Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo
Publicado: Jue Dic 22, 2016 4:34 am
No tuvo tiempo de llamar a la puerta. Una voz aguda y nasal exclamó:
—¡Muchacha! ¡Espera, espera!
Fátima se volvió para ver al hombre, tan pequeño que solo podía detenerla tirando de la manga de su traje como si fuera un niño.
—¿Perdón?
—¡Ahora no puedes pasar! ¡Interrumpirás en la pedida de mano de Gastón! —Fátima arqueó las cejas y se dejó arrastrar lejos de la puerta—. Enseguida saldrá la parejita feliz, ¡un poco de paciencia!
—¡Oh…! ¡Lo siento!—exclamó al comprender lo que había estado a punto de interrumpir. Por un momento se había imaginado a Maurice con el tal Gastón y casi le había estallado la cabeza. Ni se le había ocurrido pensar en la hija. Claro, de ahí la fiesta…
—¿A quién buscas? ¿A Maurice?
—Sí, señor. ¿Sabe si está en la casa?—preguntó.
Entonces el tipo comenzó a reírse de una forma que hizo que sintiera que había soltado una estupidez. Se le colorearon un poco las mejillas.
—Ese viejo chiflado seguirá dando vueltas por el mercado pidiendo limosna. No pierdas el tiempo, muchacha, lo único que puede venderte son sus desvaríos.
Frunció el ceño y lo miró de arriba abajo. La maldad, la crueldad con la que hablaba de un anciano tan amable como Maurice estuvieron a un pelo de provocarle una mueca de asco. En su lugar, se centró en lo único importante que había dicho: que estaría en el mercado.
—Gracias por la información—dijo con algo de sequedad—. Me quedaré a esperar y no molestaré hasta que su amigo salga de la casa.
Miró de reojo hacia la multitud para localizar a Alaric, que parecía haber empezado a hablar con un par de hombres. Iba a acercarse a hablar con él cuando, de súbito, la entrada se abrió y algo enorme y rojo salió disparado. Fátima se apartó a tiempo de evitar que la arrollara gracias a sus relejos. Vio trastabillar a un hombre robusto y de melena negra antes de acabar de cabeza en un charco de barro… Al lado de los cerdos.
Fátima se cubrió la boca y sintió que el silencio que se había hecho en el jardín pesaba, casi de forma física, sobre sus hombros.
—¿Qué, cómo ha ido todo? ¿Eh? —preguntó el hombre que había detenido a Fátima, agachándose al lado de Gastón. A Fátima poco le faltó para que se le escapara el aire de entre los apretados labios. Casi se le saltaron las lágrimas al ver que el tipejo acababa también en el barro.
Ahora que lo pensaba, recordaba a Gastón de una misión. Apretó todavía más la mano para que no se le viera la sonrisa que le dibujaron los labios. Al menos hasta que Gastón los recorrió a todos con una mirada tan asesina que hasta a ella le resultó intimidante. La revolvió por dentro. Le recordó a algunos chicos de su viejo mundo.
—Os aseguro que Bella se casará conmigo. Así que no lo dudéis ni un solo momento —dijo—. Habrá una pequeña cacería esta noche. Capturar a esa famosa bestia o demostrar su inexistencia me hará irresistible por fin a ojos de Bella. Y ¿por qué no?, la cabeza de ese monstruo sería un digno trofeo que colgar en la pared.
»¡Recoged todo esto!
Gastón se alejó. De alguna forma, a pesar de ir cubierto de barro, seguía resultando imponente. Fátima bajó la mano. La sonrisa se le había borrado. Miró de reojo a Alaric y le hizo un gesto interrogante, ladeando la cabeza y alzando las manos. Gastón había dicho algo de capturar a una bestia —lo de que le hiciera irresistible ante una mujer, que acababa de ganar muchos puntos para ella, que lo había tirado al barro no parecía muy probable— y eso les interesaba. Pero, aun así, Fátima quería asegurarse de que Maurice estaba bien. Si la hija se negaba a hablar con ella, algo normal después del desplante que le acababa de meter a Gastón, entonces iría tras este a investigar.
Pero en principio, esperaba que Alaric fuera tras Gastón aunque solo fuera para enterarse de dónde empezaríá la caza. Si iban a enfrentarse a un Sincorazón, más les valía acompañarlos.
Entonces, por el rabillo del ojo, captó un intenso color azul. Se giró y le pareció ver una tela que desaparecía detrás de la casa de Maurice.
Si Alaric se le acercaba, diría:
—Hay que enterarse de dónde empezará la cacería. ¿Puedes ir tú? Te acompañaré en seguida, antes… Quiero dejarle un mensaje a Maurice.—Esperaría por si Alaric decía algo—. Claro que si quieres, puedes venir.
Sonreiría, decidiera lo que Alaric decidiera, y saldría corriendo detrás de la tela azul, dándole la vuelta a la casa de Maurice.
—¡Mademoiselle Bella!—exclamó, al girar por donde había visto la pieza del vestido.
Esperaba encontrarla al otro lado. Si no estaba, buscaría un poco, pero tampoco de manera muy agresiva. Imaginaba que la joven necesitaba estar sola. En cambio, si la encontraba, tras una vacilación, haría una suerte de reverencia y diría:
—Creo que he visto a poca gente que merezca tanto restregarse los morros contra el barro.—Sonreiría, titubeante—. Me llamo Fátima. Siento molestar, venía a ver a tu padre… Hace un tiempo nos ayudamos en el bosque y me preguntaba si estaba bien…
Esperaría. Quizás Bella no quisiera hablar con ella. En ese caso se marcharía e iría detrás de Alaric —o Gastón, si Alaric había venido con ella—.
—¡Muchacha! ¡Espera, espera!
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Fátima se volvió para ver al hombre, tan pequeño que solo podía detenerla tirando de la manga de su traje como si fuera un niño.
—¿Perdón?
—¡Ahora no puedes pasar! ¡Interrumpirás en la pedida de mano de Gastón! —Fátima arqueó las cejas y se dejó arrastrar lejos de la puerta—. Enseguida saldrá la parejita feliz, ¡un poco de paciencia!
—¡Oh…! ¡Lo siento!—exclamó al comprender lo que había estado a punto de interrumpir. Por un momento se había imaginado a Maurice con el tal Gastón y casi le había estallado la cabeza. Ni se le había ocurrido pensar en la hija. Claro, de ahí la fiesta…
—¿A quién buscas? ¿A Maurice?
—Sí, señor. ¿Sabe si está en la casa?—preguntó.
Entonces el tipo comenzó a reírse de una forma que hizo que sintiera que había soltado una estupidez. Se le colorearon un poco las mejillas.
—Ese viejo chiflado seguirá dando vueltas por el mercado pidiendo limosna. No pierdas el tiempo, muchacha, lo único que puede venderte son sus desvaríos.
Frunció el ceño y lo miró de arriba abajo. La maldad, la crueldad con la que hablaba de un anciano tan amable como Maurice estuvieron a un pelo de provocarle una mueca de asco. En su lugar, se centró en lo único importante que había dicho: que estaría en el mercado.
—Gracias por la información—dijo con algo de sequedad—. Me quedaré a esperar y no molestaré hasta que su amigo salga de la casa.
Miró de reojo hacia la multitud para localizar a Alaric, que parecía haber empezado a hablar con un par de hombres. Iba a acercarse a hablar con él cuando, de súbito, la entrada se abrió y algo enorme y rojo salió disparado. Fátima se apartó a tiempo de evitar que la arrollara gracias a sus relejos. Vio trastabillar a un hombre robusto y de melena negra antes de acabar de cabeza en un charco de barro… Al lado de los cerdos.
Fátima se cubrió la boca y sintió que el silencio que se había hecho en el jardín pesaba, casi de forma física, sobre sus hombros.
—¿Qué, cómo ha ido todo? ¿Eh? —preguntó el hombre que había detenido a Fátima, agachándose al lado de Gastón. A Fátima poco le faltó para que se le escapara el aire de entre los apretados labios. Casi se le saltaron las lágrimas al ver que el tipejo acababa también en el barro.
Ahora que lo pensaba, recordaba a Gastón de una misión. Apretó todavía más la mano para que no se le viera la sonrisa que le dibujaron los labios. Al menos hasta que Gastón los recorrió a todos con una mirada tan asesina que hasta a ella le resultó intimidante. La revolvió por dentro. Le recordó a algunos chicos de su viejo mundo.
—Os aseguro que Bella se casará conmigo. Así que no lo dudéis ni un solo momento —dijo—. Habrá una pequeña cacería esta noche. Capturar a esa famosa bestia o demostrar su inexistencia me hará irresistible por fin a ojos de Bella. Y ¿por qué no?, la cabeza de ese monstruo sería un digno trofeo que colgar en la pared.
»¡Recoged todo esto!
Gastón se alejó. De alguna forma, a pesar de ir cubierto de barro, seguía resultando imponente. Fátima bajó la mano. La sonrisa se le había borrado. Miró de reojo a Alaric y le hizo un gesto interrogante, ladeando la cabeza y alzando las manos. Gastón había dicho algo de capturar a una bestia —lo de que le hiciera irresistible ante una mujer, que acababa de ganar muchos puntos para ella, que lo había tirado al barro no parecía muy probable— y eso les interesaba. Pero, aun así, Fátima quería asegurarse de que Maurice estaba bien. Si la hija se negaba a hablar con ella, algo normal después del desplante que le acababa de meter a Gastón, entonces iría tras este a investigar.
Pero en principio, esperaba que Alaric fuera tras Gastón aunque solo fuera para enterarse de dónde empezaríá la caza. Si iban a enfrentarse a un Sincorazón, más les valía acompañarlos.
Entonces, por el rabillo del ojo, captó un intenso color azul. Se giró y le pareció ver una tela que desaparecía detrás de la casa de Maurice.
Si Alaric se le acercaba, diría:
—Hay que enterarse de dónde empezará la cacería. ¿Puedes ir tú? Te acompañaré en seguida, antes… Quiero dejarle un mensaje a Maurice.—Esperaría por si Alaric decía algo—. Claro que si quieres, puedes venir.
Sonreiría, decidiera lo que Alaric decidiera, y saldría corriendo detrás de la tela azul, dándole la vuelta a la casa de Maurice.
—¡Mademoiselle Bella!—exclamó, al girar por donde había visto la pieza del vestido.
Esperaba encontrarla al otro lado. Si no estaba, buscaría un poco, pero tampoco de manera muy agresiva. Imaginaba que la joven necesitaba estar sola. En cambio, si la encontraba, tras una vacilación, haría una suerte de reverencia y diría:
—Creo que he visto a poca gente que merezca tanto restregarse los morros contra el barro.—Sonreiría, titubeante—. Me llamo Fátima. Siento molestar, venía a ver a tu padre… Hace un tiempo nos ayudamos en el bosque y me preguntaba si estaba bien…
Esperaría. Quizás Bella no quisiera hablar con ella. En ese caso se marcharía e iría detrás de Alaric —o Gastón, si Alaric había venido con ella—.