[La cité des Cloches] Honor de Caballero

Prólogo de Matthieu

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Lun Oct 31, 2016 3:41 am

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¡Bienvenido a tu prólogo! Aunque voy a estar aquí para todo lo que necesites (puedes consultarme por mensaje privado o en un spoiler al final de tu post), asegúrate de haber leído las normas y ten en cuenta que: no puedes controlar el ambiente, no puedes controlar a los personajes y tienes libertad para postear cuando más te convenga. ¡Espero que disfrutes!


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Ese día la guardia urbana se había levantado bastante antes de que asomara el sol para controlar las calles. Por primera vez desde hacía varias semanas, el rey pensaba dirigirse a Notre Dame —hacía un año su hermana había decidido que era más prudente que recibiera los sacramentos en su propia capilla— para asistir a una ceremonia para rezar por las almas de todas las víctimas de los demonios. A pesar que desde el Festival de los Bufones el número de ataques había descendido, a la vez que crecía el de piras en las que habían ardido los gitanos, la disciplina entre la guardia era más estricta que nunca. No se sabía cuándo podrían volver a aparecer. Durante los últimos años ya se habían cometido demasiados errores y ni la princesa ni el juez Frollo estaban dispuestos a permitir ningún desliz más.

En resumen, Matthieu había tenido que madrugar, meterse entre pecho y espalda un pan rancio y algo de queso que tampoco tenía muy buen aspecto, encasquetarse la armadura e irse a trabajar con sus compañeros.

Formaban en la calle oscura, cerca de donde trabajaba el panadero, cuyo olor haría gruñir las tripas de Matthieu.

¡Firmes!

El capitán de la guardia, montado en su impresionante caballo Aquiles, pasó por delante de ellos sin molestarse en contener un bostezo y cierto aire de irritación.

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¡Señores, la seguridad del Rey depende de ustedes! Aunque no se vayan a ocupar de vigilar la calle por donde pasará su Majestad, son tan importantes como cualquiera de sus compañeros. Controlarán las calles y se asegurarán de detener a cualquier… sujeto… peligroso.—El capitán se permitió una sonrisa incómoda—. Ya saben de qué hablo. Si por algún casual se encuentran con una de esas demoníacas criaturas, es su deber proteger a la población, pero también dar la alarma. Entrad a cualquier iglesia y tocad repique. Acudiremos de inmediato a asegurar la zona.

»¿Dudas?


Todos sabían que el capitán era un hombre amable y con mucha experiencia, venido de las guerras. Si querían hablar, respondería, por cansado que estuviera. Quizás verlo así incluso les aliviaría: les recordaba que además de un héroe, era un hombre como cualquiera de ellos.

Si Matthieu no tenía nada que hacer, su compañero Alain se acercaría a él bostezando hasta desencajarse la mandíbula:


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Buenos no-días. ¿A dónde vamos? ¿A la plaza de Notre Dame, al Palacio real… al de justicia…? ¿O vamos a una de las puertas de la muralla?

Cualquier opción era posible, aunque estaban más cerca de la puerta del sur y de la Plaza de Notre Dame, la cual se encontraba más hacia al norte. El Palacio de Justicia estaba al este y el Real al oeste.

¿A dónde preferiría ir? Ah, y si tenía hambre, podían escaquearse —Alain no protestaría—e ir a desayunar algo más contundente.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Mar Nov 01, 2016 12:15 pm

Afuera aún no había asomado el sol cuando Matthieu había notado cómo le propinaban un poco amigable puntapié en sus costillas para que despertara. Desde luego, las habitaciones de los cuarteles de la Cité no eran, ni mucho menos, ningún albergue de lujo, pero cuando uno volvía con los huesos doloridos y las piernas reventadas de haber patrullado durante todo el día anterior, lo menos que esperaba es que le dejaran dormir el sueño de los justos hasta bien entrada la mañana.

Pero no en la Cité. No en la guardia urbana del capitán Febo. Aquél hombre era inasequible al desaliento, ocurriera lo que ocurriera. A pesar de que en las últimas semanas se habían reducido los ataques de aquellos malditos demonios, la disciplina y la rigidez de las normas no habían hecho sino ir en aumento. Pese a ello, el capitán Febo no dejaba de ser un referente para todos los guardias de la Cité. A pesar de su edad y experiencia, era un hombre amable, cercano, que trataba a los suyos como si fueran su propia familia. Ello les inspiraba confianza y respeto a partes iguales, y hacía que todos quisieran dar lo mejor de sí mismos al servicio de aquél al que consideraban todo un héroe.

Matthieu no era una excepción. Desde que había ingresado en el cuerpo había sentido una profunda admiración por aquel hombre, valiente e íntegro a sus ojos, temeroso de Dios, fiel servidor del trono de lis y que, además, había promovido su ascenso en tan corto plazo de tiempo. Pero, por eso mismo, y en especial por su juventud, no podía permitirse un solo desliz en su actitud que rebajara su valía a los ojos del capitán.

Por ello sólo emitió un leve gruñido al ser despertado a aquellas horas intempestivas, y no volvió a emitir ni un solo sonido mientras deglutía a toda prisa unos restos algo rancios de pan y queso que debían de haber sobrado del día anterior, se vestía el uniforme y la armadura, y acudir a la cercana calle donde formaba la guardia. Cuando iban con prisa —como en aquel momento— Matthieu odiaba formar allí. Justo a unos pocos metros se erguía el horno del panadero, y a aquellas tempranas horas un delicioso olor a pan recién hecho y a muchas otras delicias empezaba a manar de los pequeños ventanales apuntados y a inundar las calles adyacentes. No pudo evitar que le rugieran las tripas al aspirar aquella celestial fragancia.

¡Firmes!

Aquella orden sobresaltó ligeramente a Matthieu y le sacó de sus ensoñaciones gustativas con brusquedad. Se frotó la cara mientras el capitán Febo, montado sobre su enorme caballo, Aquiles, pasaba por delante de la fila de hombres cansados y con cara de sueño que habían formado. Tampoco el capitán parecía haber pasado su mejor noche: bostezaba sin ningún reparo y su expresión estaba dominada por aquel aire de irritación que Matthieu ya conocía de otras ocasiones en las que le había tocado hacer algo que consideraba un fastidio.

Aun así, a Matthieu le seguía pareciendo un personaje digno de admiración: con su armadura bruñida y su capa del mismo azul intenso que el color del escudo del rey, incluso en la más adversa de las circunstancias lograba adopta un aire orgulloso y magnífico que impresionaba a quienes se encontraban a su alrededor.

¡Señores, la seguridad del Rey depende de ustedes! Aunque no se vayan a ocupar de vigilar la calle por donde pasará su Majestad, son tan importantes como cualquiera de sus compañeros. Controlarán las calles y se asegurarán de detener a cualquier… sujeto… peligroso. —El capitán esbozó una sonrisa incómoda al llegar a aquella parte—. Ya saben de qué hablo. Si por algún casual se encuentran con una de esas demoníacas criaturas, es su deber proteger a la población, pero también dar la alarma. Entrad a cualquier iglesia y tocad repique. Acudiremos de inmediato a asegurar la zona.

Matthieu no pudo evitar un escalofrío al oír aquellas últimas frases. En las últimas semanas, el número de aquellos infames gitanos que habían sido arrestado y ejecutados en la hoguera había aumentado sin cesar, y eso pese a que los ataques de los demonios habían remitido hasta cierto punto. Que pagaran por su magia negra y fueran purificados por el fuego.

Matthieu no podía evitar sentir cierto alivio al saber que poco a poco se estaba contribuyendo a eliminar a aquellos que eran responsables de la horrible oleada de ataques que habían sacudido a la capital hacía un tiempo. Pese a que la situación había mejorado, todavía circulaban todo tipo de leyendas al respecto por la capital: secuestro de niños para usarlos en oscuros rituales en los que eran sacrificados y se bebía su sangre, ceremonias en las que se practicaba la sodomía y las gitanas se apareaban con machos cabríos para engendrar criaturas de sombra y oscuridad, personas que desaparecían sin dejar rastro y eran encontradas días después brutalmente asesinadas junto a siniestros mensajes y símbolos trazados con su propia sangre… El soldado tragó saliva, tratando de apartar su mente de aquellos siniestros derroteros. El capitán estaba allí, con ellos. Él velaría por su seguridad mientras ellos velaban por la del rey.

¿Dudas? —Aquella última pregunta le hizo terminar de volver a la realidad. Sabía que el capitán respondería con paciencia, casi como un padre lo hace con un hijo, a cualquier cuestión que se le planteara. Pero ese no era el problema: Matthieu estaba seguro de que por la mente de todos sus compañeros pasaban aquellas escalofriantes historias y que deseaban ardientemente que el capitán les garantizara que todo iba a ir bien, que no habría más incidentes, no más desapariciones. Pero aquello era algo que quedaba incluso fuera del alcance del gran capitán Febo.

Dejando que su mente volviera a divagar hacia otros menesteres, Matthieu se preguntó por dónde andaría su amigo Alain. Aquella mañana no se había fijado en si había acudido o no —suponía que sí—, pero seguro que en cuanto rompieran filas acudiría a él, con aquella cara sonriente y bostezando hasta desencajarse la mandíbula, como si todo aquello no fuera con él. Era un chico alto y rubio, de la edad de Matthieu, con unos ojos verdes que siempre le habían causado algo de extrañeza al mirarlos, pero con quien había congeniado muy bien desde que llegara a la guardia urbana.

En efecto, en cuanto el capitán emprendió la marcha hacia el palacio real, los soldados fueron dispersándose un poco en todas direcciones, por grupos de dos o tres. Una reciente ordenanza estipulaba que al menos tenían que ir por parejas para hacer frente mejor a aquellas malignas criaturas —o, más bien, para que al menos uno de los dos pudiera salir corriendo y dar la voz de alarma—. Como tantos otros días, Alain se le acercó por detrás, haciendo que diera un respingo cuando le puso una mano sobre el hombro. Inclinó ligeramente hacia un lado la cabeza, observándolo con una sonrisa burlona, y le saludó:

Buenos no-días —siempre tan gracioso. Matthieu puso los ojos en blanco durante un instante, suspiró hondo y decidió que no merecía la pena empezar la mañana discutiendo—. ¿A dónde vamos? ¿A la plaza de Notre Dame, al Palacio real… al de justicia…? ¿O vamos a una de las puertas de la muralla?

Buenos días a ti también —gruñó Matthieu, algo molesto por haberse dejado asustar tan fácilmente.

Dada la ubicación del cuartel, cualquier opción era posible, aunque estaban más cerca de la puerta del sur y de la Plaza de Notre Dame, la cual se encontraba más hacia al norte. El Palacio de Justicia estaba al este y el Real al oeste. Lo mejor sería que se encaminaran hacia la Plaza de la catedral, recorriendo las múltiples callejuelas que se extendían desde ella como los retorcidos hilos de una intrincada tela de araña, en busca de cualquier cosa fuera de lo habitual. Pero antes…

¿Qué te parece si lo primero de todo nos acercamos a visitar al maestro panadero y comemos algo en condiciones? Yo al menos necesito llevarme algo decente al estómago si quiero mantener los ojos abiertos a estas horas… —su impertinente tripa no había dejado de sonar en aquel rato—. Y, de paso, podemos ver qué se comenta entre los trabajadores y los clientes. Siempre tienen chismes curiosos a estas horas acerca de lo que ha sucedido esa noche en los bajos fondos, quizá nos enteremos de algo que merezca la pena…
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Jue Nov 03, 2016 12:45 am

¿Qué te parece si lo primero de todo nos acercamos a visitar al maestro panadero y comemos algo en condiciones? Yo al menos necesito llevarme algo decente al estómago si quiero mantener los ojos abiertos a estas horas… —Alain esbozó una sonrisa burlona cuando el estómago delató a su compañero—. Y, de paso, podemos ver qué se comenta entre los trabajadores y los clientes. Siempre tienen chismes curiosos a estas horas acerca de lo que ha sucedido esa noche en los bajos fondos, quizá nos enteremos de algo que merezca la pena…[/quote]

Una gran idea, sí señor. Además, no podemos proteger a nadie si estamos famélicos, ¿verdad? Nadie querría a un guardia que no es capaz de levantar su espada.

Mientras los guardias se distribuían en parejas para su larga ronda, que duraría hasta bien entrada la hora de comer —y eso si todo salía a pedir de boca—, los compañeros fueron hasta la panadería.

Allí el dueño preparaba con ayuda de su esposa las deliciosas barras recién salidas del horno. Las había de pan blanco y también pan moreno. En otros sitios este último habría dejado sin un diente al más incauto, pero estas en concreto tenían pinta de ser tiernas. Le oyeron mascullar algo del molinero, que siempre andaba ayudando a los sucios gitanos, y Alain arqueó un par de veces las cejas.

¡Buenos y brillantes días tenga usted, monsieur panadero!—Antes de que el hombre pudiera decir nada, Alain sacó unos platines y los dejó al frente—. Me voy a llevar dos de esas, monsieur.

Tened cuidado—dijo la esposa mientras les preparaba las barras—. Queman mucho.—Dirigió una sonrisa maternal a Matthieu al darle el pan.

Alain le dio una disimulada patada a Matthieu e hizo un leve gesto indicándole que tenía que encargarse de la esposa. Era una mujer rubicunda, rolliza y a la que se le escapaban algunos mechones grises de la cofia. Seguro que no necesitaba tirar mucho para que empezara a hablar de cualquier cosa… Siempre que fuera amable.

Come hijo—dijo ella—, ¡al menos tú no estás en los huesos, como tu amigo! Pero aun todavía tienes que pegar un estirón o dos más…—Miró de reojo a su marido, que despotricaba de algo mientras Alain asentía con un supuesto aire interesado—. Y tened mucho cuidado, no vayáis a encontraros a uno de esos salvajes… ¡Lo imagino y se me pone la carne de gallina, después de lo que ha pasado esta noche…!

Sí, definitivamente parecía querer que le tiraran de la lengua… ¿Sería Matthieu lo bastante zalamero?
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Mié Nov 09, 2016 11:44 am

¡Buenos y brillantes días tenga usted, monsieur panadero! —Como siempre, Alain hacía gala de su impertinente humor; Matthieu no entendía se las apañaba para librarse de sufrir las consecuencias que ello podía traer si la broma se realizaba ante las personas no indicadas; aquella vez, la oportuna aparición de unos platines en su mano le ahorró comprobar la paciencia del panadero—. Me voy a llevar dos de esas, monsieur.

El hombre contó rápidamente las monedas y le indicó a su esposa que sirviera a los dos soldados. Ésta era una mujer rubicunda, rolliza y a la que se le escapaban algunos mechones grises de la cofia que cubría su cabeza.

Tened cuidado—dijo ésta mientras les preparaba el pan con las manos envueltas en unas manoplas bien tupidas—. Queman mucho. —A continuación, esbozó una sonrisa maternal que le dirigió a Matthieu al entregarle las barras que humearon ligeramente al entrar en contacto con el frío ambiente matutino.

Matthieu sintió como le cosquilleaban las tripas ante aquella muestra de afecto. Huérfano desde hacía varios años, y aunque de cara al público intentara mostrarse como un tipo duro, siempre agradecía recibir el cariño de la gente próxima. Una dolorosa patada de Alain le sacó de sus pensamientos, pero cuando se disponía a protestar, vio el gesto de su amigo indicándole que con la mirada que aprovechase para hablar con la mujer y ver qué información podía obtener.

Come, hijo—dijo la panadera con tono maternal—, ¡al menos tú no estás en los huesos, como tu amigo! Pero aun todavía tienes que pegar un estirón o dos más…—Miró de reojo a su marido, que despotricaba sobre las fluctuaciones de los precios en los últimos tiempos a causa de los gitanos y sus maldades mientras Alain asentía con un supuesto (pero muy logrado) aire interesado—. Y tened mucho cuidado, no vayáis a encontraros a uno de esos salvajes… ¡Lo imagino y se me pone la carne de gallina, después de lo que ha pasado esta noche…!

Matthieu aguzó el oído al escuchar las últimas palabras. ¿Qué había acaecido aquella noche? No sabía absolutamente nada, y tampoco les había informado de ningún incidente el capitán Febo. Quizá la nueva era muy reciente y aún no se había difundido pero, en cualquier caso, parecía tener relación con aquellos malditos gitanos y sus brujerías. Deseaba saber más y preguntar sin miramientos, pero una parte de sí mismo, orgullosa de pertenecer a la guardia urbana, no quería que fuera tan evidente la desinformación que reinaba en el cuerpo.

No obstante, y viendo que la panadera tenía ganas de conversación, Matthieu no dejó escapar la oportunidad. Seguro que con un poco de amabilidad a aquella buena mujer se le soltaría la lengua y, ¿quién sabe? Quizá pudiera proporcionar información muy interesante. Pero lo primero era lo primero: el muchacho agarró un trozo de aquel pan delicioso, lo arrancó produciendo un sonido más celestial aún y aspiró profundamente el aroma recién hecho, cerrando levemente los ojos, antes de llevárselo a la boca. Lo saboreó durante unos instantes —no tenía nada que ver, por supuesto, con el rancio desayuno que había tomado aquella mañana al despertarse— y luego miró a la panadera con cara de total adoración.

¡Está delicioso! Da gusto que aún preparen un pan tan bueno en París, sin importar lo que ocurra ahí fuera, en las calles —hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia el exterior del local—. Mi compañero y yo tenemos que vigilarlas para asegurar que todo está en orden; parece que últimamente las cosas andan más calmadas, pero nunca se sabe… —La panadera asintió, complacida; un poco más y seguro que obtendría la esperada información—. A ese respecto, confío en que lo ocurrido esta noche haya sido sólo un susto —Matthieu lanzó aquel farol sin tener ni idea de lo que había sucedido, pero no quería ser demasiado evidente preguntándoselo de forma directa—. Me han llegado algunos rumores, pero lo cierto es que las versiones son algo confusas y contradictorias. Nos vendría muy bien disponer del testimonio de gente de fiar y honrada como vosotros; como sin duda sabréis, su alteza real tiene que desplazarse hoy por la Cité y nadie quiere que ocurra ningún imprevisto.

Matthieu dejó la última frase en el aire, mirando con cara de preocupación a la panadera. Si su interpretación había sido lo bastante creíble, la respuesta no tardaría en llegar…
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Vie Nov 11, 2016 1:42 am

Encantada con los halagos de Matthieu, la panadera escuchaba con una creciente sonrisa sus palabras. Pero se puso seria cuando el muchacho soltó su anzuelo:

A ese respecto, confío en que lo ocurrido esta noche haya sido sólo un susto.Me han llegado algunos rumores, pero lo cierto es que las versiones son algo confusas y contradictorias. Nos vendría muy bien disponer del testimonio de gente de fiar y honrada como vosotros; como sin duda sabréis, su alteza real tiene que desplazarse hoy por la Cité y nadie quiere que ocurra ningún imprevisto.

¡Por supuesto que no!—dijo la señora con vehemencia y casi chispas en los ojos—. Nunca desearía nada malo a su majestad, no señor. ¡Y es normal que no te hayas enterado, jovencito! ¡El molinero no ha querido pedir ayuda! Esos piojosos… esos… monstruos parece que atacaron a la hija del molinero. Todos saben que el molinero se lleva bien con ellos así que se lo tiene bien merecido. ¡Ahí se ve lo que te dan a cambio de ser amable con ellos!—Luego, con todo, se mostró algo compungida—. Pero con todos sus errores, es un buen hombre. No le harán daño, ¿verdad? Es fiel a su Majestad… Si los gitanos fueran a hacerle daño a su Majestad, lo diría…

¡Mujer, deja de cotorrear! ¡Se va a quemar el pan!

La mujer suspiró, dio una palmadita a Matthieu en la mejilla y revoloteó a trabajar. Su marido, en cambio, parecía muy por la labor de seguir charlando hasta bien entrada la mañana, así que Alain decidió poner pies en polvorosa.

¡Santa María madre de Dios, creía que no terminaría nunca!—exclamó en cuanto se hubieron alejado un poco. Cogió su pan y le dio un buen mordisco, sin molestarse ni en partirlo—. No está mal. ¿Te ha dicho algo interesante? A mí me ha dejado claro, el muy bribón, que considera que no patrullamos lo suficiente esta calle y me ha hecho un repaso del pan que le han robado.

Alain escucharía lo que le dijera Matthieu con interés mientras el pan desaparecía rápidamente en su boca. Cuando terminó se sacudió las migas.

Así que el molinero. ¡Vamos a echar un vistazo!

No esperó a que Matthieu diera su consentimiento. En teoría su deber era patrullar la ciudad y la casa del molinero estaba fuera, muy cerca, pero cruzando las murallas y un puente. En teoría no pasaría nada…

Pero quizás tendrían que hablar antes con el capitán Febo. Como si le leyera el pensamiento, Alain diría:

Sabes que el capitán no querrá perder el tiempo con algo que pasa fuera de la ciudad, ¿verdad? No va a tener tiempo.

Aun así, podían ir a buscarlo. Seguramente se habría dirigido hacia Notre Dame o el Palacio, para asegurar el terreno. Sin embargo, quizás se tratara de un rodeo innecesario: no había pasado mucho desde que había salido el sol y si era cierto que unos gitanos habían estado en la casa del molinero —y habían hecho daño a la hija— quizás estuvieran a tiempo de descubrir algo.

También podía ser que no les llevara a ninguna parte y se estuvieran apartando innecesariamente de sus deberes.

¿Qué haría Matthieu?
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Dom Nov 13, 2016 10:14 pm

¡Santa María madre de Dios, creía que no terminaría nunca! —exclamó Alain, poniendo los ojos en blanco, en cuanto el matrimonio de panaderos se hubo alejado hacia el horno donde se cocía el pan. El joven cogió el que tenía entre las manos, todavía caliente, y le dio un buen mordisco sin siquiera molestarse en partirlo—. No está mal —comentó mientras masticaba con fruicción—. ¿Te ha dicho algo interesante? —inquirió señalando con la cabeza a la rolliza mujer que se afanaba en meter en un cesto las hogazas que le tendía su marido sin dejar de refunfuñar—. A mí me ha dejado claro, el muy bribón, que considera que no patrullamos lo suficiente esta calle y me ha hecho un repaso del pan que le han robado.

Matthieu sacudió la cabeza y echó mano de su pan, pero decidió dejarlo enfriar un poco antes de hincarle el diente.

La buena mujer me ha dicho que esta noche la hija del molinero fue atacada anoche por los gitanos. Por lo visto su padre tiene tratos con ellos, por eso no ha querido decir nada ni tampoco pidió ayuda. La pobre se pensaba que iríamos a arrestarle en cuanto supiéramos que tenía relación con los gitanos… —resopló con ironía—. Ni que no tuviéramos ya bastante trabajo sólo con ocuparnos de esos malnacidos, sólo nos falta ponernos también a meter las narices en las vidas de los buenos y viejos parisinos.

Alain, quien le había escuchado con interés mientras el pan desaparecía rápidamente en su boca, puso cara pensativa mientras se sacudía las migas, únicas testigos de lo que antes había sido una hogaza de proporciones nada desdeñables.

Así que el molinero… —comentó mientras se rascaba la barbilla. Y luego, poniendo esa expresión traviesa que Matthieu conocía (y temía) tanto, pues presagiaba algún tipo de lío, propuso triunfalmente—: ¡Vamos a echar un vistazo!

No esperó a que Matthieu diera su consentimiento. Éste ya sabía cómo era su amigo: cualquier excusa para distraerse de sus funciones era buena y tenía que ser puesta en práctica. En teoría su deber era patrullar la ciudad y vigilar que la comitiva del rey pudiese transitar sin sobresaltos; la casa del molinero, sin embargo, quedaba fuera de las murallas y aunque no muy lejos de la puerta, sí lo suficiente como para que tuvieran que ausentarse un buen rato. A Matthieu no le agradaba especialmente la idea de abandonar su puesto, y menos aún en una ocasión tan importante como aquella. Pero por otra parte, ¿acaso el deber de la guardia no era velar por la seguridad de los ciudadanos, protegerles de cualquier ataque o agresión? Desde ese punto de vista, era su labor investigar qué había ocurrido y averiguar quienes eran los culpables.

Pero por otra parte… si el capitán Febo se enteraba de que dos de sus hombres habían abandonado su puesto… Matthieu prefería no pensar en las consecuencias que podía acarrearles aquello. Se preguntó si su atolondrado compañero habría reflexionado acerca de ello, pero su sonrisa despreocupada parecía indicar que no le daba demasiada importancia. Claro, que siempre podían optar por la vía más sencilla e ir a informarle directamente de lo sucedido, para que fuese él quien tomase la decisión oportuna. Sí, aquello seguramente les ahorraría problemas…

Justo en ese momento, y como si le leyera el pensamiento, Alain comentó, como quien no quiere la cosa:

Sabes que el capitán no querrá perder el tiempo con algo que pasa fuera de la ciudad, ¿verdad? —sus ojos se posaron de forma inquisitiva en él, planteándole directamente la pregunta que no habían formulado sus palabras—. No va a tener tiempo.

Aun así, se resistía Matthieu en su interior, podían ir a buscarlo. Seguramente se habría dirigido hacia Notre Dame o el Palacio, para asegurar el terreno, y estaría dando órdenes a diestro y siniestro con el fin de evitar cualquier imprevisto. Sin embargo, el joven guardia no podía evitar pensar que quizá todo aquello fuera en vano. Lo más probable era que Febo no tuviera tiempo que perder, tal y como había indicado su compañero, y menos en un día tan señalado como aquél, en algo así. Y todavía menos si la víctima era la hija de alguien que trataba con los odiados gitanos.

Matthieu dudaba. No quería desatender sus obligaciones, pero no podía evitar pensar que era también su responsabilidad, su deber, su obligación incluso, atender a los necesitados. Así lo había jurado al entrar en el cuerpo de guardia: proteger al rey, proteger París, proteger a los parisinos y en especial a los pobres, las mujeres y los niños, los más necesitados. Si una de estas personas había sufrido un ataque, ¿quién sino la guardia de la ciudad tenía que encargarse del asunto y hacer justicia?

Y, además, puede que descubrieran algo. Aunque no tanto como Alain, Matthieu tenía algo de espíritu aventurero. Quizá aquello les brindara la ocasión de dar con una guarida secreta de gitanos y podrían apuntarse un rotundo éxito ante el capitán quien, lógicamente, no tendría más remedio que ascenderles.

¡Por Saint-Denis, la Virgen y todos los demás santos...! Siempre te las ingenias para embarcarme en alguna de tus locuras. Esperemos que velen por nosotros y nos protejan de la ira del capitán Febo si se da cuenta de que hemos abandonado nuestros puestos. —si así ocurría, no habría antro gitano en la Cité capaz de ocultarlos—. Vamos allá —añadió finalmente, con un prolongado suspiro, pero mirando a Alain con decisión—. Pero más vale que nos demos prisa si no queremos meternos en un buen lío.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Mar Nov 15, 2016 9:09 pm

¡Por Saint-Denis, la Virgen y todos los demás santos...! Siempre te las ingenias para embarcarme en alguna de tus locuras. Esperemos que velen por nosotros y nos protejan de la ira del capitán Febo si se da cuenta de que hemos abandonado nuestros puestos. —Alain sonrió de oreja a oreja, casi dejando escapar una risita infantil—. Vamos allá. Pero más vale que nos demos prisa si no queremos meternos en un buen lío.

¡Volaremos como si fuéramos niños hambrientos llamados a cenar, mi querido compañero!

Como guardias de la ciudad, incluso novatos, no les costó llegar a la muralla. La gente se apartaba a su paso con una mezcla de recelo y respeto. Últimamente más del segundo, ya que eran los guardias quienes defendían a los parisinos de los monstruos. Antes no siempre se habían llevado tan bien con ellos. Al menos no en las zonas más pobres de París.

Había un sentimiento de limpieza y ausencia al no ver a prácticamente ningún gitano por las calles. Si los había, iban cubiertos o disimulando su piel y sus ropas. También lo hacía la gente que tenía la desgracia de tener la piel de tonalidad más oscura o rasgos que pudieran confundirse, incluso aunque fuera por un remoto parecido. Aun así, la pesadez de la tensión y el miedo no se habían desvanecido. Era imposible cuando uno no sabía si al salir a trabajar o a comprar no acabaría en el estómago de alguna bestia.

Abandonaron la ciudad y cruzaron el Sena a buen paso. Hacía un año o dos el nivel de comerciantes y de campesinos que llegaba a París era lo suficiente grande como para que hubiera interminables filas de carretones, de mulas y mucho más aguardando. El contraste era descorazonador.

La casa del molinero no estaba muy lejos de un meandro del río. La que debía ser la esposa estaba espantando a unas gallinas con su escoba mientras barría frente a la puerta. Al verlos llegar dio un pequeño respingo, se metió en la casa y luego volvió a salir.

Te apuesto tu almuerzo a que hay alguien más dentro de la casa o están haciendo algo… contraproducente.—Alain arqueó las cejas en su dirección.

La mujer se arregló la falda y esbozó una sonrisa nerviosa cuando se acercaron.

Buenos días, señores. ¿Necesitan algo?

Buenos días, madame. Queremos hablar con su marido. Hemos escuchado que esta mañana tuvieron problemas.

Ah…—Se puso pálida—. S-sí, bueno… F-fue...

Dirigía nerviosas miradas hacia la entrada. Alain intercambió una con Matthieu. En medio del silencio les pareció escuchar unas pisadas apresuradas y… ¿una puerta? Luego un vozarrón exclamó desde el interior:

¡Querida, ¿a qué esperas?!

S-sí, claro.—La mujer abrió la puerta y los invitó a pasar.

Esta vez Alain miró más largamente a Matthieu antes de decir:

¿Tenían ustedes visita?

N-no, es solo que mi marido quedó herido y estaba en la cama…

Podría ser verdad. Al fin y al cabo, toda la población temía que la relacionaran con los demonios y había tantos chivatazos que la guardia y el juzgado de Claude Frollo estaban desbordados de trabajo. Pero ¿y si Alain tenía razón?

Podían entrar y hablar con el molinero para comprobarlo. Pero quizás Matthieu podía demorarse un poco y dar una vuelta a la casa, solo por si acaso…
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Jue Nov 17, 2016 12:13 pm

La casa del molinero no estaba muy lejos de uno de los muchos meandros que describía el Sena a su paso por París aprovechando que en aquella zona discurría por una enorme llanura aluvial. El edificio tenía una pinta bastante desangelada, como si hubiera sido levantado allí hacía tiempo y sus ocupantes no hubieran vuelto a preocuparse en darle una mano de pintura o en reparar las tejas rotas y cubiertas de liquen que constituían el hundido tejado. Matthieu se preguntó cómo era posible que aquella ruina todavía siguiera en pie y no se hubiera venido abajo en alguna de las crecidas del río de los años anteriores.

La que debía ser la esposa del molinero estaba espantando con su escoba a unas gallinas que buscaban algunos restos de comida que llevarse al gaznate, picoteando el suelo, mientras también aprovechaba para barrer el suelo frente a la puerta. Al verlos llegar dio un pequeño respingo, mientras sus ojos se abrían mucho en una expresión alarmada y se metió en la casa con atropello. Tan solo transcurrieron unos segundos antes de que la mujer volviese a emerger, visiblemente alterada aunque tratando de disimularlo con la sonrisa más falsa nerviosa que Matthieu había visto en mucho tiempo.

Te apuesto tu almuerzo a que hay alguien más dentro de la casa o están haciendo algo… contraproducente —comentó Alain en voz baja mientras arqueaba las cejas en su dirección.

La mujer se arregló la falda y ensanchó aún más su nerviosa sonrisa cuando los dos jóvenes soldados se acercaron.

Buenos días, señores —les saludó con una voz ligeramente temblorosa—. ¿Necesitan algo?

Buenos días, madame —Alain adoptó un aire de gravedad que parecía completamente impropio de él; aunque Matthieu bien sabía lo versado que era su compañero para fingir cuando era necesario—. Queremos hablar con su marido. Hemos escuchado que esta mañana tuvieron problemas.

Ah…—la mujer se puso pálida mientras la sonrisa se congelaba y luego se borraba de su faz—. S-sí, bueno… —tartamudeó—. F-fue…

Mientras trataba de buscar alguna excusa coherente que dar —eso suponía Matthieu— no cesaba de dirigir nerviosas miradas hacia la entrada. Alain intercambió una significativa mirada con él, indicándole que prestara atención a los ruidos que provenían del interior de la vivienda. En medio del silencio, apenas roto por el suave ulular del viento matutino, les pareció escuchar unas pisadas apresuradas que hacían crujir el viejo suelo de madera y… ¿una puerta? Luego un vozarrón exclamó desde el interior:

¡Querida, ¿a qué esperas?!

S-sí, claro. —La mujer abrió la puerta con expresión dubitativa y los invitó a pasar.

Esta vez Alain miró de forma muy significativa a Matthieu antes de preguntar con voz pausada:

¿Tenían ustedes visita?

La esposa del molinero dio un respingo, igual que si acabaran de pellizcarla, y palideció notablemente a pesar de que ahora se encontraba en el vano de la puerta y su rostro no estaba iluminado por el sol. Pareció reponerse en seguida mientras intentaba articular una respuesta coherente.

N-no, es solo que mi marido quedó herido y estaba en la cama…

Matthieu no pudo evitar sentir lástima de la pobre mujer. Lo que contaba bien podía ser verdad. Al fin y al cabo, toda la población temía que la relacionaran con los demonios y había tantos chivatazos que la guardia y el juzgado de Claude Frollo estaban desbordados de trabajo. Si los rumores eran ciertos y el molinero tenía trato con los gitanos, lo más lógico es que estuvieran aterrados ante la posibilidad de que se descubriera aquella vinculación. Y desde luego, ver aparecer a la puerta de su propia casa a dos guardias justo después de que hubieran sufrido un incidente por culpa de esos mismos gitanos con los que tenían tratos…

Entonces recordó los ruidos de pisadas que habían oído en el interior y la puerta. Matthieu no tenía mucha idea de construcción, pero sí que sabía que la mayoría de las casas de París, y con más razón si se hallaban extramuros, contaban con una entrada principal y otra secundaria que por lo general daba a la cocina o a los establos. Y juraría que había oído una puerta cerrarse después de aquellas pisadas. Dado que el marido parecía estar dentro del edificio, ¿quién era entonces aquella tercera persona a la que habían escuchado, y que parecía querer abandonar la casa a hurtadillas?

Tomando una decisión, Matthieu le indicó a su amigo que siguiera a la mujer al interior del edificio, haciéndole un gesto mientras él iba a rodear la casa y a asegurarse de que ningún visitante la abandonaba antes de tiempo. Alain, dando muestras de una galantería totalmente fingida, medio obligó a la temblorosa mujer a que pasara delante para indicarle el camino, mientras que Matthieu aprovechó el instante en que ésta se daba la vuelta para alejarse de un par de zancadas y empezar a rodear el edificio. Las gallinas a las que la esposa del molinero había tratado de ahuyentar infructuosamente picoteaban a su alrededor, ajenas a todo lo que ocurría. Con cuidado de no alborotarlas y aguzando sus oídos al máximo, el joven guardia avanzó alrededor del molino.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Vie Nov 18, 2016 4:03 pm

Matthieu escuchó como la señora del molinero preguntaba a Alain por su amigo. Este soltó una excusa que sonó parecida a «vientre suelto». Por suerte, o desgracia, Matthieu no oyó el resto de la conversación.

Las gallinas estaban acostumbradas a presencia humana, de modo que no se alarmaron demasiado cuando pasó entre ellas.

La casa del molinero no era muy grande, así que no le costó llegar a la parte trasera. Había un caminito que rodeaba una zona más o menos boscosa por donde resultaría más o menos fácil esconderse si se quería llegar a la casa. ¡Y en efecto! Matthieu había acertado al rodear el lugar. Así pudo ver cómo un chico no muy alto, de ropas simples y difíciles de recordar y con una gorra cubriéndole el pelo saltaba con agilidad la valla que guardaba a las gallinas. Se dirigía hacia el bosque a buen paso, aunque sin llegar a correr. No parecía que llevara nada encima, así que no podía ser un recadero, pero sus ropas tampoco eran de gitano… ¿Por qué se había marchado justo cuando llegaba la guardia? Fuera cual fuera la respuesta, resultaba muy sospechoso.

Como Matthieu no parecía tener muy claro qué hacer incluso si había esperado encontrar a una tercera persona, tenía dos opciones evidentes: intentar detenerlo o seguirlo sin que se diera cuenta.

Siempre podía ir a por Alain, pero si el molinero estaba intentando dejar escapar a un gitano, quizás pegara un grito y el chico saliera corriendo. Si llegaba a los árboles, probablemente sería difícil volver a encontrarlo…

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A ver si le podemos dar un poco de ritmo: independientemente de lo que decidas, trata de usar el condicional para prever situaciones. Por ejemplo, si decides ir tras el desconocido sin llamar la atención, imagina que él puede darse la vuelta y ver a Matthieu o acelerar por algún motivo desconocido. En ese caso tendrías que poner qué decisión tomaría tu personaje (a grandes rasgos, tampoco hace falta que te comas muchísimo la cabeza).

Y si quieres detenerlo, hay posibilidades tanto de que salga corriendo como de que se detenga. ¿Cómo reaccionaría Matthieu dependiendo de lo que haga el chico? Si añades esas cosas podremos avanzar más rápido y además puede que te adelantes al GM.

¡Ánimo con ello!

P.D.: recuerda que como guardia de la ciudad llevas una armadura negra. Eso te hará visible y no te permitirá correr demasiado rápido. Puedes elegir dejártela puesta, pero en una carrera seguramente lleves las de perder.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Lun Nov 21, 2016 5:01 pm

Matthieu entrecerró los ojos mientras trataba de calibrar la edad y la corpulencia del hombre que se alejaba, así como si llevaba algún tipo de arma encima. No parecía que el tipo fuera un gitano a juzgar por sus ropajes pero, ¿quién que no tuviera algo que ocultar salía a hurtadillas de la casa de alguien que tiene tratos con los gitanos y ha tenido un altercado con los gitanos, sino uno de ellos? Seguramente la presencia de la guardia le habría alertado, y pensando que el matrimonio de molineros los entretendrían, había salido por la puerta trasera para ocultarse en el próximo bosque o en cualquier cubil oculto.

Matthieu decidió que no podía desaprovechar aquella oportunidad y trató de seguirlo pero, ¡maldición!, aquella condenada armadura hacía demasiado ruido y le impedía andar a buen ritmo, por no hablar de saltar la cerca del corral y ahorrarse así todo un rodeo. No tenía mucho tiempo para pensar, así que tomó su decisión. Con la soltura adquirida durante las semanas de instrucción, Matthieu desabrochó su armadura, que pesaba y era demasiado aparatosa.

Tras dejarla en el suelo sin hacer ruido, entre las gallinas, saltaría la valla ágilmente e iría en persecución de aquel fugitivo. Con suerte éste no se daría cuenta hasta que ya estuviera encima de él, y entonces podría inmovilizarlo e interrogarlo. En caso de que se diera cuenta, siempre podía llamar a Alain en su ayuda, pero Matthieu era rápido en las distancias cortas; aún podía conseguirlo, incluso si su perseguido echaba a correr. Seguro que en cuanto lo cogiera tendría muchas cosas que contar y que contribuiría a aclarar todo aquel lío del molinero. Mientras tanto, esperaba que su compañero, en caso de no necesitarlo, pudiera mantener entretenido al molinero y su mujer así como sonsacarles más información. ¡Menuda cara se les iba a quedar cuando Matthieu apareciera con aquel maleante capturado...!
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Mar Nov 22, 2016 6:08 am

Matthieu comprobó que había tomado una buena decisión cuando se deshizo de la armadura. Pudo avanzar, mucho más ligero, tras el muchacho. Este se movía deprisa, pero todavía no corría, quizás para fingir normalidad.

En cualquier caso, Matthieu no dudó. Le habían enseñado lo que tenía que hacer. Cuando estuvo encima de él y trató de atraparlo este soltó una exclamación y…

Se volvió hacia él tan rápido que Matthieu no tuvo tiempo de reaccionar. Lo atrapó por un brazo y de pronto el joven guardia estaba volando por el aire. Acabó dándose de espaldas en el suelo y perdiendo el aliento.

Dos pies se detuvieron delante de su cabeza y al levantar la vista se encontraría con el chico, cruzado de brazos y con el ceño fruncido.

¿Se puede saber qué he hecho para que te lances sobre mí de esa manera?—dijo una voz clara y juvenil.

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El muchacho lo dejó levantarse, sin dejar de mirarlo con irritación. Pero si intentaba inmovilizarlo, cosa que podía intentar sin problemas, Matthieu acabaría en el suelo en todas las ocasiones. Quizás tuviera que quedarse sin aire en los pulmones dos o tres veces antes de comprender que el chico sabía defenderse sin problemas. O puede que lo captara a la primera. Así que Matthieu tendría que responder a su pregunta, mientras decidía si llamar a Alain o no.

En cualquier caso, el muchacho, que debía tener más o menos su edad, levantó una mano para pedirle hablar:

No soy gitano, como puedes comprobar. Imagino que eres uno de los soldados que ha venido a ver al molinero. Estuve aquí esta mañana cuando ese demonio atacó a su familia y por eso me han atendido, pero decidí marcharme para no levantar sospechas.—Torció la boca—. Si quieres detenerme puedo entregarme pero, por favor, no pienses mal del molinero. Simplemente me permitió desayunar, pues vengo de lejos y he estado caminando toda la noche.—Ladeó un poco al cabeza, juzgándolo de arriba abajo—. También puedes interrogarme aquí y responderé a todas tus preguntas.—Pareció pensárselo un poco antes de añadir, intentando no parecer arrogante—: Creo que ha quedado claro que si quisiera huir, podría hacerlo. ¿No?

¿Era sincero? Matthieu no podía saberlo pero era cierto que no se había marchado. Probablemente si llamaba a Alain, el chico intentaría impedirlo o saldría corriendo. Pero quizás si hacía tiempo Alain acabaría yendo a ver qué pasaba.

Por otra parte, quizá el muchacho estuviera realmente dispuesto a colaborar, pero era sospechoso. No tenía pinta de haber caminado mucho y no era normal que un plebeyo supiera luchar lo suficiente bien como para noquear a alguien como Matthieu…

¿Sacaría algo en claro?

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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Mar Nov 22, 2016 3:46 pm

El muchacho lo dejó levantarse, sin dejar de mirarlo con irritación. Cegado por la ira y la humillación, Matthieu volvió a lanzarse sobre él con toda su resolución. ¿Quién se había creído que era aquel alfeñique? Uno no podía hacer morder el polvo de aquella manera a un guardia de París sin pagar las consecuencias.

O quizá sí. Cuando, con sorprendente agilidad, aquel desconocido volvió a hacer volar al pobre soldado por los aires y cuando sus doloridas costillas probaron de nuevo el duro tacto del húmedo suelo, Matthieu se planteó que quizá un repliegue táctico era la mejor opción. Habría querido gritar para que Alain acudiera en su ayuda, pero sólo conseguía resollar mientras trataba de recuperar el aliento y se agarraba el magullado costado. Además, su compañero no era más hábil que él, y posiblemente la humillación sería doble cuando también acabara por los suelos.

Mal… maldito… gitano… —Matthieu trató de sonar amenazador y seguro de sí mismo, pero sus facciones, contraídas en una mueca de dolor, echaron abajo cualquier efecto dramático que hubiera podido conseguir—. No creas… que te vas a… a salir con la tuya, canalla. Considérate bajo… bajo arresto…

El muchacho, que debía tener más o menos su edad, y que parecía sorprendentemente delicado para la fuerza y la agilidad con las que había obsequiado a las costillas de Matthieu hacía unos instantes, no pareció impresionado en absoluto, e incluso esbozó una sonrisilla sarcástica al contemplar el lamentable estado de su perseguidor. Cuando el dolorido —físicamente y en su orgullo— guardia pensaba que iba a darse media vuelta y a salir corriendo, el otro levantó una mano para pedirle hablar:

No soy gitano, como puedes comprobar. Imagino que eres uno de los soldados que ha venido a ver al molinero. Estuve aquí esta mañana cuando ese demonio atacó a su familia y por eso me han atendido, pero decidí marcharme para no levantar sospechas. —Torció la boca en una expresión seria—. Si quieres detenerme puedo entregarme pero, por favor, no pienses mal del molinero. Simplemente me permitió desayunar, pues vengo de lejos y he estado caminando toda la noche. —Ladeó un poco al cabeza, juzgándolo de arriba abajo; la ironía de antes había desaparecido, dando paso a un brillo calculador en su mirada—. También puedes interrogarme aquí y responderé a todas tus preguntas. —Pareció pensárselo un poco antes de añadir, intentando no parecer arrogante—: Creo que ha quedado claro que, si quisiera huir, podría hacerlo. ¿No?

¿Era sincero? Matthieu no podía saberlo; pero desde luego en aquello último estaba totalmente en lo cierto. Si no era gitano —y por su tono de piel y sus rasgos faciales no lo parecía—, no tenía por qué considerarlo, al menos de buenas a primeras, un enemigo, y nada le impedía entablar un intercambio de palabras algo más amigable. Por otra parte, era bueno que ganara tiempo: llamar a Alain habría sido una estupidez, pero quizá, al retrasarse, éste notara su ausencia e hiciera, para variar, algo inteligente. En cualquier caso, Matthieu no perdía nada hablando con aquel tipo.

¿Quién demonios eres? —recuperando poco a poco el aliento, Matthieu se incorporó y se masajeó las costillas y la espalda—. ¿Y dónde aprendiste a moverte… así? Nunca hubiera dicho que un alfeñique como tú pudiera… pudiera hacerme volar por los aires con tanta facilidad, y menos después de haber estado caminando toda una noche…

Con algo de suerte, averiguaría algo más acerca de la misteriosa procedencia de aquel tipo. Ahora que lo contemplaba con más detenimiento, parecía bastante dispuesto a cumplir con su palabra. ¿Había hablado de entregarse? Quizá fuera sólo un señuelo para despistarle; en cualquier caso, eso vendría después, si Matthieu consideraba que las explicaciones que recibía no eran suficientes o si le parecían sospechosas. Y si conseguía atraparlo y no acabar, de nuevo, por los suelos. Pero estaba dispuesto a darle una oportunidad a aquel tipo y a escuchar lo que tuviera que decir antes de ir más lejos.

Antes has hablado de un… demonio —añadiría, sintiendo un escalofrío al recordar los episodios terroríficos vividos en la ciudad poco tiempo antes—. ¿A qué te referías? Pensaba que la hija del molinero fue atacada por los gitanos, hace tiempo que no sabemos nada de los monstruos que invocaban en la capital… —si el chico decía la verdad, quizá lo mejor era ir a informar cuanto antes al capitán para que se redoblara la vigilancia—. En cualquier caso, creo que, si tu intención era la de ayudar al molinero, estamos en el mismo bando. Nuestro deber es defender París. Si esos demonios han vuelto, necesitaremos que nos des toda la información que puedas al respecto.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Mié Nov 23, 2016 2:36 am

¿Quién demonios eres? —El chico arqueó un poco las cejas ante aquel tono—. ¿Y dónde aprendiste a moverte… así? Nunca hubiera dicho que un alfeñique como tú pudiera… pudiera hacerme volar por los aires con tanta facilidad, y menos después de haber estado caminando toda una noche…

Un alfe-.—Apretó los labios, indignado, pero luego resopló por lo bajo, casi divertido—. Me llamo Vaan Laforet. He aprendido a luchar así en una orden de caballeros desconocida en París. Allí los maestros nos enseñan a manejar nuestro cuerpo y otras… habilidades.—Sonrió de lado—. Y es posible que haya exagerado con lo de caminar toda la noche. Solo unas horas.

Antes has hablado de un… demonio .—Vaan asintió con severidad—. ¿A qué te referías? Pensaba que la hija del molinero fue atacada por los gitanos, hace tiempo que no sabemos nada de los monstruos que invocaban en la capital…

Vaan suspiró suavemente.

En esta tierra tenéis mucha facilidad para culpar siempre al mismo pueblo, ¿no crees? No fue un gitano el responsable del ataque contra la hija del molinero, sino un demonio. La chica ni siquiera era su objetivo, solo recibió una herida superficial en la pierna.

En cualquier caso, creo que, si tu intención era la de ayudar al molinero, estamos en el mismo bando. Nuestro deber es defender París. Si esos demonios han vuelto, necesitaremos que nos des toda la información que puedas al respecto.

Por supuesto, pero solo puedo decir que…

Matthieu no supo qué era lo que iba a decir Vaan porque un estruendo y varios alaridos llegaron desde la casa del molinero. Vaan se puso pálido y gritó:

¡Rápido!

No esperó a que Matthieu pudiera reaccionar: echó a correr de vuelta hacia el molino. Por la puerta trasera salió corriendo una joven cargando con un bebé y arrastrando a un niño pequeño. Al ver a Vaan rompió a llorar:

¡Es otro, es otro!

¡Alejaos de aquí!—ordenó Vaan, señalando hacia el bosque. Luego entró en la casa.

Si Matthieu lo seguía o miraba por una ventana, se encontraría con un demonio. Sería la primera vez que había visto uno tan de cerca. Y era terrible, más grande que un humano, y con una enorme y extraña espada que sin duda podía cortar por la mitad sin apenas esfuerzo.

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Alain había volcado una mesa y tenía una herida en brazo, pero aun así empujaba al molinero y su esposa contra una de las paredes en ademán protector. Sin embargo, el demonio no parecía interesado en ellos, sino en un rincón de la habitación. Concretamente en el suelo.

Entonces entró Vaan en escena con algo que no había tenido antes. Un arma de lo más extraña:

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Y el demonio se volvió inmediatamente hacia él, agitando su enorme espada.

Matthieu tenía varias opciones. Podía rodear la casa y entrar por la puerta principal para ayudar a Alain y la pareja de molineros a escapar. Con eso quizás perdería un tiempo precioso, porque Alain se estaba desplazando lentamente para ponerse detrás del demonio, dispuesto a apoyar al muchacho.

Por otra parte, podía simplemente unirse a Vaan e intentar apoyarlo de alguna forma, aprovechando que el demonio por algún motivo solo se fijaba en él. El problema era que estaba sin armadura. ¿Era inteligente enfrentarse a ese monstruo así, sin más? ¿Solo con una espada?

Si se le ocurría otra forma de ayudar como, por ejemplo, rompiendo una ventana y entrando por otro punto, o incluso si prefería ir a ver qué era lo que el demonio había estado buscando —donde encontraría una trampilla— para intentar capturar su atención o cualquier otra idea que tuviera, era muy libre de hacerlo.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Damocles » Jue Nov 24, 2016 8:32 pm

Por supuesto, pero solo puedo decir que…

Matthieu no supo qué era lo que iba a decir Vaan porque un estruendo y varios alaridos llegaron desde la casa del molinero. Vaan se puso pálido y gritó:

¡Rápido!

No esperó a que Matthieu pudiera reaccionar: echó a correr de vuelta hacia el molino. Matthieu, momentáneamente paralizado por la sorpresa, sólo pudo pensar una cosa tras oir aquel estruendo. “¡Alain!”. Durante el breve intercambio de mordidas al polvo y palabras con aquel tipo tan extraño, ´había olvidado por completo que su amigo estaba en el molino, solo. Nunca había calculado que algo malo pudiera estar aguardándole allí. Mientras se maldecía por su falta de previsión y echaba a correr a su vez hacia el edificio, vio cómo por la puerta trasera emergía a toda velocidad una joven cargando con un bebé y arrastrando a un niño pequeño de la mano. Al ver a Vaan, que corría a una velocidad sorprendente, casi como si medio volara, y que por tanto casi estaba en el molino, rompió a llorar:

¡Es otro, es otro! —sollozó mientras lanzaba una mirada de terror a la puerta abierta tras de sí.

Matthieu, a quien aún quedaban unos veinte metros para llegar al molino, no necesitó echarle mucha imaginación para captar a qué se refería la desdichada joven. El tono de sus gritos y su expresión desencajada sólo daban pie a una explicación plausible. “Otro”. Otro de aquellos demonios espantosos que habían aterrorizado a la Cité no hacía mucho tiempo. Sintiendo cómo un desagradable escalofrío le recorría el cuerpo y cómo se le secaba la garganta. Pese a que sabía de qué se trataba, nunca antes había tenido que enfrentarse cara a cara con uno de aquellos monstruos y, sinceramente, esperaba no tener que hacerlo.

Pero justo cuando su carrera empezaba a flaquear, volvió a recordar a su amigo Alain. No podía dejarle ahí sólo en la estacada.

¡Alejaos de aquí! —ordenó Vaan, sacándole de sus pensamientos mientras le indicaba que se dirigieran hacia el bosque. Luego, sin más miramientos, entró en la casa.

Matthieu no dejó que las dudas volvieran a asaltarlo y se abalanzó tras Vaan al interior de la casa, desenvainando su espada. La impresión de la escena que le recibió allí lo dejó clavado en la entrada, mientras sus ojos se abrían desmesuradamente por el miedo. La luz apenas entraba en el interior y las tinieblas parecían invadir el centro de la estancia, como si cobraran forma en su interior definiendo un enorme contorno oscuro como la obsidiana y con brillos azulados, con sus cuatro extremidades terminadas en afiladas garras, unas correosas alas reptilianas y una cabeza en la que se dibujaba una cruel sonrisa y que venía rematada por sendos cuernos afilados como cuchillas. En su mano derecha empuñaba una gigantesca espada de forma extraña y con varios signos misteriosos grabados en su hoja, que brillaba con un resplandor maligno. Era la primera vez que Matthieu veía a un demonio a tan corta distancia, y en cuanto lo hizo deseó no haberlo hecho.

La imagen de su amigo Alain, que había volcado una mesa y tenía una herida en el brazo, pero aun así empujaba al molinero y su esposa contra una de las paredes en ademán protector, le hizo salir de su pavor. Matthieu, espada en ristre, se adelantó con paso dubitativo, preguntándose si realmente su mundana hoja de acero podría hacerle algo a aquella criatura de tinieblas. No obstante, y el joven guardia se dio cuenta de ello pronto, el demonio no parecía interesado en Alain y el resto, sino en un rincón de la habitación, concretamente en el suelo. Matthieu estiró la cabeza intentando ver qué era lo que llamaba la atención del monstruo, pero sus grandes alas de negrura le obstruían el campo de visión.

No obstante, tanto su atención como la de Matthieu se vieron pronto captadas por Vaan, quien entró en escena agitando entre sus manos con gran soltura algo que —juraría Matthieu— no había tenido antes. El soldado juraría que se trataba de una espada, pero a juzgar por su apariencia delicada y de motivos intrincados, así como a la potente luz blanca que parecía emanar del mismo material del que había sido forjada, no le permitían estar seguro. La hoja hendía las tinieblas abriendo senderos de luz donde antes reinada la oscuridad del demonio. Éste, viendo al recién llegado, sonrió de forma macabra y adelantó su propia hoja demoníaca para enfrentársele.

Matthieu, tras comprobar que su amigo parecía relativamente indemne, a parte de su herida en el brazo, no tuvo mucho tiempo para pensar. Tampoco lo necesitaba. Alain, a juzgar por su resuelta mirada, parecía decidido a apoyar a Vaan en cuanto pusiera a salvo a la pareja de molineros; y él, desde luego, no estaba dispuesto a quedarse mirando cómo aquella maligna criatura campaba a sus anchas. Quizá su espada no fuera suficiente, pero a lo mejor, si conseguía atraer hacia sí la atención del demonio, Vaan tendría una oportunidad de asestar un golpe certero con su extraña arma. Agitando su espada sobre su cabeza, profirió un grito para llamar la atención de la sombra, mientras con el rabillo del ojo comprobaba cómo Alain y los otros dos se acercaban más y más a la salida. En seguida miraría a Vaan, indicándole que aprovechara aquella oportunidad que le brindaba para atacar.
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Re: [La cité des Cloches] Honor de Caballero

Notapor Suzume Mizuno » Vie Nov 25, 2016 8:04 pm

El demonio se arrojó sobre Vaan, que rodó ágilmente a un lado para que su gigantesca espada no lo partiera en dos. Ese momento fue el que aprovecharon los molineros para salir corriendo por la entrada principal. Alain asintió en dirección a Matthieu y mientras este gritaba, el primero atacó con una estocada al demonio por la espalda.

¡No! ¡Apartaos!—gritó el chico.

Pero demasiado tarde. El demonio había extendido su espada a un lado, cogiendo impulso y, de pronto, comenzó a girar sobre sí mismo. Ya en otra persona un movimiento así con una espada tan grande habría sido peligroso. Con un ser que volaba y que los superaba por mucho en peso, fue casi mortal.

Giró como un torbellino, destrozándolo todo a su paso. Golpeó a Alain, que se estampó contra una pared, y la partió la espada de Matthieu sin casi esfuerzo. Es más, el alcanzó en los brazos y el pecho y el impulso fue tan violento que acabó rodando por el suelo.

Aturdido, los sonidos empezaron a alejarse lentamente. Su visión se emborronaba con la pérdida de sangre. Le pareció ver un estallido de luz y, de pronto, la trampilla que había frente a él se abrió. Apareció una cara morena al otro lado.

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¡No salgas!

Una sombra cubrió a Matthieu, que vio cómo el demonio se arrojaba contra el gitano, que abandonó la trampilla e intentó huir. Pero era demasiado lento y la espada ya estaba casi encima de él…

Y entonces, de alguna forma, una especie de gigantesco dragón de agua salió de la nada y atrapó a la criatura entre sus fauces. La estrelló contra una pared y Vaan la atravesó en el pecho con su extraña arma. Tras aquello, el demonio se deshizo entre volutas de humo negro y algo emergió de él. Un corazón rojo. Ascendió hacia el techo y desapareció en un pequeño estallido de luz.

Vaan puso a Matthieu de espaldas al suelo y lo examinó rápidamente. Luego puso una mano sobre él y su palma se iluminó con un tono verdoso. El joven, que ya apenas sí podía pensar, sintió cómo le volvían las energías y el dolor desaparecía. Cuando quiso darse cuenta, podía sentarse y a través de la ropa rota solo se veía carne sana.

¡Pero para qué lo curas!—exclamó el gitano, a quien se le había vuelto la piel cetrina del susto—. ¿Es que no ves que te arrestará por brujo?

Que lo intente.—Vaan miró con dureza a Matthieu—. Me debes la vida y ahora voy a salvar la de tu amigo también. Puedes denunciarme o perseguirme, pero espero que recuerdes que si no fuera por mí, la familia del molinero, tu amigo y tú estaríais muertos.

Sin más, fue al lado de Alain, quien tenía un aspecto mucho peor que el que había tenido Matthieu. La herida en el costado era tan profunda que hasta a Matthieu la provocaría malestar. Vaan, dándole la espalda, comenzó a curar a su compañero con lentitud.

El gitano, muy cerca de la salida, parecía preparado para salir corriendo. Pero alternaba la vista entre Matthieu y Vaan, como si estuviera dispuesto a salir en defensa del último si pasaba algo.

Matthieu, por su parte, debía estar completamente desconcertado con todo lo que había pasado. Pero tenía a un brujo, ¡un brujo de verdad, que estaba haciendo magia frente a sus narices!, delante. El gitano estaba desarmado y… bueno, él también. Pero la espada de Alain seguía intacta y no estaba muy lejos de él…

Claro que el chico acababa de salvarle la vida. Y Matthieu todavía no tenía ni idea de qué había sucedido.

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