Alanna le habría escupido sin repudios que si Bella estaba con ellos, era porque la acababa de sacar de un mundo en donde estaban una bruja transformada en un monstruo, y la persona que tanto temor le tenían esos dos. Pero no valía la pena ponerse a discutir y perder más tiempo, ni tampoco es que tuviese muchas ganas de ello.
—Me encantará ver cómo hablas con él. Créeme, llevo casi cinco años intentando que le entren las cosas más simples en la cabeza.
Bueno, eso explicaba de dónde venía el comportamiento rebelde de los hijos. No quería darle la razón al del pelo largo y que ya se la viese dudar, pero si ya iba predicándole que hasta ellos lo tenían complicado para tratar con el padre, que los dioses la amparasen. Mientras no fuese una versión “adulta” de los niños, aun creía tener posibilidades.
Sin embargo, la mezcla de curiosidad e incertidumbre la estaba matando por dentro. Ryota se había arrojado al frente en cuanto surgió el tema, como si tuviese la certeza de saber lo que se encontraría más adelante. ¿Qué clase de persona era su padre?
Humano.
Tenía ya sus numerosas canas por la edad, y un parche en el ojo que le recordaba demasiado al marido de Fátima. Pero no había duda alguna: aquel hombre no era como los chicos que se encontraron. Era humano.
Y alguien conocido. Por lo menos, para Ryota, quien salió corriendo hacia este como quien acababa de encontrar un tesoro. Lo mismo se pudo decir del otro hombre en cuanto le puso una mano en la mejilla. Alanna alzó las cejas y los miró con inocente curiosidad. Ryota siempre se le asemejó muy áspero y serio —se notaba a leguas por qué Nanashi era su mano derecha—, pero nunca se imaginó que el maestro pudiese reaccionar de esa forma ante alguien.
—Eres tú. De verdad eres tú. Aquí. Conmigo. Se lo he dicho una y otra vez a los niños, pero es... Increíble. Y estás... Muy joven, ¿no? ¿O soy yo, que te he echado demasiado de menos?
—¿Cómo? Si solo hubieras dado una señal, habría venido a sacarte de aquí. Habría hecho lo imposible por…
Debía confesar que por los tonos que estaba tomando aquel reencuentro, el abrazo entre ambos fue algo que se esperó. Pero a Alanna se le acabó subiendo casi toda la sangre a la cara y tiñéndosela del mismo color que su cabello cuando se besaron. Tuvo que taparse la boca con la mano, que la abrió tanto que era hasta exagerado, y luego apartó la mirada con suma vergüenza.
¡Por los dioses! ¿Pero qué acababa de ocurrir? ¿Quién era ese hombre?
—Un respeto, eh, que este será vuestro nuevo padre. Ryota, chicos —hola, cómo estáis—, os presento a Nieve, Rapunzel y Caperucita.
Fuera como fuese, Ryota parecía no importarle en lo más absoluto, pese a esa primera mirada huraña que les lanzó a los chiquillos. Es decir, no lo veía tan raro. Solo chocante. Quizás hace cuatro años, cuando era incluso más ingenua de lo que aparentaría en la actualidad, le hubiese escandalizado la idea de que dos personas del mismo sexo…
Espera. ¿Cómo había dicho que se llamaban los niños?
Por unos instantes se olvidó de la escena de antes y se volvió a tapar la boca, pero esa vez para contenerse la risa. Fue ver la cara de horror que puso… Blancanieves al desvelarse su pequeño secreto y se le terminó escapando en un ruido nasal poco disimulado.
Una vez se le pasó, volvió a lanzarle una mirada disimulada al hombre del parche. Por las expresiones de todos, se deducía que era alguien conocido, y cuando mencionó Ciudad de Paso, el antiguo mundo de Nikolai que acabó colapsando, el cuerpo se le tensó. Alargó la mano hasta el hombro de Celeste y le dio un par de toquecitos para llamar su atención.
—Eh… Perdón si estoy arruinando el momento —dijo, vergonzosa. Luego, ladeó disimuladamente la cabeza hacia el que debía ser algo más que un amigo para Ryota—. Pero, ¿quién es esta persona?
Nada más escuchó la respuesta, los ojos se le abrieron cual pánfila y regresó la vista hacia él. Ronin. El famoso Ronin del que tanto le habían hablado: el Maestro de Maestros que dirigía Tierra de Partida, antes de que desapareciese por lo acontecido en Ciudad de Paso.
El mismo que le dijo Nikolai que, de no ser él, no estaría allí, con ellos.
Un nudo se le formó en la garganta. Aquel hombre se había convertido en una auténtica leyenda entre los Caballeros que quedaba en Tierra de Partida. Saltaba a la vista que era muy querido por muchos, ya fuese por el carácter desenfadado por el que se le recordaba, o por, bueno… Casos como el de Ryota. Alanna, en cambio, de todo aquello se quedó con que salvó a un pobre muchacho que se dejó llevar por la rabia y la desesperación cuando su mundo caía al abismo. Y que le permitió conocer a la maravillosa persona que era en realidad.
—Padre, no tenemos tiempo. —El muchacho conocido como Zel les señaló el preocupante estado de los dos corazones a punto de colapsar entre ellos.
Cierto, no podían retrasarse más de lo debido. Con un par de órdenes, los Caballeros se repartieron entre los dos inmensos cometas de luz, respaldados por cada uno de los niños de Oscuridad. Una lástima que Ragun se quedase con la única —o único. La verdad es que ya se daba por vencida— que era todo lo contrario a los ariscos de sus hermanos. La inocencia y curiosidad que desbordaba la pequeña le resultaba encantadora.
Mientras que a Fátima y a ella…
—Vosotras, venid por aquí.
Nada más indicarle a Bella que la acompañase por si aún se encontraba débil, pudo percibir la enervante mirada de Zel. Alanna se limitó a responderle con otra fulminante, dándole a entender que podría encargarse de Bella y los Corazones al mismo tiempo. Además de que, como Maestra suya, Fátima tendría la última palabra al respecto. Se la quedó mirando por el rabillo del ojo, esperando que la respaldase.
—Solo tenéis que apuntar con vuestras Llave Espada. Os apoyaré.
—Muy bien. ¿Estáis listas? —les preguntó a Fátima y a Bella.
Quería terminar cuanto antes, de poder quitarse esa sensación de ansiedad y saber cuál era la situación en su mundo mientras ella estaba fuera. De que Nanashi, Nithael, Xefil, Saito y Felipe estaban bien. Necesitaba quitarse todas esas preocupaciones de encima, pero antes debía salvar esos dos mundos.
A la señal de sus compañeras, alzó la Llave Espada y canalizó su energía a través de sus brazos hasta el metal. Como en reino Encantado. Ya lo había hecho antes no hace mucho, y podría repetirlo una segunda vez.