[País de Nunca Jamás] Hasta nunca jamás

por **Crystal** » Sab Ene 09, 2016 10:05 pm

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Todos consiguieron coordinarse de manera que pudieron salirse con la suya con bastante facilidad. Con sus orbes, Freya fue capaz de cargarse a los que volaban en el momento justo. La explosión de oscuridad de escuchó por toda la bahía. Sin embargo, no pudo más y cayó rendida al suelo; había gasto demasiada energía en tan poco tiempo. Una Sombra surgió a sus espaldas, con intención de atacarla, pero la Flama Tenebrosa de Jeanne paró el ataque a tiempo. La pelirrosa le dirigió una sonrisa de agradecimiento a su amiga.

Al mirar hacia el buque de Garfio, se fijó en el bucanero: los había descubierto. Normal, con todo aquel ruido que hacían los ataques... Pero no podían pensar en eso ahora, puesto que la batalla aún no había terminado.

Tras un hechizo que encerró a los Sincorazón restantes en burbujas que desaparecieron en el agua, la bahía quedó despejada por completo. La batalla había sido un éxito, si no contaban el hecho de haber sido descubiertos.

—Rápido. Ignoradlo. —La Maestra guió el camino hacia el lado opuesto al galeón pirata.

Da igual cuanto huyeran; Freya estaba segura de que la presencia de los Aprendices allí llegaría a oídos de Garfio en cuanto el pirata tuviese ocasión de contárselo. Pero por el momento, no podían hacer nada, así que siguió a la Maestra sin reprochar.

****

La muchacha no estaba hecha para la montaña. Todo aquel terreno desnivelado, las raíces en el suelo —con las cuales por poco tropezó un par de veces—, el barro... Pero, sobre todo, los bichos. Aquellas picaduras eran insoportables, y no estaba muy acostumbrada a ellas.

Un nuevo grupo de Sincorazón apareció, así que tuvo que hacer uso de sus últimas energías para abatirlos y despejar el camino. Sin pistolas, sin magia, solo a base de golpes de Llave Espada. Lo que menos quería era hacer ruido y que averiguasen su posición.

Tras subir la montaña, Freya se adelantó al grupo para observar el mar desde aquella distancia. ¡Qué bonito se veía todo desde allí arriba! La Maestra se retuvo en el risco e invocó un saco que colocó en el suelo. Después se quitó la gabardina y se aplicó una especie de crema en la piel para las picaduras. La aprendiza no se atrevió a pedirle un poco de ese ungüento.

—Bien... Haremos de este punto nuestro campamento. Agradezco vuestra colaboración durante todo el camino, ayudar a vuestros compañeros es esencial. No podemos permitir que ningún corazón más caiga... en la oscuridad —Del saco empezó a sacar varios materiales—. Yo organizaré el campamento... Si os veis capaces podéis salir ahí fuera y cumplir algunas tareas. Os daré una lista luego.

Cuando Rebecca sacó las tiendas de campaña, Freya no dudó en echar una mano. Aquello era como ir de acampada, y parecía bastante divertido. Lástima que estuviesen en una misión importante y no tuviesen tiempo para distraerse.

Más tarde, se les entregó a todos un mapa de Nunca Jamás, con un montón de detalles. Lo aceptó, agradecida; su orientación no era muy buena, así que con aquello quizás podía evitar perderse.

—Light, eres el aprendiz más experimentado aquí... Agradecería mucho si fueses por tu cuenta, cuantos más grupos formemos más terreno podremos abarcar. Debemos darlo todo, como los demás en Londres. Mog acudirá mañana para traer algo de ayuda, debemos aguantar hasta entonces, e intentar averiguar todo lo posible. Ánimo.

Light pareció bastante conforme con la idea.

»Ah, y tengo una sugerencia. El amuleto de Rebecca está bien y seguro que resulta útil, pero creo que también deberíamos intercambiar números de teléfono entre nosotros. Por si las moscas…

A Freya se le escapó una risita nerviosa.

—Os va a parecer gracioso... Pero no tengo un cachivache de esos —Miraría sobre todo a Jeanne, por si mostraba señales de preocupación—. Pero si estoy en apuros, dispararé hacia el cielo. Después de todo, cualquier sonido fuerte retumba por todo el lugar.

Se prometió que se haría con un teléfono al llegar a Bastión Hueco, porque eso de no poder estar en contacto con los demás le preocupaba bastante. ¡Se había quedado anticuada!

Después se acercó al tablón donde la Maestra había colocado las tareas. Las observó durante unos instantes, no muy segura de cual debía escoger.

—Yo iré a buscar a los Niños Perdidos. Conozco a Peter y sus amigos. Y ellos conocerán esta isla mejor que nosotros, quizás puedan ayudarnos a conseguir comida, así mataría dos pájaros de un tiro.

—Saluda a los niños de mi parte —Le pidió Freya. La última vez que estuvo con ellos, no pudo despedirse como era debido. Se moría de ganas por saber como estaban, y si alguien sabía algo de Campanilla.

Después de revisar las misiones restantes, se decidió por una.

—Yo me encargo de ir a por la carne fresca, las setas y los huevos —declaró, finalmente—. Así de paso exploro un poco más el terreno —Era la oportunidad perfecta para echar un vistazo a los alrededores y aprovechar las vistas. Aunque pasearse por aquella montaña iba a ser tarea ardua.

—Tened cuidado.

—Lo mismo digo. Nos vemos a la vuelta.

Tras aquello, Freya se quitaría la chaqueta y se la ataría en la cintura. Después, se tomaría un Éter para acabar de recuperar energías, y se internaría en la selva de nuevo.

Carne fresca, setas, y huevos... ¿Dónde podría encontrar todo aquello? ¡Empezaba la búsqueda!

por **Darkness Seeker** » Dom Ene 10, 2016 1:53 am

El seguir a los sincorazón se volvió algo complicado, no sólo por su velocidad sino por los obstáculos que fueron surgiendo en el camino. Pero tras un paseo, desaparecieron sin dejar rastro, justo delante de un gran parque. Pronto, una voz femenina comenzó a llamarme, por lo que me acercó con duda a la zona de la que procedía, un pequeño callejón entre varios edificios.

—Psst, eh. Eh, tú, chico. ¿Me oyes? Ven aquí. Te he visto seguirlos, yo también estoy siguiendo a los niños malos... Me llamo Wendy, Wendy Darling, encantada. Les he seguido un par de veces ya, pero siempre desaparecen en este sitio. ¿Qué raro, no? ¿Tú sabes lo que está pasando?

—No lo sé, la verdad, pero si tú también lo estás investigando podríamos cooperar. ¿Te parece?—le pregunté—Mi nombre es Neru. Voy a investigar por el parque, ven si quieres, pero mantente alerta.

Una vez acordé con ella, nos adentramos juntos en el parque, tratando de encontrar cualquier indicio de la proximidad de los sincorazón, y en caso de que pudieran aparecer utilizaría mi Llave Espada para mantenerlos a raya y evitar que pudieran tocar a la chica.

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por **Zodiark** » Dom Ene 10, 2016 5:27 am

—No debería ser yo la que diga esto pero... fue gracias a Kazuki que pude sacarlo adelante. Dadle buen uso, por favor.

"Kazuki..."

Agarré el amuleto y cerré el puño con fuerza, llevándome la mano al pecho y cerrando los ojos y recordando al Maestro. Estaba comenzando a acostumbrarme a la vida en Tierra de Partida sin él, pero no podía evitar echarle de menos. Pero ya me había prometido a mí misma y a él que no miraría atrás, así que, aunque me costase, tenía que plantar cara a la situación y seguir adelante.

En cualquier caso no era el momento de estar pensando en eso, teníamos una misión importante que cumplir. Sin más dilación, crucé el portal de luz hacia Nunca Jamás.

Lo que allí nos esperaba no fue una bienvenida agradable. Para empezar, el ambiente estaba cargado, frío. Era en cierto modo siniestro y desolador, ya que se suponía que era un mundo alegre y lleno de vida. Pero lo peor era el barco pirata que se alzaba ante nosotros, con un pirata con un catalejo haciendo guardia.

—Piratas... Cómo los odio —Por un momento, los sucesos que ocurrieron en Atlántica el día que conocí a Harold cruzaron mi mente. No quería que algo así se repitiese, así que prefería no volver a mantener contacto con ningún pirata nunca más.

Pero por desgracia el ambiente solitario y frío y el barco pirata no era lo único que nos aguardaba. Un grupo de Sincorazón nos bloqueó el paso, pero tras combatir todos juntos pudimos librarnos de ellos, aunque el pirata del catalejo nos descubrió. Instantáneamente, al percatarme de que el hombre había reparado en nuestra presencia, lancé un hechizo Morfeo como acto reflejo, pero el alcance del conjuro no fue suficiente así que por orden de Rebecca nos vimos obligados a ocultarnos en la maleza.

—Tcht... Maldición...

Anduvimos durante un buen rato, encontrándonos incluso un grupo de Sincorazón que no nos costó trabajo despachar por el camino, y finalmente llegamos a un buen lugar para establecer el campamento. La Maestra nos dio una serie de tareas que debíamos cumplir mientras estuviésemos allí, y Light fue el primero en adjudicarse una de ellas.

—Ah, y tengo una sugerencia. El amuleto de Rebecca está bien y seguro que resulta útil, pero creo que también deberíamos intercambiar números de teléfono entre nosotros. Por si las moscas… —dijo antes de comenzar a repartirnos los quehaceres.

Me encogí de hombros y negué con la cabeza, mirando al chico. Me conocía lo suficiente como para saber que la electrónica no era lo mío, y un teléfono en mis manos era todo un peligro.

—Yo iré a buscar a los Niños Perdidos. Conozco a Peter y sus amigos. Y ellos conocerán esta isla mejor que nosotros, quizás puedan ayudarnos a conseguir comida, así mataría dos pájaros de un tiro.

—Saluda a los niños de mi parte —intervino Freya, al parecer ambos conocían a esos Niños Perdidos, seguramente ahorraríamos mucho tiempo y esfuerzo si alguien conocido para ellos era el que intentaba convencerles para que nos ayudasen.

»Yo me encargo de ir a por la carne fresca, las setas y los huevos. Así de paso exploro un poco más el terreno

—Pues yo, um... —Observé la lista, ya quedaban pocas opciones—. Ukki, creo que es el momento de lucirte —dije, guiñándole un ojo, a lo que el simio no respondió, no parecía muy contento con la idea de tener que trabajar—. Ukki y yo iremos a buscar fruta a la jungla. Cuando tenga suficiente me dirigiré a las montañas para buscar un manantial de agua potable y algunos peces.

La decisión de Jeanne fue quedarse en el campamento ayudando a Rebecca, así que teníamos las tareas bien repartidas entre todos. Sin perder más tiempo, me dirigí con Light a la jungla, y en cierto momento me separaría de él para ir a recolectar algo de fruta con la ayuda de Ukki. Con su agilidad y su destreza para escalar árboles, sería pan chupado.

por **Tsuna** » Mar Ene 12, 2016 4:06 am

Nunca Jamás

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Light aceptó de buen grado la sugerencia de Rebecca de ir solo. Él se las podía apañar sin problemas en la isla, todo lo contrario que los demás. Pese a ello, cada quién decidió ir por su cuenta.

»Ah, y tengo una sugerencia. El amuleto de Rebecca está bien y seguro que resulta útil, pero creo que también deberíamos intercambiar números de teléfono entre nosotros. Por si las moscas…

Claro que no todos disponían de un teléfono móvil.

—Os va a parecer gracioso... Pero no tengo un cachivache de esos. Pero si estoy en apuros, dispararé hacia el cielo. Después de todo, cualquier sonido fuerte retumba por todo el lugar.

Rebecca rió por lo bajo, divertida, al escuchar su conversación desde lo lejos mientras terminaba de colocar una última tienda de campaña: eran un total de tres, y el campamento, muy grande y amplio. Más tarde los aprendices miraron las tareas por cumplir, y entre todos se pusieron de acuerdo.

—Yo iré a buscar a los Niños Perdidos. Conozco a Peter y sus amigos. Y ellos conocerán esta isla mejor que nosotros, quizás puedan ayudarnos a conseguir comida, así mataría dos pájaros de un tiro.

—Yo me encargo de ir a por la carne fresca, las setas y los huevos. Así de paso exploro un poco más el terreno

—Pues yo, um... Ukki, creo que es el momento de lucirte. Ukki y yo iremos a buscar fruta a la jungla. Cuando tenga suficiente me dirigiré a las montañas para buscar un manantial de agua potable y algunos peces.

»Tened cuidado

—Lo mismo digo. Nos vemos a la vuelta.

La maestra Rebecca asintió a todas sus palabras y les permitió tomar sus respectivos caminos, pero en el último momento les llamó la atención. Estaba inquieta, quizá pensando que más allá, en las profundidades de la isla, hubiesen enemigos peores.

—Esperad, tengo algo que ofreceros. No quiero que vayáis tan desprotegidos... es por eso que os ayudaré, al menos un poco.

La maestra invocó su Llave Espada, de tonalidades moradas y rosas, y apuntó a los aprendices que estaban dispuestos a salir, con la excepción de Light. De la tierra empezó a emerger una gran cantidad de agua que poco a poco se fue concentrando en dos puntos distintos, al lado de cada aprendiz:

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—Yo los llamo... Entes. Os acompañarán hasta que estéis de vuelta, y os ayudarán siempre que los necesitéis. Mucha suerte, y cuidado. No luchéis si no es necesario. —luego se aproximó a Maya y le tendió una jarra enorme de cristal vacía. Allí podría almacenar el agua.

Así pues y con todo dicho, los aprendices se pusieron en marcha.

****

Light y Maya salieron juntos, esta última acompañada por Ukki y el Ente de Agua invocado por Rebecca. Ambos tenían en sus manos los mapas que la maestra les había entregado minutos atrás, por lo que no se perdieron en la isla: venía todo muy bien indicado. La base de los niños perdidos estaba representada por lo que parecía un árbol deforme en un claro en mitad de la selva.

Descendieron por un camino repleto de raíces y abundantes hojas que les obstaculizaban la vista durante cinco o seis minutos, y se toparon de frente con dos Sombras y un Fantasma que vagaban sin rumbo. Los pudieron liquidar sin problemas. En ese punto se encontraron también con un pequeño risco que conectaba con un manantial del que salía un arroyo hacia el bosque. Maya consiguió descender y coger un poco de agua, cristalina y pura.

Ahí ya se tuvieron que separar los dos aprendices. Light continuó solo al norte, y Maya avanzó hacia el sur. El primero pasó al menos una hora o dos caminando entre el follaje, abrumado por los insectos, sincorazón básicos que caminaban de un lado a otro y una peligrosa serpiente que le enfrentó a mitad del camino. Menos mal que el aprendiz tuvo los reflejos necesarios para escuchar su inminente ataque desde una rama sobre su cabeza, de lo contrario le hubiese costado un brazo, o puede que algo más por culpa del veneno que cargaba en sus colmillos.

El Sol ascendió cada vez más en el cielo, se empezó a deshidratar y el cansancio hacía mella en él. De no haber sido por su buena forma física se hubiese tenido que detener a mitad de camino para descansar. Por suerte no fue así, y tras dos o tres horas, consiguió alcanzar la que era ahora la base de los niños perdidos. Se trataba de un descampado, tal y como indicaba el mapa, con un árbol viejo y retorcido en el centro. Contaba con cuerdas, flechas, máscaras y objetos de caza a su alrededor como decoración.

En una roca cercana al árbol encontró a un niño disfrazado —¿o era esa su ropa normal?— con pieles de un conejo, estaba durmiendo la mona.

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Pero al dar un pasos sucedió lo impensable: el aprendiz escuchó cómo algo se tensaba bajo sus pies, y una serie de cuerdas ocultas en la tierra atraparon sus dos piernas, logrando así que cayera al suelo de lleno. El niño conejo se despertó, asustado, y tras mirar unos instantes en derredor se fijó en Light.

—¡Invasores! ¡Invasores! —agarró entonces un palo de piedra que tenía colocado al lado.

Por mucho que intentara zafarse Light no fue lo suficiente veloz para escapar. Los matorrales a sus espaldas se agitaron con violencia y, acompañado de un grito de guerra propio de un bárbaro, un niño con pieles de zorro se lanzó sobre él, portando una lanza con la punta de piedra afilada.

—¡AL ATAQUEEEEE!

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El niño pegó un prominente saltó y cayó sobre el aprendiz. Luego viró su lanza y le apuntó con la punta a su cabeza: lo iba a matar sin contemplaciones.

—¡Detente, Zorrillo!

Pero una voz salvó a tiempo a Light, que como mucho podría haber cortado alguna que otra cuerda con alguna de sus armas. El mencionado Zorrillo alzó la vista y los dos lo pudieron ver: desde los cielos bajó alguien ya conocido para él, recubierto en polvo dorado y vestido por simples hojas, se trataba de Peter Pan.

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—¡Pero bueno, si se trata de Light! ¿Te has cansado ya de perseguir tesoros en la playa?

Zorrillo se apartó del aprendiz y Peter se encargó de desatar las cuerdas que le enredaban sus piernas. Luego le ayudó a ponerse en pie y volvió a levitar sobre sus hombros. Una luciérnaga surgió también desde las alturas y rodeó a Light, entusiasmada. Era Campanilla:

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—¿Qué te trae por aquí? Nunca habías venido a nuestra casa, ¿verdad? —esperó sonriente las explicaciones que tuviese que darle el chico, y luego dio una vuelta en el aire—. ¿Qué te parece si entras dentro y hablamos mejor? Últimamente las cosas no van muy bien por aquí, y creo que tú y tu gente nos podríais ayudar.

¿Qué iba a hacer, pues, Light Hikari?

****

Maya Zawrid se separó de Light tras recoger agua. El aprendiz necesitaba ir más al norte. Pudo seguir el arroyo si así lo deseaba. Por el camino tanto ella como Ukki se encontraron un pirata sincorazón armado con un peligroso sable que la enfrentó, buscando el corazón de la niña. Pero esta pudo seguir la misma estrategia que en el combate anterior y lo remató sin problemas. Y en caso contrario, la criatura que había invocado Rebecca lanzaría un hechizo Aqua básico al monstruo, a modo de apoyo.

Mientras avanzaba tanto Maya como su mascota pudieron apreciar la flora y fauna de la isla: flores aromáticas, enormes árboles y telas de araña que cruzaban grandes distancias, incluso el piar de los pájaros desde la lejanía. Se trataba sin duda de una isla afrodisiaca. Y en lo alto de algunas plantaciones hallaron frutas de diversos tipos: pomelos, arándanos silvestres y algunos plátanos.

Se encargase o no de recoger peces durante el camino unas voces profundas y masculinas llamaron su atención:

—Sí. Ese loco dice que vio a unos niños esta mañana luchando con magia al lado del barco. A veces me pregunto qué bebe ese cabrón.

—¿Tú tampoco le crees? Ah, cierto, que aquel día tú no estabas. Unos niños como esos se subieron al barco ayudando a Peter Pan para matar al capitán. ¿Te lo puedes creer? Son unos salvajes.

—Y tú una princesa. Venga, tenemos que volver. Desde anoche esos monstruos no paran de rondar en la bahía. Ya a Morgan le atravesaron con una espada haciendo guardia de noche en la selva.

Por la conversación Maya pudo deducir que se trataba de dos piratas vigilando la zona. Gracias a unos grandes y viejos troncos tirados sobre la hierba la aprendiz fue capaz de espiar a ambos y escuchar su conversación sin ser descubierta, a continuación los dos marcharon en dirección contraria y volvieron, presuntamente, al barco. Aunque luego escuchó unas pisadas a sus espaldas:

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—Le hacemos caso y esto es lo que encontramos: una Portadora espiando a los piratas. ¿Qué piensas tú?

—Sigo pensando que no deberíamos fiarnos de ellos. Están detrás del Tesoro también, como la última vez.

—Pero la oscuridad está creciendo mucho en este mundo. Quizá necesitemos de su ayuda.

La mujer con enormes orejas de conejo clavó la vista en Maya, no la iba a dejar marchar por las buenas. Ambos querían algo de ella, y sabían sobre el Tesoro, los mundos y la oscuridad. ¿Quiénes podían ser? Iba acompañada de un Moguri que cargaba consigo una llave inglesa.

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****

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Freya también iba acompañada por un Ente de Agua invocado por la maestra. La aprendiz se internó en la jungla haciendo uso de un sendero distinto al de Light y Maya. Si miraba el mapa de la isla encontró algunas vagas anotaciones sobre la flora y fauna. No fue un viaje sencillo.

Pasó las primeras horas dando vueltas entre los árboles. Vio setas de distintos tipos y colores bajo los troncos caídos de la zona, o en sitios oscuros. En un día normal Freya supo que de estar allí se podría haber muerto por el calor, pero ese no era el caso. Seguía haciendo frío, pese a estar el Sol en lo alto sobre las copas de los árboles. Más tarde que temprano terminó necesitando agua, y quizá algo de comida.

Dos Sombras se interpusieron en su camino cerca de un pequeño riachuelo. No supusieron ningún problema.

Al cabo de un rato se dio cuenta también de que en algunas zonas elevadas había nidos, y en ellos, huevos. Si estaba dispuesta a escalar para cogerlos se llevó la sorpresa de que la madre del nido se le lanzó encima, intentando proteger a sus futuras crias. Quedaba en su mano llevarse el premio o no. Y respecto a la carne... logró cazar algunas ardillas que correteaban de aquí para allá, con su puntería y sus armas resultaba sencillo. Y en cierto punto, ya muy alejada del campamento, el eco de una voz cercana llamó su atención:

El Corazón.

No sabía sin embargo de donde había venido, solo podía asegurar que era femenina. Más temprano que tarde alcanzó un pequeño claro en mitad de la jungla. Parecía bien escondido y a simple vista se veía que era un sitio especial. Contaba con una enorme puerta dorada sin ningún tipo de cerradura, cubierta por musgo y enredaderas de diversas clases, anclada en la entrada de una especie de cueva.

Si intentaba abrirla se llevó la sorpresa de que era imposible, estaba sellada. La hierba se agitó a sus espaldas y cuando la aprendiz se viró, encontró a alguien que la estaba espiando:

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Era una niña vestida con pieles, llevaba pintura en la cara y en los brazos, y usaba una especie de calavera desgastada a modo de sombrero. Miraba con determinación a los ojos de Freya, como si su sola mirada le estuviese pidiendo algo, pero no fueron capaces de conversar. Una enorme nube de oscuridad se manifestó en mitad del claro, dejando un horrible y peligroso sincorazón:

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La criatura no esperó. Blandió su espada y se lanzó a por la aprendiz sin misericordia, dispuesta a arrebatarle el corazón. Estaba sola pero contaba con la ayuda de la criatura mágica de la maestra. Y de la niña que la espiaba desde las plantas... Ni rastro. Se había esfumado.

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****

Jeanne fue la única que optó por permanecer en el campamento. La maestra Rebecca asintió con la cabeza, sonriente, y continuó montando las tiendas de campaña y preparando todo. Ambas colocaron unas sillas, hablaron —si así lo deseaba Jeanne—, juntaron una serie de rocas en el centro formando un círculo a modo de hoguera, y tras un buen rato, la maestra le pidió que fuese a buscar algo.

—Jeanne, necesito que traigas algo de leña. Antes recogí un poco y la dejé en las afueras del campamento, por allí... —Y señaló la dirección en cuestión—. Con solo un poco basta... Hasta que vuelvan los demás.

La maestra se separó y empezó a colocar algo dentro de una tienda de campaña. A Jeanne no le quedó más remedio que ayudar tal y como lo había estado haciendo hasta ahora. No se alejó mucho del campamento, solo atravesó un caminito cubierto de hojas que daba acceso a un claro. Allí encontró una pila de leña y madera. Cogió unas pocas y se dio la vuelta, dispuesta a regresar. Pero no pudo.

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El ambiente se enrareció, de los recovecos entre los árboles empezaron a surgir lo que parecían esferas translúcidas, brillantes, seguidas de pequeñas estelas que se desvanecían a los pocos segundos. Eran demasiadas y su gran número lo empezó a cubrir todo de niebla. ¿Porque era debido a ellas, no?

Unos pasos aplastaron varias hojas frente a la aprendiz, no por el caminito que llevaba de vuelta al campamento, sino en la dirección opuesta. Un hombre enorme, fantasmal, de cabellos azules y mirada enigmática emergió entre la bruma. Se acercó a Jeanne.

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—Jeanne Mars —habló, para después hacer una reverencia ante ella—. Una aventurera nata, dispuesta a cruzar islas y tormentas en busca de un Tesoro legendario. Llevo mucho tiempo esperando para poder reunirme contigo, dado que la última vez no pude hacerlo. Quizá sea cosa del destino que nos hayamos encontrado, o quizá solo mera coincidencia, pero permíteme que me presente. Mi nombre es Seymour: Seymour Guado. Y me presento ante ti, Jeanne Mars, para ofrecerte algo.

Seymour se incorporó y avanzó unos pasos hacia Jeanne, que se encontraba de algún modo envuelta en aquella bruma de luces y fantasmas, con la leña sobre los brazos. El espectro posó su mano derecha sobre el hombro de la aprendiz, y después le susurró:

>>Puedo llevarte al Tesoro, si así lo deseas. Puedo decirte su localización, cómo encontrarlo —confesó con voz hipnótica. Luego volvió sobre sus pasos y le dio la espalda—. Pero a cambio... necesito algo por tu parte. No se trata de nada complicado, ni de algo que no puedas ofrecerme, pues es bien sencillo: traicionarás a tus compañeros cuando llegue el momento —Y volvió a mirar a la aprendiz, ¿sonriente quizá? Entre tanta bruma no se distinguía bien—. Necesito tu respuesta, Jeanne Mars. ¿No es el Tesoro lo que más anhelas ahora mismo? Es un trato aceptable.

Seymour aguardó a la respuesta de Jeanne. Básicamente le ofrecía la localización del Tesoro que buscaba la Orden con tanto ahínco en esas tierras, y que ella misma estuvo a punto de conseguir la última vez, por muy poco, en la isla de la Calavera. Todo a cambio de la traición. Debía traicionar a sus compañeros "cuando llegara el momento". No sabía con certeza qué significaba aquello, pero siempre podía mentir... ¿Nadie la iba a obligar a traicionar a nadie, verdad?

Así pues, Jeanne Mars tenía dos posibles respuestas: Sí o No.

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Londres

—No lo sé, la verdad, pero si tú también lo estás investigando podríamos cooperar. ¿Te parece?

—¡Genial! —exclamó Wendy, emocionada y con una pizca de magia en sus ojos.

—Mi nombre es Neru. Voy a investigar por el parque, ven si quieres, pero mantente alerta.

Wendy asintió a sus palabras y se mantuvo detrás de Neru, como si la sola presencia del chico la protegiese. Era mucho más mayor que ella, a fin de cuentas. La niña cargaba consigo en su espalda una mochila, donde quizá llevara comida o agua. Ambos se adentraron en el parque y empezaron a investigar.

El primer punto estuvo claro: los setos donde habían desaparecido los sincorazón. Ahora no quedaba rastro de ellos, pese a que sus pisadas seguían marcadas en la tierra.

—Qué raro... —murmuró Wendy, mirando las pisadas desde la distancia.

Salieron de allí y continuaron mirando, pero no encontraron nada de nada. La niña se sentó en un banco de por allí cerca mientras seguía con una mirada inquieta a Neru, que continuaba analizando la zona con cautela. Al cabo de unos minutos la puerta del Black Cat se abrió, y de su interior surgió un hombre de lo más peculiar:

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Exhibía un cabello rubio dorado que le daba un aura imponente. Parecía ser alguien importante en aquello a lo que se dedicara, su mirada era profunda, certera, osada. Iba vestido con un elegante traje propio de alguien adinerado.

—¿Dos niños? —murmuró para sí mismo, clavando la vista en Wendy por unos momentos. Se ajustó el traje, la corbata y continuó caminando en dirección al puerto.

Wendy se quedó mirando al hombre unos momentos, hasta que de los mismos setos de antes volvieron a surgir los dos sincorazón Soldado. Uno de ellos saltó y pegó una patada en mitad del aire que golpeó al aprendiz en todo el costado. Le lanzó varios metros más allá, perdió el aliento, cayó sobre el asfalto y se raspó los antebrazos por el impacto. El otro en cambio fue a por Wendy. La niña no pudo hacer nada más que subirse al banco e intentar escapar, pero las zarpas de la criatura la sujetaron de una pierna y la tiraron al suelo.

—¡N-neru...! —logró decir.

El Soldado cayó encima de ella y la aprisionó con ambas manos. Después ambos fueron tragados por la oscuridad y desaparecieron. Varias personas gritaron desde las ventanas horrorizados por la escena, exclamando cosas de que los demonios no habían desaparecido y los periódicos solo soltaban mentiras para vender y ganar dinero.

El Soldado restante alzó las garras y encaró a Neru, dispuesto a rebanarle el pescuezo. Pero el hombre rubio se interpuso entre ambos, con un aire protector.

—¿Estás bien? —preguntó, todavía sin mirar al aprendiz.

Neru no dudó en invocar la Llave Espada delante de todo el mundo. Varias personas le miraron alucinadas desde las ventanas, incluyendo al hombre rubio que ahora le protegía. Se había quedado más pálido de lo normal, aunque no comentó nada acerca del arma.

La criatura estaba a punto de lanzarse a por el señor. Tenía que hacer algo rápido... Ya había perdido a Wendy por aquel ataque sorpresa. ¿A qué demonios estaban jugando los sincorazón, igualmente?

****

―Me parece que te me has adelantado, soldado. ¿Cuál es el plan? ¿Y el premio? Tiene que ser muy jugoso para que soportes las burlas y la vergüenza de tener que ir con esas pintas.

Balthier se cruzó de brazos y gruñó por lo bajo incómodo por el comentario de Hana. No parecía muy dispuesto a soltar prenda tan fácilmente. Gracias a la insistencia de la chica, el hombre terminó por confesar después de unos segundos incómodos.

—En los palacios hay tesoros relucientes y muy bonitos... ¿No te lo habían dicho nunca? Pero me temo que esta vez es diferente, sirenita.

―¿Qué te parece si hacemos un trato? ―Balthier se encogió de hombros, sin mucho que decir―. Supongo que recordarás a las criaturas negras del barco de Garfio. Antes vagaban tanto por Londres como por Nunca Jamás; ahora, en cambio, se han desplazado de golpe al otro lado, como ha notado toda la ciudad. Quiero saber por qué. Llevas aquí más tiempo que yo y puede que hayas oído algo. Te ayudaré en lo que quiera que estés haciendo si me cuentas todo lo que sabes y tienes algo útil al respecto, una pista o alguna certeza.

—Supongo que se trata de asuntos intergalácticos y todo eso... Creo que podría ayudarte, pero por ser tú. No cualquiera recibe la ayuda del protagonista, ¿entiendes? —confesó finalmente, optando por ayudar a Hana en lo que pudiese, luego se asomó a la salida del callejón y le advirtió—. Estaré por el Big Ben, en una plaza cercana. Pásate si quieres, aunque sé que lo harás.

Y se marchó. Balthier dejó sola a Hana, que tan pronto como pudo montó una estratagema para alertar a los hermanos de Wendy. Al principio la gente la miró como si estuviera loca, pero ella se convenció de que le daba igual, de que tenía que localizar a los niños con aquella noticia tan absurda... Y los terminó encontrando. Los padres se detuvieron cerca de la entrada del palacio. Pudo notar además que uno de los guardias la miró mal, como si se le hubiese ido la pinza con un titular tan raro. Y lo consiguió. Le coló el periódico a los niños con el mensaje. El padre farfulló algo por lo bajo, un poco molesto por las formas de Hana, mientras que la mujer seguía contemplando a la aprendiz por el resto de la plaza.

Solo quedaba confiar en que quedasen más tarde en el hotel.

Balthier y Hana se citaron en la plaza que daba al Big Ben. No estaba muy frecuentada, ya que por el camino escuchó de oídas que hasta hacía una semana era la morada de la mismísima muerte, palabras literales de alguien que no parecía muy loco. Y allí estaba sentado sobre un muro, el pirata del aire con las ropas de soldado encima todavía.

Le dedicó una sonrisa a Hana.

—Me estaba aburriendo tanto que me he planteado seriamente escribirte un poema. Menos mal que has llegado —Y esperó a que Hana se le acercase más. La zona estaba cubierta por una ligera niebla—. ¿Querías saber sobre los Sincorazón, verdad? No tengo todas las respuestas, pero... ¿Conoces de algo a los Villanos Finales? Últimamente me han quitado protagonismo, y eso está muy mal —aguardó unos instantes a la respuesta de la chica. Su gesto estaba cambiado, ahora se mostraba más serio que de costumbre—. Algo me dice que ellos están detrás de esto. ¿Por qué, me preguntas? Digamos que usan a los pocos sincorazón que quedan en la ciudad para localizarme. ¿Acaso pensabas que iba a robar en el palacio o algo así con estas pintas? Por favor, soy el protagonista.

Balthier resopló y pegó un salto, cayendo frente a Hana.

>>Fran y Nono siguen en Nunca Jamás. ¿Los conoces? Viajan conmigo. Estaba seguro de que la Orden aparecería tarde o temprano por aquí, así que probablemente os estén buscando por allí: les dije que os buscaran. Me gustaría acompañaros en esto, nadie estará a salvo hasta que podamos detener a esos indeseables.

Balthier se encaminó hasta la salida de la plaza. No se iba a separar de Hana, no al menos de momento. Gracias a él tenía mucha información con la que antes no contaba. ¿Sería buena idea volver al hotel, ahora que contaba con un gran aliado más? ¿Qué le iba a decir Shinju?

El aleteo de un pájaro se escuchó a través del cielo, y un loro blanco como la nieve se acercó a Hana a toda velocidad. Dejó caer la llave de la habitación en sus manos, después continuó volando y recuperó altura, directo a la ciudad. Balthier hizo una mueca, sorprendido.

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por **Light** » Dom Ene 17, 2016 12:29 am

Light y Maya se separaron de los demás y se internaron en la selva. El aprendiz se quedó mirando durante un buen rato el ente de agua creado por Rebecca, boquiabierto. Le recordaba en cierta manera a la Ondina de Fátima.

Les tenía algo de envidia a las Maestras, ya que él todavía estaba lejos de crear esos seres mágicos…

A él no le había asignado ninguno de aquellos Entes. Supuso que Rebecca confiaba en que no lo necesitara, ya que tenía más experiencia que el resto. Esperaba no decepcionarla.

En cambio, la Maestra sí que le había hecho entrega de uno de esos mapas. Y menos mal, porque de lo contrario seguramente tardaría lo suyo en dar con la base de los Niños Perdidos. Ahora sabía que debía dirigirse hacia el árbol deforme.

La maleza les obstruyó la visión mientras descendían. Por el camino además se toparon con escasos Sincorazón que no supusieron ningún desafío para ellos; de hecho, Light liquidó a sus enemigos a base de simples estocadas, sin hacer uso de habilidad alguna.

Luego reanudó su marcha, acompañado por la aprendiza. Se separaron al alcanzar cierto risco que conectaba con un manantial.

Le deseó suerte en su tarea a la muchacha antes de alejarse de ella y continuar por el norte. Se apoyó bastante en el mapa (lo miró unas cuantas veces), algo inseguro. Esperaba no perderse…

No se encontró nada sorprendente en el trayecto: animales cansinos y Sincorazón débiles. El peligro más destacable resultó ser una serpiente que trató de hincarle los colmillos en su brazo. No lo consiguió, ya que Light tuvo los reflejos suficientes y vio venir su ataque a tiempo: dio un pequeño salto para alejarse y esquivarla.

«¡Puta serpiente!», ¡menudo susto le había dado!

No se molestó en exterminarla y simplemente la dejó atrás. A partir de ese momento no le hizo tanto caso al mapa y se centró más en observar su alrededor: lo último que quería era recibir un ataque de otro animal. No debía de subestimar a aquellos animales venenosos, una mordida de ellos podía resultar letal.

Aquella excursión no resultó un camino de rosas: Light se iba agotando poco a poco y cada vez tenía más sed. Por suerte el Sol no le debilitaba tanto como en Agrabah, el viaje que realizó hace días en el desierto fue mucho peor. Además, los árboles de la selva le otorgaban cierta protección y contaba con la suficiente resistencia. ¡Al final todos sus agotadores entrenamientos daban sus frutos!

Al cabo de varias horas llegó al descampado donde se encontraba la base de los Niños Perdidos. Había un árbol viejo y retorcido, además de todo tipo de objetos como máscaras, cuerdas y flechas. Light los observó con curiosidad antes de percatarse de la presencia de un… ¿Conejo? En absoluto, ya que se trataba de un niño disfrazado. Éste dormía sobre una roca.

«Pero qué…».

Tras dar unos pocos pasos percibió el sonido de las cuerdas al tensarse, pero de nada sirvió. Había desencadenado aquella maldita trampa de igual manera: sus piernas quedaron atrapadas. Light se tropezó y cayó inevitablemente al suelo.

No hacía falta decir que maldijo al responsable de aquella trampa. En cuanto supiera quién la había preparado…

El niño conejo, alerta, observó a su alrededor y acabó localizándole.

—¡Invasores! ¡Invasores! —Asió un palo de piedra.

No perdió un solo segundo más y se dispuso a cortar las cuerdas con su afilada daga. Una pena que no requiriera del tiempo suficiente para conseguirlo. Light se volteó tras oír el movimiento de los arbustos y el grito de un crío que intentaba… bueno, asesinarle.

—¡AL ATAQUEEEEE! —gritaba el susodicho niño, disfrazado de zorro.

—¿Qué coño? —Abrió los ojos como platos, sorprendido. En su anterior visita llegó a coincidir con aquel chico disfrazado de zorro. Era uno de los amigos de Peter Pan si su memoria no le fallaba.

Dio un brinco y cayó sobre él, con la intención de asesinarle con su lanza. No se podía creer que aquellos niños disfrazados de animales estuvieran poniéndole en aprietos. Si no se defendía iba a acabar asesinado por estos críos. Y vaya críos.

—¡Espera! ¿No me recuerdas...?

Estaba a punto de activar su Fortaleza para protegerse —ya que no le daría tiempo a cortar todas las cuerdas a tiempo— cuando otro niño acudió.

—¡Detente, Zorrillo!

Levantó la vista y contempló cómo cierto chico volador descendía. Peter Pan, el muchacho vestido con prendas verdes, no pudo haber aparecido en mejor momento.

—¡Peter!

—¡Pero bueno, si se trata de Light! ¿Te has cansado ya de perseguir tesoros en la playa?

—La verdad es que estoy más cansado de estas cuerdas —contestó, esbozando una sonrisa irritante—. ¿Ya nos hemos tranquilizado? Ya os vale... —Miró a los críos disfrazados.

El líder de los Niños Perdidos le ayudó a desatarse y levantarse. Al fin podía relajarse, no iba a acabar asesinado.

—¡Hola, Campanilla! —saludó al irritable hada cuando la vio revolotear.

—¿Qué te trae por aquí? Nunca habías venido a nuestra casa, ¿verdad?

—Pues no —aclaró la segunda cuestión y después pasó a contestarle la primera—. He venido con unos compañeros míos para echaros un cable, hemos oído que Nunca Jamás no está pasando por sus mejores momentos.

—¿Qué te parece si entras dentro y hablamos mejor? Últimamente las cosas no van muy bien por aquí, y creo que tú y tu gente nos podríais ayudar.

—De acuerdo.

Aceptó su invitación de entrar dentro de la base de los Niños Perdidos. Una vez pasara adentro y echara un rápido vistazo a su hogar, buscaría algún lugar donde acomodarse y continuaría la conversación.

—Escuchadme, chicos. —Les dedicó una breve mirada a cada uno y se aclaró la garganta—. La actividad de esas criaturas oscuras, los Sincorazón, ha aumentado en Nunca Jamás. Supongo que no hace falta que lo diga, ya lo habréis notado. Son muy peligrosos, no dudéis en evitarlos si es posible. —Primero les alertó, lo último que quería era lamentar la muerte de alguno de esos niños—. Como dije antes, yo y otras personas hemos regresado a Nunca Hamás para ayudaros a lidiar con esas criaturas. —Entrelazó los dedos y realizó una breve pausa—. Las conocemos bastante bien, creo que podremos encontrar la manera de erradicarlas. O, al menos, reducir su número para que la situación se normalice. Así que no os preocupéis.

Podía haber confesado que su mundo corría el riesgo de caer en la oscuridad y acabar destruido. Pero optó por no hacerlo porque no quería meterles miedo.

Y sobre todo quería evitar que algún muchacho incauto cometiera una locura (ya había comprobado una de primera mano de hecho… habían intentado matarle). Por muy buenos que fueran realizando trampas o luchando contra piratas los Sincorazón no eran moco de pavo.

—Así que, ¿puedo contar con vuestro apoyo?

Si decidían ayudarle —daba por hecho que así sería, aquel era su mundo después de todo—, se lo agradecería, mostrando una sonrisa. En ese caso, comenzaría a plantearles las primeras cuestiones.

—Contadme, ¿ha pasado algo inusual en la isla aparte de la mayor presencia de Sincorazón? ¿Habéis visto últimamente a alguien extraño, por un casual? —No pudo evitar pensar en Aaron y en los Villanos Finales.

por **Zodiark** » Lun Ene 18, 2016 1:37 pm

Con la jarra que me había entregado Rebecca a rebosar de agua limpia y fresca en mis manos, me separé de Light, y continué junto al ente de agua y Ukki por la jungla para buscar fruta.

Por el camino iba observando el lugar. Aunque había estado anteriormente en aquel mundo no había podido explorarlo con tanta profundidad, y me di cuenta de que era un lugar muy hermoso y colorido. A pesar de la situación que al parecer estaba viviendo dicho mundo, seguía pareciendo un lugar lleno de vida, y me apenaba profundamente que pudiese correr el mismo destino que Villa Crepúsculo.

Durante nuestro viaje nos topamos con un Sincorazón, pero gracias al equipo formado por los tres pudimos darle fin con brevedad. También encontramos diversas piezas de fruta fresca que fui recolectando con ayuda de Ukki, que escalaba los árboles con agilidad y arrancaba los frutos para depositarlos en mi sombrero, el cual llevaba en las manos.

—Oye, ¿y tú sabes hablar o...? —preguntaría al ente de agua en cierto momento de la caminata, observando con curiosidad sus enormes e inexpresivos ojos azules.

—Sí. Ese loco dice que vio a unos niños esta mañana luchando con magia al lado del barco. A veces me pregunto qué bebe ese cabrón.

—¿Eh?

Una voz masculina me alertó, y haciendo una señal a mis dos acompañantes con la cabeza, nos ocultamos tras unos troncos caídos. Hablaban de un barco, así que, ¿serían piratas?

—¿Tú tampoco le crees? Ah, cierto, que aquel día tú no estabas. Unos niños como esos se subieron al barco ayudando a Peter Pan para matar al capitán. ¿Te lo puedes creer? Son unos salvajes.

—Y tú una princesa. Venga, tenemos que volver. Desde anoche esos monstruos no paran de rondar en la bahía. Ya a Morgan le atravesaron con una espada haciendo guardia de noche en la selva.

Todo parecía indicar que efectivamente se trataba de parte de la tripulación cuyo barco habíamos encontrado al llegar a Nunca Jamás, y que ellos también estaban teniendo problemas con los Sincorazón. Me daban cierta pena, no era gente inocente precisamente, pero después de todo tampoco creía que mereciesen que su mundo fuese devorado por la oscuridad. Debíamos hacer algo cuanto antes.

—Le hacemos caso y esto es lo que encontramos: una Portadora espiando a los piratas. ¿Qué piensas tú?

Una voz me alertó de nuevo, pero esta vez era una voz femenina. Me giré rápidamente solo para comprobar que había sido pillada por un moguri y una bella mujer alta con... ¿orejas de conejo?

—Sigo pensando que no deberíamos fiarnos de ellos. Están detrás del Tesoro también, como la última vez.

—Pero la oscuridad está creciendo mucho en este mundo. Quizá necesitemos de su ayuda.

La mujer clavó su mirada en mí, y yo hice lo mismo, lanzando un hechizo Libra para analizarla de paso, intentando que no se percatase. Acto seguido, negué con la cabeza y le hice una señal con la mano a Ukki para que se tranquilizase, ya que parecía algo irritado por culpa de aquellos dos desconocidos.

—No, no, os equivocáis. No vamos detrás de ningún tesoro, hemos venido a... —Intenté pensar en una excusa rápidamente, pero pronto me di cuenta de que no iba a engañarles así como así, pues al parecer sabían quién era—. Bueno, parece que no os puedo mentir, sabéis mucho —dije resignada, depositando con delicadeza la jarra de agua en el suelo e invocando a continuación mi Pétalo de Hada en mi mano—. Soy una aprendiza de la Llave Espada, y he venido junto a otros Portadores para combatir la oscuridad que amenaza este mundo.

»De todas formas, ¿cómo sabéis acerca de los Portadores y la oscuridad, y cómo habéis adivinado que yo era una tan fácilmente?

Paseé la mirada por el moguri y la mujer-conejo y la clavé de nuevo en ella. No sabía si serían de fiar o no, pero por el momento no tenía otra alternativa que confiar en ellos, pues al parecer también querían hacer frente a la oscuridad y quizá eran aliados potenciales. Además, si intentaba escapar o luchar, posiblemente acabaría echando a perder todas las provisiones que había ido acumulando.

Tenía que arriesgarme y darles un voto de confianza. Después de todo, eran solo un moguri y una mujer que, bajo mi punto de vista, no parecía mala persona de buenas a primeras. Solo esperaba haber tomado la decisión correcta.

por **Crystal** » Lun Ene 18, 2016 11:14 pm

—Esperad, tengo algo que ofreceros. No quiero que vayáis tan desprotegidos... es por eso que os ayudaré, al menos un poco.

La Maestra, con ayuda de su Llave Espada, hizo emerger de la tierra una cantidad considerable de agua que se concentró cerca de aquellos aprendices que iban a partir:

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—Yo los llamo... Entes. Os acompañarán hasta que estéis de vuelta, y os ayudarán siempre que los necesitéis. Mucha suerte, y cuidado. No luchéis si no es necesario.

Freya miró al bichito con los ojos bien abiertos, fascinada ante aquella creación. Le parecía fantástico, y creía que algo de ayuda no le vendría nada mal. Así que, después de agradecerle el gesto a la Maestra, prosiguió su camino acompañada de su nuevo ayudante.

****

Las primeras horas de viaje fueron complicadas. Diferenciar todas las setas que veía con las pocas anotaciones de las que disponía el mapa era demasiado difícil, y sus conocimientos sobre fauna y flora no eran muy extensos. No quiso arriesgarse a coger setas, por si acaso eran venenosas.

En algún momento de la caminata, decidiría echarle de nuevo un vistazo al Ente de la Maestra. Ente le parecía una manera demasiado sencilla y común para designarle; no le gustaba demasiado.

—Te buscaré un nombre mejor.

Hizo bien el haberse atado la chaqueta a la cintura, puesto que aunque hacía algo de frío, se sofocaba rápidamente con aquel viajecito entre las ramas. No tardó mucho en necesitar agua, y paró unos instantes para comer algo de reserva que llevaba en su mochila. Aquello le ayudó a recuperar energías.

Las Sombras que aparecieron en su camino no le supusieron ningún problema; haciendo uso de su Llave Espada, pudo acabar con ellas rápidamente.

Tardó un rato más en darse cuenta de que en algunas zonas elevadas había nidos, y por lo tanto, huevos. Ya había escalado otras veces, pero nunca a hurgar en nidos, y sabía de sobras que si la madre de las crías estaba allí, no iba a recibirla muy bien. De todas maneras, se la jugó y escaló a uno de ellos, pero no esperaba que la madre se le tirase con tanta rapidez. Intentaría librarse de ella, sin herirla, para poder coger los huevos.

Los consiguiese o no, lo que sí tenía que conseguir obligatoriamente era carne. Aquello iba a ser su sustento principal, así que debería esforzarse más que con los huevos. No había cazado nunca, pero para ser su primera vez, no le fue muy mal. Con ayuda de sus pistolas consiguió cazar algunas ardillas que correteaban por el bosque; al menos no volvería con las manos vacías.

Una vez hubo acabado la faena, cuando estaba bastante alejada del campamento, un eco llamó su atención.

El Corazón.

«¿E-El corazón? ¿De dónde ha venido eso?»

Siguió caminando, haciendo caso omiso a aquello que había escuchado, hasta encontrarse con un pequeño claro en medio de la jungla. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero pudo comprobar que se trataba de un sitio especial. Había una puerta dorada, enorme y sin cerradura. Estaba cubierta de musgo y enredaderas varias, y a la muchacha le pareció casi de cuento. De hecho, juraría que alguna de las historias que leía por las noches contaba con puertas parecidas, detrás de las cuales siempre se encontraba algo espectacular.

Se acercó a ella y pasó la mano por su superficie. Decidió que quería abrirla, pero al intentarlo, se encontró con que estaba cerrada. Menudo chasco. Un sonido en la hierba que había a sus espaldas hizo que se sobresaltara y se girase, asustada.

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Se trataba de una pequeña niña con la cara y los brazos pintados, y vestida con pieles. La mirada de ambas se cruzó durante unos instantes, y Freya notó aquel tipo de súplica por parte de la contraria, como si quisiese decirle algo. Quiso acercarse a la pequeña para poder averiguar qué ocurría, pero no tuvo tiempo. Una gran nube de oscuridad apareció en medio del lugar, dejando un enorme Sincorazón.

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—Otro bicho de estos no, por favor.

Pero él no esperó. Blandiendo su espada se lanzó a por la aprendiz, que ya esperaba en posición de alerta. La muchacha invocaría su Llave Espada y usaría un Electro para después lanzarse hacia él y asestarle diversos golpes con el arma. Si en algún momento era atacada, intentaría defenderse con la Llave.

—Échame una mano —Le pidió al Ente, aún sin nombre, esperando que no la dejase tirada. Aquel monstruo aún era demasiado peligroso para ella sola—. Un momento... ¿Y la niña?

En efecto, la pequeña de la cara pintada había desaparecido sin dejar rastro. De todas maneras, Freya no tenía tiempo para preocuparse de ella en ese momento. Para seguir atacando al Sincorazón, se alejaría y dejaría de usar la Llave para desenfundar sus pistolas y disparar desde cierta distancia, esperando así poder esquivar más ataques.

Solo esperaba salirse con la suya, o haber cogido un camino e ir sola le habría costado caro.

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por **Nell** » Mar Ene 19, 2016 3:33 am

Después de hacer llegar el periódico a los niños, acudió a su cita con Balthier y lo encontró sentado en un muro, una actitud que contrastaba demasiado con sus ropajes de guardia.

—Me estaba aburriendo tanto que me he planteado seriamente escribirte un poema. Menos mal que has llegado —Hana se acercó, poniendo cara de asco. Seguro que escribía poemas horribles―.. ¿Querías saber sobre los Sincorazón, verdad? No tengo todas las respuestas, pero... ¿Conoces de algo a los Villanos Finales? Últimamente me han quitado protagonismo, y eso está muy mal

―Los conozco ―dijo Hana muy seriamente.

No lo podía creer. Allí estaba. Una nueva pista, un nuevo camino. Una nueva forma de llegar hasta Zande, hasta el asesino de su madre. Intentó contener la emoción y mostrarse indiferente. La tentación por mandar al traste la misión y perseguir a su objetivo era muy fuerte.

—Algo me dice que ellos están detrás de esto. ¿Por qué, me preguntas? Digamos que usan a los pocos sincorazón que quedan en la ciudad para localizarme. ¿Acaso pensabas que iba a robar en el palacio o algo así con estas pintas? Por favor, soy el protagonista.

―¿Y te ocultas así, desentonando con el traje por toda la ciudad? Si no fuera por la niebla, la mayoría de la gente se preguntaría qué hace un guardia del rey pululando por aquí con una vagabunda ―le reprochó Hana. En realidad le molestaba que hubiese fallado en su predicción de que iba a robar a palacio.

Balthier le explicó que sus compañeros (que sí conocía) estaban en Nunca Jamás, y Hana a su vez le contó que los suyos también habían ido allí. Como habían quedado en reunirse en el hotel pronto, y por allí no había demasiada información más que recoger, le sugirió que volvieran al hotel, al punto de encuentro con los demás. Además, allí el pirata podría ponerse una ropa menos cutre.

Aprovechó para hacerle unas cuantas preguntas más a Balthier, aunque no se las formuló de golpe para sacarle al pirata todo lo que pudiera.

―He escuchado antes de un viandante que hace una semana esta plaza, la del Big Ben, era la morada de la mismísima muerte ―repitió palabra por palabra―. ¿Qué significa eso? ¿Acaso se acumulaban mucho los demonios aquí? ¿Sabes por qué?

Y luego:

―¿Por qué te persiguen los Villanos? ¿Les has hecho algo o…? ―Enarcó una ceja―. ¿Qué les has robado?

Una vez en el hotel, subiría a la habitación junto a Balthier, a la espera de ver quién aparecía antes entre Shinju, Neru y los hermanos de Wendy.

por **15nuxalxv** » Mié Ene 20, 2016 12:03 am

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Tras la marcha de todos mis compañeros, la Maestra Rebecca y yo nos quedamos solas en el campamento. Me dispuse a ayudarla con las tiendas de campaña y demás. Mientras colocábamos algunas sillas y buscábamos rocas para hacer la hoguera, charlamos de trivialidades. Tal vez no fuera el momento oportuno, pero me ayudaba a descansar la mente, aunque fuera por un instante.

Una vez terminamos de colocar las piedras, me pidió una última cosa: necesitaba leña para la hoguera. Me indicó dónde podría encontrar, y yo giré la cabeza hacia allí, intentando vislumbrar lo que me esperaba.

—Enseguida, Maestra —Sonreí y, tras despedirme con un movimiento de cabeza, seguí la dirección que me había señalado.

Unos pasos hacia allá, encontré un camino de hojas, que seguí en silencio, observando mi alrededor (no fuera a aparecer algún sincorazón de improvisto). El sendero desembocaba a un claro, donde localicé una pila con leña y madera. Cogí la cantidad que creí necesaria y di la vuelta, en dirección al campamento.

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Recorrí el lugar con la vista una vez más. Algo… Algo había cambiado. Notaba el aire viciado, como si me encontrara en una habitación cerrada. Entonces vi como, de entre los árboles, aparecía una serie de esferas brillantes, dejando estelas a su paso. Me puse en guardia, sin quitarles el ojo, mientras agarraba fuertemente la madera que tenía entre los brazos y notaba cómo la jungla se difuminaba por una niebla que podría jurar que salía de aquellos extraños cuerpos luminiscentes.

Un crujido a mi espalda acabó por activar todas las alarmas. Me giré rápidamente, buscando el origen. No pude evitar dar un paso hacia atrás al ver el hombre que se me acercaba. Si es que era un hombre; pensé mientras observaba su fantasmal tono de piel.

—Jeanne Mars —No mentiré, escucharle decir mi nombre me provocó un escalofrío. ¿Cómo sabía quién era?—. Una aventurera nata, dispuesta a cruzar islas y tormentas en busca de un Tesoro legendario. Llevo mucho tiempo esperando para poder reunirme contigo, dado que la última vez no pude hacerlo. Quizá sea cosa del destino que nos hayamos encontrado, o quizá solo mera coincidencia, pero permíteme que me presente. Mi nombre es Seymour: Seymour Guado. Y me presento ante ti, Jeanne Mars, para ofrecerte algo.

Tras hacer una reverencia, se acercó a mí. Me puse en tensión. Parecía totalmente seguro de conocerme, de estar controlando la situación. Se movía como un espectro. Cuando posó su mano sobre mi hombro, sentí frío. Quería que dejara de tocarme, y que lo hiciera ahora. No es que fuera una persona arisca a los demás, pero sentía que estaba invadiendo mi intimidad.

>>Puedo llevarte al Tesoro, si así lo deseas. Puedo decirte su localización, cómo encontrarlo —Al escuchar la palabra mágica, no pude evitar buscar su espeluznante mirada. Él se alejó, y me relajé un poquito mientras seguía con su discurso—. Pero a cambio... necesito algo por tu parte. No se trata de nada complicado, ni de algo que no puedas ofrecerme, pues es bien sencillo: traicionarás a tus compañeros cuando llegue el momento —Sentí como si me atravesara con su mirada, aunque seguí sin moverme—. Necesito tu respuesta, Jeanne Mars. ¿No es el Tesoro lo que más anhelas ahora mismo? Es un trato aceptable.

Me quedé mirándolo. No iba a negarlo, me había dejado sorprendida. Sorprendida porque, pretendiendo parecer que sabía mucho de mí, pensara que el Tesoro era lo que más quería en aquel momento, y que iba a traicionar a Freya o a cualquiera de mis compañeros, o a la Orden. Y mucho menos para aliarme con alguien que no me inspiraba la más mínima confianza.

—Señor… —Me aclaré la garganta, intentando sonreír, mientras le miraba a los ojos—. Señor Guado. Le agradezco su… oferta, pero me temo que no entra en mis planes hacer negocios con usted. Si no le importa… Me gustaría marcharme. ¿Podría despejarme el camino, por favor?

Dicho esto, daría un paso y me dirigiría hacia donde suponía que estaba el camino, aunque con esa niebla (que suponía que había creado Seymour) no veía nada. Mientras tanto, pensaba en qué podía hacer si se negaba a dejarme marchar: tal vez le tirara los leños encima, para distraerlo el tiempo suficiente para hurgar en el bolsillo de la chaqueta y llamar a Rebecca con aquello que nos había dado. Sólo había que cogerlo, y pedir ayuda con fuerza.

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por **Tsuna** » Vie Ene 22, 2016 12:49 am

Nunca Jamás
Light estuvo de acuerdo con entrar en la casa de los niños perdidos, el viejo árbol deforme decorado con todo tipo de objetos propios de tribus indígenas y de cacería. Zorrillo escuchó confuso todo lo que Peter explicó, y luego se dio cuenta de quién era el aprendiz.

—¡Anda, si tú eres el de la otra vez! —exclamó asombrado—. ¡Ay, lo siento! ¡Deberías habermelo dicho antes, casi te mato!

Entretanto Conejo se levantó de la roca en la que había estado sentado hasta ese entonces y se acercó el grupo, con la mirada confusa.

—¿No es un invasor, Peter? No entiendo nada.

—Claro que no, Conejo. Nos ayudó a darle una lección a ese tonto de Garfio y sus piratas una vez. —respondió, mostrando una sonrisa burlona.

Conejo observó a Light con los ojos bien abiertos, admirando al muchacho.

—Woa, ¿es en serio? —preguntó a Light, suplicante.

Decidiese responder o no al niño, Peter Pan y Zorrillo avanzaron hasta el árbol retorcido. La entrada estaba ubicada en un pequeño agujero a la altura del suelo así que Light se tuvo que agachar y gatear para entrar dentro. Le costó, el aprendiz era bastante grande y se notaba que aquella entrada estaba pensada para niños, no para un adulto como él. Pese a todo logró llegar al final y alcanzar el hogar de los Niños Perdidos, donde pasaban su día a día:

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Era muy amplio y abarcaba prácticamente una cueva subterránea llena de pasillos y recovecos que hacían del sitio una especie de madriguera. Al instante algunos niños se adelantaron hasta situarse a la altura del grupo gritando "¡Peter!". Los primeros en pronunciarse fueron dos niños idénticos entre sí. Se trataba de gemelos, ambos vestidos por pieles de un mapache:

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—¿Quién es este niño? —preguntaron los dos a la vez.

Después otro más pequeño vestido con las pieles de una mofeta se acercó al aprendiz para olfatearlo, aunque no dijo nada de nada.

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—No es un niño, se trata de un adulto y se llama Light —Y todos miraron a Light con una mezcla de terror y asombro entre sus ojos—. Pero está de nuestro lado. Nos ayudó una vez, y le ayudaremos nosotros en lo que podamos esta vez. ¿Todo claro?

Los niños asintieron, la palabra de su líder era la ley en aquel sitio. Peter y Campanilla se adelantaron hasta un enorme salón mientras que Zorrillo se separaba por un pasillo colindante. Se sentaron en el centro de la sala y entonces Light se presentó.

—Escuchadme, chicos. La actividad de esas criaturas oscuras, los Sincorazón, ha aumentado en Nunca Jamás. Supongo que no hace falta que lo diga, ya lo habréis notado. Son muy peligrosos, no dudéis en evitarlos si es posible. Como dije antes, yo y otras personas hemos regresado a Nunca Hamás para ayudaros a lidiar con esas criaturas.

—¿Los Sincorazón? —preguntó Peter, con la duda en el rostro—. Hasta ahora los hemos tomado como nuestros principales enemigos: los Niños Malos. No sabía que tuviesen nombre.

Los demás niños, incluida Campanilla, centraron su vista en Light. Parecía haber captado el interés de todos los presentes.

—Las conocemos bastante bien, creo que podremos encontrar la manera de erradicarlas. O, al menos, reducir su número para que la situación se normalice. Así que no os preocupéis.

—Al principio pensábamos que estaban ayudando a Garfio. —aportaron Los Gemelos a la información que Light les había entregado.

—Pero también han atacado a los Piratas, y a los Indios en su poblado. Al principio no eran un problema, pero cada vez vemos más vagando por la selva. Por no decir que a día de hoy están por todas partes. Es imposible dar dos pasos sin encontrarte con uno.

—Así que, ¿puedo contar con vuestro apoyo?

Peter negó con la cabeza, restándole importancia a las posibles diferencias que pudiesen tener, sonriente.

—Claro, dalo por hecho.

—Contadme, ¿ha pasado algo inusual en la isla aparte de la mayor presencia de Sincorazón? ¿Habéis visto últimamente a alguien extraño, por un casual?

—¿Un extraño dices? Ahora mismo no caigo, aunque sí hemos visto varias veces a un tipo con armadura plateada. Al menos eso me comentó Zorrillo, y por lo que decía no parecía estar haciendo nada interesante. Ah, claro, y también están los Indios. Últimamente no sabemos qué les pasa, se han vuelto un poco hostiles. ¿Crees que todo esto tiene relación?

Todos aguardaron la respuesta de Light, intrigados por los misterios que estaban teniendo lugar en la isla. Y al cabo de unos momentos unos pasos resonaron por la guarida. Se trataba de Zorrillo, sudaba y mostraba un rostro invadido por la preocupación.

—¡Peter, es Osezno! ¡Está muy mal!

Peter se levantó de un salto y le indicó a Light que les siguiera. Avanzaron por unos pocos pasillos a oscuras, desde donde se podía apreciar algunas habitaciones. En una de ellas vio el mismo cofre en el que tenía guardado su bate de Struggle. Seguía intacto y a buen recaudo, por lo que parecía ser. Tampoco pasaron desapercibidas unas camas que parecían abandonadas, con unos muñecos que representaban a Wendy y sus hermanos. Los Niños Perdidos no podían olvidar con tanta falicidad a la madre que tanto amor les dio.

Al final accedieron a una estancia muy al fondo y lo que presenció el aprendiz fue cuanto menos horrible: un niño regordete y corpulento, vestido con las pieles de un oso, que sufría sobre una cama:

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Peter y Campanilla se acercaron con el corazón a punto de salirse del pecho, nerviosos. Osezno murmuraba cosas, se agitaba, estaba pálido como un cadáver y se revolvía entre las sábanas con espasmos. La cama estaba cubierta de sangre. Era una escena sobrecogedora y muy impactante. Y cuando Peter le bajó las sábanas Light pudo ver la razón: el niño presentaba un terrible corte en el estómago. La herida tenía muy mala pinta y estaba infectada.

—Está muy mal... Lleva así desde anoche, alcanzó el descampado medio muerto —después encaró al aprendiz, casi rogando por lo que estaba a punto de decir—. Era esto de lo que te hablaba, Light. Necesitamos tu ayuda, ahora mismo la necesitamos. ¿Vosotros sabéis usar magia, verdad? ¿Podéis curar? Campanilla nos puede llevar a todos volando hasta donde esté vuestro grupo...

Luego se acercó a Osezno, agarrando la mano derecha que colgaba del borde de la cama.

>>Osezno... te pondrás bien, ya verás.

Dependía de Light. Si aceptaba la petición Campanilla se encargaría de llevar a todos volando gracias a su polvo de hadas, en caso contrario... Solo la conciencia del aprendiz sabría si podía cargar con la vida de un niño.

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****

Maya estuvo decidida desde el primer momento, lanzó un hechizo Libra a la misteriosa mujer de las orejas de conejo y obtuvo información muy, pero muy valiosa, que la ayudó a comprender parte de la situación.

—No, no, os equivocáis. No vamos detrás de ningún tesoro, hemos venido a... Bueno, parece que no os puedo mentir, sabéis mucho —Luego invocó su Llave Espada —. Soy una aprendiza de la Llave Espada, y he venido junto a otros Portadores para combatir la oscuridad que amenaza este mundo.

»De todas formas, ¿cómo sabéis acerca de los Portadores y la oscuridad, y cómo habéis adivinado que yo era una tan fácilmente?

La mujer sonrió y miró en otra dirección por un momento.

—Mi olfato me permite percibir muchas cosas... La oscuridad hoy apesta más que nunca en esta isla, y me preocupa —a continuación se acercó a Maya unos pasos—. También puedo percibir el poder de la Llave Espada en tu corazón. —señaló al pecho de la niña.

—Somos Piratas del Aire, kupó. Mira que no reconocernos... —bramó el Moguri, indignado—. Me llamo Nono, kupó. Y soy el mejor ingeniero que existe en el universo. No lo dudes, kupó.

—Fran es mi nombre. Y sí, venimos de otros mundos —esperó una reacción por parte de Maya—. Nuestro otro compañero nos advirtió de que apareceriáis tarde o temprano. Ya colaboramos con la Orden la última vez que acudió a esta isla, no tienes por qué desconfiar de nosotros. Nos gustaría que nos acompañaras a cierto lugar, te explicaremos algunas cosas interesantes.

Fran y Nono empezaron su marcha por la selva hacia a saber dónde. Habían declarado ser "Piratas del Aire", pero tampoco parecían mala gente, pues incluso de haber podido podrían haberla atacado por sorpresa. Todo lo contrario, buscaban ayudar a la Orden por alguna razón. Maya había estado dispuesta a darles un voto de confianza, así que optó por ir con ellos. Durante la travesía Fran se atrevió a comentar algo.

—Mateus Palamecia. ¿Te es familiar ese nombre? —daba por hecho que sí—. Es posible que él y su banda estén tramando algo en este mundo. —reveló, pero sin llegar a decir nada más. En caso de que Maya insistiera mucho se limitaría a indicarle con el dedo índice que se mantuviera callada.

Pasaron un buen rato caminando entre la espesura, atravesando algunas gargantas repletas de musgo y verdor sobre troncos que conectaban una zona con la otra, con el piar de los pájaros y los rugidos de otros animales en la lejanía. Al final alcanzaron un claro, no muy lejos de la costa según el mapa de Maya. Desde allí se podía acudir a la playa y a la Laguna de las Sirenas.

El sitio en cuestión se encontraba vacío, nada de nada a la vista. Hacía falta una vista de lince para poder percatarse de que las hojas y algunas ramas estaban aplastadas de manera irregular por una fuerza invisible y paranormal. Nono sacó un pequeño dispositivo de su traje y presionó un botón, de la nada apareció una enorme nave:

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—Es el Strahl, kupó. La mejor nave gumi del universo, ¡y la he diseñado yo, kupó! Puedes entrar, pero los bichos con pulgas no están permitidos. —señaló a Ukki.

Ignorando lo que Maya le pudiese reprochar, el mejor ingeniero del universo se adentró en el vehículo espacial subiendo unas escaleras de metal que daban a su interior.

—Al principio es un poco borde, pero en el fondo es un pedazo de pan. No te lo tomes como algo personal. —aconsejó Fran a la niña.

Maya, Ukki, y el Ente de Agua subieron a través de las escaleras y vieron de primera mano el famoso Strahl: era impresionante y estaba reluciente por todos lados. En una pared del puente de mando encontró unos carteles de "Se busca: vivo o muerto" con sus rostros. Cada uno dedicado a cada integrante de la banda, eran tres en total: Nono, Fran y Balthier. Todos tenían una recompensa muy, muy elevada, de más de doscientos mil platines. Y algunos artículos de Ciudad de Paso amontonados uno detrás de otro en una mesilla donde se alegaban cosas en su contra.

—Hace años robamos en Ciudad de Paso. Parece que su benevolente y amado alcalde no ha olvidado nuestros crímenes.

Fran apareció tras una puerta —en la que se había metido nada más entrar— con una bolsa cargada de provisiones y un arco a sus espaldas. Nono por su parte abrió una pequeña caja de herramientas y sacó algunos artilugios que Maya vio de pasada: una pistola y algunas granadas. ¡Menudo peligro!

—No podemos decirte mucho más. Balthier ha ido a investigar Londres, donde vimos al Guardián del Emperador. Pero nosotros podemos ofreceros ayuda aquí.

—¡Todo listo kupó!

—¿Te parece bien si te acompañamos a ver al resto de tus amigos?

No parecían aceptar un "no" por respuesta...

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****

El sincorazón intimidaba, estaba claro. Una bestia descomunal y aterradora como aquella provocaba pesadillas incluso a los niños, pues era lo más parecido a un auténtico demonio que podía existir en el universo. Pero a Freya no le quedó otra opción que enfrentarlo, estando sola y atrapada en aquel lugar, acompañada nada más que del Ente de Agua.

El monstruo se lanzó a por ella desde el aire, a lo cual reaccionó invocando la Llave Espada y lanzando un hechizo Electro. Y podía sentirse orgullosa de su alto Poder Mágico, porque fue gracias al mismo que logró hacer retroceder al Invisible con un hechizo básico. Pero cometió el error de lanzarse a continuación a por él, atacando sin cuartel a la criatura.

Los primeros espadazos llegaron. Freya enarboló su arma para que el filo impactara en la negra piel del monstruo, mas no surtió apenas efecto. En cuestión de segundos la criatura le pegó un veloz tajo en el brazo y la desarmó, para luego atravesar su hombro derecho con la espada. La aprendiz sintió cómo la piel era travesada y rasgada numerosas veces gracias al peculiar filo del arma, que contaba con varias puntas para desgarrar bien la carne.

Pudo invocar de nuevo la Llave Espada en su brazo sano, pues el dominante lo tenía herido y le costaba moverlo con propiedad. Retrocedió y acudió al Ente de Agua.

—Échame una mano. Un momento... ¿Y la niña?

El Invisible, que no había dejado de avanzar a través del aire hacia ella con aire amenazador, pegó un peligroso salto a una velocidad pasmosa hasta ubicarse a espaldas de la aprendiz. Ese momento fue clave. El Ente lanzó un Aqua básico al cuerpo del sincorazón, que ya blandía su arma para atravesar el corazón de la chica de lado a lado, y fue gracias a ese hechizo que ella pudo bloquear con su Llavero el ataque puesto que cosiguió hacer retroceder al enemigo unos momentos.

Salió despedida unos metros atrás y se raspó con la tierra. Luego el sincorazón atravesó a la criatura mágica por la mitad y desapareció sin más, dejando tras de sí unas cuantas burbujas que iban desapareciendo poco a poco. Freya no lo dudó y, aprovechando la distracción que había supuesto el ente mágico de Rebecca, desefundó sus pistolas y disparó a bocajarro al monstruo.

La puntería de Freya era excepcional. Cada una de sus balas logró impactar en puntos clave del cuerpo del enemigo, que retrocedía poco a poco. Claro que cada uno de los disparos resonaba con profundidad en aquel lugar, el eco bien pudo reventarle los tímpanos, pero era eso o su vida. El Invisible intentó saltar, escapar de aquella trampa en la que había caído, pero le resultó imposible.

Se evaporó en una nube de oscuridad hasta desaparecer. Su espada cayó también, siguiendo el destino de su dueño. Nada quedó del monstruo. Ni del Ente mágico de Rebecca. Estaba sola en aquel llano, escuchando el sonido del viento sobre la copa de los árboles y con la puerta dorada a sus espaldas.

Los arbustos cercanos volvieron a agitarse al cabo de unos segundos de tensión. Se trataba de la misma niña con la calavera en la cabeza, que observaba a Freya y sus armas con auténtico pavor, le temblaban los pies. Después desvió la vista al sitio en el que el sincorazón había perecido, y volvió a mirar a Freya, entre intrigada y aterrada. Pasó así un buen rato, observando cómo la aprendiz se reincorporaba de la batalla, para finalmente dar un paso adelante y salir de los matorrales.

—Marchaos... —consiguió decir, con mucho esfuerzo—. ¡Marchaos! Este lugar ser peligroso. No tocar puerta de oro.

Al más mínimo movimiento de Freya la niña se puso en tensión. No iba a dejar que se le acercase así por las buenas, pero tampoco parecía llevar consigo intenciones hostiles. ¿Cómo actúar? ¿Qué podía saber ella? ¿Quién era?

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****

—Señor… Señor Guado. Le agradezco su… oferta, pero me temo que no entra en mis planes hacer negocios con usted. Si no le importa… Me gustaría marcharme. ¿Podría despejarme el camino, por favor?

Seymour borró la sonrisa de su rostro y suspiró, cargado de decepción. Le dio la espalda a Jeanne visiblemente decepcionado.

—Una lástima, señorita Mars. Lamento profundamente si mis formas no le han dado una buena impresión de mí, mas no tenía otra opción que mostrarme en estas condiciones, me temo. Supongo que he depositado demasiadas confianzas en usted, después de todo, y es una lástima —a medida que hablaba y hablaba, más frío empezaba a calar en el cuerpo de Jeanne. Fue perdiendo la movilidad sin remedio, y más tarde comenzó a tiritar—. Debe ser doloroso no poder obtener lo que más ansía por culpa de la lealtad que siente hacia esas personas que hace llamar compañeros. ¿No les vuelve eso una carga?

»Mas mi oferta seguirá en pie, si así usted lo desea.

Las palabras de Seymour resonaban en su cabeza como un eco distante y espectral. Rodeada de luminiscencias y fantasmas la chica terminó sufriendo el poder del hielo en su piel, fue incapaz de decir si aquello había sido alguna clase de magia ofensiva o qué. Se vio congelada en un instante y perdió el conocimiento. Cayó sin remedio al suelo y todo se volvió negro para ella.

Jeanne Mars se despertó con un leve dolor de cabeza. Tenía el cuerpo helado y los labios morados, se encontraba en dentro de una tienda de campaña de las que había montado la maestra, en otras palabras, seguía en el campamento. Por la oscuridad del ambiente notó que no quedaba mucho para que el Sol se ocultara en el horizonte, a lo sumo una hora y media, puede que poco más. Se escuchaba el sonido del viento y de las brasas en el exterior.

En cuanto se asomó se encontró con la maestra Rebecca sentada en un rincón del campamento, haciendo trazas y planes con unos mapas. Murmuraba algo de que iba a necesitar aprendices en "esa tarea", tarea que nunca llegó a nombrar. Después posó sus ojos en Jeanne y la recibió con una tierna sonrisa.

—Jeanne, menos mal que estás despierta. ¿Te... te encuentras bien? Por un momento temí lo peor. Estabas tirada junto a la leña en el claro. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?

Rebecca no le iba a preguntar directamente por lo sucedido, pero sí le daba la opción de hablar de ello. Quedaba en sus manos dar información de Seymour... o no. O guardarla para ella misma. Comprobó además que la tierra del suelo estaba agitada, como si una batalla se hubiese llevado allí mismo. Pudo ver que nadie había regresado aún. ¿Estarían los demás bien?

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¿¿??
Neru no respondió, ni dijo nada. La gente gritaba y el señor intentó retroceder para llevarse al aprendiz consigo, pero fue demasiado tarde. El Soldado pegó un salto y le propinó una fuerte patada en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.

Lo siguiente que recordó Neru fue despertar con una cabeza que le daba vueltas. Estaba en un sitio muy oscuro, intentó moverse, pero no tardó en comprobar que tanto sus manos como sus piernas estaban atadas sin remedio con cuerdas muy gruesas y resistentes, su solo contacto lograba rasparle la piel. Después, al cabo de unos segundos, recobró sus facultades y pudo ver qué era aquel sitio. Estaba encerrado en una cueva, sí: una cueva.

A sus espaldas había un hueco en la pared de piedra con algunos barrotes de acero que impedían la salida, desde allí se podía ver el mar. Frente a él mismo, a mucha distancia puesto que la aparente cueva, o celda, era muy amplia, había una puerta de madera con una vieja cerradura oxidada de metal. Encontró incluso algunas estanterías en las paredes cargadas de libros cubiertos de moho y humedad. Aquel sitio apestaba, y mucho.

Pero no estaba solo tampoco. Repartidos por el suelo halló cadáveres de piratas inmóviles, con la vista perdida. Y en un rincón la encontró también, aterrada: se trataba de Wendy, Wendy Darling. Al igual que él, estaba atada y amordazada por todos lados.

Unos pasos resonaron detrás de la puerta con una profundidad importante, el eco era grave allí.

—Gabranth, ¿se puede saber qué demonios hace ese Caballero ahí encerrado? No formaba parte del plan.

—Tú y tus retorcidos planes. Me has pedido secuestrar a una niña, Seymour, ¿cuán bajo puede caer tu orgullo ante esto?

Dos personas. La puerta chirrió como nunca y entonces entraron. Uno era el hombre rubio que había visto en aquella plaza, en Londres, pero ya no vestía con traje, sino con una imponente armadura plateada que le dejaba sin casco. Mientras que otro era casi espectral: rodeado de esferas luminiscentes que dejaban tras de sí unas estelas fantasmagóricas. Llevaba un cabello azul muy estrafalario. Este último rió al ver a Neru, y luego se fijó en Wendy.

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—¿Orgullo? ¿El mismo que te impide matar a un Caballero inconsciente?

—Suficientes leyes ha roto El Juez hoy trayendo tu regalo. Si le vas a hacer daño a alguien, que sea al Caballero primero. Mi honor no me permitiría lo contrario.

El nombrado Seymour rió por lo bajo, cerró los ojos unos momentos y luego dio un par de pasos en adelante. Wendy se estremeció en su sitio, si Neru no estaba dispuesto a protegerla. Le resultaba imposible ponerse de pie en condiciones.

—Bueno, dos piezas son mejor que una. Nos darán más capacidad de negociación si la situación lo requiere —se aproximó entonces a Neru y le quitó la mordaza que le cubría la boca para que pudiese contestar. El ambiente se volvió más frío que de costumbre y se le helaron hasta los huesos—. Dime, ¿qué piensas tú? Es de mala educación no darle la palabra al invitado especial, ¿no crees, Gabranth? —expresó con ironía mientras se apartaba. El Juez soltó un bufido, vigilando la puerta para que nadie escapara—. ¿Estás dispuesto a ser salvado, ofreciendo tu lugar por el de la niña, Wendy Darling?

Wendy se retorció en el sitio, asustada. La sola presencia de Seymour le daba mucho miedo.

—Dame una razón por la que no liberar tu existencia aquí y ahora, Caballero.

Si Neru se fijaba a través de los barrotes de la cueva vería un cielo oscuro. Era de noche, resultaba imposible saber si estaba en Nunca Jamás o Londres. Seymour, en cambio, esperaba una respuesta. Gabranth custodiaba la puerta, era imposible escapar. Tenía que pensar bien lo que le estaba formulando. No parecía que el concepto de salvar o liberar la existencia de aquel individuo fuese uno normal.

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Londres
―¿Y te ocultas así, desentonando con el traje por toda la ciudad? Si no fuera por la niebla, la mayoría de la gente se preguntaría qué hace un guardia del rey pululando por aquí con una vagabunda

—Vale, tú ganas, sí que pensaba mangar algo. Pero no se lo digas a nadie. —protestó al final, indignado por la insistencia y el descaro de la chica.

A continuación ambos marcharon de vuelta al hotel. Durante el camino se fue haciendo más y más tarde, vieron además cómo algunos guardias murmuraban agitados algo frente al palacio real sobre que los demonios habían regresado en el barrio pobre de la ciudad. Hana podía imaginar que era donde estaba Neru, porque nada de lo que había visto parecía una zona "pobre" precisamente.

Entonces la aprendiz aprovechó para preguntar unas pocas cosas al pirata del aire:

―He escuchado antes de un viandante que hace una semana esta plaza, la del Big Ben, era la morada de la mismísima muerte. ¿Qué significa eso? ¿Acaso se acumulaban mucho los demonios aquí? ¿Sabes por qué?

—Sí. He escuchado que había uno de los peligrosos y grandes merodeando por el Big Ben, pero nunca lo he visto con mis ojos, y menos mal. Se rumorea que murió mucha gente —estaba claro que se refería a los sincorazón—. ¿Por qué debería saber yo lo que esas cosas piensan? Se supone que ese es tu trabajo, sirenita.

Siguieron caminando por la calle hasta entrar dentro de la principal que comunicaba con el mercado. Ya no estaban tan lejos del hotel.

―¿Por qué te persiguen los Villanos? ¿Les has hecho algo o…? ¿Qué les has robado?

Esa última pregunta le sacó a Balthier una risilla. Miró al cielo por unos momentos, casi inmerso en algo que se le pasaba por la mente.

—Es algo personal. Digamos que uno de esos villanos me conoce, y yo a él. Y nos llevamos muy mal. El otro día nos cruzamos y bueno... —suspiró—. Ya imaginarás lo que pasó. Por eso os ayudaré, al menos con esto. No es mi intención que se salgan con la suya otra vez.

Balthier no comentó nada más en lo que quedó de camino. Llegaron a la entrada del hotel y subieron hasta la habitación en particular. El recepcionista miró con muy malos ojos a Hana, que llevaba a un guardia real muy apuesto a una habitación entrando la noche. Y una vez allí... ¡Nada! ¡No había nadie! Estaban los dos solos.

—Para ser la guarida de los Caballeros no está tan mal.

Tenía razón. No se trataba del hotel más caro de Londres, pero sí de uno de los más lujosos. La habitación estaba muy bien distribuida y todo bien organizado y limpio. El pirata se sentó en el borde de la cama, miró en derredor unos momentos y luego centró su vista en Hana.

—Sirena, no me digas que no se te ha pasado por la cabeza lo mismo que a mí.

Fuera cual fuera la respuesta de Hana no sucedió nada importante en la siguiente media hora. Se hacía tarde y a través de la única ventana de la habitación el sol se iba ocultando más y más en el horizonte. El silencio se apoderó de la estancia, y ni rastro de Neru o de Shinju. Pasados los treinta minutos tocaron en la puerta. Al abrirla vio que eran los dos hermanos de Wendy: John y Michael.

—¡Cáspitas, la sirena de la otra vez! —exclamó sorprendido el muchacho, que caballeresco, le ofreció una reverencia a Hana, quitándose el sombrero de copa—. Encantado, mi señora.

—Vaya por Dios. —murmuró Balthier por lo bajo.

Los dos entraron también en la habitación del hotel, buscaron unas sillas y se sentaron. Tanto John como el pirata del aire no se quitaron la vista de encima durante casi todo el encuentro. Hana además tuvo vía libre para preguntar o informar sobre lo que quisiera a los muchachos. Y cayó la noche. Unas pisadas fuertes y sonoras retumbaron desde detrás de la puerta, y la llave giró el pomo de la habitación, dejando a la vista a la maestra Shinju.

La mujer entró con Lolo sobre uno de sus hombros y cerró la puerta, después dio un par de pasos y se detuvo, cayendo en la cuenta de que allí había más gente de la habitual.

—Espera, ¿qué? ¿Qué significa esto? —comentó primero mirando perpleja a Balthier. Después buscó a los niños—. Me he pateado media ciudad, ¡media ciudad! Para buscar al panoli ese que siguió a los sincorazón. Y tú, mientras tanto, montas una guardería en el punto de reunión —Lolo erizó las plumas de su pelaje y Shinju soltó un resoplido, muy cabreada. Sin apartar la vista de Hana—. Más vale que tengas una explicación para esto, o toda esta gente va a tener que salir por la puerta a la de ya.

—No es lo que parece... O puede que sí, ¿qué dices tú, sirenita?

—Bueno, ahora que lo mencionas, Wendy tampoco ha llegado a casa... ¿No la habéis visto, por algún casual?

Saltaba a la vista que Shinju tenía un cabreo encima tremendo, sus pelos lo decían todo. Más le valía dar una respuesta que la convenciese o de lo contrario...

¿Y dónde demonios estaba Neru?

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por **Light** » Dom Ene 24, 2016 2:50 am

Light no le dio demasiada importancia a la trampa de antes y aceptó las disculpas del muchacho disfrazado de conejo.

—¿No es un invasor, Peter? No entiendo nada.

—Claro que no, Conejo. Nos ayudó a darle una lección a ese tonto de Garfio y sus piratas una vez.

El niño le miró asombrado tras escuchar las palabras de Peter.

—Woa, ¿es en serio?

—Sí, es en serio. —Asintió, sonriendo.

Después entraron en la base a través de un agujero (Light lo tuvo un poco más difícil por su altura, no le quedó otra que agacharse y gatear para internarse en su hogar). Observó la amplia cueva con cierta curiosidad, le parecía un buen escondite.

Dos niños gemelos —como no, disfrazados, de mapaches en este caso— aparecieron y llamaron al chico volador por su nombre. Se dirigieron a Light como «niño», dubitativos. Después se le acercó un crío vestido con pieles de mofeta y le olfateó. El aprendiz puso los brazos en jarra, nada ofendido, y se dispuso a contestar. Sin embargo, Peter fue más rápido.

—No es un niño, se trata de un adulto y se llama Light. —Light intuyó por las caras de los niños que el hecho de que fuera un adulto no les agradaba demasiado; más bien les horrorizaba, y no entendía por qué—. Pero está de nuestro lado. Nos ayudó una vez, y le ayudaremos nosotros en lo que podamos esta vez. ¿Todo claro?

Tras las presentaciones Light se sentó con ellos. Les contó la situación y dejó claro que, tal como había dicho Peter, estaba de su parte. Quería ayudar en Nunca Jamás y luchar contra la oscuridad que les amenazaba simplemente.

Le agradó bastante saber que contaba con la ayuda de los Niños Perdidos, no les vendría mal tener aliados. Estaba seguro de que aunque fueran críos ayudarían de igual manera.

Como por ejemplo, aportando información. Light escuchó con atención la respuesta de Peter a su pregunta.

—¿Un extraño dices? Ahora mismo no caigo, aunque sí hemos visto varias veces a un tipo con armadura plateada. Al menos eso me comentó Zorrillo, y por lo que decía no parecía estar haciendo nada interesante. Ah, claro, y también están los Indios. Últimamente no sabemos qué les pasa, se han vuelto un poco hostiles. ¿Crees que todo esto tiene relación?

—Es posible —contestó a los pocos segundos, pensativo y cruzado de brazos. Sabía muy bien que la oscuridad de los corazones atraía a los Sincorazón… así que existía la posibilidad de que esos indios tuvieran algo que ver. Habría que investigarles.

«Así que un tipo con armadura plateada…», juraría que se llegó a encontrar a un Villano Final con esa indumentaria, aunque no estaba del todo seguro. Había pasado bastante tiempo desde su encuentro con el Juez Gabranth.

Permaneció pensativo y callado hasta que acudió el niño disfrazado de zorro. La preocupación se manifestaba claramente en su rostro.

—¡Peter, es Osezno! ¡Está muy mal!

«¿Osezno?», ¿otro niño disfrazado de animal quizás?

Siguió al chico volador sin mediar palabra y recorrieron algunos pasadizos hasta alcanzar su destino. Durante el trayecto Light llegó a ver en una de las habitaciones el cofre de su tesoro, que contenía varios objetos importantes para los aprendices. Le alegró saber que estaba a buen recaudo.

También apreció unas camas abandonadas y unos muñecos, aunque no les hizo demasiado caso a estos.

Alcanzaron una estancia donde se hallaba otro niño disfrazado, más corpulento que los demás. Intuía que no era otro que Osezno. Se encontraba echado sobre una cama y parecía estar pasándolo mal.

Light se acercó y no tardó en notar las manchas sangrientas que le revolvieron el estómago: la visión era espantosa. El nerviosismo de Peter Pan y Campanilla resultaba normal: su amigo, pálido, sufría espasmos e iba a morirse si no hacían algo. Incrédulo, examinó de cerca la herida grave.

—Tenemos que tratar esa herida infectada ya. ¿Qué le ha pasado? —se apresuró a preguntar.

—Está muy mal... Lleva así desde anoche, alcanzó el descampado medio muerto. Era esto de lo que te hablaba, Light. Necesitamos tu ayuda, ahora mismo la necesitamos. ¿Vosotros sabéis usar magia, verdad? ¿Podéis curar? Campanilla nos puede llevar a todos volando hasta donde esté vuestro grupo...

Light asintió de inmediato, serio.

—No te preocupes, os ayudaremos.

Posteriormente, Peter cogió a Osezno de la mano.

—Osezno... te pondrás bien, ya verás.

Light cerró los ojos por un momento, concentrado. Activó el nexo-D de Nadhia, liberando una sensación aliviadora y cálida que le inundó: el símbolo de su espalda se iluminó tenuemente. Orientó sus manos hacia el profundo corte, concentró la energía mágica necesaria en sus palmas y pronunció el conjuro básico que tenía en mente:

—Cura.

Ojalá su poder mágico fuera suficiente, aunque al tratarse de una magia básica lo dudaba bastante. Al menos serviría para ganar tiempo. Si el hechizo no sanaba la herida del todo, exigiría llevarle cuanto antes al campamento —Light les indicaría en su mapa su localización— para que su Maestra le tratara mejor. Él mismo cargaría con el herido en ese caso.

Tal como había dicho Peter, llegarían en un momento gracias a los polvos de Campanilla.

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por **Crystal** » Mar Ene 26, 2016 9:50 pm

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Gracias a aquel Electro el monstruo retrocedió, ayudándola así a conseguir más tiempo para poder actuar. Sin embargo, su siguiente opción no fue la más acertada; cuando se arrojó a atacar con la Llave Espada, la criatura atacó a la muchacha con un veloz corte en su brazo y la desarmó, atravesando su hombro con la espada. Freya chilló, angustiada, notando como perdía fuerza y como su piel era atravesada diversas veces por esas puntas afiladas.

Consiguió retroceder e invocar de nuevo la Llave con su otro brazo, aunque no fuese su dominante. Fue entonces cuando el Ente de Agua entró en acción: cuando el Sincorazón intentó acercarse a la aprendiz de nuevo, el Ente lanzó un Aqua que permitió a la chica bloquear su siguiente ataque y hacerle retroceder de nuevo.

Desgraciadamente, salió despedida varios metros atrás, raspándose con la tierra. Y desde la distancia, pudo contemplar con detalle como su nuevo ayudante era atravesado por el arma del Sincorazón, tornándolo en burbujas. Haciendo de tripas corazón, aprovechó esa distracción para desenfundar sus pistolas y atacar de nuevo. Cada una de las balas disparadas consiguió impactar en él, y aunque el ruido de cada disparo era insoportable, los ataques parecían estar funcionando.

Finalmente el monstruo fue derrotado, evaporándose en una nube de oscuridad junto a su arma. Nada quedó de él, ni del Ente de agua de la Maestra.

—El pequeño Ente... —Freya se llevó la mano al hombro que tenía herido, como si de aquella manera pudiese calmar el dolor. Por su mala cabeza de lanzarse sin precaución alguna contra el Sincorazón, había perdido al único ayudante del que disponía. Ahora volvía a encontrarse sola y, además, bastante magullada—. Ni siquiera he tenido tiempo de buscarte un buen nombre.

Mientras reflexionaba sobre lo que acababa de ocurrir, los arbustos cercanos volvieron a agitarse, y la niña de antes volvió a asomarse. Miraba a Freya, sujetando sus armas con fuerza, bastante asustada. La pelirrosa se quedo observando a la niña durante aquel rato, esperando a que hiciese algo; no tenía intención alguna de atacarla, pero sí esperaba poder hablar con ella, si conseguía que se calmase.

—Marchaos... —consiguió decir—. ¡Marchaos! Este lugar ser peligroso. No tocar puerta de oro.

Ladeó la cabeza, curiosa. Bueno, ya había podido comprobar que se trataba de un sitio no muy seguro, puesto que a la primera de cambio ya había sido atacada por un enorme Sincorazón y había perdido el Ente. ¿Pero por qué no debía tocar la puerta de oro? En fin, ya lo había hecho, pero no había conseguido abrirla. ¿Qué se escondía tras ella? ¿Y quién era la niña? Necesitaba escoger bien sus palabras si quería conseguir información, pero a Freya no se le daba muy bien hacer amigos. Lo que sí tenía claro es que no podía quedarse callada.

—Espera... No tengo intención de hacerte daño —Se reincorporó levemente para continuar hablando—. Nos hemos visto antes, ¿verdad? Cuando ha aparecido el monstruo ese —Encogió el hombro que no tenía herido, notando una pequeña punzada en el otro—. He perdido a mi compañero, y ahora estoy sola.

La muchacha intentaría acercarse poco a poco, pero si la niña mostraba señales de inseguridad o tenía intención de atacarla, no se movería y seguiría hablando desde la distancia.

—Solo estaba buscando provisiones, y he acabado aquí por casualidad. Es un sitio muy bonito, ¿sabes? Nunca había estado en un lugar parecido. Por cierto, soy Freya, ¿y tú?

»¿P-Por qué es peligroso este sitio? ¿Y qué es esa puerta?

por **Darkness Seeker** » Mar Ene 26, 2016 11:47 pm

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—¿Pero...que...?

La cabeza no hacía otra cosa que darme vueltas, y el entumecimiento del dolor que sentía en la nuca era increíblemente molesto. Pero... ¿Qué diablos había pasado? Recordaba estar en el parque. Y a Wendy siendo presa de los sincorazón. Y... el hombre rubio.

Traté de levantarme, pero pronto me percaté de la rudeza de unas cuerdas que oprimían mis extremidades. Traté forcejear pero no servía de nada, no había forma de liberarse. Intentando esclarecer que oscurecía, mis ojos se fueron adaptando a la oscuridad del ambiente, dejando ver que estaba en algún tipo de cueva. Sin embargo, la cueva no estaba vacía, pues varios esqueletos resecos al sol estaban repartidos por la cueva, y además había una niña allí. Tuve que forzar los ojos debido al cambio de iluminación, pero para cuando me percaté me sorprendí: ¡Era Wendy!

Me alegre de saber que estaba viva... aunque estaba en la misma situación que yo, atada de pies a cabeza.

—Gabranth, ¿se puede saber qué demonios hace ese Caballero ahí encerrado? No formaba parte del plan.

Una serie de voces comenzaron a venir de la puerta exterior, y unos ruidosos pasos lo acompañaban.

—Tú y tus retorcidos planes. Me has pedido secuestrar a una niña, Seymour, ¿cuán bajo puede caer tu orgullo ante esto?

Entonces la puerta se abrió. Al otro lado, una de las figuras tapaba casi por completo el sol, gracias a su armadura. Se trataba del mismo hombre que nos encontramos en Londres, cosa que logré averiguar gracias a que no llevaba el casco puesto. El otro hombre, que se encontraba translúcido debido a alguna clase de hechizo mágico, tenía la cara llena de unas extrañas marcas azuladas, casi similares a venas. Ambos hombres... sus ropas, ya las habías visto antes: En Mateus Palamecia y Kuja. En los Villanos Finales.

—¿Orgullo? ¿El mismo que te impide matar a un Caballero inconsciente?

—Suficientes leyes ha roto El Juez hoy trayendo tu regalo. Si le vas a hacer daño a alguien, que sea al Caballero primero. Mi honor no me permitiría lo contrario.

El hombre transparente, al parecer llamado Seymour, se quedó mirando a Wendy, y comenzó a acercarse a ella. Inmediatamente di un ligero tumbo hacia ella, con la intención de interponerme entre ambos. Por supuesto no podía protegerla de verdad en aquella situación, pero cualquier cosa era posible.

—Bueno, dos piezas son mejor que una. Nos darán más capacidad de negociación si la situación lo requiere —Acto seguido me retiró la mordaza que hasta entonces me había sujetado la boca y me dejó hablar—. Dime, ¿qué piensas tú? Es de mala educación no darle la palabra al invitado especial, ¿no crees, Gabranth. ¿Estás dispuesto a ser salvado, ofreciendo tu lugar por el de la niña, Wendy Darling?

>>Dame una razón por la que no liberar tu existencia aquí y ahora, Caballero.

Cerré los ojos durante unos segundos, tratando de pensar: No podía dejar que tocaran a Wendy, pero debía de matar que me mataran a mí también. Quizás... debía arriesgarme. Y mucho.

—Ni hablar, "Seymour". — le respondí de forma clara y breve, mientras dirigía una mirada tanto al hombre peliazul como al caballero que custodiaba la puerta —. Pero... Yo te propongo otra cosa: Esta chica no tiene nada que ver con los que vosotros estéis tramando... o Mateus Palamecia./color]

Hice una pequeña pausa para esperar respuesta de cualquiera de ambos, y luego proseguí, dirigiendo la mirada en especial al "Juez":

>>[color=#8040BF]En definitiva, mi propuesta es la siguiente: Soltadla y llevadla a salvo a su hogar... Y yo me quedaré aquí, asumiendo todos los daños que eso pueda suponer. Incluso si eso es mi muerte. Es mi mejor oferta, y me atrevería a decir que la más honorable también.

Sólo me faltaba esperar, deseando en mi interior que pudiera sacar a la chica sana y salva de aquel lugar. Era lo mínimo que podía hacer tras haberla metido en este follón sin que ella tuviera nada que ver.

por **Nell** » Mié Ene 27, 2016 5:15 am

Finalmente, Balthier cedió:

—Vale, tú ganas, sí que pensaba mangar algo. Pero no se lo digas a nadie.

Por supuesto que no. Con un poco de suerte, Balthier lo conseguiría y estaría de suficiente buen humor para compartirlo. Hana solo tenía que estar cerca cuando llegara el momento.

Durante el camino, le preguntó por los sincorazón y por su relación con los Villanos Finales, a lo que el pirata contestó de buen grado:

—Sí. He escuchado que había uno de los peligrosos y grandes merodeando por el Big Ben, pero nunca lo he visto con mis ojos, y menos mal. Se rumorea que murió mucha gente. ¿Por qué debería saber yo lo que esas cosas piensan? Se supone que ese es tu trabajo, sirenita.

—Y para hacer mi trabajo necesito a gente como tú que esté al día de lo que ocurre en los mundos que frecuenta. No podemos estar en todos los sitios a la vez. ―En realidad, con la cantidad de aprendices que había, sí que podían.

—Es algo personal. Digamos que uno de esos villanos me conoce, y yo a él. Y nos llevamos muy mal. El otro día nos cruzamos y bueno... imaginarás lo que pasó. Por eso os ayudaré, al menos con esto. No es mi intención que se salgan con la suya otra vez.

Hana estuvo tentada a preguntarle sobre la identidad de dicho Villano, pero optó por callar. Si iban a cruzarse con ellos, lo descubriría enseguida. No quería presionar demasiado a Balthier, ni mostrar lo mucho que le interesaba cualquier tipo de información sobre la banda criminal por cuestiones también personales.

El resto del trayecto ambos se mantuvieron en silencio. Habían pasado bastante tiempo desde que se había separado de Shinju y Neru, por lo que Hana no sabía qué se encontraría en el hotel. Quizá era la última de la fiesta.

Entraron y cruzaron la sala hacia las escaleras. Hana no pudo hacer más que enarcar la ceja cuando pasaron por la recepción y vio la cara desaprobadora del hombre que atendía a la clientela. ¿La criminalizaba a ella por andar a solas con un soldado y no al soldado en cuestión por escaquearse del trabajo? ¡Desde luego, no iba a llevarse propina con esa actitud! Le guiñó un ojo con descaro, ya que Balthier era un buen partido, al fin y al cabo, y subió tras él hasta la habitación.

Una vez dentro, descubrieron que habían sido los primeros en llegar. Hana comprobó que estuvieran los dos solos (revisando de paso la habitación), tanto en escondrijos como en el baño (si había). No es que fuera paranoica o no se fiara, sino que quería mantenerse ocupada. Balthier comentó en voz alta un pensamiento:

—Para ser la guarida de los Caballeros no está tan mal.

Estaba pagada con dinero de Bastión Hueco. Hana, desde luego, no sería quien se quejara.

—Sirena, no me digas que no se te ha pasado por la cabeza lo mismo que a mí.

A Hana se le habían pasado muchas cosas por la cabeza. Muchas. Algunas incluían a Raphael, que se encontraba a varios mundos de distancia. Sin embargo, la vida de ladrona (y pirata) le había enseñado que el trabajo y el placer no eran una buena combinación.

―Sí. ¿Tienes cartas por ahí para pasar el rato?

Si Balthier las tenía, procuraría hacer todas las trampas posibles que se le ocurrieran para medir su destreza como granuja. Pasaron media hora solos, con las cartas o simplemente esperando, hasta que finalmente alguien llamó a la puerta. Al ir a abrir, Hana se encontró con los hermanos de Wendy, cuyos nombres aún no recordaba.

—¡Cáspitas, la sirena de la otra vez! Encantado, mi señora.

—Vaya por Dios.

Los niños no eran lo suyo, así que simplemente saludó y les dejó entrar, sin seguirles el juego. Ambos se acomodaron en un par de sillas, dispuestos a colaborar en lo que pudieran. Hana se sentó en la cama, junto a Balthier, para empezar con el interrogatorio. Intentó ser sutil, menos directa que con Balthier, puesto que eran niños, al fin y al cabo.

―Me sorprendió mucho veros por Londres. Creía que vivíais en Nunca Jamás. ¿Qué ocurrió? ¿No erais felices allí? ―empezó por preguntar―. Por cierto, ¿dónde está vuestra hermana? Vengo muy poco por aquí y me hubiese gustado saludarla.

Si les decía que Nunca Jamás estaba en peligro, probablemente los dos hermanos querrían ir a ayudar a toda costa. Sin embargo, ¿qué podían hacer unos niños como ellos contra una jauría de sincorazón? Nada. Y no iba a soportar sus súplicas para que los llevara con ellos. Así que optó por callarse esa información.

―¿Conocéis a los demonios negros? Ya sabéis, esas criaturas que aparecieron en el barco de Garfio. Han estado por aquí, por Londres, hasta hace muy poco, cuando desaparecieron de golpe. ¿Sabéis algo al respecto? ―inquirió después. No esperaba que le resolvieran la duda, ya que su conocimiento sería muy limitado, pero la pregunta le permitiría ahondar en el tema―. Parece que había uno especialmente feroz en el Big Ben, de hecho. ¿Escuchasteis hablar de él? ―A Hana se le ocurrían dos cosas: que fuera un sincorazón de los grandes, o un Villano Final descontrolado. Si había pasado a Londres, ella o sus compañeros tarde o temprano se tardarían con él… o ello, y cuanta más información tuvieran, mejor.

»Sinceramente, os pedí que vinierais porque algunas de esas criaturas están apareciendo por Nunca Jamás. Nada serio, ya las había antes, como sabéis. Sin embargo, no entiendo qué les atraía de Londres para tener tanta presencia aquí, ni por qué viajan desde este punto a Nunca Jamás. ―A excepción del control que ejercía alguien sobre ellos, como Balthier ya le había informado.

Después de un rato de charla con los hermanos de Wendy, que ayudaron a que Hana estuviera más informada de lo que se cocía por Londres y Nunca Jamás, llegó Shinju. Lo cierto es que la aprendiza no había pensado lo mucho que se molestaría la Maestra por la invasión de extraños de la guarida de los Caballeros, pero sinceramente no le importaba. Para ella Shinju no era más que una niñata insolente, como Akio, y una parte de ella le molestaba tener que darle explicaciones.

—Espera, ¿qué? ¿Qué significa esto? Me he pateado media ciudad, ¡media ciudad! Para buscar al panoli ese que siguió a los sincorazón. Y tú, mientras tanto, montas una guardería en el punto de reunión —Hana puso los ojos en blanco. ¿Era eso lo que le preocupaba?—. Más vale que tengas una explicación para esto, o toda esta gente va a tener que salir por la puerta a la de ya.

—No es lo que parece... O puede que sí, ¿qué dices tú, sirenita?

—Bueno, ahora que lo mencionas, Wendy tampoco ha llegado a casa... ¿No la habéis visto, por algún casual?

Para entonces, ya habrían hablado de Wendy, por lo que a Hana no le prestó demasiada atención al comentario. En su lugar, respiró hondo, decidió calmarse las ansias de estrangular a Shinju y luego a su pajarraco, y puso el tono más educado que pudo emular:

―Siento haberte causado problemas, Maestra Shinju. ―Cualquiera que la conociera sabría ya que estaba fingiendo una pedantería impropia de ella―. Les he invitado porque han sido útiles. Los tres han estado ya en Nunca Jamás y me han permitido saber varias cosas de lo que ha ocurrido aquí y allí durante los últimos días. Te informaré de todo, lo juro. Pero si lo que dices sobre Neru es cierto, deberíamos salir a buscarlo.

En realidad Neru no le preocupaba. Había salido a perseguir a un estúpido sincorazón, ¿qué podía pasarle, si la mayoría desaparecían y se dirigían a Nunca Jamás? El aprendiz podía defenderse sin problemas solito. Sin embargo, era una buena excusa para echar tierra sobre el asunto que había cabreado a Shinju. Con el beneplácito de la Maestra, se dirigió a los niños:

―¿Podéis quedaros a esperar, por si aparece nuestro compañero? Se llama Neru. Si aún estáis preocupados por vuestra hermana, usad el teléfono para corroborar que haya llegado a casa ―añadió, en caso de que la habitación de hotel incluyera uno.

A Balthier, salvo que el mismo tuviera algún reparo, se lo llevaría. Su intención era abandonar la habitación, con los niños dentro, e informar por el camino hacia el barrio pobre (la última localización conocida de Neru) de todo a Shinju: las noticias sobre la desaparición de demonios, las masacres que había en el Big Ben, la implicación de los Villanos Finales… En caso de que la Maestra tuviera otro berrinche, accedería a darle su reporte en la misma habitación, aunque había querido evitarlo para no involucrar más a los hermanos.

En cualquier caso, Londres había anochecido y Hana sentía que apenas había raspado el misterio. Quería averiguar más y sospechaba que Neru conocería tanto o más respecto a lo que estaba sucediendo. La pregunta era, ¿dónde se había metido?

Mientras se internaban por las calles de Londres, en dirección a su destino, se le ocurrió una idea para facilitar la búsqueda:

―Shinju, ¿Lolo podría buscar a Neru desde el aire? Seguramente podrá ver mejor que nosotros ―le pidió, manteniendo el tono cordial, y arriesgándose a usar el nombre que había escuchado por casualidad del pajarraco.

El resto dependería del humor que la Maestra tuviera en aquel momento.

por **Zodiark** » Sab Ene 30, 2016 12:52 am

Libra me proporcionó datos muy interesantes sobre la chica que pronto me confirmó ella misma: tenía una especie de sexto sentido para detectar la oscuridad y las Llaves Espada. Aunque algo me dejó con la mosca detrás de la oreja... ¿Qué demonios era una viera?

—Somos Piratas del Aire, kupó. Mira que no reconocernos... —bramó el Moguri, indignado—. Me llamo Nono, kupó. Y soy el mejor ingeniero que existe en el universo. No lo dudes, kupó.

—Fran es mi nombre. Y sí, venimos de otros mundos

La observé curiosa. ¿Así que tampoco eran de Nunca Jamás? ¿Cómo habrían viajado allí? En cualquier caso Fran parecía bastante reservada y no entró en detalles.

—Nuestro otro compañero nos advirtió de que apareceriáis tarde o temprano. Ya colaboramos con la Orden la última vez que acudió a esta isla, no tienes por qué desconfiar de nosotros. Nos gustaría que nos acompañaras a cierto lugar, te explicaremos algunas cosas interesantes.

—¿Ah, sí? Entonces quizás conozcáis a alguno de mis compañeros que han venido conmigo. Oh, y mi nombre es Maya, encantada. Este es Ukki y ese... —añadí mirando al Ente de Agua, con la boca torcida—. Bueno, eso no sé qué es exactamente, todavía.

Sin perder más tiempo, Ukki, el ente de agua, mis nuevos conocidos y yo emprendimos la marcha, aunque no sabía muy bien adónde me estaban llevando. Por el camino, varias ideas me rondaban la cabeza, pues aquellos dos eran bastante misteriosos. ¿Qué narices era un "Pirata del Aire"? ¿De dónde había sacado Fran aquel don para detectar la oscuridad y leer los corazones de los Portadores? ¿Y por qué querían combatir dicha oscuridad ellos también?

—Mateus Palamecia. ¿Te es familiar ese nombre? —dijo Fran en cierto momento de la caminata, captando mi atención—. Es posible que él y su banda estén tramando algo en este mundo.

—Tsk —Chasqueé la lengua—. Sí, le conozco. He tenido varios encontronazos con él y con su banda desde hace algún tiempo... Sería un verdadero engorro que estén detrás de esto también...

Tras andar un buen rato entre la espesura, finalmente alcanzamos un claro en el que aguardaba una gran nave voladora que observé boquiabierta. ¡No se parecía en nada a mi Nave Gumi! ¡Era impresionante!

—Es el Strahl, kupó. La mejor nave gumi del universo, ¡y la he diseñado yo, kupó! Puedes entrar, pero los bichos con pulgas no están permitidos.

Enarqué una ceja y observé al moguri, mientras Ukki le hacía una mueca de desprecio. ¡Pero qué engreído! Mi "bicho con pulgas" venía conmigo sí o sí.

—Al principio es un poco borde, pero en el fondo es un pedazo de pan. No te lo tomes como algo personal. —dijo Fran después de que Nono se introdujese en la nave.

—Sí, no parece mal tipo... Aunque se da unos aires...

Sin más, todos entramos en el Strahl. Observé el puente de mando, curiosa, y unos carteles en unas paredes captaron mi atención. En ellos, aparecían Nono, Fran y otro hombre la mar de apuesto, quien supuse sería el compañero del que me hablaron antes, y debajo de todos los carteles aparecían las palabras "Se busca: vivo o muerto" y anunciaban una enorme cantidad de platines como recompensa.

—Vaya, pues sí que sois infames, ¿no? —comenté paseando la mirada por los pósters—. Con la pedazo de recompensa que ofrecen por vuestras cabezas me sorprende no haber oído hablar nunca de vosotros.

Otra cosa que captó mi atención fue una mesa llena de una gran cantidad de diversos objetos amontonados, al parecer todos robados.

—Hace años robamos en Ciudad de Paso. Parece que su benevolente y amado alcalde no ha olvidado nuestros crímenes.

—Ah, eso explica vuestra conexión con Palamecia —dije, recordando que El Emperador era el gobernador de Ciudad de Paso desde hacía bastante tiempo.

Los dos comenzaron a sacar artilugios y armas, al parecer estaban listos para luchar. Les miré sorprendido, con una mueca de confusión en el rostro. ¿Es que ya sabían adónde dirigirse? Estaba claro que el "olfato" de Fran les daba cierta ventaja, ¿pero de veras iba a ser tan sencillo?

—No podemos decirte mucho más. Balthier ha ido a investigar Londres, donde vimos al Guardián del Emperador. Pero nosotros podemos ofreceros ayuda aquí.

—Oh, algunos compañeros han ido a Londres también. Espero que logren encontrarse.

¿Guardían del Emperador...? Me quedé pensativa unos segundos, intentando pensar quién podía ser. Por alguna razón, algo me rondaba la cabeza cuando oí eso.

—¡Todo listo kupó!

—¿Te parece bien si te acompañamos a ver al resto de tus amigos?

—De acuerdo, pero... ¿Adónde vais con todo eso? ¿Es que acaso ya sabéis cuál es exactamente la fuente de la oscuridad?

Vale, Fran me había dicho que no podía decirme mucho más, pero supuse que si iban tan preparados es que a algún lugar en concreto iban, ¿no?

En cualquier caso, cogí el comunicador de Kazuki e intenté ponerme en contacto con la Maestra Rebecca para ponerle al corriente de lo que había sucedido y de las nuevas visitas que iba a tener en el campamento.

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