Lentamente, la oscuridad fue aumentando, hasta que Alec no pudo ver nada más y cayó inconsciente, incapaz de liberarse.
Se despertó frente al porche de la misma casa a la que había llamado. El hombre no estaba por ninguna parte. A su lado, sin embargo, estaba Ilana con un caramelo que había dejado éste antes de volver a su residencia, sin mediar palabra.
Pobrecito. A lo mejor no quería asustar ni desmayar a nadie. A lo mejor sólo quería un amigo.
Por otro lado, la parejita hizo caso omiso de Enix. Después de los piropos llegaron los besos, y tras éstos, los morreos. Cuando la cosa empezó a estar subidita de tono, MUCHO, el chico demostró acordarse de su presencia, cerrando la puerta de un golpe.
Definitivamente, nadie iba a obtener caramelos de esa casa hasta pasado un buen rato.
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