[La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Hana, Saxor, Celeste, Matthieu + Saito y Simbad

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Damocles » Sab Dic 17, 2016 1:36 pm

Los barracones de la guardia de la Cité no estaba muy lejos del Palacio de Justicia. Se hallaban ubicados en un edificio grande y no muy alto; de hecho, pasaba desapercibido en medio de la gótica arquitectura parisina salvo por la gran cantidad de hombres de armadura negra que había por los alrededores y de los pendones que colgaban frente a la entrada. Pero cuando hube echado un vistazo detenidamente, realicé, no sin cierta decepción, que mi compañero no estaba entre los soldados que estaban apostados en el exterior. Bueno, posiblemente estuviera dentro; o a una mala, habría salido a patrullar. O incluso estaría por una de las tabernas cercanas, desatendiendo sus deberes, como de costumbre. En cualquier caso, las posibilidades eran demasiado variadas como para lanzarnos sin más a una búsqueda de Alain por todo París. Lo mejor era informarse.

Lo mejor será que esperéis aquí —les indiqué a la maestra Lyn y a Saxor— Voy a acercarme un momento a preguntar por mi compañero, Alain. Quizá haya salido a patru…

No podemos perder tiempo —interrumpió Lyn sin dejarme acabar la frase—. ¿Cómo es?

Justo iba a tratar de explicarle la situación cuando me percaté de un individuo ataviado con una capa azul y una armadura de brillos dorados que destacaba en medio de tanto negro. Maldición…

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Con Febo por allí merodeando, las cosas iban a ser muy complicadas. ¿Cómo iba a explicarle mi ausencia de la guardia durante las últimas semanas? Si me pillaba, iba a acabar en los calabozos reales cargado de grilletes y a la espera de un juicio tan expeditivo como definitivo. Y le tenía cierto aprecio a mi pellejo, al menos el suficiente como para jugármelo de aquella manera.

¡Esperad! —les señalé al capitán con un discreto gesto de cabeza—. Si Febo nos pilla, especialmente a mí, las cosas van a ponerse bastante feas.

El capitán parecía a punto de entrar en una de las tabernas. Volví a maldecir para mis adentros. Vaya, si alguien sabía cómo entrar al Palacio, sin duda sería él. Claro que las posibilidades de que nos ayudara entrar no eran altas; de hecho, rozaban el cero absoluto, en especial si el que preguntaba era yo. Pero aun así…

Podríamos intentar dividirnos para maximizar las opciones de dar con Alain cuanto antes —sugerí, tras explicarles detenidamente la situación y el riesgo que corríamos—. Mi amigo es alto, de pelo largo y rubio, con unos ojos verdes muy llamativos. Siempre suele estar risueño. Aunque posiblemente vista el uniforme de la ciudad, no debería costaros mucho distinguirlo: no suele llevar el casco puesto, por lo que su cabello se distingue con claridad; además, su alegría es contagiosa y lo más normal es que vaya charlando con unos y con otros según se los va encontrando… —era consciente de que mi descripción dejaba mucho que desear, pero si Alain destacaba por algo era por su alegría y amabilidad, al contrario que la mayoría de parisinos, que parecían haberse tragado un palo de escoba—. Quizá Saxor pueda acercarse al capitán haciéndose pasar por un nuevo recluta y tratar de sonsacarle algo de información. De los tres, es el que menos riesgo correría al hacerlo. Yo puedo tratar de entrar en los barracones por si encuentro a mi amigo allí dentro y…

La maestra Lyn, impaciente, no me dejó acabar y señaló que ella se las arreglaría para rastrear por su cuenta la zona en busca de Alain. Acordamos en reunirnos al cabo de unas horas en una pequeña fuente que había en una plaza cercana, donde unas cuantas mujeres se habían reunido a charlar.

Cuando me disponía a acercarme a los barracones, algo llamó mi atención. Una figura encapuchada, al final de la callejuela que habíamos seguido para llegar hasta allí, parecía escudriñar fijamente en nuestra dirección, casi con aire desafiante. Qué extraño… Había muchos encapuchados en París, pero mi instinto —el mismo que me había llevado hasta la casa del molinero hacía ya tanto tiempo y, de resultas, me había metido de lleno en todo aquel fregado— me decía que allí había algo raro. Se lo comenté a mi compañero, que quizá dudaba de si tratar de sonsacarle información a Febo era una buena idea para su integridad física.

¿Te has fijado? —mientras le decía aquello, el encapuchado dio media vuelta y se marchó por una de las concurridas calles que confluían en aquella plaza—. No me da buena espina. Quizá uno de nosotros debería seguirle, ¿no crees? Si te sientes con fuerzas de acercarte al capitán o a los barracones, puedo ir yo tras él; en caso contrario, no te preocupes, ya me encargo yo de preguntar por aquí.
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor H.S Sora » Sab Dic 17, 2016 10:03 pm

Al principio pasé desapercibido, al menos el tiempo suficiente como para poder ver que la estatua no tenía nada fuera de lo común, por muy bien hecha que estuviera. Contuve un suspiro, quizá después de todo sólo fueran niños hablando de sus cosas.

Y es que por mucho que fuera una Catedral, quizá era el único sitio en el que podían ser todo lo infantiles que se suponían que debían ser. En único lugar dónde las persecuciones, hogueras o la muerte no estaban a la orden del día.

…sí, sí, yo también lo he visto.

Lo mejor sería que me fuera y siguiera investigando otra cosa.

Pues yo no me lo creo. ¿Por qué iba el Demonio a pasearse por la ciudad?

Vacilé entonces, mirando de reojo a una niña que parecía de las más mayores del grupo, y la única reticente a confiar en la historia del Demonio. Me había entrado curiosidad, sobre todo por las caras que pusieron el resto de los presentes ante la postura de la chica.

—Si ella no se lo cree, vale, no pasa nada. Pero eso no quita que el Demonio está cerca.

Seguro que has vuelto a escuchar al gitano ese…

¿Y si hablaban de un Sincorazón Alfa? Nanashi había dicho que algo los controlaba, y que fuera uno de ellos, el más poderoso, tenía sentido. ¿Pero llevaba ahí desde el Festival de los Bufones? Necesitaba oír más de historia y esas apariciones del Demonio…

Sólo pensar en la posibilidad de que algo más terrible que el Sincorazón que Fátima y yo habíamos exterminado en el cementerio no hacía mucho estuviera suelto por ahí, me hacía estremecer.

No deberíais hablar mal de Clopin, es muy buena persona. Y cuenta historias divertidas. Ojalá pueda volver pronto…

Volví a coger el hilo de la conversación, al escuchar aquel nombre. Si bien no había visto nunca al tal Clopin en cuestión, era uno de los nombres que más había oído de la boca de Celeste al hablarme de la Cité. Pero más allá de la vaga idea de que vivía en la Corte de los Milagros, no recordaba mucho más de él.

Quizá podía preguntarle más tarde a mi compañera.

¡No seas tonta, Chloé, si hablas de gitanos…!

Me fijé en la niña que había salido a defender al gitano: no llegaría a los siete años, y debía venir de familia humilde. Por la aparente reacción de sus compañeros, ninguno más que ella debía tener trato con la parte «problemática» de los ciudadanos.

Y fue entonces cuando me pillaron.

A pesar de haber fingido no escucharles, no parecían demasiado convencidos y optaron por el silencio. Traté de mostrarme sereno, y sobre todo amable con ellos. La única que se mostró dispuesta a hablar fue Chloé.

Lo sentimos, señor, sabemos que no hay que hablar en la iglesia. Pero sólo aquí se puede… hablar de él.

Sonreí, mostrándome conciliador.

No pasa nada, no soy quién para dar órdenes aquí. Esta es la casa del Señor, después de todo.

Pero la otra niña, la que era mayor que Chloé, no me lo estaba poniendo nada fácil. Por suerte se marchó, aunque se llevó al resto del grupo consigo. A excepción de la pequeña, la que había mostrado mayor coraje y determinación durante lo poco que había durado mi infiltración silenciosa.

Mejor, así podrás sonsacarle a ella sobre ese Demonio…

Tienes razón, y si conoce a los gitanos quizá sepa algo más.

¿Usted también lo ha visto, señor? Dicen que tiene unos cuernos enormes… Pero aquí no puede entrar. Estamos a salvo.

A pesar de la sonrisa de ella, mi expresión quedó congelada por un momento, mientras sentía que un sentimiento aterrador me gritaba desde el subconsciente. Gritaba una única frase, sacada de las entrañas del mismísimo Demonio.

«Me temo que ni los lugares santos están a salvo de la oscuridad.»


Hice un esfuerzo titánico por recomponerme, no podía perder la compostura. No ahora.

Cuernos enormes y siempre al acecho, ¿verdad? He estado a punto de encontrármelo. —Me acerqué un poco para que nadie más nos oyera—. Pero tienes razón, aquí no puede hacernos daño. Aunque…

Aproveché la preocupación que sentía, para tratar de conmover a la niña.

Tengo una hermana pequeña, Celeste, que se pasa el día metiéndose en líos. Y me preocupa que acabe encontrándose con él y sea demasiado tarde para protegerla. ¿Has oído algo más de lo que dicen sobre él? ¿O sabrías decirme de alguien que pueda ayudarme?

Si bien no era el modo más efectivo de ver por qué los Sincorazón no entraban en la Iglesia, encontrar al responsable sería lo mismo. Esperaba que Chloé pudiera ayudarme, parte del destino de la Cité dependía ahora de esa pequeña niña.

Mientras esperaba la respuesta de ella, busqué a Celeste con la mirada. ¿Dónde estaría? Me mordí el labio por dentro. Necesitaba compartir mis sospechas con ella, aunque sólo fueran infundadas.

Porque si era verdad que Mateus Palamecia estaba en París, todos estábamos en verdaderos problemas.

En el caso de que Chloé no me pudiera decir nada más, o de que tuviera un momento de despiste, aprovecharía para mandarle un mensaje a Nanashi.

Para: La Maestra Nanashi, la Maestra Lyn.

Sospecho de la presencia del Villano Final Mateus Palamecia en la Cité, por lo que he averiguado en la Catedral de Notre Dame. Continuaré investigando.


Mejor prevenir que curar.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Nell » Dom Dic 18, 2016 10:43 pm

Nanashi le aseguró que Frollo seguía vivo. Sin embargo, Hana era incapaz de creérselo. Se repetía constantemente lo mismo: estaba convencida de que le había propinado una puñalada mortal y que no había nada en aquel mundo capaz de sanarle. Solo ellos. Y pese a las limitadas capacidades intelectuales de algunos aprendices, dudaba que cualquiera de sus compañeros hubiera salvado la vida del juez.

Lo negaría hasta verlo con sus propios ojos. Dada sus anteriores visitas a la Cité, posiblemente no abandonara la ciudad sin toparse nuevamente con él. De continuar vivo, claro.

Intentó quitarse el asunto de la cabeza para poner en marcha su infiltración en el palacio. Se acercaron a los guardias para decirles que eran criados del noble. Ninguno les creyó.

Criados del señor Raphaël pero vestidos así, ¿eh? ¿Creéis que hemos nacido ayer o qué?

¿Por qué iba a contratar a uno que tiene toda la pinta de gitano? Por raro que sea el señor Raphaël, no es tan idiota.

La verdad es que no parecían demasiado unos criados. Hana pensaba en continuar con la milonga, esperando que creyeran que tenían sus ropas dentro, cuando una joven les interrumpió:

P-perdón...

Era una chica tímida, retraída, de las que parecen tener miedo incluso de hablar. En conclusión, el tipo de personas que no le gustaban a Hana. Pero estaba saliendo en su defensa, así que calló y esperó a ver qué tenía que decir.

¿Fiore? ¿Ese es vuestro nombre? He oído al señor Raphaël hablar de vos…

Así es. Por eso hemos venido —se inventó.

No quiso dar más explicaciones, ni afirmar ni cambiar la historia. Esperaría a ver cómo se resolvía el asunto. La chica no parecía noble en absoluto. Quizá era una criada de Raphaël de verdad.

Jovencita, ¿estás segura de lo que dices?

S-sí, mi señor. Si les parece… ¿pueden acompañarme y los llevaré hasta el señor Raphaël?

Claro.

A pesar de la predisposición de Hana, que ya había abandonado cualquier actitud humilde por su habitual arrojo, los guardias aún estaban indecisos. Accedieron a la petición de la sirvienta, aunque tomaron medidas.

Escóltalos y asegúrate de que no le hacen nada a la pequeña Marie. Y si resulta que es una confusión… o que están molestando al señor Raphaël, ya sabes qué hacer con ellos.

¡Señor! Vamos, moveos.

La compañía del guardia no se la esperaba, aunque para Hana no era demasiado inconveniente. En cuanto viera a Raphaël, le pediría que les despachara para que hablaran en privado de asuntos serios. Y si la misión daba un vuelco, un solo soldado no les daría problemas. Lo más importante era entrar a la fortaleza, y eso acababan de conseguirlo.

Marie les guió por dentro del palacio. Hana nunca había visto tanta parafernalia decorativa, aunque nunca había imaginado las residencias nobles así. En realidad no le cabían en su cabeza, pues estaba acostumbrado a otros ambientes. Ni siquiera el castillo de Tierra de Partida ostentaba tanta grandeza. Le perturbaba un poco, así que hizo grandes esfuerzos en no prestar demasiada atención a su alrededor.

Los aposentos del señor Raphaël están al otro lado del jardín —informó—. ¡Luego iré a decirle a la princesa que estáis aquí, dice que quiere conocer a la chica de la que tanto habla el señor Raphaël! —Hana miró a Simbad y le guiñó el ojo a escondidas. Aquella apuesta estaba ganada—: Señor… ¿Ast? ¿Os gustaría que os dieran… nuevos pantalones antes de ver al señor Raphaël?

¿A la princesa? —le costó procesar esa información y reaccionó un poco tarde—. No hará falta. Nos han traído otros menesteres con R… el señor Raphaël. Sería inapropiado que la molestaras por una plebeya.

Además, ¿qué quería ella de una princesa? Nada. Toda la información sobre los sincorazón y su aparición en el castillo podría obtenerla de Raphaël, quien suponía que estaría predispuesto a colaborar. La visita con la niña mimada del Rey era una pérdida de tiempo. Y un engorro para Hana.

Por otro lado, se le ocurrió que entonces Marie podría servirle de entrada para lo que quería plantearle a Raphaël. Aunque no se sentía cómoda hablando con ella, pues parecía saber algunas cosas de Hana y eso le molestaba. Sabiendo que el guardia escuchaba todo lo que decían, puso cuidado a sus palabras:

Gracias por haber salido a recibirnos, Marie —planteó, aunque no habían sido invitados—. Con los tiempos que corren, y esos terribles demonios apareciendo por todas partes, me siento más segura en nuestra pequeña comitiva que si Ast y yo hubiésemos tenido que caminar a solas.

Esperaba que aquello le soltara un poco de la lengua. Si no era así, pronto vería a Raphaël para preguntarle directamente por los sincorazón. En parte estaba emocionada por volver a verlo. Desde la última vez que se vieron se había convertido en una criatura mitológica con mayor longevidad. Esperaba que eso le hiciera verse más joven.
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Re: Ronda 3

Notapor Saxor » Lun Dic 19, 2016 5:30 am

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Como suponía, mi idea no hizo demasiada gracia a ninguno. Pero ese era el problema cuando no había muchas alternativas... Respecto a lo de que fueran muy resistentes... Seguía teniendo mis dudas de que lo fueran lo suficiente como para mantener a la Maestra encerrada.

¡Un momento! Tengo aquí a un antiguo amigo, Alain, que no debe de andar muy lejos. Podemos tratar de econtrarlo y hablar con él; estoy seguro de que nos echará una mano. Él conoce mejor que yo el Palacio, y si hay alguna entrada oculta habrá oído hablar de ella. ¿Qué os parece?

Te das cuenta de que vamos a arriesgarnos mucho, ¿verdad? Si tu amigo es un guardia, ¿por qué iba a ayudarte a entrar? Te marchaste de este sitio, eres un ciudadano corriente. Además, meterás en problemas a tu amigo… —todas las propuestas tenían pegas serias. Pero era normal... entrar en ese sitio era difícil—. Con todo, no hay muchas más opciones. Si tu amigo no nos ayuda, tendremos que encontrar una forma de entrar… Aunque sea ofreciéndome a mí para que os dejen. Cualquiera pensaría que soy un demonio con esta cara.

Observé otra vez a la Maestra de reojo. Esa sonrisa amarga... Me hacía pensar que a ella no le gustaba nada estar en aquel mundo, o que habría pasado por alguna mala época por sus rasgos. Llegaba a preocupar un poco... No seguí más esa línea de pensamiento porque una fuerte palmada en la espalda me hizo contener un gemido de dolor.

En marcha, llévanos hasta donde esté tu amigo. Si es que lo encontramos.

Nos dirigimos a los barracones, los cuales se encontraban bastante cerca del Palacio de Justicia. Pudimos identificarlos gracias a los soldados que entraban y salían, ya que la arquitectura no se distinguía de la de los edificios de alrededor. Tras llegar, la Maestra Lyn preguntó por el aspecto del amigo de Matthieu. Pero antes de explicarse, un hombre rubio con armadura dorada llamó su atención, advirtiéndonos de que no dejáramos que nos pillara. Quizá sería el capitán o algo similar, ya que para ser miembro de la guardia no llevaba nada de negro. En cualquier caso, Matthieu nos dio una explicación de cómo era su amigo tan detallado como pudo. Entonces me propuso algo directamente:

Quizá Saxor pueda acercarse al capitán haciéndose pasar por un nuevo recluta y tratar de sonsacarle algo de información. De los tres, es el que menos riesgo correría al hacerlo. Yo puedo tratar de entrar en los barracones por si encuentro a mi amigo allí dentro y… —Acordamos un punto de reunión y estuvimos a punto de marcharnos los tres por nuestro lado. Lyn fue la primera en marcharse, pero nos fijamos en que alguien encapuchado la estaba vigilando desde la distancia—. ¿Te has fijado?

Sí...—el tipo encapuchado dio media vuelta y se marchó. Quizá la Maestra fuera bastante llamativa en aquel mundo, pero dudaba que lo fuera tan a la distancia. Me preocupaba que supiera quién era...

No me da buena espina. Quizá uno de nosotros debería seguirle, ¿no crees? Si te sientes con fuerzas de acercarte al capitán o a los barracones, puedo ir yo tras él; en caso contrario, no te preocupes, ya me encargo yo de preguntar por aquí.

Claro, voy a por Febo, aunque no prometo resultados... Ten cuidado.—me despedí con una mano. Me preocupaba que alguien tan nuevo siguiera a ese desconocido, pero debía darle al menos un voto de confianza. Me giré y fui de camino a la taberna.

¿Y ahora cómo convenzo a un capitán para que nos deje entrar?

Sonaba que me habían dejado algo muy complicado pero, pero no había otro remedio. Entré en la taberna y busqué a Febo con la mirada. Si estaba cerca de la barra, me sentaría cerca de él y pediría algo de beber.

Menudos días llevamos...

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Edit para añadir un diálogo que se me escapó.
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Gracias a Ita por la firma~
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RolKHWorld: Cronología
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Primer Arco: Corrupción

1ª Saga
Prólogo: Sólo los más fuertes... [Bastión Hueco]
Encuentro: Recién llegado [Tierra de Partida]
Trama: Un paso atrás [Tierra de Partida]
Trama: Y digo ¡salta! [Coliseo del Olimpo]
Encuentro: La ciudad eterna [El Mundo Inexistente]
Encuentro: Persecución enmascarada [Villa Crepúsculo]
Encuentro: Un lugar al que regresar [Espacio Profundo]
Trama: ¿¡Es que nadie piensa en los niños!? [Islas del Destino]
Misión: Cuidado con los asteroides [Espacio Profundo]
Encuentro: Perros, lagartos y osos parlantes [Bosque de los 100 Acres]
Encuentro: Las apariencias engañan [Tierra de Partida]
Trama: ¡Se me ha metido placton en la nariz! [Atlántica]
Evento Global: Ocaso de una estrella (Primera parte) [Bastión Hueco]
Evento Global: Ocaso de una estrella: Ruta 3 (Segunda parte) [Bastión Hueco]
Evento Global: Ocaso de una estrella (Parte final) [Bastión Hueco]

Segundo Arco: Perdición

2ª Saga
Misión: Dulces olores [Monstruo] (Inconclusa)
Trama: Ángeles Caídos [Intersticio entre los mundos]
Encuentro: Laberinto Paranoico [Espacio Paranoico]
Trama: Alianza en las Penumbras [El Mundo Inexistente]
Encuentro: ??? [???]
Encuentro: Pasado olvidado [Ciudad de Paso]
Encuentro: Coincidencias alarmantes [País de Nunca Jamás] (Inconcluso)
Trama: Cada loco con su tema [País de las maravillas]
Evento Preglobal: The End Is Where We Begin (Day 0: The Introduction) [¿Villa Crepúsculo?]
Evento Global: The End Is Where We Begin (Día 1 - Sector 1: Crepúsculo) [¿Villa Crepúsculo?]
Evento Global: The End Is Where We Begin (Día 2 - Sector 3: Ocaso) [¿Villa Crepúsculo?]
Evento Global: The End Is Where We Begin (Día 3 - Sector 4: Túneles) [¿Villa Crepúsculo?]
Evento Global: The End Is Where We Begin (Día 4 - Sector 3: Ocaso) [Villa Crepúsculo Virtual]
Evento Global: The End Is Where We Begin (Día 5 - Sector 2: Atardecer) [Villa Crepúsculo Virtual]
Evento Global: Datastream (Primera parte) [La Red]
Evento Global: Datastream - Ruta de la Eliminación (Segunda parte) [La Red]
Evento Global: Datastream (Parte final) [La Red]

Tercer Arco: Rebelión

3ª Saga
Trama: Crisis de tierras sin dueño [Ciudad de Paso]
Encuentro: Día de monos [Selva Profunda]
Trama: Asalto a la Torre [Torre de los Misterios]
Trama: De cero a héroe [Coliseo del Olimpo]
Trama: En busca del corazón [Espacio Paranoico]
Evento Global: El Esclavo del Olvido (Primera parte) [Castillo del Olvido]
Evento Global: El Esclavo del Olvido - Ruta del Caído (Segunda parte) [Castillo del Olvido]
Evento Global: El Esclavo del Olvido (Parte final) [Castillo del Olvido]
Secret Episode: Another Side, Another Story - The Last Twilight [Villa Crepúsculo]

Cuarto Arco: Colisión

4ª Saga
Trama: Leyendas se contarán [Tierra de Dragones] (en proceso)


No Canon
Especial libre: San Valentín [Tierra de Partida] [Corrupción]
Especial libre: Halloween [Ciudad de Halloween] [Perdición]
Especial libre: ¡Feliz Navidad 2012! [Bastión Hueco] [Perdición]
Especial libre: Historias de San Valentín [Bastión Hueco] [Perdición]
Especial libre: Venid, mis pequeños [Villa Crepúsculo] [Perdición]
Especial libre: ¡Feliz Navidad 2013! [Bastión Hueco] [Perdición]
Especial libre: La mansión encantada [Ciudad de Halloween] [Rebelión]
Especial libre: El laberinto de los corazones [???] [Rebelión]
Especial libre: ¡Los reyes han llegado! [Tierra de Partida] [Rebelión]
Especial libre: La Mansión Encantada II: La Venganza [Ciudad de Halloween] [Rebelión]
Especial libre: World War Christmas [Tierra de Partida] [Colisión]
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Denna » Lun Dic 19, 2016 9:15 pm

Comprendí por la reacción del archidiácono que no era la primera víctima de «los demonios» que buscaba refugio en la catedral. Me sorbí la nariz y asentí con vehemencia cuando mencionó los caminos del Señor; eran respuestas vagas, pero no parecía que pudiera sonsacarle nada más.

¿Quieres acogerte a sagrado? —preguntó entonces—. Si es así, debes decirlo y tendrás la protección de la Iglesia. El Señor te ha protegido, si hoy has podido llegar aquí. No te ha abandonado.

Suspiré, pensativa. Tenía que considerar la idea, y más después de oír lo de los guardias. No traerían más que problemas. Esperaba que la misión hubiera concluido antes de que se hiciera de noche, pero sabía que hacía mal en albergar muchas esperanzas.

«Pero me pregunto si sería capaz de hacerles frente ahora...».

La idea era tan horrible como tentadora, y tuve que apartarla de mi mente, avergonzada. ¡Nada de buscar problemas!

No, es verdad. No debería haber dudado —dije al final, a sabiendas de que me había quedado callada un buen rato—. Creo que antes de tomar una decisión rezaré un poco. Ahora me siento culpable por haberme espantado tanto, pero sí, seguramente me acoja a sagrado.

Puedes rezar donde más te guste, porque toda esta es Su Casa. Pero quizás te sientas más segura… arriba —sugirió.

Le devolví la sonrisa.

Arriba, ¿eh?

Es una zona tranquila, donde nadie excepto Quasimodo podría verte. Incluso podrías hablarle de Esmeralda. Espero que siga escondida, Frollo no deja de preguntar por ella…

Bien —dije muy convencida—. Eso es que no puede encontrarla. Que entienda de una vez que no va a atraparla.

Antes de irme a Bastión Hueco ya estaba enterada de la extraña obsesión del juez por Esmeralda. Qué le había hecho ella, no tenía ni idea, pero tampoco importaba. Esa clase de gente no necesitaba un motivo para comportarse como lo hacían. Por otro lado, que no hubiese desistido después de tanto tiempo...

Frollo no está arriba ahora mismo, ¿verdad? ¿Sabéis si sigue algún tipo de horario para ir y venir? Preferiría ahorrarme un encontronazo, por mucho que me acoja a sagrado.

Esperé a ver qué contestaba antes de tomar una decisión. Porque, demonios, no, no quería encontrarme con Frollo. No porque le tuviera miedo. Era viejo y, a menos que fuera rodeado de guardias —cosa que dudaba—, no podía hacerme auténtico daño. Más bien al contrario. No quería ni pensar en lo que me haría Nanashi si lo tiraba por una ventana o algo así.

Asentí, fuera cual fuera su respuesta.

Gracias. Una cosa más, ¿las capillas están, eh, abiertas al público? Sólo por curiosidad —me apresuré a asegurarle—. Es que una vez oí decir a mi hermano que sus reliquias son una fuente de gran poder, y me preguntaba... —Dejé la frase en el aire, no muy segura de cómo continuar. Maldita sea. El archidiácono era buena persona y quedaba claro que no tenía nada en contra de los gitanos, pero ese súbito interés por los tesoros de Notre Dame era sospechoso, como mínimo. Me retractaría si no decía nada, molesta por haber abordado tan mal el tema:—. Lo siento, es una tontería. No he dicho nada. Gracias otra vez.

Me despedí con la mano y volví sobre mis pasos. Busqué a Saito con la mirada; seguía delante de la estatua de la Virgen, con los niños. Si Frollo no estaba en el campanario, en cuyo caso subiría a ver a Quasimodo, le avisaría antes de irme. Si, por el contrario, no podía subir, iría a ver las reliquias que estaban expuestas... O a sentarme en los bancos a rezar, a falta de una mejor opción. Estaba ese hombre tan nervioso, murmurando atropelladamente. Me sentaría detrás, lo bastante lejos como para no parecer que cotilleaba, y trataría de escuchar qué decía. Quizás tendría algo que ver con los Sincorazón.
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor xXOrbOOkXx » Lun Dic 19, 2016 9:34 pm

Frollo goza de una salud excelente para alguien de su edad y está al frente del Palacio de Justicia y de los asuntos del gobierno desde hace meses —indicó Nanashi mirando de reojo a Hana—. Si necesitáis algo, mandadme un mensaje. Os indicaré dónde reunirnos cuando haya terminado con mis asuntos.

Arqueé una ceja y miré de soslayo a la muchacha. Probablemente la habrían engañado en referencia a la muerte de Frollo, o al menos esa era la única explicación que se me ocurría. Fuera como fuese, la misión (y nuestra pequeña apuesta) apremiaba.

Criados del señor Raphaël pero vestidos así, ¿eh? ¿Creéis que hemos nacido ayer o qué?

¿Por qué iba a contratar a uno que tiene toda la pinta de gitano? Por raro que sea el señor Raphaël, no es tan idiota.

Sonreí para mis adentros. Bueno. Plan A no había funcionado. Iba siendo hora de colarnos con un plan B: comencé a preparar Asfixia. Hana pareció que iba a decir algo, e intenté detenerla para que no abriera la boca, pero no hizo falta. La suerte nos sonrió en forma de niña pequeña.

P-perdón...

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De grandes ojos inocentes y cabello arrebolado, la pequeña salió en nuestra defensa. Arqueé una ceja, y escuché lo que tenía que decir.

¿Fiore? ¿Ese es vuestro nombre? He oído al señor Raphaël hablar de vos…

Así es. Por eso hemos venido —concedió Hana. Tenía una mente rápida y comentarios contundentes. Aquella frase lo demostró por completo.

Uno de los guardias, tras un leve gesto de sorpresa, se inclinó junto a la joven. Sonreí levemente a Hana, gracias a su influencia en la corte lo habíamos conseguido.

Jovencita, ¿estás segura de lo que dices?

S-sí, mi señor. Si les parece… ¿pueden acompañarme y los llevaré hasta el señor Raphaël?

Claro.

Yo asentí con la cabeza. Tragué saliva. Sería la primera vez que entraba en el castillo de la nobleza, y aquello me hacía sentir mucho más confuso y nervioso de lo que había esperado. Seguramente ningún gitano habría entrado jamás y yo tenía el "privilegio" de cruzar aquellos portones vetados. La sensación de triunfo me rodeó por un instante.

Escóltalos y asegúrate de que no le hacen nada a la pequeña Marie —ordenó el guardia, todavía receloso—. Y si resulta que es una confusión… o que están molestando al señor Raphaël, ya sabes qué hacer con ellos.

¡Señor! Vamos, moveos.

La escolta fue más bien algo esperado. No nos iban a dejar pasar por las buenas, pero al menos ya habíamos realizado la parte difícil: pasar. Anduvimos sobre tapices, telas, alfombras. La ornamentación serpenteaba en dorado, en cristales y mármol veteado. Y la ira volvió a inundarme como un torrente de bilis. Había visto a niños morirse en las calles de hambre y frío. Había visto morir a mi hermana de tuberculosis porque uno de los médicos de la ciudad, que indiscutiblemente también vivía en tal lujo, no había querido curarla solo por el hecho de ser lo que es.

Apreté los puños, crispado. Cada vez tenía menos ganas de ir a ver a Raphaël, y mucho menos de ganar la apuesta. Al diablo con ella... Pero lo cierto es que no tenía mil platines... Si no ganaba no podría pagarla, y a saber qué me haría hacer Hana en caso de perderla.

<<Trágate el orgullo por una vez y gana la puñetera competición. Mil platines para Yerai y Gédéon, hazlo por ellos.>>

Los aposentos del señor Raphaël están al otro lado del jardín —indicó levemente—. ¡Luego iré a decirle a la princesa que estáis aquí, dice que quiere conocer a la chica de la que tanto habla el señor Raphaël! —Hana me guiñó un ojo, aludiendo a nuestra competición. Arqueé una ceja—: Señor… ¿Ast? ¿Os gustaría que os dieran… nuevos pantalones antes de ver al señor Raphaël?

Sonreí trémulamente, sin mostrar mis verdaderas emociones a una niña como aquella. Le debía nuestra gratitud.

Gracias petite, pero no será necesario. —Carraspeé mirando de reojo al guardia, y después a Hana—. Para lo que necesito no me serán necesarios.

¿A la princesa? —Le costó reaccionar a Hana, con un gesto de vaga sorpresa—. No hará falta. Nos han traído otros menesteres con R… el señor Raphaël. Sería inapropiado que la molestaras por una plebeya.

Comprendí su punto de vista. Avisar a una cría mimada del rey era una pérdida del tiempo y una losa además para intentar mantener nuestra pequeña escena.

Fiore tiene razón —añadí asintiendo—. La princesa tendrá deberes más importantes a los que atender.

Gracias por haber salido a recibirnos, Marie —comenzó entonces Hana—. Con los tiempos que corren, y esos terribles demonios apareciendo por todas partes, me siento más segura en nuestra pequeña comitiva que si Ast y yo hubiésemos tenido que caminar a solas.

Hana era alguien fácil de comprender. Y además era inteligente, tal como acababa de demostrar. La misión iba viento en popa.
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"Villa Crepúsculo" Una visita guiada (Encuentro)
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Ronda 4

Notapor Suzume Mizuno » Vie Dic 23, 2016 2:18 am


Hana y Simbad


Gracias petite, pero no será necesario. —La chica, Marie, se sonrojó un poco y le dedicó una tímida sonrisa—. Para lo que necesito no me serán necesarios.

El guardia le lanzó una mirada extrañada a Simbad, pero no comentó nada. Marie, si entendió algo, no se dio por aludida.

¿A la princesa? No hará falta. Nos han traído otros menesteres con R… el señor Raphaël. Sería inapropiado que la molestaras por una plebeya.

Fiore tiene razón. La princesa tendrá deberes más importantes a los que atender.

Marie asintió, murmurando para sí misma.

Es cierto, no quiero molestar a la princesa...

Gracias por haber salido a recibirnos, Marie —dijo Hana, empezando a practicar sus habilidades de coqueteo, aunque sin malas intenciones—. Con los tiempos que corren, y esos terribles demonios apareciendo por todas partes, me siento más segura en nuestra pequeña comitiva que si Ast y yo hubiésemos tenido que caminar a solas.

¿Eh...?—Marie se puso pálida, miró al guardia, y esbozó una sonrisa trémula, recuperando algo de color—. N-no, aquí estamos a salvo. Los demonios no entran al palacio.—Esta vez su sonrisa se ensanchó—. ¿Verdad, señor? Aquí estamos a salvo. El palacio está lleno de cruces y el archidiácono lo ha bendito varias veces. ¡Desde que el señor Frollo comenzó a hacerse cargo de la seguridad…!—La chica volvió a vacilar y casi pareció sentirse culpable por algo. Al final les dedicó una sonrisa de compromiso—. En cualquier caso, aquí no hay nada que temer. Los… los gitanos no se acercan así que…

Su vocecita murió por el camino y, esta vez, quedó claro que sí había culpabilidad en su gesto.
¿Acaso os han atacado fuera, señores? Creía que hacía tiempo que no aparecían…

Marie se detendría poco después frente a unas cámaras protegidas por dos guardias. Estos la reconocieron de inmediato y, sonriendo, le preguntaron si venía a ver a Raphaël en nombre de la princesa. Ella dijo que sí, que le avisaran de que traía a Fiore y un compañero suyo.

Casi inmediatamente después les dieron permiso para pasar, pero Marie decidió quedarse fuera, diciendo que tenía que ir con la princesa. El soldado que los había acompañado los miró fijamente, pero no dijo nada mientras se cerraban las puertas a sus espaldas.

Estaban en una especie de sala de estar, con suntuosos cuadros, asientos alrededor de una mesa con un mantel de brocado —¿eso que veían brillar era oro? ¿O solo era que Hana soñaba demasiado con dinero?—. Se abrió una puerta al fondo y apareció un joven pelirrojo, sonriendo de oreja a oreja.

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Vaya, vaya. Mira lo que ha traído el viento.—Raphaël iba bien vestido, con ropas de calidad, pero no demasiado llamativas. Avanzó hasta plantarse delante de ambos e hizo una reverencia antes de coger la mano de Hana y apretarla—. Me alegra ver que estás bien, florecilla. En estos tiempos es menos seguro que nunca ir por la calle… Aunque recuerdo que no tenías problema para defenderte.—Raphaël se detuvo y aspiró un poco por la nariz. Su sonrisa se trocó algo burlona, pero no comentó nada del olorcillo a callejón que traían los dos pegado—. ¿Y tu compañero es…?—Raphaël sonrió también a Simbad—. Me sorprende que os hayan dejado entrar, sin ánimo de ofender. La seguridad es más estricta que nunca desde lo que sucedió en el Festival de los Bufones. Sentaos, sentaos, haré que os traigan algo de beber y comer.

Unos criados les sirvieron en copas de oro un delicioso vino y también trajeron pan, pequeños muslos de pollo y una fuente con fruta de toda clase. Raphaël los invitó a sentarse en los asientos, cómodos y mullidos, que había alrededor de la mesa y él mismo tomó asiento.

Raphaël dio un sorbo a su propia copa, sin quitarles ojo de encima. Una vez los criados los dejaron a solas, la dejó en la mesa y entrelazó los dedos.

Bien, ¿por qué has venido hasta el Palacio? Dudo mucho que quieras entrar a mi servicio… o tu compañero. Si sigues estando tan loca, y seguro que Ast también lo está porque pocos gitanos se atreverían a entrar aquí dentro, seguro que buscas algo. Decídmelo y ahorremos tiempo para los dos, porque dudo mucho que los criados no estén preguntándose ya que hace un gitano en mis aposentos cuando falta tan poco para que el Rey firme el edicto.—Miró a Simbad con cierta lástima—. Lo siento, chico, pero así son las cosas.

Raphaël no parecía a la defensiva ni tampoco mostrarse agresivo. En ningún momento los echaría y, es más, escucharía sus palabras sin interrumpirlos.

También me he preguntado por qué el Palacio está a salvo y no consigo comprenderlo, aparte de la protección del Señor. Pero nadie protegió a sus Majestades en el Festival.—Raphaël hizo distraídamente el signo de la cruz. Pensativo, se humedeció los labios—. En realidad… Sí que ha habido un ataque. Pero no hemos dejado que nadie lo sepa.—Raphaël los miró y sonrió de lado—. Contra alguien muy importante. Sería un escándalo. Pero ¿por qué queréis saberlo? ¿Y qué gano contándooslo?


****
Matthieu y Saxor


Ambos aprendices se separaron para ocuparse de distintos asuntos.

Saxor entró a la taberna y no le costó localizar al capitán, que estaba bebiendo en una mesa, rodeado de unos cuantos compañeros. Uno de ellos, bastante joven, decía:

¡…escapó, el muy bribón! Esos malditos gitanos son ladrones desde la cuna, maldita sea. No puedo esperar a que el Rey firme el decreto.

Febo bebió de su vaso y no dijo nada. Tenía el ceño fruncido. Sus hombres no parecieron darse cuenta, ocupados como estaban en hablar de los gitanos, de la severidad de Frollo, que no resultaba tan bienvenida como podrían esperar. Al parecer corrían rumores de que a los guardias que fallaban demasiadas veces en encontrar gitanos acababan encerrados en el mismo Palacio… Y estaban contratando más torturadores.

…y Alain desapareció anoche—escuchó decir a otro recluta bastante joven, que parecía muy incómodo—. El otro día dejó escaparse a un amigo de gitanos porque decía que «estaba comiendo» y que no tenía por qué trabajar. El muy idiota…

Febo dejó con brusquedad el vaso en la mesa.

Señores, no extiendan rumores. El señor Alain está cumpliendo una pequeña condena por su desacato a la autoridad. Nada más.

Nadie de la mesa dijo nada, pero hasta en la cara de Febo se veía que no se tragaba sus palabras. El capitán se incorporó ruidosamente y fue a la barra a pedir más cerveza.

*


Matthieu, por su parte, se encaminó tras la misteriosa figura que había visto antes. Tuvo que apretar el paso, porque era… bastante rápida. Era difícil decidir si sabía que lo estaban siguiendo o no.

Lo siguió hasta un callejón. Uno sin salida. La figura se detuvo y se volvió con lentitud. La postura de los hombros no era la de alguien amedrentado.

¿Qué es lo que quieres?

La figura se bajó la capucha y reveló los rasgos de un joven de piel morena y cabellos negros. Matthieu, acostumbrado a vivir en París, lo identificaría rápidamente con un gitano. Pero había algo en su mirada… inquietante. Como si estuviera vacía. No desvelaba ninguna clase de sentimiento.

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¿Vas a denunciarme a los guardias? No, no creo que hagas eso. Por cómo os movíais, tenía pinta de que planeabais algo contra el Palacio de Justicia.

El joven esbozó una sonrisa que pretendía ser desafiante, pero que resultó ante todo hueca. Sin embargo, más allá de que fuera un tipo raro, no parecía amenazador. Quizás les había seguido porque sospechaba de ellos. Si al menos Matthieu supiera qué iba a hacer con esa información…Porque era un gitano, pero nunca se sabía. Costaba imaginar que Frollo trabajara con gente así, desde luego. Aun así, era posible que trabajara para alguno de sus subordinados.

Eso o estaba vigilando alguna zona concreta si un gitano se arriesgaba tanto a acercarse al Palacio de Justicia.

¿O es que sois… amigos de… los gitanos?—preguntó el joven, mirándolo fijamente, a la espera de una respuesta.

¿Qué haría Matthieu? Quizás valía la pena interrogar al joven…

****
Celeste y Saito


Chloé se balanceó sobre los pies, frunciendo el ceño con expresión de concentración.

No quiero que le pase nada a tu hermana, ni a nadie. Pero no puedo decirte mucho... Es enorme. Gigante. Más que un mayor. Y va vestido con… una armadura negra. No sé cómo son sus ojos, están detrás de un… bueno, no sé si es un casco. —Chloé hizo memoria, frunciendo el ceño—. Lo vi desde mi casa, iba hacia aquí. Estoy segura. Siempre mira hacia el mismo sitio. Siempre viene de noche. Es tan grande…—De pronto se le iluminó la mirada—. ¡Y me acuerdo! ¡Le brillaba algo en la mano! De colorines. Como los cristales.—Señaló con un gesto hacia las bellas vidrieras, que coloreaban el suelo con rayos de luz—. Pero mi mamá me dice que no hable de Él. Tiene miedo. Pero seguro que aquí no puede escucharme. ¿A que no?—preguntó con un tinte de ansiedad.

¿El qué no puede escuchar?

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El cardenal Armand se había detenido detrás de Saito, sin que ninguno se diera cuenta. Por su pregunta, no debía haber escuchado mucho. Entrecerró un poco los ojos al reconocer a Saito.

¿Qué ocurre ahora? ¿Qué haces aquí?

Y no se alegraba mucho de verle.

*


El archidiácono le aseguró a Celeste que Frollo no andaba cerca. Últimamente se pasaba muy de vez en cuando a visitar a Quasimodo, ocupado en otros asuntos de mayor importancia. Como el edicto contra los gitanos. Así que la chica tenía vía libre. Respecto a las capillas, dijo con algo de sorpresa:

Puedes rezar delante de las reliquias, hija mía, pero no tocarlas excepto en ciertas ceremonias. Lamentablemente hay muchos ladrones en esta ciudad, así que las mantenemos detrás de rejas. Pero si quieres acercarte a alguna en concreto… solo dímelo.

Celeste vio que Saito estaba hablando con un hombre vestido con un traje rojo de cardenal. Quizás decidió que no debía molestarlo —pero, si quería comunicarle que subía al campanario, podía hacerlo, ganándose una mirada desconfiada del atractivo joven, seguida de una inclinación de cabeza galante—.

Subir al campanario no le costó demasiado. ¡Las escaleras de Bastión Hueco eran peores! Como mucho, eran tan estrechas que quizá le provocaran algo de claustrofobia.

Quasimodo salió a recibirla al reconocerla, con una mezcla de alegría y timidez. Caminaba con la mirada clavada en los pies y le vio tirar algo detrás de sí… ¿Un palo? ¿Para defenderse?

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¡H-hola! ¡C-c-cuánto tiempo!—A pesar de que no se atrevía a mirarla a los ojos, algo en su voz revelaba que estaba realmente contento. Hasta se había sonrojado un poco—. ¡P-por favor, entra! ¿Q-quieres algo de beber? Tengo… tengo vino y… un poco de agua.

La guió hasta su «casa», bien limpia y a pesar de que la mesa donde trabajaba con sus figuras estaba llena de virutas de madera, polvo y pintura. Un par de los muñecos estaba roto, con marcas de dientes, y solo quedaban las patas. Quasimodo parecía en especial enfocado a la tarea de crear muchas ovejas.

La invitó a sentarse en una mesa y sirvió dos vasos de madera con vino. Luego se sentó y se atrevió a dirigirle una sonrisa antes de bajar de nuevo la mirada. Jugó con sus grandes manos con el vaso, dándole vueltas.

¿C-c-cómo has estado? He escuchado… cosas que pasan fuera.—De pronto la miró con preocupación—. Espero que no haya sucedido n-nada malo… Como no has venido en t-tanto tiempo por la catedral…—Quasimodo se sonrojó otra vez—. ¡N-no es que tengas que hacerlo!¡No! Es que… me preocupé. Solo eso. S-siento si te he hecho sentir incómoda…

Si la recordaba tan bien, a pesar del tiempo que había transcurrido desde entonces, era posible que colaborara en todo lo que Celeste quisiera saber.


Fecha límite: lunes 2 de enero de 2017. No suelo poner tanta distancia entre las fechas de posteo, pero ea, a pasar buenas fiestas ;3.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: Ronda 4

Notapor H.S Sora » Lun Ene 02, 2017 1:33 am

La niña parecía dispuesta a hablar y a no hacer muchas preguntas, no podía creerme la suerte que estaba teniendo. Crucé los dedos para seguir así.

No quiero que le pase nada a tu hermana, ni a nadie. Pero no puedo decirte mucho... Es enorme. Gigante. Más que un mayor. Y va vestido con… una armadura negra. No sé cómo son sus ojos, están detrás de un… bueno, no sé si es un casco.

Arrugué el ceño, algo escéptico. No tenía motivos para mentirme, pero… Mateus Palamecia no llevaba nada parecido a lo que me había descrito. Vale, por los cuernos enormes podía parecer que estaba embutido en un casco pero… ¿armadura negra?

Pero claro, había dos Emperadores. Quizá alguno hubiera cambiado su estilo…

O quizá no se trate de él.

Lo vi desde mi casa, iba hacia aquí. Estoy segura. Siempre mira hacia el mismo sitio. Siempre viene de noche. Es tan grande… ¡Y me acuerdo! ¡Le brillaba algo en la mano! De colorines. Como los cristales. —Ante mi desconcierto, Chloé señaló las vidrieras que iluminaban el suelo con sus rayos de luz. ¿Un cristal de colores?—. Pero mi mamá me dice que no hable de Él. Tiene miedo. Pero seguro que aquí no puede escucharme. ¿A que no?

Me apresuré a contestar, parecía nerviosa. Mucho. No era para menos.

Claro que no...

¿El qué no puede escuchar?

Me puse en tensión, pero a pesar de eso hice un esfuerzo para girarme aparentando que no sucedía nada. Y me llevé una grata sorpresa al ver a Armand… gratitud que no parecíamos compartir, no por la manera en la que había entrecerrado los ojos al verme.

¿Qué ocurre ahora? ¿Qué haces aquí?

Su semblante parecía mucho más duro que en nuestro último encuentro, en el cual tampoco había estado muy… ¿comprensivo? Fuera por lo que fuera, si quería información tenía ahora mismo la gran suerte de haberme encontrado con el hombre adecuado. Que fuera a ayudarme ya era otro asunto.

Buenos días, señor Cardenal. Había venido a rezar y me he encontrado con Chloé, y le aseguraba que se encuentra a salvo de todo mal mientras esté entre estas paredes. —Le lancé una mirada cómplice a la pequeña—. ¿No es cierto?

En ese momento llegó Celeste, a tiempo de informarme y de decirme que salía un momento y que no me preocupase. A pesar de estar algo desconcertado, por su manera de hablar parecía que había encontrado una pista, mejor que la siguiera.

Claro, nos vemos luego. Suerte.

No me gustó la manera en que Armand la miró, a pesar de la formalidad con la que se despidió al irse. Quería pensar que era más que nada por ser compañera mía y no por la etnia a la que Celeste pertenecía.

Respiré hondo. No era momento para pensar en eso, tenía que descubrir qué tenía Notre Dame para que Mateus, o quien fuera, se estuviera fijando en ella. O para que los Sincorazón no se atrevieran a entrar a excepción de algunas ocasiones en las que los Portadores teníamos algo que ver.

La verdad es que me gustaría hablar con usted, pero quizá este no sea el mejor lugar —comenté dirigiéndome a Armand—. Esperaba que me concediera un poco de su tiempo y pudiera acompañarme a ver las reliquias.

Si accedía, me despediría de mi pequeña nueva amiga alegando que necesitaba hablar a solas con el Cardenal, y nos encaminábamos hacia las reliquias de las que Celeste me había hablado, quizá tuviera una oportunidad de descubrir si era una de ellas lo que mantenía protegida a la Catedral de París.

Te habrás enterado de los rumores, ¿verdad? De la gente que dice que ha visto al Demonio rondando últimamente. Pues digamos que puede haber algo peor interesado en lo que sea que mantiene a Notre Dame fuera del alcance de las desgracias. Lo único que quiero es que no haya más víctimas.

»Si sabes algo, lo que sea, ayúdame… te lo ruego.

No estaba muy seguro de si mi inicio de conversación daría pie a que Armand me ayudara, pero en el peor de los casos estaría ojo avizor. Si había algún artefacto mágico ahí dentro quizá pudiera sentirlo.

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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor xXOrbOOkXx » Lun Ene 02, 2017 9:39 pm

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Logramos convencer a la pequeña de que no trajera a la princesa. Lancé una sonrisita elocuente a Hana: no íbamos a tener a una criaja malcriada en medio de nuestros asuntos. Por otra parte, gracias a su labia, la chica consiguió una información crucial para la misión.

N-no, aquí estamos a salvo. Los demonios no entran al palacio. ¿Verdad, señor? Aquí estamos a salvo. El palacio está lleno de cruces y el archidiácono lo ha bendito varias veces. ¡Desde que el señor Frollo comenzó a hacerse cargo de la seguridad…!

Si no cambié mi expresión fue por la fuerza de la costumbre. Frollo, el supuesto asesinado Frollo se encargaba de la seguridad. Eso explicaba el por qué estaban a punto de lanzar el decreto. Miré a mi compañera de reojo, observando sus posibles reacciones. Marie pareció volver a vacilar un momento, como si se sintiera culpable de habernos confesado aquello.

En cualquier caso, aquí no hay nada que temer. Los… los gitanos no se acercan así que… —Carraspeé disimuladamente y tironeé de la cuerda del laúd—. ¿Acaso os han atacado fuera, señores? Creía que hacía tiempo que no aparecían…

Algún altercado hemos tenido con esos demonios —coincidí. Intenté que el guardia no escuchara mis palabras—. Pero bueno... seguramente no hemos sido los únicos ¿verdad?

Porque estaba claro que no lo habíamos sido. Comencé a especular con la escasa información que tenía. Los parisinos estaban siendo atacados por Sincorazón, gitanos incluidos, y Frollo se encargada de la supuesta seguridad. No me fiaba un pelo. El cardenal podía estar perfectamente controlando los Sincorazón y culpando a los gitanos.

Desfilamos por los lujosos pasillos unos minutos más hasta acabar en los portones de una cámara precedida por unos guardias. Marie se acercó a ellos para avisar de nuestra llegada, y estos se apartaron sin dudar. Sin embargo noté la mirada del soldado clavada en nuestra nuca, como si estuviera intentando atravesarnos el cráneo.

Seguramente sería el primer gitano de la ciudad que, escoltado por un guardia, hubiera entrado en la habitación de la más alta nobleza sin colarse. Y qué habitación. Era una sala de estar con la misma decoración y lujo que el resto del palacio, la cobertura perfecta para una ciudad en realidad podrida.

Vaya, vaya. Mira lo que ha traído el viento.

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Si a nosotros nos había traído el viento, él parecía que le había escupido un volcán. Pelirrojo, sonriente y bien vestido. El clásico noble en París. Incluso sus rasgos finos me recordaron levemente a mi madre. Además su comportamiento y modales remataron el cliché: se acercó a Hana y le tomó de la mano, antes haciendo una reverencia. Un noble haciendo una reverencia hacia un gitano. Si no fuera porque sabía que Raphaël no tenía una opinión tan contraria hacia mi pueblo, la escena habría sido hilarante.

Me alegra ver que estás bien, florecilla. En estos tiempos es menos seguro que nunca ir por la calle… Aunque recuerdo que no tenías problema para defenderte. —No pude evitar esbozar una sonrisa. Si él supiera con lo que sabía defenderse... Se detuvo un momento y arrugó la nariz, como si le molestara nuestra olor a alcantarilla, con el buen perfume que era—. ¿Y tu compañero es…?`

Ast.

Me sorprende que os hayan dejado entrar, sin ánimo de ofender. —Ofendía más la contradicción de su puñetera amabilidad junto con el lujo en el que estaba rodeado y que media ciudad se estuviera muriendo de hambre, pero me abstuve de hacer ningún comentario—. La seguridad es más estricta que nunca desde lo que sucedió en el Festival de los Bufones. Sentaos, sentaos, haré que os traigan algo de beber y comer.

El Festival de los Bufones. Parpadeé un poco perdido, sin saber muy bien qué decir. Hana había dicho que Frollo había muerto, que lo había visto con sus propios ojos. Seguramente sería eso por lo que habían reforzado la seguridad, pero aún así habían muchas cosas que no me cuadraban. Si Hana decía la verdad eso quería decir que el cardenal tenía que haber sido asesinado en un ámbito privado, o todo París habría alucinado al verle resucitado. Sea como fuere, la chica seguramente solo habría visto... una copia o algo así. Tendría que recordar preguntarle sobre eso al salir del palacio.

Pronto trajeron la comida, otro espectáculo de la brillante hipocresía que se respiraba en todo el palacio. Hubiera tomado algo de vino, pero no sabía con certeza si estaba envenenado, no para nosotros, sino para el propio Raphaël. Este tomó asiento y bebió de su copa tranquilamente.

Bien, ¿por qué has venido hasta el Palacio? Dudo mucho que quieras entrar a mi servicio… o tu compañero. Si sigues estando tan loca, y seguro que Ast también lo está porque pocos gitanos se atreverían a entrar aquí dentro, seguro que buscas algo.

Era listo. Y si era listo eso quería decir que también podía ser peligroso, muy peligroso. No se me pasó por alto tampoco el signo de singular buscas, lo que quería decir que no me tomaba en cuenta. No me ofendió, estaba demasiado acostumbrado.

Decídmelo y ahorremos tiempo para los dos, porque dudo mucho que los criados no estén preguntándose ya que hace un gitano en mis aposentos cuando falta tan poco para que el Rey firme el edicto. Lo siento, chico, pero así son las cosas.

En su mirada se dejaba entrever lástima. Eso sí me ofendió. Me ofendió y además me cabreó. Podía engañar a Hana con sus sonrisas de porcelana y su tono amigable, pero yo no me lo tragaba. Si siquiera se preocupaba una pizca por nosotros no estaría rodeado de lujo y sirvientes. No dejé que mi estado de ánimo se trasluciera, simplemente tomé una manzana, tan roja como el propio vino.

Supongo que se han cansado de quemarnos y quieren acabar con el problema de raíz, monsieur —Mordí la manzana en gesto despreocupado—. Además, no sería la primera vez que estoy en la habitación de algún noble, la mayoría tiene la hipocresía en los labios y suficiente dinero como para poder derrocharlo conmigo. —Sonreí sin pizca de malicia, solo con falsa sugerencia y veneno contenido—. Todo el mundo tiene secretos, ¿no cree?

Me recosté la silla y volví a morder la fruta. Me encogí de hombros.

>>Sí. Venimos a por información exactamente. —Hice un gesto hacia Hana—. Supongo que ella es de fiar, no tendrás problemas en concedérsela.

También me he preguntado por qué el Palacio está a salvo y no consigo comprenderlo, aparte de la protección del Señor. Pero nadie protegió a sus Majestades en el Festival.

Mientras se humedecía los labios y hacía el símbolo de la cruz mi cerebro iba a cien por hora. ¿Se refería el ataque hacia Frollo? No. Había dicho majestades. Los Reyes. La Princesa. Quizás hubiera sido mala idea despachar a la última sin siquiera interrogarla antes.

En realidad… Sí que ha habido un ataque. Pero no hemos dejado que nadie lo sepa. —Nos sonrió de medio lado—. Contra alguien muy importante. Sería un escándalo. Pero ¿por qué queréis saberlo? ¿Y qué gano contándooslo?

Suspiré con hartazgo para mí mismo. Hora de la función. Me terminé la fruta en cuestión de segundos, corazón incluido. Remarco que lo único que comía de ellas eran las sobras de otros parisinos cuando vivía en la Cité.

Porque hemos descubierto la forma de librarnos de ellos para siempre, pero para ello necesitamos saber todo lo posible. —sentencié. La mentira podía ser creíble si Hana me apoyaba—. Para comenzar sabemos que no son seres que van por libre, sino que están siendo ordenados por alguien al margen de los gitanos, basándonos en que estos también son los atacados.

<<Posiblemente ese alguien esté relacionado con la Iglesia y seguramente esté en este palacio>> añadí para mis adentros, pero no dije nada. Sería hablar demasiado, pero esperé que mi compañera supiese leer entre líneas.

El premio es la salvación de París. —Hice un gesto grandilocuente—. El honor es un peso que como gitano mis hombros jamás podrán cargar. Además... —Miré de reojo a Hana para luego mirar a los ojos de Raphaël directamente—. ¿que podríamos prometerle a alguien como vos, que ya lo tiene todo?
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"Port Royal" Los muertos no cuentan cuentos (Trama)
"Tierra de Dragones" Linda Flor (Misión)
"Bastión Hueco" Novatos bajo el amanecer (Segundo encuentro - Saga Novatos)
"Ciudad de Paso" Lo que vale la pena (Encuentro)
"Ciudad de Paso" The Game Never Ends (Trama)
"Torre de los Misterios" Orden en la Biblioteca (Misión)
"Evento Global" El esclavo del olvido
"Evento Global" Ruta de los perdidos

Evento Halloween 2014
"Especial libre" El laberinto de los corazones
"Especial libre" San Valentín III
"Islas del Destino" Yincana veraniega
"Evento libre" La Mansión Encantada II: La Venganza

Cuarta Saga:


"Ciudad Inexistente" Dos velas para el diablo (Encuentro)
"Port Royal" De copas con la muerte (Encuentro)
"Bastión Hueco" De magdalenas y vicios franceses (Encuentro)
"La Cité des Cloches" Insomnia (Primer encuentro - Saga La Musique du Silence)
"La Cité des Cloches" Somnia (Segundo encuentro - Saga La musique du Silence)
-"Port Royal" El barco que desaparece en la niebla (Misión)
"Tierras del Reino" Donde duermen los gigantes (Trama)
"País de los Mosqueteros" Todos Para Uno (Trama)
"Ciudad de Paso" Un nuevo Crepúsculo (Trama)
"Ciudad de Halloween" El ataque de Boogieman (Trama)
"La Cité des Clochés" Fuego Infernal (Trama)
"Espacio Profundo" Planta 313 (Encuentro)
"Mundo Inexistente" Pasajes Oscuros (Trama)
"Tierra de Partida" Penúltima Parada (Encuentro)
"Evento Global" El principio del fin
"Atlántica" Perdona pero quiero casarme contigo (Encuentro)

"Especial libre" El laberinto de los corazones II: Escape
"Especial libre" World War Christmas
"Especial libre" El San Valentín está aquí
"Especial libre" ¡Exámenes finales
"Especial libre" La inocencia perdida
"Especial libre" Misión: Salvar la Navidad

Timeskip (Finales 1013-1017)

"Tierra de Partida" Examen de Maestría (30 Diciembre 1013)
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"País de las Maravillas" El último regalo (Minitrama) (Julio 1014)
"Jardines de Tierra de Partida" El Regreso (Libre) (Finales de Marzo de 1017)

Saga final:

"La Cité des Clochés" Santuario (Trama)
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Nell » Mar Ene 03, 2017 1:18 am

Gracias petite, pero no será necesario. Para lo que necesito no me serán necesarios.

Hana le dirigió una mirada abiertamente hostil. Aquello era la guerra.

La primera impresión de Hana había resultado ser incorrecta. Marie parecía ser una criada de la princesa, eso explicaba que le hubiesen reconocido los guardias y que su palabra tuviera algo de peso a pesar de su condición. Además, no la imaginaba como dama de Raphäel. Por suerte desestimó la idea de avisar a la princesa de su presencia con rapidez, eso que se ahorraban.

Por otro lado, a la chica le sorprendió su comentario sobre los demonios.

¿Eh...? N-no, aquí estamos a salvo. Los demonios no entran al palacio.—Hana asintió. Eso ya lo sabían—. ¿Verdad, señor? Aquí estamos a salvo. El palacio está lleno de cruces y el archidiácono lo ha bendito varias veces. ¡Desde que el señor Frollo comenzó a hacerse cargo de la seguridad…!—Hana apretó los labios. Demasiado vivo para su gusto—. En cualquier caso, aquí no hay nada que temer. Los… los gitanos no se acercan así que…

»¿Acaso os han atacado fuera, señores? Creía que hacía tiempo que no aparecían…

Algún altercado hemos tenido con esos demonios —reconoció Simbad—. Pero bueno... seguramente no hemos sido los únicos ¿verdad?

Es una lástima que el archidiácono no pueda bendecir toda la ciudad —se le escapó con poca prudencia.

Aquella hipocresía religiosa le sacaba de quicio. Se obsesionaban tanto con buscar los culpables de sus malos que ni siquiera caían en los mismos demonios que tenían a su alrededor. Como Frollo. Pero para alguien como Marie era mejor adorar a Frollo por quemar impuros que reconocer a los sincorazón como fruto de su propia oscuridad.

Finalmente llegaron a su destino. Marie les anunció y poco tuvieron que esperar para que Raphaël les diera permiso para entrar. Puede que hubiese sido una muy buena idea acudir a él. La chica se separó de ellos allí, pues tenía que regresar con la princesa. Hana esperaba que no le mencionara aquel asunto hasta que se hallaran lejos del palacio.

La habitación a la que les condujeron era una recepción, supuso Hana, con una mesa a la que servir a las visitas. Demasiado lujo le tentaba, aunque no iba a robar al objetivo de su apuesta.

Entonces apareció Raphaël. Le recordaba mucho más feo. O quizá se estaba concienciando de que tendría que embaucarle para ganar a Simbad. Lástima que hubiera nacido noble.

Vaya, vaya. Mira lo que ha traído el viento.—Raphaël les hizo una reverencia y le estrechó la mano a Hana. Por un momento ella pensó que iba a besársela—. Me alegra ver que estás bien, florecilla. En estos tiempos es menos seguro que nunca ir por la calle… Aunque recuerdo que no tenías problema para defenderte. ¿Y tu compañero es…?—Simbad se presentó como Ast—. Me sorprende que os hayan dejado entrar, sin ánimo de ofender. La seguridad es más estricta que nunca desde lo que sucedió en el Festival de los Bufones. Sentaos, sentaos, haré que os traigan algo de beber y comer.

Sí, ¿qué había sucedido exactamente? ¿Qué había quedado en la memoria de los parisinos? La muerte de Frollo, no. Supuso que la payasada con el deforme tampoco. Esperaba que las culpas no hubiesen recaído en Zac. Habían podido escapar del altercado y había supuesto que los guardias no habían podido pillarle. Era ahora cuando dudaba.

Hemos estado fuera de la ciudad durante algunos meses. Por otros asuntos. He escuchado que ocurrió una tragedia en el Festival. —Cruzó los dedos. Aún tenía esperanzas de que dijera que Frollo estaba muerto y todo lo que quedaba por derribar era su obra en vida.

Les sirvieron un aperitivo de cortesía. Hana, ni corta ni perezosa, tomó asiento junto a Simbad. No probó bocado, solo bebió el vino, ya que seguramente no probaría uno igual en un buen tiempo.

Esperaron a que salieran los criados para continuar hablando.

Bien, ¿por qué has venido hasta el Palacio? Dudo mucho que quieras entrar a mi servicio… o tu compañero. Si sigues estando tan loca, y seguro que Ast también lo está porque pocos gitanos se atreverían a entrar aquí dentro, seguro que buscas algo. Decídmelo y ahorremos tiempo para los dos, porque dudo mucho que los criados no estén preguntándose ya que hace un gitano en mis aposentos cuando falta tan poco para que el Rey firme el edicto. —A Hana le sonó esperanzador. Que no lo hubiera hecho aún significaba que todavía podían cambiarse las cosas—. Lo siento, chico, pero así son las cosas.

Supongo que se han cansado de quemarnos y quieren acabar con el problema de raíz, monsieur —comentó Simbad sin despeinarse. Hana estaba totalmente de acuerdo—. Además, no sería la primera vez que estoy en la habitación de algún noble, la mayoría tiene la hipocresía en los labios y suficiente dinero como para poder derrocharlo conmigo. —Hana habría enarcado una ceja si eso no la hubiera delatado. ¿Qué estrategia era esa en su apuesta?—. Todo el mundo tiene secretos, ¿no cree?

»Sí. Venimos a por información exactamente. Supongo que ella es de fiar, no tendrás problemas en concedérsela.

Hana se mostró indecisa entonces. ¿Qué tono debía de emplear? Su plan había sido caramelearse a Raphaël para que les diera un informe detallado. Sin embargo, la actitud de Simbad marcaba otro rumbo en la conversación. Quizá debía dejarse de juegos y ser más directa. Más agresiva. Porque estaba claro que no habían intimidado a Raphäel. Y, ¿qué podían perder? Él no le daba miedo. Estaba convencida de que podría ganarle en una batalla individual. Casi convencida.

Ya no era la aprendiza a la que podía derribar un estúpido caballo. Puede que siguiera siendo aprendiza (eso sí), pero no había nada en aquel mundo que fuera a temer. Sabía valérselas por sí misma.

Hemos vuelto para descubrir la verdad detrás de los demonios. Obviamente uno de los lugares más seguros de todo París iba a llamarnos la atención. ¿Qué hay en el Palacio capaz de protegeros? Están por todas partes, incluso más allá de estas murallas y en lugares que ni siquiera podrías imaginar. —Dudaba que creyera que podían viajar por el espacio—. ¿Es que Dios solo mira hacia aquí?

También me he preguntado por qué el Palacio está a salvo y no consigo comprenderlo, aparte de la protección del Señor. Pero nadie protegió a sus Majestades en el Festival.—Esa muestra de religiosidad le restó puntos—. En realidad… Sí que ha habido un ataque. Pero no hemos dejado que nadie lo sepa. Contra alguien muy importante. Sería un escándalo. Pero ¿por qué queréis saberlo? ¿Y qué gano contándooslo?

Hubo un breve silencio. Hana sospechaba que Raphaël les estaba poniendo a prueba. Que, en el fondo, iba a contárselo de todos modos porque tenía curiosidad por los resultados que pudieran arrojar la alocada de Fiore y su amigo el gitano. Se estaba haciendo de rogar para ganar más premios. Pese a todo, tendrían que seguirle el juego para incluirse en el bando ganador.

Porque hemos descubierto la forma de librarnos de ellos para siempre, pero para ello necesitamos saber todo lo posible. —Hana esperó a la verborrea de Simbad—. Para comenzar sabemos que no son seres que van por libre, sino que están siendo ordenados por alguien al margen de los gitanos, basándonos en que estos también son los atacados.

Tendría sentido si existen lugares donde no aparecen los demonios, como es el caso —añadió—. Y que una persona concreta sea la única víctima en ese terreno seguro es, cuanto menos, bastante sospechoso.

El premio es la salvación de París. El honor es un peso que como gitano mis hombros jamás podrán cargar. Además... —Simbad la miró de reojo. Hana no se atrevió a hacerle un asentimiento a riesgo de que Raphaël lo detectara—. ¿que podríamos prometerle a alguien como vos, que ya lo tiene todo?

Y que no tiene nada que perder —Se cruzó de brazos—. El edicto se firmará pronto, ¿verdad? Puede que con la expulsión de los gitanos desaparezcan los demonios. Quién sabe. O puede que no lo hagan. Si el señor Raphaël logra dar con una solución real al problema, con el culpable detrás de esas aberraciones, se convertirá en el salvador de París.

Le hizo gracia pensar en lo distintos que eran Simbad y ella. El primero le había ofrecido la salvación de la gente, mientras que Hana había remarcado su ascenso a héroe. Se preguntaba cuál de los dos objetivos interesaban más a Raphaël. El resultado para ellos, al fin y al cabo, sería el mismo: cumplir la misión.

Hubo un breve silencio en el que Hana tuvo una nueva idea. Puede que estuviera ofreciendo más de lo necesario, sobre todo si Raphaël ya se sentía predispuesto a darles la información que había ido a buscar. Pero tenía la sensación de que quizá aquello fuera lo que quería cuando les planteó la sugerencia.

Y hay algo más. Dices que ha habido un ataque contra un residente importante de Palacio —matizó—. ¿Consideras primordial la seguridad de esa persona? Nosotros te hemos ofrecido desenmascarar al causante de los demonios, que le salvará indirectamente. Pero si crees que podría producirse un nuevo altercado pronto… —suspiró brevemente antes de comprometerse— podemos negociar algún modo de protegerle.

Esperaba que Raphaël desestimara su oferta si creía que la persona atacada estaba lo bastante protegida o no le importaba demasiado su destino. De otro modo, se arriesgaba a que le pidiera que lo protegiera personalmente. En el fondo eso no la alejaría demasiado de su misión, pues los sincorazón podrían aparecer en cualquier momento, pero Hana era más dada a la acción que a la protección. Y tendría que aceptar las condiciones del noble.

Habían jugado sus cartas. Ahora tocaba el contraataque de Raphaël. La espera de la respuesta le desagradó, al darse cuenta de lo mucho que dependía de él. Les iba a utilizar, de eso no le cabía ninguna duda; lo cual convertía a la apuesta en una niñería que no había superado ninguno de los dos.
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Denna » Mié Ene 04, 2017 3:49 am

Vía libre. Por lo visto, podía incluso acceder a las reliquias, pero no tenía ni idea de cuáles había ni qué aspecto tendría la que buscábamos. Si es que existía, claro. Decidí que ya había tentado demasiado mi suerte y le dije al archidiácono que en otra ocasión. Siempre podía dejarlo en manos de Saito.

Dicho eso, fui a advertirle de que desaparecería un rato. Me preguntaba cómo deshacerme de él si insistía en acompañarme cuando reparé en el hombre de rojo que lo acompañaba. ¿Un cardenal? Habría jurado que antes no estaba ahí. Ralenticé mis pasos, mirando a Saito con extrañeza. ¿Se había metido en problemas?

Eh, hola —saludé, desviando la vista de la niña y al cardenal con una mezcla de curiosidad y recelo. Me dirigí a Saito enseguida, incómoda por el evidente desagrado del hombre. Una lástima. Era guapo, para ser blanco—. ¿Todo bien? Voy a salir un momento a que me dé el aire. Vuelvo enseguida, no te preocupes. Ah, le he preguntado al archidiácono y sí que podemos visitar las reliquias. ¿Puedes encargarte tú de eso?

Claro, nos vemos luego. Suerte.

Lo mismo digo. Adiós, Saito. Señor.

Incliné la cabeza en su dirección y volví a alejarme, aliviada porque se hubiese mostrado respetuoso. A lo mejor lo había hecho por la niña que estaba delante. Qué más daba. Miré atrás para asegurarme de que nadie me prestaba atención y enfilé las escaleras hacia el campanario.

No es que me molestara la compañía de Saito. A medida que lo ocurrido en la ópera quedaba atrás, las cosas volvían a ser casi normales. No, mis razones eran otras. Sin contar la breve excursión con Simbad, desde la cual tampoco había pasado tanto tiempo, yo no había pisado París en más de un año. La última vez que había estado en Notre Dame era una persona totalmente distinta. Para bien o para mal. Esa persona no me acababa de gustar, pero una parte de mí echaba de menos su vida. Cuando mi mayor preocupación era ejecutar de forma correcta unos pasos de baile para conseguir dinero. Cuando tenía el alma y el corazón intactos y en su sitio. Cuando pasarme de lista o tomar una decisión equivocada no comportaba la muerte de nadie.

Echaba tanto de menos esa vida que resultaba casi doloroso. Pero no podía permitirme mirar atrás otra vez. No sin admitir que todas las pérdidas, todos los sacrificios y toda la sangre que manchaba mis manos había sido para nada.

Así que me apresuré en avanzar por las escaleras, ignorando los pinchazos que el esfuerzo me provocaba. Dibujé una sonrisa y terminé de subir los últimos peldaños de un saltito. El dolor y el cansancio —que desde luego serían mucho peores si no viviera en Bastión Hueco— desaparecieron y se transformaron en una sombra de culpabilidad tras ver a Quasimodo tan contento.

«Eres realmente mala, ¿lo sabías?».

Podía excusarme en parte. No podía saber, después de prometerle que vendría a visitarle en cuanto pudiera, que mi vida daría un giro tan brutal que abandonaría mi mundo y me entregaría a una Orden de Caballeros que combatían demonios. Pero ¿desaparecer sin dar explicaciones a nadie? ¿Teniendo en cuenta la situación en París? Había firmado mi propia sentencia de muerte de cara a cualquiera que le importara un poco.

¡H-hola! ¡C-c-cuánto tiempo! ¡P-por favor, entra! ¿Q-quieres algo de beber? Tengo… tengo vino y… un poco de agua.

Estaría bien, sí, gracias —contesté, carcomida por la inquietud. Sentirme aliviada por que Quasimodo no me hubiera echado tampoco era de ayuda. Intenté enterrar toda esa negatividad por el momento y añadí:—. Me alegro de verte. Siento haber... tardado tanto en regresar. ¿Esperas a alguien? —inquirí, señalando el palo.

Entré casi con cuidado, sin atreverme a perturbar la estancia con mi presencia. El santuario era tal y como lo recordaba: pequeñito y acogedor. Las campanas parecían flotar sobre mi cabeza, majestuosas; un curioso contraste al compararlas con el resto de la habitación. Tomé asiento sin dejar de observar a mi alrededor.

Eh, ¡has redecorado! ¿Verdad? —exclamé mirando las figuritas—. No había tantas la última vez. Pero ¿qué les ha pasado a ésas?

Di un diminuto sorbo de vino. Después de todo, estaba de servicio.

¿C-c-cómo has estado? He escuchado… cosas que pasan fuera. Espero que no haya sucedido n-nada malo… Como no has venido en t-tanto tiempo por la catedral… —Debí poner alguna expresión rara, porque Quasimodo enseguida dijo:—. ¡N-no es que tengas que hacerlo!¡No! Es que… me preocupé. Solo eso. S-siento si te he hecho sentir incómoda…

Negué con la cabeza.

No, tienes toda la razón. He estado desaparecida demasiado tiempo. No es que me haya pasado nada, y por eso te pido perdón. De hecho, me fui de París durante una temporada. —Compuse una mueca con la que pretendía calmar la situación, pero mi propia cara se me hacía extraña—. He vuelto hace apenas unos días, aunque más por «trabajo» que otra cosa, pero quería pasarme a verte. Con suerte, las cosas volverán a ser... Bueno, como antes no, pero echo de menos todo esto y no quiero estar siempre tan alejada. ¿Me perdonas por haber sido tan mala amiga?

Aunque mis palabras eran sinceras, no pude evitar desviar la mirada. «Muy bonito, Celeste», volvió a susurrarme mi conciencia, convencida de que Quasimodo me perdonaría, en efecto, sin dudar. «No eres peor persona porque no te esfuerzas».

Carraspeé.

En realidad, no tengo mucha idea de lo que ha ocurrido durante estos meses —añadiría de ser así—. En la Corte, la gente está con los nervios a flor de piel y nadie habla mucho. Supongo que por lo de ese edicto, sea lo que sea. Lo único que sé es que hay un montón de demonios por las calles... y poco más. Por suerte, parece que aquí se está a salvo. ¿Tú no te habrás enterado de algo, por un casual? Imagino que Frollo —intenté que mi voz no destilara demasiado veneno al pronunciar su nombre— te contaría algo en su día, o puede que Esmeralda. Lo siento, yo por mi parte no he sabido nada de ella salvo que sigue escondida —comenté, a sabiendas del cariño que sentía el campanero por ella.

Paré por el momento. Antes de ir a hacer preguntas más concretas quería asegurarme de que Quasimodo estaba bien y a salvo en la catedral, y qué sabía. Si había hablado con Frollo y Esmeralda, prácticamente conocería el punto de vista de todo París.
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Notapor Suzume Mizuno » Jue Ene 05, 2017 12:25 am


Hana y Simbad



Hemos estado fuera de la ciudad durante algunos meses. Por otros asuntos. He escuchado que ocurrió una tragedia en el Festival.

Raphaël dejó escapar un suave resoplido por la nariz.

Una tragedia, sin duda. Los demonios atacaron a sus Majestades y también al juez Frollo. Parece…—Miró de reojo a Simbad—. Que fue cosa de una bailarina gitana. Fue un milagro que el juez sobreviviera. Desde entonces, Frollo está obsesionado con encontrar a una tal mujer llamada Esmeralda.

Tras la interrupción, Raphaël sonrió con algo de amargura ante el sarcástico comentario de Simbad, pero no le contradijo. No parecía ser de esos que caían con facilidad en algo tan sencillo.

Además, no sería la primera vez que estoy en la habitación de algún noble, la mayoría tiene la hipocresía en los labios y suficiente dinero como para poder derrocharlo conmigo.

Oh…—Una sonrisa le bailó en los labios—. No muchos tienen el valor de decir eso abiertamente, chico.

Todo el mundo tiene secretos, ¿no cree?

Raphaël dio un trago a su vino, pensativo.

Te sorprendería.

Conversaron acerca del Palacio y Raphaël esperó a que le dieran un buen motivo para hablar.

Porque hemos descubierto la forma de librarnos de ellos para siempre, pero para ello necesitamos saber todo lo posible. —Raphaël arqueó las cejas y la desconfianza asomó a sus rasgos—. Para comenzar sabemos que no son seres que van por libre, sino que están siendo ordenados por alguien al margen de los gitanos, basándonos en que estos también son los atacados.

Antes de que el noble pudiera decir nada, intervino Hana:

Tendría sentido si existen lugares donde no aparecen los demonios, como es el caso. Y que una persona concreta sea la única víctima en ese terreno seguro es, cuanto menos, bastante sospechoso.

El premio es la salvación de París. El honor es un peso que como gitano mis hombros jamás podrán cargar. Además... —Raphaël los observaba con aparente tranquilidad, pero seguramente se dieran cuenta de que no les quitaba ojo de encima y de que su mirada casi quemaba—. ¿que podríamos prometerle a alguien como vos, que ya lo tiene todo?

Nadie lo tiene todo.

Y que no tiene nada que perder.—Raphaël alzó las manos al cielo, jocoso, con aire de rendición. Pero su mirada seguía quemando—. El edicto se firmará pronto, ¿verdad? Puede que con la expulsión de los gitanos desaparezcan los demonios. Quién sabe. O puede que no lo hagan. Si el señor Raphaël logra dar con una solución real al problema, con el culpable detrás de esas aberraciones, se convertirá en el salvador de París.

Raphaël resopló, sonriendo de lado.

Querida, si me interesara ser un héroe, no serviría a quien sirvo. Los hombres no deberían someterse a las mujeres, según dicen mis compañeros—dijo, casi divertido.

Parecían haber llegado a un punto muerto, pero Raphaël miraba a Simbad, quizás considerando su propuesta. Tras un silencio, Hana volvió al ataque:

Y hay algo más. Dices que ha habido un ataque contra un residente importante de Palacio. ¿Consideras primordial la seguridad de esa persona? Nosotros te hemos ofrecido desenmascarar al causante de los demonios, que le salvará indirectamente. Pero si crees que podría producirse un nuevo altercado pronto… Podemos negociar algún modo de protegerle.

Raphaël miró hacia la puerta, se recostó en el asiento y entrelazó los dedos. Luego meneó la cabeza, como si se diera a sí mismo por perdido.

El día del Festival, los Sincorazón atacaron a sus Majestades. Eso hizo que todo el mundo imaginara que sería cosa de los gitanos. Yo también lo pensé. Al fin y al cabo, el Rey cada vez escuchaba más a Frollo y ahora… Podéis imaginarlo.

»Sin embargo, la única persona que impide que su Majestad firme el edicto es su hermana. Su grupo era el único remotamente a favor de los gitanos, entre los cuales me incluyo, pero durante el último año se ha quedado sin amigos. Y la princesa estaba caminando por el jardín, poco antes de cenar, cuando la atacaron.


Raphaël se quedó en silencio, con el ceño fruncido.

La princesa tiene muchos enemigos. Demasiados. Gobernó cuando el Rey era menor y a muchos no les gustó. Algunos dicen que se aferra demasiado al poder.—Se encogió de hombros—. Lo que me… extraña es que los demonios desaparecieron poco después. Como una advertencia. Ese día, la princesa había discutido abiertamente con ciertas eminencias. El cardenal y… el juez Frollo.—Raphaël sonrió de lado—. No tengo mucho más y me gusta mantener la cabeza sobre los hombros. Desgraciadamente no tengo las suficientes tierras para poder imponerme a nadie y no puedo ayudar a la princesa como me gustaría.—Raphaël se inclinó hacia delante y los fulminó con la mirada—. Ahora, decidme… o confirmadme quién está controlando a todos los demonios. Sobre todo si queréis evitar que todos los gitanos de esta ciudad mueran en la hoguera, porque el próximo paso tras la firma del edicto, es encontrar la Corte de los Milagros.

Los dos jóvenes podrían notar la tensión en el aire. Raphaël había hablado, probablemente incluso había dicho de más en un ambiente tan controlado como la corte. Ahora era su turno. Pero ¿hasta qué punto podían ser sinceros? Al fin y al cabo, no tenían ni idea de quien estaba verdaderamente detrás de los Sincorazón…

Y no debían de olvidar que, a esas alturas, era muy probable que se estuviera extendiendo el rumor de que Raphaël había dejado entrar a dos extraños —uno de ellos claramente gitano— en sus aposentos.

****
Celeste y Saito


S-sí, he estado haciendo más. Ah… Eso fue una… la cabra de una amiga. Creo que pensó que las ovejas eran de comer...—Quasimodo soltó una risa nerviosa. Luego, cuando Celeste le pidió perdón, empezó a hacer aspavientos, aunque parecía sinceramente feliz—: ¡No hay nada que perdonar! ¡Nada! No tenías que venir ni… Me alegra que estés bien. Gracias por… estar. No eres ni de lejos mala amiga.

Luego se quedó pensando un rato sobre lo que Celeste había pensado, ahora serio y hasta triste. Se pasó una gran mano por el fino pelo.

Es t-todo por una equivocación. El amo es mejor persona de lo que la gente cree. Pero, en el Festival… Le desobedecí y… y además creyó que Esmeralda intentó matarlo. Está empeñado en encontrarla.—Quasimodo se mostró culpable y bajó la voz—: No se lo digas a nadie, Celeste, por favor. Esmeralda estuvo aquí un tiempo. Luego la ayudé a escapar porque el amo… El amo…—Respiró hondo—. Lo del edicto creo que es cosa del amo. Desde que fue herido en el Festival ha cambiado un p-poco. Ahora da… da más… miedo. Pero dice que el Señor le ha hablado y que le ha dado fuerzas para acabar con los gitanos. Que debe hacerse ahora o nunca.—Se frotó las manos y se quedó callado—. No sé qué hacer. Ya le he dicho a Esmeralda que se mantenga alejada porque no q-quiero pensar en qué pasará si la encuentra.

»P-pero lo peor no es tanto eso… como que el Rey quiere firmar. Sabes, todo el mundo piensa que fueron los gitanos los que atacaron con d-demonios. Y hasta intentaron matar a-al amo. Y eso sí que fue u-una gitana, al parecer.
—Quasimodo la miró y murmuró—: L-lo siento… pero no te preocupes, los gitanos están bien escondidos.—Y esbozó una sonrisa de ánimo.

En principio Quasimodo respondería cualquier pregunta que le hiciera Celeste, siempre que la supiera, así que podía lanzarse al frente.

*



El cardenal aceptó, algo a regañadientes, acompañar a Saito. En cuanto se hubieron detenido delante de unas reliquias y Saito cambió el registro, Armand espetó:

Háblame con respeto, haz el favor. Y no sé por qué no te denuncio, siempre que apareces tú pasa algo malo—masculló, mirándolo con frialdad.

Pero Saito se daría cuenta de algo más. El cardenal ya no parecía tan vital como antes. Había perdido peso, estaba pálido y cansado. Hasta era posible que estuviera enfermo, por lo febriles que parecían sus ojos.

Es el Señor quien protege este lugar, ¿qué más quieres que te diga, maldito seas?—Armand se mordió el labio inferior y miró disimuladamente en derredor.

Chloé se había quedado algo detrás, pero se había puesto de rodillas en un banco y los miraba con curiosidad. Con suerte, no podría escuchar lo que estaban diciendo. El cardenal respiró hondo y miró de nuevo a Saito, debatiéndose consigo mismo. Al final susurró:

No es el mismo demonio que la última vez.—Hablaba tan bajo que era casi imposible escucharle—. Es uno diferente. Y si eso no es peor, no sé a qué te puedes referir. Ahora las cosas están mejor. ¿Por qué tenéis que venir?—El cardenal le dio la espalda y pareció dispuesto a marcharse pero volvió a clavar la mirada en Chloé. A Saito le parecería escucharlo maldecir—. No tengo nada que decirte. Nada excepto que todo… Todo cambió desde que Frollo sobrevivió a aquella herida… mortal. Si alguien sabe… algo… ese es él.—Se pasó una mano por los labios resecos—. Si tienes algo que decir, algo claro, dilo ahora. Porque si dejo que me vea aquí hablando contigo…

El cardenal parecía a punto de marcharse. Estaba realmente asustado. ¿Sería mejor lanzarse y darle información o estaría fingiendo…? Porque no parecía nada contento de verlo por ahí. Eso solo podía decidirlo Saito.


Faltas:
Damocles 1.
Saxor 1.


Fecha límite: lunes 9 de enero de 2017.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor H.S Sora » Lun Ene 09, 2017 5:22 pm

Había aceptado, pero Armand seguía muy susceptible. Demasiado. Incluso a solas, el cardenal continuaba mostrando esa extraña frialdad que no sabía de dónde venía. Podría caerle mejor o peor por todo lo sucedido, pero al fin y al cabo había terminado por salvarle la vida.

Al menos una vez.

Pero su actitud no era lo único que había cambiado en el cardenal. ¿Acaso estaba… enfermo? Estaba mucho más pálido de lo que le recordaba en nuestro último encuentro e incluso parecía haber perdido peso. ¿Y si no se había cerrado bien la herida que Mateus le había hecho en el Festival?

Asentí a su petición mientras miraba las reliquias, y mantuve la calma lo suficiente como para fingir que lo que había dicho no me había afectado. Pero lo había hecho.

Es el Señor quien protege este lugar, ¿qué más quieres que te diga, maldito seas?

Seguí la mirada de Armand, deteniéndome en Chloé y fruncí el ceño. Pensaba que después de nuestra despedida se iría, pero parecía tener toda la intención de esperar a que acabáramos de hablar. La niña estaba de rodillas en un banco, pero habría que andarse con cuidado.

No podía estar seguro de que no le llegaran nuestras voces.

No es el mismo demonio que la última vez —Armand se decidió a hablar al final, en susurros muy bajos—. Es uno diferente. Y si eso no es peor, no sé a qué te puedes referir. Ahora las cosas están mejor. ¿Por qué tenéis que venir?

Y aquél iba a ser el fin. Al menos había servido para confirmar que no se trataba de Mateus, era algo por lo que empezar. Aunque seguía sin explicar por qué Notre Dame estaba a salvo, más allá de que el Señor lo hiciera.

Sus creencias tienen su pensamiento racional encerrado en una jaula, no creo que sea capaz de contarte nada.

No tengo nada que decirte. Nada excepto que todo… Todo cambió desde que Frollo sobrevivió a aquella herida… mortal. Si alguien sabe… algo… ese es él. Si tienes algo que decir, algo claro, dilo ahora. Porque si dejo que me vea aquí hablando contigo…

Armand estaba asustado, pero su expresión hacia mí no había cambiado ni un ápice. Quizá si no hubiera utilizado magia durante el Festival… quizá el cardenal todavía sería capaz de confiar en mi. Pero estábamos en la Cité, un mundo que condenaba la magia.

Tenía que hablar con él. Advertirle de lo que podía pasar.

Ese otro demonio se ha fijado en Notre Dame —comenté, en un susurro—. Y no sé qué es lo que busca, pero hará lo que sea para conseguirlo. Yo sólo pretendo ayudar, por eso quiero descubrir que está ayudando a alejar a esos demonios de aquí. Algo más que la voluntad del Señor.

Tocaba jugármela al todo por el todo: hinqué una rodilla en el suelo antes de proseguir, todavía en susurros.

Yo solo no puedo llegar hasta Frollo. Las cosas no están mejor en París, esas criaturas siguen matando inocentes de manera indiscriminada, y la gente sigue creyendo que la culpa es de los gitanos. Siento lo que sucedió ese día, lo último que quería era que saliera herido, pero no puedo cambiar lo que he hecho, por mucho que me arrepienta. —Dejé un breve silencio—. Pero usted todavía puede hacer algo para proteger a los inocentes que hay ahí fuera, antes de que sus muertes caigan sobre su conciencia.

»Se lo suplico, ayúdeme, Eminencia.

No conocía a nadie más en París que pudiera ayudarme en ese momento. Si Armand no colaboraba y se iba, sería como empezar de nuevo la investigación. Y no podía permitir eso, no con el tiempo en nuestra contra.
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H.S Sora
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Denna » Lun Ene 09, 2017 9:21 pm

Es t-todo por una equivocación. El amo es mejor persona de lo que la gente cree. —Suspiré para mí misma, sin molestarme en intentar discutir—. Pero, en el Festival… Le desobedecí y… y además creyó que Esmeralda intentó matarlo. Está empeñado en encontrarla.

Así que es por eso —reflexioné, de nuevo para mis adentros. Entonces me di cuenta de lo que eso significaba—. ¡Espera! ¿La herida fue real? ¡Creía que se trataba de rumores! Es decir... enseguida se puso... bien. ¿No? —Sacudí la cabeza. Algo no encajaba, pero ¿el qué? Hice los cálculos —dos veces por si acaso— del tiempo que había pasado desde el Festival hasta el día en que me había ido de París. «¿Cómo es posible..?»—. La gente... ¡Hablaban de tanta sangre! No hay forma de que se curara en tan poco tiempo, no aquí, ¡no si era una herida grave! De ser así, ¿qué..?

«De ser así, ¿qué ocurrió en realidad?»

Me percaté de que había interrumpido a Quasimodo y estaba farfullando cosas inconexas. Incluso me había inclinado hacia delante, clavando las manos en la mesa con tanta fuerza que tenía los dedos casi blancos. Abrí mucho los ojos.

Se me había olvidado que tú también habías estado ahí. Lo siento. Tuvo que ser horrible —murmuré.

Regresé a mi sitio, intentando mantener la calma. «Vale, vale, vale. Piensa. Algo pasó con Frollo en el Festival. Lo hirieron de gravedad, y aún así se recuperó pronto. O bien la herida no fue para tanto o...».

La mujer que lo atacó no era Esmeralda, ¿verdad? No pudo ser ella. Si fuera alguien de la Corte de los Milagros me habría enterado. Yo y todos. —Estuve a punto de añadir que habríamos celebrado una fiesta en su honor, pero me retracté en el último momento.

No se lo digas a nadie, Celeste, por favor —imploró Quasimodo en ese momento. Por un segundo temí que fuera a señalar a la gitana—. Esmeralda estuvo aquí un tiempo. Luego la ayudé a escapar porque el amo… El amo…

No voy a decir nada, tranquilo. Hiciste bien en ayudarla. Frollo se equivoca con ella.

Tardó un momento en reponerse. Yo, por mi parte, apenas cabía en mí del nerviosismo.

Lo del edicto creo que es cosa del amo —continuó—. Desde que fue herido en el Festival ha cambiado un p-poco. Ahora da… da más… miedo. Pero dice que el Señor le ha hablado y que le ha dado fuerzas para acabar con los gitanos. Que debe hacerse ahora o nunca.

Eso es mentira —contesté casi con ferocidad—. Si Dios se hubiera puesto de su parte... En ese aspecto —me obligué a añadir—, a estas alturas ya no quedaría ningún gitano en París.

O eso quería creer. También existía otra posibilidad, y es que en vez de Dios hubiese hablando con otra persona. U otra... cosa. A saber. ¿El demonio? Lo primero que se me venía a la cabeza era la monstruosa imagen de Ifrit, pero lo tenían los Villanos Finales. ¿Podía ser que ellos se hubiesen aliado con Frollo? No, ¿para qué? ¿Qué podría hacer Frollo por ellos? Era un humano normal y corriente. Entrecerré los ojos.

¿Has dicho que ahora da más miedo? ¿Cómo puede dar más miedo?

Esperé a que respondiera. Dios bendito, notaba cómo me hervía la cabeza. Demasiadas cosas. Pero estaba claro que lo ocurrido en el Festival tenía que ver con la situación actual, más de lo que pensaba. Si podía encontrar la conexión, quizás encontrara a la persona que controlaba a los Sincorazón.

Pensé en el día en que me encontró Ryota. Después de que alguien mandara que me siguieran y me atacaran. Recordaba lo que le había dicho al Maestro: «Sólo Frollo podría pactar con demonios para matar gitanos». Había empezado en la catedral, después de que el juez subiera. «Notre Dame, el palacio de justicia, el palacio real». Había sospechado de él entonces y seguía haciéndolo, pero no tenía pruebas. Ahora, la sombra de una pista apuntaba hacia él. ¿Y si no estaba tan equivocada? «Te encontraré y te mataré».

No sé qué hacer. Ya le he dicho a Esmeralda que se mantenga alejada porque no q-quiero pensar en qué pasará si la encuentra.

»P-pero lo peor no es tanto eso… como que el Rey quiere firmar. Sabes, todo el mundo piensa que fueron los gitanos los que atacaron con d-demonios. Y hasta intentaron matar a-al amo. Y eso sí que fue u-una gitana, al parecer. L-lo siento… pero no te preocupes, los gitanos están bien escondidos.


Asentí.

Sí, sé que lo están. La Corte de los Milagros es un lugar seguro. Nadie más sabe dónde se encuentra. Y mientras siga así...

Respiré hondo, dejando a un lado todas las conjeturas e hipótesis que no podía probar. Antes de hacer nada tenía que consultarlo con las Maestras, y sabía que me iban a pedir pruebas si acusaba a alguien. Vaya si me las pedirían.

Volví a asentir y sonreí, entrelazando los dedos de las manos. Por suerte, tenía por dónde empezar.

¿Me creerías si te dijera que, en cierto modo, puedo demostrar que los gitanos son inocentes? —inquirí—. Sólo hace falta encontrar al verdadero culpable, y estoy segura de que tú puedes ayudarme. Necesito que me describas a la mujer que atacó a Frollo en el Festival, ¿te acuerdas de ella? Cualquier cosa me sirve: su aspecto, cómo vestía, cómo lo hizo, ¡lo que sea! Si la encuentro y puedo hablar con ella podría averiguar si controla a los Si... a los demonios —me apresuré a corregir, tan entusiasmada que apenas vigilaba lo que decía—. Vale. También que me digas si Esmeralda te contó algo al respecto cuando estuvo aquí, si las confundieron sería por algo, supongo. A lo mejor se parecen, quizás hasta sean amigas. No imagino a Esmeralda amiga de un intento de asesina, pero a saber.

Realicé una pausa para coger aire.

¡Y por último! Deja de pensar que hiciste mal en desobedecer a Frollo —dije con un mohín, esta vez seria—. Notre Dame es un encanto de sitio, pero te pierdes todo lo que hay fuera. Ahora mismo las cosas están mal, pero todo se arreglará. Tiene que arreglarse. Y tú tienes que darle otra oportunidad. ¿Entendido?
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor xXOrbOOkXx » Lun Ene 09, 2017 10:16 pm

Había llegado a la conclusión de que Raphaël no me caía del todo bien, lo cual, bien mirado, era una ventaja ante la naturaleza de la apuesta que tenía con Hana. Sí, estaba más o menos de parte de los gitanos, pero era difícil de manipular, era listo y tenía poder.

Una tragedia, sin duda. Los demonios atacaron a sus Majestades y también al juez Frollo. Parece… —Me miró de reojo. Intenté no lanzarle una mueca envenenada—. Que fue cosa de una bailarina gitana. Fue un milagro que el juez sobreviviera. Desde entonces, Frollo está obsesionado con encontrar a una tal mujer llamada Esmeralda.

Interesante. Sea quien fuese Esmeralda, era inocente de todo cargo, porque estaba claro que aquella bailarina y la muchacha eran la misma persona. Estaba más que seguro y cada vez más sospechaba sobre Frollo. Aunque, bien mirado, si era ella quien controlaba a los Sincorazón es una pena que no matase tanto a los reyes como al juez... Aunque Hana había estado convencida de que al principio de la misión ya estaba muerto. Algo definitivamente no encajaba.

A continuación comenzó la larga discusión en la que nosotros tratábamos de sonsacarle toda la información. En ella, su mirada cambió a la más absoluta desconfianza.

Y que no tiene nada que perder.

Fue el golpe que hizo que todas las barreras del noble se vinieran abajo. Felicité mentalmente a Hana, una de las más competentes compañeras que había tenido en una misión. Ahora solo faltaba cambiarle aquella mirada penetrante y tensa por otra más confiada. En ese momento cantaría como un pájaro.

El edicto se firmará pronto, ¿verdad? Puede que con la expulsión de los gitanos desaparezcan los demonios. Quién sabe. O puede que no lo hagan. Si el señor Raphaël logra dar con una solución real al problema, con el culpable detrás de esas aberraciones, se convertirá en el salvador de París.

El hombre resopló con una media sonrisa, como si no le importara en lo más mínimo. La chica había jugado bien sus cartas, pero no eran exactamente los diamantes lo que Raphaël necesitaba. Tendría que mostrarle el As que guardaba en la manga. Pero tendría que esperar al momento adecuado.

Querida, si me interesara ser un héroe, no serviría a quien sirvo. Los hombres no deberían someterse a las mujeres, según dicen mis compañeros.

Sonreí con dientes de tiburón sin poder evitarlo. Estaba acostumbrado a aquel tipo de comentarios, pero estaba seguro de que a Hana (y al resto de mujeres de la Orden) no le hacía ninguna gracia. En su día no me importaban, total yo no era una mujer, hasta que me di cuenta de que en ocasiones eran mucho más competentes que algunos descerebrados.

Y hay algo más. Dices que ha habido un ataque contra un residente importante de Palacio. ¿Consideras primordial la seguridad de esa persona? Nosotros te hemos ofrecido desenmascarar al causante de los demonios, que le salvará indirectamente. Pero si crees que podría producirse un nuevo altercado pronto… Podemos negociar algún modo de protegerle.

Buena jugada. Raphaël pareció un poco más inquieto, y tras cruzar los brazos y menear la cabeza, comenzó a hablar:

El día del Festival, los Sincorazón atacaron a sus Majestades. Eso hizo que todo el mundo imaginara que sería cosa de los gitanos. Yo también lo pensé. Al fin y al cabo, el Rey cada vez escuchaba más a Frollo y ahora… Podéis imaginarlo.

Sí. Y ahora estaban a punto de firmar un tratado por el que nos expulsarían para siempre. O nos matarían. Hombres, mujeres, niños... No habría tregua para nadie.

»Sin embargo, la única persona que impide que su Majestad firme el edicto es su hermana. Su grupo era el único remotamente a favor de los gitanos, entre los cuales me incluyo, pero durante el último año se ha quedado sin amigos. Y la princesa estaba caminando por el jardín, poco antes de cenar, cuando la atacaron.

Silencio. Yo no pude evitar parpadear, consternado. La hermana. Atacaron a la hermana. La única que evita que se firme el edicto para la protección de los gitanos y la atacan a ella. Muy sospechoso.

La princesa tiene muchos enemigos. Demasiados. Gobernó cuando el Rey era menor y a muchos no les gustó. Algunos dicen que se aferra demasiado al poder —comentó con un encogimiento de hombros—. Lo que me… extraña es que los demonios desaparecieron poco después. Como una advertencia. Ese día, la princesa había discutido abiertamente con ciertas eminencias. El cardenal y… el juez Frollo.

>>No tengo mucho más y me gusta mantener la cabeza sobre los hombros. Desgraciadamente no tengo las suficientes tierras para poder imponerme a nadie y no puedo ayudar a la princesa como me gustaría. —Se inclinó hacia delante y, si las miradas hubieran podido matar, aquella lo hubiera hecho siete veces—. Ahora, decidme… o confirmadme quién está controlando a todos los demonios. Sobre todo si queréis evitar que todos los gitanos de esta ciudad mueran en la hoguera, porque el próximo paso tras la firma del edicto, es encontrar la Corte de los Milagros.

Mi estómago se encogió en un nudo. En un nudo tan fuerte que fue un milagro que pudiera respirar. Quedarían atrapados como ratas, los prenderían, los asesinarían uno a uno. Mis padres fueron acusados de brujería y pactos con el diablo, para el resto de la gente no les haría falta una excusa tan vulgar.

Miré de reojo a Hana. Tomé una decisión. No confiaba en Raphaël, pero el sabía tanto como nosotros. Me incliné a su vez para encararle y le miré con ojos duros, aunque no amenazadores. Se acabaron las escaramuzas. Las cartas sobre la mesa.

Confirmadme, has dicho. Eso es que sospechas de alguien. Quién sabe, podrían ser los gitanos. Pero eres demasiado listo como para eso —sonreí fiero y de medio lado—. Estamos jugando en un entorno peligroso y... las paredes tienen oídos.

>>Por una parte el Rey está a punto de firmar el decreto, pero después de tantos años ¿por qué? Tú mismo has respondido la pregunta —Bajé un poco la voz aunque no lo suficiente como para que no me escuchara—. Por otro lado, los demonios atacan al juez al principio de la historia por una supuesta bailarina, y este se obsesiona por encontrar a una tal Esmeralda. A partir de ahí, ningún ataque es realizado contra él, sino contra la familia real, en especial contra la hermana que está a favor de los gitanos y que había discutido con Frollo.

Suspiré por la nariz al ver la luz a través de la ventana. Se acababa el tiempo.

>>Todas las pistas apuntan a él ¿para qué engañarnos? Vos lo sabéis, yo lo sé y Fiore lo sabe. —Miré hacia otro lado—. No solo quiere la destrucción de los gitanos, también quiere matar a la familia real para quedarse con el control de París, maldita sea.

Puedo equivocarme —dije al final tras un corto silencio—. Porque al llegar aquí no teníamos ni idea de quién podía ser, Raphaël. Ni puñetera idea. Y ahora todo apunta a un nombre... Porque si estoy en lo cierto, no solo toda la familia real está en peligro, sino también toda París. —Negué con la cabeza—. Y no creo que lo esté haciendo solo.

Podría haber un agente externo. Uno peligroso.

Y ahora, sois de confianza, nos dejaréis marchar, pero no por la puerta principal, sino por otra más discreta. —Crucé los dedos y me apoyé sobre ellos—. Si no lo eres llamaréis a los guardias e iras con el cuento al que está de todo esto, pero créeme eso no os convendría..

>>Fiore confía en vos, y después de lo que te he desvelado, comprenderéis que yo también.

Pero era mentira. Localicé la ventana más cercana. Si las cosas se torcían, cogería del brazo a Hana y saldría por allí por patas. Si era necesario usaría un hechizo Alas.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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