Re: [País de las Maravillas] Exploración maravillosa
Publicado: Jue Jun 21, 2012 6:34 pm
─Oye, n-no pienses así, por favor ─me interrumpió Fyk, con rostro apenado, lo que hizo que se me encogiese el corazón sobremanera─. Yo no... Tú... ¿Si tuvieses un secreto y al contarlo pudieses hacer daño a otras personas... lo harías, Nadhia?
Tras eso, dirigió una mirada hacia Ragun, quien permanecía aún callado.
─Tú no tienes nada que ocultar, pero yo sí, Ragun. Tengo una promesa que cumplir.
Antes de que pudiese analizar las palabras del pequeño Fyk, Ragun comenzó a darme su versión de los hechos, no sin antes explicar el por qué no me había dicho nada. ¡Era tan obvio! ¿Cómo decirle a tu amigo de la noche a la mañana que había matado a alguien? Como decía Ragun, no era algo que se pudiese contar con gusto. Hasta ahora me estaba comportando como una niña estúpida, creyendo los rumores de Tierra de Partida.
Aunque quería saber la verdad, comprendía que habérselo preguntado era un acto egoísta. A pesar de que habló con total tranquilidad, podía notar en su voz que todo aquello le dolía.
Y yo era una mentirosa. La razón por la que le había pedido que me contase su versión... no era por quedarme al margen de los hechos.
Sentía miedo por la Llave-Espada Oscura. Desde que llegamos de nuestras aventuras por Ciudad de Paso y aquel castillo en mitad de la tormenta, estuve investigando sobre el arma de Ragun. Desgracias, desgracias y más desgracias. Eso era lo que habían traído a los mundos los portadores de esta variante de poder que nos otorgaban nuestros Maestros.
Quizás la que no era de fiar era yo.
Escuché cada detalle. Si Ragun no hubiese actuado, hubiesen muerto todos igualmente. También era cierto que ningún Maestro llegó a tiempo para ayudarles, ¿no es así? Entonces, ¿por qué se extendían aquellos crueles rumores? "Las apariencias engañan", pensé. ¿Por qué los Maestros no lo habían defendido? Mis nudillos se cerraron conteniendo aquella pequeña rabia interna, hasta que, por fin, sonreí.
—Gracias por contarme la verdad, Ragun —dije, observando el falso cielo que se cernía sobre nosotros—. Si yo hubiese estado allí, no habría sido capaz de actuar, o incluso me negaría a hacerle daño a ese pobre inocente. Todos están equivocados con v-vosotros... yo creo que... fue un acto de valor. El de un héroe.
Dándome cuenta de mis propias palabras me puse roja y me dirigí hacia una de las nuevas rutas que nos esperaban con nuevas y trepidantes sorpresas.
—¡V-vamos! Terminemos esta Misión cuanto antes —propuse, intentando cambiar de tema para que no se sintiesen incómodos—. Siento haberos preguntado por ello. ¡Cuando volvamos a Tierra de Partida os invito a un helado de sal marina en la Taberna! ¿Q-qué me decís...?
Se me notaba nerviosa, sonriendo para no intimidarlos más. En realidad, me encontraba rota por dentro. Sentía asco por mi excusa de querer saber qué pasó exactamente en el torneo del Coliseo.
Había vuelto a abrir heridas que aún estaban sanando.
¡Tonta, tonta, tonta!
Tras eso, dirigió una mirada hacia Ragun, quien permanecía aún callado.
─Tú no tienes nada que ocultar, pero yo sí, Ragun. Tengo una promesa que cumplir.
Antes de que pudiese analizar las palabras del pequeño Fyk, Ragun comenzó a darme su versión de los hechos, no sin antes explicar el por qué no me había dicho nada. ¡Era tan obvio! ¿Cómo decirle a tu amigo de la noche a la mañana que había matado a alguien? Como decía Ragun, no era algo que se pudiese contar con gusto. Hasta ahora me estaba comportando como una niña estúpida, creyendo los rumores de Tierra de Partida.
Aunque quería saber la verdad, comprendía que habérselo preguntado era un acto egoísta. A pesar de que habló con total tranquilidad, podía notar en su voz que todo aquello le dolía.
Y yo era una mentirosa. La razón por la que le había pedido que me contase su versión... no era por quedarme al margen de los hechos.
Sentía miedo por la Llave-Espada Oscura. Desde que llegamos de nuestras aventuras por Ciudad de Paso y aquel castillo en mitad de la tormenta, estuve investigando sobre el arma de Ragun. Desgracias, desgracias y más desgracias. Eso era lo que habían traído a los mundos los portadores de esta variante de poder que nos otorgaban nuestros Maestros.
Quizás la que no era de fiar era yo.
Escuché cada detalle. Si Ragun no hubiese actuado, hubiesen muerto todos igualmente. También era cierto que ningún Maestro llegó a tiempo para ayudarles, ¿no es así? Entonces, ¿por qué se extendían aquellos crueles rumores? "Las apariencias engañan", pensé. ¿Por qué los Maestros no lo habían defendido? Mis nudillos se cerraron conteniendo aquella pequeña rabia interna, hasta que, por fin, sonreí.
—Gracias por contarme la verdad, Ragun —dije, observando el falso cielo que se cernía sobre nosotros—. Si yo hubiese estado allí, no habría sido capaz de actuar, o incluso me negaría a hacerle daño a ese pobre inocente. Todos están equivocados con v-vosotros... yo creo que... fue un acto de valor. El de un héroe.
Dándome cuenta de mis propias palabras me puse roja y me dirigí hacia una de las nuevas rutas que nos esperaban con nuevas y trepidantes sorpresas.
—¡V-vamos! Terminemos esta Misión cuanto antes —propuse, intentando cambiar de tema para que no se sintiesen incómodos—. Siento haberos preguntado por ello. ¡Cuando volvamos a Tierra de Partida os invito a un helado de sal marina en la Taberna! ¿Q-qué me decís...?
Se me notaba nerviosa, sonriendo para no intimidarlos más. En realidad, me encontraba rota por dentro. Sentía asco por mi excusa de querer saber qué pasó exactamente en el torneo del Coliseo.
Había vuelto a abrir heridas que aún estaban sanando.
¡Tonta, tonta, tonta!
Spoiler: Mostrar