destino final.

Había varias calles; una principal que llevaba hacia el castillo, y otras dos especialmente grandes laterales que podían llamarle la atención a Aleyn. También podía decidir volver a por Rosa.

En cualquier caso, tenía todo el tiempo del mundo dentro de las murallas.

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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Sally » Jue Abr 17, 2014 8:28 pm

No, no te he hecho venir para que salgas malherido.

Puedo cuidar de mí mismo —empezó a decir en tono ligeramente molesto, e iba a añadir que debía preocuparse más de que ella no fuera la que saliese malherida, pero la forma en la que la muchacha le miró entonces hizo que cerrara la boca.

Esperaré. Pero si no vuelves en un rato, iré detrás. Así que ni se te ocurra arriesgarte.

Muy bien —concedió. Ya había conseguido bastante si accedía a quedarse allí de momento. Y veía que no sería capaz de convencer a la muchacha de que se fuera si él no regresaba.

Sus últimas palabras habían sido tajantes, casi más propias de alguien acostumbrado al liderazgo que de una chica tan joven. Quizás lo hubiera heredado de su familia. Se agachó para acariciar a Ygraine detrás de las orejas.

Ygraine, quédate con Rosa, ¿de acuerdo? —le pidió, antes de incorporarse.

El animal se tumbó a esperar junto al banco derruido del que la muchacha había hecho su asiento. Todo estaba en orden, y ya podía encaminarse hacia la entrada del castillo. Respiró hondo, tal y como había hecho antes de salir del bosque, aunque esta vez tuviera una ligera idea de lo que iba a encontrarse al final del camino.

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El poco trecho que le restaba se hizo, sin embargo, arduo de recorrer. Quizás por su naturaleza de hechicero, o quizás porque la magia que pesaba en el interior de aquellos enormes muros era enormemente poderosa, hasta el aire se hacía difícil de respirar. Cada fibra de su cuerpo protestaba, intentando hacerle desistir y regresar a un lugar donde no se sintiera aplastado por una atmósfera cada vez más densa.

Por un momento temió estar empezando a notar los efectos del hechizo que congelaba el tiempo, pero como era capaz de seguir avanzando a pesar de todo, dedujo que, por el momento, no se estaba viendo afectado por él. Eso era bueno. Quería decir que se podía hacer algo por el Reino y sus gentes. O intentarlo, al menos.

Cuando tras un último esfuerzo logró alcanzar las destrozadas puertas del castillo, lo primero con lo que se encontró fueron los esbirros de Maléfica, cuya carrera, enarbolando sus mortíferas armas había sido detenida por el hechizo. Les dirigió una mirada curiosa, puesto que nunca había podido ver a una de esas criaturas tan de cerca –aunque tampoco había sido algo que deseara, porque el estar junto a una de ellas hubiera implicado otras cosas, y ninguna de ellas buena-, antes de, por fin, entrar.

El peso de la magia se hizo aún más notorio si cabe, aunque no sentía somnolencia o cansancio más allá que el producido por la caminata hacia allí. No obstante, su cabeza estaba demasiado ocupada analizando las vistas que se abrían ante él como para preocuparse ya por eso. De alguna manera habría esperado, había deseado, más bien, que aquellos peligrosos seres se hubieran quedado paralizados en la puerta, antes de que pudieran causar daño alguno.

Pero sus ojos le mostraban una realidad muy diferente. Y que el combate hubiera quedado suspendido en el tiempo, como un lienzo macabro pintado por Maléfica, hacía que cada ínfimo y escabroso detalle pudiera contemplarse, sin perderse en el fragor de la batalla. Cada gota de sangre parecía burlarse de él desde su inamovible posición en el aire, o en el suelo. La única palabra que se le venía a la mente, intentando sobreponerse a aquel terrible espectáculo, era desesperación.

No, se dijo. Aquello no podía ser. Tenía que estar soñando. Tenía que estar sufriendo una de sus pesadillas.

Se mordió el interior de la mejilla, pero aquel gesto no provocó ningún cambio en el paisaje que le rodeaba. El dolor no iba a despertarlo porque… estaba despierto. Aquello era el mundo real. Su mundo. Hogar, dulce y destrozado hogar. La mirada se le nubló, aunque sabía que no iba llorar. No de momento.

<<Esto es lo que ocurre cuando te escondes. El mundo sigue existiendo aquí, fuera de tu madriguera, y aquellos que ansían sumirlo en el caos no van a descansar por mucho que los que se propusieran defenderlo hayan bajado la cabeza... >>

Se giró para mirar la puerta de entrada a aquel campo de batalla, sintiendo un nudo en el estómago. Rosa no podía ver aquello. Tal vez fuera egoísta de su parte querer ocultarle esa verdad, la verdad que estaba buscando, pero tenía que proteger la inocencia que aún le quedara a aquella muchacha.

Con un poco de suerte, quizás aún podría investigar un poco más aquel infierno antes de que la joven considerara que hubiese esperado demasiado y entrara al castillo por su cuenta. Dio un vistazo a su alrededor, y decidió tomar una de las calles laterales que se abrían ante él.
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Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera

Notapor Suzume Mizuno » Dom Abr 20, 2014 6:31 pm

Aleyn continuó su camino y tomó la ruta más cercana, que doblaba hacia la izquierda. Tuvo que hacerse a un lado para pasar entre las filas de monstruos que recorrían la calle y pudo ver que la mayor parte de las casas estaban atrancadas, cerradas o guardadas por hombres y mujeres armados con instrumentos de cocinar o incluso con palos, dispuestos a defender a sus familias. Más adelante incluso encontró formaciones de arqueros y, detenidas en medio del aire, un grupo de flechas que bajaban desde las murallas se precipitaban sobre los enemigos.

Pronto dejó atrás las tropas invasoras y pudo ver a familias huyendo apresuradamente, capturadas en pleno repliegue, a algún que otro soldado dando órdenes y, sobre todo, casas destrozadas.

La presencia de la magia era tan fuerte y tan agobiante que apenas sí podía respirar. Comenzaba a marearse. Pudo darse cuenta de que la mayor concentración de magia provenía del castillo, pero no parecía muy inteligente acercarse…

De pronto sintió algo. Unos ojos observándole. Algo imposible teniendo en cuenta dónde se encontraba.

Y, sin embargo, si giraba sobre sí mismo, descubriría una figura contemplándole desde un oscuro callejón. Dos resplandecientes ojos brillaban en medio de la sombra.

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La criatura dio un paso al frente, con un traqueteo de su armadura metálica. Se parecía mucho a la que había visto en el bosque, aunque, por lo que podía recordar, la otra era pura oscuridad. Aquella, en cambio, tenía armadura, garras coloradas y… Un extraño símbolo en el pecho.

El ser, bamboleándose, se acercó a él. Y, entonces, se arrojó y le dio un zarpazo en un costado, abriéndole cuatro tajos de los que comenzó a manar sangre.

****


Ygraine podía notar la incomodidad de Rosa, que miraba con una mezcla de anhelo y ansiedad hacia el castillo. Al cabo de un rato se levantó y comenzó a dar vueltas, nerviosa, hasta que al final la miró y dijo:

¿Vamos a buscar al inconsciente de tu dueño?

Y echó a andar hacia el interior de la muralla, apretando los puños y armándose de valor.

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