―
Pero eres muy imprudente, aunque confío que con los entrenamientos aprendas a controlarte mejor, de lo contrario…―
¿Azotes? ―bromeó Adam entre risas.
―
Buena elección, mi vampiro. ―añadió Diana, todavía jugando con el pelo y el corazón del vampiro.
―
Muy bien, tan solo falta… ―Nanashi le lanzó lo que parecía una pequeña placa metálica―.
Coloca la placa donde prefieras, a ser posible, en un lugar decente y visible.―
¿No puedo en...? ―La mirada de Nanashi dejó claro que no debía acabar la frase.
―
Y una vez lo hayas hecho, presionala para activar o no tu armadura.―
¿Armadura...?Como respuesta, la Maestra activó su propia placa. Un destello de luz la envolvió, y cuando desapareció estaba envuelta en una brillante y elegante armadura.
―
Oh, mola~ ―canturreó el vampiro, admirando lo que acababa de ver.
Adam se dispuso a hacer lo mismo, pero un inesperado beso por parte de Diana hizo que perdiera completamente el sentido de la conversación. Aquella rubia conseguía distraerlo como ninguna otra mujer había conseguido en años... Salvo, tal vez,
ella.
―
Venga, no nos hagas esperar.―
Si vas a despedirte de alguien o quieres recoger tus cosas, este es el momento. Posiblemente no puedas volver en una temporada, pero sí podrás visitar nuevos lugares, eso sí, bajo supervisión. Nosotras te esperaremos aquí, y sobra decir que no tienes permitido ir por ahí con tu propia armadura. Nadie, absolutamente nadie, debe saber acerca de esto.―
¡Cuánto secreto! Voy primero a por mis cosas, me esperaréis aquí, ¿verdad?Le dirigió una mirada a Diana, antes de girar sobre sus talones y volver a la ciudad con grandes zancadas, canturreando una alegre canción.
La despedida de Adam fue rápida, y sencilla. Sobre todo porque no se despidió de nadie. Los vampiros más viejos habían sido sus instructores los primeros meses, pero poco más. Ciudad de Halloween había servido como el lugar donde dormir durante el día, pero en realidad nada ni nadie le ataba allí. Ese era uno de los motivos para irse, ¿no?
En su pequeña caseta, Adam guardó lo poco material que tenía en una vieja bolsa de viaje. Ropa, un par de libros, un par de petacas con sangre (de las que echó un trago), y pocas cosas más.
Antes de volver al bosque, el vampiro paró un momento en la plaza de la ciudad. Observó a la gente yendo y viniendo, reconociendo que en el fondo le gustaba la ciudad y su ambiente. Incluso como humano le habría gustado. Al menos, había sido un hogar fijo durante un año.
Pero era hora de avanzar hacia delante.
Al volver con Nanashi y Diana, Adam ya llevaba su placa metálica colocada en un lateral de la pierna. Cumpliendo con lo pedido antes, la golpeó con fuerza, envolviéndose en su nueva y flamante armadura de un rojo sangre.
(De color rojo)
―
Venga Adam, invoca la tuya. Tan solo tienes que… desearlo. ―dijo Diana, refiriéndose a la Llave Espada, y tal vez a algo más.
Con un poco de escepticismo, el vampiro alargó la mano y, simplemente, quiso que apareciera. La llave apareció en medio de un haz de luz, con un diseño diferente a las de las mujeres.
―
Magia y espadas, fantástico ―comentó el chupasangre con sarcasmo, mirando su nueva arma sin mucha ilusión―.
No me gusta el diseño, ¿alguna me la cambia?―
Muy bien, ahora lanza tu Llave Espada como nosotras. ―Tanto ella como Diana las lanzaron al cielo, provocando que se transformaran en pleno vuelo en extraños vehículos voladores―.
Intentalo tú, Adam. Éste vehículo nos ayudará a movernos entre los distintos mundos. Comprenderás mejor el concepto cuando lo veas por ti mismo. Recuerda de usar siempre tu armadura a la hora de viajar.―
¿Y si me olvido qué pasa? ―preguntó él con una media sonrisa, medio en broma medio en serio.
Imitando lo que había visto, su llave volvió a él transformada en un espectacular
glider volador, listo para ser utilizado.
―
Qué bonito el tuyo, Adam. Dime, ¿te gusta el mío?―
Me gusta todo lo tuyo, encanto.Ambas se subieron a su respectivo vehículo, alzando el vuelo. Adam se apresuró a imitarlas, saltando sobre el suyo y elevándose con cierta dificultad al principio. Pero, sorprendentemente, enseguida le resultó muy sencillo e intuitivo de manejar.
―
Espero que adonde vayamos no haga sol... ―exclamó Adam, siguiendo el rumbo marcado por su nueva Maestra.
Ciudad de Halloween había servido como hogar para Adam Weiss durante un año, en el que había disfrutado como nunca de la vida. Ahora, había llegado el momento de un cambio, de afrontar nuevos retos. De hacerse más fuerte, de conocer lugares inimaginables. Vivir aventuras, pelear contra nuevos enemigos. Y, sobre todo, divertirse.
¿Cometía una locura? ¿Sería un error? Tal vez, el tiempo lo diría.
El vampiro se marchaba.
¡Colorín, colarado, mi prólogo se ha acabado!otra vez
Muchas gracias a Zeix por llevármelo, me he divertido~