[Reino Encantado] Espinas Negras

Trama de Nikolai, Victoria, Ban, Saito + Celeste y Aleyn

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Suzume Mizuno » Dom Dic 27, 2015 8:24 pm

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Nombre: Espinas Negras

Mundo: Reino Encantado

Introducción: El cumpleaños de la princesa Aurora está al caer y, con él, la maldición que pesa sobre su reino se abatirá sin que nadie pueda hacer nada por evitarlo. Por otra parte, Maléfica asedia con un ejército de orcos y Sincorazón el Castillo del Rey Huberto reclamando a la princesa Aurora.
Los planes de Maléfica parecen a punto de cumplirse.
¿O no?
Aurora no está dispuesta a rendirse sin más y tampoco el príncipe Felipe. Juntos han partido a buscar una posible solución. Dicen que en el bosque encantado vive un antiguo caballero que luchó contra el alzamiento de Maléfica. Puede que tenga las respuestas que tanto ansían.
Mientras tanto, Mateus ha regresado al Reino Encantado. Incorpóreos y Sincorazón comienzan a aparecer en los alrededores de la Montaña Prohibida.
Tierra de Partida y Bastión Hueco, ahora aliadas, envían a Nanashi y a Nithael a tratar de evitar un final desastroso.

NPC’s:
• Aurora
• Felipe
• Maléfica
• Diablo
• Mateus
• NPCs de los reinos.
• Nithael
• Nanashi
• ????
• ????

Requisitos:

-Estar mentalizado para aguantar dos tramas.
-Mínimo un jugador de Bastión Hueco y otro de Tierra de Partida.

Fecha de inicio: finales de diciembre.

Notas:
-Será un arco de 2 tramas.
-Si se abandona antes de la segunda trama habrá una bajada importante de puntuación ya que afectará a la historia.
-Dependiendo del lugar al que se vaya, habrá que enfrentarse a enemigos poderosos. No hay un mínimo de nivel, pero tenedlo en cuenta.
-La exploración y la relación con los NPCs serán básicos para poder averiguar datos de la historia del Reino Encantado, de Maléfica, de Mateus y de Nanashi. Todo quedará en manos del jugador.

Apuntados:
Participante 1: Nikolai
Participante 2: Victoria
Participante 3: Ban
Participante 4: Saito
Extra 1: Celeste
Extra 2: Nadhia
Extra 3: Aleyn





Llegará antes del amanecer y entonces no habrá forma de que podamos huir —informó el príncipe Felipe con voz grave—. Se aproxima con un ejército de esas criaturas negras, aparte de orcos y goblins. Nuestras tropas no son suficientes para hacerle frente.

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El rey Huberto se quitó la corona y se pasó una mano por la calva. Profundas ojeras se habían formado bajo sus ojos y tenía el pelo de la barba ralo y mustio. No era de extrañar, teniendo en cuenta las noticias que acababa de recibir.
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Se encontraban en la sala del trono, vacía a excepción de por los principales ministros del rey, Abel, Heike, capitanes del ejército y la guardia; las tres hadas Flora, Fauna y Primavera y los príncipes… Además de los Caballeros y sus aprendices, por supuesto.

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Felipe pasó una mano por los hombros de la princesa Aurora, que acarició su mano y miró a los Caballeros con preocupación.

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¿Qué haréis, mis señores?

Nanashi y Nithael intercambiaron una breve mirada.

La llegada de los Caballeros y sus aprendices había causado bastante revuelo en el reino de Huberto, en especial Nithael, con sus inmensas alas blancas que trajeron regocijo a las gentes, gritando que los seres mágicos venían a ayudarlos.

Parecía que no podían haber sido más oportunos. Habían escuchado las noticias de que Maléfica estaba preparando un ejército, pero no habían imaginado que la situación hubiera llegado tan lejos.

Una sombra de culpabilidad apareció en el rostro de Nanashi, que dominó de inmediato sus sentimientos y adoptó una expresión imperturbable.

Ayudaremos. Pero enfrentarnos cara a cara con Maléfica no es la solución. Es demasiado poderosa y estaremos a la defensiva. Hay que idear otro plan. Encontrar su debilidad, una que vaya más allá del hierro que afecta a las hadas.

Aurora dio un paso al frente. Estaba muy hermosa con su vestido azul de princesa y la corona en la frente. También parecía haber ganado un aire regio durante el último año. A pesar de ello, incluso los aprendices que no la conocían, notarían un aire enfermizo en sus ojos, como si estuviera febril… Aunque tuviera la piel rosada y sana.

Existe alguien que debería saber cómo vencerla. Es un caballero que todavía vive en el bosque; luchó hace muchos años contra Maléfica. No la venció pero trabajó a su lado durante muchos años.

Huberto asintió.

Sí, lo recuerdo. El Caballero Wodan o algo así.

Odín, majestad —corrigió el hada Flora, añadiendo un movimiento de varita a sus palabras.

Eso, eso, como sea.

No podemos perder el tiempo buscando por ese bosque a un caballero perdido—dijo Nanashi con sequedad—. Lo ideal sería tomar la Montaña Prohibida o destruirla.

Hubo exclamaciones de sorpresa o de miedo y un murmullo se extendió a toda velocidad entre los presentes. Los aprendices, si lo deseaban, podían participar de la discusión ya que tanto Nithael —que había recibido la información de Rebecca— como Nanashi les habían explicado más o menos cómo funcionaba aquel mundo:

Antiguamente existieron tres reinos protegidos por tres hadas; Maléfica asesinó al hada Nanna y convirtió el castillo en la Montaña Prohibida en su morada tras librarse de la familia real. Poco más tarde acabó con el hada Nerthus del reino del rey Huberto, de modo que ahora no había ninguna defensa mágica que pudiera protegerlos del ataque de Maléfica. Por último, el hada Freyja desapareció junto con la maldición del reino del rey Estéfano, que había quedado sumido en un tiempo dormido.

Excepto el reino de Huberto y las Ciénagas, aquel mundo estaba a punto de caer en las manos de Maléfica, quien había impuesto una maldición a la princesa Aurora: que con su muerte, al cumplir los 16 años, su reino caería en la oscuridad.

Faltaban cuatro horas para las doce; a partir de ese momento tendría hasta la caída del sol del día siguiente antes de que se cumpliera la maldición.

Durante un largo rato, Nanashi discutió con el rey, con el príncipe, con Abel y Heike. Incluso las hadas se sumaron. Nithael permaneció aparte, pensativo y con la mirada apagada. Quizás para sorpresa de los aprendices que lo conocían, había acudido como representante de Tierra de Partida al estar los demás Maestros ocupados con sus propias misiones. Sin duda era un alivio tenerlo consigo, sobre todo después de haberlo visto luchar contra el Coloso en Tierra de Partida. Sería un gran aliado para lo que les esperaba.

Al final, para gran desazón de las hadas, Aurora consiguió imponer su voluntad:

Únicamente me resta un día y lo aprovecharé con toda mi alma para salvar mi reino. No pienso quedarme llorando en una habitación esperando a la muerte—dijo con resolución, mirando de reojo a Aleyn y, también, a Nikolai—. Iré a buscar al caballero Odín. Juró lealtad a mis primos y si acudo ante él tendrá que escucharme.

Felipe se quedó mirándola, trémulo. Como príncipe, no podía abandonar su hogar ante Maléfica. Aurora, comprensiva, le acarició una mejilla.

Volveré. Te lo prometo.

Felipe le besó la mano con un suspiro tembloroso y asintió, frunciendo los labios.

Conozco el camino hasta la Montaña Prohibida. Iré y trataré de encontrar una forma de destruirla o, al menos, debilitar a Maléfica—dijo Nanashi con seriedad.

Por su parte, Nithael sacudió un poco las alas.

No puedo abandonar este lugar cuando está en mi mano salvar vidas inocentes. Permaneceré aquí y defenderé las murallas o incluso haré frente a Maléfica… Si las negociaciones fracasan.—Sonrió sin humor—. Parece que estoy destinado a hacer frente a ejércitos de Sincorazón. Confiad en mí, sabré ayudar.

Sin duda abrumados por su presencia, la familia real y los demás presentes se inclinaron ante él, deshaciéndose en palabras de agradecimiento. Nithael meneó la cabeza, restándole importancia, y luego hizo un gesto a todos los aprendices para que lo siguieran a un lado de la sala del trono. Nanashi los acompañó.

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda.—Sus ojos eran dulces y amables, hablaba en serio, aunque estaba preocupado por la seguridad de los jóvenes, en especial por Celeste, Aleyn y Victoria, los que por un motivo u otro habían recibido menos entrenamiento.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín…—Frunció el ceño, pensativa—. Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

De modo que a los aprendices les tocaba decidir. Podrían aprovechar para hablar con la gente que había en la sala del trono, en especial aquellos que ya habían visitado el mundo, pues nada más cruzar las puertas los habían llevado directamente ante el rey Huberto y no habían tenido tiempo para saludar. Ya que iban a pasar, de una forma u otra, muchas horas junto a aquella gente era el momento de retomar o formar amistades.


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¡Bienvenidos a Espinas Negras! Espero que disfrutéis del arco y que lo deis todo, porque va a ser una trama con muchas vertientes, ¡así que a trabajar con ganas! Podéis empezar ya en esta primera ronda, haciendo que los personajes que ya han estado aquí se reencuentren con NPCs y que los nuevos empiecen a buscar amiguitos porque los vais a necesitar.

Como soy una buena persona, tenéis hasta la tercera ronda para actualizar vuestras fichas. A partir de entonces las cogeré y ya no valdrán ni pociones ni ultrapociones ni niveles nuevos, ¡así que aprovechad!

Tenéis tres rutas y la posibilidad de hablar con todos los personajes presentes. Dependiendo de cuántos vayáis a un lado u otro os acompañarán más o menos NPCs. No tengáis miedo por el nivel; intentaré daros medios o NPCs para apoyaros. Simplemente intentad ser fieles a vuestras fichas y actuar como lo haría vuestro personaje.

Eso sí, no se puede cambiar que Nanashi irá a la Montaña Prohibida, ni que Aurora irá al Bosque o que Nithael permanecerá en el palacio de Huberto. El resto de NPCs son móviles, aunque es muy probable que Felipe no se marche o que no consigáis que las hadas os acompañen a la Montaña Prohibida.

Eso sí, al menos tiene que haber un aprendiz en cada localización, así que formad una conversación en skype o algo y distribuíos como veáis.

En cualquier caso os dejo detalles de los personajes para que, si queréis que alguno vaya con vosotros, habléis con él/ella:


Felipe: es un espadachín consumado, aunque sin demasiado impulso físico, que usa a su caballo Sansón para desplazarse contra varios enemigos, así que en cuanto los separéis perderá gran parte de su utilidad. Tomará el mando del lugar donde esté, pero escucha y atiende consejos.

Abel: un espadachín tremendamente fuerte, un tanque, que arrasa todo con la espada. A cambio es lento. Muy fiel a Felipe y protector de la ciudad, así que si queréis que vaya con vosotros tendréis que encontrar la forma de convencerlo. Protegerá a las personas a las que siga.

Heike: espadachina rápida y feroz, que conoce bien el Bosque y sabe mucho de orcos y goblins. No tiene tanta fuerza pero sí buen oído y guarda bien las espaldas. Impaciente, no escuchará demasiado a gente a la que no conoce y tomará el mando del lugar donde esté.

Flora: no lucha, pero es un hada experta en curación. Considera que siempre tiene razón y no atiende a demasiadas razones.

Fauna: no lucha, equilibrada entre detención de ataques mágicos y curación. Es calmada y agradable y no da problemas con las órdenes.

Primavera: no lucha, experta en detener ataques mágicos. Malhumorada, a veces se va por su cuenta.



Nota: las hadas están obsesionadas con cuidar de Aurora, así que si queréis que hagan algo que no sea ir con la princesa, deberíais negociar con la princesa y no con ellas.



Fecha límite: sábado 2 de enero.
Normalmente dejaré 4-5 días de plazo, pero estamos en fiestas y no voy a arruinaros el Año Nuevo, aunque podría (?)
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor H.S Sora » Vie Ene 01, 2016 11:50 pm



El recibimiento que solíamos tener los Portadores no podía definirse como entusiasta, pero en aquella ocasión había sucedido todo lo contrario. La gente parecía emocionada con nuestra llegada, quizás porque traíamos a un ángel con nosotros; un verdadero símbolo de esperanza para la gente de aquel reino.

O quizás se debía a que necesitaban nuestra ayuda de manera desesperada al estar amenazados de muerte.

Reino Encantado...

Me encontraba en la sala del trono, vaciada de forma exclusiva para la reunión que se estaba llevando a cabo. Sólo estaban presentes los gobernantes de aquel reino, los principales ministros, unas hadas y toda la troupe formada por ambos bandos. Todos juntitos, como una bonita familia...

Sobra decir que el ambiente era tenso. Demasiado tenso.

Y es que aceptaba que Tierra de Partida también se metiese en según qué asuntos cuando la cosa era grave, pero lo que no esperaba era encontrármelo a él. No habría aprendices en toda Tierra de Partida, precisamente tenía que venir Nikolai a representarla. Mi primer instinto al verle había sido el de querer empezar a pegarme con él ahí mismo.

Lo había descartado sólo tras ver la seriedad de Nanashi.

Para calmarme, analicé lo que nos habían contado: las cosas estaban alcanzando un punto crítico. Maléfica, una poderosa bruja, se había estado preparando un ejército con el que conquistar lo poco que quedaba de aquel mundo mágico. Según sabía por la Maestra, Reino Encantado había tenido antaño unas hadas protectoras, pero a día de hoy dos de ellas habían muerto a manos de Maléfica y la tercera se encontraba en paradero desconocido.

En otras palabras, no había defensa mágica para parar la horda que se dirigiría hacia nosotros de un momento a otro, si es que no había salido ya. Para rematar, la bruja había maldito a la hija del rey, la princesa Aurora, cuya muerte precedería a la invasión de la Oscuridad.

No, si al final Mateus Palamecia tendrá razón. Ella ha tejido sus redes y ahora los golpes nos llegan por todas partes.

Volviendo a lo importante, teníamos un día o menos para evitar que aquella maldición se cumpliese. De lo contrario fallaríamos de nuevo a otro mundo. Miré con preocupación a la princesa Aurora y no pude evitar fijarme en que algo no iba bien. Sus ojos me transmitían una sensación que me producía escalofríos.

Llegará antes del amanecer y entonces no habrá forma de que podamos huir —informó el príncipe, el que se había hecho llamar Felipe—. Se aproxima con un ejército de esas criaturas negras, aparte de orcos y goblins. Nuestras tropas no son suficientes para hacerle frente.

¿Qué haréis, mis señores? —Por como nos miraban, sí que parecíamos ser la última esperanza.

Ayudaremos —aseguró mi Maestra. Su expresión era tan digna como siempre—. Pero enfrentarnos cara a cara con Maléfica no es la solución. Es demasiado poderosa y estaremos a la defensiva. Hay que idear otro plan. Encontrar su debilidad, una que vaya más allá del hierro que afecta a las hadas.

La princesa la interrumpió entonces, asegurando que existía un caballero que era capaz de vencer a aquella bruja tan peligrosa, un hombre que vivía en el bosque y que había estado durante mucho tiempo cooperando con el enemigo. Odín se llamaba.

¿Pero podíamos fiarnos de aquel caballero? Si había estado trabajando con Maléfica, nada nos aseguraba que ésta no lo hubiese previsto. Quizá ya estaba muerto o, en el peor de los casos, al servicio de aquella bruja maligna.

No podemos perder el tiempo buscando por ese bosque a un caballero perdido—dijo Nanashi, tajante—. Lo ideal sería tomar la Montaña Prohibida o destruirla.

La idea de mi Maestra acabó desembocando en una discusión en la que empezaron a participar todos, a excepción del ángel. Me crucé de brazos, prefería escuchar y analizar todo lo que decían.

No estaba de humor como para intervenir. Sabía que la idea de Nanashi era buena, y con aquello me bastaba.

Pero tal y como había temido, la princesa Aurora impuso su propuesta de ir a buscar al caballero Odín. Lo entendía a pesar de que no compartía su idea. La muchacha todavía tenía un día, y si lograba dar con aquel caballero podría llegar a servirnos en la batalla; tal y como había dicho, de nada serviría quedarse esperando a la muerte.

Aurora y Felipe, como dos amantes, se quedaron mirándose a los ojos. Por cómo se estaban despidiendo, dudaba que éste último pudiese acompañar a su amada puesto que debería proteger su propio reino del ejército que llegaría, inminente.

Aparté la mirada de la escena, Aurora podía morir de un momento a otro y él acabaría destrozado y quizá culpándonos a nosotros. La Maestra Nanashi habló de nuevo:

Conozco el camino hasta la Montaña Prohibida. Iré y trataré de encontrar una forma de destruirla o, al menos, debilitar a Maléfica

No puedo abandonar este lugar cuando está en mi mano salvar vidas inocentes —intervino entonces Nithael—. Permaneceré aquí y defenderé las murallas o incluso haré frente a Maléfica… Si las negociaciones fracasan.—Esbozó algo parecido a una cansada sonrisa—. Parece que estoy destinado a hacer frente a ejércitos de Sincorazón. Confiad en mí, sabré ayudar.

La mayoría de los presentes empezaron a adularle, y no pude evitar sonreír, irónico, ya que nosotros también íbamos a ayudarles y dudaba que nos hubiesen echado un segundo vistazo tras presentarnos. Quizás el secreto para ser respetado estaba en tener un par de alas adosadas a la espalda.

El ángel nos hizo un gesto, reuniéndonos a los aprendices y a Nanashi a uno de los lados de la sala.

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín… Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

Asentí, pensativo. Éramos siete aprendices, y teníamos tres rutas en las que asignarnos. Lo ideal sería ir dos aprendices a cada una de las opciones, y un tercero que se acabase uniendo... pero pensándolo bien, Nithael no necesitaba de nuestra ayuda. Le había visto segar Sincorazón como si nada. Como mucho los que se quedasen con él tendrían la protección asegurada.

Miré a Celeste, tras que expusiese su deseo de quedarse con Nithael y no pude evitar sentirme aliviado. Con el ángel estaría a salvo, aunque eso no quitaba que siguiese preocupándome por la chica.

Me adelanté entonces a decir adónde había pensado ir desde el primer momento. Yo no era un líder, por lo que esperaba que el resto de aprendices eligiese teniendo en mente una distribución adecuada.

Yo la acompañaré a usted, Maestra Nanashi, y la ayudaré en todo lo posible. Avíseme cuando quiera partir.

Antes de irme, me acercaría a Celeste y le sonreiría mientras le susurraba:

>>Nos vemos a la vuelta. Salvaremos este mundo.

La suerte ya estaba echada.

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¡Un placer participar con todos vosotros en esta trama! Espero que vaya bien, y que montemos una bien gorda :3

En resumen, Saito va a la Montaña Prohibida con Nanashi,

Edit: Fallo en una cosa de los colores xDD
Edit2: Lo que se me ha comentado por privado.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Drazham » Sab Ene 02, 2016 6:48 pm

Llegará antes del amanecer y entonces no habrá forma de que podamos huir. Se aproxima con un ejército de esas criaturas negras, aparte de orcos y goblins. Nuestras tropas no son suficientes para hacerle frente.

Nikolai se revolvió en el sitio, cerrando las manos en torno a las mangas de la chaqueta de cuero que se trajo como atuendo, y vigilando con una atenta mirada a la familia real, a su guardia, y al trío de hadas con sus coloridos atuendos, echando de vez en cuando un vistazo fugaz a las expresiones del resto de los presentes, sus compañeros, con los que aguardaba a un lado de la sala del trono.

Se esforzó por no hacer visible su ansiedad, producto de diversos factores: volver al Reino Encantado le traía recuerdos no muy halagüeños de su primera misión en Bastión Hueco. Ya no era el mismo novato inexperto que acabó secuestrado por unos orcos, pero eso no quitaba el coraje que le daba la posibilidad de volver a toparse con la bruja que tenía al reino de Humberto aterrorizado.

Y, por supuesto, la presencia de su antigua tutora no mejoró las cosas, encogiéndosele el corazón cada vez que la veía por el rabillo del ojo. Tendría que habérselo imaginado. Fue ella quien le mandó por primera vez a ese mundo, era lo más normal que también fuese la representante de Bastión Hueco en esta ocasión. Además, el colmo de los colmos fue encontrarse a su lado a Saito, el radical que le sacó de sus casillas por el trato que tuvo con Alec y Saeko.

Qué remedio… Los maestros lo mandaron por su experiencia con el mundo. Y al menos la compañía de Nith mermaba el efecto que tenían todos los factores anteriores.

¿Qué haréis, mis señores?

Nikolai alzó la vista al escuchar la voz de Aurora y le devolvió una mirada misericordiosa. Recordaba a aquella muchacha que se encontró deambulando por los bosques. Delicada, pero con una energía que no estaba presente en la princesa que tenía delante. Se la notaba apagada, decaída. De un modo u otro, no era la misma de hace varios meses, y conocía la causa de ello: la maldición.

Antes de que se los llevase a rastras del bosque, Maléfica mencionó algo acerca de un hechizo que recaía sobre Aurora. En aquel entonces no entendía en qué consistía, pero la información referente al origen del declive del Reino Encantado por parte de los Maestros le reveló qué se trataba de un asunto muy serio. Cuando la princesa cumpliese los 16 años… moriría, sumiendo en la oscuridad al reino.

Seguía sin comprender como diantres funcionaba esa maldición para arrebatarle a alguien la vida por las buenas. Pero con el decimosexto cumpleaños de Aurora a un día, temía descubrirlo.

Ayudaremos. Pero enfrentarnos cara a cara con Maléfica no es la solución. Es demasiado poderosa y estaremos a la defensiva. Hay que idear otro plan. Encontrar su debilidad, una que vaya más allá del hierro que afecta a las hadas.

Detectó un atisbo de aflicción en Nanashi antes de que declarase encargarse de la principal culpable de todo. Maléfica y ella tenían una extraña relación que le daba muy mala espina. Saltaba a la vista que la conocía de hace tiempo, y por su expresión sabía que se estaba torturando por no haberla detenido mucho antes.

Existe alguien que debería saber cómo vencerla. Es un caballero que todavía vive en el bosque; luchó hace muchos años contra Maléfica. No la venció pero trabajó a su lado durante muchos años.

Nikolai enarcó una ceja. ¿Un caballero que se enfrentó a ella? No sería moco de pavo si logró sobrevivir.

Sí, lo recuerdo. El Caballero Wodan o algo así.

Odín, majestad

Eso, eso, como sea.

No podemos perder el tiempo buscando por ese bosque a un caballero perdido. Lo ideal sería tomar la Montaña Prohibida o destruirla.

La idea de la Maestra no hizo más que intranquilizar a los presentes, escandalizados por la idea de penetrar en la guarida de esa maldita bruja. Entendía su punto de vista, pues el reino no podría seguir a la defensiva contra sus avanzadillas de orcos y Sincorazón para siempre. Nanashi quería adelantarse y asestar el golpe de gracia antes de que eso ocurriese… o resarcirse por darle cuartelillo a Maléfica durante tanto tiempo.

Nikolai se quedó en el sitio, cruzado de brazos sin participar en la discusión que atrapó al rey, a sus ministros, a Felipe, y hasta a las hadas. Miró a Nith, que era capaz de mantener la compostura con esa expresión serena en aquel desorden de reunión. En esos momentos deseaba tener sus nervios de acero, porque estaba a un palmo de salir por patas de la sala del trono.

Y entre todo ese escándalo, la voz de Aurora se impuso:

Únicamente me resta un día y lo aprovecharé con toda mi alma para salvar mi reino. No pienso quedarme llorando en una habitación esperando a la muerte. —Los ojos de Aurora reflejaron una determinación que Niko percibió al notar su mirada en él. Hizo una mueca, desconforme con la idea que tenía en mente. Pero al final desistió y, suspirando, asintió con la cabeza. Era incapaz de reprimirle que intentase luchar contra el destino que le había impuesto Maléfica —. Iré a buscar al caballero Odín. Juró lealtad a mis primos y si acudo ante él tendrá que escucharme.

Eso no terminó de agradar a Felipe, notándosele en la cara. Aurora no tardó en tranquilizarlo, posando su mano con delicadeza en la mejilla del hombre, haciendo más obvio lo que había entre esos dos.

Volveré. Te lo prometo.

Apretó los puños y se mordió el labio inferior. Esas palabras le traían dolorosos recuerdos de la Batalla del Olvido, habiendo usado él unas similares cuando se separó de Saeko. Es por eso que entendía los temores visibles en Felipe, incapaz de reprimir sus temblores al besar la mano de Aurora.

Conozco el camino hasta la Montaña Prohibida. Iré y trataré de encontrar una forma de destruirla o, al menos, debilitar a Maléfica

No puedo abandonar este lugar cuando está en mi mano salvar vidas inocentes. Permaneceré aquí y defenderé las murallas o incluso haré frente a Maléfica… Si las negociaciones fracasan. —No le gustó ni un pelo la sonrisa forzada del ángel. Era fuerte (vaya si lo era, pero esperaba que no llegase al punto de tener que usarla contra el ejército de Maléfica—. Parece que estoy destinado a hacer frente a ejércitos de Sincorazón. Confiad en mí, sabré ayudar.

Nikolai sonrió por la reacción del rey y los suyos. No hacía falta que lo jurase, el poder de Nith era bien conocido entre los Caballeros. Sí, que se quedase en el castillo sería lo más adecuado para socorrer a los más necesitados y servir de apoyo moral. Solo tenía que fijarse en la bienvenida que le dieron, tomándolo por un enviado divino. Lo que llegaban a hacer un par de alas blancas.

El ángel le indicó que le siguiesen a una esquina de la sala. Una vez reunidos todos, prosiguió:

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín… —Nikolai apretó los labios. ¡Oh, vamos! Tenía que haber una puñetera manera de romper el maleficio. Se negaba a darla por perdida—. Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

Ladeó la cabeza y escudriñó con la mirada al resto de aprendices, a Nith, y a Nanashi. ¿Qué a dónde quería ir? Buena pregunta, buena y complicada. Quería ayudar a Nith, y también velar por la seguridad de Aurora en el caso de que el tal Odín no fuese trigo limpio (como si fuese capaz de hacerle frente a un caballero al nivel de Maléfica). Sin embargo, había algo que quería… No, necesitaba hacer desde hace tiempo.

Saito fue el primero en tomar su decisión. Rechinó los dientes, ya que la elección del chico le hizo aún más difícil soltar esas palabras mientras dirigía una mirada decidida a su ex tutora:

Yo iré a la Montaña Prohibida.

***


En cuanto la reunión se disolvió, Nikolai se fue a una esquina apartada y se apoyó en la pared. Gruñó y se llevó la mano a la frente. ¿Pero cómo se le había podido pasar por la cabeza? Podría haberse quedado con Nith y Felipe a defender el castillo. Podría haberse ido perfectamente con Aurora. Cualquiera de esas dos opciones le habría traído menos quebraderos de cabeza de los que iba a tener yendo con ella. Y allí estaba, torturándose con la misma pregunta una y otra vez que musitaba en voz baja.

¿En qué estaba pensando?

«Fácil. En que ya va siendo hora de que acabes con esto de una vez por todas. Llevas evitándola desde ese día y ahora tienes la oportunidad de enfrentarla como es debido», su subconsciente le respondió con una determinación tajante e implacable. «¿Acaso no es ella una de las razones por las que abandonaste Bastión Hueco?».

Reprimió un gemido y buscó con la mirada a Nanashi. Le dolía horrores admitirlo pero… así era. Si se fue de Bastión Hueco era para huir (podía adornarlo todo lo que quisiese. Pero lo que hizo fue huir con el rabo entre las piernas) de la aborrecible política que adoptaron los mandamases. Y la Maestra que le otorgó el poder de la Llave Espada no era la excepción. Fue la primera que le ordenó sin reparos que eliminase a los de Tierra de Partida. Le ordenó que matara.

Nanashi no le dijo nada cuando le informó de su decisión, ni siquiera le miró a la cara. Nikolai sentía un malestar en el pecho cada vez que cruzaba miradas con ella y se preguntaba que estaría pasando por su cabeza. ¿Aceptaba su decisión? ¿Le detestaba por ello? Fuera lo que fuese, necesitaba saberlo.

Esto no va a funcionar… —masculló entre dientes.

«Entonces sigue rehuyéndola hasta vete tú a saber cuándo y martirizándote, como estás haciendo ahora».

Golpeó la pared con el puño en un pequeño arrebato de rabia y chistó. Tomó impulso para separarse del muro y acercarse hasta donde se encontraba la familia real, mentalizándose para que le entrase en la cabeza de una maldita vez que ya había hecho su decisión.

O aprovechaba esa ocasión, o pasaría mucho tiempo hasta que volviese a tener cara a cara a Nanashi.

***


Ha pasado mucho tiempo, capitana. —Nikolai le sonrió a Heike e inclinó la cabeza a modo de saludo. Antes de dirigirse a la familia real, se acercó a la mujer para entablar conversación con ella—. ¿Qué tal le han estado yendo sus deberes como oficial?

La experiencia le enseñó que Heike no era muy dada a las charlas amistosas, y seguramente tampoco a reencuentros emotivos (quizás con Abel…). Pero sabía que era muy directa cuando se trataba de asuntos militares, y no le vendría mal un repaso de lo que se cocía entre la guardia del rey y los subalternos de Maléfica.

Escuchó todo lo que tenía que decirle y, una vez terminó, asintió y dirigió una mirada a los príncipes.

¿Cómo lo está llevando el príncipe? —Esperaba no inmiscuirse demasiado con la preguntita. La respuesta general que se imaginaba recibir era un “fatal”, visto el panorama—. ¿Se… sabe algo sobre la búsqueda de los Tesoros? —Tampoco podía pasar por alto ese detalle. Maléfica quería esos tres artefactos, lo que significaba que podían cambiar el curso de la guerra.

¿Y la perla que les entregó? ¿Les estaría siendo de utilidad para encontrarlos?

Dijese lo que dijese, le dio las gracias y se despidió de ella. Los siguientes eran los miembros de la familia real: Nikolai se plantó a un par de metros de distancia del rey Huberto y se quedó en blanco, preguntándose cuál sería la manera más idónea para dirigirse a él. Fue entonces cuando le vino a la mente el recuerdo de cierto aprendiz pomposo con el que se cruzó la primera vez que piso el Reino Encantado.

Aurora no se tomó a mal que se presentase de forma tan ostentosa, por intentarlo… Hincó la rodilla y bajó la cabeza para presentar sus respetos, esperando que fuese lo adecuado.

Majestad, sé que la reunión era un asunto primordial y no podía esperar más. Permitidme este momento para presentarme como es debido. —Levantó un poco la vista y tragó saliva. Cuando quería, podía ser todo lo adulador que quisiera para guardar las formas, pero tampoco tanto. Tratar con reyes le venía grande, no que cabía duda—. Mi nombre Nikolai Everard. Será todo un honor prestaros nuestra ayuda contra las fuerzas de Maléfica.

Se incorporó y sonrió a los príncipes.

Es un placer volver a veros, príncipe Felipe. —Le hizo una reverencia, inclinándose y poniendo el brazo por delante. Acto seguido, hizo lo mismo con Aurora—. Y también a la princesa. Espero que no me hayáis olvidado, doña Rosa —dijo con tono bromista.

La sonrisa se le deshizo, guardando silencio durante unos segundos. Miró con preocupación a Aurora y continuó:

Princesa, no os voy a mentir diciéndoos que no me preocupa la idea de que salgáis a buscar a Odín, pero… —Entrecerró los ojos y negó con la cabeza—. Entiendo que queráis actuar por el bien del reino, y eso es digno de elogio. Me gustaría acompañaros, pero tengo ciertos motivos personales para ir a la Montaña Prohibida. —Un esbozo de aflicción se le asomó por la cara. Recuperó la compostura y, con determinación, se llevó la mano al pecho—. Os juro que no pararemos hasta hallar una forma de romper la maldición.

Y ojalá existiese alguna manera.

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Nikolai se va con Nanashi a la Montaña Prohibida.

Ya de paso, adjunto también las ropas que lleva el personaje para la ocasión, las cuales he mencionado "levemente".

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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Denna » Sab Ene 02, 2016 8:21 pm

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Llegará antes del amanecer y entonces no habrá forma de que podamos huir. Se aproxima con un ejército de esas criaturas negras, aparte de orcos y goblins. Nuestras tropas no son suficientes para hacerle frente.

«Cálmate. Cálmate y presta atención. Como te pierdas algo, Nanashi te mata.»

Respiré hondo, aún sin atreverme a levantar la mirada. «Quizás se trata de eso: ¡en realidad, ya estoy muerta! Me mataron en una misión y he acabado en el cielo.»

Aunque, de ser así, aquél era un cielo horrible. Ni más ni menos que otra misión con los Caballeros, con Nanashi y Saito, entre otros... «Podríais haberlo hecho mejor, Dios. ¿Es porque he sido una mala persona en vida?»

Pensándolo mejor... no, yo no tenía sitio en el cielo. Con suerte, todo aquello no era más que un sueño. Un sueño, una pesadilla, un espejismo producto de una fiebre rara, o lo que fuera. Pero no podía ser real.

Él no podía ser real.

Espié por el rabillo del ojo, rogando que no me pillara in fraganti. Madre mía, ¿cómo podía alguien así estar ahí, tan cómodo y sereno? Me bastó con esa mirada fugaz para determinar que, en efecto y para mi sorpresa, era muy corpóreo. Nanashi nos lo había presentado como Nithael, el ángel que había despertado en el Castillo del Olvido y que venía en representación de Tierra de Partida. Por poco no me desmayé al ver sus alas.

Escuché distraída las negociaciones de la Maestra con los presentes sobre qué hacer. No iba a intervenir. Nanashi nos había llamado pocas horas antes para llevarnos a Reino Encantado, un mundo que, si había entendido bien, estaba a punto de caer en la Oscuridad ante la muerte inminente de la princesa Aurora, maldita por una bruja. El rey, el príncipe, los mejores caballeros del reino e incluso hadas habían acudido a esa reunión tan particular para evitar una catástrofe y derrotar a la bruja en cuestión.

Únicamente me resta un día y lo aprovecharé con toda mi alma para salvar mi reino —declaró Aurora, interrumpiendo la discusión y captando mi interés de golpe—. No pienso quedarme llorando en una habitación esperando a la muerte. Iré a buscar al caballero Odín. Juró lealtad a mis primos y si acudo ante él tendrá que escucharme.

¿Ir a por quién..? Parpadeé, sorprendida, levantando por fin los ojos del suelo. Maldije para mis adentros. ¡No! ¡Ya había vuelto a distraerme! Miré al resto de los presentes buscando desesperadamente algo que me indicara qué había sucedido durante mi pequeño lapsus, pero no supe encontrarlo. Genial.

Nanashi se adelantó:

Conozco el camino hasta la Montaña Prohibida. Iré y trataré de encontrar una forma de destruirla o, al menos, debilitar a Maléfica.

Maléfica era la hechicera que había condenado a Aurora. Por lo que había oído, era muy poderosa y no reparaba en matar a todo aquel que entorpeciera sus planes.

No puedo abandonar este lugar cuando está en mi mano salvar vidas inocentes. —Nithael intervino entonces y centré toda mi atención en él. Tenía una voz muy bonita—. Permaneceré aquí y defenderé las murallas o incluso haré frente a Maléfica… Si las negociaciones fracasan. Parece que estoy destinado a hacer frente a ejércitos de Sincorazón. Confiad en mí, sabré ayudar.

El ángel nos hizo una seña y Aprendices y Maestra nos desplazamos a la otra punta de la sala. En cuanto quedamos lejos de oídos indiscretos, retomó la palabra:

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín… Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

Sentí que me sonrojaba. Ver a Nithael ahí junto a Nanashi, con su porte y sus alas, era más consciente que nunca de lo pequeña y débil que era yo.

Me revolví, incómoda, dejando a los demás debatir. En el fondo, ya tenía claro lo que iba a hacer. No ardía en deseos de visitar esa Montaña Prohibida, hogar de la malvada hechicera, ni tampoco veía favorable perder el tiempo buscando a un caballero de lealtades dudosas y proteger a una princesa maldita. No. Llevaba una racha de misiones peligrosas y estresantes que habían estado a punto de cobrarse mi vida en varias ocasiones. ¿Querían que peleara? Vale, lo haría. Pero elegía el mal conocido de los Sincorazón y la protección del castillo.

Si os parece bien, señor Nithael —dije con todo el aplomo que conseguí reunir—, me quedaré con vos para defender el castillo.

«Por favor, que no me dé un ataque de nervios si me habla. Por favor, por favor...»

Obtuviera o no respuesta, me haría a un lado y esperaría a que los demás se organizaran. Sonreí a Saito cuando se acercó, pero por dentro me carcomían los nervios. No me importaba demasiado quién se iba y quién se quedaba; teniendo al ángel peleando por ahí cerca no había nada que temer. Pero había que impedir a toda costa que Reino Encantado cayera igual que Villa Crepúsculo.

Faltaban cuatro horas para las doce, y casi podía oír el tiempo correr.

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¡Adelante, zarzas mustias! <33

Celeste se queda en el castillo a fangirlear por Nithael echar una mano y defender.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Sally » Dom Ene 03, 2016 1:55 am

Aleyn había conseguido, tras concentrarse en su respiración durante más tiempo del que admitiría, que le dejaran de temblar las manos.

Estaba bastante seguro de que su gesto —postura recta, un rostro que no dejaba traslucir nada más que seriedad— le hacía pasar por alguien de temple sereno, impávido a pesar de las oscuras horas que se cernían sobre ellos. En realidad, la inquietud que le embargaba le revolvía tanto las tripas que se sabía incapaz siquiera de beber un trago de agua. Su estado había sido más o menos así desde que se había enterado de que Tierra de Partida volvía a enviar una misión a Reino Encantado.

Ygraine, sentado a su lado, parecía percibir también la inquietud que se respiraba en el ambiente. Estaba prácticamente inmóvil, y solo reaccionó cuando el príncipe Felipe comenzó a hablar.

Llegará antes del amanecer y entonces no habrá forma de que podamos huir. —No estaba intentando pintar la situación mejor de lo que era; todos tenían una idea más o menos clara de lo que ocurría, y sería inútil intentar adornarlo—. Se aproxima con un ejército de esas criaturas negras, aparte de orcos y goblins. Nuestras tropas no son suficientes para hacerle frente.

No, no lo serían, se dijo Aleyn con amargura. Si los habitantes de las Ciénagas estuvieran allí, quizás la idea de sobrevivir a aquella batalla pertenecería más al campo de la realidad que al de la mera esperanza. Pero en la sala del trono no había más hadas que las “tías” de Aurora, por lo que no era difícil adivinar que los tres tesoros que había mencionado Eir la última vez que había estado en Reino Encantado seguían extraviados.

Así que estaban solos. Y lo peor era que eran conscientes de ello.

Probablemente la llegada de Tierra de Partida y Bastión Hueco —la situación era sin duda desesperada— y, sobre todo, la de Nithael, había servido para insuflar la ilusión en los corazones atemorizados de los súbditos de Huberto, aunque Aleyn sospechaba que haría falta mucho más que un ángel, una Maestra y siete aprendices para levantar los ánimos de quienes estaban en aquella sala.

¿Qué haréis, mis señores?

Ayudaremos. Pero enfrentarnos cara a cara con Maléfica no es la solución. Es demasiado poderosa y estaremos a la defensiva. Hay que idear otro plan. Encontrar su debilidad, una que vaya más allá del hierro que afecta a las hadas.

Aquella era una de las cosas que había estado buscando con denuedo en la biblioteca de Tierra de Partida, junto con la forma de romper el maleficio que pesaba sobre el mundo. Todo inútil. Tal y como indicaban las palabras de Nanashi, quien sin duda habría estado indagando durante más tiempo que él, ninguno de los dos bandos había podido encontrar nada.

Aleyn sabía, de forma racional, que no era culpa suya, que no dejaba de ser un aprendiz y que no podía hallar respuestas en unos libros en los que no estaban escritas, y aun así sentía que le había fallado a su mundo de origen. Que le había fallado a Aurora. Y se le encogía el corazón en el pecho cada vez que la miraba y comprobaba cómo los segundos desgranados, que le acercaban al ya inminente cumplimiento de la maldición, resultaban tan evidentes en sus ojos.

Existe alguien que debería saber cómo vencerla. Es un caballero que todavía vive en el bosque; luchó hace muchos años contra Maléfica. No la venció pero trabajó a su lado durante muchos años.

De forma inconsciente, esbozó una sonrisa triste. Le resultaba irónico —y le dolía un poco en su orgullo— la cantidad de secretos e información que desconocía de su propio hogar. En el bosque, nada menos. Aunque para ser justos, la época que había vivido allí la había empleado en estudiar plantas, no intentando averiguar qué leyendas vivientes se escondían entre los árboles.

Sí, lo recuerdo. El Caballero Wodan o algo así.

Odín, majestad.

Eso, eso, como sea.

Aleyn se permitió pensar que tal vez podrían comprobar las palabras de Aurora, que tal vez la esperanza podía brillar más fuerte… Hasta que Nanashi lo echó por tierra.

No podemos perder el tiempo buscando por ese bosque a un caballero perdido. Lo ideal sería tomar la Montaña Prohibida o destruirla.

Aleyn comprendía su pragmatismo, lo que no le impidió protestar.

Es cierto que apenas queda tiempo, mas creo que no deberíamos cerrarnos por completo a cualquier posibilidad que se nos presente, por frágil y quimérica que pueda parecer. —Intentó que su voz sonara firme sin que pareciese que ponía en tela de juicio la opinión de Nanashi. Podía ser de Bastión Hueco, pero él le seguía debiendo la vida, y el destino de aquel mundo era más importante que cualquier rivalidad entre bandos—. No podemos contar con la ayuda de las Ciénagas, no existen ya hadas protectoras a las que acudir… Debemos aprovechar todo aquello que se pueda.

La discusión sobre cuál sería el plan a seguir se extendió entre varios de los presentes, aunque Aleyn no volvió a intervenir en ella. Le acarició la cabeza a Ygraine, buscando tranquilizar a ambos, mientras procuraba no perderse ninguna palabra.

Únicamente me resta un día y lo aprovecharé con toda mi alma para salvar mi reino. No pienso quedarme llorando en una habitación esperando a la muerte—acabó diciendo Aurora, a pesar de las palabras de los demás, y Aleyn se esforzó en sonreír cuando sus miradas se cruzaron—. Iré a buscar al caballero Odín. Juró lealtad a mis primos y si acudo ante él tendrá que escucharme.

Aleyn apartó la mirada cuando Aurora le aseguró a Felipe —cuyo deber, sin duda, le ataría a su pueblo y al castillo, por más que probablemente quisiera acompañarla— que regresaría. Le sonó hueco, falso.

«¿Desde cuándo te has vuelto tan pesimista?» se recriminó, aunque la respuesta era clara.

Tal vez desde que solo quedaban cuatro horas antes de que llegara el día del cumpleaños de Aurora y no tenían ni idea de cómo romper la maldición o derrotar a Maléfica.

Nanashi se mantenía firme en su plan de intentar cortar la raíz del problema yendo a la Montaña Prohibida, mientras que Nithael —al que Aleyn seguía lanzando miradas de admiración de vez en cuando, como si no terminara de creer que alguien como él existiera, aunque le hubiera visto en Tierra de Partida cuando se obligaba a sí mismo a salir de la biblioteca— decidió quedarse para defender a los súbditos de Huberto.

Así que cuando el ángel les indicó a los aprendices que se apartaran un momento, Aleyn supuso que tratarían el tema de qué hacer a continuación, puesto que los superiores de ambos bandos habían escogido opciones diferentes.

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín… Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

Aleyn se mordió el labio inferior. Aquella no era una decisión que pudiera tomarse a la ligera; el destino de todo un mundo, su mundo, estaba en sus manos. Miró a sus compañeros con interés, aunque lo que hicieran ellos no le influiría, esperando ver qué escogerían. Los primeros fueron un aprendiz de Bastión Hueco y Nikolai, que optaron por ir a la Montaña Prohibida. La siguiente fue una joven, también de Bastión Hueco, que decidió quedarse con Nithael.

Suspiró. Odiaba a Maléfica, y estaba claro —o al menos eso esperaba— que, si la derrotaban, todos los problemas desaparecerían. Pero recordó con un estremecimiento las llamas verdes que el hada había invocado cuando había tenido la desgracia de toparse con ella la primera y única vez. Por otra parte, el reino de Huberto era el último bastión humano, y sus súbditos realmente esperaban que el ejército del rey y tal vez los recién llegados les salvaran de las hordas de la Emperatriz del Mal. Y él se había jurado proteger a la Humanidad…

Sacudió la cabeza negando. En realidad nunca había sido una verdadera elección. En el fondo había sabido cuál era el camino que quería emprender desde que Aurora había mencionado a Odín. El resto podía creer que la princesa no tenía salvación posible y que su misión era ridícula; Aleyn no iba a abandonarla. No podía abandonarla, y menos cuando había decidido usar el tiempo que le quedaba en seguir luchando.

Acompañaré a la princesa en su búsqueda del caballero Odín. —Ygraine le empujó la mano con el morro—. Acompañaremos.

Una vez que aquel pequeño comité se dio por finalizado, Aleyn observó con más detenimiento a todos los presentes. Habían entrado al salón del trono apurados, por lo que no había podido más que contemplar los rostros cansados de la gente y sonreír a Aurora las veces que sus miradas se habían cruzado.

Allí estaban todos aquellos que se habían enfrentado a Maléfica ante la entrada a las Ciénagas. Aurora, Flora, Fauna, Primavera, el príncipe Felipe, Abel y aquella soldado —¿Heike, era?—. Y, por supuesto, el rey Huberto y todas las personas que se habían considerado necesarias para aquel consejo.

Tras luchar de nuevo contra aquel temblor que pretendía conquistar sus manos, decidió acercarse primero a Abel. Sospechaba que Aurora no tardaría en marchar; ya podría ponerse al día con ella de camino al bosque.

Me alegra y me tranquiliza saber que seguís guardando la espalda del príncipe —dijo haciendo una leve inclinación con la cabeza—. Aunque desearía que vuestros servicios no tuvieran que ser necesarios, mas la paz no es una opción que se nos haya dado.

Desvió la mirada un instante hacia Felipe, al que en esos momentos Nikolai estaba haciéndole una reverencia, antes de devolver su atención hacia Abel. Suponía que se quedaría junto al príncipe hasta el final, aunque bien pudiera ser que quisiera unirse a Nanashi en la Montaña Prohibida. De cualquier forma, estaba seguro de que sería de mucha ayuda allá donde fuera. Hasta se planteó pedirle que acompañara a Aurora, pero desechó la idea casi al instante. Aleyn creía en la princesa y no quería que sufriera ningún daño; sin embargo, consideraba que la presencia de Abel sería mucho más necesaria en otra parte, así que se mordió la lengua.

Espero que la Fortuna os sea generosa, y que la próxima vez que nos veamos, podamos celebrar con un brindis el fin del reinado de Maléfica.

Con una nueva inclinación de la cabeza, Aleyn se despidió de Abel. La ansiedad que le atenazaba las tripas no le permitía ser demasiado sociable, incluso cuando era con gente con la que ya se había tratado. Sin olvidar hacer una reverencia ante el rey Huberto, acompañada de un quedo “Majestad”, y, con Ygraine siguiéndole en silencio, se acercó a los príncipes, junto a los cuales aún permanecía Nikolai. El joven era, junto a él mismo y que supiera, el único aprendiz del grupo que había visto de primera mano lo que Maléfica podía hacer, aunque en aquella ocasión había acudido junto a Bastión Hueco.

… Os juro que no pararemos hasta hallar una forma de romper la maldición —estaba diciendo Nikolai en esos instantes, y Aleyn no pudo sino sonreír ante su vehemencia.

Eso es indudable —comentó antes de hacer las correspondientes reverencias—. Príncipe Felipe, princesa Aurora… Lamento que la situación no sea la mejor, aunque no puedo negar que me alegra veros de nuevo. Espero que os podamos ser de ayuda en estas horas tan funestas, y que sean las últimas antes de un nuevo amanecer libre del miedo y la oscuridad.

Como había ocurrido al escuchar a Aurora antes, aquellas palabras le sonaron a hueco, a pesar de que las hubiera enunciado como un deseo más que otra cosa. Intentando esbozar una sonrisa, se acercó más a la princesa.

He decidido acompañart--os —se corrigió; la última vez que se habían encontrado la había seguido tuteando, pero no dejaba de ser de la realeza y estaban en un ambiente formal—. Desconozco si el caballero que habéis mencionado nos proporcionará su ayuda o no, mas no voy a permitir que vayáis a buscarlo sola.

Aquella idea que había sugerido pedirle ayuda a Abel regresó, y carraspeó un poco antes de continuar.

Me temo, de todas formas, que si las huestes de Maléfica han invadido también el bosque, toda protección será poca. ¿Creéis que vuestras “tías” os acompañarían? Conocen el bosque, desde luego, e imagino que podrán hacer magia, lo cual podría suponer una ventaja, aunque… —Se detuvo un instante. Nunca había visto a las "tías" de Aurora utilizar ningún hechizo, así que incluso si, como Aleyn suponía de las hadas, poseían magia, tal vez no era poderosa o útil siquiera para aquella misión. Miró a Nikolai—. También es cierto que necesitaréis toda la ayuda posible en la Montaña Prohibida… Así que si se trata de magia ofensiva tal vez sea mejor que fueran en todo caso con vosotros. Eso si no prefieren quedarse aquí, en el castillo...

Suspiró. Estaba claro que hacían falta manos en todas partes, y no había suficientes. Maléfica parecía demasiado poderosa, demasiado previsora, y les estaba atacando con todas sus fuerzas. Y la maldición… no quiso ni pensar en lo que podría ocurrir si —se obligó a pensar en “si” y no en “cuando”— se cumplía, en todo el caos y la oscuridad que se desatarían sobre Reino Encantado.

«Pero no nos rendiremos sin luchar. Eso nunca.» se dijo apretando la mandíbula. Pensaba defender su mundo hasta su último aliento.

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[VK] Ronda #1 - Espinas Negras

Notapor Soul Artist » Dom Ene 03, 2016 2:50 am

Los ojos me brillaban cada vez que las desplegaba. No pensé que pudiese existir un ser más hermoso en todo el Reino de la Luz.

Nanashi nos había recogido a buena hora de la mañana y nos había guiado hasta el Reino Encantado. Presté atención a la historia del mundo, y de verdad intenté no ser la típica alumna distraída y retrasada con respecto al grupo, pero cuando nos cruzamos con el otro bando de Tierra de Partida para montar nuestro pequeño ejército me olvidé de todo eso. Él apareció.

Cabello largo y brillante como el del sol. Rostro divino de ojos preciosos. Y, destacable sobre todas las cosas y por lo que había captado mi completa atención: alas blancas, aplumadas y enormes. Un auténtico ángel.

Me oculté detrás de las faldas de Nanashi como una niñita tímida que acababa de conocer a un desconocido. Temblaba tanto que creía que me iba a caer al suelo de un momento a otro; notaba mi rostro más sonrojado que un bote de ketchup recién exprimido. Me había puesto las gafas protectoras para tapar mi timidez, aunque sabía que mis mofletes seguirían igual de llamativamente rojos. No es que me gustara, que le veía atractivo pero no para llegar a eso; era más como la sensación de conocer a tu famoso favorito, del cual no sabías su existencia hasta apenas quince minutos atrás.

Ayudaremos. —La voz de Nanashi me devolvió al mundo real por un momento—. Pero enfrentarnos cara a cara con Maléfica no es la solución. Es demasiado poderosa y estaremos a la defensiva.

La realeza dio un paso al frente y organizaron un nuevo plan para hacer frente a la bruja por la que habíamos acudido allí: esta vez sí puse todo de mi parte para aclararme con el plan. Nanashi me había escogido como parte de la avanzadilla de un pequeño ejército de siete (¡siete!) aprendices para aquella misión. Decepcionarla no debía estar entre mis opciones.

No tomé parte de la discusión. Ya era mucho esfuerzo estar atenta e intentar captar la situación de lo que estaba sucediendo, además de no quitar ojo de Nithael. Nanashi abogaba por tomar la montaña de la bruja, la estrategia más lógica a mi parecer; Xena la princesa guerrera iría a buscar a al tal Odín, poderoso aliado; y casi había tomado mi decisión de no despegarme de mi Maestra, cuando...

No puedo abandonar este lugar cuando está en mi mano salvar vidas inocentes —declaró Nithael, a lo que mis ojos brillaron de decepción por un momento—. Permaneceré aquí y defenderé las murallas o incluso haré frente a Maléfica… Si las negociaciones fracasan. Parece que estoy destinado a hacer frente a ejércitos de Sincorazón. Confiad en mí, sabré ayudar.

¡No! —Me tapé la boca, pero mi lengua seguía diciendo cosas estúpidas—. Quiero decir, ¡sí! O sea, ¡haces bien!

Puse la otra mano para callarme. Nithael y Nanashi continuaron, haciendo referencia hacia nosotros:

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda. —Me miró por un momento y me tragué como pude un gritito.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín… Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

¡Me quedo! —salté casi de inmediato, levantando la mano como una buena alumna. Me arrepentí al instante—. Que vamos a ver, hay que proteger este sitio y tal, ¿no? Que no estoy muy entrenada, pero entre don Nithael, ese ese de ahí y yo esto está seguro —señalé al tal Abel, al cual el aprendiz Aleyn se había acercado a hablar con él—. Por aquí no pasa un Sincorazón, vosotros tranquilos.

Mis ojos se desviaron ligeramente hacia Nithael y me encontré que ya estaba pillado por la tal Celeste. No íbamos a quedarnos solos, y no quería ser descarada con mi interés en él; escuché a Nikolai decir que se marchaba a la montañita y esperé a que los demás se pronunciaran. Parecía ser que nos habíamos organizado bien al final.

Pero no estaba del todo convencida aún. Aunque me fuera a quedar con un pedazo de ángel Nanashi no quería tampoco separarme del todo de Nanashi. En cuanto pude, antes de que se marcharan, me aproximé a ella más seria y le pregunté:

Maestra, si quiere que hagamos algo... —No quedé convencida con mis palabras y no tardé en corregirme—. Es decir, si quiere que vayamos a la montaña en algún momento en su ayuda... ¿Cómo lo sabremos? ¿Qué quiere que hagamos?

Esperaba una respuesta que me calmara al menos por unos segundos. La recibiese o no, la despedida fue muy amarga: aunque me estaba quedando con Nith la verdad es que todo aquello no me estaba dejando nada tranquila. Me despedí del grupo con la mano apenas levantada mientras se iban, incapaz de ocultar la tristeza que me estaba invadiendo.

Algo no se sentía bien con aquella misión.
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Ronda #1 - Espinas Negras

Notapor Astro » Dom Ene 03, 2016 3:06 am



Ban se revolvió en el sitio, incómodo, colocándose bien la ropa una y otra vez. Estaba incómodo. ¿Por qué? Podría decirse que por casi todo. Por el lugar, por la gente que le rodeaba, por Nanashi, por el traidor de turno y, sobre todo, por el mundo. Reino Encantado.

De todos los mundos posibles, había vuelto a este. El lugar donde murió y volvió a nacer como humano, pero más diferente que nunca. Su corazón no era el mismo desde entonces, lleno de oscuridad en las partes que se perdieron cuando fue extraído de él. Ella le salvó, y ahora volvía a estar en su mundo. Maléfica.

Mientras los demás hablaban a su alrededor, Ban se llevó una mano al pecho, pensativo. Se preguntaba si, ya que la oscuridad que tenía en su interior había salido de ella, de alguna forma podría sentirle. Saber que estaba allí. Suspiró, esforzándose por relajarse lo mejor que pudo. Estaba empezando a volverse paranoico con todo ese tema.

El lugar no ayudaba a tranquilizarle: la sala del trono de un rey de aquel mundo. Para ser honestos, no había atendido a casi nada de la conversación: sabía que Maléfica tenía un ejército y que debían detenerla antes de que cayera el sol del día siguiente o todo se sumiría en la oscuridad, o algo así. En el fondo, le importaba más bien poco. Pero eran más bien los presentes quienes le irritaban.

Para empezar, un grupito de Tierra de Partida acompañados por el ángel Nithael. Sí, un ángel que provenía del pasado y que apareció durante el incidente del Castillo del Olvido que tuvo ocupadas a las órdenes mientras Villa Crepúsculo se moría. No estaba seguro del por qué, pero le daba mala espina y prefirió no acercarse demasiado a él.
También estaban otros aprendices: tres de Bastión Hueco, dos que no conocía de nada (el tío le sonaba de vista) y Victoria, la rarita de las alas metálicas con la que compartió una misión un tiempo antes. De Tierra de Partida había tres, entre los que destacaba Nikolai. El traidor y acosador lanza-moguris que se había pasado al bando contrario. Ojalá se lo comieran los orcos pronto.

Luego estaba Nanashi. Era su maestra, no debía desconfiar de ella, pero verla en aquel mundo sólo hacía que la imagen del fogonazo de luz le viniese una y otra vez a la mente. Se estremeció, esforzándose por centrar su cabeza en otra cosa. Como en Primavera, aquella hada azul que conoció en su última visita y a quien había traicionado de mala manera. Rezaba para que no le reconociese, o le volvería a disfrazar de orco o algo peor.

Al final, la reunión acabó en una decisión triple: Nanashi iría a la Montaña Prohibida para buscar alguna manera de debilitar a Maléfica; el angelito se quedaba en el castillo para protegerlo; y la princesa iría en busca de un legendario caballero para pedirle ayuda. Ante tal panorama, todos los portadores se apartaron a un rincón de la sala del trono para hablar:

Debido a que cualquier opción es muy peligrosa, creo que deberíais elegir vosotros qué queréis hacer. Sea quedaros, marcharos con la princesa Aurora o con la Maestra Nanashi, resultaréis de ayuda.

Aunque sus intenciones eran amables, a Ban le irritaba incluso el tono de su voz. Era tan... ¿angelical? No supo definirlo con otra palabra, pero no le gustaba.

La seguridad de la princesa Aurora es importante, pero si Maléfica la ha maldito es imposible salvarla. Aun así, Odín… Decidid sabiamente porque, una vez escojáis, no podréis dar marcha atrás.

Ban se quedó en el sitio, con las manos en los bolsillos y con la bufanda azul que llevaba tapándole bien la boca. ¿Ahora qué debía hacer? Quedarse en aquel castillo no le gustaba nada, e irse de aventura con un grupo de extraños en busca de un caballero mágico y maravilloso le atraía todavía menos. Pero la última vez que fue a la Montaña Prohibida, y encima con Nanashi, la cosa acabó... Bueno, ya se sabía.

El otro aprendiz de Bastión Hueco fue el primero en decidir que iría con la Maestra. Al poco, Nikolai confirmó lo mismo.

Yo iré a la Montaña Prohibida.

"Yi irí i li Mintiñi Prihibidi."

Soltó un leve gruñido, atravesando de nuevo con la mirada a Nikolai, aunque no se atrevió a decir nada en voz alta por la presencia de Nanashi. Se quedó en silencio mientras los demás se repartían por la sala para charlar con los habitantes del castillo. Ban, aprovechando que se quedó a solas con Nanashi el tiempo suficiente, decidió preguntar algo que le rondaba la cabeza desde que la Maestra le llamó para acudir a misión aquella mañana:

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué me has tra...?

No terminó la frase, porque un gigantesco déjà vu le hizo estremecerse. Le preguntó aquellas mismas palabras un año antes, cuando todavía como incorpóreo le trajo a la anterior misión en Reino Encantado. La respuesta, resumiendo, fue que para que hiciese de cebo. La de ahora, quedaba en las manos de ellas.

»Yo también iré a la Montaña.

Fue la decisión de última hora, pero al menos estaba seguro de lo que hacía. No por aquel mundo, no por la princesa, no por Nanashi. Lo hacía por Maléfica: quería volver a verla.

La pregunta real era si ella querría verle a él.
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57. Ferrocustodio I
 
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Ronda 2

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 05, 2016 5:41 pm

Nanashi asintió ante el anuncio de Saito, sin dar muestras de que le desagradara o hiciera ilusión. En cuanto a Tristan, pareció ponerse en guardia ante su pregunta pero, como cambió de tema, ella se limitó a dar entender que se había enterado y no si lo aprobaba o desaprobaba.

Me alegra y me tranquiliza saber que seguís guardando la espalda del príncipe

Abel dejó de hablar con Heike y sonrió, cansado, a Aleyn.

No es sencillo, eso os lo aseguro. Me alegro de veros de nuevo, Aleyn. Parece que vuestro viaje tampoco ha sido un camino de rosas.

Aunque desearía que vuestros servicios no tuvieran que ser necesarios, mas la paz no es una opción que se nos haya dado.

Abel suspiró y, durante un instante, se hundieron sus fornidos hombros.

No. Los dioses deben odiarnos. Aunque nos han enviado a un ángel. Empiezo a recobrar algo de esperanza.—Abel le dio una palmada en la espalda que por poco le destrozó las cosquillas—. Id a hablar con la princesa. Os echaba en falta. No habéis podido ser más… puntual.

Espero que la Fortuna os sea generosa, y que la próxima vez que nos veamos, podamos celebrar con un brindis el fin del reinado de Maléfica.

Abel rió de buena gana.

¡Ojalá, ojalá!

Entre tanto, Nikolai se aproximó a Heike.

Ha pasado mucho tiempo, capitana.

Heike, que estaba discutiendo algo con Abel, se volvió hacia él y le dedicó un asomo de sonrisa.

No esperaba que un día te vería de nuevo en el palacio.—Heike no parecía muy satisfecha con la intromisión de los Caballeros, a los que el rey Huberto había recibido con más entusiasmo, en especial a Nanashi—. Aparecéis, por lo que se ve, en los peores momentos. Aunque a veces traigáis atisbos de esperanza.—Miró a Nithael con el ceño fruncido.

¿Qué tal le han estado yendo sus deberes como oficial?

Mal. No es fácil sustituir a antiguos ministros ni recibir su puesto cuando acaban de enterrarlos. Tampoco lo es proteger los alrededores del castillo de tantas hordas de monstruos que, da igual cuánto las ataques, siempre vuelven. Al menos los orcos y los goblins tienen la decencia de morirse.—Se cruzó de brazos—. Si vais a salir ahí fuera debéis tener mucho cuidado. Han ocupado todos los pueblos, todos los puestos fronterizos.

El gesto de Heike se oscureció. ¿Confiaría en una victoria contra Maléfica o ya había asumido lo peor? Fuera cual fuera el caso, no estaba dispuesta a quedarse sentada esperando.

¿Cómo lo está llevando el príncipe?

Heike soltó un resoplido y arqueó una ceja.

¿No lo ves? Su prometida está a punto de morir, su reino podría caer mañana mismo… Pero supongo que para lo que es la situación, lo está llevando con una entereza digna de admiración.

¿Se… sabe algo sobre la búsqueda de los Tesoros?

Heike meneó la cabeza.

Nada. No sabemos dónde están. Tampoco es que importe. La gente de las Ciénagas no levantará un dedo por nosotros. Estamos solos y solos nos las apañaremos, como siempre.

Heike dejó ir a Nikolai, que se dirigió al rey Huberto. Este asintió ante sus palabras, aunque parecía demasiado preocupado como para responder. Los príncipes en cambio fueron bastante más receptivos.

Es un placer volver a veros, príncipe Felipe.

Este inclinó la cabeza.

Lo mismo digo, Nikolai. Me alivia saber que Maléfica no os hizo daño…—Arqueó las cejas, formulando una muda pregunta.

Y también a la princesa. Espero que no me hayáis olvidado, doña Rosa.

Ella le dedicó una tenue y débil sonrisa.

Por supuesto que no. ¿Cómo iba a hacerlo? Me alegra que estéis con nosotros, presto para ayudarnos una vez más. No sabéis cuánto lo agradezco…

Quizás Aurora se llevó una decepción cuando Nikolai anunció que no la acompañaría, pero si así fue, no lo demostró.

Os juro que no pararemos hasta hallar una forma de romper la maldición.

Felipe se adelantó un paso, con el semblante demudado y Nikolai pudo pensar durante un segundo que iba a golpearlo, pero no por rabia o ira, sino por pura impotencia. Impotencia por tener que recordárselo. Sin duda el príncipe había removido cada piedra del reino para encontrar una forma de salvar a su prometida.

Sin éxito.

Aurora aplacó al joven poniéndole una mano sobre el pecho. Luego tomó las de Nikolai y susurró:

Os deseo toda la suerte del mundo en vuestra travesía. Y perdonad a Felipe. No lo hizo con mala intención—añadió en un susurro.

Se volvió entonces hacia Aleyn y le miró con infinito cariño, si bien volvió a retroceder para mantener a Felipe quieto. Parecía que mencionar la maldición frente a él no era la mejor de las ideas.

Príncipe Felipe, princesa Aurora… Lamento que la situación no sea la mejor, aunque no puedo negar que me alegra veros de nuevo. Espero que os podamos ser de ayuda en estas horas tan funestas, y que sean las últimas antes de un nuevo amanecer libre del miedo y la oscuridad.

Los príncipes le dirigieron sonrisas corteses —la de Felipe se aproximó más a una mueca que a una sonrisa— e inclinaron la cabeza a modo de agradecimiento, pero no respondieron.

He decidido acompañart--os Desconozco si el caballero que habéis mencionado nos proporcionará su ayuda o no, mas no voy a permitir que vayáis a buscarlo sola.

¡Aleyn...!—La voz de Aurora se quebró por la emoción—. Gracias, Aleyn. Gracias. Y, por favor, tutéame. No quiero que haya… esta brecha entre nosotros. Por favor.

Felipe asintió y apretó un hombro de Aurora.

Me temo, de todas formas, que si las huestes de Maléfica han invadido también el bosque, toda protección será poca. ¿Creéis que vuestras “tías” os acompañarían? Conocen el bosque, desde luego, e imagino que podrán hacer magia, lo cual podría suponer una ventaja, aunque… También es cierto que necesitaréis toda la ayuda posible en la Montaña Prohibida… Así que si se trata de magia ofensiva tal vez sea mejor que fueran en todo caso con vosotros. Eso si no prefieren quedarse aquí, en el castillo...

Aurora y Felipe intercambiaron una mirada. El último consiguió sonreír.

Vuestras tías no te permitirían ir sola ni en mil años. Además, son hadas, necesitáis su ayuda, pero también la de alguien más. No puedo dejar al castillo sin sus dos mejores defensores, aunque querría, así que Abel irá con vosotros.

Aurora agachó la cabeza. Sin duda no quería privar al castillo del jefe de su ejército, pero no protestó. Debía ser algo que habían discutido muchas veces.

Las hadas discutían en la distancia, aunque rápidamente parecieron llegar a una decisión. Seguramente también habían discutido el tema mucho antes. Ellas tampoco querían abandonar el reino del rey Huberto cuando iban a necesitar tanto de sus dotes, habían decidido que Fauna, la más tranquila de las tres, acompañara a Aurora al bosque. Quizás Aleyn podría sospechar que habían elegido a la que daría menos problemas a la hora de tomar decisiones.

Mi querida niña, ten muchísimo cuidado, por favor.

Las cuatro se abrazaron, sin importarles que las estuvieran mirando, mientras Aurora calmaba a sus tías como si fueran ellas las enfermas, asegurándoles que todo iba a estar bien. Felipe no fue capaz de soportar la escena y se apartó.

Primavera, poco después, se dirigió hacia Nanashi y dijo, refunfuñando como si no le hiciera gracia, aunque con un brillo vengativo en los ojos:

Os acompañaré. Necesitaréis mis conjuros para protegeros de los hechizos de Maléfica. Están por todas partes. Y ni se te ocurra decirme que no, Nanashi.

Nanashi entornó los ojos y no protestó. ¡Maravilloso! Los aprendices que habían decidido ir a la Montaña Prohibida iban a contar de una compañía alegre e inspiradora.

No muy lejos, Celeste se aproximó a Nithael.

Si os parece bien, señor Nithael, me quedaré con vos para defender el castillo.

El ángel bajó los ojos para encontrarse con la mirada de Celeste y sonrió.

Me encantaría contar con tu ayuda. Con vuestra ayuda—se corrigió, pues Victoria también iba a quedarse con ellos—. Y, por favor, tuteadme. Me siento muy incómodo cuando me tratan de usted.

****


Cuando los grupos se preparaban para partir, Victoria corrió hasta Nanashi:

Maestra, si quiere que hagamos algo... . Es decir, si quiere que vayamos a la montaña en algún momento en su ayuda... ¿Cómo lo sabremos? ¿Qué quiere que hagamos?

Nanashi miró de reojo a Victoria, le puso una mano en el hombro y dijo:

No quiero que vengáis. Estaremos a mucha distancia, separados por un ejército y aquí ya tenéis suficiente que hacer. Sobrevivid aquí, ayudad a la gente. No permitáis que el ejército de Maléfica se lleve nada. No permitáis que este reino caiga también—susurró, dejando de mirar a Victoria y echando a caminar hacia la salida.

Victoria no fue la única que se acercó a alguien. Después de que Felipe y Aurora se retiraran a una estancia para despedirse, la muchacha había regresado cambiada con ropas más apropiadas para moverse por el bosque —en realidad parecía un muchacho, con pantalones y todo, aunque un muchacho muy delicado—, Felipe hizo un gesto a Aleyn y se lo llevó aparte.

Gracias por ir con ella—susurró Felipe con evidente dolor y frustración—. Por favor, cuidad de ella, no permitáis que haga ninguna tontería. Por favor…—Carraspeó cuando se le anegaron los ojos y se apresuró a retomar la compostura—. Permitidme que os aclare esto: nadie sabe en qué consiste lo que provocará su… Su… Nadie sabe en qué consistirá, pero las hadas no pueden matar sin más. Para ello usarían un método directo y no me cabe duda de que Maléfica habría matado a Aurora de haber podido. Así que tratará de arrastrarla a una trampa.—Cogió a Aleyn por un brazo y apretó hasta hacerle daño—. No lo permitáis. Sé que es egoísta, que debería ir yo, pero por favor, por todo lo que améis, no lo permitáis.

Le soltó y se apartó. Nanashi llamó con voz potente a todos los que iban a partir. Ya habían perdido suficiente tiempo.

Faltaban tres horas para la medianoche.

****
Aleyn


Abel montaba a un recio caballo, de una cruz muy superior al de Aleyn, que cabalgaba con Aurora sentada frente a él. Fauna se había reducido a un tamaño ridículo y se aferraba a la capa del joven aprendiz.

Las dos monturas, con todo, eran veloces y partieron del castillo de Huberto, acompañados de una esfera de luz que iluminaba su camino, invocada por Fauna, como unos pequeños rayos hacia la oscuridad. Por el camino pudieron ver caras hambrientas, gente herida y asustada, y también los preparativos para el asedio. Cuando dejaron atrás las murallas encontraron la ciudad despoblada y los pocos pueblos pequeños que esperaban a ambos lados del sendero estaban quemados y abandonados.

Seguiremos el camino hasta el lindero del bosque. Allí tendremos que orientarnos por nuestra cuenta—informó Abel, que cargaba como si nada con su inmensa espada a la espalda.

He estado investigando los libros de nuestra biblioteca y la última vez que se vio al Caballero Odín fue cerca de la Montaña Prohibida, sin embargo, ya no vive nadie cerca excepto los seguidores de Maléfica. Tampoco ha podido ir a las Ciénagas, ya que el paso está cerrado y el Caballero renegó de las hadas cuando estas no vengaron la muerte del hada Nanna, protectora del antiguo reino donde vivían mis primos—dijo Aurora, intentando elevar la voz para que se la escuchara por encima del estruendo de cascos de caballo—. Estoy casi segura de que debe encontrarse más al sureste, cerca de mi antiguo castillo. Es de los pocos lugares donde no aparecen los… Sincorazón y en el que Maléfica no se ha fijado. Debe ser allí—recalcó, casi con desesperación—pues si Maléfica hubiera dado con él no lo habría mantenido en silencio.

Parecía llena de resolución, pero sin Aleyn se había fijado antes en sus ojos ardientes, ahora podría ver a la luz de Fauna que esa sensación febril se había intensificado.

Fauna se asomaría por encima del hombro de Aleyn y miraría con preocupación a la muchacha, pero si Aleyn quería hablar con ella revolotearía hasta Abel y se instalaría junto a él para darles algo de intimidad. Debían aprovechar, pues era posible que en el bosque no tuvieran más oportunidades para hablar.

Y el tiempo corría.


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Puedes hablar con cualquiera de los tres para preguntar sobre lo que quieras, tanto del plan para encontrar a Odín, sobre Aurora, sobre el ejército de Maléfica y a saber qué más.


****
Nikolai, Tristan y Saito


El grupo de Nanashi vio básicamente lo mismo que el de Aleyn, solo que partieron hacia el norte por otra salida justo antes de que se comenzaran a cerrar las puertas quién sabe para cuántos días. También les habían cedido buenos caballos, si bien solo tres, por lo que dos aprendices tendrían que compartir montura. Primavera, por su parte, se hizo diminuta y se acomodó en el hombro de Nanashi.

Maléfica tiene esbirros por doquier, deberíamos tener cuidado. Sobre todo por el aire. Hay que alejarse de los caminos.

Meditabunda, Nanashi no contestó, pero sí hizo un suave movimiento de mano y Garuda, su fénix blanco, se manifestó sobre su hombro libre. Extendió las alas blancas y echó a volar, sobrepasándolos rápidamente. El ave les informaría de si había obstáculos en el camino.

Durante cerca de una hora no tuvieron mucho que hacer, excepto cabalgar guiados por una luz que Nanashi había invocado para iluminar su camino. Las nubes cubrían el cielo y los sumían en una oscuridad casi absoluta, en la que sólo se escuchaba el resoplido de los caballos y su galope hacia la nada.

Deberíamos llegar antes del amanecer—informó Nanashi—. Estad atentos; encontraremos obstáculos. Hay que eliminarlos sin que hagan ruido.

Para superar la fortaleza negra tendremos que dar un buen rodeo.

Sí, pero no importa. Tomaremos un atajo y entraremos por las catacumbas. Maléfica debe haberlas bloqueado, pero con un hada a nuestro lado podremos abrir un camino sin demasiados problemas.

Dicho esto, Nanashi calló. Sería un buen momento para hacerle preguntas, si es que querían saber algo.

Con todo, no tuvieron mucho tiempo. Al término de la hora, Nanashi se irguió en el asiento y tiró de las riendas de su caballo.

Se acerca un ejército. Un ejército enorme.

Primavera tembló.

¿Es que quieren llegar antes del amanecer…?

Hemos de ocultarnos de los huargos. ¡Rápido!

Hincó las espuelas en el caballo, que relinchó y giró hacia el oeste, dirigiéndose hacia el negro muro en el que se había convertido el bosque aquella noche. Tuvieron que superar una colina justo a la vez que la luna se asomaba por un claro de nubes y pudieron verlo. Una serpiente inmensa, que se perdía en la distancia. No llevaban antorchas ni tampoco hacían el ruido que uno esperaría de un ejército. La noche ocultaba la cortina de polvo que deberían haber levantado. Y pudieron ver las pieles oscuras y plateadas de los huargos que corrían a su alrededor.

Entonces escucharon un aullido. Y dos de los huargos, quizás atraídos por el olor de sus caballos, comenzaron una veloz carrera hacia ellos. Nanashi maldijo y aceleró el ritmo. Por el camino vieron una pequeña aldea. Quizás Nikolai la recordaría. Era la misma que Heike había defendido en su momento, solo que ahora sus murallas de madera habían sido quemadas y de muchas casas solo quedaba el esqueleto.

No había protecciones, pero estaba más cerca que el bosque. Quizás pudieran aprovechar la oscuridad de la noche y el resto de olor a humanos para ocultarse tras algún muro pero, ¿se arriesgarían? ¿Se esconderían en el pueblo a la espera de que los huargos no les encontraran? ¿Harían una emboscada? ¿O preferirían intentar llegar hasta el bosque, aunque el camino fuera más largo, donde obtendrían más cobijo?

En cualquier caso, no debían gritar. No estaban seguros de si los orcos sabían que estaban allí o simplemente seguían una pista falsa.

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Nanashi actuará de acuerdo a lo que hagáis vosotros. No tenéis por qué ir todos a un mismo sitio


****
Victoria y Celeste



Felipe encargó a la capitana Heike que diera una vuelta a Nithael y las dos muchachas por las murallas para que pudieran acostumbrarse por el lugar. La mujer les fue informando de los puntos débiles de la misma, que se habían esforzado por reforzar, y también de las técnicas de asedio de los orcos y los goblins.

Usarán torres, catapultas y también tratarán de derribar las puertas. Hemos tenido que talar todos los alrededores para dejarlos sin madera para sus máquinas, pero seguramente desmantelarán las casas y encontrarán la forma de atacarnos. Lo peor es que no creo que tengamos ni tiempo de pasar hambre.

Entonces, ¿se centrarán en destruir las máquinas de asedio?—inquirió Nithael.

Eso es.

Ayudaré con ello. Puedo atacar desde lo alto.

Heike se detuvo, lo miró y asintió con la cabeza.

Probablemente Melko dirija el ejército. Lo ideal sería deshacerse de él, pero irá acompañado de arqueros y quizá de ese odioso hechicero del viento. Además, es muy listo. Sabe que no podemos vencer.

Entonces habrá que hacerles perder la fe en ello—dijo Nithael con seriedad.

Pareció que Heike iba a contestar algo, pero se lo pensó mejor, frunció el ceño y continuó con su camino. Les indicó dónde estarían sus aposentos —Victoria y Celeste compartirían una alcoba al lado de la de Nithael— y les recomendó que descansaran. Cuando volvieran encontrarían comida en sus dormitorios.

Nithael se quedó frente a un patio interior, lleno de armas y escudos, algunos en mal estado, pero vacío. Se volvió entonces hacia las aprendizas.

Creo que ninguna de las dos estuvo en el asedio a Tierra de Partida, así que me gustaría aseguraros que, aunque va a ser duro, podremos salir adelante. Lo importante en un asedio es no perder la fe, ni la determinación. Pensad en que hay gente que depende de nosotros y que cada granito de arena que aportemos será muy importante durante el resto de la batalla.—Esperó por si querían decir algo y después dijo a Victoria—: ¿Puedo echarles un vistazo?

Si Victoria se lo permitía, Nithael examinaría sus alas, sin tocarlas, con fascinación.

¿Puedes volar con ellas? Es posible que resulten muy útiles y que puedas echarme una mano si es así.—Cuando Victoria respondiera, Nithael asentiría con gravedad—.Comprendo, son bastante pesadas y aun así caminas muy erguida. Creo que ya tienes la suficiente fuerza en la espalda como para comenzar a usarlas… ¿Quieres que practiquemos un poco antes de ir a descansar?

En caso de que aceptara, Nithael le pediría que moviera lentamente las alas, para acostumbrar a los músculos y tras un rato, la tomaría por las manos para ayudarla y la levantaría con una sorprendente fuerza en alguien que parecía más delicado que fuerte, indicándole cómo tenía que poner las alas para atrapar el viento y permitir que este elevara su cuerpo. Puede que Victoria no consiguiera de buenas a primeras levantarse por sí sola del suelo, pero eso no importaba. Nithael le explicó que lo que debía aprender, primero de todo, era a planear. Y para eso, cuando Victoria estuviera lista, la levantaría por la cintura y él mismo utilizaría sus alas para tomar algo de altura. Se aferró a una ventana, a unos cuatro metros de altura, sin soltarla, y le dijo:

Voy a bajar un poco para poder cogerte. No temas, no dejaré que te caigas. Ahora recuerda lo que te he explicado y cómo debes bajar. No te preocupes, estaré para evitar que te caigas.

Esperó a que Victoria se hubiera agarrado a la ventana, luego la liberó y, con un par de fuertes golpes de ala, se situó un par de metros por debajo de ella. Sin duda, la cogería cuando saltara.

Todo dependía de si Victoria confiaba en él… o no.

Quizás pudiera como mínimo aprender a planear.

*


Cuando terminaran con el entrenamiento de Victoria, Nithael guió a las muchachas hacia sus aposentos. Parecía satisfecho con Victoria, tanto si había aprendido a planear como si no, y en ningún momento le preguntó por el origen de sus alas. En cuanto a Celeste, se interesó por su experiencia y sus habilidades.

¿En qué te especializas? Mañana tendremos que distribuirnos lo mejor posible y tus conjuros o tus especialidades pueden ayudar a mucha gente. Quizás…

De pronto Nithael se detuvo, mirando con el ceño fruncido hacia la torre más alta del castillo.

Qué extraño, noto algo… —Sacudió la cabeza y sonrió a las muchachas—. No es nada. Mañana tendremos que despertarnos pronto y nos reuniremos con el gabinete del rey. Intentad descansar bien, lo vais a necesitar. ¿Queréis decirme algo antes de irnos a descansar?

Nithael contestaría a cualquier pregunta. En sus aposentos encontrarían que tenían que compartir una cama, aunque era de plumas y bastante amplia, por lo que estarían cómodas. Las aguardaba una ración de pollo y también vino aguado.

Podían apagar el candil cuando quisieran pero, antes de hacerlo, escucharían el graznido de un cuervo… No desde fuera del castillo, sino desde dentro. Y luego un gemido.

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Podéis charlar, hablar con Nithael, quedaros en la habitación para recuperar fuerzas o salir a investigar.


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EspeYuna abandona la trama, por lo que interpretaremos que su personaje no ha acudido con el grupo desde un principio. Perdón por las molestias.


Fecha límite: sábado 9 de enero
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor H.S Sora » Sab Ene 09, 2016 7:18 pm

Yo iré a la Montaña Prohibida.

Me tienes que estar vacilando.

Mira que había opciones donde escoger, bien que yo me había apresurado en elegir... pero nada, por lo visto aquel día no me libraría de la exquisita compañía de Nikolai. Todavía no sabía si lo que buscaba era una pelea como la que me había estado imaginando desde que le había visto, o es que el hipócrita no se daba cuenta de que no quería verle.

»Yo también iré a la Montaña.

Otro chico, éste perteneciente a Bastión Hueco por lo menos, se decidió a acompañarnos. No me resultaba familiar, por lo que intuí que debía ser un aprendiz nuevo.

Mientras esperaba las órdenes de Nanashi, algunos aprendices habían aprovechado para ir a saludar a algunos de los presentes en la reunión, supuse que debían conocerse de antes.

Me limité a prestar atención a las conversaciones que mantenían para hacerme a la idea de cómo tratarlos, por si alguno de ellos acababa acompañándonos. Tras un rato de disputas, una mujer regordeta y vestida de azul se acabó aproximando hacia Nanashi.

Os acompañaré. Necesitaréis mis conjuros para protegeros de los hechizos de Maléfica. Están por todas partes. Y ni se te ocurra decirme que no, Nanashi.

Alcé una ceja, sorprendido sin duda por lo directa que aquella mujer había sido con la Maestra. Ella no protestó ante la auto invitación de la desconocida. Suspiré y no pude evitar reírme de la situación:

Una misión. Con Nikolai. En la que quizá tendríamos que cuidar de la vida del otro. O quizá uno podía perderse para siempre en la frondosidad de los bosques... negué con la cabeza al ver como Nanashi no parecía para tonterías aquel día —y con razón—.

En aquel momento una de las aprendizas de Bastión Hueco que había decidido quedarse con Nithael se acercó para preguntar a la Maestra cómo sabrían si se requería de su ayuda y que deberían hacer llegado el momento, pero Nanashi se mostró reacia a la idea de que abandonasen sus posiciones, por muy mal que nos llegasen a ir las cosas.

Estábamos solos.

Tras aquello, la Dama de Hierro reunió a todos los que íbamos a salir del Castillo. Había llegado la hora de marcharse.


****

Otra ironía del destino se nos presentó antes de salir, teníamos un problema, y es que éramos cinco personas, y solo teníamos tres caballos; Nanashi se subió en uno, y antes de que pudiese abrir la boca la mujer regordeta se había encogido y colocado en el hombro de mi Maestra. Vale, aquello nos dejaba con dos de aquellos animales para tres aprendices. No iba a compartir uno con Nikolai, no si quería comportarme, por lo que me subí a uno y le hice una señal al otro aprendiz del Bastión para que se subiese. En sus manos quedaba venirse conmigo o con Nikolai, porque ni de coña iba a dejar subir al aprendiz de Tierra de Partida al mío

Si el aprendiz de Bastión Hueco se decidía a venir conmigo, me presentaría.

Soy Saito, un placer.

Segundo problema, montar un Glider no se parecía en nada a montar a un caballo... y les tenía cierto miedo a estos últimos. Sorprendería a más de uno lo que se aprende viviendo en un mundo como Ciudad de Halloween, incluyendo el montar a potrillos esqueléticos; animales que pueden volverse hostiles en cualquier momento y tirar así a un pobre niño inocente que sólo intentaba aprender a montar.

Tragué saliva antes subirme al corcel. Recordaba como se hacía, a pesar de que necesité de unos minutos extra para acabar de perder parte de mi agarrotamiento como jinete. Si por algún casual me caía o el animal me tiraba, me intentaría llevar a alguien por delante. Y si ese alguien era de Tierra de Partida, mejor que mejor.

****

Como corre este bicho.

A una velocidad que me parecía demasiada para no ser yo quien controlaba, partimos en una dirección distinta a los que irían con la princesa Aurora. Antes de dejar las murallas, no pudimos evitar toparnos con la que supuse que debía ser parte de la población civil; algunos asustados, otros tantos heridos y muchos famélicos.

Aquello parecía una verdadera guerra, y no pude evitar pensar en la similitud del ataque de Maléfica con la invasión de Sincorazón a Tierra de Partida. Me estremecí sólo de pensar en todo lo sucedido aquellos días, e indiqué al caballo que acelerase el paso, como si por un poco más de velocidad fuésemos a llegar antes.

Solo esperaba poder cumplir nuestro propósito y debilitar a Maléfica. La defensa del Castillo quedaría en manos de los que se habían quedado allí.

Maléfica tiene esbirros por doquier, deberíamos tener cuidado. Sobre todo por el aire. Hay que alejarse de los caminos.

Enarqué una ceja ante el diminuto tamaño al que se había reducido la mujer que había decidido acompañarnos, sin llegar a saber como habría hecho eso, pero no tuve tiempo para entretenerme a pensarlo, ya que al ver a Garuda, aquel ave que Nanashi poseía, me quedé pasmado. Recordando cómo había peleado contra la araña, cómo me había salvado a mí y como había ido trayendo a cada uno de los aprendices restantes hacia la puerta gigante...

Y pensando, el tiempo se me había hecho mucho más llevadero. No tenía ni idea de cuánto llevábamos cabalgando, guiados únicamente por una fulgurosa luz invocada por la Dama de Hierro y el silencio que nos rodeaba. Roto tan solo por nuestra presencia, nuestro avance hacia la Montaña Prohibida.

Deberíamos llegar antes del amanecer. Estad atentos; encontraremos obstáculos. Hay que eliminarlos sin que hagan ruido.

Asentí con nerviosismo, a pesar de que no tenía ni idea de si la Maestra estaba o no fijándose en nosotros. No era hábil siendo silencioso, pero haría el esfuerzo. Cualquier error podía suponer el fracaso de nuestra misión, y no permitiría que eso sucediese por mi culpa ni por los que me acompañaban.

Para superar la fortaleza negra tendremos que dar un buen rodeo.

Sí, pero no importa. Tomaremos un atajo y entraremos por las catacumbas. Maléfica debe haberlas bloqueado, pero con un hada a nuestro lado podremos abrir un camino sin demasiados problemas.

Así que era un hada... sabía que eran criaturas mágicas, pero por lo demás me eran desconocidas, al igual que las diferencias entre la magia que empleaban ellas y la que usábamos nosotros. Meditabundo, continué galopando en silencio hasta que se me ocurrió una buena pregunta que hacerle a la silenciosa Maestra que nos guiaba.

Maestra Nanashi... —No alcé en exceso la voz, lo suficiente para que me escuchase—. ¿Qué tiene de especial la Montaña Prohibida? Quiero decir... ¿por qué cree que tomarla o destruirla debilitaría a Maléfica lo suficiente como para cambiar las tornas en nuestro favor? ¿Acaso hay algo especial en su interior?

Con aquello quedaría satisfecho, esperaba que la Dama de Hierro me pudiese ayudar con su respuesta. Seguiría cabalgando de todos modos, me respondiese o no, no había tiempo que perder; el tiempo y el silencio continuaron pasando, solo interrumpidos por la brusquedad con la que la Maestra había tirado de las tiendas de su animal.

Se acerca un ejército. Un ejército enorme.

¿Es que quieren llegar antes del amanecer…?

Miré en dirección al castillo que habíamos dejado atrás, y es que esperaba que si los enemigos decidían presentarse antes, los nuestros ya estuviesen bien preparados o de lo contrario... aquella guerra podría empezar de manera catastrófica.

Hemos de ocultarnos de los huargos. ¡Rápido!

¿De los qué..?

Todo lo siguiente sucedió endemoniadamente rápido. Tuvimos que apretar el paso con tal de dirigirnos hacia el bosque, tratando de huir de aquello; por suerte, la luna iluminó suficiente como para poder contemplar lo que se les avecinaba a los que iban a defender el castillo. Se movían en un inquietante silencio, ocultos en la oscuridad de aquella noche, parecían estar organizados y bien preparados con toda clase de criaturas —¿lo que había visto perderse en la lejanía era una maldita serpiente?—. El aullido que se escuchó entonces me heló la sangre por completo.

Dos bestias que parecían lobos gigantes empezaron a correr en nuestra dirección. La subida de velocidad de Nanashi me confirmó que no sería buena idea combatir, por lo que no me quedaría a comprobar como llamábamos la atención de aquel grupo de criaturas. Una pequeña y devastada aldea se encontraba tan cerca de nosotros que llegué a pensar que quizá podríamos llegar a ocultarnos de los animales que nos perseguían ya que el bosque todavía parecía muy alejado.

Pero lo descarté, a regañadientes. Pensándolo con frialdad, que pudiésemos lograr ocultarnos a nosotros y a los caballos sin que estos no hiciesen ningún ruido delator era más bien poco probable.

Abrí la boca para hablar, pero no sabía cómo de fino sería el oído de aquellos malditos animales, por lo que no tuve más remedio que hacer señas a todos los presentes en dirección al bosque, mientras apremiaba a mi montura para que se diese toda la prisa posible para llegar al susodicho lugar.

Solo esperaba que nuestros caballos ganasen aquella carrera a contrarreloj. Eso, y que los bosques nos amparasen con la ayuda de la noche.

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Por si acaso, confirmo que Saito tira en dirección bosque xD
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Ronda #2 - Espinas Negras

Notapor Astro » Sab Ene 09, 2016 8:12 pm

Os acompañaré. Necesitaréis mis conjuros para protegeros de los hechizos de Maléfica. Están por todas partes. Y ni se te ocurra decirme que no, Nanashi.

Ban abrió los ojos como platos al descubrir quién se había acercado a Nanashi para anunciar que iría con su grupo a la Montaña. Primavera, la hada azul.

"¡¿Por qué demonios tiene que ser ella?!"

Procuró apartar la mirada de la mujer, temiendo que de alguna manera pudiese reconocerle. Fijo que le guardaba rencor por la jugarreta de la anterior misión, en la que la engañó con la excusa de estar llevándola hasta su sobrina para conseguir alcanzar el castillo de Maléfica. Irónicamente, aquel día iban a hacer lo mismo.

Como Nanashi no puso objeciones, el grupo quedó formado. La Maestra que le mató en aquel mundo, la hada gruñona a la que traicionó, un traidor de Tierra de Partida, un aprendiz de Bastión Hueco al que no conocía para nada y del que ni siquiera sabía si al menos sería fuerte o no, y él mismo.

Fantástico.

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¿Puedo ir contigo...?

La negativa de Nanashi no se hizo esperar. Refunfuñando y arrastrando los pies, Ban no tuvo otro remedio que acercarse a los otros dos caballos, que ya estaban ocupados por los otros aprendices. ¡¿Por qué él no podía tener uno propio?! Vale que tuviese cuerpo de niño y que ni siquiera supiera montar en caballo, pero aquello era insultante. Tuvo que elegir entre el compañero desconocido que le hacía señas para que se subiese y el traidor de turno, por lo que no le costó mucho decidirse.

Soy Saito, un placer.

Tristan. Tristan fon Fabre. —A veces se sorprendía de la naturalidad con la que mentía. Ni siquiera tuvo que pensar en el nombre falso que se inventó al reincorporarse a Bastión Hueco para decirlo en voz alta—. Como me tires del caballo, te mato.

Se puso lo más cómodo posible detrás de Saito, procurando tocarle lo mínimo imprescindible para no caerse. En otras ocasiones quizás hubiera intentado fingir interés en su compañero jinete o habría procurado ser más amable, pero el mal humor y la incomodidad que sentía en Reino Encantado lo hicieron imposible.

Maléfica tiene esbirros por doquier, deberíamos tener cuidado. Sobre todo por el aire. Hay que alejarse de los caminos —informó Primavera, que se había encogido a su tamaño de hada real e iba sobre el hombro de Nanashi.

La respuesta de la Maestra fue invocar a su fénix blanco, Garuda, para que alzase el vuelo y vigilase la marcha desde el aire. Bueno, al menos estarían prevenidos ante cualquier ataque sorpresa. O eso esperaba Ban, cruzando los dedos.

Al poco de salir del castillo, la escena que se encontraron fue desoladora. Hambre, ruinas, y preparativos para la guerra por todas partes. Qué incómodo. Tras echar un vistazo al horizonte, donde esperaba que en cualquier momento apareciese una figura de pura oscuridad con cuernos, Ban decidió que necesitaba distraerse con algo o acabaría volviéndose loco del todo.
Con el aparato en modo silencio y aprovechándose de que la espalda de Saito le tapaba, se puso a jugar a varios juegos del móvil para pasar el rato. Con mucho cuidado de no caerse del caballo, claro, y también de que Nanashi no se diese cuenta, o le echaría la bronca del siglo por haber traído un aparato moderno a un mundo tan primitivo.

Deberíamos llegar antes del amanece. Estad atentos; encontraremos obstáculos. Hay que eliminarlos sin que hagan ruido.

Para superar la fortaleza negra tendremos que dar un buen rodeo.

Sí, pero no importa. Tomaremos un atajo y entraremos por las catacumbas. Maléfica debe haberlas bloqueado, pero con un hada a nuestro lado podremos abrir un camino sin demasiados problemas.

¿Catacumbas? Eso no sonaba nada bien. Se ajustó la bufanda mientras un escalofrío le recorría todo el cuerpo, sin llegar a preguntar nada. Todas las dudas que le venían a la cabeza eran paranoias suyas, y dudaba bastante que a Nanashi le hiciera gracia que le preguntara, por ejemplo, qué pasaría con la oscuridad de su corazón si Maléfica moría. ¿Desaparecería? Y si lo hacía, ¿qué le pasaría al corazón? Agitó la cabeza, intentando centrarse. Al final tendría que visitar al maldito grillo...

Casi una hora más tarde, y tras haber superado su propio récord en los marcianitos, los caballos se detuvieron de pronto. Problemas.

Se acerca un ejército. Un ejército enorme.

Ban tragó saliva, escondiendo el móvil a toda prisa en el bolsillo interior de su camisa.

¿Es que quieren llegar antes del amanecer…?

Hemos de ocultarnos de los huargos. ¡Rápido!

¿H-huargos?

Oh, recordaba a esos chuchos gigantes. Uno le persiguió tras separarse de Nanashi y ni siquiera la invisibilidad le sirvió para ocultarse de su maldito olfato. Tendrían que tener mucho cuidado, porque si les captaban el rastro, no tendrían forma de librarse de ellos.

Los caballos echaron a correr a toda prisa, pasando por una colina que les permitió ver el ejército que Nanashi mencionó: era inmenso y... silencioso. ¿Cómo podían avanzar de tal manera sin hacer ruido? Pero eso no era lo que debía preocuparles ahora: unos aullidos confirmaron el peligro más inminente. ¡Los huargos! Dos de ellos se habían separado de la formación e iban directos hacia ellos.

Una aldea cercana, bastante ruinosa, podría servirles de refugio, pero Saito hacía señales hacia el bosque un poco más adelante y Nikolai también propuso ir hacia allí. Sí, mejor el bosque que una aldeucha pobremente protegida.

Se agarró esta vez a Saito con fuerza para no caerse por la velocidad que alcanzaron, rezando y cruzando los dedos para que llegaran a tiempo al bosque. Si lo conseguían, podrían protegerse entre los árboles, pero si los huargos les alcanzaban antes... No podía dejar que dieran la señal de alarma, o tendrían a todo el ejército encima, por lo que saltaría con Doble salto para coger altura y dispararía Flamas tenebrosas a las cabezas de los chuchos hasta que cayeran, procurando mantener siempre la distancia y hacer el mínimo ruido posible.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Drazham » Sab Ene 09, 2016 10:07 pm

La expresión mortificante que esbozó Felipe le hizo estremecerse. Los músculos de Nikolai se tensaron cuando el príncipe avanzó un paso, temiéndose que estallase en cualquier momento y recayese sobre él su desquite. Entonces comprendió que sus palabras, aunque tuviesen la intención de animar, solo consiguieron agravar su frustración. Si alguien iba a remover cielo y tierra para hallar la manera de romper la maldición, el primer interesado sería su prometido, cosa que seguramente ya hubiese hecho.

«Idiota…», se reprendió, apretando los labios y apartando la vista.

Antes de que hiciese nada, Aurora le retuvo. Luego se dirigió a Nikolai, que no pudo evitar dar un pequeño respingo, ruboroso, cuando le cogió de las manos.

Os deseo toda la suerte del mundo en vuestra travesía. Y perdonad a Felipe. No lo hizo con mala intención

Abrió y cerró la boca, para luego negar con la cabeza y que no le quitase culpabilidad a sus palabras de antes. Miró a Aurora y, tras meditarlo, esbozó una media sonrisa para contestarle con las únicas palabras que consideró adecuadas para esa situación:

Os la deseo a vos también, princesa.

***


Las cosas acabaron de la siguiente manera tras la reunión: además de Niko, Saito y el otro aprendiz de Bastión Hueco, un chiquillo albino que no le sonaba haberlo visto antes, se irían con Nanashi a la Montaña Prohibida. Tres miembros del bastión y un traidor. En su mente resonó una carcajada histérica; si en una misión anterior con miembros de Tierra de Partida ya tuvo problemas internos, no se quería ni imaginar lo que ocurriría con sus antiguos camaradas. A parte de eso, una de las “tías” de Aurora, Primavera, les acompañaría. Al menos le aliviaba que tendrían algo de protección contra las trampas de esa bruja de piel cetrina.

Antes de salir de la sala del trono, se aproximó a Nith y alzó la mano en silencio para llamar su atención en cuanto acabase de recibir a Victoria (a quien miró sin decirle nada. Quién sabe si por su deserción le seguiría considerando un compañero) y a la otra muchacha del pelo rizado. Aurora no era la única de quien se quería despedir y que, muy posiblemente, fuese de los pocos presentes que no tuviese nada en contra suya.

Sé que decirte esto a ti sería muy pedante por mi parte, pero… —Torció la boca y se masajeó el cuello. Con razón lo sería si lo que pretendía era preocuparse de quien logró tumbar al Alfa en la Batalla del Olvido. Al final resopló y dijo—: Buena suerte defendiendo el castillo, Nith. —Viró la vista a las chicas—. Y a vosotras también.

Oyó la llamada de Nanashi, y tras despedirse del grupo, apretó el paso para poner rumbo a la Montaña Prohibida.

Mentiría si dijese que no estaba hecho un amasijo de nervios.

***


Cuando llegó, una posibilidad que tanteó fue la de que le tocaría volver a montar en un caballo. Ni mentalizado en ello se le quitaron los temores en cuanto vio a los tres equinos que les trajeron al grupo. No iba a negar que con una montura viajarían el triple de rápido, pero… Seguía sin hacerle gracia. La última vez que subió en uno acabó partiéndole una pata, y él estrellándose contra el suelo.

Soltó un leve gruñido y se subió a uno, haciendo de tripas corazón. Nanashi (y Primavera, reducida al tamaño de una mosca, sobre su hombro) se montó en uno de ellos, mientras que los otros dos aprendices se fueron directos a por el que quedaba. Rio por lo bajo con acidez. De Saito se esperaba que ni se le pasase por la cabeza compartir caballo con él. Con el chiquillo se limitó a suponer que sus compañeros le contarían que era un traidor y que preferiría codearse con los suyos.

Mejor para él. Más soltura la hora de cabalgar, y no se tendría que preocupar de que el fanático tratase de tirarlo cuando Nanashi no mirase.

«No me puedo creer que haya acabado pensando así».

Al iniciar la marcha, a Nikolai se le encogió el corazón con solo contemplar el panorama que había en las cercanías de las murallas, tal y como se lo describió Heike: hambruna, sufrimiento, miedo, desesperación… En general, miseria, lo que siempre traían las guerras. Lo que más le dolía de todo aquello es que si no fuese porque Maléfica estuviese usando a los Sincorazón de su parte, ninguno de ellos estaría allí. La Orden se limpiaría las manos ante el padecimiento de esa pobre gente y lo achacarían a un asunto interno del mundo que no les incumbía.

Triste, pero por una parte les recordaba la cruda realidad de que no eran unos justicieros que solventaban todo problema existente. Dentro de lo que cabía, seguían siendo humanos, y no poseían el don de la omnipresencia, como cierto Guía…

Maléfica tiene esbirros por doquier, deberíamos tener cuidado. Sobre todo por el aire. Hay que alejarse de los caminos.

Le respuesta de Nanashi fue la de invocar por arte de magia a un ave de plumaje níveo sobre su brazo. Nikolai observó con asombro el grácil aleteo de la criatura, que se perdió entre los nubarrones que se apoderaron del cielo. Una vez leyó un libro acerca de la naturaleza de los eidolons, y como escuchó que su tutora poseía uno, se planteó el preguntarle para que le resolviese sus dudas.

Nunca llegó a hacerlo.

Deberíamos llegar antes del amanece. Estad atentos; encontraremos obstáculos. Hay que eliminarlos sin que hagan ruido.

Para superar la fortaleza negra tendremos que dar un buen rodeo.

Sí, pero no importa. Tomaremos un atajo y entraremos por las catacumbas. Maléfica debe haberlas bloqueado, pero con un hada a nuestro lado podremos abrir un camino sin demasiados problemas.

Es decir, que se colarían por cualquier agujero que Maléfica no tuviese muy controlado y… ¿Luego, qué? La gran cuestión. Saito fue el primero en atreverse en preguntar que tenía de especial la Montaña Prohibida y en que afectaría su destrucción o captura. La misma pregunta le rondaba por la cabeza, pero enfocada desde un punto de vista diferente: ¿Cuán informada estaba Nanashi del Hada Oscura para atreverse a realizar una incursión en su guarida? Ni se le ocurrió formulársela; quería arreglar las cosas con ella, no empeorarlas.

«A este paso no sé si habrá oportunidad de ello».

El resto del trayecto fue largo y monótono. El trote del dichoso animal no ayudaba en nada a la ansiedad que padecía Nikolai, con la garganta picajosa por el aire gélido que respiraba, y las manos tan sudorosas que no hacía más que reajustar su agarre de las riendas, esperando que el caballo no notase su intranquilidad y le diese por revolverse.

Entonces, el caballo de Nanashi se detuvo. La vio erguirse, y previó contratiempos.

Se acerca un ejército. Un ejército enorme.

Niko resopló entre dientes. Orcos. Tenían que ser ellos, sin duda.

¿Es que quieren llegar antes del amanecer…?

Hemos de ocultarnos de los huargos. ¡Rápido!

¿H-huargos?

Orcos y huargos. Cómo no olvidar a esos perros enormes que les servían de montura. Un medio de transporte con garras y colmillos incorporados, además de un olfato impresionante. El compañero de caza perfecto.

Tras llegar a lo alto de una colina, presenció bajo la luz de la luna al inmenso ejército que desfilaba en la lejanía. Se preguntó si Melkor estaría entre las filas de orcos y huargos de ese batallón. Eso fue lo de menos cuando se estremeció con un potente aullido. Dos de los puntos plateados se separaron del grupo para explorar los alrededores. No, corrían en su dirección. ¡Su puñetero olfato los había detectado!

Alentaron a los caballos y llegaron a las cercanías de una aldea en ruinas. Nikolai frunció el ceño, fijándose en los restos que quedaban de su estructura y, tras darse cuenta, abrió mucho los ojos: era la misma aldea que Heike trató de defender a capa y espada de Melkor. Ahora ya no era más que una pila de madera que apestaba a cenizas y a… muerte.

Saito gesticuló en silencio, apuntando a un linde que delimitaba a un bosque cercano. Estaba más lejos que las ruinas de la aldea, pero estaba de acuerdo que los árboles conformarían un mejor refugio.

Se acercó a Nanashi, intranquilo por tener que iniciar una conversación con ella, y le susurró:

Hay que seguir adelante, esconderse en la aldea no es seguro. Los caballos se espantarían con la presencia de los huargos. —Su intención era que la mujer comprendiese que, pese a que las ruinas podrían camuflar su olor, seguían con el problema de asegurarse que los caballos no montasen un escándalo en cuanto los huargos se les acercasen. Les bastaba con un solo relincho para saber que sus jinetes no andarían lejos. ¿Y emboscarles? Eso era aún más arriesgado. Tenían superioridad numérica, sí. Pero si el ejército que atisbaron antes notaba que sus exploradores tardaban en volver, sabrían que había problemas, y tener a una legión de orcos pisándoles los talones era lo peor que les podía ocurrir—. En el bosque aún tenemos posibilidades de perderles de vista. Si no encuentran nada, no tardarán en regresar al pelotón.

La miró con unos ojos de súplica, deseando por lo que más quería que las asperezas que hubiese entre ellos no impidiesen que considerase su propuesta. Era un buen momento para averiguar si su ex tutora todavía guardaba un poco de confianza en su antiguo aprendiz.

Si lograba convencerla de ir al bosque y los huargos insistían en su búsqueda, obligándoles a recurrir a métodos más directos, buscaría un punto seguro entre los árboles e invocaría su Llave Espada, preparado para clavarla en un árbol y atacar con dos Tajos Planares debajo de los canes cuando tuviese la oportunidad.
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[VK] Ronda #2 - Espinas Negras

Notapor Soul Artist » Sab Ene 09, 2016 10:08 pm

Dragones y mazmorras, un mundo infernal...

El principito había decidido, con cierta lógica, que se nos guiara por la fortaleza y nos hablaran tanto de esta como del ejército al que tendríamos que hacer frente. Heike, la capitana, fue la encargada de ello: fue explicando a nuestro adorado Angemon nuestros puntos débiles y las fuerzas de enemigas. Orcos y goblins se apuntaban al meollo en cuestión, e incluso un mago del viento. Miré a Celeste de reojo y me llevé las manos a la nuca, continuando la canción de forma acertada:

... se oculta entre las sombras la fuerza del mal...

La visita terminó en un patio interior con armas y escudos, ideal para entrenar. Nos habían indicado dónde se encontraban nuestras habitaciones (que por algún motivo cruel no nos habían dado la misma que Nithael) y nos dejaron a nuestras anchas. No me encontraba cansada aún, y no quería irme sin lograr dirigir al menos cinco palabras bien conectadas al ángel.

Él fue más rápido y me pilló desprevenida:

Creo que ninguna de las dos estuvo en el asedio a Tierra de Partida.

¡Otro que me lo iba a echar en cara! Pensé en contestar que no fue mi culpa, pero me mordí la lengua y fruncí el ceño. Quería ponerme seria: sí había sido mi culpa, y la verdad es que aunque hubiese ido no creía que mi presencia hubiese logrado nada distinto a lo que sucedió. Continuó por su parte:

Me gustaría aseguraros que, aunque va a ser duro, podremos salir adelante. Lo importante en un asedio es no perder la fe, ni la determinación. Pensad en que hay gente que depende de nosotros y que cada granito de arena que aportemos será muy importante durante el resto de la batalla. —Yo poco más tenía que añadir a eso. Debía tener razón, pero parecía algo difícil de hacer. Al menos, pensé, mantener la fe no pensé que me sería complicado: ya tenía entrenamiento en eso—. ¿Puedo echarles un vistazo?

Me pilló desprevenida. Mi instinto básico me llevó a cogerme de ambos brazos y ponerme roja como un tomate, pensando en qué precipitado y bruto estaba siendo Nithael, y más frente a Celeste. Pero cuando se acercó a mí y agité ligeramente las alas de miedo me di cuenta de que lo que quería era inspeccionar mis extremidades.

Am, ¿sí...? —Mi voz estaba más llena de inseguridades que un alumno que había hecho un examen sin tocar los apuntes en un mes. Examinó las alas con fascinación y relajé los abrazos, aun algo avergonzada.

¿Puedes volar con ellas? Es posible que resulten muy útiles y que puedas echarme una mano si es así.

Negué con la cabeza lentamente y observando fijamente el suelo. La historia de mi vida: Nithael pareció decepcionado por ello, al igual que todos cuando me lo preguntaban.

Comprendo, son bastante pesadas y aun así caminas muy erguida. Creo que ya tienes la suficiente fuerza en la espalda como para comenzar a usarlas… ¿Quieres que practiquemos un poco antes de ir a descansar?

Levanté la mirada de inmediato y el fuego de mis ojos ardió con intensidad. No creí lo que acababa de escuchar: era la primera vez en muchos años que alguien me ofrecía ayuda en un entrenamiento de aquel calibre.

¿Podría? ¿Cree que es posible?

Y tanto que fue posible. Me ayudó, durante la siguiente hora, a aprender todo lo básico que jamás nadie me había enseñado: mover las alas correctamente, acostumbrar los músculos de mi cuerpo a ellas, colocarme en posición para dominar al viento. Me levantó con una fuerza impresionante y empecé a practicar como nunca antes lo había hecho: me costó acostumbrarme y colocar las alas en posición, y necesité más de un intento y mucha paciencia de Nithael, pero iba pillando el tranquillo, creo.

Y de eso pasamos a la prueba final. Me llevó volando hasta una ventana y me aseguró que debía aprender a planear: él estaría allí para recogerme. Me agarré con fuerza a la cornisa y miré al horizonte, hacia la montaña tan fea y los árboles casi hechos de papel.

No era la primera vez que intentaba algo así, pero siempre terminaba mal: me pegaba contra el suelo irremediablemente y, con suerte, sólo me hacía algún esguince del que recuperarme en un par de semanas. Nunca había logrado aguantar ni un segundo en el aire. Tragué saliva.

Noté cómo la brisa del viento me daba en la cara y cerré los ojos. Casi podía escucharlo como un susurro. Exhalé, y sin nada de seguridad, me dejé caer en picado.

Estuve cerca de chocar con Nithael, pero lejos de intentar cortar el viento dejé que mis extremidades se acostumbraran a él, formaran parte de su silbido. Las agité hacia atrás y mi cuerpo frenó su caída para dirigirse hacia el frente. El corazón se me aceleró al darme cuenta de que me encontraba a un metro sobre el suelo, sin tocarlo, levantando el polvo como una ola de agua mientras lo recorría a gran velocidad. Grité de júbilo al notar que podía aguantar la presión y el viento, que podía formar parte de aquello.

No tardó mucho en cogerme y terminar el corto vuelo.

* * *

¡Ha sido espectacular! ¿Me has visto, Celes? ¡Dime que lo has visto! ¡He volado, he volado!

Volar no era la palabra más adecuada para la situación, pero se acercaba a lo que quería expresar. Durante un segundo, no mucho más por culpa del muro de piedra, había sido capaz de dominar los vientos y la gravedad como nunca lo había hecho antes. Esa sensación sería difícil de repetir.

De camino Nithael hablóde hechizos con mi compañera, pero nada de todo aquello me importó. Nos despedimos de él frente a nuestras habitaciones y yo quise añadir algo: un fuerte abrazo, aunque algo insegura todavía, para darle las gracias por aquello. Lo siguiente fue cenar y lavarme la cara como pude. Me senté en la cama con la cama que tenía que compartir con Celeste y me fui cambiando para ponerme el pijama, el cual había traído desde Bastión Hueco en mi mochila con pajaritos dibujados en él.

¡Piensa en cuánto podría haber volado con más espacio! —continué dándole la chapa mientras me metía dentro y robaba casi toda la manta para agitar mis pies de excitación—. ¡Estoy segura de que podría haber aterrizado en el suelo sin problemas! Incluso creo que si desviase mis alas un poco más arriba, podría...

Di patadas en la cama de la emoción y deshice toda la cama en el proceso. Ni siquiera me di cuenta del feliz sonido de un cuervo que se alegraba en alguna parte por mi nueva capacidad de volar. Al cabo de unos segundos me levanté de un salto, me quedé de rodillas en la cama y comencé a agitar a Celeste:

¡Tíaa, no puedo dormir! —Me llevé el dedo índice al labio superior mientras me lo dormía y una idea perversa se cruzaba por mi mente—. ¿Quieres que hagamos una travesura...?

Hice una señal de silencio a Celeste y la cogí de la mano para forzarla a salir al pasillo las dos descalzas, hasta la puerta de la alcoba de Nithael. Levanté las cejas dándole la idea clara que pretendía: algo malo a lo que nunca me hubiese atrevido antes, pero con la emoción de la noche no podía dejarlo pasar. Acaricié las manos de Celeste y señalé por la ventana que antes el ángel había mirado.

Vayamos allí y hagámoslo. Venga, acompáñame, tía...

Hablaba, por supuesto, de ir hasta la torre más alta del castillo y seguir practicando mi nueva técnica de vuelo. Nithael no iba a querer hacerlo (eran ya altas horas de la noche), y yo necesitaba estar segura de que iba a poder usar mis nuevas capacidades durante el asedio para poder ser útil. Pero claro, ir sola no era una opción, por aquello de si me rompía un brazo o dos.

Esperé la respuesta de Celeste impaciente, dando pequeños saltitos de emoción.
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Re: Ronda 2

Notapor Sally » Dom Ene 10, 2016 12:39 am

Al final, para sorpresa y alegría de Aleyn, Felipe había ordenado que Abel fuera con ellos al bosque. Aunque había sido él mismo quien había sugerido ir al bosque con más protección, el que la necesitaran siquiera le hacía sentirse furioso consigo mismo, por no haberse entrenado lo suficiente y ser más fuerte, pero su orgullo dolido era una nimiedad en comparación con la idea de que, por culpa de eso, Aurora pudiera resultar herida. O algo peor.

Así que agradeció el gesto —aunque la sensación de que estaban privando al castillo de uno de sus más experimentados soldados era un poso oscuro al fondo de su mente—, igual que agradeció el que Fauna también fuera a acompañarlos. Aleyn apreciaba a las tres hadas por igual, aunque creyó que aquello era lo mejor. Aurora podía en ocasiones llegar a ser muy testaruda y, contando con tan poco tiempo antes de que la maldición se cumpliera, el que fuera la más tranquila de las tres quien les ayudara parecía lo más sabio.

Después de aquello se quedó a un lado, en silencio, rascando de forma distraída a Ygraine detrás de las orejas. Suponía que debía desearles suerte al resto de sus compañeros, aunque la idea no logró sacarle de su mutismo, y se limitó a desear que la Fortuna les sonriera a todos y pudieran volver a reunirse —ángel, maestra y aprendices— en aquella misma sala para celebrar y contar cómo habían alcanzado el éxito en sus respectivas misiones.

No había cambiado de postura cuando vio regresar a Aurora, abandonado ya su elegante vestido azul por ropas más adecuadas para lo que les aguardaba, y que Felipe le pedía que se acercara a él.

Majestad —dijo al llegar a su lado, Ygraine siguiéndole en silencio.

Gracias por ir con ella

No es nada. No podía dejar que la princesa se internara en el bosque ella sola.

Por favor, cuidad de ella, no permitáis que haga ninguna tontería. Por favor…

A Aleyn se le encogió el corazón en el pecho al ver cómo las lágrima se asomaban a los ojos del príncipe, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para seguir manteniendo un gesto sereno.

Permitidme que os aclare esto: nadie sabe en qué consiste lo que provocará su… Su… Nadie sabe en qué consistirá, pero las hadas no pueden matar sin más. Para ello usarían un método directo y no me cabe duda de que Maléfica habría matado a Aurora de haber podido. Así que tratará de arrastrarla a una trampa.—Aleyn ahogó una exclamación de dolor cuando Felipe, ya fuera por la angustia o para darle más ímpetu a sus palabras, le agarró el brazo con demasiada fuerza—. No lo permitáis. Sé que es egoísta, que debería ir yo, pero por favor, por todo lo que améis, no lo permitáis.

Puso su mano libre sobre aquella con la que Felipe le atenazaba el brazo, buscando al mismo tiempo tranquilizarlo y pedirle de forma sutil que aflojara su presa.

Majestad, no me cabe la menor duda de que habéis hecho cuanto ha estado en vuestra mano para ayudar a la princesa y hacer que se sintiera lo mejor posible, por lo que es muy difícil y frío pediros esto, mas debo rogaros que os preocupéis lo menos posible por ella a partir de ahora. Vuestro pueblo confía en vos, y os necesita con la cabeza despejada. Creed en nosotros, y en que regresaremos los cuatro.

»Tened por seguro que haré todo lo que esté en mi mano para protegerla. Todo —juró con vehemencia.

{o}

Cabalgar fue aquella vez una experiencia más tranquila que la última, cuando había tenido que subirse a un caballo en medio de una batalla campal.

Nunca había compartido montura con nadie y, a pesar de que aquella disposición le permitía vigilar a Aurora desde más cerca, se le hacía extraño. No tanto, por supuesto, como el tener a Fauna, reducida a un tamaño minúsculo, agarrada a su capa. Aleyn no se había equipado su armadura; a pesar de que estaba casi convencido de que no estaba hecha de hierro prefería no arriesgarse a herir al hada.

La luz que había invocado Fauna para indicarles el camino hacía que Aleyn pudiera fijarse mejor en los rostros que la guerra había provocado: la miseria, el terror, el hambre y los preparativos para el ataque definitivo de Maléfica. Era como la imagen de la que había sido testigo en el reino de Stéfano, aunque allí todo el horror hubiera quedado congelado.

Nunca podría acostumbrarse a eso, se dijo mientras dejaban atrás los soldados y los refugiados en el castillo, las calles muertas, los pueblos arrasados. Nunca podría entender qué llevaba a alguien, fuera humano, hada o lo que fuese, a causar tal destrucción. Era devastador ver cómo un antaño próspero reino se había convertido en una cáscara vacía y quemada. Los únicos signos de vida que veía eran ellos cuatro, los caballos e Ygraine. Aleyn se preguntaba si el zorro podría oler algo que no fuera ceniza y desolación.

En su mente, por su parte, revoloteaban las palabras de Felipe acerca de cómo la naturaleza de las hadas les impedía matar a nadie de forma directa, al tiempo que imaginaba qué clase de truco intentaría llevar a cabo la Emperatriz del Mal. ¿Trataría de hechizar a Aurora para que siguiera caminando cuando ante ella se abriera un precipicio o fluyera un río ancho y furioso? Conociéndola, era probable que se tratase de algún ardid más retorcido y cruel.

Apretó la mandíbula.

Seguiremos el camino hasta el lindero del bosque. Allí tendremos que orientarnos por nuestra cuenta

He estado investigando los libros de nuestra biblioteca y la última vez que se vio al Caballero Odín fue cerca de la Montaña Prohibida, sin embargo, ya no vive nadie cerca excepto los seguidores de Maléfica. Tampoco ha podido ir a las Ciénagas, ya que el paso está cerrado y el Caballero renegó de las hadas cuando estas no vengaron la muerte del hada Nanna, protectora del antiguo reino donde vivían mis primos—Los habitantes de la Ciénaga, había visto, no parecían muy proclives a abandonar su territorio, ya fuera porque no quisieran o porque no pudieran—. Estoy casi segura de que debe encontrarse más al sureste, cerca de mi antiguo castillo. Es de los pocos lugares donde no aparecen los… Sincorazón y en el que Maléfica no se ha fijado. Debe ser allí, pues si Maléfica hubiera dado con él no lo habría mantenido en silencio.

Era cierto que un lugar donde no hubiera sincorazón tenía más posibilidades de ser el hogar de Odín, aunque Aleyn imaginó que, por normal general, no habría demasiadas criaturas de oscuridad en el reino de Stéfano, porque no había corazones que les atrajeran. Si se había cruzado con varios en los alrededores del castillo había sido, probablemente, porque su presencia y la de Aurora les habían llevado allí, y no tanto porque se dedicaran a vagabundear por las calles, esperando que la gente afectada por el hechizo se reanimara para poder alimentarse de ellas.

¿Por qué crees que Odín no ha acudido a ayudaros todo este tiempo? ¿Es posible que esté esperando al momento oportuno para atacar a Maléfica? ¿O tal vez solo espere que alguien de la realeza acuda personalmente a pedir su ayuda?

Aleyn sabía que las hadas eran muy suyas; quizás Odín, aunque no se tratase de una —cosa que no sabía, en realidad—, tenía también aquella costumbre. No quería añadir más presión al peso que ya cargaba Aurora sobre sus hombros, así que, a pesar de que quisiera conocer el carácter del caballero, no insistiría en el tema una vez que la princesa le contestara, si es que lo hacía.

En su lugar, prefirió intentar distender un poco el ambiente y aprovechar que nadie parecía querer sus cabezas —por el momento, al menos— para charlar. Agradeció que Fauna les hubiera dejado más intimidad, yéndose con Abel.

¿Cómo han ido las cosas desde la última vez que nos vimos? Y no me refiero al estado general del reino —se apresuró a añadir—, sino a ti. Espero que haya sido una época todo lo feliz posible, dadas las circunstancias. Habrá sido un gran cambio vivir en la corte de su Majestad el rey Huberto. Habrás encontrado menos insectos que en el bosque, al menos —acabó con un tono más jocoso.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Denna » Dom Ene 10, 2016 2:10 am

Poco a poco, nuestros compañeros fueron abandonando el castillo. Primero la princesa Aurora, junto a un caballero inmenso y uno de los chicos de Tierra de Partida; luego Nanashi, Saito y dos Aprendices a los que no conocía. La sala se vació en cuestión de minutos y me quedé sola entre caras desconocidos.

No pude evitar preguntarme cuándo volvería a Bastión Hueco. O, directamente, si volvería.

El príncipe había quedado afectado tras la partida de Aurora y debía de estar deseando retirarse, por lo que ordenó a una mujer que nos enseñara las murallas. La capitana Heike aceptó la orden sin rechistar. Aparte de Nithael se había quedado otra chica de Bastión Hueco, de la cual sólo sabía que se llamaba Victoria. Tenía el aspecto más raro que había visto en mi vida: pelo azul, unos protectores oculares que le cubrían media cara, y lo más curioso de todo: unas alas de metal que sobresalían de su espalda.

Aparté la mirada de ellas y traté de impedir que los recuerdos se impusieran sobre la razón. Heike estaba hablando y ya me había despistado lo suficiente.

Usarán torres, catapultas y también tratarán de derribar las puertas. Hemos tenido que talar todos los alrededores para dejarlos sin madera para sus máquinas, pero seguramente desmantelarán las casas y encontrarán la forma de atacarnos. Lo peor es que no creo que tengamos ni tiempo de pasar hambre.

Entonces, ¿se centrarán en destruir las máquinas de asedio? —preguntó Nithael. Heike se lo confirmó—. Ayudaré con ello. Puedo atacar desde lo alto.

Me costaba imaginar al ángel peleando pero, a su vez, despertaba en mí una enorme curiosidad. ¿Cómo sería? ¿Qué armas utilizaría, si es que tenía alguna?

Probablemente Melko dirija el ejército —agregó la capitana—. Lo ideal sería deshacerse de él, pero irá acompañado de arqueros y quizá de ese odioso hechicero del viento. Además, es muy listo. Sabe que no podemos vencer.

Entonces habrá que hacerles perder la fe en ello.

La seriedad en su voz hizo que me estremeciera. «¡Concéntrate, por el amor de Dios!» me reprendí. Si empezaba a perder la cabeza por cada hombre atractivo que se me cruzara por delante, iba a morir pronto. Aunque ese hombre se tratara de un ángel. Razón de más.

Hice un rápido resumen de los sucesos: una horda de orcos y Sincorazón se acercaba hacia nosotros. Llegarían pronto, muy pronto, y entonces entraríamos en batalla. Había que defender las murallas a toda costa; si entraban, estábamos muertos. Contábamos con tropas humanas, dos Portadoras y un ángel. Ellos tenían un hechicero —un mago de viento, para más inri—, y todo tipo de monstruos armados hasta los dientes.

Se me cayó el alma a los pies. Llevaba muchos años mentalizada para una guerra (en mayor o menor medida), pero aquello iba mucho más allá. La situación me superaba, y no veía cómo podría resultar de ayuda. No quería ver morir a nadie. No quería mirar al campo de batalla y ver con certeza que íbamos a perder.

Escondí las manos en los bolsillos para ocultar lo mucho que me temblaban. El miedo que tenía no se podía comparar con nada que hubiera sentido antes. Y eso que lo peor estaba por llegar.

Creo que ninguna de las dos estuvo en el asedio a Tierra de Partida, así que me gustaría aseguraros que, aunque va a ser duro, podremos salir adelante. —Me volví hacia Nithael, que se había detenido y nos miraba. Intenté que el miedo no invadiera mi rostro, pero no debí lograrlo, pues enseguida añadió—. Lo importante en un asedio es no perder la fe, ni la determinación. Pensad en que hay gente que depende de nosotros y que cada granito de arena que aportemos será muy importante durante el resto de la batalla.

Lejos de tranquilizarme, me entraron ganas de vomitar. Nithael habría pretendido animarnos, pero mi cabeza lo tradujo de otra forma. “Cualquier error que cometas, por pequeño que sea, hará que muera alguien.”

Hice un esfuerzo por asentir, sin atreverme a hablar, y aproveché cuando el ángel se dirigió a Victoria para salir de ahí.

La idea era ir a la habitación que nos habían asignado, pero luego se me ocurrió algo y busqué a Heike con la mirada. Si la encontraba, me acercaría a ella:

Capitana Heike. Me llamo Celeste; a sus órdenes, señora —dije, tratando que no me fallara la voz. Hice una pequeña reverencia antes de seguir—. Quisiera preguntaros algo. Antes habéis mencionado a Melko y a un mago, que quizás liderarían al otro bando. Llegado el momento, ¿cómo les reconoceremos? ¿Se sabe de algún punto débil que puedan tener?

***


Iba pensando en las musarañas, de vuelta al castillo, cuando Nithael se dirigió a mí.

¿En qué te especializas? Mañana tendremos que distribuirnos lo mejor posible y tus conjuros o tus especialidades pueden ayudar a mucha gente.

Aunque tenía mis dudas, busqué la respuesta menos desalentadora.

Soy rápida. Y se me dan bien los cuchillos, las espadas y las lanzas; supongo que debería ir al frente. —Ah, sí, meterme en primera línea, ¡no podía esperar!—. Soy afín a Rayo y puedo defenderme con eso, pero no tengo demasiada maña con la magia...

Quizás…

Nithael pareció meditarlo un segundo, pero algo captó su atención y giró el cuello. Al seguir su mirada, di con una de las torres del castillo. Si tenía algo de especial, yo no supe verlo.

Qué extraño, noto algo… No es nada. Mañana tendremos que despertarnos pronto y nos reuniremos con el gabinete del rey. Intentad descansar bien, lo vais a necesitar. ¿Queréis decirme algo antes de irnos a descansar?

Negué con la cabeza, murmuré un atropellado “buenas noches” y esperé a Victoria para volver juntas a la habitación. Una vez ahí, me dejé caer sobre la cama.

¡Ha sido espectacular! ¿Me has visto, Celes? ¡Dime que lo has visto! ¡He volado, he volado!

El entusiasmo de la chica me hizo reír mientras partía un trozo de pollo. Ya sabía que aquella noche no podría dormir por puro nerviosismo, así que comer era la única fuente de energía que me quedaba. Aunque siguiera con el estómago revuelto.

Parecía divertido, aunque yo me habría muerto de miedo estando tan alto. —Sonreí con tristeza—. Verás como dentro de nada aprendes a volar... Pero antes, ya estás soltando esa manta. En este castillo hace un frío brutal.

Victoria seguía fantaseando cuando, de repente, algo me alertó. Un cuervo, un graznido muy fuera de lugar entre esas paredes.

¿Qué ha sido..?

¡Tíaa, no puedo dormir! —chilló mi compañera—. ¿Quieres que hagamos una travesura...?

¿A qué te refieres?

A modo de respuesta, Victoria me sacó de la habitación y se plantó frente a la puerta de Nithael. ¿Una travesura? ¿No pretendería..? No, no era capaz. ¿O sí?

Señaló una de las torres del castillo. La misma que el ángel se había quedado mirando antes.

Vayamos allí y hagámoslo. Venga, acompáñame, tía...

«Ahí te habías pasado ocho pueblos, Celeste. Céntrate de una vez.»

Oh, entrenar. Claro. Sí, vayamos, yo tampoco creo que pueda dormir. —Cambié el peso de un pie a otro—. Y menos si hay cuervos por aquí cerca.

Me hice con el candil y echamos a andar. Quizás podríamos dar un rodeo y, de paso, comprobar que los graznidos habían sido sólo imaginaciones mías.
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Ronda 3

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 12, 2016 11:50 pm

Aleyn


¿Por qué crees que Odín no ha acudido a ayudaros todo este tiempo? ¿Es posible que esté esperando al momento oportuno para atacar a Maléfica? ¿O tal vez solo espere que alguien de la realeza acuda personalmente a pedir su ayuda?

Aurora sacudió la cabeza.

Mi tía puede explicártelo mejor.

Fauna carraspeó.

Me temo que se trata más bien de resentimiento, querido. Odín amaba a Nanna. En realidad, pocas veces he visto un amor tan puro—dijo Fauna con aire soñador y ligeramente triste—. Le llevaba flores todas las mañanas, inventaba canciones para ella y se echó a llorar el día que Nanna empezó a cantar y a bailar con él. Daban largos, largos paseos a la luz de la luna…—Suspiró y hundió los hombros—. Después Maléfica tomó el reino. Nanna no tuvo ni una oportunidad, por lo que he escuchado. Un antiguo caballero del castillo guió a Maléfica hasta sus aposentos y la asesinó mientras dormía. Luego tiró su cuerpo por una ventana.

»Odín nunca perdonó que la gente de las Ciénagas no hiciera nada por vengar su muerte. Tras fracasar contra Maléfica, se retiró al bosque y nadie volvió a verlo. No tenemos muy claro por qué no ha vuelto a atacar a Maléfica…


Fauna suspiró y revoloteó hacia delante, dejándolos a solas. Aurora guardó silencio, quizás dándole vueltas a lo que les habían contado de Odín o puede que a las horas que le quedaban hasta el amanecer. Si Aleyn se daba cuenta, la joven procuraba evitar mirar el cielo como si le quemara a la vista.


¿Cómo han ido las cosas desde la última vez que nos vimos? Y no me refiero al estado general del reino —Aurora sonrió y le miró, expectante—, sino a ti. Espero que haya sido una época todo lo feliz posible, dadas las circunstancias. Habrá sido un gran cambio vivir en la corte de su Majestad el rey Huberto. Habrás encontrado menos insectos que en el bosque, al menos.

Y menos animales—añadió ella—. Ha sido muy bonito reunirme con Felipe y con mi… futuro suegro. Han cambiado muchas cosas entre nosotros, pero Felipe me ha tratado muy bien. Todos lo han hecho. Como si tuvieran miedo de que me fuera a romper de un momento a otro.—Aurora suspiró y recuperó la sonrisa que se comenzaba a desvanecer de su rostro—. Mis tías nunca me enseñaron a bailar para la corte, sospecho que porque no lo necesitan, y el pobre Felipe se ha quedado sin pies enseñándome. He echado un poco en falta cocinar—Aleyn sin duda recordaría las anécdotas de las nefastas dotes culinarias de sus tías. Por ese motivo Aurora había tenido que aprender a preparar la comida desde muy pequeña—aunque los menús del castillo son delicioso. ¡Y había tantos libros y tanto hilo para tejer y bordar!

Quizás al principio Aurora se forzara un poco para hablar y la narración resultara algo inconexa, pero al cabo del rato se dejó llevar, contando divertidas escenas o cosas que le habían resultado francamente extrañas después de tantos años viviendo en el bosque alejada de la corte, como los horarios, las costumbres de comer a solas o con los invitados dependiendo de momento y la semana o el tener que aprender a caminar con zapatos otra vez.

Cuando terminó dijo:

¿Y tú? Has cambiado mucho. ¿Qué has hecho mientras estabas fuera?

Aleyn tuvo el tiempo justo para contestar antes de que, al fin, traspasaran el linde del bosque. Abel redujo el ritmo y les hizo un gesto para que guardaran silencio. Todavía podían seguir un camino, por lo que no había lugar para perderse, pero el caballero necesitaba escuchar si se les acercaba alguna criatura.

La gente de las Ciénagas ya no deja sus dominios, se han recluido todos dentro—explicó Aurora con un susurro—. Cualquier cosa que se nos acerque será enemiga.

Había un silencio extraño en el bosque, que parecía dormido o temeroso. Quizás hubiera orcos o Sincorazón, era difícil saberlo. Una ráfaga de viento silbó y sacudió las copas de los árboles.

Fauna se elevó en el aire, con expresión concentrada.

Percibo una fuerte magia hacia el oeste. Podría ser donde está Odín, aunque no comprendo, la música parece de origen féerico…

¿El tal Odín no es un hada?[/b]—preguntó Abel, que se mantenía alerta y con la mano prepara para coger su enorme espada.

Fauna meneó la cabeza.

Era diferente. Todas lo sabíamos, pero no podría especificaros en qué…

Avanzaron durante un buen rato en medio de la oscuridad, que parecía más tenebrosa que nunca gracias a la tenue luz que les proporcionaba el hada. Todavía faltaba para la luna llena, pero esta, en cuarto creciente, parecía ir ennegreciéndose en el cielo, como si cada vez estuviera más y más lejos… Las pisadas de los caballos también se fueron reduciendo hasta que Aleyn casi no escuchó nada.

¡No os durmáis!—exclamó Fauna, que sacudió la varita y los tres humanos se espabilaron de golpe por un calambrazo—. ¡Esto es magia féerica! Debemos estar cerca de una barrera parecida a la de las Ciénagas.

El camino se volvió de piedra y los caballos relincharon, nerviosos. Los árboles se abrieron y dejaron ver un gran muro de piedra blanca, abierta en su centro a modo de estrecho paso —tendrían que pasar de uno en uno— invitándoles a entrar. Abel tiró de las riendas y torció el gesto. Aleyn percibió la vibración de la magia que le ponía la piel de gallina. Era algo que atraía, pero también que le encogía el corazón. Fauna se acercó y se llevó las manos a la boca.

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Imaginémoslo de noche y sin brillo.


¡Esto… esto es una prisión! Cualquiera que entre no podrá volver a salir. Al menos no sin ayuda del exterior…

¿Y dentro está Odín?

Quizás eso explique por qué nunca salió del Bosque—murmuró Aurora, irguiéndose en el asiento—. Tía Fauna, ¿dentro el tiempo corre de otra forma?

No, lo dudo, querida. No noto esa clase de encantamiento, aunque quizá habría sido mejor que Primavera viniera con nosotros para asegurárnoslo… ¿Cómo es posible que nadie haya encontrado esto antes? Quizás sólo puedan dar con este sitio quienes lo buscan…—Se sumió en sus cavilaciones.

No hay tiempo para ir a buscar a nadie.—Aurora saltó al suelo y se tambaleó ligeramente, mareada. Acarició al zorro de Aleyn en la cabeza cuando lo vio cerca y sonrió con determinación—. Debemos entrar.

Abel y Fauna se pusieron a gritar al mismo tiempo. Según lo que Aleyn pudo entender, Fauna no sabía cómo romper el encantamiento y, desde luego, desde el interior no podía hacerse. Al menos ella tendría que permanecer fuera pero no era experta en encantamientos y quizá no pudiera quebrarlo a tiempo. Aurora insistía en entrar pero también parecía dudar. Se impulsaba más porque no quedaba tiempo que por un verdadero deseo de traspasar los muros.

¿Qué haría Aleyn? ¿Convencería a Aurora de que permaneciera fuera? ¿Entraría con ella? ¿Se quedaría fuera intentando buscar una manera de romper el hechizo? Esa posibilidad y otras tantas estaban al alcance de su mano.


****
Nikolai, Tristan y Saito



Por supuesto, Nanashi se negó a que Ban montara con ella —a Primavera le hizo gracia—.

Cuando Saito se acercó a preguntar, Nanashi no desvió la vista del frente pero sí escuchó con atención:

¿Qué tiene de especial la Montaña Prohibida? Quiero decir... ¿por qué cree que tomarla o destruirla debilitaría a Maléfica lo suficiente como para cambiar las tornas en nuestro favor? ¿Acaso hay algo especial en su interior?

Primavera resopló.

¿Qué les pasa a estos chicos? ¿Es que no tienes ni idea de estrategia, muchacho? A los enemigos hay que quitarles su base para que no tengan refugio ni punto de encuentro, también para arrebatarles los pertrechos y las armas, además de para bajarles la moral. La Montaña Prohibida es una fortaleza terrible que no ha sido conquistada ¡nunca! Pero si lo hiciera alguien, las guardas de Maléfica se volverían en contra de ella, claro.

»Si ella pudo conquistar ese reino infiltrándose, nosotros también.


Nanashi no parecía tener nada más que añadir, porque permaneció callada y dio por sentado que aquella respuesta sería suficiente. Si había algo más, Saito tendría que esperar a que la Maestra quisiera decirlo en voz alta.

*


Cuando llegó el momento de la persecución, Nanashi se aseguró de hacer desaparecer la luz y por un momento los aprendices se quedaron casi a ciegas, igual que sus asustados caballos, pero la luz de las estrellas y la luna fue suficiente para que pudieran desplazarse más o menos.

Hay que seguir adelante, esconderse en la aldea no es seguro. Los caballos se espantarían con la presencia de los huargos. En el bosque aún tenemos posibilidades de perderles de vista. Si no encuentran nada, no tardarán en regresar al pelotón.

Nanashi dirigió una mirada de fría indiferencia a Nikolai y murmuró:

Da igual que no encuentren nada. Los huargos pueden seguir nuestro rastro. ¡Primavera!

El hada asintió, aunque de momento no hizo nada. Los caballos pasaron de largo la aldea y se precipitaron hacia el bosque.

Pero no eran tan rápidos como los huargos, que iban recortando a una velocidad escalofriante la distancia. Escuchaban sus aullidos cada vez más y más cerca e incluso sus distantes jadeos o el golpeteo de sus patas contra el suelo.

Entonces cruzaron el linde del bosque y Primavera alzó su varita.

El sentimiento de encogerse a toda velocidad fue mareante y es posible que llegaran a echar la comida. Los caballos tropezaron y cayeron al suelo, aterrorizados al hundirse de pronto en una hierba que era tan grande como un edificio. Las únicas que aterrizaron con elegancia fueron Nanashi, que dio un salto antes de que su caballo tropezara, y Primavera quien, por supuesto, revoloteó y no llegó a tocar el suelo. Hubo una suave luz y Garuda, gigantesco, apareció sobre ellos. Atrapó a cada caballo con una garra y agachó el cuello y un ala para que treparan por ella.

¡Rápido!—siseó Nanashi, que saltó al cuello de Garuda mientras Primavera ascendía hacia la rama de un árbol y les hacía gestos urgentes. El estruendo de los huargos ahora se antojaba ensordecedor.

Cuando todos los aprendices hubieron subido a Garuda y se agarraron como pudieron, el ave despegó de un suave salto —que a ellos les sentó como un terremoto y por poco los arrancó de su cresta— y se situó sobre una rama. Primavera durmió a los histéricos caballos y luego Garuda se quedó inmóvil, oculto su blanco plumaje por las hojas.

Los huargos llegaron con una pequeña estampida, resollando y chasqueando las grandes mandíbulas. Miraron a su alrededor y olfatearon, desconcertados, porque allí se acababa el rastro. Uno de ellos alzó la vista hacia donde estaban los aprendices y aulló. El orco que lo montaba lo imitó, levantó una lanza y dio un pinchazo que por poco rebanó un ojo a Garuda. Después se encogió de hombros y gruñó:

¿Han perdido el rastro?

Eso parece—respondió su compañero, que escupió a un lado—. ¿Buscamos?

El otro dejó escapar una risa estentórea.

¡Para qué! ¡Sólo eran dos caballos y aunque avisen ahora a los humanos no podrán hacer nada! Ya comeremos carne cuando lleguemos a la ciudad.

El otro rió también y se relamió los colmillos.

Carne fresca y jovencita, aunque estarán un poco secos después de pasar tanta hambre…—Dio la vuelta a su huargo, que continuaba mirando hacia los aprendices con hostilidad—. Melkor y Grishnak dicen que la ciudad caerá en un par de días. Puede que la propia Señora venga a llevarse a la chica. O al príncipe. Ojalá nos deje dar un mordisco a ese rey…

A la brasa estaría delicioso, pero prefiero a los niños.

Se alejaron entre ellos, conversando alegremente. Nanashi les obligó a mantenerse en silencio hasta que estuvieron seguros de que se habían alejado. Luego suspiró y dijo:

No quería hacerlo, pero tendremos que continuar un trecho así. Sí, Primavera, sé quién es Diablo o que tiene a ese hechicero a su lado. No intentaremos entrar volando. Pero ahora sabemos que Maléfica quiere abandonar la montaña…

¡Ya será tarde para entonces!

Lo sé. Hay que intentar que salga antes. No me mires así, Primavera; Maléfica no irá directamente al castillo. Teme al hierro y está lleno de él. Esperará a que sus orcos le despejen el camino. Agarraos. Vamos, Garuda.

Salieron disparados y, al ser tan pequeños, el viento no silbaba, sino que rugía en sus oídos. Las plumas de Garuda eran resbaladizas y en más de un momento o un giro debieron creer que saldrían despedidos y caerían durante una eternidad antes de dar con el suelo.

Al menos disfrutaron de las vistas. Pudieron ver el inmenso ejército que avanzaba sin pausa hacia el castillo de Huberto. En la retaguardia llevaban torres de asalto y largos carros probablemente con otros instrumentos de asedio. Sin alejarse del bosque y manteniéndose lejos dejaron atrás el ejército y también sobrepasaron la Fortaleza Negra, que sin duda le traería gratos recuerdos a Tristan.

Fue poco después cuando la luna iluminó su destino.

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Garuda comenzó a ascender. La Montaña estaba situada en una pequeña sierra. Vieron los restos de una ciudad a sus pies y un camino que ascendía hacia la Montaña, que era ridículamente picuda y grande. Quizás antes no fuera así. Nanashi parecía ponerse enferma y furiosa de solo mirarla y, para sorpresa de sus aprendices, bajó la mirada y parpadeó para contener… ¿lágrimas?

Bien pudieron tomarlo por una ilusión —o porque el viento se le metiera en los ojos— porque cuando levantó la cara volvía a parecer la misma Dama de Hierro de siempre.

Descendieron antes de llegar al puente y bajaron hasta el inicio de la rocosa cima. La base del Castillo quedaba muy, muy lejos, sobre todo teniendo ese tamaño. Garuda aterrizó en una roca e inclinó un ala para dejarles resbalar por ella. Nanashi le acarició el cuello y le indicó que se llevara los caballos, a los cuales Primavera encantó para que recuperaran su tamaño cuando Garuda los dejara en el suelo.

En cuanto a ellos…

Si daban la vuelta a la roca verían que había una entrada enrejada y protegida por goblins. Seis de ellos, para ser más concretos. Tenían un par de antorchas y gruñían y dormitaban, pero si se acercaban sin más, probablemente lo notaran. Daban la espalda a la reja.

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La situación era sencilla: podían entrar siendo pequeños sin tener que acercarse a la palanca que guardaba uno de los goblins —un arquero—. Era arriesgado porque con ese tamaño era difícil que sus hechizos hicieran daño, pero quizás consiguieran colarse más allá de la reja sin llamar la atención.

La otra opción era hacerse grandes y atacar con todas. Uno de los goblins tenía un cuerno, pero podían intentar destruirlo antes de que lo tocara. También un lancero se encontraba cerca de unas estrechas escaleras pegadas a la pared, así que sería mejor intentar evitar que escapara.

En total había tres arqueros, un espadachín y dos lanceros. Tres no les llegarían ni a la cintura a los aprendices con su tamaño corriente.

Nanashi, para sorpresa de todos, hizo callar a Primavera, se cruzó de brazos y observó a los aprendices tras hacerles un gesto para que se encargaran del asunto. ¿Los estaba poniendo a prueba?

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Podéis dar indicaciones a Primavera si queréis que os haga crecer o no, pero en principio no hará más.



****
Victoria y Celeste


Heike respondió a la pregunta de Celeste:

Es fácil, irá al frente del ejército y es el único orco que no viste como si acaba de salir de un baño de estiércol. Melkor es pelirrojo y le gusta hablar como si fuera algo más que un asqueroso mestizo y no sabría decirte su punto débil. Es hábil con la espada, el arco y un buen jinete de huargos. Supongo que su mayor problema es que se trata de un lobo solitario pero de poco nos sirve cuando va a haber una muralla entre ambos—gruñó la capitana, aunque no parecía estar irritada con Celeste, sino que la valoró con cierta aprobación.

Seguramente lo recordaría más tarde.

*



Después de convencer a Celeste de que la acompañara, Victoria se dirigió hacia la más alta torre del castillo. Este estaba en silencio en los pisos superiores, aunque de abajo les llegaba un constante murmullo, el golpeteo del trabajo en la fragua, así como discusiones y algún que otro llanto. De tanto en tanto pasaba una pequeña patrulla de soldados, que susurraban entre ellos apesadumbrados. No les fue difícil esquivarlas, ya que ninguna esperaba que alguien estuviera desperdiciando las últimas horas de sueño tranquilo o de estar con la familia paseando por el castillo.

Con todo, cuando llegaron a la base de la torre quizás se dieron cuenta de que alguien las seguía. Alguien un poco torpe, no muy alto y que se escondía tras las columnas y las esquinas, asomando la cabeza sin quitarles el ojo de encima.

La puerta estaba cerrada, pero con un toquecito de la Llave Espada podrían abrirla sin problemas.

Escucharon cómo unos pies descalzos se arrastraban a sus espaldas, en el recodo inmediato, y que la luz de la luna proyectaba una figura alargada en el suelo.

¿Seguían adelante o se detenían a ver? Si querían hablar mejor que lo hicieran en voz baja; había mucho eco.


Fecha límite: domingo 17 de enero
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Suzume Mizuno
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