AleynOdín asintió ante las preguntas de Aleyn.
—
El Escudo de la Virtud tiene una factura común; a primera vista no se distingue de cualquier otro. Sin embargo, su aura es intensa, como la de la Espada. Si cualquiera de vosotros lo toma, sin duda habrá una reacción. Freyja era meticulosa, es muy posible que lo guardara en los sótanos del castillo o en una torre, mas me cuesta comprender por qué no lo usó ante Maléfica…—
¿Estamos, entonces, todos de acuerdo?Aurora asintió con determinación.
Justo entonces, la barrera se desvaneció. La luna desapareció y se hizo el silencio más absoluto. Odín miró hacia el cielo y soltó una exclamación entre la admiración y la extrañeza. Poco a poco se fueron acostumbrando a la nueva iluminación; la luna había desaparecido (debía faltar poco para el amanecer) pero el cielo estaba tachonado de bellas estrellas.
—
Hacía tanto que no veía el verdadero cielo…—murmuró Odín.
—
¡Tía Fauna! ¡Estamos aquí!—exclamó Aurora, sonriente, dirigiéndose hacia la arboleda—.
¡No vas a creerte lo que...!De entre las sombras surgió una figura demasiado alta para ser Fauna. Abel resopló e intentó ponerse en pie, pero Odín se le adelantó y se situó delante de Aurora.
—
¡Quién va!—
Habéis crecido mucho, alteza.—
¡TÚ! ¡MALDITO TRAIDOR!—
¡NO!—chilló Aurora, poniéndose delante de Odín para impedirle cargar al frente: pronto quedó claro por qué. El hombre, Mateus Palamecia, a quien Aleyn conocería por el periódico y por dominar Ciudad de Paso como su Alcalde, sostenía a una inconsciente Fauna bajo un brazo. Temblorosa, Aurora le miró como si hubiera visto un fantasma—.
Os recuerdo… Pero vos… ¡Vos moristeis después de asesinar a Erika!—
Eso es lo que Nanashi y mi querida antigua Maestra pensaban, efectivamente.—Mateus puso su vara contra el cuello de Fauna—.
No es el caso. Pero olvidemos el pasado, tenemos cosas más importantes que hacer ahora, ¿no es así, princesa? Os quedan doce horas de vida, si no calculo mal. Ahora que la barrera ha caído, deberíais continuar vuestro camino y hacer lo que más os apetezca antes de que la maldición os consuma.Aurora se quedó lívida.
—
¡Miserable!—Odín preparó su espada.
El Emperador le chistó como quien calla a un niño pequeño y alzó mejor a Fauna.
—
¿Acaso quieres que muera otra hada mientras te quedas mirando?—Mateus alzó las comisuras de los labios—.
Si no queréis que esta anciana muera, tú, muchacho, me traerás ahora mismo el arma de Odín. Luego os daré un hechizo para que inmovilicéis a Odín y selléis sus habilidades. Únicamente entones os devolveré a esta hada y podréis… continuar con vuestro camino, sea el que sea.Aurora y Abel miraron a Aleyn, a quien habían seleccionado para tan desagradable tarea, mientras que Odín se contenía a duras penas para no abalanzarse sobre Mateus.
Tras unos segundos, este creó una especie de hilo blanco que se cerró alrededor del cuello de Fauna y apretó tanto que el hada soltó un quejido. Entonces la dejó caer y posó con delicadeza la bota sobre la cabeza de la mujer, sin soltar el hilo blanco. Aleyn no podía saber si pretendía asfixiarla o decapitarla pero sólo con ver la magia que desprendía la cuerda, era suficiente para saber que la mataría de una forma u otra.
El Emperador, que tan de súbito había aparecido, no tenía nada contra ellos o eso afirmaba, sino que quería anular los poderes de Odín. El motivo, no podían saberlo. En cualquier caso, quedaba en manos de Aleyn qué hacer, porque si intentaba comunicarse con sus compañeros o estos con Aleyn, el hilo se apretaría y Fauna gemiría de nuevo.
Por lo que Aleyn sabía, el Emperador era un mago muy fuerte. Si sellaban a Odín, se quedarían sin defensa posible en caso de que Mateus decidiera eliminarlos.
¿Qué opción quedaba? A menos que quisiera arriesgarse… Al fin y al cabo, Mateus le había pedido que primero le acercara la espada.
Pero antes tendría que convencer a Odín, que temblaba de pura furia.
Atenta a la decisión de Tristan en su parte, ya que podría influenciar sobre tu ruta. Por lo demás, cualquier duda, coméntamela por privado.
****
SaitoTras una vacilación, Primavera asintió y se quedó con él. Gracias a un movimiento de su varita, una serie de luces que recordaban a pequeñas luciérnagas iluminaron la zona.
—
Cómo puede sobrevivir nadie aquí durante tanto tiempo…—murmuró el hada con un estremecimiento—.
Esa mala bruja…Buscaron en varias celdas pero no encontraron nada excepto algún esqueleto encadenado a la pared, ratas y mucha, mucha mugre. Al menos comenzaban a acostumbrarse al mal olor, por imposible que pudiera parecer.
Entonces un gemido vino de una celda que ya habían registrado. Primavera se acercó al fondo y soltó una exclamación: había un pozo.
Si se asomaban verían que el pozo se hundía tres o cuatro metros y que medía cuatro o cinco de amplitud. Al fondo, rodeado de restos y desperdicios, había una figura que alzó las manos entre gemidos de dolor cuando Primavera iluminó la prisión.
—
¡Pobre criatura! ¡Monstruos!Un golpe de varita y el hombre fue elevado en el aire entre gimoteos de horror. Cuando lo sentaron en el suelo de la prisión pudieron ver que estaba no cadavérico, sino lo siguiente. El pelo canoso le caía hasta la espalda y despedía una peste insoportable. Casi no le quedaba ropa, solo jirones tan mugrientos que casi parecían piedras. Intentó retroceder pero estaba demasiado débil.
Primavera le chistó y dijo:
—
Ahora mismo te ayudo.Durante los siguientes diez minutos se dedicó a hacer diferentes encantamientos que la iban agotando progresivamente. Cuando terminó, el hombre había dejado de parecer una calavera andante aunque seguía muy delgado; llevaba una túnica y pantalones y le había cortado un poco el pelo. También sus gimoteos pudieron convertirse en palabras guturales y torpes, pero palabras:
—
¿Quiénes sois? ¿C-cómo habéis llegado aquí? Era un anciano asustado pero algo en sus ojos destilaba inteligencia si uno podía ver más allá del terror.
—
Venimos a buscar una debilidad de Maléfica—respondió Primavera entre cuchicheos. Sus rechonchas mejillas parecían haber languidecido y se le habían formado ojeras—.
No te preocupes, te sacaremos de aquí. ¿Cómo te llamas?—
Tuk… —Se le rompió la voz—.
Hacía años que no decía ese nombre…—Se puso en guardia y giró a su alrededor—.
¿Qué es eso?—
¿El qué?—
Ruido. —
Será una rata. Tuk, escúchame, tenemos que encontrar una debilidad de Maléfica. ¿Sabes algo?Pero Tuk no hacía caso; empezó a gatear hacia la salida, exigiendo que apagaran las luces. Primavera resopló.
—
Chico, ve a ver las escaleras. Quizás sea Nanashi, que regresa. Tuk no se atrevería a salir de la celda, sino que se quedó asomado murmurando entre dientes y suplicando porque apagaran las luces. Si Saito se acercaba a las escaleras en efecto, escucharía un ruido.
Unas pisadas. Armaduras. Pero no venían de abajo, sino de arriba. También se acercaba una luz. Si gritaba, sin duda lo escucharían. Era mucha gente la que venía, ¿sería una inspección general o sospechaban algo? ¿Tendría que ver Mateus?
Saito podía elegir; bajar corriendo a avisar a su Maestra, aunque no sabía a qué distancia se encontraría, o esconderse en una celda y obedecer a Tuk, mandando a Primavera apagar las luces.
También, si se le ocurría otra cosa, podía probarla.
*
Nikolai—
Habrá un hechizo protegiendo el objeto y probablemente te pedirá algo para romperlo. No puede ser nada mágico o podríamos pasar nosotros—respondió Nanashi—.
Sea como sea, si es muy peligroso debes ser tú quien decida cuánto está dispuesto a ofrecer.El Emperador sonrió, como si hubiera escuchado un chiste que sólo él pudiese entender.
Nikolai pudo usar su habilidad para descender al interior del pozo. Al momento percibió algo frío y oscuro,
muy oscuro, tanto que lo dejó sin aliento y le encogió al pecho hasta tal punto que creyó que se desmayaría.
Por suerte, consiguió llegar entero al suelo aunque, a partir de ese instante, si intentaba hacer magia, el frío se volvería tan intenso que todo se volvería negro y sería incapaz de continuar.
Si miraba a su alrededor se daría cuenta de que, aparte de oler horrible, a cerrado, con un aire que pesaba cuando intentaba respirarlo —casi daba la impresión de que estaba absorbiendo la maldita oscuridad— no vería un pimiento si no fuera por el tenue resplandor que provocaba la luz de Nanashi. Las paredes estaban llenas de muescas, a pesar de ser una piedra dura. Si se fijaba vería cuentas de días, días y días. Tantos que resultaba abrumador. Hasta en el suelo, si lo limpiaba un poco, encontraría esas muescas. Nikolai pisaba algo sucio y casi rígido. En su mayoría estaba carbonizado pero en algunas partes parecía…
¿Hilo? Si seguía los pequeños ríos que no habían sido pasto del fuego vería que había inmensos bordados, tejidos con esmero, con figuras que apenas se distinguían ya. En un rincón además había lo que parecía ser una rueca quemada sobre la cual dormitaba un huso de hierro.
A sus pies había una corona.
Cuando Nikolai intentara acercarse sentiría una fuerza extraña y de pronto cientos de tajos se abrieron a lo largo de su mano, que sangró a chorros. Y no había ni siquiera rozado la corona. Si pretendía cogerla tendría que extender todo el maldito brazo. Se iba a quedar sin manga. Claro que si usaba el huso puede que sólo tuviera que meter hasta el bíceps…
No podría usar magia para cogerla, eso estaba claro. Maléfica se había asegurado de que ni gente mágica ni corriente pudiera acceder a la Corona sin dolor. Es decir, era
muy importante para ella.
Ahora, ¿valía la pena perder el brazo? Porque apenas sí había rozado la barrera que rodeaba la Corona. Quizá fuera mejor idea volver arriba en busca de algún palo o una espada para atraer el dichoso objeto. Total, tiempo tenía…
Pero la gente del reino de Huberto no, como tampoco lo tenía la princesa Aurora. Claro que si mentía y decía que la Corona no estaba allí abajo, podía alejar a Mateus de la presa que estaba buscando.
Todo dependía de lo que el chico decidiera hacer.
Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28
Saito
VIT: 70/70
PH: 32/32
****
Tristan La expresión de Maléfica era de sutil diversión. No miraba directamente a Tristan, como si no mereciera su atención, pero sí arqueó las cejas ante algunas frases como la de que no sabía cómo lidiar con su oscuridad.
—
Necesito respuestas, por favor. Ayúdame.—
¿Que te ayude?—Se volvió hacia él, por fin, sonriendo y con una ceja arqueada—.
¿Estás pidiéndomelo, humano, después de que evitara que desaparecieras? —Y Maléfica rompió a reír con una risa estentórea que resonó en las paredes de la sala. Cuando se sintió satisfecha meneó la cabeza y de pronto su gesto se volvió sombrío y peligroso, tan de súbito que la risa pareció una ilusión—.
¿Por qué debería ayudarte? Has venido a mí arrastrándote y traicionando a Nanashi. Eres, o intentas ser, un Caballero. No tengo ningún motivo para ayudarte con la Oscuridad que te regalé. Lidia con ella tú solo.Iba a hacer un amago para que se largara de ahí cuando Tristan comenzó a vomitar información, que casi parecía quemarle dentro. Como si lo esperara, Maléfica alzó las comisuras de los labios y se quedó plácidamente sentada, escuchando.
—
¿Un ángel?—repitió, llevándose un dedo a los labios, pensativa.
—
Su nombre es Odín, o algo parecido.Hubo un violento ascenso de temperatura y las antorchas, hasta entonces casi rescoldos, explotaron en lenguas de fuego verde al tiempo que Maléfica se incorporaba, alta, terrible y con una expresión que prometía cosas muy, muy malas.
—
¿Has dicho Odín? Repítelo, miserable, ¡repítelo!Se levantó y, acompañando su camino de secos golpes en el suelo con la contera de su vara, Maléfica caminó de un lado a otro con la túnica inflamándose a su paso. La esfera de su arma se iluminó y un rayo salió disparado contra el techo. Estaba tan furiosa que a Tristan seguramente no le habría extrañado que lo atacara a él al ser el único objetivo vivo del lugar.
Entonces, casi tan de súbito como había venido la furia, la tormenta desapareció. Maléfica rió por lo bajo.
—
Ahora entiendo. La tregua ya pasó.—Rió de nuevo y se dirigió hacia Tristan—.
Levántate, humano. Si lo que dices es cierto, puede que te enseñe a lidiar con la Oscuridad.—Los ojos del hada relampaguearon—.
Y con ese miedo que te está destrozando.—Cerró la mano alrededor de su esfera y la movió con suavidad—.
Si me traicionas no te mataré. Oh, no.—La esfera resplandecía. De pronto un frío penetrante, indescriptible, casi doloroso, atravesó a Tristan. El corazón se le disparó cuando sintió unas garras de hielo cerrarse entorno a él y clavarle las uñas. Por un momento, Tristan creería que iba a enloquecer de puro miedo. Porque era eso lo que sentía:
miedo—.
Dejaré que te destruya tu propio miedo, pequeño. No te dejará descansar ni un solo día—susurró.
Maléfica apartó la mano y el terror se esfumó como una pesadilla pero… igual que una, dejó sus rescoldos.
La túnica acarició a Tristan cuando la mujer se dirigió a las puertas.
—
Imagino que no querrás verle la cara a Nanashi o ella misma te matará, así que te sacaré de aquí.—Maléfica se detuvo ante las puertas—.
Irás a la prisión de Odín. No te acercarás a él, claro, o percibirá mi Oscuridad en ti y te destrozará. Si tu… compañero ha conseguido llegar hasta él, habrá roto la prisión en la que se encuentra. Obtendrás una cosa para mí. Una espada. Tiene una factura simple y no destaca demasiado excepto por su aura blanca. Odín la llama Espada de la Verdad.
»Tráemela y, entonces, te ayudaré.Chasqueó los dedos y algo estalló dentro de la cabeza de Tristan. Cuando el chico abrió los ojos, de pronto podía ver un aura negra y con llamas verdosas que latía alrededor de Maléfica. Si se daba la vuelta, descubriría que había más auras.
Podía ver la magia.
—
La prisión de Odín está al noroeste del Bosque. Resplandece como si fuera un sol. Ve. Y Maléfica salió de la estancia dando un portazo.
Tristan tenía varias opciones. La más evidente era obedecer. Para ello, ya que esta vez no había ninguna Maestra cerca para impedírselo, podía usar el glider y salir por una ventana, al menos si pretendía complacer a la Señora Oscura.
Otra más difícil pero más digna era darse cuenta de lo que había hecho y tratar de ayudar a su Maestra y sus compañeros. Pudiendo ver las auras de la magia, no debía ser muy difícil encontrarlos. Daría con el camino.
También podía pedir auxilio a Nithael. Sabía muy bien que era poderoso. O incluso Odín podría servir; si pedía ayuda a Aurora podía ser que no lo matara y Maléfica parecía tenerle miedo.
Todas las opciones eran arriesgadas pero ahí llegado ahí solito. Lo que decidiera ahora podía cambiar para siempre la vida de mucha, mucha gente.
Tristan
VIT: 30/30
PH: 15/22
En principio, tanto al Castillo de Huberto (en realidad no podrías entrar, sino quedarte en la zona del ejército orco) como al Bosque puedes llegar para la siguiente ronda, así que si eliges el segundo sería interesante que hablaras con Sally.
****
Victoria y CelesteNithael mandó callar a Victoria en cuanto empezó a mencionar a las órdenes. No parecía enfadado, pero sí incrédulo porque la chica no supiera contener mejor la información. No protestó cuando Flora tomó la perla ni mucho menos hizo caso a Victoria porque de pronto había algo mucho más importante que hacer.
Cuando salieron por la puerta miró con el ceño fruncido a ambas aprendices. Quizás fueran demasiado jóvenes para confiar en ellas. Ninguna de las dos había empezado con buen pie aquella misión.
*Nithael no protestó cuando Victoria alzó la mano y Flora lanzó un resoplido de indignación. Fue a protestar pero Nithael se interpuso entre ambas y le susurró unas palabras al oído —tuvo que inclinarse
mucho para poder hacerlo—. Flora volvió a resoplar, lanzando miradas punzantes a Victoria.
Antes de que Celeste se marchara con Heike, Nithael la cogió por un hombro y dijo:
—
Por favor, no juegues con esto. No sé qué habéis estado haciendo antes pero esta gente podría morir si seguís tomándoos todo a broma.—No estaba enfadado, pero sí sinceramente preocupado; se le veía en los ojos—.
No te apartes de Heike bajo ninguna circunstancia y, si es necesario, retrocede. Vuelve sin heridas, por favor.Le dio un suave apretón en el hombro y luego la muchacha pudo irse corriendo tras la capitana, que se alejaba con paso firme sin mirar atrás. Luego Nithael se acercó a Victoria y le dijo:
—
Hablaremos de esa perla más tarde; ahora lo que importa es esta gente. ¿Entendido, Victoria? Si sigues pensando antes en la perla que en tu misión, en la que te va la vida y la de cientos de personas, dejaré que te quedes aquí dentro y mandaremos a un soldado en tu lugar.
»¿Puedo confiar en ti?Más valía que sí. Un solo error más y, por amable que fuera Nithael, estaba claro que no lo olvidaría y tampoco le serviría a Victoria para obtener la dichosa perla.
*
CelesteLa puerta este todavía no estaba cerrada, aunque sí se había levantado el puente que se levantaba sobre el foso. La gente empezaba a acumular toda clase de bultos tras la misma para impedir que pudieran abrirla desde fuera con un ariete. Aun así, Heike no se mostró conforme.
—
Si usan el fuego verde, la puerta será pasto de las llamas y entrarán sin más. Hay que destruir el puente… Pero no sin antes defenderlo. Podremos matar a los goblins que intenten cruzarlo. —
¿Y los huargos, señora?—
Los mataremos también. ¡Preparad el aceite hirviendo! Y tened a mano el fuego de hada para partir el puente. Tú—Heike se volvió hacia Celeste—
¿tienes armadura? ¿Qué clase de magia usas?Heike no reaccionaría mal si Celeste se ponía la armadura tal cual; al fin y al cabo, era un mundo de magia. Si la chica decía que no tenía, encargaría que le trajeran una apropiada para su tamaño. Después se dirigiría con diez soldados hacia el puente, en el que comenzaron a colocar una serie de bolsitas pequeñas llenas de polvo. Si Celeste se acercaba, vería que estaban llenas de un polvo verde.
—
No le acerques nada de fuego o reventarás en pedacitos—le advirtió Heike.
No era pólvora pero se le parecía y tenía toda la pinta de ser mágica… Así que mejor hacer caso.
—
Vamos a trazar un perímetro de seguridad—ordenó Heike—.
¡Venga, haced un círculo de polvo entre el puente y esas casas!—Los soldados se pusieron manos a la obra—.
Tú, tú y tú—señaló a Celeste la última—
vamos a mirar entre las casas. Si veis a algún orco u goblin, intentad matarlos sin que os descubran. Si no podéis, regresad sin hacer ruido. Daré un toque de corneta antes de reventar el puente así que más os vale estar aquí. No os alejéis mucho. La ciudad que rodeaba el vacío estaba vacía, pero había tantas casas desiertas y calles que cualquiera podía esconderse en ellas. Heike se acercó a Celeste y le puso una diminuta bolsa en la mano.
—
Úsala si la necesitas. Si la lanzas contra los ojos o alguna zona blanda como la boca será como ácido. Si le prendes fuego, explotará.—La revisó de arriba abajo—.
Si tienes miedo de perderte puedes venir conmigo.Uno de los soldados partió para el camino de la izquierda, otro por la derecha y Heike se dirigió con paso cauteloso hacia el centro mientra el resto trazaba una especie de círculo de polvo alrededor del puente.
Celeste podía elegir cualquiera de los tres caminos o, incluso, si tenía miedo, volverse para dentro del castillo. Quizás, con todo, pudiera encontrar algo de provecho en las calles desiertas o salvarle la vida a alguien.
No te olvides de que es de noche, por lo que no ves bien pero tus enemigos, a menos que usen huargos, tampoco te verán bien a ti.
*
Victoria—
El hechizo durará una hora—le indicó Flora a Victoria, ceñuda—.
Estaré arriba para traerte de vuelta pero intenta estar en la muralla antes de que se acabe el tiempo o te acribillarán.Después agitó su varita y un escalofrío agitó a Victoria. Cuando se mirara, no encontraría nada: se había vuelto invisible, incluso para sí misma —lo cual era un pequeño problema porque no sabía bien dónde estaban sus manos—.
—
Increíble—Nithael arqueó las cejas—.
¿Dura una hora? Impresionante.Flora agitó de nuevo su varita, como restándole importancia. Felipe, agitado, dijo:
—
Por favor, tened cuidado, señora. Los goblins y los orcos huelen muy bien y si han traído consigo a sus demonios… Y vos no confiéis en Melkor. Es un mentiroso de nacimiento. Intentará negociar pero todo será mentira. La última aldea que le abrió sus puertas terminó arrasada. Nithael asintió, sombrío.
Las puertas se abrieron y cayó el puente levadizo.
—
Si hay Sincorazón te perseguirán, así que trata de eliminarlos sin la Llave Espada o será demasiado evidente.—Nithael comenzó a caminar sin miedo—.
Fíjate en el camino para no dejar huellas visibles y aléjate de esos perros. En cuanto tengas la oportunidad restriégate con algo de un orco o un goblin para confundir el olor. Y Victoria, ten cuidado. Cuando regreses hablaremos de esa perla e intentaré conseguirla, así que no hagas locuras.Nithael se detuvo a unos veinte metros de Melkor, que sonreía con amabilidad. El huargo se removía, inquieto, pero su jinete lo controlaba con mano de hierro.
—
Hermosas alas, creo que no se ha visto ninguna como las tuyas en varios siglos. ¿De dónde vienes?—
Eso no tiene importancia, hemos venido a negociar, ¿no es así?Victoria tenía camino libre, si es que una fila interminable de nerviosos goblins y orcos podía considerarse como tal. Los orcos, más grandes y fuertes, se movían y farfullaban entre ellos con voces guturales y varios montaban en huargos. Los goblins, estirados o pequeños, eran mucho más débiles. Quizás fuera mejor meterse entre cualquier hueco entre ellos.
Una vez consiguiera hacerse paso entre sus filas —por suerte para ella, los goblins y los orcos que recibieran un empujón se volverían contra sus compañeros sin sospechar nada, en gran medida ayudada por la oscuridad— y terminara por atravesarlas encontraría que se estaba levantando rápidamente una especie de campamento con varias tiendas a la vez que se trabajaba con fiereza en las torres de asalto.
Fuego, fuego. Podía usar su propia magia para incendiar las torres pero sería difícil, para eso necesitaría algo inflamable. Al fondo se veían unos cuantos carros con los pertrechos guardados por huargos. Si miraba a la izquierda, en las tiendas, se estaba preparando la comida. Quizás tuvieran aceite o algo parecido. A la derecha, por otra parte, estaba la tienda más grande de todas —y la más limpia—, sin duda, perteneciente a Melkor.
El tiempo corría. ¿A dónde elegiría ir Victoria?
Siento muchísimo el retraso, chicos. Mi Internet ha muerto, estamos teniendo problemas con la compañía y el router que nos han cambiado se estropeó a las dos horas así que entre una cosa y otra no he podido tener el post antes, ni copiar vuestras partes (excepto la de Astro, que me cogió antes de que se fuera a la mierda Internet). Sigo sin Internet como tal pero de mil en mil consigo algo de conexión. Perdón por los problemas y los errores que pueda haber en este post.
Fecha límite: jueves 18 de febrero