Re: [Agrabah] El día del Juicio
Publicado: Dom Feb 04, 2018 6:50 am
Que la cueva me haya enviado para guiarte es una muestra de buena fe
¿Qué clase de buena fe podía existir estando corrupto por el Caos?
Me recuerdas a alguien que conocí hace mucho tiempo, cuando todavía era un niño. Pero ahora, mi espíritu está atado a la cueva. Pronto, la fuerza que lo devora acabará conmigo también.
Malik entornó los ojos, con la vista fija en la puerta.
¿Todavía crees que soy una trampa?
El caballero se internó en el pasillo, siguiendo al espíritu del niño en silencio. No, no lo pensaba, pero nunca había oído hablar de fantasmas atrapados en cuevas mágicas. Suponía que… quizá fue alguien que cayó en la trampa del oro de la cueva. Malik caminó tras los pasos del niño, preguntándose si podría liberar su alma antes de que la boca se cerrase. También se dijo que no tenía tiempo.
Maldijo para sus adentros, sin darse cuenta de que ya no prestaba atención a las montañas de oro y joyas.
—Es aquí —dijo el niño de pronto.
Se fijó en las escaleras y contempló la sala, tenso, esperando ver la prueba que tenía que enfrentar. Las escaleras bajaban hasta una plataforma y las paredes no parecían tener fin. La única luz parecía ser magia y no alumbraban más que la plataforma y la escalera.
Entonces le vio. Malik entreabrió los labios, de repente sobrecogido e impresionado.
Supo lo que tenía que hacer. Malik desvió la vista del rostro del rey hacia la cimitarra y luego a la daga. Se fijó bien en ella, aunque… Miró al niño cuando notó su mano en el brazo.
—Tranquilo. No es más que un espíritu, como yo. Esta no es una batalla imposible.
«No lo tengo tan claro», pensó.
Volvió a mirar a Salomón e inspiró hondo, sintiendo el pequeño apretón que el niño le dio en el brazo de metal. ¿Cómo iba a vencer a un espíritu que no se cansaba? ¿Era lo suficientemente fuerte?
—Sus armas también son un espejismo, aunque las heridas que puedan causar, no. Lo digo porque… esa no es la daga que buscas. La auténtica aparecerá cuando le derrotes.
Se dio cuenta de que el niño quería ayudarle, pero que no se lo permitían. ¿Era la cueva o el Caos? Miró hacia arriba, pensando en Aladdin. Se alegró de no haber hecho entrar a su mono a la alfombra. Sí, tenía que ser así. Avanzó un paso, plantando los pies en el primer escalón de bajaba. Estaba nervioso, pero mantuvo la entereza lo suficiente como para que no le temblasen las manos. Miró al niño de nuevo y dijo:
—Gracias.
«Si gano, si puedo… intentaré liberarte de aquí.»
Bajó las escaleras, preparando la ballesta del brazo de camino. Daba los pasos lentos, como si así pudiera tener más tiempo para pensar cuando en realidad lo que necesitaba era esa daga ya. No le quedaba mucho tiempo, no le quedaba nada… Al llegar al último escalón y pisar la plataforma, las escaleras desaparecieron. La sala estaba en silencio, un silencio sólo roto por sus pasos. Malik miró a Salomón. La cimitarra era un arma de corta distancia, la daga también, pero podía arrojarla. Si era un espíritu mágico lo averiguaría pronto.
«Debería haber ido por la otra puerta.»
Pero no podía perder, no podía morir.
«Tengo que llevar a Aladdin a salvo a casa. Y a mí también me esperan…»
Cuando Salomón inclinó la cabeza como saludo y deferencia para concederle el primer ataque, Malik realizó una reverencia más pronunciada, a pesar de que aquel, seguramente, no era el verdadero espíritu de Salomón. No le importaba, verdadero o no, todos los contrincantes que mostraban respeto, merecían el mismo.
Atacó sin perder mucho más tiempo.
Conjuró un hechizo Oleaje para cercarlo por la izquierda y dispararle con la ballesta desde la cresta de la ola. Rodearía por la espalda y le embestiría si se quedaba quieto. Si trataba de esquivarlo le perseguiría hasta embestirlo y ponerse cuerpo a cuerpo con el escudo y la Llave-Espada y asestarle un Aturdidor, parando sus posibles ataques. Si algún ataque pasaba la defensa del escudo, se hechizaría una Coraza para pararlo, buscando dejarlo fuera de combate lo más rápido posible.
¿Qué clase de buena fe podía existir estando corrupto por el Caos?
Me recuerdas a alguien que conocí hace mucho tiempo, cuando todavía era un niño. Pero ahora, mi espíritu está atado a la cueva. Pronto, la fuerza que lo devora acabará conmigo también.
Malik entornó los ojos, con la vista fija en la puerta.
¿Todavía crees que soy una trampa?
El caballero se internó en el pasillo, siguiendo al espíritu del niño en silencio. No, no lo pensaba, pero nunca había oído hablar de fantasmas atrapados en cuevas mágicas. Suponía que… quizá fue alguien que cayó en la trampa del oro de la cueva. Malik caminó tras los pasos del niño, preguntándose si podría liberar su alma antes de que la boca se cerrase. También se dijo que no tenía tiempo.
Maldijo para sus adentros, sin darse cuenta de que ya no prestaba atención a las montañas de oro y joyas.
—Es aquí —dijo el niño de pronto.
Se fijó en las escaleras y contempló la sala, tenso, esperando ver la prueba que tenía que enfrentar. Las escaleras bajaban hasta una plataforma y las paredes no parecían tener fin. La única luz parecía ser magia y no alumbraban más que la plataforma y la escalera.
Entonces le vio. Malik entreabrió los labios, de repente sobrecogido e impresionado.
Supo lo que tenía que hacer. Malik desvió la vista del rostro del rey hacia la cimitarra y luego a la daga. Se fijó bien en ella, aunque… Miró al niño cuando notó su mano en el brazo.
—Tranquilo. No es más que un espíritu, como yo. Esta no es una batalla imposible.
«No lo tengo tan claro», pensó.
Volvió a mirar a Salomón e inspiró hondo, sintiendo el pequeño apretón que el niño le dio en el brazo de metal. ¿Cómo iba a vencer a un espíritu que no se cansaba? ¿Era lo suficientemente fuerte?
—Sus armas también son un espejismo, aunque las heridas que puedan causar, no. Lo digo porque… esa no es la daga que buscas. La auténtica aparecerá cuando le derrotes.
Se dio cuenta de que el niño quería ayudarle, pero que no se lo permitían. ¿Era la cueva o el Caos? Miró hacia arriba, pensando en Aladdin. Se alegró de no haber hecho entrar a su mono a la alfombra. Sí, tenía que ser así. Avanzó un paso, plantando los pies en el primer escalón de bajaba. Estaba nervioso, pero mantuvo la entereza lo suficiente como para que no le temblasen las manos. Miró al niño de nuevo y dijo:
—Gracias.
«Si gano, si puedo… intentaré liberarte de aquí.»
Bajó las escaleras, preparando la ballesta del brazo de camino. Daba los pasos lentos, como si así pudiera tener más tiempo para pensar cuando en realidad lo que necesitaba era esa daga ya. No le quedaba mucho tiempo, no le quedaba nada… Al llegar al último escalón y pisar la plataforma, las escaleras desaparecieron. La sala estaba en silencio, un silencio sólo roto por sus pasos. Malik miró a Salomón. La cimitarra era un arma de corta distancia, la daga también, pero podía arrojarla. Si era un espíritu mágico lo averiguaría pronto.
«Debería haber ido por la otra puerta.»
Pero no podía perder, no podía morir.
«Tengo que llevar a Aladdin a salvo a casa. Y a mí también me esperan…»
Cuando Salomón inclinó la cabeza como saludo y deferencia para concederle el primer ataque, Malik realizó una reverencia más pronunciada, a pesar de que aquel, seguramente, no era el verdadero espíritu de Salomón. No le importaba, verdadero o no, todos los contrincantes que mostraban respeto, merecían el mismo.
Atacó sin perder mucho más tiempo.
Conjuró un hechizo Oleaje para cercarlo por la izquierda y dispararle con la ballesta desde la cresta de la ola. Rodearía por la espalda y le embestiría si se quedaba quieto. Si trataba de esquivarlo le perseguiría hasta embestirlo y ponerse cuerpo a cuerpo con el escudo y la Llave-Espada y asestarle un Aturdidor, parando sus posibles ataques. Si algún ataque pasaba la defensa del escudo, se hechizaría una Coraza para pararlo, buscando dejarlo fuera de combate lo más rápido posible.
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