Ni lo pensó. Adam salió directo y salvaje contra el grupo de monstruos que se le aproximaba por la espalda peligrosamente. Le propinó una fuerte patada a la momia en la cabeza, que aunque en principio no pareciese que el ataque hubiese tenido mucho efecto, fue gracias a la fuerza de Adam que consiguió dejarla algo confusa; tambaleándose débilmente sobre sus piernas. Diana, pendiente de los enemigos que tenía delante, puso los ojos en blanco al escuchar sus palabras y por el sonido de sus pisadas y sus golpes, no tuvo la necesidad de girarse hacia el vampiro para comprender la situación.
―
¿Qué estás haciendo? Te he dicho que…Pero no tuvo más tiempo para hablar, pues una de las momias saltó directa hacia ella, y la muchacha se vio obligada a defenderse, propinándole un potente latigazo en el aire. Por otra parte, en cuanto Adam terminó de golpear a la momia, una de las calabazas aéreas se fijó en él, acercándose hasta su posición e invocando lo que parecía una bola de fuego. El vampiro, que ya estaba preparado para luchar, consiguió evadir el proyectil para darle un fuerte golpe a la criatura, enviándola por los aires hasta un tronco donde quedó grabada la marca del impacto, no obstante, el pequeño ser no parecía haber sufrido grandes daños, pero si el chico pretendía seguir atacando, se llevaría la decepción de que la criatura voló hasta una distancia que era incapaz de alcanzar con un simple salto.
La momia que se encontraba todavía en el suelo ―la que había atacado al chico de Ciudad de Halloween al comienzo―, se levantó, en principio dispuesta a ir a por Adam, pero al segundo pareció reflexionar y fijarse en Diana, quién estaba librando un combate contra los Sincorazón, ya más alejada de Adam. El ser tampoco lo pensó, sino que se lanzó, junto con la calabaza que no había atacado al vampiro hacia la rubia, la cual poco a poco se empezaba a ver acorralada.
Y entonces, apareció.
―
¡A-ayuda!En la lejanía, todos los presentes pudieron ver a una momia, pero no de ojos amarillos y sin vida, sino la momia que había acudido al cementerio para hacerle un encargo al alcalde. Jadeaba, agotada y arrastrando los pies, hacia el claro, en busca de ayuda. Si algo o alguien le perseguía, debido a la niebla fue imposible ver nada.
―
¡N-nos han atacado…! Él ha conseguido e-escapar pero yo... La bola de fuego, la he visto y… ―relataba, a duras penas
Al parecer, en el cementerio también habían tenido serios problemas. Menos mal que Adam no les había acompañado, porque sino podría ser él quién estuviese corriendo como alma que llevaba el diablo por el sendero del bosque.
El funcionario se aproximó al claro, ignorando la extraña caja negra y pasando a su lado. Pero ese fue su peor error, y quizás el de todos, por haberla ignorado hasta entonces. La caja se abrió de par en par, le surgieron unos pies en la zona inferior, y una peculiar calabaza armada con cuchillos y hachas que se abalanzó sobre el pobre ciudadano. Éste no tuvo tiempo para escapar, sorprendido como se vio, tras varios tajos a bocajarro de la criatura terminó cayendo al suelo, con una mano extendida hacia Adam y ojos suplicantes.
―
¿Pero qué hacía ese?El cuerpo se desvaneció lentamente, mientras un reluciente y brillante corazón ascendía al cielo y… era consumido por las penumbras más oscuras. No salió nada más de éste, sin embargo. La caja, satisfecha y preparada para cobrarse más corazones esa noche, dio un brinco hacia Adam que ya se encontraba en peligro.
―
¡Adam corre! ―le exclamó mientras continuaba atacando a sus enemigos, extenuada
La momia aturdida volvió a recuperarse y extendió sus garras para acabar con el vampiro, pero éste, preparado, le propinó una serie de golpes que la terminó tirando al suelo. Y la calabaza voladora tampoco perdió el tiempo: disparó una bola de fuego que Adam, de nuevo y gracias a sus capacidades físicas, consiguió esquivar. Pero el vampiro no pudo ver a la caja, que aterrizó a sus espaldas y le atinó con uno de sus cuchillos, enviando al joven al suelo y cayendo este de bruces.
Estaba acorralado, y Diana también parecía empezar a tener problemas. La momia se levantó, su ojo amarillento se iluminó cual foco de luz y se abrazó sobre sí misma. El volador empezaba a cargar una nueva bola de fuego y, la calabaza, extendió uno de sus brazos para rematarlo sin piedad, al igual que había hecho con su anterior víctima.