Nikolai y FátimaBella se escondió detrás de Fátima, perseguida por los murciélagos y, a un paso mucho más lento, por el Lucero del alba. El
Tiro mortífero de Fátima acertó a los dos que se habían acercado más, volando por encima de sus cabezas y con los ojos clavados en Bella. Aturdidos, éstos no pudieron hacer nada para esquivar el
Dragón de agua, que se los llevó por delante y derribó además al Sincorazón más grande.
Al mismo tiempo, Nikolai empleó su habilidad
Rotura planar contra el resto de los Ganchos vampiro, que se acercaban a Bella por un lado. La lejanía jugó a su favor y le permitió acabar con los tres murciélagos restantes sin un solo rasguño, ganándose unas gracias a gritos de parte de la chica. Bella, comprendiendo que estaba en peligro, retrocedió un poco más y les empezó a dar ánimos desde la retaguardia.
Sólo quedaba el Lucero del alba, que había escondido los brazos y, hecho una bola de pinchos, botaba por toda la plaza persiguiéndoles. Cayó sobre la fuente, destrozándola, pero al ir a por Bella, Fátima pudo seguir sus movimientos con facilidad e invocar una prisión de estacas que lo atravesó, hiriéndolo y derribándolo de nuevo. Atrapado como estaba, ambos Portadores sólo necesitarían un par de golpes antes de rematarlo del todo. ¡Victoria!
...De no ser por la plaza llena de agujeros y la fuente rota, que disparaba agua a presión por todas partes, todo perfecto.
No aparecieron más Sincorazón, por lo que pudieron deshacerse de sus armas mágicas sin miedo. Aparte de Bella, no había otros testigos cerca. La chica se acercó entonces corriendo, con las mejillas sonrosadas, y los cogió a ambos de la mano para tirar de ellos.
—
¡Hay que irse de aquí! —exclamó con voz jadeante—
. Todos han huido cuando han aparecido esas cosas, pero volverán pronto con Gastón y los cazadores. No deberían encontrarnos cerca.Bella los guió hacia el mercado, rodeando las casas más alejadas para no encontrarse con nadie que fuera en dirección contraria.
—
¿Qué eran esas cosas? Nunca había visto nada así en el pueblo. ¿Van a volver?En sus ojos preocupados no quedaba ni rastro de la chica que, minutos atrás, había estado hablando sobre los libros de sirenas que había leído e intentando adivinar dónde se encontraban ciertas islas pirata. Negó con la cabeza, suspiró e intentó sonreír.
—
Habéis sido los dos muy valientes. Gracias. Me gustaría poder ayudaros a cambio de protegerme. —Bella se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y desvió la mirada, culpable—
. Yo... puede que haya oído un poquito sobre lo que hablabais antes. N-no quería. Pero creo que tengo la respuesta a algunas de tus preguntas —le dijo a Nikolai—
. No sé mucho sobre lo de Enéas porque estaba en casa con mi padre cuando ocurrió, pero podéis ir a hablar con él en el manicomio. Creo que necesitáis un permiso de la Iglesia para poder verle; son un poco difíciles de conseguir pero podría ayudaros. Aunque, por lo que he oído, Enéas no está muy... hablador. Ni siquiera su hermana le visita.
»Y en cuanto a Marcelline... E-es extraño, no recuerdo cuándo llegó a la aldea exactamente. Sé que no siempre ha vivido aquí, eso es todo. Y que es una buena chica. Dijo eso último muy convencida, mirándoles con seriedad.
—
Nos ayudó a papá y a mí cuando perdimos a Philippe, consiguiéndonos algún que otro trabajo a los dos. Incluso se encargó de vender mis libros. Puede que sea un poco distante a veces, pero no es mala persona. Ahora tocaba decidir cuál sería su siguiente paso. Tenían distintos caminos, así como preguntas que Bella se ofrecería a contestar. Les acompañaría si se lo pedían, aunque no se alejaría demasiado del mercado alegando que quería encontrar a su padre y asegurarse de que estaba bien. Y hablando de seguridad, seguía sin haber ni rastro de sus compañeros. Ni llamadas perdidas, ni mensajes. ¿Habría ocurrido algo?
Fátima
VIT: 32/32
PH: 37/76
Nikolai
VIT: 38/38
PH: 18/34
AlaricAlaric oyó a Maurice suspirar resignado antes de continuar hacia el bosque. Pero no habían avanzado mucho cuando el hombre titubeó y se giró, sorprendiéndole mientras lo seguía. Alto como era el Aprendiz, todo vestido de negro y con esa espada colgada, el pobre Maurice soltó una exclamación y retrocedió unos pasos, pero no salió corriendo ni lo amenazó. Ni siquiera parecía ir armado.
—
¿Po-por qué estás siguiéndome..? —balbució aterrado. La pregunta de Alaric sólo le puso más nervioso—
. Yo... eso... ¡Eso es asunto mío! Tengo que hacerlo, es mi única oportunidad para recuperar mi vida y tú... Deberías volver a la aldea, muchacho.—
Sí, deberías, Alaric.Jean se acercó hacia los dos con paso tranquilo. Llevaba una ballesta en la mano y, si bien no les apuntaba con ella, ya la llevaba cargada con un virote de su carcaj. Se mantuvo a una distancia prudencial de Alaric y su espada y sonrió.
—
Cincuenta monedas de oro. Es lo que me ofrecieron por investigar este bosque y demostrar que la bestia no existe... o bien traer su cabeza. Quería decírtelo antes, en la taberna, pero me distraje. —Desvió la mirada del Aprendiz a Maurice y lo saludó con una cabezada—
. Sin ánimo de ofender, monsieur, creo que cometéis un gran error. ¿Qué es tan importante como para arriesgar así vuestra vida? Yo tengo deudas. Deudas que podría pagar con la mitad de la recompensa. De ahí que me planteara ofrecerte una parte a cambio de tu ayuda, Alaric; por Dios, ¡no soy un loco! Pero no esperaba encontrarme con este panorama. ¿Qué me estoy perdiendo?El anciano miró suplicante a Alaric y respondió:
—
Esa chica, Marcelline... Dijo que había un castillo por aquí cerca. —
¿Un castillo?—
Sé que parece raro, p-pero ella me aseguró que existía. Me prometió que, si le traía una rosa de su jardín, mi hija y yo no volveríamos a pasar hambre —explicó Maurice con un hilo de voz, pendiente de las manos de Jean que jugueteaban con la ballesta.
El cazador meditó su respuesta.
—
¿Y por qué no vendría ella misma a buscar esa rosa? —Maurice negó con la cabeza, apenado, sin responder—
. Y más importante aún, ¿tú por qué le seguías? Jean no parecía tener intención de hacer daño a nadie, por lo que Alaric podía contestarle con franqueza. Quizás le interesara también saber cómo había acabado él ahí —y si seguía dispuesto a compartir con él ese dinero—. En cuanto Alaric se excusara, Maurice carraspearía y miraría a los dos. Sus ojos brillaban tristes, pero no tenía pinta de ser un mentiroso ni un loco.
—
Soy consciente de que no debería pedíroslo, es muy egoísta por mi parte, pero ¿podríais acompañarme? —suplicó—
. Ya he tenido un accidente en este bosque, y si la bestia existe de verdad, no seré capaz de salir de este bosque con vida. Pero no tengo otra opción, Bella... Bella no merece pagar por mis descuidos. Por favor, sólo tengo a mi hija...El peso de la decisión cayó sobre Alaric. Jean dijo que, por él, Maurice podía ir con ellos, pero que se desentendía por completo si le ocurría algo.
—
Además, tengo curiosidad. Nadie me ha dicho nada de un castillo —añadió.
Era una idea descabellada, pero quizás le interesaría a Alaric. Maurice no tenía aspecto de querer marcharse sin esa rosa y, si le dejaba solo, a saber qué le haría su Maestra cuando se enterara. Por otra parte, ¿cuántos castillos podía haber en ese bosque? Ronin les había prohibido terminantemente acercarse, y quién sabía lo que podía pasar si desobedecía sus órdenes. Y luego estaba el asunto de la bestia...
¿Qué hacer? Quizás debería consultarlo con sus compañeros, que ya debían de llevar un buen rato esperándole en la plaza. Pero marcharse ahora y abandonar a Maurice y a Jean en el bosque podía ser una muy, muy mala idea...
SaitoLos copos de nieve acertaron de lleno la cabeza del Sincorazón y lo empujaron hacia atrás. Sin embargo, lejos de desaparecer, el Jazz carmesí se revolvió y las minas que había invocado se lanzaron contra Saito. Había calculado mal esa parte de la estrategia, muy mal, y es que las bolas de fuego estallaban al entrar en contacto con un cuerpo. Lo alcanzaron en el estómago y en el pecho, lanzándolo por los aires y haciéndole mucho daño.
Cayó con un fuerte golpe, pero el Sincorazón ni siquiera le dejó tiempo para lamerse las heridas. Tuvo que rodar hacia un lado para esquivar el siguiente proyectil y poder levantarse a duras penas. Su rival se mantenía en su sitio, pero rodeado como estaba de esas minas de fuego no iba a poder acercarse. Las creaba demasiado deprisa, y a Saito le faltaban reflejos para esquivarlas todas.
Por suerte para él, desde ahí alcanzaba a atizarle un
Profanus. Su mejorada espada atravesó el humo y se interpuso entre algunos proyectiles. Al centrarse en el Sincorazón, éste no pudo fabricar más. Cayó tras cuatro estocadas certeras... pero el fuego no desapareció.
No llegó a la puerta. Todos los proyectiles estallaron simultáneamente e incendiaron la habitación. No le alcanzaron de milagro, pero ahora columnas de fuego se interponían entre él y la puerta. El humo le llenaba los pulmones. Pero entonces, una armadura de acero apareció ante sus ojos, lo cogió en brazos y lo dirigió sorteando las llamas hasta la salida.
—
¡Eh, ¿estás bien?! ¿Te has hecho daño? ¿Qué hacías ahí abajo tú solo?Luz. Un hombre joven le daba palmadas en la espalda. Un caballero de la Orden de los Vigilantes. La visión de Saito era algo borrosa y tosía casi con violencia, como si el corazón fuera a salírsele por la boca, pero no tardaría en ubicarse. En el pasillo que precedía al sótano, Christia gritaba órdenes que no llegó a entender. Sus subordinados transportaban cubos de agua hacia su interior.
Apenas podría decir nada cuando una figura conocida se agachó junto a él y le puso la mano en el hombro. Quizás a ojos de su salvador lo pareciera, pero no fue un gesto amable. El guantelete se cerró sobre su hueso, reteniéndolo.
—
Gracias por sacarle, Pierre. Buen trabajo. Ve a evacuar al resto, yo me encargaré de él. Necesita atención médica.—
Sí, señora.Blanche tiró de su brazo hacia arriba sin mucha delicadeza.
—
Te has metido en un buen lío —le susurró entre dientes—
. Da gracias a que no te acusemos delante de todo el mundo y te prendamos aquí mismo.Christia levantó la mirada y la cruzó con Saito. Si bien mantenía una expresión vacía, sus ojos ardían con odio y rabia. Seguro que Blanche le había hablado ya de su pequeño «truco».
La capitana murmuró una orden a una mujer sin armadura y se alejó del incendio, que ya parecía estar bajo control.
—
Vayamos a mi despacho. Blanche, quédate detrás de él. Si intenta hacer magia o escapar, mátalo. Y en cuanto a esto...Christia desató su recién adquirida espada y la examinó.
—
Ahora me pertenece —escupió con una mirada de desprecio—
. Bruja. Giró sobre sus talones y marchó delante de él con la espada en mano. Blanche le empujó hacia delante para que la siguiera.
—
Vamos. Mantén los brazos pegados a los lados. Como vea que intentas tocar esa bolsa tuya, no saldrás de aquí.Saito no tenía otra opción que obedecer. Pero quizás todavía pudiera escapar. Sólo estaban él, Christia y Blanche caminando por un pasillo vacío al lado del claustro. Y ellas iban con armadura. Si era rápido, podría cruzar el patio y escaparse —no le costaría demasiado agarrarse a un saliente con
un buen salto y cruzar al otro lado—. Eso sí, era una idea arriesgada. Muy arriesgada. Ya lo tenían tachado de bruja, pero si no lo habían hecho público es que todavía les interasaba... ¿Por qué? No había forma de saberlo. A lo mejor era más sensato acompañarlas, en silencio y sin rechistar, y tratar de limpiar su nombre.
Porque una cosa estaba clara: si escapaba, nunca podría volver a pasearse por la aldea con el rostro descubierto.
Saito
VIT: 37/??? [Intoxicación]
PH: 4/38
Saito ha sido intoxicado por el humo. A partir de ahora, todo lo que implique grandes esfuerzos físicos o acciones que requieran resistencia te resultarán más difíciles (aunque no imposibles, tenlo en cuenta tanto a la hora de tomar decisiones cómo a la de escribir). La magia y los objetos de curación no te quitarán ese estado.
En cuanto al plan de escape, puedes ubicarte con cualquier mapa de una iglesia románica. Coméntame por privado si tienes alguna duda.
Fecha límite: 3 de febrero