Ronda #3 - Espinas Negras
Publicado: Dom Ene 17, 2016 9:13 pm
—Hay que seguir adelante, esconderse en la aldea no es seguro. Los caballos se espantarían con la presencia de los huargos. En el bosque aún tenemos posibilidades de perderles de vista. Si no encuentran nada, no tardarán en regresar al pelotón.
—Da igual que no encuentren nada. Los huargos pueden seguir nuestro rastro. ¡Primavera!
Con la orden de Nanashi, lo normal habría sido que la hada azul hiciera algo, pero no llegó a ocurrir nada. Ban seguía agarrado con todas sus fuerzas al caballo, rezando por no caerse, mientras avanzaban a toda velocidad dirección al bosque. El problema, sin duda, era el mencionado: no podrían evadir el olfato de los huargos. ¡¿Entonces qué podían hacer?!
Todo fue a peor, porque los chuchos gigantes eran más rápidos que sus caballos. Les alcanzarían en poco tiempo, y dio por hecho que tendrían que luchar para evitar que dieran la voz de alarma. Pero, en cuanto llegaron al bosque, Primavera actuó. Con un movimiento de la varita del hada, todo empezó a dar vueltas alrededor de Ban. Por un momento llegó a pensar que echaría la papilla, con la sensación de que todo se volvía más y más grande por donde fuera que mirase.
—¿Qué demonios...?
Los caballos acabaron cayendo al suelo, y con ellos los aprendices. Ban se levantó torpemente, mirando a su alrededor con cara de susto mientras se esforzaba por comprender lo que ocurrían. ¡Les habían encogido! Parpadeó repetidas veces, incapaz de creérselo al principio, y preguntándose cuánto medirían ahora. Muy poco, desde luego.
—¡Rápido!
Dio un brinco ante el grito de Nanashi, volviendo a la realidad. Garuda ya se encargaba de los caballos, y el resto estaba subiendo sobre el fénix a la vez que el sonido de los huargos se hacía cada vez más y más cercano y ensordecedor. Ban se unió a los demás, agarrándose como bien pudo al ave aunque casi no fue lo suficiente, ya que cuando emprendió el vuelo casi salió él volando por el temblor que provocó. Se refugiaron en una rama alta, con Primavera durmiendo a los caballos para evitar que hicieran ruido o se soltaran. Guardaron silencio, mientras los huargos llegaban hasta donde ellos estaban segundos antes.
—¿Han perdido el rastro?
Los chuchos dejaron de moverse al no poder seguir el olor, provocando el desconcierto de los orcos que los montaban. Uno incluso clavó su lanza en la rama cercana a donde se encontraban los portadores escondidos, fallando por suerte para ellos.
—Eso parece ¿Buscamos?
—¡Para qué! ¡Sólo eran dos caballos y aunque avisen ahora a los humanos no podrán hacer nada! Ya comeremos carne cuando lleguemos a la ciudad.
Ban soltó un suspiro de alivio. Si se marchaban, podrían continuar su camino.
—Carne fresca y jovencita, aunque estarán un poco secos después de pasar tanta hambre… Melkor y Grishnak dicen que la ciudad caerá en un par de días. Puede que la propia Señora venga a llevarse a la chica. O al príncipe. Ojalá nos deje dar un mordisco a ese rey…
—A la brasa estaría delicioso, pero prefiero a los niños.
Se fueron, para júbilo de Ban, que pudo relajar las manos y estirarlas un poco. Le dolían de tanto agarrarse al pajarraco de Nanashi.
—Qué majos —comentó, cuando el peligro ya había pasado.
—No quería hacerlo, pero tendremos que continuar un trecho así. Sí, Primavera, sé quién es Diablo o que tiene a ese hechicero a su lado. No intentaremos entrar volando. Pero ahora sabemos que Maléfica quiere abandonar la montaña…
Qué. No cayó en la cuenta de eso en el momento, más preocupado de que los orcos les descubrieran con este tamaño tan ridículo, pero ahora que lo pensaba... Habían dicho que Maléfica se marcharía de la Montaña. Oh, ¡demonios!
—¡Ya será tarde para entonces!
—Lo sé. Hay que intentar que salga antes. No me mires así, Primavera; Maléfica no irá directamente al castillo. Teme al hierro y está lleno de él. Esperará a que sus orcos le despejen el camino. Agarraos. Vamos, Garuda.
Vale, todavía tenían tiempo. ¿Pero cuánto? Se mordió el labio inferior, dándole vueltas a la cabeza al tema, aunque tuvo que agarrarse a toda prisa a Garuda cuando el fénix alzó el vuelo de nuevo. No le hacía ninguna gracia la decisión de Nanashi de que mantuvieran aquel tamaño, pues se sentía más vulnerable que de costumbre. ¡Encima, otra vez había sido obra de Primavera! Parecía estar cogiendo la costumbre de cambiar su aspecto... Y eso que ni siquiera le había reconocido, o eso esperaba él.
Si el viaje en caballo fue incómodo, el vuelo sobre Garuda fue muchísimo peor. El viento atronador, el frío, y el temor de caerse en cualquier momento mantuvieron a Ban encogido, agarrado cual garrapata al animal, rezando todo lo que sabía por no soltarse sin querer. Por dentro, le daba vueltas al tema de perder la oportunidad de poder hablar con Maléfica, de estar haciendo todo este viaje para nada... En resumen, estaba hecho un manojo de nervios.
Casi no prestó atención al paisaje, salvo cuando pasaron por encima de la Fortaleza Negra. Se le encogió el corazón al verlo: conocía ese lugar bien, no lo olvidaría nunca. Apartó la mirada al poco, no queriendo recordar lo que sucedió allí y que tan presente había estado en su mente desde que llegaron.
Por suerte, pronto consiguió algo nuevo en lo que centrarse: la Montaña Prohibida se abría frente a ellos, iluminada por la luna como si de un foco se tratase.
Se le hizo un nudo en el estómago cuando el ave empezó a descender. Estaba tan cerca que incluso pudo notar la presencia de la hada oscura en el interior de aquel castillo de aspecto tan.. acogedor. O eso, o estaba más paranoico que de costumbre y eran paranoias suyas, lo cual era muy probable.
La mayor sorpresa fue cuando, al mirar de reojo a Nanashi, le pareció verla llorando. Fue un instante, pues al volver a mirarla estaba tan serena como de costumbre. Pudo ser una imaginación suya, pero dado que Ban sabía que Nanashi tenía una historia larga con este mundo, dio por hecho que él no era el único afectado por el lugar. Irónicamente, le hizo sentir un poco mejor.
Garuda aterrizó en el inicio de la rocosa cima sobre la que se alzaba el Castillo, inclinando un ala para que los pasajeros pudieran deslizarse por ella para bajar. Ban se dio prisa para bajar de los primeros del pájaro y dio la vuelta a la roca, fijándose en los goblins que custodiaban una entrada. Con su tamaño normal, no habrían resultado una amenaza seria, pero en la actualidad, podían ser muy peligrosos, sobre todo si llamaban a más.
Apretó los puños, consciente de que estaba apunto de hacer una tontería. Pero necesitaba hacerla. Sin mediar palabra con nadie, sin esperar órdenes ni señales, y aprovechando que Garuda se estaba marchando con los caballos, echó a correr en dirección a la entrada.
Necesitaba respuestas. Pasó mucho tiempo intentando olvidar todo lo que le había ocurrido en sus viajes, negando haber sido un portador de la llave espada. Pero ahora que Villa Crepúsculo ya no estaba y había regresado a Bastión Hueco, debía afrontar la realidad. Volvía a ser un portador, pero algo fallaba. La oscuridad de su interior, el estado de su corazón, y el motivo de que le salvara... Maléfica tenía las respuestas. Y debía encontrarlas antes de que fuera tarde.
Sabía que Nanashi no lo aprobaría, ni mucho menos Primavera o los otros dos tontos (también conocidos como Nikolai y Saito), así que por eso se marchó solo hacia delante. Corrió a toda prisa, nervioso pero decidido, y cuando estuvo a una distancia prudente con los goblins, invocó su Llave Espada y se aplicó un Tenue sobre si mismo. A pesar de que con su tamaño ya era muy difícil que le vieran, prefirió no correr riesgos.
Temía que Nanashi o alguno de los otros le alcanzaran para detenerle, así que se le ocurrió la idea de ponérselo un poco difícil a los de detrás si intentaban pasar a escondidas como él. Sin detener la carrera, y con mucho cuidado de no acabar pisado por ninguno, al pasar al lado de un goblin le haría un corte con la Llave Espada en horizontal según corría, aplicando fuerza y sin llegar a detenerse. Sabía que no le haría casi daño, pero su intención era la de captar su atención y la de los que le rodearan para que se movieran y miraran al suelo. Con suerte, serviría para retrasar un mínimo a los de detrás.
Por lo demás, Ban seguiría hacia delante, utilizando Doble salto si era necesario para pasar algún obstáculo que hubiera en el camino. Su objetivo era internarse lo máximo posible en el castillo, buscando cualquier señal de dónde pudiera estar Maléfica. Incluso intentaría probar a ver si su oscuridad interior le guiaba a algún lado, por probar que no quedase.
Evitaría ir por el centro, prefiriendo las esquinas para no ser descubierto (o pisado) con facilidad, y reutilizando Tenue si fuera muy necesario por la presencia de goblins u orcos.
—Da igual que no encuentren nada. Los huargos pueden seguir nuestro rastro. ¡Primavera!
Con la orden de Nanashi, lo normal habría sido que la hada azul hiciera algo, pero no llegó a ocurrir nada. Ban seguía agarrado con todas sus fuerzas al caballo, rezando por no caerse, mientras avanzaban a toda velocidad dirección al bosque. El problema, sin duda, era el mencionado: no podrían evadir el olfato de los huargos. ¡¿Entonces qué podían hacer?!
Todo fue a peor, porque los chuchos gigantes eran más rápidos que sus caballos. Les alcanzarían en poco tiempo, y dio por hecho que tendrían que luchar para evitar que dieran la voz de alarma. Pero, en cuanto llegaron al bosque, Primavera actuó. Con un movimiento de la varita del hada, todo empezó a dar vueltas alrededor de Ban. Por un momento llegó a pensar que echaría la papilla, con la sensación de que todo se volvía más y más grande por donde fuera que mirase.
—¿Qué demonios...?
Los caballos acabaron cayendo al suelo, y con ellos los aprendices. Ban se levantó torpemente, mirando a su alrededor con cara de susto mientras se esforzaba por comprender lo que ocurrían. ¡Les habían encogido! Parpadeó repetidas veces, incapaz de creérselo al principio, y preguntándose cuánto medirían ahora. Muy poco, desde luego.
—¡Rápido!
Dio un brinco ante el grito de Nanashi, volviendo a la realidad. Garuda ya se encargaba de los caballos, y el resto estaba subiendo sobre el fénix a la vez que el sonido de los huargos se hacía cada vez más y más cercano y ensordecedor. Ban se unió a los demás, agarrándose como bien pudo al ave aunque casi no fue lo suficiente, ya que cuando emprendió el vuelo casi salió él volando por el temblor que provocó. Se refugiaron en una rama alta, con Primavera durmiendo a los caballos para evitar que hicieran ruido o se soltaran. Guardaron silencio, mientras los huargos llegaban hasta donde ellos estaban segundos antes.
—¿Han perdido el rastro?
Los chuchos dejaron de moverse al no poder seguir el olor, provocando el desconcierto de los orcos que los montaban. Uno incluso clavó su lanza en la rama cercana a donde se encontraban los portadores escondidos, fallando por suerte para ellos.
—Eso parece ¿Buscamos?
—¡Para qué! ¡Sólo eran dos caballos y aunque avisen ahora a los humanos no podrán hacer nada! Ya comeremos carne cuando lleguemos a la ciudad.
Ban soltó un suspiro de alivio. Si se marchaban, podrían continuar su camino.
—Carne fresca y jovencita, aunque estarán un poco secos después de pasar tanta hambre… Melkor y Grishnak dicen que la ciudad caerá en un par de días. Puede que la propia Señora venga a llevarse a la chica. O al príncipe. Ojalá nos deje dar un mordisco a ese rey…
—A la brasa estaría delicioso, pero prefiero a los niños.
Se fueron, para júbilo de Ban, que pudo relajar las manos y estirarlas un poco. Le dolían de tanto agarrarse al pajarraco de Nanashi.
—Qué majos —comentó, cuando el peligro ya había pasado.
—No quería hacerlo, pero tendremos que continuar un trecho así. Sí, Primavera, sé quién es Diablo o que tiene a ese hechicero a su lado. No intentaremos entrar volando. Pero ahora sabemos que Maléfica quiere abandonar la montaña…
Qué. No cayó en la cuenta de eso en el momento, más preocupado de que los orcos les descubrieran con este tamaño tan ridículo, pero ahora que lo pensaba... Habían dicho que Maléfica se marcharía de la Montaña. Oh, ¡demonios!
—¡Ya será tarde para entonces!
—Lo sé. Hay que intentar que salga antes. No me mires así, Primavera; Maléfica no irá directamente al castillo. Teme al hierro y está lleno de él. Esperará a que sus orcos le despejen el camino. Agarraos. Vamos, Garuda.
Vale, todavía tenían tiempo. ¿Pero cuánto? Se mordió el labio inferior, dándole vueltas a la cabeza al tema, aunque tuvo que agarrarse a toda prisa a Garuda cuando el fénix alzó el vuelo de nuevo. No le hacía ninguna gracia la decisión de Nanashi de que mantuvieran aquel tamaño, pues se sentía más vulnerable que de costumbre. ¡Encima, otra vez había sido obra de Primavera! Parecía estar cogiendo la costumbre de cambiar su aspecto... Y eso que ni siquiera le había reconocido, o eso esperaba él.
Si el viaje en caballo fue incómodo, el vuelo sobre Garuda fue muchísimo peor. El viento atronador, el frío, y el temor de caerse en cualquier momento mantuvieron a Ban encogido, agarrado cual garrapata al animal, rezando todo lo que sabía por no soltarse sin querer. Por dentro, le daba vueltas al tema de perder la oportunidad de poder hablar con Maléfica, de estar haciendo todo este viaje para nada... En resumen, estaba hecho un manojo de nervios.
Casi no prestó atención al paisaje, salvo cuando pasaron por encima de la Fortaleza Negra. Se le encogió el corazón al verlo: conocía ese lugar bien, no lo olvidaría nunca. Apartó la mirada al poco, no queriendo recordar lo que sucedió allí y que tan presente había estado en su mente desde que llegaron.
Por suerte, pronto consiguió algo nuevo en lo que centrarse: la Montaña Prohibida se abría frente a ellos, iluminada por la luna como si de un foco se tratase.
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Se le hizo un nudo en el estómago cuando el ave empezó a descender. Estaba tan cerca que incluso pudo notar la presencia de la hada oscura en el interior de aquel castillo de aspecto tan.. acogedor. O eso, o estaba más paranoico que de costumbre y eran paranoias suyas, lo cual era muy probable.
La mayor sorpresa fue cuando, al mirar de reojo a Nanashi, le pareció verla llorando. Fue un instante, pues al volver a mirarla estaba tan serena como de costumbre. Pudo ser una imaginación suya, pero dado que Ban sabía que Nanashi tenía una historia larga con este mundo, dio por hecho que él no era el único afectado por el lugar. Irónicamente, le hizo sentir un poco mejor.
Garuda aterrizó en el inicio de la rocosa cima sobre la que se alzaba el Castillo, inclinando un ala para que los pasajeros pudieran deslizarse por ella para bajar. Ban se dio prisa para bajar de los primeros del pájaro y dio la vuelta a la roca, fijándose en los goblins que custodiaban una entrada. Con su tamaño normal, no habrían resultado una amenaza seria, pero en la actualidad, podían ser muy peligrosos, sobre todo si llamaban a más.
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Apretó los puños, consciente de que estaba apunto de hacer una tontería. Pero necesitaba hacerla. Sin mediar palabra con nadie, sin esperar órdenes ni señales, y aprovechando que Garuda se estaba marchando con los caballos, echó a correr en dirección a la entrada.
Necesitaba respuestas. Pasó mucho tiempo intentando olvidar todo lo que le había ocurrido en sus viajes, negando haber sido un portador de la llave espada. Pero ahora que Villa Crepúsculo ya no estaba y había regresado a Bastión Hueco, debía afrontar la realidad. Volvía a ser un portador, pero algo fallaba. La oscuridad de su interior, el estado de su corazón, y el motivo de que le salvara... Maléfica tenía las respuestas. Y debía encontrarlas antes de que fuera tarde.
Sabía que Nanashi no lo aprobaría, ni mucho menos Primavera o los otros dos tontos (también conocidos como Nikolai y Saito), así que por eso se marchó solo hacia delante. Corrió a toda prisa, nervioso pero decidido, y cuando estuvo a una distancia prudente con los goblins, invocó su Llave Espada y se aplicó un Tenue sobre si mismo. A pesar de que con su tamaño ya era muy difícil que le vieran, prefirió no correr riesgos.
Temía que Nanashi o alguno de los otros le alcanzaran para detenerle, así que se le ocurrió la idea de ponérselo un poco difícil a los de detrás si intentaban pasar a escondidas como él. Sin detener la carrera, y con mucho cuidado de no acabar pisado por ninguno, al pasar al lado de un goblin le haría un corte con la Llave Espada en horizontal según corría, aplicando fuerza y sin llegar a detenerse. Sabía que no le haría casi daño, pero su intención era la de captar su atención y la de los que le rodearan para que se movieran y miraran al suelo. Con suerte, serviría para retrasar un mínimo a los de detrás.
Por lo demás, Ban seguiría hacia delante, utilizando Doble salto si era necesario para pasar algún obstáculo que hubiera en el camino. Su objetivo era internarse lo máximo posible en el castillo, buscando cualquier señal de dónde pudiera estar Maléfica. Incluso intentaría probar a ver si su oscuridad interior le guiaba a algún lado, por probar que no quedase.
Evitaría ir por el centro, prefiriendo las esquinas para no ser descubierto (o pisado) con facilidad, y reutilizando Tenue si fuera muy necesario por la presencia de goblins u orcos.
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