[La Red] Son ellos... o yo

Prólogo de Nathan Knight

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Ronda #8 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Sab Jun 20, 2015 7:55 pm



¡Te tengo! —proclamé, triunfante.

Mi plan había salido a la perfección. El amago para engañarle permitió que le golpeara en la rodilla, obligándole a agacharse. Ahora le tenía a tiro para un golpe directo a la cara con el puño del disco para rematar la faena. Sólo un movimiento más, y ya no tendría que preocuparme de que intentara matarme de nuevo.

...Pero algo no salió bien. Toda la fuerza que tenía en el guantelete desapareció de golpe, y con ella la energía que empujaba mi cuerpo. Fue como un bajón total, como si acabaran de quitarme las pilas. Me tambaleé, algo mareado, mientras mi arma desaparecía y el disco se soltaba de mi mano y caía al suelo.

¡¿Por qué tenía que pasar esto justo ahora?! ¡Mierda!

Antes de que pudiera reaccionar, el gigantón albino me agarró la cara con fuerza para estrellarme contra el suelo con brutalidad. Apreté los dientes con fuerza, intentando zafarme como podía, pero era inútil. Entre el bajón del disco y el golpe que acababa de llevarme, todo mi cuerpo me fallaba.

No... —intenté decirle—. Para...

No sirvió para nada. Lo peor fue observar cómo el "Número 7" volvía a crear la pica en su disco y se preparaba para darme el golpe final, ahora de verdad. ¿Todo iba a acabar aquí...?
¡No! Me negaba a creerlo, no podía morir así. En un estúpido laberinto, obligado a jugar a un estúpido juego, por un estúpido disco que había encontrado en un mundo al azar. Era ridículo. Me quedaba tanto por ver, tanto por explorar, tanto por descubrir... Oh, dios, Victoria. No podía dejarla sola.

Haciendo acopio de todas las fuerzas que me quedasen, o incluso de las que no tuviera, intenté arrastrarme por el suelo para esquivar su arma, desesperado. Era consciente de que no serviría para nada, pero no me rendiría sin luchar.

Menudo aburrimiento de combate. Ya me estaba cansando de tanto esperar.

Aquella voz me desconcertó. Al girarme, pude ver cómo el albino se desplomaba, inconsciente. Detrás de él, una jovencita con un peculiar vestido y unos grandes ojos azules me miraba con curiosidad.

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¿Qué coño...? —Parpadeé repetidas veces, sin terminar de creerme lo que había pasado—. ¿Quién eres tú?

¿Aquella chica acababa de salvarme? ¿Pero cómo...? ¿Y por qué? ¿Sería otra jugadora? Las preguntas se amontaban sin parar en mi cabeza.

Atención: entrada ilegal en el Laberinto detectada. Intrusa, identifícate. ¿Cómo has sobrepasado la seguridad del recinto? —interrogó la voz de la mujer robótica. Ahora ya no sonaba tan segura como antes.

Pero ella ni caso. Cogió el disco del Número 7 del suelo y lo examinó con detenimiento, como si estuviese buscando algo en concreto en el objeto. Una mueca de desagrado pareció indicar que no había tenido suerte, y lo dejó caer como si nada.

Tu disco —dijo de pronto, acercándose a mí con la mano extendida—. ¡Vamos, no tengo todo el día! ¡Pásame tu disco!

¿Qué? ¡No! —Aunque me negué, ella me lo quitó de sopetón, volviendo a inspeccionarlo como el otro—. ¡Eh, devuélvemelo!

Parecía que mis músculos y huesos poco a poco iban reaccionando y podía moverme más, aunque no demasiado. Cuando intenté lanzarme sobre ella de golpe para recuperar lo que era mío, acabé cayéndome de cabeza contra el suelo yo solo. Auch.

Hoy es tu día de suerte: tengo una oferta para ti —La sonrisa en su rostro indicaba que había encontrado lo que buscaba—. Quieres largarte de este sitio, ¿verdad?

¿Tú que crees? —gruñí, sentándome en el suelo entre muecas de dolor.

Ya te lo estoy viendo yo en la cara. Pues bien, lo único que tienes que hacer es venirte conmigo con esto —señaló el disco—, y hacer todo lo que yo te diga.

¿Puedes ayu...?

Número 13, no lo hagas —interrumpió la jefa del lugar, amenazándome—. Aléjate de la intrusa, o las consecuencias serán terribles.

¡A callar! Métete en tus asuntos. —protestó la joven.

Me quedé mirándola durante un momento, considerando mis opciones. Para empezar, no me fiaba de ella, pero tenía que reconocer que me había salvado el culo con el albino psicópata. Por otra parte, la sala seguía sellada, así que no tenía otro sitio al que ir. Y entre hacerle caso a la chica del vestido y hacerle caso a la mujer robótica... La respuesta estaba clara.

De acuerdo... Voy contigo. —accedí, levantándome con cuidado del suelo—. Me llamo Nathan.

»Sácame de aquí.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Lun Jun 22, 2015 9:59 pm

La misteriosa chica sonrió de forma altanera y le lanzó el disco a Nathan para que lo cazase al vuelo.

Vaya, poco has tardado en decidirte. Ojalá tuviese que tratar con gente así más a menudo. —Afirmó tras escuchar su nombre, y ella le respondió—: Shinju. Y ahora, si me disculpas… —Dicho eso, se llevó la mano al oído derecho y habló en voz alta, como si se dirigiese a alguien en concreto a través de un comunicador—: Ariasu, acabo de encontrar a uno. ¿Estás segura de que…? Oye, ¿estás ahí? ¡Respóndeme! —La muchacha comenzó a impacientarse, esperando una respuesta de su locutor. Finalmente, desistió y se quitó la mano de la oreja—. ¡Manda narices! ¡¿Y ahora se larga sin avisar?! —Soltó un bufido—. A la porra, iré por mi cuenta. De todas formas, ya me conozco el camino.

Shinju extendió el brazo, soltando un resplandor blanquecino. Para cuando se apagó, en su mano yacía una extraña espada con lo que parecía una rueda de noria incrustada en la punta. Aunque más que una espada, tenía pinta de… una llave.

Por sus experiencias como viajero, Nathan habría oído acerca de cierta organización de guerreros que viajaban por todos los rincones del intersticio. Vanagloriados por muchos, y detestados por otros. Se les reconocía enseguida por la peculiar arma que portaban: la Llave Espada.

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Del arma brotó un haz de luz que impactó con la puerta de las lámparas, abriéndola por arte de magia. Ahora Nathan ya sabía cómo la chica había accedido a una habitación cerrada a cal y canto.

¡Venga, andando! —Agarró el brazo de Nathan y tiró de él, impaciente—. No estamos muy lejos de la salida.

Shinju se llevó a Nathan casi a rastras y con bastantes prisas al interior del laberinto, guiándolo por un sinfín de bifurcaciones en las que no vaciló ni un instante a la hora de elegir el camino. Saltaba a la vista que se sabía al dedillo el trayecto a la supuesta salida que decía haber encontrado. Otro detalle que lo corroboró es que, según avanzaban, diversos muros se iban levantando en medio de los pasillos, cortándoles el paso. Posiblemente por algún sistema de seguridad que había saltado. No obstante, no sirvieron de nada frente al misterioso poder de la Llave Espada de la chica, deshaciéndolos con el mero contacto del arma.

Tras cinco minutos de carrera, el dúo acabó en un camino sin salida; el primero con el que se habían topado hasta ahora. Aunque la muchacha no hizo ademán de retroceder, sino todo lo contrario. Se acercó con paso firme a la pared que marcaba el fin del recorrido y le dio un par de golpecitos con la Llave.

Que no te engañen las apariencias. Hay una terminal de emergencia escondida detrás de esta pared —le informó—. El problema es que yo sola no puedo desbloquear la entrada, y es ahí donde entras tú. O tu castaña de disco, más bien. —Le señaló con el dedo—. No sé muy bien cómo funciona, pero se supone que esos modelos tan antiguos tienen un fallo de encriptación, o como se llame. Y resulta que se puede aprovechar para piratear la seguridad de la puerta y permitirme hacer mi magia.

>>Pero el disco solo responde ante sus usuarios, así que ya estás tardando en colocarlo en frente de esa puerta. Quiero largarme de aquí antes de que me entre claustrofobia.

En cuanto Nathan alzase el disco a un par de centímetros del muro, la superficie revelaría una serie de franjas luminiscentes que recordaban a las ramificaciones de nervios. Shinju reaccionó al instante y enarboló la Llave, disparando un rayo de luz que impactó en el disco, el cual comenzó a girar a altas velocidades, liberando una nube de datos que se disolvieron en el mosaico de luces del muro. El espectáculo de luces terminó, y la pared se abrió de par en par, revelando un oscuro pasadizo.

¡Por fin! Adiós a este dichoso laberinto. —Soltó un gritito infantil y se internó en el pasadizo, ignorando a su compañero.

Cuando Nathan hiciese lo mismo y atravesase el pasillo, se toparía con una salita del mismo azul que el laberinto, pero mucho más apagado. La única iluminación de la habitación provenía de un pequeño monitor situado en el fondo que parpadeaba constantemente.

Esta debe de ser la terminal. Introduciré las coordenadas para que nos saque de este antro. —Shinju avanzó con paso ligero hasta el monitor, hasta que se paró en seco, girando sobre sus talones y lanzándole una mirada cansada a Nathan—. Oh, sí… ¿Qué se supone que hago yo contigo? —Se cruzó de brazos, pensativa—. Qué remedio... Te podemos dejar en Ciudad de Paso, y ya te las…

La chica calló de sopetón y adoptó una postura de alerta, con el arma en alto y mirando en derredor.

¡No, no, no, no, no! —farfulló, enrabietada—. ¡Ahora no!

De las paredes surgieron diversas luces amarillentas que brillaron con intensidad en la oscuridad de la habitación. Nathan pronto se percataría de detrás de esas luces se apreciarían siluetas humanoides y estilizadas, con dos largas antenas brotando de sus testas, y zarpas por manos. No eran luces, si no los ojos de esas criaturas negras que se les acercaban reptando. Posiblemente Nathan ya las conociese por el caos que habían estado sembrando en diversos mundos: Sincorazón.

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Parece que tenemos a un par de despistados que se han salido del camino principal. —Promulgo la apática voz de la anfitriona del recinto, sacando a relucir su agrio sentido del humor.

¡Los has llamado tú, pedazo de chatarra! —la acusó Shinju, mostrando los dientes—. ¡¿Acaso tienes idea de quién soy yo?!

Sí, una intrusa. Una intrusa Portadora, más bien —añadió—. Y ya que no te has molestado en responderme antes, tendré que sacarte las respuestas por un método más… directo.

>>En cuanto a ti, Número 13, ya te lo advertí en su debido momento —dijo con dureza—. No te queda otra alternativa: Obedecer… o perecer.

Los cinco Sincorazón que rodearon a los dos jóvenes salieron de su escondrijo, arrastrando los pies. Por algún motivo, solo centraron su atención en Shinju y se aproximaron a ella con las garras en alto. La Portadora chasqueó la lengua y se giró bruscamente hacia Nathan.

¡Quédate quietecito y no hagas ninguna estupidez, ¿entendido?!

Y se volvió hacia los Sincorazón para confrontarles. Sin embargo, Nathan no podría quedarse a ver a la chica combatir cuando percibió a su derecho otro par de ojos amarillos. Una sexta criatura emergió de la oscuridad y se abalanzó a por el chico. Si no hacía algo rápido, acabaría trinchado.
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Ronda #9 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Mié Jun 24, 2015 1:23 pm



Vaya, poco has tardado en decidirte. Ojalá tuviese que tratar con gente así más a menudo. —me felicitó, dejando que recuperase el disco.

Shinju. Y ahora, si me disculpas… —Tras presentarse, se llevó una mano a la oreja, y empezó a hablar, como si tuviera algún tipo de pinganillo o algo por el estilo—: Ariasu, acabo de encontrar a uno. ¿Estás segura de que…? Oye, ¿estás ahí? ¡Respóndeme!

¿Con quién estás hablando...?

¡Manda narices! ¡¿Y ahora se larga sin avisar?! —Protestó, tras no tener éxito con lo que estuviera haciendo—. A la porra, iré por mi cuenta. De todas formas, ya me conozco el camino.

¿Cómo pretendes salir de aquí? —señalé ambas puertas con los pulgares—. Estamos encerrados, y dudo que la jefaza del laberinto vaya a dejarnos salir por las buenas.

Su respuesta me pilló absolutamente por sorpresa. Extendió un brazo, y en la palma de su mano se materializó un objeto que poco tardé en reconocer. Alargado, con forma de llave gigante, pero que a la vez se podía utilizar como una espada. ¡Una Llave Espada! Entonces, eso quería decir...

¡¿Eres de los Caballeros?! —exclamé, dando un brinco en el sitio. En seguida me arrepentí: todavía tenía los golpes recientes.

Los Caballeros de la Llave Espada era un grupo de... ¿Justicieros? ¿Policías? Bueno, algo así, que viajaban por los mundos utilizando sus milagrosas llaves para acabar con los sincorazón y todo eso. Había escuchado bastantes historias sobre ellos, incluido que se suponía que estaban divididos en dos bandos que se llevaban a matar (unos decían que incluso estaban en guerra), pero no había llegado a tener contacto directo con ninguno. Aunque la última vez que estuvimos en Ciudad de Paso, no escuché nada bueno de ellos...

Del extremo de la Llave Espada de Shinju surgió un fino haz de luz que hizo desaparecer la puerta que nos encerraba.

¡Venga, andando! No estamos muy lejos de la salida.

¿Qué? ¡Eh, espera! ¡Au, que aún me duele, no seas bruta!

Sin mediar más palabra, me cogió del brazo y me arrastró sin hacer caso a las muecas de dolor que pudiera hacer. ¡Para ser tan jovencita sí que tenía fuerza! Al final, acabé dejando que me guiara a través del maldito laberinto. Y no habría sido fácil, o al menos así me lo pareció, encontrar la salida, pues había cientos de bifurcaciones en las que uno podía perderse. Pero Shinju debía de tenerlo claro, porque no dudaba ni un segundo a la hora de elegir el camino. Ni siquiera las barreras que iban surgiendo a nuestro paso (seguramente, regalo de la mujer robot), impedía que avanzáramos: un toque con su llave, y desaparecían. Claro, así cualquiera.

Al fin, llegamos a nuestro destino. Un callejón sin salida.

¿Estás segura de que no te has perdido? —pregunté, mirándola de reojo con desconfianza.

Que no te engañen las apariencias. Hay una terminal de emergencia escondida detrás de esta pared. El problema es que yo sola no puedo desbloquear la entrada, y es ahí donde entras tú. O tu castaña de disco, más bien.

¿Mi disco? —Lo agarré con ambas manos, examinándolo una vez más por si veía algo que se me hubiese pasado antes—. Si es un trozo de chatarra que no sirve para nada.

No sé muy bien cómo funciona, pero se supone que esos modelos tan antiguos tienen un fallo de encriptación, o como se llame. Y resulta que se puede aprovechar para piratear la seguridad de la puerta y permitirme hacer mi magia.

>>Pero el disco solo responde ante sus usuarios, así que ya estás tardando en colocarlo en frente de esa puerta. Quiero largarme de aquí antes de que me entre claustrofobia.

Ya voy, ya voy.

Me encogí de hombros, dispuesto a probarlo, y acerqué el dichoso disco a la pared. Una serie de luces se iluminaron, a las que Shinju respondió usando la magia de su llave sobre el disco. Un pequeño torrente de datos salieron directos al muro que, tras iluminarse bastante, acabó por desaparecer.

¡Por fin! Adiós a este dichoso laberinto. —celebró, entrando alegremente a la sala que daba la nueva puerta.

¡Eh, espérame!

Dentro, nos esperaba una habitación pequeña, de un azul eléctrico más apagado que el resto del laberinto, donde lo único que destacaba era un monitor parpadeante al fondo del todo.

Esta debe de ser la terminal. Introduciré las coordenadas para que nos saque de este antro. —Fue a acercarse, pero a mitad de camino cambió de idea y se giró para mirarme con detenimiento—. Oh, sí… ¿Qué se supone que hago yo contigo?

Dijiste que me sacarías de aquí —le recordé, atravesándola con la mirada.

Qué remedio... Te podemos dejar en Ciudad de Paso, y ya te las…

Ni ella tuvo tiempo para terminar la frase, ni yo de protestar (¡quería volver a mi nave, no a Ciudad de Paso!).

¡No, no, no, no, no! ¡Ahora no!

Algo apareció de repente en la sala, surgiendo de las paredes. Brillantes ojos amarillos, cuerpos humanoides completamente negros, y unas largas antenas en la cabeza. Se les reconocía al instante: sincorazón. ¡¿Qué estaban haciendo en un lugar así?! Adopté una posición defensiva, dispuesto a defenderme si alguno se acercaba, pero retrocediendo todo lo posible por precaución.

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Parece que tenemos a un par de despistados que se han salido del camino principal. —Mierda. Mucho había tardado la pesada de turno en volver a hacer acto de presencia.

¡Los has llamado tú, pedazo de chatarra! —protestó Shinju, enfadada—. ¡¿Acaso tienes idea de quién soy yo?!

Sí, una intrusa. Una intrusa Portadora, más bien

Ahí te ha pillado.

Y ya que no te has molestado en responderme antes, tendré que sacarte las respuestas por un método más… directo.

>>En cuanto a ti, Número 13, ya te lo advertí en su debido momento. No te queda otra alternativa: Obedecer… o perecer.

¡No pienso obedecer nada de lo que me digas, so psicópata! —bramé, apretando tanto los puños por el enfado que casi me hice daño—. ¡Nunca seré tu peón, ¿te enteras?

Los sincorazón no esperaron una orden por parte de la mujer, sino que se abalanzaron enseguida a por Shinju. Por alguna razón, sólo habían centrado su atención en ella. ¿Sería por eso de ser portadora?

¡Quédate quietecito y no hagas ninguna estupidez, ¿entendido?!

P-pero...

Me habría gustado decir que no se preocupara, que le ayudaría, pero tenía que ser sincero conmigo mismo. No era rival para esos monstruos de ojos amarillos. Incluso sin los golpes que me había llevado con el albino, tampoco habría podido hacer mucho. Eso siempre había sido algo que me daba rabia, el no ser capaz de defenderme ni a mí ni a mi hermana cuando estas criaturas aparecían. No era lo suficientemente fuerte...

Quise apartarme un poco para no intervenir en la pelea, pero no conté con que un sexto sincorazón surgiera de repente para atacarme. Actué por reflejos naturales, rodando a un lado para esquivarlo como pude. Shinju estaba ocupada con los otros cinco, por lo que contar con ella para ayudarme quedaba descartado. Ahora mismo, tenía que apañármelas yo solo como pudiese... O al menos intentarlo. Caer, no caería sin dar guerra.

Probé a volver a colocarme el disco en el puño, rezando para que volviese a funcionar como antes. Lo hiciera o no, me lanzaría al ataque a por el sincorazón. Intentaría una táctica parecida a la de antes: una finta, fingiendo que me movía a su flanco derecho para atacarle, para cambiar rápidamente al izquierdo y lanzarle un gancho directo a la cabeza.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Sab Jun 27, 2015 2:36 pm

Nathan no se lo pensó dos veces en hacer uso del disco una vez más para defenderse. Nada más colocárselo en la mano derecha, su propia voluntad fue suficiente para ponerlo en funcionamiento, brillando con su característica luz blanquecina y recubriendo su brazo con el guantelete holográfico. Usando su táctica anterior, desconcertó al sincorazón con una finta y le arreó un directo que lo hizo salir despedido, estrellándose contra la pared.

La criatura aterrizó en el suelo con torpeza y se hundió en un charco oscuro que apareció debajo de sus pies. Por desgracia para Nathan, la habitación estaba demasiado oscura como para que el ojo humano pudiese discernir el pegote negro en el que se había ocultado su enemigo. Podría mantenerse en guardia todo el tiempo que quisiera… No sería capaz de ver el ataque que se le vino encima.

Unas afiladas garras sorprenderían a Nathan, hundiéndose en sus hombros y lanzándole terribles punzadas de dolor. El sigiloso sincorazón, posicionándose a sus espaldas, tiró del chico, obligándole a postrarse de rodillas. Por mucho que luchase por librarse de él, notaría que ya había llegado al límite de sus fuerzas; ni siquiera el disco (que se le desprendió del dorso) reaccionaría a su llamada. Tan solo podría contemplar como la cabeza de la criatura se asomaba por su hombro izquierdo, mirándole con esos amarillentos ojos, y deleitándose con el jugoso corazón al que iba a dar caza.

Entonces, una luz fulgurante iluminó la sala, cegando a Nathan por completo. Un rugido atronador retumbó en su oído, y luego sintió una potente vibración en el aire, pasando muy cerca de donde estaba. Fuera como fuese, repararía en que las uñas de su captor se habían separado de su carne, liberándolo.

En cuanto recuperase la visión, se encontraría con que no había rastro del sincorazón que le había atacado. De ese, y de ninguno; todos habían desaparecido al instante. Si Nathan esperaba respuestas por parte de Shinju, que se fuese olvidando: la cara de desconcierto de la chica le dejaría claro que ella no había tenido nada que ver.

¡Habrase visto, Shinju! Me ausento cinco minutitos, y mira la que montas.

En frente de la terminal se vislumbró la figura de una mujer rubia de pelo corto, vestida con un traje verde esmeralda, y con un estrafalario sombrero blanco que le hacía parecer una seta andante. Puso los brazos en jarra y oteó la habitación con amplios giros de cabeza.

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¡¿Ariasu?! ¿Pero qué haces tú aquí? —Shinju se abalanzó hacia la extraña mujer, exasperada—. ¡Se suponía que tenías que estar dándome indicaciones de cómo salir de este antro!

Y también se suponía que no íbamos a llamar la atención de los mandases del lugar —expresó con retintín, alzando el dedo índice. Luego lo dirigió a Nathan—. Oh, ¿este es el chico al que has tenido que arrastrar contigo?

La mujer llamada Ariasu avanzó hacia el maltrecho Nathan con un par de zancadas, y extendió la mano hacia él. Una energía vigorizante recorrió el cuerpo del chico, sanándole todas las heridas producidas a lo largo del día, y aliviando gran parte de su fatiga.

Vaya, vaya. Tenemos aquí a un chico muy valiente. Aunque un poco temerario para plantarle cara a los sincorazón —añadió con una risita—. Shinju no se habrá puesto muy pesada contigo, ¿verdad?

¿Qué significa esta intromisión?

La enorme cabeza de la mujer albina emergió de la pared, fulminando con su iridiscente iris a la mujer del sombrero abombado.

Bastión Hueco —escupió con desprecio—. Esta área está reservada exclusivamente para los Juegos. ¿Quién os ha dado permiso para irrumpir aquí?

Eso puedo explicarlo yo.

En una de las paredes apareció una enorme pantalla, mostrando a un hombre de mediana edad, con un mechón de pelo blanco que le recorría parte del cabello, envuelto en un traje negro por el que circulaban patrones de neón amarillos. La expresión calmada que dirigió a los presentes denotaba serenidad. Pero a la vez, su porte transmitía una sensación de imposición y predominio.

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Amo Clu… —A la mujer la cambió de manera súbita la expresión, inclinando la cabeza hacia la imagen del hombre.

Yo me haré cargo de este asunto, MPD —declaró el tal Clu. Acto seguido, dirigió una sonrisa a Shinju—. La estábamos buscando por todas partes, Maestra Shinju. Su compañera, Ariasu, me informó de que fue trasladada por accidente al Laberinto mientras realizaba una visita de reconocimiento en la Red, y me pidió que la localizásemos.

¿Maestra? —espetó confusa la jefa de los Juegos—. ¿Esta intrusa es una Maestra?

¡¿Ahora te das cuenta, psicópata?! —rugió Shinju.

Verá, Maestra Shinju, Bastión Hueco nos mandó un informe sobre su ascenso. Aunque al ser muy reciente, no tuvimos tiempo para adjuntarlo a su ficha que guardamos en la base de datos. —explicó, entrelazando los dedos—. Espero que nos perdone por este malentendido. Sin embargo, le recomiendo que para sus próximas incursiones, lleve consigo el disco de identificación para evitar este tipo de percances.

Un despiste lo puede tener cualquiera —masculló entre dientes, cruzándose de brazos.

Bien. —Asintió con la cabeza—. ¿Eso es todo, Maestra Ariasu?

No todo, Clu. Hay otro asuntillo que me gustaría tratar —Negó con el dedo índice—. Refréscame la memoria: ¿No habíamos acordado los Maestros contigo que todavía no podías hacer uso de los sincorazón?

Clu entrecerró los ojos y ladeó la cabeza.

Así es. —Viró la cabeza hacia la mujer albina, lanzándole una mirada penetrante—. MPD, ¿puedes explicarnos por qué has llamado a los sincorazón?

Amo Clu, la intru… la Maestra había irrumpido en los Juegos y secuestrado a uno de los participantes. —Trató de defenderse la mujer. Ya no había rastro alguno de su tono arrogante—. Las medidas de defensa estándar habrían sido insuficientes, por lo que tuve que recurrir a los sincorazón.

Aun así, dejé bien claro que su uso quedaba vetado hasta nuevo aviso.

La subordinada de Clu bajó la cabeza, derrotada y e incapaz de replicar a su amo.

Clu, Clu, Clu… Sabes que los sincorazón no son juguetes que se puedan usar a la ligera. Este incidente no nos beneficia a ninguno de los dos, ¿sabes? —Ariasu le recriminó como una madre que riñe a su hijo—. Aunque… Tal vez podría pasar por alto este desliz con una condición.

Soy todo oídos. —Extendió su palma hacia ella, incitándola a que comentase su propuesta.

Ariasu se colocó al lado de Nathan y, sin cortarse ni un pelo, le pasó el brazo por el hombro, dedicándole una sonrisa amistosa.

Quiero que este chico se venga con nosotras a Bastión Hueco.

De ninguna manera. Ese usuario pertenece a los Juegos, y no toleraré más… —MPD tuvo que callar de inmediato cuando la mirada gélida de Clu se le clavó. Alguien no estaba muy contento con su actuación.

¡Oh, vamos! Seguro que quiere estar en otro sitio que no sea este laberinto de lunáticos. ¿A que sí, chicos? —Se dirigió con un tono infantil a Nathan y a Shinju. La segunda le rehuyó la mirada avergonzada, como si no quisiese que la inmiscuyesen—. ¿O prefieres quedarte con Doña “Ojitos brillantes”?
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Ronda #10 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Dom Jun 28, 2015 1:04 pm



Al principio, fue bien. El guantelete volvió a aparecer gracias al disco, y la finta salió como quería, logrando golpear al sincorazón en la cara y mandándolo contra la pared del impacto. Hasta ahí, ningún problema.

Pero claro, derrotar a este tipo de monstruos no era fácil, y no tardé en comprobarlo en mis propias carnes. Observé, atónito, cómo se convertía en un charco negro y desaparecía de mi vista, aprovechándose de la oscuridad de la sala para que no pudiera encontrarle.

Mierda, mierda, mierda, mierda...

A cada segundo estaba más nervioso. Con una pose defensiva, giraba cada dos por tres sobre mis tobillos en busca del sincorazón, intentando sin nada de suerte predecir por dónde atacaría. ¿Por la derecha? ¿Por la izquierda? ¡¿Por dónde?! Pero de nada sirvió mis intentos cuando unas garras se clavaron en mi hombro, tirándome al suelo mientras gritaba de dolor.

Luché como pude, revolviéndome para liberarme, pero no tenía suficiente fuerza como para librarme del monstruo de ojos amarillos. El disco se había soltado, volviendo a producirme ese desagradable bajón de energías, y por mucho que me agitase, no conseguía liberarme de su garra. Pero en el momento en el que parecía que iba a asestar el golpe de gracia...

¡¡Aahhh!!

Un fogonazo de luz lo envolvió todo, cegándome y asustándome por igual. ¡¿Qué coño había sido eso?! El aire temblaba, y juraría que algo había pasado a toda velocidad por encima mía. Aunque, al menos, el agarre desapareció, dejándome libre.

¿Qué puñetas...?

Parpadeando repetidas veces para recuperar la vista, lo que me encontré tras la luz fue completamente inesperado. No sólo el sincorazón que me había atacado se había esfumado, sino que los demás también. En la sala seguía estando Shinju, quien miraba con la boca abierta a alguien nuevo.

¡Habrase visto, Shinju! Me ausento cinco minutitos, y mira la que montas.

Mujer, rubia, alta, vestida de verde y con un divertido sombrero blanco con forma de seta en la cabeza. Estaba junto a la terminal que no habíamos llegado a usar, y nos observaba con curiosidad.

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¡¿Ariasu?! ¿Pero qué haces tú aquí? —Así que ella era Ariasu, la misma con la que Shinju había intentado contactar antes—. ¡Se suponía que tenías que estar dándome indicaciones de cómo salir de este antro!

Y también se suponía que no íbamos a llamar la atención de los mandases del lugar —contestó, antes de girarse para mirarme directamente—. Oh, ¿este es el chico al que has tenido que arrastrar contigo?

Eh, ha sido mi disco el que nos ha llevado hasta aquí —protesté, levantándome con dificultad—. Y me llamó Nathan.

Ariasu avanzó hasta mi posición, todavía examinándome de arriba a abajo (me ponía nervioso que lo hiciera). De repente, levantó un de sus manos y una brisa vigorizante me recorrió de los pies a la cabeza, haciendo desaparecer cualquier dolor que tuviera. Incluso el cansancio había desaparecido, al menos la mayor parte. Observé mi hombro, hasta hace unos segundos llenos de sangre y ahora completamente sano, antes de devolverle la mirada a la mujer.

...Gracias.

Eso había sido magia, ¿no? Si no recordaba mal, se decía que los Caballeros de la Llave Espada solían utilizarla para pelear. Al menos, me estaban ayudando, ¿aunque con qué intención?

Vaya, vaya. Tenemos aquí a un chico muy valiente. Aunque un poco temerario para plantarle cara a los sincorazón. Shinju no se habrá puesto muy pesada contigo, ¿verdad?

Abrí la boca para responder, pero mi nueva mejor enemiga me interrumpió. Su careto apareció en una de las paredes, atravesando con la mirada a los tres presentes en la habitación, sobre todo a Ariasu.

¿Qué significa esta intromisión?

¡Tú otra vez no! —Me llevé una mano a la frente, harto de ella. Bueno, de ella y de todo este maldito laberinto.

Bastión Hueco. —Ese nombre me sonaba bastante como el de un mundo especial, aunque en el momento no conseguí asociarlo a nada en concreto—. Esta área está reservada exclusivamente para los Juegos. ¿Quién os ha dado permiso para irrumpir aquí?

Eso puedo explicarlo yo.

Una nueva pantalla surgió en otra de las paredes. Esta vez mostraba a un hombre, a simple vista humano, vestido con un traje negro con neones amarillos. Parecía más sereno y tranquilo que su amiga la robot, quien se había quedado de piedra al verle aparecer. Desde luego, parecía el jefe del lugar, el de verdad.

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Amo Clu…

Yo me haré cargo de este asunto, MPD —¡Por fin descubría cómo se llamaba!—. La estábamos buscando por todas partes, Maestra Shinju. Su compañera, Ariasu, me informó de que fue trasladada por accidente al Laberinto mientras realizaba una visita de reconocimiento en la Red, y me pidió que la localizásemos.

¿Maestra? —espetó confusa la jefa de los Juegos—. ¿Esta intrusa es una Maestra?

Aunque preferí permanecer apartado de la conversación, a mí también me sorprendió. ¡Pero si era más joven que yo! O era una niña prodigio, o los Portadores tenían requisitos muy raros para ascender a alguien a maestro.

¡¿Ahora te das cuenta, psicópata?!

Verá, Maestra Shinju, Bastión Hueco nos mandó un informe sobre su ascenso. Aunque al ser muy reciente, no tuvimos tiempo para adjuntarlo a su ficha que guardamos en la base de datos. Espero que nos perdone por este malentendido. Sin embargo, le recomiendo que para sus próximas incursiones, lleve consigo el disco de identificación para evitar este tipo de percances.

Un despiste lo puede tener cualquiera —se defendió, con los brazos cruzados.

Bien. ¿Eso es todo, Maestra Ariasu?

No todo, Clu. Hay otro asuntillo que me gustaría tratar

Oh, ¡venga ya! ¡Quería largarme de allí de una vez!

Refréscame la memoria: ¿No habíamos acordado los Maestros contigo que todavía no podías hacer uso de los sincorazón?

Así es. —Confirmó, mirando a la tal MPD con cara de pocos amigos—. MPD, ¿puedes explicarnos por qué has llamado a los sincorazón?

Amo Clu, la intru… la Maestra había irrumpido en los Juegos y secuestrado a uno de los participantes.

¡¿Secuestrado?! ¡Me estaba salvando de ti, hija de...! —estallé, señalando a la arpía metálica con el dedo.

Las medidas de defensa estándar habrían sido insuficientes, por lo que tuve que recurrir a los sincorazón.

¡Que casi me matan!

Aun así, dejé bien claro que su uso quedaba vetado hasta nuevo aviso.

No hubo respuesta por parte de ella, que bajó la cabeza cual niña buena. Jódete.

Clu, Clu, Clu… Sabes que los sincorazón no son juguetes que se puedan usar a la ligera. Este incidente no nos beneficia a ninguno de los dos, ¿sabes? Aunque… Tal vez podría pasar por alto este desliz con una condición.

Soy todo oídos.

Esperaba oír alguna propuesta que ni siquiera entendiera, sobre algún chanchullo de entre ellos, pero me quedé con la boca abierta cuando Ariasu me agarró por el hombro y me sonrió.

Quiero que este chico se venga con nosotras a Bastión Hueco.

¿Q-qué?

De ninguna manera. Ese usuario pertenece a los Juegos, y no toleraré más… —No llegó a terminar su frase cuando Clu le lanzó una mirada.

¡Oh, vamos! Seguro que quiere estar en otro sitio que no sea este laberinto de lunáticos. ¿A que sí, chicos? ¿O prefieres quedarte con Doña “Ojitos brillantes”?

Claro que quiero largarme de aquí. Este sitio está lleno de psicópatas. —Le lancé una mirada desafiante a MPD, antes de girarme hacia la Maestra—. Voy con vosotras, sacadme de aquí de una vez.

Ni siquiera tuve que pensarlo. Abandonar la Red era, ahora mismo, mi prioridad número uno.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Mié Jul 01, 2015 7:49 pm

¡Fenomenal! Nada más que hablar —celebró dando una palmada—. ¿Algo que objetar, Clu?

En absoluto. —Clu negó con la cabeza y se dirigió a MPD, entrelazando los dedos—. Asunto resuelto, MPD. Puedes volver a supervisar los Juegos del Enjambre.

La mujer robótica dirigió una mirada de ira hacía Nathan, con los iris de sus ojos más fulgurantes que nunca. Había quedado en evidencia delante de su superior, y todo por culpa de su repentina fuga. Después, se dirigió a la pantalla en la que salía Clu e inclinó la cabeza como buena sierva que era.

Sí, amo Clu —le respondió con tono sumiso, al mismo tiempo que se fundía con la pared.

Delante de la terminal apareció un amasijo ovalado de datos blanquecinos que alcanzaba los dos metros de altura, tintineando y arrastrando las diminutas partículas digitales que había por el aire.

El portal está preparado para que les lleve de vuelta a Bastión Hueco —explicó Clu, invitándoles a que lo atravesasen con un gesto de su mano—. Que tengan un buen viaje, Maestras Ariasu y Shinju. —Clavó sus ojos en Nathan, esbozando una media sonrisa—. Y tú también, usuario.

La pantalla se comprimió sobre sí misma y desapareció, dejando solos a las dos Maestras y al joven. Shinju fue la primera en introducirse en el portal de datos, mascullando varios improperios en voz baja. Luego la siguió Ariasu, que antes de pasar adentro, se giró hacia Nathan con una expresión juguetona y le indicó con el dedo índice que le siguiera. Cuando el joven se metiese en la nube digital, sentiría como una luz le succionaba por completo.

La misma experiencia que cuando el monitor de su nave gumi se lo tragó, la cual dio comienzo a todos los eventos de aquel día.

***


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El viaje no se le habría hecho muy abrupto a Nathan, ya acostumbrado a la sensación de ser descompilado en datos, y reconstruido en tan solo unos segundos. Al abrir los ojos, se alegraría de saber que ya no había rastro de las luces de neón que caracterizaban a la Red. La sala a la que había llegado estaba repleta de aparatos tecnológicos, tales como el colosal teclado con monitor incluido que había junto a una ventana, y la amplia lente rojiza que estaba incrustada en la pared opuesta.

¡Bienvenido a Bastión Hueco, Nathan!

Encontraría a Ariasu recostada en una de las butacas cercanas al teclado, agitando el brazo. Shinju, en cambio, estaba demasiado ocupada para prestarle atención, arreándole patadas a la máquina con una cara de cabreo que daba miedo.

¡Condenado trasto! ¡¿Lo último en tecnología y no eres capaz de mandarme al lugar correcto?! —Le propinó un último patadón y se plantó delante de Ariasu, señalándole el ordenador—. ¿Es que no tenemos a alguien que revise este cacharro periódicamente o qué?

Ariasu puso los ojos en blanco y apoyó la mejilla derecha sobre su puño.

Si le sigues dando esos golpes, te aseguro que ya no necesitaremos de alguien así —se jactó con un tono cansado—. Además, no habría sido para tanto si alguien se hubiese acordado de llevarse esto. —Ariasu alargó su brazo hacia el escritorio, agarrando un disco similar a los que Nathan había visto en la Red, y se lo plantó a Shinju delante de sus narices.

La joven Maestra alzó el dedo índice e hizo ademán de responderle, pero en el último instante cerró la boca, apretando los dientes y soltando un gruñido de exasperación. Le arrebató el disco a Ariasu de forma brusca y dio media vuelta, encaminándose a trompicones hacia la salida de la sala.

Me voy a ver qué tal está Lolo. No quiero saber nada de misiones en lo que queda de día. —Justo a unos escasos centímetros de atravesar la puerta, Shinju giró sobre sus talones y miró a Nathan de reojo—. El cejorras es cosa tuya. Se te veían las intenciones a kilómetros cuando le has insistido tanto a ese Clu para que nos lo lleváramos.

Y se fue de la habitación dando un portazo. Ariasu soltó un largo suspiro, reclinando el respaldo de la butaca y resbalando su espalda ligeramente hasta que encontró una postura de su agrado. Luego giró su asiento para encarar a Nathan, esbozando esa sonrisa infantil tan peculiar que tenía.

Bueno, Nathan. Perdona que te haya hecho esperar —se disculpó, cruzándose de piernas y tamborileando con los dedos en los reposabrazos—. Imagino que tendrás muuuchas preguntas que te estarán rondando por la cabeza. ¿Pero qué te parece si antes me cuentas como un chico como tú acabó en uno de los jueguecitos de Clu y compañía?
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Ronda #11 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Vie Jul 03, 2015 8:07 pm



Ariasu se puso la mar de contenta con mi respuesta. Solté un suspiro de alivio cuando el jefazo Clu confirmó que no había más problemas para que pudiera marcharme. Menos mal, ya podía largarme de aquel maldito laberinto.

Asunto resuelto, MPD. Puedes volver a supervisar los Juegos del Enjambre.

MPD y yo cruzamos las miradas, y ambas reflejaban lo mismo. Ira, odio, enfado, llámalo como quieras. Pero estaba seguro de que ninguno de los dos olvidaríamos la cara del otro. Yo no, al menos.

Sí, amo Clu. —Y tal y como vino, su pantalla se apagó.

El portal está preparado para que les lleve de vuelta a Bastión Hueco. Que tengan un buen viaje, Maestras Ariasu y Shinju. Y tú también, usuario.

Lo que tú digas —gruñí, mirándole de reojo con cara de pocos amigos. Él no me había hecho nada directamente, pero si era el jefazo de la loca robótica, entonces tampoco era alguien de fiar que digamos.

Su pantalla también desapareció, dejando un extraño portal que parecía compuesto por datos para que lo cruzásemos. Shinju fue la primera quien, sin pensarlo, entró. Ariasu la siguió casi al instante, haciéndome señas mientras sonreía para que fuese con ella. ¡Pues claro que iba a ir...!
Miré hacia atrás, observando el trozo de laberinto que daba a la sala. ¿Por qué me sentía mal por largarme? Joder, qué tontería. Pero una parte de mí no podía dejar de pensar en la gente que había visto cuando elegimos los discos, los otros participantes. Ellos no se iban, se quedaban aquí... Y corrían peligro de muerte.

Agité con fuerza la cabeza, quitándome esos pensamientos de la mente. No, no podía hacer nada por ellos. Si pensaba así, no conseguiría nada. Debía irme, volver a casa y asegurarme de que Victoria no perdiese a su hermano.

Apretando con fuerza los puños, crucé el portal. Me marchaba, pero tenía algo muy claro: algún día volvería, para acabar con estos malditos Juegos del Enjambre. Para siempre.

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¿Qué coño...?

La sensación había sido la misma que cuando el disco me había llevado hasta la Red. Que me zumbaban los oídos, vamos, aunque al menos no tanto como la primera vez. Cuando conseguí centrar la vista, descubrí que me encontraba en una habitación amplia, llena de aparatos y chismes tecnológico, destacando sobre todo el ordenador del que debía de haber salido y una especie de pantalla roja pegada a la pared.

¡Bienvenido a Bastión Hueco, Nathan!

¿Gracias?

Ni siquiera sabía qué responder. Paseé la mirada por la habitación, observándolo todo con curiosidad, y parándome a ver cómo Shinju pateaba el ordenador con mala hostia.

¡Condenado trasto! ¡¿Lo último en tecnología y no eres capaz de mandarme al lugar correcto?! —Cuando se quedó satisfecha, se giró hacia Ariasu—. ¿Es que no tenemos a alguien que revise este cacharro periódicamente o qué?

Si le sigues dando esos golpes, te aseguro que ya no necesitaremos de alguien así. Además, no habría sido para tanto si alguien se hubiese acordado de llevarse esto.

Mostró un disco, similar al mío de la Red, provocando que la jovencita se quedara sin respuesta. Con un resoplido, cogió el objeto y giró sobre sus talones para marcharse.

Me voy a ver qué tal está Lolo. —¿Lolo?—. No quiero saber nada de misiones en lo que queda de día. El cejorras es cosa tuya. Se te veían las intenciones a kilómetros cuando le has insistido tanto a ese Clu para que nos lo lleváramos.

¡Eh, el cejorras tiene nombre, niñata! —protesté, aunque ya era tarde. Shinju se había marchado dando un portazo.

Bueno, Nathan. Perdona que te haya hecho esperar —Me crucé de brazos, todavía de pie, observando a la maestra con una ceja enarcada—. Imagino que tendrás muuuchas preguntas que te estarán rondando por la cabeza. ¿Pero qué te parece si antes me cuentas como un chico como tú acabó en uno de los jueguecitos de Clu y compañía?

Así que íbamos a jugar al juego de las preguntas y respuestas. Por mí bien, siempre que ella cumpliese con su parte. Aun así, tardé un poco en responder, evaluando la situación. ¿Podía fiarme de esta gente...?

Viajo entre mundos. Sí, he estado en Ciudad de Paso, me conozco la historia de los mundos, las estrellas, y todo eso. Encontré un disco cuando exploraba un mundo en ruinas, y al introducirlo en el ordenador de mi nave, me llevó a la Red o como se llame ese maldito lugar —relaté, intentando controlar que no alzase el tono sin darme cuenta mientras hablaba. En serio, pensar en que puto disco me había secuestrado me encendía—. Vuestros amiguitos del lugar me obligaron a participar en ese estúpido laberinto para que les entretuviera. Hasta que encontré a la encantadora Shinju, que me rescató por interés.

Inspiré y suspiré, centrándome en lo importante. Ya había respondido, así que ahora...

Me toca preguntar a mí. ¿Qué quieren unos Caballeros de la Llave Espada de mí? —pregunté, haciendo referencia al comentario de Shinju antes de irse—. ¿Por qué me has sacado de allí? ¡¿Y por qué estáis aliados con esa panda de psicópatas asesinos?!

En la última pregunta no pude evitarlo, y elevé el tono. Pero no me arrepentía. Tenía muchas otras preguntas en mente, pero por ahora la pelota estaba ahora en el tejado de Ariasu, y esperaba que cumpliera con las respuestas.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Sab Jul 04, 2015 6:14 pm

Ariasu escuchó con atención la historia de Nathan y su periplo por la Red. Una vez finalizase, la mujer junto las manos y extendió ambos dedos índices, dándose golpecitos en la barbilla. Parecía estar indagando en algo.

Curioso… Normalmente esas “invitaciones” a la Red suelen encontrarse en mundos más modernos y con abundante población. Además, creo recordar que ya no usaban discos para arrastrar a la gente a sus jueguecitos. Mandaban las invitaciones a los correos u ordenadores, y esperaban a que cualquier incauto hiciese click en donde no debía. —Se encogió de hombros—. Por cierto, sobre tu nave… Yo no tendría muchas esperanzas en dar con ella. Lo más probable es que el disco también hubiese cargado algún programa nocivo para desbaratar su sistema interno, incluyendo cualquier método que permitiese rastrearla. Sería como buscar un aguja en un millón de pajares.

Luego llegó el turno de las preguntas. La Maestra ya se debía estar esperando el tipo de cuestiones que le plantearía el chico, ya que una pícara sonrisa se dibujó en sus labios cuando Nathan no pudo contener su irritación con la última de sus dudas.

Un chico directo al grano. No me extraña que Shinju no pusiese muchas pegas para arrastrarte con ella —comentó, divertida—. Está bien, Nathan. Puesto que la existencia de otros mundos no es un misterio para ti, seguro que ya habrás oído hablar acerca de nosotros, los Caballeros. En varios mundos nos consideran unos justicieros. Otros, solo nos ven como un peligro para su hogar. —Hizo aspavientos con las manos mientras argumentaba—. En realidad, no somos ni lo uno, ni lo otro… o eso intentamos. Nuestra verdadera función es la de mantener el equilibrio entre la Luz y la Oscuridad. Un objetivo que dista mucho del de unos… conocidos.

El rostro de Ariasu se ensombreció nada más pronunciar aquella última palabra. Su faceta infantil desapareció por completo de las facciones de su cara, dando lugar a una expresión mucho más seria. Bajó levemente la cabeza durante unos segundos, apretando su agarre en los reposabrazos de la butaca. Una vez que se recompuso un poco, volvió a alzar la mirada al muchacho.

¿Has oído hablar de Tierra de Partida? Era la única Orden de Caballeros existente, hasta que nuestro líder decidió crear otra aquí, en Bastión Hueco. —Extendió las manos para abarcar la sala entera—.Él y unos cuantos Maestros nos separamos de ellos, en contra de su tiránica predisposición por la Luz. —Su semblante se endureció aún más—. Una panda de hipócritas y extremistas que son capaces de cualquier cosa.

>>Y es por ello que necesitamos toda la ayuda posible, como la que nos ofrece Clu a cambio de enseñarle a controlar a los Sincorazón. No te culparé si piensas mal de nosotros por colaborar con personas como él. Créeme, no serías el primero que nos ve como los malos de la película —alegó con una mueca de indiferencia—. Pero las cosas están así: O tomamos cartas en el asunto, o dejamos que Tierra de Partida se salga con la suya. —Soltó un largo suspiro—. Son ellos… o nosotros.

Ariasu se calmó, recomponiéndose y volviendo a su semblante alegre una vez más. Con una exagerada lentitud, entrelazó los dedos y apoyó su barbilla en el dorso de las manos, devolviéndole a Nathan una sonrisa típica de una niña inocente.

Y con lo de toda la ayuda posible no solo me refiero a hacer tratos de conveniencia. —Le guiñó un ojo—. También buscamos a personas con potencial, como tú, para formar parte de la Orden. Así es, te traje a nuestra base para proponerte la oferta de convertirte en mi aprendiz. No te falta valor para hacerle frente a los Sincorazón, y con un poco de entrenamiento podrías sacar a relucir tu auténtica fuerza.

>>¿Qué me dices, viajero? Seguirías pudiendo viajar entre mundos. Claro que la decisión es solo tuya.
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Ronda #12 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Dom Jul 05, 2015 6:52 pm



Curioso… Normalmente esas “invitaciones” a la Red suelen encontrarse en mundos más modernos y con abundante población. Además, creo recordar que ya no usaban discos para arrastrar a la gente a sus jueguecitos. Mandaban las invitaciones a los correos u ordenadores, y esperaban a que cualquier incauto hiciese click en donde no debía.

A mí no me mires. —Yo también me encogí de hombros—. Yo simplemente encontré ese disco.

Por cierto, sobre tu nave… Yo no tendría muchas esperanzas en dar con ella. Lo más probable es que el disco también hubiese cargado algún programa nocivo para desbaratar su sistema interno, incluyendo cualquier método que permitiese rastrearla. Sería como buscar un aguja en un millón de pajares.

¡¿Qué?!

Me quedé con la boca abierta, sin saber cómo reaccionar. ¡Dios, no podía ser! ¡La nave! Con todo el tiempo que había pasado arreglándola, asegurándome de que todo funcionase bien, limpiándola... Y ya no era sólo eso. Ese chisme era prácticamente mi hogar, mi casa. Y ahora, la había perdido...

¡¡Joder!!

Lleno de rabia, le arreé una patada al ordenador, igual que Shinju había hecho antes. ¡No era justo! Sin dinero no podría comprarme otra, por no hablar que no tendría medios para viajar entre mundos... ¿Cómo volvería con Vic?

Cuando llegó el turno de mis preguntas, Ariasu sonrió con picardía. ¿Acaso se esperaba mi reacción?

Un chico directo al grano. No me extraña que Shinju no pusiese muchas pegas para arrastrarte con ella. Está bien, Nathan. Puesto que la existencia de otros mundos no es un misterio para ti, seguro que ya habrás oído hablar acerca de nosotros, los Caballeros. En varios mundos nos consideran unos justicieros. Otros, solo nos ven como un peligro para su hogar.

¿Y qué sois realmente? —le pregunté, firme, con los brazos cruzados.

En realidad, no somos ni lo uno, ni lo otro… o eso intentamos. Nuestra verdadera función es la de mantener el equilibrio entre la Luz y la Oscuridad. Un objetivo que dista mucho del de unos… conocidos.

Enarqué una ceja, observando como el semblante de la mujer cambiaba completamente. Su aire divertido y alocado se esfumó, reflejando ahora una sensación de enfado y tristeza difícil de interpretar. Poco tardó en volver a mirarme, aunque todavía estaba rara.

¿Has oído hablar de Tierra de Partida? —Asentí—. Era la única Orden de Caballeros existente, hasta que nuestro líder decidió crear otra aquí, en Bastión Hueco. Él y unos cuantos Maestros nos separamos de ellos, en contra de su tiránica predisposición por la Luz. Una panda de hipócritas y extremistas que son capaces de cualquier cosa.

Por cómo hablas, empiezo a creerme los rumores de que estáis en guerra contra ellos —comenté.

Luz, oscuridad, equilibrio. Eran conceptos que sabía que existían, que estaban allí, pero que nunca me habían preocupado ni esforzado por entenderlos del todo. Pero si me dieran a elegir, creo que prefería lo del equilibrio.

>>Y es por ello que necesitamos toda la ayuda posible, como la que nos ofrece Clu a cambio de enseñarle a controlar a los Sincorazón. No te culparé si piensas mal de nosotros por colaborar con personas como él. Créeme, no serías el primero que nos ve como los malos de la película

En este tema en concreto, lo sois —protesté, con el ceño fruncido.

Pero las cosas están así: O tomamos cartas en el asunto, o dejamos que Tierra de Partida se salga con la suya. —Suspiró—. Son ellos… o nosotros.

Casi al instante recuperó su alegría natural, la misma que tenía cuando la vi por primera vez, apoyando la barbilla en sus manos entrelazadas y mirándome con una sonrisita.

Sí, vale, lo pillo, tenéis vuestros problemas y es un mal necesario o como quieras llamarlo, pero sigue sin estar bien —recopilé, tras reflexionar levemente lo que me había contado—. De todos modos, sigo sin saber qué tiene todo eso que ver conmigo.

Y con lo de toda la ayuda posible no solo me refiero a hacer tratos de conveniencia. —¿Me acababa de guiñar un ojo?—. También buscamos a personas con potencial, como tú, para formar parte de la Orden.

Parpadeé varias veces, incrédulo.

Perdona, ¿qué?

Así es, te traje a nuestra base para proponerte la oferta de convertirte en mi aprendiz. No te falta valor para hacerle frente a los Sincorazón, y con un poco de entrenamiento podrías sacar a relucir tu auténtica fuerza.

Tampoco es que tuviera otra opción cuando peleé contra el sincorazón: o luchaba, o dejaba que me matase. Cualquiera con dos dedos de frente habría hecho lo mismo que yo. ¿No...?

>>¿Qué me dices, viajero? Seguirías pudiendo viajar entre mundos. Claro que la decisión es solo tuya.

Y-yo... ¿Estás de coña?

Por primera vez en tiempo, estaba sin palabras. Retrocedí un par de pasos, rascándome la cabeza, algo ofuscado. ¿De verdad iba en serio? No sabía ni cómo reaccionar. Es decir, era una oferta bastante importante. Los Caballeros de la Llave Espada eran pura leyenda, vivían aventuras impresionantes y viajaban por mundos que mi nave ni siquiera salían en los mapas estelares. Tenía que reconocerlo, sonaba genial, sobre todo lo de sacar a relucir mi auténtica fuerza.

Pero una parte de mí se negaba a aceptarlo tan fácilmente. ¿Dónde estaba el truco? ¿Por qué yo? Yo no era nadie. No tenía hogar, no tenía pasado, no tenía nada. Viajaba entre mundos, pero nunca me quedaba en uno lo suficiente como para considerarlo un hogar, ni siquiera Ciudad de Paso. Sólo tenía a mi hermana.. Y ella ni siquiera estaba ya conmigo. ¿Cómo iba a meterme en algo así sin ella?

Tal vez...

Tengo una condición. No, dos condiciones —dije al fin, tras la necesaria reflexión, levantando dos dedos—. Mi hermana melliza, Victoria, está ahora en Villa Crepúsculo. Si me quieres a mí de aprendiz, la quieres a ella también. No me quedaré sin ella, eso no es discutible. Ah, y no pienso obedecer ninguna orden que incluya matar a alguien o hacer cualquier locura que vaya contra mis principios.

Extendí la mano hacia Ariasu.

»Estas son mis condiciones. Si aceptas, me apunto.

Me estaba lanzando bastante al vacío, y me la podía pegar pero bien. Pero era una nueva oportunidad en la vida, y en aquel momento sólo podía mantenerme firme y esperar que la maestra me aceptase tal y como yo era.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Jue Jul 09, 2015 9:29 pm

Tengo una condición. No, dos condiciones. —Ariasu invitó con un gesto de su mano a Nathan para que las comentase. Por el momento, estaba dispuesta a escucharle—. Mi hermana melliza, Victoria, está ahora en Villa Crepúsculo. Si me quieres a mí de aprendiz, la quieres a ella también. No me quedaré sin ella, eso no es discutible.

La Maestra mostró una expresión de complicidad ante esa propuesta, cruzándose de brazos y ladeando la cabeza de un lado a otro.

Nathan, Nathan… Piensa que no solo depende de mí eso —le aclaró—. También habría que comprobar si tu hermana es apta; la Llave Espada requiere de ciertas condiciones para desbloquear el poder latente de una persona. Por no hablar de que ella misma tendría que decidir si quiere o no entrar en la Orden. Sé que el asunto de los familiares para un Caballero es complicado, pero te puedo asegurar que podrías ir a visitarla siempre que quisieras.

>>¡Por cierto! —saltó de repente, llevándose un dedo a la barbilla—. Mira que es coincidencia, pero me acabas de recordar que hoy mismo nos ha llegado una nueva aprendiza. Y se llama Victoria, como tu hermanita. ¡Tendrías que haberla visto! —exclamó con emoción—. Parecía un ángel con esas alas de metal tan bonitas. Tengo que preguntarle de dónde las ha sacado.

Ariasu esperaría a ver la reacción de Nathan…. Porque seguro que el joven tendría algo que decir al respecto. ¿A quien conocía él que tuviese unas alas metálicas?

¡¡No me digas que es ella!! —Los ojos de Ariasu le hicieron chiribitas, al mismo tiempo que se puso a dar palmadas—. ¡Eso es genial! Y nos ahorrará el buscarla. Ahora no me podrás decir que no vas a aceptar mi propuesta, ¿verdad?

Ah, y no pienso obedecer ninguna orden que incluya matar a alguien o hacer cualquier locura que vaya contra mis principios.

La cara de alegría que llevaba la mujer se esfumó al instante. Se mantuvo en silencio mientras miraba con recelo a Nathan durante unos largos cinco segundos que debieron hacérsele eternos. Entonces, Ariasu esbozó una pícara sonrisa.

Tienes suerte de que no te haya escuchado Nanashi. No podría asegurar tu integridad física de haberla tenido delante —rió, tapándose la boca con la mano. Una vez terminó, adoptó un semblante serio—. Aprovecharemos para que seas consciente de ello antes de que aceptes nada: Sí, estamos en guerra con Tierra de Partida. Sabes lo que ocurren en las guerras, ¿verdad? De todo menos bonito. Y por muy cruel que suene, tenemos que afrontar decisiones que no son “bonitas”.

Ariasu posó sus manos en las caderas, y observó a Nathan con pesar.

>>No obstante… también es verdad que hay varias formas de librar las guerras. ¿No quieres matar a nadie? Vale, pero a cambio tendrás que demostrarme que eres capaz de detener a esos déspotas de la Luz. Deberás luchar por la Orden y protegerla. Y Piensa que ahora tu hermana forma parte de ella. ¿Permitirías que los de Tierra de Partida le hiciesen algo?

Ariasu extendió el brazo e invocó su propia Llave Espada, una con un diseño muy diferente al de Shinju. Agarró el arma por la hoja y le acercó la empuñadura al chico, ofreciéndosela.

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Si estás dispuesto a luchar por la Orden, toma mi Llave Espada, y acepta su poder. —Nathan no tendría muchas objeciones al respecto. Más o menos, sus dos condiciones ya no le supondrían un impedimento. Es más, quizás ahora se viese obligado a aceptar la oferta de Ariasu cuando Victoria ya se le había adelantado. Cuando el joven agarrase el mango de la Llave, esta desaparecería en un resplandor blanquecino—. Bien, ahora te toca a ti. Invoca tu Llave Espada con tan solo desearlo.

Y así sería. En el momento que Nathan tuviese la más mínima intención de seguir el consejo de Ariasu, su propia Llave Espada aparecería por arte de magia en la palma de su mano.

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Bienvenido a la Orden de Bastión Hueco, Nathan. Esta vez es de forma oficial. —Sonrió—. Ahora que eres caballero, tengo un regalito para ti.

La Maestra rebuscó en uno de sus bolsillos, y se sacó una placa de metal circular, lanzándosela a Nathan para que la atrapase al vuelo. Le señaló una igual que ella misma llevaba en el hombro. Le indicó que se la colocara.

La armadura. Un indispensable para todo Caballero. Actúa como protección a la hora de viajar entre mundos, bastando con apretarla para equipártela. La necesitamos para los desplazamientos por el intersticio al usar un medio de transporte que no cuenta con la seguridad de una nave gumi: el glider… Pero eso ya te lo explicaré en otro momento. Aquí dentro no hay espacio suficiente para hacerte una demostración.

Y esperó pacientemente a que su nuevo aprendiz probase su regalo.

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¡Última ronda! Puedes aprovechar para poner en tu post la imagen de la armadura. Para el glider, puedes meter la imagen en cualquier otro tema para presentarlo, o también puedes pedir que te la añadan en el tema de Actualizaciones.
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Ronda #13 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Mié Jul 15, 2015 6:31 pm


Nathan, Nathan… Piensa que no solo depende de mí eso. —Movía la cabeza de un lado a otro, pensativa—. También habría que comprobar si tu hermana es apta; la Llave Espada requiere de ciertas condiciones para desbloquear el poder latente de una persona. Por no hablar de que ella misma tendría que decidir si quiere o no entrar en la Orden. Sé que el asunto de los familiares para un Caballero es complicado, pero te puedo asegurar que podrías ir a visitarla siempre que quisieras.

Mi hermana es tan fuerte como yo, tal vez más, pasará la prueba sin problemas —me apresuré a aclarar, afirmando con la cabeza. Habíamos sobrevivido los dos solos durante años, viajando en una pequeña nave, y podía considerar que ambos éramos fuertes de por sí—. Y yo la convenceré para que acepte. Creo...

Vale, tenía que reconocerlo, tampoco podía estar seguro. Si algo destacaba en mi hermana, era que en ocasiones se comportaba de forma rara, muy impredecible. A mí me podía parecer una oportunidad fantástica, pero puede que a ella no se lo pareciese tanto. ¿Estaría haciendo bien en aceptar sin consultarlo primero con ella...? Porque tenía bastante claro que no quería hacer esto yo solo.

>>¡Por cierto! Mira que es coincidencia, pero me acabas de recordar que hoy mismo nos ha llegado una nueva aprendiza. Y se llama Victoria, como tu hermanita. —Enarqué una ceja, sorprendido. ¿No será...? —. ¡Tendrías que haberla visto! Parecía un ángel con esas alas de metal tan bonitas. Tengo que preguntarle de dónde las ha sacado.

¡¿A-alas en la espalda?! —balbuceé, abriendo los ojos como platos—. ¿Eran de metal? ¿Y tenía el pelo azul?

Cuando Ariasu me lo confirmó, me llevé la mano a la frente, incrédulo. ¡Pero será arpía! ¡Había aceptado sin mí! Vale, sí, yo iba a hacer lo mismo, pero al menos pensaba ir corriendo a buscarla para que se uniera ella también. Fijo que ese Kit había tenido algo que ver.

Esa Victoria es MI Victoria. —Apreté los puños y los dientes, enfurruñado—. Voy a arrancarle esas alas de pollo que tiene...

¡¡No me digas que es ella!! ¡Eso es genial! Y nos ahorrará el buscarla. Ahora no me podrás decir que no vas a aceptar mi propuesta, ¿verdad?

Cuando llegó mi segunda condición, la de no aceptar órdenes que fuesen en contra de mis principios, como por ejemplo matar, la cosa fue más complicada. Ariasu se quedó callada, observándome en un incómodo silencio que me puso de los nervios.

Tienes suerte de que no te haya escuchado Nanashi. —¿Nanashi? ¿Sería otra Maestra de Bastión Hueco? ¿Tal vez la líder?—. No podría asegurar tu integridad física de haberla tenido delante. Aprovecharemos para que seas consciente de ello antes de que aceptes nada: Sí, estamos en guerra con Tierra de Partida. Sabes lo que ocurren en las guerras, ¿verdad? De todo menos bonito. Y por muy cruel que suene, tenemos que afrontar decisiones que no son “bonitas”.

Algo había oído. No me motiva demasiado eso de la guerra, la verdad —comenté, cruzándome de brazos.

>>No obstante… también es verdad que hay varias formas de librar las guerras. ¿No quieres matar a nadie? Vale, pero a cambio tendrás que demostrarme que eres capaz de detener a esos déspotas de la Luz. Deberás luchar por la Orden y protegerla. Y Piensa que ahora tu hermana forma parte de ella. ¿Permitirías que los de Tierra de Partida le hiciesen algo?

¡Claro que no! —protesté al instante—. No he dicho que no vaya a luchar si hace falta. Pero no soy un asesino.

La respuesta de la mujer fue alargar su brazo e invocar su Llave Espada. Era distinta a la que tenía Shinju, más fina y con un diseño propio. La cogió por el filo y me la acercó, como invitándome a cogerla.

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Si estás dispuesto a luchar por la Orden, toma mi Llave Espada, y acepta su poder.

No lo dudé. Meditar demasiado las cosas no iba conmigo, y con Victoria ya dentro tampoco tenía mucho más que protestar. Alargué la mano, y cogí el mango de la Llave Espada, que desapareció al instante en un resplandor.

Abriendo y cerrando la mano, me quedé mirándola con el ceño fruncido. No me notaba especialmente diferente.

¿Ya está?

Bien, ahora te toca a ti. Invoca tu Llave Espada con tan solo desearlo.

Imitando lo que había hecho ella antes, extendí el brazo y deseé que apareciera mi propia arma. Para ser sincero, en el momento me sentí bastante ridículo, intentando hacer trucos de magia, pero en cuanto la Llave Espada apareció, tuve que reconocer que había sido chulo. La mía también era diferente a las otras dos, más plana, con el mango amarillo y el filo plateado.

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Mooola.

Bienvenido a la Orden de Bastión Hueco, Nathan. Esta vez es de forma oficial. —Sonrió—. Ahora que eres caballero, tengo un regalito para ti.

El regalo fue una placa metálica, pequeña y circular, que me lanzó al vuelo para que la cogiese. Con un gesto, me indicó que me la pusiera en alguna parte del cuerpo.

La armadura. Un indispensable para todo Caballero. Actúa como protección a la hora de viajar entre mundos, bastando con apretarla para equipártela. La necesitamos para los desplazamientos por el intersticio al usar un medio de transporte que no cuenta con la seguridad de una nave gumi: el glider… Pero eso ya te lo explicaré en otro momento. Aquí dentro no hay espacio suficiente para hacerte una demostración.

Vale. —Encogí los hombros, colocándome la placa en el hombro, sin llegar a activarla—. ¿Puedo ir ya a ver a mi hermana... Maestra?

Esta elección cambiaba mi vida para siempre. ¿Me arrepentiría? ¿O sería lo mejor que me hubiese pasado para siempre? No lo sabía. Fuera fácil o difícil, estaba dispuesto a intentarlo. Con la ayuda de Victoria, nada podría pararme.


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¡Y fin! Pondré imagen de la armadura y el glider más adelante, todavía tengo que buscarlas. Un placer haber hecho el prólogo contigo, Draz, nos vemos en la trama.
Hasta el próximo prólogo~ *Astro huye*
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Jue Jul 16, 2015 7:03 pm

¿Puedo ir ya a ver a mi hermana... Maestra?

Ariasu rió, entrecerrando los ojos y negando con la cabeza. La mujer le devolvió a Nathan una afable sonrisa, similar a la de una madre cuando le consentía a su hijo todos sus caprichos.

Desde luego… Los aprendices nos salís cada vez más consentidos —se burló, tapándose la boca con la mano—. ¿Sabes qué? Por ésta vez, vamos a pasar del protocolo. No hay nada tan bonito como el reencuentro de dos hermanos que han vuelto a juntarse por el destino —proclamó con un tono teatral, alzando los brazos. Luego, agarró a Nathan de la mano y tiró de él—. ¡Venga, vamos! Hay que buscar a tu hermanita.

Quisiese o no, Nathan tendría que acceder a seguir a su nueva Maestra. Le llevó literalmente a rastras a la salida de la sala de ordenadores, haciendo gala de una fuerza tremenda que no pegaba para nada con una constitución como la suya. Se la veía emocionada, tanto que parecía que fuese ella la que tuviese una hermana a la que no veía desde hace tanto tiempo.

El recién nombrado aprendiz se vio obligado a correr por los tenues pasillos del bastión mientras Ariasu lo guiaba por la fuerza, canturreando de manera infantil. Todo aquello le resultaría nuevo, pero tarde o temprano tendría que acabar acostumbrándose a su nuevo estilo de vida. Tendría que recorrer numerosas veces esos pasillos, y también vérselas con aquella mujer tan extravagante a la que llamaría Maestra.

El viajero podría considerarlo como un nuevo mundo por explorar. Uno en el que contaría con la compañía de su hermana. Uno al que a partir de ahora llamaría “hogar”.

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¡Y tercer prólogo finiquitado por el señor Astro, señores!

Lo admito. El prólogo me ha quedado largo de narices. Desde un principio no tenía pensado meterle tantas rondas, pero… He tenido que alargarlo para no tener un final tan abrupto.

Me ha gustado tu interpretación con el nuevo personaje. Nathan se ha mostrado tal y como lo describías en su ficha: rebelde, impulsivo (aunque no por ello insensato, como lo era Adam en ciertas situaciones), y con una gran facilidad para cabrearse. Al tenerte en tantos temas, me he fijado en que sueles cambiar con frecuencia el estilo de narración, como si no te decidieses por uno en concreto. No digo que tengas elegir uno ya… Pero a la larga, intenta decantarte por por el que más te convenza, ya que ayudaría bastante a leer con fluidez al personaje sin tanto cambio.

¡Nathan gana 19 PX y sube al nivel 2! 6 puntos para subir al siguiente nivel.

Obtienes:
-Llavero Cadena del Reino
-Armadura
-Glider
-Habilidad: Materialización del arma


Y con esto dicho, servidor se despide. Como vuelva a ver un prólogo tuyo por aquí, te arrearé tal puntapié en el culo que te hará desaparecer de la faz del rol
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