[La cité des Cloches] Honor de Caballero

Prólogo de Matthieu

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Sab Nov 26, 2016 6:42 pm

Matthieu estaba completamente confundido por la rápida sucesión de acontecimientos que acababan de desarrollarse ante sus narices. En un momento dado yacía por los suelos herido de gravedad y, al siguiente, aquel tipo misterioso, Vaan, había realizado magia, ¡magia!, y delante de sus propias narices había podido comprobar cómo la herida abierta se cerraba y sanaba hasta que aquella zona del cuerpo había quedado como nueva. Nunca había visto nada igual, y habría sentido un temor irracional hacia aquel extraño poder sobrenatural de no ser por que había salvado su vida y, también, la de su compañero Alain, casi moribundo.

Y por si fuera poco, había aparecido aquel gitano de la trampilla que, a juzgar por la conversación, conocía bien a Vaan. Las órdenes recibidas de arrestar a cualquiera de aquellos individuos fueron difuminándose a medida que Matthieu intentaba encontrarle un sentido a lo ocurrido. Si los gitanos invocaban a los demonios, entonces ¿por qué aquél estaba escondido y visiblemente asustado por la aparición de uno de ellos? No tenía mucho sentido. Además, parecía que Vaan, por muy misterioso y muy brujo que fuese, estaba en contra de los demonios y poseía un saber arcano que le permitía enfrentarse a ellos con suma facilidad. Matthieu, después de ver con sus propios ojos a una de aquellas criaturas, no creía que aquél fuese un saber que había que despreciar ni, mucho menos, perseguir, sino todo lo contrario. Cualquier ayuda, y en especial una tan poderosa como aquella, sería bienvenida.

Con la mente aún atribulada por esta avalancha de pensamientos que hacían temblar peligrosamente los cimientos ideológicos sobre los que se había sustentado su anodina existencia hasta la fecha, Matthieu dijo, con un hilo de voz:

Vaan... ¿Qué...? ¿Cómo has... conseguido vencer a ese demonio? Estoy confuso —suspiro con cansancio, echando una ojeada a Alain, que parecía dormir plácidamente tras su milagrosa curación—No entiendo nada, y os agradecería sinceramente que me contarais qué está pasando aquí. No temáis —añadió al ver la desconfiada expresión del gitano—, no voy a arrestaros, ni siquiera a denunciaros. No puedo sino estarte agradecido de que hayas salvado mi vida y la de mi amigo. —inclinó levemente la cabeza en señal de respeto— Pero agradecería sinceramente poder hacer algo por vosotros y por mi ciudad. Si vuelven estas criaturas malignas... No quiero ni pensar en el horror que podría desencadenarse. Ayudadme, os lo ruego. Ayudadme a combatirlas.

Matthieu estaba dispuesto a abrir su mente y a escuchar lo que Vaan y el gitano tuvieran que contarle. Y quería hacer algo, quería ayudar, quería ser tan ágil, rápido y hábil como aquel individuo y poder luchar por sí mismo contra aquellas criaturas, luchar por su ciudad y por sus seres queridos.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 26, 2016 9:13 pm

Vaan... ¿Qué...? ¿Cómo has... conseguido vencer a ese demonio? Estoy confuso.

El gitano lo contemplaba todavía con recelo, sin fiarse ni un pelo. Vaan en cambio lo miró por encima del hombro, sin dejar de trabajar en las heridas de Alain.

Magia…—respondió con suavidad.

No entiendo nada, y os agradecería sinceramente que me contarais qué está pasando aquí. No temáis no voy a arrestaros, ni siquiera a denunciaros. No puedo sino estarte agradecido de que hayas salvado mi vida y la de mi amigo.

El gitano arqueó las cejas y Vaan sonrió de lado.

¿Un guardia que está agradecido? Eso es nuevo.

Pero agradecería sinceramente poder hacer algo por vosotros y por mi ciudad. Si vuelven estas criaturas malignas... No quiero ni pensar en el horror que podría desencadenarse. Ayudadme, os lo ruego. Ayudadme a combatirlas.

Vaan suspiró y terminó con Alain. Luego se incorporó sacudiéndose las manos, abriéndolas y cerrándolas como si le dolieran un poco. Se cruzó de brazos y dijo:

Mi Orden está especializada en luchar contra estas criaturas… Eh… Creo que todavía no te has presentado.—Esperó a escuchar su nombre y asintió con la cabeza—. Matthieu. Nos dedicamos a esto y somos pocos porque no todos tienen la suficiente apertura de mente como para usar las habilidades… que tenemos que usar.—Miró de reojo al chico gitano—. En realidad no podéis hacer nada ninguno de los dos contra los demonios, como ya le intenté explicar a Zaccharie antes de que nos atacara uno esta mañana. Si no usas el arma que he empleado yo, siempre volverán a aparecer. Una y otra vez.

»Nosotros estamos trabajando en eliminarlas, pero no es fácil


¡Y entre tanto dejáis que estos —señaló a Matthieu y Alain con desprecio—persigan y quemen a mi gente! ¡Pero los demonios vienen justamente a por nosotros!

Lo sé y lo siento. Es lo único que puedo decir. No sois los únicos que estáis atosigados por los demonios y no somos muchos—dijo Vaan con lo que parecía sincera lástima. Luego se reafirmó y dijo—: Ahora deberías marcharte, antes de que llegue otro. Te escoltaré hasta donde creas que estás a salvo.—Pero antes de marcharse se acercó a Matthieu y lo estudió con una extraña intensidad—. La gente siempre persigue a los que son más débiles para echarles la culpa, pero, hayan robado o hecho daño, los crímenes por los que se está quemando a los gitanos no existen. Son inocentes. Es la oscuridad, los sentimientos negativos, los que manejan a los demonios. Cuanto más odio hay en esta ciudad, aparecen con más facilidad y devoran más y más «almas».

»Pero si la mitad fueran como tú y estuvieran dispuestos a escuchar… Aunque solo sea después de que le salven la vida
—añadió con una sonrisa irónica—las cosas serían mucho más sencillas. Si… Si quieres saber más, estaré en la taberna de Charles en la plaza de Notre Dame dentro de una semana. Pero piensa que si quieres luchar, tendrás que abandonar París. Y abrir mucho, mucho más tu mente porque ni te imaginas lo que te podrías encontrar.

Vaan se alejó hacia la puerta, por la que ya había salido el impaciente Zaccharie. En el vano se detuvo y dijo:

Ah, los molineros no tuvieron nada que ver. Zaccharie había venido a pasar la noche para conseguir trigo y yo pasaba cerca cuando atacó el demonio. Atacó a Zaccharie. El molinero y su esposa solo trataron de evitar que un inocente muriera.

Dicho esto, se marchó.

Alain gruñó y se incorporó sobre un codo. Frotándose los ojos, miró en derredor, confuso, y preguntó:

¿Qué me he perdido?

****


Una semana más tarde el castigo de Matthieu y Alain ya se había levantado. La ceremonia de la visita del rey a Notre Dame había llegado a su final sin problemas, pero el capitán Febo no había estado nada contento cuando se presentaron con la ropa desgarrada —en el caso de Alain hasta la armadura estaba rota— y aunque creyó la versión que le dieron de la historia, dijo que la disciplina era la disciplina. Nadie los libró de unos pocos latigazos, que por suerte no fueron muy fuertes, ni de pasar una noche en una celda.

Alain no había cambiado su actitud alegre y picaresca, pero se negaba a hablar de lo ocurrido en la casa del molinero. Cuentos de magia, paparruchas varias. De vez en cuando lo veía pasarse las manos por el costado, donde no quedaba ninguna prueba de la herida que casi lo había matado. Era fácil imaginar que había soñado con el accidente, si olvidaba el estado de la casa del molinero… Sin embargo, Matthieu habría notado que cuando salían a patrullar por las mañanas, miraba con nerviosismo a su alrededor en cada cruce.

Una vez se enfrentaba uno a un demonio, no podía dejar de temer que le saltara encima de un momento a otro.

Entre tanto, había terminado la semana y la taberna de Charles aguardaba. Si Matthieu pasaba por delante, reconocería a Vaan sentado en una de las mesas, bebiendo con expresión meditabunda y algo incómoda.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Dom Nov 27, 2016 6:12 pm

Matthieu necesitó más tiempo del que había pensado para asimilar toda aquella avalancha de novedades que Vaan había introducido en su vida aquél aciago día en el molino. A veces deseaba no haber salido de la ciudad y que todo hubiera seguido dentro de la cotidiana normalidad, no por los azotes que habían recibido por parte del capitán Febo, sino por que su mente era un torbellino de ideas e interrogantes durante la mayor parte del día. Incluso de noche, cuando cerraba los ojos, agotado, caía en un sueño intranquilo plagado de pesadillas en las que se aparecía aquella espantosa criatura de oscuridad y hundía su hoja demoníaca en sus entrañas. En más de una ocasión se había levantado gritando y empapado en sudor para escudriñar la negrura del dormitorio, temiendo vislumbrar aquel resplandor maléfico con el que refulgía la criatura.

Con todo, pasaron los días y el muchacho seguía dándole vueltas a lo sucedido. La rutina volvió a instalarse en su vida, pero en más de una ocasión se descubrió a sí mismo encaminando sus pasos hacia las afueras de la ciudad, en dirección al molino, como si esperaba que fuera a ocurrir algo. Cuando tomaba conciencia de aquello se detenía, sacudiendo la cabeza, y volvía a dar media vuelta, pero algo en su interior quedaba impregnado de una especie de melancolía que no conseguía explicar. Quizá era la sed de aventuras, el deseo de vivir algo increíble, mágico...

"Piensa que si quieres luchar, tendrás que abandonar París. Y abrir mucho, mucho más tu mente porque ni te imaginas lo que te podrías encontrar", había dicho Vaan justo después de indicarle que en una semana estaría en el el local de Charles, el tabernero. El joven no había dejado de darle vueltas en la cabeza a esas palabras. ¿Era un comentario sin importancia? ¿O era una verdadera invitación a unirse a Vaan y a su misteriosa orden para luchar contra los demonios? Las dudas le carcomían y no sabía qué hacer: por una parte quería volver a la normalidad y a la tranquilidad, pero una vez probado el gusto de la aventura, sabía que iba a ser muy difícil no volver a desearla.

Su amigo Alain, con su actitud de siempre, no ayudaba especialmente a mejorar las cosas. Matthieu lo conocía lo suficientemente bien como para saber que había quedado muy marcado por lo acaecido en el molino, pero por alguna extraña razón siempre que intentaba sacar el tema el otro se hacía el despistado o cambiaba de asunto con rapidez. Algunos de sus gestos, imperceptibles para casi todo el mundo, le indicaban, no obstante, que sentía un gran nerviosismo. Matthieu no podía evitar sentirse culpable por ello, pues la culpa de que Alain se hubiera visto involucrado era, en gran medida, suya.

Andaba con estos lúgubres pensamientos rondándole la cabeza una tarde al cabo de una semana cuando, al pasar delante la taberna de Charles —nunca sabría decir si fue pura casualidad o su inconsciente le llevó allí, sabedor de lo que encontraría— Matthieu, que ya había acabado su turno, vio a una figura familiar sentada a una mesa y con cara de preocupación. Las palabras de Vaan volvieron a su mente con claridad en cuanto reconoció su rostro entre el gentío que poblaba el local a aquellas horas.

Solo dudó unos breves instantes. A continuación, abrió la puerta del local y, tras pedir una jarra de vino aguado, fue a sentarse junto a Vaan.

Buenas tardes —le saludó componiendo una sonrisa—. Suponía que te encontraría por aquí —añadiría, tratando de mostrarse lo más conciliador posible—. A pesar de que la semana pasada todo lo que ocurrió fue muy... extraño, por decirlo suavemente, no he podido dejar de darle vueltas en la cabeza a lo que me dijiste. Creo que he estado este tiempo... todo este tiempo, a decir verdad... —le resultaba incómodo reconocerlo, pero no tenía más remedio— equivocado. He juzgado con demasiada precipitación, y ahora sé que debería haber sabido hilar más fino. En cualquier caso, quiero ayudar. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias que ello conlleve, a abrir mi mente y a renunciar a mis prejuicios. Tan solo pido paciencia: toda una vida viendo las cosas de una manera no se cambia en un abrir y cerrar de ojos. Pero mi decisión está tomada, y es firme, así que te ruego que me indiques qué tengo que hacer.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Lun Nov 28, 2016 12:31 am

Buenas tardes.

Buenas—saludó Vaan con algo de nerviosismo.

Suponía que te encontraría por aquí.

No estaba seguro de si ibas a venir—reconoció el chico.

A pesar de que la semana pasada todo lo que ocurrió fue muy... extraño, por decirlo suavemente, no he podido dejar de darle vueltas en la cabeza a lo que me dijiste. Creo que he estado este tiempo... todo este tiempo, a decir verdad... —Vaan esperó con paciencia— equivocado. He juzgado con demasiada precipitación, y ahora sé que debería haber sabido hilar más fino. En cualquier caso, quiero ayudar. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias que ello conlleve, a abrir mi mente y a renunciar a mis prejuicios. Tan solo pido paciencia: toda una vida viendo las cosas de una manera no se cambia en un abrir y cerrar de ojos. Pero mi decisión está tomada, y es firme, así que te ruego que me indiques qué tengo que hacer.

Vaan se humedeció los labios y dio un trago a su bebida. Luego dio vueltas al vaso. Cada vez tenía el ceño más fruncido.

La verdad es que no sé si esto es lo correcto. Verás, mi orden me permite tomar alumnos porque ya tengo cierto rango, pero significa que va a ser una vida de sacrificio. No podrás decirle nunca a tu familia lo que estás haciendo, ni tampoco a tus amigos. Es más, tendrías que dejar de vivir aquí y venirte conmigo para que te entrenara.—Vaan lo miró con seriedad—. ¿Estarías realmente dispuesto?

Cuando Matthieu le diera su respuesta, el joven se acabaría la bebida de un trago, dejaría unas monedas en la mesa y le diría:

Sígueme. Vamos a ir fuera de la ciudad, donde nadie pueda vernos. Si quieres despedirte o coger cosas, es el momento.

****


Vaan caminó bastante rato después de abandonar las murallas, hasta un punto donde las casas desperdigadas por los alrededores de la ciudad casi no estaban a la vista. Se puso de puntillas para mirar en derredor, retorciéndose un mechón de pelo con nerviosismo, y luego asintió para sí. Dejaron de lado el camino y fueron hasta una pequeña arboleda.

Bien, a ver…—De pronto ya no parecía ni de lejos tan seguro de sí mismo—. Para empezar, no vengo de este mundo.—Esperó a que sus palabras hicieran efecto—. Verás, hace mucho tiempo, existía un Reino de la Luz, pero hubo una guerra y se fragmentó en numerosos pedazos. O al menos eso dicen los libros. Cada pedazo es un mundo. Hay muchos mundos llamados París, como el tuyo. Yo vengo de uno llamado Atlántica, donde existen las sirenas y las brujas. Todos los mundos flotan sobre una nada que llamamos «el Intersticio». Si te conviertes en mi aprendiz, irás al mundo de los Caballeros de la Llave Espada.—Extendió una mano y el arma tan extraña que había visto Matthieu la última vez apareció en medio de un resplandor entre sus dedos—. Esta arma viene de tu corazón, Matthieu. Una vez aceptes la misión, no hay vuelta atrás. Te volverás muchísimo más atractivo para los demonios, criaturas que no tienen corazón. De ahí que las llamemos Sincorazón. Son seres de oscuridad que buscan la luz de otros corazones y los devoran uno tras otro. Solo la Llave Espada puede liberarlos y acabar con ellos. También… eres católico, ¿verdad? No quiero mentirte. Si aceptas la Llave Espada, no quedará cuerpo cuando mueras. Solo quedará tu Llave Espada, nada más. Tu arma será depositada en nuestro cementerio, junto a la de todos los demás guerreros que han luchado contra la Oscuridad.

Vaan esperó a que Matthieu asumiera todo lo que había dicho. Entonces tomó aire y continuó:

Yo pertenezco a una de las dos Órdenes que hay ahora mismo, la de Tierra de Partida. Hay otra, Bastión Hueco, cuyas ideas… son menos adaptadas a la «Luz» que las nuestras. Pero ahora mismo nos llevamos bien unos con otros, así que no te preocupes por ello.

»En Tierra de Partida verás a gente que no parece humana. Uno de nuestros Maestros es un ángel
—dijo con una sonrisa, aunque luego se puso serio—: Aprenderás a defenderte, a luchar y a hacer magia, no contra personas, sino contra monstruos. Dedicarás tu vida a la lucha contra los Sincorazón y al equilibrio de los mundos. Será duro, podrías morir. No podrás volver a preocuparte por lo que ocurra en la Cité, digo, París, excepto lo que tenga que ver con Sincorazón.

»¿Estás seguro de que quieres aceptar…?


Vaan esperó de nuevo. Esperó todo lo que Matthieu necesitó. Entonces respró hondo, le dio la vuelta a su Llave Espada y le ofreció el mango.

Coge y jura: primero, no desvelarás a nadie el secreto de los mundos y los Sincorazón. Segundo, no intervendrás en el devenir del mundo, que ya no te atañe, a menos que sea para protegerlo de los Sincorazón u otras amenazas exteriores.—Una vez Matthieu jurara, Vaan retiraría la Llave Espada y diría—: Ahora invoca tu arma. Sólo deséalo y aparecerá.

Una vez Matthieu obedeciera, se encontraría con que en medio de un estallido de luz apareció un arma entre sus dedos:

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Abrirá cualquier cerradura y abatirá a los Sincorazón por igual—informó Vaan—. Ahora ponte esto donde prefieras.

Era una especie de muñequera con un enorme botón en el centro. Matthieu podía ponérselo en cualquier parte del brazo, o incluso adaptarlo al pecho. Vaan llevaba uno parecido en la muñeca.

Ahora, púlsalo y pasará esto.

De nuevo hubo un resplandor y Vaan se vio envuelto, de súbito, en una armadura. Cuando Matthieu obedeciera, también se encontraría protegido por una que se adaptaría a la perfección a su cuerpo y que, sorprendentemente, apenas sí era pesada.

La usarás siempre para viajar por el Intersticio. Te protegerá de la Oscuridad. Vale, ahora queda lo más impresionante, no te asustes.

Vaan cogió impulso y arrojó su Llave Espada al cielo. Cuando cayó lo hizo convertida en un extraño transporte metálico.

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El chico montó con agilidad. El artefacto flotaba en el aire y rodeó con suavidad a Matthieu.

Esto es un glider, un transporte que te permitirá viajar por el Intersticio. Como puedes imaginar, no los solemos usar en los mundos, llamarían demasiado la atención. Vamos, prueba y te enseñaré a volar un poco.

El glider de Matthieu tendría una forma diferente al de Vaan, estaría más adaptado a sus gustos. Pero, aun así, era un cacharro que volaba y sin duda asustaría al ex guardia. Vaan se dedicó durante un buen rato a ayudarle a poner los pies, a manejar los controles y a que perdiera un poco el miedo. Le dijo que él también lo había pasado bastante mal al principio, pero que uno acababa por acostumbrarse. Y que no se preocupara, que esta vez él abriría un Portal de Luz que los llevaría directamente a Tierra de Partida, así que apenas tendrían que volar. Solo era una tradición.

Eso es todo. ¡Oh, espera! Una cosa más.— Se quitó el gorro y le cayó una larga coleta por la espalda. Hizo una reverencia y le sonrió, divertido—. En realidad no me llamo Vaan, sino Fátima. Fátima Laforet. Será un placer ser tu Maestra, Matthieu.

Le guiñó un ojo y amplió su sonrisa.


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¡Última ronda! Si quieres despedirte de personajes (si es de NPCs como Febo o Alain pon el diálogo y yo las respuestas) o dar una vuelta por París, es el momento.

Puedes poner las imágenes que quieras para el glider en la armadura, pero no hace falta que sea ahora. Puedes limitarte a describirlas y buscar alguna que te guste dentro de un tiempo.

¡Ánimo que ya se acaba!
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