[Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Trama de Fátima, Saeko, Nikolai, Saito, Piko y Alaric

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Suzume Mizuno » Jue Dic 22, 2016 4:34 am

No tuvo tiempo de llamar a la puerta. Una voz aguda y nasal exclamó:

¡Muchacha! ¡Espera, espera!

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Fátima se volvió para ver al hombre, tan pequeño que solo podía detenerla tirando de la manga de su traje como si fuera un niño.

¿Perdón?

¡Ahora no puedes pasar! ¡Interrumpirás en la pedida de mano de Gastón! —Fátima arqueó las cejas y se dejó arrastrar lejos de la puerta—. Enseguida saldrá la parejita feliz, ¡un poco de paciencia!

¡Oh…! ¡Lo siento!—exclamó al comprender lo que había estado a punto de interrumpir. Por un momento se había imaginado a Maurice con el tal Gastón y casi le había estallado la cabeza. Ni se le había ocurrido pensar en la hija. Claro, de ahí la fiesta…


¿A quién buscas? ¿A Maurice?

Sí, señor. ¿Sabe si está en la casa?—preguntó.

Entonces el tipo comenzó a reírse de una forma que hizo que sintiera que había soltado una estupidez. Se le colorearon un poco las mejillas.

Ese viejo chiflado seguirá dando vueltas por el mercado pidiendo limosna. No pierdas el tiempo, muchacha, lo único que puede venderte son sus desvaríos.

Frunció el ceño y lo miró de arriba abajo. La maldad, la crueldad con la que hablaba de un anciano tan amable como Maurice estuvieron a un pelo de provocarle una mueca de asco. En su lugar, se centró en lo único importante que había dicho: que estaría en el mercado.

Gracias por la información—dijo con algo de sequedad—. Me quedaré a esperar y no molestaré hasta que su amigo salga de la casa.

Miró de reojo hacia la multitud para localizar a Alaric, que parecía haber empezado a hablar con un par de hombres. Iba a acercarse a hablar con él cuando, de súbito, la entrada se abrió y algo enorme y rojo salió disparado. Fátima se apartó a tiempo de evitar que la arrollara gracias a sus relejos. Vio trastabillar a un hombre robusto y de melena negra antes de acabar de cabeza en un charco de barro… Al lado de los cerdos.

Fátima se cubrió la boca y sintió que el silencio que se había hecho en el jardín pesaba, casi de forma física, sobre sus hombros.

¿Qué, cómo ha ido todo? ¿Eh? —preguntó el hombre que había detenido a Fátima, agachándose al lado de Gastón. A Fátima poco le faltó para que se le escapara el aire de entre los apretados labios. Casi se le saltaron las lágrimas al ver que el tipejo acababa también en el barro.

Ahora que lo pensaba, recordaba a Gastón de una misión. Apretó todavía más la mano para que no se le viera la sonrisa que le dibujaron los labios. Al menos hasta que Gastón los recorrió a todos con una mirada tan asesina que hasta a ella le resultó intimidante. La revolvió por dentro. Le recordó a algunos chicos de su viejo mundo.

Os aseguro que Bella se casará conmigo. Así que no lo dudéis ni un solo momento —dijo—. Habrá una pequeña cacería esta noche. Capturar a esa famosa bestia o demostrar su inexistencia me hará irresistible por fin a ojos de Bella. Y ¿por qué no?, la cabeza de ese monstruo sería un digno trofeo que colgar en la pared.

»¡Recoged todo esto!


Gastón se alejó. De alguna forma, a pesar de ir cubierto de barro, seguía resultando imponente. Fátima bajó la mano. La sonrisa se le había borrado. Miró de reojo a Alaric y le hizo un gesto interrogante, ladeando la cabeza y alzando las manos. Gastón había dicho algo de capturar a una bestia —lo de que le hiciera irresistible ante una mujer, que acababa de ganar muchos puntos para ella, que lo había tirado al barro no parecía muy probable— y eso les interesaba. Pero, aun así, Fátima quería asegurarse de que Maurice estaba bien. Si la hija se negaba a hablar con ella, algo normal después del desplante que le acababa de meter a Gastón, entonces iría tras este a investigar.

Pero en principio, esperaba que Alaric fuera tras Gastón aunque solo fuera para enterarse de dónde empezaríá la caza. Si iban a enfrentarse a un Sincorazón, más les valía acompañarlos.

Entonces, por el rabillo del ojo, captó un intenso color azul. Se giró y le pareció ver una tela que desaparecía detrás de la casa de Maurice.

Si Alaric se le acercaba, diría:

Hay que enterarse de dónde empezará la cacería. ¿Puedes ir tú? Te acompañaré en seguida, antes… Quiero dejarle un mensaje a Maurice.—Esperaría por si Alaric decía algo—. Claro que si quieres, puedes venir.

Sonreiría, decidiera lo que Alaric decidiera, y saldría corriendo detrás de la tela azul, dándole la vuelta a la casa de Maurice.

¡Mademoiselle Bella!—exclamó, al girar por donde había visto la pieza del vestido.

Esperaba encontrarla al otro lado. Si no estaba, buscaría un poco, pero tampoco de manera muy agresiva. Imaginaba que la joven necesitaba estar sola. En cambio, si la encontraba, tras una vacilación, haría una suerte de reverencia y diría:

Creo que he visto a poca gente que merezca tanto restregarse los morros contra el barro.—Sonreiría, titubeante—. Me llamo Fátima. Siento molestar, venía a ver a tu padre… Hace un tiempo nos ayudamos en el bosque y me preguntaba si estaba bien…

Esperaría. Quizás Bella no quisiera hablar con ella. En ese caso se marcharía e iría detrás de Alaric —o Gastón, si Alaric había venido con ella—.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Drazham » Jue Dic 22, 2016 3:25 pm

El panadero le tendió una bolsa con las pastas que había pedido y, señor, el aroma que desprendían era como una dulce melodía que lo encandilaba. Pese a que su apetito le suplicaba que se llevase alguna a la boca, Nikolai aguantó el tipo y aguardó a que el dueño del local terminase de responderle.

¿Celebrar? Oh, no, no, esto es así cada día. Ya festejaremos dentro de poco, cuando Gastón y Bella se casen dentro de unos días. Lo que me recuerda... ¡¡Marie!! ¡Hay que preparar el pastel!

Ajá, de modo que era una proposición. Los intereses amorosos del tabernero problemático o lo que fuese no le interesaban, aunque esto último le demostraba que a la gente del pueblo le preocupaban más los chismorreos de bodas que las historias de monstruos. Ya puestos en ello, no esperó más preguntar directamente por su bestial asunto.

Un animal salvaje... Bueno, hemos tenido algún que otro percance con lobos —los bosques están llenos de ellos, ¿sabéis?— pero los últimos meses han sido muy tranquilos. ¿Seguro que han dicho eso?

Nikolai ladeó la cabeza y se rascó la sien. No quiso usar la palabra «bestia» por temor a que el hombre le rehuyese o se hiciese el loco, pero acabó siendo más un fallo. Claro, nadie iba a hablar tan a la ligera de esas cosas, y menos con un extranjero. Fue a rectificar cuando pensó cómo reencauzar el tema, pero Saeko se le adelantó:

Así es, ¿es cierto lo que se cuenta de las ovejas?

¿Ovejas? ¿Hablas del robatorio? ¡Bah! ¡Eso no ha sido obra de ninguna bestia! Quizás no lo sabréis por ser de fuera, pero ese bastardo de Timothée no es la primera vez que nos trae a todos de cabeza con que los lobos se llevan a sus ovejas. Hacedme caso, es él mismo el que se las come.

«No, buen hombre. Créame que si se tratasen de simples lobos no estaríamos…»

»Pero no entiendo cómo os habéis enterado de eso. Si sucedió ayer al ocaso...

«Oh».

Trató de contener cualquier gesto facial que le delatara. Patinazo al canto. Demonios, Ronin podría haberles dicho de cuando databan esos rumores, con lo ya de por si sospechoso que era ir preguntando por el dichoso monstruo.

¿Sabe de alguien que haya tenido estos problemas directamente? Nos gustaría informarnos mejor.

Ah. Hablas de Enéas.

Eso, en cambio, pareció haber dado en el clavo. La cara de pesadumbre que compuso el panadero hablaba por sí sola, y Nikolai echó el cuerpo hacia delante, expectante, con la corazonada de que esta vez sacarían algo.

Debí suponerlo. Esa clase de noticias se escampan enseguida. Menos mal que mi señora acaba de marcharse, lleva días dándome la vara al respecto. Que si no deberían haberse llevado al chico, que si tendríamos que haber hecho algo... ¡Ni siquiera su hermana decidió intervenir! ¿Qué quería hacer?

¿Le ocurrió algo grave? —inquirió, frunciendo el ceño.

Lo suyo no fue un problema con ovejas ni nada por el estilo. Pero todo eso de la bestia lo empezaron él y sus escapadas al bosque. Era de suponer que tarde o temprano se haría daño. Pero ¿volverse loco? No. Eso no nos lo esperábamos ninguno. —Entonces, Nikolai arrugó la nariz al notar el pestazo a quemado que llegaba al mostrador. El panadero no tardó poco más en darse cuenta también—. Ah, ¡maldita sea! ¡Marie! ¡Las baguettes! ¿No las has..? Oh, qué más da.

Y corrió al interior como alma que lleva el diablo. Por el escándalo que estaba montando, no tenía pinta de que le pudiesen robar algo más de su tiempo.

¡Preguntad en la posada Le faucon blanc! ¡Loretta seguro que sabe más que yo!

Miró a Saeko con indolencia y se encogió de hombros. El nombre que les dio el dueño le sonaba haberlo visto de pasada mientras deambulaban por el mercado, por lo que agarró la bolsa con las pastas y salieron afuera. El paso del calor al desagradable frío de la calle le hizo estremecerse. Sacó una de las pastitas recién hechas y le pegó un bocado a la par que desandaban sus pasos.

¿Qué opinas de todo esto? —le preguntó a Saeko nada más tragar. Atendió a lo que quiso decirle, terminándose la pasta, y prosiguió—: Bueno, mirándolo por el lado positivo tenemos un nombre. No tenía muchas esperanzas en que fuésemos a sacar nada en claro, salvo cuentos de lobos y granjeros que se comen su propio… Espera un momento.

Nikolai frenó en seco y le dio una palmadita en el hombro a Saeko para que hiciese lo mismo. Puede que fuese la costumbre de estar ojo avizor que se obligó a adoptar, o quizás un severo caso de escepticismo que acabó desarrollando por culpa de las misiones. El caso es que cuando la pilló poco después de que abandonasen la panadería no quiso darle importancia.

Pero, tras virarse, comprobó que no fue casualidad y ahí seguía, observándoles desde la distancia.

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Que después de eso la muchacha le evitase el contacto visual con tanto descaro no daba pie a malos entendidos; su ausencia de disimulo no hizo más que obviarse al seguir erre que erre, vigilándoles por el rabillo del ojo. Lo que más le mosqueaba de todo es que siguiese fingiendo que no habían desvelado su tapadera.

Un cuarto de hora mal contado desde que entraron en el pueblo y ya tenían ojos pegados en la nuca. Y pensaba que no podían superarse más.

Ignórala —se limitó a decir con desgana, dándose la vuelta—. No vale la pena: tiene más miedo ella que nosotros. Mientras no haga más que seguirnos a hurtadillas... —Pues sí. Con sólo verla ya se imaginaba que huiría cual cervatillo asustado si hacían ademán de acercarse. Casi mejor que la tuviesen a la vista y averiguar por qué tanto interés en unos turistas cotillas.

Solo esperaba no tener que arrepentirse y que no les diese demasiados quebraderos de cabeza.

Al llegar a la posada que les mencionó el panadero, esperó a ver que hacía su perrita faldera y, tuviese o no intención de seguirles, pasó al interior. Allí se dirigiría al primer encargado que viese, le pediría un vaso de cualquier cosa que no llevase alcohol —no era plan con el desayuno reciente. Ni tampoco cargarse el buen sabor que le dejaron las pastas— y preguntaría por la tal Loretta.

Una vez la localizase, se dirigiría a ella con la expresión más simplona e ingenua que pudo sacar.

Disculpe, ¿es usted Loretta? —preguntó—. Encantado. Verá, mi acompañante y yo estamos de viaje e íbamos a pasar un par de días en el pueblo. El caso es que, como decirlo… —Se rascó la nuca—. Hemos estado escuchando rumores un poco raros sobre una… bestia que ronda por los alrededores.

Sin tapujos ni nada. No iba a arriesgarse otra vez a que le llevasen de varas con los lobos de la zona.

El panadero de un par de calles más abajo nos ha dicho que no nos preocupemos, que fue cosa de un lugareño que les pegó un buen susto a todos. Nos dijo que le preguntásemos para salir de dudas y, bueno…

»El lugar tiene pinta de ser muy tranquilo, y sería una lástima que se arruinase por culpa de rumores.

Y a todo comerciante no le interesaba que sus potenciales clientes acabasen espantados. Era muy probable que le negase la existencia de una bestia, pero también que le hablase acerca del que la “originó” para tranquilizar a un par de viajeros.
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Ronda #3 - Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Astro » Vie Dic 23, 2016 7:08 pm

Vaya, fue fácil. Como si nada, Alaric ya se había vuelto uno más del grupo que festejaba lo que fuese, e incluso consiguió bastante rápido una bebida. Pero en cuanto mencionó el tema de la bestia, fue otro cantar.

¡No hables de la bestia aquí, cazurro! ¡No en la proposición de Gastón!

Enarcó una ceja. ¿Eso se celebraba? ¿Una proposición?

¿Forastero, verdad? —Alaric asintió—. Te cuento: Gastón es el mejor cazador del pueblo. Al principio, ni él ni nosotros nos creíamos el cuento ese de la bestia, pero... Bebe un poco, no seas tímido; si hay que hablar de estas cosas, mejor no hacerlo sobrio —Ni corto ni perezoso, le echó un trago largo— . A lo que iba. Nadie creía las historias de ese niño loco, pero la gente del pueblo está muy nerviosa, ¿comprendes? Cada vez se oyen cosas más raras y estamos muy presionados...

Bueno, al menos no habían llegado tarde. La bestia seguía suelta y causando problemas. Habrían seguido hablando, pero el sonido de algo cayendo en agua alertó a todos: un hombre había salido despedido por la puerta y ahora nadaba en el barrizal de los cerdos. Por la impresión de todos al mirarle, fue fácil deducir que se trataba del famoso Gastón. Bonita primera impresión.

En cuanto se recuperó, y con aspecto de enfado, se acercó al grupo para anunciar algo:

Os aseguro que Bella se casará conmigo. Así que no lo dudéis ni un solo momento. Habrá una pequeña cacería esta noche. Capturar a esa famosa bestia o demostrar su inexistencia me hará irresistible por fin a ojos de Bella. Y ¿por qué no?, la cabeza de ese monstruo sería un digno trofeo que colgar en la pared.

Una cacería... ¿Complicaría eso las cosas para ellos o las haría más fáciles? Seguramente lo primero.

»¡Recoged todo esto!

Justo lo que me temía, ¿ves? En fin, voy a por un trago. ¿Nos veremos esta noche?

Claro.

Buscó entre la multitud que se movía a Fátima, que le hizo un gesto de desconcierto con la cabeza. Alaric señaló al grupo, concretamente a Gastón, haciendo gestos para darle a entender a la maestra que les seguiría. Al fin y al cabo, ella parecía interesada en esa casa y Alaric sería más útil enterándose del todo de la cacería y de los problemas que habría causado la bestia en el mundo.

Terminándose la bebida lo más rápido que pudo, el grandullón siguió al grupo con cierta tranquilidad, procurando no llamar la atención. Procuraría seguir a Gastón sobre todo, pero si veía que era complicado o que no aceptaba conversación no se arriesgaría y buscaría al hombre con el que había charlado antes. Al menos parecía más colaborativo que el casanova.
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Tsuna » Sab Dic 24, 2016 5:28 pm

Saeko miraba de reojo a Nikolai de tanto en tanto mientras esperaban, y en cuanto el panadero les entregó el pedido se le hizo la boca agua, pero prefirió contenerse y mantener la cabeza fría y centrada en las preguntas que el rubio ya le estaba lanzando. Saeko no perdió detalle de la conversación en ningún momento.

¿Celebrar? Oh, no, no, esto es así cada día. Ya festejaremos dentro de poco, cuando Gastón y Bella se casen dentro de unos días. Lo que me recuerda... ¡¡Marie!! ¡Hay que preparar el pastel!

Gastón... ¿Dónde había escuchado ese nombre? Claro, en el mapa se hacía alusión a una taberna cuyo dueño tenía ese nombre. Recordaba bien lo de que era una zona hostil por lo que tenía escrito Lyn en el mapa, así que lo único que podía sospechar era que se trataba de un hombre no muy amigable, si se lo encontraba esperaba tener una impresión distinta.

Un animal salvaje... Bueno, hemos tenido algún que otro percance con lobos —los bosques están llenos de ellos, ¿sabéis?— pero los últimos meses han sido muy tranquilos. ¿Seguro que han dicho eso?

Sí, Saeko estaba totalmente segura. Y fue por ello que aprovechó el momento para dirigir la conversación por dónde más les convenía. Ronin mencionó algo sobre unas ovejas, así que preguntó por ellas.

¿Ovejas? ¿Hablas del robatorio? ¡Bah! ¡Eso no ha sido obra de ninguna bestia! Quizás no lo sabréis por ser de fuera, pero ese bastardo de Timothée no es la primera vez que nos trae a todos de cabeza con que los lobos se llevan a sus ovejas. Hacedme caso, es él mismo el que se las come.

Saeko enarcó una ceja ante la última declaración, no sabía muy bien cómo reaccionar ante unos rumores tan disparatados. Ni se le pasó por la cabeza que fueran ciertos, pero sí era verdad que al asunto de la bestia se les estaban añadiendo los lobos, y era algo que les dificultaría la búsqueda más adelante.

»Pero no entiendo cómo os habéis enterado de eso. Si sucedió ayer al ocaso...

A Saeko se le encogió el corazón por un momento. Se maldijo a sí misma por no haber caído en algo tan crucial que podría haber preguntado a Ronin, y su fachada de forasteros podía irse al garete por tonterías como esas. Bueno, lección aprendida para la próxima. No se hizo de rogar y se adelantó de nuevo, queriendo buscar a alguien más concreto, alguien que hubiese tenido contacto con la bestia, o que hubiese hablado de ella... Cualquier cosa les valía.

Ah. Hablas de Enéas.

El rostro del panadero mostró cierta pesadumbre que no pasó desapercibida. Al final sí que iba a ser algo más que simples ataques de lobos.

Debí suponerlo. Esa clase de noticias se escampan enseguida. Menos mal que mi señora acaba de marcharse, lleva días dándome la vara al respecto. Que si no deberían haberse llevado al chico, que si tendríamos que haber hecho algo... ¡Ni siquiera su hermana decidió intervenir! ¿Qué quería hacer?

¿Le ocurrió algo grave? —intervino Nikolai con seriedad.

Lo suyo no fue un problema con ovejas ni nada por el estilo. Pero todo eso de la bestia lo empezaron él y sus escapadas al bosque. Era de suponer que tarde o temprano se haría daño. Pero ¿volverse loco? No. Eso no nos lo esperábamos ninguno. —procuró prestar atención a la historia del hombre, pero había algo que la desconcentraba... no fue la única en percibir el olor a quemado, e irremediablemente se preocupó—. Ah, ¡maldita sea! ¡Marie! ¡Las baguettes! ¿No las has..? Oh, qué más da.

¡Preguntad en la posada Le faucon blanc! ¡Loretta seguro que sabe más que yo!

Recogió las pastitas y salió afuera con su chico, pronto se lamentó de no haberse quedado un ratito más adentro, deleitándose con el olor a miel y trigo. Intentó adaptarse como pudo al frío y echó a andar, pegando un buen bocado a las pastas.

¿Qué opinas de todo esto?

Saeko le miró por un momento mientras terminaba de tragar, fue tiempo suficiente para resumir toda la información que tenían en su cabeza. Ni siquiera consideró que todo lo referente a Gastón tenía que ver con su misión, así que lo ignoró.

Estaba pensando en los lobos —por supuesto, procuró hablar con discreción, no fuese a llamar la atención en plena calle—. ¿Cómo vamos a saber que es él de verdad? —se refería al monstruo que estaban buscando. Si se trataba de un Sincorazón el problema no sería tan complicado, pero si era cualquier otra bestia, o un lobo cualquiera, o si tenía relación con los Villanos Finales...

»Creo que estamos buscando una aguja en un pajar. —concluyó con cierta pesadumbre, pero no estaba en sus planes rendirse todavía.

Bueno, mirándolo por el lado positivo tenemos un nombre. No tenía muchas esperanzas en que fuésemos a sacar nada en claro, salvo cuentos de lobos y granjeros que se comen su propio… Espera un momento.

La palmada que le dio Nikolai la puso en alerta y se temió lo peor, a decir verdad no había estado muy atenta a la gente que rondaba por la calle, pues antes tampoco lo había estado. Pero entonces se fijó con disimulo: una muchacha de cabello rubio que parecía mostrar una actitud cuanto menos sospechosa. Parecía bastante patosa.

Ignórala —eso mismo estaba a punto de decir ella—. No vale la pena: tiene más miedo ella que nosotros. Mientras no haga más que seguirnos a hurtadillas...

Sin una palabra más asintió y se dio la vuelta, rumbo a la posada.

Saeko se sentía tan confiada que la presencia de una aldeana cualquiera no le suponía ningún peligro, y como había dicho Nikolai, parecía muy intimidada, no merecía la pena hacer nada, estaba segura que al mínimo movimiento saldría corriendo y eso podía empeorar las cosas, e incluso impedir su investigación. Lo mejor era moverse con libertad, ahora que todavía la tenían.

Alcanzaron la posada después de unos minutos vagando por las calles. Nikolai se adelantó, mientras Saeko, detrás de él, contemplaba bien todo el ambiente, los rostros de la gente por si encontraba algún conocido, cualquier cosa... Se sentó junto al rubio y pidió un vaso de leche caliente, necesitaba bajar el desayuno.

Disculpe, ¿es usted Loretta? Encantado. Verá, mi acompañante y yo estamos de viaje e íbamos a pasar un par de días en el pueblo. El caso es que, como decirlo… Hemos estado escuchando rumores un poco raros sobre una… bestia que ronda por los alrededores.

Saeko de inmediato empezó a pensar alguna excusa por si les soltaban otra vez un: "¡pero si eso ocurrió ayer al ocaso!".

El panadero de un par de calles más abajo nos ha dicho que no nos preocupemos, que fue cosa de un lugareño que les pegó un buen susto a todos. Nos dijo que le preguntásemos para salir de dudas y, bueno…

»El lugar tiene pinta de ser muy tranquilo, y sería una lástima que se arruinase por culpa de rumores.

Bien, buena jugada aquella. ¿Perder clientes por los rumores de una bestia? No podían permitirlo. Saeko esperó a que la conversación prosigiera y, en cierto punto, añadió con una indignación fingida.

El panadero mencionó a ese lugareño: Enéas. Me niego a que sus delirios me quiten el sueño por las noches. Cuánto me gustaría saber dónde se encuentra.

Necesitaba saber dónde se encontraba ese chico, dar con él e interrogarlo, parecía ser el origen de todos los rumores pues se había vuelto loco, supuestamente, debido a sus escapadas. Aunque Saeko dudaba sobre eso último, parecería un loco a ojos de los vecinos, pero ella intuía que el chico decía la verdad.

Tampoco perdió detalle de la puerta del local, a la que miraba de tanto en tanto, quizá la muchacha que les espiaba decidiera entrar también, y en cuyo caso, tiraría con disimulo de la manga de Nikolai para hacerle entender, con un gesto de cabeza, que estaba allí con ellos...
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor H.S Sora » Sab Dic 24, 2016 5:42 pm

No, la primera misa aún no ha empezado. Pero la iglesia no deja de ser un lugar público. Cualquiera puede entrar a rezar.

Rígida. Aquel fue el primer adjetivo que se me ocurrió para la guardiana de la Iglesia. A pesar de que parecía estar haciendo sólo su trabajo, había algo en su expresión y en su manera de intimidar que me era casi familiar…      

Bueno, al menos no tendría muchos problemas para entrar a «rezar».

Aunque creo que no me hace mucha gracia tener a un desconocido merodeando por esta zona. —Enarqué una ceja, a modo de pregunta—. Malos tiempos. Podrías ser un ladrón... o algo peor.

»¿De dónde has dicho que venías?

Christia.

Contuve un suspiro de alivio. La intervención de la desconocida me salvó por completo: no tenía ni idea de la geografía de Castillo de Bestia, y mucho menos de las aldeas de los alrededores. Y ya estaba preparando un numerito con el que marcharme indignado por el trato recibido, pero no estaba muy seguro de que la situación hubiera mejorado lo más mínimo.

La mujer parecía también una soldado, a pesar de que la vestimenta y arma que llevaba era distinta a las de Christia. Pero eso no significaba que no perteneciera a la Orden de los Vigilantes, de hecho nada me aseguraba que alguna de las dos lo fuera.

Blanche. ¿Ya has acabado de patrullar?

Sí, capitana. Venía a informar. —Tragué saliva al ver que me estaba señalando—. Con todos mis respetos, no creo que este niño sea una bruja ni una bestia disfrazada. Y, si sabe lo que es bueno, tampoco se tratará de un ladrón. No si quiere conservar las manos al salir. ¿No crees, chico?

Por supuesto. —Me apresuré a añadir—. Sólo estoy de paso.

Pero...

Dejar de acusar a cada forastero mejoraría mucho tu reputación, ¿sabes?

Me extrañó la informalidad con la que Blanche trató a Christia, llegando a poner una mano en su hombro. ¿Acaso no era esta última su superior? La mujer pareció relajarse un tanto, dejando la parte de rigidez con la que la había conocido. Al menos por un momento.

Está bien. Pasa. Ya lo has oído. Que no falte ni una sola vela cuando salgas.

Asentí, a tiempo de ver como la otra mujer me guiñaba un ojo. ¿Había pretendido ayudarme? No estaba muy seguro de sus intenciones, pero quizá estaba acostumbrada a tratar con el comportamiento de su capitana. Si no lo había entendido mal, Christia acostumbraba a tratar así a todos los recién llegados.

Aunque con lo que estaba sucediendo, no era de extrañar.

Nada más entrar me encontré con una agradable sorpresa: la estatua de una mujer, inmaculada en la piedra, era la que propiciaba luz en el interior del edificio por las velas que tenía encendidas. Me acerqué despacio, pasando por algunos bancos ya ocupados por los aldeanos y sus plegarias.

A uno de los lados se encontraba ella, con expresión pétrea. Con un sencillo vestido y los brazos extendidos, su nombre bajo una talla en el pedestal:

MARIANNE


Se trataba de la reina, la misma que había fundado esa misteriosa orden. Que hubiera una estatua suya ahí dentro acrecentaba mis sospechas de que tanto Blanche como Christia pudieran pertenecer a los encargados de proteger al pueblo de todo mal. Los mismos que debían estar de trabajo hasta el cuello, con los rumores de la bestia rondando por todos lados.

En el momento en que coloqué una mano con cautela sobre la talla, acabé de comprender que el sentimiento de inquietud que me acompañaba desde que había entrado no se debía a las dos centinelas que no me dejarían campar a mis anchas.

Era la misma clase de sentimiento que había tenido en Agrabah, al notar el poder de la lámpara mágica del mercader. Sólo que en esta ocasión era mucho más leve, pero seguía siendo un indicio de que algo no iba como debía: ¿qué hacía algo con poder mágico dentro de una iglesia? La misma en la que Lyn había asegurado que la magia era algo prohibido.

Miré a mi alrededor para tratar de ubicarlo, pero me encontré a Blanche siguiéndome la pista. Todavía no me había visto, pero no tardaría en hacerlo. Y debía encontrar lo que fuera que emitía esas vibraciones, porque dudaba que ella o su capitana fueran a decirme algo. Y lo más importante, no tenía manera de sacar el tema sin parecer muy, pero que muy sospechoso.

¿Perdonen, han notado que tienen un ambiente más bien mágico en la casa del Señor?

Desde luego, era una pésima idea.

Avisté en ese momento un pequeño cubículo, no muy lejos de donde estaba. En el de enfrente había un monje, pero qué se le iba a hacer. Fue una vez dentro, cuando me percaté de que se trataba de un confesionario.

Maravilloso.

Suspiré. Tenía que ganar tiempo, aunque fuera con una falsa confesión. Y quizá así conseguiría averiguar algo sobre lo que sucedía en esa misteriosa iglesia.

Padre, he pecado y no quiero seguir mi viaje sin expiar mis pecados, no con las atrocidades que cuentan de los caminos en estos días. Estoy muy arrepentido...

Uy, si tu supieras.

Si me dejaba continuar, proseguiría. De lo contrario, no tendría más remedio que salir de ahí antes de que llamara más la atención.

Yo… siempre he intentado proteger a una persona que me importaba muchísimo, pero lo único que he conseguido ha sido alejarla por completo de mí haciéndole daño.

Me llevé las manos al rostro.

He pensado tantas veces en cómo traerla de vuelta, con modos que irían contra su voluntad y la de cualquier hijo de Dios. ¿Pero qué puedo hacer si no?… Me he desviado del camino y sin ella no creo que sepa como volver…

»...Me siento como un monstruo por todo lo que he hecho.

Antes de que hubiera podido darme cuenta, tenía los ojos humedecidos. ¿Qué tan falsa había sido la confesión al fin y al cabo? Esperé a que el monje hablara, aprovechando para calmarme, y entonces añadí con mucho tacto.

Siento una conexión muy fuerte en esta iglesia, más que en otras. ¿Cree que habría algún sitio en el que mi alma se sintiera más descansada para realizar la penitencia? Un sitio donde pudiera expiar mis pecados en paz.
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Denna » Mar Ene 03, 2017 12:53 am

Fátima


¡Mademoiselle Bella!

En un principio, no obtuvo respuesta. Detrás de Fátima, la gente estaba tan ocupada desmontando la decoración de la fiesta que nadie le prestó atención. Y, por supuesto, nadie vio cómo se escabullía y rodeaba la casa del inventor.

Sus pasos la llevaron a un establo. Estaba vacío por completo; ni siquiera había alfalfa por el suelo ni herramientas. Sin embargo, un poco más allá, sí que había un cobertizo del cual le llegaba una voz de mujer:

¿Os imagináis? ¡Me ha pedido que me case con él! ¡Yo, la mujer de ese palurdo estúpido!

Al acercarse más, distinguió a una joven, más o menos de su edad, que agitaba enérgicamente una cesta de pienso que daba a las gallinas. ¿Bella? Aún no se había dado cuenta de la presencia de la otra chica. Era la única que había en el cobertizo, sin contar a los animales. ¿Les estaba... hablando a ellos?

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Y no sólo eso. Ahora se ponía a cantarles. Si Fátima todavía dudaba de su identidad, las palabras de la muchacha le confirmaron que sí era Bella.

¡Madame Gastón, qué cosas tiene! ¡Madame Gastón, yo su mujer! Ni hablar, yo no, lo garantizo. ¡El mundo entero quiero conocer..!

Dio un gracioso giro que asustó a las gallinas y descubrió por fin a la Maestra. Dejó de cantar, más sorprendida que avergonzada, y la miró con curiosidad. Estaría demasiado extrañada como para articular alguna pregunta, a lo que Fátima se apresuró a decir:

Creo que he visto a poca gente que merezca tanto restregarse los morros contra el barro.

La hija de Maurice alzó las cejas y disimuló una risita.

Gastón es sin duda un hombre que no sabe aceptar un no por respuesta —admitió—. Disculpa, pero ¿quién eres?

Me llamo Fátima. Siento molestar, venía a ver a tu padre… Hace un tiempo nos ayudamos en el bosque y me preguntaba si estaba bien…

Bella abrió mucho los ojos al reconocer su nombre.

¡Fátima, sí! ¡Encantada de conocerte, yo soy Bella! Mi padre me ha hablado mucho de ti. Tengo que darte las gracias por haberle salvado en el bosque ese día —dijo muy seria—. Te debo muchísimo. Es lo único que me queda. —Recogió la cesta de pienso y, con pasitos cortos, salió del cobertizo antes de cerrar la verja tras de sí. Sonrió a Fátima con calidez y añadió:—. Iba a dar un paseo por el descampado hasta que recogieran todo eso del patio, pero si Gastón se ha ido podemos entrar y tomar un té. Estaba a punto de prepararlo cuando ha pasado todo eso. ¿Qué me dices? ¿Te apetece? Papá no debería tardar en volver y seguro que se alegra mucho de verte.

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Alaric


Gastón se alejó a pasos agigantados hacia el pueblo. Dejó atrás con facilidad a los que iban tras él, entre ellos a Alaric, que apenas llegaron a ver cómo cruzaba el mercado y se internaba en una taberna, cerrando de un sonoro portazo que hizo crujir la madera.

Los hombres que iban delante sólo cruzaron una mirada de aprensión antes de seguirle.

Cuando Alaric entró, el local ya estaba lleno. Un fuerte olor a cerveza se había instalado en el aire y ya hacía reír y gritar tontamente a algún que otro hombre. Eran pocas las mujeres que ocupaban las mesas, más allá de las camareras que coqueteaban con los más borrachos. Le costó ubicar a Gastón, pues su butaca daba la espalda al animado ambiente y el hombre miraba con fijeza la chimenea. Cuando se le acercó un hombre pequeño —que quizás Alaric habría visto antes hablando con Fátima— para traerle una jarra, Gastón la rechazó de malas maneras. El hombrecito era el único que se atrevía a acercársele.

Al que sí que distinguió fue al hombre con el que había hablado antes. Él lo vio primero y le hizo señas para que se acercara. Sólo él ocupaba su mesa, cargada con dos jarras llenas de cerveza bien fría.

Te regalo una si accedes a cubrirme las espaldas durante la cacería esta noche —dijo con una sonrisa, empujando en su dirección la bebida—. No nos hemos presentado, creo. Soy Jean. Jardinero y cazador cuando la situación lo requiere.

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Hizo una floritura con el brazo, señalándose. Esperó a que Alaric contestara mientras daba un sorbo a su cerveza.

No estamos acostumbrados a que lleguen viajeros. Por eso no esperes a que Gastón se levante a contarte cómo funcionan las cosas —explicó Jean—. Nos reuniremos en cuanto se ponga el sol aquí, delante de la taberna. Cada uno se trae sus propias armas y objetos, y nos limitaremos a seguir a Gastón y escuchar sus órdenes. Que no te engañe lo que ha pasado con Bella —añadió bajando la voz—, Gastón es el mejor cazador del pueblo por una razón, y puedes confiarle tu seguridad. Es decir, ¡mira a tu alrededor!

Las paredes de la taberna estaban llenas de «trofeos» de caza. Cabezas de ciervo, de lobo y de jabalí disecadas adornaban la estancia y, por lo visto, todo era obra de Gastón.

En cuanto al pago... Lo habitual son bebidas gratis y el reconociemiento del pueblo, qué quieres que te diga. Hace años éramos un reino muy importante y blablabla, pero aquí nos tienes hoy. Depende de adónde te dirijas, un par de monedas no te van a servir de mucho. Pero eso ya deberías discutirlo con Gastón. No está de muy buen humor, pero es un hombre... razonable. Más o menos.

Jean dio otro trago más largo y recostó la espalda en la silla. Miraba a Alaric con curiosidad, pero sus intenciones eran buenas y parecía que de verdad quería ayudar. Seguro que, si tenía más preguntas, se las contestaría sin problema.

Y aún así, hay algo que me trae de cabeza —musitó, más para sí mismo que para Alaric—. Quizás tú podrías... Eh, ¡mira eso!

Al otro lado de la ventana, siguiendo la dirección que Jean señalaba, un hombre mayor de aspecto confundido moraba por la calle. Se abrigaba con una tela descosida y agujereada cual mendigo.

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Una chica joven, vestida con una capa roja y el pelo rubio trenzado, hablaba con él. La escena, tan normal en apariencia, era lo que a Jean le sorprendía tanto.

Y yo que pensaba que nadie se acercaba ya a ese viejo chiflado. —Echó un vistazo rápido a Alaric y se retractó:— . El inventor del pueblo. Es el padre de Bella, la chica que se iba... que se va a casar con Gastón. Es un poco especial, y nadie excepto su hija trata con él a estas alturas. —Se quedó mirando pensativo a la muchacha alejarse—. Me pregunto en qué andará metido.

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Saeko y Nikolai


Su «perrita faldera» les acompañó durante el breve viaje hasta la posada, en silencio y, como bien habían deducido, sin hacer ademán de acercarse más de la cuenta. Pero desapareció cuando llegaron a la puerta, mientras ninguno de los dos miraba.

Le faucon blanc era un local grande pero considerablemente vacío. Tan sólo había una mesa llena en toda la sala, ocupada por dos personas: un hombre delgado, de tez oscura y moreno, y una mujer menudita con rizos rubios. Junto a ellos y de pie, conversando con un segundo hombre, otra mujer apoyaba los brazos sobre la mesa. Las conversaciones, puro cuchicheo nervioso, cesaron de golpe cuando Nikolai y Saeko entraron. Los que estaban sentados miraron como conejitos asustados a los otros dos. El hombre, alto y rubio, se guardó una bolsa en el cinto y salió a paso ligero de la posada sin mediar palabra.

La mujer morena, por su parte, dibujó una sonrisa y se acercó a recibirles:

Bienvenidos a Le faucon blanc. ¿Qué deseáis?

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La chica les tomó nota con naturalidad, ignorando por completo a los demás. Ellos pudieron sentarse dónde quisieron, más o menos cerca de la otra pareja, que no volvieron a cruzar una palabra en ningún caso.

Cuando Nikolai preguntó por Loretta, la chica que les había atendido se acercó y se presentó como tal. Notarían que Loretta era la única camarera de toda la posada y, a menos que fuera pluriempleada, también todo el servicio.

Tú dirás —dijo cruzándose de brazos.

Verá, mi acompañante y yo estamos de viaje e íbamos a pasar un par de días en el pueblo. El caso es que, como decirlo… Hemos estado escuchando rumores un poco raros sobre una… bestia que ronda por los alrededores.

Loretta entrecerró los ojos. La amabilidad en ellos cedió el paso a la desconfianza y al ¿enfado? No parecía muy impresionada cuando respondió:

No me digas.

El panadero de un par de calles más abajo nos ha dicho que no nos preocupemos —prosiguió Nikolai—, que fue cosa de un lugareño que les pegó un buen susto a todos. Nos dijo que le preguntásemos para salir de dudas y, bueno…

»El lugar tiene pinta de ser muy tranquilo, y sería una lástima que se arruinase por culpa de rumores.


Así que el panadero... —Una fina arruga apareció entre las cejas de la chica y, por un momento, su semblante perdió toda la dureza. Parecía cansada, muy cansada—. Veo que no tiene nada mejor que hacer, no —murmuró entre dientes—. Oiréis muchos rumores mientras estéis en esta aldea, viajeros. Es un lugar tranquilo, y cuando ocurre algo la gente se obsesiona durante semanas. El panadero no os ha mentido: la «bestia» es una invención. Yo no tengo mucho más que añadir.

Sonrió sin humor en dirección a Nikolai.

En cuanto a la posada, poco podemos hacer por ella, ¿no crees?

Iba a retirarse tras el mostrador cuando Saeko le llamó la atención, con tono ofendido:

El panadero mencionó a ese lugareño: Enéas. Me niego a que sus delirios me quiten el sueño por las noches. Cuánto me gustaría saber dónde se encuentra.

La expresión de Loretta se volvió helada.

Mi hermano está en el manicomio. No te preocupes, sus delirios te dejarán dormir tranquila.

Abrió la boca para decir algo más —puede que para echarles; su mirada hablaba por sí sola— cuando la puerta se abrió una segunda vez. La chica de las trenzas rubias entró con garbo y desvió la atención de Loretta sobre ellos como si de un imán se tratara. La camarera, perpleja, dio unos pasos hacia ella.

¡Marcelline! Se suponía que tenías que venir hace una hora —dijo con un ligero tono de reproche. Las manos de Loretta temblaron cuando las alzó para rodear a la tal Marcelline, pero ella se escurrió de su abrazo como una serpiente—. Ya íbamos a terminar con...

Se giró para señalar a la pareja de desconocidos, pero su mirada se posó en Saeko y Nikolai y dejó la frase en el aire. Volvió a fruncir el ceño, sacudió la cabeza y se dirigió al mostrador.

Loretta parecía haberse olvidado de ellos, al menos por el momento, y regresó a su trabajo sin más dilación. Quizás con una disculpa sincera podían llegar a sonsacarle algo más, aunque su versión no variaba demasiado de la del panadero. Podían probar suerte también con la otra pareja, o quizás salir de la posada e ir a otra parte. Después de todo tenían una nueva pista: el manicomio. O puede que interrogar a Marcelline también diera sus frutos.

La chica había guardado silencio y se había encaminado hacia una tercera mesa, no muy lejos de la de ellos. Se sentó dándoles la espalda y esperó a que Loretta se acercara a tomarle nota. Se giró en una sola ocasión para mirar a Saeko, sólo a Saeko, sin el menor atisbo del nerviosismo con el que les había seguido antes. Cuando hizo contacto visual con ella, sonrió y le guiñó un ojo, como si fueran viejas amigas que compartieran un secreto, a pesar de que era, con toda seguridad, la primera vez que la Caballero la veía.

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Saito


El cura del confesionario pegó un brinco cuando Saito entró y se sentó delante de él, pero se repuso a toda velocidad. Les separaba una pequeña reja, a través de la cual podían verse el uno al otro. El cura era un hombre joven, rondaría los treinta años como mucho. Tenía el cabello muy corto y oscuro y el rostro aniñado, cuyos rasgos seguían marcados por la sorpresa.

Sin darle tiempo a preguntar, Saito se puso manos a la obra:

Padre, he pecado y no quiero seguir mi viaje sin expiar mis pecados, no con las atrocidades que cuentan de los caminos en estos días. Estoy muy arrepentido...

C-c-claro, sí —balbució él con evidente inexperiencia. Incómodo a más no poder, empezó a juguetear con la cruz que le colgaba del cuello—. Lo que tú digas. Q-quiero decir... El Señor te escucha.

Y él también. A medida que Saito hablaba, la cara del cura novato cambió por completo de la incomodidad a una mezcla de asombro, sorpresa y, por último, a una pizca de compasión. Al finalizar, le dejó unos segundos en silencio para que se serenara.

Si... te interesa mi opinión... —dijo con cuidado—. Quizás deberías darle un poco de espacio a esa persona. A ella y a ti mismo. A veces la distancia y el tiempo son lo mejor para sanar las heridas. El camino de Dios te encontrará si estás de verdad arrepentido. Es lo único que necesitas. Debes dejarla marchar y permitiros a los dos ser felices.

»C-c-claro que, ésa es sólo mi opinión...


Siento una conexión muy fuerte en esta iglesia, más que en otras. ¿Cree que habría algún sitio en el que mi alma se sintiera más descansada para realizar la penitencia? Un sitio donde pudiera expiar mis pecados en paz.

El cura meditó un momento.

Bueno, n-no realmente. Si quieres esperar a que la misa empiece... No debería faltar mucho, ahora que lo pienso... T-también está la estatua de la antigua reina Marianne, hay quién dice que todavía protege nuestras almas desde el más allá —murmuró con adoración.

Un fuerte carraspeo interrumpió al cura. Provenía del otro lado de la puerta de Saito, junto con unos toquecitos impacientes. Blanche abrió la puerta sin esperar respuesta, y se inclinó sobre el chico con una gran sonrisa falsa que prometía dolor y sufrimiento. El pobre párroco se asustó tanto que no fue capaz de farfullar una sola palabra más.

¿Tienes la menor idea de lo que te haría la capitana Christia en mi lugar? —inquirió con dulzura. Se hizo a un lado para que saliera—. Andando, vamos.

Si hacía ademán de resistirse, Blanche tiraría de él sin el menor problema. Era endemoniadamente fuerte.

La iglesia había empezado a llenarse mientras Saito conversaba con el cura y la gente tomaba asiento. Blanche lo alejó de la multitud tras cercionarse de que Christia no andaba cerca y lo condujo a un rincón.

¿«Siento una conexión muy fuerte en esta iglesia»? Venga, y un cuerno. ¿Sabes? Intento convencer a Christia de que está haciendo bien su trabajo y necesita relajarse un poco y llegas tú con ésas. Si ahora empiezas a hacer cosas raras, me voy a ver en un buen aprieto.

Se cruzó de brazos.

Está claro que buscas algo. Quizás podemos llegar a un acuerdo, pero necesito saber quién eres y qué quieres. Y más te vale no mentirme o sabrás lo que es bueno.


Fecha límite: 7 de enero


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En el próximo par de rondas las cosas podrían empezar a ponerse complicadas. Todo depende de vosotros y de vuestras acciones, pero ¡procurad tener las fichas actualizadas para entonces!
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Ene 07, 2017 4:33 am

Bella tenía una voz preciosa y Fátima deseó que se la tragara la tierra cuando se quedaron mirándose la una a la otra. Sintiéndose muy violenta, masculló lo que pensaba sobre Gastón y le temblaron las rodillas de alivio al ver que Bella sonreía.

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Gastón es sin duda un hombre que no sabe aceptar un no por respuesta —reconoció tras soltar una risita—. Disculpa, pero ¿quién eres?

Fátima se presentó pero no tuvo tiempo de terminar de hablar. Bella parecía conocer su nombre:

¡Fátima, sí! ¡Encantada de conocerte, yo soy Bella! Mi padre me ha hablado mucho de ti. Tengo que darte las gracias por haberle salvado en el bosque ese día .

Ocultando su alivio —y un poco su alegría porque Maurice no la hubiera olvidado—, Fátima sonrió y meneó la cabeza.

No fue nada. Ni siquiera serví de verdadera ayuda. Espero que tu padre esté bien.[/colo]

—[color=#0080FF]Te debo muchísimo. Es lo único que me queda.
.—Fátima esperó a que saliera del cobertizo y le devolvió la sonisa que le dirigió la chica—. Iba a dar un paseo por el descampado hasta que recogieran todo eso del patio, pero si Gastón se ha ido podemos entrar y tomar un té. Estaba a punto de prepararlo cuando ha pasado todo eso. ¿Qué me dices? ¿Te apetece? Papá no debería tardar en volver y seguro que se alegra mucho de verte.

Pues… si no es molestia, ¡me encantaría!

Apretando un puño a modo de victoria cuando Bella no mirara, la seguiría al interior de la casa. Allí la ayudaría a preparar todo lo que fuera necesario, mirando el hogar con una sonrisa. Bella había dicho que no tenía a nadie más que su padre, así que debía ocuparse ella sola del lugar. Era hogareño, muy agradable. Se notaba que no había una tropa de hombres, como en su casa de Atlántica.

Me encanta tu casa—comentó. Fue a preguntar en qué trabaja Maurice pero recordó lo que había comentado aquel hombre y pensó que quizá fuera un tema delicad así que se mordió la lengua—. ¿A dónde ha ido tu padre, si no te importa que pregunte? Es que me sorprende que no esté aquí cuando… Gastón… y… Bueno, eso.—Señaló con un gesto al exterior.

Esperó a que Bella le contestara, si es que quería hablar de Gastón, escuchando con atención.

Vaya por Dios. He estado por aquí en otra ocasión y resulta que todavía es peor energúmeno de lo que había imaginado. Cuesta creerlo.—Si el té estaba listo, daría un sorbo—. Muchas gracias, está delicioso.—Fátima se retorció un mechón de pelo y dijo—: Si te soy sincera, había venido a hablar con tu padre porque… Bueno, nunca llegué a saber si llegó sano y salvo pero también porque es la única persona que conozco por aquí. He escuchado rumores sobre una bestia. Y Gastón ha dicho algo de ir a cazarla. Mis compañeros y yo venimos de lejos y solo estamos de paso —si no había escuchado mal, Bella estaba interesada en abandonar el pueblo, así que quizás se interesara en saber qué habnía más allá. Se le revolvió un poco el estómago por sentirse manipuladora—así que no quiero molestar, pero si es cierto quizás deberíamos tener cuidado en el camino—añadió con una sonrisa incómoda, como si no terminara de creérselo.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor H.S Sora » Lun Ene 09, 2017 3:26 am

El cura, que por su aspecto no pasaba de los treinta años ni de coña, no parecía muy experto en su trabajo, eso o le había pillado muy temprano… pero en el fondo agradecía una opinión menos crítica con mis actos, a cambio de una más humana y sincera.

La reja era pequeña, pero era suficientemente grande como para que ambos pudiéramos vernos la cara. No estaba muy seguro de cómo sería mi expresión pero la suya al acabar mi confesión era de completa sorpresa.

El silencio se me hacía cada vez más incómodo, ¿habría dicho algo de lo que pudiera arrepentirme en breves?

Si... te interesa mi opinión… Quizás deberías darle un poco de espacio a esa persona. A ella y a ti mismo. A veces la distancia y el tiempo son lo mejor para sanar las heridas. El camino de Dios te encontrará si estás de verdad arrepentido. Es lo único que necesitas. Debes dejarla marchar y permitiros a los dos ser felices.

»C-c-claro que, ésa es sólo mi opinión...

Y de nuevo, otro silencio incómodo. Cerré los ojos y me llevé las manos al rostro, tratando de pensar y reflexionar en sus palabras. ¿Era eso lo que necesitábamos? Me mordí el labio inferior, mientras cogía aire para tranquilizarme.

Distancia y tiempo…

Lo que más me aterraba de todo era perderla para siempre. ¿Pero y si al dejarla marchar lo único que conseguía era alejarla de mí todavía más? Y así, sería imposible que jamás pudiera llegar a ser feliz.

Pero quizá estaba siendo egoísta. ¿Y si eso era lo que ella necesitaba? Que yo me mantuviera lejos, lo suficiente como para permitirle ser feliz. No quería saber la respuesta. No podría aguantarla, el simple hecho de planteármela ya hacía que mi pecho doliera. Casi tanto como al final de los eventos del Castillo del Olvido.

Muchas gracias por su consejo, espero que el Señor me guíe de vuelta.

Decidí proseguir con la misión, sería lo mejor para todos. Al menos por ahora. Dejé que el cura se pensara su respuesta, quizá así podría encontrar el origen del poder mágico que estaba buscando ahí dentro.

Bueno, n-no realmente. Si quieres esperar a que la misa empiece... No debería faltar mucho, ahora que lo pienso... T-también está la estatua de la antigua reina Marianne, hay quién dice que todavía protege nuestras almas desde el más allá.

¿La estatua?

Me llevé la mano al mentón. Si bien había sido gracias a ella que había podido acabar de darme cuenta de lo que sucedía, no era ahí donde estaba la fuente de ese poder. Era demasiado leve como para ubicarla… ¿entonces dónde?

Volví a la realidad después de escuchar unos toquecitos al lado de mi puerta. La persona que estaba al otro lado parecía impaciente por entrar, pero no había límite de tiempo que yo supiera, por lo que le tocaba esperarse.

O no.

Blanche había abierto la puerta, y no parecía muy contenta de verme. Sonreía, pero era una de esas sonrisas que pones cuando estás a punto de romperle la cara a alguien. Y viendo su constitución, no le iba a ser demasiado complicado.

El cura, como no, quedó mudo por la escena. Yo no sabía si echarme a reír o a llorar por la pillada de Blanche.

¿Tienes la menor idea de lo que te haría la capitana Christia en mi lugar? Andando, vamos.

Asentí, tampoco podría sacarle mucha más información al monje. Y lo último que necesitaba era pelearme ahí mismo, tampoco tenía ganas. Y es que a pesar de las formas de Blanche, si no había venido Christia en persona sería por algo.

Gracias por ayudarme, espero volver a verle.

La guardia me custodió hasta un rinconcito de la iglesia, alejado de las miradas indiscretas de los feligreses. Estos ya habían tomado su sitio para la misa que iba a dar comienzo. Y tal y como había intuido, Christia seguía sin aparecer por ahí.

Una buena señal, por el momento.

¿«Siento una conexión muy fuerte en esta iglesia»? Venga, y un cuerno. ¿Sabes? Intento convencer a Christia de que está haciendo bien su trabajo y necesita relajarse un poco y llegas tú con ésas. Si ahora empiezas a hacer cosas raras, me voy a ver en un buen aprieto.

La miré con curiosidad. Si bien me había ayudado a entrar, ahora me estaba poniendo entre la espada y la pared.

Está claro que buscas algo. Quizás podemos llegar a un acuerdo, pero necesito saber quién eres y qué quieres. Y más te vale no mentirme o sabrás lo que es bueno.

Decirle toda la verdad no era una opción plausible, de la misma manera que mentirle tampoco. Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y a mi ya me habían pillado una vez. Y algo me decía que a la segunda, Blanche no estaría para muchas tonterías y de un porrazo me mandaría hasta su capitana.

Pero antes necesitaba preguntarle algo:

Está bien, ¿pero por qué quieres llegar a un acuerdo? Podrías encerrarme sin más, o tenerme controlado el resto de mi corta visita a la iglesia.

Me respondiera o no, era el momento de decir la verdad a medias. Y más me valía hacerlo bien.

No he mentido en mi nombre, ni tampoco en que esté de paso —La miré a los ojos—. No soy un ladrón, una bestia o una bruja.

»Pero al llegar me he encontrado con los rumores de la Bestia… y investigando un poco me he topado con vosotros, La Orden de los Vigilantes. Y pensaba que entrando aquí descubriría algo más sobre vosotros. Y me preguntaba si...

Pero no sabía como hacerlo, no era lo mismo mentir a una guerrera que a un monje. Y menos si la guerrera desconfiaba de ti. Empecé a ponerme nervioso, necesitaba saber qué era lo que se escondía en esa iglesia de la Orden. Fuera lo que fuera quizá podía ayudarnos con la misión, o incluso a descubrir que era lo que estaba pasando.

Y no podía permitirme fallar de nuevo. No tenía otra opción.

Lo siento. Alice, ayúdame.

Había estado desarrollando otra habilidad nueva de Ilusión, una que me permitiera no volver a cometer los errores del pasado.

Sí, mi Caballero. Respice…

...Abyssum.

Aquí dentro se oculta un secreto, algo relacionado con la magia, pero ignoro dónde está. Llévame hasta él y luego vuelve con Christia. Olvidarás todo lo ocurrido.

Me acababa de confesar, y ya había pecado. Esperaba que valiera la pena.

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Respice Abyssum(HM) [Nivel 19] [Requiere Afinidad a Ilusión, Afinidad a Oscuridad, Poder Mágico: 30][Personalizada]: Saito es capaz de doblegar la voluntad de quién le esté mirando a los ojos para que obedezca sus órdenes durante una ronda; únicamente válido una vez por trama. No se obedecerán órdenes letales y tampoco afecta a usuarios de Luz ni a aquellos que tengan más del nivel de la habilidad. Las acciones extremas a decisión del GM podrán afectar al individuo controlado.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Drazham » Mar Ene 10, 2017 1:20 am

A primera vista, Le faucon blanc se le antojó como un local tranquilo por las pocas personas que se encontró dentro. No tenía pinta de ser la posada de Gastón si Lyn la calificaba de lugar conflictivo. Nikolai se sintió un pelín incómodo cuando todas las miradas presentes, pese a ser pocas, se les clavaron a modo de bienvenida. Algunas incluso nerviosas.

Pero poco duró y cada cual volvió a sus asuntos. Nikolai siguió con la vista al hombre que se encaminaba la salida y, entonces, cayó en la cuenta y frunció el ceño. Su pequeña espía había desaparecido, pero estaba seguro de que la tuvieron pegada hasta que llegaron a la entrada de la posada, más o menos.

Sin poder darle más importancia, la mujer que estaba hablando con el tipo de antes se les acercó. La sonrisa halagüeña que les dedicó consiguió que no se sintiese como un intruso.

Bienvenidos a Le faucon blanc. ¿Qué deseáis?

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Nikolai le pidió las bebidas y tomó asiento junto a Saeko en una mesa próxima a la de los otros dos comensales. Los miró de reojo, pensando en que poco les faltó para salir despavoridos cuando entraron. Entonces preguntó por Loretta y se le presentó nada menos que la chica que les atendió antes. La verdad es que se fijó mejor y no encontró a ninguna otra mujer —mejor dicho, a nadie más— que estuviese de servicio. No es que se necesitase con urgencia por el ambiente…

Tú dirás.

Según fue labrando su pequeña mentirijilla e inquiriendo en el asunto de la bestia, temió que estuviese siendo demasiado directo por la velocidad a la que a Loretta se le estaba borrando la amabilidad de la cara.

No me digas.

La sorna en sus palabras se lo decía todo. Confirmado: no le estaba haciendo mucha gracia. Pero algo tenía que sacar o iban a estar dando palos de ciego todo el santo día. Prosiguió con la información que les dio el panadero, esta vez aprovechando cuanto pudo su numerito del viajero inocentón.

Así que el panadero... Veo que no tiene nada mejor que hacer, no —Nikolai apretó los labios. Esperaba no haber metido al pobre hombre en un apuro—. Oiréis muchos rumores mientras estéis en esta aldea, viajeros. Es un lugar tranquilo, y cuando ocurre algo la gente se obsesiona durante semanas. El panadero no os ha mentido: la «bestia» es una invención. Yo no tengo mucho más que añadir.

»En cuanto a la posada, poco podemos hacer por ella, ¿no crees?

Nikolai suspiró en señal de derrota e iba a dejar a Loretta seguir con su trabajo hasta que Saeko intervino:

El panadero mencionó a ese lugareño: Enéas. Me niego a que sus delirios me quiten el sueño por las noches. Cuánto me gustaría saber dónde se encuentra.

Había visto miradas gélidas, pero la de Loretta en esos momentos era de las que no se olvidaban; le erizó los pelos del cogote.

Mi hermano está en el manicomio. No te preocupes, sus delirios te dejarán dormir tranquila.

«¿Su hermano…? Joder».

Apretó los dientes y poco le faltó para retirarle la mirada a la mujer por pura vergüenza. Se sentía como si le hubiesen arreado un puñetazo en la boca en el estómago, y tampoco es que no se lo mereciese después de semejante cagada. Ya le estaba viendo las intenciones a Loretta de escupirles en la cara que se largasen cuando las puertas de la posada se abrieron de par en par.

Nikolai se volteó y arqueó las cejas al toparse una vez más con su seguidora favorita. Ni la menor idea de por qué decidió entrar ahora, pero el lado bueno es que Loretta se olvidó de ellos por un momento y fue directa hacia esta.

¡Marcelline! Se suponía que tenías que venir hace una hora —«Ajá. Así que se conocen», y de mucho, por cómo trató de abrazar Loretta a la chica rubia—. Ya íbamos a terminar con...

Vio justo a tiempo que el dedo de la camarera recaía en la otra pareja poco después de que les volviese a clavar la mirada. Nikolai entrecerró los ojos y posó sus ojos en la mesa de forma sumisa. Escuchar sus pasos dirigirse al mostrador fue como si le quitasen un peso de encima de los hombros. Exhaló por la nariz y se masajeó la sien.

Su espía, conocida como Marcelline, se sentó en una mesa cercana a la suya sin prestarles atención. Niko optó por no darle más importancia y levantó una mirada apesadumbrada hacia Saeko. El fallo de antes con Loretta le seguía carcomiendo, «¿y cómo demonios íbamos a saber que era su hermano?», pero se temió que a Saeko le estaría pesando aún más su comentario. Le iba a dedicar unas palabras de ánimo, pero se percató en que tenía la mirada clavada por encima de su hombro.

Giró sobre sí mismo para toparse a Marcelline mirando en su dirección. O, más bien, a Saeko. Tenía una sonrisilla dibujada en los labios, y cuando le guiñó el ojo, Nikolai hizo una estúpida mueca con la boca. Volvió a dirigirse a Saeko.

¿Soy yo o es la forma de coquetear más descarada que he visto?

Decirlo en voz alta se lo hizo ver más raro de lo que ya era. En la calle parecía un cervatillo asustado mientras les seguía. Ahora tenía toda la pinta de estar pidiendo a gritos la atención de Saeko. En ambos casos la discreción brillaba por su ausencia pero, la broma, o lo que fuese que estuviese intentando con ellos, ya le empezaba a mosquear.

Carraspeó en dirección suya y, le hiciese caso o no, fue directo al grano.

Disculpe, señorita, ¿quería algo de nosotros? —inquirió sin tapujos, esbozando una sonrisa falsa. Se volteó del todo para encararla y cruzó de brazos—: Perdone que la increpe. Es solo que no he podido evitar fijarme en que nos lleva siguiendo desde la panadería de un par de calles más abajo. —Hizo una breve pausa por si se dignaba a hablar. Dejó caer sus manos en las rodillas con cansancio y dijo—: ¿Qué tal si nos cuenta por qué tanto interés en nosotros? Lo mismo hasta podemos ayudarla.
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Denna » Jue Ene 12, 2017 1:04 am

Fátima


Bella guió a Fátima hasta su casa, encantada de tener compañía. Parloteaba animadamente e insistió en encargarse ella misma de prepararlo todo. Le señaló una mesa y se apresuró a limpiarla con un paño. Encima había un libro abierto, cubierto de barro. Bella lo retiró con una mueca de asco.

A ver cómo limpio yo esto ahora... ¡Ah, siéntate, Fátima! El té estará enseguida. ¿Tienes hambre?

En cuestión de minutos tenían dos tazas humeantes y un plato de galletas. Bella retiró un poco su silla y colocó el libro sobre sus piernas. Con el trapo iba quitando con cuidado la suciedad. Sonrió cuando Fátima alabó la casa, pero fue sólo un momento, hasta que mencionó a Maurice de nuevo. Frunció los labios y bajó la mirada un poco, de vuelta a las páginas.

Es que me sorprende que no esté aquí cuando… Gastón… y… Bueno, eso.

Dijo que iba al mercado, como siempre —respondió—. Supongo que Gastón le vio y pensó que podría aprovecharse de que estaba sola. ¡Como si tuviera algo que ver! —añadió con un suspiro.

Vaya por Dios. He estado por aquí en otra ocasión y resulta que todavía es peor energúmeno de lo que había imaginado. Cuesta creerlo. —Pareció que Bella iba a añadir algo más, pero se lo debió de pensar dos veces. Volvió a sonreírle a Fátima y se encogió de hombros en señal de rendición—. Muchas gracias, está delicioso.

Me alegra que te guste. Por suerte, el agua no se había enfriado mucho.

Si te soy sincera, había venido a hablar con tu padre porque… Bueno, nunca llegué a saber si llegó sano y salvo pero también porque es la única persona que conozco por aquí. He escuchado rumores sobre una bestia. Y Gastón ha dicho algo de ir a cazarla. Mis compañeros y yo venimos de lejos y solo estamos de paso así que no quiero molestar, pero si es cierto quizás deberíamos tener cuidado en el camino.

La chica se quedó mirándola con una expresión entre seria y preocupada. Esperó a que Fátima terminara de hablar. Pensativa, dijo al cabo de un rato:

Papá... Él está bien, sí, y llegó bien, pero... Ese día iba a la feria de inventores a presentar su nueva máquina, pero los lobos le atacaron. Philippe, nuestro caballo, se escapó con el carro y no volvió nunca. Era su mejor oportunidad y la perdió. Va al mercado para ver si consigue encontrarnos algo de comer.

»No sé si la bestia existe de verdad o no, pero me alegro de que haya corrido el rumor. Parecerá egoísta, pero así sé que mi padre no volverá a entrar a ese bosque otra vez. Aunque de mientras estemos... así.


Esa súbita confesión hizo que Bella se ruborizara un poco, como si acabara de recordar que, en realidad, no conocía a Fátima de nada. Carraspeó, nerviosa, y trató de restar importancia a la situación.

Aún así, no creo que ninguna bestia te supusiera un problema a ti. —Los ojos de Bella chispearon de emoción—. Al fin y al cabo, sabes utilizar esas armas «con truco». ¿Crees que..? ¿Te importaría mostrármelo? ¡Sólo un momento, por favor!

El último de los hombres de Gastón terminó de desaparecer de su campo de visión. La casa de Bella volvía a ser suya, pero de Maurice no había ni rastro. Ni siquiera desde la ventana, que les ofrecía una buena imagen del camino a la aldea, se atisbaba a nadie acercarse.

¿Podía conseguir más información de Bella o debería adentrarse en el pueblo en busca de Maurice? También tenía que tener en cuenta que había pasado alrededor de una hora desde que el grupo se había separado...

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Nikolai


Alegando que se encontraba mal y quería regresar a Tierra de Partida, Saeko se despidió de Nikolai y salió de la posada.

Aún a pesar de marcharse, Marcelline no hizo ademán de detenerla ni hablar. Ni siquiera levantó la cabeza, por lo que Nikolai, enfadado con su actitud, trató de llamar su atención:

Disculpe, señorita, ¿quería algo de nosotros? —La chica, sin borrar su sonrisa, enarcó una ceja y se dio la vuelta hacia Nikolai. Parecía pasárselo en grande con el espectáculo—. Perdone que la increpe. Es solo que no he podido evitar fijarme en que nos lleva siguiendo desde la panadería de un par de calles más abajo.

Loretta lo fulminó con la mirada desde la barra, pero no intervino. La acusada tampoco contestó.

¿Qué tal si nos cuenta por qué tanto interés en nosotros? Lo mismo hasta podemos ayudarla.

El reloj marcaba las diez y veintidos minutos. La aguja de los segundos rozaba el número siete.

Marcelline se movió despacio. Casi con pereza, apartó su silla de la mesa y la giró hacia Nikolai, de modo en que quedaron cara a cara. La inquietud, el miedo e incluso esa extraña camaredería que por un momento había compartido con Saeko se habían esfumado. Era imposible saber qué sentía o pensaba la chica, pero una cosa estaba clara.

Odio puro.

La expresión de Marcelline era pétrea, pero su mirada ardía con un desprecio que amenazaba con devorarle en un solo instante. No encontraría en ellos a la chiquilla de vistazos fugaces y pasitos nerviosos. No. Ésa era la mirada de una depredadora.

De ti no me interesa nada —murmuró Marcelline, arrastrando las palabras. Tenía una voz sedosa, demasiado dulce. Engañosamente dulce. El rojo relampagueó en sus ojos. Los ojos de una serpiente—. Era a ella a quien buscaba. El espécimen ideal. No lo bastante fuerte como para resultar un problema, pero tampoco una don nadie. En cambio tú... Tú eres débil sin más.

Estiró las comisuras de los labios y ladeó la cabeza.

Pero ya no queda ni rastro de su presencia. Y tú sigues aquí... tú y los demás, claro. Llegasteis todos a la vez, ¿a quién queréis engañar? —Rió por lo bajo, si es que a aquello se le podía llamar risa—. No sé quiénes sois ni a qué habéis venido, pero es cuestión de tiempo que lo averigüe. ¿O querrías decírmelo tú? No me costaría nada ir a sonsacárselo a vuestra ridícula Suprema, ni tampoco al otro lacayo.

»Me pregunto cuánto aguantarían
—ronroneó.

Y en lo que dura un parpadeo, Marcelline ya no estaba ahí. Como si nunca se hubiese movido de su mesa, había adoptado una expresión inocente y confundida con la que miraba a Nikolai.

Y el reloj seguía marcando las diez y veintidos minutos. La aguja de los segundos reanudaba su marcha.

C-creo que os habéis confundido de persona, señor. No es posible que fuera yo. ¡Esta es, sin lugar a dudas, la primera vez que nos vemos!

¿Hay algún problema? —inquirió Loretta con voz afilada. Marcelline sacudió la cabeza con tanto entusiasmo que sus trenzas bailaron. Le lanzó una mirada divertida a Nikolai, retándole a que contestara a la camarera—. Quizás sea hora de pagar y marcharse. No estoy de humor para espectáculos.

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Saito


El intento de Saito por ganar tiempo sólo le concedió unos segundos extra.

Mis motivos son asunto mío —musitó Blanche. A pesar de su tono cortante, su semblante había perdido gran parte de su dureza (sin darse cuenta de ello, por supuesto)—. No nos interesa que cunda el pánico en la población.

Si tenía algo que ver con Christia o no, no lo dijo.

No he mentido en mi nombre, ni tampoco en que esté de paso. No soy un ladrón, una bestia o una bruja —continuó Saito.

»Pero al llegar me he encontrado con los rumores de la Bestia… y investigando un poco me he topado con vosotros, La Orden de los Vigilantes. Y pensaba que entrando aquí descubriría algo más sobre vosotros. Y me preguntaba si...

¿Si?

Blanche se impacientaba y en ningún momento apartó la mano de la empuñadura de su espada. Si bien no tenía el arma agarrada, su dedos descansaban rígidos sobre la parte superior. Estaba totalmente a la defensiva.

De modo que Saito se jugó una carta muy alta. Cuando ojo izquierdo cambió de color, Blanche dio un paso atrás, a la defensiva, pero fuera lo que fuera lo que iba a gritarle quedó enmudecido por la orden del chico:

Aquí dentro se oculta un secreto, algo relacionado con la magia, pero ignoro dónde está. Llévame hasta él y luego vuelve con Christia. Olvidarás todo lo ocurrido.

La mano de Blanche se cernió sobre la espada con tanta fuerza que, por un momento, Saito creyó que se rompería. Su cara se crispó en una mueca de rabia. Y entonces, relajó los músculos de repente.

Como una marioneta obediente, echó a andar delante de él sin mediar palabra.

No volvió a hablar en todo el camino.

De la nave se dirigieron a un pequeño claustro, y del claustro, a una especie de subterráneo. Pasaron por delante de las dependencias de los miembros de la Orden, donde algunos caballeros conversaban animadamente. Saludaron a Blanche con una floritura y miraron a Saito con curiosidad, si bien nadie se atrevió a interrumpir a la mujer. Puede que al Aprendiz le sorprendiera (o no) la cantidad de mujeres que iban enfundadas en armaduras como las de Blanche o Christia.

Blanche se detuvo delante de una puerta a extraer una llave. La estancia tras ésta era una habitación desnuda, de paredes blancas y olor a cerrado. Lo único destacable era una estantería polvorienta llena de cajas viejas; pero lo que llamaría al instante la atención de Saito sería otra cosa.

Arrinconado contra la pared, un gran cofre cerrado parecía llamarle a gritos. Enseguida se daría cuenta de que, fuera lo que fuera lo que desprendía tanto poder mágico, provenía de su interior.

Con movimientos pesados, su acompañante dio media vuelta y se marchó por donde había venido. Iba a tener que darse prisa, pues Blanche estaba a punto de acabar de cumplir su orden. Y Saito había olvidado algo muy importante: la habilidad no le permitía alterar los recuerdos de sus víctimas. ¿Cuánto tardaría Blanche en darse cuenta de lo ocurrido? ¿Cinco minutos? ¿Quizás diez?

El problema era el cofre tenía una cerradura y la llave no aparecía por ningún lado. La tapa no respondía a golpes ni a palancas, pero siempre le quedaba la opción de utilizar la Llave Espada que —en teoría— podría encargarse de ello sin despeinarse. Pero en el momento en el que la invocara, una nueva energía negativa se arremolinaría a su alrededor. La Llave pesaría más y más, ¿o eran sus brazos que perdían fuerza?

El tiempo corría. ¿Se entretendría a buscar otra solución por la habitación o emplearía la Llave Espada para abrir el cofre? O puede que lo más sensato fuera poner pies en polvorosa, ¡y cuanto antes!

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Fecha límite: 16 de enero


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Tsuna abandona la trama.
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor H.S Sora » Sab Ene 14, 2017 9:06 pm

Blanche retrocedió mientras hablaba y agarró con fuerza la empuñadura de la espada, tanta que mi rostro quedó helado durante un momento al no saber si había tenido éxito o no. No había llegado a usar la habilidad con nadie.

Su rostro pasó de la ira, a la inexpresividad total.

¿Ha funcionado?…

Eso parece.

La mujer empezó a andar, sin mirar atrás ni hablar. Desvié mi mirada mientras la seguía, con la cabeza gacha y consciente de lo que había hecho. Me llevé la mano al ojo izquierdo, inquieto por el pequeño hormigueo que todavía lo recorría. La sensación que había tenido al ejecutar la magia era diferente a la que había sentido alguna vez. El torrente de magia se me evocaba desenfrenado, como si tratara de romper un dique invisible.

Pero era capaz de controlarlo.

El camino fue tranquilo, lo suficiente como para que la culpa por haber hechizado a Blanche me carcomiera poco a poco. Si bien no la conocía de nada, había sido lo suficientemente amable como para brindarme un voto de confianza frente a su superiora. Voto que había roto sin pensármelo dos veces.

Al menos lo olvidará todo...

Nos movimos a un subterráneo bien escondido dentro de uno de los claustros, nunca habría dado con el camino sin una ayuda como esa. Por lo visto el lugar servía también para el descanso de los miembros de la Orden, una sensación de miedo se abría paso en mi interior mientras nos cruzábamos con ellos: ¿y si se daban cuenta de que la actitud de su compañera no era normal?

Los hombres y mujeres, enfundados en el mismo tipo de armadura que ella, la saludaban, aunque por suerte ninguno hizo ademán de interrumpirnos. Nos paramos frente a una puerta cerrada, al menos hasta que Blanche sacó la llave.

Dentro nos esperaba una habitación de lo más normal: paredes blancas, estanterías viejas y olor a cerrado. Miré a mi acompañante, que seguía con esa expresión tan poco… ¿humana? Pero seguía incapaz de ver dónde podía estar lo que buscaba.

Y entonces la bofetada de corriente mágico me hizo reaccionar y mirar hacia el cofre enorme. Era ahí, no cabía ninguna duda. ¿Qué sería lo que se ocultaba en su interior? Debía tener un gran poder mágico, al menos el suficiente como para que lo sintiera desde la planta principal.

La orden que la había dado a Blanche iba a terminar pronto, ahora tendría que reunirse con Christia y olvidar lo sucedido. La miré apenado:

Lo siento, esto era lo último que quería.

No respondió, y salió por la puerta, todavía abierta. Suspiré.

Traté de abrir el cofre por las buenas, pero tal y como me temía estaba cerrado a cal y canto. La cerradura hablaba por si sola, pero por probar que no quedase. Miré en derredor a lo poco que tenía el cuarto para investigar, porque en el fondo recelaba de usar la Llave Espada.

Debes darte prisa.

¿Eh?

No olvidará lo sucedido.

¿Qué? ¿Por qué?

Alterar las memorias de alguien es demasiado complicado...

¿Por qué no me lo has dicho antes?

Necesitaba estar segura.

Mierda… ¿Y qué pasará?

Seguramente en unos minutos se dará cuenta de que te había ido a buscar, y que algo había pasado. Quizá tenga un poco difuso los detalles de lo sucedido, pero...

Vale, vale. Me daré prisa.

Invoqué la Llave Espada. Si Blanche recuperaba el control sobre si misma y volvía con Christia no tendría ninguna oportunidad para excusarme frente a ellas. Acabaría en una pira, acusado de brujería, y a la espera de que me prendieran fuego.

El arma me empezó a pesar, como si las fuerzas me flaquearan. Debían ser los nervios, que cada vez se apoderaban más de mí.

Apunté en dirección al cofre, y esperaría a que se abriera para mirar en su interior. Sin perder un instante cogería lo que hubiera dentro que desprendía tanto poder mágico, y si había algo que me fuera de utilidad también, y desharía con aparente calma el camino hasta el claustro de arriba.

Una vez allí miraría con precaución como estaba la situación, y no dudaría en esconderme si veía a alguna de mis dos nuevas conocidas volviendo a por mi.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Suzume Mizuno » Lun Ene 16, 2017 4:05 am

A ver cómo limpio yo esto ahora... ¡Ah, siéntate, Fátima! El té estará enseguida. ¿Tienes hambre?

¡Un poco! Muchas gracias, eres muy amable.

Picoteando de las galletas, Fátima esperó a ver qué respondía Bella.

Dijo que iba al mercado, como siempre. Supongo que Gastón le vio y pensó que podría aprovecharse de que estaba sola. ¡Como si tuviera algo que ver!

Fátima frunció el ceño. Estaba convencida de que, en la mayoría de culturas, el permiso del padre era necesario. Pero claro, siendo alguien como Gastón, cualquier cosa era posible. Le dio la enhorabuena por el té, sin saber si conseguiría sacarle algo.

Me alegra que te guste. Por suerte, el agua no se había enfriado mucho.

Fátima dio otro sorbito y lo intentó de nuevo. Bella se mostró preocupada, pero no la interrumpió y se lo pensó antes de responder:

Papá... Él está bien, sí, y llegó bien, pero... Ese día iba a la feria de inventores a presentar su nueva máquina, pero los lobos le atacaron. Philippe, nuestro caballo, se escapó con el carro y no volvió nunca. Era su mejor oportunidad y la perdió. Va al mercado para ver si consigue encontrarnos algo de comer.

Dios mío… L-lo siento mucho.

No sé si la bestia existe de verdad o no, pero me alegro de que haya corrido el rumor. Parecerá egoísta, pero así sé que mi padre no volverá a entrar a ese bosque otra vez. Aunque de mientras estemos... así.

No, no es egoísta. Ni por asomo—se apresuró a decir Fátima, con vehemencia—. Es amable. Cuidas mucho de tu padre y es normal que estés preocupada, sobre todo después de lo que pasó…

Así que Bella no sabía nada en concreto. Contuvo un suspiro de resignación. Quizá Maurice estuviera más enterado, pero el tiempo volaba.

Aún así, no creo que ninguna bestia te supusiera un problema a ti. —«Oh, oh.» Los ojos de Bella casi parecían lanzar chispas de emoción—. Al fin y al cabo, sabes utilizar esas armas «con truco». ¿Crees que..? ¿Te importaría mostrármelo? ¡Sólo un momento, por favor!

Fátima echó un vistazo hacia el jardín. Parecía que todo el mundo se había marchado. Luego intentó calcular la hora. ¿Habría transcurrido ya el tiempo límite? Casi seguro que sí y no sabía cuánto le llevaría llegar hasta donde habían quedado.

Pero miró a Bella y reconoció el hambre de emociones, de un cambio, en su mirada. Y pensó en Gastón. La situación de Bella no podía ser más diferente a la suya —ningún hombre habría pedido su mano. Casi se le escapaba una sonrisa al intentar imaginarlo— pero, hasta cierto punto, sentía cierta… conexión. Una que no debería estar ahí porque no tendría que haber escuchado algo tan íntimo como su canción. Sin embargo, lo había hecho. Y reconocía la misma sensación de estar atrapada.

Tengo… que irme. He quedado en la plaza. Pero prométeme que no se lo dirás a nadie.—Sonrió a Bella. Una parte de ella le gritaba que era una Maestra, que no fuera estúpida, pero creía que no estaba rompiendo las reglas. Había muchos mundos que conocían la magia—. Mira.

Invocó su tessen, que extendió con un golpe de mano y resonó con sus partes metálicas. Volvió a cerrarlo y dejó que Bella lo cogiera. Se aseguró, una vez más, de que no había nadie más que pudiera verlas, y le hizo un gesto para que se acercara. Conjuró un pequeño hechizo de hielo y dejó unos copos de nieve en manos de Bella.

No puedo contarte por qué sé hacer estas cosas sin faltar a un juramento —le dijo—, pero vengo de bastante lejos y reconozco que he mentido un poquito. Mis compañeros y yo estamos aquí por la bestia y por todas esas criaturas. Tenemos que detenerlas antes de que causen más daño. Así que tengo que ir corriendo con ellos, a ver si han averiguado algo.—Fátima se levantó, un poco a regañadientes—. Estoy segura de que un día podrás irte de aquí y tener tu propia vida—dijo, guiñándole un ojo. Si veía que no la había asustado demasiado, añadiría—: Si quieres… más tarde, cuando hayamos solucionado esto, ¿podría pasarme? Y hablamos un poco.

Esperaría por si Bella tenía algo que decir. Si quería acompañarla, Fátima no le diría que no. Es más, sería útil tener a alguien que pudiera llevarla por el pueblo pero, después de lo que había vivido, no le extrañaría que quisiera quedarse en casas. Ella, por su parte, estaba algo inquieta por Alaric y los demás.

En cuanto pudiera, saldría escopetada para reunirse con todos en el lugar de encuentro.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Drazham » Mar Ene 17, 2017 1:50 am

Pero… ¿Estás segura?

Nikolai, preocupado, por poco no se tiró encima de la mesa al echar el cuerpo hacia delante al escuchar a Saeko. Decía que se encontraba mal, pero hasta hace nada estaba tan fresca como una rosa. ¿Tanto le estaba afectando la reacción de Loretta por su comentario?

Entre las pocas explicaciones que le daba y su insistencia por querer marcharse a Tierra de Partida, a Nikolai no le quedó otra que desistir y no cargarla más de lo que ya estaba.

De acuerdo… Ten cuidado por el camino —le dijo con una punzada de culpa—. Me encargaré de avisar a los demás, no te preocupes.

Y se marchó. Nikolai masculló entre dientes y se pasó la mano por la cara. Se sentía tan impotente al no poder hacer más por ella… Pero tampoco podía dejarse llevar por la culpabilidad y hacer de ello un mundo. Tenía una misión de por medio. Cuando se la quitase de encima, ya tendría ocasión para tratar con su amiga en condiciones.

Marcelline ni se movió del sitio, e incluso Niko pareció notar cierta “diversión” en su rostro después de contemplar en silencio la escenita. Eso no ayudó a su creciente irritación, pero evitó mostrar signos de ello y mantenerse sereno.

No fue hasta terminar sus preguntas que la chica reaccionó del todo. Se empezó a mover, con una lentitud que rozaba la teatralidad, hasta que volteó la silla para encararle. Nikolai siguió con una expresión impasible, hasta el momento en el que la tuvo en frente, y el gesto se le torció un poco por la aprensión.

Aquella mirada daba miedo. Incluso llegó a pensar por un instante que tenía delante a una persona completamente distinta a la de hace unos segundos. Para bien o para mal, no era la primera vez que se enfrentaba a unos ojos tan llenos de rabia. Maléfica daba mil veces más miedo, e incluso Nanashi cuando la pillaba de malas.

De ti no me interesa nada. —La melosidad tan falsa de su tono le sentó como un latigazo de asco que le recorrió de arriba abajo—. Era a ella a quien buscaba. El espécimen ideal. No lo bastante fuerte como para resultar un problema, pero tampoco una don nadie. En cambio tú... Tú eres débil sin más.

Nikolai se clavó las uñas en las rodillas y adelantó su torso un palmo. Su rostro se endureció al intentar contener la rabia y las ansias de borrarle esa sonrisilla de víbora.

¿Cómo la has llamado?

Pero ya no queda ni rastro de su presencia. Y tú sigues aquí... tú y los demás, claro. Llegasteis todos a la vez, ¿a quién queréis engañar? —Nikolai apretó los labios en una fina línea. «¿Lo sabe? Entonces, ¿desde cuándo nos ha estado…?»—. No sé quiénes sois ni a qué habéis venido, pero es cuestión de tiempo que lo averigüe. ¿O querrías decírmelo tú? No me costaría nada ir a sonsacárselo a vuestra ridícula Suprema, ni tampoco al otro lacayo.

Fátima, y el lacayo sería Alaric. Mierda, la habían tenido pegada desde el principio. Pero, ¿por qué mostrarse sólo delante de Saeko y él? ¿Para que se confiaran? ¿O por puro recochineo al infravalorarlos?

»Me pregunto cuánto aguantarían.

«¿Y si tan débil me consideras por qué no lo intentas conmigo, víbora?», estuvo a punto de levantarse y soltarle aquello a modo de provocación, pero no pudo. Algo cambió en el último momento.

De pronto, fue como si la Víbora se hubiese esfumado y volver a tener en sus narices a una chiquilla asustadiza con una cara de no saber en dónde se había metido.

C-creo que os habéis confundido de persona, señor. No es posible que fuera yo. ¡Esta es, sin lugar a dudas, la primera vez que nos vemos!

«Rata cobarde…»

¿Hay algún problema? —El tono amenazante de Loretta le cayó como una jarra de agua helada. La miró por el rabillo del ojo, y luego pasó a una Marcelline que le dedicó una sonrisa burlona. Chasqueó la lengua—. . Quizás sea hora de pagar y marcharse. No estoy de humor para espectáculos.

Pasaron unos cinco segundos en los que se quedó clavado en la silla, los cuales dedicó más en serenarse y no agarrar del cuello a esa arpía que en pensar con frialdad. Al final se levantó, lanzándole una mirada envenenada a Marcelline antes de echarle un vistazo al reloj: Las diez y veintidós. Faltaba poco para la hora de reunión, y allí ya no podía hacer mucho más.

Dejó caer en la mesa las monedas con las que pagar lo suyo y lo de Saeko, además de un pequeño plus. Luego se encaró a Loretta y dijo:

Siento las molestias que te hayamos podido ocasionar. Nunca fue mi intención reabrir viejas heridas. —Inclinó la cabeza—. Espero que tu hermano se recupere pronto.

Le dedicaría una última mirada hueca a Marcelline y se marcharía de la posada a paso ligero. Vuelta a la calle, iría directo a la plaza principal del pueblo, vigilando más que nunca su alrededor por si la amenaza de esa Víbora no era un farol. Sabía acerca de los demás y que estaban buscando algo. Fuera quien fuese, no se la podía jugar si estaban levantando tantas sospechas.

Una vez llegase y diese con sus compañeros, volvería a escudriñar en derredor antes de acercarse a ellos. A la primera que alguno de ellos le preguntase por Saeko, entrecerraría los ojos y contestaría:

Saeko ha tenido que volver a Tierra de Partida por una jaqueca. No estaba en condiciones de continuar. —Sonaría egoísta, pero en su estado prefería que estuviese lo más lejos posible de esa loca después de haberse referido a ella como un juguete. Le ponía enfermo.

Después, se dispondría a contar su parte de la investigación.

Por el mercado y alrededores hemos podido sacar en claro que casi todos piensan que la Bestia es una invención. Nos hemos enterado de que los rumores comenzaron por un tal Eneas. Dicen que de vez en cuando se adentraba en el bosque, hasta que un día pareció enloquecer y dar pie a lo de la Bestia. —Se cruzó de brazos ladeó la cabeza hacia el norte del pueblo—. Ahora mismo lo tienen en el manicomio, y hasta el momento es el único que podría aclararnos si lo que buscamos es real o no.

»También… tenemos otro problema: nos están vigilando, a todos. Mientras indagábamos por el mercado, una chica que se hace llamar Marcelline nos empezó a seguir a escondidas hasta una posada y allí me soltó sin tapujos que sabe que hemos venido en grupo y alegando con una “sutil” amenaza de que descubriría que estamos buscando por cualquier medio. Desconozco quien es realmente y que quiere. Joder, ni siquiera sé si no es más que una chiflada que nos trata de tomar el pelo, pero eso no quita que la tenemos encima.
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Astro » Vie Ene 20, 2017 10:09 pm

Siguiendo a Gastón y sus hombres, Alaric acabó en una taberna. Un poco desubicado e incómodo, el grandullón tardó en localizar a Gastón (sentado en una gran butaca mirando al fuego), pero toda posibilidad de conversación con él se esfumó en cuanto percibió que no estaba de humor para hablar con nadie. Ser humillado en público provocaba estas cosas, supuso.

Resignado, tocó seguir el plan B. Buscó por la taberna para encontrar al hombre que antes le había ayudado, pero fue él quien le vio primero y le hacía señas para que se sentase en su mesa.

Te regalo una si accedes a cubrirme las espaldas durante la cacería esta noche —propuso, ofreciéndole una buena jarra de cerveza fría.

Hecho. —Ñam.

No nos hemos presentado, creo. Soy Jean. Jardinero y cazador cuando la situación lo requiere.

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Alaric, un placer —se presentó, sentándose con cuidado de que la silla no se rompiese con su peso. Viejas costumbres.

No estamos acostumbrados a que lleguen viajeros. Por eso no esperes a que Gastón se levante a contarte cómo funcionan las cosas. Nos reuniremos en cuanto se ponga el sol aquí, delante de la taberna. Cada uno se trae sus propias armas y objetos, y nos limitaremos a seguir a Gastón y escuchar sus órdenes. Que no te engañe lo que ha pasado con Bella —se apresuró a decir, sobre todo cuando Alaric puso los ojos en blancos. Dependían demasiado de ese tal Gastón—, Gastón es el mejor cazador del pueblo por una razón, y puedes confiarle tu seguridad. Es decir, ¡mira a tu alrededor!

Dando un sorbo a la jarra, inspeccionó las paredes y reparó en las numerosas cabezas de animales disecadas que se exponían. Trofeos de caza, sin duda.

Vale, parece que sabe lo que hace —comentó. Pero claro, si esa bestia se trataba de un sincorazón, no lo tendría tan fácil.

En cuanto al pago... Lo habitual son bebidas gratis y el reconocimiento del pueblo, qué quieres que te diga. Hace años éramos un reino muy importante y blablabla, pero aquí nos tienes hoy. Depende de adónde te dirijas, un par de monedas no te van a servir de mucho. Pero eso ya deberías discutirlo con Gastón. No está de muy buen humor, pero es un hombre... razonable. Más o menos.

Me vale con la bebida gratis, tranquilo.

Con la información que tenía, tampoco necesitaba más del famoso Gastón, al menos que a Alaric se le ocurriese. Todavía estaba muy verde en esto de moverse por otros mundos.

Y aún así, hay algo que me trae de cabeza. —El grandullón enarcó una ceja, intrigado—. Quizás tú podrías... Eh, ¡mira eso!

Se giró de forma brusca, y casi tuvo que contenerse para no llevar la mano al mango de su espadón. Pero lo que Jean señalaba no era ni un sincorazón ni un bandido, sino un viejo que parecía perdido por la calle. Tenía todo el aspecto de un mendigo.

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Hablaba con una chica joven, rubia y con trenzas. Precisamente eso parecía lo que alarmaba a Jean.

Y yo que pensaba que nadie se acercaba ya a ese viejo chiflado. El inventor del pueblo. Es el padre de Bella, la chica que se iba... que se va a casar con Gastón. Es un poco especial, y nadie excepto su hija trata con él a estas alturas. Me pregunto en qué andará metido.

¿El inventor? Según Fátima, se llamaba Maurice y era precisamente a él a quien ella buscaba. ¿Qué haría en mitad de la calle? La muchacha rubia con la que hablaba ya se alejaba, así que Alaric vio su oportunidad.

Gracias por la información, Jean, pero tengo prisa. —Se disculpó mientras se levantaba, al mismo tiempo que se acababa su jarra de cerveza de un trago—. Te veo esta noche en la cacería.

A toda prisa, salió de la taberna intentando no atropellar a nadie y correría hasta alcanzar al viejo inventor.

Discúlpeme, ¿señor Maurice? Soy amigo de Fátima, ¿se acuerda de ella? —Guardó silencio unos segundos, considerando si a su maestra le habría dado por utilizar otro de sus nombres en aquel mundo. Si decía no conocer a Fátima, probaría con Vaan—. Le estaba buscando en su casa por un asunto urgente, ¿le parece que volvamos...?

Intentaría parecer lo más agradable posible, aunque no fuese su especialidad. Insistiría en que le acompañase de vuelta a su casa, pero si se negaba no le quedaría otra que dejarle ir... Y seguirle a una distancia prudencial.
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57. Ferrocustodio I
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Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo

Notapor Denna » Dom Ene 22, 2017 2:34 am

Fátima


Bella cogió el tessen con expectación. Aún estando «advertida» de que las armas de Fátima se materializaban de la nada, no pudo evitar ahogar una exclamación. A continuación, se puso a abrir y cerrar el abanico, toqueteándolo todo e incluso lo puso a contraluz. Durante todo el proceso no dejaba de murmurar y maravillarse. Cualquiera habría imaginado que, minutos atrás, se lamentaba de sus problemas económicos.

¡Es una preciosidad! No parece un arma, pero apuesto a que así, abierto, podría detener una bala. Al menos de una pistola, no sabría decirte si funcionaría contra balas de escopeta.

Le echó un último vistazo antes de devolvérselo a Fátima. Cuando juntó las manos para recoger los copos de nieve, apenas pudo contener un jadeo.

¿Es magia? —preguntó.

No puedo contarte por qué sé hacer estas cosas sin faltar a un juramento, pero vengo de bastante lejos y reconozco que he mentido un poquito —contestó. Bella levantó la cabeza para mirarla mientras el hielo empezaba a derretirse. No parecía ofendida—. Mis compañeros y yo estamos aquí por la bestia y por todas esas criaturas. Tenemos que detenerlas antes de que causen más daño. Así que tengo que ir corriendo con ellos, a ver si han averiguado algo.

Lo entiendo. Y me alegra saber que estáis aquí para ayudarnos. —Sonrió—. Tened mucho cuidado, por eso.

Ambas chicas se levantaron, y Bella acompañó a Fátima hasta la puerta.

Estoy segura de que un día podrás irte de aquí y tener tu propia vida. Si quieres… más tarde, cuando hayamos solucionado esto, ¿podría pasarme? Y hablamos un poco.

Ella asintió con entusiasmo.

¡Me encantaría! Si no incumple tu juramento, ¿podrías contarme cómo es el mundo fuera de la aldea? Quizás puedas convencer a papá para que nos vayamos de la aldea a otro lugar más bonito —bromeó. Entonces, su sonrisa decayó un poco y preguntó:—. Está tardando demasiado. ¿Has dicho que ibas a la plaza? Creo que te acompañaré hasta que encuentres a tus amigos e iré a buscarle. Empieza a preocuparme... y ahora mismo no quiero estar sola. No te importa, ¿no?

Fátima le dio su visto bueno y Bella volvió a animarse.

¡Genial! Siempre puedes contarme por el camino los sitios que has visitado. Y no te preocupes por lo que no puedas decirme: ¡ya me encargaré yo de adivinarlo!

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Puedes interpretar la conversación con Bella de camino a la aldea.


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Nikolai (y Fátima)


Siento las molestias que te hayamos podido ocasionar. Nunca fue mi intención reabrir viejas heridas. Espero que tu hermano se recupere pronto.

Loretta no pestañeó ante la propina ni las disculpas, pero sí que asintió con la cabeza, mortalmente seria e incluso algo pálida. De la chica de las trenzas no consiguió una sola reacción.

Pero sentiría sus ojos clavados en la nuca hasta que se alejó de la posada.

El camino de vuelta a la plaza fue tranquilo, tan tranquilo que después de lo ocurrido quizás le volviera paranoico. Las calles empezaban a despejarse y el bullicio del mercado se había disipado casi por completo. No había ni rastro de Marcelline por ninguna parte, ni de ella ni de otros posibles espías que pudiera tener. No había nada.

A todo esto tuvo que sumarle que ninguno de sus compañeros había llegado todavía. Y eso que ya casi era la hora de la reunión. Quedarse en la plaza sólo le llevó a esperarles, mientras la gente iba y volvía, y el tiempo pasaba. No volvió a ver a Marcelline.

Para cuando Fátima llegó, acompañada de una chica morena que llevaba un vestido azul, habían pasado varios minutos. Lo único interesante a destacar había sido un rebaño de ovejas que seguían a su pastor, al menos hasta que una de ellas se desvió e intentó comerse la pernera de los pantalones de Nikolai. La desconocida miró a Nikolai con ojos grandes y curiosos, como si esperara que fuera a hacer algo extraño de repente.

Hola, soy Bella. —Se presentó—. ¿Eres uno de los amigos de Fátima?

En un principio, Bella se quedaría junto a ellos mientras Nikolai aportaba la información que había reunido con Saeko, pero si le pedían que se alejara lo entendería y obedecería, sentándose en una fuente cercana y mirando a su alrededor. En cuanto a Alaric y Saito, ninguno de los dos se presentó. ¿Les habría ocurrido algo?

Poco podrían debatir. Apenas habrían terminado de intercambiar experiencias cuando una extraña ola de aire caliente atravesó la plaza y Bella chilló.

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Seis Sincorazón habían aparecido de repente en la aldea, donde se suponía que no podían entrar. Se habían materializado justo delante de ellos pero, por primera vez, el objetivo no eran sus corazones.

No. Tenían sus ojos amarillos clavados en Bella.

Fátima
VIT: 32/32
PH: 76/76


Nikolai
VIT: 38/38
PH: 34/34


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Alaric


Jean parpadeó, sorprendido ante las súbitas prisas de Alaric, pero asintió y no hizo preguntas. Se acercó la jarra a los labios y entrecerró los ojos mientras seguía los movimientos del Aprendiz con la mirada.

Con calma, dio un sorbo y se relamió los labios.

Maurice apenas se había alejado unos pasos cuando Alaric le alcanzó. Por suerte para todos, no se había llevado a nadie por delante en su intento de alcanzarle, así que el anciano se limitó a mirarle con los ojos muy abiertos y llenos de curiosidad.

Discúlpeme, ¿señor Maurice? —El hombre asintió con cuidado—. Soy amigo de Fátima, ¿se acuerda de ella?

¿Fátima..? ¡Oh, sí, me acuerdo de ella, sí!

Por un momento, Maurice sonrió y pareció estar mucho más sano. Pero luego miró a Alaric y su expresión se volvió asustada y confusa de nuevo.

¿Por qué? ¿Le ha ocurrido algo? —preguntó con un hilo de voz.

Le estaba buscando en su casa por un asunto urgente, ¿le parece que volvamos...?

Maurice hundió los hombros de nuevo. Echó un vistazo rápido en la dirección por la que la chica de antes se había marchado y dijo:

Gracias por venir a avisarme, muchacho, pero me temo que todavía voy a tardar un poco en regresar a casa. Tengo un... encargo que cumplir y... No debería posponerlo demasiado. —Se ciñó la capa raída que llevaba y, tras meditarlo un segundo, añadió:—. ¿Tú no sabrás para qué me busca Fátima? Me gustaría ayudarla, pero... No veo en qué podría necesitarme.

Esperaría a oír qué le contestaba. Se le veía preocupado, incluso culpable por no poder hacer más. Maurice se quedaría a responder a Alaric y entonces se despediría y se marcharía.

Seguirle no resultó muy difícil. El mercado se había ido vaciando con el paso del tiempo y la gente se dirigía a la iglesia, pero a pesar de que Alaric difícilmente podía camuflarse entre ellos por su altura, Maurice no sospechó de nada y no se giró ni una sola vez. Rodearon el mercado por ahí, sin llegar a pasar por la plaza. Daba la impresión de que Maurice, contra todo pronóstico, sí que iba a dirigirse a su casa, pero se alejó del camino hacia el descampado.

Hacia el linde del bosque.

Entonces Maurice vaciló. Si se daba la vuelta, Alaric no tenía donde esconderse y le descubriría, lo cual —por muy amigo de Fátima que fuera— sólo generaría preguntas. Podría ser que no lo hiciera pero, en ese caso, se internaría en el bosque en el cual vivía la supuesta bestia. ¿Alaric le seguiría hasta ahí, solo? ¿Le dejaría marchar y daría media vuelta? ¿Y si intentaba convencerle de que no entrara?

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Saito


La cerradura reaccionó ante la Llave Espada y un chasquido le confirmó a Saito que el cofre estaba abierto. Al poner las manos sobre la tapa, no pudo evitar notar un extraño calor que calentaba madera, hierro y piel, proveniente de su interior.

El libro palpitaba como un corazón.

Una ola de calor le azotó al revelar el contenido del cofre. Se extendió por toda la habitación y se expandió a través de ella. El foco era ese pequeño libro, de aspecto antiguo y con la cubierta de piel marrón que parecía desprender la luz anaranjada que le calentaba. Tenía una llama dibujada (¿o quizás tallada? Era difícil de decir) en la portada como única decoración.

Además de eso, el cofre contenía dos espadas idénticas. No parecían nada del otro mundo, quitando que las hojas, desenvainadas, estaban en buen estado. Casi nuevas.

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El problema era que no podría cargar con las dos y el libro y salir como si nada, de modo que tendría que elegir entre intentar llevarse una o dejar las dos. De todas formas, escapar de la iglesia ya le sería bastante difícil sólo con el tomo.

Sin perder un segundo, Saito metió las manos en el cofre para agarrar el libro.

Quemaba. La luz desapareció y se metió dentro de sus brazos. Las puntas de los dedos estallaron en llamas, luego las palmas y los antebrazos. Ardía, devoraba carne, músculo y nervios, y sus huesos adquirieron un brillo amarillento...

Y de pronto, desapareció. El proceso se revirtió y sus manos volvieron a ser como antes. ¿Una ilusión? Ahora el libro tenía un aspecto normal, y estaba incluso frío al tacto. Una inscripción había aparecido en el lomo:

El tomo de piromancia es propiedad de la bruja Octavia


Saito apenas pudo tomarse un momento para hojearlo, tirarlo o incluso devolverlo a su sitio cuando el enorme Sincorazón hizo acto de aparición. Un Jazz carmesí que no esperó a que el Aprendiz hiciese el primer movimiento: en cuestión de instantes, el sótano se había llenado de peligrosas minas de fuego.

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Y, a estas alturas, Blanche estaría a punto de darse cuenta del engaño. Si no lo había hecho ya.

Huir o luchar. Dejar al Sincorazón campar a sus anchas acabaría provocando un incendio, pero cabía la posibilidad de que pudiera aprovecharse del caos y escapar sin que le vieran. Eso sí, ¿cuántas víctimas se cobraría su huida más segura?

Saito
VIT: 80/80
PH: 19/38


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Fecha límite: 27 de enero
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Denna
29. Dragón
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The Unknowns
 
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