[Bastión Hueco] Algún día

[Sheldon]

Algún día.
tras [Trama] Las siete Maravillas.

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El cuerpo adormecido de la chica cayó mecido por el viento sobre el hombro de su compañero. Sus nervios se estremecieron y un tanto asustado mordió con fuerza su labio. De reojo podía observar el cabello de la muchacha, completamente rosado bajo la luz de la luna, de un color natural y cristalino. Sentía unas ganas irrefrenables de pasar la palma de su mano sobre sus mechones.

Ella dormía plácidamente, reposaba tras el largo y duro día que había tenido que soportar. Enok suspiró, devolviendo al aire lo que le pertenecía. Transcurrían los minutos cada vez más lentamente, de forma más extasiada, un segundo sobre otro segundo. El tiempo ralentizaba sus acciones y el mundo poco a poco se convertía en dos párpados negros cerrándose. Mientras tanto, un helado de sal marina se derretía gota a gota sobre la madera del banco.

Hasta que el sueño pudo con la pareja de aprendices...

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Un nuevo día comenzaba, uno de esos apagados y rancios días tras una misión. Por norma general, el ánimo de casi todos los aprendices descendía considerablemente tras una de las expediciones que los Maestros solían ordenar. Al menos así se sentía Enok aquella misma mañana, con un agrio recuerdo en la memoria y un salado sabor en su papilas.

Con una mueca de asco, el chico se incorporó y realizó el típico ritual que le llevaba desde el aseo hasta su armario. Terminó vestido con uno de sus típicos atuendos: camiseta con rayas amarillas y negras bajo una sudadera, lo suficientemente acolchada para soportar el frío que se colaba entre los resquicios del castillo.

Abandonó su habitación y emprendió la marcha con lentitud. Lo cierto es que pensar en aquel momento en cualquier tipo de bebida o de comida le producía arcadas por lo que decidió posponer el desayuno para más tarde. Tras un par de suspiros fijó su camino en dirección a los miradores del castillo.

El lugar hubiese estado desierto salvo por una figura solitaria en uno de los bancos, un contorno que miraba al horizonte en dirección a las apagadas montañas. Enok se acercó a una baranda y estuvo balanceándose un par de minutos. Corría una brisa suave que arrastraba el frío de la madrugada, seco y sin vida.

Sentía algo, una especie de recuerdo. Puede que solo fuesen imaginaciones suyas...

[Crystal]

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Freya estaba sumida en un sueño profundo. Por primera vez en mucho tiempo no tuvo pesadillas, ni tampoco aparecía su hermanastro. De alguna manera era un respiro para ella; desde su llegada a Bastión Hueco le costaba conciliar el sueño.

Desgraciadamente, en algún momento de la noche abrió los ojos, interrumpiéndolo. Parpadeó un par de veces, agotada, y volvió a cerrarlos intentando volver a dormirse. El día anterior fue demasiado intenso para ella, y lo que único que pedía era un poco de compasión y que la dejasen descansar.

Y eso había pasado. Su compañero Enok, en cuyo hombro estaba apoyada, no le había reprochado su comportamiento. Sencillamente había caído rendido al igual que ella. Y se estaba tan bien ahí, que no quiso apenas moverse para no despertar a su compañero.

Pero sabía que algo no iba bien. Era una sensación extraña, pero estaba convencida de que algo estaba fuera de lo normal. Volvió a abrir los ojos y esta vez no vio solo el helado derretido de Enok en el suelo.

Había alguien allí.

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Con un rápido movimiento, Freya giró sobre si misma y cayó de la cama.

El suelo estaba frío, y le dolía todo el cuerpo. Tuvo que reprimir un grito de dolor, que sustituyó por algún gemido que más bien sonaba como el maullar de un gato pequeño.

Se levantó con una gran parsimonia y se dirigió al aseo. No tardó mucho en prepararse como hacía cada mañana; hasta se permitió el lujo de perder algo de tiempo haciéndose un par de trenzas. Cogió su peculiar abrigo para acabar de completar su conjunto y salió corriendo de su cuarto.

Pasear por los pasillos de Bastión Hueco le gustaba; era algo distinto de lo que siempre había hecho. Pero sin duda alguna, lo mejor de aquel lugar, era la comida. Los dulces de aquel sitio eran los mejores que había probado hasta el momento. Así que con sutileza, pasó a coger algo para desayunar y se hizo con una magdalena.

Mientras le hincaba el diente, se dirigió a los miradores del castillo. Afortunadamente se acabó su desayuno antes de llegar, puesto que una vez en el exterior, su atención se posó sobre Enok que ya esperaba allí.

—Buenos días.

Fue una vez allí en las escaleras de aquel mirador que se le ocurrió pensar en la noche anterior, y enseguida notó como sus mejillas enrojecían. Ni siquiera sabía porqué; no había pasado nada de lo que avergonzarse. Pero no estaba acostumbrada a tratar con gente, y el hecho de haberse quedado dormida de aquella manera le resultaba incómodo. Giró la cabeza, en un leve intento de disimulo, deseando que el sonrojo desapareciese rápido.

[Sheldon]

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Gota a gota, cada una de ellas resonando. Un charco azul se formaba sobre el suelo, lenta y suavemente. Como un reguero de sangre azulada.

Una, dos y tres respiraciones. Tres cuerpos exhalaban aire. Dos de ellos de forma reposada. El tercero silenciosamente. El río azul se detuvo haciendo desaparecer el helado. Alguien lo mordisqueó con suma delicadeza. Una sonrisa apareció sobre sus labios cerrados.

Y un par de pasos al frente, casi un mero eco.

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—Buenos días.

Tras reconocer su voz, Enok se volvió y vio de frente a Freya. La chica, según recordaba, le había acompañado el día anterior a Villa Crepúsculo. Aquella mañana, la muchacha estaba espléndida, cosa que no podía decir de si mismo. De hecho, era una chica hermosa, se mirase por donde se mirase.

Tonos pasteles y algo infantiles. Así era ella. O al menos eso pensaba Enok, tampoco es que la conociese demasiado. ¿Guardaría algo de oscuridad dentro de ella?

Mientras que se ocultaba sonrojada y evitaba cualquier mirada de su compañero, acto que Enok reconoció como propio, en el horizonte se dibujó una figura. El chico desvió un poco la vista mientras sonreía ante la timidez de Freya aunque pronto supuso que se trataba de un aprendiz regresando de una misión.

—I-Igualmente.—respondió Enok agachando un poco la cabeza en forma de reverencia.

El chico dejó pasar un poco el silencio. Se acercó lentamente de nuevo hacia la baranda y apoyó su cuerpo sobre esta, invitando de alguna u otra forma a Freya a que le acompañase.

—C-Creo que hoy lo tenemos li-libre.—comenzó el aprendiz. Quizás pudiesen tener una conversación entretenida, después de todo.

[Crystal]

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La respiración de la novata empezó a alterarse; le faltaba el aire y los nervios estaban pudiendo con ella. Pero se preguntó qué podía pasar de malo en Bastión Hueco, si de verdad aquel ser que estaba ahí, con ellos dos, tenía otras intenciones que no fuesen despertarlos para que volviesen a sus respectivas habitaciones.

Por un momento quiso buscar la mano de Enok, avisarle de lo que estaba pasando, que la ayudase. Que ella no podría hacer nada si algo malo se avecinara. Pero no podía permitir aquella debilidad en si misma; estaba convencida de que si la situación fuese al revés, él hubiese hecho lo mismo que iba a hacer ella.

Levantó la cabeza, con miedo a saber que descubriría o a quien descubriría, y echó mano al interior de su chaqueta por si debía recurrir a su pistola.

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—I-Igualmente.

La voz del aprendiz la sacó de sus efímeros pensamientos. Sonrió, notando como aquella rojez de antes en sus mejillas se calmaba poco a poco, aunque no totalmente.

Tras un corto silencio, Freya acompañó a Enok apoyándose en la baranda. Quiso decir algo, pero no lo vio oportuno. Prefería aquel silencio, aquella calma y su compañía. Era suficiente como para notar que haber madrugado valía la pena de nuevo.

¿Por qué no podía haber más momentos como aquel para la aprendiza?

—C-Creo que hoy lo tenemos li-libre.—Freya asintió con la cabeza.

—Nos lo tenemos merecido ¿No? —en la comisura de sus labios pareció asomar una sonrisa—. Después de lo de ayer…

Cerró los ojos, recordándolo todo con detenimiento. Cómo había empezado el día, y como había seguido siendo exactamente igual de estresante que cuando Lolo entró a molestarla. Dichoso loro; su odio hacia él aumentaba por momentos. Recordó cómo había vuelto al sitio que decidió abandonar, dónde siguió sin encontrar pistas sobre el incendio. Sobre su familia. Y cómo todo aquel caos acabó en aquella noche.

Aquella noche…

—¿Todo en orden?

Miró a Enok, intentando parecer seria. Normalmente con aquellas pintas tan coloridas no solía conseguirlo, pero estaba intentándolo como mejor podía.

[Sheldon]

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—Tranquila. No va a ocurrir nada.—Su voz era suave, floja, un tanto apagada, de tono agudo y con cierto toque errático al principio de las palabras. Se escuchó un mordisco y el sonido de una dentadura mascando un bocado rugoso.—Hace —un breve silencio—tanto tiempo que no pruebo este helado.

Bajo el color de la luna resplandecieron unas pupilas cristalinas, unos ojos grises y un recuerdo lejano de vida. Solo aquel brillo. Todo su cuerpo se encontraba envuelto en una túnica oscura, deprimida. Parecía enfrascado en algo hasta que finalmente volvió a abrir su boca, desprendiendo un aliento gélido.

—No le despiertes. Necesita—miró hacia el suelo ocultando un leve nerviosismo—dormir.

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—Nos lo tenemos merecido ¿No? Después de lo de ayer…

Ayer... Ayer Enok se había dado cuenta de que Villa Crepúsculo estaba en peligro. Probablemente siempre lo hubiese estado. Sí, había descubierto lo que siempre había existido en su mundo o al menos la superficie del problema. Rumores, habladurías, comentarios a ocultas. Muchos de ellos eran ciertos. El tren, la torre, la mansión. Siempre había estado todo en el mismo sitio siendo lo que se esperaba de ellos.

Pero la realidad era otra, había algo más.

—¿Todo en orden?

La voz de Freya lo trajo a la realidad. El chico dio un respingo y vació todo su ser con un suspiro.

—S-Sí... Supongo.

El chico se disponía a seguir hablando. Tenía su boca abierta cuando del cielo cayó de imprevisto un pequeño y pomposo moguri que impactó de lleno contra el suelo. El aprendiz retrocedió unos pasos e instintivamente se coló a través de la baranda saltando el pequeño escalón.

Justo cuando se abalanzó a socorrer a la pequeña criatura, esta se elevó en el aire espasmódicamente. Tenía la cara completamente colorada con las marcas de las losas del suelo. Bajo aquella máscara mantenía la expresión más truncada que se podría haber visto en un moguri.

Enfadado era un adjetivo que se quedaba corto. Furioso. Se llevó las manos a la cabeza y extendió su pequeño brazo derecho ofreciendo un trozo de papel al chico.

—El próximo que me vuelva a lanzar como si fuese un simple ayudante de un videojuego, kupó...—gritó la criatura a los cuatro vientos mientras revoloteaba delirante.—¡Se acordará de kupó-mensajero, kupó!

Enok se mordió el labio y volvió la vista hacia Freya.

[Crystal]

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Algo negro. Eso era lo que se encontraba con los aprendices. A Freya se le hizo un nudo en la garganta, y las palabras no le salían. Se limitó a observarlo, esperando que efectuase algún movimiento o que dijese algo.

—Tranquila. No va a ocurrir nada. —Era una voz gélida, pero suave. El mordisco indicó que estaba comiendo algo—. Hace —calló— tanto tiempo que no pruebo este helado.

¿De dónde ha salido?

Se quedó observando sus grisáceos ojos, iluminados por el suave resplandor de la luna aquella noche. Para Freya, fue lo único de vida que encontró en aquella silueta. Volvió a mirar a Enok, que descansaba pacíficamente a su lado, y deseó por un momento ser él.

—No le despiertes. Necesita —dijo, como si hubiese intuido su próximo movimiento— dormir.

—¿Quién eres y qué quieres?—finalmente fue capaz de hablar en un susurro—. Vete o…

Pero Freya sabía que no podría hacer nada si él decidía quedarse. Pero lo que más le inquietaba era el hecho de que aquél de ojos grisáceos parecía… preocuparse por Enok. O quizás hasta conocerle.

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—S-Sí... Supongo.

A la pelirrosa no le convenció demasiado aquello, pero cuando se dispuso a replicarle, algo cayó del cielo, asustándola. Emitió un corto chillido hasta darse cuenta de que lo que había caído era tan solo un pequeño moguri. Un adorable moguri. Enok retrocedió, y ella le siguió.

Justo cuando él fue a socorrerle, el bichito se elevó dejando ver las marcas de las losas del suelo que ahora adornaban su cara. No parecía muy contento, así que Freya se tapó los oídos sabiendo lo que podría venir a continuación. Observó mientras le daba un pequeño papel a su compañero.

—El próximo que me vuelva a lanzar como si fuese un simple ayudante de un videojuego, kupó...—gritó, y la pelirrosa se alegró, puesto que apenas escuchaba sus quejas—¡Se acordará de kupó-mensajero, kupó!

Enok la miró mordiéndose el labio. Freya puso los ojos en blanco, exasperada. Aquella bronca del moguri no tenía nada que ver con ellos. Se acercó a él y lo cogió en brazos cuando lo pilló desprevenido. Le plantó un beso en la frente y lo lanzó con todas su fuerzas bien lejos, justo por donde vino. Se sacudió las manos, algo más tranquila; ningún moguri iba a fastidiar aquél momento que tenía para disfrutar con su compañero.

—¿Te ha entregado un papel? —dijo, mientras se acercaba de nuevo a Enok e intentaba localizar aquello que le había entregado el moguri— ¿Qué pone? ¿Qué pone?

[Sheldon]

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La figura pareció carraspear durante unos segundos. O bien emulaba una forma de ser que no le pertenecía o bien el momento realmente era superior a lo que había esperado de él.

—¿Quién eres y qué quieres?—Aquellas habían sido las palabras de una asustada y temerosa Freya—. Vete o…

—Sería demasiado difícil explicar mi procedencia.—Terminó diciendo el encapuchado. Alzó su brazo izquierdo y lo introdujo a través de la capucha para pasar la palma de la mano sobre su nuca. Algo le irritaba, tal y como quedó reflejado en su expresión. Sus ojos se deformaron en una mueca que le produjo un movimiento reflejo. A contraluz quedó a la vista su barbilla. Impoluta, de piel totalmente blanquecina, muerta—.Algún día lo entenderás.

Pasaron unos segundos. La luna emitía rayos de luz oscura que golpeaban los objetos de la superficie del mundo, creando espectros de sombras. Alargadas, esféricas, estiradas, diminutas. El contorno oscuro de Enok se dibujaba sobre el gélido suelo del mirador.

El encapuchado dio el último mordisco al helado. Un palito de madera cayó a través del vacio hacia la nada para quedar sepultado en la eternidad. Y se embutió en su vestimenta.

Algo no iba bien.

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Cuando sus ojos se fijaron en ella se encontraron frente a una divertida escena. La muchacha estaba junto al pobre moguri y se encontraba dándole un pequeño beso en su mejilla. Tras aquel bonito gesto, lo cogió todas sus fuerzas y lo lanzó en el aire. La bola rosada bordeó una parábola en el aire y se perdió entre los torreones del castillo. Por suerte aquellas pequeñas criaturas eran lo suficientemente resistentes como para soportar aquellos golpes tan desalmados.

—¿Te ha entregado un papel? —preguntó la aprendiza tras haber realizado la faena—. ¿Qué pone? ¿Qué pone?

Enok la miró con una pequeña sonrisa. Alzó la pequeña nota sobre su mano y la volteó un par de veces. Estaba plagada en un cuadrado y tenía varios dobleces. Poco a poco fue deshaciéndolos hasta obtener una hoja de papel.

Totalmente vacía. Ni una letra, ni un punto, ni un dibujo. Nada. Únicamente cierto olor a cítrico.

Enok levantó la mirada extrañado y le tendió la nota a su compañera. Era demasiado extraño como para ser cierto.

[Crystal]

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Carraspeó.

—Sería demasiado difícil explicar mi procedencia —contestó. Después se llevó la mano a la nuca, indicando una especie de molestia en la zona. Su expresión se deformó, y gracias a la luz de aquella noche fue capaz de ver algo de su piel. Blanca, sin vida—. Algún día lo entenderás.

Freya sabía que no lo comprendería. Una procedencia no era tan difícil de explicar. No si realmente sabías de dónde venías. Al contrario que ella. Se mordió el labio, pensando en que hacer a continuación. Estaba claro que no quería hablar, pero tampoco les había atacado en ningún momento. ¿Por qué estaba ahí?

El lugar pasó a ser más lúgubre que anteriormente. Las sombras de acentuaron y pareció que invadían el lugar. Aquel ser se acabó el helado y el sonido del palito de madera impactando contra el suelo fue lo único que se escuchó en toda la zona.

El siguiente movimiento del encapuchado, indicó a Freya que algo no iba a ir bien. Quizás había pensado que todo iba a ser fácil demasiado pronto. En un acto reflejo, se lanzó a su compañero y lo rodeó con sus brazos, como intentando protegerlo de algo.

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Enok pareció sonreír ante aquella actitud tan curiosa de Freya. Ella observó la nota que estaba desplegando hasta que finalmente la tuvo completa. Eran tan solo una sencilla hoja de papel. La pelirrosa se decepcionó; esperaba una gran carta con alguna cosa importante a explicar.

La cogió cuando su compañero se la tendió. Lo primero que notó fue el fuerte olor a cítrico que desprendía aquello. Como las toallitas desinfectantes.

Entonces algo le vino a su cabeza.

—Espera, ya sé. ¿Sabes esos libros de misterio dónde el protagonista se queda atascado en la historia porque encuentra un gran misterio? ¡Quizás tengamos uno de esos aquí!

Freya se arrodilló en el suelo y se descolgó la mochila para empezar a buscar algo en ella. No llevaba muchas cosas, pero por alguna razón le estaba costando encontrar algo.

—Tu también has notado el fuerte olor a limón ¿verdad?

Finalmente encontró la linterna. Se la ofreció a su compañero, esperando que la cogiese. Quizás él ya disponía de una y había perdido el tiempo buscando la suya.

—No recuerdo bien si hay que hacerlo con algo de fuego… Pero deberíamos probar con esto primero —quería darle utilidad a la linterna, ese era el verdadero motivo. Se levantó de nuevo y extendió el papel enfrente de Enok—. Enfoca aquí y dime si lees algo.

[Sheldon]

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El cuerpo de la muchacha se abalanzó sobre el de su compañero, en un acto de protección, provocando que el rubio aprendiz profiriese un aullido de sorpresa, despertándolo en un espasmo. La figura encapuchada solo dejó escapar un poco de aire. Estaba dispuesta a seguir.

Levantó el brazo lentamente, con la palma en posición horizontal.

Poco a poco, segundo a segundo, la sombra del chico comenzó a alargarse, despojando todo accesorio que la rodeaba. Se movía con inquietud, intentando liberarse de un opresor sin rostro pero nada conseguía. Mientras tanto, Enok perdía la conciencia. Sus ojos eran atravesados por luces de colores, por un profundo terror, por el cuerpo angustiado de su compañera, por el renacimiento de su pesadilla.

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—S-Sí...Pu-puede que tengas razón.—Respondió Enok a la idea de su compañera. La chica había sacado de su diminuta mochila una linterna que ahora le ofrecía con el pretexto de que el papel era un mensaje en clave que podría leerse con el calor que emanaba la lente.

No era tan descabellado, en realidad. Así que el chico tomó el artilugio y lo enfocó con delicadeza sobre las fibras del papel. Tuvo que esperar un buen rato hasta que lentamente empezó a aparecer algo. El chico miró rápidamente a Freya con los ojos abiertos. Estaba tan cerca que en el fondo se sintió intimidado y tuvo que ocultar rápidamente los simpáticos colores sobre sus mejillas.

La linterna era bastante potente, sin duda alguna. Tarde o temprano el aprendiz debería hacerse con una ya que le sería útil. Al fin y al cabo, habían descifrado el gran misterio del día: una nota con un dibujito.

Porque eso era lo que mostraba el papel, un detallado y bastante realista dibujo que mostraba lo que parecía una fila se estanterías que presidían a una mesa sobre la que reposaba un solitario libro cerrado.

El autor debía tener una gran paciencia. Haber realizado aquello a mano con ese tipo de tinta era todo un desafío. Otra alternativa era que un despistado moguri hubiese lanzado la nota hacia un cuenco con zumo de limón en las cocinas. Y a juzgar por ciertas de aquellas criaturas, la segunda opción era bastante probable.

—La Biblioteca...—susurró Enok mientras ofrecía el dibujo a Freya, algo preocupado.

[Crystal]

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Aquella cosa levantó el brazo y empezó a sembrar una especie de caos.

Freya seguía abrazada a su compañero, como si por más fuerte que lo apretara, menos posibilidades tenían de hacerle daño. Deseaba con todas sus fuerzas que no le pasase nada malo.

Pero al fijarse en aquel terror juego con las sombras, perdió la fe. Y cuando miró a Enok a los ojos no pudo contener la sensación de impotencia, y a la vez de miedo. Era como si de alguna manera lo estuviese perdiendo.

—¡Para! —exclamó con angustia—. ¡Déjale! Te daré lo que quieras, pero no le hagas nada…

No estaba segura de que fuese a escucharla. Ya la había ignorado una vez.

No quiso levantarse, ni siquiera efectuar otro movimiento que la separase de Enok. ¿Qué pasaba si aquella misma noche perdía a un compañero de bando igual que perdió a su familia?

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Enok enfocó el papel y se pasó un buen rato observándolo. Freya se asomaba de vez en cuando, esperando alguna actitud en su compañero que le indicase que el misterio estaba resuelto. Por primera vez, la emoción de aquello la tenía tan absorbida, que no fue capaz de darse cuenta de lo cerca que estaba de Enok.

—La Biblioteca...—susurró Enok, y le dio el papel a la pelirrosa, la cual observó en busca de algo pero no encontró nada. Tuvo que recuperar su linterna e iluminar el papel para darse cuenta de que había algo oculto.

Era un dibujo, bonito y cuidado, de unas estanterías y una mesa con un gran libro. Enok sin duda había acertado completamente con el hecho de que lo podrían encontrar en la biblioteca ¿Dónde si no se buscan los libros? Sin embargo, a la aprendiza le escamaba todo aquel asunto del zumo de limón para ocultar los trazos.

—¡Estaba convencida de que habría algo! —guardó todos los artilugios y se cargó la mochila de nuevo a las espaldas—. Pues rumbo a la biblioteca.

La aprendiza no miró que su compañero la siguiese, porque sabía perfectamente que lo haría. Intentó no ir saltando por los pasillos del castillo, sabiendo que debía mantener la compostura, pero todo aquello tenía tan buena pinta… Y hacía tanto tiempo que no se embarcaba en la resolución de un misterio…

La biblioteca no estaba muy lejos. Una vez allí, la pelirrosa se escurrió por los pasillos, sigilosa y rápida, en búsqueda de algún libro parecido al del dibujo. Tuvo que parar un momento para pensar detenidamente qué estaba haciendo.

—Perdona, ha sido la emoción —se disculpó. Normalmente no tenía ese tipo de comportamiento cuando estaba en compañía de alguien—. No encuentro nada. ¿Has visto algo que haya pasado por alto?

[Sheldon]

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¡Para!
¡Déjale! Te daré lo que quieras, pero no le hagas nada…

La chica sufría. Tenía miedo, angustia, impotencia y terror. Enok, finalmente, perdió el conocimiento y su cuerpo se deslizó inerte hacia Freya.

La sombra se había separado completamente de su poseedor y esta vez la fuerza transparente parecía comprimirla cada vez más. Los segundos se deshacían lentamente mientras la figura esgrimía movimientos extremos intentando liberarse. Pero su destino ya estaba sellado.

Justo antes de que el contorno negruzco desapareciese en un pequeño punto oscuro, la escena fue atravesada por un alarido desgarrador. Una sonrisa de alivio dejó atrás el resplandor de unos dientes bajo la capucha.

Todo volvió a la normalidad. El astro blanco continuó emitiendo melancolía. Las densas nubes siguieron tapando los puntitos estelares. Las sombras volvieron a su posición original, a excepción de una, la de Enok. Una diminuta esfera salió disparada de la pared hasta la palma de la mano del encapuchado, que la cerró con fuerza y la escondió con rapidez.

Como si nada hubiese ocurrido.

—Siento haberte asustado.—Su voz sonaba distinta, como si fuese de otra persona. Como si fuese de Enok.

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Freya examinó con ahínco la hoja de papel hasta que pudo ver lo mismo que su compañero.

—¡Estaba convencida de que habría algo! —Exclamó con una sonrisa de satisfacción—. Pues rumbo a la biblioteca.

Enok le dirigió una mirada un tanto pensativa y antes de que pudiese mostrar alguna queja, la pelirrosa emprendió el nuevo rumbo. El aprendiz se mordió el labio y siguió el paso de su compañera. Tal vez no era demasiado prudente ir detrás de aquel libro. Había algo en él…

El mirador quedó desierto a excepción de una figura, una figura que no podía verse a simple vista y que había estado observando a la pareja.

Cuando alcanzaron la habitación de estudio y hubieron entrado, Freya hizo un poco de las suyas. Agachada, de espaldas, de puntillas y con un ojo avizor buscaba cual detective la pista del crimen. Enok se quedó pendiente de ella un par de minutos, mordiéndose las uñas. No sabía si avergonzarse de Freya o sentirse nervioso ante los sucesos que estaban ocurriendo.

—Perdona, ha sido la emoción.— Dijo la chica tras haber terminado su particular actuación. Enok sonrió débilmente y alzó débilmente sus hombros—.No encuentro nada. ¿Has visto algo que haya pasado por alto?

El chico asintió y haciendo un gesto a Freya se acercó hacia una de las mesas del recinto. Carecía de sillas y estaba en peores condiciones que las demás.

—E-es este.—musitó Enok señalando su propio diario que reposaba sobre la mesa.

[Crystal]

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El cuerpo de Enok dejó de pesar y cayó hacia Freya, la cual lo recibió y lo recogió con cuidado.

Hundió la frente en el hombro del chico y suspiró. La lucha había acabado, ya no podía hacer nada. Solo retener las lágrimas que intentaban brotar sus ojos.

Freya no fue consciente de lo que pasaba a su alrededor. Las acciones del tercer ser, el grito, aquella sonrisa que asomaba bajo la capucha… Todo fue ignorado.

La situación recobró su normalidad, aparcando el juego de sombras. Sin embargo, hubo una que no volvió a su posición original: la de Enok.

—Siento haberte asustado —algo había cambiado en la voz del encapuchado. Freya lo reconoció en seguida.

Levantó con lentitud la cabeza, y dirigió una mirada al lugar de donde provenía el sonido. La luna resplandecía lo suficiente para iluminarlo todo, pero tuvo que parpadear varias veces para desempañar sus ojos y ver lo que estaba ocurriendo allí.

Con cuidado deslizó el cuerpo de su compañero y lo dejó reposando en el banco, asegurándose de que no se caería. Acto seguido se levantó con cuidado, y se acercó lentamente al ser que acababa de hablar.

—¿E-Enok? —ladeó la cabeza levemente, sin entender nada.

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Enok asintió y se acercó a una de las mesas de la biblioteca. Freya le siguió sin rechistar. Observó aquel trozo de madera antiguo que simulaba ser una mesa; ni siquiera disponía de sillas para poder sentarse. Debían renovar el mobiliario pronto o todo se caería.

—E-es este.

No es que Freya dudase de la intuición de su amigo, pero le extrañó que lo reconociese con tanta facilidad. Hasta ella tuvo que mirarlo un par de veces antes de darse cuenta que era el del dibujo. Se encogió levemente de hombros y se acercó más para observar aquel libro.

—Tiene cierto encanto…

La inocente y despreocupada pelirrosa alargó la mano para abrirlo, y en cuanto realizó la acción una luz cegadora emergió de las páginas del libro. Freya se cubrió con los brazos, intentando ver algo pero le fue imposible. Solo sintió una sensación de angustia y mareo.

Pero hubo algún momento en que aquello desapareció. Se apartó los brazos de la cara y miró extrañada a su alrededor. Aquello no era la biblioteca. Ni tan solo era el castillo. ¿Dónde habían ido a parar? Era como un… poblado, se dijo la aprendiza. Al menos tenía pinta de eso.

Freya buscó a Enok para encontrar algún tipo de seguridad.

—¿Q-Qué acaba de pasar? —se le trababa la voz; no daba crédito a lo que estaba viendo. Soltó una especie de grito—. Yo solo estaba… ¡¿Qué vamos a hacer ahora?! ¡¿Cómo se vuelve?!

[Sheldon]

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La aprendiza con suma delicadeza depositó el cuerpo inerte de su compañero Enok sobre los tablones de madera. Paso a paso se acercó, tras incorporarse, hacia el desconocido. El miedo se había transformado en duda, quizás en una mueca de alivio.

—¿E-Enok?—bajo la túnico se entrevió una pequeña sonrisa divertida. Su rostro se volvió hasta dar de lleno con las montañas del horizonte, vacías y apagadas. Una pesada lágrima se elevó en el aire planeando unos segundos hasta caer en el vacío.

—No has cambiado nada, Freya.—murmuró la figura bajo la capucha rota en una especie de desconsuelo.

Paso a paso el encapuchado se alejó hasta el cuerpo yacente de Enok. Se dirigió unos instantes hacia Freya y flexionó su cuerpo en forma de reverencia, dejando atrás la misma mueca de dolor. Tomó aire y alzó suavemente el cuerpo del rubio aprendiz.

—Cuida bien de él, lo necesitará.—Quedó en silencio y unos segundos más tarde se alejó hacia la entrada al castillo—.Algún día nos volveremos a ver.

Con aquella frase se despidió, desapareció. Llevándose a Enok y dejando a Freya solitaria. Algún día, algún día.

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—Tiene cierto encanto…—Comentó la chica mientras se acercaba a observar el pequeño diario. Unos segundos más tarde alzó su brazo y se dispuso a palpar la cubierta herida del libro.

Centímetro a centímetro el tiempo se detenía. Un potente chorro de luz deslumbró la escena. Enok quiso esgrimir un grito de alerta pero todo ocurrió demasiado deprisa.

Las luces se apagaron y el escenario cambió radicalmente. Casas derruidas, cristales por el suelo, suelos desnivelados. Casi de forma reactiva, Enok giró la mirada, buscando algo que pronto encontró. A lo lejos, sobre un montículo, se podía ver el bastión emitiendo constantemente gases al aire, en continua actividad.

Su respiración se intensificó.

—¿Q-Qué acaba de pasar? —tartamudeó Freya junto a un pequeño grito—. Yo solo estaba… ¡¿Qué vamos a hacer ahora?! ¡¿Cómo se vuelve?!

Uno, dos, tres, cuatro. Sombras y más sombras surgían por los suelos, fundiéndose en planos oscuros. Cinco, seis, siete, ocho.

—Fre...Freya. R-Rápido.—gritó el chico poniéndose en marcha. Llamándo la atención de su compañera señaló directamente hacia la fortaleza en la lejanía.—Allí.

La llave-espada de Enok se manifestó instantáneamente en la mano del muchacho que asestó un golpe raso a una de las sombras que había intentado saltar hacia el rostro de Freya. El aprendiz asintió y echó a correr.

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Enok no puntuará en este encuentro debido a que no cumple el requisito de post mínimos para su nivel.

[Crystal]

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Freya observó aquella lágrima caer con lentitud, como si los segundos fuesen eternos. Como si aquel instante no se acabase nunca.

—No has cambiado nada, Freya.

¿La conocía? ¿Era posible que de verdad fuese Enok? La pelirrosa quiso replicar, cuestionarle hasta que todas sus dudas fuesen saciadas. Pero no pudo. No tuvo la oportunidad de hacerlo.

El encapuchado se acercó al cuerpo de aquel que yacía en el banco, pero antes volvió a mirar a Freya para dedicarle una especie de reverencia. La chica no correspondió a aquello. Sin embargo aquel ser siguió con su tarea, y alzó el cuerpo del aprendiz.

—Cuida bien de él, lo necesitará —Hubo un silencio. El encapuchado se encaminó hacia el castillo—. Algún día nos volveremos a ver.

—¿A-Algún día? ¡Espera, por favor!

Freya corrió hacia ellos, pero de nada sirvió. Ambos habían desaparecido. La aprendiz cayó de rodillas al suelo, exhausta. Todos sus intentos habían sido en vano. Ni tan solo sabía que le depararía la siguiente mañana.

¿Cuándo llegaría el día?

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Para colmo, todo aquello empezó a llenarse de sombras. De alguna manera, la noche anterior volvió a emerger de los recuerdos de Freya, pero esta se limitó a apartarla de nuevo.

Dio una vueltecita sobre si misma, contando cuantas cosas de aquellas empezaban a rodearlos. Se mordió el labio; había perdido la cuenta.

—Fre...Freya. R-Rápido. —la voz de Enok llamó la atención de la pelirrosa. Ésta siguió la indicación de su compañero; la fortaleza aquella que se veía a lo lejos era el destino— Allí.

—¡Vale!

Enok invocó su llave-espada, asestó un golpe para librarse de una de aquellas y luego echó a correr. Freya no fue menos: invocó la suya y fue capaz de eliminar a otra para abrirse paso entre ellas.

La pelirrosa corría tras su compañero. Ojalá hubiese podido hablar con él más tranquilamente. Aquella mañana se había vuelto un tanto rara. Ni siquiera parecía acordarse de lo que había pasado hacía escasas horas. Todo parecía normal. Quizás era así como tenía que ser. Todo en silencio, en su memoria.

Podía ser así, a ella no le importaba.

Consiguió ponerse a la altura de su compañero, al cual cogió de la mano y tiró de él, obligándole a correr más. La risa de Freya resonó por el lugar.

Todo estaba bien, no iba a pasar nada malo. Ella cuidaría de Enok.

¿Pero cuándo llegaría el día?

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Y con esto finaliza este lindo encuentro.

[Nell]

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¡Fin del Encuentro!

Crystal, 36 PX. Tu forma de escribir es simple y fácil de leer, así que sin problemas. Solo he echado en falta que trataras de relacionar un poco la importancia de Enok para Freya en su pasado, es decir, conectarlo un poco con lo que han vivido en la Trama anterior. Trata de usar muchos más sinónimos para referirte a alguien, para no caer solo en el "encapuchado" o referirse a su color de pelo. Y poco más.
¡Subes a nivel 8!