Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)
Publicado: Jue May 26, 2016 1:18 am
¿Estás seguro de lo que dices? Sacarme de aquí implicaría tener que cargar conmigo. Sería un estorbo. Y no creo que seas un Caballero que ha venido a rescatarme de mi cautiverio en la torre.
Nikolai miró la sonrisa de Joana con angustia y hundió los hombros, con la cabeza gacha. Claro que era consciente de que no era ningún héroe salvador de damiselas en apuros, y que si estaba allí fue por casualidades del destino tras cagarla estrepitosamente con la misión a cumplir. Sí, aun tendría que encargarse de ayudar a Nanashi, y solo cargando con ella se podía hacer a la idea de que salir de la Montaña no sería sencillo.
A pesar de todo y llegados a ese punto le insistió, cabezota de él.
Eres un buen muchacho, pero creo que olvidas que soy madre de Melkor. ¿De verdad quieres darle alas al general que ha destrozado a tantos pueblos humanos?
Como decía la mujer y cualquier otro que le conociese un poco, si de algo pecaba es de ser un blando que pecaba de ser una buena persona. Pero era consciente de que no todo lo que le hacía actuar era buena voluntad… o al menos él quería creerlo de esa manera. Detestaba que le tomasen por una especie de héroe altruista cuando no era cierto.
—Sepa que esto no lo hago por su hijo. Si puedo evitar que Maléfica siga usándola de excusa para que Melkor cometa más atrocidades, tenga por seguro que lo haré —dictaminó con dureza.
Por eso quiso buscarse un motivo de interés para hacer lo que estaba haciendo. Tal vez alguna forma de compensar su error con la Corona, o de cumplir en parte la misión y darle un golpe a Maléfica del que le costase recuperarse.
Fuera como fuese, en el fondo no quería dejarla en una celda, siendo la herramienta de aquella bruja durante el resto de su vida.
Pero visto así, es que estoy poniendo excusas. Si desaparezco, Melkor tendrá que asumir sus acciones.
Y tras guardarse el huso en la manga, dijo:
—De acuerdo, pues. Sácame de aquí, noble caballero.
Nikolai se quedó un poco perplejo. No esperaba que Joana fuese a aceptar tan rápido, pero que además le llamase “noble caballero”… Una amarga sonrisa le asomó por las comisuras de los labios. Que la mujer estuviese depositando tanta confianza en él le hizo ser más consciente que nunca de que no podía fallar en una labor que no solo le hacía bien a ella, sino a todos ellos.
Antes de que pudiese pensar en cómo actuar, sintió la vibración del móvil y lo sacó (no le importó mostrarlo cuando Joana ya lo había visto, además de a Saic). Un mensaje de Saito le esperaba en la bandeja de entrada.
Nikolai cerró los ojos y suspiró de puro alivio. Había llegado a leer lo de que se enzarzaron en una lucha y se preocupó por un par de segundos pero… ¡Lo tenían! ¡Joder, lo tenían!
—Han conseguido el antídoto —le informó a Joana con una mezcla de júbilo y cansancio—. Ahora solo tenemos que…
No pudo terminar de hablar cuando el móvil volvió a vibrar. Sin embargo, esta vez no era un mensaje; Niko frunció el ceño al ver la llamada entrante de Tristan y, tras vacilar y mirar de soslayo a Joana, se lo colocó en la oreja.
—Dime.
—Soy Tristan. ¿Está Nanashi contigo?
«Si tanto te preocupa, habértelo pensado antes de hacer el imbécil y dejarnos en la estacada.»
Tensó la mandíbula y pensó en algo rápido antes de quedarse demasiando tiempo callado. Ni quería preocupar a los demás con lo que llevarían encima, ni quedar en evidencia como el mentiroso penoso que era. Por eso recurrió a las medias verdades:
—Ahora mismo no puede ponerse. Tenemos unos cuantos problemas encima.
Colase o no, Tristan no hizo más preguntas al respecto y prosiguió con el motivo de su llamada.
—Necesitamos que la madre de Melkor se ponga a hablar con su hijo, ¿la tienes cerca? —«Espera, ¡qué!», parpadeo sucesivas veces—. Que se ponga, rápido.
Nikolai abrió y cerró la boca, parándose a pensar unos instantes. Oh, demonios, ¿ya habían hecho contacto con Melkor? Se despegó el aparato de la oreja, alzándolo con un atisbo de duda, y posó sus ojos en Joana.
—Es posible que puede hacer algo más que desaparecer para que Melkor sea consciente de sus actos —dijo, acercándole el móvil—. Parece que mis compañeros del castillo de Huberto están negociando con su hijo, y les gustaría que tuviese unas palabras con él.
Ante la posible incertidumbre que tendría la pobre mujer en esos momentos, Nikolai le explicó en pocas palabras que lo que tenía en la mano era un artefacto mágico (no sabía ni por qué se esforzaba en camuflarlo después de haber quebrantado las normas de manera tan descarada) que permitía comunicarse con alguien desde grandes distancias. Activó la opción del manos libres y le aseguró que la persona con la que hablaría desde el aparato era su hijo.
Una vez terminase y saliese lo que saliese de la conversación entre madre e hijo, llegó el momento de decidir que hacían para salir sanos y salvos de la torre. Con tantas interrupciones tuvo tiempo para improvisar algo. No era el mejor de los planes, pero sí el que menos peligros conllevaba.
—Antes de ir a ninguna parte tenemos que esperar a que lleguen mis compañeros con el antídoto. Mientras tanto, él y yo vigilaremos afuera por si han aumentado la seguridad. —Señaló a Saic y luego bajó el dedo al suelo—. Usted permanezca aquí hasta que volvamos y el camino esté despejado.
De ninguna manera iba a arriesgarse a sacar a Joana cuando medio pelotón de goblins le estaba buscando. Mientras siguiese en su celda, ella no correría peligro alguno al seguir en su “sitio” de siempre. Primero tenía que esperar a que llegase la caballería y que él mismo les allanase el camino nada más llegasen.
La patrulla que llevarían a cabo administrador y asistente sería la siguiente: gracias a su capacidad de vuelo, Saic se elevaría lo máximo posible al techo y evitaría en todo momento la luz de las antorchas, resguardándose en todo momento en los recovecos oscuros. En el caso de que divisase a alguien acercándose, le mandaría una señal a Niko haciendo vibrar su móvil una o varias veces —dependiendo del número de individuos que aviste— y variando su duración según a quien vea —una señal corta para los goblins, y una más larga para los orcos—.
Nikolai se escondería en una de las celdas nada más recibir el mensaje y otearía por la cerradura. Guiándose por la señal que le mandaría Saic en el caso de que tuviese cerca a un goblin alejado del grupo, alargaría el brazo y lo agarraría del cuello para evitar que gritase. Una vez a su merced, tan solo tendría que dejarlo inconsciente con un golpe rápido y aguardar a repetir la jugada.
Cuantos menos guardias campando a sus anchas, mejor.
Nikolai miró la sonrisa de Joana con angustia y hundió los hombros, con la cabeza gacha. Claro que era consciente de que no era ningún héroe salvador de damiselas en apuros, y que si estaba allí fue por casualidades del destino tras cagarla estrepitosamente con la misión a cumplir. Sí, aun tendría que encargarse de ayudar a Nanashi, y solo cargando con ella se podía hacer a la idea de que salir de la Montaña no sería sencillo.
A pesar de todo y llegados a ese punto le insistió, cabezota de él.
Eres un buen muchacho, pero creo que olvidas que soy madre de Melkor. ¿De verdad quieres darle alas al general que ha destrozado a tantos pueblos humanos?
Como decía la mujer y cualquier otro que le conociese un poco, si de algo pecaba es de ser un blando que pecaba de ser una buena persona. Pero era consciente de que no todo lo que le hacía actuar era buena voluntad… o al menos él quería creerlo de esa manera. Detestaba que le tomasen por una especie de héroe altruista cuando no era cierto.
—Sepa que esto no lo hago por su hijo. Si puedo evitar que Maléfica siga usándola de excusa para que Melkor cometa más atrocidades, tenga por seguro que lo haré —dictaminó con dureza.
Por eso quiso buscarse un motivo de interés para hacer lo que estaba haciendo. Tal vez alguna forma de compensar su error con la Corona, o de cumplir en parte la misión y darle un golpe a Maléfica del que le costase recuperarse.
Fuera como fuese, en el fondo no quería dejarla en una celda, siendo la herramienta de aquella bruja durante el resto de su vida.
Pero visto así, es que estoy poniendo excusas. Si desaparezco, Melkor tendrá que asumir sus acciones.
Y tras guardarse el huso en la manga, dijo:
—De acuerdo, pues. Sácame de aquí, noble caballero.
Nikolai se quedó un poco perplejo. No esperaba que Joana fuese a aceptar tan rápido, pero que además le llamase “noble caballero”… Una amarga sonrisa le asomó por las comisuras de los labios. Que la mujer estuviese depositando tanta confianza en él le hizo ser más consciente que nunca de que no podía fallar en una labor que no solo le hacía bien a ella, sino a todos ellos.
Antes de que pudiese pensar en cómo actuar, sintió la vibración del móvil y lo sacó (no le importó mostrarlo cuando Joana ya lo había visto, además de a Saic). Un mensaje de Saito le esperaba en la bandeja de entrada.
Para Nikolai:
Hemos hecho un antídoto temporal, lo traeremos ya. Hemos entablado combate, pero está solucionado por ahora.
Nikolai cerró los ojos y suspiró de puro alivio. Había llegado a leer lo de que se enzarzaron en una lucha y se preocupó por un par de segundos pero… ¡Lo tenían! ¡Joder, lo tenían!
—Han conseguido el antídoto —le informó a Joana con una mezcla de júbilo y cansancio—. Ahora solo tenemos que…
No pudo terminar de hablar cuando el móvil volvió a vibrar. Sin embargo, esta vez no era un mensaje; Niko frunció el ceño al ver la llamada entrante de Tristan y, tras vacilar y mirar de soslayo a Joana, se lo colocó en la oreja.
—Dime.
—Soy Tristan. ¿Está Nanashi contigo?
«Si tanto te preocupa, habértelo pensado antes de hacer el imbécil y dejarnos en la estacada.»
Tensó la mandíbula y pensó en algo rápido antes de quedarse demasiando tiempo callado. Ni quería preocupar a los demás con lo que llevarían encima, ni quedar en evidencia como el mentiroso penoso que era. Por eso recurrió a las medias verdades:
—Ahora mismo no puede ponerse. Tenemos unos cuantos problemas encima.
Colase o no, Tristan no hizo más preguntas al respecto y prosiguió con el motivo de su llamada.
—Necesitamos que la madre de Melkor se ponga a hablar con su hijo, ¿la tienes cerca? —«Espera, ¡qué!», parpadeo sucesivas veces—. Que se ponga, rápido.
Nikolai abrió y cerró la boca, parándose a pensar unos instantes. Oh, demonios, ¿ya habían hecho contacto con Melkor? Se despegó el aparato de la oreja, alzándolo con un atisbo de duda, y posó sus ojos en Joana.
—Es posible que puede hacer algo más que desaparecer para que Melkor sea consciente de sus actos —dijo, acercándole el móvil—. Parece que mis compañeros del castillo de Huberto están negociando con su hijo, y les gustaría que tuviese unas palabras con él.
Ante la posible incertidumbre que tendría la pobre mujer en esos momentos, Nikolai le explicó en pocas palabras que lo que tenía en la mano era un artefacto mágico (no sabía ni por qué se esforzaba en camuflarlo después de haber quebrantado las normas de manera tan descarada) que permitía comunicarse con alguien desde grandes distancias. Activó la opción del manos libres y le aseguró que la persona con la que hablaría desde el aparato era su hijo.
Una vez terminase y saliese lo que saliese de la conversación entre madre e hijo, llegó el momento de decidir que hacían para salir sanos y salvos de la torre. Con tantas interrupciones tuvo tiempo para improvisar algo. No era el mejor de los planes, pero sí el que menos peligros conllevaba.
—Antes de ir a ninguna parte tenemos que esperar a que lleguen mis compañeros con el antídoto. Mientras tanto, él y yo vigilaremos afuera por si han aumentado la seguridad. —Señaló a Saic y luego bajó el dedo al suelo—. Usted permanezca aquí hasta que volvamos y el camino esté despejado.
De ninguna manera iba a arriesgarse a sacar a Joana cuando medio pelotón de goblins le estaba buscando. Mientras siguiese en su celda, ella no correría peligro alguno al seguir en su “sitio” de siempre. Primero tenía que esperar a que llegase la caballería y que él mismo les allanase el camino nada más llegasen.
La patrulla que llevarían a cabo administrador y asistente sería la siguiente: gracias a su capacidad de vuelo, Saic se elevaría lo máximo posible al techo y evitaría en todo momento la luz de las antorchas, resguardándose en todo momento en los recovecos oscuros. En el caso de que divisase a alguien acercándose, le mandaría una señal a Niko haciendo vibrar su móvil una o varias veces —dependiendo del número de individuos que aviste— y variando su duración según a quien vea —una señal corta para los goblins, y una más larga para los orcos—.
Nikolai se escondería en una de las celdas nada más recibir el mensaje y otearía por la cerradura. Guiándose por la señal que le mandaría Saic en el caso de que tuviese cerca a un goblin alejado del grupo, alargaría el brazo y lo agarraría del cuello para evitar que gritase. Una vez a su merced, tan solo tendría que dejarlo inconsciente con un golpe rápido y aguardar a repetir la jugada.
Cuantos menos guardias campando a sus anchas, mejor.