[Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Trama de Nikolai, Victoria, Ban, Saito + Celeste y Aleyn

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Suzume Mizuno » Sab Abr 02, 2016 4:37 am

Aleyn



Las murallas del castillo del rey Estefano parecían nuevas excepto en aquellos puntos donde el ataque de los goblins los había afectado directamente. El tiempo continuaba detenido en pleno ataque, con algunas rocas volando por los aires y la gente escapando de las puertas abiertas.

Abel miró en derredor con aire severo e incómodo. Posó una de sus grandes manazas sobre el hombro de Aurora. La princesa había recogido a Ygraine del suelo y lo apretaba contra su pecho.

El cielo clareaba.

El silencio era tan intenso que ensordecía. Sus pasos eran lo único que rompía la quietud de la ciudad muerta.

Recorrieron el camino hasta el castillo sin que nadie se interpusiera en su camino pero, allí, se encontraron con su primer problema: las puertas estaban cerradas a cal y canto. Incluso había una barrera de soldados que habían quedado paralizados luchando contra los goblins y orcos.

Abel chasqueó la lengua.

¿Buscamos una entrada secundaria o intentamos subir por una de las ventanas?

Aurora meneó la cabeza, indecisa. Parecía encontrarse mal, bastante sonrojada, como si tuviera fiebre, y respiraba muy rápido. Aleyn, sin duda, no habría olvidado la sensación de que alguien lo estaba observando.

¿Qué opción sería más prudente?

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Aleyn
VIT : 22/32
PH : 5/11




****
Nikolai


Nikolai despertó por culpa del frío. Olía mal. Estaba sobre paja —muy sucia— y un catre de madera. No había ninguna ventana, de modo que no veía nada. Al moverse escucharía un tintineo y le pesarían las muñecas y los tobillos. Alguien lo había atado a la pared. No podía alejarse de la misma más que unos cuantos pasos antes de que las cadenas le restringieran el movimiento.

Eso no era lo peor. Si Nikolai intentaba invocar su Llave Espada, sentiría un dolor intenso en el pecho y nada acudiría a sus manos.

Alguien le había sellado la Llave Espada. Recordaría sin problemas la terrible figura de Maléfica a sus espaldas y lo demás, bueno, resultaría bastante evidente.

Podía levantar la voz para intentar comunicarse. Parecía que no había nadie en su celda ni tampoco en las cercanas aunque, con las paredes de piedra, también era posible que no lo escucharan y…

¡Silencio, inmundo humano! —espetaría una voz gutural bastante tamizada gracias a la puerta. Parecía que le habían puesto un perro guardián—.El señor Ahren pronto vendrá a jugar contigo y te dejará como a esa mujer de blanco.

Y soltó una risa aguda.

Nikolai estaba en un grave apuro. No tenía Llave Espada ni, de momento, tampoco magia y estaba atado. Alguien se había ocupado de dejarlo completamente inútil. Tendría que recurrir a su astucia y a sus palabras antes de que llegara el tal Ahren… Quizás podría sacarle información interesante al goblin.

¿O sería mejor esperar a Ahren? Si lo habían mantenido vivo era que pretendían sacarle información o usarlo para algo. Ahren no iba a matarlo pero, probablemente, sí a hacerle daño.

Por suerte, Nikolai tenía un punto a favor. Una mascotita capaz de moverse libremente. También algo que Maléfica no sabía bien qué era y por eso no se lo había quitado.

Mejor que aprovechara el tiempo lo más rápido que pudiera, a menos que prefiriera esperar y encontrarse sin más con Ahren.

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Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]



****
Saito


Lo estaban buscando. Todos los goblins que quedaban en la maldita guarida de Maléfica lo estaban buscando.

Se había quedado a mitad del camino hacia los aposentos de Maléfica porque el hechizo de invisibilidad desapareció. Y la ropa de Primavera no era precisamente poco llamativa. Así que se tuvo que esconder en un recoveco, entre las sombras, mientras un grupo de goblins pasaba a escasos metros de él.

—¡Encontradlo o el señor Ahren nos despellejará la piel!

—¡Encontradlo, encontradlo!

—¡Ya tenemos a uno, coged al otro humano!

Suerte que las catacumbas habían ocultado su rastro, porque los goblins no dejaban de olfatear con sus enormes fosas nasales.
Primavera gruñó y empezó a despertarse. Miró en derredor con unas ojeras bastante terribles y se quedó muy confusa.

¿Dónde estamos?

Saito tendría que explicarle lo que había sucedido. Cuando terminara, Primavera se llevaría las manos a la cara y respiraría hondo.

Estamos en problemas, muchacho. No podemos usar magia o Maléfica nos descubrirá ahora que nos está buscando su perrito Ahren. La magia deja un rastro. No podemos arriesgarnos, ni tú ni yo.

Esa sí que era una mala noticia… Además, Primavera seguía débil. Saito tendría que cargar con ella. Eso o arriesgarse a que hiciera algo de magia y se volviera pequeñita. Eso la dejaría fuera de combate un tiempo pero a cambio podría moverse mucho más rápido y puede que, en uno de sus bolsillos, Primavera se recuperara antes y no dejara un rastro mágico tan grande.

Pero, de nuevo, se quedaría sin la poca magia que había recuperado. Quizás fuera para mejor.

Tenemos que encontrar a tu maestra y a tu amigo y salir de aquí. Es demasiado peligroso. Lo lamento por Rosa pero…—Primavera respiró hondo una vez más—. Ella no querría que nadie muriera en su lugar.

Si se asomaba por el pasillo, Saito encontraría dos opciones. Un pasillo recto enfrente y, a la izquierda, unas escaleras que subían. Por arriba habían subido los goblins pero quién sabía si había más caminos, puede que no se los encontrara. En cuanto al pasillo, no se veía un final porque torcía a la derecha en algún punto.

¿Pasillo o escaleras?

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Saito
VIT: 70/70
PH: 32/32




****
Victoria



Es una verdadera lástima que tengamos que encontrarnos en estas circunstancias. Había pensado en algo mucho más personal y agradable. En fin. Mi ejército ha sido muy rudo, permitid que me disculpe en su nombre; no tienen idea alguna de la delicadeza o la negociación.

»Por eso yo os dejaré las cosas claras: Nanashi no os ayudará más, pero podemos hablar sobre ella y sus niños más tarde. Ahora lo importante es este reino. Sabed que esta noche seré la criatura más poderosa de este reino y vosotros podéis estar en dos condiciones: o en paz conmigo o destruidos, reducidos a cenizas… Como la princesa Aurora, que va a provocar la caída del reino de Estefano.

»Pero como soy generosa os daré dos horas. Dos horas para que el príncipe Felipe se entregue como rehén. Dos horas para que se me entreguen ciertos objetos. Si en dos horas no habéis enviado a nadie, atacaremos.


La voz de Maléfica, que hasta entonces había resonado por todo el castillo, se apagó, y el hada se abrió paso elegantemente entre sus hombres rumbo a la tienda de Melkor. La cabellera rojiza del orco destacó en medio del barro mientras la acompañaba.

El ejército de orcos y goblins retrocedió para no ser víctima de las flechas de los defensores, pero no se alejó demasiado.

Nithael, que se había quedado pálido, miró a Victoria y respiró hondo. Luego le posó una mano en el hombro.

Buen trabajo el de antes.—El ángel vaciló. Muchísimos ojos se habían fijado en él.

Entonces llegó a todo correr Heike, jadeante y también lívida. Miró hacia el ejército y se pasó una mano por el corto pelo. Parecía estar al borde de la desesperación. Todos los humanos lo estaban desde el momento en que había aparecido Maléfica. Toda la euforia por la victoria anterior se había desvanecido.

Debo hablar con el rey. Maldita sea. T-tengo que hablar con el rey.

Se dio la vuelta y se marchó, medio tambaleándose. Nithael cerró los ojos y apretó los labios.

Nosotros deberíamos ir también. Si es cierto que tiene a Nanashi y a los niños…

No parecía que pudieran hacer otra cosa. Claro que Victoria quizá tuviera una idea mejor, ya que ella estaba más acostumbrada a la tecnología que Nithael.

También había algo que debería contarle y una niña de la que ocuparse, ¿no es así?


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Victoria
VIT: 37/40 [+1 Acc]
PH: 20/20





****
Celeste



¿Grishnak ha muerto?—exclamó Felipe con los ojos muy abierto a la vez que su padre se erguía en el trono—. ¡Al fin una buena noticia!

Bien, porque las demás no podían ser peores. Celeste, el príncipe y el rey habían escuchado desde la sala del trono, junto a varios nobles y caballeros, el discurso de Maléfica en un silencio sepulcral. Ahora la noticia de Grishnak fue recibida más con murmullos de temor. ¿Qué les haría Maléfica cuando se enterara de que habían matado al orco? Las miradas de terror y suspicacia llenaban la sala.

El rey se pasó una mano por la regordeta cara y respiró hondo, con los robustos hombros hundidos, derrotados. Un caballero se acercó para hablarle al oído y Huberto apenas sí le hizo caso.

Desde que oyeron el nombre de Maléfica, todas las esperanzas de triunfo se habían evaporado.

Maléfica nos matará a todos—susurró alguien.

Un sollozo y un hipido. Alguien se desmayó.

¿D-deberíamos rendirnos?

Uno habría esperado que se elevaran furiosas protestas, pero solo hubo alguna débil queja y miradas furtivas.

Entonces el rey se incorporó, entornando los ojillos.

¿Alguien se atreve a sugerir que entregue mi hijo a esa bruja?—Silencio—. Bien.

El rey se desplomó de nuevo en el asiento, exhausto. Los murmullos empezaron de nuevo.

Es normal que no lo quiera entregar, es el príncipe.

¡Pero el príncipe debe protegernos! ¡Solo lo han pedido como rehén, no para matarlo…!

¡No seas idiota, claro que lo matarán! ¿Ya has olvidado a la princesa Aurora?

Y más y más murmullos. Celeste podría moverse entre la gente y escuchar más si quería; sin embargo, Heike le había dicho que fuera a hablar con el rey, que sabría cómo recompensarla. Ya que había ido hasta allí, no tenía sentido regresar a la muralla… Claro que tendría que ser delicada si quería hablar con el rey. Quién sabe. Puede que Celeste pudiera hacer algo.

También… ¿Dónde estaba el príncipe?

Captó su capa roja ondeando mientras el muchacho desaparecía por una de las salidas.

¿A dónde se suponía que iba? ¿Acaso estaba escapando?


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Celeste
VIT: 20/20
PH: 3/22




****
Tristan



Tristan escuchó el discurso de Maléfica sin problemas desde detrás de una de las casas de la ciudad. Garuda lo había obligado a acercarse después de volar a baja altura por la zona y asegurarse de que no había enemigos cercanos, ya que se habían acumulado sobre todo en campo abierto y no por la ciudad.

Aun así, había orcos y huargos más adelante, así que lo mejor que podía hacer era moverse con cuidado. Desde lejos podía comprobar que los puentes levadizos estaban levantados y que no había forma de acceder al castillo. No sin volar y arriesgarse a que lo mataran, bien de una pedrada, bien porque Maléfica podía alcanzarlo.

Garuda, acomodado en su hombro, se rascaba un ala y aguardaba a que el muchacho decidiera hacer algo. Estaba claro que el ave lo había llevado hasta allí por un motivo: probablemente quisiera que hablara con Nithael. Si era para curarse el brazo o para que le avisara de lo que había sucedido, eso quedaba a la elección de Tristan.

El problema era que no podía entrar. Iba a tener que hacer algo pero ¿qué? ¿Reconocer la ciudad a la espera de encontrar alguna pista o algo que pudiera ayudarle? ¿Intentar acercarse a la retaguardia del ejército? Maléfica estaba allí. No había conseguido su espada de las narices pero quizá, sólo quizá, le diera otra oportunidad… Por otra parte, puede que Garuda se mostrara dispuesto a volar hacia la ciudad, por peligroso que fuera. Claro que eso significaría quedarse sin su protección.

También había otra opción. De momento no había perdido su móvil. Quizá fuera hora de darle un buen uso.

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Tristan
VIT: 12/30
PH: 18/22



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¡Bienvenidos a la segunda parte! Como veis, todos tenéis acceso a vuestros móviles y podéis intentar comunicaros los unos con los otros. Las llamadas no funcionan porque no hay suficiente cobertura pero los mensajes pueden llegar. Aunque es posible que alguno se pierda 8D.

Respecto a Aleyn, creo que no tiene móvil así que suerte moviéndote solita, Sally (?). Tienes un ritmo más tranquilo pero recuerda que a Aurora se le acaba el tiempo.

Para los de la zona de Huberto, las dos horas son relativas y pueden durar mucho o poco según aprovechéis el tiempo. Os recomiendo que planeéis algo juntos (en principio creo que Celeste no tiene móvil, pero es muy posible que se cruce con Victoria en algún momento. Es más, si se queda en la sala del trono se encontrará con ella a menos que esta tome a propósito otro camino). Quizá queráis juntaros, quizá queráis simplemente pasaros información o puede que os ignoréis. Lo más interesante, con todo, sería que colaborarais —y que no os olvidéis de Nithael—.

Los de la Montaña Prohibida también podéis comunicaros entre vosotros y con los del Castillo (pero con estos hay más posibilidades de que haya interferencias). Nanashi no contestará a ningún mensaje.

Aprovechad estos post iniciales porque dependiendo de qué hagáis las cosas os irán bien…

O empezaréis a jugar en modo hard.

¡Suerte y saquémosle todo el jugo a esta trama!


Fecha límite: jueves 7 de abril.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Suzume Mizuno
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Ronda #1 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Jue Abr 07, 2016 7:38 pm

Esto es de locos...

Ban se apoyó contra la pared, esforzándose por no caer redondo al suelo. Entre el dolor del brazo y lo que acababa de escuchar de boca de Maléfica, apenas se mantenía en pie. ¡Aquello era un caos! El ejército del hada oscura se había hecho con casi todo, y el castillo resistía a duras penas. El ultimátum les dejaba con únicamente dos horas para intentar hacer algo con lo que salvarse, o aceptar la derrota.

Pero Ban tenía otras prioridades, como conseguir llegar hasta Nithael. Garuda, que se mostraba muy tranquila en su hombro como si la noticia de que Maléfica había hecho algo con Nanashi no le afectase, parecía insistir en que el aprendiz hablase con el ángel. ¿Para que le curara el brazo? Eso esperaba, si era un ángel del pasado tan poderoso no debería ser difícil que se lo arreglase.

Nanashi... Se llevó una mano al bolsillo, sacando el móvil. Le tentaba llamarla, pero no se atrevía a hacerlo. Las palabras de Maléfica no daban a entender que la hubiera matado, pero sí que fuese su prisionera. En ese caso, no era muy probable que pudiera contestar a una llamada. Pero tal vez mandarle un mensaje fuese útil... Por probar. Ban necesitaba sentirse útil para algo.

Maléfica está en el castillo del rey Huberto, ha dado dos horas para que el príncipe se entregue con unos objetos antes de invadirlo todo.

Lo siento.


¿Habrían sido las cosas diferentes para todos si se hubiera quedado con el grupo en lugar de irse por su cuenta? Remordimientos, y más remordimientos, mientras escribía y finalmente enviaba el mensaje. Decir lo siento resultaba más fácil si se escribía que si se decía delante de una persona, pero Ban sabía que eso no sería suficiente.

Debía moverse.

Quieres que vaya a ver al ángel, ¿no? Vale...

Se puso en pie, con una mueca de dolor por el brazo, e invocó su glider. Se subió al vehículo y conjuró un Tenue, volviéndose invisible con el aparato: la única manera de llegar al castillo con los puentes levadizos levantados era volando, y así al menos no podrían verle. Rezaba con fuerza por que Maléfica no le sintiera.
Aplicaría también un Tenue a Garuda si se dejaba, y una vez cogiera un poco de valor, volaría a baja altura pero lo más deprisa que pudo, buscando atravesar las murallas lo antes posible para "ponerse a salvo". Una vez dentro, buscaría a Nithael.

Si le detectaban en pleno vuelo, no le quedaría otra que intentar esquivar lo que le lanzaran mientras aceleraba todavía más, sin desviar su rumbo o en todo caso volando más directamente hacia el interior del castillo.

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▪ Tenue (HM) [Nivel 7] [Requiere Poder Mágico: 13]. Vuelve invisible al objetivo temporalmente.
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Astro
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor H.S Sora » Jue Abr 07, 2016 10:50 pm

Mi corazón latía desbocado. Trataba de contener al máximo la respiración, notaba como las piernas me temblaban y no por tener que cargar con Primavera. Estaba escondido como un corderito mientras los lobos salían en mi búsqueda… aquella maldita jauría acabaría por encontrarnos, sobretodo teniendo en cuenta que el efecto del hechizo del hada ya había llegado a su fin.

Podía oír los pasos. Y quería creer que la oscuridad me serviría como refugio una vez más, pero de nada serviría contra el olfato de aquellos monstruo. Por el amor de Dios, todo estaba saliendo estrepitosamente mal. ¡Ni siquiera había tenido la oportunidad de llegar al maldito cuarto de Maléfica!

—¡Encontradlo o el señor Ahren nos despellejará la piel!

—¡Encontradlo, encontradlo!

—¡Ya tenemos a uno, coged al otro humano!

¿Qué?...

Incrédulo era decir poco para definir cómo me sentía. Había llegado a pensar que separándonos, uno de los dos tendría la oportunidad de conseguir encontrar a Nanashi, pero ahora toda esperanza quedaba reducida a un servidor con don Nikolai capturado y la Maestra en paradero desconocido. Porque claro, contar con que Tristan apareciera como por arte de magia para ayudar era mucho pedir.

Puto Nikolai, puto niñato. Puto todo.

A mi alrededor todo parecía derrumbarse por momentos. Estaba expectante por saber qué más podía pasar ahora.

¿Dónde estamos?

El hada había recuperado la consciencia, aunque su aspecto seguía bastante desmejorado, quizás demasiado como para hacer magia… pero por lo menos podría dejar de cargar con ella. Aunque me tocaba darle las malas noticias, lo primero fue pedirle que hablase en susurros: aquellos goblins seguían nuestro rastro muy de cerca. Que todavía no nos hubiesen pillado era un milagro que no estaba dispuesto a arruinar por ahora.

Tras contarle todo lo sucedido con Nanashi, con Tuk y su espléndido mapa y con mi gran amigo Nikolai, su expresión alcanzó un punto crítico. En resumidas cuentas: como nuestra situación.

Estamos en problemas, muchacho. No podemos usar magia o Maléfica nos descubrirá ahora que nos está buscando su perrito Ahren. La magia deja un rastro. No podemos arriesgarnos, ni tú ni yo.

¿Ni un poquito?

Suspiré, mientras seguía intentando pensar qué era lo que podíamos hacer; Primera seguía exhausta y cargar con ella por el camino que eligiese era una opción, aunque no podía ir demasiado rápido con ella encima. Y estaba el hecho de que vestía de un azul, como decirlo, casi eléctrico.

Los goblins tendrían que estar ciegos para no vernos.

Decirle que hiciese magia era otra alternativa, pero aquello de dejar un rastro no me gustaba nada. El tal Ahren parecía alguien astuto, lo suficiente como para estar esperando a que cometiésemos un error así… maldita sea, Maléfica debía estar ocupada con Nanashi y por eso no andaba buscándome.

Tenemos que encontrar a tu maestra y a tu amigo —estuve a punto de reírme a carcajadas porque no me quedaba ya nada más allá del humor— y salir de aquí. Es demasiado peligroso. Lo lamento por Rosa pero… ella no querría que nadie muriera en su lugar.

¿Huir? No podíamos. No quería volver y ver como el esfuerzo del resto había sido en vano. Mejor dicho, no me atrevía a volver con las manos vacías mientras los que defendían el castillo se jugaban la vida. Prefería morir en aquel repugnante lugar habiendo hecho todo lo que estaba en mi mano.

Le devolveríamos el golpe a Maléfica, con o sin la ayuda del bastardo de Palamecia.

Lo primero será encontrarlos, luego ya veremos lo que hacer. —Extendí aquella cortina de humo, imaginándome que Nanashi no querría marchar una vez la hubiésemos rescatado.

Me asomé al pasillo tras asegurarme de que ya no quedaba nadie. Podíamos seguir avanzando por un pasillo casi interminable que desembocaba en un cruce a la derecha o subir por dónde habían ido nuestros perseguidores.

Me volví hacia el hada, sin ningún plan: los aposentos de Maléfica no podían estar tan lejos, pero si sabían que yo seguía libre y tenían algo o alguien importante para ellos no dudarían en meter todos los soldados posibles a vigilar, o quizá incluso me estuviesen esperando con algún tipo de trampa.

Pero era hora de moverse, ya fuese hacia la boca del lobo para salvar a Nanashi o a acabar como Nikolai.

No puedo seguir llevándote conmigo, así llamamos demasiado la atención y no tendríamos tiempo a reaccionar si nos pillasen. ¿Cómo de grande sería ese rastro si solo te hicieses pequeña? Quizá así podríamos avanzar más rápido… —Si el peligro de aquella opción era muy grande, suspiraría poniéndole una mano en el hombro—. Entonces te pediría que me esperases aquí.

>>Por favor, no quiero poner en riesgo a más gente.

Si aceptaba la opción de hacerse pequeña, no tendría inconveniente en ponerla en uno de mis bolsillos y salir corriendo por las escaleras, al igual que si decidía quedarse hasta estar recuperada. Esperaba no encontrarme con nuestros perseguidores de frente, e intentaría utilizar cualquier recoveco como del que había salido para esconderme si era necesario. Si por cuestiones de mala suerte me los topaba de frente, desenvainaría la katana y me lanzaría a matar.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Espinas Negras (II) - Ronda 1

Notapor Denna » Vie Abr 08, 2016 12:26 am

«Bueno, esto es violento».

Diez minutos atrás, mi mayor preocupación había sido encontrar la forma correcta de hablarle a un rey. Cabía decir que sin las presencias de Nanashi y de Nithael, el castillo parecía mucho más grande e intimidaba unas cien veces más, pero me las había arreglado para conseguir audiencia y comunicarles la muerte del orco Grishnak.

Y entonces retronó el discurso. Y toda la convicción que tenía se desvaneció.

Maléfica nos matará a todos.

La sala del trono estalló en murmullos. Hasta hubo un desmayo por algún lado. Yo misma me encontré pensando en lo peor: justo cuando parecía que habíamos conseguido algo, la situación se volvía en nuestra contra. Otra vez. Y la maldita hada psicópata que lo había causado todo estaba en las puertas del reino, sedienta de sangre.

«Nanashi no os ayudará más».


Me encontré respirando con dificultad. Era como si el mundo se me viniese encima. Nanashi... no, no, tenía que ser un farol. Estaban bien, tanto ella como los demás. Dios santo, quizás la Maestra no fuese mi persona favorita, pero le había visto hacer lo imposible. Era una voluntad inquebrantable. Convencía a cualquiera. Luchaba mejor que cualquier soldado. Tenía que estar viva. Aquello no podía ser más que una treta de Maléfica para que nos desesperáramos.

¿Alguien se atreve a sugerir que entregue mi hijo a esa bruja? —preguntó el rey, alzándose. No levantó la voz, no acusó a nadie. Pero bastó para que el silencio se hiciera de nuevo, al menos durante un segundo—. Bien.

Apreté los puños, muy consciente de lo que estarían pensando los demás presentes. «¿Para desesperarnos? No. Para volvernos unos contra otros», comprendí.

Tenía que hacer algo. Con lloriqueos no ayudaría a nadie, y dos horas pasaban volando. Heike había contado conmigo para una cosa, y lo último que quería en aquel momento era decepcionarla.

Al mirar al rey Huberto, pero, las dudas me asaltaron de nuevo. Antes había ignorado a uno de sus caballeros. ¿Qué me hacía pensar que me escucharía a mí, una completa desconocida?

Sospesé mis opciones. Ninguna de ellas era buena, así que me decanté por el mal menor. Avancé hasta quedar frente al trono e hinqué una rodilla en el suelo. El mundo se acababa, sí, pero los modales iban primero.

Majestad, por favor, ruego un momento de vuestra atención. La muerte de Grishnak no fue lo único que la capitana Heike me ordenó que os comunicara.

Esperaba que el nombre de la mujer bastara para llamar su atención. Al fin y al cabo, era una de sus mejores hombres.

Majestad, las murallas están bien defendidas. Las bajas humanas han sido mínimas y, a cambio, el ejército de Maléfica ha perdido bastantes orcos y huargos. —Mantuve la mirada gacha. No era una mentira, no teniendo en cuenta la cantidad de cadáveres que nuestra incursión a la ciudad podía haber causado. Crucé los dedos en mi mente y me apresuré a continuar:—. Pero hemos agotado la mayoría de los explosivos con los que contábamos. La capitana me confió que vos podíais proporcionarnos más.

Hice una pequeña pausa y luego añadí en voz más alta:

Si me permitís, alteza... Maléfica ha mentido. Conozco bien a la Maestra Nanashi —vale, eso sí que era mentira, y una de las más gordas que había soltado en la vida. De no haber sido una situación tan crítica, me habría echado a reír como una histérica— y sé que ella no se ha rendido. No sé qué la habrá hecho retrasarse, pero sigue peleando por vuestra causa. Estoy segura, de eso y de que tendrá un plan preparado.

»Maléfica nos ha dado dos horas para cumplir sus peticiones, pero esa mujer no dejará piedra sobre piedra sólo porque se le entreguen un par de objetos mágicos. No puedo hablar por vos, Majestad, pero creo que Nanashi cuenta con que resistamos. Con que nos preparemos lo mejor que podamos para el asedio y no nos rindamos.


Apenas me moví. Lo cierto era que no sabía qué esperar. No tenía en alta estima a los reyes, y Huberto, languideciendo en su trono, no me parecía muy distinto a los demás. Por no hablar del huidizo príncipe Felipe. Había jugado mis cartas en un intento de que tomara el control de la situación y movilizara a sus hombres, pero no tenía aspecto de ser tan manipulable como el sultán de Agrabah. Y yo no tenía el don de Nanashi.

Esperé una respuesta. Fuesen palabras o acero, pero necesitaba algo ya.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Vie Abr 08, 2016 2:30 am

Pese a que sabía a lo que se enfrentaba de querer ir con el equipo de la Montaña Prohibida, a las consecuencias que podía acarrear, la necesidad de tratar con Nanashi sus diferencias como fuese y aprovechar aquella oportunidad se impuso para armarse de valor y rebasar sus temores. Todos, salvo uno en particular.

Ella.

¿Creías que ibas a poder pasearte sin más por mi castillo, imbécil?

Por eso, cuando Nikolai se dio la vuelta y contempló a la mujer de negro que recordaba con amargor de la última incursión al mundo, fulminándolo con unos amarillentos ojos que desprendían ira, sintió como una mano, tan gélida como un témpano, le oprimía el corazón, cortándole la respiración y la capacidad de razonar.

Ni miedo, ni pánico, ni nada. Su cerebro, bloqueado por el shock, no supo que emoción procesar en ese momento. En realidad, apenas tendría tiempo de eso cuando Maléfica alzó la mano y el mundo a su alrededor se tornaba tan negro como su túnica.

***


Nikolai sintió un frío terrible que le caló los huesos y abrió unos pesados párpados. El resto de sus sentidos se fueron despertando poco a poco y recibiendo información: el crujir de madera y paja, un pestilente hedor que favoreció el que terminase de espabilarse, y el tacto de un material frío y duro alrededor de sus muñecas y tobillos.

El resto le llegó por si solo al distinguir con sus cansados ojos habitáculo cerrado sin ventanas y un tintineo metálico que ya le resultaba familiar. Fue juntarlo todo y Nikolai se estremeció de sopetón en el sitio, alarmado y echando el cuerpo hacia delante. Siseó entre dientes, intercalando miradas entre los grilletes que le apresaban. ¡Qué demonios! ¿Cuándo le habían…?

Cerró los ojos y se esforzó en recrear en su mente lo último que recordaba: el viejo Tuk, sus indicaciones, que Saito y el tomaron caminos diferentes para ampliar su búsqueda y entonces…

«Maléfica.»

Dibujó una mueca de derrota en su cara y se apoyó contra la pared. Le habían cazado. No solo por la mismísima bruja del demonio que gobernaba el castillo, ni siquiera llegó a alejarse más de diez pasos de las mazmorras. Y él pretendía llegar de alguna forma hasta donde tenían a Nanashi… Era tan patético que le entraban ganas de darse cabezazos contra la pared.

Volvió a fijarse en los grilletes y, tras meditarlo, una pequeña chispa de esperanza brotó en él. Alzó el brazo derecho lo que sus ataduras le permitieron y se dispuso a invocar su Llave Espada.

Ahí fue cuando la chispa se fue a la mierda. La Llave no llegó, pero sí terribles punzadas de dolor en el pecho que le desgarraron por dentro, sacándole un grito que reverberó en las paredes de la hueca habitación y que apenas camuflaba el ruido de las cadenas que provocaba al retorcerse.

Cuando el ardor aminoró, se preguntó, histérico, que había sido eso. Entonces, se acordó de Maléfica y del lapsus de tiempo que existía entre su desmayo y en cuando se despertó en su celda. Golpeó la pared con su puño y rechinó los dientes; ese demonio con cuernos pensaba en todo a la hora asegurar a sus víctimas.

¡Silencio, inmundo humano! —La tosca voz que llegó a traspasar la puerta le hizo pegar un respingo, sacándole de su leve momento de sufrimiento, y miró la susodicha con hastío. Estupendo, tenía compañía—. El señor Ahren pronto vendrá a jugar contigo y te dejará como a esa mujer de blanco.

¿La mujer de blanco? ¡Nanashi!

Señor Niko.

La risita del goblin le enervó aún más de lo que ya estaba. Ahren, el chiquillo pálido que estaba bajo la tutela de Maléfica. Ya conocía de antemano cómo se las gastaba después de verle estrangular a Xefil sin miramientos con unas cadenas. Si con Nanashi, que era un rehén más valioso, no se había cortado un pelo, ni quería imaginarse lo que le esperaba a él. Estaba bien jodido.

¡Señor Niko!

¿Eh?

Inmerso en sus problemas, Nikolai se sobresaltó con el gritito que escuchó cerca, muy cerca. Creía que ya estaba padeciendo los efectos del estrés, pero juraría haber escuchado esa vocecilla del interior de su chaqueta, justo donde su móvil…

Abrió los ojos mucho. No. Imposible. Se suponía que le dejó en Tierra de Partida porque decía que tenía que organizarle un par de cosas. Se miró el bolsillo interno de la chaqueta con suspicacia y, pensando que iba a abrir la boca por culpa de sus paranoias, preguntó con un hilo de voz:

¿Saic?

Afirmativo.

La cara de idiota que se le quedó fue memorable. No sabía si reírse a carcajada limpia, seguir con la misma expresión, o preguntarse desde cuando puñetas llevaba encima a su asistente sin darse cuenta.

Mejor aún, vio una nueva posibilidad para salir del atolladero cual regalo divino. Poco tardó su cabeza en poner en funcionamiento los engranajes y maquinar un plan.

Señor Niko, ¿ocurre…?

Saic, escucha con atención —le bisbiseó al bolsillo. El asistente notó el tono serio y áspero del joven y calló, comprendiendo la emergencia de la situación—. Cuando te de la señal, harás lo siguiente.

Nikolai murmuró en unas pocas lo único que debía hacer Saic cuando llegase el momento. Vale, una parte del plan ya estaba cubierta, solo necesitaba poner en marcha el resto y esperar que, por dios, saliese bien:

¡Eh, tú, el gandul de la puerta! ¡¿Cuánto tiempo voy a tener el culo pegado en el suelo hasta que venga alguien?! —vociferó a pleno pulmón, con el tono más agrio que se le ocurrió, al goblin que vigilaba al otro lado de la puerta. Seguro que le habría pegado un susto de muerte al condenado—. ¡¿Y acaso sois tan cutres que ni siquiera me vais a traer agua?! Si tenéis intención de interrogarme, no sé cómo pretendéis que hable con la garganta seca. —Pensó entonces en que tal vez podría sacarle al monstruito información sobre la Maestra y prosiguió con la actuación—: Seguro que todos los lujos se los habrá llevado mi maestra para que suelte prenda, anda que no se nota que vuestra ama es una interesada cuando quiere. ¡Si hasta la habréis metido en una celda más aseada que esta pocilga!

Aguardó por si al goblin, al que esperaba pinchar por malmeter a su “Señora”, se le escapaba cualquier dato jugoso. Lo hiciese o no, Nikolai se dispuso a llevar a cabo el colofón final:

»¡Bah! Qué más dará… Anda que no habrá goblins a patadas en el castillo, y van y me plantan al único lerdo que no sabe ni hacer la única tarea que se le ha ordenado.

Si todo había marchado como se imaginaba, su perro guardián estaría que se subiría por las paredes de tantas puyas recibidas y entraría a la celda en cualquier momento para cebarse con un preso encadenado que apenas se podría defender. De ser así, Nikolai esperaría a que el goblin se le acercase lo suficiente para que diese la señal, y que Saic saliese de su escondrijo virtual para aferrarse con las dos manos a la cabeza del carcelero y soltarle un Electro a bocajarro con la intención de dejarlo inconsciente. Dos, si se resistía.

También cabía la posibilidad de que el goblin no se dejase llevar por la rabia y no entrase. En ese caso, Saic saldría del móvil y le vitaría hasta la puerta para darle golpes y llamar la atención del otro. Con el prisionero atado a la pared y lejos de la puerta, el goblin se escamaría y pasaría a dentro a ver qué pasaba. De ser así, Saic se haría a un lado de la entrada y recurriría al mismo plan para dejarlo fuera de combate.

Si cualquiera de las dos funcionaba, Saic registraría el cuerpo, en busca de unas llaves que sirvieran para los grilletes de su dueño.

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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Sally » Vie Abr 08, 2016 7:54 pm

El periodo de asueto que se pudieron concederse fue más corto del que, probablemente a todos les habría gustado. Pero fue inevitable; llegado un punto, debían volver a ponerse en marcha, o no les quedaría tiempo para encontrar el Escudo y derrotar a Maléfica o encontrar alguna forma de romper la maldición.

Las murallas de alrededor de la ciudad estaban igual que Aleyn las recordaba, aquella mezcla macabra entre la normalidad y el resultado del hechizo. Uno necesitaba mentalizarse antes de cruzar las puertas, junto a los goblins que habían pretendido entrar y los habitantes de la ciudad que habían pretendido huir del ataque.

Aurora se abrazaba a Ygraine, que le dio un lametazo en la mejilla, percibiendo su desazón. Aleyn apretó los dientes. Aquello iba a ser incluso más duro para ella que para los demás.

Pronto habrá acabado todo. Cuando Maléfica caiga derrotada, vuestro reino volverá a ser el que era —afirmó con vehemencia, intentando infundirle un ánimo que sabía que iba a necesitar para cruzar las calles de la ciudad.

Aquella vez, Aleyn sabía con qué se iba a encontrar a medida que se fueran acercando al castillo, lo que no hizo mucho en reducir el impacto emocional. Uno nunca podría acostumbrarse a la imagen del horror congelado: aquellos rostros deformados por el miedo, aquella huida frustrada, aquellos asesinatos a medio cometer. ¿Cómo podían pretender los habitantes de las Ciénagas que no se inmiscuyeran en eso? Cualquiera que tuviese un mínimo de humanidad en el corazón sería incapaz de mantenerse a un lado después de estar cinco minutos caminando por aquellas calles.

Mientras avanzaba, intentó no fijarse demasiado en ninguna de las figuras paralizadas; solo daba rápidas miradas a su alrededor, buscando movimiento. Recordaba haber estado haciendo eso mismo la primera vez, aunque entonces no habría concebido la posibilidad de cruzarse con algún sincorazón y ahora lo estaba esperando.

Nada.

De vez en cuando se sobresaltaba cuando Ygraine, que iba por callejuelas laterales, tratando de encontrar algún rastro, se cruzaba en su camino, y estaba a punto de invocar la Llave Espada. No encontrarse con otro rastro de vida —y sí con aquel terrible silencio, tan pesado que Aleyn casi sentía su carga sobre los hombros— le hacía estar más en guardia que nunca. Prefería, por supuesto, no encontrarse con dificultades pero, por otro lado, le parecía demasiado fácil.

Y las cosas nunca eran fáciles si Maléfica estaba de por medio.

Sus temores no tardaron mucho en hacerse realidad, puesto que las puertas del castillo estaban cerradas, impidiéndoles el paso. Y, aunque pudiesen echarlas debajo de alguna forma, aún quedaría el problema del grupo de soldados que, enfrentándose a las hordas de Maléfica, habían formado un segundo bloqueo. Estaba claro que por ahí no podían continuar.

¿Buscamos una entrada secundaria o intentamos subir por una de las ventanas?

Aleyn miró hacia las ventanas antes de buscar a su alrededor algo que pudieran emplear para llegar hasta ellas. Sus ojos, sin embargo, acabaron deteniéndose únicamente en Aurora. Su aspecto encogía el corazón y, aunque el primer instinto de Aleyn fue sugerir que descansara, se tragó las palabras al darse cuenta de que, a esas alturas, la muchacha solo iba a ir a peor.

Es posible que exista alguna otra entrada, mas no podemos demorarnos mucho tiempo buscándola tampoco.

En una situación normal, habría sugerido separarse y encontrarse en aquel lugar diez minutos después pero, aunque aquel silencio seguía sin ser interrumpido por nada que no fueran ellos, no podía pasar por alto la sensación de que antes, mientras descansaban en el bosque, alguien o algo le había mirado. Tal vez se tratase solo de su paranoia. Tal vez no. Así que Aleyn decidió que lo mejor, dado que no habían descansado por completo, era permanecer juntos para tener más posibilidades ante cualquier amenaza. Tampoco quería arriesgarse a usar el glider a menos que fuera necesario; un dragón de metal revoloteando alrededor de las murallas del castillo llamaría la atención de cualquiera que pudiese estar vigilando.

Aurora, conoces el castillo mejor que nosotros. ¿Recuerdas algún otro posible punto de entrada? ¿La puerta por la que escapasteis hacia el bosque? ¿O si el ejército de Maléfica logró abrirse camino a través de algún segmento de la fortificación?

Si Aurora tenía alguna idea, Aleyn seguiría su consejo, y guiaría al grupo en la dirección señalada. Si, por el contrario, no podía indicarles ningún camino, Aleyn intentaría probar Fortuna yendo hacia la derecha, buscando no solo una posible entrada sino también alguna forma de alcanzar las ventanas que no fuera su glider.

En cualquiera de los dos casos, aprovecharía algún momento en el que Aurora no estuviera atenta para acercarse a Abel.

Es probable que proteste contra la idea, mas la princesa se encontrará cada vez en peor estado. —Tragó saliva antes de continuar—. Tal vez tengáis que acabar llevándola en brazos. ¿Podríais, si se diera el caso?
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[VK] Ronda #1 - Espinas Negras (II)

Notapor Soul Artist » Sab Abr 09, 2016 11:40 am

Si creía que los pelirrojos daban miedo de por sí iba lista.

Maléfica hacía honor a su nombre. La mujer se había aparecido en mitad de la batalla y su presencia parecía haber helado los ánimos de todos los soldados del castillo, incluyendo los míos. Su forma de hablar, educada y elegante, no ocultaba sus siniestras intenciones: más bien las reforzaba, dando a su voz un toque más maléfico. Y aquello resultaba aterrador de sólo pensarlo.

Pero no alcancé a sentir algo de miedo hasta que mencionó a Nanashi. Me había mantenido fría hasta el mismo segundo en el que pronunció su nombre y declaró que no acudiría en nuestra ayuda. Noté como si el mundo comenzara a desmoronarse sobre mis hombros y mi respiración se cortó de inmediato. ¿Qué le había hecho? ¿Cómo habría sido capaz de superar a la que era, por lo que yo había visto, una de las Maestras más poderosas existentes?

Dos horas. Era todo el tiempo que nos daba para entregar al príncipe Felipe. La idea era estúpida desde el principio, pues nadie en todo el castillo sería capaz de entregarle. Sentí los nervios agitarse en mi estómago: estaban pasando demasiadas cosas a la vez. Nithael me felicitó por mi reciente trabajo, pero no noté que me lo mereciese en aquel momento.

Nos dirigimos a encontrarnos con el rey (y, con un poco de suerte, también nos reuniríamos con Celeste). Apreté el paso para seguir a Nithael y pensé en qué decirle. Tenía mucho que soltar, pero el problema era sencillo: no parecía el momento. ¿Cómo iba a serlo con todo aquello? No sabía cómo expresarme.

Nithael, yo... —Me mordí el labio inferior. ¿Qué podía decirle? ¿Que el padre de una niña estaba en peligro, al igual que otros cientos de padres? ¿Que habían engañado a la pobre?—. Hay algo más. Una niña, la que estaba conmigo en la torre, Charlotte... Su padre está... Ha visto un cuervo. Ha hablado con el cuervo de Maléfica. Creo que ha robado algo. Yo... No es el momento, pero creo que está pasando algo más aquí.

Terminé de hablar y me mordí la punta de la lengua. La expresión no era lo mío en aquel momento. No podía dejar de imaginarme a Nanashi malherida, prisionera en una oscura celda, colgando del techo de unos grilletes mientras la risa de Maléfica resonaba en las paredes.

¿Crees que Nanashi está...? —No terminé la frase. No quería usar aquella palabra. Maléfica había hablado de ella como si continuase con vida, pero no podía confiar en hadas malvadas que planeaban dominar el mundo.
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Ronda 2

Notapor Suzume Mizuno » Dom Abr 10, 2016 7:10 pm

Aleyn


Aurora, conoces el castillo mejor que nosotros. ¿Recuerdas algún otro posible punto de entrada? ¿La puerta por la que escapasteis hacia el bosque? ¿O si el ejército de Maléfica logró abrirse camino a través de algún segmento de la fortificación?

La princesa se esforzó por concentrarse. Apretó a Ygraine, respirando con dificultad y, cuando habló, le tembló la voz:

Había una entrada... detrás. En el pozo.

Aurora rompió a toser con tanta fuerza que pareció que fuera a vomitar. Luego empezó a andar, rodeando el castillo con paso tembloroso.

Es probable que proteste contra la idea, mas la princesa se encontrará cada vez en peor estado.Tal vez tengáis que acabar llevándola en brazos. ¿Podríais, si se diera el caso?

Abel asintió.

La princesa es muy ligera. No será un problema.—El hombre miró a Aurora con preocupación—. Parece que tendré que hacerlo pronto.

Aurora los llevó alrededor del castillo murmurando para sus adentros. No parecía muy afectada por haber vuelto a su hogar, sino concentrada en poner un pie delante de otro. Tuvo que hacer un par de paradas hasta que, efectivamente, Abel decidió llevarla en brazos a pesar de su débil protesta. A partir de entonces les indicó a dónde ir, rodeando los muros del castillo hasta que llegaron a una plaza.

Una bonita plaza, verde y abandonada, con un enorme pozo en el centro.

Dentro. Hay una serie de túneles. Uno sale fuera de la ciudad y otro lleva… Al interior del castillo.—Aurora suspiró—. Está igual que cuando lo dejé…

Aleyn tuvo que bajar primero con la pesada espada de Abel. No pudieron mover la cuerda del cubo, pero había una especie de escalera a la que pudieron aferrarse. Luego descendió Abel, cargando la princesa en un hombro y a Ygraine en otro. Cuando llegaron al nivel del agua se encontraron con que había, como había dicho Aurora, dos túneles. Tendrían que caminar con el agua hasta el pecho, pero era mejor que nada. Además, la princesa, que quemaba de lo caliente que tenía la piel, lo agradeció con un suspiro.

Esto lleva hacia la vieja cripta.

Disfrutaremos de buenas vistas.

Al cabo de un rato se alejaron tanto del pozo que se quedaron a oscuras y sólo les acompañaron los sonidos que hacían al desplazar el agua y el castañeo de los dientes de Aurora.

Tras lo que se les antojó una eternidad, alcanzaron unas escaleras y, después de que ambos se dieran un golpe contra el techo lleno de moho, llegaron a un lugar seco. Sin parar de temblar y estremecerse, Aurora buscó entre el polvo y encontró algo. Escucharon el golpe unas piedras al caer al suelo. Saltaron unas chispas. Luego hubo una pequeña explosión y Aurora chilló, pero regresó con una antorcha encendida y las manos manchadas de polvo…¿verde?

Abel saltó una maldición y le arrebató la antorcha.

¿Guardaban este polvo en la cripta? Y lavaos las manos, por favor, no quiero que os exploten.

Aurora se encogió de hombros y obedeció. Si Aleyn se fijaba, vería que había un hueco en la pared. Contenía un saco de polvo que se había derramado en el suelo. Seguramente le sonaba. A veces los orcos o los humanos lo usaban. Era altamente inflamable. Y esa cantidad serviría para reventar toda la zona inferior del castillo.

Estaban, como había anunciado Aurora, en una cripta llena de estatuas y tumbas reales. La más vieja destacaba por los detalles. Si hubiera estado coloreada, podría haber sido una persona real sentada con una espada cruzada sobre las piernas, mirando al infinito.

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La reina fundadora—murmuró Aurora con aire ausente—. Fue ella la que unió los reinos… Dicen que fue una dama impresionante. Sabía hacer magia, venció a los dragones…

Quizás fuera cosa de Aleyn pero Aurora se parecía mucho a la reina. Y, a decir verdad, Felipe también tenía cierto aire.

Abel recogió su espada y gruñó:

Sigamos adelante, no hay tiempo que perder.

El inmenso hombre se fue moviendo entre las tumbas de la alargada cripta. A medida que avanzaba, se alejaba la luz. Al fondo parecía haber una salida con una escalera que llevaba hacia lo alto.

Pero Aurora se quedó donde estaba y, de pronto, se acuclilló. Tenía una expresión completamente ausente.

Esto es…

Extendió la mano, con un dedo adelantado, hacia la tumba. Por uno de sus extremos salía algo.

Una espina negra.

Y la espina, cuando el dedo estuvo a unos pocos centímetros, empezó a estremecerse y a crecer. De pronto se arrojó sobre la chica como una gigantesca mano oscura.



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Aleyn
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****
Saito



Tras pensarlo, Primavera decidió que podían arriesgarse a que hiciera un poquito de magia… Aunque luego Saito tendría que correr para alejarse del rastro. Con un suspiro de cansancio, el hada se hizo pequeña y se apresuró a meterse en uno de sus bolsillos, volando un poco en eses. Desde luego, estaba agotada.

Saito corrió por las escaleras lo más rápido que pudo, sin hacer ruido. Fue duro porque casi eran de caracol y no sabía qué podía encontrarse de un momento a otro.

Por suerte para él, las escaleras dieron a una especie de gran pasillo. En esta ocasión, sí pudo recordar parte del mapa que había hecho Tuk. Si no se equivocaba, los aposentos de Maléfica estaban por delante.

¡Cuidado!—susurró Primavera—. ¡Orcos! ¡Escóndete!

Saito pudo escoger una puerta no muy lejos de él. Estaba vieja, pero no gimió demasiado y el ruido quedó oculto gracias al silbido del viento. Poco después escuchó los pasos de un grupo grande.

Si cuando vuelva la Señora no lo hemos atrapado, os destripará—dijo una voz grave—. Juro que cuando lo coja le voy a destrozar los tendones de los pies. Así no volverá a pensar ni en escapar.

»Deberían haber matado ya a la hechicera. Terminará por causar problemas si…


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La que hablaba era una mujer orco, armada con una pesada espada y que tenía cara de que, si le ponía las manos encima a Saito, cumpliría sin pensarse dos veces su amenaza.

La mujer y los goblins continuaron de largo y se perdieron por uno de los pasillos, de modo que el muchacho no pudo terminar de escuchar lo que estaba diciendo. Se refería, sin duda alguna, a Nanashi. Ahora Saito podía asomarse y ver cuál era su destino si lo que quería era llegar a los aposentos de Maléfica: unas últimas escaleras. Estaban al fondo del ancho pasillo y, si conseguía llegar hasta ahí sin que lo viera nadie, se encontraría en la base de la torre donde dormía —en teoría— el Hada Oscura.

Claro que… ¿No estaba hablando esa mujer de Nanashi? Todavía podía escuchar sus voces. Si quería encontrar a su Maestra, quizás lo mejor que podía hacer era seguir a los goblins sin que lo descubrieran. Cuando pasara por delante del desvío por el que se habían marchado vería que no era recto y que los goblins se habían metido en una especie de gran sala que estaban revisando. Había varias puertas así que si se metía en una que ya hubieran visto…

Pero era muy arriesgado.

Claro que intentar alcanzar los aposentos de Maléfica, también lo era.


****
Nikolai



¡Bah! Qué más dará… Anda que no habrá goblins a patadas en el castillo, y van y me plantan al único lerdo que no sabe ni hacer la única tarea que se le ha ordenado.

Hubo un silencio. Un silencio muy largo. Luego la puerta chirrió al abrirse y apareció un goblin extraordinariamente alto y fuerte. Casi parecía un orco. Sonreía de oreja a oreja mostrando sus grandes colmillos inferiores.

—Creo que es más divertido hacerte callar, humano. Prefiero a los niños, pero tiene pinta de que tu carne todavía es tierna.

Sacó una espada y se acercó. Cuando Nikolai pudo percibir su aliento, Saic se precipitó sobre el goblin, que se quedó sin saber qué hacer cuando vio a la extraña criatura. La primera descarga le arrancó un grito ahogado. Aun así, era robusto y aferró a Saic, intentando quitárselo de encima.

La segunda descarga lo dejó atontado, aunque no inconsciente. Saic no tardó en encontrar las llaves y pudo liberar a su amo. Cuando salieron fuera se encontraron con que estaban en un pasillo iluminado por un par de antorchas, sin ventanas, y con olor a humedad. Era imposible averiguar en qué parte del castillo se encontraban. Eso sí, había otras celdas.

El goblin gimió de dolor y empezó a espabilarse, pero con mucha lentitud. Si querían dejarlo inconsciente, era el momento. Claro que ¿no sería una buena fuente de información?

Mientras Nikolai se lo pensaba y revisaban las llaves —había cuatro; una gorda, una delgada, una verdosa y otra roja— para ver si encajaban con las otras celdas —en total había varias, pero sólo tres estaban cerradas: una con un pomo triangular, el siguiente circular y la última en forma de rombo—, pues aunque elevara la voz nadie le contestaría, escucharon el sonido de unas voces graves y chillonas acercándose, acompañadas del clangor de armaduras y de pasos.

¡Goblins! ¡Y bastantes!

¿Qué hacía? No había más salida que la del fondo del pasillo: ¿se arriesgaba a salir antes de que lo alcanzaran? ¿O se metía en una celda? ¿Qué hacía con el goblin medio inconsciente? ¿Se arriesgaba a abrir una de las tres celdas, aunque solo le diera tiempo a usar una llave?

Muchas opciones, todas arriesgadas, y muy poco tiempo.

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Nikolai
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PH: 8/28 [Bloqueado]

Saic
VIT : 22/22
PH: 8/12




****
Celeste, Victoria y Tristan



Nithael, yo...

Nithael la miró de reojo.

Hay algo más. Una niña, la que estaba conmigo en la torre, Charlotte... Su padre está... Ha visto un cuervo. Ha hablado con el cuervo de Maléfica. Creo que ha robado algo. Yo... No es el momento, pero creo que está pasando algo más aquí.

¿Con el cuervo? Disculpa, así iremos más rápido.—Cogió a Victoria en brazos como si no pesara nada y desplegó las alas. Apenas sí necesitó impulso para despegar—. ¿Y has dicho algo de su padre?

Como Victoria tampoco podía decirle mucho más, Nithael se quedó sin saber bien qué hacer. Hizo el viaje en silencio hasta que aterrizaron, entre los murmullos de los soldados, frente a las puertas del castillo.

Iremos a buscarla en cuanto hablemos con el rey, ¿de acuerdo? No podemos olvidar esto. Hablaremos con Flora, quizás tenga algo que decir. Ella es la que debe conocer a Maléfica.

¿Crees que Nanashi está...?

Nithael la rodeó ligeramente con su ala y, aunque no sonrió, sí que la miró con amabilidad.

Nanashi es una mujer fuerte. Si estuviera muerta, Maléfica nos lo habría restregado en las narices. No creas en lo que nos está diciendo, concéntrate en lo que puedes hacer y en nada más.
Luego continuó hacia el interior, en busca del rey.

*



Majestad, por favor, ruego un momento de vuestra atención. La muerte de Grishnak no fue lo único que la capitana Heike me ordenó que os comunicara.

El rey escuchó el informe de Celeste con una sonrisa cansada. Esta desapareció cuando escuchó que se les habían agotado los explosivos.

Ya veo… Sí, acudirás luego a llevarle más a la capitana Heike… Que ¿dónde está?—El rey alzó la cabeza y miró a su alrededor, entre los nobles. Después del anuncio de Maléfica, cualquiera habría esperado que apareciera como por ensalmo ante su rey en busca de órdenes. O que, al menos, enviara un mensajero.

Si me permitís, alteza... Maléfica ha mentido. Conozco bien a la Maestra Nanashiy sé que ella no se ha rendido. No sé qué la habrá hecho retrasarse, pero sigue peleando por vuestra causa. Estoy segura, de eso y de que tendrá un plan preparado.

»Maléfica nos ha dado dos horas para cumplir sus peticiones, pero esa mujer no dejará piedra sobre piedra sólo porque se le entreguen un par de objetos mágicos. No puedo hablar por vos, Majestad, pero creo que Nanashi cuenta con que resistamos. Con que nos preparemos lo mejor que podamos para el asedio y no nos rindamos.


El rey Huberto se quedó mirándola de hito en hito. Luego la sonrisa volvió a sus labios.

Me recuerdas a mi hijo. Da gusto ver que todavía podemos contar con los jóvenes. No sé si Nanashi sigue viva o no, pero tienes razón en una cosa: esperaría que resistiéramos. Era así incluso de niña. Hasta me recuerdas un poco a ella—rió por lo bajo, sin fuerzas—. Solo espero que no te suceda lo mismo que a ella.

—¡Majestad! ¡Los ángeles están aquí! —exclamó un guardia.

El rey Huberto asintió con la cabeza y las puertas se abrieron para dejar entrar a Nithael y Victoria. Heike no los acompañaba. Frunciendo el ceño, el rey ordenó a la nobleza que se retirara. Hubo algunas protestas pero, ante un grito irritado del monarca, comenzaron a salir dirigiendo miradas de esperanza, rechazo y curiosidad a los Caballeros.

Cuando estuvieron a solas, Huberto le pidió a Nithael que le dijera qué podía hacer.

Majestad, puedo… atacar con todas mis fuerzas a los Sincorazón antes de que traspasen las murallas. Sin embargo, si no detenemos a su alfa, a su invocador, será un trabajo inútil.

Entonces hemos de matar a Maléfica. —El rey rió por lo bajo, desesperado.

Nithael no pareció demasiado conforme con la idea.

Hablamos de vidas.

Eso es. ¡De la vida de mi gente, de mi pueblo! ¡Esa maldita bruja ya ha matado suficiente! ¿Acaso no sois un ángel? ¡Por qué dudáis!

Dudo porque hablamos de tantas vidas, Majestad. Puedo… enfrentarme a Maléfica, pero sería a costa de vuestro castillo y de su ejército. Probablemente no del último, ya que al menos ella cuenta con magos en su bando. Y nosotros no tenemos nada para defender este lugar excepto la fuerza bruta. ¿De verdad queréis eso?

El rey Huberto no supo qué contestar. Se hundió en el trono y no dijo nada excepto:

Necesito pensar.

Nithael bajó la mirada.

Haré lo que esté en mi mano… Majestad.

Se volvió hacia las chicas y se las llevó a un lado.

Tenemos que aprovechar las dos horas para preparar el contraataque.

Entonces Nithael se puso pálido y miró hacia la entrada de la sala del trono. Celeste y Victoria también lo notaron. Algo frío. Algo tremendamente oscuro.

*


Sentada en una silla de madera que Melkor había preparado para ella, Maléfica observaba las imágenes que aparecían en la esfera de su báculo con una sonrisa traviesa. Un muchacho volaba en un extraño aparato directo hacia el castillo.

Qué niño tan cobarde.—Acarició el cristal con sus largos dedos y cerró los ojos.

Al mismo tiempo, Tristan percibió una presencia intrusiva en su cabeza. Fue como si unas uñas largas le arañaran el cerebro.

Tienes una última oportunidad, miserable. Mata al ángel. Tráeme al príncipe. Te curaré el brazo y haré que ese miedo desaparezca.

»Si vuelves a desafiarme, te arrepentirás.


Maléfica abrió los ojos y rompió el contacto. Miró a Melkor, que aguardaba firme en un extremo de la tienda, y alzó las comisuras de los labios.

Las circunstancias me han enseñado a ser paciente.

Melkor sonrió, casi divertido.

Las circunstancias son crueles, mi señora.

Lamentablemente para ellos, la que impone las circunstancias soy yo. Y odio esperar.

¿Qué vais a hacer?

Motivarles para que… nadie vuelva a menospreciar mi bondad.

La esfera comenzó a brillar.

*


La puerta reventó y, entre humaredas de humo, apareció una pequeña figura. Al principio, Celeste y Victoria no la reconocieron como Charlotte, a pesar de que era ella. Quizás fueron los ojos vacíos o puede que la cara tan pálida como la de un muerto. O el aura de oscuridad que la envolvía, tan profunda que casi aplastaba los pulmones de la muchacha.

Antes de que nadie pudiera reaccionar, de la niña salió una onda expansiva de oscuridad a la vez que un grito de dolor. Nithael se arrojó sobre las chicas y las envolvió con sus alas justo a tiempo de evitar el primer golpe. También hubo un resplandor de luz.

Cuando las soltó, las chicas vio que el ángel había levantado una barrera que ya se deshacía para protegerlos. El resto de la sala había quedado fracturada y los cuerpos de los guardias se desperdigaban por el suelo. El rey yacía, muerto o inconsciente, en su trono. Los nobles habían tenido suerte de que les mandara salir.

De Charlotte emergía un efluvio de oscuridad tan negra que resultaba casi imposible verla. A pesar de que no podían olerla como tal, los dos notarían cómo se les metía por la nariz y les buscaba los pulmones. Nithael retrocedió con las alas erizadas.

¡Tanta oscuridad…! ¡Hay que detenerla o…!

Nithael invocó su Llave Espada y se precipitó al frente, abriendo un camino en medio de la oscuridad. Pero, en el último instante, se desvió. No porque Charlotte le hubiera atacado, al contrario: la niña había abierto los brazos, como esperando el golpe definitivo.

El ángel se elevó en el aire, confuso y con una expresión de dolor: las plumas se le estaban oscureciendo y tenía las puntas de los dedos y partes del rostro de color violeta. Parecía que aquella oscuridad le hacía especial daño.

¿Por qué…?

Charlotte bajó los brazos. El veneno oscuro seguía surgiendo de ella e inundaba por momentos la sala. Dentro de un minuto o dos serían incapaces de ver nada. Y hacía tanto, tanto frío.

¡Tiene que haber algo que esté liberando tanta oscuridad!

Sí, pero, desde lejos era imposible decirlo. Y acercarse, aunque Celeste y Victoria no fueran de pura luz, les haría daño. Es más, se lo estaba haciendo ahora mismo, aunque era más un malestar que verdadero dolor.

¿Quizás dejando inconsciente a Charlotte…? Sin embargo, si se acercaban, la niña se pondría en guardia y les lanzaría un rayo de oscuridad que haría explotar el suelo cuando lo esquivaran. Luego soltó un sollozo de dolor y tosió de tal forma que dio la impresión de que escupiría los pulmones.

Parecía que solo estaba dispuesta a dejarse matar por Nithael.

Pero el ángel tenía razón: debía haber algo haciendo salir tanta oscuridad de ella, porque antes la niña no había mostrado poderes ni nada similar. Y seguramente Nithael lo habría mostrado. Es decir, debía haber algo artificial.

Sin embargo, el tiempo se acababa. ¿De verdad podían perder tiempo? ¿Y si el rey moría? ¿Y si ellas mismas se desmayaban?

Debían tomar una decisión y ejecutarla lo más rápido posible.


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Victoria
VIT: 35/40 [+1 Acc]
PH: 20/20

Celeste
VIT: 18/20
PH: 3/22



*



Después de que Maléfica rompiera la comunicación, Tristan se quedó solo sobre el castillo, cubierto en sudor frío.

Garuda apareció entonces delante de él. El ave se había negado a dejarse hechizar, quizás para que Tristan mantuviera parte de su magia. El fénix aleteó y canturreó, alarmado.

Tristan no tardaría en darse cuenta de por qué: del interior del castillo surgía un aura monstruosamente oscura. También había una bastante brillante y dos más pequeñas. Había otras en diferentes puntos del castillo, como la torre, pero no llamaban tanto la atención.

Y Tristan tenía una misión. Garuda se apoyó en su hombro y lo golpeó suave pero repetidamente con el ala, insistente. Tristan podía descender sin problemas hasta la entrada del castillo, donde encontraría muchísimos cuerpos de guardias y algún que otro de noble en el suelo. Algunos estaban muertos; otros, solo inconscientes.

Entre ellos, estaba la capitana Heike. Parecía gravemente herida y la sangre manaba de su estómago.

La oscuridad venía de la sala del trono, donde las puertas estaban semiabiertas. Garuda se encogió un poco en su hombro. Desde dentro escuchó a Nithael gritar:

¡Tiene que haber algo que esté liberando tanta oscuridad!

Tristan vería sin problemas el aura que rodeaba a la niña pero, al contrario que lo que les pasaba a Victoria y Celeste, él sí que la vería a ella. Y si quería acercarse… Podía buscar ese algo. La oscuridad le hacía daño, en especial en el brazo, pero al menos no estaría ciego. Sólo tenía que buscar bien.

Aunque entonces recordaría lo que había dicho Maléfica.

¿De parte de quién se tenía que poner?

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Tristan
VIT: 12/30
PH: 11/22


Fecha límite: sábado 16 de abril.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Suzume Mizuno
63. Komory Bat
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Ronda 2

Notapor Sally » Sab Abr 16, 2016 10:24 pm

Aleyn casi se arrepintió de hacer hablar a Aurora cuando esta empezó a toser, por más que se alegrara de contar con una entrada al castillo que ojalá no hubiese sido también bloqueada. Aquello les ahorraría un tiempo que, lo más probable, necesitarían más tarde para hallar el Escudo. Y viajar hasta la Montaña Prohibida, y encontrar al grupo que se había infiltrado —si es que la traición de aquel Aprendiz de Bastión Hueco no les había arrojado a todos ya a un calabozo-.

Aleyn apretó los puños, intentando por enésima vez dejar de pensar tan a largo plazo, porque sabía que lo único que conseguiría así sería angustiarse y estar menos atento a lo que le rodeaba. A fin de cuentas, era más posible que Maléfica hubiese dejado alguna trampa allí que en el bosque. Solo porque, hasta ese momento, no se hubieran topado con nada más extraño que gente y goblins petrificados en el tiempo —y aquella sensación de haber sido examinado en la distancia—, no quería decir que las cosas fueran a seguir así de tranquilas durante su estancia en el castillo de Estéfano.

Agradeció a Abel con una inclinación de la cabeza antes de seguir a Aurora, que parecía estar murmurando algo. Tal vez se estaba animando a sí misma, instándose a continuar, dado que resultaba evidente el enorme esfuerzo que le suponía caminar. Demasiado, puesto que Abel no tardó mucho tiempo en tener que llevarla en brazos. Aleyn se preparó para convencerla de que aquello era lo mejor, pero no hizo falta. La princesa protestó, por supuesto, aunque quedaba claro que no tenía fuerzas suficientes para que él viera su intervención necesaria.

Aun así, Aleyn no dejó de alternar su vigilancia entre sus alrededores y Aurora. Incluso sin tener que emplear sus fuerzas en caminar, la muchacha estaría cada vez más agotada y enferma.

Por suerte, no tardaron mucho en llegar a una plaza, sin duda antaño llena de algarabía y movimiento, en cuyo centro se hallaba el pozo que Aurora había mencionado antes. No parecía que nada lo estuviera bloqueando, y Aleyn se permitió una diminuta chispa de alegría.

Dentro. Hay una serie de túneles. Uno sale fuera de la ciudad y otro lleva… Al interior del castillo. Está igual que cuando lo dejé…

Este pasaje facilita la búsqueda enormemente. Gracias. —Aleyn sonrió antes de prepararse para el descenso.

Para su sorpresa, la cuerda y el cubo seguían intactos, aunque supusieron una molestia más que otra cosa. Y, a pesar de ello, Aleyn lo agradeció mientras procuraba que el peso de la espada de Abel, de la cual se volvió guardián temporalmente, no le hiciera perder el equilibrio al descender por aquella pobre excusa de escalera. Si la cuerda y el cubo estaban bien, eso significaba que serían una preocupación menos de los habitantes de la ciudad cuando tuvieran que reconstruirla. Porque iban a llegar a tener que reconstruirla en algún momento. Debía aferrarse a esa idea.

Espero abajo a que Abel descendiera, preguntándose cómo de incómodo sería usar aquel pasaje para alguien que no fuera especialmente alto, dado que ya a él el agua le llegaba al pecho. Era muy posible que las hadas hubieran tenido que emplear la magia para huir con una joven Aurora años antes. La idea, que podría haberle hecho sonreír en otras circunstancias, solo se tornó en amargura al recordar a Fauna. Que el agua estuviera fría no impidió que, durante un momento, creyera que fuera sangre.

Por suerte, el gañido de Ygraine al verse tan cerca de pronto del agua hizo que su mente tuviera que centrarse en lo que podía y debía hacer en el presente.

Ssshh, Ygraine, tranquilo —le dijo acariciándole detrás de las orejas—. Abel no va a dejarte caer.

Aquello pareció calmar al animal, aunque su pelaje seguía erizado y procuraba alejarse lo más posible del agua. Solucionado el problema, Aleyn se giró hacia los dos túneles que se abrían en las paredes del pozo.

¿Cuál es el camino a seguir?

Esto lleva hacia la vieja cripta.

Imagino que es el lugar idóneo para situar la entrada de un pasaje secreto —comentó Aleyn, a pesar de que la idea no le entusiasmase demasiado, al tiempo que se preparaba para entrar al túnel—. La gente no suele querer perturbar el sueño de los muertos.

Disfrutaremos de buenas vistas.

«Y esperemos no llegar a unirnos al resto de sus habitantes.»

Como la única luz que alumbraba aquel pasaje era la que provenía de la boca del pozo, no tardaron demasiado en verse obligados a continuar sin poder ver nada. Aleyn lamentó de nuevo no haberse comprado nunca un dispositivo de comunicación. No solo porque sería muy útil saber cómo se estaban desarrollando las cosas en la defensa del castillo de Huberto y la infiltración en la Montaña Prohibida, sino porque sabía que aquellos aparatos, aunque exigua, podían emitir luz. En esa espesa oscuridad, solo podía fiarse del tacto y del oído y esperar que no hubiera ningún obstáculo o trampa con los que lidiar. Aquella ceguera llegó a agobiarle tanto que casi estuvo a punto de echar de menos sus conjuros de fuego. Casi. En el fondo, la oscuridad no era dañina, ni provocaría la muerte de nadie o se volvería en su contra.

Cuando Aleyn estuvo a punto de tropezar con algo duro, había perdido ya la cuenta del tiempo que llevaban allí abajo, y se alegró de poder dejar atrás el agua al subir unas escaleras. No se alegró tanto de golpearse la cabeza, y menos sabiendo que, de haber dispuesto de algo de luz, tanto él como Abel podrían haberlo evitado.

Lo que importaba, sin embargo, era que habían alcanzado un lugar seco y que ya estarían a esas alturas en las criptas o muy cerca de ellas. Como seguían estando a oscuras, solo pudo escuchar cómo Aurora parecía buscar algo, y más tarde el sonido de unas piedras al caer contra el suelo. Seguramente estaba intentando crear fuego. Y lo consiguió, aunque Aleyn se sobresaltó al escuchar la explosión. El pedernal no provocaría una reacción como aquella en circunstancias normales.

Cuando Aurora se acercó a ellos, portando la recién prendida antorcha, Aleyn se fijó en que sus manos estaban manchadas de polvo. Un polvo que no era producto del tiempo, puesto que no era pardusco sino verde. Y el único polvo verde que conocía era…

Abel, como soldado que era, reconoció la sustancia antes que él y se hizo con la antorcha antes de que ocurriera una tragedia.

¿Guardaban este polvo en la cripta? Y lavaos las manos, por favor, no quiero que os exploten.

Aleyn buscó el origen del polvo y vio que alguien había dejado un saco del mismo en un hueco de la pared. Por las palabras de Abel, y por lo que sabía de aquel polvo, se preguntó si habría existido la intención de destruir los sótanos del castillo. Aquella cantidad, probablemente, bastaría para llevarse por delante piedra y madera. Pensó en llevarse un poco encima; su magia no se había recuperado del todo y tal vez podía ser un sustituto adecuado dado el caso. Por otro lado, la idea de llevar encima algo que fuera tan peligroso no parecía muy inteligente. Menos al ser algo tan relacionado con el fuego.

Tal vez lo mejor fuera llevarse un poco, y deshacerse de él si veía que en algún momento iba a moverse mucho. Con aquel grado de inflamabilidad, sabía que un movimiento brusco podría generar una explosión sin que fuera necesaria una llama. Así que pensó en cualquier posible forma de transportarlo de la manera lo más segura posible, como cortando un trozo de su capa para formar un pequeño saquito que atar a su cinturón, asegurándose de que nada pudiera escaparse.

No obstante, si aquello le daba muchos problemas, se daría por vencido. Tampoco podía perder el tiempo tratando de encontrar la forma de llevar algo que podría explotarle encima.

Una vez terminado el asunto del polvo, Aleyn desvió su atención al resto de cosas que los rodeaban. Habían llegado ya a la cripta, y luchó contra un escalofrío. Las tumbas en sí no le daban miedo, y las inscripciones que las adornaban podían llegar a ser muy interesantes para conocer la historia de aquel reino y de aquellos que lo habían morado en el pasado. Sin embargo, en las circunstancias que los habían traído hasta allí, aquel lugar le resultaba lúgubre y algo descorazonador.

A pesar de ello, su curiosidad le llevó a examinar las estatuas. Algunas eran tan realistas que uno podría casi esperar que respirasen, como aquella que, sin duda, era la más antigua de toda la colección. Se trataba de una mujer sentada, con una espada sobre las piernas. Aleyn se preguntó si podría tratarse de la Espada de la Verdad o un simple símbolo de que había sido una guerrera.

¿De quién se trata? —preguntó señalando a la estatua, intrigado.

La reina fundadora. Fue ella la que unió los reinos… Dicen que fue una dama impresionante. Sabía hacer magia, venció a los dragones…

Impresionantes gestas, sin duda.

Aleyn no ocultó su admiración mientras seguía observando la estatua. Resultaba curioso lo mucho que aquella gran dama de los tiempos remotos se parecía a Aurora. ¿O eran solo imaginaciones suyas? Tal vez fuera solo su deseo de que la princesa llegase a vivir lo bastante como para convertirse en alguien tan admirable como la reina fundadora. Aunque eso quizás no justificaría tanto el que también le recordase algo al príncipe Felipe. Al ser ambos de linaje real, sería normal que fuesen sus descendientes, pero semejante parecido tras tantas generaciones no era normal.

Estuvo tentado de hacer más preguntas acerca de la reina, dado que tal vez algo en su historia podría servirles de ayuda —y saciar su curiosidad—, pero Abel, tras recuperar su espada, cosa que los músculos de Aleyn agradecieron, les recordó que no estaban allí de visita.

Aleyn no estaba seguro de si sus ojos le traicionaban o no; creía ver al final una escalera que los sacaría de allí. Estaba deseando llegar a algún sitio donde hubiera luz natural.

Sin embargo, a pesar de que Abel siguiera su camino decidido hacia la salida, Aurora no se movió del sitio.

Aurora, deberíamos irnos. Volveremos a presentarles nuestros respetos a tus ancestros en mejor hora —le susurró, preocupado al ver cómo la luz menguaba a su alrededor al alejarse de ellos Abel con la antorcha.

La princesa no contestó. Ni siquiera dio muestras de haberle oído. Tampoco hizo caso al gruñido de Ygraine. Se limitó a agacharse, y la expresión ausente, que Aleyn antes había atribuido al retroceder en sus recuerdos para hablar de la reina fundadora, se hizo por completo con su rostro.

Esto es…—la muchacha había descubierto algo que sobresalía de uno de los extremos de la tumba, y alargaba la mano hacia ella.

Aurora, debemos irnos…

Aleyn alargó el brazo para darle una sacudida en el hombro al ver que sus palabras seguían sin hacer efecto. Sin embargo, antes de la agarrara, aquello que había llamado la atención de la princesa —y que Aleyn finalmente había identificado como una espina—, pareció cobrar consciencia de una forma inaudita. La cercanía de Aurora provocó que la espina creciera antes de arrojarse sobre ella, intentando atraparla.

Aquella era la trampa que tanto había temido y esperado.

¡¡Abel!! —llamó al capitán mientras empuñaba la Espada de la Verdad.

Aleyn intentaría emplear la Espada para cortar las espinas y así tener el tiempo suficiente como para agarrar a Aurora y alejarse de allí corriendo en dirección a la salida. Si había encontrado un método adecuado para llevarse algo del polvo consigo, esperaría a que hubiera una cierta distancia entre las espinas y ellos para arrojárselo a aquellas plantas maléficas, rezando que aquel movimiento brusco lo hiciera explotar a pesar de la humedad de la capa y pudieran librarse de ellas.

Si aquello no funcionaba, invocaría la Llave Espada y lucharía contra aquella cosa con ambas armas, intentando que dejara de prestar atención a Aurora y se centrara en él. Así procuraría ganar tiempo para que Abel llegara hasta ellos y pudiera sacar a la princesa de allí.

En cualquier caso, Ygraine se abalanzaría sobre las espinas para tratar de destrozarlas con garras y dientes.

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Aleyn intenta llevarse algo del polvo, si es posible, y lo usaría para intentar asegurarse esa posible huida.
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“Love is the greatest of dreams, yet the worst of nightmares.”
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Re: Ronda 2

Notapor H.S Sora » Sab Abr 16, 2016 11:42 pm

Aquello ya estaba mejor, sí señor. Tras conseguir que Primavera accediese a hacerse pequeñita, había subido a toda prisa las escaleras con tal de que no detectasen aquel rastro que el hada había creado. Lo bueno era que al final había llegado a un gran pasillo, uno que me sonaba del mapa que nos había hecho Tuk.

Y si la memoria no me fallaba me parecía que estaba muy cerca de los aposentos de Maléfica, y por ende de descubrir cualquier pista o incluso quizá encontrar a la Maestra. Tragué saliva, nervioso, mientras intentaba avanzar con cautela: cualquier error podía ser fatal y por desgracia, decisivo.

¡Cuidado!—La voz de Primera sonaba como un pequeño y confuso susurro en aquel bolsillo—. ¡Orcos! ¡Escóndete!

Frenético, tuve la suerte de encontrar una puerta cercana a mí. Me lancé a esconderme de inmediato tratando de evitar que hiciera demasiado ruido, aunque no estaba seguro de si había conseguido o no mi objetivo. El viento silbaba con fuerza, pero quizá los orcos ya se habían percatado de mi presencia.

Me mantuve en silencio mientras los escuchaba acercarse, si me pillaban se arrepentirían de haberme intentado dar caza. No moriría como una rata en aquel castillo, ni yo ni la Maestra Nanashi.

Si cuando vuelva la Señora no lo hemos atrapado, os destripará—Vale, todavía no se habían dado cuenta de que estaba ahí—. Juro que cuando lo coja le voy a destrozar los tendones de los pies. Así no volverá a pensar ni en escapar.

¿Adónde ha ido su “Señora”?

A pesar de lo tentador que era seguir escuchando información de aquel estilo, estaba deseando que pasasen ya para preservar la salud de mis tendones. El orco que estaba hablando debía ser una especie de líder a juzgar por como hablaba, pero no me había asomado a ver quién era por precaución a que no me viesen… parecía que no se irían nunca.

»Deberían haber matado ya a la hechicera. Terminará por causar problemas si…

¿Qué? ¡Habla más alto, joder!

Pero no lo hizo. Su voz y los pasos del resto del grupo se perdieron con el traqueteo de las armaduras. Abrí la puerta en aquel momento, asomándome para ver las opciones que tenía. Si seguía avanzando por el pasillo en el que no podía ver a nadie y subía por otras escaleras llegaría en principio al lugar que Tuk me había indicado: los aposentos de aquella bruja, dónde quizá se encontraba Nanashi… pero ¿y si no estaba ahí?

En aquel caso, habría perdido mi única pista para encontrarla.

A menos que vayáis solos, hay personas que dependen de vuestras acciones.


Respiré hondo, sabiendo que lo que iba a hacer era una maldita locura. Pero también lo había sido quedarse para que un grupo de aprendices sobreviviese a algo como Aaron, y ella lo había hecho; la Dama de Hierro siempre se había sacrificado por mí y había intentado protegerme desde que había entrado a la Orden. ¿Y que había hecho yo por ella? Contribuir a que la atrapasen y a hacerle la misión todavía más complicada.

Pero aquello no iría más allá. No dejaría que la matasen, aunque aquello supusiese seguir a una horda de enemigos furiosos con ganas de hincarme el diente. ¿Querían una cacería? Pues la tendrían. Les daría la mejor cacería que hubiesen tenido nunca.

Era hora de que las tornas cambiasen.

No perdería un segundo y me adentraría por el mismo lugar que ellos, aunque tenía un problema: el camino por el que se habían marchado daba a una gran sala por la que estaban investigando cada una de las puertas.

Esperaría a ver al último de aquellos monstruos saliera por la que tuviese más cerca y, tras ver que no estuviese pendiente de mi dirección, intentaría ir sin hacer demasiado ruido para meterme en su interior. Si todavía quedaba alguien dentro, enemigo por supuesto, trataría de utilizar la katana para rajarle el cuello para así impedirle llamar a sus amigos.

Si no llamaba la atención, trataría de escuchar lo que seguían diciendo, a la espera de descubrir algo sobre el paradero de la Maestra.

No podía fallarle a Nanashi, no ahora.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Dom Abr 17, 2016 5:28 pm

Nikolai no pudo resistirse a torcer la boca de aprensión nada más ver al guardia pasar al interior de la celda. Por la voz que resonaba tras el portón llegó a imaginarse que era un goblin, que resultó serlo pero… Señor, esa cosa corpulenta dejaba a la altura del betún al resto de criaturillas esmirriadas que vio deambulando por el castillo. A saber por qué no estaría formando parte de las filas orcas con esa constitución.

—Creo que es más divertido hacerte callar, humano. Prefiero a los niños, pero tiene pinta de que tu carne todavía es tierna.

«Inténtalo, monstruito.»

Le dedicó al goblin una mueca de desprecio y se le quedó mirando, desafiante, mientras el otro desenvainaba una espada y se le notaban las intenciones en su pérfida sonrisa. A decir verdad, si pudo mantenerse más o menos con calma era porque su perrito guardián no tenía ni idea de la pequeña sorpresa que se iba a encontrar.

Entonces, seguido de un destello, Saic apareció con sus palmas chisporroteando y una expresión amenazante en su visor. Nikolai se mordió el labio y pasó en tensión los pocos segundos que duró el forcejeo hasta que se declaró un vencedor. Notó que el nudo en la garganta que tenía se le deshizo en cuanto el goblin cayó redondo tras las descargas del asistente, que miraba de hito en hito la habitación y posiblemente se estuviese preguntando dónde estaba.

¡Saic, las llaves! ¡Vamos!

El ser pegó un respingo y reaccionó, buscando en las ropas del goblin hasta extraer un juego de llaves. Voló hasta su dueño y fue probándolas de una en una con los grilletes.

¡¿Pero en que clusters se ha metido ahora?! ¡¿Quién era ese usuario tosco y feo?! —Cogió otra llave y no atinó a introducirla en la cerradura hasta el tercer intento por culpa de los nervios—. ¡¿Y en qué periodo de tiempo abandonamos Tierra de Partida?!

Ah, que resultaba que su asistente se pensaba que seguía en Tierra de Partida. Nikolai puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Si no fuese la única ayuda con la que contaba en esos momentos, lo mataba allí y ahora.

Ahora no tenemos tiempo para explicaciones. Hay que salir de aquí ya.

Al fin, Saic dio con la llave correcta y le liberó de sus ataduras. Se masajeó las adormecidas muñecas y fue a salir a paso ligero de esa pocilga para dar cuanto antes con Nanashi. Pero antes de eso, sus ojos se iluminaron al ver la espada del goblin tirada en el suelo y se lanzó a por ella sin dudarlo. Sin la Llave Espada, necesitaba un arma con urgencia. Vaya que si la necesitaba estando en esa fortaleza del averno.

Afuera, miró en derredor y soltó un bufido; puertas y más puertas a lo largo de un pasillo del que no se alcanzaba a ver su fin. No tenía ni la más remota idea de en qué parte del castillo estaba, y tampoco le sonaba de la información que les facilitó Tuk. Vuelta a la casilla de inicio.

Viendo la cantidad de puertas que darían a celdas como la suya y que el ambiente era un poco más halagüeño que el de las mazmorras de las catacumbas, dedujo que allí encerrarían a los prisioneros que les interesaba tener a mano. Por supuesto, la idea de que Nanashi estuviese en una de ellas le pasó por la cabeza como un relámpago y se le encogió un poco el corazón. Detectó que tres de las celdas estaban cerradas a cal y canto y fue revisando las llaves del goblin con el ceño fruncido. Todas de diferentes tamaños y tonalidades, y ni una de las condenadas le daba pista alguna de para que puerta servía.

¡Dios, como le carcomía la falta de su Llave Espada!

Enfrascado en escudriñarlas una por una, tardó en percatarse de que Saic le tiraba de la camisa con ojos de terror y señalaba al interior de su celda. Vio que la mole que le apostaron de vigilante comenzaba a espabilarse y chasqueó la lengua. Con espada en mano, hizo ademán de sacudirle con la parte plana en la cabeza para dejarlo seco de una vez, pero…

El eco de traqueteos metálicos resonaba en las paredes del pasillo junto a unas chirriantes voces, de las cuales ya se imaginaba a que espantajos pertenecían. Niko se giró al origen de estas y siseó entre dientes. Había perdido demasiado tiempo y en unos instantes iba a tener compañía. Mucha compañía.

Mierda…

Un sudor frío le bajó por la nuca mientras se debatía el gran dilema de si salir por patas y esperar no perderse aún más en un castillo infestado de goblins, o de arriesgarse a que la inspiración divina no estuviese esquiva y le diese una maldita alternativa. Miró a Saic, devolviéndole una mirada de angustia; miró al goblin atontado, el otro problema del que se tenía que encargar ya.

Pero ese problema acabó por darle una idea. Quizás, una de las peores y más arriesgadas que se le habrían ocurrido hasta el momento. Pero era la única.

«A la mierda.»

Para entonces, ya era demasiado tarde para recapacitarlo: su cuerpo ya se estaba moviendo por pura inercia al guardia que ya se estaba levantando, alargando el brazo y agarrándole del cuello de la armadura. Se aprovecharía de su confusión y debilidad para tirar de él y llevárselo a rastras hasta una de las otras celdas que no estuviesen ocupadas. Le ordenaría a Saic con señas que, al mismo tiempo, fuese cerrando la puerta de la habitación en la que estaba preso para no levantar sospechas y que entornase la otra en la que se meterían.

Una vez dentro, tiraría al goblin al suelo sin miramientos y, acto seguido, le pisaría el brazo derecho y le plantaría la punta de la espada en el la garganta. Acercando su cara a la suya, le espetaría con una voz tan gélida como la mirada que le dedicaría:

Mueve tan solo uno de tus músculos y me aseguraré de que te desangres como un puerco aquí mismo. —Apretaría más el arma contra su cuello a la mínima señal de que intentase alzar la voz para llamar a sus compañeros.

A veces resultaba inimaginable lo que uno podía llegar a hacer con la adrenalina disparada, el corazón latiendo como un desbocado, y en una situación en la que te jugabas la vida.

Solo cuando el resto de los goblins pasasen de largo y ya estuviesen fuera de peligro, ya no presionaría tanto con la espada para dejarle hablar, sin dejar de mantener la guardia. Saic se asomaría detrás de su dueño con las palmas apuntando al goblin como advertencia de lo que ocurriría si hacía cualquier movimiento brusco.

La mujer de blanco. ¿Dónde está? —demandaría con sequedad —. ¿En qué zona del castillo estamos?

Consiguiese las respuestas que quería o no, golpearía la testa de la criatura con un golpe seco para dejarlo inconsciente y apresarlo con los grilletes de la celda. De seguir sin la información del paradero de Nanashi, echaría un vistazo en las otras celdas cerradas que vio. Tenía unas llaves que probar.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Denna » Dom Abr 17, 2016 11:40 pm

Me recuerdas a mi hijo.

Levanté la mirada del suelo, confundida. Eso era... lo último que había esperado oír.

Ah... ¿Sí?

Da gusto ver que todavía podemos contar con los jóvenes. No sé si Nanashi sigue viva o no, pero tienes razón en una cosa: esperaría que resistiéramos —dijo con algo más de convicción—. Era así incluso de niña. Hasta me recuerdas un poco a ella. Solo espero que no te suceda lo mismo que a ella.

¿Yo? ¿A Nanashi? Eso ya sí que no me lo creía. Sacudí la cabeza y en vano traté de recuperar el aplomo inicial. Parecerme a Nanashi, ¡sí, claro! En el blanco de los ojos.

Despacio, volví a ponerme en pie. Al menos había conseguido lo que quería, y sólo me quedaba esperar mis instrucciones.

La Maestra parece estar muy unida a este lugar —murmuré para llenar el silencio incómodo—. Estoy segura de que volverá pronto.

—¡Majestad! ¡Los ángeles están aquí!

Las puertas de la sala se abrieron, dando paso a Nithael y a Victoria. A juzgar por sus expresiones, no traían mejores noticias. Pero estaban a salvo, y eso era lo único que importaba.

Me acerqué corriendo a la chica.

En la vida he estado más contenta de ver a nadie. —Sonreí y la abracé con fuerza—. ¿Estáis los dos bien? ¿Nithael? —Fruncí el ceño, y miré tras Victoria, echando en falta a alguien—. Qué raro. La capitana Heike había ido a buscaros. ¿No os la habéis encontrado?

Supuse que se habría quedado con sus hombres en las murallas. No tenía por qué ponerme nerviosa, teníamos dos horas de tregua y dudaba que Heike fuese a cometer una locura. Seguro que no tardaba en volver.

Nithael se acercó al trono.

Majestad, puedo… atacar con todas mis fuerzas a los Sincorazón antes de que traspasen las murallas. Sin embargo, si no detenemos a su alfa, a su invocador, será un trabajo inútil.

Entonces hemos de matar a Maléfica.

«Fácil».

Hablamos de vidas. —El ángel interrumpió las protestas del rey con una calma envidiable—. Puedo… enfrentarme a Maléfica, pero sería a costa de vuestro castillo y de su ejército. Probablemente no del último, ya que al menos ella cuenta con magos en su bando. Y nosotros no tenemos nada para defender este lugar excepto la fuerza bruta. ¿De verdad queréis eso?

Había que reconocer que resultaba convincente. Lo que decía era fastidioso, sí, pero no le faltaba razón. Huberto también supo verlo por sí mismo.

Necesito pensar —espetó sin más, dando la charla por acabada.

Mientras nos alejábamos, rocé el brazo de Nithael con la mano. Un poco cortada, tuve que esforzarme para aguantarle la mirada y susurrar:

Esto... No te pongas triste. Has hecho lo correcto. Otro ni siquiera se habría parado a pensar en los inocentes ni en lo que podría pasar. Así que... gracias.

Vacilé. Dios, ¿a eso le llamaba dar ánimos? Seguro que sólo conseguía bajarle la moral. Menuda estúpida estaba hecha.

Me planteaba decir algo más —como pedir perdón o algo por el estilo— cuando llegó el frío. Un instante más tarde, la puerta se vino abajo.

Y el infierno se desató.

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Todo pasó muy deprisa. Apareció de la nada, rodeada de pura oscuridad. Parecía muerta. No tuve tiempo ni para preguntarme qué hacía Charlotte ahí, así. Hubo un grito, una explosión, y un haz de luz en medio de la oscuridad.

Las alas de Nithael se retiraron despacio, revelando el montón de cuerpos tendidos en el suelo. Sin vida.

No me percaté de que estaba jurando hasta que oí mi propia voz entonar, histérica, una sarta de «Joder, joder, joder...». Tropecé conmigo misma al incorporarme en la habitación en ruinas; los cadáveres grabados con fuego en mi mente. «Joder, joder, ¡joder!». El olor a muerte se me metía por la nariz, con el frío, el humo, la oscuridad, los gritos.

Ajena a todo lo que sucedía a mi alrededor, me doblé en una arcada y vomité lo poco que había logrado cenar. Entre temblores, febril, sólo alcancé a escuchar al ángel exclamar:

¡Tiene que haber algo que esté liberando tanta oscuridad!

Busqué a Victoria a la desesperada. Por suerte, estaba a salvo. Contuve las ganas de chillarle —a ella, a Nithael, a Charlotte— que qué se suponía que tenía que hacer ahora, que yo no estaba entrenada para esas cosas. Pero lo único que salió de mí fue un sonido ronco que lo único que logró fue que me sintiera peor.

Por extraño que pareciera, Nithael no podía con la niña. Eso nos dejaba a nosotras, estando yo al borde del desmayo y de un ataque de nervios.

Invoqué la armadura. Al mismo tiempo, le eché mano a un Éter en un intento de recuperar parte de las fuerzas. La visión del ángel y de Charlotte, ambos siendo devorados por la oscuridad, me produjo una punzada en el corazón. No tenía mucho tiempo.

Me lancé sin pensar con un Centella para posicionarme detrás de la niña pero, en vez de cortarla con la Llave Espada, golpearía su cabeza con el empuñadura para dejarla inconsciente. Con suerte, la armadura me protegería de los daños de la oscuridad que escupía.

Si fallaba por cualquier motivo, más me valía salir por patas. Efectuaría un Doble salto para esquivar algún posible ataque y alejarme lo máximo posible de la niña. Entonces sólo me quedaría cruzar los dedos, rezar todas mis oraciones y ofrecer apoyo a Nithael o a Victoria de la forma que pudiera.

Spoiler: Mostrar
Celeste invoca la armadura y se toma un Éter. Intenta dejar inconsciente a Charlotte con:

Centella (HC) [Nivel 9] [Requiere Elasticidad 9; Velocidad: 12]. El usuario, usando el poder del Rayo, se impulsa rápidamente hasta quedar detrás de un enemigo y le asesta una estocada. La habilidad carece de efecto si los Reflejos del enemigo son superiores a su velocidad.


Y, si no lo consigue, retrocede/esquiva con un:

Doble salto (HC) [Nivel 3] [Requiere Elasticidad: 4]. El usuario es capaz de saltar mucho más alto que los demás, alcanzando lugares más inaccesibles.


Y obedece a Nithael si se le enciende la bombilla.
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29. Dragón
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Ronda #2 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Mar Abr 19, 2016 1:29 am

Tienes una última oportunidad, miserable. Mata al ángel. Tráeme al príncipe. Te curaré el brazo y haré que ese miedo desaparezca.

»Si vuelves a desafiarme, te arrepentirás.


Ban dio un volantazo con su glider, frenando en seco. Tenía el corazón casi fuera del pecho, sudando como un loco mientras miraba alrededor en busca de Maléfica. Porque acababa de escuchar su voz dentro de su cabeza, sin duda alguna. Pero no estaba allí... por suerte para él.

¿Ahora le venía con estas? Tras tirar la toalla, asumir su fracaso, temiendo que el castigo del hada oscura llegara en cualquier momento... ¿Una nueva oportunidad? No, no, no podía aceptarla, Maléfica no era de fiar. Pero tal vez fuera la única en todos los mundos que pudiera ayudarle...

No sabía qué hacer. No sentía ningún tipo de apego con el angelito, pero ya había traicionado a muchos aquel día. La idea de volver a hacerlo le echaba para atrás. Pero la posibilidad de tener una nueva opción para salvarse era muy tentadora.

¿Qué podía hacer...? El ruido de las alas de Garuda le sacó de sus pensamientos, centrando su atención en lo que le rodeaba. Y lo primero que destacó fue justo el interior del castillo: una tremenda cantidad de oscuridad salía de allí.

¿Qué demonios...?

Descendió con cuidado, examinando con cuidado aquella aura oscura tan amenazadora. Cerca de ella había también una brillante, que destacaba mucho, y dos mucho más pequeñas. Con la confianza de tener a Garuda en el hombro, deshizo el glider y se encaminó hacia el interior del castillo.

Por el camino, se encontró con una escena horrible. Guardias y nobles tirados por todas partes, inconscientes o tal vez muertos. Algunos claramente heridos. Y, aunque Ban intentó avanzar deprisa y no mirar demasiado, a una parte en su interior le gustó lo que veía. Agitó la cabeza, sintiéndose culpable por ello, y aceleró el ritmo.

Su destino fue el salón del trono, de donde venía aquella aura.

¡Tiene que haber algo que esté liberando tanta oscuridad!

Esa voz era de Nithael. Ban entró ya corriendo a la sala del trono, donde la escena que se encontró le dejó con la boca abierta: aquella oscuridad salía de una niña, que parecía al borde del colapso. Pero era tanta oscuridad que casi costaba respirar en aquella sala, en la que también estaban el ángel y las dos aprendizas que se habían quedado en el castillo.

Genial, ¿y ahora qué? Nithael parecía especialmente afectado por la oscuridad... Vulnerable. Una de las chicas se lanzó a intentar parar a la niña de la que salía el aura negra, mientras que la otra de las alas metálicas no parecía moverse de momento.

Vulnerable. El cuerpo de Ban reaccionó casi por instinto, echando a correr hacia Nithael, bordeando a la niña, aprovechando que todavía permanecía invisible. No lo pensó: era su oportunidad, el ángel estaba débil y no le veía venir, él nunca lo podría hacer de ninguna otra forma. Ahora o nunca.

En cuanto estuviera a poca distancia de Nithael, invocaría su Llave Espada en su brazo sano y se abalanzaría para clavársela en el pecho. Intentaría apuntar al corazón, pero entre la carrera, que solo podía utilizar una mano, y la tensión del momento, no podría apuntar demasiado bien.

«Reconócelo, disfrutas de esto.»
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Ronda 3

Notapor Suzume Mizuno » Jue Abr 21, 2016 9:59 pm

Aleyn


¡¡Abel!!

La Espada cortó las espinas como si fueran de papel y Aleyn pudo coger a Aurora y arrastrarla hacia atrás. Arrojar parte del polvo que había podido recoger no hizo explotar nada porque necesitaba fuego pero, por suerte para él, Abel llegó al rescate y al ver lo que estaba sucediendo prendió una parte de su capa cuando las espinas volvieron a crecer a toda velocidad y la arrojó, ardiendo, contra los polvos. La explosión fue tal que los tres salieron disparados contra las paredes y se quedaron medio aturdidos.

Cuando el humo se despejó, se fijaron en que habían reventado parte de la estatua de la reina fundadora y que había un enorme agujero debajo. Por suerte, no parecía que hubieran destruido una tumba, porque estaba vacía.

Y había unas escaleras…

Aurora se incorporó con brusquedad, sin mirar a Aleyn o a Abel, y se acercó al agujero con pasos torpes. A medio camino le fallaron las rodillas y se quedó medio asomada por el agujero. Si Aleyn la seguía, vería que había espinas incendiadas que recorrían el lugar. Ya no intentaban reconstruirse, excepto los trocitos que estaban más cerca de Aurora.

La buscaban. Por algún motivo lo hacían.

¡Joder!—Abel sangraba por la nuca pero no parecía muy malherido—. ¡Apártala de ahí, rápido!

Aurora no protestaría si Aleyn lo hacía. Pero, ¿qué eran esas espinas? ¿Y por qué reaccionaban a Aurora…?

Todo este sitio está detenido en el tiempo, ¿cómo es que se pueden mover…?—preguntó Abel, ahora que Aurora no corría un peligro inmediato. Se llevó una mano a la barbilla—. Quizá sea allí donde comenzó el hechizo. El que paralizó todo el reino.

Abel no parecía convencido, pero era una posibilidad.

Entonces Aleyn captó algo por el rabillo del ojo. En la escalera hacia la que debían dirigirse brillaba algo. Una chispita. Desapareció y, a los pocos segundos, volvió a aparecer subiendo hacia arriba.

¿Otra trampa? Pero ¿cuál de las dos opciones era todavía más sospechosa? Quizás alguien quería que se alejaran de la tumba de la reina...


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Aleyn
VIT : 20/32
PH : 5/11




****
Saito


Saito pudo meterse en una de las salas ya revisadas, aunque estuvieron a punto de verlo. Era un sitio frío y abandonado donde no había mucha luz, excepto la que se colaba por una estrecha ventana.

La voz de la mujer le llegaba desde el otro lado de la pared.

…nunca la había visto usar ese hechizo.—Hubo un silencio—. Debe de ser herencia de las guardianas de las Ciénagas.

Pero jefa, ¿por qué tiene a esa humana capturada?

¿Y cómo quieres que lo sepa, imbécil? Querrá usarla de intercambio o como algo más. La Señora no es estúpida. La ha dejado debilitada y sin magia. Ahora mismo no es peligrosa.

Pero es una de esas tipas de la Llave Espada. ¿No se cargaron al aprendiz de la Señora…?

Ese humano era un idiota. Pffft ¿estáis temblando? ¿Tanto miedo os da? Entonces no os acerquéis a la torre del oeste y ya está, cobardes. Por aquí no está el niño. Sigamos.

¿Y si se ha escapado?

Entonces tendremos que salir a buscarlo. ¡Moved el culo!

Y entre el clangor de las armaduras, los goblins se alejaron para revisar otra zona.

La torre oeste…

La podía ver desde la pequeña ventanita. Solo había un problema: tendría que volver al vestíbulo; es decir, rehacer todo el camino, para encontrar el camino. Él se encontraba ahora mismo en la torre norte. Si seguía subiendo —es decir, volver a donde se había cruzado por primera vez con los goblins y encontrar después las escaleras de ascenso— podría terminar de examinar la torre y acercarse a los aposentos de Maléfica.

En un caso u otro, se arriesgaba a que Ahren o los goblins le encontraran.

¿Qué decidiría?



****
Nikolai


Mueve tan solo uno de tus músculos y me aseguraré de que te desangres como un puerco aquí mismo.

El goblin resultó no ser tan valiente cuando tenía una espada al cuello y estaba todavía medio aturdido. Se tensó, pero no abrió la boca cuando sus compañeros llegaron al pasillo.

—¡Ese idiota! —masculló una voz—. ¿Habrá ido a cagar otra vez?

—Como el señor Ahren nos pille, estamos muertos.

—¡Busquémosle, rápido!

Por un momento, Nikolai debió temer que empezaran a registrar las habitaciones entreabiertas. Teniendo en cuenta el olor y que no parecía que los goblins fueran de los que construyen letrinas para hacer sus necesidades…

Pero parecía que sí eran lo suficiente civilizados, porque continuaron de largo y no revisaron el lugar. No parecía que se les hubiera pasado por la cabeza que el prisionero pudiera haber escapado.

¡Nikolai ya podía darse con un canto en los dientes!

La mujer de blanco. ¿Dónde está? ¿En qué zona del castillo estamos?

El goblin intentó valorar la situación pero las cosas estaban bien claras para él. Farfulló, lúgubre:

—En la celda del final… Si es que llegas a verla entera —añadió con una cruel sonrisa.

Acto seguido, Nikolai lo dejó inconsciente.

¿Qué habría querido decir?

Nikolai se dirigiría hacia la habitación señalada, que era del pomo circular, y tras un par de intentos consiguió encajar la llave delgada. Notó que el metal se enfriaba con rapidez y, cuando abrió la puerta, comprendió que se debía a una magia oscura y muy desagradable.

Y que le recordaría demasiado a la del pozo. Tuvo que coger una de las antorchas para ver el interior.

Nanashi estaba en el fondo de la celda. No tenía grilletes, pero tampoco podía moverse. De la pared salían unas ramas llenas de espinas. Eran más negras que la tinta y parecía difícil que pudieran ser ramas de verdad pero, si se acercaba lo suficiente, las olería y podría comprobar que sí lo eran. De las mismas partían largas y afiladas espinas que se hundían en la piel de Nanashi.

La mujer estaba más pálida que su vestido y cuando miró hacia la salida, tenía un rostro cadavérico. Si se acercaba más, vería que el vestido estaba ya no solo manchado en sangre, sino que cubría moretones y estaba rasgado en varios sitios. La Maestra casi parecía al borde de la muerte, pero tenía los ojos abiertos y febriles. Se humedeció los labios antes de decir con voz débil:

No te acerques demasiado o te atraparán a ti también.—Nanashi aspiró una bocanada de aire—. Dile a tu…mascota… que coja mi móvil. Habla con Saito y marchaos de aquí.—Si Nikolai intentaba protestar, Nanashi alzaría la voz y gruñiría—: Esto es magia avanzada, solo alguien con el nivel de un Maestro podría romper las Espinas. Eso o un hada y no veo que… Primavera esté contigo.—Hizo una mueca de dolor—. Maléfica pretende algo grave, Nikolai. Va a ir a por Nithael y todos tus compañeros. Debes volver cuanto antes y advertirles del peligro. ¿Tienes la… corona? Escóndela bien, dásela a Ryota. Él sabrá qué hacer…

Saic podría acercarse a coger el móvil de Nanashi y las espinas se limitarían a clavarse con algo de saña en la Maestra pero, si Nikolai trataba de avanzar, surgirían más de las paredes, amenazantes, dispuestas a atraparlo.

Mejor no acercarse. En el móvil encontraría el mensaje de Tristan y también los números de Saito y Victoria.

No tenía mucho más que hacer allí, no de momento, al menos. Como había dicho Nanashi, era imposible romper las espinas y más sin magia. Pero la Maestra parecía al borde de sus fuerzas. Quizás si la abandonaba sería un paso del que siempre se arrepentiría.

¿Dónde podía buscar una solución?

Debía pensarlo rápido, si no quería que Ahren o los goblins dieran con él.

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Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]

Saic
VIT : 22/22
PH: 8/12




****
Celeste, Victoria y Tristan


Mientras Nithael se mantenía en el aire, mirando con desesperación la nube de oscuridad y sin decidirse a qué hacer, Celeste tomó la iniciativa.

¡Espera!—gritó Nithael, que antes, cuando la muchacha le había consolado, le había acariciado la mejilla con una expresión de agradecimiento—. ¡Celes…!

Pero ella ya, protegida en la medida de lo posible por la armadura, había utilizado una habilidad para situarse detrás de Charlotte. Esta se volvió hacia la muchacha como si hubiera previsto su ataque y, de no haber sido porque Victoria interpuso una de sus alas entre ambas, Celeste habría acabado infectada de oscuridad, pues Charlotte chilló de dolor y les disparó una ventisca negra como la tinta. Celeste no acusó tanto el dolor de estar entre los efluvios de oscuridad gracias a que Victoria la protegía pero esta, en cambio, en seguida empezó a sentir cómo el dolor y el frío se apoderaban de ella.

Celeste atacó entonces, directa contra la cabeza de la niña. Esta intentó interponer una masa de oscuridad pero no llegó a tiempo y la espada impactó. Se escuchó un escalofriante chasquido y los ojos de Charlotte se quedaron en blanco. Pero su cabeza giró en dirección a las dos muchachas y la niña, a pesar de estar inconsciente, lanzó una energía oscura que las mandó a ambas contra la pared. Victoria se dio un buen golpe y quedó aturdida pero Celeste, gracias a sus reflejos y doble salto, consiguió evitar darse de lleno.

Pero, además, Celeste había visto algo: algo que colgaba por dentro del camisón de la pequeña. Algo mucho más oscuro que todo lo demás.

Nithael descendió un poco, ya no horrorizado, sino furioso, al ver que Charlotte estaba siendo manipulada hasta tal punto de que no podía detenerse ni estando inconsciente.

Abrió la boca para darle unas indicaciones a Celeste pero, en su lugar, sólo soltó una exclamación de dolor. Las alas le fallaron y tuvo que apoyarse en el suelo, donde las piernas le fallaron. Cerró las manos alrededor de una Llave Espada que se le hundía en el pecho.

¿Qué…?—farfulló.

La afilada punta no solo le había penetrado la carne, sino que había abierto algo… Aunque no del todo.

Nithael resopló y disparó una ráfaga de luz hacia el frente. Alcanzó a Tristan en pleno pecho y lo arrojó al suelo. Nithael cayó de rodillas, con los ojos muy abiertos y boqueando como un pez fuera del agua. Algo brillaba en su pecho, pero no terminaba de salir. Y ese era el gran problema, porque no se trataba simplemente de curar una herida… Aunque Nithael se puso manos a la obra casi de inmediato.

Hubo un sonido agudo y Garuda cayó sobre Tristan y le hundió las garras en los hombros. Luego, con un picoteo furioso, le atacó la cara. El Tenue comenzó a desvanecerse.

¿Tris…tan?—murmuró Nithael al reconocerlo, mientras se apretaba el pecho como si quisiera contener algo. Las alas se le habían bajado y se estremecían entre espasmos de dolor—. ¡No, apártate…! ¡Ayúdalas a ellas!

Garuda miró por encima de una de sus alas a Nithael. Luego levantó el vuelo, no sin antes darle un picotazo en la mejilla a Tristan bastante doloroso. Le había hecho cortes en las manos y en el cuello aunque, sin duda, si hubiera querido, podría haber ido a por zonas más débiles… Como los ojos.

Nithael se puso en pie mientras se cerraba la herida del pecho, si bien el resplandor no terminó de desaparecer y el ángel no solo estaba pálido sino claramente dolorido y débil. Casi ni podía levantar las alas.

¿Es Maléfica? ¿Te está controlando a ti también?—Nithael levantó la mano que no se apretaba en el pecho para mostrarle que no estaba armado—. No. Tú no… tienes esa oscuridad… Todavía. No sé qué está pasando pero déjame ayudarte. Créeme, Tristan, no soy tu enemigo.

Y dio un paso tentativo hacia él.

Entre tanto, Celeste se encontró con la inesperada ayuda de Garuda. El fénix cayó sobre Charlotte y le tironeó del pelo. La oscuridad comenzó a afectarle de inmediato. Por culpa de la nube de oscuridad, la muchacha no veía lo que pasaba al otro lado, donde estaba Nithael, pero sí se dio cuenta de que el interés de la niña se había desviado hacia el ángel porque, a pesar de los ataques del fénix, luchó por volverse hacia el otro lado. De un golpe, lanzó a la criatura hacia el techo.

¡Usa el… colgante de espina!—exclamó con una voz que no era suya y que parecía llegar de muy lejos. La niña se llevó una mano al pecho y sacó un colgante. Celeste pudo verlo porque, entre sus ataques y los de Garuda, los efluvios habían disminuido un poco.

Tristan también lo vio y, por supuesto, escuchó el mensaje. Él, al contrario que Celeste, vio el colgante, que emitía un oscuro resplandor negro. Uno casi aterrador.

Úsalo.

¡No la escuches!—bramó Nithael, con una voz sorprendentemente fuerte—. ¿Crees que no se volverá contra ti? ¿Crees que de verdad puedes confiar en ella? ¡Tristan, escúchame!

Estaba claro qué había que coger.

La cosa era, ¿quién lo obtendría antes?

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Dejando las cosas claras: Celeste y Tristan ven el colgante; Celeste no ve a Tristan pero puede dar órdenes a Garuda; Tristan no ve a Celeste pero está más cerca de Charlotte y, a cambio, puede ser atacado por Garuda.

Los dos me mandaréis el día de la fecha límite como muy tarde vuestros post para que luego os de permiso para publicarlos y así que no haya problemas de coordinación ni nada.


Spoiler: Mostrar
Victoria
VIT: 32/40 [+1 Acc]
PH: 20/20

Celeste
VIT: 18/20
PH: 10/22

Tristan
VIT: 8/30
PH: 11/22


Spoiler: Mostrar
Siento el retraso. Me ha costado mucho escribir la ronda (creo que se notará) y me siento muy culpable. Espero que no vuelva a pasar y podamos retomar el ritmo de las siguientes rondas >_<


Fecha límite: miércoles 27 de abril.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Suzume Mizuno
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor H.S Sora » Mié Abr 27, 2016 11:14 pm

Contuve la respiración y cerré los ojos, tratando de mantener la calma. Me repetí mentalmente varias veces que no me habían visto, que habían estado a punto pero que todo iba bien.

…nunca la había visto usar ese hechizo.

Aquella voz era lo único que se escuchaba. Aunque durante un momento mis músculos se tensaron aún más ante una vacilante pausa: ¿habrían detectado algo o solo seguían buscándome sin más?

Debe de ser herencia de las guardianas de las Ciénagas.

Abrí los ojos, confuso al haberme enterado de aquel pedazo de conversación. Se suponía que estaban hablando de un hechizo, pero no entendía a qué se referían. O mejor dicho: no entendía que podía tener que ver mi Maestra con aquello.

Más curioso aún, pegué el oído a la pared desde la que escuchaba mejor la voz. Si no conseguía saber donde la tenían encerrada me tendría que volver a arriesgar a seguirles, cada vez con mayor riesgo de acabar capturado. Sobre todo si aquel tal Ahren también estaba jugando a la búsqueda del aprendiz perdido.

Pero jefa, ¿por qué tiene a esa humana capturada?

¿Y cómo quieres que lo sepa, imbécil? Querrá usarla de intercambio o como algo más. La Señora no es estúpida. La ha dejado debilitada y sin magia. Ahora mismo no es peligrosa.

Notaba cómo empalidecía por momentos. Por algún motivo había confiado en que Nanashi todavía se encontrase viva, cosa que era cierto, pero también quería creer que estaba bien y que con tan solo ir a buscarla podríamos volver o incluso acabar de cumplir nuestra misión. Pero ahora temía aún más en el estado que podía estar la Maestra para que una jefa orco pudiese decir que “no era peligrosa”.

Tuve que concentrarme al ver que seguían hablando. Habían dicho algo de un aprendiz de Maléfica al que Nanashi había matado o algo así. Mierda, perderme algún detalle era la diferencia entre llegar o no a salvarla... si es que había algún modo de hacerlo a aquellas alturas.

¿Tanto miedo os da? Entonces no os acerquéis a la torre del oeste y ya está, cobardes. Por aquí no está el niño. Sigamos.

¿Y si se ha escapado?

Entonces tendremos que salir a buscarlo. ¡Moved el culo!

Me acerqué a la única ventana de la instancia en la que me había escondido, esperando poder divisar lo que me proponía: la torre oeste, el lugar en el que habían encerrado a la Maestra.

Bingo.

Mi sentido de la orientación no era sublime, pero si no lo había entendido mal aquella era la torre en la que Maléfica mantenía cautiva a mi Maestra. Tragué saliva, algo nervioso por aquella operación improvisada de rescate. Hasta ahora todo iba que ni pintado, pero dudaba que las cosas continuasen yendo así de bien. Aunque, con suerte, si habían torturado a Nanashi hasta el punto de hacerla “inofensiva” quizás descuidasen su vigilancia y la centrasen en buscarme a mí.

Me acordé de Nikolai, también habría que ir a por él tarde o temprano. Dudaba que Nanashi quisiese dejarle encerrado de por vida en el castillo, por mucho que esa opción sonase como una tentadora música para mis oídos.

Me dispuse a salir al sentir los pasos de aquel pequeño pelotón cada vez más lejos cuando una vibración sacudió uno de mis bolsillos. Me detuve, extrañado, y saqué el móvil. Mis ojos se iluminaron por un momento al ver que tenía un mensaje, y llegué a pensar que quizá el emisor sería la Maestra. Lo abrí sin perder el tiempo, seguro que habría logrado escapar y ahora vendría a buscarme.

He encontrado a Nanashi. Maléfica ha usado un conjuro para retenerla con unas espinas negras. Por lo que sé, solo puede romperlo un conjurador avanzado o un hada. ¿Dónde estáis? ¿Sigue Primavera contigo?


Tuve que releer el mensaje varias veces para acabar de comprender la situación. Una que por desgracia atentaba contra todos los castillos que me había hecho en el aire hasta ahora; Nanashi necesitaba ayuda urgente y según el mensaje de Nikolai, Primavera era la única que nos podía ayudar.

Pero yo sabía que el hada todavía no estaba en condiciones de semejante hazaña, teniendo en cuenta que no hacía tanto que se había metido en mi bolsillo. ¿Pero qué otra opción teníamos? Quizá nos arriesgábamos a que se desmayase de nuevo, pero la causa era más que justificable.

Con el corazón en un puño, me las apañé para escribirle un mensaje de vuelta.

Para Nikolai:

Ambos estamos bien, pero Primavera no está en condiciones de hacer magia. De todos modos ahora voy para allá,

No la dejes sola.


Me planteé si informar o no de la situación actual a Primavera. Y es que quizá interrumpirla solo serviría para desconcentrarla aún más, o para preocuparla de algo que hasta que no llegásemos no veríamos si tenía o no solución. Si había algo ahí arriba capaz de ayudarme, sólo esperaba que lo hiciese.

No tuve tiempo de emprender la marcha, el móvil volvió a sonar. A este paso, los goblins volverían a pasar por allí y todavía no habría salido. Tener que demorarme tanto sabiendo que Nanashi estaba en una situación así por nuestra culpa no hacía más que provocarme sudores fríos por todo el cuerpo.

¿Habéis estado en los aposentos de Maléfica? ¿Encontrasteis algo de interés?


Esta vez en el mensaje escrito por Nikolai me preguntaba si había pasado por los aposentos de Maléfica, por mi parte entendí de manera sutil a lo que se refería con aquello: si el Hada Oscura era responsable de aquel hechizo, quizá en su cuarto encontraba algo que me permitiese ayudarla de verdad.

En el peor de los casos no encontraría nada, pero le daría más tiempo a Primavera para recuperarse. Pero no tenía por qué ir mal, sobretodo si su “señora” estaba fuera y Ahren y los otros se entretenían en buscarme. Le escribí un escueto mensaje antes de partir.

Para Nikolai:

Intentaré buscar algo ahí que nos sirva de ayuda. Tanto si lo encuentro como sino, te avisaré antes de dirigirme a vuestra posición.

Si no digo nada puedes imaginarte lo peor.


Miraría con cuidado antes de salir para asegurarme de que no había nadie y entonces saldría disparado hacia el lugar por el que había venido hasta llegar al ancho pasillo en el que había la puerta en la que me había escondido de aquel grupo de monstruos.

Una vez allí y si veía que todo estaba despejado, intentaría ir lo más deprisa que pudiese y sin hacer ruido para acceder a aquellas últimas escaleras que en teoría debían llevarme hasta el dormitorio de nuestra enemiga. Si todo estaba en orden, subiría por las escaleras deseando que no fuese una maldita trampa, dispuesto a examinar el lugar.

Pero si sentía a alguien bajando o acercándose, no dudaría en volver sobre mis pasos para esconderme de nuevo en aquella puerta que ya me había servido una vez. Debía impedir que me capturasen ahora, o habría dejado a Nanashi a su suerte en una situación de vida o muerte.

Y eso sí que no me lo perdonaría nunca.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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