¿Cómo podría describir aquello? Parecía estar perdido nada más atravesarlo, una sensación rara y extraña me invadía. Era bastante simple lo que Ryota me pidió, de volver a casa. Pero esa sensación no se olvidaba, como la mirada vacía de aquel chico. Sensaciones que confundían todos mis pensamientos lógicos y establecidos que tenía ya en mente. No encontraba adjetivos que no mostrasen falsas abstracciones de oscuridad, podría decirse que era atractivo para mi todo aquello que no viniese con la mano del gusto general. Pero si pensaba que era fría ya la celda de aquel lugar, el suelo en el que caí era de símil temperatura. ¿Irme a casa? Era gracioso, tuve la peor idea del universo en ir hacia el portal de aquel guaperas. Todo por un simple detalle, un minúsculo detalle, ¿¡De qué me sirve escapar si sigo con las malditas e indeseables esposas!?
No sabía bien donde acabé pero presumiblemente en Ciudad de Paso, por suerte parecía el ruido metálico de las cadenas y el sonido seco de un buen golpe contra el suelo no había llamado la atención a nadie. Ahora faltaba una cosa, librarme de esta cosa. ¿Cómo? Ni idea. Traté de tirar, intentando hacer fuerza para intentar romper al menos un eslabón. Pero sólo pudo servir el ver cómo tenía otra parte de un esqueleto como símbolo. Esta vez un cráneo. ¿Cómo podría ir a casa con esta mierda encima? Pues pensando estuve unos minutos. Ya era de tarde y no tenía medio de contacto con Holmes. ¿Hace cuanto que me buscaba? No me moví del lugar, quizá para no tener que estar arriesgándome el cuello. ¿Qué otro lugar podría ir? ¿Podría intentar escalar los edificios e ir por…? Me partiría el cuello y eso sin grilletes, con ellos seguro que me quedaría tetrapléjico en menos de lo que se dice esternocleidomastoideo. Me senté en una esquina del callejón mientras pensaba en una gran idea. Aprovechando que llevaba bata y camiseta lo mejor era la idea de… Oh, era cierto, las esposas no permiten quitarse las mangas de la bata. Un buen plan para el cubo de la basura mental que tenía. ¿Qué más podría ser? Sé que podría intentar hacer algo y así que lo intenté.
Casi haciendo contorsionismo, por que dolía un poco y tenía de hacer malabares para sacarme la bata hasta que las mangas se quedaran atascadas en los grilletes. Lo siguiente era doblarla de cualquier manera posible ocultando los grilletes. Con eso creía ya que a pesar de ser algo chapucero solo quedaba buscar cómo hacer que no se vieran las cadenas. Por la espalda no, la bata era blanca y destacarían. ¿Por el cuello? Era una idea simple y nadie se fijaría ni pondría atención. Callejearía por callejones hasta mi casa llamaría a la puerta o sacaría la llave bajo el felpudo que teníamos en la entrada, pegado con una cinta americana. Y así fue, tomé aire para evitar tener ansiedad por estar con gente a mi alrededor. No lo soportaba, prefería los sucios y poco visitados callejones. Me guiaba más por esas zonas de la ciudad, y así que nada más tener oportunidad de ir por esa zona descansaría los brazos. Mirando por todos lados, especialmente mi espalda. Con la mano ocultando parte de la cadena, caminé ignorando a las personas. Odiaba mirar a la gente que vivía en su mundo feliz lleno de sonrisas y creyendo cualquier cosa que les contaran. Yo siempre he sido un escéptico, pero lo de hoy casi hacía que llegase a mi límite del día en cuanto a experiencias vividas. Podría suicidarme y decir que ya estaba harto de tanto lío.
Llegando al edificio y llegando a la puerta tuve la suerte de que siguiera la llave. Así que la saqué mientras miraba que no hubiera nadie por el pasillo y abrí la puerta para poder cerrar y ver que no estaba Holmes. ¿Dónde estaba ese pelirrojo? No podía ni ducharme, ni cambiarme de ropa. Pero en mi mente venía una sola a la cabeza, ¿lo que me dijo aquel hombre? ¿Qué si pronto me buscarán esos Villanos Finales? ¿Dónde estaría Holmes ahora? ¿Me estarían buscando? Nada de eso. Lo que pensaba ahora era una maldita taza de café.
Café, todo este día valía su peso en café… O como otros dicen, en oro. Me hice una taza mientras esperaba que el tiempo pasara, con una taza me refería a casi unas 4 tazas. Necesitaba reponer energía y doparme a cafeína. Cogí la taza, la tercera, para posarla en los labios y comenzar a servirme de su amargo sabor el microondas sonó para avisar que la pizza que puse y que teníamos para cenar esta noche (una para cada uno, claramente). Yo saqué la mía con cuidado y me puse a leer el libro que estaba leyendo Holmes esta madrugada. Me sacaba una sonrisa porque él escribía en los márgenes de los libros, los subrayaba, examinaba y señalaba las páginas. Yo por mi parte llenaba los libros de trozos de papel con todo lo que escribía y llenaba la contraportada con bolígrafo y lapicero, eran incontables las veces que ponía “Cliché” en los libros sobre las partes que ya me daban ganas de llenar de corrector líquido. Hice otra lectura rápida al libro esperando a la noche, a la cuarta taza y media pizza me venía en la cabeza el palo que tendría que superar si seguía con eso en mis muñecas. Era pesado y quizá si seguía así podría hacerme unas bonitas marcas. Cogí el tercer trozo de la pizza con anchoas, para entonces la puerta se abrió y mostró al chico con gafas de sol que parecía preocupado. Su mirada de asombro era para retratarla, quizá había dado unas caminatas buscándome pero cambió a una sonrisa llena de alivio.
Alivio, eso sentíamos los dos al vernos. Cerró la puerta pero su mirada de alegría pasó a una llena de molestia. —Dos horas más y juro que llamaba a mi padre… ¿Has vuelto a irte por ahí? —Su voz en aquel momento era estridente y llena de molestia. Aparté la mirada y puse el marca-páginas. Él se aceró y yo no respondía, sólo me levanté y le mostré el precioso regalo que me ataron encima. Me miró con incredulidad y parecía tartamudear—¿Q-qué haces con eso, tío?
—Esto ha sido un regalo de un subordinado de nuestro nuevo alcalde — Contesté, terminé la taza para dejarle tiempo poder recibir su mirada de los sermones, ahora tendría un discurso. Otra cosa más para añadir al día, toda una gracia. —Hoy he tenido un día movidito, mira mi hombro… ¿Lo sueltas ya? — pregunté para levantarme para hacer otro café, seguramente esta noche tendría una diarrea por sus efectos laxantes pero tenía que aguantar la noche despierto. Todo en el caso de que aquel Rey Calado volviera y me encontrara. Si era así tendría un gran problema pero las palabras de aquel hombre no me parecían mala idea. Era lógico quedarme aquí, aunque fuera por tener esta ofrenda a mi autoestima. Me daban ganas de estrangular a alguien, pero quien más parecía con esas ganas era Dylan que movió mi bata y mi camiseta para ver mi hombro vendado. —Esto no lo has hecho tú, no lo haces tan chapuza… ¿Puedes decirme todo lo que ha pasado? No se lo diré mi padre.
Sonreí y me señaló el sofá para sentarme, yo hice caso mientras bajaba la mirada y jugué con mis dedos. Evitaba mirarle a los ojos, pero él cogía su taza de café y con la máquina que compramos a base de ahorrar y quedándonos casi sin platines. Me dio otra taza de café, y seguía bebiendo. Era tan caliente como el infierno al que iría si hubiera seguido en aquella celda así que comencé a hablar cuando se puso cómodo.
—Esta mañana, como siempre hago salí a la librería… Eso ya lo sabes, pero en el camino me choqué con un chico extraño. No le di importancia aunque me vino una idea loca de hacer una secta y todo ese rollo. ¿Después? Pues entré, una monada de chica atendía con malos modales… De tu tipo me parece que era pero no creo que sea legal.
Sin embargo, al poco de irse a por el periódico, todo se llenó de agua y un tío me atacó y acusó de que portaba la Llave Espada.
—¿Por qué te acusaron de eso? ¿Y acaso es algo ilegal? — discutió si bien algo dudoso de las acciones de Rey Calado.
—No tengo ni idea pero me derribó, conmoción cerebral y me desperté en una celda. ¡Tuve un genial compañero de celda! Un esqueleto que me atacó y casi me devora la cara, muy majo el huesitos. Me salvó un hombre que no parecía mala persona ni estaba nada… —Paré en seco por una aclaración de garganta de mi compañero de piso. No podía decirle que estaba para mojar a aquel hombre teniendo en cuenta que odiaba la homosexualidad. También recordé una cosa, era que antes pensaba en contusiones en vez de una conmoción, ¿por qué pensé en eso? Quizá por la incapacidad de pensar claramente pero tenía que terminar mi historia. —Bueno, me sacó de allí y vine.
Un suspiro y un trozo de pizza, de mi pizza, que entró a su boca y pegué un puñetazo a la mesilla. —Lo siento, no me di cuenta. — El sabía bien que odiaba que cogieran de mi comida, mis tazas y mis cosas. Un trozo de pizza que era de la mía, era mía. No le dije que pudiera cogerlo. Así que lo miré amenazantemente y él se levantó a hacer la suya mientras yo cogía el trozo robado y lo cogí como si mi anillo para gobernarlos a todos y solamente servía para volver invisible fuera. Mientras se calentaba, él se acercó a mi para coger de los grilletes y ver que no había una cerradura clara. —No servirá usar un clip o una ganzúa. Podríamos romper las cadenas pero alertarán a los vecinos el ruido y puede que te vean así y nos encierren a los dos. Tenemos que pensar que hacer. — Soltó sin seguir hablando cogió cuadernos y bolígrafos y nos sentamos. Estaba claro que pasarían algunas horas o minutos, no recordaba la hora en verdad, sentados pensando en ideas para quitarme el premio a mi mala suerte.