Por desgracia para Lyon, las partes que parecían más accesibles de aquel enorme esqueleto no lo eran tanto en realidad. Los huecos que daban entrada a aquel amasijo de calcio emitían un tenue brillo morado parecido al delos corales que había visto en su camino hacia allí, y emanaban un extraño vapor. Al intentar adentrarse Lyon en ellos, notó cómo la temperatura del agua subía a pasos agigantados y se dio cuenta de que si seguía un poco más acabaría quemándose. Por ello, al final, decidió adentrarse en la siniestra estructura por la boca.
Cuando se metió en aquel sitio, la fantasmagórica melodía que sonaba cambió de repente, y de forma algo forzada, a una más animada. La voz grave que había estado acompañando a las criaturas ya no se oía. Algo en las voces que sí seguían cantando, sin embargo, parecía roto. Diferente. Como si fuesen reticentes a hacerlo.
Tras unos segundos de buceo pudo hacerse una idea de por qué.
Quienes entonaban la canción eran un abisal coro de criaturas que se encontraban, sésiles, sobre el lugar en donde debería estar la lengua de la criatura a la que había pertenecido aquel esqueleto. La mayoría intentaban apartar su mirada de Lyon, casi avergonzadas, como si no quisiesen que las vieran así. Algunas, por otra parte, agitaban para Lyon su pequeña cabeza de ojos saltones hacia la salida, con expresión de pánico al ver que había entrado allí, seguramente, sin saber en dónde se estaba metiendo.
Más adelante, el joven hombre foca acabó llegando a lo que parecía ser el final de aquella estrambótica gruta. Estaba iluminada, dentro de lo que cabía, aunque no con una luz demasiado tranquilizadora. En la semioscuridad, Lyon pudo adivinar adornos de tintes marinos en las paredes, entre los que destacaban una enorme concha de ostra cerrada anclada a la pared y una enorme caracola negra en la parte opuesta que ocupaba el espacio desde el suelo hasta el techo del lugar. También había un especo sobre un tocador y, en el centro, sobre un extraño caldero de contenido brillante que parecía ser la fuente de luz del lugar, había una burbuja.
Dentro de la burbuja, incluso aun sin entrar en el lugar, Lyon pudo ver la imagen de una cara familiar: Mike, inconsciente y, afortunadamente, en un lugar con aire. No se distinguía en dónde, sin embargo.
No había nadie allí.