—¡Ni hablar! ¡Estás chalado! ¿Te das cuenta en qué jodido castillo estás, mocoso? ¡Tienes a un hada inconsciente y tú eres un mocoso invisible! ¡Bien! ¡Vete a luchar contra Maléfica si quieres! ¡Antes de morir quiero ver el cielo una vez más y ser capaz de respirar aire puro, maldita sea!
Egoísta de mierda, ahí te atragantes con tu aire puro. Pero lleno de vicio y muerte.
Iba a replicarle que hiciese lo que quisiese, que yo me quedaría para tratar de proteger su estúpido mundo, cuando se oyeron pasos. Tragué saliva, tratando de hacer que Tuk se callase, y es que todavía conseguiría que todo el castillo supiese de mi presencia antes de poder hacer nada por la Maestra Nanashi. Y aquello si que no lo consentiría.
Ver para creer.
El destino tenía una irónica manera de quitarme la razón. Y el ver a Nikolai algo malherido me hacía pensar que lo más probable era que mi teoría de la conspiración no se hubiese dado tal y como pensaba.
—¿Uno de tus amigos?
—Más o menos.
Nikolai parecía estar al borde de los nervios, incluso había llegado a invocar la Llave Espada, aunque no podía saber muy bien por qué motivo estaba así hasta que me acordé de que él no podía vernos: seguíamos afectados por el magnífico hechizo de Primavera.
—¿Saito?
—El mismo.
Me acerqué al desorientado muchacho, en busca de explicaciones. No acababa de tenerlas todas conmigo sobre su lealtad, pero si alguien podía aclararme algo de todo aquello era él, por mucho que me desagradase; antes de nada tuve que contarle que estaba afectado por la magia de Primavera, al igual que Tuk y la inconsciente hada, para que dejase de mirarme como si estuviese teniendo alucinaciones y dejase la Llave Espada bien guardada para evitar llamar más la atención.
Aunque con un grupo formado por un anciano senil, un hada inconsciente, un traidor y un loco no sabía que esperar sobre aquello de no llamar mucho la atención. El caso era que había llegado mi turno de hacer preguntas:
—¿Qué ha pasado con Nanashi? He visto como se la llevaban... ¿Y Mateus? Por Dios, dime que no tiene la Corona.
—Mateus nos ha vendido. Llegaron los guardias de Maléfica y les ofreció a Nanashi a cambio de dejarle marchar.
—¿Y cómo os encontraron los guardias?… Nadie podía saber lo que estábamos haciendo. Y no creo que a Mateus le interesase que sucediese algo así.
El muchacho se dedicó a explicarme entonces como había estado buscando aquella Corona que se encontraba protegida por una especie de barrera mágica, y que a pesar de haber dado con ella, la había dejado abajo como medida de seguridad para evitar que Mateus se la robase. Ante la pregunta de si había visto al maldito del Emperador, tuve que responder negativamente.
¿Por dónde se había ido entonces?
—¿Dónde está Primavera y de quién es la voz que he escuchado antes?
—Verás…
No tuve otro remedio que contarle a Nikolai la situación actual de la que iba a formar parte: Primavera había perdido la consciencia después de usar lo que parecían ser sus reservas de energía para volvernos invisibles de aquellos monstruos que se habían llevado a la Maestra Nanashi, pero por suerte no sería nada más grave que un desmayo. Por otra parte estaba Tuk, el anciano que se negaba a hacer cualquier otra cosa que no fuese escapar como una bala de su encarcelamiento.
Diversión y felicidad, vaya.
—Tenemos que ir a por la Maestra Nanashi, antes de que Maléfica decida cebarse con ella. O algo peor.
Tuk había estado apartado de todo nuestro espectáculo hasta entonces, pero en vista de que nuestra conversación se podía alargar todavía más decidió intervenir.
—Contadme qué está sucediendo fuera de este puñetero castillo y decidme quiénes sois vosotros y por qué creíais que podíais hacer daño a Maléfica. ¿Es que queríais suicidaros? ¿Qué es lo que buscáis?
—No es que “lo creamos” —añadí, mirándole con dureza—. Es que podemos hacerle daño. Pero se han torcido las cosas, y ahora necesitamos una ayuda extra. Lo que estábamos buscando —susurré todavía más bajo—. Era una forma de cargarnos esta fortaleza. O encontrarle en su defecto un punto débil o un objeto que...
—He vivido aquí casi toda mi vida y si queréis un mapa del Castillo, más os vale hacerme caso. No pienso acompañaros, no quiero morir pero necesito saber qué ha pasado durante… ¿Cuánto tiempo llevo aquí…? Y más os vale hacerlo rápido. Si Maléfica se entera de que me habéis ayudado os matará. Estoy seguro de que nunca se ha olvidado por completo de mí.
»Luego os contaré lo que queráis saber y si ni entonces entráis en razón, pues allá os queméis en el Infierno, pero yo voy a salir de aquí.
Me encogí de hombros tras mirar a Nikolai, gracioso porque este no había podido ver mi gesto dada mi invisibilidad, pero a pesar de todo logramos coordinarnos. Empezó él primero a explicarle la situación a pesar de que el tiempo apremiaba, y bastante.
—Está bien, si lo que quieres es marcharte no te lo voy a impedir. Ya estamos hasta el cuello de mierda como para arrastrar a alguien más con nosotros.
El miembro de Tierra de Partida me dirigió una mirada que no supe acabar de interpretar, ¿quería decir con aquello que no podíamos retener a Tuk con nosotros? Me parecía bien, pero ya que lo había rescatado de allí no se iba a ir sin hacernos un mapa o ayudarnos. De lo contrario me encargaría de que volviese del mugriento agujero del que había salido, esta vez para siempre.
—Pero tengo que informarte de que las cosas afuera no están mucho mejor que aquí: hay guerra, Tuk. El ejército de Maléfica se ha dedicado a arrasar con todos los asentamientos humanos que ha encontrado a su paso. Ahora mismo está atacando el castillo del rey Huberto y dios sabe cuánto aguantarán sus defensas.
Tras dejarle unos minutos al hombre para que retuviese todo lo que le acababa de decir Nikolai, y aprovechando la pausa que éste había hecho, añadí:
—Llevas más de diez años encerrado Tuk, o eso dijo Mateus Palamecia. Y respecto a lo de la guerra es totalmente cierto, sumándole un maleficio que tiene la Princesa Aurora y que la matará muy pronto. Por eso estábamos aquí, hemos venido a intentar ayudar, a equilibrar la balanza para que esa bruja no se salga con la suya...
—Si nos hemos internado aquí es para llevarnos un artefacto muy importante para Maléfica. —Nikolai y yo nos complementábamos las frases. Nanashi estaría impresionada de ver esta alianza—. Una… Corona, que lo único que ha hecho es meterme en la cabeza imágenes sobre una tal Friederike. Ya sabemos dónde está, sí. Pero cierto conocido tuyo ha hecho que capturasen a nuestra Maestra. Como ya te he dicho, no te voy a poner trabas para que escapes si es lo que deseas, pero nosotros no nos podemos ir sin ella, aunque sea consciente que lo que vamos a hacer es una soberana idiotez.
Por una vez estaba de acuerdo con lo que decía. Quizá ir a salvar solos a la Maestra Nanashi no era un acto de sensatez extraordinario, pero estaba claro que no podíamos abandonarla a su suerte. Yo no al menos, no después de todo lo que había sucedido en el Castillo del Olvido con ella.
»¿Puedes al menos indicarnos cómo movernos por el castillo o darnos una pista de a dónde se la han podido llevar? Cualquier atajo para sortear a los guardias o vía de escape para cuando la encontremos. Por favor...
Saqué de mi mochila un bloc de notas y un lápiz y se los ofrecí a Tuk. Todo lo que le pedíamos era un maldita manera de guiarnos ahí dentro. Aunque fuese un suicidio, no teníamos otra opción…
—Por favor, tenemos que rescatarla o el esfuerzo de la gente que está ahí fuera será en balde… no queremos impedir que respires tu aire puro, pero ayúdanos a que Maléfica empiece a pagar por todo lo que ha hecho. Por todas esas vidas que ha destrozado, toda la gente que ha matado y por todo con lo que pretende acabar…
>>Solo necesitamos un mapa y toda la información que puedas darnos. Después de esto no volveremos a molestarte.
Esperaba que aquello funcionase y que pudiésemos encontrar a la Dama de Hierro antes de que fuese demasiado tarde. No quería imaginarme lo que podían estar haciéndole mientras nosotros debatíamos con aquel prisionero desagradecido.