[Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Trama de Nikolai, Victoria, Ban, Saito + Celeste y Aleyn

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Jue May 26, 2016 1:18 am

¿Estás seguro de lo que dices? Sacarme de aquí implicaría tener que cargar conmigo. Sería un estorbo. Y no creo que seas un Caballero que ha venido a rescatarme de mi cautiverio en la torre.

Nikolai miró la sonrisa de Joana con angustia y hundió los hombros, con la cabeza gacha. Claro que era consciente de que no era ningún héroe salvador de damiselas en apuros, y que si estaba allí fue por casualidades del destino tras cagarla estrepitosamente con la misión a cumplir. Sí, aun tendría que encargarse de ayudar a Nanashi, y solo cargando con ella se podía hacer a la idea de que salir de la Montaña no sería sencillo.

A pesar de todo y llegados a ese punto le insistió, cabezota de él.

Eres un buen muchacho, pero creo que olvidas que soy madre de Melkor. ¿De verdad quieres darle alas al general que ha destrozado a tantos pueblos humanos?

Como decía la mujer y cualquier otro que le conociese un poco, si de algo pecaba es de ser un blando que pecaba de ser una buena persona. Pero era consciente de que no todo lo que le hacía actuar era buena voluntad… o al menos él quería creerlo de esa manera. Detestaba que le tomasen por una especie de héroe altruista cuando no era cierto.

Sepa que esto no lo hago por su hijo. Si puedo evitar que Maléfica siga usándola de excusa para que Melkor cometa más atrocidades, tenga por seguro que lo haré —dictaminó con dureza.

Por eso quiso buscarse un motivo de interés para hacer lo que estaba haciendo. Tal vez alguna forma de compensar su error con la Corona, o de cumplir en parte la misión y darle un golpe a Maléfica del que le costase recuperarse.

Fuera como fuese, en el fondo no quería dejarla en una celda, siendo la herramienta de aquella bruja durante el resto de su vida.

Pero visto así, es que estoy poniendo excusas. Si desaparezco, Melkor tendrá que asumir sus acciones.

Y tras guardarse el huso en la manga, dijo:

De acuerdo, pues. Sácame de aquí, noble caballero.

Nikolai se quedó un poco perplejo. No esperaba que Joana fuese a aceptar tan rápido, pero que además le llamase “noble caballero”… Una amarga sonrisa le asomó por las comisuras de los labios. Que la mujer estuviese depositando tanta confianza en él le hizo ser más consciente que nunca de que no podía fallar en una labor que no solo le hacía bien a ella, sino a todos ellos.

Antes de que pudiese pensar en cómo actuar, sintió la vibración del móvil y lo sacó (no le importó mostrarlo cuando Joana ya lo había visto, además de a Saic). Un mensaje de Saito le esperaba en la bandeja de entrada.

Para Nikolai:

Hemos hecho un antídoto temporal, lo traeremos ya. Hemos entablado combate, pero está solucionado por ahora.


Nikolai cerró los ojos y suspiró de puro alivio. Había llegado a leer lo de que se enzarzaron en una lucha y se preocupó por un par de segundos pero… ¡Lo tenían! ¡Joder, lo tenían!

Han conseguido el antídoto —le informó a Joana con una mezcla de júbilo y cansancio—. Ahora solo tenemos que…

No pudo terminar de hablar cuando el móvil volvió a vibrar. Sin embargo, esta vez no era un mensaje; Niko frunció el ceño al ver la llamada entrante de Tristan y, tras vacilar y mirar de soslayo a Joana, se lo colocó en la oreja.

Dime.

Soy Tristan. ¿Está Nanashi contigo?

«Si tanto te preocupa, habértelo pensado antes de hacer el imbécil y dejarnos en la estacada.»

Tensó la mandíbula y pensó en algo rápido antes de quedarse demasiando tiempo callado. Ni quería preocupar a los demás con lo que llevarían encima, ni quedar en evidencia como el mentiroso penoso que era. Por eso recurrió a las medias verdades:

Ahora mismo no puede ponerse. Tenemos unos cuantos problemas encima.

Colase o no, Tristan no hizo más preguntas al respecto y prosiguió con el motivo de su llamada.

Necesitamos que la madre de Melkor se ponga a hablar con su hijo, ¿la tienes cerca? —«Espera, ¡qué!», parpadeo sucesivas veces—. Que se ponga, rápido.

Nikolai abrió y cerró la boca, parándose a pensar unos instantes. Oh, demonios, ¿ya habían hecho contacto con Melkor? Se despegó el aparato de la oreja, alzándolo con un atisbo de duda, y posó sus ojos en Joana.

Es posible que puede hacer algo más que desaparecer para que Melkor sea consciente de sus actos —dijo, acercándole el móvil—. Parece que mis compañeros del castillo de Huberto están negociando con su hijo, y les gustaría que tuviese unas palabras con él.

Ante la posible incertidumbre que tendría la pobre mujer en esos momentos, Nikolai le explicó en pocas palabras que lo que tenía en la mano era un artefacto mágico (no sabía ni por qué se esforzaba en camuflarlo después de haber quebrantado las normas de manera tan descarada) que permitía comunicarse con alguien desde grandes distancias. Activó la opción del manos libres y le aseguró que la persona con la que hablaría desde el aparato era su hijo.

Una vez terminase y saliese lo que saliese de la conversación entre madre e hijo, llegó el momento de decidir que hacían para salir sanos y salvos de la torre. Con tantas interrupciones tuvo tiempo para improvisar algo. No era el mejor de los planes, pero sí el que menos peligros conllevaba.

Antes de ir a ninguna parte tenemos que esperar a que lleguen mis compañeros con el antídoto. Mientras tanto, él y yo vigilaremos afuera por si han aumentado la seguridad. —Señaló a Saic y luego bajó el dedo al suelo—. Usted permanezca aquí hasta que volvamos y el camino esté despejado.

De ninguna manera iba a arriesgarse a sacar a Joana cuando medio pelotón de goblins le estaba buscando. Mientras siguiese en su celda, ella no correría peligro alguno al seguir en su “sitio” de siempre. Primero tenía que esperar a que llegase la caballería y que él mismo les allanase el camino nada más llegasen.

La patrulla que llevarían a cabo administrador y asistente sería la siguiente: gracias a su capacidad de vuelo, Saic se elevaría lo máximo posible al techo y evitaría en todo momento la luz de las antorchas, resguardándose en todo momento en los recovecos oscuros. En el caso de que divisase a alguien acercándose, le mandaría una señal a Niko haciendo vibrar su móvil una o varias veces —dependiendo del número de individuos que aviste— y variando su duración según a quien vea —una señal corta para los goblins, y una más larga para los orcos—.

Nikolai se escondería en una de las celdas nada más recibir el mensaje y otearía por la cerradura. Guiándose por la señal que le mandaría Saic en el caso de que tuviese cerca a un goblin alejado del grupo, alargaría el brazo y lo agarraría del cuello para evitar que gritase. Una vez a su merced, tan solo tendría que dejarlo inconsciente con un golpe rápido y aguardar a repetir la jugada.

Cuantos menos guardias campando a sus anchas, mejor.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Soul Artist » Jue May 26, 2016 2:16 am

La cosa estaba bastante negra. Heike había hecho dudar a Melkor, que ya era más de lo que cualquiera de nosotros parecía haber conseguido. El plan se puso en marcha de inmediato: Tristan usó el móvil para intentar llevar al gigantón a nuestro lado (chantajeado, por supuesto), cosa que a Heike no parecía hacerle la mínima gracia. Tampoco es que yo me fiara del pelirrojo, pero era la única baza que teníamos.

También estaba la opción del príncipe. Abandoné el grupo después de comentarles que me ausentaba un momento con la intención de encontrarle y reunirme con él lo más rápido posible. Mi objetivo era intentar convencerle de que, si Melkor aceptaba, sería mejor engañar a Maléfica fuese con su presencia como falso rehén, o bien con los tesoros reales que tanto buscaba la bruja. Sea como fuere, hablaría con él al respecto.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Sally » Jue May 26, 2016 2:51 am

Un escudo protege de la magia que se va a efectuar, no contra maldiciones que ya han sido impuestas. De lo contrario, ya lo habríamos usado en su momento. No, el escudo no rompe maldiciones —Aleyn apretó la mandíbula. Al menos estaban probando todas opciones posibles—. Sin embargo, servirá para protegeros y derrotar a Maléfica, si alguien tiene el suficiente valor para enfrentarse a ella. Al lado de la Espada de la Verdad, todo es posible.

Freyja invocó el Escudo, y la ansiedad de Aleyn se diluyó un poco. Dejó que Abel lo cogiera. Preferiría llevarlo él, claro, pero suponía que iba a necesitar de la ayuda de las dos armas que portaba, y no tenía tres manos. A algo tenía que renunciar, y mentiría si dijera que no había acabado acostumbrándose a empuñar la Espada, aunque a su mano no le entusiasmase tanto.

Poco. Unas horas. Cuando se ponga el sol, la maldición de la princesa desencadenará una violenta reacción en las Espinas y ya no podré contenerlas más. En ese momento, la princesa morirá. —Aleyn intentó mantenerse impasible al escuchar aquellas palabras, a pesar de que el alma se le encogiera—. Sin embargo, si conseguís liberarme de la carga de las Espinas, me quedaría suficiente magia para… detener a Aurora antes de que muera. Podría mantenerla en ese estado hasta que encontréis una cura. Aunque sea, si conseguís debilitar las Espinas, será suficiente.

»La forma es usar tu arma, Portador. Debes cerrar el Corazón. La Oscuridad lo ha abierto. Sin embargo, al interactuar con el Corazón, la Oscuridad reaccionará y muy probablemente te atacará
—«Maravilloso»—. Y antes debes destruir las Espinas si quieres cerrar el Corazón. Eso lo dejará enfermo pero… nos dará tiempo para encontrar una solución. Para curar a Aurora y usar su luz. ¿Qué decís?

Sellar el Corazón les obligaba a abandonar a Aurora, ya que sería muy peligroso acercarla a las espinas. Y era probable que el lugar más seguro para ella en ese momento fuera en compañía de Freyja. El hada al menos podría impedir que vagabundeara y su maldición la llevara a encontrarse con alguna trampa. Pero tampoco sabía hasta qué punto podría protegerla Freyja. ¿Y si el Aprendiz de Bastión Hueco les había seguido tras fingir su huida y había alertado de su presencia a sus enemigos? ¿Y si cualquiera de los dos Mateus llegaban al castillo? ¿Y si aparecían Ahren, Diablo, la misma Maléfica? Suponía que el asedio los estaría manteniendo ocupados y distraídos, pero si interactuaban con la magia de la Emperatriz del Mal estaba claro que ella lo percibiría de alguna manera.

Recordó las palabras de Fauna, cómo el cuerpo de Nanna había sido arrojado por una ventana después de que la asesinaran. No podía empezar siquiera a imaginar lo que sería volver de la cripta y ver a Aurora desmadejada en el suelo, rodeada de rojo como antes había estado rodeada de espinas…

No. No tenía tiempo para pensar en lo peor que podría pasar. Estaban con el agua el cuello. Solo podían actuar y esperar que la Fortuna no truncara su sonrisa por un mordisco.

Sanar el Corazón supondría un duro golpe para Maléfica. Y si, gracias a ello, logramos arañar más tiempo para encontrar una cura para la princesa… Merece la pena intentar acabar con su Oscuridad —Miró a Abel, buscando su aprobación—. Es probable que el Escudo y la Espada sean necesarios en otro lugar, mas si perdemos el Corazón no habrá nada que hacer contra la oscuridad. Deberíamos apresurarnos.

Con todo, se acercó para darle a Aurora un beso en la frente. Un gesto que para ella pasaría desapercibido.

Después se volvió hacia Freyja.

En vuestro estado, es casi ofensivo pediros esto, mas, os lo suplico: protegedla hasta que regresemos. Su cuerpo parece obedecer a la voluntad de Maléfica. Antes fue atraída por las espinas; de camino hacia la torre la sala del trono reclamaba su atención. Desconozco si es por el recuerdo de sus padres o si allí aguarda otra trampa. No permitáis que salga de esta habitación.

»Antes de partir, ¿tenéis algún consejo que pueda ayudarnos en nuestra misión?


Realizó una leve reverencia de nuevo, como despedida. Sin embargo, antes de partir hizo una última comprobación de que nada allí pudiera ser peligroso para la princesa. Pensó en dejar a Ygraine allí, vigilando a la princesa, pero teniendo en cuenta la advertencia de Freyja acerca de que la Oscuridad le atacaría. Iban a necesitar todas las manos —y zarpas— disponibles.

Como última comprobación, le pediría a Abel el Escudo un segundo. No habían sabido de antemano qué aspecto tenía; de las indicaciones de Odín solo se sacaba en claro que emitía un aura similar a la de la Espada. Así que comprobó si aquello que había invocado Freyja cumplía dicha condición.

Si era así, le devolvería el Escudo a Abel y saldría de la habitación sin más ceremonias.

Si el primer paso es destruir las espinas —le diría entonces al capitán—, deberíamos buscar algo con lo que acelerar el proceso. Han crecido demasiado como para acabar con ellas del mismo modo con el que hemos echado abajo las puertas. El polvo ha resultado efectivo, si bien no parece muy sensato emplear mucho material explosivo en una cripta; podría derrumbarse. Tal vez sería mejor probar con fuego únicamente. Aunque no sé dónde en el castillo podríamos obtener más.

«O si tan siquiera funcionará» añadiría, ya no en voz alta, al recordar cómo el fuego de la explosión había quedado congelado en el tiempo. Quizás acercar una antorcha a las espinas no hiciera nada. Eso sin tener en cuenta lo complicado que sería para él estar cerca de un incendio tan grande como el que debían provocar para quemar todas las espinas.

Pero probar no haría daño a nadie. Así que si Freyja no les había sugerido nada en especial, o Abel no tenía ninguna otra idea acerca de cómo lidiar con aquel problema, Aleyn sugeriría buscar, de camino a la cripta, materiales con los que encender un fuego, manteniendo un ojo avizor por si acaso encontraba alguna cosa fuera de lugar o que pudiera serles de utilidad.

Por otro lado, si el supuesto Escudo no provocaba ninguna reacción especial o no le producía una sensación similar a la de la Espada, también se lo devolvería a Abel, pero la actitud de Aleyn sería totalmente distinta. Intentaría acercarse a Freyja para poder rozarla —no cortarla, no iba a hacerle daño a un hada, y menos a una que se encontrase en un estado tan deplorable, a menos de que tuviera la absoluta certeza de que se trataba de un enemigo— con la Espada. Si Freyja estaba relacionada de alguna manera con Maléfica, probablemente reaccionaría al entrar en contacto con ella.
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Ronda 8

Notapor Suzume Mizuno » Vie May 27, 2016 11:37 pm

Aleyn




Sanar el Corazón supondría un duro golpe para Maléfica. Y si, gracias a ello, logramos arañar más tiempo para encontrar una cura para la princesa… Merece la pena intentar acabar con su Oscuridad.—Abel esbozó una sonrisa desagradable y asintió con la cabeza—. Es probable que el Escudo y la Espada sean necesarios en otro lugar, mas si perdemos el Corazón no habrá nada que hacer contra la oscuridad. Deberíamos apresurarnos.

En efecto, Aurora no reaccionó al beso de Aleyn, que notaría la piel de la chica dolorosamente caliente. Freyja aceptó sin dudar proteger a Aurora mientras escuchaba con preocupación la información que le transmitía Aleyn.


Antes de partir, ¿tenéis algún consejo que pueda ayudarnos en nuestra misión?

Es muy posible que aparezcan criaturas de oscuridad para defender las Espinas. Hasta ahora no lo han hecho, sospecho que se debe a que Maléfica… Deseaba que llegarais hasta aquí. Quizás no quería que Aurora recibiera ningún daño para que la maldición se cumpliera como ella había previsto. Lo desconozco. En cualquier caso, Maléfica no habrá dejado las Espinas sin un guardián. La Espada y el Escudo no acabarán con ellas, pero serán muy útiles. No permitáis que os las arrebaten.

»Siento no poder deciros nada más. Id cuanto antes, por favor.


Aleyn pudo comprobar que sí, el Escudo tenía una suave aura, aunque parecía adormecida siempre y cuando no se aproximara demasiado a Aurora.

Si el primer paso es destruir las espinas —dijo Aleyn a Abel—, deberíamos buscar algo con lo que acelerar el proceso. Han crecido demasiado como para acabar con ellas del mismo modo con el que hemos echado abajo las puertas. El polvo ha resultado efectivo, si bien no parece muy sensato emplear mucho material explosivo en una cripta; podría derrumbarse. Tal vez sería mejor probar con fuego únicamente. Aunque no sé dónde en el castillo podríamos obtener más.

Con un poco de polvo podría crear fuego.—Abel sacudió su capa—. Arderá bien. Y siempre podemos romper una puerta e intentar ver si arde.

Así pues, mientras bajaban por la escalera, Abel fue señalando diferentes telas que quizás funcionaran. El problema era que se quedaban rígidas y en la misma postura en la que habían quedado congeladas, aunque las cogieran y llevaran consigo. Lo mismo se podía decir de la madera astillada. Abel refunfuñó que lo único que funcionaría era usar cosas que estuvieran fuera del tiempo, ya fueran sus propias armas o sus ropas para quemarlas. Aleyn recordaría que podía usar un elemento bastante similar al fuego, que era el rayo, si llegaban a esa necesidad, para prender la capa de Abel.

Al llegar a la cripta todo estaba como lo habían dejado, incluyendo el polvo derramado. Si querían, podían usar el método de Aurora para prender fuego.

Y luego, si continuaban bajando, volverían a encontrar esa luz latente y atrayente, manchada, corrupta, por culpa de las Espinas. Abel aferró el escudo.

Bien, el mago eres tú. ¿Qué hacemos?—dijo el capitán, claramente incómodo por tener que cederle la iniciativa pero dispuesto a escuchar.


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****
Saito




Recupera tus fuerzas y huye por el balcón para reunirte con el otro muchacho, Nikolai, en la torre donde tienen a Nanashi. Sálvala.

Primavera se quedó mirándolo un momento. Después asintió con la cabeza, cogió como pudo la poción y salió por la ventana revoloteando torpemente. Saito, por su parte, pudo clavar su hoja en el hombro de Ahren y la despetrificación, de pronto, empezó a ralentizarse. Pero no podía saber hasta qué punto afectaría al aprendiz de Maléfica.

El grupo de goblins que apareció por la escalera frenó en seco al ver a quién sostenía a punto de cortarle el cuello:

Tirad las armas por el hueco de la escalera y entrad en la habitación. ¡AHORA!

Se miraron entre ellos con nerviosismo y uno con aspecto porcino se adelantó con la espada desenvainada y un aire muy siniestro. Era casi tan grande como Saito y pesaba, sin duda, muchos kilos más.

Si muere, responderéis vosotros ante Maléfica.
Eso lo detuvo en seco. Era difícil deducir si se estaba poniendo lívido o no con una piel tan diferente pero, al menos, no parecía dispuesto a avanzar más. De momento.

Podríamos llegar a un acuerdo. Quiero hablar con el que ahora esté al mando: para empezar quiero saber que ha hecho vuestra señora con la maga y cuales son sus planes para ella.

Quizás fue el hecho de que un humano se les pusiera farruco, que tuvieran hambre o que la idea de tener que contar los planes de su Señora les asustara todavía más a que hiciera daño a Ahren. El caso es que el goblin porcino y un compañero menos grueso se adelantaron con las espadas en alto. El golpe de agua los arrojó rodando por las escaleras y arrastraron a un compañero más por el camino.

Quedaron cuatro, que lo miraron con una mezcla de hostilidad y rabia. Saito podía percibir su debacle interna: no sabían qué era peor, enfrentarse a él o sufrir luego la ira de Maléfica.

Entre tanto, la petrificación de Ahren estaba a punto de deshacerse por completo, pero el chico estaba medio adormilado y solo se le escapó un quejido, ni siquiera parecía consciente de la situación en la que se encontraba.

Al final, a regañadientes, uno de los goblins dijo:

La Señora no nos dice qué va a hacer con la hechicera. Danos al Aprendiz, chico.

Y lárgate de aquí.

Quizás pensaban que si le dejaban ir, los dejaría en paz. O puede que fueran lo suficiente estúpidos para creer que Saito se fiaría de ellos. ¿Cómo iba a dejar a su principal rehén… que, por cierto, comenzaba a moverse? Quizás por ser un hada tenía una resistencia natural a cierto tipo de drogas adormideras.

¿Qué prefería Saito? ¿Entregar a Ahren y arriesgarse a salir corriendo? Parecía que los goblins le tenían miedo, quizá no irían tras él. Con un ama como Maléfica sin duda sentían un reverencial respeto por la magia. Y Ahren todavía estaba espabilándose, no podría ir tras él de inmediato, menos si volvía a intentar drogarlo.

Por otra parte, quizás sería mejor llevarse a Ahren consigo como rehén, aunque tendría que lidiar con él y sería problemático… Además de que los goblins se verían obligados a seguirlo o, al menos, a dar la alarma.

En cualquier caso, si hacía verdadero daño a Ahren, los goblins atacarían: mejor capturarlo con Ahren herido o muerto a que este sufriera heridas y encima el humano se les escapara.

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Saito
VIT: 68/70
PH: 17/32



****
Nikolai



Es posible que pueda hacer algo más que desaparecer para que Melkor sea consciente de sus actos —Joana arqueó las cejas y se quedó mirando el móvil que le tendía Nikolai—. Parece que mis compañeros del castillo de Huberto están negociando con su hijo, y les gustaría que tuviese unas palabras con él.

No pidió ayuda, pero sí inclinó la cabeza con agradecimiento cuando el chico le explicó cómo funcionaba aquel aparato tan ajeno a ella.

¿Hijo?—preguntó Joana, algo vacilante.

Madre… Así que decían la verdad.

Joana sonrió.

Los Caballeros tienen magia muy curiosa. He escuchado que están intentando negociar contigo.

Melkor rió con voz profunda al otro lado.

Más bien me están amenazando con matarte. No saben que ya estoy acostumbrado.

Oh…—Joana miró de reojo a Nikolai—. No creo que lo hagan, no son más que niños.

Lo sé.

El que está aquí ha ofrecido sacarme. Voy a acompañarle, quieras o no. Melkor, sabes lo que pasará si la traicionas.

Sí.

Entonces haz lo que debas hasta el final.

Joana le devolvió a Nikolai el móvil con una sonrisa serena.

Antes de ir a ninguna parte tenemos que esperar a que lleguen mis compañeros con el antídoto. Mientras tanto, él y yo vigilaremos afuera por si han aumentado la seguridad. Usted permanezca aquí hasta que volvamos y el camino esté despejado.

A la orden, joven Caballero.

Y volvió a mecerse como si no hubiera pasado nada.

Nikolai, por su parte, nada más salir y que Saic se alejase de el, recibió una vibración. Él mismo escuchó las pisadas y el traqueteo de la armadura. Tuvo el tiempo justo para meterse en la celda antes de que una figura de orco apareciera por el pasillo.

Pero antes incluso de que la tal Ronna abriera la puerta, por la velocidad que fue tras él, Nikolai comprendió que había estado esperándolo.

Entró en la celda con una espada en la mano y una sonrisa peligrosa.

Hola, chico.

Y se arrojó contra él con un potente mandoble que iba de arriba abajo, preparado para cortarlo en dos.


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Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]

Saic
VIT : 22/22
PH: 8/12



****
Victoria, Celeste y Tristan


¿Quieres a tu madre, desgraciado?

Melkor desvió ligeramente los ojos hacia ella.

Podríamos obligarte a que te quedaras, sí, pero eso no beneficiaría a nadie: ni a ella, ni a ti, ni a nosotros.. Sólo a Maléfica. La misma que tiene encerrada a tu madre en una sucia celda. ¿Quieres regresar corriendo a chivarte? No es mi familia a la que tiene ahí recluida como a un animal. Da gracias a que no lo es. Porque de ser así —de saber que alguien la está intentando salvar—, a estas alturas ya tendría la cabeza de Maléfica sobre una pica.

»Y encima te atreves a darme lecciones de honor.

El discurso de Celeste podría haber impresionado a Melkor de no haber visto la precaución con la que retrocedía hacia Heike, lo cual le hizo esbozar una sonrisa irónica.

¿Capitana..? —Heike, que aferraba con muchísima fuerza su espada, miró de reojo a Celeste—. No voy a fingir que entiendo cómo os sentís ahora mismo. Pero... pero creo que esta pequeña tregua es nuestra única opción —Heike apretó los labios—, al menos si queremos acercarnos a Maléfica lo suficiente como para conseguir hacerle daño. Si le convencemos de que quiere unirse a nosotros...

Antes me clavaría mi propia espada.

Entonces Celeste se aferró a su brazo y consiguió captar toda su atención. Heike la miró con sorpresa. Se veía que no estaba acostumbrada a que un «subalterno» la cogiera de esa forma.

Es un asesino. Lo sé, y sé que no merece tener la cabeza sobre los hombros ni un segundo más, pero habrá que esperar un poco para hacer justicia. Sólo un poco. Por favor. Si aceptáis... si vos y el príncipe aceptáis, vuestros hombres también lo harán.
Heike abrió y cerró la boca, miró con rabia hacia Melkor y luego cerró los ojos, llevándose los dedos al puente de la nariz. Luego apartó a Celeste con suavidad y le dedicó una media sonrisa.

Para pensar eso le has dicho todas las cosas que me hubiera gustado decir a mí.

Entonces Tristan avanzó hacia Melkor.

Alguien quiere hablar contigo. Esto es un aparato mágico, no te asustes, ¿vale? No hace ningún daño.

Muchacho, si la magia me diera miedo no viviría al servicio de Maléfica.

Cogió el móvil mientras todos los soldados guardaban un silencio absoluto. Del aparato salió la voz de una mujer.

¿Hijo?

Madre… Así que decían la verdad.—Melkor no parecía incómodo ni tampoco alegre de poder hablar con la dama.

Los Caballeros tienen magia muy curiosa. He escuchado que están intentando negociar contigo.

Melkor rompió a reír a carcajada limpia, mirando a Heike, que parecía a punto de abalanzarse sobre él, y a Celeste.

Más bien me están amenazando con matarte. No saben que ya estoy acostumbrado.

Oh…No creo que lo hagan, no son más que niños.

Lo sé.—Melkor miró a su alrededor con absoluta tranquilidad, como si no hubiera una diferencia de, al menos, 1 a 50.

El que está aquí ha ofrecido sacarme. Voy a acompañarle, quieras o no. Melkor, sabes lo que pasará si la traicionas.

—respondió Melkor, alzando los ojos al cielo, como si buscara algo. Quizás un cuervo metomentodo. Pero no había nada, estaba despejado.

Se acercaba la tarde y ya no faltaba mucho para el atardecer y que se cumpliera la maldición de Maléfica.

Entonces haz lo que debas hasta el final.

Del móvil no volvió a salir ninguna voz, así que Melkor se lo lanzó a Tristan, que no tuvo problemas para atraparlo al vuelo, quitando que el brazo donde sujetaba la espina le empezaba a doler bastante.

Entonces, de entre la multitud, salió Felipe seguido por Victoria. Esta no había necesitado insistir mucho para convencerlo, pues el príncipe había observado la situación y estaba decidido a hacer lo que fuera para salvar a su gente.

¿Qué es lo que deseas, Melkor? Puedo ofrecer protección para vuestra...

Melkor alzó la mano.

No prometáis cosas que no podéis cumplir, príncipe. Estamos a punto de tomar vuestro reino, es evidente que no podéis ofrecerme ninguna protección.

Entonces ¿tendremos que convencerte por la fuerza?

No, Heike. Pero mis condiciones son estas: el príncipe ha de venir conmigo. Maléfica no pretenderle hacerle daño. Al menos de momento. Los tesoros que ha pedido el Hada Oscura, también. Mi madre me será entregada antes de dos días. Y…—Entornó los ojos—. Al menos dos aprendices de Caballero tendrán que venir conmigo, para que puedan proteger al príncipe. Y si tenéis algún plan para matar a Maléfica, porque es la única forma de que no conquiste vuestro reino, será mejor que la compartáis conmigo. A menos que no os fiéis, en cuyo caso…—Se encogió de hombros.

¡Eso es…!

Capitana—la detuvo Felipe con decisión—. Es un trato.

Melkor sonrió, se dio la vuelta y cruzó el portón. Felipe respiró hondo y se acercó un momento a Celeste, inclinando la cabeza a modo de disculpas.

Por favor, os pido que me acompañéis dos de vosotros. Es nuestra última oportunidad

Independientemente de si le seguían o no, Felipe marcharía tras Melkor y Heike, rechinando los dientes, ordenaría que nadie le siguiera.

Debían decidir si le acompañarían o no y, en el caso de hacerlo, quiénes irían y cuánto le contarían a Melkor.

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Victoria
VIT: 40/40 [+1 Acc]
PH: 20/20

Celeste
VIT: 20/20
PH: 15/22

Tristan
VIT: 20/30
PH: 11/22


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Señores que están en el castillo de Maléfica: recomiendo ir pensando en escapar. Si seguís más tiempo en una misma localización os van a empezar a salir las cosas mal, muy mal, así que reuníos y pensad en largaros de allí cuanto antes.

Para Sally comentar que si quiere puede poner varias opciones sobre lo que va a hacer antes de acercarse a la Cerradura.

En cuanto al sufrido resto: en el siguiente post, si vais con Melkor, os encontraréis con Maléfica sí o sí, dentro de su tienda. Melkor no os dirá nada a menos que vosotros pongáis de vuestra parte. Ya os digo por aquí que lo ideal sería que pidierais que os atara, al menos por encima, para que parezcáis prisioneros (y eso) y que la trola cuele. Podéis elegir confiar (o no) en Melkor pero si actuáis de inmediato y a lo tonto se volverá en vuestra contra porque no le apetece morir. Id con cuidado, bebeos ahora todos los éteres y pociones que podáis necesitar y ¡buena suerte!

Si os quedáis en el reino sois libres de hacerlo. La tregua se habrá cumplido a tiempo y queda esperar a ver qué sucederá después.

Por otra parte, está la opción de decir: ¡no, nos fiamos de Melkor, matémoslo, impidamos que Felipe se marche! En cuyo caso empezaríais una pelea con un Jefe así que en tal caso bebed todo lo que tengáis a mano.


Fecha límite: miércoles 1 de junio.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Ronda #8 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Mié Jun 01, 2016 9:01 pm

¿Hijo?

Madre… Así que decían la verdad.

La primera impresión no fue buena. Melkor no se mostraba contento, ni preocupado, por estar hablando con su madre. Por un segundo, Ban temió que todo se fuera al garete.

Los Caballeros tienen magia muy curiosa. He escuchado que están intentando negociar contigo.

Más bien me están amenazando con matarte. No saben que ya estoy acostumbrado —respondió él, con una carcajada.

Oh…No creo que lo hagan, no son más que niños.

Lo sé.

Eh, eso ofendía. Aunque, pensándolo bien, Ban tenía sus serias dudas sobre si el inútil de Nikolai sería capaz de hacer lo necesario con Joana si la situación se ponía fea.

El que está aquí ha ofrecido sacarme. Voy a acompañarle, quieras o no. Melkor, sabes lo que pasará si la traicionas.

.

Su respuesta vino acompañada de una mirada hacia el cielo, como si estuviera asegurándose de algo... O decidiendo lo que hacer. Pronto atardecería.

Entonces haz lo que debas hasta el final.

Con aquella última frase, se dio por finalizada la conversación. Melkor le lanzó el móvil a Ban, quien al ir a cogerlo notó que el brazo de la espina empezaba a dolerle más de la cuenta y tuvo que apoyarse un momento en el suelo para reponer fuerzas. Empezaba a temer que si no lo hacían pronto, no resistiría con la espina clavada mucho más.

¿Qué es lo que deseas, Melkor? Puedo ofrecer protección para vuestra... —Felipe, el principito, había acudido al grupo después de que Victoria se lo pidiese.

No prometáis cosas que no podéis cumplir, príncipe. —Le interrumpió—. Estamos a punto de tomar vuestro reino, es evidente que no podéis ofrecerme ninguna protección.

Entonces ¿tendremos que convencerte por la fuerza?

Y dale con hacerlo a lo bruto.

No, Heike. Pero mis condiciones son estas: el príncipe ha de venir conmigo. Maléfica no pretenderle hacerle daño. Al menos de momento. Los tesoros que ha pedido el Hada Oscura, también. Mi madre me será entregada antes de dos días. Y… Al menos dos aprendices de Caballero tendrán que venir conmigo, para que puedan proteger al príncipe. —Ban se estremeció, invadido de nuevo por sus miedos. Sí, sabía desde el momento en el que decidieron intentar utilizar la espina que tendría que reencontrarse con Maléfica, pero escucharlo en voz alta hacía que le temblaran las piernas—. Y si tenéis algún plan para matar a Maléfica, porque es la única forma de que no conquiste vuestro reino, será mejor que la compartáis conmigo. A menos que no os fiéis, en cuyo caso…

¡Claro que no se fiaban de él! Pero no les quedaba otra opción que hacerlo, porque el tiempo se agotaba. Para Ban, para Nithael, y para el reino. Tenían que actuar ya.

Felipe hizo de intermediario, aceptando el trato de Melkor a pesar de las quejas de Heike y pidiendo a los aprendices que fueran con él. Ban, aunque dubitativo, dio un paso adelante.

Contad conmigo —anunció, procurando mostrarse seguro. Acto seguido, se dirigió hacia Melkor—. ¿Sabes lo que es esto?

Mostró su mano que sujetaba la espina al orco, procurando no acercarse mucho. El dolor de solo mover el brazo ya era atroz.

»Ni siquiera Maléfica es inmune a esta espina. Solo tengo que acercarme a ella lo suficiente como para clavársela y entonces... Encontrar el antídoto que lleve encima para el veneno antes de que ella pueda usarlo.

Sonaba a un plan estúpido. Un plan suicida, mejor dicho, porque una vez consiguiesen envenenar a Maléfica y quitarle el antídoto, seguramente se daría la voz de alarma y se encontrarían rodeados de centenares de orcos, goblins, y todo tipo de monstruitos. Con un poco de suerte, Melkor sabría cómo arreglar esa parte... O eso esperaba.

Antes de marcharse, Ban le pidió una daga de hierro a Heike como precaución. Se tomó un éter, y le propuso a Melkor que les atase por encima para que Maléfica se confiase más al verlos como prisioneros. Por lo demás, Ban no intervendría si ni Victoria ni Celeste querían venir, aunque tampoco dejaría que las chicas le dejaran fuera. La tarea de la espina era suya.

Durante el trayecto a la tienda de Maléfica, Ban procuró mantener la vista baja y mostrarse derrotado para no despertar las alarmas de las tropas de Maléfica. Llevaría las manos en la espalda, procurando ocultar la espina para que no viese a simple vista. Eso sí, se fijó en todo detalle que pudo por si luego les servía al escapar. Cuando llegaron frente a la tienda de Maléfica, tragó saliva y, aunque le temblaban las piernas, entró.

No dejaría que sus impulsos le volvieran a controlar y actuara sin pensar (que la oscuridad estuviera controlada por el sello de Nithael ayudaba). De momento se mantendría tranquilo (o lo intentaría), dejando que la Señora Oscura se regodease por su victoria inminente mientras observaba la escena. Debía esperar.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor H.S Sora » Jue Jun 02, 2016 12:04 am

Mientras sostenía al niño pude contarlos: era un grupo de siete monstruos dispuestos a cazarme como me equivocase. Un solo error y lo lamentaría de por vida.

Uno de los más grandes frenó en seco ante la amenaza de matar a mi temporal y adormilado rehén. No parecían faltarle las ganas de cortarme algo más que los tendones… pero por ahora había logrado detenerle, o eso creía.

Pero al tratar de distraerlos sólo empeoré las cosas, aquel grandullón y uno de sus compañeros estaban dispuestos a empezara pelear, y no dudaba que los demás les seguirían después. Por suerte el Aqua+ lanzó a ambos fuera de la habitación, junto a uno de sus compañeros. Quedaban cuatro.

Notaba sus miradas, y la experiencia me decía que tenía que pensar algo o de un momento a otro se abalanzarían sobre mí sin importarles una mierda si me cargaba o no al niño; el mismo que había empezado a despertarse, pero por suerte el veneno trabajaba lo suficiente como para que todavía no reaccionase demasiado. Tenía que salir antes de que se espabilase del todo, ya que dudaba que se conformase con matarme de una forma rápida e indolora.

Ahren parecía más bien de los que se recrearía hasta la saciedad.

La Señora no nos dice qué va a hacer con la hechicera. Danos al Aprendiz, chico.

Uno de ellos parecía abierto al diálogo, aunque me tuve que controlar para no reprenderle que no iba a darles al “Aprendiz” así como así. Les miré con dureza y sopesé las pocas opciones que tenía. O, mejor dicho, las que me quedaban a aquellas alturas.

Y lárgate de aquí.

¿Es un farol?

Titubeé un momento antes responder.

Dejad las armas en la entrada y apartaos. No quiero juego sucio, os lo doy y me dejáis ir.

Si alguno de ellos hacía algún gesto amenazante o se negaba volvería a extender la mano en su dirección, simulando que preparaba algún hechizo. Parecían temer la magia, o al menos la respetaban lo justo como para entender que arriesgarse como los otros dos no era una opción muy acertada.

Dudaba en si darles al niño, pero no era que pudiese hacer mucho más. Ahren empezaba a moverse con más vehemencia, y a aquel ritmo estaría dando por culo más pronto que tarde. Intentar llevarlo conmigo era una locura que no estaba dispuesto a asumir, sobre todo si tenía en cuenta que podía girar mi propia arma para degollarme sin que apenas me enterase.

Avanzaría con cautela una vez se hubiesen apartado, e invocaría la guadaña a mi alrededor para que rotase sólo por si acaso intentaban atacarme.

Más lejos —diría cuando estuviese cerca de la entrada, me negaba a que me atrapasen de aquel modo tan patético.

Una vez allí desinvocaría la guadaña y recularía unos pasos para empezar a bajar y entonces soltaría al chico, empujándolo hacia ellos mientras echaba a correr escaleras abajo como alma que lleva el diablo. Tendría a mano otro Aqua+ por si me esperaban aquellos tres que habían bajado antes a nado, o por si surgían más intrusos en mi camino, o por si los rezagados de arriba se atrevían a perseguirme. También me defendería con la katana, aunque mi prioridad sería la de escapar.

Con el mapa de Tuk en mente, volvería sobre mis pasos lo más rápido que pudiese en dirección a la torre Oeste dónde esperaba que siguiese la Maestra Nanashi. Y con suerte Nikolai tampoco andaría muy lejos. Podíamos conseguirlo. Solo esperaba que no fuese demasiado tarde y que Primavera ya hubiese llegado.

Maléfica pagaría muy caro el haber jugado así con nosotros.

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Objeto que usará en caso de tener que defenderse

—Corazón de caramelo grande (hechizo Aqua+)
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[VK] Ronda #8 - Espinas Negras (II)

Notapor Soul Artist » Jue Jun 02, 2016 12:16 am

¿Qué podía salir mal de confiar todo un plan en un ogro pelirrojo el cual había dejado claro que traicionar a su jefa era algo estúpido? Bueno, ¿qué tal todo?

El príncipe había aceptado acompañar a Melkor tras chantajearle con la condición de su madre, y ni con esas estábamos ganando. Hablaba y actuaba como si controlara la situación, como si él fuese el jefe que nos daba de comer mientras nos tenía agarrados con correas invisibles. Exigió conocer el plan para atacar a Maléfica y solté una carcajada suave.

No hay nin...

¿Sabes lo que es esto?

Fulminé con la mirada al traidor, pero eso no le impidió seguir contando su plan. Bufé y apreté el puño, aguantándome las ganas de meterle una hostia. Tendría que esperar; ahora ya habíamos perdido el factor sorpresa y poco podíamos hacer.

Miré de reojo a Celeste y me pregunté qué haría ella en aquella situación. La saludé con la mano, indicando que por mi parte nuestros caminos se separaban otra vez si ella decidía quedarse con Heike, y me acerqué al príncipe. No me apartaría de su lado una vez fuera de los muros.

Príncipe, voy con vos. Me aseguraré de que no sufra ningún daño.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Jue Jun 02, 2016 12:28 am

¿Hijo?

Madre… Así que decían la verdad.

Ya habían pasado unos cuantos meses, pero reconoció la voz grave y profunda que salía del móvil. Era algo difícil de olvidar cuando su propietario y una manada de perros gigantes fueron lo primero que se encontró nada más llegar.

Los Caballeros tienen magia muy curiosa. He escuchado que están intentando negociar contigo.

Más bien me están amenazando con matarte. No saben que ya estoy acostumbrado.

Espera, ¿Qué estaban haciendo qué?

Oh…—Nikolai respondió a la mirada fugaz de Joana con una mueca de desconcierto. Lo mismo tendría que haberle preguntado a Tristan en que lío se habían metido antes de hacer nada—. No creo que lo hagan, no son más que niños.

Lo sé.

El que está aquí ha ofrecido sacarme. Voy a acompañarle, quieras o no. Melkor, sabes lo que pasará si la traicionas.

Sí.

Pues él no. Y más le valía que no lo descubriese más pronto que tarde, porque no tenía intención de quedarse a verlo. Ya tenía suficiente con que lo encerrasen y torturasen a su Maestra.

Entonces haz lo que debas hasta el final.

Joana le devolvió el móvil con una sonrisa y Nikolai le asintió, para luego soltar un largo suspiro. Pues ya estaba hecho. Saliese lo que saliese con el grupo del castillo de Huberto, él ya no podía hacer más por ellos. Tan solo asegurarse de sacar a la madre del tirano que le raptó a los pocos minutos de pisar el Reino Encantado y esperar que en ambos lados saliesen las cosas mínimamente bien.

Que eso ya era mucho pedir.

***


Saic no tardó en avisarle de que tenían compañía por los pasillos. Vaya, que poco habían tardado, aunque solo le llegó una vibración. Nikolai consideró la posibilidad de un ataque sorpresa y aceleró para esconderse en la celda más próxima. Pero fue entrar y tener que apartarse de la puerta al sentir unas pisadas rápidas, sospechosamente rápidas, en su dirección.

Quedó confirmado que no fue pura casualidad: la puerta se abrió y reconoció de seguida a la mujer orco de antes, con espada en mano y una sonrisa perniciosa. Nikolai apretó los dientes y echó un pie hacia atrás, llevándose una mano a la espada colgada de su cinto, que le quemaba como nunca.

El enemigo ya tenía planeada la emboscada mucho antes que él, por desgracia.

Hola, chico.

Y viendo el peligro encarnado en la hoja de Ronna, se dispuso a ejecutar una rápida voltereta para apartarse a un lado y esquivar el tajo descendente.

Hola y adiós.

Pero no decidió responderle con su arma, no allí, teniendo en cuenta que estaba tan jodido por todos lados que no se podía permitir (ni quería) el lujo de un duelo. Tras incorporarse, saldría escopetado hacia la puerta y saldría de la habitación. Que la tipa le gritase, le amenazase y se dejase los pulmones todo lo que desease, si quería darle caza tendría que correr.

Claro que primero tendría que seguirle fuera de la celda, y eso era justo lo que él quería. Esperando que Saic hubiese acudido ipso facto nada más ver a Ronna seguir a su dueño, el pequeño programa se plantó delante de la puerta y actuó en el momento justo para pillarla con su habilidad temporal, Retorno. A partir de ahí, Nikolai solo tendría que esperar a que sus movimientos se «rebobinasen» hasta el punto en el que se disponía a abrir la puerta. Dándole la espalda.

Entonces, ahí sí que desenvainaría la espada y arremetería con saña contra su nuca, usando la parte plana. Si eso no era suficiente, Saic también aportaría su granito de arena con un Electro.

De que sus esfuerzos no sirviesen para tumbarla y siguiese dándoles guerra, tocaría huir. Odiaría más que nunca recurrir a esa opción y tener que dejar a Nanashi y a Joana a un lado, pero si quería ayudarlas, necesitaba estar entero. Correrían escaleras abajo, lejos de las mazmorras. Con un poco de suerte, si Saito decía la verdad en su mensaje, se lo encontrarían junto a Primavera y contarían con más posibilidades de quitarse de encima a esa espada con patas.

Pero si su plan funcionaba y Ronna quedaba inconsciente, se la llevaría a la celda y, después de pasarle un éter* a Saic para que recobrase fuerzas, procedería a registrarla. Siendo un cargo superior entre el ejército de Maléfica, lo mismo podía encontrar algo de valor o que le sirviese para su huida. Luego la despojaría de todas las armas que llevase encima (solo se quedaría con lo que pudiese portar sin problemas, el resto lo dejaría en otra celda) y la encerraría con la llave echada.

¿Y luego? Por desgracia, luego le tocaba correr también escaleras abajo. Seguro que Ronna tenía más cabeza que la mayoría de goblins del castillo y se habría traído o avisado a más refuerzos con tal de que no se les volviese a escapar. Y quedarse allí o ponerse a trotar cargando con una pobre anciana eran ideas nefastas. No era el momento de hacerse el héroe con los pocos recursos de los que disponía, tenía que jugar seguro y encontrar a Saito y a Primavera en primer lugar si quería llegar a sacar a ambas mujeres de allí, sanas y salvas.


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Vale, explicación de la jugada: Nikolai se escaquea de la celda y espera a que Saic sorprenda a Ronna con la habilidad Retorno. Luego espera al momento oportuno para golpearla de espaldas y dejarla inconsciente. El Electro de Saic solo sería necesario si con lo anterior no es suficiente.

Retorno (HM) [Nivel 6] [Requiere Afinidad a Tiempo, Poder Mágico:15]. El usuario rebobina el movimiento de un objetivo a una ubicación en la que se encontraba a partir del turno anterior. Solo podrá trasladar a puntos que se encuentren en la misma habitación en la que se ha usado la habilidad.

Electro (HM) [Nivel 2] [Requiere Poder Mágico: 3] Ataque básico de elemento Rayo. Pequeño relámpago lineal, con muy pocas posibilidades de paralizar al enemigo.

*Vuelvo con la misma chorrada que mencioné en la primera parte del arco. El "Éter" que le pasaría a Saic son en realidad dos bombones de chocolate (restaura 15 puntos de vida y 5 PH), pero lo pongo así para que quede más bonito y porque los programas virtuales no pueden comer chocolate.

Supuesto número uno: Ronna está más dura que una piedra y aguanta todo lo que le tiran. Toca correr torre abajo.

Supuesto número dos: Ronna cae redonda. Nikolai la registra, le quita todas las armas y la encierra con llave. Luego se pira de las mazmorras con la esperanza de encontrarse con ayuda de camino.
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Re: Ronda 8

Notapor Sally » Jue Jun 02, 2016 2:08 am

Con un poco de polvo podría crear fuego.—Aleyn sonrió levemente, agradecido por no tener que lidiar con aquello, mientras Abel señalaba su capa—. Arderá bien. Y siempre podemos romper una puerta e intentar ver si arde.

Un poco más tranquilo al haberse asegurado de que llevaban consigo el Escudo y, por consiguiente, saber que Freyja era quien decía ser y Aurora estaría en buenas manos, Aleyn se permitió concentrarse solo en su misión actual.

En el castillo, como uno podía esperar y Abel fue indicando, no era complicado encontrar telas —ni madera, aquel rastro de maldita madera astillada que habían dejado en su camino a la torre, los restos que aún quedaban de las puertas—. Tendrían material suficiente para alimentar una pira. Tendrían… si no fuera porque el hechizo de Freyja lo había vuelto del todo inútil como combustible.

Aleyn no podía enfadarse con el hada, no después de ver cómo estaba dando todo de sí para mantener la última línea de defensa contra Maléfica en pie. El reino de Estéfano, aunque herido, no estaba derrotado por completo gracias a su esfuerzo. Eso no impedía que una frustración creciente se adueñara de él a medida que iban descartando opciones.

Al final Abel fue quien vocalizó lo que Aleyn había estado sospechando desde hacía un rato: nada de lo que hubiera en el castillo y estuviese afectado por el conjuro les serviría. Eso les dejaba con unos recursos demasiado limitados –aquello que llevaban encima. Y el polvo. Aleyn esperó que el polvo siguiera teniendo efecto aunque Aurora no estuviese cerca, puesto que de lo contrario podía ser complicado llegar a crear el fuego siquiera. En un caso de necesidad extrema, podría llegar a recurrir a un Electro para producir una chispa, aunque prefería guardarse las pocas reservas mágicas que le quedaban. A fin de cuentas, Freyja había dicho que era probable que aparecieran “criaturas de oscuridad” para proteger las espinas, y por mucho que llevara la Espada consigo, confiaba más en su magia que en su destreza con las armas.

Otra cosa que añadir a la lista de motivos por los que lamentarse: no haber entrenado más antes de regresar a su mundo, haber invertido tanto tiempo en investigar cómo derrotar a Maléfica en vez de verdaderamente prepararse para hacerlo. Tarde, tarde. Ya era muy tarde para darle vueltas a eso, se recriminó.

Nada había cambiado en la cripta y, sin embargo, cuando volvieron a ella Aleyn se vio invadido por una sensación diferente a la que había tenido antes. La desazón de aquel que está a un palmo de su objetivo pero sabe que ese mísero palmo va a ser más problemático que todos los anteriores juntos. Y no habían tenido un viaje precisamente tranquilo.

El Santuario le llamaba, pero se contuvo para no bajar por el pasadizo. Todavía no. Primero debían resolver cómo librarse de las espinas.

Bien, el mago eres tú. ¿Qué hacemos?

Aleyn percibió la reticencia con la que Abel le estaba dejando tomar el mando, y tuvo que contener una carcajada amarga. En realidad, y aunque pudiera escocerle, pensaba que el capitán, acostumbrado como estaba al ejército y la vida militar, estaba más capacitado que él para planear su siguiente movimiento.

La Espada puede cortar sin dificultad las espinas. Ignoro si un arma no mágica será igual de efectiva, aunque imagino que sí. Lo mismo ocurrirá con fauces y zarpas —añadió mirando a Ygraine—. No obstante, será mejor tratar de deshacernos de la mayor cantidad posible de espinas con fuego, y usar las armas para terminar de despejar el Santuario.

»De lo que no estoy tan seguro es del método a seguir. Vos conocéis mejor las propiedades del polvo. ¿Sería más apropiado dejar un fino reguero entre las espinas y luego encenderlo? ¿Acumularlo en pequeños montones? ¿Usar pedazos de ropa para envolverlo? Quizás podríamos probar varios métodos, siempre con cuidado de no emplear tanta cantidad como para derrumbar el pasadizo.

Se mordió el labio. Era humillante tener que reconocer su debilidad, pero el recuerdo de Aurora consumiéndose por la maldición bastó para mantener a raya su orgullo.

Puedo ir amontonando el polvo en mi capa para que sea más sencillo manejarlo. Sin embargo, tendréis que ser vos quien se ocupe del fuego, me temo. Yo… digamos que las llamas y yo no congeniamos demasiado.

Esperaba que aquello bastase. No podía —no quería— detenerse en esa cuestión más de lo necesario. Solo necesitaba que Abel comprendiese que si delegaba la tarea en él no era por pereza u otro motivo sin fundamento.

En función de lo que Abel le dijera, si es que tenía más idea que él, Aleyn iría colocando el polvo, cortando pedazos de su capa para formar una antorcha, lo que fuera necesario; Ygraine manteniéndose a una distancia de seguridad. Si a la primera no funcionaba, y no lograban que el fuego acabase con las espinas, lo intentaría de nuevo cambiando de método. Lo intentaría, una y otra vez, hasta que se les agotara el polvo o el material para quemar, o hasta que se diera cuenta de que no iban a conseguir nada de esa forma, por lo que tendrían que emplearse más a fondo con las espadas para acabar con ellas.

Si el camino quedaba más o menos despejado, también descendería por el pasadizo, deteniéndose a cortar y apartar de su camino las espinas que quedasen.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Denna » Jue Jun 02, 2016 5:07 pm

Para pensar eso le has dicho todas las cosas que me hubiera gustado decir a mí.

Le devolví una sonrisa cansada, y me aparté. No hacía falta más para saber que eso era lo máximo que podía conseguir de ella en estos momentos. Iba a tener que servir, asuntos más urgentes requerían la atención de ambas. Como la conversación familiar que determinaría si había alianza o no.

Todavía podía salir bien. Una pequeña parte de mí lo creía de verdad. Escondí las manos en los bolsillos para no empezar a morderme las uñas cuando Tristan le tendió el teléfono a Melkor.

«¿En serio su madre es humana?» Arrugué el ceño a medida que hablaban. «Pero no es sólo eso. Ella parece... no odiarle. A pesar de saber qué es y qué ha hecho...»

Escucharles me hizo sentir terriblemente incómoda. Incómoda y enfadada, aunque el coraje no fuera dirigido a ninguno de ellos en concreto. Desvié la mirada al suelo y no volví a levantarla hasta que se acabó la charla.

Felipe se adelantó entonces. Victoria le pisaba los talones.

¿Qué es lo que deseas, Melkor? Puedo ofrecer protección para vuestra...

No prometáis cosas que no podéis cumplir, príncipe. Estamos a punto de tomar vuestro reino, es evidente que no podéis ofrecerme ninguna protección.

Entonces ¿tendremos que convencerte por la fuerza?

No, Heike. Pero mis condiciones son estas: el príncipe ha de venir conmigo. Maléfica no pretenderle hacerle daño. Al menos de momento. Los tesoros que ha pedido el Hada Oscura, también. Mi madre me será entregada antes de dos días. Y... —Involuntariamente me puse en tensión—. Al menos dos aprendices de Caballero tendrán que venir conmigo, para que puedan proteger al príncipe.Y si tenéis algún plan para matar a Maléfica, porque es la única forma de que no conquiste vuestro reino, será mejor que la compartáis conmigo. A menos que no os fiéis, en cuyo caso…

¡Eso es…!

¡Una locura! No podía estar más de acuerdo. Arriesgábamos mucho, demasiado, y había tantas cosas que podían salir mal...

Pero el príncipe no aceptaba medias tintas:

Capitana. Es un trato.

Por favor, os pido que me acompañéis dos de vosotros. Es nuestra última oportunidad.

Asentí de mala gana. «Y tampoco es que tengamos otra opción, ¿no es cierto?»

Tristan fue el primero en ofrecerse a ir con Felipe. Entrecerré los ojos al recordar todos los estragos que esa espina había causado en la pobre Charlotte, y que el chico tuviera la intención de utilizarla me ponía los pelos de punta, aunque fuese contra Maléfica. ¡Y yo que pensaba que mis ideas eran malas!

Solo tengo que acercarme a ella lo suficiente como para clavársela y entonces... Encontrar el antídoto que lleve encima para el veneno antes de que ella pueda usarlo.

Demasiado peligroso. Sólo tratándose de él ya corríamos un riesgo importante. «No, nada de pensar en eso. Nada de traiciones. Nithael le salvó por algo.» Seguía algo reticente ante el plan pero, de nuevo, no teníamos otra opción.

Apreté los labios y busqué a Victoria, dispuesta a acompañar a Tristan en su lugar, cuando recordé que yo, técnicamente, estaba muerta.

«No... No, no, no, ¡mierda!»

La chica saludó con un gesto antes de juntarse con Felipe.

Príncipe, voy con vos. Me aseguraré de que no sufra ningún daño.

Entonces supongo que me quedaré aquí —dije, con el corazón a mil. A pesar de ser la que se quedaba “a salvo”, parecía la más asustada de los tres—. Id con mucho cuidado, ¿vale? Los dos. Si las cosas se tuercen, salid de ahí como podáis, pero regresad enteros.
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Ronda 9

Notapor Suzume Mizuno » Vie Jun 03, 2016 10:10 pm

Aleyn



Abel se quedó pensando un rato la pregunta de Aleyn mientras estudiaba con frialdad las espinas.

No tiene sentido malgastar el polvo en la espinas en sí. Hay que acercarse a las raíces.—Señaló hacia la luz—. Si las cortamos ahí no deberían poder seguir creciendo. A menos que la magia funcione de otra forma.

Como Aleyn tampoco tendría mucha idea, siguieron la idea de Abel y llenaron la capa del joven de polvo. Al acercarse a la luz notaron un extraño latido que los puso algo nerviosos y Abel aceleró el proceso, poniendo polvo sobre las raíces. Luego sacó un pedernal que, como comentó, solía llevar consigo por si acaso tenía que hacer patrullas por la noche. Le llevó un poco conseguir fuego. Parecía que en el caso de Aurora el polvo había estallado con rapidez por estar cerca del fuego, pero ellos no querían acabar siendo pasto de la explosión, por lo que tuvieron que luchar un rato para prender la capa de Aleyn, que Abel enrolló alrededor de un trozo de madera. Entre tanto, Aleyn podía usar la espada para despejar el pasadizo sin problemas, aunque sería un incordio trasladar las espinas.

Luego, Abel sugirió a Aleyn que cogiera a su zorro y levantara el escudo. Luego lanzó la antorcha directa contra el centro de las espinas y se apresuró a retroceder para protegerse detrás del escudo. Casi no llegó.

La explosión fue brutal y si Abel no hubiera sostenido con firmeza a Aleyn por los hombros, ambos habrían salido despedidos contra la pared. Las llamas chocaron contra el escudo y todo se llenó de un humo extrañamente denso y asqueroso.

Entonces fue cuando se dieron cuenta de que había algo mal. El humo era demasiado denso. Y no era cálido, sino frío. Además, comenzó a moverse hacia el centro de la estancia, como si algo lo estuviera absorbiendo.

Así pudieron ver que aunque gran parte de las espinas ardían, otras tantas se deshacían y se unían para formar una figura.

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Hubo un nuevo estremecimiento en la atmósfera y, por un segundo, empezaron a surgir más espinas de la luz del Corazón.

La criatura movió su guadaña y empezó a avanzar con lentitud hacia ellos. Los superaba por varias cabezas y su aspecto correoso prometía ser muy resistente. Abel maldijo entre dientes y enarboló su propia arma. Casi no tuvo tiempo para interponerla entre él y el monstruo que se precipitó con tal ímpetu sobre él que lo levantó del suelo y lo estampó contra una de las columnas. Luego se volvió hacia Aleyn y trató de ir hacia él. Abel soltó un rugido y la atacó por la espalda, pero el monstruo fue mucho más rápido y detuvo su gigantesca espada casi sin esfuerzo.

Tal y como Freyja había advertido, Maléfica había dejado a una guardiana para asegurarse de que las cosas salían como ella quería. Parecía haber surgido de las mismas espinas así que, probablemente, tuviera la misma debilidad que ellas. Por suerte para Aleyn, algunas espinas todavía ardían y había suficiente madera para intentar formar una nueva antorcha.

Pero, aun así, no sería suficiente para hacerle daño. ¿Qué era preferible, ir a buscar a toda velocidad más polvo, con la esperanza de que quedara el suficiente para luchar contra esa bestial criatura, o centrarse en las espinas que todavía estaban saliendo del Corazón? Porque parecía que Maléfica había plantado una semilla muy, muy profundamente.

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Aleyn
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PH : 5/11




****
Saito


Más lejos.

Se alejaron más, lanzándole miradas furiosas y, a la vez, llenas de miedo. Entonces, cuando Saito arrojó al chico, se apresuraron a lanzarse a cogerlo. Saito no se quedó a mirar si lo perseguían y salió disparado escaleras abajo. Se chocó con los goblins que estaban subiendo, a los que destrozó con un nuevo ataque acuático. Por el momento, no necesitó nada más.

El resto fue correr, escondiéndose aquí y allá de algún grupo de goblins que miraban en derredor buscándolo —probablemente—. Llegar a la torre donde se suponía que estaban Nanashi y Nikolai no le llevó más que un par de minutos.

Y fue allí donde encontró los problemas:

Un grupo de diez goblins esperaba en lo más bajo de las escaleras —dándole la espalda— y apuntando con sus armas hacia arriba. Parecía que esperaban que bajara alguien y estaban más que dispuestos a detenerlo.

Saito tenía ventaja sobre ellos, pero seguían siendo diez contra uno. Quizás debería esperar a que estuvieran distraídos con quien intentaba bajar o abrirse camino entre ellos sin intentar dejarlos a todos fuera de combate.

¿Cuál sería la mejor opción?

Spoiler: Mostrar
Saito
VIT: 68/70
PH: 17/32



****
Nikolai


El plan de Nikolai fue bastante efectivo. Pudo salir de la celda y dejar que su mascota utilizara su habilidad para volver ligeramente el tiempo atrás. Luego, golpeó a Ronna con todas sus fuerzas en la espalda. Ronna, cogida por sorpresa, cayó de rodillas y recibió un violento golpe en la nuca.

Pero no fue suficiente para dejarla inconsciente. Así que Saic tuvo que usar un nuevo hechizo que, para horror de Nikolai, apenas sí afectaría a la mujer. Ella le dedicó una sonrisa sesgada y muy, muy peligrosa.

Voy a arrancarte las tripas a mordiscos, humanito.

Estaba afectada, sí, pero la fuerza de Nikolai no era tan importante y menos contra un orco revestido con armadura.

De modo que tocó salir corriendo.

Quizás, mientras huía por el pasillo, Saic le señalara que Ronna no le estaba persiguiendo, sino que se había limitado a sacar su espada y plantarse en medio del pasillo, ampliando su sonrisa.

¿Vas a dejar aquí a tu maestra?—gritó—. ¡La Señora la quiere viva, pero nadie ha dicho que tenga que ser con todos los miembros.

Y dio un paso hacia la puerta tras la que se ocultaba Nanashi que, por supuesto, estaba abierta. Solo necesitaba dar un empujón y entrar.

En cuanto a Nikolai, podía seguir corriendo y escapar, pero Ronna no tenía la más mínima intención de seguirle, al parecer...

Spoiler: Mostrar
En principio no uso el éter porque has dicho que solo lo utilizarías tras vencer a Ronna, pero puedes señalar en el siguiente post que se lo das nada más empezar y se lo aplicaré sin problemas.


Spoiler: Mostrar
Nikolai
VIT: 30/30
PH: 8/28 [Bloqueado]

Saic
VIT : 22/22
PH: 0/12



****
Victoria y Tristan



Melkor examinó la espina y le salió una sonrisa irónica.

¿Y eso es todo, muchacho? Bueno, a menudo lo más simple es lo más efectivo. Sería mejor que le dijeras que has conseguido matar a ese ángel—añadió con una mirada que hablaba por sí sola—. Y que toda tu actuación fue una patraña.

Felipe, que les seguía con el ceño fruncido, se aproximó a Tristan, sobre cuyo hombro seguía descansando Garuda.

¿Qué le ha sucedido a Nithael?

Tristan tuvo poco tiempo para explicarlo porque la línea enemiga estaba sorprendentemente cerca. O al menos esa impresión les daría. Antes de llegar, Tristan tendría que pedirle los tesoros a Felipe. Y se encontraría que, aparte del cuerno, el príncipe llevaba una perla que le entregó con reticencia.

Había orcos ocupándose de sus heridas, preparando sus armas, organizados en corros, en pareja o en solitario. Casi no se mezclaban con los escasos goblins que había por la zona y que eran lo suficiente altos para participar en el ataque contra el castillo. La vaharada de peste que acompañaba a todos los ejércitos estuvo a punto de tumbarlos porque ahora que llevaban casi un día entero plantados en el mismo sitio, sudando bajo el sol y dejando perdida la zona, era muchísimo más desagradable para las narices de los humanos.

Como Melkor lo dirigía, los orcos se limitaron a mostrarles los dientes, rugir alguna grosería —en especial contra el príncipe—. Uno que intentó coger a Garuda, quizás para comer, se llevó un picotazo en el ojo y provocó un estallido de brutales risas entre sus compañeros.

Cuando llegaron a la gran tienda de Melkor, un par de goblins les abrieron la entrada.

Dentro, sentada en una silla plegable que aun así, de alguna forma, dignificaba su figura, Maléfica les recibió con una siniestra sonrisa.

Vaya, vaya. Bienvenido alteza y… compañía.—Examinó con ojo crítico a Tristan y a Victoria—. ¿Buscáis algo?

Tristan podría echar un vistazo a su alrededor. No había muebles como tal en la tienda, con la excepción de unas mantas que seguramente fueran para dormir, una mesa con un par de sillas, mapas y un par de cajitas.

Garuda se irguió y movió un poco las alas, nervioso. La espina empezaba a doler de verdad y no era difícil imaginar que pronto el dolor le haría gritar. Mientras Tristan sostuviera los tesoros ocultarían el aura de la misma, ya que Maléfica no había comentado nada, pero sus ojos se desviaban una y otra vez hacia lo que sostenía Tristan. Así no iba a poder acercarse a ella.

Melkor se adelantó entonces, cogiendo al príncipe por un brazo. Maléfica sonrió, acariciando su báculo, y le dio una orden:

Inclínate, alteza. Por tu castillo y tu gente. Vosotros dos también. Y entrégame eso sin hacer ruido, miserable—añadió dirigiéndose a Tristan con una fría sonrisa—, antes de que me arrepienta de dejarte vivo. Y aleja de mí todo lo que sea de hierro y a ese pájaro o te destruiré.

Felipe luchó consigo mismo unos instantes. Después, con lentitud y el rostro crispado, hincó una rodilla en el suelo y se inclinó frente a Maléfica, cuyos ojos chispeaban de diversión.

¿Nos retiramos?—inquirió Melkor con voz grave.

Maléfica echó un vistazo hacia la tela de la tienda, iluminada por los rayos del atardecer. Amplió su sonrisa.

Esperaremos a que caiga la noche. Entonces iremos a tomar posesión del castillo de Estéfano. Permitiré que os reunáis con vuestra amada para que podáis enterrarla como gustéis, alteza.

Felipe se puso rojo de rabia, pero Maléfica lo observaba fijamente, sin duda esperando que estallara para tener una excusa de… ¿De qué? ¿De destruir el castillo del príncipe? Al joven se le marcó una vena en la sien, pero consiguió mantenerse callado.

No faltaba mucho para que se hiciera de noche y, hasta entonces, Maléfica no pretendía alejarse. Era una buena señal pero, a la vez, peligrosa. Si esperaban hasta que estuviera distraída levantando el campamento, Nithael podía morir. Si se daban demasiada prisa, ahora que estaba pendiente de ellos, podía ocurrir un desastre.

Había que distraerla de alguna forma. Arriesgarse.

¡Pero cómo, si no podían hablar entre ellos! ¡Ni siquiera le habían dado indicaciones a Celeste por si no conseguían el antídoto o se quedaban a mitad de camino!

Entonces Maléfica se interesó por Victoria y sus alas. Torció la boca y se incorporó con lentitud.

Qué mal gusto, humana. ¿Cómo te atreves a acercarte a mí con esas… cosas?

Melkor arqueó las cejas pero no dijo nada. Se limitó a echarse a un lado y cuando Felipe se incorporó para defender a Victoria, Maléfica hizo un gesto despectivo y de la tierra surgieron unas pequeñas enredaderas que atraparon los pies del joven. Los ojos del Hada casi parecían arder de odio mientras se acercaba a Victoria.

¿Qué iban a hacer?


****
Celeste


Celeste optó por quedarse detrás, así que fue testigo de las expresiones de desesperación de los soldados al ver marchar a su príncipe. Heike contempló durante unos momentos cómo se alejaban y luego dio la orden, con voz potente, de cerrar las puertas.

Vamos a lo alto de la muralla. Quiero ver qué es lo que hace Maléfica—dijo, tensa, haciéndole una señal a Celeste para que la acompañara. Cuando llegaron, Heike apretó los puños al ver las figuras desaparecer dentro de la masa de orcos. Luego respiró hondo y miró a la aprendiz—. Gracias por lo de antes. Atacar a Melkor habría sido fatal pero… ¿Qué hacías tú luchando contra él?

Escucharía su respuesta y luego, tras dar un par de órdenes a sus hombres e indicar que cogieran todas las reservas de polvo y se prepararan para lanzarlo en caso de ataque, por lo que había que tener listas las flechas, dijo:

Te lo agradezco. El príncipe es un estúpido. Pero ha hecho lo que ha creído mejor. Ojalá sirva de algo.—Heike respiró hondo—. Melkor no es de fiar. Pero si es cierto que Maléfica tenía a su madre…

Heike parecía desconcertada y enfadada a la vez. Seguramente nunca se le había pasado por la cabeza que su enemigo pudiera tener algo tan «humano» como una madre. Luego la capitana sacudió la cabeza.

Quiero pedirte un último favor si todo esto falla. Antes de que uséis ese transporte para marcharos a vuestro reino.—Heike sonrió de medio lado con amargura—. Aquí no quedaría ningún sitio libre de la influencia de Maléfica, pero conozco a una gente que vive en el bosque. ¿Podrías llevar a mi hijo hasta allí? Sé que es egoísta, pero si hay una mínima posibilidad de que sobreviva… Haría lo que fuera. Es a ese sitio a donde irá Abel si vuelve entero del reino de Estéfano.

Spoiler: Mostrar
Siento que sea solo conversación pero, dependiendo de lo que hagan tus compañeros en la siguiente ronda, podrás hacer diferentes cosas.




Spoiler: Mostrar
Victoria
VIT: 40/40 [+1 Acc]
PH: 20/20

Celeste
VIT: 20/20
PH: 15/22

Tristan
VIT: 20/30
PH: 11/22


Spoiler: Mostrar
Dato curioso para todos: si Nanashi y Nithael no toman el remedio para antes del anochecer —que ocurrirá dentro de más o menos dos rondas— los efectos podrían ser irreversibles. Eso significa que los dos de la Montaña Prohibida tienen que salir cagando leches de ahí porque lo que habéis preparado es un remedio a medias y probablemente solo le de una o dos rondas de más, y los otros… Bueno, que mejor os combinéis lo mejor posible para conseguir el remedio.

Por otra parte: he dicho irreversible, no muerte. Podéis dejar pasar el tiempo si veis que no vais a ser capaces de llegar a tiempo o que os conviene más esperar.


Fecha límite: jueves 9 de junio.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor H.S Sora » Jue Jun 09, 2016 10:47 pm

Las cosas habían salido bien desde el comienzo de mi huida. Demasiado como para ser cierto. ¿Se trataría de una trampa para acabar de golpe con nuestro grupo? Negué con la cabeza, mientras seguía corriendo. Ya debía quedar poco.

Había conseguido esquivar los grupos de goblins con los que me había cruzado, por lo que llegar a la torre no me llevó más de diez minutos. Por suerte conservaba casi toda mi magia, pero había gastado el Aqua+ con el grupo de renegados que que habían subido para darme caza de nuevo. Tendría que apañármelas sin llamar demasiado la atención.

Ahora que Ahren estaba de nuevo en manos de los goblins, poco tardaría en recuperarse y venir en mi busca. Tenía que darme prisa.

Frené en seco al ver el problema con el que me acababa de encontrar: era de los gordos, con nada más y nada menos que diez enemigos para mí solo. Pero lo raro era que estaban… ¿esperando a alguien? Me daban la espalda, y ninguno de ellos parecía tener la intención de cambiar la dirección de sus armas, las cuales apuntaban hacia arriba, a unas escaleras.

Estaban tan concentrados que no se habían percatado de que estaba allí, pero eran demasiados. O pensaba una buena estrategia o de lo contrario me harían picadillo antes de que pudiese llegar a reunirme con los míos.

¿Pero a quién esperaban? ¿Se trataría de Primavera? ¿O quizás de mi nuevo amigo Nikolai? Si fuese éste último todavía tendríamos una oportunidad de vencerles a todos (usándole de cebo), y tendríamos más posibilidades que si luchaba yo. Si me esperaba a que bajase se podría dar aquel caso… ¿pero y si era Primavera?

El hada se había recuperado, pero no me la imaginaba en combate contra semejante cantidad de enemigos. Y mucho menos con el remedio de Nanashi encima. Debía actuar ahora, cada minuto era vital y desconocía el tiempo que le quedaba a la Maestra, pero ella era muy fuerte.

Iba a sobrevivir.

Estaban todos bien juntitos, podía usar eso como una ventaja. La cuestión era cómo…

Tengo que intentarlo.

Apuntaría el grupo y lanzaría una Explosión de Oscuridad, esperando que el hechizo y su explosión lograse al menos aturdir a la mayoría, yo correría hacia ellos al momento y trataría de evitarlos a todos con un Doble Salto en dirección a las escaleras, empezándolas a subir. Utilizaría uno de los Aqua que me quedaba si alguno intentaba perseguirme, y lo tendría preparado si me encontraba a algún enemigo en mi trayecto. No dejaría de avanzar en ningún momento.

¿La siguiente parada? La celda o dónde fuese que estuviese la Dama de Hierro encerrada.


Spoiler: Mostrar
Explosión de Oscuridad (HM) [Nivel 9] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico: 13] Crea una bola de oscuridad de tamaño medio, la cual se divide en otros 3 orbes más pequeños que explotan simultáneamente.

Doble salto (HC) [Nivel 3] [Requiere Elasticidad: 4]. El usuario es capaz de saltar mucho más alto que los demás, alcanzando lugares más inaccesibles.

▪Corazón de caramelo pequeño (hechizo Aqua)
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Denna » Vie Jun 10, 2016 12:21 am

Nunca pensé que volvería a vivir algo como eso. No otra vez. Había llovido mucho desde entonces, pero todavía me echaba a temblar ante la idea de dejar que el destino decidiera otra vez. Mientras yo me quedaba bajo la seguridad del castillo, impotente, seguí a los chicos con la mirada. Las puertas no tardaron encerrarse, pero perderles de vista no fue mejor. Al contrario.

Vamos a lo alto de la muralla. Quiero ver qué es lo que hace Maléfica —ordenó Heike.

La cuesta arriba se me hizo casi instantánea, teniendo la cabeza en todas partes, y casi choqué contra la mujer cuando se detuvo.

Aún se les distinguía. Las alas de Victoria se hacían más y más pequeñas a medida que avanzaban, y pronto se perdieron entre las filas de orcos. Contemplé con tristeza cómo se movilizaban, y no me di cuenta de que me mordía el labio hasta que empezó a sangrar.

Odio todo esto. Es como si nada de lo que hemos hecho hubiera servido —le confesé.

«Y encima tengo que quedarme aquí. A la espera de que alguien viva o muera...».

Al menos Heike se había quedado. Su presencia aportaba cierta cordura a la situación, e imaginaba que ella ya habría pasado por experiencias parecidas. Era bueno saber que podía tener a alguien. De haber sido Felipe y no ella... Me daban escalofríos sólo de pensarlo.

Gracias por lo de antes. —Oí decir a Heike. Sorprendida, levanté los ojos, sin saber del todo a qué se refería—. Atacar a Melkor habría sido fatal pero… ¿Qué hacías tú luchando contra él?

Ah, eso. En realidad sólo buscaba ganar tiempo, algo para que el príncipe recapacitara e hiciera... no sé. Lo que fuera. —Suspiré. Y no sólo había fallado en eso; ahora Victoria y Tristan iban a encontrarse cara a cara con Maléfica—. Normalmente no me lanzo de buenas a primeras a pelear contra el ser más grande que encuentro, ¿sabéis? Pero supuse que Melkor no era muy dado a la palabrería, y si quería negociar... Era el método más sencillo.

Me volví de nuevo al frente. No había forma de verles, ni siquiera podía distinguir humanos de orcos. ¿Habrían encontrado ya Maléfica?

Te lo agradezco. El príncipe es un estúpido.

Sonreí.

Oh, la mayoría lo son.

Pero ha hecho lo que ha creído mejor. —Aunque jamás lo admitiría en voz alta, en eso le daba la razón. A pesar de sus nobles tonterías, era evidente lo mucho que se preocupaba por su gente— . Ojalá sirva de algo. Melkor no es de fiar. Pero si es cierto que Maléfica tenía a su madre…

¿Creéis que puede funcionar? No es que se haya puesto a dar saltos de la emoción al oír que iban a rescatarla —señalé, cruzando los brazos—. Yo sólo espero que no les traicione. Por su bien.

Dudaba que fuese a mentirme, pero no negaría que tenía miedo de lo que pudiera decir. «Recemos para que Maléfica se lo tenga muy creído y les subestime. De todos modos, ya tiene a Nithael fuera de combate así que quizás...».

¿Sabéis algo del ángel, por cierto? ¿Estaba... mejor cuando lo visteis por última vez?

Volví a suspirar. A este ritmo, iba a olvidar lo que era no fruncir el ceño.

Quiero pedirte un último favor si todo esto falla —dijo entonces Heike, de repente—. Antes de que uséis ese transporte para marcharos a vuestro reino.

Claro. Decidme.

Aquí no quedaría ningún sitio libre de la influencia de Maléfica, pero conozco a una gente que vive en el bosque. ¿Podrías llevar a mi hijo hasta allí? Sé que es egoísta, pero si hay una mínima posibilidad de que sobreviva… Haría lo que fuera. Es a ese sitio a donde irá Abel si vuelve entero del reino de Estéfano.

Tardé un momento en procesar lo que acababa de decir.

¡¿Estás casada?!

La vergüenza hizo que mi cara enrojeciera enseguida. No podía creer que mi primera reacción hubiese sido precisamente ésa.

¡E-e-estáis! Quiero decir... no pretendía... No es asunto mío, lo siento mucho.

«Señoras y señores: labia innata. Muy bien, Celeste, cómo te luces». Carraspeé.

Tened fe en mis compañeros, capitana. Pero si sale mal, pondré a salvo a vuestro hijo. Os prometo que haré todo lo que esté en mi mano. —Me incliné en una pequeña reverencia—. Sólo decidme su nombre y cómo es para que le reconozca.
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Re: [Reino Encantado] Espinas Negras (II)

Notapor Drazham » Vie Jun 10, 2016 1:16 am

Nikolai resolló y retrocedió varios pasos antes de que Ronna se incorporase del todo, maldiciéndose para sus adentros por ser un ingenuo y pensar que podría librarse de ella sin derramar sangre. Pero ya era demasiado tarde para preguntarse el por qué su estúpida y condenada benevolencia le disuadió de cortar el problema de raíz y apuñalarla cuando pudo.

Con razón los habitantes del mundo pensaban que no eran más que unos críos a los que les aterraba la simple idea de matar, tal y como dijo Joana.

Voy a arrancarte las tripas a mordiscos, humanito.

La mueca retorcida de la mujer fue lo último que vio antes de darse la vuelta y echar a correr. Con su mano libre se sacó un éter y se lo pasó a Saic en pleno vuelo para que repusiese energías. El asistente vertió el líquido en sus manos y este comenzó a evaporarse, sintetizándose de alguna manera en su sistema.

Dejó de prestarle atención unos instantes, habiendo dado unas cuantas zancadas de distancia por el pasillo, cuando tuvo que volverle otra vez la vista al escuchar su pitido de alerta. Se volteó con espada en mano, pero no se encontró a Ronna a un par de palmos de echarse encima suya, como se temía.

Más bien a un buen trecho de distancia, dirigiéndole una sonrisa perniciosa y sin intención de seguirles. Nikolai frunció el ceño de incertidumbre, pero sin frenar. Y habría seguido corriendo de no ser por…

¿Vas a dejar aquí a tu maestra?

Bastó con ese grito para hacerle parar en seco. Niko le clavó unos ojos turbados a la soldado orco, como si esperase en vano que su mayor miedo no se hiciese realidad y le proclamase lo siguiente:

¡La Señora la quiere viva, pero nadie ha dicho que tenga que ser con todos los miembros.

«Hija de…»

Y todo el miedo que reflejaba en su rostro se transformó en una ira contenida a duras penas que tensó gran parte de sus facciones. Agarró con más fuerza la empuñadura de la espada en cuanto Ronna se acercó a la puerta que daba a la celda de Nanashi, justo una de las que se dejó abierta. Una vez más, su negligencia a la hora de usar las llaves volvió para propinarle un puñetazo en el estómago.

«No, es un farol. Joder, tiene que ser un…»

¿Pero de verdad lo era? La garganta se le secó al recordar los cuantiosos cardenales que cubrían el cuerpo de Nanashi. Y esos no eran producto de las Espinas Negras. Por no decir que a Maléfica le importaría más bien poco su integridad física si había usado con ella un conjuro que, en términos claros, la condenaba.

No había elección alguna que hacer. Antes de que su cerebro diese la orden, sus piernas perdieron la rigidez y le dirigieron a paso cauto hacia Ronna. Saic se sobresaltó al notar las intenciones de su dueño y corrió a detenerlo, pero Nikolai le hizo retroceder con un gesto de su mano.

Quédate atrás. No hay tiempo que perder.

El asistente mostró unos amplios ojos de sorpresa y asintió con torpeza, para luego acatar la orden; por lo visto, su administrador tenía un plan en su cabecita. Uno muy improvisado por cómo actuaba.

Nikolai siguió avanzando con la espada bien aferrada entre sus manos, sin quitarle los ojos de encima a la mujer. Fue escudriñándola con ojo crítico por todas partes, buscando todos los huecos y juntas de su armadura por las que el filo de su espada podría penetrar.

Oh, porque esta vez se aseguraría de usar el puñetero filo. No iba a permitir que le pusiera la mano encima a Nanashi.

Debí haberme imaginado que todos los esbirros de esa bruja decrépita erais igual de miserables que ella —escupió con asco. En verdad, tuvo que sacar a flote parte de su rabia para camuflar (¿o se le seguiría notando?) su respiración entrecortada, porque en esos momentos le latía el corazón a mil de las lagunas que le veía a su ocurrencia—. Bueno… tampoco se puede esperar mucho de alguien que pretende torturar a una persona moribunda.

Paró a una distancia intermedia y torció un poco el talón izquierdo disimuladamente. Luego, se desplazó en un amplio círculo en el que se iba a cercando despacio hasta una de las puertas del pasillo.

¿Pero por qué no dejamos a mi maestra aparte y volvemos a eso de que ibas a devorar mis entrañas? —«Sí, ¿por qué no volvemos a la parte en la que sólo estábamos tú, yo, y esas irrefrenables ansias de partirme en dos?», esbozó una amplia sonrisa confiada. Quizás una demasiado amplia, cosas de estar a dos palmos de sufrir un ataque de histerismo. Claro que eso ayudaría de un modo u otro a que su nueva amiga colaborase—. Y bien, ¿no habías venido a por mí? Yo al menos te aportaré más entretenimiento que ella.

Dejó de avanzar hasta que se posicionó delante de la puerta y se puso en guardia, con la espada en alto.

«Esto es lo máximo que puedo hacer para daros tiempo. Así que por dios, Saito, mueve el culo y trae ese antídoto.»

Y mejores gritos, pero para eso vas a tener que cazarme primero.

La suerte estaba echada. En caso de que Ronna aceptase su invitación a desparramar sus sesos por el pasillo (al menos no le daría el gustazo si su cuerpo se disolvía en volutas de luz) no se movería ni un ápice. No le daría ni un indicio de que fuese a atacar o, sobre todo, de que fuese a apartarse.

Porque de eso ya se encargaría Saic. “No hay tiempo que perder”, aparte de ser una frase hecha, era un código que acordó tiempo atrás con Nikolai y con el que le autorizaba para usar sus habilidades temporales sobre él. Ronna ya era consciente de ellas y estaría en alerta por si le volvían a hacer la misma jugarreta, pero no que se la hiciese a su presa.

Rebobinaría el movimiento de Nikolai con Retroceso para facilitarle una esquiva imprevisible y sin indicios de ella, justo para que la espada de Ronna se hundiese en la madera de la puerta y, con un poco de suerte, se le atorase entre las astillas. En el otro caso de que la mujer desconfiase y prefiriese deshacerse de Saic, seguiría con el plan y usaría su magia con el chico a espaldas suyas.

Niko retrocedería hasta el punto en el que torció el tobillo, seña que le serviría para ubicarse tras los efectos de la habilidad y arremetería en un ataque sorpresa contra las juntas de las piernas o de cualquier otra zona que le facilitase el tirarla. ¿Y luego? Luego se limitaría a hacer acopio de un poco de su rabia contenida y de sus ganas de querer pagar con alguien el calvario de Nanashi, y la molería a base de planchazos en la cabeza. No tendría reparos en clavarle la espada en alguno de los huecos de los brazales o guardabrazos si se le complicaban las cosas.

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Lo dicho en mi post anterior. Saic se toma el éter los dos bombones (restaura 15 puntos de vida y 5 PH).

Retorno (HM) [Nivel 6] [Requiere Afinidad a Tiempo, Poder Mágico:15]. El usuario rebobina el movimiento de un objetivo a una ubicación en la que se encontraba a partir del turno anterior. Solo podrá trasladar a puntos que se encuentren en la misma habitación en la que se ha usado la habilidad.
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Ronda #9 - Espinas Negras (II)

Notapor Astro » Sab Jun 11, 2016 2:01 am

¿Y eso es todo, muchacho? Bueno, a menudo lo más simple es lo más efectivo. Sería mejor que le dijeras que has conseguido matar a ese ángel. Y que toda tu actuación fue una patraña.

Ban torció el gesto, dudando si Maléfica caería en eso. Él sabía mentir bien, pero ya había forzado demasiado la situación con la hada oscura. Lo intentaría, pero su instinto le decía a gritos que no saldrá bien.

¿Qué le ha sucedido a Nithael? —preguntó el príncipe.

Él... Se ha infectado del veneno de esta espina. Debemos quitarle el antídoto a Maléfica —explicó el aprendiz, evitando entrar en detalles y sin mirar a Felipe a la cara.

Por suerte para él, pronto llegaron a los límites de la línea enemiga, por lo que no pudieron seguir hablando. Ban, con el propósito de ocultar el aura de la espina, fue el encargado de llevar los tesoros que Maléfica reclamaba: un cuerno y una extraña perla. Ban curioseó un poco ambos objetos, antes de asegurarse de que la espina quedaba oculta a simple vista.

Cogió aire con fuerza, procurando concentrarse al entrar en el campamento. El breve viaje hasta la tienda de Maléfica fue, como era de esperar, desagradable. Para empezar por el olor, que le provocó a Ban ganas de vomitar, y seguido por las miradas y gritos de los orcos y goblins con los que se cruzaban. Uno hasta intentó coger a Garuda, que seguía en el hombro del aprendiz, pero se llevó un buen picotazo en todo el ojo como respuesta.

Vaya, vaya. Bienvenido alteza y… compañía.

Dentro de la tienda, estaba ella, esperando. Aunque estaba sentada en una simple silla plegable, mantenía su elegancia como si nada.

¿Buscáis algo?

Ban fue incapaz de decir nada, esforzándose por mantenerse concentrado en la situación. Pero, entre el dolor cada vez mayor de la espina en su brazo y el miedo que le invadió de nuevo al estar en presencia de la hada oscura, le costaba hasta moverse. Debía mantenerse sereno, pensar. Fijarse en todo lo que pudiera: como en la escasez de muebles en la tienda, donde lo único que destacaban eran unos mapas y unas cajas. Además, Maléfica no le quitaba los ojos de encima a los tesoros que él llevaba. En otras palabras: mientras lo estuviera haciendo, no podría acercarse a ella para pillarla por sorpresa.

Melkor fue quien tomó la iniciativa, agarrando a Felipe y arrastrándolo hasta enfrente de su señora.

Inclínate, alteza. Por tu castillo y tu gente. Vosotros dos también. Y entrégame eso sin hacer ruido, miserable—Ban tragó saliva, temiendo que fuera a fulminarle con la mirada—, antes de que me arrepienta de dejarte vivo. Y aleja de mí todo lo que sea de hierro y a ese pájaro o te destruiré.

Ban asintió, retrocediendo levemente para dejar a Garuda y la daga de hierro en la entrada.

Ataca cuando veas la oportunidad —le susurró al fénix al posarlo en el suelo.

Necesitaba una distracción, y aunque Victoria también podía otorgarla, no venía mal un plan B. Volvió a su posición, despacio, y se inclinó frente a Maléfica. De momento, debía esperar que apareciese una oportunidad.

¿Nos retiramos?—inquirió Melkor con voz grave.

Por la tienda de la tela se veía que estaba atardeciendo.

Esperaremos a que caiga la noche. Entonces iremos a tomar posesión del castillo de Estéfano. Permitiré que os reunáis con vuestra amada para que podáis enterrarla como gustéis, alteza.

Al principito casi le dio algo al escucharla, conteniéndose a duras penas. Desde luego, Maléfica sabía provocar. Hubo un momento de tenso silencio, sin que nadie se atreviese a decir nada para el regocijo de la hada. Entonces, ella reparó en Victoria. Más concretamente, en sus alas.

Qué mal gusto, humana. ¿Cómo te atreves a acercarte a mí con esas… cosas?

Oh, alas de metal (¿hierro, tal vez?), tenía sentido que le repugnase. ¿O sería por otra razón? Pero Ban no pudo pensar más en el tema, porque se percató de que las intenciones de Maléfica no eran buenas. Felipe intentó interponerse en medio, pero unas enredaderas le inmovilizaron.

Ban debía actuar. Debía hacer algo.

E-el ángel está muerto, mi s-señora. —dijo, reuniendo el valor de algún modo—. Aceptar su ayuda f-fue una patraña para ganarme su confianza y p-poder acabar con él.

Se levantó despacio, dando dos tímidos pasos hacia ella.

»Mi lealtad está con vos.

Puso una rodilla en el suelo, ofreciéndole los tesoros para que ella los cogiera (aunque todavía con cuidado de que no se viera la espina). Aquel era el momento: en cuanto viera una oportunidad, se lanzaría hacia delante con toda la velocidad y fuerza que le quedase en el cuerpo y le clavaría la espina a la hada en el primer sitio que pudiera.
Dependía de muchas cosas. Que Maléfica aceptase acercarse a coger los tesoros, o que cualquier otro de la habitación (¿Garuda?) crease una distracción que provocase que la Señora Oscura dejase de mirar a Ban por unos momentos. Solo necesitaba unos segundos para lograrlo.

En el caso de lograrlo, no esperaría a nada y se pondría a buscar como un loco por toda la tienda en busca de lo que pudiera ser el antídoto. Empezaría por la mesa donde las cajas, mirando en su interior (parecía el único lugar donde esconder algo), mirando luego los mapas y la manta en caso de no lograrlo.
Si conseguía encontrar en antídoto, saldría por patas de allí. Si Melkor no le ayudaba con algún tipo de indicación, recurriría a aplicarse un Tenue para volverse invisible y que los orcos de fuera no pudieran verle. Su objetivo, por supuesto, sería regresar a toda prisa al castillo para darle el antídoto a Nithael.

¡Debía lograrlo!
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57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
 
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