¡Llámala! ¡Llama a Friederike! ¡Y muéstrale! ¡Muéstrale lo que has hecho con ella!
~The Silent Forest~Cuando al fin logramos salir de las profundidades, nos recibió un mundo completamente diferente.
El reino era ahora una extraña dicotomía, pues rebosaba vida y rebosaba muerte. La primera, por todos los sonidos y movimientos que llenaban el castillo que hacía unas horas poseía un silencio absoluto e imperturbable; la segunda, por cada alma despavorida, cada flecha perdida y cada hoja ensangrentada. Los inocentes y sus perseguidores corrían de un lado a otro, algunos confundidos por las espinas y las grietas que
de pronto habían aparecido en la fortaleza, otros continuando los actos que habían comenzado años atrás como si el tiempo jamás se hubiese detenido para ellos.
Cada paso nuevo era una tortura. Una parte de mí agradecía que Saito estuviese tan al pendiente de Karel, porque de lo contrario era probable que notara mi rostro pálido y sudoroso, o mi semblante adolorido y confundido que tanto se esforzaba por ocultar el terror puro que se sacudía como un terremoto en mi interior.
«Está bien. Están bien», me repetía en silencio, como una oración, como algo a que aferrarme, mientras pretendía ignorar todo lo que ocurría a mi alrededor, mientras pasaba de largo los familiares rostros cuyas vidas peligraban.
«Todo sería peor si las espinas hubieran destruido todo. Vivirán; tal vez no todos, tal vez no muchos, pero vivirán. Está bien. Sigue moviéndote. Sigue, están bien. Eres un Caballero. No mires atrás, Xefil. No mires atrás, Jessamine. Están bien».—
Adelante —La voz de Saito se escuchaba enmudecida, como si el chico estuviese liderando al grupo con varias yardas de ventaja.
Avanzamos entre la multitud, abriéndonos paso a duras penas, esquivando a los habitantes del castillo para no lastimarlos o asustarlos todavía más con la visión de nuestras armas, y eludiendo como podíamos las armas de los enemigos para no salir heridos antes de llegar a nuestro destino. Y todo mientras vigilábamos a Karel y a la copia de Friederike. Nos tomó tiempo, pero una vez alcanzamos las escaleras para subir a la torre de Aurora, las cosas se tornaron un poco más fáciles. Escalamos apresuradamente, o al menos tanto como nuestro prisionero nos lo permitía, puesto que su cuerpo enfermo no estaba hecho para una carrera como ésa; más de una vez quise sujetarlo del cuello y obligarlo a subir a tirones, y con cada ocasión que esto ocurría me era más complicado calmarme a mí mismo repitiendo mi mantra «Honor ante todo, honor ante todo».
Tras lo que pareció una eternidad, los cuatro llegamos a la cima de la torre, donde la puerta a los aposentos nos esperaba abierta de par en par. Saito y yo nos abalanzamos al interior casi al mismo tiempo, apuntando con nuestras llaves a Karel para que nos siguiera de cerca. Ya sabíamos que junto a Aurora no podía esperarnos nada bueno, pero lo que nos topamos sin duda estaba fuera de nuestras expectativas: tanto el príncipe Felipe como Ban yacían, uno en la cama, el otro en el suelo, quietos como muñecos.
—
¿Aurora... Felipe… y... Bitron? —murmuró Saito, poniendo en palabras mis pensamientos y confirmando que estaba viendo el mismo escenario que yo.
La princesa también estaba allí, en el mismo estado que los otros dos, pero con un semblante más sereno, como si sólo estuviese durmiendo. Mi corazón pareció hundirse hasta mi vientre por un momento, pero en cuanto noté de reojo que el pecho de ambos guerreros subía y bajaba, de forma lenta pero inequívoca, mis latidos volvieron a hacer acto de presencia.
—
¿Sois… Eres tú el causante de esto? —cuestioné, apuntando con la Llave a la única alma despierta en la habitación, un hombre de piel pálida, mechones oscuros, y nariz picuda. Su rostro estaba surcado por discretas, pero numerosas, cicatrices—.
¿Dónde está Maléfica? —
Antes de que hagáis nada: el príncipe está vivo. —El hombre acercó un pequeño puñal al cuello del príncipe, amenazando con desmentir su última afirmación si hacíamos cualquier movimiento brusco. No hice desaparecer mi arma, pero me vi obligado a bajarla hasta que apuntó al suelo. El sonido de un potente trueno, el más fuerte que había escuchado en mi vida, pareció sacudir la torre. Más le siguieron, y la voz del hombre se perdió detrás de la tormenta que rugía allá afuera—:
Si tenéis una pizca de inteligencia, os lo llevaréis de aquí junto a vuestro amigo o ayudaréis a mi señora. La princesa estaba muerta, llegasteis demasiado tarde, no había nada que hacer por ella.«No es verdad…». Las palabras del sirviente de Maléfica cortaron como una daga en el estómago. No podía ser cierto, ¿habíamos llegado demasiado tarde? Mi mirada se vio inevitablemente atraída hacia el cuerpo inerte de la Princesa. No se movía ni un poco, al contrario que Felipe o Ban. Y había algo… más, algo inexplicable, difícil de poner en palabras. No
brillaba como Bella.
«¡No es verdad!».Mi mirada volvió a posarse sobre el súbdito de Maléfica, en sus ojos pequeños y profundos, esperando escuchar una explicación o, tal vez, algún dato que pudiese poner en duda lo que nos había revelado, cualquier cosa que pudiese indicar que no, que mentía, que Aurora debía seguir viva, que todavía teníamos una razón para seguir peleando.
«La gente de allá abajo», me recordé.
«Esa es una razón para seguir peleando».—
Pero ahora Maléfica atraerá a Xihn —continuó el hombre—
y se enfrentará a ella y la matará usando el Corazón para atraerla. —
Buena suerte, Narinas —repliqué, sin tratar de provocarlo realmente, pero insultándole en automático de todas formas—.
Porque hemos sellado el Corazón y…Me paré en seco. Oh, no. No hablaba del corazón del mundo.
Aurora.
—
¿Y le vais a creer? —Las palabras de Karel asemejaban un molesto zumbido en mis oídos. ¿¡No podía quedarse callado y no intervenir!? —
Maléfica podría haber evitado la destrucción de este mundo, pero no vi que hiciera mucho en el Corazón. Y yo no soy rival contra ella, ni vosotros tampoco. Podría haberse librado de nosotros de un soplido.«Habla por ti, Grisín». Pero… era duro de admitir. Karel tenía un punto. Maléfica no tenía incluida la integridad del mundo, ni la de sus habitantes, en su lista de prioridades. Podía ser un mejor mal que Xihn, pero seguía siendo un mal al fin y al cabo.
—
¿Y juntar a la princesa con el corazón para que Xihn pudiera destruirlos a la vez? Confió en que llegaría cuando viera que no eras capaz de cumplir tu verdadera misión.—
Mi señora nunca me pediría que hiciera locuras como quitarle a su víctima. Lleva mucho tiempo valorando el corazón y el cuerpo de Maléfica. Muy afines. Muy… abiertos a la oscuridad. La conversación se estaba tornando más confusa conforme Karel y Narinas continuaban discutiendo. Había, evidentemente, partes de la historia que no conocíamos y que eran difíciles de recolectar. Para empezar, ¿qué significaba eso de que Karel tenía otra misión relacionada con Maléfica? Y, por lo que había entendido, Xihn había considerado al Hada como un posible cuerpo si llegaba a necesitar uno nuevo; ¿pero qué pintaban Karel y el Corazón en todo eso? Las intenciones de ambos bandos parecían difuminarse más y más conforme avanzaba el día.
Cómo deseaba sólo ponerle fin a todo…
Karel se giró hacia nosotros con una sonrisa perturbadora. Con un tono de voz entre dulzón y amenazante, explicó:
—
Soy un Monstruo, sí. No me importa toda la gente que está fuera. Pero debo recordaros que la que plantó esa semilla en el Corazón del Mundo y lo condenó a una muerte lenta… Fue Maléfica. Es ella la que ha destruido reino tras reino, la que eliminó hada tras hada, maldijo a la Princesa y ahora mismo, sobre nuestras cabezas, está luchando contra vuestros aliados. Fue ella quien envenenó a la Princesa, la que se ha quedado con su corazón y… ¿Qué creéis que hará cuando…?
~Red Eyes~Fuese lo que fuese a lo que Karel quería llegar, tuvo que detenerse cuando la torre se sacudió una vez más, en esta ocasión con más fuerza que las anteriores, y una potente explosión iluminó el cielo. Hubo un fuerte
bang y luego un pitido penetrante se apoderó de mis oídos, haciéndome perder el equilibrio por un instante, momento que Karel aprovechó para escaparse del sitio donde Saito y yo lo manteníamos amenazado. Sacando energías de la nada, el hechicero se aproximó hasta la ventana de la torre y se asomó por el borde.
—
¡H-Hey, vuelve aquí! —No estuve seguro de haber dicho lo que pretendía, porque a mis oídos no llegó el sonido de mi voz. Con un gruñido, igual inaudible, me acerqué hasta Karel con amplias zancadas, levantando la mano que sujetaba mi Llave-Espada. Pero cualquier intención que hubiera tenido antes de acercarme, se disipó en un momento de confusión y terror. A los pies del castillo, una puerta de oscuridad se alzaba; y frente a ella se recortaba la figura de una mujer que había conocido hacía muchos años. Chihiro.
»Xihn está aquí —musité, girándome hacia Saito, seguramente blanco como un fantasma—.
¡Maléfica y Xihn! ¡Dioses y diosas!Miré a Karel. El maldito estaba disfrutando como nunca, obviamente. Claro que, desde su perspectiva, todo estaba yendo de maravilla. Puede que le hubiéramos arrebatado la posibilidad de usar la Cerradura o las Espinas a su favor, pero ahora su Maestra había llegado para aplastarnos.
Necesitábamos huir. O enfrentarnos a ella. Sólo había dos caminos. Claro que, si decidíamos hacerle frente, eso significaba que estaríamos del mismo lado de Maléfica porque “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” o algo por el estilo. ¿Pero cooperar con la bruja que había causado todo este caos? ¡Ni en sueños! Aunque bueno, pensándolo bien, aquella frase funcionaba en ambos sentidos. Las dos eran un par de brujas que no habían traído más que caos y muerte al mundo. ¿¡Y luchar contra alguna significaba pararse junto a la otra!? ¡Era como elegir entre ser ejecutado con guillotina o con la horca! ¡Ninguna era una buena opción!
Miré al cielo, donde podía distinguirse la silueta de Alanna en su Glider, con Bella sujetándose con fuerza de ella. A ella le estaba yendo mucho peor, estaba justo en medio de aquellos dos titanes. ¡Y Bella! ¡Ella era justo lo que Xihn quería, una Princesa para completar su Llave-Espada!
Karel tenía razón: ¿a quién más podíamos culpar aparte de Maléfica por todo lo que estaba sucediendo en el reino? Sí, okay, estaba dispuesta a enfrentarse a Xihn, quien era sin duda la peor amenaza con la que el universo se había topado, pero eso no la convertía de pronto de una heroína del pueblo. Si la gente de Stéfano y Huberto sufrían guerra, hambruna, enfermedad y
miedo era por culpa de ella. Ella había causado todo ello.
Miré en dirección a mi compañero, quien había comenzado a hablar con el sirviente de Maléfica, Narinas. Él no lo entendería. Él no era como Alanna y yo. Él no estaba dispuesto a tomar riesgos tan altos por nuestro mundo.
—
Perdón, Saito —sentencié. Con un destello, hice desaparecer mi Llave-Espada y me giré hacia Karel, que seguía a un lado mío al borde de la ventana—.
Karel. Ostras, pero… tienes razón. Contemplé al hechicero con mis ojos carmesíes, los cuales reflejaban todo el rencor que había estado guardando en el fondo, sentimientos que se habían mantenido escondidos desde el inicio, cuando había empezado a ser un Aprendiz, y que a lo largo de los años habían pasado de ser una locura ardiente, un hirviente frenesí, a una sensación gélida que apaciguaba todo mi ser y me llenaba de determinación.
—
Maléfica tiene la culpa de todo. De todo. Todo lo malo que le ha pasado a este mundo, mi mundo, es a causa de ella. Pero una cosa tenía clara. Permitirle una victoria más a Maléfica era mucho mejor que permitirle la última a Xihn.
Karel era débil sin su magia y sus barreras, eso lo había demostrado Alanna. Y Friederike había estado detrás de nosotros en todo momento, lo que significaba que estaba más cerca de la puerta que de la ventana. Si me movía con suficiente rapidez, en particular considerando que mi
estilo seguía activo desde la pelea con Friederike…
Sin nada que pudiese advertirle lo que estaba a punto de hacer, me impulsé con
Prisa Gravitacional e intenté rodear la cintura de Karel con mis brazos, intentando desequilibrarlo y empujarlo en dirección a la ventana. Cuando nos acercamos al borde, si lograba aprisionarlo, no frenaría; todo lo contrario, en realidad. Continuaría corriendo, empujándolo con todas mis fuerzas, antes de que Friederike pudiese desvanecerse y acercarse a nosotros.
Caeríamos, si todo funcionaba. Pero antes de que la gravedad nos arrastrara a una muerte inminente, invocaría un
Transversal para mantenerme adherido al muro exterior de la torre, por debajo de la ventana, mientras usaba todas mis fuerzas para mantener a Karel en su sitio. Si intentaba algo para soltarse o me lastimaba de alguna forma, el hombre caería al vacío. Y entonces no había nada que pudiese hacer al respecto.
—
¡¡Pero todo lo malo que le ha pasado a todos los mundos es culpa de Xihn!!—
¡¡USURPADORA!!—
¡Mi mundo y el de Alanna no es el único en riesgo! ¡Estoy harto de correr! —rugí, descendiendo por el muro para alejarme de la ventana y de cualquier posible ataque de Friederike. Estaba seguro que a esas alturas, era visible para Xihn; y si había logrado arrastrar a Karel conmigo, eso seguramente tendría algún efecto—.
¡Llámala! ¡Llama a Friederike! ¡Y muéstrale!
»¡Muéstrale lo que has hecho con ella!¡No sé si sigo teniendo PHs! Acabo de darme cuenta que el contador no ha bajado en los últimos posts, así que… Si los hechizos anteriores no han contado, pues no pasa nada; si sí y estoy en ceros, por allí tengo Éteres que estoy dispuesto a gastar.
▪ Prisa Gravitacional (HC) [Nivel 7] [Requiere Afinidad a Gravedad; Velocidad: 10; Poder Mágico: 8] El personaje cambia la dirección y la intensidad de la fuerza gravitacional para obtener un impulso extra al momento de correr. Dura sólo un segundo; afecta sólo al usuario.
▪ Transversal (HM) [Nivel 9] [Requiere Afinidad a Espacio; Poder Mágico: 10]. El usuario cambia su propio plano de gravedad, permitiéndose desenvolverse por los muros o por el techo. Dura dos posts si no es interrumpido.