~MHA - Tori ni Iku~«¡Lo tengo!».Las pequeñas plantas parásitas de cuscuta lograron envolver al esqueleto al que Yami se enfrentaba. Al instante, percibí que había algo extraño en la magia que me conectaba con mis enredaderas. Esto me preocupó. Debieron haber echado raíces e invadido el sistema vascular del enemigo... pero claro, olvidé por unos momentos, cruciales, que nos enfrentábamos contra seres fabricados a partir de tinta hechizada. No tenían circulación sanguínea. Incluso así,
nuestras pequeñas hicieron su mejor esfuerzo y lograron inmovilizar parcialmente a la parca, lo cual ayudó a la Maestra a contraatacar con un conjuro oscuro que destrozó un hemitórax del esqueleto con facilidad.
La tinta, no obstante, parecía gozar de otras propiedades. No sólo la criatura no murió, sino que la sustancia envenenó mis plantas y las hizo marchitar en un segundo. No conforme con ello, Karel desvió mi hechizo Libra de una forma insultante. Aquella fue la primera ocasión en todo mi entrenamiento que desperdiciaba un hechizo como aquél, quedándome sin información sobre mi enemigo.
Retrocedí con una sonrisa divertida a la par que Yami. No nos lo estaban poniendo fácil.
El pasillo ardió en llamas y yo me teletransporté al frente. Mi arma rasgó al guerrero de tinta, una vez, dos veces. Fue en ese momento donde Alanna y Karel comenzaron a discutir, la primera con voz en grito. La chica hacía lo posible por convencer a Cenicienta que estaba tomando un curso de acciones equivocado. Mientas, Karel lograba convencerla sin esfuerzo cada que la reina mostraba algún atisbo de duda. El conflicto verbal continuó, mientras Yami y yo seguíamos con el nuestro propio, éste físico. Cuatro veces, cinco veces. Los cortes de mi hoja comenzaron a traer consecuencias. El innatural cuerpo de la criatura comenzó a desvanecerse. La tinta caía al suelo. Estaba tan cerca. Un par de mandobles más...
La parca apareció de pronto al lado de su compañero. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, luego dejé salir una exclamación de asombro. La guadaña dibujó una luna menguante en el aire. Sentí el viento golpearme la cara. Por fortuna la hoja me esquivó, por varias pulgadas. Al titán no le fue tan bien: éste no pudo alejarse del arma; la hoja cruzó su cuello de un lado a otro, separando limpiamente la cabeza del tronco y expulsando un torrente de tinta que, como si fuera sangre brotando de una arteria, voló por todo el lugar, manchando así el suelo, el pasillo, y el escudo mágico que Yami alcanzó a convocar frente a nosotros para protegernos. Su cuerpo, no obstante, no se precipitó al suelo como un cadáver inerte ni se desvaneció como lo haría un Sincorazón. La tinta permaneció suspendida en el vacío por un momento y luego, como si el otro fuera un agujero negro, el líquido fluyó con fuerza y velocidad al interior de la parca, cambiando su forma y sanando por completo sus heridas.
Los dos seres se combinaron en uno, para mi horror. Karel rió.
—
A ver si así aprendéis a no meteros donde no os llaman. ¿Estás lista, niña?El emblema mágico comenzó a despedir luz, más de la que ya lo hacía brillar. La reina Cenicienta no lucía muy convencida; de hecho, lucía aterrada. Incluso así, asintió con la cabeza, y aquello hizo mi sangre hervir. Estiré mi brazo hacia ella e hice crecer las enredaderas de mi carne, de forma apresurada las extendí en dirección a la Princesa del Corazón, buscando envolver su cintura y atraerla hacia mí.
~MHA - Robo Inferno~Yami gritó. Mi
Fleshbriar se desintegró. La luz del círculo aumentó de intensidad. Antes de que cualquiera de nosotros pudiera acercarse a hacer algo, una magia tremenda se hizo presente en la habitación, inmovilizando mis músculos como si ataduras invisibles estuviesen apretujándose contra mi cuerpo. Alanna se vio atraída con brusquedad al interior del círculo junto a Cenicienta, quien había comenzado a llorar; el círculo brilló todavía más, Yami se vio repelida por la parca antes de que pudiera intervenir, Karel continuó apremiando a la princesa. Mis ataduras apretaban. MI sangre escaldaba.
«¡Necesitamos... hacer algo!».Pero no había nada que
pudiéramos hacer. No así, después de haber gastado gran parte de
nuestras reservas mágicas y de haber sido
atrapados en otro de los encantamientos de Karel. Intentara cuanto intentara, seguía inmovilizado por cuerdas invisibles que no podía deshacer, todo lo que podía hacer era apretar los dientes con furia mientras me retorcía en mi sitio. Con un último, desesperado, grito por parte de Alanna, el diagrama mágico brilló por una vez más y, de una forma simple y anticlimática, la chica y la princesa solamente... se desvanecieron.
Yami empezó a vociferar insultos. Su rabia debió desencadenar algo en mi interior porque, unos momentos después, con ojos vidriosos y uñas clavándose en mi palma, yo también comencé a gritar, dominado por el enfado y la desesperación. Nuestra misión... Nuestro objetivo, la rehén... ¡Nuestra compañera!
—
¡M-Maldito...! ¡Malnacido, bastardo! ¿¡Qué hiciste con ellas!?—
¿Veis eso? —Karel apuntó con la mano al círculo mágico, que poco a poco había comenzado a teñir sus trazos con oscuridad. Aparté la mirada, no queriendo contemplar lo que el hechicero señalaba, como si desobedecerlo fuese un acto de rebeldía—
. Significa que nuestro plan avanza sin contratiempos. Ni siquiera lo que habéis hecho en China puede pararlo... —Me recorrió un escalofrío. ¿China? No podía referirse a... ¡El otro equipo, el de la ciudad imperial, el equipo con...!
»Aunque no tenéis ni la menor idea de a qué me refiero, ¿verdad? Lástima.—
Habla cuanto... quieras —musité con esfuerzo. Sentí todos los músculos de mi cuerpo tensándose al mismo tiempo, alcanzando su máximo esfuerzo. ¡Las cadenas... no cedían!—.
Karel sólo dejó salir una risita.
—
Ahora, ahora... Qué, Yami, ¿te apetece ver desaparecer a tu otro aprendiz? No me gusta nada ese lenguaje.Grité. Como un centenar de agujas, o peor, de afilados clavos, las ataduras mágicas que rodeaban mi piel comenzaron a introducirse en mi carne. ¿¡...pero... cómo!? ¡No había nada allí! Ardía como mil demonios; por lo que caí de rodillas al suelo, doblándome sobre mi eje, sintiendo mi cuerpo entero convulsionar por el dolor, pero con el hechizo manteniéndome en mi sitio con tal solidez que no podía temblar ni un milímetro.
Y luego... se detuvo. El mundo dejó de ser una mancha borrosa y el sonido volvió a mis oídos. Mi pecho se sintió libre al fin y pude tomar una inspiración amplia y refrescante; no me había percatado de lo mucho que el hechizo me había restringido. "Herido" como estaba, aunque en mi piel no había ni una señal de daño alguno, logré levantar mi cabeza con mucho esfuerzo, para darme cuenta que Karel había desaparecido.
—
Infeliz...Antes de que pudiera intentar ponerme de pie, escuché una voz familiar llamándome. Giré la mirada y me encontré con Ragun, cuyo disfraz ya se había desvanecido. Si tan sólo el Maestro hubiera llegado unos minutos antes, si hubiera estado allí con nosotros, el resultado podría haber sido diferente... ¡Maldición!
—
¿Te encuentras bien? ¿Y Alanna? —dijo él, mientras me ayudaba a levantarme. Asentí con la cabeza, aceptando su ayuda para ponerme de piel. Respondí con un tono sombrío:
—
Karel. Ha enviado a Alanna y a Cenicienta a no sé dónde —apunté al círculo mágico con el dedo—.
Es esa cosa. Se las ha llevado. Y Cenicienta, la princesa...Sentí la saliva en mi boca tornarse bilis. ¿Qué se suponía que dijera? Cenicienta, en el estado que se encontraba, era una visión desagradable y aterradora. Sus ojos amarillos, brillantes, como los de un Sincorazón. Su cuerpo enfermizo... Y su voluntad, sus ganas de luchar... Oh, cuánto la habían lastimado. Despedazado, roto. No podía decírselo a Ragun, era imposible poner en palabras.
—
¡Dios Santo! ¿Qué es esa cosa tan fea?Fue como si alguien jalara mi cabeza con un gancho: me giré tan bruscamente a aquella voz desconocida que mi cuello se quejó. Una joven mujer pelirroja, vestida como invitada de la fiesta, venía detrás de Ragun.
—
¿Trajiste a una inocente...? ¡Ragun! —Mi interrogación sonó más lastimera que a una recriminación, como si estuviera pidiéndole al joven Maestro que fuera un poco más consciente con sus decisiones. Si una persona inocente terminaba herida una de nuestras misiones...
No supe si Ragun me escuchó e hizo caso a mi petición, o si la decisión corrió por cuenta suya completamente. De cualquier forma, le ordenó a "Anastasia" que se alejara de nosotros y del enemigo:
—
¡Anastasia, aléjate! Corres peligro aquí.
~MHA - Minagiru Chikara~Un aura de oscuridad rodeó a Ragun y empezó a extenderse por la habitación. Su piel, ya de una tonalidad azulada, se tornó casi negra, mientras que los rasgos del muchacho se hicieron más demoniacos: sus orejas se extendieron, le brotaron alas y un par de cuernos crecieron de su frente. Si no hubiera sabido quién había sido antes de su transformación, habría pensado que se trataba de un Sincorazón más; y uno bastante poderoso a quien un sólo Portador muy probablemente no podía vencer.
«Cierto, por poco lo olvido. Ragun--».«Alexander».«--es un Sincorazón».—
¡El portal! —gritó Yami desesperada, refiriéndose al círculo—.
¡Tenéis las afinidades de Oscuridad y de Espacio y podéis...!—
¡Yami! —exclamé, olvidándome de su título para intentar advertirla. Pero llegó demasiado tarde. La parca hizo un rápido movimiento con su arma y noqueó a la Maestra con un golpe bastante feo. Mi estómago enteró dio una voltereta y luego se hizo un nudo. Anastasia gritó.
—
¡Déjala en paz, bicho asqueroso! ¡¿Dónde está mi hermana?!—
Menudo entusiasmo. Deberíamos nombrarte Portadora a ti también —bromeé, olvidando como siempre hacía que no era momento ni situación de hacer chistes. Invoqué mi Llave y la sujeté con tal fuerza que mi guante de piel se quejó con un rechinido; estaba seguro que mis dedos habrían palidecido. Sentí la mano de Ragun apretar mi hombro y por un instante su oscuridad pareció extenderse hacia mí, envolviéndome como el abrazo cálido de una madre, tentándome.
Luego me sobrevino una sensación de náuseas.
—
Tenemos que obedecer, pero mandaré contra el monstruo de tinta a mis sincorazón —me dijo mi compañero.
—
Entendido, Maestro —confirmé, aprovechando la oportunidad para separarme de su agarre; ni siquiera pregunté a qué se refería con "sus Sincorazón". Casi al instante, las ganas de vomitar y la tentación de caer en la oscuridad desaparecieron. Mientras Ragun apuntaba con la Llave-Espada a la parca y le lanzaba un hechizo que no alcancé a ver, salí corriendo, lenta y débilmente, en dirección al círculo mágico. Me paré en el centro, temiendo que el emblema hiciera algo conmigo: una magia arcana y poderosa se sentía en el ambiente, mezclada con la misma sensación nauseabunda que Ragun me había producido. Sí, había Oscuridad allí y allá, manchando la tinta brillante del diagrama, eclipsando su luz.
¿De verdad podíamos hacer algo si Ragun y yo combinábamos nuestros poderes?
«Debí haber estudiado más a fondo la teoría de los portales», me lamenté en
nuestra mente. Era bastante bueno teletransportándome de un lado a otro, pero todavía era incapaz de invocar una puerta de Luz o de Oscuridad, y jamás había intentado desgarrar el espacio en el mismo sitio donde alguien más lo había hecho. ¿Podía Karel haber dejado alguna especie de rastro, algún residuo mágico que yo pudiese detectar y que me indicara en dónde podían haber terminado Alanna y Cenicienta.
«La Llave-Espada», intervino Némesis,
«es una llave que abre todas las puertas».¿Ding...?No estaba tan seguro de que
nuestra idea fuera tan buena y esclarecedora como hacer sonar una campana triunfante. Pero era algo digno de intentar. Un portal era una puerta a través del espacio, ¿no era cierto? Un umbral que conectaba dos lugares no contiguos, separados por apenas unos centímetros o por galaxias enteras. Si algo tenía el poder de abrir algo como aquello, entonces bien podía ser...
Miré en dirección a Yami. Unos Sincorazón que Ragun parecía haber invocado (supuse, porque no estaban yendo hacia mí con las garras en alto), arrastraban a la Maestra hacia un lugar seguro y mantenían a raya al mismo tiempo a la parca-titán.
Me reacomodé en el centro del círculo y apunté con mi Llave-Espada, Azathoth, al suelo. Como si estuviera a punto de invocar un teletransporte, hice la energía espacial acumularse en mi cuerpo; pero en lugar de darle un propósito, en lugar de imaginar a dónde quería ir, la mantuve en mi interior. Puse todo mi esfuerzo en mis manos, intentando que la llave hiciera
algo, lo que fuese, como lo que hacía por naturaleza cada que apuntaba a una cerradura. El hechizo que nunca fue conjurado empezó a recorrer mis venas con cada vez mayor velocidad, llenándome el cuerpo de un calor peligroso, pero no podía dejarlo ir. Tenía que guardarlo, guardarlo, no lo sueltes, no lo sueltes... Comenzó a arder, a quemar. Tenía que teletransportarme, hacer algo con aquella magia, o si no, como un globo llenándose de agua, ¡iba a estallar!
Algo pasó. Había un límite que nunca había notado, una frontera que podía cruzarse, una delgada línea allí que se desvaneció de golpe. La magia que guardaba en mi carne dejó de quejarse y de buscar una salida; en lugar de ello, comenzó a circular por mi cuerpo como sangre, acompañando cada latido de mi corazón, a mil por minuto. El calor que amenazaba con asarme por dentro desapareció, siendo reemplazado por una energía vigorizadora.
Mi cuerpo empezó a destellar, con los caminos invisibles que la magia trazaba por mi cuerpo tornándose de pronto... ¡visibles! Chispas y centellas saltaban de aquí a allá por mi piel. Y mis ojos, mis ojos brillantes, aunque no podía verlos, lo supe, despedían una energía diferente, pura, elemental.
¡Ding ding-ding-ding! ¡Interpretativamente, Xefil activa su Estilo de Combate
Quasar por primera vez!
También consumo un Éter Off-Rol para recuperar su energía mágica.
—
¡Ragun! —llamé.
Si combinábamos nuestros poderes, tal vez podíamos hacer algo. Podía ser que mi cuerpo cruzara al otro lado, con Alanna y Cenicienta; o podía ser que la Llave-Espada abriera una puerta, conectando los dos sitios en el espacio y pudiéramos cruzar de un lado a otro de forma libre. Si era así, si podíamos mantenerlo abierto, cabía la posibilidad de solucionar las acciones de Karel, de traer a la princesa de vuelta.
«Llave, por favor», rogué, sosteniendo su empuñadura con fuerza y apuntando al centro del círculo bajo mis pies,
«¡haz algo!»EDIT1: SORRY. Me ganó el perfeccionismo y tuve que editar unos errores de formato >_< ¡Pero nada más,
promise!