Así que aquella era la nueva Aprendiza de Kazuki. Bavol observaba en secreto a la chiquilla sentada en los jardines desde la entrada del castillo de Tierra de Partida. La chica aparentaba ser joven, era mayor que él, pero estaba dentro de la media de edad de los Aprendices de Tierra de Partida. Sus cabellos eran largos y azules, sus ojos grandes y cristalinos y tenía la cara de inocencia de todo Caballero de la Llave Espada en sus primeros días.
Perfecto.
Desde que comenzó la guerra contra Bastión Hueco hacía tiempo que no llegaban nuevos aprendices. Una pena porque, entre otras cosas, no había podido probar una nueva idea que se le había ocurrido hace poco… aunque ahora tenía un sujeto perfecto con el que probarlo.
—¡Levanta, novata! ¡Hoy te toca entrenamiento! —exclamó Bavol acercándose a ella rápidamente.
Seguramente la nueva se mostraría sorprendida por aquel imprevisto asalto del gitano, sobre todo teniendo en cuenta que quien le hablaba era un niño de tan sólo diez años; sin embargo, Bavol tan sólo tenía que mostrarse firme. No estaba dispuesto a tener que escuchar chistes sobre su edad, tenía claro que en caso de que la chica le hiciera alguna referencia a lo pequeño que era, no iba a tardar ni dos segundos en soltarle un grito que la tumbara hacia atrás. Cuando la peliazul le preguntara que quién era él, respondería con un cierto tono de superioridad:
—¿Yo? Yo soy el Maestro Bavol, novata. Y hoy me encargo de tu entrenamiento.