Ronda 8
Publicado: Vie Mar 02, 2018 2:06 am
—¿Cuánto tiempo necesitarías para abrir un portal y sacarnos de aquí? —preguntó Alanna a Bella.
—Ah…—La princesa, pálida y mareada, vaciló un momento. Luego apretó con fuerza la semilla en una de sus manos—. Un par de minutos. Si vas a volar así todo el rato, al menos.
—Escúchame: pase lo que pase, agárrate a mí y no me sueltes. No pienso permitir que Xihn os ponga una mano a ti o al corazón de Aurora.
Bella miró a Alanna con los ojos muy abiertos. Después sonrió, entornando los ojos, y asintió con la cabeza. Se aferró fuerte a Alanna, apoyando la frente contra su espalda, y empezó a concentrarse para abrir un Portal.
—¡¡USURPADORA!! —rugió Alanna—. ¡¿Te atreves a volver a este reino?! ¡¿Después de mancillar el cuerpo de la reina Friederike con tu podrido corazón y adueñarte de él?!
Xihn se detuvo un instante, vacilando. Los rayos también se detuvieron de pronto. Maléfica también prestaba toda su atención a Alanna.
—¡¿Tan poca vergüenza tienes como para regresar y ver en lo que se ha convertido este sitio por tu culpa?!
Hubo un silencio que ni las hadas madrinas se atrevieron a romper. Maléfica estaba lívida.
—¿Qué has dicho, mocosa?—espetó la bruja, tanto alto que Alanna la escuchó sin problemas incluso estando a una buena distancia.
Xihn esperaba con una mano apoyada en la cadera. A sus pies, el suelo se deshacía, borboteaba como si fuera petróleo y emitía pequeños gases. El cuerpo de Chihiro sonreía vagamente, a la espera de ver cómo se sucedían los acontecimientos.
Maléfica tampoco se movía, si bien la tormenta continuaba girando sobre ella, dispuesta a volver a obedecer sus órdenes. Así, mientras cargaba delante, Alanna pudo ver cómo una figura negra trepaba por la torre sin que Maléfica se diera cuenta.
La reina Friederike se alzó sobre las tejas y, sin perder un instante, se arrojó sobre la bruja, hundiendo su arma en su espalda. Maléfica se arqueó con un jadeo. El corazón casi fue liberado. Tuvo tiempo de volver la cara y ver a Friederike antes de que alguien saltara por el balcón que había bajo ella. Alanna reconoció a Xefil y… ¿También a Karel?
No llegó a ver lo que le sucedía al muchacho, pero sí que Friederike se desvanecía como un mal sueño. Maléfica se tambaleó y estuvo a punto de precipitarse también por un lado. En el último momento se recompuso y, al ver que Alanna se precipitaba sobre ella, rugió:
—NO
Todo estalló en verde. Bella gritó cuando Alanna y ella salieron precipitadas hacia atrás, dando violentos giros y el calor las abrasó. Al recuperar el equilibrio se encontraron con que una gigantesca dragona negra, que sangraba abundantemente por la espalda, se encaramaba a la torre. Bien protegido dentro una de sus patas estaba el corazón de Aurora. Maléfica cogió aliento para disparar una tormenta de fuego verde.
—¡ATRÁS!
Habrían perecido bajo el corrosivo fuego si una figura alada no se hubiera interpuesto entre ambos, desplegando una barrera. Nithael se encaró a Maléfica con la Llave Espada en la mano y una mirada de determinación. Sobre ellos, Nanashi liberó a Garuda y ella misma cayó en picado, disparado una flecha de luz.
Los dos Maestros tenían muchas cuentas que saldar.
—¡Ya está!
Bella abrió el Portal de Luz.
Alanna no lucharía contra la última dragona.
*
—Xefil, comprueba que el Príncipe esté bien por favor. —Karel no se movió mientras Saito se dirigía a Diablo—. Vamos a luchar en favor de tu Señora, por lo menos déjanos comprobar que de verdad está bien.
El hombre cuervo entornó los ojos, sin fiarse, pero permitió que Xefil hiciera sus comprobaciones. En efecto, el Príncipe parecía solo estar inconsciente. A sus pies se encontraban la Espada de la Verdad y el Escudo de la Virtud. Diablo se mantenía alejado de ellos, como si les tuviera un vago miedo.
Entonces, Saito se acercó a Karel después de que este intentara convencerlos.
—¿Crees que iba a olvidarme de lo que habéis hecho? Maléfica habrá condenado este mundo y a su Princesa, pero lo que vosotros le hicisteis a Cenicienta fue mucho peor. Y muchos otros mundos que no se merecían caer.Tu mismo has dicho antes que Xihn fue la culpable de encerrar a Maléfica, ¿recuerdas? De un modo u otro todo se reduce a ella. Siempre.
Karel lo miró con desdén y dijo, también susurrando contra su oído:
—¿Y crees que los Caballeros tienen algún perdón? Vosotros, que os dedicáis a destruir y manipular, a condenar a la oscuridad solo porque le tenéis miedo. ¿Creéis que Xihn no tiene derecho a restaurar a su gente, oh, luciernaguitas? ¿Acaso tú no matarías por algo mucho más nimio, como tu patético orgullo que ha hecho que seas incapaz de salvar a la gente de este castillo? —Karel rió, despectivo—. Nunca creí que estuvierais tan ciegos. Lo hacéis todo muy fácil.
Y al final todo se reducía a Xihn, porque en ese momento apareció y Karel corrió, feliz, a la ventana.
—Perdón, Saito —Xefil hizo desaparecer su arma y Karel lo miró con vaga sorpresa—. Karel. Ostras, pero… tienes razón. —El joven entornó los ojos, desconfiado ante esos ojos rojos que eran pura hostilidad—. Maléfica tiene la culpa de todo. De todo. Todo lo malo que le ha pasado a este mundo, mi mundo, es a causa de ella.
Karel sonreía y ladeaba la cabeza.
—Y por eso es poético que muera a manos de Friederike, una vez más.
Fue cuando se dieron cuenta de que la mujer de tinta no se encontraba por ningún lado. Karel rió por lo bajo.
Entonces Xefil cargó contra Karel. El joven no pudo evitar ser atrapado y expulsado hacia la ventana. Los largos dedos arañaron la cara de Xefil cuando, durante un instante, quedaron suspendidos en el aire.
Los envolvió entonces un potente fulgor verde. Xefil estuvo a punto de perder el agarre a la torre, pero vio cómo Karel se precipitaba al suelo con una sonrisa… entonces un Portal de Oscuridad se abría debajo de él y se lo tragaba.
Habría que intentar lanzar por la torre a alguien que no tuviera habilidades mágicas.
En cualquier caso, Xefil estaba en apuros. Cuando el fuego verde se disipó, una cola negra se enroscó alrededor de la torre y estuvo a punto de arrojarlo por los aires. Unos centímetros más arriba y habría sido el fin.
Tanto él como Saito notaron el inmenso calor que desprendía el cuerpo de Maléfica, ahora convertida en dragón, y vieron cómo Nithael se interponía para proteger a Bella y Alanna de la llamarada. También escucharon el canto de Garuda y supieron que aún tenían posibilidades de ganar.
En la cama, todavía con un puñal en el cuello de Felipe, Diablo estaba pálido y parecía vacilar sobre qué hacer.
La Espada resplandecía a sus pies. Si Saito trataba de tocarla, o lo mismo con el Escudo, sentiría un rechazo tan potente que le dejaría los dedos insensibilizados durante un rato.
—Si vas a luchar, es el momento. ¿O vas a dejar que tu amigo se haya suicidado en vano?—preguntó Diablo.
La torre tembló bajo el peso de Maléfica cuando esta se irguió, cogiendo aire para expulsar fuego. Podía escuchar el aleteo de Nithael, y también el zumbido del glider de Nanashi.
Si se asomaba, percibiría un destello de su cabello mientras corría, apareciendo y desapareciendo —¿usaba el tiempo para dar pequeños saltos? ¿Por qué no uno grande?—, en dirección al palacio. Y también vería a Xefil, a quien Maléfica todavía no había notado (pero era muy posible que lo acabara descolgando, pues cada vez que se desplazaba, afianzaba la cola en la torre).
Diablo lo miraba fijamente, pensativo. De pronto, dejó de amenazar a Felipe, pero cogió de rehén a Bitron. Luego señaló con la mano libre hacia las armas del príncipe.
—Esas cosas pueden eliminar cualquier cosa impura, o que no pertenezca por completo a la Luz. Quizás, con ellas, seríais capaces de abriros paso por el Caos.
De una forma u otra, ni él —ni, si lo intentaba, Xefil— probarían ser dignos de la Espada y del Escudo. Puede que Nithael estuviera calificado, pero estaba un poco ocupado esquivando llamaradas corrosivas. Así que la otra opción era… Felipe. Que estaba inconsciente.
—El príncipe está bajo un encantamiento. Solo alguien que le insufle la mitad de su vida, de su existencia, podría despertarlo. Por desgracia—Diablo carraspeó— sus fieles súbditos no están cerca y unos niñatos no querrán hacer un sacrificio de estas dimensiones. Además, dudo que tengáis gusto por los hombres.
Era evidente que Nanashi y Nithael no se habían percatado de la llegada de Xihn y que, en medio de una pelea a muerte, sería difícil advertirles. ¿Qué debía hacer? ¿Intentar eliminar a Maléfica, arrebatarle el Corazón de Aurora antes de que llegara Xihn? ¿O acudir a interceptar a este sin el Escudo y la Espada?
—Ah…—La princesa, pálida y mareada, vaciló un momento. Luego apretó con fuerza la semilla en una de sus manos—. Un par de minutos. Si vas a volar así todo el rato, al menos.
—Escúchame: pase lo que pase, agárrate a mí y no me sueltes. No pienso permitir que Xihn os ponga una mano a ti o al corazón de Aurora.
Bella miró a Alanna con los ojos muy abiertos. Después sonrió, entornando los ojos, y asintió con la cabeza. Se aferró fuerte a Alanna, apoyando la frente contra su espalda, y empezó a concentrarse para abrir un Portal.
—¡¡USURPADORA!! —rugió Alanna—. ¡¿Te atreves a volver a este reino?! ¡¿Después de mancillar el cuerpo de la reina Friederike con tu podrido corazón y adueñarte de él?!
Xihn se detuvo un instante, vacilando. Los rayos también se detuvieron de pronto. Maléfica también prestaba toda su atención a Alanna.
—¡¿Tan poca vergüenza tienes como para regresar y ver en lo que se ha convertido este sitio por tu culpa?!
Hubo un silencio que ni las hadas madrinas se atrevieron a romper. Maléfica estaba lívida.
—¿Qué has dicho, mocosa?—espetó la bruja, tanto alto que Alanna la escuchó sin problemas incluso estando a una buena distancia.
Xihn esperaba con una mano apoyada en la cadera. A sus pies, el suelo se deshacía, borboteaba como si fuera petróleo y emitía pequeños gases. El cuerpo de Chihiro sonreía vagamente, a la espera de ver cómo se sucedían los acontecimientos.
Maléfica tampoco se movía, si bien la tormenta continuaba girando sobre ella, dispuesta a volver a obedecer sus órdenes. Así, mientras cargaba delante, Alanna pudo ver cómo una figura negra trepaba por la torre sin que Maléfica se diera cuenta.
La reina Friederike se alzó sobre las tejas y, sin perder un instante, se arrojó sobre la bruja, hundiendo su arma en su espalda. Maléfica se arqueó con un jadeo. El corazón casi fue liberado. Tuvo tiempo de volver la cara y ver a Friederike antes de que alguien saltara por el balcón que había bajo ella. Alanna reconoció a Xefil y… ¿También a Karel?
No llegó a ver lo que le sucedía al muchacho, pero sí que Friederike se desvanecía como un mal sueño. Maléfica se tambaleó y estuvo a punto de precipitarse también por un lado. En el último momento se recompuso y, al ver que Alanna se precipitaba sobre ella, rugió:
—NO
Todo estalló en verde. Bella gritó cuando Alanna y ella salieron precipitadas hacia atrás, dando violentos giros y el calor las abrasó. Al recuperar el equilibrio se encontraron con que una gigantesca dragona negra, que sangraba abundantemente por la espalda, se encaramaba a la torre. Bien protegido dentro una de sus patas estaba el corazón de Aurora. Maléfica cogió aliento para disparar una tormenta de fuego verde.
—¡ATRÁS!
Habrían perecido bajo el corrosivo fuego si una figura alada no se hubiera interpuesto entre ambos, desplegando una barrera. Nithael se encaró a Maléfica con la Llave Espada en la mano y una mirada de determinación. Sobre ellos, Nanashi liberó a Garuda y ella misma cayó en picado, disparado una flecha de luz.
Los dos Maestros tenían muchas cuentas que saldar.
—¡Ya está!
Bella abrió el Portal de Luz.
Alanna no lucharía contra la última dragona.
—Xefil, comprueba que el Príncipe esté bien por favor. —Karel no se movió mientras Saito se dirigía a Diablo—. Vamos a luchar en favor de tu Señora, por lo menos déjanos comprobar que de verdad está bien.
El hombre cuervo entornó los ojos, sin fiarse, pero permitió que Xefil hiciera sus comprobaciones. En efecto, el Príncipe parecía solo estar inconsciente. A sus pies se encontraban la Espada de la Verdad y el Escudo de la Virtud. Diablo se mantenía alejado de ellos, como si les tuviera un vago miedo.
Entonces, Saito se acercó a Karel después de que este intentara convencerlos.
—¿Crees que iba a olvidarme de lo que habéis hecho? Maléfica habrá condenado este mundo y a su Princesa, pero lo que vosotros le hicisteis a Cenicienta fue mucho peor. Y muchos otros mundos que no se merecían caer.Tu mismo has dicho antes que Xihn fue la culpable de encerrar a Maléfica, ¿recuerdas? De un modo u otro todo se reduce a ella. Siempre.
Karel lo miró con desdén y dijo, también susurrando contra su oído:
—¿Y crees que los Caballeros tienen algún perdón? Vosotros, que os dedicáis a destruir y manipular, a condenar a la oscuridad solo porque le tenéis miedo. ¿Creéis que Xihn no tiene derecho a restaurar a su gente, oh, luciernaguitas? ¿Acaso tú no matarías por algo mucho más nimio, como tu patético orgullo que ha hecho que seas incapaz de salvar a la gente de este castillo? —Karel rió, despectivo—. Nunca creí que estuvierais tan ciegos. Lo hacéis todo muy fácil.
Y al final todo se reducía a Xihn, porque en ese momento apareció y Karel corrió, feliz, a la ventana.
—Perdón, Saito —Xefil hizo desaparecer su arma y Karel lo miró con vaga sorpresa—. Karel. Ostras, pero… tienes razón. —El joven entornó los ojos, desconfiado ante esos ojos rojos que eran pura hostilidad—. Maléfica tiene la culpa de todo. De todo. Todo lo malo que le ha pasado a este mundo, mi mundo, es a causa de ella.
Karel sonreía y ladeaba la cabeza.
—Y por eso es poético que muera a manos de Friederike, una vez más.
Fue cuando se dieron cuenta de que la mujer de tinta no se encontraba por ningún lado. Karel rió por lo bajo.
Entonces Xefil cargó contra Karel. El joven no pudo evitar ser atrapado y expulsado hacia la ventana. Los largos dedos arañaron la cara de Xefil cuando, durante un instante, quedaron suspendidos en el aire.
Los envolvió entonces un potente fulgor verde. Xefil estuvo a punto de perder el agarre a la torre, pero vio cómo Karel se precipitaba al suelo con una sonrisa… entonces un Portal de Oscuridad se abría debajo de él y se lo tragaba.
Habría que intentar lanzar por la torre a alguien que no tuviera habilidades mágicas.
En cualquier caso, Xefil estaba en apuros. Cuando el fuego verde se disipó, una cola negra se enroscó alrededor de la torre y estuvo a punto de arrojarlo por los aires. Unos centímetros más arriba y habría sido el fin.
Tanto él como Saito notaron el inmenso calor que desprendía el cuerpo de Maléfica, ahora convertida en dragón, y vieron cómo Nithael se interponía para proteger a Bella y Alanna de la llamarada. También escucharon el canto de Garuda y supieron que aún tenían posibilidades de ganar.
En la cama, todavía con un puñal en el cuello de Felipe, Diablo estaba pálido y parecía vacilar sobre qué hacer.
La Espada resplandecía a sus pies. Si Saito trataba de tocarla, o lo mismo con el Escudo, sentiría un rechazo tan potente que le dejaría los dedos insensibilizados durante un rato.
—Si vas a luchar, es el momento. ¿O vas a dejar que tu amigo se haya suicidado en vano?—preguntó Diablo.
La torre tembló bajo el peso de Maléfica cuando esta se irguió, cogiendo aire para expulsar fuego. Podía escuchar el aleteo de Nithael, y también el zumbido del glider de Nanashi.
Si se asomaba, percibiría un destello de su cabello mientras corría, apareciendo y desapareciendo —¿usaba el tiempo para dar pequeños saltos? ¿Por qué no uno grande?—, en dirección al palacio. Y también vería a Xefil, a quien Maléfica todavía no había notado (pero era muy posible que lo acabara descolgando, pues cada vez que se desplazaba, afianzaba la cola en la torre).
Diablo lo miraba fijamente, pensativo. De pronto, dejó de amenazar a Felipe, pero cogió de rehén a Bitron. Luego señaló con la mano libre hacia las armas del príncipe.
—Esas cosas pueden eliminar cualquier cosa impura, o que no pertenezca por completo a la Luz. Quizás, con ellas, seríais capaces de abriros paso por el Caos.
De una forma u otra, ni él —ni, si lo intentaba, Xefil— probarían ser dignos de la Espada y del Escudo. Puede que Nithael estuviera calificado, pero estaba un poco ocupado esquivando llamaradas corrosivas. Así que la otra opción era… Felipe. Que estaba inconsciente.
—El príncipe está bajo un encantamiento. Solo alguien que le insufle la mitad de su vida, de su existencia, podría despertarlo. Por desgracia—Diablo carraspeó— sus fieles súbditos no están cerca y unos niñatos no querrán hacer un sacrificio de estas dimensiones. Además, dudo que tengáis gusto por los hombres.
Era evidente que Nanashi y Nithael no se habían percatado de la llegada de Xihn y que, en medio de una pelea a muerte, sería difícil advertirles. ¿Qué debía hacer? ¿Intentar eliminar a Maléfica, arrebatarle el Corazón de Aurora antes de que llegara Xihn? ¿O acudir a interceptar a este sin el Escudo y la Espada?
Saito
VIT: 80/120
PH: 40/60
Alanna
VIT: 50/60
PH: 12/32
Xefil
VIT: 15/20
PH: 10/54
[b]Faltas: Astro III. Expulsado
Fecha límite: martes 6 de marzo.
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