Cava. Empuja. Cava. Empuja.
Decenas de animales trabajaban en la cueva. Desde hacía varios días que los invasores habían llegado a aquellas tierras sagradas y dieron caza a todas las especies que pudieron, colocándoles grilletes alrededor del cuello y obligándoles a excavar las duras paredes del lugar. No era nada fácil para ellos, pues no contaban con picos ni palas: sólo las patas delanteras, y las pocas esperanzas de seguir viviendo. Eran esclavos.
Tenían miedo, frío, hambre. Ya habían visto a varios de sus compañeros morir de falta de alimentos en aquellos días, y si alguien se revelaba, la poderosa magia de los invasores les hacía sangrar y morir en el acto. El rey no aparecía para salvarles, y el número de recién llegados crecía cada día.
No había esperanza. No había nada. Excepto un grito aquel señalado día, proveniente de un facoquero, que casi podía saborear la recompensa de haberlo visto:
—¡Lo encontré! ¡Está aquí!
¡Buenas tardes tenga usted!
Le hemos seleccionado a usted,
IVAN KIT, de CIUDAD DE PASO,
debido a sus méritos y grandeza,
para ganar un iPed Nano en el mundo
TIERRAS DEL REINO.
¡Felicidades!
—¡Soy un ganador! ¿Quién es un ganador? ¡Yo soy un ganador!
Finalmente alguien apreciaba mi genialidad y me recompensaba como era debido. ¡Sí! Aquel iba a ser un día estupendo, estaba claro. Había recibido aquel mail en mi móvil durante el desayuno y nada más verlo salí corriendo por los pasillos, empujando a aprendices atontados y disculpándome de camino a la salida. Antes de hacerlo alguien sentado a mi lado comentó en voz alta que parecía ser un timo, pero le mandé a la mierda con las seis letras: estaba claro que tenía envidia.
En cuanto llegué a la salida aflojé el ritmo y caminé tranquilo; me metí las manos en los bolsillos, agaché la cabeza y silbé con la mirada desviada. Intentaba no llamar la atención de ningún Maestro, pues si me llamaban para una misión o para un entrenamiento me quedaría sin mi iPed Nano. Con la de cosas que podría hacer yo con uno de esos: sólo tenía un iPed Macro 2 y 3, ¡pero ninguno Nano! ¡Era completamente necesario para mí poseer uno!
Y lo logré con éxito. Bajé de la pequeña colina y una vez allí activé el teletransporte de mi nave gumi; iba a largarme corriendo para allá.