El silencio de Rebecca fue toda la respuesta que obtuvo Keiko por parte de esta. Y fue lo que le bastó para comprender que ella y su hermano tenían algún tipo de relación, puesto que Rebecca trató de evitar responderle, pero al final no le quedó más remedio que hablar.
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Y-Yo… ah… lo siento muchísimo...— Rebecca trató de mirar a la joven Keiko a los ojos, pero le era imposible, antes de llegar siquiera a coincidir, su mirada se dirigía automáticamente al suelo—
. Tu hermano sí era uno de los nuestros… Estuvo a mi cargo… y…Cuando Rebecca se llevó las manos a la boca, Keiko se preparó para lo peor.
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Lo siento mucho. Tu hermano está perdido.¿Perdido? ¿Cómo que perdido? ¿Qué quería decir con eso? ¿Se había extraviado en algún sitio? ¿O se refería a que…? No, no podía ser. Su hermano no podía estar muerto, de ninguna forma. Vale que era muy impulsivo y se lanzaba a hacer algo sin pensárselo dos veces, pero no podía haber actuado de ninguna forma que le costase la vida.
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No puede… No puede ser, por favor…—
No ha regresado y… uno de sus compañeros cree que le vio…Keiko sintió que se le apretaba la garganta. Lágrimas empezaron a brotarle de sus ojos y su respiración se hizo más lenta, como la de alguien a punto de morir.
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Pero… no nos rendimos. Viajamos de mundo en mundo y… aunque desgraciadamente no podemos dedicar un grupo de rescate… todos estamos atentos por si… aparece.Keiko rompió a llorar. Lloró durante un buen rato. Aquello era peor de lo que podía haber imaginado. Su hermano desaparecido en algún lugar, y ni siquiera su propio grupo iba a buscarlo. ¿Es que acaso Hikaru no era importante para ellos? Vale que a veces resultara un poco idiota, tonto y demás, pero aún así seguía siendo una persona. ¿Por qué ni siquiera hacían un grupo de tres personas para ir a buscarlo y traerlo de vuelta?
Cuando Keiko notó que dejaron de salirle lágrimas, se recompuso y se limpió la cara con la manga del uniforme, para a continuación dirigirse a Rebecca. Había tomado una decisión. Si ellos no se iban a molestar en buscar a su hermano, ella se encargaría.
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Ya veo… Si este… “mundo”, está en peligro… Yo no quiero quedarme al margen, quiero luchar, quiero protegerlo, aunque me cueste la vida, la daré con mucho gusto si con ello protejo mi hogar—
“y encuentro a Hikaru ya de paso…”Rebecca se acercó a Keiko y posó una mano sobre el hombro de la la estudiante, aunque al igual que la vez anterior, no fue capaz de dirigirle la mirada.
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Con Shinju y con… lo que acabo de decirte, tienes mucho en la cabeza… Así que, Keiko, ¿por qué... no vas a casa? No quiero que tomes una decisión… apresurada.>>Discútelo con tus padres, o con la almohada. ¡A-Ah, pero…! Tiene que ser un secreto, por eso Hikaru no pudo decir nada al respecto. S-Sólo piénsalo.>>Estaré frente a la estación mañana a las diez… esperando…Eso fue lo último que dijo Rebecca, pero lejos de irse se quedó en el mismo sitio. Como invitando a Keiko a que se fuera. La joven suspiró, y no le quedó más remedio que irse de donde estaba. Mientras pensaba que hacer, recordó el día en el que su hermano se fue. Entró por la puerta diciendo que le habían dado una beca en un colegio extranjero, aunque su madre no se lo creyó obviamente, puesto que Hikaru no era ningún cerebrito en los estudios.
Tampoco quería dormirse, ya que seguramente tendría de nuevo aquel sueño extraño que llevaba tiempo teniendo. O a lo mejor ya no lo tenía, puesto que sabía que Hikaru estaba en paradero desconocido y eso era lo que su sueño trataba de decirle cuando la oscuridad se lo tragaba. Cuando se dió cuenta, estaba pasando al lado del dojo donde practicaba y entrenaba la esgrima. Quizá podía confiárselo a su sensei, puesto que mencionó en una ocasión que venía de muy lejos. Pero eso no le aseguraba de que él viniera de otro “mundo” como dijo Rebecca. ¿Qué podía hacer?
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Akarui-san, ¿por qué no has acudido hoy a clase?— preguntó en ese momento una voz de hombre adulto.
Keiko se giró hacia el origen de la voz, y era ni más ni menos que Tatsumi-sensei, su profesor de esgrima, el cual estaba a punto de cerrar el dojo con llave.
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Lo siento, Tatsumi-sensei pero… me entretuve en el camino y cuando me di cuenta… ya era muy tarde.—
Akarui-san, entra por favor.Keiko siguió a Tatsumi al interior del dojo. Era una gran habitación rectangular de madera, ocupada en su mayoría por un tatami blanco, y a lo largo de las paredes habían varias estanterías pequeñas en las cuales reposaban desde espadas de bambú hasta katanas de práctica, cuya única diferencia con las reales era la ausencia de filo.
Ambos se sentaron el centro del tatami, y tras estar un rato pensativo, Tatsumi volvió a hablar.
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Akarui-san, será mejor que me digas la verdad— Keiko puso los ojos como platos, de algún modo, había captado la mentira que le había dicho.
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Pues la verdad es que…Keiko le comentó a Tatsumi todo lo que le había pasado, omitiendo nombres, desde su encuentro con aquella chica extraña (Shinju) hasta el enfrentamiento con la copia de su hermano y posterior diálogo con la extranjera (Rebecca). Tatsumi escuchó atentamente la historia que le contó la joven, asintiendo con la cabeza, sin interrumpirla en ningún momento. Una vez que Keiko le terminó de contar, él le respondió.
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Eso lo simplifica todo, Akarui-san. Y comprendo que no quieras decírselo a tus padres. Como creo que ya comenté una vez, yo vengo de muy lejos. Pero no de la Villa, sino de otro mundo— Tatsumi sonrió al ver la cara de sorpresa que puso Keiko al escuchar esa revelación—
. Cuando era algo más pequeño que tú, también vinieron a mi mundo a buscar adeptos, sin embargo, yo no tuve el potencial requerido. Así que me alegro de que uno de mis alumnos sea elegido para esta tarea. Tienes todo mi apoyo, y no te preocupes, yo me encargaré de mantener a raya a tus padres.>De momento, lo único que puedo ofrecerte es mi espada, sé que no es mucho, pero me gustaría que la blandieras en tu lucha, y espero que con ella, logres encontrar a tu hermano perdido.Tatsumi le ofreció a Keiko en ese momento una espada cuyo mango era azul marino con detalles dorados y cuya vaina era azul marina con detalles en dorado.
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Esta espada perteneció a mis antepasados, y fue portada en numerosas batallas. Dicen que tiene un increíble poder oculto, pero hasta la fecha no he sido capaz de descubrirlo.—
Gracias, Tatsumi-sensei. Acepto con mucho gusto este regalo, y tu ayuda. Si logro encontrar a mi hermano, te lo haré saber.Tatsumi sonrió y decidió de acompañar a Keiko hasta su casa. Una vez allí, habló con los padres de la muchacha. Les contó que iba a mandar a su hija a entrenar a otro dojo que tenía abierto lejos de la Villa. Aunque en un principio se opusieron, la dejaron marchar cuando Tatsumi les dijo que él se encargaría de que no le faltara lo básico. Así pues, Keiko pasó la última noche en su habitación sin que aquel extraño le asaltara. Por lo menos, pudo dormir perfectamente en esa ocasión.
Cuando despertó al día siguiente, hizo rápidamente la maleta. No iba a necesitar más su uniforme escolar, de modo que cogió unos simples pantalones vaqueros y una camiseta blanca, además de varias piezas de ropa interior, desodorante, algo de maquillaje… y la espada que le otorgó Tatsumi. Con todo eso en la maleta, se dirigió hacia la estación de tren lo más rápido que pudo. No quería que Rebecca pensara que era una chica impuntual.