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—Parece que podremos irnos ya. El teletransportador de la nave ya está cargado de energía y creo que lo mejor será que nos marchemos. ¿Vamos?

Ragun me extendió la mano para poder ser ambos teletransportados a su nave. Yo había acudido con el Glider, así que agradecía que me acercara, pero... ¿De verdad me acercaría a Tierra de Partida? ¿Iríamos juntos en aquella nave tras un fracaso como aquel intentando ligar con las parisinas?

No. Golpeé su mano, rechazando tal propuesta, y puse la cara más seria que pude. Me levanté y salí de la paja, ganando por fin algo de espacio para mí. Me sacudí la suciedad y giré mi cabeza para mirar por encima del hombro a Ragun, justo a mi espalda.

—¡Ja! Te lo tienes muy creído si de verdad piensas que voy a aceptar una propuesta como esa.

Tras asegurarme de que no había moros en la costa invoqué mi Llave Bastón en mi mano y lo transformé en el Glider, sobre el cual me monté de inmediato. No pensaba pasar ni un sólo segundo más en aquel mundo de locos en el que corría más peligro que un gato en una perrera.

—Pero... Quizás algún día te lleve yo en mi nave.

Y con aquella despedida, salí volando hacia el Intersticio.

Su respuesta fue apartar mi mano de un golpe y una mirada seria, tanto que incluso llegó a asustarme por un instante.

¿He dicho algo malo?

Ivan se levantó, saliendo del montón de paja. Empezó a sacudirse quitando como podía toda aquella suciedad. Me quedé sentado sobre el montón de paja, quedando de cintura para arriba visible. Solo esperaba que no pasase ningún indeseable por allí.

Ivan había vuelto a ser el de siempre y con su actitud arrogante me miró por encima del hombro, algo que no tuve en cuenta al ser él siempre así.

—¡Ja! Te lo tienes muy creído si de verdad piensas que voy a aceptar una propuesta como esa.

—Lo que tú digas —bromeé.

Mientras yo procedía a retirar la paja que se colaba entre mis ropas otra vez, Ivan ya se había adelantado a invocar su Llave Espada... No, espera. Aquello era una... ¿Llave Bastón?

Miré extrañado el arma. Bueno, no negaba que le pegaba mucho más que una Llave Espada.

El arma se transformó en el Glider entre destellos varios y de un salto, el aprendiz se montó a él.

—Pero... Quizás algún día te lleve yo en mi nave.

Con esas palabras, voló raudo hacia el cielo dejando una ligera estela que fue desapareciendo a medida que se perdía de vista.

Sonreí levemente y levanté la mano a modo de despedida, aunque él no pudiese verlo.

—Que te vaya bien, El mejor.