Victoria levantó la mano en dirección a la empuñadura, pero a escasos centímetros de ella detuvo la mano. Un recuerdo le había pasado por la mente, algo que su viejo amigo no había dejado de repetir en los últimos meses: las primeras palabras de un Maestro antiguo, cuyo nombre Victoria incluso desconocía.
Una vez la toques, no habrá vuelta atrás.
Dudó un instante sobre si era aquello lo que quería. No quería tomar la decisión a la ligera; Ivan Kit pareció arrepentirse de dar la espalda a sus amigos y a los Caballeros. Victoria no quería acabar así, no estaba segura de si quería atar su vida a aquel destino.
Pero recordó la admiración que le despertaban los Caballeros. Laforet, Hoghes, Alexander... Kit se las había arreglado para presentarles a algunos de los más prometedores Caballeros actuales. Cada segundo que pasaba con ellos le hacía sentir más admiración, tomarlos como modelos a seguir aunque estuviesen muy lejos de lo que ella era en aquel momento. Se dio cuenta de que aquella era su propia senda.
Victoria cerró el puño alrededor de la Llave Espada y algo despertó en su corazón. En ese momento no necesitaba echar la mirada atrás; sabía lo que quería. Aunque significara no regresar, no dejar un cuerpo para la posterioridad y permanecer eternamente en aquella Necrópolis cuando todo acabara.
Su destino era ser un Caballero de la Llave Espada.
—Está hecho. Bienvenida a la Orden de Bastión Hueco, Victoria. Ahora eres mi aprendiza.
El resto fueron lecciones básicas para la muchacha. Cómo invocar la Llave Espada desde su corazón, transformarla en un medio de transporte entre mundos, la entrega de la armadura... La cual ya tenía, por parte de Ivan. Pero no quería usarla tal cual; en su lugar, probó si podían juntarse ambos trozos. Y tras intentarlo, con éxito o no, colocó las piezas en su espalda y sus alas, tras quitarse la mochila. Necesitó desplegar sus extensiones para ello, y se sintió liberada al hacerlo. Invocó su armadura y observó.
El resultado era una armadura de cuerpo completo, de color oscuro y negro. Sus alas mecánicas se veían reforzadas también dentro de la armadura, lo que pensó que podía ser una complicación para moverlas con libertad; tendría que practicar, aunque no serían un problema ya que nunca le habían servido para volar.
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—¿Qué quieres hacer ahora, Victoria? Imagino que querrás reunirte con tu hermano. Puedes venir antes a Bastión Hueco o ir directamente a buscar tus cosas.
—Creo que necesito primero hablar con mi hermano —contestó la muchacha tras sopesar sus opciones—. Es personal. Tengo que explicarle que ahora nuestros caminos se separan...
Aquello sería duro: sólo se había despegado de él para cuidar de Kit. El resto de sus vidas las habían pasado juntos, y explicar ahora que iba a unirse a una Orden en un castillo oscuro y siniestro no sería algo recibido por las buenas. Suspiró y pensó en qué le diría, cómo recibiría la noticia...
—He de hacerte una pregunta: ¿Ivan Kit te habló del conflicto entre Bastión Hueco y Tierra de Partida?
El qué.
—Sé algo, pero no demasiado —los últimos había estado sin noticias del interespacio, pero sabía lo básico sin preguntar a Ivan: había dos grupos que se llevaban muy mal y que podrían ponerse a pegarse de leches en cualquier momento si no solucionaban sus problemas diplomáticamente—. ¿Creo que comentó algo sobre la paz?
Sí, algo le sonaba de que Tierra de Partida había hecho las paces con ellos en un mundo tecnológico o algo así. Tampoco es que estuviese enterada mucho.