[Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Trama de Nikolai, Victoria, Ban, Saito + Celeste y Aleyn

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Ronda #5 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Vie May 13, 2016 12:56 am

Evitando mirar a nadie, Ban avanzó directo hacia la torre. Procuró no separarse demasiado de Victoria en todo momento, más que nada para evitar que pensara que iba a huir y se llevara otro doloroso puñetazo. Al menos, tenía a Garuda bien pegado en el hombro. A veces le molestaba un poco, pues pesaba lo suyo, pero agradecía que el animal no le abandonase.

Llegaron a lo alto de la torre tras unos minutos de subir escaleras en un incómodo silencio (al menos por parte de Ban). Allí, encontraron a Flora malherida y con unas pintas horribles. Fue Garuda el encargado de despertarla.

¿Y el príncipe? ¡Oh, no, ese maldito Diablo se lo ha llevado ¿verdad?!

Dejó que Victoria respondiese, pues entendería mejor a lo que se refería, y también le cargó a ella el marrón de explicar la situación de la sala del trono. Ban se metió las manos en los bolsillos, cabizbajo y callado, escuchando lo que explicaba la hada con el interés justo. Su mente seguía perdida entre sus pensamientos, sobre todo porque los remordimientos le estaban pasando factura. Menudo idiota había sido. Un idiota gigante. Y ahora Nithael, una persona (o ángel) que se había ofrecido a ayudarle de forma sincera sin apenas conocerle, se moría. Por su culpa.

¡Maldita bruja!—gimió Flora, tras su explicación.

En resumen, el cuervo de Maléfica (Diablo), había sido el responsable de darle la espina negra a la niña muerta. Luego, engañó al príncipe para que se entregase voluntariamente con los objetos requeridos a cambio de una tregua. Todo indicaba que era una trampa, pero Felipe aceptó.

Volvieron a toda prisa a la sala del trono, donde Nithael estaba incluso peor que antes. Las alas... Casi parecía que se iban a caer en cualquier momento. Flora empezó a utilizar su magia sobre él, pero se detuvo al fijarse más a fondo en la espina.

¡Tenéis que sacar esa monstruosidad de aquí!—exclamó—. ¡Si la dejamos clavada en el cuerpo de la niña echará raíces y será imposible librarse de ella, contaminará el resto del palacio!

Ban ni se lo pensó. Necesitaba empezar a liberar culpa contenida, y le pareció lo mejor que podía hacer: así que dio un paso adelante y agarró la espina para arrancarla del cuerpo de la niña. La soltó al instante, gritando de dolor. ¡Dolía a horrores!

Tuvo que esperar para preguntarle a la hada qué podía hacer, porque seguía con su tratamiento al ángel. Poco a poco, la oscuridad de las alas pareció detenerse. Sin embargo, no desapareció. Simplemente, estaba ralentizada. Ban apretó los puños con fuerza, con el alma en los pies. Eso no podía ser bueno.

Es todo lo que puedo hacer por ahora. Esto es magia arcana, muy antigua, y necesitamos un antídoto. Maldición… No, Maléfica no es tan arrogante. Sí. Eso es. Maléfica debe haber traído consigo un antídoto. Hasta un ser como ella no es indemne a este tipo de oscuridad.

»También cabe la posibilidad de que no lo tenga pero… Pero es nuestra única opción. Desconozco la forma de neutralizar este tipo de Espinas y las Ciénagas, donde el hada Eir podría ayudarnos, no están abiertas. Estamos solos.


Se hizo el silencio. Ban miró de reojo a Victoria, pero antes de que ella pudiese detenerle, él dio un paso adelante y se acercó a Flora.

Me encargaré de la espina. No puedo acercarme ahora mismo a Maléfica. No puedo.

Fue a decir que temía que le convenciese de nuevo para que cambiase de bando, o que directamente le matara nada más sentirle en su campamento, Fuera como fuese, no quería acercarse a Maléfica. Al menos, no ahora. Necesitaba más tiempo.

»¿Qué hago con ella? ¿Adónde la llevo?

Escucharía con atención lo que la hada le indicara, tomando nota de todo. Acto seguido, invocaría su armadura de caballero (menos el casco) y haría de tripas corazón. Oh, aquello le iba a doler mucho, y eso que hacía bien poco que tenía el brazo sano. Utilizó la misma mano que antes estaba carbonizada y, prefiriendo no pensarlo demasiado, agarró la espina y la arrancó de golpe.

Tuvo que apretar los dientes con todas sus fuerzas para no gritar en voz alta. Salió corriendo, con cuidado de no golpear a nadie con la espina, en la dirección adecuada para lo que Flora le hubiese indicado. Se libraría de aquella maldita espina negra, y volvería para ayudar. Esperaba que para entonces todavía tuviera mano que utilizar.
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Ronda #5 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Vie May 13, 2016 1:00 am

Evitando mirar a nadie, Ban avanzó directo hacia la torre. Procuró no separarse demasiado de Victoria en todo momento, más que nada para evitar que pensara que iba a huir y se llevara otro doloroso puñetazo. Al menos, tenía a Garuda bien pegado en el hombro. A veces le molestaba un poco, pues pesaba lo suyo, pero agradecía que el animal no le abandonase.

Llegaron a lo alto de la torre tras unos minutos de subir escaleras en un incómodo silencio (al menos por parte de Ban). Allí, encontraron a Flora malherida y con unas pintas horribles. Fue Garuda el encargado de despertarla.

¿Y el príncipe? ¡Oh, no, ese maldito Diablo se lo ha llevado ¿verdad?!

Dejó que Victoria respondiese, pues entendería mejor a lo que se refería, y también le cargó a ella el marrón de explicar la situación de la sala del trono. Ban se metió las manos en los bolsillos, cabizbajo y callado, escuchando lo que explicaba la hada con el interés justo. Su mente seguía perdida entre sus pensamientos, sobre todo porque los remordimientos le estaban pasando factura. Menudo idiota había sido. Un idiota gigante. Y ahora Nithael, una persona (o ángel) que se había ofrecido a ayudarle de forma sincera sin apenas conocerle, se moría. Por su culpa.

¡Maldita bruja!—gimió Flora, tras su explicación.

En resumen, el cuervo de Maléfica (Diablo), había sido el responsable de darle la espina negra a la niña muerta. Luego, engañó al príncipe para que se entregase voluntariamente con los objetos requeridos a cambio de una tregua. Todo indicaba que era una trampa, pero Felipe aceptó.

Volvieron a toda prisa a la sala del trono, donde Nithael estaba incluso peor que antes. Las alas... Casi parecía que se iban a caer en cualquier momento. Flora empezó a utilizar su magia sobre él, pero se detuvo al fijarse más a fondo en la espina.

¡Tenéis que sacar esa monstruosidad de aquí!—exclamó—. ¡Si la dejamos clavada en el cuerpo de la niña echará raíces y será imposible librarse de ella, contaminará el resto del palacio!

Ban ni se lo pensó. Necesitaba empezar a liberar culpa contenida, y le pareció lo mejor que podía hacer: así que dio un paso adelante y agarró la espina para arrancarla del cuerpo de la niña. La soltó al instante, gritando de dolor. ¡Dolía a horrores!

Tuvo que esperar para preguntarle a la hada qué podía hacer, porque seguía con su tratamiento al ángel. Poco a poco, la oscuridad de las alas pareció detenerse. Sin embargo, no desapareció. Simplemente, estaba ralentizada. Ban apretó los puños con fuerza, con el alma en los pies. Eso no podía ser bueno.

Es todo lo que puedo hacer por ahora. Esto es magia arcana, muy antigua, y necesitamos un antídoto. Maldición… No, Maléfica no es tan arrogante. Sí. Eso es. Maléfica debe haber traído consigo un antídoto. Hasta un ser como ella no es indemne a este tipo de oscuridad.

»También cabe la posibilidad de que no lo tenga pero… Pero es nuestra única opción. Desconozco la forma de neutralizar este tipo de Espinas y las Ciénagas, donde el hada Eir podría ayudarnos, no están abiertas. Estamos solos.


Se hizo el silencio. Ban miró de reojo a Victoria, pero antes de que ella pudiese detenerle, él dio un paso adelante y se acercó a Flora.

Me encargaré de la espina. No puedo acercarme ahora mismo a Maléfica. No puedo.

Fue a decir que temía que le convenciese de nuevo para que cambiase de bando, o que directamente le matara nada más sentirle en su campamento, Fuera como fuese, no quería acercarse a Maléfica. Al menos, no ahora. Necesitaba más tiempo.

»¿Qué hago con ella? ¿Adónde la llevo?

Escucharía con atención lo que la hada le indicara, tomando nota de todo. Acto seguido, invocaría su armadura de caballero (menos el casco) y haría de tripas corazón. Oh, aquello le iba a doler mucho, y eso que hacía bien poco que tenía el brazo sano. Utilizó la misma mano que antes estaba carbonizada y, prefiriendo no pensarlo demasiado, agarró la espina y la arrancó de golpe.

Tuvo que apretar los dientes con todas sus fuerzas para no gritar en voz alta. Salió corriendo, con cuidado de no golpear a nadie con la espina, en la dirección adecuada para lo que Flora le hubiese indicado. Se libraría de aquella maldita espina negra, y volvería para ayudar. Esperaba que para entonces todavía tuviera mano que utilizar.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Vie May 13, 2016 1:14 am

Las Espinas Negras son fruto de una vieja maldición de dragones y sangre. Para elaborar un antídoto se necesitaría no solo un complejo hechizo, sino mezclar sangre mágica muy poderosa, féerica, con la de la víctima. No conozco las indicaciones de la pócima, lamentablemente.

No se preocupe, es más de lo que ya tenía. Gracias —le musitó con sinceridad, alzando la mano.

Dragones y sangre de una criatura mágica. Se las veía muy canutas para encontrar todo eso antes de que se les acabase el tiempo, pero no debía ser imposible. Se jugaba todos sus platines a que Maléfica tendría parte de los ingredientes entre sus pertenencias si estuvo preparando la maldición, o incluso alguna anotación sobre la misma que les indicase que más necesitaban.

Mientras, Saic se encargó de tomar nota y mandarle a Saito la poca información que tenían vía móvil. Ojala encontrase algo por allí.

Entonces, el momento de las preguntas y respuestas, su favorito, llegó.

¿De dónde vienes, joven? —Con la primera en la frente. Nikolai se mordió la lengua antes de soltar la primera excusa barata que se le ocurriese. El precio a pagar por hacerse el ignorante… Suerte para él que la mujer prosiguió—: No de los reinos circundantes, desde luego. Nanashi también venía de muy lejos.

¿Ya conocíais a Nanashi de antes? —«Haber empezado por ahí», notó que se le quitaba un pequeño peso de encima. Carraspeó—. Yo soy Nikolai, un pupilo suyo.

Ya no. Esa mentirijilla le sentó como una patada en el estómago, recordando quien fue el culpable de que las cosas fuesen así ahora.

Mi nombre es Joana y era una antigua dama de la corte de este castillo pero, tras los ataques de unos orcos, me convertí en prisionera de guerra. Quizás conozcas a mi hijo.

»Se llama Melkor.

Nikolai abrió mucho los ojos y se quedó mirándola de hito en hito.

¿Melkor es su hijo?

Por las risas de Joana, la cara de alucinado que se le quedaría sería para enmarcarla. En fin, no llamarían a Melkor mestizo por nada, pero… Su madre. Cada vez que lo pensaba se le hacía más irreal.

Aunque había que decir que ninguno de ellos compartía parentesco. Supuso que la herencia orca sería más notoria.

Los reyes de este castillo me rechazaron cuando me negué a separarme de mi hijo, de modo que viví durante unos años en el campo, sin perder la comunicación con mi hermana, la reina, hasta que la Señora Maléfica fue liberada por cierto caballero llamado Mateus. —A Nikolai se le ensombreció el rostro al volver a escuchar ese odioso nombre. Era como si no pudiese librarse de la influencia del muy cretino allá donde fuese—. Siempre pensé que ese muchacho era demasiado ambicioso, pero pensar que llegaría tan lejos como para liberar a Maléfica… Ah, ojalá mi hermana me hubiera escuchado.

«”Demasiado ambicioso” es quedarse corto», apretó los dientes, asqueado. Que se lo dijeran a los vecinos de su distrito que cayeron en las garras de sus secuaces.

Pero sí que le sorprendió que fuese aquel hombre el que desatase a quien pasaría a ser la peor pesadilla de los reinos. Escuchó antes que Mateus fue su antiguo aprendiz, ¿no? Pues no debió ser una relación llevadera si en la actualidad se llevaban a matar.

El resto de la historia no precisó de mucha deducción para imaginarse cómo comenzó el reino del terror de Maléfica una vez fue puesta en libertad. Hasta que Joana llegó a cierto punto:

Mi hermana y su familia podrían haberse salvado. Se lo supliqué a Maléfica. Pero entonces mi sobrina no tuvo mejor idea que enfrentarse a Mateus, por traidor. Era amiga de Nanashi, creo. —Nikolai frunció el ceño, sin dejar de prestar atención—. Mi hermana no parecía muy convencida sobre eso de que se uniera a la orden de caballeros de la que provenía Nanashi, pero Frederika era muy lanzada.

Su cerebro reaccionó al reconocer un nombre más del relato. En parte, solo le sonaba de escucharlo por encima. Se llevó la mano al mentón, cavilando. ¿Una amiga de Nanashi? ¿Dónde había…?

Podemos enfrentarnos en un duelo cuando tú lo desees. Sin aprendices por medio. Sin nada más que tú y yo y el recuerdo de Erika.


«Erika…»

Claro, ahora todo encajaba. Era ella; por eso Nanashi estaba tan irascible con solo mirar las ruinas del hogar de su amiga. El malnacido de Mateus tan solo necesito nombrársela para asestarle una puñalada que ni ella podría aguantar con todo el estoicismo del mundo.

No habría sido una buena reina… Pero tampoco merecía morir así. Aunque con su acción condenara a toda su familia, incluso a su hermano pequeño. Pobre criatura.

Por unos instantes, su mente retornó a unas celdas más atrás, donde en una cama yacían los huesecillos que vio antes, y los pinchazos de angustia volvieron a repetirse.

»Lo que pasó con el castillo podrás imaginártelo, muchachito. Y sobre por qué estoy aquí, bien, a Maléfica no le conviene que me vaya muy lejos, no sea que un día Melkor no sea todo lo fiel que debería, pero tampoco puede matarme a pesar de ser la heredera de este castillo.

Una risa amarga y escueta se le escapó de los labios. Le resultó cómico que Maléfica fuese lo bastante inteligente para saber que el control de algo o alguien nunca es absoluto, por muy vigilado que lo tuviese. Seguro que no se le volvería a olvidar después de que alguien le manosease su preciada Corona.

Pero fue recordarla junto al fracaso que supuso hacerse con ella y borrársele la sonrisilla. Se miró la palma de la mano que se abrasó al hacer contacto, y empezó darle vueltas a ese conglomerado de recuerdos que giraban en torno a esa reina Frederike.

Espera… ¡Frederike! Por eso le sonaba el nombre de Frederika. Y ahora que caía, no fue precisamente por la reina. ¿En uno de los fragmentos no salió alguien con un nombre tan parecido?

Doña Joana, vuestra hermana —dijo con aire ausente, todavía deambulando por los recuerdos de la Corona—. Por un casual no se llamaría Friederika.

Llegase o no una respuesta, Nikolai percibió que el rostro de Joana pasó a reflejar una preocupación repentina.

Cierra la puerta. Ahora mismo. Escóndete debajo de mi cama. Ya.

La orden le pilló con la guardia baja. Pestañeó un par de veces y giró célere la cabeza hacia la puerta, esperando escuchar el ruido de unas pisadas que no llegaron. ¿O no las oía?

Resolló entre dientes, inseguro de por qué Joana le pidió que hiciese aquello. Pero ya que tampoco se le ocurrió ninguna razón para no hacerlo, decidió echar por la borda todas sus inseguridades y confiar en ella. Se tiró al suelo y rodó hasta resguardarse bajo el camastro, encogiéndose y enmudeciendo a la espera de lo que fuese a pasar a continuación.
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Ronda 5

Notapor Sally » Vie May 13, 2016 4:31 am

Aleyn estuvo a punto de regresar dos veces al santuario para destruir las espinas que lo corrompían, y solo escuchar los gruñidos de Ygraine, que deseaba salir de allí cuanto antes, hizo que no volviera a bajar los escalones. La subida se hizo más corta, porque ya no tenía que detenerse a cortar y apartar las zarzas, y, para su inmensa alegría, pudo pasar más rápido junto al fuego detenido en el tiempo.

Mostró las manos cuando llegó a la cripta, indicando que no había encontrado el Escudo, aunque Abel pareció igualmente aliviado. Aleyn se preguntó cuánto tiempo habría transcurrido desde que se fuera, y si el capitán habría temido que no volviera.

El pasadizo conduce a un santuario, la verdadera tumba de la reina fundadora —comentó mientras se acercaba para comprobar cómo estaba Aurora—. Las espinas… las espinas han sido conjuradas por Maléfica o alguno de sus acólitos para corromperlo de alguna forma. Alguien debería purgarlo cuando todo esto acabe.

Suspiró. El estado de Aurora no había cambiado. Supuso que debería alegrarse por el hecho de que no hubiese empeorado, pero no fue capaz.

¿Ha ocurrido algo durante mi ausencia?

Abel le respondió que Aurora había intentado irse —y después de haber descubierto el origen de las espinas, Aleyn agradeció más que nunca contar con la ayuda del capitán, porque esperaba lo peor si estas lograban atrapar a la princesa —, aunque sin ningún éxito. Ni siquiera tenía la fuerza suficiente para acudir junto a aquello que le llamaba, lo cual le aliviaba y preocupaba a partes iguales.

Marchémonos de aquí.

Aleyn colocó con cuidado la Espada en su cinturón al tiempo que Abel volvía a cargar con la princesa. Le partía tanto el alma verla reducida a aquel estado, y agradeció en silencio la palmada que el capitán le dio en el hombro. Iban a necesitar todos los ánimos posibles para enfrentarse a lo que les esperaba.

Volvió la vista atrás un par de veces mientras se dirigían hacia la escalera, para asegurarse de que las espinas no hubieran conseguido librarse del hechizo que las paralizaba, preguntándose qué más trampas aguardarían al otro lado de la puerta. ¿Habría más espinas por el resto del castillo? ¿El lugar donde se escondía el Escudo estaría también corrompido por ellas? ¿Ocurriría algo si sacaban el artefacto de allí?

Su mente tuvo que dejar de perderse en aquellas preguntas cuando se vio enfrentada a un problema mucho más tangible: la puerta. Si no fuera porque el tiempo les atenazaba la garganta y por todas las escenas de terror petrificado con las que se habían encontrado de camino al castillo, le habría hecho hasta gracia la situación. Pero no era el caso; lo único que sentía era ganas de gritar al ver que aquella maldita cosa no cedía. Estaba seguro de que, de no haberse puesto Abel a abrirse paso con su espada, habría acabado empleando algún conjuro de pura frustración.

Trató de calmarse, sujetando con delicadeza a Aurora y viendo cómo los pedazos de madera, por supuesto, se quedaban en el aire. Y, por supuesto, tuvieron que emplear su cada vez más escaso tiempo en apartarlos para poder pasar. Imploró a la Fortuna que no tuvieran que lidiar con muchas más puertas cerradas o que encontraran el Escudo pronto.

Al otro lado se hallaba el vestíbulo del palacio y Aleyn, que se había acostumbrado a la cripta, tardó más de lo que debería en darse cuenta de que lo que veía no eran estatuas, sino gente. Guardias, mujeres, niños… Al menos allí, como las hordas de Maléfica no habían logrado penetrar las murallas, no se encontraron con sangre flotando en el aire, ni muertos a los que ni siquiera se les permitía descansar sobre el suelo. Era un pobre consuelo.

Ygraine, conmigo —le indicó al zorro antes de que este se pusiera a explorar el vestíbulo. No quería arriesgarse a que accionara una trampa sin querer. No veía espinas por ninguna parte, pero tampoco las había visto en la cripta hasta que Aurora intentó tocarlas.

Aurora, que en ese momento pareció salir de su letargo.

Mis padres...

Aleyn, sorprendido por escuchar su voz, miró en derredor. No veía a los reyes en el vestíbulo, pero era muy posible que aquella estancia acabase desembocando en la sala del trono, donde uno esperaría encontrarlos.

Princesa, no tenemos tiempo.

Aleyn estuvo a punto de murmurar que, aunque lo tuvieran, no le parecía una buena idea que Aurora viera a sus padres en ese momento cuando algo le interrumpió. Una voz delicada, indudablemente femenina.

«Valiente caballero, subid a la torre, rápido.
Tengo lo que habéis venido a buscar


Aleyn miró a sus compañeros para comprobar si ellos también lo habían oído y qué pensaban al respecto. Era probable que Aurora estuviera demasiado débil o absorta en la Fortuna sabía qué como para reaccionar, pero ver que Abel no había cambiado de gesto le indicó que aquellas palabras solo habían resonado en su cabeza.

«¿Quién sois? » pensó, dubitativo. Aquella no era la voz de Maléfica —a la que, a pesar de haber escuchado en solo una ocasión, no sería capaz de confundir con ninguna otra. Aparecía demasiado en sus pesadillas—, pero eso tampoco quería decir que perteneciese a una aliada.

«Mi nombre es Freyja.
No tenéis nada que temer de mí
»


Freyja. El hada guardiana del reino de Estéfano. Aquello era imposible… ¿o no? Aleyn no recordaba que Nanashi o Aurora hubieran dicho que Freyja hubiese sido asesinada. El hada, simplemente, había desaparecido. ¿Querría eso decir que se había escondido en el castillo, esperando el momento adecuado para actuar? No pudo evitar sentir una chispa de orgullo al pensar que había decidido contactar con él, con él, y no con cualquier otra persona. ¿Sería aquella la presencia que había creído sentir ya un par de veces? ¿Le habría estado observando el hada para comprobar si era digno de recibir el Escudo? Eso tenía cierto sentido.

Pero aquello bien podía ser otra trampa. A fin de cuentas… ¿qué cebo podría ser más apetitoso que la llamada de un hada perdida, asegurando que tenía lo que uno buscaba con tanto anhelo? Y Aleyn no encontraba demasiado tranquilizadora la frase “No tenéis nada que temer de mí”. Pensaba que sería lo típico que un depredador le diría a una presa para que siguiera pastando tranquila a su lado.

«¿Y si es cierto, no obstante?» Le daba miedo pensar, por si acaso aquella presencia, fuera quien fuera, tenía acceso total a su mente «¿No deberías indagar toda posible pista? Tal vez posea el Escudo, tal vez pueda purgar la tumba de la reina… Tal vez. Y tal vez… podría indicarte alguna forma, algún método para anular la maldición de Aurora. » Se le aceleró el corazón con solo imaginar aquella posibilidad.

Se mordió el interior de la mejilla, tratando de calmarse. Una vez más, no podía consultar aquella decisión con nadie. Aurora recordaría a Freyja, pero si apenas podía sostenerse por sí misma, era injusto pedirle información. Posiblemente ni siquiera llegara a escuchar sus posibles preguntas.

Decidió que merecía la pena asumir el riesgo e investigar la torre. El problema radicaba en si volver a hacerlo solo o continuar con todo el grupo.

No tenía claro si se estaba encaminando hacia una trampa. Era muy probable, igual que también era probable que se encontrasen con otra trampa si miraban en un lugar que no fuera la torre. El castillo podía estar plagado de ellas. Tampoco sabía si a aquella presencia, fuera Freyja o no, le haría gracia que se presentara con sus compañeros. A fin de cuentas, solo se había dirigido a él, y quizás la magia oscura que se revolvía en el interior de Aurora produciría alguna clase de reacción negativa, como había ocurrido con las espinas.

¿Y si aquella era la trampa sobre la que el príncipe Felipe le había advertido? ¿Y si en la torre aguardaba algo, algo lo bastante poderoso como para pasar por encima de ellos y la Espada, algo capaz de arrastrar a la princesa a su funesto destino? Aún quedaban horas —¿horas? ¿Solo horas?— para que llegara el momento, pero Aleyn tampoco se fiaba de que Maléfica fuera a cumplir los plazos con rigurosidad.

Con todo, si estaban juntos tenían más posibilidades de proteger a Aurora. Y siempre, se dijo, podía ir él primero, asegurarse de que no hubiera nada peligroso, antes de indicarle a Abel que la ruta era segura.

Podríamos iniciar la búsqueda en la torre —sugirió, sacando la Espada del cinto para estar más preparado ante cualquier contratiempo—. Con calma. Ygraine y yo iremos abriendo camino para comprobar que no hayan colocado alguna otra clase de trampa mágica. — Se preguntó si estaba tirando demasiado del hilo, si Abel consideraría que estaba asumiendo demasiado el papel de líder—. El caballero Odín… —Aquel nombre le dejaba un regusto a remordimientos y sangre en la boca—. El caballero Odín sugirió que Freyja quizás había ocultado el Escudo en los sótanos o en las torres; y en las criptas, dejando a un lado el santuario de la reina, y recuerdos de tiempos pasados, no hallamos nada relevante.

Estaba dispuesto a discutir al respecto si llegaba el caso. Defendería que, como grupo, podían luchar mejor. Aunque, si Abel le sugería alguna otra forma de mantener más a salvo a Aurora, la aceptaría. A fin de cuentas, la seguridad de la princesa le preocupaba más que la suya propia.

Finalmente, se intentaría dirigir hacia la voz.

«Entonces, si sois vos quien posee aquello que he venido a buscar… Mostradme el camino, os lo ruego»

Si la presencia le daba alguna indicación, la seguiría, fijándose en cada rincón, cada sombra sospechosa, cada posible vestigio de magia. Ygraine iría delante de él, husmeando.

Si permanecía muda, emplearía su intuición y su imagen mental del castillo para hallar el camino hacia la torre, intentando ser igual de meticuloso a la hora de buscar trampas.
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Re: Ronda 2

Notapor H.S Sora » Vie May 13, 2016 7:27 pm

Mientras Primavera rebuscaba en el libro sobre dragones que le había tendido, me dediqué a intentar encontrar algo que nos pudiese ayudar, y esperaba que en las páginas de aquel extraño tomo sin nombre hubiese alguna pista. Leerlo no suponía demasiada dificultad, a pesar de que la letra era algo complicada de entender. El verdadero problema era que aquel tomo más que un libro parecía un diario, uno de investigación.

Mucho de los términos y de las cosas a las que se refería en él me eran irreconocibles al igual que alguno de los dibujos que poseía. Mejor dicho, parecía estar escrito adrede para que solo su dueño lo entendiese. Pero a pesar de todo conseguí percatarme de un nombre que parecía pertenecer a una persona, Friederike si no había entendido mal, pero no me sonaba. ¿Sería alguien conocido en aquel mundo?

¿Quién es Friederike? —Me atreví a preguntarle al hada, aunque quizá estaba tan concentrada que ni me respondía.

En todo caso podría preguntárselo a Nanashi, pero primero debíamos salvarla… tragué saliva mientras me daba prisa en seguir leyendo. También había menciones a la Orden, pero a medida que me acercaba al final la letra se volvía más descuidada y apresurada. Me preguntaba si aquel tomo pertenecería a Maléfica o si lo habría robado, cuando encontré uno de aquellos curiosos dibujos con una peculiar aclaración.

¿Corazón del mundo?...

Fuente de luz, es lo que sostiene este mundo. Sin él, se vendría abajo, como sucedió con otros mundos que cayeron en la oscuridad.
Pero hay una guardiana. Una leyenda generacional. Hay alguien que debe proteger este Corazón.


Pasé las páginas en busca de más, pero me encontré con la amarga decepción de que ahí acababa. Revisé una y otra vez aquel “Corazón del mundo”, mientras enarcaba una ceja. No recordaba que me hubiesen hablado de ese concepto, no de aquella manera al menos ni sobre la “guardiana” que protegía aquel sustento de luz.

Mientras guardaba el libro en mi mochila —si podía, el libro se vendría para Bastión Hueco antes de que Tierra de Partida le pusiese las manos encima— me pregunté si la repentina caída de Villa Crepúsculo tendría algo que ver. Estaba convencido de que Aaron era el responsable pero no había podido imaginar cómo se las había ingeniado, y seguía sin hacerlo, pero quizá estaba relacionado con aquel nuevo concepto.

Me rasqué la cabeza, intentando no pensarlo. ¿Pero podían caer todos los mundos entonces de una manera tan fácil? No creía que fuese sencillo acceder a ese corazón, pero si había alguien custodiándolo tampoco era un lugar imposible de acceder.

Mi móvil vibró entonces, quitándome aquellas preocupaciones de la cabeza. Se trataba de Nikolai, y por lo visto había conseguido adivinar algo sobre el hechizo. No tardé en hacerle saber a Primavera, que seguía sumida en aquel volumen, lo que me había dicho.

Acabo de encontrar parte del conjuro. Es una maldición de dragones, sí. Para contrarrestarlo se necesita no solo sangre féerica o la de la víctima, sino luz pura… además de escamas de dragón. Maldita Maléfica. No podemos conseguir luz pura, no sin Rosa o… ¡O el ángel!

Están muy lejos de aquí. —Le recordé, y me imaginaba que el ángel debía estar ya combatiendo contra el ejército que se avecinaba o no podía quedarle mucho.— ¿No podemos hacer nada sin esa luz?

Apreté los puños. Si hacía falta iría en Glider hasta el castillo, abriéndome paso contra los orcos o todo lo que se me pusiese por delante. La idea de dejar a Nanashi ahí y con Nikolai me horrorizaba, pero más me aterraba la idea de no poder salvarla.

Negué con la cabeza. Debíamos hacer algo, lo que fuese.

>>Quizás podamos elaborar un remedio temporal para ayudar a Nanashi.

Asentí, llevándole ambos botes al hada. No estaba seguro de si empezaría a hacer el remedio en los aposentos de Maléfica o si prefería ver a la Maestra antes. Pero aquella voz, que no había sonado en mi cabeza, torció todos los planes.

Alguien se acercaba.

Me apresuraría a guardar ambos botes debajo de la cama, mientras le hacía indicaciones a Primavera de que se escondiese ahí también. Hacer magia era muy arriesgado ahora, y no podíamos perder lo único que habíamos conseguido para salvar a Nanashi. Solo oía una voz, pero si se trataba de aquel grupo de orcos aún se conformarían conmigo.

Me situaría entonces al lado izquierdo de la entrada, con la guadaña preparada y de manera que no se nos pudiese ver ni a mi ni al arma hasta estar dentro y mirar a los lados. No haría ruido alguno, pero si veía entrar a cualquier enemigo no dudaría en utilizar la guadaña para intentar matarlo en el acto. Y entablar combate con los demás, si es que había venido acompañado.

Pero esperaba que fuese quien fuese no se atreviese a adentrarse en el dormitorio de su Señora, que se conformase con ver que todo aparentaba estar en orden… o de lo contrario estaba jodido.

Juro que cuando lo coja le voy a destrozar los tendones de los pies. Así no volverá a pensar ni en escapar.


Muy jodido.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Ronda 6

Notapor Suzume Mizuno » Sab May 14, 2016 10:44 pm

Aleyn



Podríamos iniciar la búsqueda en la torre —señaló Aleyn—. Con calma. Ygraine y yo iremos abriendo camino para comprobar que no hayan colocado alguna otra clase de trampa mágica. —Abel, como había imaginado Aleyn, se percató del papel que estaba intentando tomar pero solo arqueó una ceja y sonrió un poco—. El caballero Odín… El caballero Odín sugirió que Freyja quizás había ocultado el Escudo en los sótanos o en las torres; y en las criptas, dejando a un lado el santuario de la reina, y recuerdos de tiempos pasados, no hallamos nada relevante.

Vamos entonces. No nos sobra precisamente el tiempo.

Abel no parecía dispuesto a alejarse de la princesa y la idea de dejarla a sola no era muy inteligente. También se mostraba a favor de que se mantuvieran unidos. Sobre todo en aquel extraño castillo imbuido en magia. Con Aurora mirando insistentemente hacia la sala del trono, pero sin resistirse a ellos, empezaron a ascender hacia la torre, sin que la voz volviera a dirigirse a Aleyn.

Aun así, cada vez que parecía que iban a perderse, percibían una chispa dorada por el rabillo del ojo que les devolvía al camino correcto. Abel intercambió una mirada suspicaz con él, pero no comentó nada, se limitó a aferrar con firmeza su espadón.

*


No hubo trampas. Solo gente detenida en el tiempo, asustada, mirando por las ventanas o abrazándose entre sí a modo de despedida. Tuvieron que astillar un par de puertas para continuar su camino, pero eso fue todo.

Y, en la torre, en una desangelada estancia, esperaba la que debía ser Freyja.

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Estaba sentada en una silla, cansada y ojerosa, tan pálida que parecía que fuera a volverse transparente de un momento a otro, y se aferraba a un cayado que terminaba en una media luna. Sus alas, parecidas a las de Fauna y las demás, solo que mucho más grandes, estaban caídas y rozaban el suelo. No parecía tener fuerzas para levantarlas.

Bienvenidos, aunque sea en mala hora—murmuró con una trémula sonrisa—. Oh, mi pobre niña, ojalá no hubieras vuelto nunca.—Se incorporó como pudo y miró a Abel, que había abierto mucho los ojos—. Te reconozco a pesar de los años, Abel. Ahora eres todo un hombre. Me alegra verte.

»A ti también, caballero. Quizás seas la respuesta que he estado buscando.


Con pasos titubeantes, se acercó a Aurora, que la miraba con el ceño fruncido, como si estuviera haciendo un esfuerzo por reconocerla. Freyja le acarició la frente y la muchacha cerró los ojos. El Hada, con una mirada repleta de tristeza, meneó la cabeza.

No hay nada que pueda hacer por ti ahora, mi pequeña… Ya me cuesta lo suficiente mantener este hechizo.—Freyja retrocedió y volvió a sentarse en la silla—.La maldición de Maléfica no fue por puro despecho. Lleva mucho planeando vengarse de los descendientes de la reina Friederike. Pero también… sabe que Aurora es especial. Que es la clave para apoderarse de este mundo. Por eso hay que evitar que le hagan ningún daño y, sin embargo, sin ella no podemos poner remedio a esta maldición—Miró directamente a Aleyn—. Has venido de la cripta. Ya sabes lo que hay abajo, ¿verdad? —Suspiró y de pronto, a pesar de su tersa piel, se mostró vieja. Increíblemente vieja—. Eso es el Corazón de nuestro mundo. Desconozco si Maléfica lo conocía desde antes de ser encerrada o no, pero el día en que nació la princesa Aurora, aprovechando que las hadas guardianas estábamos… arrobadas por la pequeña, plantó una semilla en él. No me percaté de su existencia hasta que las plantas, alimentándose de la luz del Corazón, brotaron… Y me vi obligada a detener el tiempo de este castillo.

Así que fuiste tú la responsable…

Freyja asintió.

La princesa era demasiado niña para ponerle remedio, si se hubiera quedado aquí no habría podido desarrollar su naturaleza… Pero ha regresado demasiado la tarde. La maldición de Maléfica la está afectando, está contaminando su luz. Y necesitamos la luz más pura que podamos conseguir.—Freyja volvió a mirar a Aleyn—. Solo hay dos opciones. Si purificamos el Corazón, si Aurora consigue hacerlo, quizá pueda salvarse de su propia maldición. Pero será muy peligroso. La otra opción es que lo intentes tú, Aleyn. Antes de que mi poder termine de desmoronarse. No podré mantener mucho más el tiempo detenido, no sin… hacer algo que significaría que no habría vuelta atrás.—Freyja contuvo un gemido de dolor—. Si no se purifica el Corazón antes de que la maldición de Maléfica destruya a Aurora, ni mi poder podrá evitar que las Espinas se extiendan por todo el reino. Y entonces Maléfica tendrá el control sobre el núcleo de este mundo...

Era mucha información de golpe. ¿Había dos maldiciones? ¿Una en el Corazón del mundo y otra en Aurora? No estaba muy claro cómo funcionaban. Tampoco lo que tendría que hacer Aurora o, si no querían arriesgarla a ella, Aleyn.

No era buena idea aceptar sin averiguar antes todos los detalles posibles. Además, ¿quién les aseguraba que todo esto no era una trampa?



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Aleyn
VIT : 20/32
PH : 5/11




****
Saito



¿Quién es Friederike?

¿Eh? La reina fundadora del reino humano. Bueno, ahora son tres pero antes solo eran uno.—Primavera respondió vagamente, sin hacerle mucho caso ni darse cuenta de que ya sólo quedaban «dos» reinos humanos.

¿No podemos hacer nada sin esa luz?

Primavera soltó un largo «hmmmm», meditabunda, mientras le indicaba a Saito las cantidades de ingredientes que debía verter en el caldero. Parecía que quería intentarlo lo más rápido posible.

Entonces escucharon la voz y se quedaron paralizados. Saito guardó los botes debajo de la cama y Primavera obedeció, escondiéndose con ellos. El muchacho, por su cuenta, se situó a la izquierda de la entrada, preparado con su arma.

¿Cucúuuu?—Una voz infantil resonó al otro lado de la puerta—. Voy a entraaaaar.

La puerta se abrió con suavidad y entró Ahren, mirando a su alrededor con ojos inquisitivos.

Entonces la guadaña de Saito cayó sobre él. Quizá fue el silbido del arma o que Ahren, al ser pequeñito, tuvo más tiempo para reaccionar. Rodó por el suelo, hasta casi chocarse contra el caldero y volcar su contenido, y se levantó con un hombro sangrando. Mostró los colmillos en una sonrisa cruel a Saito.

¡Juguemos!

Ahren arremolinó alrededor de sus manos dos espirales de aire. Una de ellas arrojó a Saito contra la pared y lo dejó sin aliento. El niño pegaba fuerte.

La estancia era pequeña y no tendrían mucho sitio para moverse, ni él ni Ahren, pero el chico usaba el viento y tendría cierta ventaja pero, a cambio, tampoco podía escapar y no parecía ser muy fuerte cuerpo a cuerpo. Además, el muchacho parecía tener cuidado con no romper los libros o los botes de su Señora…

El problema era que, si no se daba prisa, Ahren podría acabar volcando la poción o incluso averiguando lo que pretendían hacer Si le daba un grito a Primavera, esta podría ayudarlo —quién sabía cuánto— pero entonces perderían la posibilidad de sorprender a Ahren. Entonces ¿Saito intentaría luchar por su cuenta y esperar a que Primavera interviniera? ¿Saldría de la torre para conseguir luchar en un lugar más abierto?

Lo que estaba claro era una cosa: la sangre de Ahren era féerica.


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Saito
VIT: 68/70
PH: 32/32



****
Nikolai


Doña Joana, vuestra hermana. Por un casual no se llamaría Friederika.

Joana arqueó una ceja.

Es un nombre habitual entre las herederas de nuestra familia, pero su nombre era Anne.

Entonces tocó esconderse.

¡Dónde está ese inútil! ¡Como se haya escapado el prisionero…!

Nikolai escuchó cómo se abrían puertas. Y un largo silencio. Luego los pasos se acercaron a toda velocidad y se abrió la puerta de la celda.

Lady Joana…—Era una mujer orco—. Perdonad que os moleste, ¿por casualidad habéis escuchado algo?

No, Ronna, no mucho. Hubo un forcejeo.—Joana se meció y siguió hablando con voz plácida—. Creo que el muchacho gritó algo a tu orco. Algo sobre ser un poco gallito al dirigirse a alguien encadenado. Después, no sé más.

Ronna no se movió.

¿Ah, sí…? No se ha llevado a su hechicera.

Quizás ha ido a buscar refuerzos.

Quizás. En ese caso, habrá que cambiar de posición a la hechicera. No vayan a encontrarla con demasiada facilidad.

Ronna salió de la habitación, cerró (sin echar la llave) y escucharon sus pasos al alejarse y marcharse por una escalera. Cuando Nikolai intentó salir de debajo de la cama, Joana dio un suave taconazo, indicándole que todavía esperara un poco más.

¿Dónde dejaste las llaves, chico?

Eso, ¿qué había hecho con ellas?

¿Era una trampa?

Pero, si Ronna había hablado en serio, podía ser tanto una mala noticia como una buena. Porque quizás pudieran mover a Nanashi… Pero si traía a más orcos consigo, con su magia bloqueada, Nikolai iba a poder hacer muy poca cosa.

¿Qué debería hacer? ¿Arriesgarse? ¿Pedir ayuda a Saito? ¿Esperar?

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Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]

Saic
VIT : 22/22
PH: 8/12




****
Celeste



Usa las puñeteras armas, maldita sea —espetó Celeste entre susurros al príncipe— o encuentra a alguien que pueda. Con disimulo, si no es mucho pedir.

Pero…

En cuanto a ti...

Melkor, que había observado la escena con una sonrisa de diversión, arqueó las cejas cuando la muchachita se encaró a él.

Me temo que no podemos ofrecerte estas reliquias.

¡Celeste!—imprecó Felipe, que se había puesto pálido.

Melkor, por su parte, se acarició la barba sin dejar de sonreír.

¡Vamos! Apenas han pasado treinta minutos de esas preciosas dos horas que nos había prometido la señora. ¿No sabéis que la paciencia es la madre de la virtud? O algo así dicen. Sin embargo, nos sabría muy mal que hubierais desperdiciado el viaje. Que no se diga que este reino trata mal a sus visitantes, tú ya me entiendes.

Felipe fue a cogerla del brazo y a espetarle qué demonios estaba haciendo, pero Celeste se adelantó y dijo algo que dejó a todos los soldados de piedra:

Así que te propongo un trato. Por encima de la tregua, ¿qué me dices? ¿Te gustan los duelos?

Los duelos son cosa de humanos, pero no niego que pueden ser entretenidos.

Tú contra mí, aquí mismo, sin segundas personas ni... segundos orcos.

Melkor esperó un par de segundos. Como Celeste no dijo nada más, rompió a reír con carcajadas graves y potentes.

¿Quieres luchar contra mí?—Cuando recuperó un poco la compostura, Melkor rugió—: ¡Vuestras mujeres valen más que cien soldados, ¿me oís?! ¡Sin duda vuestra capitana se moriría de asco al veros temblar de esa manera mientras una niña decide retarme! Para ganaros un poco de tiempo—añadió en tono más normal, con una sonrisa casi amable para Celeste.

¡NO!—gritó Felipe, cogiendo a Celeste por un brazo—. ¡Esto es una locura y desperdicio inútil!

El cuervo, Diablo, parecía estar de acuerdo, porque aleteaba enfadado sobre la cabeza de Melkor. Este, que no dejaba de sonreír, lo espantó con una mano.

Acepto. Más os vale manteneros aparte, alteza, si no queréis que me enfade. Y tú, pajarraco, ve a decirle a la Señora que tardaré un poco más en volver.

Diablo dedicó una mirada venenosa al semi-orco antes de marcharse volando y graznando, indignado.

Habrá una apuesta, como es obvio. Si tú ganas, además de la vida de una de esos molestos Portadores de la Llave, te llevas al príncipe y sus juguetes. Y, si gano yo, nos concedéis las dos horas. Sin trucos ni emboscadas. Y al cuervo de rehén, para equilibrar la balanza. Lo juro por mi honor de Caballero.

¿Oh…? —Melkor arqueó una única ceja—. ¿«Ganar»?

Venga, ¿o me vas a decir que no aprecias una buena pelea uno contra uno? ¿Cuándo fue la última vez?. Yo quería proponérselo al otro, ese orco blanco, pero antes de que pudiera darme cuenta ya había estirado la pata. ¿Cómo se llamaba..? ¿Grisjac? ¿Grisan? Sé qué era algo con “gris”...

La sonrisa de Melkor de pronto se amplió.

¿Así que lo has matado? ¿Tú?—Se acarició la barba de nuevo—. No creo que entiendas lo que eso significa, muchacha.—Desenvainó su espada—. Atrás todos. Príncipe, si abrís la boca de nuevo, mataré a vuestros soldados y luego pelearé igualmente con ella. Así que moveos. Ya.

A regañadientes y mirando con mucha preocupación a Celeste, Felipe hizo que sus hombres obedecieran. Así, el círculo que había alrededor de Celeste y Melkor se amplió.

El semi-orco comenzó a dar vueltas. Celeste podía imitarlo o quedarse en el centro —lo cual no sería una buena opción— pero tampoco tendría mucho tiempo para ello.

Melkor cogió impulso y, de pronto, fue como enfrentarse a la carga de un toro. Feroz, rápida y pesada. Tardaba en coger la suficiente velocidad pero, una vez salía disparado, era imposible de detener. Celeste esquivó a tiempo la estocada horizontal que podría haberla partido en dos sin ningún problema, pero tuvo que rodar por el suelo para conseguirlo. Los soldados contuvieron el aliento.

Parecía que Melkor habló en serio cuando dijo que los orcos no solían hacer duelos. No estaba jugando. Si Celeste no tenía cuidado, iba a acabar peor que mal. Para los orcos parecía que ganar era equivalente a matar.

Melkor se dio la vuelta con lentitud e hizo un gesto de desafío a Celeste.

Usa tu magia, muchacha. Yo no dudaré en usar mis habilidades. No me gusta deshonrar a los que me desafían.

Y se preparó para cargar una vez más.


*
Victoria y Tristan



¿Qué hago con ella? ¿Adónde la llevo?

Flora se quedó mirándolo con los labios fruncidos, pensando con rapidez.

Muy lejos de aquí. La dejes donde la dejes, echará raíces. Pero quizá si pudiéramos mantenerla en una zona desierta…—Nithael gimió y Flora se volvió hacia él con preocupación—. Pero dame, intentaré que no te contagie.

Sacudió la varita y unos guantes plateados envolvieron las manos de Tristan, de tal forma que parecían adherirse a su piel como si formaran parte de la misma.

Las Espinas echan raíces allá donde hay vida o Luz, así que has de volar muy lejos. Bajo ningún concepto permitas que acabe cerca de un cadáver. No florece tan rápido en lo muerto, pero también le sirve de alimento y pasa más desapercibida. Luego… Luego, si sobrevivimos, tendré que ir a ocuparme de ella. De alguna forma.

Garuda no parecía muy contento con la decisión de Tristan, pero tampoco le impidió coger la Espina que, a pesar de los guantes, empezó a enviar latigazos de dolor bastante desagradables por el brazo. En pocos minutos se lo dejaría tan entumecido que no podría ni cerrar los dedos. El ave parecía dispuesta a acompañarle hasta donde fuera necesario.

Entre tanto, las puertas se abrieron y entró Heike. Estaba cubierta de sangre pero, por lo demás, parecía bastante entera. Echó un vistazo y, tras evaluar la situación, indicó a un grupo de hombres que fueran a ayudar al rey.

¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

Si los aprendices se dirigían a ella, probablemente intentaría echarles una mano. Si no, indicaría que trasladaran a Nithael a una habitación para no tenerlo en el suelo y se marcharía sin decir nada.

Entre tanto, Victoria podía decidir si acompañara a Tristan o no en busca de un lugar lejano donde la Espina no hiciera daño.

Eso si podían superar el ejército que los asediaba, claro.



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Victoria
VIT: 40/40 [+1 Acc]
PH: 20/20

Celeste
VIT: 20/20
PH: 20/22

Tristan
VIT: 24/30
PH: 11/22


Fecha límite: jueves 19 de mayo.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: Ronda 6

Notapor H.S Sora » Jue May 19, 2016 6:34 pm

¿Cucúuuu?

Mis músculos se tensaron. La voz no era demasiado amenazadora, pero si no se trataba de un orco, ¿quién era?

Voy a entraaaaar.

Por la puerta se adentró una criatura de la estatura de un niño. Aunque ya conocía a aquel diablo, era el mismo que había visto liderar el ejército de orcos que se había llevado a Nanashi.

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Si ahora estaba ahí significaba que nos buscaba, ¿sería el tal Ahren? Poco importaba. Había hecho bien en esconderme, ahora podría dar el primer golpe. Y con suerte el último.

O no.

Aquel bastardo consiguió evadir el filo de la guadaña casi en el último momento, rodó para acabar chocando contra el caldero y volcar parte del contenido. El contenido del antídoto que Primavera y yo estábamos fabricado para Nanashi, un remedio con el que quizá no necesitaríamos aquella dichosa luz pura...

¡Juguemos!

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¿Qué?

Me había puesto tan nervioso, que no vi venir una espiral de aire que me empotró contra la pared, cortándome la respiración por un momento. El niño sonreía de mientras, con uno de sus hombros sangrando. Pero aquella sangre… ¿sería la que necesitábamos? El niño no parecía una criatura normal, y Maléfica debía de sacar de algún lado aquella sangre feérica que necesitaba para sus hechizos. ¿Qué mejor forma que con la de su propio esbirro?

Traté de analizarle en lo que me ponía de pie: era muy poderoso con la magia y bastante ágil, usaba el viento. La única “desventaja” que veía era que por su constitución no parecía muy fuerte en el cuerpo a cuerpo, si le forzaba a un encuentro directo quizá tendría alguna oportunidad.

Pero debía tener cuidado con la poción, o la echaríamos a perder.

Alargué la mano y utilicé la guadaña para cerrar la puerta. Ni él ni yo podríamos escapar por las buenas, una reducción de terreno serviría para agilizar todavía más el combate. Solo saldría uno de allí.

Tampoco podía llamar a Primavera, o aquel monstruo podría darse cuenta de lo que tramábamos. Lo mejor era que luchase yo, y que el hada intentase intervenir en caso de que la situación fuese muy grave y desesperada.

¡Juguemos! —Exclamaría. Él todavía tenía una de aquellas espirales de viento invocadas—. Pero antes quiero ofrecerte algo. Un libro de tu Señora que me he encontrado por las mazmorras, ¿lo quieres?

>>Como te muevas o me ataques, le prendo fuego. A él y a media habitación de tu Señora.

Dejaría la guadaña en su posición de rotación frente a mí, y si veía que el niño no intentaba atacarme aún, me pondría a rebuscar en la bolsa. Cogería un Éter y antes de sacarlo, encerraría a mi enemigo con una Trampa Oscura que esperaba que no llegase a esquivar. Me tomaría el Éter y me abalanzaría sobre él, guadaña en mano, invocando un Profanus que esperaba usar directamente contra él.

Trataría de no golpear el caldero, pero lo primordial era acabar con aquel enemigo. Ya me había enfrentado antes a la afinidad del Viento, podía volver a hacerlo.

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Acciones y habilidades de Saito por orden xD

Trampa Oscura (HM) [Nivel 15] [Requiere afinidad a Oscuridad; Poder mágico: 18]. El usuario hace surgir oscuridad a los pies del rival y esta lo encierra formando una esfera totalmente densa y hermética que lo mantiene cautivo durante un turno (hasta que el usuario vuelve a postear). Es débil a hechizos de tipo Luz y se puede romper mediante un ataque o habilidad física fuerte, pero si se rompe de otra manera que no sean habilidades mágicas, liberará una pequeña explosión que dañará al rival si el turno aún no se ha acabado.

-Toma un Éter, recuperando 20PH.

Profanus (HC) [Nivel 15] [Requiere afinidad a Oscuridad, Poder Mágico: 20, Combate con armas blancas: 15, Fuerza: 20]: El Usuario imbuye su Llave Espada o Arma Blanca con Oscuridad en el filo y este se expande y crece dos metros de largo. Tras esto una aura de oscuridad rodea al usuario y ataca de 3 a 5 veces golpeando a todos los enemigos que entren en su radio de alcance e infligiéndoles bastante daño. Dura un turno.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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[VK] Ronda #6 - Espinas Negras

Notapor Soul Artist » Vie May 20, 2016 1:10 am

¡Pero adónde te crees que vas, mendrugo!

Con un placaje detuve de seco a Tristan. Contuve las ganas de propinarle una torta, lo cual me hubiese solucionado bastante la vida (o, al menos, me podría calmar los nervios) y le retuve en el suelo contra su voluntad. Por mucho que forcejeara poco podría hacer: el peso de mis alas era algo que difícilmente podría soportar, mucho menos levantar.

¿Cómo que no puedes acercarte a Maléfica? ¿Y adónde piensas llevar eso entonces? —agité el brazo del traidor con el que tenía agarrada la espina. Desde luego que la quería bien lejos yo también, pero no de ese modo—. No puedes librarte de ello en cualquier lado, no puedes... ¡Tirarlo por ahí como si fuera cualquier cosa!

Fruncí el ceño. Tenía razón, y las ideas se me empezaban a aclarar en la mente. Toda aquella pesadilla la había comenzado una espinita de nada, pero... ¿Y si combatíamos el fuego con fuego?

Maléfica. Maléfica tiene que tener un antídoto —comenté a Tristan, más bien pensando para mí misma—. Ya lo has oído, ni siquiera ella puede ser invulnerable a este poder... ¡Tienes que ir con la bruja y clavársela a ella!

Claro, la teoría era fácil. Cualquiera podía ir y decirlo también, pero de ahí a hacerlo había un trecho importante. Me mordí la lengua mientras pensaba en cómo proceder, en algún modo de ejecutar el plan, cuando nuestros móviles sonaron al unísono. Saqué el mío y vi el mensaje.

Para Victoria/Tristan:
Maléfica tiene presa en su castillo a la madre de Melkor, Joana. Por lo que tengo entendido, es su mejor baza para mantener su fidelidad.
Si os lo topáis durante el asedio, tenedlo en cuenta. No estoy muy seguro de cómo reaccionará, pero quizás os sea útil para darle un buen golpe al ejército de Maléfica.
Nikolai.

Me quedé extrañada mientras procesaba aquella información aparentemente salida de ninguna madre. No tenía la cabeza aclarada, y mucho menos para asimilar algo así. ¿Melkor tenía madre...?

Fue entonces cuando Heike se acercó a nosotros, algo más recuperada que la última vez que la vimos. Preguntó si podía ayudarnos y me limité a contestar con la palma de la mano, pidiéndole un momento en silencio. Noté la mirada de Tristan sobre mí por un segundo y se la devolví algo dubitativa.

Lo haré. —Bueno, al menos no puso resistencia—. ¿Puedes guiarnos hasta las puertas? Nuestra compa.... Celeste debe estar allí. La necesitaremos si queremos elaborar algún plan.

Sí... Tenemos que movernos.

Me acerqué a Nithael, me agaché y lapreté el puño por encima de su hombro, sin atreverme a tocarle. Miré a Flora y le pedí que lo cuidara por favor en voz baja. Tras eso, seguí a Heike mientras apretaba el paso casi sobre los talones de Tristan; ¿que qué pasaba si le golpeaba de vez en cuando? Nada, iba a seguir pegada a él como su sombra.

Ese es Melkor, ¿verdad? —nos preguntó cuando llegamos a ver al gigantón frente a Celeste. Casi tuve que ahogar un grito al ver que le estaba desafiando a un duelo—. Recuerdas el mensaje del inútil, ¿no? De Nikolai, digo. Melkor obedece a Maléfica porque tiene a su madre prisionera. ¿Y si...?

Se detuvo un momento, invitándome a seguir. Mis ojos se desviaron hacia ambos lados, sin saber qué contestarle.

¿... nos chivamos a su madre de que es un niño malo? —Quise entonar un punto sarcástico en mis palabras, pero la realidad era que estaba más confusa que burlona. El tontilava negó con la cabeza.

¿Y si intentamos convencerle de que nos ayude? Si Nikolai libera a la tal Joana, su madre, Melkor no tendrá razón alguna para seguir siendo el perro guardián de Maléfica. ¿Lo veis posible?

Me crucé de brazos. Podía funcionar, pero...

Melkor es demasiado orgulloso e inteligente como para ponerse a nuestro nivel, unos don nadie —Me dolía admitirlo, pero las cosas como eran: no se nos conocía en aquel mundo, para él seríamos algo menor a un soldado raso—. Si alguien con más peso que tú o yo pudiese negociar con él...

Eso era todo lo que teníamos. Mis ojos se desviaron ligeramente hacia Heike, preguntándome y si. Fue Tristan el que se dio prisa y pronunció lo que ambos pensábamos:

¿Crees que tú podrías ayudarnos? Nuestro compañero está todavía en el castillo de Maléfica y ha utilizado magia para informarnos de que ha descubierto que la madre de Melkor es prisionera de Maléfica. ¿Crees que podemos convencerle de que nos ayude si nuestro compañero la salva?

Podía funcionar, y si estaba en mi poder el elegir depositaría todas mis confianzas en ella. Si Melkor se mostraba agresivo, poco cooperativo y con intención de dañar a Celeste... Bueno. Ahí ya tendrían que intervenir mis dos puños para "negociar", aunque no tuviese ni la más mínima oportunidad.
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Ronda #6 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Vie May 20, 2016 1:31 am

Muy lejos de aquí. La dejes donde la dejes, echará raíces. Pero quizá si pudiéramos mantenerla en una zona desierta… Pero dame, intentaré que no te contagie.

Con un movimiento de su varita, unos guantes plateados aparecieron sobre las manos de Ban. Eran tan finos que casi parecían una segunda piel.

Las Espinas echan raíces allá donde hay vida o Luz, así que has de volar muy lejos. Bajo ningún concepto permitas que acabe cerca de un cadáver. No florece tan rápido en lo muerto, pero también le sirve de alimento y pasa más desapercibida. Luego… Luego, si sobrevivimos, tendré que ir a ocuparme de ella. De alguna forma.

Vale, gracias...

Tragó saliva, acercándose con decisión a la espina. No se le escapó la mirada de reproche de Garuda, pero en ese momento no se le ocurría qué más hacer. Dolió, dolió horrores, así que más le valía que se diera prisa. Pero antes de que casi pudiera girarse...

¡Pero adónde te crees que vas, mendrugo!

¡¡Aaahhhh!!

Victoria, ¡otra vez! Esta al menos no fue un puñetazo, sino un placaje que le tiró al suelo. Poco le faltó para que le clavase la espina a ella sin querer, sobre todo cuando le mantuvo a presión contra el suelo.

¡Quita!

¿Cómo que no puedes acercarte a Maléfica? ¿Y adónde piensas llevar eso entonces? —Le agitó el brazo donde tenía la espina cual muñeco de trapo. Ban gruñó, maldiciendo la fuerza que tenía la condenada—. No puedes librarte de ello en cualquier lado, no puedes... ¡Tirarlo por ahí como si fuera cualquier cosa!

¡Tú no lo entiendes, déjame en paz! ¡Maléfica es...!

No encontró la palabra adecuada para describirla. Sobre todo, porque intentaba culparla a ella de algo que en el fondo era suya propia.

Maléfica. Maléfica tiene que tener un antídoto. Ya lo has oído, ni siquiera ella puede ser invulnerable a este poder... ¡Tienes que ir con la bruja y clavársela a ella!

¿... Qué?

Ban se quedó con el ceño fruncido, mirando con incredulidad a la aprendiza. ¿De verdad hablaba en serio? Aquella idea era... era... Oh. Recordó las palabras de Flora, justo las mismas que había repetido Victoria. La espina era peligrosa incluso para Maléfica, y ella misma debía llevar un antídoto cerca. Antídoto que necesitaban para salvar a Nithael. ¿Acaso era posible...?

Los móviles vibraron, los de ambos. Victoria sacó el suyo, y Ban aprovechó el brazo libre para hacer lo mismo. Era un mensaje de Nikolai

Para Victoria/Tristan:
Maléfica tiene presa en su castillo a la madre de Melkor, Joana. Por lo que tengo entendido, es su mejor baza para mantener su fidelidad.
Si os lo topáis durante el asedio, tenedlo en cuenta. No estoy muy seguro de cómo reaccionará, pero quizás os sea útil para darle un buen golpe al ejército de Maléfica.

Nikolai.


Oh, Nikolai seguía vivo. Al menos uno de los dos inútiles lo seguía, aunque Nanashi no había respondido al mensaje que le mandó antes de entrar en el castillo. O estaba enfadada, o estaba en problemas. Ojalá fuera lo primero.

Victoria se quitó de encima, repasando el mensaje que ella también había recibido: incluía una foto de una mujer que debía ser Joana. Melkor era uno de los generales de Maléfica, y si su madre estaba prisionera... ¿Melkor obedecía a la hada por obligación?

¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —Era Heike, una de las guerreras más importantes del reino.

Ban miró de reojo a Victoria, todavía reflexionando. Le aterraba la idea de volver a acercarse a Maléfica, pero utilizar la espina como arma parecía ser su única baza para conseguir la ventaja sobre la hada y, lo más importante, conseguir el antídoto para curar a Nithael. Debían intentarlo. Aunque tuviese que arriesgar la vida de nuevo, Ban debía arreglar lo del ángel.

Lo haré. —Miró a Victoria, asintiendo despacio. Luego, se dirigió a Heike—. ¿Puedes guiarnos hasta las puertas? Nuestra compa.... Celeste debe estar allí. La necesitaremos si queremos elaborar algún plan.

Victoria se encargó de que Flora se quedase cuidando a Nithael, y el dúo de aprendices salió con rapidez hacia las murallas. De vez en cuando Ban tenía que parar por los tirones del brazo, pero se esforzó en avanzar lo más rápido posible para seguir el ritmo de los demás.

Por el camino, Ban procuró buscar entre los soldados caídos o de donde pudiera algún arma de hierro. Una daga, a poder ser, pues había recordado que las hadas eran débiles al hierro. Si iban ir a por la propia Maléfica, toda precaución era poca.

Allí, en las murallas, encontraron una escena bastante inusual. Un duelo. Y la que se batía era Celeste con... ¿Melkor? Ban tuvo que hacer memoria, pero juraría que era él.

Ese es Melkor, ¿verdad? —Se dirigió a Heike, para evitar confusiones. Cuando lo confirmó, le indicó también a Victoria que se acercara—. Recuerdas el mensaje del inútil, ¿no? De Nikolai, digo. Melkor obedece a Maléfica porque tiene a su madre prisionera. ¿Y si...?

Paró un momento, reflexionando lo que decía. Él era el menos indicado para sugerir lo que se le había ocurrido, pero le parecía una idea demasiado valiosa como para callársela. Además, si quería redimirse, por algo se empezaba.

»¿Y si intentamos convencerle de que nos ayude? Si Nikolai libera a la tal Joana, su madre, Melkor no tendrá razón alguna para seguir siendo el perro guardián de Maléfica. ¿Lo veis posible?

Melkor es demasiado orgulloso e inteligente como para ponerse a nuestro nivel, unos don nadie. Si alguien con más peso que tú o yo pudiese hablar con él...

Tenía razón, no se le podía discutir. Miré directamente a Heike, quien también debía habernos oído hablar.

¿Crees que tú podrías ayudarnos? Nuestro compañero está todavía en el castillo de Maléfica y ha utilizado magia para informarnos de que ha descubierto que la madre de Melkor es prisionera de Maléfica. ¿Crees que podemos convencerle de que nos ayude si nuestro compañero la salva?

Victoria accedió, y dependíamos de que Heike también nos ayudara a hacerlo. Si lo hacía, pondría la foto de Joana en la pantalla de mi móvil y se lo daría a la mujer, argumentando que era un pequeño aparato mágico y que no tocara nada, que se limitase a enseñar la foto. Esa imagen era su mayor baza para que Melkor les creyera. Aunque antes de dárselo (más le valía no perderlo), escribió un mensaje rápido para Nikolai:

TRISTAN:

NECESITAMOS QUE MANTNGAS A SALVO A LA MADRE DE MELKOR Y LA LIBERES. NO.LA CAGUES.


Acompañó a Heike a la zona del duelo, pero manteniendo cierta distancia para que el grandullón no se lo tomase como una amenaza. También procuró esconder el brazo de la espina, tapándolo con la ropa, para evitar que llamara demasiado la atención o se pensase que era un arma contra él.

En el caso de que Melkor se mostrara muy a la defensiva y no diese signos de aceptar la idea de Heike, Ban intentaría decir algo para ayudar:

Te lo digo por propia experiencia... No se puede confiar en Maléfica. No liberará nunca a tu madre, y te tendrá como eslavo para siempre. Nuestros compañeros pueden salvarla, están en ello ahora mismo. Por favor... Ayúdanos tú también.

Si la cosa se ponía totalmente fea y se retomaba la lucha, Ban retrocedería y no tomaría parte de ella: no podía arriesgarse a pelear teniendo la espina pegada en su mano y perderla sin querer.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Denna » Vie May 20, 2016 1:58 am

Aceptaba.

No muy segura de si debía alegrarme o no por ello, miré de reojo a Felipe, preocupada por su reacción. La palabra equivocada o una acción desesperada podían echarlo todo a perder. «Mejor yo que cualquiera de ellos, ¿no?» quise decirle. «No me conoces. No pertenezco a este lugar.»

Pero no hablé. No era súbdita suya y no le debía nada. De todas formas, tampoco tenía la menor intención de morir en ese combate y... y me daba miedo volver a vomitar si abría la boca.

Melkor dio la orden. El príncipe retiró a sus caballeros y me vi obligada a dejar de pensar en lo que podía significar para él lo de Grishnak —cuya muerte, en realidad, había sido obra de Heike, no mía. Pero de eso no se iba a enterar el orco—. Inspiré con fuerza, y me alejé lo máximo posible de él.

«Observar y esperar. Observar y esperar.» La Llave Espada pesaba en mis manos y tenía el estómago hecho un nudo. «Es sólo otro entrenamiento.» En cuestión de segundos, los salvajes latidos de mi corazón eran lo único que escuchaba.

Y entonces se movió.

No hubo sitio para lecciones ni para hechizos. Ni siquiera para la racionalidad. Sólo tenía en mente una cosa: sobrevivir. Acusé la caída sin problemas; grava, hierba y una pequeña nube de polvo del camino. Rodé fuera de su alcance y volví a ponerme en pie enseguida.

Melkor esperaba quieto. No parecía sorprendido, pero eso no me extrañaba. Me invitó a atacar con un gesto:

Usa tu magia, muchacha. Yo no dudaré en usar mis habilidades. No me gusta deshonrar a los que me desafían.

«Como si a alguno le importara el honor.»

Tú preocúpate por lo tuyo.

Reculé un poco más. Por muy orgullosa que me mostrara, dudaba que fuese a aguantar así mucho tiempo. No sabía nada sobre orcos, pero podía ver que Melkor no me buscaba una muerte limpia ni rápida para quitarme de su camino como habría hecho otro.

No. En ese momento lo tenía muy claro. Si me dejaba alcanzar, me mataría. Y haría de ello un buen espectáculo.

Clavé los pies en el suelo. A medida que la batalla avanzaba me olvidaba del resto del mundo, y eso ayudaba a pensar con la frialdad necesaria.

No era más que otra clase.

«Ahora ya has visto qué puede hacer. ¿Cómo responder?»

Ir a por él quedaba descartado por completo, así que esperaría a que Melkor volviera a cargar contra mí. Esta vez, pero, le esquivaría con Doble salto e intentaría posicionarme a su espalda, atacando a la vez con un Electro dirigido contra su armadura. Con suerte, el rayo arrancaría un buen chispazo al metal.

Alcé la Llave Espada. Si veía una buena oportunidad, atacaría y retrocedería rápidamente, pero vacilé con la llegada de Victoria y de Tristan. Y de Heike. Rehuí su mirada en todo momento, sin querer descubrir qué pensaba de mí y de mi estupidez ahora, hasta que oí el plan que proponían.

«¡Esto es una locura!» grité para mis adentros, pero volví a morderme la lengua. Ya tenía que resultar bastante difícil para Heike proponerle una alianza.

Sin perder de vista a Melkor, bajé despacio el arma. El filo de la Llave se hundió en el suelo, no muy lejos de mí por si volvía a necesitarla. Por una vez, me había quedado sin saber qué decir.

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Celeste apoya la alianza, pero no se fía un pelo de Melkor. Sólo si ve que éste vacila o se niega, afirmará las palabras de Tristan.

Doble salto (HC) [Nivel 3] [Requiere Elasticidad: 4]. El usuario es capaz de saltar mucho más alto que los demás, alcanzando lugares más inaccesibles.


Electro (HM) [Nivel 2] [Requiere Poder Mágico: 3] Ataque básico de elemento Rayo. Pequeño relámpago lineal, con muy pocas posibilidades de paralizar al enemigo.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Vie May 20, 2016 2:01 am

Es un nombre habitual entre las herederas de nuestra familia, pero su nombre era Anne.

Pues no acertó con su suposición. Pero estuvo muy cerca, al menos para la idea que se estuvo haciendo: la aclaración de Joana le dejó bien claro que su familia descendía de la desconocida reina Frederike. Le habría gustado conseguir más datos de ella, además del logro de derrotar a un dragón, pero fue pensar en que hubiese podido de seguir teniendo la Corona y quitársele las ganas del bajón.

¡Dónde está ese inútil! ¡Como se haya escapado el prisionero…!

Llegó pues el momento de poner cuerpo a tierra y esconderse. Desde el camastro de Joana pudo sentir puertas abriéndose, supuso que con el fin de un registro ya que el “inútil” que debía de vigilarlo estaba fuera de su puesto, durmiendo la mona. Entonces llegó un silencio que intranquilizó a Nikolai, hasta que alguien se acercó a la habitación de Joana y abrió la puerta.

Lady Joana… Perdonad que os moleste, ¿por casualidad habéis escuchado algo?

Nikolai procuró no hacer el mínimo ruido y se ladeó para escudriñar desde su escondrijo a quien hablaba. Torció la boca ante la mujer orca, pues salvo sus prominentes colmillos inferiores, no tenía nada que ver con los soldados de rasgos toscos que comandaba Melkor. Hasta sus ojos azules ayudaban a que no diese la misma impresión que sus otros compañeros.

No, Ronna, no mucho. Hubo un forcejeo. Creo que el muchacho gritó algo a tu orco. Algo sobre ser un poco gallito al dirigirse a alguien encadenado. —No exactamente. Pero sonaba mucho mejor que lo del numerito que montó haciéndose el remilgado—. Después, no sé más.

¿Ah, sí…? No se ha llevado a su hechicera.

Nikolai se puso tenso en el momento. Vale, habían registrado también la celda de Nanashi. No era de extrañar con un preso campando a sus anchas.

Quizás ha ido a buscar refuerzos.

Quizás. En ese caso, habrá que cambiar de posición a la hechicera. No vayan a encontrarla con demasiada facilidad.

Eso ya no le gustó ni un pelo. Era lo último que le faltaba: arriesgarse a buscar otra vez en aquel castillo endemoniado, con el único apoyo de Saic y una espada. Se mordió la lengua a tiempo de que no se le escapase ningún gruñido y se quedó quieto cual estatua hasta que Ronna saliese de la habitación y diese un pequeño margen de tiempo para asegurarse de que no anduviese cerca.

Hizo ademán de rodar y salir de debajo de la cama, pero un ligero golpe en el suelo por parte de Joana le puso en alerta y frenó.

¿Dónde dejaste las llaves, chico?

Enarcó una ceja por la extraña pregunta, pero ya fuese por preocupación o por paranoias, acabó llevándose la mano al bolsillo. Las llaves seguían ahí, como suponía en un primer momento. No comprendía el por qué no las llevaría encima con lo que dependía de ellas, si cada vez que abría una puerta se aseguraba de…

«¡Oh, mierda!»

Entonces cayó y entendió a lo que se refería Joana. ¿Qué había hecho con las llaves? Abrir puertas. Pero no cerrarlas. Había cometido el error de no borrar las pruebas que le delataban de haber husmeado en las celdas cerradas, incluyendo las de Nanashi y Joana.

En ese momento sí que se permitió el lujo de gruñir de frustración y golpear el suelo con el puño. Echó un vistazo a la puerta de la habitación, aun irascible; la mujer orco sospechaba que todavía anduviese cerca. No por nada dejaría la puerta de una prisionera sin la llave echada.

Se llevó las manos a la cara y comenzó a frotársela, intranquilo. ¿Qué hacer?, ¿qué hacer? Definitivamente no podía salir de la celda por las buenas y sin esperar que Ronna dejase a alguien vigilando por si acaso. El problema es que tampoco se podía quedar sin hacer nada cuando tenían pensado trasladar a Nanashi.

«O no…»

Niko se retiró las manos y se quedó mirando al tendido a la par que su mente daba cuenta de cierto detalle.

Doña Joana —cuchicheó, asomando un poco la cabeza. Su expresión denotaba incredulidad, y con mucha razón—. ¿De verdad tienen medios para movilizar a alguien que está atrapado por las Espinas y sin correr peligro?

Porque de los orcos y goblins lo dudaba a horrores. El mismo presenció el par de ramas gruesas que sobresalían de la pared y que tenían bien asegurada a Nanashi con sus espinas. Estaba claro que no podían acercarse de buenas a primeras si no querían quedarse atrapados también, por lo no les quedaba otra que recurrir a la magia, ya fuese de otro origen.

Lo que estaba claro es que había dos posibilidades: o la mujer se marcó un farol para hacerle salir de su ratonera y cazarle. O contaban con alguien o algo capaz de deshacer las Espinas Negras. Fuera lo que fuese, necesitaba calcular sus próximos movimientos y formar un plan antes de que fuese demasiado tarde.

Todavía en su refugio, sacó el móvil para poner en marcha los primeros pasos.

No se asuste por lo que va a ver —avisó a Joana.

La mujer le escucharía murmurar debajo de la cama, pero antes de que preguntase, vería como una nube de luces saldría de allí para dar paso a Saic. El asistente la observó con sus relucientes ojos y le indicó que guardara silencio. Luego levitó hasta la cerradura y pegó el visor para ver a través de ella. Nikolai confiaba en que su compañero le informase por si detectaba cualquier cosa, y regresase en silencio (poco ruido hacía alguien flotando) por si volvían a entrar en la habitación.

Con el vigía en su sitio, pasó a la siguiente fase: informar a los demás. Desplegando diversos menús y pestañas, sus pulgares trabajaron sin descanso con el teclado táctil para escribir dos mensajes que quería hacer llegar a sus compañeros. En primer lugar tenía el destinado para su compinche en el castillo:

Para Saito:

Los guardias están ojo avizor por la zona de las celdas. He escuchado que quieren movilizar a Nanashi.
Precaución cuando vengáis hacia aquí.


«Espero que hayan encontrado lo necesario en la habitación de esa bruja.»

Y el otro iba dirigido para los que andaban por los dominios de Huberto, Victoria y Tristan. Sin embargo, a este le añadió un archivo adjunto: una foto de Joana que Saic le tomó disimuladamente y luego le transfirió al móvil.

Para Victoria/Tristan:
Maléfica tiene presa en su castillo a la madre de Melkor, Joana. Por lo que tengo entendido, es su mejor baza para mantener su fidelidad.
Si os lo topáis durante el asedio, tenedlo en cuenta. No estoy muy seguro de cómo reaccionará, pero quizás os sea útil para darle un buen golpe al ejército de Maléfica.

Nikolai.


Con este último resopló al revisarlo. Tal y como escribió, no tenía la menor idea de qué iba a hacer Melkor si los demás trataban de jugar la carta de su madre. Saliese bien o mal, esperaba que hiciese mella en el mestizo de algún modo. No pensó mucho en cómo llegarían a usar los demás la información que les mandó.

Hasta que el aviso de un nuevo mensaje en la pantalla de su móvil le sorprendió.

TRISTAN:

NECESITAMOS QUE MANTNGAS A SALVO A LA MADRE DE MELKOR Y LA LIBERES. NO.LA CAGUES.


«No eres el más apropiado para decirme eso, Tristan», puso los ojos en blanco.

Bueno, estaba claro que tenían intención de aprovecharla. Y la petición del aprendiz… Sí, llegó a planteársela después de toda la ayuda que le ofreció Joana y escuchar su historia. La pega es que tendría que pensar en alguna forma de llevarse consigo a la maltrecha de Nanashi y a una anciana por los dominios de Maléfica.

Doña Joana, sé que lo que le voy a proponer conlleva un gran riesgo, pero… ¿qué me diría si le propusiese sacarla de aquí cuando mis compañeros lleguen? Contamos con el apoyo de un hada. Podríamos trasportarla y asegurarla con su magia. —Trataba de ser convincente, pero en su tono se le notaba cierto deje de inseguridad. Un plan podía ser sólido, pero no su ejecución, y cualquier cosa que saliese mal mandaba a la mierda todo—. Es precipitado, lo sé, pero… —Chasqueó la lengua—. ¿Cómo voy a dejarla aquí tirada después de toda la ayuda que me ha ofrecido?

Por el momento, tenía que esperar y no precipitarse. Se jugaba demasiado.
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Re: Ronda 6

Notapor Sally » Sab May 21, 2016 12:29 am

Vamos entonces. No nos sobra precisamente el tiempo.

Aleyn asintió, agradecido, antes de dirigirse hacia donde suponía que se encontraba la torre. Freyja no respondió a su petición, y temió perderse entre tantos pasadizos desconocidos. Sin embargo, cuando, una vez estando seguro de que ningún posible desvío estaba plagado de trampas, no sabía hacia dónde continuar, aquella chispa que le había indicado que saliera de la cripta le guiaba hacia la decisión correcta. Al principio creyó que, igual que había ocurrido con la voz de Freyja, solo él podía percibirlo, pero en cierto momento se dio cuenta de que Abel también veía los destellos. El capitán no dijo nada, aunque Aleyn imaginó que estaría pensando acerca de las altas probabilidades de que aquello fuera una trampa.

Aleyn tampoco dijo nada. Él también lo pensaba.

*


Puertas.

Malditas puertas congeladas en el tiempo.

Su búsqueda de trampas fue, por suerte, estéril, algo que no fue capaz de compensar la frustración creciente que sentía cada vez que tuvieron que detenerse a destrozar una puerta que les impedía el paso. Tampoco tuvieron que lidiar con tantas, pero para Aleyn fueron demasiadas. Casi suspiró de alivio cuando llegaron a la torre y se encontraron con una mujer que, al contrario que todas las figuras con las que se habían cruzado de camino hasta allí, no estaba atrapada en el tiempo.

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No, con una mujer no, se corrigió de inmediato, al ver las alas que surgían de su espalda. Su tamaño parecía indicar que se trataba de un hada más poderosa que Fauna, Flora o Primavera, aunque su aspecto general clamaba a gritos que la mayoría de aquel poder se había desvanecido. Parecía más un espectro que a un hada, y Aleyn entendió por qué no había luchado contra Maléfica o cómo era que su presencia había pasado desapercibida hasta entonces. Quizás no fuera capaz de hacer más magia que generar aquellas chispas y transmitir su voz a los pensamientos de otros.

O quizás aquel aspecto mortecino era una artimaña y aquella no era Freyja.

Mi Señora. —Realizó una leve reverencia.

Todos sus sentidos estaban en alerta máxima, a la espera de cualquier indicación de que aquello pudiera ser una trampa. Ygraine, a su lado, solo parecía curioso por el báculo rematado por una media luna perteneciente a Freyja.

Bienvenidos, aunque sea en mala hora. Oh, mi pobre niña, ojalá no hubieras vuelto nunca. Te reconozco a pesar de los años, Abel. Ahora eres todo un hombre. Me alegra verte.
»A ti también, caballero. Quizás seas la respuesta que he estado buscando.


Aquello inflamó su parte orgullosa, aunque trató de no dejarse engatusar por sus palabras. Parecía ser Freyja de verdad, y estaba deseando poder dejar de vivir en aquel estado de tensión permanente y confiar en los pocos aliados que tenían. Pero no podía bajar la guardia del todo. No ahora, cuando el momento estaba tan cerca…

Se aferró a la empuñadura con más fuerza cuando Freyja se acercó a Aurora. En el estado en el que se encontraba la princesa, Aleyn no era capaz de decir si reconocía o no al hada. Sin embargo, nada en esta última indicaba amenaza. En todo caso, lo que él percibía era preocupación. Y tristeza.

¿Podéis…? —No terminó la pregunta; creyó que en aquellas circunstancias Freyja sabría a qué se estaba refiriendo.

No hay nada que pueda hacer por ti ahora, mi pequeña… Ya me cuesta lo suficiente mantener este hechizo.

Aleyn intentó tragarse la decepción sin que se le notara mientras Freyja regresaba a su asiento.

La maldición de Maléfica no fue por puro despecho. Lleva mucho planeando vengarse de los descendientes de la reina Friederike. —¿Friederike? ¿Sería aquel el nombre de la reina fundadora? ¿Y qué motivo podría tener Maléfica para odiarla a ella y a su estirpe de forma tan virulenta?—. Pero también… sabe que Aurora es especial. Que es la clave para apoderarse de este mundo. Por eso hay que evitar que le hagan ningún daño y, sin embargo, sin ella no podemos poner remedio a esta maldición. —Aleyn se cuadró de hombros cuando la atención de Freyja recayó sobre él—. Has venido de la cripta. Ya sabes lo que hay abajo, ¿verdad?

El Santuario de la reina fundadora.

Eso es el Corazón de nuestro mundo. —A Aleyn se le escapó una imprecación—. Desconozco si Maléfica lo conocía desde antes de ser encerrada o no, pero el día en que nació la princesa Aurora, aprovechando que las hadas guardianas estábamos… arrobadas por la pequeña, plantó una semilla en él. No me percaté de su existencia hasta que las plantas, alimentándose de la luz del Corazón, brotaron… Y me vi obligada a detener el tiempo de este castillo.

Así que fuiste tú la responsable…

Freyja admitió haber invocado el hechizo. Estaba claro que el precio por mantenerlo era elevado, y Aleyn sintió lástima y admiración a partes iguales.

La princesa era demasiado niña para ponerle remedio, si se hubiera quedado aquí no habría podido desarrollar su naturaleza… Pero ha regresado demasiado la tarde. La maldición de Maléfica la está afectando, está contaminando su luz. Y necesitamos la luz más pura que podamos conseguir.

¿Qué es lo que pretendéis conseguir con su luz? ¿Es para liberar el Corazón?

Solo hay dos opciones. Si purificamos el Corazón, si Aurora consigue hacerlo, quizá pueda salvarse de su propia maldición. Pero será muy peligroso. La otra opción es que lo intentes tú, Aleyn. Antes de que mi poder termine de desmoronarse. No podré mantener mucho más el tiempo detenido, no sin… hacer algo que significaría que no habría vuelta atrás.

Aleyn tuvo miedo de preguntar a qué se refería Freyja con exactitud, y más al ver cómo de afectada estaba. ¿Con cuánto tiempo contaban antes de que el hada se desmoronara?

¿Por qué el tiempo nunca corría a su favor?

Si no se purifica el Corazón antes de que la maldición de Maléfica destruya a Aurora, ni mi poder podrá evitar que las Espinas se extiendan por todo el reino. Y entonces Maléfica tendrá el control sobre el núcleo de este mundo...

Aleyn cambió su peso de un pie a otro. La inquietud había invadido su mente por completo.

Corazón.

Aquella palabra le traía recuerdos de su primera misión como Aprendiz, en la Red, cuando había acabado junto a Light ante el corazón de aquel mundo. Y, por actuar sin saber y obligados por las circunstancias, habían acabado provocando más mal que bien. Aquello le había enseñado que uno no podía interactuar con el núcleo de un mundo a la ligera, y menos cuando apenas había tenido tiempo para asimilar la información que Freyja les había soltado de golpe.

¿Maléfica había estado encerrada? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Era su encierro el motivo de tanto rencor? ¿De dónde había sacado la magia capaz de corromper el Corazón de un mundo de aquella manera? ¿Y a qué había venido entonces el ejército invasor, si la Emperatriz del Mal ya había logrado su objetivo?

Por supuesto, no tenía a nadie con quien consultar aquello. En su cabeza, como un eco distante, resonaban todas las ocasiones en las que había escuchado que no debían involucrarse en los asuntos de los mundos, así como las palabras de Eir acerca de cómo su presencia era más negativa que positiva. Se alegró, con todo, de haber podido aguantar la necesidad de destrozar las espinas de la cripta. Quién sabía lo que podía haber supuesto para el Corazón de aquel mundo si hubiese actuado de forma precipitada entonces. Tal vez habría hecho que lo que pretendiese Maléfica hubiese reaccionado con su furia, librándose del hechizo que lo mantenía congelado en el tiempo por el momento.

Si sois capaces de sentir en qué estado se encuentra la princesa, sabréis que ella no debería acercarse al Corazón en estas circunstancias. No importa que ella sea quien debe purificarlo, no voy a permitir que vuelva allí a menos que exista una manera de asegurar que las espinas no la hieran —Intentó suavizar el tono de voz por si acaso sus palabras habían parecido agresivas—. Mi deber… nuestro deber es mantenerla alejada del peligro.

Aleyn podía entender que el Corazón pudiera estar de alguna manera ligado a Aurora, puesto que las espinas habían reaccionado ante ella, y eso querría decir que, si su maldición llegaba a tener lugar, era muy probable que el Corazón acabase también afectado. Y ya estaba bastante corrompido, bastante influenciado por Maléfica, como para permitir que el hada lograse tenerlo bajo control por completo. No. Si las palabras de Freyja eran ciertas, algo debía hacerse. Y pronto.

Pero aquella misión no era la que los había llevado hasta allí. Habían ido al castillo de Estéfano en busca del Escudo. Dado que no habían sido capaces de cumplir su objetivo original, y Odín no podía engrosar sus filas contra Maléfica, la Espada y el Escudo eran lo único que podía ofrecer a sus compañeros a esas alturas. ¿Y si necesitaban cualquiera de aquellos artefactos de forma imperiosa? ¿Y si, por no acudir raudo en su ayuda, todo acababa sumiéndose en el caos?

¿Y si la mujer que se hallaba ante sus ojos no era quien decía ser y aquello era la trampa definitiva de Maléfica?

Dijisteis que vos teníais aquello que estoy buscando. Decidme, pues, ¿podéis entregarnos el Escudo de la Virtud? El caballero Odín dijo que vos lo estaríais guardando, del mismo modo que se preguntaba por qué no habíais empleado su poder contra Maléfica. Protege de cualquier hechizo, ¿no es cierto?

¿De cualquier hechizo? Aleyn intentó recordar qué era lo que había dicho Odín con exactitud. ¿Sería lo bastante poderosos como para proteger a Aurora de las espinas si se arriesgaban a llevarla hasta el Corazón? ¿O podría, incluso —las manos empezaron a temblarle de anticipación— servir de algo contra su maldición?

¿Podríamos usar su poder contra la magia de Maléfica? Tiene que existir alguna forma de impedir que la maldición… que la maldición consuma a la princesa. Una que no implique acercarla a esas espinas.

Aleyn se fue acercando a Freyja a medida que iba hablando. Quería creer que estaba de su parte, necesitaba creerlo. Porque, por mucho que pudiera costarle admitirlo, se sentía perdido y estaba demasiado cerca de caer en la desesperación de aquel que no ve salida posible a su situación.

¿Cómo podríamos purificar el Corazón sin la princesa, de todas formas? ¿Y cuánto tiempo nos queda?
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Ronda 7

Notapor Suzume Mizuno » Sab May 21, 2016 11:27 pm

Aleyn




Dijisteis que vos teníais aquello que estoy buscando. Decidme, pues, ¿podéis entregarnos el Escudo de la Virtud? El caballero Odín dijo que vos lo estaríais guardando, del mismo modo que se preguntaba por qué no habíais empleado su poder contra Maléfica. Protege de cualquier hechizo, ¿no es cierto?

Si se sujeta para protegerse, así es.—Freyja sonrió con cansancio.

¿Podríamos usar su poder contra la magia de Maléfica? Tiene que existir alguna forma de impedir que la maldición… que la maldición consuma a la princesa. Una que no implique acercarla a esas espinas.

Freyja meneó la cabeza.

Un escudo protege de la magia que se va a efectuar, no contra maldiciones que ya han sido impuestas. De lo contrario, ya lo habríamos usado en su momento. No, el escudo no rompe maldiciones. Sin embargo, servirá para protegeros y derrotar a Maléfica, si alguien tiene el suficiente valor para enfrentarse a ella. Al lado de la Espada de la Verdad, todo es posible.

Freyja hizo un movimiento de su vara y, en medio de un resplandor, apareció un escudo.

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Viene sin príncipe incluido.


Si Aleyn no lo cogía, lo haría Abel.

¿Cómo podríamos purificar el Corazón sin la princesa, de todas formas? ¿Y cuánto tiempo nos queda?

Poco. Unas horas. Cuando se ponga el sol, la maldición de la princesa desencadenará una violenta reacción en las Espinas y ya no podré contenerlas más. En ese momento, la princesa morirá. —Freyja respiró hondo—. Sin embargo, si conseguís liberarme de la carga de las Espinas, me quedaría suficiente magia para… detener a Aurora antes de que muera. Podría mantenerla en ese estado hasta que encontréis una cura. Aunque sea, si conseguís debilitar las Espinas, será suficiente.

»La forma es usar tu arma, Portador. Debes cerrar el Corazón. La Oscuridad lo ha abierto. Sin embargo, al interactuar con el Corazón, la Oscuridad reaccionará y muy probablemente te atacará. Y antes debes destruir las Espinas si quieres cerrar el Corazón. Eso lo dejará enfermo pero… nos dará tiempo para encontrar una solución. Para curar a Aurora y usar su luz.


Miró a ambos.

¿Qué decís?

Abel acompañaría a Aleyn, pero eso significaría que Aurora se tendría que quedar con Freyja. Por su parte, si Aleyn aceptaba, tendría que dirigirse hacia los sótanos. Claro que si quería reposar para recuperar fuerzas o investigar rápidamente el castillo en busca de algo que le pudiera resultar útil, debía aprovechar el escaso tiempo que les quedaba.

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Aleyn
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PH : 5/11




****
Saito


¡Juguemos! —Ahren sonrió con regocijo, si bien el que Saito lo interrumpiera hizo que frunciera el ceño con irritación—. Pero antes quiero ofrecerte algo. Un libro de tu Señora que me he encontrado por las mazmorras, ¿lo quieres?

Ahren miró en derredor y echó un vistazo a los libros abiertos. Luego chasqueó la lengua.

Tsk, tsk, niño malo, está muy mal robar. ¿Qué van a pensar los humanos de los Caballeros?

Como te muevas o me ataques, le prendo fuego. A él y a media habitación de tu Señora.

Mira qué miedo me das. ¿Sabes que el aire… puede controlar al fuego?

Y acto seguido disparó el torbellino de aire, que arrojó a Saito contra la puerta y la desencajó de sus goznes. Pero Ahren no se esperaba un ataque desde abajo. La esfera de oscuridad lo envolvió mientras él dejaba escapar una exclamación de sorpresa y horror a partes iguales. Saito tuvo tiempo de beberse el Éter y prepararse para atacar cuando la esfera estalló al desgarrarla Ahren desde el interior. La explosión no llegó a afectarlo demasiado gracias a que se había envuelto en viento.

¡Voy a matarte!

Y el viento arrancó de las manos la Llave Espada de Saito. Ahren iba a darle la vuelta y a hacer que se le hundiera en el pecho cuando hubo un resplandor blanco y, de pronto, el chico cayó convertido en una estatua de piedra.

Jadeando, Primavera revoloteó como pudo hacia Saito, que tendría que cogerla si no quería que el hada acabara despatarrada en el suelo.

No durará mucho… Rápido, tenemos…. Tenemos que terminar la poción y marcharnos. C-coge su sangre.

La «piedra» de Ahren ya comenzaba a resquebrajarse pero, por suerte, su ropa seguía manchada en sangre. Saito solo tendría que arrancar un poco para echarla en el caldero, que por poco se había volcado. Apresuradamente, Primavera le dio las instrucciones de lo que debía hacer y encendió con una última chispa de magia el fuego. Los ingredientes, casi por arte de magia, se «derritieron» hasta tomar el aspecto de una sopa dorada. Si Saito hacía algún amago de intentar hacer daño, Primavera lo miraría con severidad y lo amenazaría con convertirlo en un sapo.

Sólo es un niño, no tiene la culpa de que Maléfica esté usándolo.—Entonces escucharon gritos y gente que se acercaba. Primavera estuvo a punto de desmayarse ahí mismo—.¡Corre, mete la poción donde sea y marchémonos!

Sí, eso era fácil de decir pero ¿cómo? Sólo había una salida y Ahren no tardarí demasiado en despetrificarse y Primavera estaba exhausta.

¿Qué sería mejor? ¿Darle un éter y arriesgarse a que los hiciera invisibles y dejaran un claro rastro de magia? ¿Intentar usar a Ahren como rehén? ¿Cargar sin más por la escalera?


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Saito
VIT: 68/70
PH: 17/32



****
Nikolai



¿De verdad tienen medios para movilizar a alguien que está atrapado por las Espinas y sin correr peligro?

Lo desconozco, muchacho. No suelo salir de esta celda, como imaginarás.

No se asuste por lo que va a ver.

Joana contempló con una mezcla de sorpresa e interés a Saic, pero no se mostró ni remotamente asustada. También miró el móvil de Nikolai sin alterarse, mientras continuaba con su labor.


Doña Joana, sé que lo que le voy a proponer conlleva un gran riesgo, pero… ¿qué me diría si le propusiese sacarla de aquí cuando mis compañeros lleguen? Contamos con el apoyo de un hada. Podríamos trasportarla y asegurarla con su magia.

Joana arqueó las cejas. Hiló un poco más y volvió a mirarlo.

¿Estás seguro de lo que dices? Sacarme de aquí implicaría tener que cargar conmigo. Sería un estorbo.—Sonrió—. Y no creo que seas un Caballero que ha venido a rescatarme de mi cautiverio en la torre.

Es precipitado, lo sé, pero… ¿Cómo voy a dejarla aquí tirada después de toda la ayuda que me ha ofrecido?

Joana sonrió con tristeza.

Eres un buen muchacho, pero creo que olvidas que soy madre de Melkor. ¿De verdad quieres darle alas al general que ha destrozado a tantos pueblos humanos?—Joana hundió los hombros—. Pero visto así, es que estoy poniendo excusas. Si desaparezco, Melkor tendrá que asumir sus acciones.

Terminó de hilar, sacó el huso de la rueca y se lo guardó con un elegante movimiento en la manga.

De acuerdo, pues. Sácame de aquí, noble caballero.

Y esperó a que Nikolai decidiera qué hacer.

Spoiler: Mostrar
Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]

Saic
VIT : 22/22
PH: 8/12




****
Victoria y Tristan



A Heike tanto idiota y Nikolai la hizo gruñir y fulminar a ambos aprendices con la mirada, porque no entendía a dónde querían llegar, pero confirmó que aquel enorme pelirrojo era Melkor mientras apretaba la empuñadura de su espada como si quisiera partirla en dos. Por poco lo consiguió cuando Tristan presentó su sugerencia.

¿Estás loco? ¡Es un monstruo!

¿Crees que tú podrías ayudarnos? Nuestro compañero está todavía en el castillo de Maléfica y ha utilizado magia para informarnos de que ha descubierto que la madre de Melkor es prisionera de Maléfica. ¿Crees que podemos convencerle de que nos ayude si nuestro compañero la salva?

Heike soltó un gruñido de irritación, cogió a ambos por la pechera y los sacudió hasta que creyeron que les iba a desencajar el cuello.

¿ES QUE NO ME ESTÁIS ESCUCHANDO? ¡MELKOR ES UN ORCO QUE HA MATADO A CIENTOS DE MIS HOMBRES! ¿POR QUÉ IBA A NEGOCIAR CON ÉL?—Luego entrecerró los ojos, cayendo en la cuenta de algo—. ¿Su madre?

Heike los soltó y empezó a rumiar para sus adentros. Luego sus labios se curvaron en una sonrisa salvaje.

Quizá podamos hacer algo. ¿Tenéis alguna prueba?

Cuando Tristan le mostrara la foto, Heike se quedaría paralizada y de pronto parecería recordar o comprender muchas cosas. Tras eso, echó a correr hacia sus soldados, que rodeaban el lugar donde Melkor y Celeste se batían en duelo, jaleando.



****
Victoria, Celeste y Tristan


Celeste saltó por encima de Melkor cuando este se cansó de esperar. Por suerte para ella, sus embestidas eran tan violentas que le resultaba casi imposible frenar. La muchacha disparó entonces un Electro pero Melkor se encaró hacia ella como si nada. Quizás la muchacha, entre otras cosas, cayera en la cuenta de que la armadura de los orcos y los goblins no era de metal. Al menos, no del convencional. Tenía sentido si servían a un Hada.

¿Es que no te das cuenta de que esto no es un juego?

La sonrisa de Melkor había desaparecido y su mirada se había vuelto muy fría. Era difícil saber si estaba furioso o decepcionado. Lo que Celeste tuvo claro era que ya no la consideraba una rival digna. Se preparó para cargar una vez más.

¡ALTO!

Melkor frenó antes de cargar y vio a Heike, seguida por Victoria y Tristan, abriéndose paso entre los soldados que, al reconocerla, se echaron a los lados.

Esta muchacha prometió luchar conmigo sin intervenciones, si…

¡Al diablo con eso!—lo interrumpió Heike con sequedad. Cogió el móvil de Tristan y mostró la foto—. Tenemos a tu madre, Melkor. Si no quieres que salga herida, ríndete ahora mismo.

Melkor se quedó desconcertado, probablemente por primera vez en mucho, mucho tiempo. Se vio en su expresión que quería reírse de ella, pero con mirar de nuevo la foto se mostró incómodo, aunque se recuperó con rapidez.

¿Tenéis infiltrados en la Montaña? Quizás debería advertir a Maléfica…

Muévete y tu madre estará muerta. Tanto como la gente que tú has matado.—A Heike prácticamente le ardían los ojos de pura rabia—. ¡Tira el arma!

Melkor esbozó una irritante sonrisa.

¿Eso es todo? ¿Queréis que me quede aquí como prisionero? Puedo hacerlo, pero entonces la tregua estará rota. Y no podéis dejarme volver, porque avisaré a Maléfica…

»Así que, decidme. ¿Qué pretendéis hacer ahora?


Melkor los miró con aire divertido.

La negociación no había salido del todo bien… Y ahora se les abrían cuatro caminos claros: eliminar a Melkor —tenían un ejército a su disposición, a Felipe, Heike Garuda, tan mal no les podía ir… ¿verdad?—, intentar convencerlos tanto a él como a Heike de que debían ser aliados —¿quizás el príncipe podía ayudar? Y puede que poner a cierta madre al teléfono no estuviera mal. Puede.—, dejarle marchar sabiendo que tenían a su madre en sus manos con la esperanza de que no dijera nada o quedárselo como prisionero.

En el primer y cuarto caso era evidente que habrían roto la tregua, pero Maléfica todavía podía tardar en enterarse y se habrían sacado de encima a su general. En el segundo, habría que tener mucha labia pues los humanos odiaban a Melkor y en el tercero sería jugar demasiado fuerte a menos que dejaran que se llevara a Felipe y sus objetos —y uno siempre podía intentar colarse en su grupo para acercarse a Maléfica—.

Había más opciones, pero no tan claras. Deberían haber pensado un poco antes de pedirle a Heike que aceptara sin más a Melkor. Con todo, todavía podían intentar convencerla de que la supervivencia del reino estaba en sus manos, si es que era capaz de superar una vida de enfrentamientos y odio… Y lo mismo con Melkor.

Labia. Eso era lo que les hacía falta.

Spoiler: Mostrar
Victoria
VIT: 40/40 [+1 Acc]
PH: 20/20

Celeste
VIT: 20/20
PH: 15/22

Tristan
VIT: 22/30
PH: 11/22


Fecha límite: miércoles 25 de mayo.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor H.S Sora » Mié May 25, 2016 11:04 pm

Mira qué miedo me das. ¿Sabes que el aire… puede controlar al fuego?

En eso no había caído. Antes de que pudiese darme cuenta atravesé la puerta con su segundo torbellino de aire. A este paso acabaría fuera de la habitación de su señora, y ahí sí que podría usar todo su poder, ya que dudaba que estuviese dándolo todo desde el primer momento.

Por lo menos la Trampa Oscura le había pillado por sorpresa y conseguí un tiempo vital para intentar contraatacar. O eso creía. Ahren reapareció, envuelto en viento.

¡Voy a matarte!

Aquello no era terrible, no, lo siguiente. El muchacho aprovechó su magia para quitarme el arma de las manos, mientras parecía que pretendía darle la vuelta. Debía reaccionar pronto o me mataría allí mismo; empezaba a concentrar poder mágico para lanzarle otra habilidad cuando cayó al suelo, transformado en piedra.

Y si no había sido yo… sólo podía haber sido una persona. Hada, mejor dicho.

Primavera salió de su escondrijo en un estado de cansancio muy notable, tanto que tuve que agarrarla para evitarle una caída. A este paso volvería a desmayarse antes de que saliésemos de ahí.

No durará mucho… Rápido, tenemos…. Tenemos que terminar la poción y marcharnos. C-coge su sangre.

Asentí mientras observaba cómo el hechizo que lo había paralizado empezaba a romperse. Arranqué un poco de la ropa del chico manchada aún con su sangre, para echarla luego en el caldero y seguir las instrucciones de Primavera con tal de acabar aquella poción.

Mientras Primavera le daba el toque final, revisé el móvil y me sorprendí al tener un mensaje de Nikolai.

¿No le había dicho que le avisaría yo?

Para Saito:

Los guardias están ojo avizor por la zona de las celdas. He escuchado que quieren movilizar a Nanashi.
Precaución cuando vengáis hacia aquí.


Le escribí de vuelta para informarle de la situación y los acontecimientos lo más resumido que pude, mientras que por el rabillo del ojo contemplaba como el líquido se había vuelto dorado.

Para Nikolai:

Hemos hecho un antídoto temporal, lo traeremos ya. Hemos entablado combate, pero está solucionado por ahora.


Guardé el móvil, silenciándolo de nuevo. Estaba turbado, no podía hacerme a la idea de el modo en que la movilizarían si aquel hechizo era tan peligroso; miré hacia la estatuilla. Los orcos y goblins no podrían hacer mucho por si solos, pero él con su magia era un posible medio de transporte que no me gustaba en absoluto.

Me acerqué al niño tras recoger la guadaña, katana en mano esta vez. No era nada personal, bueno, en realidad lo era. Había intentado matarme, había hecho daño a mi Maestra… pero la amenaza de Primavera me detuvo en el acto. ¿Qué coño decía?

Sólo es un niño, no tiene la culpa de que Maléfica esté usándolo.

¿Y pretendes dejarle vivo para que siga matando a más gente de tu reino, sólo por ser un niño?

Los gritos y las pisadas nos interrumpieron. Alguien se acercaba, esta vez un grupo. ¿Habríamos atraído a los goblins después de reventar la puerta de la habitación? No había tiempo que perder, si nos pillaban ahí podíamos despedirnos de salvar a Nanashi.

¡Corre, mete la poción donde sea y marchémonos!

Tragué saliva mientras apartaba a regañadientes el arma del cuerpo del joven y cogía el contenido del caldero con alguna de mis botellas vacías. Las guardé junto al diario negro que todavía poseía. Tenía poco tiempo, ¿cómo diablos iba a salir? Miré a Primavera, estaba demasiado exhausta como para pedirle que nos sacase de allí...

Le tendí un Éter y la pócima para Nanashi.

No me acababa de fiar de ella. La idea de que se desmayase a mitad del camino me aterraba, y sobre todo la posibilidad de que lograsen capturarla.

Por eso sabía que tenía que hacerlo. Era Nanashi por quien me arriesgaba. O apostábamos fuerte, o Maléfica habría ganado. Y prefería sacrificarme mil veces más a dejarla ganar, a volver a fallar a la mujer que había depositado parte de su confianza en mí.

Recupera tus fuerzas y huye por el balcón para reunirte con el otro muchacho, Nikolai, en la torre donde tienen a Nanashi. —Le apremiaría para que me hiciese caso, no les podía quedar mucho para llegar...

>>Sálvala.

Una vez obedeciera, cerraría la ventana con discreción y recubriría mi katana con el veneno soporífero que llevaba encima. Me acercaría al niño, que poco le debía quedar para despertarse, y le clavaría el arma imbuida en aquel veneno del sueño en el hombro en cuanto este quedase libre del hechizo de piedra.

Ya podía surtir efecto, o estaba jodido.

En cuanto entrasen los orcos acercaría el filo al cuello del niño mientras lo usaba como escudo humano y les gritaría:

Tirad las armas por el hueco de la escalera y entrad en la habitación. ¡AHORA!

Si alguno se resistía, acercaría aún más el arma.

Si muere, responderéis vosotros ante Maléfica.

>>Podríamos llegar a un acuerdo. Quiero hablar con el que ahora esté al mando: para empezar quiero saber que ha hecho vuestra señora con la maga y cuales son sus planes para ella.

¿Cuál era mi plan? Entretenerles a base de medias verdades lo máximo posible hasta que Primavera pudiese llegar a la Maestra. Y quizá en el mejor de los casos, volver a por mí si todavía seguía con los tobillos y la vida en su sitio.

Si aún así veía que negociar me era imposible, utilizaría un Aqua+ en dirección al primero que intentase hacerme daño. Esperaba que entonces el resto estuviese dispuesto a atender a mis primeras peticiones.

Me sudaban las manos. Estaba seguro que de todos los intentos suicidas que había hecho a lo largo de mi carrera como aprendiz de la Llave Espada, aquel era el más kamikaze.

Spoiler: Mostrar
Saito utiliza los siguientes objetos:
—Éter x1
—Corazón de caramelo grande (hechizo Aqua+) x1
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Denna » Jue May 26, 2016 12:21 am

Muévete y tu madre estará muerta. Tanto como la gente que tú has matado —gritó Heike, furiosa—. ¡Tira el arma!

Pareció que pasaban años mientras duraba el silencio. El ambiente se podía cortar con un cuchillo y yo no me atrevía a moverme; era como si tuviera las piernas y los brazos hechos de piedra. De piedra resquebrajada. Estaba segura de que Heike me había salvado la vida con su intervención, pero no parecía que esa propuesta fuera a mejorar nuestra situación. No, la sonrisa de Melkor indicaba algo muy distinto:

¿Eso es todo? ¿Queréis que me quede aquí como prisionero? Puedo hacerlo, pero entonces la tregua estará rota. Y no podéis dejarme volver, porque avisaré a Maléfica…

»Así que, decidme. ¿Qué pretendéis hacer ahora?


Apreté los puños. No la estaba mirando, pero ya preveía la explosión de Heike. Y tampoco estaba muy segura de cómo reaccionarían Tristan y Victoria.

¿Quieres a tu madre, desgraciado?

Proseguí, sin darles tiempo a intervenir a ninguno de ellos. Quizás Melkor hubiera dejado de verme como una contrincante digna, quizás ni quisiera escucharme. Pero no podía no oírme.

Podríamos obligarte a que te quedaras, sí, pero eso no beneficiaría a nadie: ni a ella, ni a ti, ni a nosotros —repuse—. Sólo a Maléfica. La misma que tiene encerrada a tu madre en una sucia celda.

»¿Quieres regresar corriendo a chivarte? No es mi familia a la que tiene ahí recluida como a un animal. Da gracias a que no lo es. Porque de ser así —de saber que alguien la está intentando salvar—, a estas alturas ya tendría la cabeza de Maléfica sobre una pica.


Negué con la cabeza, mirándole tan fríamente como supe.

Y encima te atreves a darme lecciones de honor.

Desmaterialicé la Llave Espada y, con cuidado, retrocedí sobre mis pasos hacia Heike. De mientras, Tristan avanzaba con el teléfono en mano. Cruzaba los dedos para que aquello funcionara.

¿Capitana..? —Busqué su mirada con algo de miedo, tanteando el terreno. Vacilé. No encontraba las palabras y, si además estaba enfadada conmigo, dudaba que pudiera encararme a ella—. No voy a fingir que entiendo cómo os sentís ahora mismo. Pero... pero creo que esta pequeña tregua es nuestra única opción —susurré—, al menos si queremos acercarnos a Maléfica lo suficiente como para conseguir hacerle daño. Si le convencemos de que quiere unirse a nosotros...

Me aferré a su brazo.

Es un asesino. Lo sé, y sé que no merece tener la cabeza sobre los hombros ni un segundo más, pero habrá que esperar un poco para hacer justicia. Sólo un poco. Por favor. Si aceptáis... si vos y el príncipe aceptáis, vuestros hombres también lo harán.
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