[La Red] Son ellos... o yo
Publicado: Lun May 25, 2015 6:03 pm
Pobre Nathan Knight. Aquel muchacho había tenido una vida tranquila, viajando de un lado a otro para ampliar su saber, y siendo su hermana melliza la única preocupación que tenía. Ni siquiera él habría llegado a imaginarse la que se le iba a venir encima. ¿Quién le iba a decir que aquel misterioso disco que encontró sería el principio de todo?
Inocente de él, lo introdujo en la computadora de su nave gumi, quizás esperando encontrar algo de valor en su interior. Pero nada lejos de la realidad, lo único con lo que dio fue la puerta a los problemas que se le avecinaban: la máquina comenzó a cargar una serie de códigos desconocidos para él que circulaban a toda velocidad por la pantalla. Por mucho que intentase detenerla, el ordenador haría caso omiso a cualquier comando que introdujese.
Tras un rato, la cascada de números y símbolos cesó, siendo sustituida por un mensaje que parpadeaba en la pantalla:
Solicitud para los juegos confirmada. Diviértete.
Del monitor salió una potente luz blanca que bañó todo el interior de la nave. Todo a su alrededor empezó a fragmentarse en miles de cubos que eras arrastrados a la pantalla, y Nathan sintió como aquella misteriosa fuerza intentó hacer lo mismo con él.
Podía resistirse todo lo que quisiese, pero sería inútil: La luz se lo tragó.
***
Una vez que el joven intelectual recobrase el sentido, en lo primero que repararía es que ya no se encontraba en su nave. A su alrededor no encontraría nada más que decenas de edificios, todos ellos de un lúgubre tono grisáceo y con múltiples franjas luminosas que recorrían su superficie. Las estructuras de allí no eran lo único deprimente, ya que si alzaba la vista, daría con un cielo tormentoso que azotaba la ciudad.
Antes de que el chico llegase a moverse, se percataría de que no estaba solo: al fondo de la calle en la que se encontraba se podían vislumbrar a tres figuras que se encaminaban hacía su posición. Los individuos en cuestión vestían con un traje negro de una sola pieza por el que circulaban patrones de luz naranja, con la cabeza cubierta por un casco que impedía verles el rostro, y blandiendo unas lanzas a juego con la indumentaria.
El trío se plantó delante de Nathan, inmóviles cual estatuas, observándolo fijamente y sin pronunciar palabra alguna. ¿Cómo procedería el muchacho?
Inocente de él, lo introdujo en la computadora de su nave gumi, quizás esperando encontrar algo de valor en su interior. Pero nada lejos de la realidad, lo único con lo que dio fue la puerta a los problemas que se le avecinaban: la máquina comenzó a cargar una serie de códigos desconocidos para él que circulaban a toda velocidad por la pantalla. Por mucho que intentase detenerla, el ordenador haría caso omiso a cualquier comando que introdujese.
Tras un rato, la cascada de números y símbolos cesó, siendo sustituida por un mensaje que parpadeaba en la pantalla:
Del monitor salió una potente luz blanca que bañó todo el interior de la nave. Todo a su alrededor empezó a fragmentarse en miles de cubos que eras arrastrados a la pantalla, y Nathan sintió como aquella misteriosa fuerza intentó hacer lo mismo con él.
Podía resistirse todo lo que quisiese, pero sería inútil: La luz se lo tragó.
Una vez que el joven intelectual recobrase el sentido, en lo primero que repararía es que ya no se encontraba en su nave. A su alrededor no encontraría nada más que decenas de edificios, todos ellos de un lúgubre tono grisáceo y con múltiples franjas luminosas que recorrían su superficie. Las estructuras de allí no eran lo único deprimente, ya que si alzaba la vista, daría con un cielo tormentoso que azotaba la ciudad.
Antes de que el chico llegase a moverse, se percataría de que no estaba solo: al fondo de la calle en la que se encontraba se podían vislumbrar a tres figuras que se encaminaban hacía su posición. Los individuos en cuestión vestían con un traje negro de una sola pieza por el que circulaban patrones de luz naranja, con la cabeza cubierta por un casco que impedía verles el rostro, y blandiendo unas lanzas a juego con la indumentaria.
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El trío se plantó delante de Nathan, inmóviles cual estatuas, observándolo fijamente y sin pronunciar palabra alguna. ¿Cómo procedería el muchacho?
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