Re: [Agrabah] La leyenda del rey Salomón
Publicado: Jue Ene 07, 2016 5:03 am
Saeko
La princesa Yasmín acariciaba su tigre tranquilamente en el jardín cuando Saeko se dirigió hacia allí con una sonrisa. El animal levantó la vista y la clavó en la aprendiza, aunque su mirada no resultó amenazadora, parecía haberla reconocido.
—Rajah, ¿ocurre algo? —preguntó con una voz melódica.
—¿Yasmín? Soy Saeko.
La princesa se giró con brusquedad y abrió los ojos como platos, no tardó en llevarse una mano a la boca con una muy notable sorpresa.
—¡Saeko! Qué alegría volver a verte.
Yasmín no tardó en acercarse apresurada a la aprendiza y darle un fuerte abrazo.
—Creía que te habías ido del reino, dime. ¿Qué te trae por aquí? ¡Tengo muchas cosas que contarte! —exclamó emocionada.
>>Aunque muchas de esas cosas son malas... Supongo que ya habrás visto el estado de la ciudad. ¿Cómo has logrado entrar? Creía que habían cerrado las puertas al desierto a cal y canto.
Nada mal para empezar, seguro que podría sacar mucha información jugosa de la princesa del mundo.
Nanashi, en un principio no contestó a la pregunta de Celeste, conociendo a la Maestra seguramente opinase que no era quien para hablar de los asuntos personales de los demás, por lo que simplemente hizo oídos sordos a su pregunta y siguió su camino.
Celeste y Nanashi entraron al palacio. Lo primero que la aprendiza notaría era que la entrada era de por sí exageradamente grande. Una alfombra roja de algún tipo de tela verdaderamente cara (y difícil de mantener, además) se extendía desde unas escaleras hasta donde ellas estaban. Casi daba hasta miedo pisar el suelo, todo parecía muy caro.
Nanashi caminó decidida en dirección a las escaleras, casi como si ya conociese el lugar desde hacía mucho tiempo. Había algunos guardias expectantes, pero ninguno llegó a importunarlas.
—Celeste —nombró de golpe Nanashi—. Dime, ¿qué opinas de lo que hemos visto hasta ahora en esta ciudad?
La Maestra escuchó su respuesta (si es que lo hacía) y asintió comprendiendo lo que la aprendiza quería decir.
—Nos vamos a encontrar con el dirigente de éste mundo, como comprenderás debemos tener una cierta etiqueta con alguien de tal importancia. Es de suma importancia que pienses en él como alguien superior, por lo que tienes que dirigirte a él de la manera más educada que se te ocurra —recomendó.
Aunque más le valía a la aprendiza seguir aquel "consejo", Nanashi tenía fama por castigar a los aprendices rebeldes o que metían mucho la pata... Sería mejor no liarla parda, y menos en su presencia.
Ambas subieron las escaleras alcanzando el segundo piso del palacio. Allí había una gran sala del trono, en el centro, sentado en el puesto del sultán había un hombrecillo viejo, rechoncho y bajito con cabello blanco y larga barba. Tenía una cara simpática lo que le hacía parecer el típico viejo afable y al que se le cogía cariño enseguida. Vestía prendas lujosas blancas típicas del mundo.
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—¿¡Nanashi!? —exclamó el sultán—.¡Pero si estás hecha toda una mujer!
Nanashi hincó la rodilla en el suelo y bajó la cabeza, la Maestra lanzó una mirada furtiva a celeste esperando que la imitase.
—Mi señor... —Saludó la mujer aún con la cabeza gacha.
—¡Vaya! Han pasado muchos años desde la última vez que viniste a visitarnos. ¿A qué se debe el placer de tenerte entre nosotros hoy?
—Hemos sido notificados de que la ciudad corre un grave peligro debido a la tormenta de arena y a unas criaturas comunmente conocidas por aquí como los "Demonios Negros". Debido a eso, hemos venido en su ayuda.
—¡Por supuesto, por supuesto! —El sultán dio una palmada y se levantó de su trono (que en realidad era una especie de sofá) de un salto para acercarse a ambas portadoras—. Levantáos, no voy a teneros así a mis invitadas de honor, jojojo —rió.
En ese momento, Celeste vería por un solo instante a alguien observando la escena a lo lejos, tras una cortina roja que separaba aquella zona de otra a la izquierda. Se trataba de alguien que desentonaba un poco con el lugar, era un hombre rubio y maquillado como si fuese un payaso, o algo así. Bueno, tampoco tenía tanta relevancia como para molestar a la Maestra por aquello, seguramente fuese el bufón de la corte.
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—Gracias, su alteza —agradeció Nanashi—. Necesitamos ayuda de sus soldados para encontrar a un grupo de criminales de un país vecinos. Son muy peligrosos y sabemos que podrían estar buscando algo en el desierto, presumo que podría estar relacionado con ésta tormenta de arena e incluso con la masacre que han provocado los Demonios Negros.
—¡No! ¡No es posible! —El hombrecillo retrocedió alterado.
—¿Ocurre algo, mi señor?
—Si están buscando algo en el desierto solo puede tratarse de una cosa a estas alturas...
—¿Está hablando de...?
—Exacto, las ruinas de la vieja Agrabah.
El rostro de Nanashi palideció. ¿Qué tenían de especial aquellas ruinas?
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Ambos aprendices estuvieron de acuerdo por empezar investigando el mercado. Saito había hecho muy bien en apoyar la idea de Malik, puesto que siendo originario del propio mundo sería el que mejor supiese de esas cosas.
Lyn no discutió a los aprendices y caminó al lado de ellos mirando con cautela a todos los callejones por los que pasaban y olisqueando el aire cada cierto tiempo. Estaba corportándose de una manera un tanto peculiar, eso era innegable... Y de vez en cuando incluso parecía que su transformación a "mujer bestia" se descontrolaba levemente, aunque la Maestra siempre parecía controlarlo.
A medio camino, Malik decidió preguntar algo que había llamado la atención de todos los aprendices.
—Oye, maestra... ¿Puedo preguntarte por lo que le has dicho antes a Nanashi, sobre “eso” que te altera tanto? ¿Es algo... relacionado con la misión?
Lyn se detuvo en seco y clavó sus ojos lupinos en el aprendiz, un escalofrío recorrió al hombre quizás sintiendo como un instinto el "peligro". Sin embargo, duró poco. La mujer torció los labios en un gesto y tomó aire.
—No, no tiene nada que ver con la misión —negó—. ¿Sabes lo que hay ésta noche? Luna llena.
>>Supongo que habrás estudiado algo de folclore de los diferentes mundos que conocemos, ¿verdad? ¿Te suenan los hombres lobo? Son mitad lobo, mitad humano... Y durante las lunas llenas sus instintos más primarios salen a la luz junto a su verdadera forma.
La explicación de la Maestra fue suficiente para entender lo que ocurría sin decirlo directamente.
—Por supuesto, lo tengo controlado. El difunto Maestro Kazuki no solo era un mago experto, también un excepcional alquimista. —La voz de Lyn al mencionar a su antiguo Maestro se quebró—. Sintetizó un medicamento, que si bien no cura la licantropía hace que evite la transformación incluso si la luz de la luna me da de lleno... Aunque tiene un efecto corto, por lo que debo tomar la medicina junto antes de que la luna aparezca en el cielo.
>>Es por eso que hoy puede que esté un poco más... Irritable, no os lo toméis como algo personal.
Alzó un poco más la voz, para que Saito también se diese por aludido.
La mujer mostró a Malik un bote de cristal lleno de pastillas blancas con "birutillas" plateadas que relucían con la luz del sol. Aquello era sin lugar a dudas resina de plata.
Alguien, oculto en una casa a oscuras escuchaba toda la conversación de los portadores... Y los veía. Aquella persona acarició una bola de cristal que mostraba el rostro de Saito y Lyn en aquel momento dirigiéndose al mercado. El hombre, de cabello plateado sonrió ampliamente.
—Es la hora de que se levante el telón... Portadores.
A pesar de la tranquilidad general de la zona rica, el mercado estaba mucho más ajetreado y lleno. Había mercaderes mostrando sus mercancías (algunas realmente exóticas) y puestos de fruta, carne y pescado. El mercado contaba con un gran número de tiendas de telas y ropa regentadas por un sastre...
Sin embargo, lo que más llamaba la atención no era aquella zona del mercado, sino una anexa que parecía muy nueva... Y extremadamente ostentosa.
Se trataba de una tienda bastante más grande que las demás, todo un edificio cubierto de oro y preciosos grabados por toda su superficie, las columnas de la entrada parecían de marfíl y el suelo era de mármol de la más alta calidad. Varias estátuas de jade que representaban criaturas de otros mundos (¿dragones en Agrabah? ¡Imposible) relucían con un verde puro.
Aquella tienda era la más visitada, y era normal. Era preciosa.
Se trataba de una joyería, o eso parecía. Estaba llena de muebles, jarrones, vasijas, lámparas... Todo de oro y plata. También había muchísimos diamantes y piedras preciosas de todas las clases. Parecía increíble que alguien pudiese acumular tales riquezas... Pero ese tipo de gente existía, y lo tenían delante.
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Pero también había mucha otra gente cuchicheando sobre el mercader, algunos fragmentos de conversaciones llegaron a ellos.
—Dicen que vivía en el barrio de la gente pobre. ¿Cómo se hizo con tanto dinero? Parece cosa de magia...
—Dicen que usa magia... Un amigo de confianza dijo que el amigo de un amigo suyo le vio saliendo del palacio con una extraña lámpara negra y que de pronto le rodeó humo negro... ¡Y desapareció!
—También dicen que cada vez que le pasa algo bueno... Le ocurre una desgracia a Agrabah... Primero la tormenta de arena cuando se convirtió en el más poderoso mercader y luego el ataque de Demonios Negros justo después de que ésta tienda apareciese de la nada y abandonase el barrio pobre. El mismo que se llenó de golpe de Demonios Negros.
Vaya, pues sí que eran cotillas y envidiosos los ricos. Si seguramente aquel mercader fuese un hombre honrado y trabajador...
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Fecha límite 13/01/2015