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Tomaron ambos asiento para dar comienzo a lo que suponía ser un juego muy entretenido. Hikaru me ofreció el mazo para dar comienzo. El juego sería el llamado “poker” que no lo había escuchado en ningún sitio ni menos en Tierra de partida. Pero parecía entretenido, ya que yo era el “criupear”. Tendría que estar atento a cualquier cosa que pasase, además que ya tenía experiencia de árbitro cuando me toco estar en la mogupelota. Fue una gran moraleja de darme cuenta que la pillería estaba en todos lados, un descuido y ganaba el de los trucos sucios.

—Exuy, baraja muy bien el mazo y pon las cinco primeras cartas bocaarriba. Luego repártenos dos cartas a cada uno. Bocaabajo. Hana irá primero, yo después.

Como dijo mi amigo, revolví la baraja cautelosamente para que todo estuviese parcial. Hubo una cosa que llamó mucho mi atención y fue la manera en cómo se sentó Hana, si bien no pude notar como tenía las piernas pero fue la actitud en como lo hizo, un poco rudo diría yo.

—ok… antes de repartir, ambos codos sobre la mesa —puse mi primera regla para ver que las manos de los jugadores estuviesen a mi vista.

Puse 5 cartas sobre la mesa: un 2 de trébol, un As de trébol, un As de diamante, un 2 de pica y un 9 de diamante. Acto seguido repartí las dos cartas a Hikaru y a Hana.


—¿y bien, quien ganó? —Dije suponiendo que el juego acababa por arte de suerte.

Comenzó el juego. Exuy instó a ambos apoyar los codos sobre la mesa, lo que habría hecho sonreír a Hana si no fuera Hana. Había tratado con árbitros mucho, mucho peores. Y a todos ellos los había burlado. Si no, no estaría viva.

Repartió las cartas. Y en esos breves segundos de observación de las cartas sobre la mesa, Hana aprovechó para sacudir la bota y deslizar dos cartas, que resultaron ser dos de los Diamantes, al tiempo que dejaba caer otras dos al azar que le habían tocado. Era toda una maestra en el arte de las trampas, y la triquiñuela no le había

Pese a no haber podido escoger bien las cartas a sacar, estaba satisfecha. Siempre llevaba naipes útiles, y estaba completamente convencida de que se reiría de ambos en cuestión de segundos.

―Sin nada que ocultar ―murmuró, depositando las trece cartas sobre la mesa, y esperando impaciente las birrias que tendría Hikaru.

Menuda sorpresa se estaba a punto de llevar…

Hana y yo nos sentamos dispuestos a comenzar la partida de póker. Mi amigo Exuy barajó bien el mazo. Mi compañero habló:

—Ok... Antes de repartir, ambos codos sobre la mesa.

No iba a ponerle ninguna objeción a esa regla. Así que puse los codos como el dijo y procedió a colocar las cinco cartas bocaarriba encima de la mesa.

Un 2 de tréboles, un as de trébol, as de diamante, un 2 de pica y un nueve de diamante lucían encima de la mesa. Luego nos repartió dos cartas a cada uno. Lo que procedía ahora era muy simple: el jugador con la mayor mano ganaba. Las dos combinaciones más altas eran el póker de ases (4 ases de los cuatro palos) que ganaba a cualquier combinación, y la escalera de color (que eran cinco cartas del mismo palo: por ejemplo, del dos al seis de diamantes) que era la única combinación que podía ganar al póker de ases. Miré las cartas que me habían tocado. Eran un as de picas y un diez de diamantes. A priori tenía una buena combinación: trío de ases. Eso me bastaría para ganar esta ronda.

—As de picas y diez de diamantes. Con las cartas que hay sobre la mesa tendría un trío de ases. Sólo hay dos cosas que puedan ganarle: un póker de ases o una escalera de color.— Comenté para mi compañero Exuy, ya que podría no estar familiarizado con este juego de apuestas.

Por supuesto la idea del juego en ese momento se estaba llevando de forma correcta, había repartido las cartas según la indicación de Hikaru confiando haber cumplido las indicaciones al pie de la letra. Ambos se miraban tratando de tener lo que parecía ser la mejor jugada y como estaba esperando aún no se sabía el ganador.

—As de picas y diez de diamantes. Con las cartas que hay sobre la mesa tendría un trío de ases. —¿Trío de ases? —Sólo hay dos cosas que puedan ganarle: un póker de ases o una escalera de color— Ok… el juego ameritaba un conocimiento previo. Esto no tenía nada que ver con los juegos de la Mogupelota ni esas monadas entretenidas, esto era totalmente diferente. Pero de lo que sabía era como pillar a los tramposos.

Para ser realistas, no entendía nada, estaba sentado ahí esperando a que algún tipo de magia se hiciera presente para demostrar que era un juego diferente al resto, ansioso de que esto terminara de buena forma y que no hubiera una clase de pelea en donde llegara un maestro a castigarnos. El carácter de Hana era muy duro comparado con lo educado que era Hikaru, e incluso aquella escena de ambos sentados jugando un apartida para… un momento, ¿Es necesario jugar esto? Ya el sudor se volvía frío en mi cuerpo y necesitaba ir a las duchas para sentirme cómodo y ligero nuevamente.

Tenía una idea y lo más probable es que funcionase. Tiré mi banca un poco hacia atrás y tome mi libro que estaba cerca de mi bolso y mientras esperaba el desenlace del juego agaché mi cabeza para poner intenciones en mis hojas, si me preguntaban que hacía: "es el premio". De todas maneras lo que trazaba era algo más que un simple dibujo.

Ver las cartas de Hikaru fue un shock. Poco la faltó para abrir la mandíbula y dejándola colgada cuál paleta. ¡Qué cabrón! ¿Qué mala estrella la había tocado como para tener que jugar contra alguien con una tan buena? Jamás, pero jamás entre los piratas, había estado presente en una jugada inicial tan devastadora.

La había ganado. Y tuvo que procesarlo muy, muy lentamente, porque no podía creerlo.

Antes de depositar sus cartas sobre la mesa para mostrarlas, gruñó.

―Enhorabuena ―replicó, secamente, levantándose del sitio―. Has ganado el honor de tu amigo. No volveré a faltarle al respeto.

Obviamente, entre sus cartas, no había ninguna posibilidad de ganar a un trío de ases.

Hana se cruzó de brazos. Aún maldecía para dentro su suerte. ¿¡Por qué no habría tenido más cuidado en hacer las trampas!? Por culpa de esa extremada prepotencia, ni siquiera había considerado todas las variables, sino que le había bastado con una mano decente, pensando que Hikaru no tendría ni siquiera muchas luces sobre el juego.

Pero había resultado bastante obvio que sí las tenía. Quizá más que ella. Y eso le había costado el orgullo.

―Si queréis que me vaya, como vencedores, sois libres de pedirlo ―dejó claro―. Igualmente, hay otros muchos lugares en Tierra de Partida donde escabullirse.

Le daba igual la respuesta. Si bien era cierto que prefería irse, porque haber perdido, y que ambos hubiesen estado presentes para ver semejante humillación, le era bastante vergonzoso. Prefería no verles más. Al menos, en los siguientes días.

Hana se levantó del sitio al depositar las cartas que le habían tocado sobre la mesa. Parecía... molesta.

—Enhorabuena. Has ganado el honor de tu amigo. No volveré a faltarle al respeto.

No dije nada, simplemente asentí con la cabeza. La chica de pelo azul se cruzó de brazos. Imagino que le había sentado mal perder. Era lo más normal del mundo, hasta yo me enfadaba cuando perdía en las máquinas recreativas de Villa Crepúsculo.

—Si queréis que me vaya, como vencedores, sois libres de pedirlo. Igualmente, hay otros muchos lugares en Tierra de Partida donde escabullirse.

Estuve dubitativo. Por un lado era cierto, ya que ella entró e intentó echarnos. Pero no era tan rencoroso. No llegaba a ese nivel.

—No es necesario que te vayas, puedes quedarte aquí si quieres, Hana. Además, así podrías ayudar a entrenar a mi compañero.

Entonces me fijé en que Exuy estaba con su libreta. La misma que había llevado en Nunca Jamás. Un día debía pedirle que me enseñara sus dibujos.

—¡Hey Ex! ¿Qué estás dibujando esta vez?

―Si queréis que me vaya, como vencedores, sois libres de pedirlo.

Esa no era una buena idea. Quizás el comportamiento de Hana no fue el adecuado desde el principio, ni tampoco era de su obligación tratarnos bien, pero tal vez esperábamos de su parte algunas buenas intenciones.
Ese era el motivo de porque estaba en esa tarde moviendo tranquilamente mi lápiz mientras esperaba que la partida de cartas se llevara a una conclusión. Supuse que el juego podría existir la remota posibilidad de hacer ganar al jugador oponente, pero fue lo contrario, dependía de la suerte del jugador. Lo que hacía que el retrato que suponía que sería para el ganador no sería entregado ,o podría ser que se generara una situación que me llevara a dar una escusa de porqué estaba dibujando a Hana, la que pensaba que dejaría ganar Hikaru por cortesía.

>>Igualmente, hay otros muchos lugares en Tierra de Partida donde escabullirse.

¿Escabullirse? —Pensé.

—No es necesario que te vayas, puedes quedarte aquí si quieres, Hana. Además, así podrías ayudar a entrenar a mi compañero.

Quedé meditando un momento en la última frase de Hana y mi curiosidad salió a flote de inmediato.

—No no es necesario, ya se hizo tarde Hikaru y ya tengo todo el cuerpo pegote, necesito un baño — le dije sonrojado con una sonrisa un poco atolondrada —Pero creo que si hay una forma de compensar la partida, ¿De quién huías Hana?

Conocer la respuesta de Hana nos podría dar a entender el comportamiento ofensivo cuando entró al gimnasio, o puede que antes de entrar ella cargaba una discusión con alguien; siempre suele pasar.

—¡Hey Ex! ¿Qué estás dibujando esta vez?

Mi premio guardado entre mis brazos no pasó desapercibido ante los ojos de mi amigo. Un poco nervioso intenté generar una respuesta rápida.

—E-es… un premio secreto. Pa~ra recordar este momento —Arranqué suavemente la hoja se la extendí a Hana. En el papel podría notar algo que podría agradarle.
>> Ten Hana. Espero que esto compense los malos ratos —Sonreí.

Hikaru, naturalmente, no la echó, como Hana esperaba. Al fin y al cabo, ¿por qué iban a querer estar con alguien que bien, lo que se dice bien, no les había tratado, en vez de librarse por ella? Era una actitud… demasiado buena. Sobre todo para lo que a cualquiera le convendría.

Eso no quiere decir que tocase el corazoncito de Hana. Si hubiera tenido.

―Tal vez aprenda más de ti ―murmuró, sin mirarle a los ojos. Era su forma de insinuar lo que cualquiera habría dicho de manera más directa.

En cualquier caso, Exuy había perdido el interés en entrenar, por lo que Hana no tuvo que buscar una mejor excusa para no participar, sin tener que marcharse. Porque… había empezado a estar a gusto con ellos. Sí, era difícil describir cuando se había dado el cambio, pero desde luego, ya no los veía como quienes habían interrumpido su paz y descanso.

―¿Huir? ―se sorprendió la joven.

Sí, era ella misma quien lo había descrito como “escabullirse”. En un principio, había sido del atolondrado moguri que pretendía enseñarla cómo usar su tiempo libre de otra forma que no fuera la siesta. Pero, ¿de verdad había estado escapando (en un sentido más amplio) de él? ¿O de algo más, desde hacía mucho más tiempo?

Y respondió, finalmente, con la verdad:

―De la compañía de los demás.

Hana podría haber contado con los dedos de una mano a sus conocidos de Tierra de Partida. Eran pocos, y hasta entonces no había pensado que quisiera más. Y ni que decir que a ninguno lo consideraba amigo. Se limitaba a estar sola, a dormitar donde podía y a dejar que pasaran las horas. ¿Por qué aquella soledad impuesta, cuando compartía castillo con cientos de aprendices como ella?

No sabía si quería cambiar de actitud, pero reconocerlo suponía un gran paso.

Hana cogió el papel que le ofreció Exuy. No sabía que el muchacho tenía grandes dotes artísticas, así que esperaba encontrarse cualquier cosa. Y además, ¿un premio por haber perdido? Qué chico más raro.

Y cuando lo vio, se maravilló. Sólo tenía una palabra para el artista:

―Gracias.

Lo compensaría con creces.

Abrazó el dibujo. Le parecía cálido, reconfortante, y tan cercano que creyó echarlo, por un segundo, de menos. Añorar la misma imagen que sostenía, cuando era imposible siquiera que albergara ese sentimiento. Pero lo que de verdad lamentaba era que a Exuy, un chico tan inocente y fácil de encantar hasta a una persona como Hana, no pudiera regalarle la misma sonrisa de aquel retrato.

Por el momento.

―Algún día, dejará de ser un dibujo.

Había sido un largo día, a pesar de que al principio pareciera aburrido y monótono con los demás. Hana se despidió de los chicos y se fue con la convicción de no haberlo desaprovechado. Y aquella noche tuvo un bonito sueño que recordó durante mucho, mucho tiempo. El dibujo, cómo no, lo conservó, colgado sobre la puerta de su armario, donde lo vio durante cada mañana que se despertó en aquella habitación.

—No, no es necesario, ya se hizo tarde Hikaru y ya tengo todo el cuerpo pegote, necesito un baño. Pero creo que si hay una forma de compensar la partida, ¿de quién huías Hana?

Eso me intrigaba bastante. Normalmente la gente solía huir si tenía problemas con alguien o se habia metido en algún lio. Entonces mi compañero se puso nervioso cuando vio que me percaté de que había estado dibujando.

—E-es... un premio secreto. Pa-ra recordar este momento.
>> Ten Hana. Espero que este compense los malos ratos.

Entonces fue cuando pude observar el dibujo. Era la propia Hana sonriendo.

—Algún día, dejará de ser un dibujo.— Dijo ella.

¿Por qué? ¿A qué se refería con eso? No lograba comprenderlo, pero aún así se fue tras despedirse de nosotros dos.

—Bueno Exuy... Nos hemos quedado solos. Oye, ¿te parece bien que tú y yo entremos todos los días? Así nos haríamos fuertes y estaríamos preparados para cualquier cosa.

Fuera cual fuera la respuesta de Exuy, le acompañaría hasta el pasillo donde empezaran las habitaciones de los aprendices. Sin duda este día ha sido algo raro.

―Gracias ―dijo.

La manera de abrazar el papel arrancado de mi libro me apretó la garganta. Fue una sensación inexplicable y marcadora, que sin pensarlo sería una gran ayuda para lo que se vendría mucho después.

―Algún día, dejará de ser un dibujo ―expreso Hana.

Mi sonrisa nunca se desfiguró de mi rostro, al contrario, pareció llenarse más y sentirme aún más tranquilo. Hana se puso de pies y se retiró de la sala despidiéndose de sus jugadores, sus compañeros, quizás sus amigos. La relación no estaba clara pero de que era cierto es que no hubo dilemas ni discusiones.

—Bueno Exuy... Nos hemos quedado solos. Oye, ¿te parece bien que tú y yo entremos todos los días? Así nos haríamos fuertes y estaríamos preparados para cualquier cosa.

La propuesta de Hikaru me pareció un acierto. Me era muy común ir solo a ese lugar y un compañero no sería nada de malo. E incluso, muy profundamente deseaba hacer algún amigo en Tierra de partida quien le acompañara en los entrenamientos.

Asentí felizmente y le dije:"genial, me gusta la idea"

Hikaru me esperó en la puerta del gimnasio para salir y acompañarme a lo que serían las habitaciones. Cuando fui a recoger mi bolso con mi ropa pude notar el simple dibujo que había puesto en la mañana. Me acerqué a esta y en el exterior las nubes se habían disipado.

Abandonando el gimnasio miré por última vez en su interior, con una luz escabulléndose en la soledad del lugar y un papel pegado al ventanal. El cielo radiante, alegre, como si respondiese a la sencilla sonrisa del asomado dibujo en el vidrio; para mí, para todos los aprendices que transitasen en Tierra de partida en aquel día.