Aleyn—
Aurora,
¿se te ocurre algún lugar en el que podría esconderse el Escudo?La muchacha no reaccionó. Las mejillas prácticamente ardían.
Mejor que Aleyn se diera prisa.
—
Buscar en el resto del castillo primero parece una opción más segura, aunque resulta evidente que esas espinas han crecido ahí por un motivo. —Abel asintió, de acuerdo con él—.
No parecen reaccionar ante nosotros, y la Espada ha sido de extrema utilidad contra ellas, así que bajaré para comprobar ese motivo. Quedaos aquí con la princesa; no dejéis que se acerque a esas espinas bajo ningún concepto. Abel arqueó una ceja, sorprendido porque le dieran una orden. Sin embargo, al mirar a la princesa, debió recordar cuál era su misión y asintió con la cabeza. Él debía cuidar de la muchacha y si Aleyn se ofrecía a arriesgarse investigando, no le iba a decir que no. Pero…
—
Será mejor que te des prisa—le habló con confianza y también con decisión. Aleyn supo que decía la verdad por la tranquilidad con la que lo dijo—:
No puedo ocuparme de los dos. Si ves algo peligroso, da media vuelta y regresa. Si no lo has hecho en una media hora, continuaré con la princesa. No puedo dejarla morir sin más…—
Antes de que me vaya, ¿necesitáis ayuda? Me temo que no me queda apenas magia, mas llevo una poción curativa conmigo. —
Diantres, eres tú el que se va a meter en un nido de zarzas con vida propia, ¡piensa un poco en ti!—exclamó Abel, con una sonrisa exasperada.
No aceptó la poción.
Aleyn se internó por las escaleras con Ygraine siguiéndole de cerca. En seguida comprobó que, si Aurora no estaba cerca, tal y como él había imaginado, las Espinas dejaban de reaccionar y volvían a quedar bajo el hechizo que paralizaba el tiempo. Curiosamente, hasta el fuego pareció quedar atrapado, por lo que se aseguró unos cuantos metros de luz.
A medida que descendía, se encontró con que podía usar la espada para cortar las zarzas. Estas, sin embargo, no se apartaban de su camino a menos que Aleyn tirara y las amontonara a los lados. También, extrañamente, podía dejarlas en el aire —con todo, no era buena idea. Quién sabía si, al volver, no se dejaría un ojo—. El tiempo congelado volvía a atraparlas allá donde se separaban de la piel de Aleyn.
De tal modo, aunque las espinas eran más gruesas cuanto más descendía, pudo abrirse camino sin demasiados problemas y sin hacerse cortes si se movía con cuidado. Por suerte para él, las enredaderas trepaban más por las paredes y el suelo que por el centro, así que tampoco era como si hubiera un tronco que le impidiese avanzar.
Casi en seguida llegó al final del pasadizo, frío y húmedo, que se abría en lo que parecía ser una cúpula pequeña. A pesar de que no había antorchas, pudo ver sin problemas, porque, del centro, surgía una luz medio cubierta por culpa de las oscuras zarzas.
La sala era de piedra y, en el centro, había un sarcófago con la estatua tumbada de la misma reina fundadora que había visto arriba. Esta sí que debía ser su verdadera tumba. Por las paredes subían diseños florales y el techo tenía mocárabes que imitaban el cielo. Había columnas pegadas a las paredes con bajorrelieves de criaturas que no podían ser otra cosa excepto hada, orcos, goblins, y árboles bailando alrededor de una luz.
También había humanos.
En una columna concreta, un hada coronaba a una humana.
Pero nada de eso importaría tanto como la luz que surgía de la columna central, a cuyos pies estaba el sarcófago. Era tan pura y hermosa que el hecho de que de su centro surgieran las zarzas llenas de espinas negras era… era casi una herejía. Una abominación. Una violación.
Pero no tenía ni idea de qué era esa luz. Solo que era muy importante. Que podía sentir que era algo trascendental.
Se dio cuenta de que estaba en un santuario.
Y alguien lo había profanado con aquellas zarzas.
También tuvo la sensación de que alguien lo observaba, quizás a la espera de sus acciones. ¿La misma persona que llevaba vigilándolos desde que llegaron al reino de Estéfano…? ¿Tendría que ver con la chispita?
En cualquier caso había dado con algo muy importante pero, solo, sin Maestros, sin hadas, no podía saber de qué se trataba. Así pues, quizás lo mejor sería volver. Allí no había ningún escudo y, aunque el tiempo del reino estuviera detenido, el de Aurora no. Todavía no.
Claro que… Podía intentar cortar las zarzas. Quizás sucediera algo.
Aleyn
VIT : 20/32
PH : 5/11
****
SaitoLos mensajes fueron y vinieron, en principio, sin problema. El único problema fueron los pitidos. ¿Es que no había forma de ponerlos en silencio? Hasta Primavera le pinchó un par de veces con su varita, que ahora se asemejaba a una dolorosa aguja, para advertirle que dejara de montar escándalo.
No había nadie en su camino, de momento, así que Saito continuó adelante y alcanzó las últimas escaleras de caracol, por las que le tocó ascender aferrándose a las paredes para no caerse. Si de verdad Maléfica dormía arriba, ¿cómo se las apañaría para subir y bajar todos los días? Aunque, claro, ella era
muy delgada y muy alta. Probablemente se encontrara en su salsa en un espacio tan estrecho.
Al final, cuando ya no le quedase aliento, llegaría a lo alto de la torre.
Y, por fin, a los aposentos de Maléfica.
Era un lugar frío y desangelado, oscuro a pesar de encontrarse en la zona más alta del castillo. Había una cama elegante y bien hecha, de seda oscura con diseños de plantas verdes, una estantería con gordos volúmenes, un caldero más típico de una bruja que de un Hada y otra estantería llena de frascos que contenían diferentes líquidos. En algunos había… cosas que Saito seguramente preferiría no identificar.
Ahora… ¿Dónde podía encontrar la forma de salvar a Nanashi? Primavera se asomaría desde su bolsillo y, si le explicaba la situación, el hada se quedaría horrorizada.
—
¡Eso es magia arcana y muy oscura! No puedo romperla sin más, nunca la he estudiado en profundidad y esa mala pécora de Maléfica es un Hada muy vieja.—Hizo un esfuerzo por revolotear—.
Pero ella tampoco puede hacer esa magia sin más. Debe haberlo aprendido en alguna parte, en algún libro, porque esos conocimientos están prohibidos y solo los humanos los pondrían por escrito por sus memorias a tan volátiles.Mientras Primavera buscaba entre los libros, Saito podría revisar los alrededores del caldero. Encontraría un cuchillo manchado en sangre casi negra y ya reseca. En el caldero no había nada, pero olía bastante mal y desprendía un frío indescriptible. También podía elegir mirar en otras cosas. Uno de los tarros estaba medio vacío y contenía una especie de escamas doradas tan grandes como la palma de su mano. El de al lado también estaba medio vacío y tenía una sangre roja y espesa con hilos dorados.
Sobre el escritorio de Maléfica había una serie de pergaminos con hermosos diseños. Parecía que los había estado mirando antes de marcharse.
En cuanto a los libros, había tres que parecían haber sido usados recientemente. Dos eran gordos y se titulaban
Sangre y fuego, la raza de los dragones extintos y
Genealogía de la reina… y el nombre de la tal reina había sido desgarrado por unas cuchilladas profundas. En cuanto al último, era un tomo negro y muy fino, sin título.
¿Por dónde empezar?
****
NikolaiNanashi no contestó y, de todas formas, Nikolai no se quedó a ver si lo hacía. Como, después de enviar mensajes a Saito, no tenía nada mejor que hacer, comenzó a revisar las celdas.
Tras la primera no encontró nada peligroso ni tampoco Saic detectó nada fuera de lo normal. Cuando la abriera, con todo, lo asaltaría un golpe de mal olor. No solo a cerrado, sino a algo peor. Solo había una diminuta ventana y un camastro. Sobre este había huesos. Huesos pequeñitos y con la forma de alguien que se había acurrucado para dormir… Solo que no habían vuelto a despertar. Por las ropas, que se mantenían bastante bien a pesar de estar cubiertas de polvo y del paso de los años, uno podía imaginar que se había tratado de un niño importante.
En la siguiente había luz. Y, si escuchaba atentamente, el rechinar típico de una mecedora acompañado de algo más, algo que no dejaba de moverse.
Al asomarse pudo ver que había una mujer, anciana, sentada en una silla y con una rueca delante donde hilaba con manos cansadas y ajadas.
Al abrir la puerta vería que su primera impresión había sido correcta. Una mujer mayor, bien vestida y abrigada. Solo que su celda era diferente a las demás. Tenía una buena cama, algunos libros, papeles, plumas y el sitio estaba limpio. Al contrario que los demás, parecía ser una rehén importante. Incluso tenía una ventana por la que entraba la tenue luz del día nublado. Y no se mostró sorprendida al verlo entrar.
—
Deberías aprovechar para escapar, jovencito —dijo ella, meciéndose adelante y atrás. Tenía una voz grave y ronca, como si no soliera hablar a menudo—.
Pronto vendrán a buscar por aquí una vez más. Además, la hechicera está perdida. —Se detuvo un momento, arregló los hilos y continuó con su labor—.
El veneno de las espinas es mortal. Primero devora tu magia. Luego, tu energía vital. Por último, te pudre el corazón. —Le dedicó una sonrisa maliciosa—.
Y no vais a poder encontrar un remedio. No me malinterpretes, ella tiene razón, necesitáis magia de hada, pero no servirá de nada si no se fabrica un remedio concreto.
»Así que vete de aquí, muchachito, antes de que te arrepientas. Maléfica puede llegar a ser verdaderamente cruel con aquellos que la desafían. No por nada borró de la faz de la tierra a toda la gente que habitaba este castillo. Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]
Saic
VIT : 22/22
PH: 8/12
****
Celeste, Victoria y TristanNithael fue hasta Tristan y lo rodeó con un brazo —con el otro todavía se apretaba el pecho, como si quisiera evitar que la luz se le escapara de entre los dedos— al tiempo que lo envolvía con una de sus alas.
—
Te ayudaré. Todo va a salir bien, te lo prometo—dijo con voz amable, aunque estuviera agotado.
Y en sus ojos no había ninguna mentira.
Entonces Charlotte soltó un aullido. El
magneto de Celeste estuvo a punto de arrancarle el collar. Es más, rompió la cadena, pero la mano de la niña se movió por ensalmo y lo atrapó en el aire.
—
¡Has elegido la muerte!Entonces la niña alzó el colgante… Y se lo clavó a sí misma en el pecho.
—
¡NO!Celeste y Victoria, que estaban intentando cruzar la niebla oscura, de pronto sintieron un violento latido. La oscuridad se incrementó. Se volvió mucho más densa, más fría, más
dolorosa. Y hubo otro latido. Y otro. El corazón se desenfrenó y Charlotte se derrumbó entre espasmos al tiempo que la niebla estallaba y chocaba contra las paredes y empezaba a llenarlo todo.
Nithael protegió a Tristan con una de sus alas y se cubrió con la otra. Sin embargo, ello no pudo impedir que Tristan cayera al suelo y empezara a soltar alaridos de dolor mientras el corazón se le empezaba a destrozar.
Celeste y Victoria también estuvieron a desvanecerse. El frío era casi imposible de soportar. Y el dolor. ¡El dolor!
—
¡No lo hagas! ¡Detente!—
Entonces trágatelo, angelito. Trágatelo todo.Y la risa de Maléfica resonó en los oídos de los aprendices antes de que sucumbieran al frío… Y al dolor.
*Cuando despertaron, el calor había vuelto a sus cuerpos. Es más, recordaban el dulce sueño de una caricia de luz envolviéndolos y alzándolos como si fuera a hacerlos dormir sobre las nubes.
Pero volvieron a sentir el suelo. Tenían los miembros algo doloridos y se sentían entumecidos. Por suerte no parecía nada grave. Sus heridas y cansancio se habían desvanecido. Tristan comprobaría que su brazo se había recuperado. La oscuridad en su interior, por otra parte, continuaba ahí pero… Más contenida. Como si se hubiera reprimido ante la presencia de algo… O si algo estuviera envolviéndola para que no hiciera más daño. Como un sello.
El rey estaba en su trono y también parecía intacto.
En el centro de la sala de audiencias, estaba Nithael. El ángel había caído de rodillas y sostenía el cuerpo inerte de Charlotte entre los brazos, meciéndola como si fuera un bebé. El ángel lloraba y se estremecía.
Y no solo de pena.
Estaba tan pálido que parecía que se hubiera desangrado; sus ojos se habían inyectado en sangre y tenían un extraño brillo metálico. Pero lo peor eran sus alas. Los tres recordarían su nívea pureza, que casi parecía resplandecer. Ahora, desde la raíz, se extendían zarcillos negros que teñían sus plumas y se extendían, lentos pero sin pausa, con la intención de devorar las alas.
Nithael había hecho caso a Maléfica. Había absorbido toda la oscuridad de la sala a la vez que empleaba sus artes curativas para sanarlos. No había llegado a tiempo, sin embargo, para salvar a Charlotte, a la que le había cerrado los ojos. La espina continuaba clavada en su pecho, latiendo oscuridad. Era imposible sacársela sin destrozarse los dedos.
Nithael se estremecía de dolor y todavía brotaba luz de su pecho. Estaba muy, muy débil, tanto que les sorprendió que pudiera hablar:
—
Flora… traed a… Flora…Y se desplomó de costado, inconsciente. Las zarzas oscuras seguían extendiéndose por sus alas. Si no se daban prisa, las consumirían. En seguida se darían cuenta de que la magia curativa de su nivel, o las pociones, no harían nada. Necesitaban magia mayor, magia de un hada para competir con la magia de otra hada.
El rey seguía inconsciente pero si lo sacudían lo suficiente podría espabilarse. Por otra parte, al salir, encontrarían a toda la gente muerta, inconsciente, o al borde de la muerte —como era el caso de Heike— cerca de la entrada del palacio. Garuda se acomodaría sobre el hombro de Tristan y miraría hacia un camino que parecía dirigirse a las torres.
¿Dónde diantres podía estar Flora? ¿En las murallas? ¿En la torre? ¿En alguna zona de la ciudad ayudando a los refugiados? Tristan ya no podía ver las auras; este don se había ido junto con el brazo herido, así que estaría tan perdido como sus compañeras. Dividirse sin más podría ser una pérdida de tiempo demasiado grave. Debían pensarlo bien y actuar como un equipo.
Y fue en ese momento cuando escucharon la voz triunfante de Maléfica y los gritos de lamentación que llegaron desde el exterior, desde la muralla:
—
No dudéis más, príncipe. Si dejáis las murallas atrás, prometo no destruir vuestro reino.
Los gritos de protesta se incrementaron, mezclándose con el llanto.
Por supuesto. ¿Cómo iba a quedarse viendo sufrir a su pueblo el príncipe que dejó ir a su amada, al borde de la muerte, con tal de quedarse a protegerlo?
Pero ¿eso significaba que tenía lo que Maléfica le había pedido? ¿O quizás la perla la tenía todavía Flora y el cuerno estaba a salvo en la torre, hacia donde miraba Garuda?
Victoria
VIT: 40/40 [+1 Acc]
PH: 20/20
Celeste
VIT: 20/20
PH: 10/22
Tristan
VIT: 28/30
PH: 11/22
Fecha límite: jueves 5 de mayo.