[Reino Encantado] Espinas Negras

Trama de Nikolai, Victoria, Ban, Saito + Celeste y Aleyn

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Ronda #3 - Espinas Negras

Notapor Astro » Dom Ene 17, 2016 9:13 pm

Hay que seguir adelante, esconderse en la aldea no es seguro. Los caballos se espantarían con la presencia de los huargos. En el bosque aún tenemos posibilidades de perderles de vista. Si no encuentran nada, no tardarán en regresar al pelotón.

Da igual que no encuentren nada. Los huargos pueden seguir nuestro rastro. ¡Primavera!

Con la orden de Nanashi, lo normal habría sido que la hada azul hiciera algo, pero no llegó a ocurrir nada. Ban seguía agarrado con todas sus fuerzas al caballo, rezando por no caerse, mientras avanzaban a toda velocidad dirección al bosque. El problema, sin duda, era el mencionado: no podrían evadir el olfato de los huargos. ¡¿Entonces qué podían hacer?!

Todo fue a peor, porque los chuchos gigantes eran más rápidos que sus caballos. Les alcanzarían en poco tiempo, y dio por hecho que tendrían que luchar para evitar que dieran la voz de alarma. Pero, en cuanto llegaron al bosque, Primavera actuó. Con un movimiento de la varita del hada, todo empezó a dar vueltas alrededor de Ban. Por un momento llegó a pensar que echaría la papilla, con la sensación de que todo se volvía más y más grande por donde fuera que mirase.

¿Qué demonios...?

Los caballos acabaron cayendo al suelo, y con ellos los aprendices. Ban se levantó torpemente, mirando a su alrededor con cara de susto mientras se esforzaba por comprender lo que ocurrían. ¡Les habían encogido! Parpadeó repetidas veces, incapaz de creérselo al principio, y preguntándose cuánto medirían ahora. Muy poco, desde luego.

¡Rápido!

Dio un brinco ante el grito de Nanashi, volviendo a la realidad. Garuda ya se encargaba de los caballos, y el resto estaba subiendo sobre el fénix a la vez que el sonido de los huargos se hacía cada vez más y más cercano y ensordecedor. Ban se unió a los demás, agarrándose como bien pudo al ave aunque casi no fue lo suficiente, ya que cuando emprendió el vuelo casi salió él volando por el temblor que provocó. Se refugiaron en una rama alta, con Primavera durmiendo a los caballos para evitar que hicieran ruido o se soltaran. Guardaron silencio, mientras los huargos llegaban hasta donde ellos estaban segundos antes.

¿Han perdido el rastro?

Los chuchos dejaron de moverse al no poder seguir el olor, provocando el desconcierto de los orcos que los montaban. Uno incluso clavó su lanza en la rama cercana a donde se encontraban los portadores escondidos, fallando por suerte para ellos.

Eso parece ¿Buscamos?

¡Para qué! ¡Sólo eran dos caballos y aunque avisen ahora a los humanos no podrán hacer nada! Ya comeremos carne cuando lleguemos a la ciudad.

Ban soltó un suspiro de alivio. Si se marchaban, podrían continuar su camino.

Carne fresca y jovencita, aunque estarán un poco secos después de pasar tanta hambre… Melkor y Grishnak dicen que la ciudad caerá en un par de días. Puede que la propia Señora venga a llevarse a la chica. O al príncipe. Ojalá nos deje dar un mordisco a ese rey…

A la brasa estaría delicioso, pero prefiero a los niños.

Se fueron, para júbilo de Ban, que pudo relajar las manos y estirarlas un poco. Le dolían de tanto agarrarse al pajarraco de Nanashi.

Qué majos —comentó, cuando el peligro ya había pasado.

No quería hacerlo, pero tendremos que continuar un trecho así. Sí, Primavera, sé quién es Diablo o que tiene a ese hechicero a su lado. No intentaremos entrar volando. Pero ahora sabemos que Maléfica quiere abandonar la montaña…

Qué. No cayó en la cuenta de eso en el momento, más preocupado de que los orcos les descubrieran con este tamaño tan ridículo, pero ahora que lo pensaba... Habían dicho que Maléfica se marcharía de la Montaña. Oh, ¡demonios!

¡Ya será tarde para entonces!

Lo sé. Hay que intentar que salga antes. No me mires así, Primavera; Maléfica no irá directamente al castillo. Teme al hierro y está lleno de él. Esperará a que sus orcos le despejen el camino. Agarraos. Vamos, Garuda.

Vale, todavía tenían tiempo. ¿Pero cuánto? Se mordió el labio inferior, dándole vueltas a la cabeza al tema, aunque tuvo que agarrarse a toda prisa a Garuda cuando el fénix alzó el vuelo de nuevo. No le hacía ninguna gracia la decisión de Nanashi de que mantuvieran aquel tamaño, pues se sentía más vulnerable que de costumbre. ¡Encima, otra vez había sido obra de Primavera! Parecía estar cogiendo la costumbre de cambiar su aspecto... Y eso que ni siquiera le había reconocido, o eso esperaba él.

Si el viaje en caballo fue incómodo, el vuelo sobre Garuda fue muchísimo peor. El viento atronador, el frío, y el temor de caerse en cualquier momento mantuvieron a Ban encogido, agarrado cual garrapata al animal, rezando todo lo que sabía por no soltarse sin querer. Por dentro, le daba vueltas al tema de perder la oportunidad de poder hablar con Maléfica, de estar haciendo todo este viaje para nada... En resumen, estaba hecho un manojo de nervios.

Casi no prestó atención al paisaje, salvo cuando pasaron por encima de la Fortaleza Negra. Se le encogió el corazón al verlo: conocía ese lugar bien, no lo olvidaría nunca. Apartó la mirada al poco, no queriendo recordar lo que sucedió allí y que tan presente había estado en su mente desde que llegaron.

Por suerte, pronto consiguió algo nuevo en lo que centrarse: la Montaña Prohibida se abría frente a ellos, iluminada por la luna como si de un foco se tratase.

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Se le hizo un nudo en el estómago cuando el ave empezó a descender. Estaba tan cerca que incluso pudo notar la presencia de la hada oscura en el interior de aquel castillo de aspecto tan.. acogedor. O eso, o estaba más paranoico que de costumbre y eran paranoias suyas, lo cual era muy probable.

La mayor sorpresa fue cuando, al mirar de reojo a Nanashi, le pareció verla llorando. Fue un instante, pues al volver a mirarla estaba tan serena como de costumbre. Pudo ser una imaginación suya, pero dado que Ban sabía que Nanashi tenía una historia larga con este mundo, dio por hecho que él no era el único afectado por el lugar. Irónicamente, le hizo sentir un poco mejor.

Garuda aterrizó en el inicio de la rocosa cima sobre la que se alzaba el Castillo, inclinando un ala para que los pasajeros pudieran deslizarse por ella para bajar. Ban se dio prisa para bajar de los primeros del pájaro y dio la vuelta a la roca, fijándose en los goblins que custodiaban una entrada. Con su tamaño normal, no habrían resultado una amenaza seria, pero en la actualidad, podían ser muy peligrosos, sobre todo si llamaban a más.

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Apretó los puños, consciente de que estaba apunto de hacer una tontería. Pero necesitaba hacerla. Sin mediar palabra con nadie, sin esperar órdenes ni señales, y aprovechando que Garuda se estaba marchando con los caballos, echó a correr en dirección a la entrada.

Necesitaba respuestas. Pasó mucho tiempo intentando olvidar todo lo que le había ocurrido en sus viajes, negando haber sido un portador de la llave espada. Pero ahora que Villa Crepúsculo ya no estaba y había regresado a Bastión Hueco, debía afrontar la realidad. Volvía a ser un portador, pero algo fallaba. La oscuridad de su interior, el estado de su corazón, y el motivo de que le salvara... Maléfica tenía las respuestas. Y debía encontrarlas antes de que fuera tarde.

Sabía que Nanashi no lo aprobaría, ni mucho menos Primavera o los otros dos tontos (también conocidos como Nikolai y Saito), así que por eso se marchó solo hacia delante. Corrió a toda prisa, nervioso pero decidido, y cuando estuvo a una distancia prudente con los goblins, invocó su Llave Espada y se aplicó un Tenue sobre si mismo. A pesar de que con su tamaño ya era muy difícil que le vieran, prefirió no correr riesgos.

Temía que Nanashi o alguno de los otros le alcanzaran para detenerle, así que se le ocurrió la idea de ponérselo un poco difícil a los de detrás si intentaban pasar a escondidas como él. Sin detener la carrera, y con mucho cuidado de no acabar pisado por ninguno, al pasar al lado de un goblin le haría un corte con la Llave Espada en horizontal según corría, aplicando fuerza y sin llegar a detenerse. Sabía que no le haría casi daño, pero su intención era la de captar su atención y la de los que le rodearan para que se movieran y miraran al suelo. Con suerte, serviría para retrasar un mínimo a los de detrás.

Por lo demás, Ban seguiría hacia delante, utilizando Doble salto si era necesario para pasar algún obstáculo que hubiera en el camino. Su objetivo era internarse lo máximo posible en el castillo, buscando cualquier señal de dónde pudiera estar Maléfica. Incluso intentaría probar a ver si su oscuridad interior le guiaba a algún lado, por probar que no quedase.
Evitaría ir por el centro, prefiriendo las esquinas para no ser descubierto (o pisado) con facilidad, y reutilizando Tenue si fuera muy necesario por la presencia de goblins u orcos.

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▪ Tenue (HM) [Nivel 7] [Requiere Poder Mágico: 13]. Vuelve invisible al objetivo temporalmente.

▪ Doble salto (HC) [Nivel 3] [Requiere Elasticidad: 4]. El usuario es capaz de saltar mucho más alto que los demás, alcanzando lugares más inaccesibles.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor H.S Sora » Dom Ene 17, 2016 9:32 pm

No sabía cómo, pero había acabado cabalgando con el aprendiz de Bastión Hueco —que con una curiosa presentación se había hecho llamar Tristán fon Fabre— y escuchando la curiosa respuesta de la hada rechoncha y azulada. Si que es cierto que, sin base, los enemigos estarían desperdigados, aunque tanto descontrol como para rebelarse... tampoco les sería un problema si arrasaban con el castillo del rey Huberto antes de que nosotros tomásemos su fortaleza.

Por supuesto, me guardé el comentario para mis adentros. No quería molestar a la Maestra Nanashi, ni tampoco quería añadir que si la Montaña nunca había sido conquistada sería por algo. Pero teníamos que hacer nuestro objetivo posible a cualquier precio.

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Guiados tan sólo por la luz de la luna y de las estrellas, aquellas enormes criaturas estaban recortando distancias por momentos. Y lo mejor de todo era que, aunque fuésemos al bosque, podían seguir nuestro rastro... ¿cuál era el plan entonces? Si eran más veloces y podían continuar persiguiéndonos acabarían por dar con nosotros tarde o temprano. Y por cómo podía escucharles, no tardarían mucho.

Llegamos a los primeros árboles cuando una extraña sensación me hizo querer vomitar. No tuve tiempo para preocuparme por ello, ya que antes de poder siquiera imaginar que pasaba, tuve que utilizar mis manos a modo de amortiguador para no golpearme la cara contra el suelo. Apenas me había levantado de aquella inusual caída cuando miré a mi alrededor con una mezcla de asombro y horror.

Todo era gigantesco, todo menos nosotros. O aquello era cosa de la hada, o habían encantado el bosque, no sabía cuál de las dos opciones me daba menos pavor. Un Garuda que se me hacía del tamaño de un Bégimo apareció de golpe, y tras coger a los caballos agachó el cuello y una de sus alas.

La confusión en mi cabeza por el repentino decrecimiento al tamaño de un guisante me hizo dudar acerca de qué se suponía que teníamos que hacer ahora.

¡Rápido!

Miré a la Maestra Nanashi a tiempo de verla subirse al cuello de su mascota y corrí en su dirección, aún mareado. Con toda la entereza que pude al escuchar el ensordecedor sonido de nuestros perseguidores, utilicé como apoyo el ala de Garuda —con ese tamaño no creía que fuese a hacerle daño— y finalmente me subí a su cuello, agarrándome con fuerza. Algo me decía que estábamos a punto de alzar el vuelo.

Volví a recuperar el pulso tras aterrizar en la rama de un árbol, la mujer de azul se encargó de dormir a los animales —cuya reacción había sido el siguiente nivel a la que había tenido— y Garuda se limitó a permanecer quieto. El silencio volvía a reinarlo todo; al menos hasta que aquella especie de lobos gigantescos llegaron frenéticos. Se habían parado, o eso parecía.

Casi tuve que taparme la boca para ahogar una exclamación de sorpresa cuando el filo de un arma se quedó a escasos centímetros del ojo del animal.

¿Han perdido el rastro?

No había tenido tiempo de fijarme que sobre los lobos se erguían unas enormes y feas criaturas que reconocí a pesar de no haberme llegado a topar nunca con ninguno: orcos.

Eso parece. ¿Buscamos?

¡Para qué! —La risotada que dejó escapar retumbaba en mi pobre y diminuta cabeza—. ¡Sólo eran dos caballos y aunque avisen ahora a los humanos no podrán hacer nada! Ya comeremos carne cuando lleguemos a la ciudad.

Hijo de puta...

Carne fresca y jovencita, aunque estarán un poco secos después de pasar tanta hambre… —El que hablaba forzó a su montura a dar la vuelta, a pesar de que seguía mirando en nuestra direccción.—. Melkor y Grishnak dicen que la ciudad caerá en un par de días. Puede que la propia Señora venga a llevarse a la chica. O al príncipe. Ojalá nos deje dar un mordisco a ese rey…

A la brasa estaría delicioso, pero prefiero a los niños.

Se empezaron a alejar. De mientras, pensaba con anhelo que al volver al castillo esperaba encontrarme las cabezas de aquellos dos monstruos separadas para siempre de sus horrendos cuerpos. La defensa lo haría bien, o eso quería pensar...

No quería hacerlo —irrumpió Nanashi tras asegurarse que ya no estaban—, pero tendremos que continuar un trecho así. Sí, Primavera, sé quién es Diablo o que tiene a ese hechicero a su lado. No intentaremos entrar volando. Pero ahora sabemos que Maléfica quiere abandonar la montaña…

¡Ya será tarde para entonces!

Lo sé. Hay que intentar que salga antes. No me mires así, Primavera; Maléfica no irá directamente al castillo. Teme al hierro y está lleno de él. Esperará a que sus orcos le despejen el camino. Agarraos. Vamos, Garuda.

Oh, mierda.

Apenas tuve tiempo de agarrame con todavía más fuerza al plumaje del animal cuando este salió volando.

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Durante un rato mantuve los ojos cerrados intentando concentrarme en aguantar subido a Garuda, pero entre que el viento no dejaba de soplar en mi oído con la fuerza de un huracán sumado al hecho de que las plumas de la mascota de Nanashi eran muy escurridizas y que volaba con una temeridad que me hizo pensar que me caía en más de una ocasión, me hizo abrirlos y mirar abajo.

Contemplé que tan hermosa sería mi caída, porque si alguien estaba destinado a caerse, iba a ser yo. Siempre podía usar el Glider, o así trataba de calmarme ante la sensación de peligro constante. Lo bueno de estar a aquella altura era que podíamos verlo prácticamente todo sin que por el momento nos viesen. Incluido el enorme ejército de Maléfica, que seguía dirigiéndose hacia su objetivo.

Solo de pensar en que todos los orcos debían de tener aquellos instintos tan desagradables y repulsivos me entraron ganas de volver a vomitar. Por suerte parecía que ya estábamos llegando a aquella fortaleza inexpugnable, la Montaña Prohibida.

A pesar del nombre, no me había imaginado así el lugar: aquel castillo iluminado por la luna me resultaba un espectáculo peculiar y caótico. Se encontraba en una de las sierras más altas, y el acceso al extravagante lugar quedaba limitado a un caminito que parecía surgir de los restos de una ciudad... tenía la sensación de que aquellos restos debían ser el pueblo que vivía ahí antes de que Maléfica se hiciese con el control de todo aquel sitio.

No podía quitarle méritos a la bruja por haberse hecho con la montaña, ahora que la veía entendía por qué expugnarla no sería tarea fácil. Miré a Nanashi sin saber todavía cuál sería su plan para destruir o tomar la famosa Montaña Prohibida, y entonces me pareció ver como la Dama de Hierro había bajado la cara para... ¿llorar? Debieron ser imaginaciones mías, ya que al levantar su rostro no encontré abismo alguno de mi descalabrada teoría.

Tampoco recordaba la última vez que había visto a Nanashi llorar, si es que lo había hecho alguna vez.

Garuda aterrizó al poco rato, dejándonos resbalar por una de sus alas para pisar al fin tierra firme. Al hacerlo y ver lo lejos que quedaba nuestro objetivo, me entraron ganas de volver a subir a Garuda y que diese todas las vueltas de campana que le diese la gana pero que nos dejase más cerca por Dios, con aquel tamaño tardaríamos años en llegar. Pero el animal se había ido, llevándose consigo a los caballos.

La situación empeoraba por momentos.

Y por si fuera poco, tras acercarnos lo suficiente pudimos comprobar como la entrada por la que teníamos que ir estaba “protegida” por otro grupo de criaturas desagradables armadas, aunque eran diferentes de las que habíamos visto montadas sobre los huargos, no serían mucho más altos que nosotros si tuviésemos nuestro tamaño real.

Miré inquisitivo a Nanashi, pero esta se limitó a devolverme la mirada tras cruzarse de brazos y hacer callar a la mujer mágica. Nos hizo un gesto que interpreté como “a ver como os encargáis de esto”, lo que me faltaba, una evaluación.

Habría que intentarlo, por lo que analicé la situación.

A pesar de que daban la espalda a la reja, el problema era fácil de ver: si intentábamos colarnos en nuestra condición actual quizá pudiésemos llegar lejos sin llamar la atención... ¿pero y si nos pillaban? Lo mejor sería que le pidiésemos a la hada Primavera que nos devolviese a nuestro tamaño y pelear. No parecían ser guerreros experimentados ni feroces, había dos para cada aprendiz y solo había que preocuparse de uno que llevaba un cuerno con el que supuse que podría alertar a sus compañeros y otro que estaba muy cerquita de una escalera.

Sonreí, tenía el plan perfecto para acabar con aquellos dos, y de aquella manera el combate podría ser incluso sencillo. Miré a mis compañeros para comentar la estrategia y... me cagué en la puta. ¿Dónde coño se había metido Tristán? ¿Y a dónde cojones iba Nikolai? ¿Es que todo el mundo se había puesto en mi contra aquel día?

Busqué apoyo en la Maestra y le hice exasperado una señal en la única dirección por la que se había podido ir el aprendiz de Bastión Hueco y la misma por la que estaba yendo el adepto de Tierra de Partida.

Esto no puede ser una buena idea...

Suspiré, mientras me intentaba camuflar en las sombras para pasar todavía más desapercibido. Avanzando rápido y sigiloso. Yo solo no podía luchar contra todos ellos y además evitar que ninguno llamase a sus compañeros o escapase, por lo que tendría que seguir a mis compañeros; los guardias no parecían muy avispados, por lo que quizá incluso conseguía pasar si avanzaba sin hacer mucho ruido.

Intentaría entrar por cualquier hueco que la puerta rejada me lo permitiese, y en el caso de que alguno de los goblins me pillase en el acto, no dudaría en usar mi Baile de Sombras para tomar impulso con mi propia sombra para entrar más fácilmente y correr como alma que lleva el diablo una vez dentro.

Tenía que salir bien.

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Saito se va con su estado reducido por la puerta(?) Y si fuesen a pillarle, usaría Baile de Sombras para impulsarse al interior y salir corriendo. Dejo la habilidad por aquí:

Baile de Sombras (HM) [Nivel 10] [Requiere Poder Mágico: 15, Afinidad a Oscuridad] El usuario concentra su poder mágico de tal manera que puede controlar y modificar la sombra de un objeto o persona (incluido él mismo) durante un turno. La sombra controlada puede modificarse para que adquiera otra forma diferente (garras, puntas afiladas...) para que esta salga a la superficie y ataque, pero no puede ser separada de su dueño. Debilidad ante ataques relacionados con la luz.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Denna » Dom Ene 17, 2016 10:13 pm

Desde siempre había odiado el silencio. Engullía como un monstruo invisible toda comodidad cuando estabas con alguien, dejándote angustiado, buscando desesperadamente algo de que hablar para no sentirte tan desamparado. Me ponía nerviosa con mucha facilidad, hasta el punto de que había llegado a darme cuenta —como si de una espectadora me tratara— de las pequeñas manías que sacaba a relucir a la más mínima ocasión: tamborileo de dedos, miradas rápidas y cortas a mi alrededor, pequeños tirones de pelo. Era curioso, casi como un juego, y todo derivaba del simple hecho de mantener la boca cerrada.

Jamás imaginé que la falta de silencio pudiera ponerme igual de frenética. A medida que Victoria y yo ascendíamos hacia la torre, nos llegaban desde fuera las distintas conversaciones, todas cargadas de tensión y aflicción; el ruido del metal afilándose en las fraguas, no muy lejos de nosotras. Lloros, y no sólo de niños. Agarraba el candil con tanta fuerza que no sentía la sangre llegarme a las yemas de los dedos. Y, pronto, mi propio corazón acompasó sus latidos al ritmo de los golpes constantes del hierro contra el acero.

No eran ruidos fuertes, ni siquiera se podrían considerar molestos, pero me entraron unas ganas horribles de volver a la habitación y enterrar la cabeza bajo la almohada hasta poder acallarlos todos.

Al final, no pude aguantarlo más:

¿Seguro que esto es una buena idea? —pregunté a Victoria. Mi voz resonó contra las paredes del castillo, y me apresuré a bajar el tono—. Quiero decir... está un poco oscuro, y yo definitivamente no tengo las capacidades curativas de Nithael. ¿Y si te caes?

Sólo con imaginarme a mí misma tratando de darle explicaciones a Nithael o al príncipe Felipe me entraba la risa histérica. Hice un esfuerzo por recomponerme.

Esto está mucho más alto de lo que parece.

Le hice una seña para escondernos de un grupo de guardias que pasaban patrullando. Al igual que los otros que nos habíamos encontrado, caminaban distraídos y susurraban entre ellos. Y, al igual que los otros, pasaron de largo. No podía culparles, ¿quién iba a estar centrado en vigilar el castillo en una noche como ésa? Sólo esperaba que, al menos en este mundo, no se hubiese colado ningún Villano Final tan cerca del rey.

Fruncí los labios, aún más sumergida en mi paranoia. ¡Lo que faltaba! Mira que había gente en Bastión Hueco, que tenían que mandarme a mí...

Odio ser yo quien lo diga, pero esta misión nos va a salir cara. —Suspiré, agachando la mirada—. Quizás nos saldría más a cuenta invocar los gliders y marcharnos cuanto antes, ¿no crees?

»Nadie quiere morir aquí.


Me sorprendió ver que no hablaba por hablar. En ese preciso momento, largarme no me sería muy difícil; Nanashi se había ido y Nithael estaba abajo. Y, de todos modos, ¿no era ya lo suficientemente fuerte como para regresar a París? Quizás nunca volvería a tener una oportunidad tan buena y eso sólo si sobrevivía a maña...

Abrí los ojos con espanto. Una sombra se extendía entre nosotras, muy cerca. Había estado tan concentrada en ahogar cualquier sonido con una conversación que no había notado que alguien nos seguía. ¡Idiota de mí!

Con el corazón a cien, le di un suave codazo a mi compañera.

Oye, Victoria...

Señalé con sutileza la sombra en el suelo y me llevé una mano a la empuñadura de una de mis dagas. Alcé tres dedos, y conté hacia atrás en silencio antes de girarme a encarar a nuestro sigiloso acosador.

Si hacía cualquier movimiento sospechoso, no me la jugaría y me abalanzaría sobre la figura empleando Centella. Con la daga muy cerca de su cuello y esperando una buena explicación.

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Sólo en caso extremo, que sigo siendo una noob.

Centella (HC) [Nivel 9] [Requiere Elasticidad 9; Velocidad: 12]. El usuario, usando el poder del Rayo, se impulsa rápidamente hasta quedar detrás de un enemigo y le asesta una estocada. La habilidad carece de efecto si los Reflejos del enemigo son superiores a su velocidad.

PD: edit porque, en efecto, soy una noob y no sé escribir.
Última edición por Denna el Lun Ene 18, 2016 12:03 am, editado 1 vez en total
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Drazham » Dom Ene 17, 2016 11:14 pm

La imagen que siempre había tenido de Nanashi era la propia de una mujer adusta y distante. Se acabó por acostumbrar a esa faceta bajo su tutela. Pero la mirada que le dirigió en ese momento era diferente, le sentó como un chorro de agua helada colándose por su espalda. ¿Qué podía esperarse? No iba a pretender que lo mirase con los mismos ojos que cuando formaba parte de Bastión Hueco.

Da igual que no encuentren nada. Los huargos pueden seguir nuestro rastro. ¡Primavera!

Fuera como fuese, acabó por ceder y trotar en dirección al bosque. Nikolai golpeteó los costados del caballo y se esmeró en seguirla de cerca. Echó un furtivo vistazo por encima de su hombro y no vio a los huargos por ninguna parte. Aun así, sabía que estaban cerca por el constante galope y sus aullidos. Cada vez que los escuchaba se le ponía la piel de gallina y se resistía a aporrear más a su montura para apremiarla.

Nada más atravesar el bosque y con los perros pisándoles los talones, estaba dispuesto a entablar combate si era necesario. Ni llegó a preparar su arma cuando ocurrió de sopetón.

Nikolai ahogó un grito al notar que él y su caballo se hundían en el suelo. También sintió un malestar en su estómago, y la vista se le emborronó. Perdió el equilibrio, dándose de bruces contra el suelo y escuchó a los caballos relinchar como unos condenados, lo que le obligó a levantarse de inmediato pese al mareo y las náuseas. Al recobrar la visión, le apabulló la inmensa maleza que le rodeaba, surgida de la nada. O eso creía.

¡Pero qué…!

Dio un respingo con el repentino centelleo, y se quedó de piedra con el inmenso Garuda (tuvo que alzar el cuello lo máximo que pudo para contemplarlo) que se les apareció delante de sus narices.

¡Rápido!

El grito de Nanashi le despertó de su ensimismamiento. No perdió el tiempo en preguntarse cómo demonios acabaron con ese tamaño tan ridículo viendo que la Maestra sobre la testa de su eidolon y que las pisadas de los huargos retumbaban con fuerza. Garuda ya se hizo cargo de que los caballos no huyesen despavoridos, por lo que se apresuró a escalar por las plumas del ave, y se aferró con saña a una al remontar el vuelo.

Una vez se detuvo, y bajo la seguridad del follaje, Nikolai se asomó para atisbar a los dos orcos que acababan de llegar, montados en sus respectivos huargos. Para su infortunio, uno de ellos encontró su rastro, y el orco alzó la vista a donde le señalaba el animal. Ni se vio venir el lanzazo que dio al aire, encogiéndosele el corazón del susto que le metió. Al menos solo quedó en eso, el arma no llegó a darle a Garuda.

¿Han perdido el rastro?

Eso parece. ¿Buscamos?

¡Para qué! ¡Sólo eran dos caballos y aunque avisen ahora a los humanos no podrán hacer nada! Ya comeremos carne cuando lleguemos a la ciudad.

Nikolai esbozó una mueca de aprensión. Oh, dios, no estarían pensando en…

Carne fresca y jovencita, aunque estarán un poco secos después de pasar tanta hambre…—«Monstruos…», maldijo que sus sospechas se hicieran realidad, y su aprensión se convirtió en repugnancia. Entonces, aguzó el oído al reconocer uno de los siguientes nombres—: Melkor y Grishnak dicen que la ciudad caerá en un par de días. Puede que la propia Señora venga a llevarse a la chica. O al príncipe. Ojalá nos deje dar un mordisco a ese rey…

A la brasa estaría delicioso, pero prefiero a los niños.

Se marcharon, y Niko dejó caer su cabeza en el plumaje del pájaro de puro alivio. Bien, un problema menos del que preocuparse.

No quería hacerlo, pero tendremos que continuar un trecho así. Sí, Primavera, sé quién es Diablo o que tiene a ese hechicero a su lado. No intentaremos entrar volando. Pero ahora sabemos que Maléfica quiere abandonar la montaña…

Gran punto. Que los orcos atacasen más pronto de lo previsto eran noticias pésimas para el reino de Huberto (quiso mandarle un mensaje de advertencia a Victoria, pero agarrado a Garuda le era imposible sacar el móvil). Por otro lado, si Maléfica salía de su escondrijo, conquistar la Montaña sería más sencillo. Eso, y que no quería ni verle en pintura la cara a esa bruja.

¡Ya será tarde para entonces!

Lo sé. Hay que intentar que salga antes. No me mires así, Primavera; Maléfica no irá directamente al castillo. Teme al hierro y está lleno de él. Esperará a que sus orcos le despejen el camino. Agarraos. Vamos, Garuda.

El eidolon batió las alas de sopetón y Nikolai casi se resbaló de la pluma que tenía bien aferrada, manoteando para no irse abajo. Ya en el aire y sobrevolando los cielos, el viento le abofeteaba con la fuerza de un coloso, por lo que tuvo que encogerse sobre sí mismo para restar resistencia frente a las continuas ráfagas que le azotaban. ¡Era peor que montar en el dichoso caballo! Ahí al menos no temías que te fueses volando por los aires con cualquier descuido.

De vez en cuando, se atrevía a echar un vistazo a las colinas del fondo, por las que se divisaban las largas tropas de orcos serpenteando. Distinguió lo que debían ser carromatos con útiles para asediar el castillo. Melkor parecía ir bien preparado para tomar el reino en nombre de su Señora; esperaba que Nith y los otros redujesen todas sus artimañas en nada y pudiesen hacerle frente.

Tras un buen trecho, Garuda llegó a las proximidades un monte escarpado, coronado por una estructura lúgubre y siniestra, acentuándose aún más su efecto visual bajo el manto de la noche. No hacía falta que le dijesen que su parada estaba justo allí.

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Cuanto más cerca estaban de la guarida de Maléfica, más le oprimía el pecho de la ansiedad, con su corazón golpeteándole con tanta fuerza que pensaba que se iba a marear. No era el único que lo estaba pasando mal, pues en un momento que viró la mirada hacia los demás, notó que Nanashi, la férrea e inmutable Nanashi, mostraba dificultades para reprimir su angustia. Incluso creyó ver por un momento en su rostro unos ojos al borde del llanto.

Pestañeó, sorprendido, por la triste escena, y Nanashi volvía a ser la de siempre. Echó un vistazo a los restos de la ciudad que rodeaban la Fortaleza Negra y se preguntó cómo sería aquel reino en el pasado. La Maestra tenía un pasado allí, y presenciar el desastre causado por la influencia de Maléfica le estaría revolviendo las entrañas.

¿Dedicarle unas palabras de ánimo? Ojalá… La conocía lo suficiente como para saber que eso la enfadaría, y ya tenía bastante con esperar la oportunidad idónea para tratar sus diferencias.

El fénix aterrizó en una roca y les dejó no muy lejos del puente que conectaba con la fortaleza. Una vez se bajaron, Primavera ondeó su varita hacia los adormecidos caballos, y Garuda na tardó en llevárselos lejos, en donde la magia del hada hiciese efecto en ellos y que no llamasen la atención.

Y nada más rodear la piedra, Nikolai se topó con los primeros contratiempos para seguir adelante: las criaturillas que vigilaban la entrada, de aspecto mucho más tosco y grotesco que los orcos, no llegarían a medir más de un metro. Claro que con su tamaño actual, eso era un detalle ínfimo.

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Antes de que Primavera hiciese nada, Nanashi la detuvo y les dedicó una de sus inquisitivas miradas. Nikolai arqueó una ceja y leyó sus intenciones. Les quería poner a prueba, incluso a él, para comprobar si eran capaces de apañárselas ellos solitos. Aunque repentino, eso le hizo sentir por un momento que ya no era un extraño en el grupo. Incluso llegó a pensar que si hacía un trabajo decente, la Maestra no lo vería con tan malos ojos.

Se quedó con la posición de los goblins, con el que llevaba el cuerno, y también con el que estaba apostado cerca de unas escaleras, tenía todos los elementos listos. Pero ni siquiera pudo llegar a urdir un plan en su cabecita cuando el chiquillo albino, Tristan, activó sus alarmas y pretendía avanzar por su cuenta.

Antes de que llegase a avisarle, el chaval desapareció en el acto, y Nikolai masculló un improperio en voz baja. ¡El puñetero Tenue! ¡Otra vez!

«Aaah, mierda…»

A freír gárgaras la estrategia. Si se empezaban a dispersar, librarse de los goblins sería tedioso. No le quedó otra que improvisar en el último momento y seguir adelante, bajo la seguridad que la oscuridad de la noche y las sombras que proyectaban las rocas le proporcionaban. La mayoría de los goblins estaban medio adormecidos, pero no se podía fiar. En cualquier momento que las sombras no le diesen cobijo o se expusiese a la luz de las antorchas que portaban, utilizaría el Impulso Efímero para pasar esos tramos sin ser detectado y llegar al otro lado de la verja sano y salvo.

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Impulso Efímero (HC) [Nivel 6] [Requiere Afinidad a Nada; Elasticidad: 10; Velocidad: 7]. El usuario se impulsa velozmente y se vuelve invisible durante unos instantes. Sin embargo, alguien con reflejos superiores a su velocidad podrá predecirle.

Si es necesario, lo utilizaría en más de una ocasión.
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[VK] Ronda #3 - Espinas Negras

Notapor Soul Artist » Lun Ene 18, 2016 2:21 am

¿Seguro que esto es una buena idea? Quiero decir... está un poco oscuro, y yo definitivamente no tengo las capacidades curativas de Nithael. ¿Y si te caes?

¡Qué me voy a caer yo, por favor!

El castillo estaba siniestramente silencioso, quitando la fragua y algún lamento lejano. La verdad es que no me gustaba pasearme por allí a altas horas de la noche antes del evento que se aproximaba: el ambiente era muy poco agradable y frío, tanto que pensaba que, de extender la mano al aire y cerrar el puño, acabaría agarrando un drama de Shakespeare. El nerviosismo de Celeste no ayudaba, pero era mejor que ir sola: podía hacerme la valiente y seguir adelante. Si estuviese sola ya hubiese dado la vuelta y me hubiese escondido bajo la cama.

Esto está mucho más alto de lo que parece.

¡Como debe ser! —Me golpeé el pecho, mostrando un orgullo falso—. ¡Aquí nada de medias tintas, o hacemos las cosas a lo grande o nos volvemos a casa!

Nos escondimos de un grupo de guardias y continuamos hasta llegar a la base de la torre. Celeste continuó lloriqueando sobre que debíamos volver, y yo admito que lo agradecía: si en cualquier momento quería retirarme sólo tenía que alegar que lo hacía por ella. Me rasqué un poco la nuca al darme cuenta de que aquello era muy parecido al comportamiento que tenía Ivan. No éramos tan distintos después de todo.

Cuando llegamos me dio un codazo mientras invocaba la Llave Espada para abrir la puerta. Di un golpecito a la cerradura y bufé, molesta por el golpe.

Oye, Victoria...

Que no, plasta, que no vamos a...

No, esta vez no se trataba de eso. Celeste me señaló a una sombra en el suelo y me quedé extrañada un momento antes de darme cuenta de qué se trataba: alguien nos estaba siguiendo. Tragué saliva pensando que se trataba de Nithael y que nos iba a echar la bronca. Y quise advertirla, pero...

Antes de que dijese nada, ya se había lanzado a atacar a la sombra misteriosa. Así, a lo bestia.
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Ronda 3

Notapor Sally » Lun Ene 18, 2016 2:31 am

La historia de Fauna no hizo sino confirmar la crueldad de Maléfica. Podía llegar a entender que deseaba un territorio que no le pertenecía —aunque fuera una visión que no compartiese en absoluto—; sin embargo, ¿qué necesidad había de hacer todo aquello, de tratar el cadáver de Nanna de aquella manera? Aleyn no podía llegar a imaginar siquiera lo que habría sentido Odín al descubrir lo ocurrido con su amada primero, y cómo no era capaz de derrotar a Maléfica después. Retirarse al bosque parecía la opción menos dramática de todas las que se le podían ocurrir.

Por otra parte, escuchar a Aurora contándole sus experiencias en el castillo era la mejor noticia que había recibido desde su regreso a Reino Encantado. Notaba cómo una sonrisa se abría paso hasta sus labios y, aunque la amenaza de Maléfica quedara acechando como una sombra en un rincón de su mente, cuando la muchacha se relajó del todo, su actitud se reflejó en Aleyn. No intervino más que para instarla a continuar —aunque apenas hizo falta cuando ella se soltó por completo— y para hacer algún breve comentario. Se alegró al saber que, al menos, aquellos últimos meses no habían sido solo penurias y amargura. Aquella muchacha se parecía más a Rosa y menos a la princesa Aurora y, por un momento, creyó recuperar aquellos momentos en los que él desconocía lo ocurrido en el reino de Stéfano y ambos paseaban por el bosque. Aunque, se recordó con tristeza, Aurora había tenido que soportar, ya entonces, el peso de su maldición.

¿Y tú? Has cambiado mucho. ¿Qué has hecho mientras estabas fuera?

Aleyn pensó en todas aquellas cosas que había llegado a ver y que Aurora no creería. Le habría gustado poder contarle alguna, pero la prohibición acerca de no revelar la existencia de otros mundos era firme, por lo que tuvo que optar por una versión mucho más escueta y aburrida.

He vuelto a practicar la magia, después de mucho tiempo —dijo con orgullo, aunque la muchacha no le había conocido cuando se dedicaba a ganarse la vida invocando llamas—. Y he proseguido con mis estudios sobre plantas.

Aunque hubiera querido explayarse más, no habría tenido tiempo para hacerlo, puesto que fue justo entonces cuando entraron en el bosque y Abel les indico que no hicieran ruido.

La gente de las Ciénagas ya no deja sus dominios, se han recluido todos dentro. Cualquier cosa que se nos acerque será enemiga.

«Qué perspectiva más halagüeña nos aguarda» se dijo Aleyn, a pesar de que haber imaginado cualquier otro escenario habría sido ingenuo y demasiado optimista.

El silencio que reinaba en el bosque, lejos de crear una atmósfera de calma, le producía escalofríos. Nunca era buena señal que los animales se acallaran, porque aquello solía ocurrir cuando tenían miedo y huían de aquello que les aterrorizaba. Ygraine, que de vez en cuando desaparecía entre los árboles y los matojos, olfateando de vez en cuando a su alrededor, parecía algo inquieto. Aunque Aleyn sabía que haría falta algo más que un ambiente de tumba y un algo que solo los animales habían parecido captar para que el zorro huyera. Se había arrojado en una ocasión contra Maléfica, y el aprendiz no recordaba haberse sentido más asustado que cuando ella había aparecido frente a la entrada de las Ciénagas. Estaba a la par con el día en el que sus llamas se habían vuelto contra él.

Percibo una fuerte magia hacia el oeste. Podría ser donde está Odín, aunque no comprendo, la música parece de origen féerico…

¿El tal Odín no es un hada?

Era diferente. Todas lo sabíamos, pero no podría especificaros en qué…

¿Así que ni tan siquiera conocían la verdadera naturaleza de Odín? Después de la explicación de Fauna acerca de cómo había ido a parar al bosque, Aleyn había dado por supuesto que se trataba de alguna clase de hada. Descubrir que no lo era exactamente le ponía nervioso. Resaltaba aún más el hecho de que no sabían con precisión dónde se estaban metiendo.

Después de aquello, ninguno pareció tener ganas de volver a romper la atmósfera de oscuridad y silencio. La luz que había invocado Fauna resultaba lo bastante potente como para guiar bien a los caballos y que Ygraine no tuviera que hacer brillar su pelaje, pero no lo bastante brillante para que el bosque dejara de resultar siniestro a ojos de Aleyn. Cada vez se hacía más patente la sensación de estar cabalgando a través de un cementerio, un cementerio donde iba muriendo la luz de la luna y los pocos sonidos que aún no los habían abandonado…

¡No os durmáis!—La voz de Fauna y, sobre todo, su magia, hizo que Aleyn se diera cuenta de que, efectivamente, había estado adormeciéndose—. ¡Esto es magia féerica! Debemos estar cerca de una barrera parecida a la de las Ciénagas.

Los animales lo notaban también, puesto que los caballos se pusieron nerviosos e Ygraine gruñó, tensando el cuerpo, antes de continuar avanzando con algo de reticencia. Cuando los árboles se abrieron, se encontraron con la visión de un gran muro, construido en piedra blanca. Aunque no se hallaba intacto, Aleyn sospechó que la grieta que se abría en su mitad no era tanto accidental como intencionada. Se trataba de un paso que le incitaba a recorrerlo, a pesar de que, al mismo tiempo, casi cada fibra de su ser se estremecía por culpa de la magia que lo rodeaba.

Deseaba alejarse de allí. Deseaba seguir el camino.

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¡Esto… esto es una prisión! Cualquiera que entre no podrá volver a salir. Al menos no sin ayuda del exterior…

¿Y dentro está Odín?

Quizás eso explique por qué nunca salió del Bosque. Tía Fauna, ¿dentro el tiempo corre de otra forma?

No, lo dudo, querida. No noto esa clase de encantamiento, aunque quizá habría sido mejor que Primavera viniera con nosotros para asegurárnoslo… ¿Cómo es posible que nadie haya encontrado esto antes? Quizás sólo puedan dar con este sitio quienes lo buscan…

No hay tiempo para ir a buscar a nadie.—Ygraine devolvió el gesto de cariño de Aurora dándole un lametón en la mano, y Aleyn casi sonrió mientras desmontaba—. Debemos entrar.

Ya con los pies en el suelo, observó detenidamente la construcción. Un lugar del que uno no podía salir sin ayuda del exterior —una ayuda de la que no disponían con seguridad— parecía estar escrito con las mismas letras que “trampa”. Quizás lo que se abría al otro lado era el cráter de un volcán activo, o un oscuro foso dentado con picas. Si en aquel lugar se respiraba magia feérica, y la propia Fauna había dicho que se trataba de una prisión, Aleyn podía imaginar que se trataba de una obra de Maléfica. Tal vez, como había comentado Aurora, ese era el motivo por el que Odín no había acudido en ayuda de nadie; el hada lo había atrapado en un sitio en el que podía torturarse con los remordimientos de no haber sido lo bastante fuerte para acabar con ella. Y si la Emperatriz del Mal estaba detrás de aquello…

Se mordió el interior de la mejilla. No podía fiarse de algo que le daba tantos motivos para recelar, así como tampoco podían quedarse allí sin hacer nada. El tiempo no les sobraba, precisamente.

Recopilando toda la información que conocemos, nos encontramos en el único lugar en el que Odín podría hallarse. —A pesar de que no se trataba de una pregunta, Aleyn miró a todos los presentes de uno en uno, tratando de confirmarlo de forma definitiva—. Por lo que deberíamos intentar explorar esta última opción que nos queda al máximo. En el castillo dijiste que Odín accedería a tu petición porque era leal al reino de tus primos, ¿no es cierto? —le preguntó a Aurora—. O, que al menos, te prestaría audiencia.

Quería mantenerla lejos de aquel lugar, donde tantas cosas podían salir mal —¿aunque dónde podían salir las cosas bien en Reino Encantado aquellos días?—, pero si lo que había dicho la muchacha era cierto, ella sería la única que podría hacer que Odín les ayudara. Aquel era el motivo que les había llevado hasta allí, por lo que tendrían que lanzarse a lo desconocido y esperar que la caída fuera amable.

Pero nunca sería capaz de agarrar a Aurora del brazo y decirle de forma tajante que se arrojara con él a lo que podía ser un suicidio. Menos después de haberle jurado a Felipe que la protegería.

Ignoramos lo que se alza al otro lado, si es que existe siquiera. Y desearía no tener que exponerte al peligro de esta manera, incluso si tu ayuda fuera indispensable. —Inspiró hondo—. De cualquier modo, nadie puede obligarte a nada; debes ser tú quien escoja el camino.

Se volvió entonces hacia Fauna.

Tengo confianza en que podrás deshacer el encantamiento. —Trató de emplear un tono reconfortante—. Por mi parte, dudo que mi magia sea de utilidad aquí fuera, porque nunca he estudiado cómo romper los hechizos formulados por otra persona. Así que entraré en la prisión e intentaré encontrar al caballero. Ygraine me acompañará. —«A menos que sea lo bastante inteligente como para huir de este lugar primero. »—. Abel, debo suponer que el príncipe os ordenó proteger a la princesa, por lo que imagino que la acompañaréis allí donde decida ir.

Entonces, si Aurora escogía acompañar a Aleyn, Fauna se quedaría sola en medio de aquel lugar, empleando toda su magia para tratar de romper el encantamiento. Si él entraba en la prisión sin compañía, pensaba que los otros tres estarían más a salvo, pero ¿cómo les haría saber si Odín requería la presencia de Aurora? No iba a ser capaz de enviar un mensaje desde el interior para avisarlos… No, debía dejar de pensar. Solo estaba malgastando el tiempo y sintiéndose cada vez más angustiado cuando más necesitaba tener la cabeza fría.

Así que dio un par de pasos en dirección al muro, buscando acelerar de forma indirecta la decisión de Aurora. Si decidía quedarse fuera, Aleyn se despediría de ella, prometiéndole encontrar a Odín y traerlo de vuelta, antes de desearles suerte a Fauna y Abel. Si decidía acompañarlo, viniera con ella Abel o no, la esperaría junto a la abertura.

De cualquier forma, Aleyn, seguido por Ygraine —que se demoró un poco más que su amo, olisqueando con desconfianza el muro—, se internó en aquel paso, rezando para que aquello no supusiese el final de su existencia.
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Ronda 4

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ene 19, 2016 4:53 pm

Aleyn


Aurora asintió cuando Aleyn le preguntó si Odín la escucharía pero, si se fijaba, notaría que ya no parecía tan convencida como antes.

De cualquier modo, nadie puede obligarte a nada; debes ser tú quien escoja el camino.

La princesa le miró fijamente y después asintió con la cabeza. Fauna no parecía confiar tanto como Aleyn en su capacidad de romper el hechizo, si bien asintió con firmeza aferrando su varita y retomando su tamaño normal. Abel desmontó con pesadez en el suelo y dijo:

Desde luego que voy a ir.

Aurora abrazó a su tía, que estaba muerta de preocupación, pero no impidió que la muchacha tomara su decisión. Después se apresuró a ir tras Aleyn.

*


Atravesar la barrera fue igual que pasar por debajo de una catarata. Doloroso, punzante y helado. La resistencia fue grande, pero aun así no imposible de vencer. Gracias a Abel, que los aferró a cada uno por un brazo —Aleyn podría coger a Ygraine— consiguieron seguir adelante, como luchando contra una poderosa contracorriente.

Aurora soltó un suspiro de alivio cuando aparecieron al otro lado.

Al mirar a su alrededor verían que estaban al otro lado del muro. El bosque continuaba y no parecía muy diferente, excepto porque la luna que brillaba en el cielo era mucho más grande y parecía que se fuera a caer sobre ellos de un momento a otro. No había estrellas.

Con todo, si se fijaban, al frente había la copa de un árbol especialmente grande y que parecía resplandecer incluso en medio de la noche con vida propia.

Aurora se cogió del brazo de Aleyn, algo asustada. Luego tragó saliva y exclamó:

¿Odín? ¿Caballero Odín?

No hubo respuesta. Abel se rascó la cabeza y chasqueó la lengua. Habría que ir a buscarlo. Los grillos canturreaban y parecía haber ciertos animalillos por los alrededores que, una vez se adaptaron a la intrusión, empezaron a moverse e incluso acercarse a olfatearlos, como una ardilla, que se plantó al lado de Ygraine.

Se veía que era un lugar tranquilo; no estaban acostumbrados a tener miedo. De pronto echaron a correr hacia unos árboles, de los que le llegó el sonido de unos pasos muy pesados que destrozaban ramas a su paso. Algo dorado resplandeció en medio de la noche y, de pronto, una figura que superaba los dos metros de altura apareció de entre los árboles. Los animales, que habían corrido a hacer un círculo a su alrededor, empezaron a retroceder con los pelos enhiestos y mostrando los colmillos.

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El caballero llegó al claro en el que se encontraban Aleyn y los demás, dándole la espalda a la gran copa del árbol, que debía encontrarse a unos veinte o quince metros de distancia.

Reconocería ese pulso de magia en cualquier sitio —dijo el hombre con una voz grave y reverberante al tiempo que desenvainaba una gran espada—. ¿Al fin Maléfica ha decidido terminar conmigo? Bien, llevaba mucho esperando. —Se plantó con la espada

¡Atrás, los dos!—ordenó Abel, cogiendo su espada y poniéndola al frente—. ¡No des ni un paso más!

Odín esbozó una sonrisa tranquila.

Pareces ser un digno espadachín. Acepto el reto.

¡No! ¡Caballero Odín, no venimos en nombre de…

No tuvieron tiempo, ni ella ni Aleyn, de hacer nada. Odín se arrojó sobre Abel y en un parpadeó se encontró sobre el capitán. Si este no hubiera interpuesto su gigantesca espada entre ambos, lo habría partido por la mitad. Abel era grande e impresionaba con su tamaño, pero al lado del gigantesco Odín no parecía más que una persona normal. Todos sus músculos se pusieron en tensión del esfuerzo por contener la estocada.

El impulso del ataque de Odín arrojó a Aurora y a Aleyn al suelo. La princesa se incorporó e intentó advertir de nuevo a Odín, pero este se movió a una velocidad imposible y asestó una patada a Abel en un costado que lo arrojó como si fuera una pluma contra el muro. El capitán tosió y se obligó a ponerse en pie y, de pronto, Odín ya estaba sobre él.

Era imposible, si se interponían entre ambos, morirían.

¡Caballero Odín! ¡ODÍN! ¡NO SOMOS TUS ENEMIGOS!—chilló Aurora, en vano.

Odín estaba demasiado centrado en Abel, el único al que parecía considerar un rival digno. Aurora se quedó horrorizada y se volvió hacia Aleyn.

¡Tenemos que hacer algo o lo matará!

Pero ¿el qué? Quizás si atacaba a Odín por la espalda daría unos segundos a Abel que podían ser vitales y, aun así, si fallaban… ¿Había otra forma? ¿Otras palabras? ¿O deberían huir e intentar encontrar algo que pudiera ayudarles?

En cualquier caso, Odín había reconocido la influencia de Maléfica en Aurora. Para Aleyn no sería muy difícil imaginar qué haría el caballero una vez acabara con Aleyn.

Debía decidir qué hacer.


****
Nikolai y Saito


Tristan, poco dispuesto a colaborar con sus compañeros, decidió que tenía cosas más importantes que hacer y se cubrió con un hechizo para pasar desapercibido junto a los goblins, a los que dejó un regalito a uno de ellos, que soltó un gruñido y se miró la pierna, donde sintió que había recibido un picotazo.

Tristan, entre tanto, se coló por la reja y salió corriendo. Saito y Nikolai fueron detrás de él. Primavera cuchicheó algo al oído de Nanashi, que no pudo más que asentir con una ceja arqueada.

Los tres aprendices se encontraron sumidos en la más absoluta oscuridad. No solo apestaba y se hundían en charcos que les llegaban a la cintura y que pronto los dejaron cubiertos de inmundicias —tener el tamaño de un ratoncito no era demasiado cómodo, no—. Suerte para el pequeño Tristan que no había luz, porque de lo contrario habría podido verse sin ningún problema una especie de fantasma negro avanzando a toda velocidad por el pasillo.

Poco después llegaron Nanashi y Primavera. La última parecía nerviosa por haber pasado entre goblins, pero la primera mantenía un aire tranquilo, como si solo estuviera dando un paseo por el parque. Además, su ropa debía tener alguna clase de hechizo, porque seguía tan blanca como si la acabara de sacar de la lavadora.

Les miró con frialdad, incluyendo a Saito, y no comentó nada de la ausencia de Tristan.

Luego encendió una luz realmente tenue pero que al menos les permitió ver por qué enormes baldosas, separadas unas de otras, avanzaban. Tendrían que dar pequeños saltos para no quedarse encajados en una.

Cuando hubieron avanzado lo suficiente como para que la luz de los goblins no se viera, Primavera los devolvió a su tamaño normal… A todos menos a Tristan, claro. Nanashi se apartó el pelo de la cara y dijo:

A menos que vayáis solos, hay personas que dependen de vuestras acciones. Esta nefasta forma de decidir las cosas podría acabar con vuestras vidas un día de estos.—Se acercó a ellos y siseó—: Poco me importan vuestros problemas. Habéis decidido venir los dos y tendréis que colaborar. Eso u ordenaré a Primavera que os petrifique y volveré a por vosotros cuando haya terminado con la misión, lo cual me dará todavía más trabajo, pero lo prefiero a esto. No quiero estorbos en mi camino. Ya sois suficiente mayores como para superar problemas de faldas sin parecer babuinos en celo.

Y continuó caminando. No les estaba echando la bronca por haber decidido no enfrentarse a los goblins, sino por no haber hablado entre ellos, lo cual habría sido lógico teniendo en cuenta que Tristan había desaparecido.

Parecía que si seguían así iban a conseguir que Nanashi terminara librándose de ellos más pronto que tarde. No habían superado la prueba. Primavera les lanzó una mirada de suficiencia y revoloteó detrás de Nanashi.

Empezaron a subir unas empinadas escaleras con cuidado para no hacer ruido. En algún momento, Nanashi cambió la luz blanca por un fuego, quizás para que los goblins no sospecharan demasiado hasta que se acercaran. Cuando llegaron al final de las escaleras se encontraron con una especie de galería con el techo en forma de arco. El agua goteaba por todas partes y el olor era indescriptible. Vieron restos de huesos humanos desperdigados como basura y también pesadas rejas que debían dar a prisiones donde se pudrían los prisioneros sumidos en la más absoluta oscuridad y rodeados de los chillidos de las ratas, que ahora huían de la luz.

Nanashi se detuvo y los aprendices harían lo mismo cuando escucharan un profundo gemido roto, grave, de un hombre. Parecía intentar hablar o puede que simplemente estuviera llorando.

¿Había un prisionero vivo?

Por culpa de lo largo de la galería era casi imposible distinguir de dónde venía el ruido; el eco resonaba en las paredes y confundía los ángulos de voz. Si se movían el chapoteo de su movimiento ocultaría todavía más cualquier señal.

Además, del fondo de la galería, a unos veinte metros de distancia, donde empezaban unas escaleras de caracol que los llevarían a un nivel superior, les llegaron unos pasos lentos y seguros, que no parecían para nada los de un goblin ni los de un orco.

Alguien se acercaba.

¿Qué harían? Había varias jaulas abiertas, que rechinarían un poco ante la presión si intentaban meterse dentro para ocultarse. Por otra parte, era muy probable que quien viniera ya hubiera visto la luz y supiera que había alguien… Pero quizás desde dentro de una jaula sería más fácil pillarlo por sorpresa. También había otra solución, que era la de buscar algún camino más seco y correr hacia las escaleras para derribar al intruso antes de que tuviera tiempo para reaccionar.

Por otra parte, cuanto más se movieran, más gemiría el hombre, como si estuviera aterrorizado.


****
Tristan



Tristan tenía un problema. Un problema gordo de narices.

Era tan pequeño que no podía subir las escaleras. Podría usar Doble Salto sí, pero en seguida se quedaría sin magia y parecían ser más de treinta escalones. En algunas partes había fracturas que quizá le sirvieran para trepar, pero tardaría una eternidad en subir. Seguramente se le pasó por la cabeza usar el glider y no sería mala idea si Nanashi no anduviese tan cerca, de modo que quedaba descartado.

Además, había otro pequeño detalle: estaba a oscuras. Casi no veía nada. Si encendía su móvil podría orientarse un poco mejor y examinar los alrededores del pasillo que a él le parecería gigantesco.

No parecía haber más salida que intentar regresar a la zona de los goblins y buscar otra forma de subir por… Otras escaleras. ¿Quizás aferrado a algún goblin que cambiara de guardia? También podía arrepentirse y llamar a gritos a Nanashi, antes de perderla de vista.

Y…

Unos ojillos resplandecieron en medio de la oscuridad, pero se mantuvieron a una distancia prudente por la luz. Contó cuatro pares. Tenía una compañía peluda y un poco desagradable. Una compañía que tenía que haber salido de algún lado.

Entonces fue cuando vio la entrada abierta en una esquinita. Por ahí se movían las ratas, que debían escurrirse por los entresijos del castillo. La buena noticia: allí no cabría ningún Sincorazón —encontrarse con uno en su estado sería terrible—. ¿La mala? Podía haber ratas dentro.

En cualquier caso, más le valía decidir rápido, porque su pequeña luz no alejaría por demasiado tiempo a las ratas y Nanashi pronto estaría lo suficiente lejos como para no escucharle.

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Tristan
VIT: 30/30
PH: 15/22

Nikolai
VIT: 30/30
PH: 28/28

Saito
VIT: 70/70
PH: 32/32



****
Victoria y Celeste


Cuando la figura se vio descubierta dio un respingo y salió corriendo. Celeste se arrojó sobre ella y vio una hermosa cabellera negra antes de tirar al suelo el pequeño cuerpo y ponerle un cuchillo al cuello. Suerte para ella que se dio cuenta en el último segundo de lo que estaba haciendo.

La niña la miró con unos enormes ojos llorosos, temblando de los pies a la cabeza.

¡Lo siento, lo siento! ¡Lo siento!

No era más que una niña pequeña, que contaría unos doce años, vestida con un camisón y que moqueaba del susto.

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Cuando le dieran la oportunidad, explicaría entre hipidos, restregándose la nariz, ligeramente afilada:

¡Es que… sabía que había un ángel y qu-quería verlo! ¡V-vi es-esas alas y-y pensé…!—Se restregaría los ojos, avergonzada y asustada—. L-lo siento. E-es que m-me despertó el sonido de un c-cuervo. D-dicen que son los aliados de M-Maléfica. P-pensé en pedir ayuda al a-ángel y c-cuando lo vi salir…

Se quedó mirando a las muchachas. Luego se fijó en las alas de Victoria y, tímidamente, se acercó un par de pasitos, rodeando a Celeste para no acercarse a ella.

M-me dijeron que había dos ángeles… P-pero pensé que las alas serían blancas…

La niña, que se presentaría como Charlotte si le preguntaban su nombre, se quedaría mirando arrobada las alas de Victoria. Se notaba que intentaba reprimir a duras penas el impulso de tocar las plumas metálicas.

¿Vienes de las Ciénagas? —preguntó—. Dicen que allí hay ángeles. Quiero decir, que tienen alas de plumas, no como las de las hadas. —Abrió las manos e imitó el movimiento de las alas—. ¿Habéis venido a protegernos de Maléfica para siempre? ¿Vais a matarla? —Los ojos le chispeaban de emoción.

La niña cuchicheaba, consciente de que estaban donde no debían, pero poco a poco iba a subiendo la voz, incapaz de quedarse quieta. Si seguían así, iban a descubrirlas. Entonces Charlotte se percató de dónde estaban y susurró:

¿Por qué queréis subir a la torre? Está prohibido. —Si le preguntaban por qué, se limitaría a encogerse de hombros y dirigirles una sonrisita pícara—. No lo sé. Mamá me ha dicho que no puedo subir porque el rey dice que está prohibido. Creo que guardan tesoros. Es imposible abrir la puerta por eso no hay guardias. Tiene un candado enoooorme.—Charlotte abrió otra vez los brazos, todo lo que pudo, para imitar el tamaño del candado. No era difícil imaginar que estaba exagerando—. Dicen que está protegido por magia, que las hadas de la princesa han sellado la habitación. Así que lo mejor sería que no estuvierais cerca porque os regañarán. Bueno —añadió mirando a Victoria de reojo— no creo que regañen a un ángel.

De Celeste no comentó nada, aunque parecía rehuirla y quizás si la chica se acercaba demasiado daría un respingo.

En cualquier caso, decidieran lo que decidieran hacer, Charlotte se pegaría a ellas. Diría que le daba miedo regresar sola a su cuarto y que no quería quedarse sin nadie, no la fuera a pillar una patrulla.

Ellas, por su parte, deberían decidir si seguir adelante. En teoría sus Llave Espadas podrían abrir cualquier candado o cerrojo, por encantado que estuviera, pero ya sería entrar en un lugar prohibido: ¿y si se enteraba alguien o las encontraba y se lo contaba a Nithael? No querrían quedar mal a sus ojos…

Aun así, estaban muy cerca y no parecía haber nadie por los alrededores, de momento, con excepción de Charlotte.

Si subían las largas, largas escaleras de caracol —con Charlotte persiguiéndolas y parloteando nerviosamente sobre lo peligroso que era estar ahí, aunque parecía emocionada como nadie y se cogería de la mano de Victoria para subir los empinados escalones— encontrarían el portón sellado.

El candado no era ni la mitad de grande de lo que había dicho Charlotte, pero aun así era impresionante. Si se acercaban podrían notar un suave pálpito proveniente del candado. ¡Sí que estaba hechizado!

¿Qué harían?


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No te cuento la habilidad, Denna, en temas de PH pero damos por sentado que casi la has completado



Fecha límite: sábado 23 de enero.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Ronda #4 - Espinas Negras

Notapor Astro » Vie Ene 22, 2016 3:47 am

¡Oh, demonios!

Ban le arreó un puñetazo a un escalón, frustrado —aunque se arrepintió al segundo, porque se hizo daño en los nudillos—. ¡Menuda idea se le había ocurrido! Porque claro, adelantarse al grupo para intentar buscar a Maléfica por su cuenta parecía una buena idea en el momento, pero no cayó en el detalle de que la magia de Primavera no se iría sola. Lo cual significaba estar atrapado en el tamaño de un ratón que no era capaz ni de subir un maldito escalón él solo sin ayuda. ¡Fantástico!

Nanashi y los demás pasaron por delante, consiguiendo que Ban se encogiera en un rincón por instinto para no ser visto. Aunque, para su sorpresa, se iban sin él sin siquiera buscarle. Frunció el ceño, sin estar seguro de si estaba enfadado o aliviado por aquello. Incluso una parte de su cerebro le gritaba a gritos que intentara captar su atención, ya que así al menos podría volver a un tamaño normal, pero... No había dado ese paso de adelantarse por su cuenta para nada. Pedir ayuda significaría tragarse la mirada —y posible charla— de reproche de la Maestra. No, debía seguir adelante si de verdad quería encontrar una respuesta por su cuenta. O eso se repetía él, tanto para auto-justificar sus actos como para intentar darse valor.

Podría usar el glider, claro, y atajar todos estos obstáculos, pero con Nanashi tan cerca se convertía en una opción muy arriesgada, pues dejó bien claro que no debían usarlos bajo ninguna circunstancia.

Soltó un largo suspiro, pensando lo más rápido posible una solución. Porque si el tamaño no fuese ya un problema enorme en si, estaba también el tema de que todo estaba endemoniadamente oscuro. ¡No se veía nada! Tuvo que recurrir a la luz de su móvil para iluminarse, aunque no sirvió de mucho porque sólo veía malas noticias: al hecho de que tardaría una eternidad en subir los escalones por su cuenta, se añadía que pronto tendría compañía. Ratas. ¡Ratas enormes! Dio un respingo al verlas, alejándose de un bote para poner cuanta más distancia posible mejor mientras contenía el repelús que le produjeron. ¿Podía ir peor el asunto?
Lo único positivo fue encontrar una posible vía para avanzar: una pequeña apertura en la piedra, en una esquina, donde parecía abrirse un túnel o un camino por el que podría caber con aquel tamaño. Aunque claro, tenía su lado malo, y era que estaba lleno de ratas. Genial.

¿Qué estoy haciendo...? —murmuró, mirando sus alrededores mientras decidía qué hacer.

Su mirada se paró en los goblins de la entrada, los que habían esquivado al entrar, y se preguntó si podría usarlos para algo. ¿Tal vez agarrarse a uno cuando cambiara de guardia para que le llevara al interior del castillo? No le convenció mucho la idea: igual acababa en el cuarto de baño de los goblins. O algo peor. ¿Y si... ? No, no, menuda locura, se dijo a si mismo, negando con la cabeza. ¿Lo era? Hizo memoria, recordando cómo pasó una tarde entera rodeado de goblins —y orcos y trolls— en la Fortaleza Negra y que algo sabía sobre ellos.

¿Para qué arriesgarse por un camino del que ni siquiera sabía adónde conducía o agarrarse a un goblin cual taxi que podría llevarle en la dirección contraria cuando podía pedir que le llevaran directamente hasta Maléfica? Sólo debía elegir las palabras correctas con la actitud adecuada y rezar para que los goblins siguieran siendo tan estúpidos como les recordaba.

Decidió arriesgarse, aunque cambió de opinión unas tres veces durante el recorrido de vuelta al otro lado de la verja — para simular que llegaba a la Montaña y que no pareciera que salía de ella—, pero finalmente optó por intentarlo. Debía darse prisa, o Nanashi y Primavera llegarían antes hasta el Hada Oscura y nada podría hacer él para hablar con Maléfica en privado.

Con la sensación de que podría vomitar en cualquier momento, hizo acopio de todo el valor que pudo y se preparó para tanto lo peor como lo mejor.

¡¡¡EH, VOSOTROS!!! ¡¡¡ESTOY AQUÍ!!!

Primer paso: captar su atención gritando con todas sus fuerzas para que llegasen a oírle. En el caso de que los gritos no fueran suficientes como para captar su atención inicial, recurriría a invocar la Llave Espada y clavarla en el pie de alguno. Pero debía ser rápido en seguir hablando, o le atacarían: estaría atento para esquivar cualquier reacción agresiva de primeras, continuando con los gritos para intentar que le entendiesen.

¡¡¡EH, CUIDADITO CON LO QUE HACÉIS, INÚTILES. ¿O QUERÉIS SER LOS RESPONSABLES DE EXPLICARLE A MELKOR MI DESAPARICIÓN?!!!

Segundo paso, mostrarse lo más autoritario y agresivo posible. Dejar claro que estaba muy por encima de ellos, aunque irónicamente su tamaño le hacía mucho inferior. Dio gracias por haber escuchado aquella conversación entre un orco y un goblin en el bosque durante su primera misión en Reino Encantado o que Primavera le dijese el nombre de Melkor como general de las tropas de Maléfica.

»¡¡¡HE SIDO HECHIZADO POR LAS HADAS ENEMIGAS, POR ESO TENGO ESTE REPUGNANTE ASPECTO!!! —De repugnante nada, pero tenía que hacer el numerito—. ¡¡¡PERO ES URGENTE QUE HABLE CON LA SEÑORA OSCURA!!! ¡¡¡TENGO INFORMACIÓN VITAL SOBRE EL ENEMIGO!!!

El último sería pedir que le llevasen hasta Maléfica, un camino directo hasta su objetivo. Muy arriesgado, desde luego, pero podría salirle muy bien... o terriblemente mal.

¡¡¡¿A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO?! ¡¡¡LLEVADME DE INMEDIATO ANTE ELLA, RÁPIDO!!! ¡¡¿O PREFERÍS SER LOS CULPABLES DE QUE LA SEÑORA NO RECIBA SU INFORME?!!

Vale, este era el punto vital. Ban no se fiaría ni un pelo de los goblins: si se mostraban agresivos o no hacían caso a sus palabras, no dudaría en volver a utilizar Tenue y salir escopeteado de allí, procurando esquivar los charcos con Doble salto para que no pudieran verle y así alcanzar el túnel de las ratas. Con la Llave Espada en una mano y el móvil en la otra para iluminarse, no le quedaría otra que arriesgarse a avanzar por allí (donde encima los goblins tampoco podrían seguirle), abriéndose camino como fuera posible —prefiriendo esquivar las rata a pelear con ellas—.

Si los goblins caían en su trampa, dejaría que le cogieran para que le llevasen al interior del castillo aunque sin bajar la guardia en ningún momento y quejándose y protestando si le hacían daño al cogerle, negándose a que le mantuvieran demasiado sujeto —asegurándose así una posibilidad de escapar si era necesario—. Si le pedían un nombre con el que anunciarle a Maléfica, diría «El aprendiz al que devolvió el corazón».
Pero claro, cabía la posibilidad de que aunque los goblins accedieran al principio, se encontraran con algún superior por el camino que les parase y exigiese respuestas. Probaría a decirle lo mismo que a los goblins, pero si no funcionaba y notaba la más mínima hostilidad, no dudaría en invocar el glider y salir pitando de allí. En ese momento darían igual las órdenes de Nanashi, porque ya estaría con el agua hasta el cuello.

Su plan estaba en marcha. ¿Locura o brillantez? Posiblemente lo primero.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor H.S Sora » Sab Ene 23, 2016 2:52 pm

Me estaba empezando a cansar de hacer de niñera, y eso que la misión apenas había comenzado. No había ni rastro del señorito fon Fabre. Y es que, ¿cómo hacerlo rodeado y cubierto de, literalmente, mierda, oscuridad y Nikolai? A veces me preguntaba qué criterio se utilizaba para decidir los aprendices que vendrían a una misión, pero a lo que daba vueltas en aquellos momentos era a dónde coño se había ido el aprendiz, aparte de a una muerta segura.

Dudaba entre si encender el móvil o la linterna que llevaba cuando llegó el séptimo de caballería —una sensación extraña me recorrió el cuerpo, a modo de mal presagio— y, gracias a una pequeña luz invocada por una impoluta Maestra Nanashi, pude orientarme a base de saltitos para no acabar encajado en una de las baldosas por las que avanzamos, Dios sabe por cuánto rato con aquel ridículo tamaño.

Le di con un murmullo las gracias a Primavera cuando ésta utilizó su magia para devolvernos a todos a la normalidad. Estaba tan concentrado pensando en si a Tristan también le habría afectado aquella magia que no me vi venir lo que se avecinaba.

A menos que vayáis solos, hay personas que dependen de vuestras acciones. Esta nefasta forma de decidir las cosas podría acabar con vuestras vidas un día de estos.—Miré dubitativo a Nanashi, para ver como se acercaba a Nikolai y a mí para susurrarnos—: Poco me importan vuestros problemas. Habéis decidido venir los dos y tendréis que colaborar. Eso u ordenaré a Primavera que os petrifique y volveré a por vosotros cuando haya terminado con la misión, lo cual me dará todavía más trabajo, pero lo prefiero a esto.

Aquello me sentó como una verdadera puñalada. ¿Me estaba reprochando a mí, que ni había tenido tiempo a decir nada antes de que los otros hubiesen salido escopeteados hacia el peligro? Me entraron ganas de vociferarle, diciendo que aquello era una mierda, que no había sido yo el que había arriesgado toda la misión por irme a explorar por mi cuenta. Pero me calmé, apretando los puños con fuerza. Era mi Maestra.

Continuó hablando.

>>No quiero estorbos en mi camino. Ya sois suficiente mayores como para superar problemas de faldas sin parecer babuinos en celo. —Prosiguió su marcha, el hada pareció aprobar todo lo que nos había dicho antes de ponerse a revolotear a su alrededor.

Casi podría decirse que había palidecido de golpe, si no fuese porque la sangre me hervía. Me habían entrado ganas de gritar, de golpear las paredes, e incluso me planteé la idea de si podría o no llevarme la cabeza de Primavera como trofeo al salir de allí.

No había derecho a que Nanashi hablase de aquella manera. Por muy racional que estuviese intentando ser. Ella mejor que nadie sabía lo que se llegaba a hacer por los seres queridos. Declaró una guerra por Ryota, por lo que todo aquello de su “asunto de faldas” me pareció, cuanto menos, denigrante por su parte. Pensaba que precisamente ella me entendería en una situación así.

No quería irme, ni acabar petrificado por la gorda de azul, por lo que me limité a agarrar del hombro a Nikolai con fuerza mientras le decía antes de avanzar:

Tregua. Temporal. No te tomes confianzas.

Si tengo la oportunidad de venderte a los goblins o de volar este sitio contigo dentro no dudes en que lo haré.

Avancé, siguiendo a Nanashi. Se hubiese visto: yo pidiéndole “paz” a Nikolai. Lo que hacía para demostrarle a Bastión Hueco mi lealtad y que merecía convertirme en Maestro me sorprendía cada día más.


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El viaje por las escaleras con las que nos habíamos encontrado fue silencioso. Aproveché el momento para tratar de relajarme y, de paso, poner en orden mis pensamientos y sentimientos. Siempre con la mirada fija en el tenue fuego que nos guiaba ahora... ni me hubiese llegado a percatar de que estábamos en una galería si no fuese por el penetrante y nauseabundo olor que entró por mi nariz; aquel lugar parecía ser una mazmorra o, al menos, tenía elementos que me hicieron pensar que podía ser una: jaulas y restos humanos.

Las ratas correteando parecían aprobar mi suposición.

Al principio, mi mente estaba tan embotada que pensé que era un chirrido provocado por las ratas, por lo que tuve la intención de continuar. Pero al ver que Nanashi se detenía, no tuve más remedio que hacerlo yo también. Luego llegué a pensar que se trataba del niño perdido, pero era demasiado grave como para ser suyo. ¿Podía quedar alguien vivo en un sitio como aquel?

Parecía intentar hablar, o quizá solo estaba llorando, pero lo malo era que aquella galería era enorme, demasiado. El eco me confundía, y al tratar de girarme no lo mejoré con el maldito chapoteo sobreponiéndose a los quejidos del hombre.

Mierda.

Y para acabarlo de arreglar, alguien se acercaba. El ruido de los pasos provenían del final de aquella galería, algo me daba muy mala espina. No parecían los pasos de criaturas como las que habíamos visto custodiando la entrada. Teníamos que elaborar un plan, y rápido.

A las jaulas —murmuré a Nikolai—. Intentaré ser el que llame la atención. Prepara un ataque sorpresa.

Le señalaría dos abiertas que estuviesen la una frente a la otra o, en el peor de los casos, contiguas. Entonces entraría en una, y dejaría la puerta entreabierta. Aquello debería bastar para llamar la atención si la persona que se acercaba ya se había percatado de nuestra presencia.

Suspiré, con una mezcla de resignación y nerviosismo cada vez que oía al hombre gemir, mientras trataba de no hacer más ruido y esperaba que no me descubriesen, si se daba el caso contrario quedaba en manos de Nikolai.

Nuestra tregua empezaba de una curiosa forma.

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Primero de todo, acciones y diálogos acordados con Nikolai~~
Y luego ya lo segundo, resumen de la estrategia: Saito y Nikolai se meten en jaulas que a ser posible estén la una frente a la otra. En la que entre Saito la dejará entreabierta para llamar más la atención.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Drazham » Sab Ene 23, 2016 10:32 pm

Tener el tamaño de un ratón le hizo ser consciente de que una vida en esas condiciones resultaba un auténtico suplicio. Cualquier obstáculo nimio se convertía en un abismo, y la expresión “estar de mierda hasta el cuello” cobraba un irónico sentido.

Pero se había arriesgado a pasar a hurtadillas entre los goblins, lo que conllevaba tragarse los ríos de agua sucia y otras porquerías que, por fortuna, la oscuridad ocultaba lo suficiente para no averiguar de qué se trataban. Si en aquel momento no se le pasaba por la cabeza estrangular al chaval que les obligó a tomar una decisión repentina y correr, fue porque sabía que él estaría pasando por la misma tortura. Cada vez que se hundía en un charco, la idea de que ahora mismo podría estar participando en un sencillo combate contra los goblins, limpio y sin apestar, le pinchaba con resquemor.

A la porra. Como tuviese la oportunidad, le arrearía un puntapié en el culo por su gran ocurrencia.

Nanashi llegó en un momento para alumbrarles con un sencillo hechizo de luz, tan impoluta que la envidia le corroía. Decir que traía consigo una cara de pocos amigos era quedarse corto: Tristan seguía sin dar señales de vida, y algo le decía que como no apareciese pronto, los reproches se los iban a comer ellos dos.

Tras atravesar el campo de enormes juntas gracias a la luz, y a una distancia prudencial de la entrada, Nikolai no se pudo sentir más seguro en su vida tras que Primavera les devolviese a su estatura normal. ¡Por fin!

A todos, salvo si Tristan debía estar a rango para que la magia del hada hiciese efecto, que seguía desaparecido. No le daría tiempo a preocuparse por ese granuja cuando Nanashi se les acercó con las intenciones que Niko se temía desde un principio.

A menos que vayáis solos, hay personas que dependen de vuestras acciones. Esta nefasta forma de decidir las cosas podría acabar con vuestras vidas un día de estos. —Nikolai echó el cuerpo hacia atrás, azorado, cuando la Maestra se les acercó. En efecto, la absurda idea de correr por sus vidas no le gustó ni un pelo—. Poco me importan vuestros problemas. Habéis decidido venir los dos y tendréis que colaborar. Eso u ordenaré a Primavera que os petrifique y volveré a por vosotros cuando haya terminado con la misión, lo cual me dará todavía más trabajo, pero lo prefiero a esto.

Se quedó quieto en el sitio, aguantando el chaparrón que les estaba soltando Nanashi, con la mayor cara de idiota que habría puesto en mucho tiempo (se imaginaba que si no era así, se le acercaría), y esforzándose en no apartarle la mirada de la vergüenza que estaba pasando. Porque, joder, ganas no le faltaron.

Mentiría si dijese que no tuvo el impulso de culpar a Tristan de ser el desencadenante de aquel desastre de incursión. ¡Tuvo la intención de elaborar un plan desde el principio, maldita sea! Era el que por menos percances quería pasar, y no arriesgarse por la vía rápida para luego perder por el camino al insensato de su compañero que, a saber que en que puñetas estaría pensando.

Pero su lado racional se lo impidió. En parte… porque por muy duras que fuesen las palabras de la mujer, tenía razón. Podría achacar su imprudencia a que el albino se separase, pero seguía teniendo a otro compañero. Sí, detestaba su forma de pensar y sus principios, pero eso no quitaba que hubiese podido acordar un plan de última hora con él. Nadie se lo impidió.

»No quiero estorbos en mi camino. Ya sois suficiente mayores como para superar problemas de faldas sin parecer babuinos en celo.

Eso acabó por destrozarle por completo. Con los ojos muy abiertos y el labio inferior temblándole, no pudo hacer más que presenciar a Nanashi marchándose tras dejar la guinda del pastel.

Le entraron unas ganas horrendas de arrojarse de cabeza por un precipicio. Aquel nefasto y vergonzoso capítulo de su vida tras la Batalla del Olvido que creía “zanjado” y del que no quería volver a hablar jamás… Y resultaba que a ojos de otros fue un espectáculo digno de animales. Fantástico. Jodidamente fantástico.

Pensó en Saeko, quien se encontraba en mitad de todo aquello, y la garganta se le secaba de solo imaginarse la impresión que se llevaría.

Dios, si salía vivo de esta, hablaría con ella urgentemente.

Una mano le aferró del hombro con saña. Al voltearse, se encontró a un Saito iracundo, que le clavaba una mirada de resignación.

Tregua. Temporal. No te tomes confianzas.

Breve, pero más que suficiente. Nikolai dirigió la vista al frente y entrecerró los ojos, meditabundo. Vale, una cosa estaba clara, y es que ni Saito ni él querían pasar el resto de la misión convertidos en estatuas. La cara del chico no dejaba duda de que su proposición le dolía tanto como a él el aceptarla. Pero estaba dispuesto a colaborar, y tras el rifirrafe con Fátima, se negaba a volver a pasar por lo mismo de la misión anterior.

Eso, y que no se fiaba de que la amenaza de Nanashi fuese en balde.

De acuerdo —contestó con sequedad.

«Veamos cuánto dura esa tregua», pensó, poniendo los ojos en blanco. «Lo mismo debería ir pensando en una pose para cuando a Nanashi se le acabe la paciencia.»

***


La galería que les esperaba nada más subir unas escaleras le dio la bienvenida propinándole una tunda a sus fosas nasales. Nikolai arrugó la nariz y miró en derredor, comprobando que otro elemento a parte de la humedad era el responsable de ese hedor tan nauseabundo. La tenue llama de la Maestra pronto arrojó un poco de luz (en varios sentidos) a sus preguntas, lo que acabó por revolverle las tripas de repugnancia.

Una enorme pasarela se extendía delante de ellos, con múltiples jaulas apostadas a ambos lados, todavía guardando los restos descompuestos de los que las habitaron en el pasado. Una mazmorra. Y por el desolador panorama, Maléfica no sería de las que hacía prisioneros de guerra muy a menudo. El pobre desgraciado que la desafiase y acabase allí dentro tendría como único propósito pudrirse y servir de festín para las ratas que correteaban por la estancia.

A Nikolai le recorrió un escalofrió por la espina tras escuchar un quejido desgarrador. Nanashi se detuvo, lo que confirmó que su imaginación no se la estaba jugando. Más lamentos se oyeron, pero era imposible discernir de dónde provenían al envolver toda la bóveda. No eran los únicos allí, eso seguro, pero le ponía de los nervios preguntarse que estaría haciendo el misterioso individuo allí. Sus aullidos no se lo ponían fácil.

Entonces, unas pisadas se escucharon al fondo del pasillo, provenientes de unas escaleras de caracol ascendentes. La maestra deshizo el fuego, y Nikolai se quedó congelado, con el cuerpo en tensión. Los pasos no eran tan ligeros para que fuesen los de un goblin, ni tan bastos para que se tratara de un orco. Era muy extraño…

A las jaulas. Intentaré ser el que llame la atención. Prepara un ataque sorpresa.. —Le llegó el siseo de Saito. Que le siguiese hablando como un robot no hacía más que confirmarle que todo esto de la tregua le suponía un esfuerzo superior a sus fuerzas.

Pero entendió la idea. Se fijó en las dos jaulas que le señalaba y asintió. Saito se adelantó hacia una de ellas y procedió a introducirse. Estaba casi seguro de que las corroídas bisagras de la verja chirriarían como demonios al manipularse, y difícil sería que la figura que se aproximaba no lo escuchase.

Niko, en cambio, pensó en una alternativa para que la puerta de Saito fuese la única en manipularse y, por ende, que se escuchara. Concentró un poco de magia y procedió a fundirse con el suelo usando el Surcaplanos. En esa forma no haría el más leve ruido al desplazarse y le permitiría traspasar los barrotes de la jaula para ocultarse en su oscuro interior.

La espera a que el individuo pasase de largo de su jaula se le haría tediosa y agobiante, más que nada por los estridentes sollozos de quién demonios estuviese allí encerrado. Pero en cuanto viese que su presa se acercaba a la jaula de Saito, o pasaba de largo, atravesaría de nuevo los barrotes de la puerta y se deslizaría hasta su espalda para luego emerger y plantarle el filo de su espada (por el momento no se arriesgaría a usar la Llave Espada. Cuantos menos datos conociese el enemigo de ellos, mejor) en el cuello. Apretaría más contra su nuez si hacía ademán de oponer resistencia o gesticular.

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Acciones pactadas con H.S. Sora.

Surcaplanos (HC) [Nivel 10] [Requiere Afinidad a Nada; Elasticidad: 15] El usuario puede sumergir parte de su cuerpo en una superficie sólida como el suelo o paredes, permitiéndole desplazarse con mayor velocidad y ascender por estructuras verticales. También puede atravesar estructuras finas como barrotes y cadenas, aunque nada orgánico.

EDIT para arreglar uno de los codes.
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Re: Ronda 4

Notapor Sally » Dom Ene 24, 2016 2:39 am

Atravesar la abertura fue una experiencia ardua. Aleyn, mientras sujetaba entre sus brazos a Ygraine —que lanzó un gañido al sentir la magia aguijoneando su cuerpo — y apretaba la mandíbula, se preguntó si Aurora y él habrían sido capaces de llegar al otro lado de no ser por la ayuda de Abel. La fuerza que pretendía impedirles el paso no era imposible de vencer, pero resultó agotadora.

El alivio —y la tranquilidad, al comprobar que no habían sido reducidos a polvo ni caían a un pozo oscuro y sin fondo— que sintió al pisar la tierra al otro lado fue más que patente.

Gracias —le dijo a Abel, al tiempo que depositaba a Ygraine en el suelo y estiraba los brazos.

No parecían encontrarse en peligro inminente, así que mientras el zorro se alejaba un poco de ellos, olisqueándolo todo, Aleyn se tomó su tiempo para observar lo que se alzaba al otro lado del muro. El ambiente era tranquilo, y no le producía la impresión de que se tratase de un lugar horrible en el que encerrar a nadie. Por supuesto, podría tratarse de un palacio con toda clase de lujos e instalaciones; si arrojabas allí a alguien, impidiéndole salir por más que lo deseara, seguiría tratándose de una celda.

Al fijarse en la luna que los observaba, demasiado grande, casi demasiado cerca, desde su trono en una corte sin estrellas, Aleyn se preguntó si aquello sería efecto de la magia que convertía aquel lugar en una prisión o si habían viajado a otro mundo. Trató de encontrar algún detalle que le llevara a decidir cuál de las dos opciones era la correcta, pero la única otra cosa que parecía diferente respecto a lo que habían dejado atrás era un árbol, del que solo podía distinguir su brillante y enorme copa, y que no favorecía a ninguna en especial.

Se guardó, con todo, de compartir sus dudas. No estaban allí para explorar las características del lugar —aunque no podía negar que sentía una profunda curiosidad por aquel extraño árbol, así como si el resto de plantas serían las mismas que en Reino Encantado o no— sino para hallar a Odín y conseguir que accediera a ayudarlos.

Cuando Aurora le agarró del brazo, Aleyn le apretó la mano con fuerza, intentando infundirle valor.

¿Odín? ¿Caballero Odín?

La llamada no surtió el efecto esperado y, por un momento, Aleyn temió que aquello, en efecto, se tratara de una trampa. Seguía sin percibir ninguna clase de peligro, aunque sabía que las apariencias podían engañar. Igual que Ahren, con aspecto de un simple chiquillo, era un hechicero competente y acérrimo seguidor de Maléfica, los animales que se acercaban a ellos como si nada podrían tratarse de seres diabólicos, ocultos tras un inocente disfraz.

Ygraine, cuidado —le indicó al zorro.

Ygraine olfateó de vuelta a la ardilla que había llegado hasta él. No pareció encontrar nada que fuera sospechoso. Tal vez, ni siquiera le oliese a comida. Aleyn se permitió relajarse un poco, aunque la idea de que habían caído en una trampa siguiera allí.

Aquello, por supuesto, estaba condenado a no durar demasiado. El sonido de unos pasos —unos pasos que adelantaban la corpulencia de quienquiera que fuese su dueño— espantó a los animales. Ygraine alzó la cabeza, encrespando el pelaje, contagiado por la actitud del resto de criaturas. Alguien estaba saliendo del bosque, avanzando en su dirección.

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Cuando aquel hombre salió de entre la espesura, Aleyn no pudo dejar de admirarlo. No era solo la altura, sino también su presencia. Aquella armadura haría imponente a un alfeñique, y el caballero que se acercó al claro era todo menos eso.

Reconocería ese pulso de magia en cualquier sitio. ¿Al fin Maléfica ha decidido terminar conmigo? Bien, llevaba mucho esperando.

¿Cómo…?

Su cuerpo se había puesto en tensión antes de que su mente procesara la amenaza, aunque no lo bastante rápido como para adelantarse a Abel.

¡Atrás, los dos! ¡No des ni un paso más!

Pareces ser un digno espadachín. Acepto el reto.

¡No! ¡Caballero Odín, no venimos en nombre de…

Odín decidió lanzarse al ataque, sin esperar a que Aurora acabara. Aleyn seguía sin creerse, por más que tuviera la prueba ante sus propios ojos, que el caballero —que, a juzgar por lo que había dicho, era realmente Odín y no un secuaz de Maléfica— se hubiera vuelto en su contra. Entre todas las posibilidades que había barajado, ni por asomo había surgido aquella. Era probable que la maldición que pesaba sobre Aurora fuera lo que Odín había identificado como la magia de la Emperatriz del Mal, y la ironía de la situación era casi dolorosa.

Aleyn intentó invocar su Llave Espada, sin éxito. Al abalanzarse sobre Abel, Odín les arrojó a él y a Aurora contra el suelo, y la pérdida de concentración, aunque mínima, bastó para desbaratar su plan. El caballero le dio una patada a Abel y Aleyn estuvo seguro de que si el destinatario hubiera sido él, no habría sido capaz de levantarse.

¡Caballero Odín! ¡ODÍN! ¡NO SOMOS TUS ENEMIGOS!

¡Estamos en contra de Maléfica! —añadió Aleyn, desgañitándose.

Todo inútil; ni ellos ni sus voces parecían existir para Odín, que volcaba toda su fuerza y su concentración en quien le había plantado cara desde un primer momento.

¡Tenemos que hacer algo o lo matará!

Y si mataba a Abel, a juzgar por cómo había reaccionado Odín ante su presencia, ellos dos serían los siguientes, sin que mediara pregunta o ceremonia previa alguna.

¡Proclama quién eres y la maldición que pesa sobre ti! ¡Invoca el nombre de tus primos!

Las palabras de Aurora se habían encontrado antes con oídos sordos por el resentimiento, pero esperaba que algo más concreto pudiera interrumpir el ataque del caballero lo bastante como para que les escuchara. No obstante, para eso tenían primero que llamar la atención de Odín. Y rápido.

Aleyn decidió emplear la magia más inocua que se le ocurrió —y que menos le parecía recordar a Maléfica—, así que conjuró un Aqua y lo dirigió hacia lo alto, sobre Odín, rezando para que, al caer, el agua fría sirviera más para hacer que este detuviera su furia que para provocarle verdadero daño. Al mismo tiempo, invocó su Llave Espada y se preparó para atacar al caballero si ni su hechizo ni las palabras de Aurora lograban nada. Daría un silbido para indicarle a Ygraine que le acompañara.

Lo que menos deseaba en el mundo era que Odín tuviera más motivos para acabar con ellos, y atacar a alguien noble por la espalda era todo lo contrario a los valores caballerosos que alegaba defender; sin embargo, no dudaría en hacerlo si era necesario. La vida de Aurora era más importante.

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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor Denna » Dom Ene 24, 2016 10:59 pm

Oops.

No me di cuenta de que se trataba de una niña hasta que le puse la daga en el cuello. La chiquilla empezó a disculparse y me alejé enseguida, todavía sin creérmelo. Vaya por Dios. Por una vez que me anticipaba y atacaba yo primera y me equivocaba por completo. Definitivamente, estaba muy mal de los nervios.

Vaya, eh... perdona. —Guardé el arma de nuevo y me la quedé mirando, sin saber muy bien qué decir. ¿Iba a cabrear a algún papá noble?—. ¿Quién eres? ¿Y qué haces por aquí a estas horas?

¡Es que… sabía que había un ángel y qu-quería verlo! ¡V-vi es-esas alas y-y pensé…! L-lo siento. E-es que m-me despertó el sonido de un c-cuervo. D-dicen que son los aliados de M-Maléfica. P-pensé en pedir ayuda al a-ángel y c-cuando lo vi salir…

Espera, ¿qué quieres decir con “aliados de Maléfica”? ¿Controla a los animales?

Ladeé la cabeza, esperando una explicación. Si estaba en lo cierto, quizás nuestros problemas eran mayores de lo que creía.

¿Lástima por una pobre cría a la que había traumatizado de por vida y casi asesinado? No demasiada. No me acababan de caer en gracia los niños. Y menos todavía los niños ruidosos que vivían en castillos y se asustaban por una daguita de nada.

Se presentó como Charlotte, y enseguida se pegó a Victoria, preguntando por sus alas y que si plumas, y que si mataríamos a Maléfica. Le dejé las respuestas a la chica, pero, a medida que Charlotte subía la voz, a su vez lo hacía mi mal humor.

A propósito, ¿no deberías irte a dormir? Por lo de, ya sabes, estar en guerra y eso. Tus padres se van a preocupar.

«Aprovecha que los tienes,» añadí para mí misma. Sin embargo, no dije nada más.

¿Por qué queréis subir a la torre? Está prohibido —preguntó entonces.

Alcé una ceja a modo de inquisición.

No lo sé. Mamá me ha dicho que no puedo subir porque el rey dice que está prohibido. Creo que guardan tesoros. Es imposible abrir la puerta por eso no hay guardias. Tiene un candado enoooorme.

Crucé una mirada con Victoria. Con la Llave Espada no debería ser un problema, aunque...

Dicen que está protegido por magia —prosiguió Charlotte—, que las hadas de la princesa han sellado la habitación. Así que lo mejor sería que no estuvierais cerca porque os regañarán. Bueno no creo que regañen a un ángel.

...aunque no, gracias. Por una parte, me preguntaba qué escondería el rey tan celosamente; por otra, no quería ni acercarme. Ya no sólo por si nos pillaban in fraganti, la verdad es que eso era lo de menos. No, mi verdadera preocupación era lo que pasaría después.

Tenía razones muy sencillas: cada vez que me metía dónde no me llamaban acababa mal. Muy mal. Siempre había alguien o algo con intenciones hostiles; más o menos a la vista, pero ahí estaban. Y no me apetecía mucho que, no sé, me lanzaran por una ventana.

No me gusta —declaré, cruzándome de brazos—. Tal vez sería mejor ir a otra torre, si quieres seguir con lo de entrenar.

Me mantendría firme en mi decisión. Yo no seguía. Insistiría a Victoria para que volviera también si decidía continuar, pero no iría tras ella si se negaba.

Ve con cuidado, por favor —le diría en ese caso, antes de marcharme.

Volví sobre mis pasos, de vuelta a la habitación. No me quedaba otro remedio que intentar descansar, aunque dudaba entre avisar a Nithael o no.

«Y hablando de...»

Levanté la mirada. Recordé lo que Charlotte había dicho sobre los cuervos, y me pregunté qué habrían sido esos sonidos de antes. Quizás valdría la pena echar un vistazo. Sólo por si acaso.

Agucé el oído, atenta a cualquier ruido fuera de lo normal, y me dispuse a encontrar el origen del graznido.
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[VK] Ronda #4 - Espinas Negras

Notapor Soul Artist » Lun Ene 25, 2016 12:39 am

¡Una niña! ¡Una niñita de ojazos, pelo negro y carita de marfil era la que nos había estado siguiendo! En cuanto se puso a llorar y pedir perdón tuve la necesidad de agacharme a ella para reconfortarla en mi pecho. Celeste, por su parte, guardó su arma y se disculpó, aunque no tardó nada en interrogarla con cierto tono de hostilidad. Ignoré a mi compañera y acaricié el pelo de la muchacha.

Eh, eh. Calma. No vamos a hacerte nada.

¡Es que… sabía que había un ángel y qu-quería verlo! ¡V-vi es-esas alas y-y pensé…!

¡Oish, que hablaba de mí! ¡Oish, que era una fan! Me había equivocado con Nithael, por supuesto, pero no quitaba que me sonrojara con que me equivocaran con él y admiraran mis alas. Le pasé la mano por los mofletes para limpiarle las lágrimas del rostro y sonreí amablemente, esperando a que continuara.

L-lo siento. E-es que m-me despertó el sonido de un c-cuervo. D-dicen que son los aliados de M-Maléfica. P-pensé en pedir ayuda al a-ángel y c-cuando lo vi salir…

Espera, ¿qué quieres decir con “aliados de Maléfica”? ¿Controla a los animales?

La Maestra dijo que es un hada —recordé en voz alta, imaginándome a la villana en un bosque con un faldón rosa y algo rechoncha—. Tendría sentido que pudiera hablar con los animales.

Mejor vigilar a las ardillas entonces. Malditas ardillas, siempre planeando contra nosotros.

¿Por qué queréis subir a la torre? Está prohibido.

Arqueé una ceja. Aquello explicaba la cerradura que acababa de abrir segundos antes; aunque bueno, lo lógico era pensar que todas las torres estuviesen cerradas de por sí para evitar intrusos varios. Pero no quitaba que fuese curioso, cuanto menos, que aquella entre todas las del castillo estuviese prohibida. Celeste también tenía las mismas preguntas que yo, a juzgar por sus ojos; resoplé y pregunté a la pequeña mientras me giraba hacia la puerta.

¿Por qué iba a estar prohibido?

No lo sé. Mamá me ha dicho que no puedo subir porque el rey dice que está prohibido. Creo que guardan tesoros. —Premio. Una bombillita se encendió en mi cabeza—. Es imposible abrir la puerta por eso no hay guardias. Tiene un candado enoooorme.

Celeste cruzó una mirada conmigo. Parecía preocupada y algo reacia a subir a la torre, más que antes, pero yo acababa de ganar un nuevo interés en ella. Ya no sólo era entrenar mi vuelo, el cual olvidé durante un buen rato; no, es que había un tesoro. La curiosidad, la emoción del descubrimiento y el imaginarme las posibilidades de una recompensa secreta y misteriosa me estaban tentando más que nunca. Me mordí el labio inferior y sonreí.

Dicen que está protegido por magia, que las hadas de la princesa han sellado la habitación. Así que lo mejor sería que no estuvierais cerca porque os regañarán. Bueno no creo que regañen a un ángel.

Claro que nadie regañará a este ángel. —Siempre que nadie se entere—. Pues resulta que soy mágica y tengo el poder de abrir cualquieeer lugar. Y tengo que subir ahí arriba para asegurarme de que no hay ardillas de Maléfica intentando robar el tesoro, ¿sabes? Pero no se lo puedes decir a nadie-

No me gusta —protestó Celeste al escuchar que mis intenciones no habían cambiado lo más mínimo—. Tal vez sería mejor ir a otra torre, si quieres seguir con lo de entrenar.

Sí, claro, a entrenar se irá tu madre después de oír hablar sobre un tesoro.

No, yo sigo. Vuelve a la habitación si es lo que quieres —Pero luego no me pidas una parte del tesoro, que es mío—. Charlotte, es peligroso para ti estar por aquí. Celeste te llevará con tus padres, ¿vale?

No creí que a Celeste le fuese a hacer gracia, pero aunque quisiera desentenderse no tenía otra opción. No podía dejar a una niña sola en mitad de todo aquello con un asedio al borde de la esquina, y si se iba de la lengua nos la cargábamos las dos.

Sin embargo, parecía que a Charlotte no le hiciera mucha gracia tampoco, Se me pegó y parecía ser que no iba a despegarse de mí. Lo acepté encogiéndome de hombros y con una sonrisa, pues al menos tendría una fan cerca.

Ve con cuidado, por favor.

Afirmé con la cabeza y vi cómo volvía sobre sus pasos. Yo, por mi lado, me dispuse a subir la torre. Si encontraba algún candado más, uno tan grande como había dicho Charlotte, lo abriría sin dudar. Era lo más inteligente.
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Ronda 5

Notapor Suzume Mizuno » Jue Ene 28, 2016 2:23 am

Aleyn


¡Proclama quién eres y la maldición que pesa sobre ti! ¡Invoca el nombre de tus primos!

¡Caballero Odín soy la princesa de...!—el grito de Aurora se perdió cuando Abel soltó un alarido de dolor.

Aleyn no perdió más tiempo y arrojó un hechizo acuático al cielo, que cayó sobre Odín cuando este tiró a Abel al suelo y se preparó para ensartarlo con su arma. Odín se detuvo un instante y Aurora cogió aire pero Abel, con un rugido de esfuerzo, levantó su arma y la clavó en el costado de la armadura del caballero, que devolvió toda su atención al hombre.

Aleyn, entonces, atacó junto a Ygraine al caballero. Su ataque, con todo, no lo cogió por sorpresa. Apenas sí necesitó mover la mano para embestirles con su enorme escudo —era difícil esquivarlo cuando estaba preparado para alguien muy superior a un humano—. Aleyn acabó por suelo junto a su mascota. Abel aprovechó ese momento para incorporarse, girar sobre su cadera y dar un golpe lateral que habría partido en dos a cualquier persona corriente.

Odín interpuso su espada y su mano tembló un poco pero, después, arrojó la enorme claymore de Abel contra la muralla. Maldiciendo, el hombre retrocedió rápidamente, jadeando y con la boca manchada de sangre.

Típico de los esbirros de Maléfica: no sólo cobardes sino que además, débiles.—El gigante sonrió con furia—. Esa mujer nunca se rodearía de gente poderosa como el viejo reptil desconfiado que es.

Abel trató de responder pero sólo consiguió toser, al borde de sus fuerzas. Aun así recogió su espada sin protestar. Solo entonces miró a su alrededor y se puso todavía más pálido.

¿Y la princesa?

Aurora no estaba por ningún lado. Odín, entre tanto, se preparaba para una nueva ronda y Aleyn debía imaginar que no sobreviviría ni a un corte de su espada. Por eso mismo Abel gritó:

¡Vete de aquí! ¡Odín, pedazo de imbécil, tu enemigo soy yo! ¡Y no venimos en nombre de Maléfica sino a pedirte consejo para que la derrotemos!

Me temo que me resulta difícil de creer—respondió Odín, lacónico, aprestándose al combate.

¡ALTO!

Entonces la princesa reapareció de entre los árboles con algo en brazos.

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Levantó la espada a duras penas y el filo comenzó a resplandecer con una pura luz blanca. Quizás, si Aleyn se fijaba, vería que el árbol gigante que había al fondo había perdido parte de su aura.

¡Caballero Odín, en nombre de mi padre, el rey Estéfano, y de mis primos, asesinados por Maléfica, te suplico que dejes de hacer daño a mis amigos y me escuches!

Odín se quedó boquiabierto. Tras unos instantes dejó caer sus armas al suelo e hincó una rodilla, todavía patidifuso.

Portáis la Espada de la Verdad, que sólo aquellos que sirven al Bien pueden tocar. No comprendo lo que sucede pero os ruego que me perdonéis por haberos atacado.

Abel soltó una risita estertórea.

Vaya, así que sólo hacía falta coger una puñetera espada mágica para…

No llegó a terminar la frase: cayó inconsciente.

*


Odín cargó a Abel sin problemas hasta los pies del inmenso árbol de donde Aurora, que había visto el resplandor mientras trataba de pensar, desesperada, qué hacer, había cogido la espada. Había un pedestal —de donde la había extraído— y también una especie de tumba llena de flores sobre las gruesas raíces del árbol. Dejaron ahí al capitán para que Aleyn se ocupara de él: tendría las hierbas necesarias a su alrededor o podía usar directamente magia. La vida de Abel no corría peligro pero había sufrido una fuerte conmoción de tantos golpes.

Aurora estaba todavía asustada y aferraba la espada contra sí con fuerza. Tardaría un poco en reaccionar. Odín, entre tanto, les miraba con expresión solemne.

Era la hora de las preguntas.

****
Nikolai y Saito


Los jóvenes se ocultaron en diferentes celdas. Nanashi y Primavera hicieron lo mismo, completamente a oscuras, y no se escuchó más, excepto el gemido del preso y los pasos acercándose con lentitud.

Uno esperaría que hiciera algunas reformas después de haber tomado posesión de este lugar…

La figura se detuvo un instante frente a la celda de Saito y, de pronto, Nikolai se apresuró a ponerse a su espalda. Antes de que el joven de Tierra de Partida pudiera ni reaccionar se encontró aferrado por unas fuertes ataduras que le inmovilizaron los brazos a la espalda y con una mano grande y fría, con dedos muy afilados, cogiéndole por la barbilla. Cuando quiso darse cuenta, la figura se había puesto a sus espaldas y lo apretaba contra su pecho. No le hacía daño pero, si intentaba moverse, no podría desplazarse ni un dedo.

Me temo que no podéis ocultar la presencia de vuestros Corazones por mucho que lo intentéis.

Saito notaría que algo le aferraba las piernas y tiraba de él hacia abajo, tragándoselo. Pasó un instante en la más absoluta oscuridad antes de ser arrojado hacia arriba y acabar dándose de bruces contra el suelo. No vio nada, solo supo que algo lo aplastaba contra el asqueroso piso e inmovilizaba sus brazos.

Nanashi, no merece la pena que te ocultes. Haz un movimiento sospechoso y mataré a tus aprendices.—Una suave risa—.Siempre acabamos en la misma situación, curioso.

Escucharon unos pasos y se encendió una luz blanquecina que los cegó por un momento. Nanashi apareció al lado de Primavera, ambas armadas y tensas. Nanashi estaba lívida y Primavera parecía a punto de estallar de rabia.

Así, pudieron ver a quien les había capturado.

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Saito estaba inmovilizado por una especie de brazo gigantesco de oscuridad que surgía del suelo y del cual se desprendían pequeños hilos de oscuridad, como si fuera ropa deshilachada.

Ahorrémonos las amenazas de muerte. Me siento bastante incómodo ya que mi antigua maestra ha hecho un conjuro para que no puedan entrar Sincorazón en esta zona. Tengo a tus aprendices y podría matarlos. También tenemos la opción de pelear y permitir que Maléfica sepa que estamos aquí.—Acarició con una de sus largas uñas la mandíbula de Nikolai y le abrió la piel, de modo que cayó una fina gota de sangre—. Estoy interesado en continuar con mi búsqueda y sospecho que también es lo que tú estás buscando.

Nanashi entornó los ojos. El Emperador sonrió.

¿Sabes dónde está?

Todavía no pero sé que está aquí. Probablemente en la zona más profunda del Castillo. Maléfica siempre ha sido una teatrera. Si luchamos, sabrá que estamos aquí. Podrías intentar matarme pero luego Maléfica se encargaría, si no de ti, de tus queridos aprendices.—El Emperador aflojó el agarre sobre ambos muchachos—. Ayudadla a elegir.

Empujó a Nikolai al frente y el brazo de oscuridad levantó a Saito en vilo al frente, de modo que los dos chocaron y acabaron en el suelo enredados en una maraña de brazos y piernas.

El Emperador no se movió. Aguardó, apoyado ligeramente en su vara y con una mirada fría. No quitaba ojo de Primavera y Nanashi. Saito y Nikolai estaban entre dos fuegos muy peligrosos —y no debían olvidar que había un prisionero por ahí vivo—.

Diles el daño que le hará a Maléfica si pierde la Corona—dijo Mateus con voz suave—. Explícales lo colérica que se pondrá y lo mucho que ayudará a la causa de los humanos.]

No si te la llevas tú—respondió Nanashi, escupiendo las palabras.

Habrá que ver quién la puede obtener antes. Podemos enfrentarnos en un duelo cuando tú lo desees. Sin aprendices por medio. Sin nada más que tú y yo y el recuerdo de Erika.

Nanashi rechinó los dientes y, por un momento, su rostro se descompuso en una máscara de odio y, ante todo, dolor. Consiguió controlarse a duras penas. Se veía que deseaba arrojarse sobre Mateus y matarlo y que sólo la detenía el hecho de que Saito y Nikolai estuvieran en medio. De su decisión dependería todo:

Que Nanashi y Mateus intentaran matarse mutuamente y, por tanto, Maléfica les descubriera pero…Quién sabía. Quizás les diera tiempo para matar al Emperador. Puede que incluso Saito y Nikolai pudieran escapar y buscar la Corona.

Que pudieran colaborar en un intento de obtener la misteriosa Corona aunque supusiera un enfrentamiento final… Que, al menos, estaría más calculado. Claro que eso significaría confiar en que Mateus respetaría su palabra y arriesgar a poner a Nanashi, que parecía a punto de estallar, más allá de lo que podía esperar.

En cualquier caso, la opción de que ambos dieran media vuelta y se ignoraran parecía imposible.

Así pues ¿cuál sería la elección de los aprendices?



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Nikolai
VIT: 30/30
PH: 18/28

Saito
VIT: 70/70
PH: 32/32

****
Tristan



Tristan tomó una decisión. Una de la que, quizás, se arrepintiera más tarde. Corrió hacia los goblins y empezó a chillar con toda la fuerza de sus pulmones. Al principio los goblins se sacudieron y miraron a su alrededor, extrañados: el motivo era simple, ellos no escuchaban un grito normal, sino un ruido muy agudo. Se dijeron que sería un murciélago o una rata y volvieron a mirar al cielo con aire ausente.

Tristan insistió y le clavó la Llave a uno de los goblins, que sacudió la pata con un quejido y, al bajar la vista, se quedó boquiabierto. Recogió a Tristan cerrando una mano alrededor de su cuerpo y aprisionándolo de piernas y brazos. Estuvo a punto de aplastarlo mientras se lo mostraba a sus compañeros, que comenzaron a salivar. ¡Comida rica y sabrosa!

Por suerte, al joven le quedaba el suficiente aire en los pulmones para rugir el nombre de Maléfica —entre otras tantas amenazas— que dejaron a los goblins por la duda. Dos de ellos insistieron en que no valía la pena escuchar las amenazas de un mini-elfo pero los otros tres empezaron a refunfuñar no se qué de prácticas de tiro para los rayos de la Señora.

Al final —y después de que uno de los goblins diera un tirón para arrancar a Tristan de las manos del larguirucho que lo sujetaba y estar a punto de acabar serrado entre dientes afilados y sucios— decidieron que irían al Castillo a llevar a mini-elfo. Si les decían que era una mentira, lo desmembrarían y se lo comerían.

Me quedo con su torso—dijo con una mirada fría el que más había insistido en comerse a Tristan.

El larguirucho se quedó solo con un bracito escuálido del chico en el reparto y se enfadó tanto que casi dejó inconsciente a Tristan al apretar los puños. Después se puso en marcha y comenzó a subir las escaleras.

*


El ascenso fue largo y tedioso, en especial para Tristan que, si no acababa bocabajo, la mayor parte del camino lo hizo en horizontal y sacudido de adelante y atrás. Cuando se quejó el goblin apretó el puño y le gruñó:

Cállate o te como ahora mismo. Ya verás cómo la Señora se enfadará si no le das buenas noticias o si es una mentira. Ya verás, sí. Tengo un cuchillo muy fino y te cortaremos en pedacitos. Claro que estaría mejor si fueras grande, como los humanos normales, eh, mini-elfo. Qué suerte han tenido los que van a por los humanos. Tanta, tanta, tanta carne…

Se puso a babear y Tristan tuvo la seguridad de dos cosas: que no podía escapar de su puño y que, si la mentira no colaba con algún superior, iba a acabar repartido en el estómago de varios goblins. Lástima que no hubiera nadie para ayudarlo.

Cuando, ¡al fin!, llegaron a la base del ominoso castillo, el goblin resollaba y Tristan estaba a punto de convertirse en plastilina de lo mucho que había apretado. Además, en contraste con la caliente y sudorosa palma del goblin, la cabeza y los pies se le habían congelado por lo fuerte que soplaba el viento a esas alturas; varias veces estuvieron a punto de precipitarse por las estrechas escaleras. Entraron por una puerta lateral y el goblin encendió una antorcha antes de empezar a recorrer unos decadentes, fríos y laberínticos pasillos. Subieron por otras escaleras de caracol y llegaron a una especie de vestíbulo por el que paseaban unos pocos goblins. El suyo habló con un par, que le indicaron a dónde ir. Estaban a punto de entrar a una sala cuando, saltando y con risitas infantiles, se acercó un niño. El goblin se apresuró a arrodillarse.

¡Señor, tengo algo que mostrarle!

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¡Hola! ¿Qué llevas ahí? ¿Es un regalo? ¿Algo de comer? Me muero de hambre. ¿Qué…? ¿Qué es esto?

Dice que es el aprendiz al que la Señora devolvió el corazón.

El niño frunció el ceño y observó de cerca de Tristan. Aspiró por la nariz y luego murmuró:

Hueles a mi Señora…

Dice que las hadas lo hechizaron y tiene información importante para la Señora Oscura.

El chico miró a Tristan y rió con crueldad.

Este humano no sirve a la Señora. Yo lo sabría porque me encargo de lidiar con los espías. Pero es cierto que hueles a magia de hada…—Con un movimiento silbó el aire y Tristan fue arrancado de la mano del goblin para quedar encerrado en una perfecta esfera de aire que le impedía escapar, por mucho que intentara invocar el glider o la Llave Espada—. Lárgate, ya me ocupo yo de él.—El goblin se marchó arrastrando los pies y el niño se llevó a Tristan por el pasillo—. Así que quieres ver a mi Señora. Eso es divertido. Dime por qué y te llevaré hasta ella. Dime esa información taaaan importante.—Le clavó unos peligrosos ojos rojos—. Dime qué haces aquí o te sacaré el aire de los pulmones y dejaré que te mueras mientras te ahogas aunque estés, jeje, rodeado de aire.

Se detuvo, apoyándose contra una columna. Su mirada no mentía: si Tristan no colaboraba, lo mataría. Y no parecía precisamente un niño paciente.

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Tristan
VIT: 30/30
PH: 15/22


****
Victoria


Ambas aprendices decidieron dividirse y Charlotte se apresuró a ir detrás de Victoria, a la que no solo miraba con ojos chispeantes sino con la que se sentía mucho más cómoda: había que ser tonta para no percibir la hostilidad de Celeste.

Victoria no dudó en abrir el candado, que, como ya se ha comentado, no era tan grande como lo había descrito Celeste pero sí de un tamaño considerable. Les llegó una pequeña vaharada de polvo cuando asomaron las cabezas y se encontraron en una especie de trastero oscuro: la ventana estaba cerrada y no entraba ni un rayito de luz. Victoria podría encender su móvil sin problemas y Charlotte lo miraría con algo de curiosidad pero daría por sentado que era algo mágico mucho menos digno de atención que sus alas o los tesoros que había a su alrededor. Armaduras, cofres, vestimentas… Charlotte corrió hacia la ventana y la abrió de par en par, de modo que entró una corriente de aire y la luz de la luna.

Y, sobre un pedestal, algo reflejó la luz. Charlotte correteó hacia el objeto con los ojos muy abiertos. Estaba sobre un pequeño cojín de seda, protegido por una cubierta de cristal…

Era una perla.

¡Qué bonita!—exclamó, extasiada—. ¿Crees que podemos cogerla un minuto? Solo para verla de cerca…

La niña parecía fascinada aunque había vestidos y cofres —que quizá contuvieran tesoros— que podrían atraer mucho más a Victoria.

¿Por qué tendrán una perla aquí?—murmuró Charlotte—. ¿Será de la antigua reina? O… ¡O podría ser del hada Nerthus!—dijo con entusiasmo.

No parecía haber mucho más por la zona. Victoria podía hurgar por aquí y por allá, acercarse a la ventana —o lanzarse por ella— o acercarse a cotillear la perla.

****
Celeste


Celeste decidió no regresar a la calma de su dormitorio y empezó a vagabundear en busca del supuesto cuervo. Charlotte le había respondido con cierto desafío, casi como si hubiera querido mirarla por encima del hombro —algo difícil teniendo en cuenta su tamaño:

Maléfica controla a las criaturas malas, todo el mundo lo sabe, por eso domina a los goblis y los orcos. Además, siempre tiene un cuervo consigo que da mucho miedo. Se llama Diablo y es muy inteligente. Dicen que habla con los demás cuervos y espían a todo el reino…—A su segunda pregunta, Charlotte puso mala cara y dijo—: Mi mamá está muerta y mi papá está con el ejército.

Es decir, que nadie se iba a preocupar por ella.

¿Sucede algo?

No había escuchado acercarse a Nithael, pues el hombre había alzado un poco las alas para que no rozaran el suelo. También puede que Celeste estuviera más concentrada en escuchar un aleteo que en unos pasos suaves. En cualquier caso, el ángel estaba de pronto a su lado, en medio del pasillo, sumidos en un bosque de sombras y luz de luna. La miraba con una mezcla de reproche y sincera preocupación.

¿Le ha pasado algo a Victoria?

Nithael esperaría a que Celeste respondiera y, le dijera o no la verdad, asentiría con aire pensativo y no diría nada mientras miraba hacia la torre con el ceño fruncido y empezaba a dirigirse hacia ella.

He notado algo de magia ahí arriba—explicó, escueto, si Celeste preguntaba. Mientras avanzaba dijo a Celeste—: ¿Un cuervo? Me pareció escuchar uno antes… Y noté algo, pero no estaba seguro. Ahora tengo un mal presentimiento.—Las plumas de sus alas estaban erizadas.

Giraron por una esquina y chocaron con una explosión de color rojo. Nithael sujetó a Celeste para evitar que cayera al suelo. Era impresionante que unas alas tan pequeñitas levantaran a una mujer baja pero tan redonda como Flora, que se recolocó el sombrero con desconcierto. Se le iluminó el rostro al ver a Nithael.

¡Qué bien que os cojo despierto! Justo me dirigía hacia la torre.—Señaló con su varita hacia donde Celeste se había negado a subir—¡Alguien ha roto el conjuro que la sellaba! ¡Hay ladrones! Por fvor, acompañadme, me sentiré más segura y no quiero molestar a los soldados. Si alguien ha roto la barrera, significa que tiene magia…

Flora se marchó revoloteando por el pasillo y Nithael avanzó tras ella, mirando a Celeste con expresión interrogante. Quizás esperaba que le siguiera o quería que confesara. En cualquier caso, podía meterse en un lío muy gordo… A menos que se callara, claro, y dejara que Victoria se llevara la bronca si es que no le había confesado la verdad a Nithael.

Del cuervo no había ni rastro.

Pasaron por un sector cercano a la muralla, donde un guardia dormitaba, con profundas ojeras, y no miraba hacia los campos bañados por la luz plateada. Nithael y Flora continuaron de largo, más enfocados en la torre, si bien Celeste tenía la oportunidad de espabilarlo. ¡Que estaba haciendo una guardia, demonios!


Spoiler: Mostrar
Que nadie me haga metagame: Victoria no tiene ni idea de que Nithael, Flora y Celeste se acercan a la torre.

Por cierto, quizás os interese saber que las acciones de Victoria y Celeste tendrán importantes consecuencias así que pensaos bien qué hacer.


Fecha límite: lunes 1 de febrero
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras

Notapor H.S Sora » Lun Feb 01, 2016 7:15 pm

Estábamos todos escondidos. La oscuridad reinaba absoluta y el silencio sólo se turbaba por los pasos de la persona que se acercaba y por aquella especie de gemido constante que había aparecido desde que habíamos puesto un pie en la galería.

Mi corazón estaba desbocado y, a pesar de que trataba de mantenerme calmado, estaba tan nervioso que cuando el desconocido habló no le escuché. Solo quería que pasase de largo y pudiésemos seguir nuestra búsqueda. Pero no fue así; acabó deteniéndose frente a la jaula en la que me encontraba.

Tragué saliva, y por el rabillo del ojo me pareció ver algo moverse en la oscuridad, aunque no sabía si se trataba o no de Nikolai. Todo sucedió demasiado rápido.

Me temo que no podéis ocultar la presencia de vuestros Corazones por mucho que lo intentéis.

Hubiese gritado cuando algo se aferró a mí y me arrastró hacia lo desconocido para acabar siendo “escupido” e inmovilizado contra aquel suelo tan denigrante, pero prefería mantener el poco orgullo que me quedaba. Esta vez sí que le había oído, y reconocía su voz aunque no pudiese verle. No podría haberla olvidado por mucho que quisiese.

Traté de luchar contra mis ataduras, en vano.

Nanashi, no merece la pena que te ocultes. Haz un movimiento sospechoso y mataré a tus aprendices. Siempre acabamos en la misma situación, curioso.

Me puse en tensión y, tras un momento, la luz de Nanashi volvió, permitiéndome confirmar lo que ya sabía: que estábamos muy jodidos. Reprimí una mueca irónica al ver la expresión de Primavera y de la Dama de Hierro. Lucha silenciosa decían, será efectiva decían. Aunque no podía culparlas: ninguno habíamos contado con la presencia del líder de los Villanos Finales en nuestra misión.

Miré por el rabillo del ojo el deshilachado brazo de oscuridad que me mantenía cautivo. Tenía que aprender a crear habilidades así o, al menos, saber cómo destruirlas. Por el momento dejé de luchar, si Mateus todavía no nos había degollado —sí, a Nikolai también le habían atrapado— por algo sería. Aunque miedo me daban los intereses del Emperador.

Ahorrémonos las amenazas de muerte. Me siento bastante incómodo ya que mi antigua maestra ha hecho un conjuro para que no puedan entrar Sincorazón en esta zona. Tengo a tus aprendices y podría matarlos. También tenemos la opción de pelear y permitir que Maléfica sepa que estamos aquí. —Lo que era incómodo era verlo todo desde el suelo, pero no me habría negado a ser yo el que hubiese hecho sangrar a Nikolai. Quizá podría negociar eso con Mateus—. Estoy interesado en continuar con mi búsqueda y sospecho que también es lo que tú estás buscando.

¿Sabes dónde está?

Todavía no pero sé que está aquí. Probablemente en la zona más profunda del Castillo. Maléfica siempre ha sido una teatrera. Si luchamos, sabrá que estamos aquí. Podrías intentar matarme pero luego Maléfica se encargaría, si no de ti, de tus queridos aprendices.

>>Ayudadla a elegir.

La amabilidad del Emperador era enorme, su brazo me levantó y empujó al mismo tiempo que él soltaba al aprendiz de Tierra de Partida, la hostia que nos dimos fue preciosa. La cabeza me dio vueltas durante unos instantes antes de que me percatase de dónde nos habíamos metido; estábamos en un fuego cruzado entre un muy frío Mateus Palamecia y una Nanashi que parecía hervir en deseos de lanzarse a atacar.

La velada quedaba armonizada por aquellos malditos gemidos, ¿cuándo se callaría el maldito prisionero? Así no había quien pensase en el modo de salir de aquella situación con todos los miembros intactos.

Diles el daño que le hará a Maléfica si pierde la Corona. Explícales lo colérica que se pondrá y lo mucho que ayudará a la causa de los humanos.

No si te la llevas tú.

Habrá que ver quién la puede obtener antes. Podemos enfrentarnos en un duelo cuando tú lo desees. Sin aprendices por medio. Sin nada más que tú y yo y el recuerdo de Erika.

¿De qué Corona están hablando ahora..?

Dejé de pensar al ver la expresión de la Maestra Nanashi: parecía peor incluso que la que le había visto en nuestro encuentro con la Reminiscencia de Aaron. Mateus y ella debían compartir una historia que desconocía, y que implicaba a la chica llamada Erika. Además de que el Emperador ya había mentado a Nanashi el día en que me tiró de la catedral de la Cité.

O Nikolai y yo actuábamos pronto, o no dudaba en que ellos dos comenzasen a combatir por su cuenta. Independientemente de que todavía estuviésemos o no en medio.

Hay que hacer algo o aunque nos aliemos no vamos a durar nada —le susurré a Nikolai—. Me pido hablar con Nanashi. Te dejo al Emperador para ti.

Me acerqué a ella. Sabía que quizás no funcionaría, ya que no conocía la historia que había entre ellos dos y eso dificultaría todavía más mi idea. Pero aunque no pudiese llegar a comprender en su totalidad lo que había detrás del odio que sentía la Dama de Hierro por Palamecia, si que comprendía parte de la sensación de impotencia al tener que cooperar y resignarse.

Maestra Nanashi, por favor... —Dudé un segundo sobre si colocarle mi mano o no en el hombro, al final lo hice. De perdidos al río—. Usted misma lo ha dicho. Hay muchos que dependen de nuestras acciones y decisiones. Elegir mal ahora podría suponer que mucha gente muriese, que incluso Maléfica se acabase saliendo con la suya si usted decide pelearse con Palamecia ahora. Le ruego que salde cuentas con él en otro momento, ahora lo necesitamos de nuestro lado.

>>En el Castillo del Olvido estuve dispuesto a que Aaron me matase antes que abandonarla. Usted siempre me ha guiado con sabiduría, pero necesito que me escuche... vengarse ahora no servirá de nada. No si eso supone poner en peligro esta misión, o que alguno de nosotros acabe muerto.

Quizá aquello no serviría para nada. Pero por algún motivo en lugar de continuar enfadado por lo que me había dicho antes, sentía compasión por ella. No podía impedir que se arrojase sobre el líder de los Villanos Finales, pero esperaba que mis palabras la hubiesen ayudado a calmarse, aunque fuese un ápice. Si decidía atacar, trataría de impedírselo a menos que el Emperador también atacase, en cuyo caso me pondría en guardia.

Pero si al final decidía pactar con él no le quitaría los ojos de encima. A ninguno de los dos.

Propondría una idea antes de partir:

Mateus... ¿podrías llevarnos hasta el prisionero? Seguro que has oído sus lamentos, y apuesto a que podrías encontrarle sin problemas. Si Maléfica retiene a alguien aquí y el pobre desgraciado todavía sigue vivo, quizá pueda sernos de alguna utilidad, ¿no crees?

Si por algún motivo la Maestra o el propio líder de los Villanos Finales se negase, añadiría:

Si sigue armando alboroto, acabará por llamar la atención de alguien tarde o temprano. Y entonces será demasiado tarde.

Esperaba que aquello sirviese para acabar de convencerles. Ya preguntaría más tarde qué demonios era aquello de la “Corona”, lo primordial ahora era salir con vida. Aunque eso supusiese hacer un pacto con un demonio como el que nos habíamos encontrado.

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Edit: Corrección de una cosita
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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