Con no poco esfuerzo, logré apoyar una de mis manos en el suelo. Alcé la cabeza, sintiendo cómo mis músculos respondían de una manera torpe y débil; aun así, me esforcé por mirar al eidolon a los ojos.
—
No... vas a... tocarme... —conseguí musitar. Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, me apoyé sobre una mano y un codo, logrando apenas levantar mi tronco y cabeza del suelo. Parecía que, aunque con una lentitud increíble, lograba recuperar mis energías. Cuando mis ojos se toparon con los de la bestia, intenté poner en los míos toda la resolución que me fue posible; no sabía si mi propia actitud ayudaría a la prueba de Light, pero por lo menos debía intentarlo.
Y cuando finalmente logré mirarlo, se desplomó sin previo aviso. Simplemente cayó al suelo, como totalmente desprovisto de energías.
—
Qué.Permanecí donde me hallaba, mirando con incredulidad el cuerpo del gigantesco lobo que sencillamente había caído frente a mí. Contemplé con nerviosismo al animal, esperando que en cualquier momento volviese a levantarse para atacar, pero no volvió a mover ni un músculo.
Había sido derrotado. Llegando a aquella aliviadora conclusión, dejé salir un gruñido de cansancio, mientras me permitía volver de nuevo a mi posición en el suelo.
—
No tan rápido. Mis sentidos se activaron de nuevo al escuchar aquella voz desconocida, especialmente tras comprender el mensaje que quería transmitirnos: ¿"no tan rápido"? Volví a erguirme tanto como mi cuerpo me lo permitía y me encontré con dos individuos desconocidos, cuya llegada no sería capaz de precisar. El primero de ellos era una mujer de cabello plateado y mirada penetrante de ojos grises, levemente azulados, que llevaba puesto un traje de satín negro de costuras carmesíes y acompañado por una corbata del mismo color. El segundo, por otro lado, era un hombre enmascarado que, por el innatural color celeste de su cabellera, sin duda no era de aquel mundo; si hubiese sido de mi mundo, habría llevado puestas las ropas de un erudito o un estudiante.
—
T-tú… ¿A qué habéis venido? ¿Quiénes sois? —cuestionó Light, quien se hallaba tan débil como yo y le costaba levantarse del suelo.
—
Su majestad responderá su pregunta en breves. Por favor, no sea impaciente —reprochó el hombre, señalando juguetonamente a Light. A juzgar por su prepotente media sonrisa y la leve carcajada que se había permitido anteriormente, parecía estar divirtiéndose con la situación.
De pronto, alzó sus brazos al frente. Sin pronunciar ningún vocablo, la magia fluyó de la punta de sus dedos y corrió en mi dirección. El invisible hechizo me levantó del suelo de un empujón en cuanto impactó en mí, arrastrándome hasta el otro lado de la habitación, cerca de Nadhia, quien todavía se hallaba inconsciente. Caí con fuerza en el suelo, pero excluyendo el aterrizaje, el conjuro no me hizo ningún daño.
—
¿Qué ha sido eso...? ¿Gravedad... Magneto...?Me puse de pie a duras penas, con el brazo que sostenía la Llave-Espada colgando con muy pocas fuerzas, incapaz de sostener la pesada arma. Mis rodillas se flexionaban cada pocos instantes, haciendo amago de terminar cediendo ante mi propio peso. Como me había erguido, sentí un hilillo de sangre corriendo por un lado de mi rostro, algo que en el suelo no había advertido en lo más mínimo; la herida comenzó a arder apenas me di cuenta de ella.
No pude avanzar ni medio paso cuando me encontré con un muro invisible. Lo hubiera golpeado si hubiese tenido más fuerzas, pero me fue imposible hacer algo más que simplemente tocar su superficie con el puño.
¿Por qué no querían que me acercara a Light? ¿¡Qué estaban a punto de hacer!?
La mujer de cabellera de plata se había agachado junto al eidolon y parecía haberle dicho algo. Con una elegancia temible, sus manos se llenaron de oscuridad y acariciaron el pelaje de la bestia, extendiendo así las penumbras alrededor de su cuerpo. Las sombras envolvieron al eidolon casi de inmediato, creando un capullo a su alrededor del cual era imposible escapar.
Comenzó a llorar. A aullar de dolor.
—
¡¡PARA!! Para mi sorpresa y horror, Light comenzó a ser afectado también. Mi amigo comenzó a sacudirse en el suelo, gritando al mismo tiempo que el lobo aullaba. Aquella oscura magia, fuese lo que fuese, estaba afectando tanto a la bestia como a Light. El dolor que ambos estaban experimentando era tan increíble que mis dientes rechinaban al oír sus gritos al unísono.
—
¡¡Detente, déjalos en paz!! ¡¡Detente!! —chillé, sacando fuerzas de sabría quién dónde y golpeando el muro invisible con la Llave-Espada. Como era de esperar, la defensa mágica hizo rebotar mi arma sin ningún esfuerzo.
El contador de Light había bajado alarmantemente.
—
¿X-Xefil...? Me giré hacia Nadhia durante unos instantes, pero luego volví a mi incesante ataque contra la barrera mágica. Mi Llave-Espada no servía de nada, pero no podía dejar de intentarlo; aquella clase de hechizos obtenían su fortaleza de la energía de su invocador. Y como una persona no puede tener fuerzas ilimitadas, era evidente que aquella muralla tampoco.
¡Pero aquel hombre no parecía afectado por mis ataques! Simplemente miraba con atención el espectáculo que se presentaba frente a sus ojos, sin hacer ni una sola mueca. ¿Cómo era posible que su defensa fuese tan fuerte? ¿¡Quién demonios era!?
—
¿Xefil, quiénes son esos? —me preguntó Nadhia en aquel momento. Desgraciadamente, fui incapaz de darle una respuesta y simplemente negué con la cabeza, mientras apretaba los dientes con ira. Solté un grito de impotencia y lancé la Llave-Espada a lo lejos, donde rebotó varias veces e hizo un estruendo antes de quedarse quieta en el suelo.
Las penumbras que habían envuelto al eidolon finalmente cedieron, revelándonos la terrible transformación que había ocurrido allí adentro, como la antítesis de una bella mariposa. Lo que surgió de aquel capullo fue una criatura envuelta en sombras, de pelaje color obsidiana, con ojos rojos llenos de furia y demencia. La armadura azul que antes parecía tan bella, pudiese uno observarla en una situación tranquila, se había vuelto en un conjunto de piezas negras cubiertas por espinas.
La bestia arrancó la Teluria que seguía clavada en su carne como quien se quita una astilla del dedo. Sin esfuerzo alguno, le dio la vuelta y la tomó como si fuera suya; desesperado, Light extendió su mano hacia ella, esperando materializarla, pero por alguna razón el arma no le obedeció.
¿Acaso... se había rendido?
Algo detuvo a Light. No hizo nada cuando el eidolon cargó hacia él, blandiendo su propia Llave con ambas manos.
—
¡¡LIIIIGHT!!—
¡¡Light!!Y no hizo nada cuando la Llave atravesó su vientre, tal y como previamente había atravesado al eidolon. El arma lo cruzó por completo, incluso dañando el suelo de la habitación. Inmediatamente la sangre comenzó a escapar del cuerpo de mi amigo, manchando sus ropas, la madera, el mismo filo del arma...
Nadhia gritó, aterrada. Con desesperación, comenzó a golpear la barrera una y otra vez, incluso cuando me había visto a mí hacerlo sin ningún resultado. Yo, por otro lado, no pude hacer nada más que observar la escena, mientras sentía que mi corazón quería saltar de mi pecho.
¿Cómo... cómo había pasado aquello...?
—
¡¡Xefil!! —gritó de pronto Nadhia, como si esperase algo al respecto por mi parte. Negué con la cabeza, bajando la mirada, aunque luego apreté los dientes con fuerza y extendí la mano en dirección a aquellos dos individuos. Sacando energía que no sabía que existía, lancé varios hechizos en secuencia al muro, rugiendo mientras tanto. Al ver que no funcionaban, intenté aparecerme al otro lado de la habitación, pero por alguna razón el muro también fue capaz de bloquear mi hechizo.
—
¡¡Maldición, Light!! ¡¡¡Light!!!—
¡¡Déjale!! ¡¡No te acerques a él, maldita perra!! —rugí, observando con horror cómo la mujer se paseaba frente a Light como si nada hubiese sucedido. Se burlaba de él. Tanto ella como su sirviente observaban el espectáculo con una apatía inhumana.
Light se giró en aquel momento hacia nosotros, una acción que detuvo tanto a Nadhia como a mí en nuestros intentos por escapar. En su rostro reconocí, por unos instantes, terror y decepción. Luego, incredulidad. ¿Qué... qué significaba aquello...?
Lo siento mucho, pero no vais a intervenir de ninguna manera. Él ya no puede veros, ni tampoco oíros. —
Es inútil —expresó el hombre, el mismo que nos había enviado aquel mensaje telepático, mirándonos con sádica diversión—.
Tus amigos… si se pueden llamar así, te han abandonado. Ya no te queda nada… monstruo.—
¡¡ESO ES MENTIRA!!—
¡¡Hijo de puta!!—
Así que… ya no me queda nada... Nadhia y yo continuamos gritando al unísono, manteniendo la esperanza de que, tal vez, si continuábamos insistiendo lo suficiente, aquel muro de mentiras se derribaría. Pero en el fondo, me temía que el escape fuese imposible. Si tal vez tuviese suficientes energías...
—
No. ¡Nononono! ¡Imbécil, estoy aquí!—
Preparaos para ver algo grande. Lo que vais a presenciar no se ve todos los días —expresó con sencillez el hombre de cabellos celestes, que se había acercado tanto a nosotros que habría podido tocarlo si no fuese por sus defensas mágicas. Ni siquiera lo intenté: sabía que era imposible; no iba a conseguir nada.
—
La Muerte está cerca... —sentenció Némesis—.
Pero también la posibilidad de salvación.Negué con la cabeza, haciendo lo posible por ignorar a la bruja. Sólo quedaba Light y la mujer que se había plantado frente a él. En aquel momento, no importaba nada más.
—
Soy Dusk, la Reina del Crepúsculo, y he venido a hacerte una invitación imposible de rechazar —se presentó la mujer, sin darle mucha importancia a la situación. De una manera irrespetuosa y cruel, acarició la Teluria que seguía clavada en Light—.
Tu poder no ha podido pasar desapercibido ante mis ojos, así que has sido elegido para ser mi Caballero de la Llave Espada personal. —
¡Qué! ¡No!—
Sírveme. Únete a mí, Light Hikari. Hazlo, y detendré yo misma el contador de la condena. Sé mi paladín y, únete a mi ejército de Sincorazón. Si aprendes a utilizar el poder de la Oscuridad que tanto temes, jamás tendrás que volver a tenerle miedo. ¿Por qué le hacía semejante oferta? ¿Y por qué había tenido que tomar medidas tan desesperadas para tener a Light acorralado? ¿Quién era ella? ¿¡Qué quería de él!?
—
Podría convertirte en mi siervo de la Oscuridad yo misma, pero si no aceptas mi Oscuridad no me servirá de nada.Si no aceptaba... Light iba a morir. El contador descendía poco a poco, tanto que los últimos segundos parecían extenderse como décadas.
—Dime, ¿qué puedes perder? ¿Acaso no te han abandonado tus amigos? ¿Acaso no te ha traicionado tu propio eidolon por mi poder de la Oscuridad? Lo has perdido todo. Desechar tu vida porque sí no es una opción inteligente. Decide ahora. 00:05:00—
¡Hazlo!00:04:00>>¡Hazlo, Light! 00:03:00>>¡Acepta!00:02:00>>¡¡Acepta, maldita sea!!00:01:00—
Jamás. 00:00:00—
¡¡¡No!!!Mas mis gritos fueron inútiles. Ocultas tras las barreras mágicas del sirviente, mis desesperadas exclamaciones no llegaron jamás a oídos de mi amigo, y no lograron cumplir su propósito. En cuanto el fatal contador llegó a su fin y mi pecho se llenó con un peso insoportable, supe que todo había terminado.
No había nada que hacer, salvo derrumbarme sobre la muralla invisible a la par que la desesperanza y la agonía comenzaban a, lentamente, extenderse por mi alma. Sabía que era inevitable, sabía que iba a pasar sin importar lo que hiciera, sabía que era una dolorosa escena que estaba destinada a suceder.
Aun así miré.
Contemplé como el pecho de mi amigo estallaba sin razón aparente, creando un boquete justo donde se hallaba su corazón. Sin una vida que pudiese darle ya órdenes, el cuerpo de Light cayó sin fuerzas al suelo, acompañado por el de su oscuro eidolon. Llave y bestia desaparecieron en volutas de luz y oscuridad, mientras el alma carmesí de mi amigo se extendía por el suelo.
—
Una pena. —
Sí… La barrera que el sirviente había creado desapareció sin más, ahora que no había necesidad de mantenernos separados de Light. Nadhia cayó al suelo, pues había permanecido recargada en él con desesperación; mientras yo sólo flaqueé un poco al perder brevemente el equilibrio.
—
¡Light! Light...Nadhia se acercó con angustia al inmóvil cuerpo de Light. Como era de esperar, el joven no respondió. No movió absolutamente ningún musculo o dejó escapar algún aliento.
—
Light, vamos —la joven lo sacudió de las vestimentas, pero una vez más no hubo respuesta alguna—.
D-Déjate de bromas, levanta.¿De verdad...?
—
Light, tú no, no puedes —las palabras de Nadhia dolían como lanzas en mi pecho. Cada vocablo que la chica pronunciaba, apenas capaz de hablar con el nudo en la garganta que tan evidente era, sentía más difícil contener las lágrimas y la ira—.
Eres el Mandoble Celeste. Esto es una chiquillada. T-Te vas a poner bien, Light. No había vuelta de hoja. Era innegable.
Light Hikari había muerto... había fallado la prueba y el eidolon lo había arrastrado consigo.
Había muerto.
Light... había...
—
¡Light, tenemos que volver a Tierra de Partida!—
Para... —pensé, apretando los párpados y los dientes con fuerza, esperando ser capaz de mantener las lágrimas que envidriaban mis ojos.
—
Tenemos que ir a... a la Villa... Ágatha tendrá preparada las pastas que tanto te gustan. —
He dicho que pararas.—
Si no vamos pronto... ella seguramente te azotará en la cabeza, con su vara. ¡Light, por favor! ¡Déjate de tonterías, despierta! ¡Di algo!Pero, evidentemente, Light no se movió. Porque había muerto. Light había muerto. Se había ido. Su vida había desaparecido.
Nunca más, nunca más...
—
¡Xefil, haz algo! ¡Dile a Light que despierte, por favor!—
¿¡Y qué demonios esperas que haga, maldita sea!? —rugí, finalmente estallando. Light había muerto. ¡Mi amigo había muerto! ¿¡Y Nadhia esperaba recargarse en mí!? ¿¡En mí precisamente, que no pude derrotar al eidolon!? ¿¡En mí, que fui incapaz de romper o sortear la barrera mágica!? ¿¡En mí, que jamás tuve experiencia alguna con hechizos de sanación!?
—
Soy inútil... Lo dejé morir. No le acompañé como debía, no fui una buena ayuda... Seguro había algo que podía haber hecho al respecto, y yo- y yo-—
Light...No pude más. Cuando los dedos de Nadhia se mancharon con la sangre del joven, aún tibia, toda falsa fortaleza que había alzado a mi alrededor se derrumbó en un instante. Inevitablemente las lágrimas se escaparon por mis mejillas, reuniéndose con su hermana color rubí en el suelo del lugar. Jamás me había costado tanto respirar ni unas heridas me habían lastimado tanto.
—
A-anda, Light... Ponte de pie. ¿¡Cómo pretendes ser un Caballero de la Llave si no puedes resistir esos rasguños, eh!? ¡Te juro que si no dejas de estar muerto en este instante, yo mismo-! Yo...¡Estaba muerto! ¡Estaba muerto, estaba muerto!
—
Némesis... Por favor, te lo ruego...No podía verla, pero de alguna manera supe que la Bruja apartaba la mirada.
<<¿Qué esperas de mí?>>, preguntó.
<<Lo que sea>>, respondí, rogué;
<<Cierra las heridas, sánalo, regresa el tiempo... ¡Lo que sea!>><<Todo eso se halla fuera de mis capacidades ahora>>, se negó.
<<¡Haré lo que quieras! ¡Iré contigo! ¡Me entregaré a la Locura y a ti si lo traes de vuelta!>>, insistí, desesperado.
<<No hay nada que pueda hacer por él. Lo lamento>>, sentenció, volviéndose a encerrar en el interior de mi conciencia.
—
¡¡Maldita sea, eres una bruja, ¿no?!! ¿¡Cómo pretendes decirme que no puedes sanarlo!? ¿¡No se supone que eres todopoderosa!? —rugí con fuerza, olvidando que todos podían escucharme, y que nadie entendería. Desesperado, me tiré de los cabellos y dejé salir un alarido, esperando que aquello pudiese aliviar mi dolor.
—
Levant. Light, es amicus meus. Nisi moriantur.Nadhia pronunciaba un conjuro incomprensible para mí. ¿Intentaba sanar a Light? ¿Serviría de algo, acaso?
Si no podíamos traerlo de vuelta...
—
Noli ire prope eum!...entonces tendríamos que hacer que se reuniese con sus asesinos.
—
Vosotros hicisteis esto. Vosotros lo matasteis.Mis ojos brillaron con una intensidad impresionante, un rojo más sangriento que el de la sangre que manchaba el suelo. Mis músculos se tensaron, confusos al no saber a dónde distribuir tanta fuerza. Me flexioné sobre mí mismo, sintiendo un ardor terrible recorrer mi cuerpo entero.
—
¡¡Voy a mataros, lo juro, lo juro!! —vociferé, apuntando con mi mano derecha a los dos individuos desconocidos que le habían arrancado la vida a mi amigo. Ni siquiera presté atención a las palabras que Nadhia me dirigió en aquel momento.
Me lancé en dirección a aquellos dos misteriosos individuos; en concreto, contra el sirviente enmascarado. Ni siquiera me preocupé por tomar mi Llave-Espada del suelo o materializarla entre mis dedos, sino que me preparé como si estuviese atacando con afiladas garras.
Y así fue: en los pocos instantes que me tomó llegar hasta el hombre de celeste cabellera, el espectro de un arma apareció sobre mis mano y antebrazo derechos, una silueta apenas visible que fui incapaz de sentir en aquel momento, pero perfectamente tangible y, lo más importante, peligrosa. Si aquellas garras atravesaban al enmascarado, sin duda alguna acabarían con su vida.
No fue la única silueta que apareció sobre mi persona. Mientras me impulsaba con una gravedad alterada, suficiente para cruzar la habitación raudo como una flecha, dos perfiles más aparecieron en mi espalda: el esqueleto de dos alas, dos delgados marcos de un material oscuro, y los fantasmas de decenas de cristales colgando de ellos.
Pero aquellas dos tétricas imágenes que más tarde no podría explicar, visibles sólo para Dusk y su sirviente, y Nadhia, no aparecieron más que por unos cuantos segundos. Sólo lo poco que tardé en lanzarme en dirección al enmascarado, utilizando el poder de la gravedad para dispararme hacia él, dispuesto a atravesarlo con un arma que, todavía, no sabía que blandía.
—
¡¡¡Voy a mataros!!!No había lugar para nada más que no fuese sed de venganza.
No había lugar para nada más sino Locura.